Use "ámbar" in a sentence
ámbar example sentences
ámbar
1. cera, y con un delicado color de ámbar
2. parecía,anclada en el puerto, cargada de estaño, ámbar,
3. podrían recrear su olfato con el olor de ámbar y algalía queexhalaban los perennes
4. de amor a los hijos todos delbosque, el ámbar amarillo, la
5. Crujían los gajos entre susdientes, y el líquido de color de ámbar
6. holgando en las praderas: el ámbar, el almizcle … y el Tamorlán de Persia con todos sus
7. Sededicó al adobo de pieles en ámbar con quehacer
8. labizarría de lo llamativo, lucían el verde y ámbar brasileños, de
9. prolongados,con pupilas de ámbar o de oro, según era la
10. Los ojos de ámbar del capitán, maliciosos y fijos en
11. El ámbar gris seencontraba en los acantilados de Sicilia
12. El líquido de ámbar, burbujeante en los vasos, pareció
13. ámbar, con franjas de cuero a lo largo de las aberturas, y losborceguíes de idéntico
14. líquido oloroso color de ámbar
15. Los nombres pertenecían a quienes habían muerto bajo tierra en busca de la oscura sabiduría de los ojos de los dioses, de los negros y misteriosos ópalos que mantenían intactos cinco mil años de recuerdos, como una mosca conservada durante eones en el corazón del ámbar
16. No iba a quedarme con las perlas o los diamantes, como parece lógico, pero titubeé un poco entre el collar de ámbar y un juego de tocador
17. Y ¿hay más que ver, después de haber visto esto, que ver salir por la puerta del castillo un buen número de doncellas, cuyos galanos y vistosos trajes, si yo me pusiese ahora a decirlos como las historias nos los cuentan, sería nunca acabar; y tomar luego la que parecía principal de todas por la mano al atrevido caballero que se arrojó en el ferviente lago, y llevarle, sin hablarle palabra, dentro del rico alcázar o castillo, y hacerle desnudar como su madre le parió, y bañarle con templadas aguas, y luego untarle todo con olorosos ungüentos, y vestirle una camisa de cendal delgadísimo, toda olorosa y perfumada, y acudir otra doncella y echarle un mantón sobre los hombros, que, por lo menos menos, dicen que suele valer una ciudad, y aun más? ¿Qué es ver, pues, cuando nos cuentan que, tras todo esto, le llevan a otra sala, donde halla puestas las mesas, con tanto concierto, que queda suspenso y admirado?; ¿qué, el verle echar agua a manos, toda de ámbar y de olorosas flores distilada?; ¿qué, el hacerle sentar sobre una silla de marfil?; ¿qué, verle servir todas las doncellas, guardando un maravilloso silencio?; ¿qué, el traerle tanta diferencia de manjares, tan sabrosamente guisados, que no sabe el apetito a cuál deba de alargar la mano? ¿Cuál será oír la música que en tanto que come suena, sin saberse quién la canta ni adónde suena? ¿Y, después de la comida acabada y las mesas alzadas, quedarse el caballero recostado sobre la silla, y quizá mondándose los dientes, como es costumbre, entrar a deshora por la puerta de la sala otra mucho más hermosa doncella que ninguna de las primeras, y sentarse al lado del caballero, y comenzar a darle cuenta de qué castillo es aquél, y de cómo ella está encantada en él, con otras cosas que suspenden al caballero y admiran a los leyentes que van leyendo su historia? No quiero alargarme más en esto, pues dello se puede colegir que cualquiera parte que se lea, de cualquiera historia de caballero andante, ha de causar gusto y maravilla a cualquiera que la leyere
18. Por una cuenca de granito bajaba el torrente de ámbar
19. Las enormes puertas de la sección estaban cerradas y las luces color rojo y ámbar, que parpadeaban en la superficie metálica, atravesaban el humo que llegaba incluso hasta allí
20. Al primer indicio de ámbar, Norman lanzó el coche hacia adelante, serpenteando por entre los demás vehículos como un esquiador
21. —Agitó el frasquito del líquido ámbar delante de los ojos del doctor
22. Bajo la fosca luz ámbar que era la única que iluminaba ahora el interior del muelle, el calamar gigante comenzó a
23. Pero también hay que advertir que antes de entrar en la habitación de su esposa el califa tenía costumbre dejar en el vestíbulo, encima de un velador especial, un rosario de cuentas alternadas de ámbar y turquesas, su alfanje recto, con empuñadura de jade incrustada de rubíes gordos como huevos de paloma, su sello regio y una lamparita de oro adornada con pedrería, que le alumbraba cuando por las noches inspeccionaba secretamente el palacio
24. Y cuando ya sabía andar solo, quiso su destino que un día, mientras su madre estaba ocupada, subiera los peldaños de la escalera de la cocina y llegase a la sala, en donde se hallaba rezando su rosario de ámbar el emir Khaled, padre de Gordo-Hinchado
25. Y enseguida aspiró en el aire el perfume de ámbar y almizcle de su bienamada
26. ¡Con la manga de su traje tapa las rosas ruborosas de sus mejillas! pero ¿podrá impedir a los corazones que se embriaguen con el ámbar de su piel perfumada?
