1.
argumento un sofisma y una espesa cortina de humo es que funciona bien mientras se aplique
2.
una pesada cortina de lluvia se abatió sobre el mundo
3.
cortina, en este caso una pequeña modificación del guión hacía que Tasio estuviera
4.
cortina delos bosques! Había como un nimbo de oro en torno de
5.
La portera me dijo que esperara en el locutorio, y al poco rato de estar allí corrióse la cortina de
6.
Vi los cañones inmóviles y delante una espesa cortina de humo, que al
7.
de una cortina de color,y en todos los tableros flores y violines
8.
De pronto, levantose la cortina, apareció
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Y levantó la otra cortina que el bufón no había levantado
10.
enposición de verlo y oír todo desde detrás de la cortina de laalcoba
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recelosa á la cortina, tras la cual seocultaba el bufón
12.
El duque miró á la cortina de la puerta tras la cual habíadesaparecido el bufón
13.
Aquella cortina era en aquellos momentos para el duqueel velo impenetrable de la
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Luego se dirigió á aquel misterioso apartamiento, cubiertopor una cortina, en el que
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curiosidad una cortina impenetrable
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La cortina que cubre la entrada de la tienda de los Felshammer
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adornada con una cortina de cuero, como sólo se veen las iglesias, una de las viejas
18.
cortina de nieblas que las ha tapado todo el invierno
19.
cortina del comedor se levantó y aparecióJuana diciendo tranquilamente:
20.
La cortina de ramas lesocultaba el río;
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consistia en lareflectacion de los rayos del sol por una cortina; i como esta
22.
Corrió la cortina y reconoció en el personaje que subía la
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separaba las dospiezas, y levantando suavemente la cortina de
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Entró en la casa, y María de la Luz, al asomarse tras la cortina
25.
cortina de matorrales, asomando loscuernos y el hocico
26.
Al levantarse la cortina y ver asu
27.
Secolocaba una cortina blanca en
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se apoderó de los cordones de la cortina ytiró de ellos con fuerza
29.
La cortina, al
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Zaratustra saliendo de la cuadra, levantó una cortina
31.
Pronto se cansaron los pasajeros de contemplar la cortina de
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Por una cortina entreabierta distinguieron á la doctora, que
33.
Una cortina iba á correrse en su pasado,
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cortina la aguja de la torrede la catedral
35.
cautelosamente la cortina para echar los gemelos a lagenerala, que estaba en un palco
36.
La cortina cenicienta de la lluvia ondula en el claro de luz querecorta la boca de la cueva
37.
Y le cogió la mano que andaba tropezando en la cortina, y se la apretócon franca cordialidad
38.
cortina de la puerta de su despacho
39.
la cortina de la alcoba y vio un pie
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rebenques y el lotepartió, levantando tras sí como la cortina de
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oculta detrás de una cortina y no pudo evitar el encontrarle elegante, sencillo y agraciado
42.
sehallaba ya en la cámara chica, y se quedó detrás de la cortina
43.
Allá arriba, aislada del resto de la cabaña con una fina cortina de muselina, disfrutaba al menos de un poco de intimidad
44.
¡Y pobres de ellos si el agua no estaba bastante caliente! En tal caso, Tas montaba en cólera y los golpeaba en la cabeza con el cubo vacío o intentaba sacarles los ojos con una barra de cortina, la mejor arma que tenía a su disposición
45.
Genevieve temblo al reconocer por el tintineo quien habia entrado, y dejo caer la cortina que habia entreabierto
46.
Sillones excesivamente blandos, cortina largas y llenas de polvo que iban desde el techo al suelo, lámparas doradas, un aparato de radio que tenía el aspecto de seguir dispuesto a lanzar al aire los discursos de Malenkov o Bulganir
47.
Irene suspiró y, por un instante, sus ojos se perdieron en los reflejos que teñían la cortina de gasa
48.
Fue entonces cuando aquella silueta oscura se recortó tras la cortina y se detuvo al otro lado
49.
Les costó un enorme esfuerzo volver a dejar limpio de espectros todos los pisos y habitaciones, armados como iban únicamente con una resistente barra de cortina de hierro y un palo terminado en gancho de los aperos de la chimenea
50.
