1.
El cocinero, seguido de unpinche que llevaba al hombro un esportón, atravesaba el jardín paratomar el camino de la plaza
2.
acordaron elobispo y los magistrados seculares, confirmándolo luego Juan II, quemientras atravesaba la procesión la Rua Nova se representase un autocorto de un asunto piadoso, mientras se descubrían todos delante de laCustodia, y que, en las vísperas del mismo día, se repitiese en laiglesia, siempre que no perturbase el oficio de las mismas vísperas
3.
Mientras atravesaba en diagonal el parque contiguo al hotel, para tomar la avenida que
4.
humo se metía en los ojos y el acre olor de la pólvora atravesaba la garganta
5.
En el mismo espacio de un sueño sublime se atravesaba una bufonada
6.
Cuando atravesaba el patioen dirección a la escalera, oyó el ja ja ja de Mauricia, que estabaasomada por uno de los dos tragaluces con barras de hierro que la puertatenía en su parte superior
7.
Elsilencio que en las tres piezas reinaba sólo se interrumpía con tal cualpalabra estropajosa pronunciada por Maxi, y con el paso gatuno de lasirviente que atravesaba la sala para ir a recibir órdenes de la únicapersona que aquella noche mandara en la casa
8.
alegría en el ambiente de aquel salón que atravesaba ligeray
9.
Pero parecía no ser suficiente, por las mañanas amanecía con partes del cuerpo enrojecidas de ardor, y una comezón nerviosa que atravesaba mi paciencia
10.
atravesaba la estancia, en medio dediscreta penumbra, y tocando
11.
dominar mejor el agitado río de cabezas que encorriente interminable atravesaba la plazuela, y
12.
Mientras esta operacion se realizaba, ya próximo áespirar el plazo de los tres meses de armisticio, Sucre atravesaba lacordillera occidental el 9 de Febrero y ocupaba á Zaragoza en laprovincia de Loja, punto en el cual las tropas enviadas del Perú por eldictador San Martin vinieron á reunirselo
13.
le parecía que se ahogaba: unobstáculo se le atravesaba en la garganta y le quitaba la respiración
14.
atravesaba la cabeza y que la habíanencendido
15.
situación por que atravesaba lafamilia
16.
Cuando la joven se vió bajo los árboles, Fernando atravesaba
17.
atravesaba el artista, la orientaciónpasajera de su espíritu, la
18.
atravesaba la plataforma de la estación Charing Cross, entrabaen un hansom y partía
19.
atravesaba el angosto pasadizo, abandonó insensiblemente laaguja, y dos arroyos de lágrimas corrieron por
20.
el momento enque su marido atravesaba el patio, para arrojar
21.
Atravesaba un espeso bosque
22.
atravesaba Beatriz enaquellos momentos el patio de honor del
23.
mozo los atravesaba conpaso vivo y resuelto, más emboscado aún en sus propios
24.
Y al Capitan la espada atravesaba
25.
Era una tropa de elefantes que atravesaba la espesura
26.
reacción atravesaba la escala entera delpiano; los
27.
bandolera, atravesaba en aquel momento la pradera deEichmath repartiendo fuertes
28.
La luna atravesaba a trechos el follajenuevo y sembraba de charcos de luz el suelo a lo
29.
de la huerta, atravesaba loscristales de la estufa y llegaba al salón como murmullo de un
30.
Se le atravesaba algo en la garganta
31.
Creyó reconocerla de lejos enuna señora que atravesaba la
32.
Cada vez que atravesaba el Arco, la misma imagen surgía en
33.
cuando atravesaba las horrendas alturas de los Andes,
34.
de soledad, atravesaba con laimaginación su áspera
35.
El paisaje cambió á ambos lados de la vía, que atravesaba
36.
Dos minutos después, el cura atravesaba el atrio con la sotana
37.
Atravesaba por una de esas situaciones en que el individuo
38.
erahumilde guarda general y atravesaba solo los bosques de
39.
valle como el mismo ríoque le atravesaba? Por eso se alegraba
40.
luminosa que atravesaba lahabitación por delante de su lecho
41.
no atravesaba elcoquetón saloncito, sin echar hacia la derecha
42.
desu mayor enemigo el demonio cuando se le atravesaba, ó
43.
con tal peso de hierros y músculos, que atravesaba loscolchones con sus enormes
44.
Un hombre atravesaba la calle dirigiéndose a los encapuchados de losbastones que
45.
salir del lugar, en un recodo del caminosolitario, junto a un puente de madera que atravesaba el
46.
Profundo estremecimiento,precursor del invierno, atravesaba por la Naturaleza toda, y
47.
Los policías empezaron a disparar al aire, justo cuando tu padre atravesaba la plaza desierta montado en su caballo, camino del trabajo
48.
Yo era inmortal, tenía un alma que atravesaba todas las vidas, todas las épocas, todos los espacios hasta el fin de los siglos
49.
Pero de forma súbita, cuando el precario estado de su mente atravesaba la frontera de la cordura, la Dragonlance explotó en unos centelleos cegadores que le hicieron entornar los párpados
50.
Ben examinó la unión del túnel surcado por los raíles y el amplio respiradero que lo atravesaba perpendicularmente
51.
Irene apenas se había alejado unos pasos del escritorio cuando sintió que una intensa vibración atravesaba la sala bajo sus pies
52.
—Estaremos aquí tan rápidamente como nos sea posible —dijo Gura mientras Tanar atravesaba el umbral en dirección a los barracones del patio, cerrando la puerta tras él
53.
Muchas palabras de comedimiento y muchos ofrecimientos pasaron entre don Quijote y don Fernando; pero a todo puso silencio un pasajero que en aquella sazón entró en la venta, el cual en su traje mostraba ser cristiano recién venido de tierra de moros, porque venía vestido con una casaca de paño azul, corta de faldas, con medias mangas y sin cuello; los calzones eran asimismo de lienzo azul, con bonete de la misma color; traía unos borceguíes datilados y un alfanje morisco, puesto en un tahelí que le atravesaba el pecho
54.
Por encima de la loba le ceñía y atravesaba un ancho tahelí, también negro, de quien pendía un desmesurado alfanje de guarniciones y vaina negra
55.
Bebieron el té hirviendo, dieron las gracias y regresaron al camino recalentado que atravesaba las viñas
56.
Mientras atravesaba la calle tambaleándose, vio avanzar entre los paseantes y en su dirección una lujosa litera cubierta sostenida por ocho musculosos eslavos vestidos con ligeros peplos purpúreos, precedidos por un gigantesco guía libio y por dos jóvenes esclavos dálmatas
57.
La puerta estaba guardada por centinelas armados y, de cuando en cuando, un grito extraño atravesaba el patio que separaba el cuartel de la puerta
58.
Bill guardaba aún en la cocina el café y la cafetera de cuando salíamos y me alegré de poder llevar conmigo un tazón de café caliente mientras atravesaba con cuidado el cementerio y el bosque que rodeaba lo que quedaba de mi casa
59.
Durante unos minutos reinó un silencio absoluto, mientras el coche salía del callejón y atravesaba la noche
60.
Sin detenerme a reflexionar en lo que hacía, me dirigí a la puerta principal, empujé el escritorio que la atravesaba y la abrí de par en par
61.
Según la leyenda, el primero de ellos atravesaba la ciudad de este a oeste
62.
Al este de Moutier el Birse torcía hacia el norte, atravesaba la cordillera y dejaba atrás una altísima garganta de rocas grises y amarillas, sólida en algunos sitios, pero que se desmoronaba por los bordes
63.
Mientras el tren en que viajaba el superintendente Battle atravesaba Inglaterra hacia el Este, Anne Meredith y Rhoda Dawes se encontraban en el salón de Poirot
64.
Poníase el sol; Hori, que atravesaba el patio, vio a la joven y se acercó a su lado
65.
Ahora la canoa se distinguía perfectamente, pues atravesaba de nuevo una zona de fosforescencia
66.
En efecto, el bengalí, con gran rapidez, atravesaba la jungla hundiendo la espesa cortina de bambúes y agitando la carabina como un loco
67.
En el mundo del cristal y el cemento se quedó una gilipollas a dieta de ensalada limpia-conciencias mientras yo atravesaba el parque con la corbata llena de mierda
68.
Y Mallory vio que, en efecto, la patrulla había abandonado su refugio de la casa a su derecha y atravesaba la plaza abriendo su formación, repiqueteando con sus pesadas botas en los adoquines de la plaza, tropezando, cayendo, irguiéndose de nuevo, al resbalar en la superficie de los mojados y desiguales adoquines
69.
Mientras lo atravesaba oía claramente sobre sí hablar a las mujeres y niños, ya que el pavimento de las habitaciones era de traviesas de bambú cubiertas con un tejido que no impedía la transmisión del sonido
70.
El primero giraba hacia el norte, en dirección a Ceunon, una de las grandes ciudades septentrionales; el segundo atravesaba recto la llanura y el último iba hacia el sur
71.
Mientras atravesaba el campo de los vardenos, Eragon iba moviendo los hombros para deshacer el nudo de tensión que se le había formado en la nuca en el entrenamiento con Arya y Blödhgarm esa tarde
72.
A su señal, dos heraldos —uno con el estandarte de los vardenos y el otro con el de los surdanos— enfilaron a caballo la estrecha calle que atravesaba el grupo de casuchas, dirigiéndose hacia la puerta sur de Dras-Leona
73.
Era ésta una estancia espaciosa, con un doble ventanal gótico cuyos dos marcos estaban separados por una columnita rematada por un capitel jónico que soportaba la conjunción de los dos arcos, y desde el cual el muchacho divisaba la parte posterior de los aledaños del monasterio, incluida una gran área del huerto, del riachuelo que lo atravesaba y, al fondo, hasta unas construcciones que por su forma intuyó eran cuadras, establos y refugio para la servidumbre
74.
El círculo de amigos íntimos, en el que, antes de la partida, se movía, habían dejado de frecuentarse a causa de las procelosas circunstancias por las que atravesaba el pueblo judío
75.
Susana arqueó la espalda hacia atrás por el deleite que la atravesaba como un relámpago y lanzó un grito ronco que él sofocó aplastando su boca contra la suya
76.
El desván tenía un ventanuco que comunicaba con el descansillo de la escalera y estaba muy alto, pero la luz del sol lo atravesaba de lleno, ninguna cortina, ningún visillo
77.
El acceso principal arrancaba en un arco de medio punto, que daba acceso a una bóveda en forma de vuelta de cañón que atravesaba el edificio transversalmente y se hallaba en medio de una fachada de piedra
78.
Ahmed, transido por la emoción, despojó a Zahira del burdo saco que la envolvía y, tras besar su frente, procedió a desnudarla, dejando al descubierto la terrible herida que le atravesaba el pecho
79.
Lo hará de forma ejemplar, convirtiéndose en el alma y motor de aquella institución que atravesaba momentos dificilísimos en los que resultaba casi imposible enfrentarse con éxito a la mortalidad infantil
80.
–¿Sabe usted lo que andan diciendo por ahí? – El Capitán, levantado, atravesaba ahora la sala
81.
Peggy y George volvieron a guardar silencio mientras el submarino atravesaba como un susurro las profundidades
82.
Manni había discutido la deteriorante situación que atravesaba España con todos los directores de inteligencia y seguridad de las naciones del Consejo de Seguridad
83.
Se escondieron tras las rocas y pudieron ver como la lancha motora atravesaba la bahía en dirección a la caleta
84.
Los Pesquisidores emprendieron la marcha por el sendero de Ern, que atravesaba el campo a lo largo de las caravanas hasta desembocar en un atajo directo a la carretera
85.
Luego recorrió otro camino junto a otro arroyo, que al principio estaba cerca del primero y luego atravesaba los campos adyacentes
86.
Consistía, únicamente, en un tubo de metal de tres metros de diámetro que atravesaba una pared de ladrillos vítreos; ésta amarraba al suelo la cubierta de plástico flexible
87.
Pero nada de ello atravesaba las barreras protectoras de la ciudad
88.
Ahora atravesaba la parte más interior del foso
89.
Delante, el cuerpo principal de la manifestación de mujeres dominando el grito de Allah-u Akbar…, atravesaba el cruce
90.
En el momento en que atravesaba la puerta, vio disparar al francotirador
91.
Los caballos bebían en una gran acequia que de un punto a otro atravesaba el pueblo, y los oficiales organizaban sus meriendas al aire libre
92.
En cuanto a Mahmud-el-Bilateral, también se había puesto en camino, pero había tomado un atajo por otra parte, y pudo evitar el encuentro con los bandidos; y además, llegó a las puertas de Bagdad precisamente cuando Grano-de-Belleza las atravesaba y se dormía en la fuente
93.
Salimos por la puerta trasera de la casa siguiendo un sendero que atravesaba un bosque
94.
—Cuando el pobre hombre se durmió, alguien subió y empezó a estirar de un fino hilo atado a la mecha; un hilo que atravesaba la habitación hasta la galería
95.
Una conversación sobre la energía que atravesaba el cuerpo
96.
El trayecto hacia la enfermería atravesaba la sala de estar, y todos los otros internos estaban allí reunidos
97.
Oyó que su atacante atravesaba el salón
1.
Llegaban hasta mí las voces de los transeuntes que atravesaban laAlameda, o iban a lo largo
2.
Entre los carruajes que velozmente y atronando las calles atravesaban elcentro de la ciudad,
3.
Las trompetas del regimiento sonaban mientras atravesaban la aldea
4.
leyenda, y de continuo atravesaban el paísviajeros que,
5.
por el imperceptible oleaje, atravesaban rápidamente la
6.
inmensidad, atravesaban los muros de la casita delos alrededores de Munich, donde se
7.
Una hora después atravesaban la brecha, cogidos del brazo, riendo deaquella
8.
siguiendo con distraídos ojos el paso de losescasos transeúntes que atravesaban la
9.
Aquello era una desolación, y sus clamores atravesaban el alma como unpuñal
10.
En el momento en que atravesaban el cementerio, Shoking
11.
Aquella noche algunos caballeros enlutados atravesaban la ciudad a laluz de las
12.
vivienda, yen negros rosarios atravesaban los andenes, realizando bajo la
13.
En aquel instante se oyeron pasos ligeros que atravesaban el patio
14.
que partían,acompañándolos con los ojos mientras atravesaban
15.
No se sabía la garganta dedonde salían; atravesaban el espacio a
16.
exigiese menos el desu conciencia; que le atravesaban el pecho las sospechas de
17.
y lo atravesaban, de los últimos sucesos de suvida
18.
Atravesaban en aquel instante por un extenso sembrado
19.
Mientras éstos atravesaban la laguna Mamoré, ciertos
20.
pormejor decir, éstas eran las que se le atravesaban con más frecuencia
21.
sorpresa alobservar que Hojeda y Miguel atravesaban el portal y seguían a
22.
Sus ojos atravesaban el humo como un par de bolas fosforescentes
23.
Si las intenciones de Caminador Incansable eran las que yo suponía, si era amigo de aquellos que, pálidos e irreales, atravesaban los muros del Castillo Di Caela y de quienes habían matado a Alfric, yo me exponía sin duda a un grave peligro
24.
