1.
Entrelas obras, que enriquecieron á la literatura española de esta época,cuéntanse las traducciones de Virgilio y del Dante, y una titulada Lostrabajos de Hércules, de la cual no se sabe con certeza si estabaescrita en verso, ó si era sólo un drama mitológico en prosa
2.
Su título, al menos, parece indicar un drama, aunque nose sepa con certeza la significación, que le dió su autor, pues de sudedicatoria á Doña Violante de Prados, condesa de Módica y Cabrera, sólose deduce que eran harto confusas y embrolladas sus nociones acerca delos diversos géneros de poesía
3.
Son los másantiguos de esta especie que se encuentran, así en la literaturaportuguesa como en la española, aunque (atendiendo á una presunción, quequizá pudiera llamarse certeza) restos, sin duda, de otras muchascomposiciones semejantes, que se habían divulgado por toda la Penínsulapirenáica, y desaparecieron sin dejar otras huellas, puesto que seríaabsurdo no creer en su existencia, recordando las leyes y concilios,citados por nosotros en su lugar correspondiente
4.
No es sensato, sin embargo,convertir en certeza tales dudas, puesto que ya no existen lasproducciones en que pudiéramos fundarnos[317]; mas no se afirmará que ladegeneración del arte no se anuncie ya en estos nimios cuidados que seconsagran á recrear los sentidos, y hasta la circunstancia de queninguno de esos trabajos literarios haya durado hasta nuestros días,parece confirmar que el mérito de casi todas ellas no eraextraordinario
5.
me habitaba la certeza incomprensible de que se encontraba muy cerca de mí, haciéndome
6.
razonable certeza de que la colaboración que se le demandaba podía inscribirse en el
7.
Más tarde, dar certeza a la esperanza, causa y consecuencia de eliminar el juicio
8.
necesitaban ver en su hijo la promesa de un mejor futuro y la certeza de que alguien mantendría vivo el recuerdo de sus tierras
9.
La persona se despierta buen día con la certeza de lo que debe hacer
10.
Esto es con certeza lo que sucede en la vida de los artistas que han sabido crear obras inmortales
11.
esfuerzo debe identificarse envuestra intimidad con la certeza
12.
certeza de que el pobre caballono saldría de la enfermedad
13.
aunque conocía con certeza el nacimiento, laposición y los bienes de D
14.
experiencia,le estan diciendo con toda certeza, que muchosdatos son imaginarios, que el cálculo
15.
El ingeniero reconocía la certeza de las observaciones del
16.
En cambio, la certeza de ser invulnerable le proporcionaba un granempuje para la acción
17.
suyacon la certeza de sucumbir en el fuerte, porqueno podía hacerse ilusiones en cuanto
18.
ella todo se hunde enel caos; la certeza de la existencia del
19.
contradiccionsino aplicando mi principio: «lo que está contenido en la idea clara ydistinta de una cosa, se puede afirmar de ella con toda certeza
20.
En efecto: que elhombre al querer examinar el orígen de sus conocimientos, y losprincipios en que estriba su certeza, se encuentra con el hecho de
21.
contradiccion, es la famosa de loscartesianos: lo que está comprendido en la idea clara y distinta deuna cosa, se puede afirmar de ella con toda certeza
22.
«Lo que está comprendidoen la idea clara y distinta de una cosa, se puede afirmar de ella contoda certeza
23.
mayor certeza en las ciencias puramenteideales
24.
en certeza á proporcion que sealejan del órden ideal y se engolfan en la realidad de las cosas
25.
] Quiero terminar este libro, presentando en resúmen misopiniones sobre la certeza
26.
) Conviene distinguir entre la certeza y la verdad: entre las doshay relaciones íntimas, pero son cosas muy diferentes
27.
La certeza es un firmeasenso á una verdad, real ó aparente
28.
Importancia y utilidad de las cuestiones sobre la certeza
29.
Universalidad y constancia de las disputassobre la certeza
30.
No hay una, orígen de la certeza de las demás
31.
Hay certeza de la existencia de un mundo externo
32.
No conocemos con mas certeza que á unasensación le corresponda en lo
33.
evidente; y quien lo ponga en duda combate la{194} certeza de la misma Geometría
34.
Por lo voluminoso de la obra, y porque se deseaba más certeza en la propiedad del
35.
qué; sin conocercon certeza quién era el que los convocaba
36.
apenaba la enfermedad deGabriel, la certeza de que la muerte había puesto en él su mano,
37.
La certeza de que la muerte acabaría por vencerlo enardecía a Esteban,haciéndole redoblar los
38.