27. Luego, apoyándose en la madre de Aladino, que iba a su izquierda, y precedida por diez eunucos vestidos con ropa de ceremonia y seguida de cien jóvenes esclavas ataviadas con una magnificencia de libélulas, se puso en marcha hacia el nuevo palacio, entre dos filas de cuatrocientos jóvenes esclavos y negros alternados que formaban entre los dos palacios y tenían cada cual una antorcha de oro en que ardía una bujía grande de ámbar y de alcanfor blanco
28. Es una bonita pipa de eglantina, con una largá boquilla de eso que los tabaqueros llaman ámbar
29. Yo me pregunto cuántas boquillas de ámbar auténtico habrá en Londres
30. Pero eso de meter falsas moscas en la masa del falso ámbar es casi una rama del comercio
31. Es más, como es imposible conseguir el precioso material anaranjado con el que se construyó originalmente, han elaborado diversos métodos para tintar el ámbar, como el de hervir los paneles con miel
32. El conocimiento de la electricidad data de los antiguos griegos, quienes hallaron que el ámbar, al frotarlo, adquiere el poder de atraer objetos ligeros
33. A la luz de las velas era ámbar líquido, y cada sorbo ardía deliciosamente al bajar
34. Es ámbar, ¿no?
35. Pitt hizo girar el líquido ámbar con los cubitos de hielo
36. Ayla se quitó el collar de ámbar y conchas y los pendientes -aún le dolían un poco los lóbulos de las orejas a causa de los recientes agujeros- y los guardó en su mochila; no quería perderlos
37. Le plació conducir, mover los pedales, pasar apurando las luces ámbar y dejar atrás otros dos coches que habían cometido el error de desafiarlo durante tres manzanas en el Boulevard
38. Desde allí, el valle se extendía ante ellos en una combinación exuberante de vegetación verde y ámbar
39. Enseguida descubrió un par de ojos de color ámbar que brillaban como los reflectores de las carreteras
40. Adon tomó uno de los vasos y vio que su piel empezaba a brillar con la misma luz ámbar que la carne de Sune
41. El desfigurado clérigo estaba paralizado, aferrado a la bolsa que contenía la esfera ámbar de la torre de Elminster y el libro de hechizos de Medianoche
42. ámbar que la maga llevaba en la mano
43. Apareció un leve resplandor en el aire y la calavera color ámbar del dios de la Muerte se puso a flotar ante lord Black
44. Una luz verde y ámbar brotó en el pecho del hombre de nariz respingona y se fue esparciendo por toda la sala como un rayo
45. De repente, una luz cegadora verde y ámbar salió del pecho del asesino y su cuchillo cayó al suelo a unos metros de la víctima
46. El dios de la Lucha abrió los brazos ante los Escorpiones y una lengua de fuego color verde y ámbar lo rodeó
47. El puño de Torm se hundió en la garganta de Bane y la diminuta, casi imperceptible fisura, se hizo mayor y una pequeña ráfaga de luz ámbar salió de ella
48. En la brillante negrura de la mano de la mutación el dios caído distinguió el reflejo de la diminuta llama de color verde y ámbar que se escapaba de la brecha de su rostro
49. Con un buen collar de ámbar como complemento, la indumentaria parecía muy incongruente y aumentaba la impresión de que en la habitación se estaba produciendo una bacanal
50. Helena se había vestido con esmero, consciente de que su vestido blanco con bordados de ramitas con los brotes en flor, el maquillaje de sus mejillas, la orla de la estola, los aros de perlas que colgaban de sus orejas y el collar de ámbar que le había regalado harían furor entre la sociedad ubia durante la siguiente década
51. Había dos cómodos sillones soldados a la base y una bombilla ámbar de bajo consumo
