1.
yo no hacía caso de los cañonazos; yo no me fijaba en los gritos; yo no apartaba del papel los
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y el del general López Baño, queen 1823 derribó á cañonazos sus hojas para salvar á
3.
Se supone que la broma pareció un poco pesada a los de la corbeta,porque dos cañonazos partieron casi inmediatamente y las balas hicieronbastantes destrozos en el aparejo de El Gavilán
4.
mismo tiempoque los cañonazos percutían uno tras otro en la garganta y que se oían,a
5.
Maroto, unartillero retirado que predicaba a cañonazos y sacaba el Cristo, y elPadre Goberna, un
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cañonazos, para quese enterase todo el mundo
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tantas tribulaciones, habían deabrirse paso a cañonazos entre los
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de los queescupen humo y cañonazos
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vapor, recibiendolos cañonazos de la persecución
10.
grandeque el de cien cañonazos, él se agitó un instante en su sepulcro deruinas, murmuró estas
11.
¿Son cañonazos? ¿No oís cañones?
12.
La galera, que se había aproximado, recibió los cuatro cañonazos y se ladeó hacia estribor, en tanto que uno de los cuatro proyectiles perforaba el casco, dejando tras de sí un reguero de sangre
13.
En aquel momento se oyeron hacia la bahía algunos cañonazos
14.
Algunos cañonazos resonaban todavía, confundiéndose con los rugidos del mar
15.
Acababan de completar su transformación, cuando en lontananza, en dirección de la ciudad, resonaron algunos cañonazos y se oyó vagamente el sonido de las trompas
16.
Tronaban horriblemente los cañonazos y estallaban los mosquetes entre griterío incesante que aumentaba cada vez más
17.
Casi de inmediato sonaron dos cañonazos a poca distancia y una de las balas fue a destrozar el tabique que separaba la sala en que se encontraban de la cuadra
18.
Está reducida a muy mal estado y bastarían pocos cañonazos bien dirigidos para acabar con ella
19.
La luna estaba alta sobre el horizonte y, desde el puente del barco enemigo, con un buen catalejo se podía distinguir a aquel temerario, que así se exponía a los cañonazos
20.
Dos cañonazos fueron la respuesta
21.
Cuatro cañonazos resonaron en el puente de los galeones, seguidos de una nutrida descarga de arcabuces
22.
Se oyeron después diversos cañonazos disparados desde las terrazas y desde uno de los fortines del puerto
23.
-¡Están disparando cañonazos ene l mar!- dijo el marinero
24.
-Y no consentirán en rendirse; antes bien, parece que tienen la intención de saludar a nuestros barcos a cañonazos
25.
-Esos cañonazos son de El Rayo
26.
La tripulación no había renunciado aún a la defensa y continuaba disparando cañonazos
27.
Los cañonazos se sucedían, rompiendo poco a poco los muebles acumulados en la escalera, mientras con terribles descargas los arcabuceros alejaban de las ventanas a los sitiados
28.
Los primeros cañonazos de los españoles interrumpieron su conversación
29.
A la niebla se sumó el humo y el polvo, cubriendo el horizonte con un manto impenetrable, mientras el aire se llenaba de pavor con las cornetas llamando a la carga, el chivateo y los alaridos de combate, los aullidos de los heridos, los relinchos de las cabalgaduras y el rugido de los cañonazos
30.
Afuera otras manos lo ayuda-ron y cuarenta minutos más tarde, mientras la artillería chilena barría a cañonazos aquel poblado, dejando escombro y hierros torcidos donde estuvo el apacible balneario, Severo aguardaba en el patio del hospital junto a centenares de cadáveres destrozados y miles de heridos tirados en charcos y hostigados por las moscas, que llegara la muerte o lo sal-vara un milagro
31.
Un día dos grupos de vigateses jugaron a la guerra a cañonazos
32.
Llegó la noche y los cañonazos cesaron
33.
