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    Usar "descubrir" en una oración

    descubrir oraciones de ejemplo

    descubierto


    descubre


    descubren


    descubres


    descubriendo


    descubrimos


    descubrir


    descubro


    descubrí


    descubría


    descubríamos


    descubrían


    descubrías


    descubrís


    1. Las sábanas habían quedado por unmovimiento tirantes y presas bajo el peso del cuerpo, modelando a trozosla forma que cubrían; el embozo caído dejaba al descubierto algo más queel nacimiento del pecho


    2. Pero el cura, que con el barbero había llegado al ver la conversación de don Quijote y los caminantes, como vio que le estaban como metiendo política a la cosa y para evitar que fuera descubierto su artificio, metió la cucharada diciéndole al canónigo:


    3. Juan de la Piedra, veo que se ha descubierto una gran bahía, y en ella,de la parte del sud, un puerto por la latitud de 42 grados 10


    4. Por el seguimiento del enemigo que hicimos en la invasion que se egecutóen esta frontera del Saladillo, y la presente expedicion de 12 de Junio,se ha logrado la ventaja de haberles descubierto á dichos enemigos, loscarriles, y desentrañádoles en parte sus habitaciones, para mejor lograrcastigarles en lo sucesivo: mayormente con la vaquia que se ha tomado,de que se carecia en tantos años, como que ni aun los capitanesfronterizos conocian el parage de las Tunas que se está fortaleciendo


    5. había descubierto por casualidad, investigando otro caso de corrupción local, la caverna de


    6. El tan completamente al descubierto, y ella hace lo mismo conmigo quitándome el traje que había hecho la reina


    7. fraude no descubierto y la empresa de subsistir y a la vez acabar


    8. Más bien al contrario, pues ha descubierto que tiene tiempo


    9. vez la había descubierto el a y eso la hizo sospechar


    10. segundos al descubierto y saltar luego aquel montículo, antes de lanzarse

    11. No quería ser descubierto


    12. descubierto proporcionaban un toque


    13. "Analizando campañas ateriores, el equipo de Clinton había descubierto que la respuesta demócrata a los ataques de Bush en 1988 fue siempre demasiado lenta


    14. pensamiento para darse cuenta del enorme significado de lo que había descubierto: el afloramiento de una


    15. Los físicos han descubierto que la aparente solidez de la materia es una ilusión producto de nuestros


    16. Villalonga, que eraobservador muy picaresco, aseguraba haber descubierto entre Aparisi yCasa-Muñoz un antagonismo o competencia en la emisión de palabrasescogidas


    17. El hallazgo era negativo, esdecir, había descubierto que la mejor organización de los estados es ladesorganización; la mejor de las leyes la que las anula todas, y elúnico gobierno serio el que tiene por misión no gobernar nada,dejando que las energías sociales se manifiesten como les da la gana


    18. Y bien podría ser que hubierausted descubierto la cuadratura del círculo


    19. Dos de los lados han sido tapiados para formar habitaciones; los otrosdos permanecen al descubierto


    20. Especial del ICCHRLA, La violencia al descubierto: represión contra lesbianas y

    21. Se ha descubierto también que música y sonido pueden alterar la actividad de las


    22. El fenómeno moderno de la flotación fue descubierto por la Dra


    23. Científicos como Hutchinson, (1986), han descubierto que la exposición del ser


    24. Cadáver en el que se ha hecho la disección superficial de la cara; como parte de ella, deberán haberse levantado un par de colgajos de piel que dejen al descubierto los planos superficiales de la cara y cuyas incisiones respeten las hendiduras labial y oculares


    25. Al abrir la cavidad, van quedando al descubierto los ligamentos pericardio-esternales superior e inferior, los cuales, en caso de ser identificables, deberá reconocer


    26. Levante con cuidado el músculo para dejar al descubierto el plano muscular profundo


    27. En la disección de la pierna quedó al descubierto el dorso del pie


    28. quedisimula los defectos y realza las bellezas, he descubierto en el Faustorarezas tan