La cortina de eucaliptos que había atravesado para llegar era, en realidad, un amplio cerco, de más de mil metros de perímetro, con el galpón dentro
51.
La muchacha quedó mirando el pequeño espacio sumido en la oscuridad que se abría ante ella: era apenas un breve tabuco separado de la habitación por la sucia cortina
52.
Y señaló la sucia cortina que separaba el aposento del estrecho y maloliente tabuco
53.
Descorrió la cortina y ambas entraron en el tabuco
54.
Y apenas había pronunciado la última palabra entre dientes, pensándola en voz alta, cuando se descorrió la sucia cortina y una sombra de mujer se recortó en el hueco de la puerta
55.
Y aguardé con Nash en el descansillo de la escalera, detrás de una cortina de terciopelo que disimulaba la ventana, hasta que el reloj de la casa dio las dos y se abrió la puerta de la habitación de Symmington y éste dirigióse al dormitorio de Megan
56.
Exteriormente, la biografía de José Luis Cortina presenta muchas similitudes con la de Javier Calderón, con quien inició en los años setenta una amistad que llega hasta hoy mismo; pero las similitudes son sólo exteriores, porque Cortina es un personaje mucho más complejo y más ambiguo que el antiguo secretario general del CESID, alguien descrito con admirativa uniformidad por quienes mejor lo conocen como un auténtico hombre de acción y a la vez como un virtuoso del camuflaje: un personaje dodecafronte, según escribió Manuel Vázquez Montalbán después de entrevistarlo
57.
Como Calderón, Cortina se formó en el falangismo con inquietudes sociales de la escuela militar preparatoria Forja, sólo que la vocación política de Cortina fue desde siempre mucho más sólida que la de Calderón y le llevó en los años sesenta a militar en grupúsculos radicales de la izquierda falangista que, como el Frente Social Revolucionario, sin salirse del redil del régimen pretendían renovarlo o purificarlo con injertos filomarxistas y simpatías por la Cuba de Fidel Castro
58.
Cortina no pasó a formar parte de los servicios de inteligencia hasta 1968, cuando, recién cumplidos los treinta años y tras licenciarse en la Academia militar con uno de los primeros números de su promoción -la 14, la misma del Rey-, fue cooptado por el Alto Estado Mayor para organizar la primera unidad de operaciones especiales de los servicios de inteligencia, la SOME, en la que trabajó hasta mediados de los setenta
59.
Para entonces se habían atemperado sus ímpetus seudorevolucionarios y, como Calderón y como su hermano Antonio, con quien siempre compartió ideas y proyectos políticos, participó en GODSA, el gabinete de estudios o amago de partido político que se vinculó a Manuel Fraga para buscar con él una reforma sin ruptura del franquismo y que se apartó de él (o lo hicieron muchos de sus miembros) en cuanto estuvo claro que la monarquía apostaba por la reforma con ruptura de Suárez; como Calderón, por esa época Cortina ejerció de abogado defensor de uno de los militares antifranquistas de la Unión Militar Democrática: el capitán García Márquez
60.
Desde el punto de vista político Cortina era hacia principios de los años ochenta un militar de fidelidad monárquica que, aunque cuatro años atrás había aceptado sin reticencias el sistema democrático, ahora pensaba como buena parte de la clase política (y a diferencia de Calderón, atado a la lealtad de Gutiérrez Mellado) que Adolfo Suárez había hecho malla democracia o la había estropeado, que el sistema había entrado en una crisis profunda que amenazaba la Corona, y que la mejor forma de sacarla de esa crisis era la formación de un gobierno de coalición o concentración o unidad en torno a un militar de las características del general Armada, a quien Cortina conocía bien y a quien además se hallaba unido a través de su hermano Antonio, que mantenía una buena amistad con el general y que había continuado su carrera política en las filas de la Alianza Popular de Manuel Fraga; desde el punto de vista técnico, desde el punto de vista de su quehacer en el espionaje, nada define mejor a Cortina que la propia naturaleza de la AOME
61.
El mérito correspondió por entero a su fundador: Cortina mandó durante cuatro años la AOME gozando de una casi completa autonomía; su solo vínculo jerárquico con el CESID era Calderón, quien no supervisaba la unidad sino que en la práctica se limitaba a solicitar de ella, a petición de las distintas divisiones del centro, informaciones que luego el comandante se ocupaba de obtener sin rendir cuentas a nadie de su forma de obtenerlas
62.