En muy poco tiempo, atravesaban raudos la Vía Láctea
25.
Jawahal se volvió y Ben apreció su sonrisa criminal incluso entre los estallidos de gas que formaban anillos de fuego azul y atravesaban el tren trazando un tornado de pólvora enloquecida
26.
Qué diferentes parecían ahora los territorios que atravesaban, a los ojos de la desesperación y el pesar, de los luminosos paraísos por los que antes habían viajado a la luz del amor y la libertad
27.
Mucho antes de lo esperado, atravesaban como una exhalación los altos arcos de la Puerta Govialty del casco antiguo y se hallaban en un polvoriento camino con dirección Oeste
28.
Atravesaban una parte del Sahel y ya en los primeros campos, curiosamente, aquellos hombres fornidos y ruidosos callaban y miraban nacer el día sobre las tierras cuidadosamente cultivadas donde la bruma de la mañana se arrastraba en jirones por empalizadas de altas cañas secas que separaban los solares
29.
Sin embargo, atravesaban una época de cruentas luchas entre señores de la guerra que exigían elevados impuestos
30.
Mil peregrinos deberían acompañarla; hombres y mujeres, soldados y porteadores, músicos y sacerdotes, y entre todos conformarían una larga procesión que recorrería una buena parte del país para que los habitantes de todos aquellos lugares por los que atravesaban pudieran alabar a la princesa, uniendo sus plegarias para que «Aquel que mueve la tierra» tuviera a bien aceptar la ofrenda que se le hacía y consintiera en mantenerse inactivo durante mucho, mucho tiempo
31.
Y es que atravesaban extensas zonas en las que proliferaban las plantaciones de coca, puesto que las suaves laderas abiertas al norte recibían horas de insolación directa, permitiendo que la planta sagrada creciera salvaje
32.
Más y más a medida que atravesaban estancia tras estancia, y cuando al fin le introdujeron en la mayor de todas ellas permaneció unos instantes como clavado en el suelo y con la boca entreabierta contemplando embobado el grueso disco del sol de casi tres metros de diámetro y cuajado de piedras preciosas que se alzaba a espaldas de un alto trono de similares características
33.
Las enormes puertas de la sección estaban cerradas y las luces color rojo y ámbar, que parpadeaban en la superficie metálica, atravesaban el humo que llegaba incluso hasta allí
34.
Además de los escalofríos sentía ahora agudos dolores de cabeza; le parecía tener la frente oprimida por un anillo de hierro, mientras sutiles agujas le atravesaban el cerebro
35.
Atravesaban ahora los suburbios
36.
El viejo debía de estar despierto aún, porque algunos rayos de luz atravesaban la puerta del santuario
37.
Alguna batalla debía de haberse sostenido por la zona que atravesaban los tres audaces jinetes, puesto que el olor resultaba inaguantable y los caballos avanzaban con dificultad, pisando huesos
38.
Hombres, enanos y úrgalos atravesaban el campamento en dirección oeste, hacia el atestado campo en que se encontraban los vardenos
39.
O los calzones del marinero, hechos de tela gruesa, absorbieron gran parte del líquido mortal en el momento en que los dientes del reptil los atravesaban, o bien el reptil se había descargado del veneno poco tiempo antes
40.
El territorio que atravesaban aparecía siempre como de una feracidad prodigiosa, si bien los poblados eran cada vez más raros y rarísimas las cabañas aisladas
41.
Fuera de esas pequeñas poblaciones, el país que atravesaban parecía completamente desierto, sin que apareciera ni una sola cabaña, ni campos cultivados por el hombre
42.
Mientras atravesaban la tierra agujereada, Eragon no dejó de mirar a Roran con el rabillo del ojo
43.
Eragon caminaba apoyado con fuerza en Gertrude mientras atravesaban Carvahall
44.
Los mapuche atravesaban a nado los mismos ríos que bloqueaban el paso de los españoles, incapaces de cruzarlos sin embarcaciones por el peso de sus armaduras y pertrechos
45.
Y su mente volaba y envidiaba a los ánades de cuello verde que en vuelo raudo y en formación cerrada atravesaban el cielo del convento en direcciones opuestas, según los meses
46.
Tras caminar un dédalo de pasillos que atravesaban una infinidad de pequeños aposentos en los que trabajaba una multitud de escribientes consultando archivos y rellenando papeles, llegaron a una cámara amueblada sin ninguna clase de lujos
47.
Botes patrulleros de la armada atravesaban los límites rutinariamente, alejándose entre ocho y diez kilómetros de la costa coreana del Norte, y ocasionalmente eran descubiertos; cuando eso sucedía, no se acercaban más pero tampoco se retiraban
48.
Estaba seguro de que esos mismos pensamientos -y unas pocas dudas- atravesaban también la mente del teniente coronel
49.
Conectado al sistema informático, cuyas conexiones e interruptores atravesaban la estación espacial entera, veía todo y viviría durante siglos
50.
Erikki Yokkonen ascendía con el «206» mientras atravesaban el alto desfiladero al final del cual se encontraba la ciudad
51.
A Sayada le temblaban las piernas mientras atravesaban el dormitorio de camino hacia la puerta de entrada
52.
Atravesaban una población que Grace no conocía
53.
Mil recados atravesaban la bahía en un bote; callaban los cañones para que hablaran los parlamentarios
54.
Y, semihipnotizado, escuchaba los latidos infinitamente lentos del corazón de sus durmientes colegas, manteniendo los ojos fijos en las perezosas ondas que atravesaban en sincronismo la pantalla
55.
Luces de linternas atravesaban como cuchillos las ventanas
56.
– Viajaron en silencio mientras los primeros rayos de la luna atravesaban las palmeras susurrantes
57.
Esa energía emergía en forma de microondas, que no eran afectadas por los campos magnéticos y que atravesaban a gran velocidad el espacio
58.
Las líneas de fuerza atravesaban entonces el alambre del segundo arrollamiento
59.
La luna había descendido del cielo haciendo equilibrios en las cuerdas de la ropa que atravesaban el patio y se había acostado sobre el rostro de ella
60.
Mientras atravesaban las laderas boscosas, llegó casi a pensar que antes había estado allí, aunque sabía muy bien a qué atenerse
61.
Las llanuras centrales se asemejaban a las estepas del este, y en realidad eran una prolongación de aquéllas, pero los ríos que atravesaban la antigua cuenca de norte a sur desempeñaban un papel dominante en el carácter de la región
62.
Mientras atravesaban la plaza de San Pedro, experimentó el mismo efecto que se le había encargado provocar al artista que la creó, la de «dar una lección de humildad» a quienes entraban en ella
63.
La respuesta llegó diez días más tarde, unas lacónicas líneas que atravesaban una cuartilla amarilla
64.
No he comprendido cómo había pasado el puente obstruido por mis hombres que lo atravesaban corriendo
65.
Era el punto principal de embarque de los refuerzos que atravesaban el río para ir en ayuda de Price
66.
Ese año la hierba había crecido mucho y había adquirido un aspecto exuberante con las abundantes lluvias primaverales, y los caballos tenían que alzar la cabeza a medida que la atravesaban, separándola con el cuello como si fueran barcos de sangre caliente surcando un mar verde
67.
Sin embargo, al final, cuando atravesaban con paso cansino las tierras situadas al sur del valle de las Sombras, la mayoría de los héroes se fue relajando
68.
Había una ventana delante y los rayos de sol que atravesaban el aire mostraban un pequeño ejército de partículas polvorientas flotando
69.
Mientras atravesaban la ciudad, encontraron cadáveres por las calles, pero ninguno tenía señales de herida alguna
70.
—¿Tiene idea del tiempo que llevamos aquí? —preguntó Dagny mientras atravesaban el vagón siguiente
71.
Yacía sobre la hierba alta, con hojas enhiestas que le atravesaban los desgarrones del vestido
72.
Un minuto después, los dos ingleses y sus familias atravesaban el patio de revista hacia el Bloque D, seguidos por los primeros Mustang de la mañana
73.
—Bueno, al menos logré moverla —dijo Garion a la defensiva, mientras atravesaban la pradera en dirección a la torre
74.
Era el único sustento que tenían mientras atravesaban el Techo del Mundo
75.
Los últimos rayos de sol que atravesaban el mirador que había delante de nosotros caían como añicos de cristal en un edificio en llamas
76.
Y también había un impuesto del cinco por ciento que debían pagar todos los mercaderes que atravesaban el kanato, un peculiar impuesto sobre la lucrativa ruta de la seda
77.
Aquellas refinadas audiciones nocturnas, que tenían lugar en el gran salón de la casa, se extendían hasta altas horas de la madrugada, y sus arias de voces transparentes atravesaban paredes y muros haciendo florecer hasta los jardines del vecindario
78.
Por la noche y por la mañana, los caballos de la posta, de tres en tres, atravesaban la calle para ir a beber a la charca
79.
Los rayos atravesaban el vapor chamuscado y el trueno sacudía la tierra
80.
Las escaleras de caracol atravesaban el edificio como
81.
Las contracciones llegaban en crecientes oleadas de dolor, que la atravesaban y dejaban exhausta una vez que pasaban
82.
Los campos a ambos lados del sendero de la entrada estaban cubiertos por la helada y los cristales de hielo recogían los reflejos pálidos de la luz de la luna que atravesaban las nubes
83.
El sol levaba anclas y en el cielo crecía una especie de aureola mientras los últimos rayos rojizos atravesaban las nubes
84.
En 1849, los hambrientos buscadores de oro que atravesaban el desierto de Nevada repararon en que sobre un precipicio había unas bolas relucientes de una sustancia parecida al caramelo
85.
Con el fin de mantener tierra a la vista todo el tiempo posible, los vikingos de Groenlandia no navegaban directamente por mar abierto atravesando el Atlántico Norte hasta Terranova, sino que, por el contrario, atravesaban el estrecho de Davis hasta la isla de Baffin y después se dirigían hacia el sur siguiendo la costa
86.
Por ejemplo, durante la conquista española del Imperio inca de Perú en 1532-1533, hubo cinco batallas en las que 169, 80, 30, 110 y 40 españoles respectivamente aniquilaron ejércitos de entre miles y decenas de miles de incas y en las que ni un solo español resultó muerto y solo unos pocos fueron heridos, ya que las espadas de acero españolas atravesaban los petos de algodón de los indios y las corazas de acero protegían a los españoles de los golpes de las armas de piedra o madera indias
87.
En todas partes había policías uniformados; ninguno prestó particular atención a Phil Resch ni a Rick mientras atravesaban el pasillo hacia el ascensor
88.
Allí donde el casero no comenzaba ya por arrojarlas del zaguán, refugio en el que, de todas maneras, hubiera sido posible reponerse algo del temporal, atravesaban corriendo los estrechos y helados pasillos e iban subiendo afanosamente los altos pisos, rodeando las estrechas terrazas de los patios, llamando a las puertas a la buena de Dios, ya sin atreverse a hablarle a nadie, ya rogándole a cada uno de los que encontraban, y una o dos veces hasta llegó la madre a arrodillarse sin aliento, en el peldaño de una escalera soledosa y atraía hacia sí violentamente a Therese que casi se defendía, y la besaba con dolorosa presión de sus labios
89.
Vio a los helicópteros que subían hasta la cima y los proyectiles trazadores que atravesaban el aire
90.
– La atención de Von Seeckt estaba centrada en el desierto que atravesaban
91.
La carretera 64 pasaba por el lado sur del municipio, y Kelly mantuvo con cuidado la velocidad mientras la atravesaban
92.
Nerviosos, los soldados rebeldes apuntaron contra los caminantes y cada uno de ellos sintió que unos dedos gélidos e invisibles atravesaban sus cuerpos
93.
Dane se quedó donde estaba mientras abrían más el boquete con cuidado y lo atravesaban
94.
Unas nubes plomizas atravesaban un cielo gris perla mientras descargaban el carro en Marsella y reanudaban aquel viaje incierto
95.
Atravesaban la sala de espera cuando un mensajero paró a Rashid y le entregó un mensaje
96.
Los vapores dulzones de incienso y un penetrante olor a cera atravesaban la nave eclesial hasta el coro, mientras los solemnes cantos inundaban el edificio de piedra
97.
Los oficiales de Estado Mayor, vestidos como paisanos, flotándoles tras el ancho sombrero la cinta roja, cual tropa chinaca, atravesaban entre las filas, apartando bruscamente a los soldados, llevando órdenes del General en Jefe, quien cerca del cañón, que cada tres minutos hacía fuego, rodeado de nacionales y soldados del Quinto Regimiento, se instalaba a retaguardia
98.
Se dirigieron al muro resplandeciente, que desapareció mientras lo atravesaban y volvió a aparecer cuando estaban del otro lado
99.
Y entonces se oyó el ruido de unas grandes botas que atravesaban el patio
100.
Atravesaban lentamente la meseta
1.
sudor había impregnado el colchón, después de haber atravesado la sábana
2.
Es un enorme salón con paredes de cristal desde donde se puede admirar el mundo submarino; el techo está decorado con esculturas que representan a las sirenas y las criaturas acuáticas; el piso está atravesado por una majestuosa alfombra roja
3.
La sensación que tengo al principio es muy malo: me parece estar atravesado por una espada, que me retuerzo y se detiene en el pecho; el punto directamente ofendido por el láser que puede sentir que se queme, pero resistir y evitar recurrir a mover a toda mi fuerza de voluntad
4.
atravesado por el cansancio de los signos
5.
Pero de la que estaba más orgulloso y la que le había valido, al decirde él, infinitas enhorabuenas, era un cierto poema dedicado al desafíode dos íntimos amigos suyos, fatal para el uno de ellos, pues elcontrario le había atravesado el vientre de un balazo
6.
Primero has conquistado el dolor y la muerte Y los has atravesado
7.
El cielo se halla atravesado en toda su extensión por una zona
8.
mismo lado, se le reunen el rio del Puente Grande,bastante caudaloso para ser atravesado por medio de un
9.
carnes? Lo que han de hacer es llevarme enbrazos y ponerme, atravesado o en pie, en algún
10.
En pocos minutos habían atravesado el barranco de Segovia,y subiendo las
11.
pensamiento los tiempos difíciles que había atravesado, y
12.
en que el cuerpo resbalabahacia un lado, se había atravesado
13.
Aquel «no entres» le ha atravesado el
14.
la calle, pensó queel mundo se le venía encima, sintió su corazón atravesado por vivo
15.
he atravesado el umbral del viejo castillo paterno, y
16.
La bala le había atravesado de parte á parte, entrándole por elvientre cerca de las patas
17.
Habían atravesado en raudo vuelo el éter, y
18.
cuatro bazas, y el mano elfallo del rey, habiendo sido atravesado
19.
atravesado de una estocada por las espaldas, y quecuando le llegó la nueva á Miguel, que estaba en otro
20.
Mientras hablaba con James y Bob, me di cuenta de que Bob podía haber atravesado un cambio
21.
cuando van ajugar a las bolas o al barril; y en el palo, atravesado
22.
un pequeñocorazón de oro atravesado por una espada, en la
23.
espíritu enfermo y agitado bajo la influencia de lostormentos por que había atravesado
24.
repetir el golpe brilló la espadade Simón, y uno de sus enemigos cayó atravesado de
25.
su esposa, ésta con lacabeza separada del tronco y aquél atravesado el cuerpo por una
26.