    29. descubierto el caso limpio y morondo; pero sí su progenie,


    30. doctor y al preguntar pornosotros se hubiera descubierto la

    31. preciosobrazo, que dejaban descubierto hasta el codo los encajes


    32. descubierto una botonaduramaciza, enorme, con diamantes antiguos de gran valía, y en los


    33. encantado por el trozo deenagua blanca al descubierto y las pequeñas botinas que saltaban


    34. blonda el polvo que levantaban las ruedas de uncarruajillo descubierto que corría con velocidad


    35. descubierto lablanca manga de la camisa, los botines de goma entorpeciéndoles el paso,y en la


    36. Ahora se ha descubierto que el taldon Ramón no compraba papel, y cuando le


    37. había descubierto ya sus intenciones a lospatronos de la escuela;


    38. peones mahoneses, conlas piernas al descubierto; malteses y luqueses;todo un


    39. melancólicas que asciendenal descubierto entre el verde follaje de los


    40. descubierto una gran bahía, y en ella,de la parte del sud, un puerto por la latitud de 42 grados 10

    41. hallan situados sobre loscaminos hollados; el de las Víboras descubierto por el Coronel D


    42. Por el seguimiento del enemigo que hicimos en la invasion que se egecutóen esta frontera del Saladillo, y la presente expedicion de 12 de Junio,se ha logrado la ventaja de haberles descubierto á dichos enemigos,


    43. por lo descubierto en esta jornada de sesiones y votan a


    44. frecuencia que antes lo hacían, por no hacerloen cuerpo y con el rostro descubierto,


    45. volátil, han descubierto el secreto decombinar su libertad salvaje con su integración en


    46. Parsondes está en el cielo? ¿No han descubierto los


    47. «pintados alfresco ó al temple» de los cuales se han descubierto restos en la casade


    48. mismas: se ha descubierto, sin embargo, en los bosquesde Santa-Cruz, una infinidad de maderas de


    49. que vino á ponerlosal cabo en descubierto


    50. descubierto los altos ribazos de esta corriente;entretanto, la línea del nivel á que alcanzan las inundaciones,














































    1. Las comedias Elpríncipe tirano[298], El viejo enamorado y La constancia deArcelina, carecen de plan de tal suerte, que apenas se descubre enellas el espíritu ordenador del hombre


    2. Toda laestructura de esta pieza descubre claramente la escuela de La Cueva,aunque haya en ella más tendencia á la regularidad, y una forma trágicamás pura


    3. 5 descubre que el gravamen de bienes muebles e inmuebles era imprescindible para obtener crédito


    4. El estudio de la organización del movimiento descubre, de manera indirecta, cuál era su composición


    5. 10 descubre, a su vez, que el poderhabiente del vecindario era, por lo general, un campesino; aunque no siempre ocurría así


    6. El testimonio, largo y detallado, descubre que la colonización agrí-


    7. 15, aunque se basa en una información muy fragmentaria, descubre que los viajes, fuera del Valle Central y al exterior, se incrementa-ron después de la independencia


    8. dice un niño a otro cuando descubre la creciente fuerza y destreza de su cuerpo


    9. Nhara Rhuen, descubre en esos momentos en los varios


    10. estupendas, de los sagradostextos, en que se descubre un buen ingenio y el don de

    11. y lo que descubre es una tecnología de conexiones tan


    12. Entónces se descubre háciael norte, por encima de los árboles, la prolongacion occidental de


    13. descubre!" Por el pobre todos pasan los ojos como decorrida, y en el rico los detienen; y si el tal


    14. Descubre que lo ama desde


    15. guerra descubre en la soledad del mar y salva de la muertea algún náufrago, se


    16. quetan pronto como alguno la descubre, y la señalacon el dedo diciendo: «mirad;» todos la ven


    17. vemosen diferentes tiempos y paises, se descubre en elfondo del corazon humano un sentimiento


    18. gradacionde matices, hay irregularidad en los rasgos, hayondas, aguas, que solo descubre quien


