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    monóculo exemples de phrases

    monóculo


    1. Era el junker, el oficial del monóculo


    2. No había cambiado; su pantalón ceñido, su bastón, el cuello de la camisa y su monóculo eran siempre los mismos, y entró en la habitación de Traddles con cierto aire de juventud y de elegancia


    3. Se ajustó el monóculo y miró fríamente a su alrededor, posando su vista unos instantes sobre Poirot, quien lo miraba con una expresión de sencilla e inocente admiración que halagaba la vanidad del conde


    4. Estaba inclinado, ajustando el monóculo, entornando los ojos


    5. Volvió a colocar el ardiente monóculo en la cuenca del ojo


    6. Fritz empapó el monóculo en vodka, se lo puso y dijo:


    7. –Un momento, mientras me quito y me vuelvo a poner el monóculo


    8. Fritz enfocó con el monóculo la entrada del desagüe


    9. Una mujer baja, bien vestida, con monóculo y bastón apareció junto a Doyle


    10. Will observó el gorro de cuero con el monóculo blanco, y los cables de los que pendía una cajita plana y rectangular que, sin otra fijación, se balanceaba suavemente en el aire

    11. Kate retiró la tierra con las yemas de los dedos, revelando la lente de un monóculo


    12. Era un tipo rubio y soso, uno de los últimos parisienses que llevaba monóculo, y se pasaba la vida en el club, la sala de esgrima y los hipódromos


    13. El agente del monóculo esbozó una sonrisa desde el lugar que ocupaba junto al tablón de anuncios


    14. Bajo la luz de la luna destella el monóculo de un oficial


    15. Porta se llevó un dedo a los labios, limpió su monóculo y corrió hacia la calle


    16. Éste se puso el monóculo, que a cada momento se le estaba cayendo


    17. La trencilla dorada de sus hermosos cuellos rojos rivalizaba en brillo con los diamantes de esas cruces de caballero que suelen colgar del cuello de esos apuestos caballeros… Con el monóculo en un ojo, estudiaban los inmensos mapas del inmenso frente, y se pasaban horas desplazando banderitas multicolores montadas en alfileres


    18. Sin embargo, a pesar de eso, ocurrió un día que Joachim le encontró, a la hora de la tertulia, de pie en el salón, en compañía de Herminia Kleefeld, y del joven del monóculo y de las uñas roídas, hablando, con los ojos brillantes y la voz emocionada, sobre la conformación particular y exótica de la fisonomía de madame Chauchat, mientras sus oyentes cambiaban miradas, se tocaban con el codo y disimulaban la risa


    19. –No, ni tampoco con un chiflado como tú -dijo George, mirando el ojo acuoso que había tras el monóculo, y la humedad de la boca en la barba


    20. El patrullero Mancuso se agachó para recoger el monóculo, que se le había caído del ojo

    21. –Sin descartar -puntualizó don Lucas, ajustándose el monóculo caído durante la reciente refriega-la posible abdicación en el infante don Alfonso…


    22. La indignación le empañaba el monóculo incrustado en su ojo izquierdo


    23. Como Swann era un poco corto de vista, tuvo que resignarse a gastar lentes, para estar en casa, y a adoptar, para afuera, el monóculo, que lo desfiguraba menos


    24. Y hasta los monóculos que llevaban muchos de aquellos hombres entre los cuales estaba Swann encerrado (y que en otra ocasión, lo más que hubieran sugerido a Swann, es la idea de que llevaban monóculo), ahora, desligados de significar una costumbre, idéntica para todos, se le aparecían cada uno con su individualidad


    25. Quizá por no mirar al general de Froberville y al marqués de Bréauté, que estaban charlando a la entrada, más que como a dos personajes de un cuadro, mientras que por mucho tiempo fueron para él útiles amigos, que lo presentaron en el Jockey Club y le sirvieron de testigos en duelos, se explicaba que el monóculo del general, incrustado entre sus párpados como un casco de granada en aquel rostro ordinario, lleno de cicatrices y de triunfo, ojo único de un cíclope en medio de la frente, pareciera a Swann herida monstruosa que cargaba de gloria al herido, pero que no se debía enseriar; mientras que el monóculo que el marqués de Bréauté añadía