Este hermetismo quizá sólo podía mantenerse, por lo demás, gracias a una suerte de espíritu de secta; según aseguran quienes estuvieron a sus órdenes en aquellos años, Cortina consiguió insuflar ese espíritu en sus casi doscientos hombres y consiguió de ese modo formar con ellos una élite compacta que se imaginaba a sí misma como una orden de caballería disciplinada por la lealtad a su jefe y a un lema compartido con otras unidades del ejército: «Si es posible, está hecho; si es imposible, se hará»
63.
Ése era a grandes rasgos el comandante José Luis Cortina; eso era a grandes rasgos la AOME
64.
Dadas las características personales del comandante y dadas las características organizativas y operativas de la unidad que mandaba, siempre instalada en el borde de la legalidad o más allá de ella, siempre operando de forma encubierta y sin fiscalización externa, no cabe duda de que la AOME de Cortina pudo apoyar el golpe del 23 de febrero mientras el CESID de Calderón se oponía a él; dada la cohesión interna de que Cortina dotó a la AOME, es muy improbable que sus miembros pudieran actuar sin la autorización o el conocimiento del comandante
65.
No digo que sea imposible (al fin y al cabo la cohesión interna de la unidad demostró no carecer de fisuras, porque fueron miembros de la AOME quienes, tras el 23 de febrero, denunciaron la participación de sus compañeros y del propio Cortina en el golpe de estado; al fin y al cabo, aunque quizá el capitán Gómez Iglesias había sido encargado meses atrás por Cortina de la vigilancia de Tejero, en el último momento pudo sumarse al golpe sin consultar con Cortina, llevado por la antigua amistad y la comunión de ideas que le unían al teniente coronel); digo que es muy improbable
66.
¿Fue eso lo que ocurrió? ¿Organizó o apoyó el comandante Cortina el 23 de febrero? Y si lo hizo, ¿por qué lo hizo? ¿Para apoyar con la fuerza el gobierno de Armada? ¿O apoyó el golpe lo justo para ser un triunfador si el golpe triunfaba y lo combatió lo justo para ser un triunfador si el golpe fracasaba? ¿O lo apoyó como un agente doble, o como un agente provocador, sumándose al golpe para controlarlo desde dentro y hacerlo fracasar? Todas estas hipótesis se han planteado alguna vez, pero es imposible tratar de contestar esas cinco preguntas sin antes tratar de contestar cinco preguntas previas: ¿conoció Cortina con antelación el quién, el cuándo, el cómo y el dónde del 23 de febrero? ¿Estuvo Cortina en contacto con Armada y con los demás golpistas en los días previos al 23 de febrero? ¿Qué hizo exactamente Cortina en vísperas del 23 de febrero? ¿Qué hizo exactamente Cortina el 23 de febrero? ¿Qué ocurrió exactamente en la AOME el 23 de febrero?
67.
En esa tarea sobresalió el teniente coronel Tejero, quien durante el juicio del 23 de febrero declaró que en una de las reuniones previas al golpe el comandante Cortina había identificado a la autoridad militar que acudiría al Congreso con un nombre en clave: el Elefante Blanco; es muy posible que el testimonio de Tejero fuese sólo una fantasía destinada a añadir confusión a la confusión de la vista oral, pero algún periodista la acogió en sus crónicas y de ese modo consiguió llenar el hueco de un nombre propio con la energía de un símbolo y prolongar hasta hoy la salud del enigma
68.
Es muy posible que gente próxima a él, como Antonio Cortina -hermano del jefe de la AOME y miembro destacado de la Alianza Popular de Manuel Fraga-, promocionara su candidatura, pero es indudable que nadie hizo tanto por ella como el propio Armada
69.
Los dos primeros son buenos amigos de Tejero y los conocemos bien: Muñecas es el capitán que en la tarde del 23 de febrero se dirigió a los parlamentarios secuestrados desde la tribuna del Congreso para anunciarles la llegada de una autoridad militar; Gómez Iglesias es el capitán adscrito a la AOME -La unidad de operaciones especiales del CESID- que posiblemente había sido encargado por el comandante Cortina de la vigilancia de Tejero y que, según esta primera versión de los hechos, el 23 de febrero actuó a espaldas de su jefe, porque sin conocimiento de Cortina ayudó al teniente coronel a vencer las últimas reticencias de algunos oficiales que debían acompañarlo en la tarde del golpe y tal vez también le proporcionó hombres y material de la AOME con que escoltar la marcha de sus autobuses hacia el Congreso
70.