    19. dudoso de la vida, lageneración la revela y nos descubre el


    20. En el mismo momento descubre ella a los dos hermanos y ¡al

    21. desentraña o se descubre a través de los símbolos y de lasimágenes colosales, y


    22. perspicacia con que lo descubre y lo advierte todo, elcuidadoso esmero con que


    23. ¿Y la penetración de usted no descubre bajo esos


    24. llega descubre que no ha habidoalteración ninguna en la plaza, que ella deja su carga


    25. En general no se descubre ninguna contradiccion en que


    26. Pero al través de esas explicaciones oscuras ó ambiguas, ¿qué es loque se descubre? ¿cuál es el


    27. de la pluralidad, descubre un ser quecontinúa el mismo en medio del flujo y reflujo de los fenómenos


    28. El de la conciencia es un hecho primitivo de nuestranaturaleza; en el de la evidencia se descubre la condicionindispensable para la


    29. necesaria se descubre entrenuestras sensaciones y la realidad de las cosas? Y aun cuando


    30. ] Profundizando mas esta materia se descubre, que la tendencia á laaproximacion, aun supuesta

    31. sensibles, saliendo de los fenómenos y entrando en lacontemplacion de los seres en sí mismos, no descubre en ninguna partela necesidad de dichas relaciones, y se ve precisada á considerarlascomo simples hechos, que podrian dejar de ser, sin ningunacontradiccion


    32. entreesos mundos se descubre una nueva prueba en favor de la divinidad de lareligion católica, y se recibe una leccion muy saludable para noentregarse á los devaneos de una filosofía insensata, que cree


    33. respecto á la observacion de los hechosideológicos: mientras este no descubre en el espíritu otro


    34. ] La inteligencia se extiende por un mundo de cosas posibles, yallí descubre un conjunto de


    35. Esta se descubre en lacomparacion; y la idea del ser en sí, es simple, no incluye


    36. descubre en las cosas hasta que se ha puestola última


    37. ciencias astronómicas, tanta mayorprofundidad se descubre en el océano del espacio


    38. descubre un medio decomprobar su presencia


    39. Pues bien claro descubre en el remate


    40. Estando para entrar en los Ibitupues, descubre la traicion de

    41. instrumentos ópticos, y conformeavanza en el campo del cielo, descubre más y más


    42. alguno de la casa y lo ve, ó descubre queha entrado aquí…


    43. cualquiera creeríapoder franquear los muros de un salto; pero, al llegar, se descubre


    44. cartas de la tierras que descubre: los suelos «follados» porlas


    45. Habló con la furia del enamorado que descubre una


    46. En llegando a lo alto de la meseta, que también tiene repecho de piedra,se está en el piso del templo, cuya única nave, en los días de función,como de la que ahora se trata, se descubre toda entera—el altar mayoral fondo, retablo de madera de dos cuerpos—más allá de las dos puertaslaterales, casi oculto tras el bosque de cirios blancos, candelabrosdorados y plateados, macetas de flores artificiales y gran profusión derelumbrantes cartulinas


    47. El poderoso se descubre ante el mendigo


    48. pezuñas mientras que el hombre descubre otros medios delocomoción


    49. a Astarte de todos los encantos y de todas las perfecciones, pero en la pieza no se descubre sino su


    50. Juntos todos, con la música completa, se abre elcajón y descubre











































    1. A algunos han parecido taninsignificantes, que apenas se dignan hablar de ellos en sus historiasliterarias, no acostumbrados á detenerse en aquellos periodos de la vidadel arte, interesantes en alto grado, porque nos descubren sus gérmenesy primer desenvolvimiento, pues en este caso no los mirarían conmenosprecio


    2. Claras muestras de lo que Virués hubiera hecho encircunstancias más favorables, se descubren en todas sus obras, en lascuales brilla á veces un vigor extraordinario, que se pierde en labalumba de sus declamaciones, aunque de vez en cuando pinte los trágicosafectos con singular fuerza


    3. Algo se derrumbaba dentrode ella, y perdiendo toda entereza, rompió a llorar como un niño a quienle descubren una travesura gorda