—Han atravesado las líneas enemigas
27.
Mucho más se penetra aún en las regiones de los sueños, cuando, despuésde haber atravesado el punto
28.
situada en elhueco de un valle atravesado por un riachuelo
29.
«Diez días nada más»—decía ella con el pagaré atravesado en lagarganta
30.
Tenía atravesado el pulmón
31.
—Habrán atravesado el río, quizá
32.
Bueno: la bala le había atravesado el cuerpo; nohabría que
33.
Al fin calculó que se le abría camino parasoltar lo que tenía atravesado en la garganta
34.
cacique atravesado en lacarretera, y a cada viaje la elección de Cebre se presentaba más
35.
Y, en efecto, con el muslo atravesado consiguió incorporarse y cargar sufusil, que
36.
El parque estaba atravesado por un arroyuelo angosto y rápido,
37.
Don Pedrito recibe el golpe en mitad de lafrente, y con el rostro atravesado por un hilo de sangre se pone enpie, pálido y sereno
38.
Ya lo he apuntado mas de una vez y todavía tendré ocasion de repetirlo: he atravesado la Francia en toda
39.
hacia aquel a quien han atravesado
40.
Mary nunca había atravesado el Támesis en barca y perdió el sentido de las proporciones en ese entorno desconocido
41.
Para llegar hasta aquí hemos atravesado durante dos jornadas -por caminos cada vez más limpios de reptiles, ricos en orquídeas y en árboles florecidos- las Tierras del Ave
42.
La cortina de eucaliptos que había atravesado para llegar era, en realidad, un amplio cerco, de más de mil metros de perímetro, con el galpón dentro
43.
–Y el corazón atravesado a cuchilladas
44.
—Los francos han destruido algunos puestos fronterizos y han atravesado en masa el Mosa
45.
Siguiendo aproximadamente el recorrido del camino hacia Divodorum, la horda principal avanzaba hacia el oeste, dispersándose por los campos y los pueblos de la gran llanura y marcando el territorio atravesado con los numerosos rastros dejados por una gran multitud en marcha
46.
Una Vve z hubieron atravesado las ruinas ardiendo de la posta, irrumpieron en la pequeña ciudad, deteniéndose en la plaza, delante del palacio de los decuriones
47.
- (Intentando sacar otro suspiro hondo, que se le queda atravesado en el pecho, cortándole la respiración
48.
Al oír esta señal, cuatro soldados del seraskier Kourchid aparecieron en la puerta y Selim cayó atravesado de cinco puñaladas
49.
Tenía el corazón limpiamente atravesado por un balazo
50.
Un pelotón de jinetes, después de haber dado la consigna a la guardia del portón, había atravesado el puente levadizo y entrado en la poterna
51.
Uno, más alto que los demás, que debía ser algún jefe a juzgar por la cantidad de caparazones de tortuga con que se adornaba, había ya atravesado a nado dos canales, y estaba de pie sobre un pequeño escollo, sosteniendo el largo arco entre las manos, midiendo los cincuenta pasos que le separaban de la roca ocupada por Alí y el hindú
52.
Los ojos del mahometano te han atravesado el corazón
53.
Tras haber atravesado varias calles, la escolta se detuvo frente a uno de los últimos bungalows que rodeaban al palacio real propiamente dicho, y en cuya puerta había un centinela
54.
Había atravesado ya las colinas, cuando en el límite de un bosque divisó algunas hogueras encendidas
55.
Un dardo sutil, provisto de una espina larguísima, lanzado por algún enemigo oculto en los alrededores, le había atravesado la tráquea
56.
Habían costeado largo tiempo la Groenlandia septentrional; después habían atravesado una parte del océano cubierto por inmensos bancos de hielo, llegando a la estación rusa
57.
No había aún terminado la frase y ya el pez se veía atravesado, retorciéndose en la aguda punta del arpón del pescador
58.
Avanzando lentamente, con toda suerte de precauciones y después de haber atravesado numerosos barrancos que quizá sirvieron en otros tiempos de lecho a algún torrente, al cabo de media hora llegaron a la extremidad opuesta del lago
59.
Necesitan un entrenamiento formal, y no podré juzgar tu actuación si estás rodeado de un grupo de personas tan leales que incluso han abandonado sus hogares y atravesado toda Alagaësia por ti
60.
Un gran pelotón de caballo ha atravesado la garganta de las colinas y trotan en la llanura
61.
Ya habían atravesado la mitad del camino que conducía a ella y comenzaban a descubrir la estrecha escalera que ascendía a los bastiones, cuando oyeron el chirrido de la verja del parque, y poco después pasos rítmicos
62.
–Mi enemigo se ha desplomado herido en el cuello –comentó Muley, –y confío en que le habré atravesado por completo la gola
63.
Los filibusteros embarcaron, y, atravesado el puerto, alcanzaron a El Rayo, que estaba al pairo en el extremo del dique, en la proximidad del faro
64.
Había atravesado un grupo de simarrubas, cuando oyó una voz que decía:
65.
Pero lo peor de todo era la terrible lanza que coronaba la cima de esa montaña con el cuerpo de un bebé atravesado
66.
El acero le había atravesado el corazón
67.
Con la mano todavía sobre la empuñadura de la daga, sintió la vibración del corazón del hombre, atravesado por la hoja del cuchillo
68.
Antes de que se dé cuenta, habremos vencido sus protecciones y le habremos atravesado el corazón con un cuchillo
69.
A diferencia de las habitaciones que habían atravesado hasta ese momento, estas estaban llenas de tapices, muebles y extraños objetos de cristal y de bronce que no tenían una utilidad evidente
70.
En la emoción de esos momentos, nadie se fijó en la puerta entreabierta del armario, donde el pequeño Miguel observaba la escena paralizado de miedo, grabando para siempre en su memoria la visión del gigantesco globo atravesado de venas y coronado por un ombligo sobresaliente, de donde salió aquel ser amoratado, envuelto en una horrenda tripa azul
71.
Los encapuchados veían al personal por los agujeros recortados a la altura de los ojos, para que el capirote no se moviera, iba sujeto bajo la barbilla por un barbuquejo; y la fíbula de plata, que representaba un corazón atravesado por tres puñales, fijaba el pico de tela que bajaba hasta el pecho
72.
El aire era delgado como un claro velo y el cielo un mar color turquesa atravesado a veces por un cóndor que navegaba con sus alas espléndidas, señor absoluto de aquellos dominios
73.
Salieron a la calle, Benjamín atravesado sobre la cruz del caballo de Simón, éste enarbolando en su diestra el rebenque de siete colas y Seis, sujeta la brida de la mula a su garañón, y portando en la mano libre un hacha que había recogido en la cuadra
74.
Cuando Domingo quiso darse cuenta, él ya había atravesado la cancela y se había introducido en el interior
75.
Fernando había caído muerto con el cráneo hecho pedazos y atravesado el corazón
76.
Aulló, atravesado por el dolor desde el codo a la espalda
77.
Luego se interesaron por el viaje de Strange, el estado de los caminos y la situación de los granjeros de Shropshire, Herefordshire y Gloucestershire, los tres condados que había atravesado en el viaje
78.
Abrió los brazos un momento, como si creyera poder mostrarle a Lascelles los ríos que habían fluido en torno a sus pies, los árboles que lo habían atravesado, las piedras que habían sido su corazón, y sus pulmones, y sus entrañas
79.
El ser se derrumbó de espaldas como atravesado por un rayo
80.
Hemos atravesado los grandes bosques de coníferas, que huelen a musgo y espino
81.
Oh, bueno, todas esas pertenencias preciosas estaban guardadas en cofres de cuero, y no se estropearon a pesar de haber atravesado las celosías como proyectiles lanzados contra una ciudad sitiada
82.
Me dio la impresión de que, con aquel paso inexorable, mi nueva congénere podría hasta haber atravesado las paredes
83.
Manuela declinó el ofrecimiento dándole las gracias y, una vez que hubo atravesado el corredor y subido la escalera de caracol, Pavoud dijo despreciativo:
84.
Entonces, vio al guía salir de la gruta, vacilar, volver a entrar y sentarse en cuclillas a la entrada de la gruta, con el fusil atravesado sobre los muslos
85.
Y, finalmente, el ayuno, tirado en el suelo de una celda de muros de ladrillo, incapaz hasta de lanzarle imprecaciones, en una oscuridad llena de las vibraciones de los tranvías tirados por caballos, atravesado una y otra vez por el chirrido distante de las ruedas de acero
86.
Anselmo quedó muerto en el acto atravesado el pecho por un casco, mi fámulo fue mortalmente herido, y la señora Sumta también aunque sin gravedad
87.
Después de haber atravesado las calles de la ciudad, llegaron al Jardín de las Delicias
88.
El gamo ya había atravesado un campo
89.
¿pues no ha de importarme? Es un caballerito a quien tengo atravesado aquí
90.
Habían atravesado la frontera estatal y ya estaban en Nueva York
91.
Y el viejo rey le devolvió su zalema, y le dijo: "¡Oh hijo de reyes! ¿a qué obedece el que hayas atravesado el desierto terrible en donde ni siquiera el pájaro puede agitar sus alas y donde la sangre de las alimañas feroces se torna hiel?" Y Diamante le contó su aventura, y añadió: "Y tú, ¡oh venerable rey! ¿puedes decirme el motivo de tu estancia en este sitio rodeado de desolación? Porque tu historia debe ser una historia extraña"
92.
Esto le llevó a establecer un nexo aterrador: una voz desencarnada en la casa de Ocean Avenue le había gritado: "¡Fuera!" Esa voz, fuera de quien fuere, había atravesado claramente el ámbito de la rectoría y le había trasmitido el mismo mensaje
93.
Acribillado de balazos, quedó al amparo de la obscuridad junto a una pared, donde le recogió uno de los suyos, el cabecilla que llamaban La Diosa, y le llevó atravesado en una caballería, como un saco, pues montar no podía
94.
Armenia era un país atravesado por vastas cordilleras, en torno al Ararat, que se extendía por el este hasta el mar Caspio o Hircanio; por tradición y por su situación geográfica, estaba muy vinculado al reino de los partos, cuyos reyes nunca habían manifestado interés alguno por las tierras al oeste del río Éufrates
95.
El tenor samnita cayó muerto, atravesado, con un gesto de desprecio en su sorprendido rostro
96.
Arnie lanzó un terrible grito y se precipitó hacia abajo, cayendo de cabeza sobre el pasillo galvanizado, mientras el rifle quedaba atravesado
97.
Y entonces, en el último momento de claridad antes del sueño supo cuál había sido el hilo conductor que había atravesado sus pensamientos
98.
Tizón lo vio morir atravesado de un espadazo en la calle de la Aduana, sin intervenir
99.
El virote lo había atravesado de parte a parte
100.
Su moño negro estaba atravesado por un par de finos estiletes cruzados
1.
Tras ello, atravesamos el umbral de la iglesia y penetramos en una
2.
Rehicimos lo andado, atravesamos el aparcadero, más allá del cual se hallaba la recoleta
3.
Al fin, cuando terminamos, y juntos atravesamos el gran hall para volvera la
4.
salaque atravesamos tenía abiertas de par en par las tres puertas de suinmenso balcón; el sol entraba ya
5.
Seguimos con Blanca; paseamos la pausa y atravesamos el gran salón, endirección
6.
Atravesamos de nuevo el pueblo, y salimos por la parte del Sur a lashuertas y
7.
Bajamos, guiados por ella, a la planta baja; atravesamos un patio, abrióun criado
8.
Cruzamos los tristes corredores de esta suerte,bajamos la escalera, atravesamos el
9.
históricas en estos tiempos dedegeneración que atravesamos
10.
Lo atravesamos, y llegamos a Batavia
11.
,atravesamos una de las galerías del Palacio Real, y en un bazar deporcelana hemos visto un juego de
12.
Salimos del pasaje, atravesamos luego la plaza de la Bolsa, y á lospocos momentos entrábamos en el
13.
»Atravesamos largos pasillos y túneles interminables, al final de los cuales se encontraba el palacio del Viejo de la Montaña
14.
Y tú, Elisa, entre lavanderos chinos, en cada recuerdo pareciéndote más a Faustine; les dijiste que me llevaran a Colombia y atravesamos el páramo cuando estaba bravo; los chinos me cubrieron con hojas ardientes y peludas de frailejón, para que no muriera de frío; mientras mire a Faustine, no te olvidaré, ¡y yo creí que no te quería! Y la Declaración de la Independencia que nos leía todos los 5 de julio, en la sala elíptica del Capitolio, el imperioso Valentín Gómez, mientras nosotros —Orduño y los discípulos— para desairarlo, reverenciábamos el arte en el cuadro de Tito Salas "El general Bolívar atraviesa la frontera de Colombia"; sin embargo confieso que después, cuando la banda tocaba Gloria al bravo pueblo / (que el yugo lanzó / la ley respetando / la virtud y honor), no podíamos reprimir la emoción patriótica, la emoción que ahora no reprimo
15.
Atravesamos la casa, saliendo por la puerta delantera
16.
Me condujo de la mano por detrás del mesón, atravesamos un pasillo y entramos en una cocina
17.
Atravesamos unas puertas que el vigilante tiene que abrir con llave y luego otras
18.
Hablo sin preparación alguna, apremiado por las graves circunstancias que atravesamos
19.
Y atravesamos calles bordeadas de palacios con columnatas de alabastro y jardines donde el aire que se respiraba era de leche y los arroyos de aguas embalsamadas
20.
Y atravesamos el patio que nos separaba del portón, laureles y moreras y un plátano sujeto a las rejas, y mi madre a mi tío, con la jovialidad con que se anima a los cancerosos,
21.
Atravesamos al fin la frontera de Escocia, y aún era un hombre libre
22.
y ved ahí el cataclismo que atravesamos
23.
Cuando atravesamos el pasillo los ojos de Holmes, que no se perdían nada, brillaron sobre varios baúles y estuches que estaban apilados en una esquina
24.
Atravesamos Belfuratus 37 , Tlosantos, Villambista, Espinosa y San Felices pateando un camino encharcado y lleno de piedras que destrozó nuestras sandalias de cuero, y al anochecer, después de cruzar el río Oca, llegamos —cansados, hambrientos y sucios— a Villafranca, frontera occidental de Navarra con el reino de Castilla, que según nuestro guía Aymeric, «es una tierra llena de tesoros, de oro, plata, rica en paños y vigorosos caballos, abundante en pan, vino, carne, pescado, leche y miel
25.
Pero atravesamos las huellas de unas diez personas que llevaban botas de suela suave, de tipo esquimal
26.
La atravesamos a la carrera, sin decir nada, y tal vez luego hicieran algo, a lo mejor se cruzaron un poco, pero el hecho es que los pasos y los gritos los oímos más lejanos
27.
Las calles que atravesamos ahora están incómodamente silenciosas y tranquilas
28.
