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    Usa "antítesis" in una frase

    antítesis frasi di esempio

    antítesis


    1. Si el señor Le Bris hubiese gustado de las antítesis, habría podidohacer una


    2. favorito de la tesis, la antítesis y la síntesis lo empleabanpara


    3. y en cuanto a Angela, caso extraño, su antítesis, el polo


    4. emoción yvoluptuosidad jaranera, eran un contraste, una antítesis, decía ella, desu exquisita


    5. sin embargo las costumbres y manera de ser del uno,son casi la antítesis del otro


    6. Egipto es un país de antítesis: por todas partes hay sorprendentes contrastes, y quizá ninguno sea más violento que la diferencia entre los oscuros cultivos y el rojo del desierto, entre la exuberante y viva fertilidad y la más estéril desolación


    7. Esto se hace evidente en su arte, donde, si bien el magnate aparece representado con todos sus atractivos supervisando tranquilamente el trabajo en sus campos, también tenían que aparecer los campesinos, toscos y vacilantes, para completar la antítesis


    8. También se debe a algo más instintivo: el presentimiento de que sin sus antítesis correspondientes, su universo estaría desequilibrado


    9. En seguida, mientras Dantés esperaba que siguiese el interrogatorio, se puso a componer en su imaginación el discurso que debía de pronunciar, lleno de antítesis sorprendentes, y de esas frases pretenciosas que tal vez son tenidas por la verdadera elocuencia


    10. Era la antítesis de un antro policial

    11. Me lo imaginé junto a una Marta atractiva —la antítesis de su esposa—, en aquel mismo sofá de cuero negro, dedicándose a follar mientras su mujer seguía esperando en casa


    12. No hay duda de que tanto éstos como el suicidio constituyen la antítesis de los objetivos positivos de la vida


    13. Media hora después llegaban a una casa que era la antítesis de la de los Sard


    14. La antítesis de la mujer que estaba a su lado


    15. Una premisa básica es un absoluto que no permite cooperar con su antítesis, y no tolera la tolerancia


    16. Le resultó enormemente complicado porque en el Apocalipsis se profetizaba que cuando Cristo volviera a la Tierra debería enfrentarse a su antítesis


    17. Otro procedimiento grato al filósofo germánico es examinar las cuestiones en tres aspectos: el de la tesis, el de la antítesis y el de la síntesis


    18. –Pero si Claudia es la antítesis de la generosidad -dije


    19. {538} Esta corona de rosas aparece como antítesis de la «corona de espi nas» de que hablan los Evangelios


    20. Y eso lo convertía en la antítesis de todo lo que debía ser un soldado a juicio suyo

    21. Obviamente, la mujer estaba dotada de una forcé majeure extraordinaire, la antítesis de lo divino


    22. Físicamente era la antítesis de su visitante de aquella noche


    23. (Había aprendido esa expresión en El repartidor de sueños, un libro sobre un niño abandonado que quería ser sacerdote, la completa antítesis de El hombre que silbaba


    24. El Chongg Ran es un ejercicio de antítesis


    25. En cada uno de los tres libros fundadores abundan las contradicciones: a cada cosa dicha le sigue casi de inmediato su contradicción, se hace una advertencia, pero la contraria también, se prescribe un valor y su antítesis un poco más allá


    26. Reacio a construir un mero mecanismo de relojería, confeccionaste, a pesar tuyo y por minuciosidad en demasía, lo que es una antítesis del mecanismo…


    27. Estas antítesis dialécticas no son infrecuentes en la Historia, pero España experimentó un doble riesgo


    28. En cuanto a la marquesa, como quiera que sus opiniones fueron siempre la antítesis de las sustentadas por el hombre que probablemente haría duquesa a su hija, al cabo de pocos días ponía sobre los cuernos de la luna los méritos de Julián


    29. —La prisa es la antítesis de mi naturaleza —replicó Cal, pero abrió Charlie el Chu-Chú y consultó el precio escrito a lápiz en la guarda—


    30. Si, en cambio, la antítesis y la guerra actúan en una naturaleza de ese género como un atractivo y un estimulante más de la vida, – y si, por otro lado, una auténtica maestría y sutileza en el guerrear consigo mismo, es decir, en el dominarse a sí mismo, en el engañarse a sí mismo, se añaden, por herencia y por crianza, a sus instintos poderosos e inconciliables: entonces surgen aquellos seres mágicamente inaprehensibles e inimaginables, aquellos hombres enigmáticos predestinados a vencer y a seducir, cuya expresión más bella son Alcibíades y César (- a quienes me gustaría añadir aquel que fue, para mi gusto, el primer europeo, Federico II Hohenstaufen), y, entre artistas, tal vez Leonardo da Vinci