Ésa es la primera versión; la segunda no la contradice y sólo difiere de ella en un extremo: aparece el comandante Cortina
71.
Se trata de una versión sospechosa porque es la versión de los golpistas o, más concretamente, la versión de Tejero: ateniéndose a la línea común de defensa empleada por los acusados durante el juicio del 23 de febrero, y basándose en una supuesta complicidad entre Cortina y Armada y el Rey, Tejero intenta exculparse inculpando a Cortina (y con Cortina a los servicios de inteligencia), inculpando a través de Cortina a Armada (y con Armada a la cúpula del ejército) e inculpando a través de Cortina y Armada al Rey (y con el Rey a la institución central del estado); todo esto no convierte automáticamente en falso, claro está, el testimonio de Tejero
72.
De hecho, durante la vista oral del juicio el teniente coronel dio algunos detalles muy precisos que acreditaban su versión; el tribunal, sin embargo, no le creyó, porque erró en otros y porque Cortina tenía una coartada impecable para cada una de sus acusaciones, cosa que obligó a absolverle, aunque no ha impedido que se siga sospechando de él: Cortina es un experto en la fabricación de coartadas y, como escribió una periodista que cubrió las sesiones del juicio, no hace falta ser un lector de novelas policíacas para saber que un hombre inocente casi nunca tiene coartadas, porque ni siquiera imagina que algún día podrá necesitarlas
73.
En la tarde del día 18 o la mañana del día 19, cuando Milans y Tejero toman la decisión de lanzarse al golpe, el capitán Gómez Iglesias, que en efecto lleva meses vigilando al teniente coronel por orden de Cortina, le comunica la noticia a su jefe en la AOME
74.
Cortina no informa a sus superiores, no delata a los golpistas; en vez de hacerlo, se pone en contacto con Armada, quien según le ha dicho Tejero a Gómez Iglesias es el líder del golpe o uno de los líderes del golpe o está involucrado en el golpe y actúa por orden del Rey
75.
Armada tiene una larga relación con Cortina y, porque quiere usar al comandante o porque no tiene otra alternativa, le cuenta lo que sabe; por su parte, Cortina se pone a las órdenes de Armada
76.
A continuación, de acuerdo con Armada, quizá por orden de Armada, Cortina pide a Gómez Iglesias que le concierte una entrevista con Tejero: busca conocer de primera mano los planes del teniente coronel, recordarle los objetivos del golpe y reforzar la cadena de mando de los conjurados
77.
Tejero confía plenamente en Gómez Iglesias y piensa que le conviene disponer de hombres y material de la AOME para asaltar el Congreso, así que accede a la entrevista, y en la misma noche del día 19 los dos oficiales se reúnen en el domicilio de Cortina, un piso de la calle Biarritz, en la zona del parque de Las Avenidas, donde el comandante vive con sus padres
78.
Cortina se presenta ante el teniente coronel como hombre de confianza o portavoz de Armada; le alecciona: subraya que la operación se realiza por orden del Rey con el propósito de salvar la monarquía, establece claramente que su jefe político es Armada aunque su jefe militar sea Milans, le repite el diseño general del golpe y la salida prevista para él (habla de un gobierno presidido por Armada, pero no de un gobierno de coalición o concentración o unidad), le hace preguntas técnicas sobre el modo en que piensa llevar a cabo su parte del plan, le asegura que puede contar con hombres y medios de la AOME e insiste en que el asalto debe ser incruento y discreto y en que su misión concluye en el momento en que una unidad del ejército lo releve y Armada se haga cargo del Congreso ocupado
79.
Eso es todo: los dos hombres se despiden hacia las tres de la madrugada y hasta el 23 de febrero permanecen en contacto a través de Gómez Iglesias, pero al día siguiente de la entrevista Tejero llama a Valencia para cerciorarse de que Cortina es de verdad una pieza del golpe y, tras una conversación telefónica entre Milans y Armada, desde Valencia le dicen que confíe en Cortina y que siga sus instrucciones
80.
