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    acullá exemples de phrases

    acullá


    1. Todos los blancos nos habiamos congregado en elcentro, en tanto que, aquí y acullá,


    2. demás acullá, sino que tiene una intuicion de esta disposicion de laspartes, nada mas


    3. observaciones son menos incomprensibles, y aun ofrecenacá y acullá algunos puntos luminosos;


    4. diseminadas que brillaban aquí y acullá en laciudad, produjo un efecto desagradable a


    5. Acullá suenan los truenos,


    6. Y contóle el escrutinio que dellos había hecho, y los que había condenado al fuego y dejado con vida, de que no poco se rió el canónigo, y dijo que, con todo cuanto mal había dicho de tales libros, hallaba en ellos una cosa buena: que era el sujeto que ofrecían para que un buen entendimiento pudiese mostrarse en ellos, porque daban largo y espacioso campo por donde sin empacho alguno pudiese correr la pluma, descubriendo naufragios, tormentas, rencuentros y batallas; pintando un capitán valeroso con todas las partes que para ser tal se requieren, mostrándose prudente previniendo las astucias de sus enemigos, y elocuente orador persuadiendo o disuadiendo a sus soldados, maduro en el consejo, presto en lo determinado, tan valiente en el esperar como en el acometer; pintando ora un lamentable y trágico suceso, ahora un alegre y no pensado acontecimiento; allí una hermosísima dama, honesta, discreta y recatada; aquí un caballero cristiano, valiente y comedido; acullá un desaforado bárbaro fanfarrón; acá un príncipe cortés, valeroso y bien mirado; representando bondad y lealtad de vasallos, grandezas y mercedes de señores


    7. Aquí descubre un arroyuelo, cuyas frescas aguas, que líquidos cristales parecen, corren sobre menudas arenas y blancas pedrezuelas, que oro cernido y puras perlas semejan; acullá vee una artificiosa fuente de jaspe variado y de liso mármol compuesta; acá vee otra a lo brutesco adornada, adonde las menudas conchas de las almejas, con las torcidas casas blancas y amarillas del caracol, puestas con orden desordenada, mezclados entre ellas pedazos de cristal luciente y de contrahechas esmeraldas, hacen una variada labor, de manera que el arte, imitando a la naturaleza, parece que allí la vence


    8. Acullá de improviso se le descubre un fuerte castillo o vistoso alcázar, cuyas murallas son de macizo oro, las almenas de diamantes, las puertas de jacintos; finalmente, él es de tan admirable compostura que, con ser la materia de que está formado no menos que de diamantes, de carbuncos, de rubíes, de perlas, de oro y de esmeraldas, es de más estimación su hechura


    9. Se hundieron con estrépito las celdas, las almenas y parte de las murallas, abriendo acá y acullá brechas enormes, pero sin causar destrozos entre la tripulación de El Rayo


    10. Entre los bancos se veían salpicadas acá y acullá, unas pocas mujeres que, pasando entre los dedos las cuentas del rosario, rezaban devotamente

    11. La calle era un caos, la noche había caído y aquí y acullá se veían fuegos, los unos incipientes y otros ya más crecidos


    12. Tan pronto se pasaba Aura la tarde en casa de las de Gaminde, calle del Víctor, como en casa de las de Busturia (Artecalle), o bien asaltaban todas el domicilio de Arratia, y aquí y acullá, sus manecitas diligentes trabajaban sin descanso, con más gozo que en los aprestos de un baile, en la tarea lindísima de coser sacos de lienzo para los parapetos, en vaciar colchones para llenar sacas de lana, en disponer las camas para los hospitales de sangre, y en hacer hilas, aunque esto no les parecía lo más urgente, porque antes que hubiera heridos tenía que haber baluartes y defensas; y las banderas debían ser muy vistosas; y todo lo que significase triunfos de la Libertad y palos al carlismo había de obtener la preferencia; las hilas y vendajes, que los hiciera el enemigo, como más necesitado de tales remedios


    13. Acullá suenan los truenos


    14. país y la nación, tales o cuales, tanto era el pa-vor de que estaban poseídos, escondieron acá y acullá sus más precia- dos tesoros


    15. Y contóle el escrutinio que dellos había hecho, y los que había condenado al fuego y dejado con vida, de que no poco se rió el canónigo, y dijo que, con todo cuanto mal había dicho de tales libros, hallaba en ellos una cosa buena: que era el sujeto que ofrecían para que un buen entendimiento pudiese mostrarse en ellos, porque daban largo y espacioso campo por donde sin empacho alguno pudiese correr la pluma, describiendo naufragios, tormentas, reencuentros y batallas, pintando un capitán valeroso con todas las partes que para ser tal se requieren, mostrándose prudente previniendo las astucias de sus enemigos, y elocuente orador persuadiendo o disuadiendo a sus soldados, maduro en el consejo, presto en lo determinado, tan valiente en el esperar como en el acometer; pintando ora un lamentable y trágico suceso, ahora un alegre y no pensado acontecimiento; allí una hermosísima dama, honesta, discreta y recatada; aquí, un caballero cristiano, valiente y comedido; acullá un desaforado bárbaro fanfarrón; acá un príncipe cortés, valeroso y bien mirado; representando bondad y lealtad de vasallos, grandezas y mercedes de señores


    16. Acullá ve una artificiosa fuente de jaspe variado y de liso mármol compuesto; acá ve otra a lo brutesco ordenada, adonde las menudas conchas de las almejas con las torcidas casas blancas y amarillas del caracol, puestas con orden desordenada, mezclados entre ellas pedazos de cristal luciente y de contrahechas esmeraldas, hacen una variada labor, de manera que el arte, imitando a la naturaleza, parece que allí la vence