    31. Ahora bien, que el tempo [ritmo] de aquel movimiento les resulta todavía demasiado lento y somnoliento a los más impacientes, a los enfermos e intoxicados del mencionado instinto, atestíguanlo los aullidos cada vez más furiosos, los rechinamientos de dientes cada vez menos disimulados de los perros-anarquistas que ahora rondan por las calles de la cultura europea: en antítesis aparentemente a los tranquilos y laboriosos demócratas e ideólogos de la Revolución, y más todavía a los filosofastros cretinos y los ilusos de la fraternidad que se llaman a sí mismos socialistas y quieren la «sociedad libre», pero que en verdad coinciden con todos aquéllos en su hostilidad radical e instintiva a toda forma de sociedad diferente de la del rebaño autónomo (hasta llegar a rechazar incluso los conceptos de «señor» y de «siervo» – ni dieu ni maitre [ni Dios, ni amo], dice una fórmula socialista -); coinciden en la tenaz resistencia contra toda pretensión especial, contra todo derecho especial y todo privilegio (y esto significa, en última instancia, contra todo derecho: pues cuando todos son iguales, ya nadie necesita «derechos» -); coinciden en la desconfianza contra la justicia punitiva (como si ésta fuera una violencia ejercida sobre el más débil, una injusticia frente a la necesaria consecuencia de toda sociedad anterior -); pero también coinciden en la religión de la compasión, en la simpatía, con tal de que se sienta, se viva, se sufra (hasta descender al animal, hasta elevarse a «Dios»: – la aberración de una «compasión para con Dios» es propia de una época democrática -); coinciden todos ellos en el clamor y en la impaciencia de la compasión, en el odio mortal al sufrimiento en cuanto tal, en la incapacidad casi femenina para poder presenciarlo como espectador, para poder hacer sufrir; coinciden en el ensombrecimiento y reblandecimiento involuntarios bajo cuyo hechizo parece amenazada Europa por un nuevo budismo; coinciden en la creencia en la moral de la compasión comunitaria, como si ésta fuera la moral en sí, la cima, la alcanzada cima del hombre, la única esperanza del futuro, el consuelo de los hombres de hoy, la gran redención de toda culpa de otro tiempo: – coinciden todos ellos en la creencia de que la comunidad es la redentora, por lo tanto, en la fe en el rebaño, en la fe en «sí mismos»…203 Nosotros los que somos de otra fe -, nosotros los que consideramos el movimiento democrático no meramente como una forma de decadencia de la organización política, sino como forma de decadencia, esto es, de empequeñecimiento, del hombre, como su mediocrización y como su rebajamiento de valor, ¿adónde tendremos que acudir nosotros con nuestras esperanzas? – A nuevos filósofos, no queda otra elección; a espíritus suficientemente fuertes y originarios como para empujar hacia valoraciones contrapuestas y para transvalorar, para invertir «valores eternos»; a precursores, a hombres del futuro, que aten en el presente la coacción y el nudo, que coaccionen a la voluntad de milenios a seguir nuevas vías


    32. Tal vez nuestra gran virtud del sentido histórico consista en una necesaria antítesis del buen gusto, al menos del óptimo gusto, y sólo de mala manera, sólo con vacilaciones, sólo por coacción somos capaces de reproducir en nosotros precisamente aquellas pequeñas, breves y supremas jugadas de suerte y transfiguraciones de la vida humana que acá y allá resplandecen: aquellos instantes y prodigios en que una gran fuerza se ha detenido voluntariamente ante lo desmedido e ilimitado -, en que gozamos de una sobreabundancia de sutil placer en el repentino domeñarnos y quedarnos petrificados, en el establecernos y fijarnos sobre un terreno que todavía tiembla


    33. Vosotros queréis, en lo posible, eliminar el sufrimiento -y no hay ningún «en lo posible» más loco que ése -; ¿y nosotros? – ¡parece cabalmente que nosotros preferimos que el sufrimiento sea más grande y peor que lo ha sido nunca! El bienestar, tal como vosotros lo entendéis – ¡eso no es, desde luego, una meta, eso a nosotros nos parece un final! Un estado que enseguida vuelve ridículo y despreciable al hombre, – ¡que hace desear el ocaso de éste! La disciplina del sufrimiento, del gran sufrimiento – ¿no sabéis que únicamente esa disciplina es la que ha creado hasta ahora todas las elevaciones del hombre? Aquella tensión del alma en la infelicidad, que es la que le inculca su fortaleza, los estremecimientos del alma ante el espectáculo de la gran ruina, su inventiva y valentía en el soportar, perseverar, interpretar, aprovechar la desgracia, así como toda la profundidad, misterio, máscara, espíritu, argucia, grandeza que le han sido donados al alma: – ¿no le han sido donados bajo sufrimientos, bajo la disciplina del gran sufrimiento? Criatura y creador están unidos en el hombre: en el hombre hay materia, fragmento, exceso, fango, basura, sinsentido, caos; pero en el hombre hay también un creador, un escultor, dureza de martillo, dioses-espectadores y séptimo día: – ¿entendéis esa antítesis? ¿Y que vuestra compasión se dirige a la «criatura en el hombre», a aquello que tiene que ser configurado, quebrado, forjado, arrancado, quemado, abrasado, purificado, a aquello que necesariamente tiene que sufrir y que debe sufrir? Y nuestra compasión