Atravesamos el huerto de manzanos sobre la hierba cubierta de escarcha con los pies desnudos
29.
¿Puede ser ése el contenido del tercer “secreto”? ¿Estaríamos a las puertas de una Tercera Guerra Mundial? La intuición a pesar de la crítica situación por la que atravesamos en estos momentos me dice que no
30.
Atravesamos la avenida Colón y bajamos por el South End, donde los edificios restaurados cedían esporádicamente el espacio a algunos de peor aspecto que aún no habían sido pasto de los consumidores de Perrier
31.
Subimos un pequeño tramo de escaleras y atravesamos una puerta de doble hoja que era la entrada a una enorme sala invadida de monitores
32.
todos dormidos, o tal vez la isla permanecía bajo un hechizo de los dioses mientras la atravesamos hacia el norte, alejándonos de las almas muertas
33.
Atravesamos la calle y nos zambullimos a toda prisa en el edificio
34.
Recorrimos limpios pasillos brillantemente iluminados, salimos del edificio, atravesamos unos jardines y llegamos a las oficinas de hacienda
35.
Entre la alegría y los murmullos de bienvenida, aunque no pude comprender todo lo que decían, fuimos conducidos a través de los portales de troncos de cedro dentro de una terraza también de cedro, luego atravesamos una gran puerta abierta y pasamos por un corredor al salón de recepciones de Yquígare
36.
Los cuatro atravesamos la nave por el centro
37.
A continuación atravesamos la mitad de un huevo a lo largo y lo adornamos con la mahonesa, el bonito y los pimientos en tiras muy finas
38.
Entramos en el hall y atravesamos un largo vestíbulo; Seldom saludaba en los pasillos a casi todos los médicos y enfermeras con los que nos cruzábamos
39.
Atravesamos el pequeño pueblo, hicimos unos doscientos metros por un camino lateral y al trasponer un arco de piedra, vimos aparecer con el último sol de la tarde los inmensos jardines, el lago, y la silueta majestuosa del palacio, con las esferas doradas en el techo y las figuras de mármol que asomaban desde las balaustradas como vigías
40.
Atravesamos a buen paso lo que quedaba del zarzal, sin hacer caso de las punzantes espinas
41.
Tiny! -gritamos a la vez, y atravesamos las inofensivas llamas (Harkat sujetando a Kurda por debajo de los brazos y arrastrándolo fuera), corriendo al encuentro del misterioso hombrecillo
42.
Salí de la tienda con Tommy y atravesamos el campamento y los túneles del estadio hasta donde tenía aparcado su coche
43.
Atravesamos el pueblo de East Hampton, pasamos el Windmill y mucho antes de lo que yo hubiera querido llegamos a mi casa
44.
Adrián y yo atravesamos las puertas del colegio de Matisse a las 16:00, justo a tiempo para nuestra conferencia padres-profesores
45.
Atravesamos en silencio los patios desiertos
46.
Atravesamos muchas casas pobres, tristes palmeras y miles de niños que jugaban y gritaban en las calles
47.
—Te pondré la mano en el hombro —dijo la voz—, mientras atravesamos el pueblo
48.
Atravesamos las puertas dobles y salimos a un pasillo igualmente vacío
49.
Atravesamos en silencio una ciudad silenciosa
50.
Fidel Gad lavó y abrillantó LA GRACIA DE DIOS en un magnífico gesto de indiferencia ante los elementos de la selva Atravesamos el rio
51.
Al día siguiente atravesamos a toda marcha el delta de Ghadaf hasta penetrar en la inmensa llanura de arcilla que se extendía a lo largo de siete millas, hacia el sur y hacia el este, desde los marjales que rodeaban el viejo castillo de Azrak
52.
Los rusos le echaron el guante cuando atravesamos Elbruz
53.
Atravesamos otra puerta y penetramos en una sala acondicionada con aire cálido y húmedo
54.
Pasamos un cruce de carreteras y atravesamos un puente tendido sobre un arroyo
55.
Atravesamos las puertas, y luego cruzamos lo que resultaba ser un túnel corto, tal vez de unos tres metros de largo
56.
El portal transparente se dilataba y lo atravesamos
57.
Para ir a Recuperación, nuestra siguiente etapa, atravesamos Ingeniería
58.
—¿Quieres venir de exploración conmigo? Atravesamos el monte y buscamos montículos
59.
Simmon volvió a salir al claro trastabillando, y los tres juntos y en silencio volvimos al camino, atravesamos el Puente de Piedra y llegamos a la Universidad
60.
Atravesamos el Puente de Piedra y recorrimos la llana extensión del Gran Camino de Piedra
61.
Enseguida atravesamos un elegante salón con la chimenea encendida; una anciana hace calceta sentada en su butaca: no la inmuta nuestra irrupción; reparo también en tresillos, alfombras, telas estampadas, adornos de porcelana; pero no pudo curiosear a mis anchas, la Fina sigue eligiendo puertas como loca y me cuesta seguirla por los vericuetos
62.
Especialmente ahora, cuando parece que atravesamos más y más galaxias y el gas entre ellas parece que se hace más denso
63.
Atravesamos primeramente Doville
64.
Hay en tantos seres varias capas diferentes: el carácter del padre, el carácter de la madre; atravesamos una, luego la otra
65.
Sonaba el timbre del teléfono cuando atravesamos el umbral de nuestra casa
66.
El policía me acompañó por el corredor, bajó conmigo en el ascensor y juntos atravesamos el vestíbulo del motel
67.
Atravesamos la autovía y giramos a la izquierda, hacia Chiswick House
68.
Lo atravesamos y encontramos a los demás
69.
Los ya comentados lugares del miedo, por ejemplo, lo son en tanto que escenarios cargados de expectativas, pues en el cine nadie entra en un parking a coger el coche sin más, esos momentos se salvan en elipsis si no tienen valor en la trama, de forma que cuando en la ficción alguien camina por un aparcamiento subterráneo y solitario necesariamente será asaltado, rutina que incorporamos a nuestro miedo, y cada vez que atravesamos el corredor de cemento mal iluminado buscando nuestro coche, vemos aquel lugar con inquietud, un sitio del que salir cuanto antes, en el que estamos expuestos, en cualquier momento alguien puede salir tras una columna, o del interior de un coche
70.
Atravesamos el cementerio helado; es la segunda vez que lo hago hoy
71.
Recorrimos otra distancia considerable a través de la ciudad palaciega envuelta en el crepúsculo: pasamos por galerías, atravesamos claustros y patios abiertos, bajamos por corredores y subimos por terrazas, hasta que las mujeres hicieron de nuevo koutou ante el pabellón de los huéspedes
72.
Caminé detrás de Mul-Al-Ka y Mul-Ba-Ta; atravesamos varias habitaciones y descendimos por un largo corredor
73.
Atravesamos la segunda con dirección a la tercera; aquí el rucio entró delante, haciéndome con la cabeza seña de que esperara
74.
–Eso era un transportador de materia -dijo ella-, y lo encontramos y lo atravesamos
75.
Atravesamos la estación y el jardín del jefe que estaba al lado, lleno de rosales
76.
«En todas las investigaciones de los crímenes que se solucionan hay un punto en que atravesamos la pared
1.
Fue metiéndose atravesando los cuerpos agolpados, hasta
2.
Atravesando planicies enteras con las sombras que prestaba el fuego o el día, hasta la
3.
enorme la estaba atravesando, y quería
4.
Me llevé todo el día como atontada, pensando en mi hijo muerto y atravesando los
5.
El tren iba y venía todos los días desde Melampó hasta Valdera, por la mañana y por la tarde, atravesando los campos verdes y las sendas claras y rubias
6.
No es de olvidar que los restos mortales del insigne marinero fueronembarcados é hicieron todavía dos viajes atravesando el Atlántico y elmar de las Antillas
7.
doble cordillera de los Andes, sea cuando costeaba lasmontañas, que parten desde los Andes, atravesando
8.
Atravesando este llano se llega á
9.
camino se hace atravesando la llanura ácaballo; pero en la época de lluvias es menester bajar en canoa
10.
En la estacionseca y cuando se viaja sin equipage, se va por tierra, atravesando
11.
caballo, atravesando la llanura; mas entiempo de lluvias se suben nueve leguas por el rio Itonama, muy
12.
Siguieron adelante los soldados, atravesando lentamentela galería
13.
Entre tanto Quevedo, atravesando callejones y galerías,se entró en el aposento de
14.
Y acabando de bajar las escaleras, atravesando la alcaidíasin reparar en nadie, salió
15.
fuerade la casa, atravesando entre la obscuridad de la noche lasestrechas calles de la
16.
famosos,deteniéndose algun tanto en los puntos principales,y atravesando el pais intermedio tan
17.
elNorte atravesando las planicies de la Lombardía y luego la Suiza y laFrancia, mis
18.
fuerte y limpia que, atravesando la tela, se confundía conla virginal respiración del
19.
lata,¡huyamos! Y pasaban por enfrente de Rafael, atravesando el hemiciclo,los grupos
20.
el día saliódel castillo atravesando las húmedas praderas, en
21.
compañeros ydespidiéndose de Demetria se alejó con ellos atravesando el puente
22.
Desde allí, atravesando el río por labarca, se
23.
estaba abierta o por el arco delArzobispo atravesando la calle
24.
atravesando elpuente de Londres, llegó a la orilla derecha y se
25.
pudo en un rincón y dejó vagar su miradadistraída sin curiosidad por las calles que iba atravesando
26.
atravesando un seto compacto y espinoso, entrose porun bosque de encinas, en
27.
Entró derecho a la celda de su amigo atravesando el Patio del Silencio
28.
—Poco á poco, seor gritón, dijo el noble atravesando su caballo en elcamino
29.
Estaba atravesando el momento delas grandes renuncias a la
30.
Y todos juntos, atravesando el patio en fila, se dirigieron hacia lasala
31.
la avenidapara llegar á mi habitación, atravesando el parque por
32.
tiempo, atravesando las nubes de su cerebro, hasta laconciencia
33.
escalera de Cáceres, atravesando luego el patio, o bien, si eltiempo estaba lluvioso,
34.
atravesando la popa delbuque, surgía en pleno Océano para
35.
Julio las viócómo subían los peldaños atravesando el
36.
caminos, atravesando los campos
37.
Cruzó rápidamente el heladozaguán, la cavernosa cocina, y, atravesando los
38.
Atravesando la cocina, colóse en la habitación baja donde despachabaPrimitivo, y empujando
39.
Los Hunosentraron en Europa atravesando el Tanais el año 375
40.
Atravesando el prado comunal de Aldeacorba, siguieron
41.
estación, atravesando la ciudad con toda larapidez de que eran
42.
Tienen una habilidad especial para arrojar las flechas y la lanza desde la altura de sus parapetos, atravesando distanciasgrandes con certera puntería
43.
amigos y atravesando lentamente la plazuela
44.
del templo; y atravesando por medio de ellos, se fué
45.
nace enlos Alpes del Perú, y atravesando por los Chiriguanás
46.
atravesando el arroyo Abroñigal, por las afuerasde Madrid, con acompañamiento de
47.
Por un momento se olvidó de su sacerdocio y se vio en el terreno atravesando al
48.
ponía á trabajar, manejando las agujas de su malla como si fueran espadas y atravesando la lana
49.
fríos rayos atravesando la inmensa región deinvisible hielo, y la luna, pues también había luna,
50.
momento de caer el telon, mientras que los ojosdel público, atravesando aquel telon, ven la obscenidad
51.
alba pinta; rosados cupidillos, atravesando entre haces deflores azul celeste; pastoras blancas
52.
Cuando se levantó con torpeza, atravesando la superficie del agua, la piedra pómez tintineó contra su cuerpo
53.
En sus años mozos había visto a muchos hombres y mujeres atravesando a hurtadillas los almendrales en la oscuridad para ir al otro lado
54.
Ya había tomado la decisión de abandonar la mansión cuando oyó el grito de Irene, apenas un hilo de voz atravesando las tinieblas de Cravenmoore desde algún lugar recóndito
55.
Juan echó a andar delante del armado funcionario, salió por las grandes y lúgubres puertas del penal, volvió bruscamente a la derecha y se encaminó hacia los marjales, atravesando la aldea de Princetown
56.
La luz del día ya era suficiente para recorrer el parque, y Dick decidió, rehuyendo la ayuda de Sneed, encaminarse hacia las tumbas, atravesando la granja
57.
Por el momento tus hombres verdaderos están atravesando el Rin con el rabo entre las piernas y sus mujeres sienten vergüenza y se burlan de ellos
58.
Supe que lo estaba desde el momento mismo en que tus hombres me capturaron, porque de lo contrario no existía razón alguna para que me trajeran hasta aquí atravesando medio mundo
59.
El equipo debía caminar durante días a través de una campiña agreste atravesando lo que los chinos llaman «rastros de intestino de oveja», esto es, estrechos y traicioneros senderos de montaña que se curvaban en torno a profundas gargantas y precipicios
60.
Pero tengo la impresión de que está atravesando el gran "erg" del sur de Tidikem… Si manda a sus hombres, podría cortarle el paso antes de que se adentre en las montañas de Sidi-el-Madia…
61.
—Escucha, Eric —empecé a decir, atravesando la puerta y el porche
62.
Esquirlas y fragmentos de la roca venían desprendiéndose continuamente y quedaban en parte detenidos en la enorme grieta, de suerte que habían llegado a formar un pequeño reborde o saliente allí donde se había supuesto una negra línea atravesando el oscuro espacio hasta llegar al mar
63.
Echaron a andar, atravesando campos, hacia la granja del padre de Isabelle, pendientes de los soldados, de los niños, del caballo, de cualquier cosa
64.
Atravesando el portón, al que se llegaba por un puente, el coche rodó por el patio, de forma cuadrangular y de piso empedrado
65.
El señor Endicott se puso en pie, y atravesando la habitación, se dirigió a la caja fuerte, y después de abrirla extrajo de su interior un sobre largo cuyo sello de lacre rojo habla sido ya roto
66.
detenerse, volvió sobre sus pasos atravesando la habitación
67.
Atravesando la habitación cerró con llave la puerta que daba a la cocina y pasó al vestíbulo por la otra puerta, que cerró igualmente con llave y se la guardó en el bolsillo
68.
Atravesando la cala se dirigieron hacia proa
69.
La expedición se puso en camino y, atravesando las dunas, se adentró en la llanura, precedida por el griego, cuyos ojos parecían ser de gato
70.
Partieron a paso de carga y, atravesando el bosque, llegaron a una vasta llanura en medio de la cual se elevaba la ciudad
71.
El elefante, dócil a las órdenes de su conductor, emprendió la marcha, atravesando con pesado paso la ciudad, a todo lo largo, y se detuvo cerca de una explanada donde se hallaba reunida una multitud enorme, en espera del real cortejo
72.
-Ya dejó el campamento y está atravesando los terrenos diamantíferos
73.
Partiendo al galope, y atravesando las calles y plazas, casi desiertas, salieron de la ciudad, llegando, en menos de media hora al bosque
74.
El Condor estaba atravesando una vasta plaza cuando la atención de Brandok fue atraída por el paso de cuatro monstruosos animales, cada uno montado por un hombre
75.