Mientras tanto, en algún momento del mismo viernes, o tal vez en la mañana del sábado, Armada decide siguiendo el consejo de Cortina que él también debe reunirse con Tejero y, de nuevo a través de Gómez Iglesias, Cortina arregla para la noche del sábado día 21 una cita entre los dos hombres con el fin de que el general conozca al teniente coronel, le aclare personalmente la naturaleza de la operación y le dé las últimas órdenes
81.
La entrevista se celebra, y en ella Armada vuelve a darle a Tejero las mismas instrucciones que éste recibió de Cortina dos días atrás: la operación debe ser discreta e incruenta, el teniente coronel debe entrar en el Congreso en nombre del Rey y de la democracia y debe salir de allí en cuanto llegue la autoridad militar que se hará cargo de todo (Armada no cree necesario aclarar que esa autoridad militar será él mismo, pero sí que se identificará con una contraseña: «Duque de Ahumada»); todo se hace a las órdenes del Rey para salvar la monarquía y la democracia mediante un gobierno que él presidirá, pero cuya composición no especifica
82.
La entrevista se celebró en un piso secreto de la AOME o en un piso que ocasionalmente usaba el jefe de la AOME, un local situado en la calle Pintor Juan Gris al que Cortina condujo a Tejero después de citarse con él en el cercano hotel Cuzco; Armada y Tejero hablaron a solas, pero mientras lo hacían Cortina permaneció en el hall del piso, y cuando terminaron de hacerlo el comandante volvió a acompañar al teniente coronel hasta la entrada del hotel Cuzco, donde se despidieron
83.
Cortina y Armada nunca han admitido que este episodio sucediera, y en el juicio Tejero no pudo probarlo: la coartada de Cortina era perfecta; en esta ocasión, la de Armada también lo era
84.
Hay una teoría que ha gozado de cierta fortuna, según la cual Cortina intervino en el golpe al modo de un agente doble: no con el propósito de que el golpe saliera bien sino con el de que saliera mal, no con el propósito de destruir la democracia sino con el de protegerla
85.
Los valedores de esta teoría sostienen que Cortina se enteró de que el golpe iba a ocurrir cuando ya era tarde para desactivarlo; sostienen que comprendió que se trataba de una operación improvisada y mal organizada y que decidió precipitarla para no dar tiempo a que los golpistas terminasen de ponerla a punto y para asegurar así su fracaso; sostienen que por eso empujó al golpe a Tejero en su entrevista del día 19, fijándole la fecha del asalto al Congreso
86.
En primer lugar porque Tejero no necesitaba que nadie le empujase a dar un golpe que ya estaba decidido a dar, ni que nadie fijase una fecha que él mismo fijó o que fijaron los avatares del debate de investidura de Calvo Sotelo en el Congreso; y en segundo lugar porque, aunque se enterara de que el golpe iba a producirse con pocos días de antelación, Cortina pudo perfectamente desactivarlo: bastaba con que comunicase lo que sabía a sus superiores, quienes en sólo unas horas hubieran podido detener a los golpistas igual que habían hecho antes del 23 de febrero con los golpistas de la Operación Galaxia e igual que harían después del 23 de febrero con otros golpistas
87.
Como cualquiera de los demás conjurados, Cortina pudo razonar en vísperas del 23 de febrero que sólo había tres formas de que el golpe fracasase: la primera era una reacción popular; la segunda era una reacción del ejército; la tercera era una reacción del Rey
88.
Como cualquiera de los demás conjurados, Cortina pudo pensar que la primera posibilidad era remota (y, si lo hizo, el 23 de febrero le dio la razón con creces): en 1936 el golpe de Franco había fracasado y había provocado una guerra porque la gente se había echado a la calle con el apoyo del gobierno y con las armas en la mano para defender la república; secuestrados el gobierno y los diputados en el Congreso, amedrentada por el recuerdo de la guerra, desencantada de la democracia o del funcionamiento de la democracia, apoltronada y sin armas, en 1981 la gente no sabría más que aplaudir el golpe o resignarse a él, a lo sumo ofrecer una débil resistencia minoritaria
89.