    34. –¡Qué tortura son los libros escritos en alemán para el hombre que dispone de un tercer oído! ¡Con qué repugnancia se detiene ese hombre junto a ese pantano, que lentamente va dándose la vuelta, de acordes carentes de armonía, de ritmos sin baile, que entre alemanes se llama un «libro»! ¡Y nada digamos del alemán que lee libros! ¡De qué manera tan perezosa, tan a regañadientes, tan mala lee! Qué pocos alemanes saben y se exigen a sí mismos saber que en toda buena frase se esconde arte, – ¡arte que quiere ser adivinado en la medida en que la frase quiere ser entendida! Un malentendido acerca de su tempo [ritmo], por ejemplo: ¡y la frase misma es malentendida! No permitirse tener dudas acerca de cuáles son las sílabas decisivas para el ritmo, sentir como algo querido y como un atractivo la ruptura de la simetría demasiado rigurosa, prestar oídos finos y pacientes a todo staccato [despegado], a todo rubato [ritmo libre], adivinar el sentido que hay en la sucesión de las vocales y diptongos y el modo tan delicado y vario como pueden adoptar un color y cambiar de color en su sucesión: ¿quién, entre los alemanes lectores de libros, está bien dispuesto a reconocer tales deberes y exigencias y a prestar atención a tanto arte e intención encerrados en el lenguaje? La gente no tiene, en última instancia, precisamente «oídos para esto»: por lo cual no se oyen las antítesis más enérgicas del estilo y se derrocha inútilmente, como ante sordos, la maestría artística más sutil


    35. (Como antítesis de la inexperiencia y la inocencia alemanas in voluptate psychologica [en la voluptuosidad psicológica], las cuales están emparentadas, y no de lejos, con el aburrimiento de la vida social alemana, – y como expresión logradísima de una curiosidad y un talento inventivo auténticamente franceses para este reino de estremecimientos delicados, podemos considerar a Henri Beyle, ese notable hombre anticipador y precursor, que, con un tempo [ritmo] napoleónico, atravesó ala carrera su Europa, muchos siglos de alma europea, como un rastreador y descubridor de esa alma: – dos generaciones han sido precisas para darle alcance en cierto modo, para adivinar tardíamente algunos de los enigmas que lo atormentaban y embelesaban a él, a ese prodigioso epicúreo y hombre-interrogación, que ha sido el último psicólogo grande de Francia -


    36. Obsérvese enseguida que en esta primera especie de moral la antítesis «bueno» y «malo» es sinónima de «aristocrático» y «despreciable»: -la antítesis «bueno» y «malvado» es de otra procedencia


    37. Aquí reside el hogar donde tuvo su génesis aquella famosa antítesis «bueno» y «malvado»: – se considera que del mal forman parte el poder y la peligrosidad, así como una cierta terribilidad y una sutilidad y fortaleza que no permiten que aparezca el desprecio


    38. La antítesis llega a su cumbre cuando, de acuerdo con la consecuencia propia de la moral de esclavos, un soplo de menosprecio acaba por adherirse también al «bueno» de esa moral -menosprecio que puede ser ligero y benévolo -, porque, dentro del modo de pensar de los esclavos, el bueno tiene que ser en todo caso el hombre no peligroso: el bueno es bonachón, fácil de engañar, acaso un poco estúpido, un bonhomme [un buen hombre]


    39. Era la antítesis del guardián


    40. Un elemento constitutivo de su composición es la eternidad del inframundo, lo que es la antítesis de la idea misma de la Creación, ya que el inframundo es la anulación de la Creación

    41. Es un títere que se esfuerza en vano por ser otro títere, igualmente irreal; es la antítesis de Jack, que nunca ha representado ningún papel en su vida ni tiene necesidad de representar ninguno


    42. Por repugnancia que sienta al ver que se opone al cuerpo no sé qué especie de tejido, qué fantasma de luz de luna al cual se llama «alma», considero que en esta antítesis entre el espíritu y el cuerpo, éste significa el principio malo y diabólico, pues es naturaleza, y la naturaleza, opuesta como usted lo hace al espíritu de la razón, es mala; mística y nefasta


    43. Su expresión era la antítesis de una sonrisa


    44. El sosiego que se respiraba en el comedor era la antítesis del pandemónium que había en el bufet


    45. Y la burguesía se organiza en la burguesa ciudad de Moscú, antítesis de Petrogrado, que es la ciudad de los cortesanos y los burócratas


    46. "Está despierto, en antítesis de aquellos a quienes todavía ciega la ilusión


    47. Eres la antítesis de Eduardo, siempre haces lo correcto


    48. –La prisa es la antítesis de mi naturaleza -replicó Cal, pero abrió Charlie el Chu-Chú y consultó el precio escrito a lápiz en la guarda-


    49. Le parecía que los resplandecientes colores que surgían de la falla eran la antítesis de todo lo que había experimentado en las últimas horas; estaba mirando el interior de un crisol de nueva vida y nuevo movimiento


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    antítesis in English

    Antarctic

    Sinonimi per "antítesis"

    meridional polar