    4. Eran pues los ribadoquines piezas ligeras de bronce de recienteadopción, cuyas condiciones se descubren en las partidas de cuentas degastos hechos para aquel sitio, á saber: Bancos de ribadoquines pagados á los carpinteros


    5. nieves de enero; y entonces se descubren las máculas que hay


    6. espacio apénas se descubren devez en cuando algunas simples colinas


    7. el sitio donde hoy se descubren susruinas: su posicion central la hizo ser bien pronto capital de laprovincia;


    8. En este tránsito se descubren siempre bosques enmarañados, en los cualeshay un árbol corpulento, que


    9. de ganados pertenecientes á las estancias deSan-Antonio y de San-Miguel que se descubren á un lado del


    10. Cuando descubren sobre las playas los rastrosde esta fiera, levantan

    11. Las mujeres son, por lo general, las que descubren o inventan lasaventuras, caídas o deslices


    12. andando el tiempose descubren


    13. Y es quevisto el hombre de cerca, se descubren las pequeñecesque le


    14. descubren una verruga en su cara, fueran pordesesperación a


    15. descubren un desconocimiento«práctico» de los hombres y de


    16. alenternecimiento, descubren el temple íntimo y más alto de


    17. grafólogos descubren en los que,al escribir, dirigen hacia arriba


    18. descubren un hombre superior, han servido eficazmente para labrarleuna reputación


    19. salta del pedernal puede conducirnos á la imaginacion del océano defuego que descubren los


    20. reina en el mundo material, el concierto, la unidad deplan, que se descubren en él, no son una

    21. consecuencias; quien,arredrado por las sombras que se descubren al examinar los


    22. —¿Y si descubren que estoy aquí y vienen las tres á atormentarmediciéndome que soy muy mal educada?


    23. recienteadopción, cuyas condiciones se descubren en las


    24. en eso de las obras del ríotienen unos anteojos muy largos que lo descubren todo de lejos…


    25. si América la descubren los ingleses, oel gran Carlos y se deja


    26. (Valdemar y los barones del duque Enrique se descubren


    27. Desde allí van todos a la puerta de laiglesia, y descubren el


    28. —Esta se encuentra no lejos del fuerte; antes del establecimiento de la Isabela sólo se conocía la del río Gumalaran, en cuyabarra se encuentra casi siempre un metro de agua á bajamar, teniendo cuidado con dos cabezos de roca que no descubren


    29. Descubren los españoles la nación de los Chiquitos


    30. Con galas que descubren su ignorancia

    31. Los estudiantes serios no suelen caer en la desesperación cuando, al pasar las páginas de un libro de texto, descubren que el autor conoce un tema que ellos todavía desconocen


    32. Dentro, encuentran a un inválido Couthon caído en las escaleras de acceso a la sala del consejo general y en ésta comprueban que Le Bas se ha descerrajado un tiro y descubren a Robespierre tumbado sobre una mesa con la mandíbula destrozada y el cuerpo cubierto de sangre, después de una posible tentativa de suicidio


    33. Ha habido muchos que, por no haber sabido templar ni mezclar a propósito lo útil con lo dulce, han dado con todo su molesto trabajo en tierra, pues no pudiendo imitar a Diógenes en lo filósofo y docto, atrevida, por no decir licenciosa y desalumbradamente, le pretenden imitar en lo cínico, entregándose a maldicientes, inventando casos que no pasaron, para hacer capaz al vicio que tocan de su áspera reprehensión, y por ventura descubren caminos para seguirle, hasta entonces ignorados, con que vienen a quedar, si no reprehensores, a lo menos maestros dél


    34. —Nadie te tomará en serio si descubren que haces caso de las locuras de un «Hijo del Trueno» —dijo—


    35. Y que, por consiguiente, si descubren uno en su cerebro será algo muy malo y peligroso que horrorizará a todo el mundo, como se supone que se horrorizaron con lo que dijo el profesor