Desaparecieron cuadros y estatuas, y un trozo del ala de Poniente fue derribado a cañonazos, quedando reducidas a escombros seis celdas del piso alto y el refectorio que estaba en el bajo
34.
La noble conciencia de la dama iluminose con esta idea, y comprendió que era contrario a la religión, a la severidad monástica y a las leyes más elementales del amor de Dios su afán por las luchas de los hombres y aquel su deseo de ver triunfar al son de trompetas, cajas, cañonazos y gemidos de moribundos la mansa Fe católica
35.
Felicísimo no vio nada de esto, y así, cuando aquella mole podrida se desplomó en una pieza con estruendo más grande que el de cien cañonazos, él se agitó un instante en su sepulcro de ruinas, murmuró estas dos palabras: «suéltame ya», y pasó a la eternidad, no como quien se duerme, sino como quien despierta
36.
Antes de que el tal hablase, retumbaron terribles cañonazos
37.
Ya se veía la nave delantera desaparecer tras la punta del Cabo; ya iban entrando una tras otra en la ensenada de Río Martín; pronto se oirían cañonazos
38.
Transcurridos cuatro días gratos en compañía del bendito Requena, mina de excelencias, salí en averiguación de lo que pasaba, pues desde las inmediaciones de Samsa oíamos cañonazos y el granear de la fusilería
39.
Las guerrillas, según cuentan los batidores que van y vienen con órdenes a lo largo del frente, han vuelto a pasar el caño grande esta madrugada, atacando los parapetos avanzados de la salina de la Polvera y los molinos de Almansa y Montecorto; y allí combaten aún mientras toda la parte oriental de la bahía arde a cañonazos
40.
En lo que al capitán se refiere, éste se ha limitado a cumplir su parte del acuerdo, arreglándoselas para que, en las fechas y horas requeridas, el sargento Labiche y sus hombres dirijan unos cañonazos a los lugares indicados, siempre con granadas provistas de pólvora y espoleta
41.
Los disparos no habían sido muy sonoros, pero en el silencio de la noche debieron de parecer cañonazos, porque el doctor Throckmorton y algunos tripulantes aparecieron en cubierta
42.
Los ruidos retumbaban entre sus oídos como cañonazos
43.
En el mismo instante oyéronse tres golpes, tres estampidos, tres cañonazos
44.
Un ataque sorpresivo — para el cual la bandera blanca podía servir de admirable disfraz —, un par de cañonazos bien colocados, y la Königin Luise podría reasumir imbatible su ronda del lago
45.
–Salvù, puede que yo diga alguna tontería de vez en cuando, pero, cuando las disparas tú, son peores que cañonazos
46.
aclamaciones, aplausos, cañonazos y música, mientras los
47.
Ni por la batalla campal entre los Croix de Feu y los comunistas en la plaza de la Concordia de París hace dos años, ni por las huelgas salvajes de los mineros ingleses, ni por el asesinato del canciller Dollfuss a manos de los nacionalsocialistas austríacos el mismo año treinta y cuatro, ni por la revuelta de los comunistas vieneses aplastada a cañonazos por las tropas de la Heimwehr, ni por la lucha a muerte que sostienen los irlandeses del IRA contra las tropas inglesas
48.
–Nada, cuatro cañonazos y a casa, como en el 34
49.
La División Dio lo Vuole, atrincherada en el palacio de Ibarra, fue reducida a cañonazos
50.
Tras los primeros cañonazos, los campesinos rompieron filas y cinco mil de ellos fueron exterminados mientras huían
51.
Pero, ¿cómo los han dejado poner pie en tierra a esa sarta de bandoleros? Con cuatro cañonazos hubiese bastado para hundirlos en el fondo del mar
52.