éramos los amos del mundo, y había dinero y grandeza, y sevivía feliz en la tierra, con la certeza
39.
desaparecido; seborraban los caminos; nadie en España sabía con certeza la geografía delpaís, y
40.
inspiraría su conciencia lanoción clara de la solidaridad con sus semejantes, la certeza de
41.
aunque con la certeza de que esto no podía reportarleningún beneficio positivo y los
42.
certeza de que el enemigo estaba cerca y podíahacerles
43.
creado el gobierno con suspartes optimistas—, la certeza de que
44.
La certeza de que en el castillo no se ocultaban enemigos le
45.
dignidad de bravo, la certeza del encierro en elSeminario;
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certeza de que trabajaban enel aprovisionamiento de los
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certeza de queeran los enemigos vistos en el bar
48.
certeza del tiempo de los expatriados, y me extenderé en
49.
La superficie no se puede precisar con certeza, pero se calcula, según datos oficiales, en unas 2
50.
que pudiese conocer con certeza cuál era en este negocio
51.
certeza, hubiera redoblado mis esfuerzosen las disposiciones que di con permiso de estos
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lo primero, y alguna reflexion de los lectores paracomprender con certeza lo que de
53.
Es algo que atraviesa el tiempo, que traspasa el espíritu; más que una certeza, es una fulguración
54.
De lo que sí tenía la total certeza era de que se terminaron abruptamente, cuando una voz se interfirió en sus divagaciones
55.
Era nuestra única certeza
56.
Los pitagóricos se deleitaban con la certeza de la demostración matemática, la sensación de un mundo puro e incontaminado accesible al intelecto humano, un Cosmos en el cual los lados de triángulos rectángulos obedecen de modo perfecto a relaciones matemáticas simples
57.
Temblaba ante la idea de adquirir la certeza de que Marguerite no mereciera lo que experimentaba por ella
58.
Sabía, con la absoluta certeza que da una larga experiencia, que si a los especialistas se les diera acceso a aquel material, las ciencias y la investigacion biblicas avanzarían en los próximos diez años más de lo que podrían hacerlo en cincuenta años, por lo menos
59.
Pero sabía con una certeza absoluta que la Iglesia estaba alzando su brazo y que, antes de que se pusiera el sol, habría empezado a aplastarlo a él
60.
– ¿Tiene la certeza de que esta a salvo?
61.
Respiró aliviado y corrió hacia la luz con la certeza de haber escapado de la pesadilla del laberinto tras un interminable peregrinaje
62.
Ben dirigió una última mirada al manto ensangrentado y penetró de nuevo en los túneles con la certeza de que esta vez, tomase el camino que tomase, todas las galerías convergirían en un mismo punto
63.
Supe entonces, con certeza, que aquéllas eran las manos que Benjamín Sentís había perdido en las profundidades del alcantarillado
64.
Mijail absorbía aquellas lecciones ávidamente, con la certeza de que en aquella ciencia había un mensaje que esperaba ser descubierto
65.
Allí dentro, detrás de sus pupilas, bailaba el germen de la locura, infatuado por la absoluta certeza de que su Padre celestial requería que se sometiese a los Jueces: que se entregase a los difuntos resucitados, que también él se doblegase al Juicio Final
66.
También se entretuvo en la cuestión de «la certeza más allá de la duda razonable» y les recordó la presunción de inocencia del acusado hasta que su culpa quede convincentemente demostrada
67.
Pese a ello, y también pese a que durante toda la tarde y la noche las noticias que llegaban a la Zarzuela sobre las capitanías generales variaban de minuto en minuto y con frecuencia eran o parecían contradictorias, es muy posible que antes de las nueve de la noche el Rey tuviera la certeza razonable de que a menos que un imprevisto diese un vuelco a la situación los capitanes generales no iban a atreverse por el momento a desobedecer sus órdenes
68.
Tardaron horas en conseguir ambas cosas, si es que en verdad las consiguieron; de hecho, grupos vociferantes de partidarios de los golpistas acosaron durante toda la noche la Carrera de San Jerónimo y, desde los primeros minutos del secuestro hasta los últimos, militares, policías y guardias civiles vestidos de uniforme o de paisano entraron a placer en el Congreso sin que nadie supiera con certeza si quien entraba lo hacía para unirse a Tejero y sus hombres o para averiguar sus intenciones, para solidarizarse con su causa o para minarles la moral, para llevarles noticias del exterior o para recogerlas del interior e informar a las autoridades, para parlamentar con ellos o para fisgonear; más aún: muchas personas que acudieron a las cercanías del Congreso en los primeros momentos del golpe aseguran que, en medio de aquella barahúnda, nadie parecía tener en absoluto claro si los guardias civiles y policías de Aramburu y Sáenz de Santamaría habían rodeado el edificio para reducir a los asaltantes o para velar por su seguridad, para impedir que nuevos contingentes de militares o civiles los reforzasen o para franquearles la entrada, para rechazar el golpe o para alentarlo
69.