Mientras pasaba el tiempo, el tren corría dentro del tubo de acero a una velocidad asombrosa, atravesando los gélidos territorios del Labrador
76.
Esta se puso en pie de un salto y, atravesando la estancia, se acercó a Frankie
77.
Los cuatro hombres saltaron como relámpagos sobre la canoa y la empujaron a toda marcha hasta el lado opuesto, atravesando la línea de las escolleras
78.
Seguros ya de no ser sorprendidos por los misteriosos individuos, salieron de la sombra y atravesando la playa llegaron al pie del pequeño volcán
79.
Prestándose ánimos y ayuda pudieron llegar felizmente a la entrada de la caverna, atravesando aquella parte del canal
80.
Atravesando los lavaderos llegaron a la cocina y luego se detuvieron en un pasillo, a un lado del cual había un ropero y al otro la despensa
81.
Subieron la escalinata y, atravesando la calle, se adentraron en los espléndidos jardines que embellecen las orillas del río
82.
Una bala pasó al otro lado del prao, con un ronco zumbido, atravesando dos velas
83.
Abandonaron la loma y siguieron en dirección sudoeste, apartándose del camino y atravesando un irregular mar de hierba
84.
Grandes santos del cristianismo tuvieron como único mérito atormentar sus cuerpos hasta lo inconcebible, como aquellos estilitas que malgastaron sus existencias encaramados sobre una columna sin cambiar de posición, a menudo con las manos empuñadas de modo que las uñas les crecían atravesando la carne y apareciendo en el dorso, alimentados de porquerías, sin hablar con nadie ni lavarse, cubiertos de pústulas y gusanos
85.
Atravesando el río, en cuyas márgenes se observaban ahora numerosos animales, especialmente antílopes y gacelas, el "Germania" se dirigió hacia una cadena de colinas que aparecía sobre el horizonte
86.
Al mediodía, mientras se preparaban para almorzar, el dirigible se encontraba atravesando algunas pequeñas colinas, tras de las cuales se extienden las vastas praderas que ocupan gran parte del Usagara
87.
Hizo tender a los prisioneros en unas improvisadas parihuelas, y el destacamento tomó el camino de la aldea, atravesando la selva
88.
Atravesando un entorno a oscuras de camino a la destinación, rodeados por los gritos de apareamiento de los grillos, por el graznido de las ranas macho, este agente emite un simposio referido a la misiva americana titulada Le défi américain
89.
Atravesando el frente de batalla de los falos voladores en llamas, la señora Cadáver lanza el salvaje León Lacerante, rip-graaa, impactando en el cráneo de este agente
90.
El físico comenzó retirando los apósitos de la pierna herida del escudero, la bañó completamente con agua hervida y fue tirando los trapos ensangrentados a una jofaina que sostenía el barbero; cuando se vio que el pálido hueso, atravesando la carne tumefacta, asomaba por la herida abierta, don Benito de Cárdenas torció el gesto; demasiadas miserias había visto en Flandes para ignorar que una herida de tal cariz era muy grave y que el peligro de la terrible gangrena estaba latente
91.
Todas las tardes, en su rato de asueto, se iba a un punto que limitaba el jardín con el huerto y que por su altura permitía divisar el mundo que se abría tras el muro circundante de San Benito; desde allí, la niña dejaba que su mente golondrina volara mucho más alto y mucho más lejos y se preguntaba qué habría más allá del hayedo, a dónde iría a parar la cinta de plata del arroyo que atravesando el huerto se perdía en la lejanía para desembocar en el afluente que a su vez lo hacía en el Órbigo
92.
—Don Sebastián Fleitas, sin duda —saludó el anfitrión mientras avanzaba hacia el grupo que estaba atravesando el jardín con la alarma dibujada en el rostro
93.
Llegó a la verja que rodeaba la mansión y junto a la cancela de hierro ató a Boabdil, que relinchó inquieto al reconocer la cercanía de su antigua cuadra; luego, atravesando por el camino de grava junto a los arriates que rodeaban el edificio llegó hasta la puerta y golpeó con el aldabón la base metálica, que expandió su ruido por todo el entorno
94.
Medio dormido todavía se puso sus calzones y sobre la camisa de felpa que le llegaba por bajo de las rodillas y con la que dormía, se colocó una casaca abierta únicamente por la cabeza que se ciñó a la cintura con una soga, luego, precipitadamente, se embutió las gruesas medias de lana y se calzó los recios zapatos de cuero vuelto y, sin acercarse a la jofaina donde cada noche dejaba preparado el jarro de agua de cinc con la embocadura en forma de pico de pato con el que por la mañana debería asearse, se precipitó a la escalera vertical que, atravesando una trampilla, desembocaba en medio del tejado
95.
Partió David seguido de Simón y atravesando el barrizal del patio lo condujo hasta una puerta posterior que daba a una calle mal llamada de San Bartolomé, ya que los judíos la conocían comúnmente como la del Patriarca, cerró la puerta tras ellos echando la llave y se dirigió con paso apresurado hacia el figón que llamaban del Esquilador, pues el que lo regentaba había desempeñado en otros tiempos el tal oficio, ubicado en la esquina de la Platería junto a la Fuente Amarga, aunque en su puerta figurara un cochambroso y deteriorado rótulo en el que se podía leer con dificultad «FIGÓN DE LAS TINAJAS»
96.
Al cabo de un tiempo relativamente corto y atravesando el bosquecillo de chopos que lindaba con el camino, apareció la plateada sierpe que bajaba mansa por aquellos parajes
97.
Fueron atravesando estancias y pasillos y el de Ayala no pudo evitar el darse cuenta del lujo y distinción del palacete de los Abranavel
98.
Pensaba en eso y trataba de imaginarse a Ignacio, a María, a Paloma atravesando aquellas habitaciones, sentándose en las butacas, asomándose a los balcones, jugando, riendo, hablando de sus cosas en el mismo lugar donde él estaba, cuando la niña que le había abierto la puerta entró en el salón andando de puntillas, para no hacer ruido
99.
Subió dos pisos y, atravesando el pasillo donde se ubicaban los cuartos de los jefes, llegó a la puerta del de Schuhart y tocó con los nudillos en tanto emitía la reglamentaria voz:
100.
Después de esta detención momentánea las dos damas salieron del templo con cierta precipitación, atravesando el atrio entre una doble hilera de leones de Guadalajara, que se inclinaron respetuosamente para saludarlas
1.
Siembra en invierno y nada logrará atravesar la dura capa de tierra
2.
tierra, cuando ya han conseguido atravesar el piélago de un extremo al otro y están tan
3.
logran atravesar las barreras administrativas, lo cual me parece difícil, pero en fin…
4.
decidida a atravesar el espacio, sin apuro, sin tiempo
5.
atravesar tanta eternidad para salirse en el ahora) le acercaban el bidón que lo salvaba de
6.
Es verdad que Ulises ha traicionado a Penélope con Circe y con Calipso, pero cómo hubiera podido hacer Ulises para liberarse del incesto intrauterino con la madre si no hubiera establecido relaciones amorosas a través de las cuales atravesar y superar los vínculos incestuosos con la madre?
7.
Ulises se caracteriza, entre otras cosas, propio por su coraje en atravesar todos los traumas relacionados con su dependencia y con su complicidad con la madre y por su decisión de querer alcanzar plenamente la dimensión del mundo paterno
8.
Al atravesar la sala aspiré con delicia el aroma de las flores que semorían en el tazón de
9.
cuya operacion tuvo que atravesar elcaudaloso Zulia con una miserable canoa, y cayendo sobre las
10.
Al atravesar el camino por bajo de la colina, estaba
11.
pero osaron atravesar elcampo por un atajo para evitar los
12.
que podrían atravesar a lavez un anillo infantil
13.
arrabal, llena de fábricas,casas de obreros y jardinillos, atravesar laspuertas y
14.
atravesar todos los tipos de escudos que son capaces de
15.
pudiendo atravesar la extensión dimensional de un año luz
16.
que atravesar el grande bosque quehabitan los bárbaros Ninaquiguilas
17.
atravesar el rio Tuyche, siguiendodespues por las montañas hasta llegar á un valle, en el cual estásituada la
18.
queseparan á los rios desaparecen bajo la inundacion en las estacioneslluviosas, permitiendo atravesar en
19.
en línearecta hácia el oeste, es menester atravesar en canoa una llanura cruzadaen todas direcciones por
20.
sorprenden; en cuyo tiempo, notienen otro recurso para librarse de los enemigos que atravesar el
21.
la vista una de las fuerzas en movimientode la tierra, no es necesario hacer un largo viaje, atravesar el
22.
La galería que acababa de atravesar era la de los Infantes;el lugar en que había
23.
laentrada, no tuvo el padre que atravesar calles con aquel séquito
24.
atravesar elcruce de dos pasillos vio claridad de luz artificial en
25.
Detúvose el tren después de atravesar un túnel, y el doctor,
26.
templo, hay que atravesar el cementerio
27.
princesa tiene unmiedo terrible al mar y no quiero atravesar la
28.
Es un encanto verlos atravesar el patio, persiguiéndose uno al
29.
Al atravesar el vestíbulo, donde ardían las
30.
Al atravesar por esos
31.
los prados para atravesar el camino
32.
pocos ríos y torrentes que atravesar
33.
encontrarnos, al atravesar elcitado salón, con dos largas filas de muchachos sentados ante un dobleatril,
34.
Al atravesar el poblado deVillanueva—en el cual
35.
pero en vez de atravesar el pueblo saltaron las tapias dela pomarada de D
36.
Al atravesar el puente y entrar en el Campo de la Bolera, tropezó D
37.
Oviedo, al atravesar la comarcade Langreo, mi pantalón de trabillas, mi frac, mi
38.
En atravesar, digo, que lamento
39.
En los fondos de la Catedral, después de atravesar el reducido patiodonde se
40.
sahumerio se iluminaal atravesar el rayo luminoso, aclarando los muebles y
41.
griegas y romanas, las hacía atravesar la trayectoria de lahistoria en las múltiples
42.
esperaba; vuestro dardo ha quedadoatarugado en el roble á poco de atravesar el cuero,
43.
Al atravesar la Puerta del Sol, vio en la calle del Carmen el carro de Zaratustra
44.
Nogueras lo hizo atravesar los claustros de la Facultad, subieronescaleras, pasaron
45.
rumor de las rondas del vivaque al atravesar los bosques, oel agudo relincho de los
46.
medio de las tinieblas,entre en el jardín, evitando atravesar el
47.
atravesar la lengua a los blasfemos con un fierro calentado
48.
Los marineros iban perdiendo tono; cuanto más tiempo tardáramos enintentar atravesar la
49.
Liette le vio atravesar la plazuela, pasar por los grupos y entrar en laiglesia
50.
atravesar París envueltoen silencio, sentían el deseo de cantar la
51.
para atravesar los siete círculosde la ciencia del tango
52.
de afecto, una mirada desimpatía, parecieron atravesar su áspera
53.
Estaban acostumbrados á atravesar el suelo patrio
54.
Es de advertirse además, que a la horadel paseo, estaba prohibido atravesar siquiera el Prado en vehículo dealquiler; y si algún extranjero lo hacía por ignorancia de la regla oconsentimiento del sargento del piquete de dragones que daba allí laguardia, llamaba la atención y excitaba la risa general del público
55.
en él era preciso atravesar el cementerio de los frailes, con
56.
Los capitanes que acababan de atravesar el
57.
Bajaron de la torre y después de atravesar algunas habitaciones tomaronla escalera
58.
Aquel minuto que uno tarda en atravesar el patio, equivale a
59.
podía atravesar sin más peligro que el de enredarse en los gajos
60.
atravesar la pieza exterior, parataparse la cara con el pañuelo
61.
atravesar por uno de los parajes másrecónditos del parque oyó
62.
corrió hacia la puertecilla delparque y antes de atravesar
63.
ojosquerían atravesar el espesísimo velo de la niebla que
64.
Más de una hora tardamos en atravesar el Puerto, que mide,
65.
vuelta; peropretendiendo atravesar un gran brazo de río en
66.
Entraron los derribadores en el cerrado, siendo acogidos al atravesar laempalizada
67.
después de cobrar en juicio aun casero que debía tres años, recibió, al atravesar un bosque,
68.
nuevo la catedral, y teniendo que volver á Suiza sin atravesar los Alpes por el peligroso y encantador paso del San Gotardo, decidí dirigirme á Turin, para entrar en Suiza por el Monte Cenis y la Saboya: así lo
69.
primero, por uno de los milagros que abortó su genio, se ofrecieron de nuevo á mi admiracion al atravesar
70.
Vitila soltó un resoplido bestial; sus ojos parecieron atravesar a Lazario
71.
Algunos, sin embargo, que deseaban atravesar las barreras humanas formadas por hileras de policías, eran rechazados con una exhibición de bombas lacrimógenas y porrazos, y a veces metidos sin miramientos en camiones negros
72.
Sin embargo, Huma fue retenido por el anciano antes de atravesar el umbral
73.
Otros vieron un luminoso relámpago atravesar el cielo
74.
Pero, allí donde el tubo asomaba y parecía atravesar la roca, había un enorme escudo, también de arcilla, cuya circunferencia presentaba inscripciones hechas por los gnomos
75.
Se tardaba entonces unos cuantos meses en atravesar el océano Atlántico y alcanzar el llamado Nuevo Mundo, las Américas
76.
Hoy se tardan unos cuantos meses en atravesar el océano del sistema solar interior y realizar aterrizases planetarios en Marte o en Venus, que de modo verídico y literalmente son nuevos mundos que nos esperan
77.
Pero puede significar asimismo que para atravesar los escollos de la existencia no hemos de recargar el corazón de ambiciones y hacerlo sobremanera pesado
78.
Lo que necesitamos es reconocer cuan poco sabemos acerca del modo de atravesar con seguridad las décadas venideras, el valor para examinar una amplia gama de programas alternativos y, más que nada, una dedicación que no esté orientada hacia el dogma, sino hacia las soluciones
79.
Le bastó con aproximarse para reconocer el tren que había creído ver atravesar los muros del orfanato noches atrás, envuelto en llamas y transportando en su interior las almas atrapadas de cientos de niños que pugnaban por escapar de aquel infierno perpetuo
80.
Mientras aquellos hombres descontentos y cansados se afanaban en atravesar la isla de Hime, Jude llevaba a la reacia Stellara hacia su poblado y Gura guiaba a Tanar en la misma dirección
81.
Pero no vieron ningún rastro de él al atravesar su puerta y dirigirse hasta el muro del jardín
82.
Luz María cree que Miguel está bloqueado desde que el 11 de septiembre vio un soldado atravesar a un hombre con una bayoneta
83.
Antes de entrar había que atravesar un laberinto de tenderetes árabes en los que se mezclaban cacahuetes, garbanzos tostados, altramuces, pirulíes teñidos de colores violentos y pegajosos caramelos ácidos
84.
Tras atravesar cada pueblo incendiado, su columna era seguida por largas filas de centenares de personas desesperadas, medio muertas de hambre, que pedían comida e imploraban protección por parte de los soldados
85.