Como cualquiera de los demás conjurados, Cortina pudo también pensar que la segunda posibilidad era igualmente remota (y, si lo hizo, el 23 de febrero volvió a darle la razón con creces): en 1936 el golpe de Franco había fracasado y había provocado una guerra porque una parte del ejército había permanecido a las órdenes del gobierno y se había unido a la gente en defensa de la república; en 1981, en cambio, el ejército era casi uniformemente franquista y por lo tanto serían excepciones los altos mandos que se opusiesen a un golpe de estado, no digamos los que se opusiesen a un golpe de estado patrocinado por el Rey
90.
Era, de hecho, la única posibilidad, o al menos la única posibilidad que Cortina o cualquiera de los demás conjurados podía juzgar de antemano factible: cabía imaginar que -a pesar de que el golpe no fuera contra el Rey sino con el Rey, a pesar de que no fuera un golpe duro sino un golpe blando, a pesar de que no pretendiera en teoría destruir la democracia sino rectificarla, a pesar de que la presión que ejercerían sobre él los sublevados y gran parte del ejército sería enorme y a pesar incluso de que el gobierno resultante del golpe debería contar con la aprobación del Congreso y podría ser presentado por Armada no como un triunfo del golpe sino como una solución al golpe- el Rey decidiese no patrocinar el golpe y hacer uso de su condición de heredero de Franco y de jefe simbólico de las Fuerzas Armadas para detenerlo, tal vez recordando el ejemplo disuasorio de su abuelo Alfonso XIII y de su cuñado Constantino de Grecia, que aceptaron la ayuda del ejército para mantenerse en el poder y al cabo de menos de una década fueron destronados
91.
Insisto: no digo que ése fuera para la monarquía el único resultado posible del golpe si el Rey se oponía a él; lo que digo es que, como cualquiera de los demás conjurados, antes de unirse al golpe Cortina pudo llegar a la conclusión de que los riesgos que el golpe entrañaba para la monarquía eran muy inferiores a los beneficios que podía acarrearle, y de que en consecuencia el golpe era un buen golpe porque triunfaría tanto si triunfaba como si fracasaba: el triunfo del golpe fortalecería la Corona (eso es al menos lo que pudo pensar Cortina y lo que pensaban Armada y Milans); igualmente lo haría su fracaso
92.
Hubiera o no leído a Maquiavelo y hubiera o no recordado su consejo, ése pudo ser el razonamiento de Cortina; suponiendo que lo fuera, también en este punto el 23 de febrero le dio la razón, y también se la dio con creces
93.
En el momento en que se produjo el asalto al Congreso, Cortina se hallaba en la escuela de la AOME, un chalet situado en la calle Marqués de Aracil
94.
Oyó el tiroteo por la radio y de inmediato se trasladó a otra de las sedes secretas de la unidad, está situada en la avenida Cardenal Herrera aria; allí se encontraba su puesto de mando, la Plana Mayor, y desde allí, auxiliado por el capitán García-Almenta, segundo jefe de la AOME, empezó a impartir órdenes: dado que sabía o supuso que el asalto al Congreso era el preludio de un golpe de estado y que podía provocar tensiones en la unidad, Cortina ordenó que todos sus subordinados permanecieran en sus puestos y prohibió cualquier comentario a favor o en contra del golpe; luego mandó localizar todos los equipos que se encontraban operando en las calles, organizó el despliegue de sus hombres por Madrid en misiones de información e impuso medidas especiales de seguridad en todas sus bases
95.
Hasta aquí -y repito: hasta bien entrada la madrugada-, la actuación de Cortina: una actuación que parece descartar su implicación en el golpe, pero que en absoluto permite excluirla (en realidad, colaborar con el contragolpe era, a medida que la noche avanzaba y se alejaba la posibilidad de que el golpe triunfase, la mejor forma de resguardarse contra el fracaso del golpe, porque era una forma de resguardarse contra la acusación de haberlo apoyado); menos aún permite excluirla lo que sabemos de la actuación de algunos de sus subordinados
96.
Monge era el jefe de la SEA, una unidad secreta dentro de la unidad secreta de Cortina integrada por hombres de su máxima confianza y cuya misión principal pero no única consistía por aquella época en preparar a agentes destinados a infiltrarse entre los simpatizantes de ETA en el País Vasco; a esta unidad pertenecían también el sargento Miguel Sales y el cabo José Moya
97.