    36. Pero miembros del Cuerpo Superior de Policía adscritos a este servicio descubren al verdadero autor del pinchazo: Kenneth Moskow, nada menos que el tercer secretario de la embajada de Estados Unidos en Madrid y destacado oficial de la CIA


    37. Buscando sensaciones cada vez más intensas, descubren el juego de que ella lo estrangule a él con una bufanda de seda para prolongar la erección


    38. - Si descubren nuestro rastro sí; por ejemplo, siguiendo los surcos de las ruedas del carretón


    39. Espiando las conversaciones de las mujeres aprendí en pocas semanas más de lo que muchas personas descubren a lo largo de la vida


    40. En mis tiempos eso hubiera sido bien difícil, porque revisaban a todo el mundo a la entrada y a la salida, pero ahora es imposible, tienen un aparato para detectar metales y aunque te tragues el arma te la descubren

    41. Descubren que dicho orificio ya se encuentra lubricado por copiosas secreciones de mucosidades naturales


    42. Los chicos se pierden en la selva, viven con una tribu de «indios invisibles» y descubren a unas bestias prehistóricas que viven en el interior de un tepuy, esas extrañas formaciones geológicas de la región


    43. Si se descubren en Noruega veinte fósiles de animales marinos del tamaño de un bus, anteriores a los dinosaurios, los creyentes lo atribuyen a una conspiración de ateos y liberales


    44. Cuanto más exactos se hacen los relojes, los astrónomos descubren que la rotación de la Tierra no es constante y que la misma Tierra es, de hecho, un pésimo cronómetro


    45. Si se descubren sus secretos, el reino podría desaparecer


    46. Terminado el interrogatorio y después de un largo debate entre ellos, descubren que le falta un papel


    47. Me matarán si lo descubren


    48. Sellos de la época Chou los hay tan numerosos como anillos en la gaveta de un joyero; los hay hasta de un centímetro de diámetro y no se descubren motivos decorativos en ninguna parte


    49. Con el tiempo, descubren que pueden ser utilizadas como armas


    50. Los ojos de Slavko recorren la cocina y descubren un bolígrafo en una cesta que hay junto al fregadero











































    1. de los mundos posibles y descubres


    2. descubres las grutastenebrosas de los infiernos, evocas, con una


    3. Sale por ejemplo un hospital en Beirut, y hay un niño desventrado de dos años, aún vivo, y le ves la cara y el vientre en canal, y lo siguiente es un anuncio de L’Oréal y lo siguiente es que tú descubres que tu emoción ante ambas cosas es prácticamente nula, no hay emoción


    4. Te daré una bonificación de diez dólares si lo descubres


    5. Al día siguiente por la tarde, camino del corral del Príncipe, su recuerdo en la ventanilla de la carroza negra, bajo las gradas de San Felipe, me desazonaba como cuando durante una ejecución musical que parece perfecta descubres una nota o un movimiento inseguros, o falsos


    6. Descubres un punto vulnerable y lo filtras a la Prensa o a los investigadores del Gobierno


    7. – ¿Y si descubres que no existe? – preguntó, vertiendo todo el café en mi taza, con poso incluido-


    8. ¿Y si descubres que es sólo un apartado de correos en el edificio del KGB y te han estado tomando el pelo durante años y años? – ¿Es lo que tú supones, Rolf?


    9. Pero un día, una mañana, descubres al despertar que lo has perdido, y que, por más que lo buscas, no lo encuentras


    10. ¡No quieres creerla! Y no sabes cómo te descubres, cómo muestras tu inexperiencia

    11. –Éste es papel con filigrana expedido por el gobierno de Estados Unidos; la falsificación es tan perfecta que me parece increíble que los alemanes no hayan visto el error, es tan evidente una vez lo descubres… -¿Descubrir qué, Ole?