La primera mitad de esa certeza se desvaneció en el verano de 1977, poco después de las primeras elecciones democráticas
70.
Que los ideales de Tejero nos parezcan perversos y anacrónicos no califica la bondad o la maldad de sus intenciones, porque el mal se fabrica a menudo con el bien y tal vez el bien con el mal; mucho menos autoriza a atribuir su fechoría a una pintoresca enajenación: si Tejero hubiese sido un enajenado no hubiera preparado durante meses y llevado a cabo con éxito una operación compleja y peligrosa como la toma del Congreso, no hubiera conseguido mantener el control casi absoluto que mantuvo del secuestro durante las diecisiete horas y media que duró, no hubiera sabido jugar sus bazas ni hubiera maniobrado para conseguir sus objetivos con la serena racionalidad con que lo hizo; si hubiera sido un enajenado, si hubiera llevado su locura hasta el final, tal vez el secuestro del Congreso hubiera acabado con una degollina y no con la negociación con la que acabó una vez que tuvo la certeza de que el golpe había fracasado
71.
No pudo hacerlo con Felipe González (como quizá era su propósito), pero sí con Enrique Múgica, número tres del PSOE Y encargado de asuntos militares del partido; páginas atrás he descrito la entrevista: se celebró el 22 de octubre en Lérida y fue un éxito para Armada, quien salió de ella con la certeza de que los socialistas no sólo comulgaban con la idea de un gobierno de unidad presidido por un militar, sino también con la idea de que ese militar fuera él
72.
Varios generales, incluido Gabeiras, se han ofrecido a acompañarlo, pero Armada ha exigido ir solo: su doble juego no admite testigos; ha recibido de Gabeiras permiso para ofrecerle a Tejero, a cambio de la libertad de los diputados, un avión con que salir del país hacia Portugal y dinero con que financiar un exilio transitorio; ha hecho la pantomima de pedirle a Milans que le pida a Tejero una contraseña que le franquee la entrada al Congreso (y Milans le ha dado de parte de Tejero la misma contraseña que Armada probablemente le dio a Tejero dos días atrás: «Duque de Ahumada»); ha hecho la pantomima de despedirse de los generales del Cuartel General blandiendo un ejemplar de la Constitución (y los generales lo han despedido a su vez con la certeza o la esperanza de que regresará convertido en presidente del gobierno)
73.
Luego el Rey se despidió y Suárez colgó el teléfono con la certeza de que el monarca se había acobardado y había nombrado a Silva o a López Bravo y no había tenido valor para darle la noticia
74.
Para los franquistas y para la oposición democrática, que habían propugnado el voto negativo y la abstención, el revés fue concluyente; mucho más para los primeros que para la segunda, claro está: a partir de aquel momento los franquistas ya sólo podían apelar a la violencia, y la semana del 23 al 28 de enero -en la que grupos de ultraderecha asesinaron a nueve personas en una atmósfera prebélica y en la que Suárez tuvo la certeza de que alguien intentaba un golpe de estado- fue el primer aviso de que estaban dispuestos á utilizarla; respecto a la oposición democrática, se vio obligada a arrumbar la quimera de imponer su limpia ruptura frontal con el franquismo para aceptar la inesperada y trapacera reforma con ruptura impuesta por Suárez y empezar a negociar con éste, dividida, descolocada y debilitada, en los términos que él había elegido y que más le convenían
75.
Puesto que ése era el diagnóstico prerrevolucionario del periódico que mejor representaba a la izquierda española, tal vez cabría preguntarse si gran parte de la sociedad democrática no les estaba proporcionando a los golpistas excusas diarias con que reafirmar su certeza de que el país se hallaba en una situación de máxima emergencia que exigía soluciones de máxima emergencia; tal vez cabría preguntarse incluso -es sólo una manera más incómoda de formular la misma pregunta- si gran parte de la sociedad democrática no se confabuló a su pesar para facilitarles involuntariamente la tarea a los enemigos de la democracia
76.
El espejismo, en cualquier caso, apenas duró un par de años: al tercero ya había empezado a invadir el Congreso y la opinión pública la certeza de que lo que Suárez llamaba una política de estado era en realidad una política ambigua, tramposa y populista, que buscaba en Madrid los votos de la izquierda y en Ávila los de la derecha, y que le permitía pactar con la izquierda en el Congreso y con la derecha en los ayuntamientos; al cuarto, tras cosechar resultados decepcionantes en las elecciones generales y europeas, surgieron los problemas en el partido, las divisiones internas y los expedientes a los militantes díscolos, y la derecha y la izquierda vieron la ocasión esperada de ultimar a un adversario común y se arrojaron a la vez sobre él en busca de sus votantes de izquierda y de derecha; al quinto año sobrevino el derrumbe: en las elecciones autonómicas del 26 de mayo del 91 el CDS perdió más de la mitad de sus votos y quedó fuera de casi todos los parlamentos regionales, y aquella misma noche Suárez anunció su dimisión como presidente del partido y su renuncia a su escaño en el Congreso
77.