Pienso que si al último campesino de mi pueblo, el más «Oscuro», como decimos allí, es decir, el más ignorante, el más cerrado al conocimiento del mundo, si lo hubiesen llevado a las filas del frente de Aragón y le hubiesen dicho: «Adivina en qué bando está la gente como tú y vete con ellos", se habría encaminado a las trincheras de la república sin titubear un instante; pues en nuestra zona, gran parte del campo estaba sin cultivar, y en la zona republicana los campesinos trabajaban incluso bajo los cañonazos
53.
Al parecer, la república había dividido las tierras entre los campesinos, entre los más viejos de ellos, puesto que los campesinos jóvenes estaban en el frente; y los viejos se habían aferrado a su pedazo de tierra con tal fervor que nada conseguía alejarlos, ni los cañonazos ni el hecho de pensar que de un momento a otro las tierras labradas podían ser convertidas en trincheras
54.
–Ya han empezado los cañonazos…
55.
En lo alto, entre las macizas nubes, los truenos se disparaban como cañonazos
56.
En Lyon, ciudad que se rebela en mayo de 1793 para ser nuevamente sometida seis meses más tarde, los sublevados son tan numerosos que se les ejecuta a cañonazos
57.
Luego resonaron los cañonazos, batiendo toda la columna, seguidos por el fragor del caza y el parpadeo de su sombra
58.
Los tlingits permanecieron tres horas en el interior de las murallas y refugiándose en casas y portales, acabaron con todo cuanto pudieron alcanzar sin ponerse al alcance de los cañonazos
59.
La idea de miles de hombres de Sherman acercándose a Tara le hizo sentir todo el horror de la guerra, algo que no habían conseguido hasta entonces los cañonazos del sitio, que hacían trepidar los cristales, las privaciones de ropa y alimento y las interminables hileras de moribundos
60.
Estoy inquieta por los cañonazos
61.
Mientras los japoneses intentaban forzar el recinto fortificado con alambradas, los defensores de la plaza se consolaban de los cañonazos que amenazaban con matarlos a cada momento, frecuentando asiduamente los cafés-cantantes y los burdeles que habían permanecido abiertos
62.
Inmediatamente se oyeron los primeros cañonazos y los camilleros, transportando heridos, empezaron a llegar
63.
Así pues, al final de la tarde, el eco de los cañonazos de la Boadicea llegaba hasta el cielo
64.
Todos los hombres escuchaban con mucha atención, aguzando el oído para distinguir los ruidos entre el canto de la jarcia y el choque de las olas, superpuestos al silencio, y todos oyeron los débiles disparos de un mosquete y, mucho más lejos, los cañonazos
65.
La indignación crecía a medida que se sucedían los comentarios y, en el momento en que ambas flotas llegaron a unirse en Rodríguez, aumentó hasta tal punto que el condestable de la Boadicea, al empezar a disparar los cañonazos de saludo al buque insignia, dijo: «Me gustaría que los cañones estuvieran cargados de metralla, malditos…» sin que los oficiales que se encontraban cerca de él le reprendieran
66.
¡Dos cañonazos por babor!
67.
No se daban órdenes, no se sujetaban a la férrea disciplina de los artilleros sino que conversaban entre un ataque y otro, alzando la voz porque estaban ensordecidos por el ruido de los cañonazos
68.
Las llamas que salían de los cañones con cada disparo hacían arder casi siempre alguno de los pedazos de lona alquitranada que colgaban de los costados y los pocos oficiales que quedaban hacían mantener la sucesión: cubos de agua, cañonazos, cubos de agua, cañonazos… Las fragatas estaban paralelas otra vez y los marineros de la Java lanzaban tantos cañonazos como recibían o, al menos, lo intentaban, y puesto que la fragata estaba muy hundida en el agua, algunas de sus balas causaban grandes daños
69.
–Tengan en cuenta que yo estaba abajo y que a pesar de que oí los cañonazos no vi nada
70.
Tom Pullings oyó los cañonazos antes del amanecer y se dirigió allí a toda velocidad desde su puesto, mucho más al norte
71.