    12. ¿Ni una muda? Todo el mundo dice que no tienen más que las bragas que llevan puestas pero, cuando descubres que la afirmación es literal, te sientes incómodo


    13. –Pero cuando haces sacrificios y luego descubres que eran innecesarios, el arrepentimiento puede ser insoportable


    14. Pero esa persona es diferente de la persona real con la que estás, a quien descubres solo cuando todos esos sentimientos del enamoramiento empiezan a difuminarse


    15. Resulta un poco difícil pensar con claridad cuando te encuentras a tu padre muerto, después descubres tres millones de dólares en efectivo y a continuación comprendes que alguien más conoce la existencia del dinero y gustosamente estaría dispuesto a matarte por él


    16. Y en cuanto descubres el principio, descifras la clave


    17. Encuentran a alguien cerca que quiere ampliar un poco su universo y un rato después descubres que se han llevado un cacho de firmamento y lo han vendido para alguna ampliación en alguna parte


    18. Si algún día descubres que tus células empiezan a dividirse y crecer incontroladas, el médico sabrá qué tratamiento se adecua mejor a tu perfil genético y te ofrece mayores opciones de curación Todo «correcto»


    19. Y cuando llegas a casa descubres que hay un montón de bombones dentro de ellas


    20. Sorprendente, claro, hasta que descubres que las faltas de ortografía estaban destinadas a dejar creer a los inquisidores potenciales que se trataba de una autora vulgar y nada sofisticada

    1. descubriendo yo cuandovenía a pasar las vacaciones


    2. descubriendo en suturbación que por demás sabía de qué sujetos


    3. gran parte del puente central descubriendo aquí y alla


    4. ramificaciones de distintas realidades descubriendo en un


    5. residencial 41, descubriendo que se encuentra en el aseo de


    6. más, dio dos zapatetas en el aire y dos tumbas, lacabeza abajo y los pies en alto, descubriendo


    7. por las puertas y balconesdel oriente iba descubriendo la hermosura de su rostro, sacudiendo de


    8. —Todo eso lo tengo—dijo don Juan, descubriendo el restode su tesoro y abriendo


    9. En descubriendo á los nuestros ordenó susesquadrones, y porque tenia mayor confianza de la caballería, la pusotoda delante, y él en persona con una tropa de doscientos caballerosFranceses, y los mas lucidos de la Provincia, tomó la vanguarda


    10. sucesivamente de unos á otros, descubriendo lasrelaciones que tienen entre sí, á medida que los vamos

    11. despues con cuantos han podido, descubriendo susimperfecciones; y con destreza y


    12. descubriendo en ella una dulzura,una sensibilidad, y permítame


    13. De ir el rio arriba descubriendo,


    14. Y toda la maraña descubriendo,


    15. por allí lagente europea descubriendo el país, y los pueblos de


    16. descubriendo ungran desgarrón en su uniforme, por el cual se


    17. se alzaba y blandía, descubriendo abajo la negraprofundidad de la bodega, con sus cubas


    18. indiferencia, gradualmentefue descubriendo Delaberge en


    19. Todo esto me lo afirmaba Lituca descubriendo las


    20. guardar paraalcanzar la salvación, descubriendo juntamente

    21. descubriendo con luz soberana, yanteviendo los fines á que Dios


    22. descubriendo las provincias del reyno, entraron en el


    23. descubriendo lo quehabia y avisando la ida del Señor; y acudia


    24. delante saliesen; los cuales cincuentaindios fueron descubriendo


    25. Ricardo había tomado posesión del malacara descubriendo en


    26. Nuestras máquinas —cada vez más competentes y autónomas— se han extendido por el sistema solar, descubriendo nuevos mundos, examinándolos a conciencia, buscando vida en ellos y comparándolos con la Tierra


    27. La puerta del comedor estaba abierta, descubriendo una suave penumbra apenas rota por la luz de los candelabros


    28. Con el mismo objetivo, existen ya empresas que están descubriendo las virtudes del «espíritu de médico de cabecera» en la relación con sus clientes: trato diferencial, fundamentado en el detalle que los demás no ven, e integrado


    29. Tendemos a olvidar que la mayor parte de la existencia transcurre en silencio amoroso: gente que se sacan unos a otros los piojos mientras sonríen; ojos penetrantes que desde un banco de piedra miran al río bajar a la mar; conductores de trenes de cercanías que, cuando les dejan, disfrutan del paisaje que va desvelando la máquina; tímpanos apacibles de médicos escuchando los latidos de un corazón ansioso; los entramados emocionales idénticos de los niños y sus mascotas descubriendo el mundo todavía inexplorado, y el esplendor vegetal