El problema era que en aquel punto, plantado ya el Rey sin retorno frente a los golpistas, esa reacción hubiera entrañado casi a la fuerza un enfrentamiento armado entre leales y rebeldes a la Corona, algo que había sido una posibilidad desde el principio del golpe pero que quizá nunca estuvo tan cerca de ocurrir como entonces, cuando las órdenes del Rey apenas empezaban a erosionar la moral de los sublevados y aún no había cundido del todo en el ejército la certeza de que el golpe ya no iba a triunfar
78.
La alegría con la que le recibieron los dos esclavos tenía su propia razón de ser: más que un afecto sincero por su patrón, se trataba del alivio que sentían por la certeza de que en breve iban a ser liberados de las innumerables tareas que, a la espera de su regreso, el liberto les había
79.
Su verdadera religión era el espíritu del cuerpo, la certeza de que en la legión ninguno estaba solo y que, en cualquier circunstancia, cada uno podía contar siempre con la ayuda de sus compañeros
80.
Oh, sí, era así, la vida de aquel niño había sido así, la vida había sido así en la isla pobre del barrio, unida por la pura necesidad, en medio de una familia inválida e ignorante, con su sangre joven y fragorosa, un apetito de vida devorador, una inteligencia arisca y ávida, y siempre un delirio jubiloso cortado por las bruscas frenadas que le infligía un mundo desconocido, dejándolo desconcertado pero rápidamente repuesto, tratando de comprender, de saber, de asimilar ese mundo que no conocía, y asimilándolo, sí, porque lo abordaba ávidamente, sin tratar de escurrirse en él, con buena voluntad pero sin bajeza y sin perder jamás una certeza tranquila, una seguridad, sí, puesto que era la seguridad de que conseguiría todo lo que quería y que nada, jamás, de este mundo y sólo de este mundo, le sería imposible, preparándose (y preparado también por la desnudez de su infancia) a encontrar su lugar en todas partes, porque no deseaba ningún lugar, sino sólo la alegría, los seres libres, la fuerza y todo lo que de bueno, de misterioso tiene la vida, y que no se compra ni se comprará jamás
81.
¿Cómo comenzó el adiestramiento de perros? Nadie lo sabe con certeza, claro, pero yo me imagino a un grupo de humanos y caninos recorriendo juntos las praderas y cooperando para conseguir comida, agua y refugio hace miles de años
82.
Habiendo adquirido la certeza de que no podía salir de la ciudad por medios legales, estaba decidido, se lo había dicho a Rieux, a usar los otros
83.
Y no fue la idea de la prisión lo que logró detener a aquellos desgraciados, sino la certeza que todos tenían de que una pena de prisión equivalía a una pena de muerte, por la excesiva mortalidad que se comprobaba en la cárcel municipal
84.
Yo descubrí que lo mejor era andar con una piel de pécari enrollada a la cintura, y aunque apestara a demonios y las putas me rechazaran, al menos tenía la certeza de que cuando estaba en el puesto de escucha ningún hijo de puta de jaguar me iba a saltar al cogote
85.
Le agobió y le asustó incluso más que cuando lo vio por primera vez abrigando la certeza de que jamás saldría vivo de él y aquellos muros se convertirían a la vez en su prisión y su tumba
86.
Fue eso lo que leyó en sus ojos: la muda súplica de que tomara una decisión sin obligarle a continuar viviendo en semejantes condiciones, y cuando por fin alzó la espada—abrigó la absoluta certeza de que no tenía la menor intención de defenderse, por lo que de un tajo rápido, fuerte y preciso le cercenó limpiamente la cabeza que tras mantenerse unos segundos como quieta en el aire rodó mansamente hasta el centro de la hoguera donde los escasos cabellos y la rojiza barba comenzaron muy pronto a chamuscarse
87.
Anda rápido, resuelto, saboreando la certeza de calmar, dentro de breves minutos, la curiosidad
88.
La certeza de siempre los no-límites
89.
Así, empezaban a los gritos al encontrarse con un simple perchero, en la certeza de que se trataba de la creación de una mente al borde del colapso
90.
Del mismo modo el árbol de la duda suele dar la flor de la certeza
91.
El demonio que le había soplado al oído este pensamiento no le abandonó, y siguió atormentándole con esa tenacidad que hace que ciertas dudas, al cabo de un instante y a fuerza de pensar en ellas, se conviertan en certeza
92.
Me quedó grabada en la cabeza su certeza —no es un horror