Stephen estaba muy acostumbrado a ver las consecuencias de una batalla naval, y Martin no poco, pero aquí las habituales heridas causadas por cañonazos y trozos de madera desprendidos y el terrible efecto de la explosión de un cañón estaban acompañados por las extrañas heridas provocadas por la erupción volcánica, peores laceraciones que las que habían visto en la Surprise y, puesto que el Franklin navegaba casi en contra del viento, quemaduras más graves
72.
Los marineros luchaban cuerpo a cuerpo en la cubierta y la entrecubierta, y por eso no había cañonazos
73.
Los cañonazos acaban con las indecisiones, los fascistas arrojan al suelo fusiles y ametralladoras y son llevados a la retaguardia, los encabeza el cadáver de Guerrini sobre una camilla
74.
Pueden decir que el Polychrest no es muy rápido virando por avante, pueden decir que no aferra sus gavias con mucha gracia, pero si dicen que es cobarde, si dicen que no le gustan los cañonazos, entonces mienten
75.
Por este procedimiento pueden oírse los cañonazos de piezas de artillería tan alejadas, que por el aire no se percibirían en absoluto
76.
La francesa le parece hoy una táctica absurda: los entrenadísimos británicos son capaces de disparar tres cañonazos por cada uno de franceses y españoles, de manera que mientras éstos intentan desarbolarlos, los otros arrasan las cubiertas enemigas y dejan los cañones desmontados y a los sirvientes hechos filetes alrededor, casquería fina entre astillas y metralla
77.
Ahora es el Antilla el que responde al fuego inglés, y cuando la brisa aleja por la otra banda el humo de los cañonazos, Rocha comprueba satisfecho que la gente se porta bien
78.
Quizá por eso, concluye el joven echando un vistazo alrededor, hombres a quienes el rey y la patria importan en este preciso instante una puñetera mierda (él mismo se sorprende de sentir algo parecido, o casi; patria es una palabra desprovista de sentido en aquel desmadre), se están batiendo sin otro motivo que devolver ojo por ojo, diente por diente, a quienes los martirizan a cañonazos
79.
En ese momento, como si los enemigos quisieran aclarar las cosas, el guardiamarina siente nuevos cañonazos enemigos
80.
De esos rubios y pelirrojos y pálidos maricones de playa que, después de haberles estado pegando una letanía de cañonazos, tienen ahora los santos huevos, encima, de querer metérseles allí mismo, por las portas, por el morro, por la cara, arrogantes hijos de la gran puta
81.
Luego observa el palo mayor, reforzado con las barras de respeto del cabrestante (alguien comenta que si los restos de la vela de gavia caen por estribor habrá que suspender el fuego por esa banda, la del tres puentes inglés, para que no se incendie con los cañonazos y los tacos ardiendo), y mira al contramaestre Campano
82.
Y luego, ronco de gritar, sordo de sus propias voces, oyendo como un rumor confuso, lejano, los estampidos de los disparos, los cañonazos, el ziaaang, ziaaang de las balas que buscan su cuerpo, Nicolás Marrajo Sánchez, natural de la ensenada de Barbate, provincia de Cádiz, hijo de madre poco clara, sin trabajo ni profesión conocida salvo la de picaro, contrabandista, rufián y buscavidas, escoria de las Españas, reclutado forzoso por un piquete de leva en la taberna La Gallinita de Cai, se envuelve la bandera roja y amarilla en torno a la cintura, remetiéndosela por la faja, y se pone a trepar como puede por los obenques, tropezando, resbalando en los balanceos y sujetándose de milagro, mientras todos los ingleses del mundo y la perra que los trajo apuntan con sus mosquetes y le disparan, pam, pam, pam, y él sigue trepando y trepando ajeno a todo, entre docenas de plomazos que pasan zumbando, ziaaang, ziaaang, y él sube y sube y requetesube, una mano, un pie, otra mano, otro pie, entrecortado el aliento, los pulmones en carne viva y los ojos desorbitados por el esfuerzo, blasfemando y jiñándose a gritos en cuanto albergan el cielo y la tierra, cagoendiezycagoentodo, sin mirar abajo, ni al mar, ni al paisaje desolador de la batalla, ni al tres puentes inglés cuyos tiradores, poco a poco, sorprendidos sin duda por esa solitaria figura que trepa al palo del barco moribundo con una bandera sujeta a la cintura, van dejando de disparar, y lo observan, y hasta algunos empiezan a animarlo con gritos burlones al principio y admirados luego, hasta que el fuego de mosquetería cesa por completo
83.