En un principio, Balbieno había destinado para dicha misión sólo una cohorte legionaria, que fue transportada en los barcos de la marina, y algunas tropas de Saluvio, que ganaron tiempo al atravesar el Meno a nado montados sobre sus caballos
86.
Valerio tuvo que esperar, para atravesar el río, a los barcos de la flota
87.
—¡Bah, no lo sé! ¿Para ir adonde? Y aunque consiguiese atravesar el río, ¿cómo viviría en el otro lado? ¡Además en invierno y con la guerra!
88.
Johnny vuelve a apartarla de un empellón y termina de atravesar la habitación
89.
Ésta me refirió que en más de una ocasión los atónitos ojos de sus amigas vieron atravesar por la puerta del fondo de la sala un biombo, extraña y moderna tentación de Jerónimo Bosch, como movido por arte del diablo
90.
La consulta del doctor Xia siempre estaba abierta, y los «amigos» de Yu-wu podían entrar desde la calle sin llamar la atención y luego atravesar la consulta hasta el patio interior
91.
Por las noches, mi madre solía trepar el muro y atravesar un pequeño jardín hasta la habitación de mi padre, tras lo cual regresaba al suyo antes de despuntar el alba
92.
Alí Bahar empleó cuatro largos días en atravesar
93.
La zona más peligrosa de cuantas tenían que atravesar era la provincia de Shalrdong, rendida a los comunistas apenas un par de meses antes
94.
Triste resultaba, ¡y trágico!, que un "gri-gri" se enamorara de alguien, pues resultaba inútil en ese caso intentar escapar al confín del universo, enterrarse en la más profunda de las dunas, o atravesar a pie el infierno de Tikdabra
95.
Desembocó de nuevo en la ancha avenida, le sorprendió el gentío que se arremolinaba en una y otra acera, y cuando quiso atravesar la calzada en dirección a la estación, un policía de uniforme se lo impidió:
96.
—La suerte está echada que fue lo que dijo Julio César al atravesar el Rubicón
97.
Jo se rió en silencio al atravesar el "hall", pero Amy estaba muy mortificada con el fracaso de sus instrucciones y, naturalmente, le echó la culpa a Jo
98.
Les daría una buena lección a Homer Jenkins y a todos los de su ralea, aunque tuviera que atravesar el infierno para ello
99.
El joven tomó su carabina y la descargó disparando al aire, pero sin esperanza de que la detonación pudiese atravesar la distancia que separaba el yate de la costa
100.
El conde se acercó a la ventana y los vio atravesar el patio cogidos del brazo
1.
Mientras lo atravesábamos, arreció de repente el viento
2.
Los gritos debían de resultar igualmente insoportables para los otros, ya que muchos de ellos dejaron de cavar y se enderezaron rápidamente: «¡Aquí no hay nada! ¡Vamonos! ¡Vamonos!» Mientras atravesábamos la habitación pude ver a Chian inclinado despreocupadamente sobre su víctima
3.
El traqueteo de las ruedas enmudecía cuando atravesábamos montones de vegetación podrida: tristes regalos, en mi opinión, para que la naturaleza los lanzara ante el coche del heredero de los Baskerville que regresaba a su casa solariega
4.
Las fogatas del campamento brillaban, tiros de fusil partían en nuestro honor, y, mientras que atravesábamos los pueblos, el crepúsculo resonaba con las aclamaciones
5.
—Gracias por no conectarme a todas esas cosas —dije mientras atravesábamos el salón delantero
6.
Mientras atravesábamos el pasillo se lamentaba de las cerraduras en las puertas que comunicaban con el mundo exterior y los barrotes en las ventanas
7.
Podrá usted verlo más tarde, si desea; recién volvían del campo de golf en el momento en que atravesábamos el hall
8.
Atravesábamos la plaza en dirección al Suizo
9.
Regresamos con nuestro botín, y los pollos chillaban cada vez que atravesábamos un surco
10.
Por la tarde se efectuó un incidente muy lamentable, y precisamente en la parte de mar que entonces atravesábamos
11.
Atravesábamos entonces un pequeño caserío completamente desierto cuando oímos salir gemidos de una choza
12.
Él; con su paso largo, fuerte; yo, tratando de imitar con infatigable esfuerzo el alcance de esos pasos: por veces corriendo, por veces tropezando, quedándome atrás, volviendo a la carrera, ¡qué trabajo! Atravesábamos un camino de través, abierto entre frondosos sauces, a la orilla de un arroyo que mostraba bajo el fluido cristal la vegetación del lecho tierno
13.
Fue mientras atravesábamos la Puerta de la Muerte
1.
Atravesé la ciudad adormecida, donde aquí y allá cantaban aún los borrachos, parques mudos
2.
voluptuosas a la vez, atravesé los corredores resonantes y
3.
Lo atravesé, eché a
4.
Atravesé despacio el jardín eterno
5.
Atravesé la habitación para tocar el timbre
6.
Caminé pesadamente de regreso por el camino de losas, atravesé la cerca y llegué al coche
7.
Llegué al edificio del Ministerio, subí por una doble escalera de mármol, atravesé puertas de bronce custodiadas por guardias con penachos en los gorros y mostré mis documentos a un ujier
8.
Atravesé la plaza
9.
Atravesé dos o tres salas cuyos muebles en desorden anunciaban la confusión de la huida
10.
Atravesé el pasillo, crucé la puerta y fui a parar directamente en los brazos del señor Rucastle, que esperaba fuera
11.
Atravesé el umbral de la alta valla protectora y me adentré en un pequeño bosque de arbustos de hojas perennes, filas y filas de arbustos en tiestos, tan cuidadosamente podados que crecían frondosos, revivían con el aire estival
12.
Tambaleándome desde la cama me arrojé contra él con una astilla de la cama con las cual lo atravesé"
13.
Atravesé el silencioso comedor, con las sillas de respaldo recto en torno a la mesa delineadas contra las ventanas
14.
Avancé vacilante hacia el rectángulo acogedor y dorado y atravesé el umbral
15.
Atravesé Soho con las manos en los bolsillos y el cuello levantado
16.
Atravesé el pueblo bajo la lluvia y continué hasta el hospital a través del bosque
17.
Con este propósito en el corazón atravesé el mar
18.
Pasé de largo del abarrotado bar, cuyos clientes empezaban a desfilar a medida que se acercaba el momento en que se alzaría el telón de la ópera, y atravesé el vestíbulo para recoger mi llave en recepción
19.
Inmediatamente atravesé la pequeña habitación, y, separando las cortinas, miré hacia la otra mayor
20.
Atravesé la habitación de un salto y abrí el panel
21.
–Has cometido un error -y atravesé el corazón de la voz
22.
El caso es que sonaba una sirena y se oían voces que gritaban ¡fuego!, ¡fuego!, y se preguntaban mutuamente que cuál era el número de los bomberos; que el agua, al entrar en contacto con el tendido eléctrico, provocaba cortocircuitos que, a su vez, engendraban nuevos incendios; que los mensajes que el télex transcribía con pulcra letra en leguas de papel se habían transformado en una hoguera; que en el vaivén de la pelea acabamos por darle un trompazo al televisor, cuyo bulbo estalló abriendo un boquete en la pared, y que, sabe Dios cómo, logré zafarme de las zarpas del matón y atravesé en dos saltos la antecámara y el pasillo hasta llegar a la sala de juntas, que los consejeros habían evacuado con muy buen criterio, donde hallé a don Plutarquete despatarrado en una silla, jadeando y diciendo:
23.
Me abrí paso por la pista de baile, atravesé el cordón de la sala VIP, subí las escaleras y entré en lo que muchos habrían considerado la escena social más privilegiada del mundo occidental
24.
Por fin atravesé la puerta que llevaba a la oficina y el servicio de empleados
25.
Con estos pensamientos atravesé las zonas de la novela en las que se describía el sótano del Vitaminas, mi relación con él y con su padre, mi encuentro con el ojo de Dios, mi etapa de espía al servicio de la Interpol, mi fracaso con Luz… Aunque no me atrevía a mover un músculo por miedo a que el delirio desapareciera, empezó de repente a llover y tuve que accionar el mecanismo del limpiaparabrisas sin que por ello, afortunadamente, cesara la atmósfera alucinatoria
26.
Atravesé el patio corriendo, llegué a los servicios y solté un vómito interminable
27.
Subí en un impulso y atravesé las puertas batientes para asomarme al interior
28.
Atravesé la casa y abrí la puerta de la calle
29.
Encadené la bici y atravesé las puertas justo cuando estallaba la tormenta
30.
Lo rodeé, atravesé la protección de los serbales y los saúcos, me interné en el bastión del seto de espino y desmonté en el cobertizo
31.
Estaba lavándome la cara cuando la alarma sonó otra vez; atravesé las cuatro cubiertas corriendo como un gato escaldado
32.
Atravesé el atrio de los invitados, entré en el patio de las peonías y desde allí, pasando por la sala de descanso de las mujeres, llegué a las habitaciones de mi madre
33.
Cuando salí del almacén, atravesé la habitación hasta la ventana, pero no me acerqué demasiado en caso de que Pieter me viera otra vez con los paños azul y amarillo en la cabeza
34.
Me apeé ante 1a Boquería y atravesé el mercado para permitirme el pase entre las paradas y admirar a alguna pescadera bien petrechada, expuesta en su trono de hielo como una reina de los mares, entre ofrendas de limón y clavo y fragancia de marisco semoviente
35.
Y el vasto comedor que atravesé el primer día, antes de llegar a la reducida habitación en que me esperaba mi amigo, también hacía pensar en una comida del evangelio, figurada con la ingenuidad del tiempo antiguo y la exageración de Flandes, el número de pescados, de pollos cebados, de gallos silvestres, ti; chochas, de pichones que llegaban emperifollados y humeando, traídos por mozos jadeantes que se deslizaban por el suelo encerado para ir más deprisa y los depositaban en la inmensa consola en que eran trinchados inmediatamente, pero en la que -muchos almuerzos tocaban a su fin cuando yo llegaba- se amontonaban sin utilizar, como si su profusión y la precipitación de quienes los traían respondiesen, mucho más que a los pedidos de los comensales, al respeto al texto sagrado, escrupulosamente seguido en lo que se refería a la letra, pero ingenuamente ilustrado con detalles tomados de la vida social, y al cuidado estético y religioso de mostrar ajos ojos la magnificencia de la fiesta mediante la profusión de las vituallas y la solicitud de los sirvientes
36.
No; más bien creo que a medida que vivimos, pasamos nuestro tiempo alejándonos de la zona en que un nombre es perceptible, y por un ejercicio de mi voluntad y de mi atención que aumentaba la agudeza de mi mirada interior atravesé de golpe la semioscuridad y vi con claridad
37.
Me vestí, bajé las escaleras, atravesé el vestíbulo en penumbra y salí a Division Street
38.
Atravesé deprisa el pasillo y el comedor y salí de la casa
39.
Luego se repitió el «clic» y el zumbido en la línea; yo corté la comunicación, atravesé nuevamente la oficina y salí
40.
Atravesé el hall de la recepción y al llegar a la escalera me topé de frente con uno de los empleados, que vaciló antes de saludarme, extrañado por el color de mi pelo
41.
Conteniendo el aliento, atravesé la puerta y entré en un corredor largo y oscuro
42.
Salí de la autopista, atravesé el centro de la ciudad y aparqué en la zona destinada a los visitantes en el Centro de Aplicación de la Ley
43.
Subí corriendo las escaleras, atravesé el vestíbulo, y me planté ante el mostrador
44.
Subí los escalones de dos en dos, agarré las llaves del coche, regresé al aparcamiento y atravesé la ciudad
45.
Atravesé la puerta que me había señalado el señor Felder y me encontré a dos señoritas, una de las cuales me dijo:
46.
Atravesé el Puente de las Rocas, saltando de peña en peña, para ir al encuentro de Ghor
47.
Corrí tras ella hasta el final del corredor, subí una escalera y atravesé un jardín donde combatían guras y yagas
48.
Yo atravesé otra sección, intentando mantener la distancia entre los dos, pero me estaba quedando sin espacio
49.
Al crecer mi confianza en que la evacuación básicamente funcionaba, me moví más rápido y atravesé la gigantesca plantación de árboles de páginas, cargados de hojas que nadie cosecharía jamás, para pasar por un hueco desigual que habían abierto en el antiguo muro
50.
Recorrí el espacio [shu], invoqué a esta grande [el cielo], di la vuelta al Verbo, atravesé a solas la tinie-bla que se encuentra en el camino de la Luz [Ra] […] y llegué hasta el primordial situado en los límites del lugar de luz
51.
—¡Esperen! —grité, y atravesé corriendo el campo, y comencé a trepar entre las rocas
52.
Cogí la escoba, le atravesé el palo a Mihaí en el cuello y me subí encima; con un pie a cada lado del cuello, balanceé el palo
53.
Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga
54.
Me encogí de hombros y atravesé lentamente el jardín en dirección a la casa
55.
Como si se tratase de animales muertos en una partida de caza, arrastré mi botín escaleras abajo y atravesé el cobertizo en dirección al prado
56.
Yo atravesé la oficina; ambos hombres me miraron
57.
Atravesé el porche como una exhalación
58.
No obstante, atravesé la puerta poco a poco y canturreé esperanzado, «¡Perrito bonito!» En realidad, no sonaba como un perrito bonito, sino como un pitbull que padeciera una lesión cerebral y la rabia por añadidura
59.
Se oyó un golpe sordo levísimo cuando golpeé su parachoques delantero, atravesé el cruce y seguí adelante, seguido por más música de bocinas y gritos
60.
Atravesé la calle Independencia y vi el nombre escrito con letras blancas en la chapa azul y me pareció una palabra desprovista de sentido -a menos que se tratara de otro mundo
61.
Entré, atravesé el pórtico y bajé al bar subterráneo
1.
Habló también de los trabajos por los que atraviesa el estudiante para lograr su superación y logros en la vida hasta conseguir mandar y gobernar el mundo, premio justamente merecido de sus virtudes; pero contrapuestos y comparados sus trabajos con los del militante guerrero, se queda muy atrás en todo, como más tarde prometió dilucidar
2.
Sin ningún temor por esos tentáculos ondulantes ominosamente, la reina se adelanta y un potente silbido atraviesa la calma del mar
3.
atraviesa Jhon con un hacha en la
4.
No atraviesa las nubes
5.
De dicho Valle Hermoso, se atraviesa el arroyo que corre en él; el cual pasa por una angostura, y al sur, precipitándose en el rio Codileufú (que llaman los españoles el rio Colorado), subiendo por una ladera algo empinada, en cuya falda corre un arroyo que llaman de
6.
Observe que éste atraviesa las inserciones del músculo estilohioideo, reconózcalo
7.
Un punto de reparo útil para reconocerlo es que la mayoría de las veces, el nervio musculocutáneo atraviesa el espesor del músculo por su parte media, de adentro hacia afuera
8.
atraviesa por el organismo vivo una corriente eléctrica que
9.
mismo, en el momentoen que el Sol atraviesa el ecuador y pasa
10.
y tambien de la provincia de Santa-Cruz, poruna línea ficticia, que atraviesa los lugares inhabitados de la
11.
distante de una estancia de la mision; se encuentra luegoun delgado arroyo que atraviesa por un
12.
encanoa: en seguida se atraviesa una pradera, luego un bosque, mas alládel cual hay una hacienda para la
13.
siempre se esconde cuando atraviesa por delante de mí en loscaminos y en las posadas do
14.