    30. El cutis, maltratado por aguas duras, se le había enrojecido, descubriendo zonas de poros demasiado abiertos en la nariz y en las sienes

    31. Y contóle el escrutinio que dellos había hecho, y los que había condenado al fuego y dejado con vida, de que no poco se rió el canónigo, y dijo que, con todo cuanto mal había dicho de tales libros, hallaba en ellos una cosa buena: que era el sujeto que ofrecían para que un buen entendimiento pudiese mostrarse en ellos, porque daban largo y espacioso campo por donde sin empacho alguno pudiese correr la pluma, descubriendo naufragios, tormentas, rencuentros y batallas; pintando un capitán valeroso con todas las partes que para ser tal se requieren, mostrándose prudente previniendo las astucias de sus enemigos, y elocuente orador persuadiendo o disuadiendo a sus soldados, maduro en el consejo, presto en lo determinado, tan valiente en el esperar como en el acometer; pintando ora un lamentable y trágico suceso, ahora un alegre y no pensado acontecimiento; allí una hermosísima dama, honesta, discreta y recatada; aquí un caballero cristiano, valiente y comedido; acullá un desaforado bárbaro fanfarrón; acá un príncipe cortés, valeroso y bien mirado; representando bondad y lealtad de vasallos, grandezas y mercedes de señores


    32. Algunos días estuvo encubierta y solapada en la sagacidad de mi recato esta maraña, hasta que me pareció que la iba descubriendo a más andar no sé qué hinchazón del vientre de Antonomasia, cuyo temor nos hizo entrar en bureo a los tres, y salió dél que, antes que se saliese a luz el mal recado, don Clavijo pidiese ante el vicario por su mujer a Antonomasia, en fe de una cédula que de ser su esposa la infanta le había hecho, notada por mi ingenio, con tanta fuerza, que las de Sansón no pudieran romperla


    33. Así, a lo largo de los sucesivos interrogatorios del pescador y con la ayuda del erudito Roscio, el veterano soldado irá descubriendo los perfiles de una historia capaz de trastornar no sólo las bases del imperio sino las de todo corazón humano


    34. Laurie, aunque muy sorprendido, se condujo con calma; la acarició tiernamente, y descubriendo que se reponía, completó el tratamiento con unos besos tímidos, que al instante volvieron a Jo a su estado normal


    35. Miró al cielo para ver si aún se notaba el resplandor rojizo y observó que se iba extinguiendo; después desapareció por un momento su rostro bajo el manto, al inclinar la cabeza sobre [310] el pecho; luego la levantó sacudiendo atrás el manto y descubriendo la cabellera y el cuello


    36. ¿Cómo podía ser cierto? La última vez que lo había visto, el enano estaba descubriendo los lujos de Las Arenas Espumosas mientras intentaba borrar los recuerdos de diez años de servidumbre con cuanta agua cálida y burbujeante y mujeres medio desnudas pudiese comprar con las monedas de que disponía


    37. Con la herramienta y tras un par de forcejeos abrió la puerta del armario, descubriendo un gran almacén de botellas de coñac vacías, que cayeron al suelo


    38. ¿No te he dicho más de una vez que eres un genio descubriendo lo evidente? Es lo evidente, lo palpable, lo obvio


    39. Kettering reconociendo con sorpresa y un poco de ansiedad a su marido, y Derek Kettering descubriendo que su esposa viajaba en el tren


    40. En el interior se corrió una pequeña porción del fondo, descubriendo una abertura que comunicaba con el pie de la copa, que era hueco

    41. Se practicaron algunas investigaciones respecto a la reputación de Charles Lester, descubriendo, que si bien sus referencias eran excelentes, tenía numerosas deudas, contraídas en el juego, su secreta pasión