52. Después, una luz que estaba junto al pulgar del doctor T'mwarba pasó del blanco al ámbar, y el pulgar bajó un interruptor
53. Cogió la botella, la vació en su vaso y se quedó mirando el líquido color ámbar
54. Alia lucía unas largas trenzas, atadas con piezas de ámbar, que le acariciaban los pechos
55. El color champiñón del traje resaltaba con el ámbar de la mira, pero había una zona oscura alrededor de los ojos
56. Los criados servían copitas de fluido color ámbar
57. Pero la puerta se abrió y la mujer de pelo oscuro y ojos ámbar de los grandes almacenes dijo:
58. Alcé la vista, vi los ojos ámbar de Tera West en el espejo y dije:
59. En su tez de ámbar claro los ojos contrastan con los altos pómulos berberiscos: brillan entre azules y grises, haciéndome recordar su explicación de que en su tierra dejaron huellas genéticas los vándalos del norte
60. Después de los dignatarios seguían los tibicines (tocadores de flauta), detrás de ellos los trofeos, armaduras y estandartes; también cuadros de batallas y tablas con las hazañas de las tropas en Panonia y una gran estatua que personificaba al Danubio; además, cientos de soldados coronados portaban tesoros de arte, platos y vasos valiosos, monedas de plata y oro, y ámbar procedente de Carnuntum y Aquincum
61. Sus ojos color ámbar buscan los míos
62. Finalmente se agachó para recogerlo; era un collar de pequeñas cuentas de ámbar que él había arrancado del cuello de su dueña
63. Tomás se agachó, recogió la tira de cuentas de ámbar que el inglés había tirado al suelo en un ademán de rabia y se la guardó en el bolsillo
64. Allí, en la menguante luz de una tarde invernal, con el brillo ámbar de las brasas del hogar, le contaron la historia y estuvieron atentos a su arrugado rostro, el cual, a causa de su deformidad, estaba inclinado hacia la mesa
65. El día anterior llevaba una de color bermellón; hoy había elegido una ámbar intenso, y se había puesto unos pendientes y un collar de cuentas del mismo color
66. – ¿De verdad? – Absolutamente -dijo Servilia asegurándose de que tenía los pendientes de ámbar bien enganchados en su sitio-
67. La tía Banu volvió la cabeza y empezó a desgranar las cuentas de su rosario de ámbar entre sus dedos huesudos y sin manicura, mientras murmuraba:
68. El tutao cocido de esa manera se llama amar; la acción del horno lo convierte en una torta color ámbar, un poco ácida pero agradable al gusto
69. Ahora advierto, al ver a Diomedes brillar con el denso ámbar del tiempo congelado por los dioses, que Homero debió de estar refiriéndose a Sirio, la Estrella Perro, la más brillante en el cielo griego (y troyano) a finales de verano
70. Acullá, de improviso, se le descubre un fuerte castillo o vistoso alcázar, cuyas murallas son de macizo oro, las almenas de diamantes, las puertas de jacintos; finalmente, él es de tan admirable compostura, que, con ser la materia de que está formado no menos que de diamantes, de carbuncos, de rubíes, de perlas, de oro y esmeraldas, es de más estimación su hechura; ¿y hay más que ver, después de haber visto esto, que ver salir por la puerta del castillo un buen número de doncellas, cuyos galanos y vistosos trajes, si yo me pusiese ahora a decirlos como las historias nos los cuentan, serían nunca acabar; y tomar luego la que parecía principal de todas por la mano al atrevido caballero que se arrojó en el ferviente lago, y llevarle, sin hablarle una palabra, dentro del rico alcázar o castillo, y hacerle desnudar como su madre le parió, y bañarle con templadas aguas, y luego untarle todo con olorosos ungüentos, y vestirle una camisa