    26. Tenía los ojos color de mar, y de uno de ellos se descolgaba a cada momento el monóculo


    27. Atravesó todo el hotel como si fuera persiguiendo a su monóculo, que revoloteaba por delante de él como una mariposa


    28. A la puerta lo esperaba un coche de dos caballos; y mientras que su monóculo volvía a danzar en la soleada calle, el sobrino de la señora de Villeparisis, con la misma elegancia y maestría que un pianista encuentra ocasión de mostrar en una cosa sencillísima en la que parecía imposible que pudiese revelarse superior a un ejecutante de segunda fila, cogió las bridas que le entregaba el cochero, se sentó a su lado, y al mismo tiempo que abría una carta que le entregara el director del hotel, hizo arrancar a los caballos


    29. Después de haber visto cómo trotaba solo un caballo nuevo, lo hacía enganchar, atravesar todas las calles cercanas, con el picador corriendo a par, del coche, empuñando las riendas, haciéndolo pasar y volver a pasar por delante del duque, parado en la acera, en pie, gigantesco, enorme, vestido de claro, con el cigarro en la boca, la cabeza al aire, el monóculo curioso, hasta el momento en que saltaba al pescante, guiaba él mismo al caballo para probarlo, y se iba con el nuevo tiro a recoger a su querida a los Campos Elíseos


    30. Y echando a andar a paso de carga, precedido de su monóculo, que volaba en todos los sentidos, se fue derecho hacia el digno y lento capitán, a quien traían en aquel momento el caballo y que, antes de disponerse a montar en él, daba algunas órdenes con una nobleza de ademanes estudiada, como en algún cuadro histórico y como si fuese a partir para una batalla del Primer Imperio, cuando lo cierto era que volvía sencillamente a su casa, al alojamiento que había alquilado para el tiempo que hubiera de estar en Doncières y que estaba enclavado en una plaza denominada, como por una ironía anticipada para con este napoleonida

    31. Se abrió la puerta y Saint-Loup, dejando caer su monóculo, entró presuroso


    32. Y por eso, en su rostro agraciado, en su desgarbado modo de andar, de saludar, en el perpetuo brincar de su monóculo, en la fantasía de sus quepis demasiado altos, de sus pantalones de paño demasiado fino y de un rojo demasiado claro, habían introducido la idea de un chic de que aseguraban se hallaban desprovistos los oficiales más elegantes del regimiento, incluso el majestuoso capitán a quien había debido yo el dormir en el cuartel, y que parecía, en comparación, demasiado solemne y casi vulgar


    33. El Barón alzó el monóculo para mirar a la plebe, y lo dejó caer


    34. Y qué de relatos hacían el lunes en cuartel, acabado el permiso, uno que era del escuadrón de Saint-Loup, y a quien éste había saludado amabilísimo, otro que no era del mismo escuadrón, pero que estaba seguro de que, a pesar de esto, Saint-Loup lo había reconocido porque había apuntado en dirección suya dos o tres veces su monóculo


    35. —¿Cómo era el chaleco que llevaba? —No llevaba chaleco blanco, sino malva, con algo así como tinas palmas, ¡estupendo! En cuanto a los veteranos (hombres del pueblo que nada sabían del Jockey y que incluían sencillamente a Saint-Loup en la categoría de los alféreces muy ricos, en la que hacían entrar a todos aquellos que, arruinados o no, llevaban cierto género de vida, tenían un capítulo bastante crecido de rentas o de deudas y eran generosos con los soldados), si en el porte, en el monóculo, en los pantalones, en los quepis de Saint-Loup no veían nacía aristocrático, no les ofrecían, con todo, menos interés y significación


    36. Y el monóculo, ¡ah!, lo que es ése va a cualquier parte


    37. El copete de sus cabellos grises, su ojo cuya ceja enarcaba el monóculo y que sonreía, y el ojal de su solapa decorada con flores rojas formaban como los tres vértices movibles de un triángulo convulsivo y sorprendente