Ella dio las gracias con mucha distinción y una sonrisa radiante, señaló un sitio al azar -la altísima Water Tower, ocupada por los iraquíes-, dispuso la cámara con un objetivo de 90, el amable coronel hizo que trajeran una silla para que estuviera cómoda, y tuvo tiempo de ordenar el disparo de cuatro cañonazos y un misil Tow contra el lugar elegido antes de que un destacamento de marines norteamericanos llegase a toda prisa, abroncara al coronel y los expulsara a todos de allí
84.
Siendo así que en el barrio de Saint-Germain, donde era tan conocido el señor de Charlus, no se hablaba nunca de sus costumbres (ignoradas por la mayor parte, tema de dudas para otros, que creían más bien en exaltadas amistades, aunque platónicas; en imprudencias y, en fin, eran cuidadosamente disimuladas por los únicos informados, que alzaban los hombros cuando alguna malevolente Gallardon arriesgaba insinuar algo); esas costumbres, conocidas apenas por algunos íntimos, eran, por el contrario, diariamente voceadas lejos del medio en que vivía, como ciertos cañonazos que no se oyen sino después de la interferencia de una zona de silencio
85.
Hasta que me alumbraron las llamas de un incendio y pude encontrar mi camino mientras crepitaban sin parar los cañonazos
86.
El estampido de la artillería de Chippewa atronaba el aire, oyéndose, en el intervalo de los cañonazos, el imponente mugido de las cataratas
87.
Se oían detonaciones de armas y, a lo lejos, cañonazos
88.
El mariscal Lannes divagaba, ya no dormía, creía de veras que estaba en la llanura de Marchfeld, daba órdenes imaginarias, veía avanzar batallones en la niebla, oía los cañonazos
89.
Se lo impidieron los francotiradores apostados en los techos, las balas perdidas que silbaban en todas direcciones, los cadáveres hacinados en las esquinas, los incendios que bloqueaban las calles, las casas que se venían abajo alcanzadas por cañonazos, los cordones de soldados que impedían el paso
90.
El presidente Wilson exigió que en señal de desagravio los mexicanos izaran la bandera norteamericana y la saludaran con una salva de 21 cañonazos
91.
En el ala derecha, las filas azules vacilaban bajo los cañonazos de Stonewall Jackson
92.
Las vigas fueron arrancadas de los tejados para disminuir los riesgos de un incendio y los adoquines levantados para aligerar el impacto de los cañonazos
93.
Asimismo, el estrépito de los mosquetes y los cañonazos podía durar toda la tarde
94.
Ya había sido incapacitada por los cañonazos directos del crucero Rebelde, pero sus averías eran reparables y, por tanto, los Rebeldes tenían que atacar mientras el coloso aún lamía sus heridas
95.
—Lewis —dijo Jane que conocía demasiado la disposición del Palacio como para ignorar el motivo de aquellas detonaciones—, acaban de forzar a cañonazos la puerta de la terraza
96.
Macke seguía oyendo los sonidos en el auricular, pero muy débiles, pues el ataque aéreo era una pura algarabía: los aviones, las bombas, los cañonazos antiaéreos, el estruendo de los edificios derrumbándose y el rugido de las tremendas llamas
97.
Pero el comandante del escuadrón, el almirante Mayo, había exigido una salva de veintiún cañonazos