de cendal delgadísimo, toda olorosa y perfumada, y acudir otra doncella y echarle un mantón sobre los hombros, que, por lo menos, dicen que suele valer una ciudad, y aun más? ¿Qué es ver, pues, cuando nos cuentan que, tras todo esto, le llevan a otra sala, donde halla puestas las mesas, con tanto concierto, que queda suspenso y admirado? ¿Qué el verle echar agua a manos, toda de ámbar y de olorosas flores destilada? ¿Qué el hacerle sentar sobre una silla de marfil? ¿Qué verle servir todas las doncellas, guardando un maravilloso silencio? ¿Qué el traerle tanta diferencia de manjares, tan sabrosamente guisados, que no sabe el apetito a cuál deba de alargar la mano? ¿Cuál será oír la música que en tanto que come suena, sin saberse quién la canta ni adónde suena? ¿Y, después de la comida acabada y las mesas alzadas, quedarse el caballero recostado sobre la silla, y quizá mondándose los dientes, como es costumbre, entrar a deshora por la puerta de la sala otra mucho más hermosa doncella que ninguna de las primeras, y sentarse al lado del caballero, y comenzar a darle cuenta de qué castillo es aquél, y de cómo ella está encantada en él, con otras cosas que suspenden al caballero y admiran a los leyentes que van leyendo su historia? No quiero alargarme más en esto, pues dello se puede colegir que cualquiera parte que se lea de cualquiera historia de caballero andante ha de causar gusto y maravilla a cualquiera que la leyere; y vuestra merced créame, y como otra vez le he dicho, lea estos libros, y verá cómo le destierran la melancolía que tuviere, y le mejoran la condición, si acaso la tiene mala
71. Cruzó la puerta y la columnata, mientras el sonido de trombones y trompetas hacían retemblar la tierra, y por encima se extendían las huestes, y un olor de ámbar gris quemaba en el aire
72. Seguido a corta distancia por el coche donde iban los hombres de los sonotones y los bigotes negros el taxi bajó raudamente por el Paseo de Recoletos, pasó en ámbar los semáforos de la explanada de Atocha, donde brillaban al sol como palacios orientales las cúpulas de cobre de la antigua estación, giró hacia las despejadas rondas de Valencia y Toledo y se detuvo por fin, con gran estrépito de frenos y levantando una polvareda, en el costado de una plaza que parecía ocupada por un campamento de tiendas beduinas o zíngaras
73. 53 una luz roja del panel de control se volvió ámbar
74. Cuando uno de sus descendientes venía de visita, alguien entraba furtivamente en el garaje para tirar de la varilla del aceite, que misteriosamente siempre estaba hasta el máximo con el color ámbar de la 10W40
75. Ahora Manila se mostraba clara, con sus muros y bastiones reluciendo bajo la luz del sol, como si los hubiesen tallado en ámbar y un fuego los iluminase por detrás
76. Levanta la vista para mirar al león dorado y sus ardientes ojos de ámbar
77. Saltándose el Departamento de Estado, se pusieron en contacto con el gobernador de Missouri a través de un enlace establecido en la zona ámbar, y se les aseguró que serían conducidos con todas las garantías de seguridad y amparados en la inmunidad diplomática -eran garantías de titanes, pero las aceptaron-
78. –Rojo ámbar en el borde
79. Podía darse un paseo hasta el «pueblo», a lo largo de la Vorderreihe, desde donde se podía cruzar en barca al Priwall, en cuyas playas a veces se encontraba ámbar, o también podía participar en una partida de cróquet en el parque infantil o sentarse entre los árboles en un banco de la colina que se alzaba detrás del hotel, y en cuya cima estaba la gran campana de la table d'hôte que anunciaba la hora de comer, y pedirle a Ida Jungmann que leyese algo en voz alta