    38. Por haber llegado tarde, no había tenido tiempo de informarse acerca de los comensales, y al entrar yo en el salón, viendo en mí un invitado que no formaba parte de la sociedad de la duquesa y que debía, por consiguiente, de tener títulos realmente extraordinarios para penetraren aquel círculo, instaló su monóculo bajo el arco cimbrado de su ceja, pensando que eso le ayudaría mucho a discernir qué clase de hombre era yo


    39. Todavía no estaba seguro hasta el punto de saber si era yo el hombre de cuyo suero contra el cáncer se acababan de hacer experiencias, o el autor cuyo próximo estreno habían ensayado recientemente en el Teatro Francés; pero a fuer de gran intelectual, gran aficionado a las “narraciones de viajes”, no cesaba de multiplicar delante de mí las reverencias, los gestos de inteligencia, las sonrisas filtradas por su monóculo, ya fuese con la idea falsa de que un hombre de valor lo estimaría más si llegaba a inculcarle la ilusión de que para el conde de Bréauté-Consalvi, los privilegios del pensamiento no eran menos dignos de respeto que los de la alcurnia, o sencillamente por necesidad y dificultad de expresar su satisfacción, ignorante del lenguaje en que debía hablarme, en suma, como si se hubiera encontrado en presencia de alguno de los “naturales” de una tierra desconocida a que hubiera atracado su almadía y con los que, por esperanza del provecho, intentara, sin dejar de observar curiosamente sus costumbres y sin interrumpir las demostraciones de amistad ni lanzar como ellos grandes alaridos, trocar huevos de avestruz y especias por brujerías


    40. El público reparaba inmediatamente, en uno de esos palquitos descubiertos en que no caben más que dos personas, en aquel Hércules de smoking (ya que en Francia se da a todo lo que es más o menos británico el nombre que no lleva en Inglaterra), calado de monóculo, teniendo en la mano, regordeta pero hermosa, en cuyo anular brillaba un zafiro, un grueso cigarro, del que extraía de cuando en cuando una bocanada de humo, con las miradas vueltas habitualmente al escenario, pero cuando las dejaba caer al patio de las butacas, donde, por lo demás, no conocía absolutamente a nadie, atenuándolas con una expresión de blandura, de reserva, de cortesía, de consideración

    41. ¡Ah, si! Uno morocho, muy alto, con monóculo, que siempre está riendo y volviéndose”


    42. Por otra parte, el monóculo protegía esa operación delicada como un cristal a un cuadro de valor


    43. Recordé que el primer día en que vi a Saint-Loup en Balbec, tan rubio, de una materia tan preciosa y rara, haciendo volar su monóculo ante él, le encontré un aire afeminado, que no era ciertamente efecto de lo que ahora averiguaba de él, sino de la gracia particular de los Guermantes, de la finura de aquella porcelana de Sajonia en la que estaba modelada también la duquesa


    44. Pero, sobre todo, cuando Bloch aparecía, un temible monóculo cambiaba el significado de su fisonomía


    45. La parte de maquinismo que este monóculo aportaba a la cara de Bloch la dispensaba de todos esos deberes difíciles a los que está sometido un rostro humano, deber de ser bello, de expresar inteligencia, bondad, esfuerzo


    46. La mera presencia de aquel monóculo en la cara de Bloch nos dispensaba, en primer lugar, de preguntarnos si era bonita o no, como ocurre con esos objetos ingleses de los que un dependiente nos dice en una tienda que «es la última moda», después de lo cual no nos atrevemos a preguntarnos si aquello nos gusta


    47. Por otra parte, Bloch se instalaba detrás de la luna de aquel monóculo en una posición tan altiva, distante y confortable como si hubiera sido la luna de una carroza, y, para adaptar la cara al pelo liso y al monóculo, sus rasgos ya no expresaban nunca nada


    48. El hombrecito se ajustó el monóculo en el ojo, estudió un momento la tarjeta y después se la devolvió a Spada


    49. —¿Cómo eran? —preguntó Madame Bones entornando los ojos hasta que el borde del monóculo desapareció bajo la piel


    50. Dumbledore miró a Madame Bones, que se colocó bien el monóculo y observó con atención a Dumbledore frunciendo el entrecejo







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