    17. Acullá, de improviso, se le descubre un fuerte castillo o vistoso alcázar, cuyas murallas son de macizo oro, las almenas de diamantes, las puertas de jacintos; finalmente, él es de tan admirable compostura, que, con ser la materia de que está formado no menos que de diamantes, de carbuncos, de rubíes, de perlas, de oro y esmeraldas, es de más estimación su hechura; ¿y hay más que ver, después de haber visto esto, que ver salir por la puerta del castillo un buen número de doncellas, cuyos galanos y vistosos trajes, si yo me pusiese ahora a decirlos como las historias nos los cuentan, serían nunca acabar; y tomar luego la que parecía principal de todas por la mano al atrevido caballero que se arrojó en el ferviente lago, y llevarle, sin hablarle una palabra, dentro del rico alcázar o castillo, y hacerle desnudar como su madre le parió, y bañarle con templadas aguas, y luego untarle todo con olorosos ungüentos, y vestirle una camisa de cendal delgadísimo, toda olorosa y perfumada, y acudir otra doncella y echarle un mantón sobre los hombros, que, por lo menos, dicen que suele valer una ciudad, y aun más? ¿Qué es ver, pues, cuando nos cuentan que, tras todo esto, le llevan a otra sala, donde halla puestas las mesas, con tanto concierto, que queda suspenso y admirado? ¿Qué el verle echar agua a manos, toda de ámbar y de olorosas flores destilada? ¿Qué el hacerle sentar sobre una silla de marfil? ¿Qué verle servir todas las doncellas, guardando un maravilloso silencio? ¿Qué el traerle tanta diferencia de manjares, tan sabrosamente guisados, que no sabe el apetito a cuál deba de alargar la mano? ¿Cuál será oír la música que en tanto que come suena, sin saberse quién la canta ni adónde suena? ¿Y, después de la comida acabada y las mesas alzadas, quedarse el caballero recostado sobre la silla, y quizá mondándose los dientes, como es costumbre, entrar a deshora por la puerta de la sala otra mucho más hermosa doncella que ninguna de las primeras, y sentarse al lado del caballero, y comenzar a darle cuenta de qué castillo es aquél, y de cómo ella está encantada en él, con otras cosas que suspenden al caballero y admiran a los leyentes que van leyendo su historia? No quiero alargarme más en esto, pues dello se puede colegir que cualquiera parte que se lea de cualquiera historia de caballero andante ha de causar gusto y maravilla a cualquiera que la leyere; y vuestra merced créame, y como otra vez le he dicho, lea estos libros, y verá cómo le destierran la melancolía que tuviere, y le mejoran la condición, si acaso la tiene mala


    18. Sentí más ganas de moverme, y me agité un poco; abrí el libro que me diera mi abuela, y ya pude poner atención en las páginas, que iba escogiendo acá y acullá


    19. Su mismo físico, el color de un rosa especial, que llegaba a veces hasta el violeta, de su carne; cierto rubio, casi luminoso, hasta en los hombres, de los delicados cabellos, apiñados en mechones dorados y suaves, por mitad líquenes parietales y pelaje felino (fulgor lumínico a que correspondía cierta brillantez de la inteligencia, porque si se hablaba de la tez y el pelo de los Guermantes, hablábase asimismo del ingenio de los Guermantes, como del ingenio de los Mortemart, cierta cualidad social más fina ya desde antes de Luis XIV y tanto más reconocida por todos cuanto que ellos mismos la promulgaban), todo esto hacía que en la materia misma, por preciosa que fuera, de la sociedad aristocrática en que se les encontraba enfusados acá y acullá, los Guermantes siguieran siendo reconocibles, fáciles de distinguir y de seguir, como los filones cuya rubiez vetean el jaspe y el ónice, o, mejor todavía, como el ágil ondular de esa cabellera de claridad cuyas despeinadas crines corren como flexibles rayos por las caras de ciertas variedades de ágata


    20. Acá y acullá, seguía viviendo gente: había ropa tendida en una ventana o en un balcón, unos tiestos, el humo del tubo de una estufa

    21. De vez en cuando, Asbach y los demás miembros del equipo parían un estudio que yo enviaba acá y acullá; me acusaban recibo cortésmente, o no me contestaban


    22. Conseguí, acá y acullá, organizar repartos de raciones (también los había en otros puntos sin que yo interviniera); hice que recogieran las mantas de los muertos para dárselas a los vivos; pude incautarme de carretas de los campesinos polacos para amontonar en ellas a los presos exhaustos


    23. Acá y acullá se veía alguna granja aislada, edificaciones alargadas y achaparradas, acurrucadas bajo los tejados de bálago cubiertos de nieve


    24. Acá y acullá había aún placas de nieve, el suelo que quedaba al descubierto era duro, rojo y con una alfombra de agujas secas que crujían al pisarlas


    25. Largos rastros, que habían dejado los heridos al intentar reptar para ponerse a salvo, teñían de rojo la nieve a ambos lados de la carretera; acá y acullá, se retorcía algún hombre sin piernas, dando berridos; en la carretera había torsos sin cabeza, brazos que asomaban de una papilla roja e inmunda


    26. Acá y acullá habían colgado de las ruinas banderas con la cruz gamada, o grandes pancartas cuya ironía quería yo creer que era involuntaria, como aquella que se enseñoreaba de las ruinas de la Lützowplatz: LE DAMOS A NUESTRO FÜHRER LAS GRACIAS POR TODO


    27. Unter den Linden seguía vacío; acá y acullá, algún proyectil de obús pegaba en una fachada o en un montón de escombros


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