80. Y un anillo de ámbar rojo que me confiera poder contra los demonios
81. El teatro Belgravia era un local impresionante, que ocupaba gran parte de la proa de las cubiertas 2 a 5; un espacio muy oscuro, decorado con buen gusto en azul con fluorescentes ámbar, dolado de butacas mullidas y cómodas, un escenario amplio y una platea profunda
82. Tenía una luz ámbar en la parte superior para avisarle de alguna comunicación cuando tenía los auriculares puestos
83. Y en el fondo de ese jardín de invierno, a través de las arborescencias de variadas especies, que vistas desde la calle prestaban a la iluminada ventana la apariencia de la cristalería de esas estufas de juguete, pintadas o de verdad, el transeúnte que se empinara un poco vería a un caballero enlevitado, clavel o gardenia en el ojal, de pie ante una dama sentada, y ambas figuras con vagos contornos, como dos entalles en un topacio, envueltas en la atmósfera del salón, que era toda de ámbar con los vapores del samovar –reciente importación en aquella época–, esos vapores que hoy quizá siguen existiendo, pero que el hábito ya no nos deja ver
84. Y ahora él es el que se quedaba sin contestación durante aquella corta travesía, cuyos nudos tenía que ir filando, a través del hotel, hueco como un juguete, o que desplegaba a nuestro alrededor, o piso a piso, sus ramificaciones de pasillos; y allá al fondo la luz se aterciopelaba, se rebajaba, quitaba materialidad a las puertas de comunicación y a los escalones de las escaleras interiores, que convertía en un ámbar dorado inconsistente y misterioso, como uno de esos crepúsculos en que Rembrandt recorta el antepecho de una ventana o la cigüeñuela de un pozo
85. Los más jóvenes y animosos exploraron el viejo edificio y jugaron al escondite en el gran salón, entre las ondulantes cortinas de color ámbar
86. En cuanto al miserable Tupper Sadalfloury, lo conduciré en la góndola ámbar hasta la Isla de Slaymarket y lo entregaré a los moals
87. Desde su punto de vista, estamos eternamente suspendidos como «bichos atrapados en el ámbar de este momento»
88. Se habían detenido ante un semáforo en rojo frente al Columbus Circle; por delante, a la izquierda, el resplandor de unas luces, rojo, blanco, ámbar centelleaban cegadoras en la base de la Torre
89. Su telecomp estaba abierto a sus pies en el suelo, y sus luces, azul y ámbar, resplandecían
90. Al alzar la vista hacia la joven, vislumbró, a la luz de la luna, las imágenes de incontables elfos atrapados en el cálido y dorado ámbar de sus ojos
91. Intentó en vano apartar la vista, liberarse, pero estaba firmemente retenido, el ámbar endureciéndose alrededor de él
92. —Rojo ámbar en el borde
93. Cuando la quinta luz seguida pasó de ámbar a rojo, supe que llegaría tarde
94. En la mano derecha, Amón tenía una espada curva, de bronce y cubierta de plata, con incrustaciones de ámbar
95. Cuando el árbol de metal ordenaba al grupo que esperaba que caminara, todos se apresuraban, con frecuencia cruzando zigzagueantes entre los automóviles que se apretujaban y enfrentaban a otros árboles metálicos con luces color ámbar, esmeralda, y rubí
96. Las puertas de cedro del Líbano, recubiertas de ámbar, parecían infranqueables
97. Sus ojos eran amarillos como el ámbar
98. Myshtigo se volvió hacia mí, con un fulgor extraño en sus ojos de ámbar
99. Le dio un vuelco el corazón al reconocer a Hakim, cuya sortija, que adornaba un dedo rígido para siempre, había perdido su ámbar
100. Barbán le entregó a Ulma Tor la bola de ámbar