—¿Saldréis por la calle que costea el parque y atraviesa la aldea?
15.
lamuchacha que atraviesa el patio con paso leve
16.
con lastorturas de los celos, cada rayo le atraviesa el corazón
17.
atraviesa hasta la médula delos huesos
18.
El puenteque lo atraviesa a lo lejos se asemeja a una pequeña
19.
El viajeroobservador atraviesa los Estados Unidos, de Nueva York á San
20.
correr á lo largo de loscaminos y de un manto de hojas secas cuando atraviesa las selvas
21.
que un hombre atraviesa anado, para operar una transformación
22.
atraviesa el Istmo; los yanquis derramaron el oro en grande,
23.
atraviesa y estableciendo las tarifas más leoninasque se conocen
24.
—Milord, esa señora baja del coche en el zaguán, atraviesa elvestíbulo, sube por esa escalera y se mete en su habitación, que está enel primer piso… No tardará en llegar…
25.
procuró siempre su perdicion; porque no hayrazon que prevalezca en un hombre cuando se atraviesa la
26.
Sigue elcurso de las calles, atraviesa los huertos, entra en una casa
27.
atraviesa el corazón{262} de un balazo, y en seguida,desmontándose, toma de un brazo
28.
en la avenida y se perdió entrelos árboles, como un conejo asustado que atraviesa un
29.
atraviesa con martillo y clavo las sienes de Sisara
30.
los colchones al balcón por si alguna bala atraviesa lamadera
31.
Atraviesa este rio bien derecho
32.
Las balsas, se atraviesa la corriente
33.
Viene y atraviesa el Estrecho el capitan Francisco Drake
34.
atraviesa lahistoria de todas las religiones, insultado con el
35.
La línea de circunvalación atraviesa esta soledad
36.
atraviesa tanto espacio como el que unhombre sentado en un
37.
empedrado ypeldaños abiertos en la roca, se divisan, extendidas á los pies delobservador, las ricas llanuras que atraviesa el Hoang Ho, corriendo orahacia uno, ora hacia otro golfo, apagando con su agua la sed
38.
gente atraviesa el bosque para ir a la iglesia,los que van siguen la trocha casa del leñador; es muy
39.
Bajo las patas del caballo de un ángel, que lo atraviesa con su
40.
, una nubeblanca que atraviesa el valle en toda su latitud a la altura de losárboles describiendo una porción de vueltas y revueltas? Un poeta diríaque era un cendal de gasa
41.
La aguada se hace en el mismo recinto, surtiéndose de un claro y limpio arroyo que lo atraviesa
42.
alameda, y atraviesa laciudad entera, teniendo una extensión de tres millas
43.
capitán de los asirios, que me atraviesa las sienes conun clavo, como Jael a Sisara; pero a su
44.
El viejo linajudo atraviesa la antesala y huye por el largo corredorlleno de resonancias
45.
puentes; la gente que de dia y de noche les atraviesa es tambien innumerable
46.
Es algo que atraviesa el tiempo, que traspasa el espíritu; más que una certeza, es una fulguración
47.
Y se deslizó entre los barrotes con la misma facilidad con que un cuchillo atraviesa la manteca
48.
Siente que el silbato del tren atraviesa la espuma de su cabeza
49.
Un cambio de rumbo mientras se atraviesa el hiperespacio a bordo de una antigualla como la Kalevala es
50.
Eugene pudo comprar una casa magnífica —un riachuelo atraviesa su jardín— por un precio casi irrisorio porque dos postes eléctricos, de tamaño considerable, con sus correspondientes cables, disuadían a los posibles compradores
51.
Y tú, Elisa, entre lavanderos chinos, en cada recuerdo pareciéndote más a Faustine; les dijiste que me llevaran a Colombia y atravesamos el páramo cuando estaba bravo; los chinos me cubrieron con hojas ardientes y peludas de frailejón, para que no muriera de frío; mientras mire a Faustine, no te olvidaré, ¡y yo creí que no te quería! Y la Declaración de la Independencia que nos leía todos los 5 de julio, en la sala elíptica del Capitolio, el imperioso Valentín Gómez, mientras nosotros —Orduño y los discípulos— para desairarlo, reverenciábamos el arte en el cuadro de Tito Salas "El general Bolívar atraviesa la frontera de Colombia"; sin embargo confieso que después, cuando la banda tocaba Gloria al bravo pueblo / (que el yugo lanzó / la ley respetando / la virtud y honor), no podíamos reprimir la emoción patriótica, la emoción que ahora no reprimo
52.
Inútilmente, todas las tardes, en los bulevares, un viejo inspirado, con chambergo y chalina, atraviesa la multitud repitiendo sin parar: 'Dios es grande, venid a Él
53.
Harwood se detiene durante un instante, luego sonríe despectivamente y atraviesa la sala de estar en dirección a la puerta
54.
¡Siempre esperaba que lo que él tocase se convirtiera en oro! No parecía comprender que el mundo entero atraviesa un período de crisis, y que todos los valores y acciones tienen que resentirse
55.
La bala que atraviesa el sombrero y viene a parar a mis pies
56.
Se atraviesa una situación algo difícil en estos días
57.
Terence Todman es consciente de que Suárez atraviesa una situación crítica y hace saber a una serie de generales, entre los que está Armada, su interés por mantener una entrevista con cada uno de ellos
58.
Creo, por el contrario, que el canal atraviesa en esta parte alguna región rica en aguas termales; además, no creáis que en los subterráneos y en las minas se mantenga siempre igual la temperatura en las mismas profundidades
59.
Decían: «El que hace trampas, el que cuenta enigmas, el que mantiene el equilibrio, el que tiene tantas caras y encuentra la vida en la muerte, y el que no teme a ningún mal; el que atraviesa las puertas»
60.
¡No han desaparecido! La necesidad imperiosa de ayudarlos ha desaparecido, pero esta agonía aún me atraviesa como una maldición
61.
El agua arrastró los ranchos de los cerros, desbordó el río que atraviesa la capital, se metió en las casas, se llevó los automóviles, los árboles y la mitad del estadio deportivo
62.
La decoración empieza a desaparecer cuando uno atraviesa las puertas cerradas con llave
63.
El local, que tiene la persiana reventada, ya lo han expoliado veinte veces pero nunca han dado con el escondrijo y si me encuentran todavía podría huir por el túnel que atraviesa la calle
64.
Angélica ha contado a Juan en varios tonos, con distintas palabras, la situación que su matrimonio con Jacobo atraviesa: se trata de una situación crítica (hay entre ellos una conflictividad más que latente) pero también light
65.
—¿Y cuál es el país que atraviesa el puente?
66.
Debe de ser muy profundo, puesto que atraviesa los sótanos
67.
y el Diablo se le atraviesa
68.
Sube los escalones, atraviesa la puerta giratoria y verás la recepción a tu derecha
69.
-¿No le parece a usted que ésa es una ocupación algo extraña en las circunstancias por las que atraviesa?
70.
Toda creación atraviesa siete etapas antes de manifestarse en lo exterior
71.
Prescindiendo del hecho de que la mayoría de la humanidad, en el curso de su historia, ha debido defenderse contra los grupos más poderosos que la oprimían y explotaban, todo individuo durante la niñez, atraviesa por un período que se caracteriza por su impotencia
72.
La luz visible del Sol atraviesa sin más el vidrio y es absorbida por los objetos que se hallen dentro de la casa
73.
Algo de ella atraviesa también los cuerpos humanos, pudiendo ocasionar daños en las células: tal puede ser uno de los factores que producen mutaciones en los genes
74.
-La línea recta imaginaria que atraviesa un objeto, y alrededor de la cual gira éste
75.
Pero si ese rayo de luz atraviesa ciertos cristales, el ordenamiento de los átomos dentro de los cristales fuerza al rayo de luz a oscilar en un plano determinado, un plano que permitirá a la luz deslizarse a través de y entre las hileras de átomos
76.
Resultaba que un cristal de cuarzo, convenientemente cortado, desvía el plano de la luz polarizada que lo atraviesa
77.
Se aplicó tal nombre a la región que atraviesa el río, y la zona de la desembocadura del río se sigue llamando «Sind»
78.
Hoy, las mejores mediciones demuestran que el diámetro de la Tierra es 42,96 km más largo en el ecuador que en el eje que atraviesa los polos (es decir, 12
79.
La Hendidura atraviesa la región occidental de Islandia, isla que se va desintegrando con gran lentitud
80.
Su velocidad cuando atraviesa tales medios es igual a la velocidad en el vacío dividida por el índice de refracción del medio
81.
Otro día de mañana, mientras atraviesa Sierra Morena con unos mercaderes de Tomelloso, va considerando qué razón tiene Gracián cuando apostrofa a venteros y posaderos de farsantes y canallas y qué gran sentencia la de Castillo de Bobadilla que los tiene por públicos robadores
82.
En el ocaso, cuando la luz atraviesa un mayor espesor de la atmósfera, con un contenido de polvo particularmente elevado debido a la actividad del día, se dispersa suficiente cantidad de luz como para permitir sólo la aparición de los colores rojo y naranja, dando lugar así a la maravillosa tonalidad rubí de las puestas de sol
83.
En 1966, Bruce Heezen adujo que, cuando el campo magnético atraviesa una época de intensidad cero durante su proceso de inversión, dichos períodos pueden representar el momento en que una cantidad insólita de radiación cósmica alcance la superficie terrestre y acelere súbitamente el ritmo de la mutación
84.
Cuando la luz atraviesa un prisma de cristal o unas gotitas de agua, las diferencias de índice de refracción hacen que los diferentes componentes coloreados de la luz blanca se desvíen, cada uno en diferente medida, y emerjan separados del cristal o el agua
85.
Todo trabajo en la Zona Hiperatómica que atraviesa el volumen espacial ocupado por las Estaciones del Grupo Asteroidal Veintisiete quedó inmovilizado
86.
—Entonces guarde bien cerca su escalpelo, señor Peddie —dice Crozier, y atraviesa la cortina, hacia el extraño silencio del comedor de la tripulación
87.
—Es que no se puede perder el tiempo en conversaciones, cuando el país atraviesa momentos difíciles
88.
El túnel Taggart tiene ocho millas de longitud y atraviesa una zona de las Montañas Rocosas
89.
moviéndose en el rayo que atraviesa
90.
que atraviesa el corazón de todos los niños
91.
Las hadas construyen la casa sólo porque les resulta muy graciosa, mientras Peter atraviesa los jardines en la cabrita, recordando a Maimie, y también porque le gusta hacer lo que imagina que hacen los niños de verdad
92.
Combinando este hecho con la observación de que si el fluido es incompresible e indestructible debe salir tanto fluido de cualquier pequeño volumen en un segundo como fluye dentro de él, y observando que la cantidad de flujo que atraviesa en un segundo cualquier área pequeña es igual a la razón de flujo multiplicado por el área, veremos (combinando estas observaciones y calculando el flujo total que entra y que sale) que la ecuación de Laplace es una verdadera perogrullada
93.
Las hojas no están unidas por atajos al azar (que pueden ser trazadas en muchas formas por determinados puntos de ramificación), sino ligadas de modo tal que, cuando z atraviesa su superficie de n hojas pasando desde una hoja a otra al alcanzar un puente o atajo, el comportamiento analítico de la función de z es descripto consecuentemente, en particular por lo que se refiere al intercambio de las ramas consiguientes sobre la variable z, si están representadas en un plano, que rodean completamente un punto de ramificación
94.
Estas dos formas de hablar divide a los matemáticos en dos tipos: los que dicen "nosotros podemos" creen (posiblemente de un modo subconsciente) que la Matemática es una invención puramente humana; los hombres que dicen "existe" creen que la Matemática tiene una "existencia" extrahumana por sí misma, y que "nosotros" simplemente actuamos sobre las "verdades eternas" de la Matemática en nuestro viaje por la vida, en la misma forma como un hombre, que pasa por tina ciudad, atraviesa cierto número de calles con cuya construcción no tiene nada que ver
95.
Corre entonces él por la capilla, atraviesa el coro, llega hasta la vidriera del ábside, alcanza la ventana, la abre y se lanza… ¡Antes que la muerte en la hoguera y ante tal asamblea, la trágica caída!
96.
El Lotus atraviesa Yorktown Heights y entra en la interestatal, seguido de Slavko
97.
La luz que atraviesa esa masa previamente «trabajada» de gas frío seguirá direcciones definidas, de acuerdo con las leyes ópticas universales
98.
(Hoy, esa misma vía atraviesa -algo más al norte- la Puerta de Damasco, en la muralla septentrional
99.
Recuesta el espejo en la pared y atraviesa el cuarto que ha preparado para su huésped
1.
atraviesan sus sofocos él está alerta y en guardia, dispuesto a enfrentar el
2.
minuto, y juntos atraviesan la puerta y
3.
—Es que se atraviesan de por medio consideraciones, repuso elP
4.
· Estudie en teoría la conformación, inserciones, elementos que lo atraviesan, orificios y funciones del músculo diafragma
5.
Reflexionando bien os dareis cuenta que en el pianista de Tornatore hay un pesimismo y un cinismo que contrastan fuertemente con la esperanza de los pobres que atraviesan el océano para intentar llegar al nuevo mundo
6.
atraviesan las barreras dimensionales entre gran número de
7.
navegación por las que ahora atraviesan al menos cinco
8.
parte de los meridianos atraviesan los maresen parte de su
9.
donde atraviesan llevando susembarcaciones; así es que á su regreso encuentran abundante provision enlos
10.
atraviesan por él muchos de los mejores de aquella provincia;pero mi corta suerte y el descuido
11.
conducto de los correos dela cancillería que atraviesan la Siberia en trineos, desciende sobrelos
12.
atraviesan el pueblo,todas las casas de que se compone
13.
internos, los delas corrientes que le atraviesan á tal ó cual
14.
Losbíforos y las salpas, seres transparentes que atraviesan el mar
15.
atraviesan a nado el río, pasando, en el bajoMagdalena, del
16.
vagas y desconocidas, quese atraviesan sin conciencia y de las
17.
que atraviesan la pampa para salvarse de losincendios del pasto
18.
atraviesan el Atlántico o costeanel Mediterráneo, porque la riqueza de los pueblos, la
19.
Luna recordaba a los viajeros que en tiempos de peste atraviesan elcordón sanitario
20.
silban, queechan luz, que atraviesan el aire calladas, que corren
21.
dos agujeros en que acaban las doscanales que atraviesan la
22.
atraviesan los árboles tenebrosos
23.
caminos reales, atraviesan Alsacia y los Vosgos;ambos parten de Basilea: uno, a lo
24.
salientes de la montaña atraviesan esaenvoltura, y los matices sombríos de las rocas, contrastando con
25.
que atraviesan el Paraná porCandelaria, haciéndolo paso preciso
26.
atraviesan las regiones del este y del sur delpaís
27.