Ahora bien, si aceptamos que el testimonio sobre el terreno de Monge es veraz -y no veo cómo podríamos rechazarlo-, entonces la actuación de la AOME el 23 de febrero parece aclararse, y también la de Cortina: los tres miembros de la unidad -los tres miembros de la SEA: Monge, Sales y Moya- colaboraron efectivamente en el asalto al Congreso, pero no lo hicieron a espaldas de Cortina y por orden de Gómez Iglesias, con quien no tenían la menor relación de carácter orgánico -en esos días, además, Gómez Iglesias estaba de baja temporal en la unidad, porque se hallaba realizando un oportuno curso de circulación en el mismo acuartelamiento del que partieron los autobuses de Tejero-, sino por orden de García-Almenta, y es concebible que Gómez Iglesias reclutara hombres y actuara en favor del golpe sin contar con una orden de Cortina, pero es inconcebible que lo hiciera García-Almenta, a quien no unía ningún vínculo personal con Tejero y que sólo pudo saber con antelación del golpe a través de Cortina
98.
Así pues, es altamente probable que el 23 de febrero el jefe de la AOME ordenara a varios miembros de su unidad -al menos Gómez Iglesias, García-Almenta y los tres integrantes de la SEA- que apoyaran el golpe, De este modo se explicaría que en la madrugada del día 24, cuando el fracaso de la intentona era ya inevitable y regresó desde la sede central del CESID hasta la sede central de la AOME, Cortina se reuniera en dos ocasiones, a puerta cerrada y durante largo tiempo, con Gómez Iglesias y García-Almenta, sus dos principales cómplices, posiblemente para asegurar coartadas y acorazarse contra cualquier sospecha; y de este modo se explicaría también que el día 24 Cortina realizara una ronda de reuniones en todas las sedes de la AOME con el fin de despejar los rumores que corrían por la unidad -casi todos procedentes de las infidencias de Monge-, establecer un relato oficial e inmaculado de lo ocurrido en ella el día anterior y eximir de cualquier responsabilidad en el golpe al general Armada, de quien Cortina había hecho grandes elogios ante sus hombres en las jornadas previas, como si quisiera prepararlos para lo que debía ocurrir
99.
Además, la altísima probabilidad de que Cortina estuviera en el golpe nos entrega retroactivamente otras probabilidades, nos obliga a inclinarnos por una de las dos versiones de los antecedentes inmediatos del golpe y nos autoriza a contestar la pregunta principal sobre Cortina y sobre el papel de los servicios de inteligencia en el 23 de febrero: es muy probable que, al saber por Gómez Iglesias que Tejero se lanzaba a un golpe liderado por Armada, Cortina se pusiera en contacto con el general (si es que los dos hombres no estaban ya en contacto; en todo caso, Cortina reconoce haber visto a Armada un día indeterminado de esa semana, según él para felicitarlo por su nombramiento como segundo jefe de Estado Mayor del ejército); es muy probable que, ya colocado a las órdenes de Armada, Cortina se ocupara de aclararle a Tejero personalmente o a través de Gómez Iglesias la naturaleza, los objetivos y la jerarquía del golpe y le prometiera la ayuda de sus hombres para asaltar el Congreso; es muy probable que, concertara o no la entrevista entre Tejero y Armada y se celebrara o no ésta, Cortina sirviera para que Armada transmitiese a Tejero las últimas instrucciones sobre la operación; es muy probable, en suma, que en los días previos al golpe Cortina se convirtiera en una especie de ayudante de Armada, en una especie de jefe de Estado Mayor del líder del golpe
100.
Por las sedes del organismo circulaban rumores acerca de la participación de miembros de la unidad del comandante Cortina en la intentona; muchos de ellos señalaban a los tres miembros de la SEA -el sargento Sales, los cabos Monge y Moya-, al capitán Gómez Iglesias, al capitán García-Almenta, segundo del comandante Cortina, y al propio Cortina; todos o casi todos ellos procedían de la misma fuente: el capitán Rubio Luengo y el sargento Rando Parra, a quienes en la tarde del golpe Monge había relatado su peripecia como guía de los autobuses de Tejero hasta el Congreso, secundado por Moya y Sales, por orden de García-Almenta y, ésa era la inferencia general, de Cortina