Las tres cordilleras que atraviesan el país le dan una variedad de climay de productos, tanto en la
28.
atraviesan sus intereses) que se retiraseluego de aquel país y
29.
riachuelos que atraviesan y fecundan el país
30.
la bañan, loscuales, naciendo de las montañas, atraviesan y
31.
primeras calles y en especial la quevulgarmente llaman de Puno, y las que la atraviesan
32.
dolores agudos que atraviesan el pecho y dorso,espectoracion fácil y sucia, dolores y
33.
Algunas atraviesan los poros de los filtros más finos
34.
Y sus hijas bajarán la mirada al escuchar las palabras que atraviesan el hule
35.
Los turistas atraviesan esas ciudades sin apenas darse cuenta
36.
Y hay una especie de piel que separa los dos mundos; los muertos la atraviesan sin ruido, pero nosotros tenemos que romperla con un grito
37.
Detrás del campamento inglés y casi paralelo al río, corre uno de los escasos caminos que atraviesan aquel distrito
38.
Así en la juventud y en los dulces tiempos en que se despiertan en el corazón los primeros amores, en esas auroras del alma en que comienza a iluminarse para nosotros el cielo de la esperanza, las imágenes se suceden a las imágenes, con la misma facilidad con que las nubecillas atraviesan el espacio en una mañana de primavera
39.
«Y al día siguiente me asesinarán mientras los tanques atraviesan la frontera -se dijo el Khan sin virulencia-
40.
Era un dolor extraño y profundo, carente de los diversos estadios de dolor que la carne y la mente mortal atraviesan
41.
Escapé de la plaza subiendo por las escaleras que atraviesan el arco sobre el que se asienta el palacio arzobispal y lleva a la fachada norte de la catedral, la de la Azabachería, y me encontré de lleno con la infancia de la que estaba huyendo, de lleno con el momento en que abandoné la niñez y traspasé la puerta grandiosa de San Martín llevado por mano que recuerdo sin piedad ninguna
42.
Los rayos X atraviesan fácilmente los tejidos blandos (constituidos principalmente por elementos de peso atómico bajo) y tienden a detenerse ante elementos de un peso atómico más elevado, como son los que constituyen los huesos (compuestos en su mayor parte por fósforo y calcio)
43.
Sobre una placa fotográfica colocada detrás del cuerpo, los huesos aparecen de un blanco nebuloso en contraste con las zonas negras donde los rayos X atraviesan con mayor intensidad, por ser mucho menor su absorción por los tejidos blandos
44.
Sin embargo, la masa de las moléculas de ADN en las células es aproximadamente 1/400 parte de la masa de toda la célula, por lo que las partículas que atraviesan la célula siguiendo direcciones aleatorias no suelen chocar con una molécula de ADN y consumen sus energías (como lo haría una bala en el hombro) provocando cambios relativamente poco importantes
45.
Prohibido lavar la ropa en las orillas de los ríos que atraviesan ciudades
46.
—Viven a costa de las caravanas que atraviesan el desierto
47.
Sentado en actitud semejante a sus compañeros, abrazándose las rodillas, Hugo también mira hacia la lámpara; pero una mirada más atenta, más cercana, percibiría que sus ojos no «descansan» en la llama, como los de las personas que hay a su alrededor, ni la atraviesan con la mirada vacía del que tiene el pensamiento ausente, sino que la enfocan con terca perseverancia, con una expresión ceñuda, obtusa, como si el humilde objeto encerrara algún profundo significado que no fuese capaz de desentrañar
48.
Da la impresión de que el polarizador tiene éxito en corregir por término medio a la mitad de los fotones; los restantes quedan descartados y no lo atraviesan
49.
Las líneas que atraviesan este continuo del espaciotiempo representan las historias de los cuerpos conforme desarrollan sus procesos
50.
Todo el desempeño de hecho me recuerda a los pliegues y las invaginaciones que las membranas de un embrión atraviesan mientras metamorfosea de blástula a gástrula y a néurula
51.
Su velocidad es proporcional a la rigidez del material que atraviesan, no pudiendo cruzar los líquidos
52.
, encontramos mutaciones que prueban que todos los nuevos vampiros atraviesan una adaptación espontánea para sobrevivir cuando absorben la sangre de sus hacedores
53.
Sujeta con fuerza la mano de Kit cuando atraviesan las llamas
54.
Atraviesan Balboa Park y siguen los letreros
55.
Mientras, los dos chicos atraviesan Santa Clara en dirección a Blue Lantern, donde podrán entrar en el parque por el otro lado, porque saben que el legendario Bobby Z debe de estar haciendo algo en el Bluffside Walk
56.
Con un lenguaje torpe, pero en definitiva útil, podemos reformular esto diciendo que las amplitudes de todas las ondas que atraviesan la región valen exactamente cero
57.
Se aman intensamente, atraviesan otra vez un paraíso, y una noche de tragos en un bar, piensan que los deseos los obligarán a cometer una locura en público
58.
Que la paz de Ghasta caiga sobre los extranjeros que atraviesan sus puertas
59.
Desde hace algunos días, en Tokio la policía vigila cada encrucijada, las camionetas de las asociaciones nacionalistas atraviesan la ciudad embanderada difundiendo himnos marciales
60.
Las noches son espléndidas y los misiles atraviesan el cielo de verano
61.
La metralla tiene una competencia feroz en las esquirlas de roca, que saltan y atraviesan los cuerpos de los combatientes con la misma eficacia asesina
62.
Los láseres distinguen qué proteínas tiene que haber en el cuerpo humano (incluidas las bacterias intestinales y todo eso) y las atraviesan directamente
63.
He visto a García Márquez y a Fuentes venerar los recuerdos que se les atraviesan en una cena y reír al evocarse repitiendo con él tres líneas del Quijote o cantando corridos hasta las cinco de la mañana
64.
aún existen dos ríos que atraviesan la ciudad de parte a parte, con sus respectivos lechos cubiertos por losas de cemento y transformados en calles
65.
Los usa a discreción contra quienes se le atraviesan
66.
»Angustia, depresión pues, en el primer estadio, muchas veces con la convicción, no te lo oculto, de que se trata de una fatalidad ineludible… Tenía que ocurrir… Casi todos atraviesan esa crisis, convencidos, pese a las garantías que les dan los médicos, de que no tienen remedio…
67.
Sonrío para mis adentros pensando en la gran mole obesa que me ha hecho las veces de acompañante durante estos diez últimos años de viudedad y de soledad, una sonrisa algo triste y tierna porque, vista desde la muerte, la proximidad con nuestros animales de compañía ya no parece esa evidencia menor que el día a día vuelve banal; en León se han cristalizado diez años de vida, y caigo en la cuenta de hasta qué punto esos gatos ridículos y superfluos que atraviesan nuestras vidas con la placidez y la indiferencia de los imbéciles son los depositarios de los momentos buenos y alegres y de la trama feliz de éstas, incluso bajo el tendal de la desgracia
68.
Juntos atraviesan el vestíbulo
69.
Atraviesan la entrada de ladrillo rojo
70.
Una caña de timón de las dimensiones de un ariete atraviesa por en medio del techo y sale por un agujero en la popa hasta la rueda del timón, que la controla; el extremo delantero de la caña se desplaza de un lado a otro por medio de un par de cables que atraviesan aberturas en las cubiertas hasta la rueda
71.
Atraviesan una oscura y sombría oficina donde el padre y el abuelo del señor Pascual solían recibir a los capataces de las haciendas y plantaciones familiares
72.
Ahora hay muchas hebras similares que atraviesan el fondo de los océanos del mundo, pero sólo unas pocas muy especiales llegan a cuartos como éste
73.
territoriales, mientras que los caníbales atraviesan el país de punta a punta
74.
En la Teoría Queer las identidades atraviesan los cuerpos pero, puesto que declara que el esencialismo en la edad postmoderna está muerto, el cuerpo del sujeto se fragmenta al igual que las teorías que se apropian de la identidad gay y lésbica para ser canalizadas de acuerdo con las necesidades generadas por la sociedad de consumo
75.
Las principales características de las multiplicidades conciernen a sus elementos, que son singularidades; a sus relaciones, que son devenires; a sus acontecimientos, que son acciones —individualizaciones sin sujeto—; a sus espacios —tiempos, que son espacios— tiempos planos; a su modelo de la realización, que es el rizoma —por oposición al modelo del árbol—; a su plano de composición, que constituye zonas de intensidad continua, a los vectores que las atraviesan, y que constituyen territorios y grados de desterritorialización
76.
Cuando por fin atraviesan aquel arbusto de aspecto imposible utilizando el soplete de uno de los profesionales muertos, se encuentran en una tierra llana y seca que lleva a un barranco
77.
La imagen de tales jefes es la que se cierne ante nuestros ojos: – ¿me es lícito decirlo en voz alta, espíritus libres? Las circunstancias que en parte habría que crear y en parte habría que aprovechar para que aquéllos surjan; las sendas y pruebas presumibles mediante las cuales un alma ascendería hasta una altura y poder tales que sintiese la coacción de realizar tales tareas; una transvaloración de los valores bajo cuya presión y martillo nuevos se templaría una conciencia, se transformaría en bronce un corazón, de modo que soportase el peso de semejante responsabilidad; por otro lado, la necesidad de tales jefes, el espantoso peligro de que puedan faltar o malograrse o degenerar – éstas son nuestras auténticas preocupaciones y ensombrecimientos, ¿lo sabéis, espíritus libres?, éstos son los pensamientos y borrascas pesados y lejanos que atraviesan el cielo de nuestra vida
78.
Atraviesan una gran llanura
79.
Rick y los chicos atraviesan el umbral
80.
Lucía y el muchacho bajan del automóvil, atraviesan el puentecillo, llegan hasta las paredes grises y rojas de la casa, entre la hierba húmeda de rocío o de la lluvia caída durante la noche
81.
Atraviesan el patio y una vez en el vestíbulo los recibe una mujer enfundada en una prenda de seda de color azul cielo, el blanco de los ojos como dos erizos abiertos por la mitad, y los pechos generosos y libres debajo de la ropa
82.
Cuando Gamboa, con el casco reluciendo en la mañana, apunta con el dedo una alta tapia de adobes y exclama (sereno, impávido ante el enemigo invisible que ocupa las cumbres y los desfiladeros vecinos y aun la lengua de playa en que se asientan los acantilados): "¡Crúcenla pájaros!", los cadetes de la primera compañía arrancan como bólidos, las bayonetas caladas apuntando al cielo y los corazones henchidos de un coraje ¡limitado, atraviesan las chacras pisoteando con ferocidad los sembríos -¡ah, si fueran cabezas de chilenos o ecuatorianos, ah, si bajo las suelas de los botines saltara la sangre, si murieran!-, llegan al pie de la tapia transpirando y jurando, cruzan el fusil en bandolera y alargan las manos hinchadas, hunden las uñas en las grietas, se aplastan contra el muro, y reptan verticalmente, los ojos prendidos del borde que se acerca, y luego saltan y se encogen en el aire y caen y sólo escuchan sus propias maldiciones y su sangre exaltada que quiere abrirse paso hacia la luz por las sienes y los pechos
83.
Dejó atrás las amplias avenidas que atraviesan la ciudad y se metió por callejas marginales, en las que la dignidad de la vegetación tropical compensaba el deterioro progresivo de las construcciones
84.
Las balas atraviesan el fuselaje del avión
85.
Conjunto de sardinas que se atraviesan con una caña para asarlas
86.
Son cañones lanzallamas que atraviesan la roca
87.
Cada una de las puntadas que atraviesan alternativamente por encima y por debajo la línea de unión de las orillas de dos telas
88.
Inflamación de los ojos que sobreviene a quienes atraviesan los Andes nevados, causada por la reverberación del sol en la nieve
89.
Se dice del tráfico y de los medios de locomoción que atraviesan los Andes
90.
Se dice del tráfico y de los medios de locomoción que atraviesan Siberia
91.
Se dice del comercio y de los medios de locomoción que atraviesan el Mediterráneo
92.
Se dice del comercio y de los medios de locomoción que atraviesan los Pirineos
93.
¿Se podría deber sólo al uso? ¿Puede aclararse un cristalino por acción del volumen de fotones que lo atraviesan? ¿Mejorará un cristalino porque se utiliza, porque lo atraviesa la luz? Por supuesto que no
94.
Los Tuatha'an lo atraviesan incesantemente
95.
Gracias a ella, se atraviesan las extensiones acuáticas de los paraísos celestes
96.
Fuerzas opuestas atraviesan el cuerpo humano constantemente; éste no es una entidad independiente, sino que está vinculado tanto al cielo como a la tierra
1.
—Lucio Licinio, toma la primera y la tercera legión y a paso ligero, porque tienes un buen recorrido, cruzas el Tíber por el puente Mulviano y atraviesas el campo Vaticanus hasta el Transtiberino
2.
Justo en el momento que atraviesas la primera puerta sientes un dolor muy fuerte en el hombro derecho y un estruendo
3.
Cuando matas un animal, atraviesas las entrañas de un mamut y lo sigues durante días, sientes su dolor, ¿no es cierto?
4.
Cuando atraviesas la cordillera de los montes de Tipasa, el relieve disminuye en altitud, desmembrándose en ondulantes cerros y pequeñas depresiones; desaparecen el monte y el chaparral y dan lugar a las estepas habitadas por nómadas dedicados a sus rebaños de cabras y ovejas
5.
–Lucio Licinio, toma la primera y la tercera legión y a paso ligero, porque tienes un buen recorrido, cruzas el Tíber por el puente Mulviano y atraviesas el campo Vaticanus hasta el Transtiberino
6.
Los hombres que llevan la comida arriba, atraviesas varias habitaciones hasta que llegan al dormitorio del rey, donde han dispuesto varias mesas y están todas las bandejas, platos y vajilla
7.
Empujas el portón, atraviesas el sendero que divide el jardín en dos mitades, te paras junto a la puerta y buscas el timbre
1.
atravieso con el sable por la espalda
2.
Mientras atravieso la casa algo llama mi atención
3.
Al regresar, atravieso el zaguán y miro en derredor
4.
—¡Publio Macieno es el centurión al mando y si tienes algo en contra te lo tragas o por Hércules que te atravieso aquí mismo! —Y se llevó la mano a la empuñadura del gladio
5.
Atravieso otro vagón tratando de esquivar los miembros que asoman de las literas inferiores, los brazos que se salen de sus límites
6.
Atravieso puerta -dijo, acompañando las palabras con la acción adecuada
7.
Atravieso el comedor a la velocidad del rayo y me refugio en el cuarto de baño
8.
Salgo corriendo de la habitación, atravieso el pasillo y bajo las escaleras, saliendo al patio de gravilla
9.
La atravieso de esta forma y así encuentro el punto de incisión
10.
–¡Publio Macieno es el centurión al mando y si tienes algo en contra te lo tragas o por Hércules que te atravieso aquí mismo! – Y se llevó la mano a la empuñadura del gladio
11.
Atravieso los puestos de carne, empujando con el hombro piernas de res y cabezas de carnero