    42. Algunos relámpagos cruzaban de vez en cuando el espacio descubriendo los dos juncos de guerra de los dos capitanes de los «Banderas Negras» y «Amarillas», colocados uno frente a otro


    43. Sin saber bien qué decir, Eragon empujó un tronco podrido con la punta del pie, descubriendo un círculo de larvas blancas que se retorcían entre los túneles que habían excavado


    44. Permanecieron estrechamente unidos en tranquilo reposo, descubriendo el amor en plenitud, respirando y palpitando al unísono hasta que la intimidad renovó su deseo


    45. Interrogó a los indios que encontró acampados en aquellas landas, y, comprobaba por las referencias de los naturales del país la existencia del manantial milagroso, se lanzó audazmente al interior, descubriendo así el continente americano; pero no el agua con la cual se prometía una eterna juventud


    46. Mudo, mojado de lágrimas, el conquistador conquistado iba descubriendo el lugar donde acaba la tierra, Chile


    47. El gentío se arremolinaba a los lados de los conjurados en apretadas filas, la cabeza de la procesión había ya superado el punto donde se hallaba el bachiller y, al ritmo cadencioso del redoble de los atabales, avanzaba lenta ante los cristianos que, al paso de la custodia, se iban arrodillando; los hombres descubriendo sus cabezas destocándose de gorros, caperuzas y otros adminículos y las mujeres al revés, cubriendo sus cabellos con mantillas, encajes y pañuelos


    48. ¿Por qué tuvo que estornudar, descubriendo el juego? Él había salido muy bien librado


    49. La hizo girar y la puerta se abrió, descubriendo al pobre Fatty todavía envuelto en la cortina


    50. Había emergido de su fantástico escondite descubriendo con alivio que no necesitaba recurrir al aparato de oxígeno














































    1. Justo en la última mesa, descubrimos a un sujeto retaco y adiposo que, en cuanto le echamos


    2. descubrimos, entre la espesa vegetación que rodeaba la casa, otros que agarraban con las dos


    3. descubrimos un breve pasillo con tres puertas


    4. En efecto, al estudiar los países ubicados en el Norte del planeta descubrimos que allí, se ha dado por sentada la efectividad del mercado laboral nacional o, en su defecto, de los mecanismos de protección social para resolver la generación de ingresos de la mayoría de la población


    5. muchas delas acciones que descubrimos en Lope de Vega


    6. unaescala indefinida, en la cual descubrimos tanta mayor extension, cuantomas adelantamos en ella


    7. relaciones necesarias que descubrimos en losseres posibles, ha de tener un tipo primitivo, al cual


    8. Es verdad quepor lo dicho, en esta relacion de duraciones descubrimos solo lasucesion,


    9. A poco rato de andar en él, descubrimos en el


    10. –Por medio de los manuscritos del mar Muerto descubrimos, gracias a unas cartas depositadas en Qumrán, lo que pasó luego

    11. Sondeamos valientemente en las aguas y descubrimos que el océano nos gustaba, que resonaba con nuestra naturaleza


    12. Así descubrimos que, por término medio (tomando en consideración las estaciones del año, las latitudes y los momentos del día) la superficie terrestre debería estar a unos 13 °C sobre cero


    13. A través del Viking descubrimos que la superficie de Marte carecía aparentemente de vida y presentaba una notable deficiencia incluso en moléculas orgánicas simples


    14. La distancia no era excesiva y, al cabo de un tiempo razonable, nos descubrimos apeándonos en la metró­polis belga, que resultó ser poco más que una villa deliciosa con una encantadora plaza central, en comparación con el bullicio londinense


    15. "Descubrimos esta isla en las circunstancias que ustedes conocen


    16. —Lo descubrimos cuando se produjo una segunda muerte, una desaparición con la que no había contado


    17. De todos modos, el único motivo por el que era sospechosa fue porque cuando Alcide y yo descubrimos aquel cuerpo en Verena Rose's, en Shreveport, contamos a la policía que estábamos prometidos


    18. Y cuando entramos descubrimos que mi abuelo estaba muerto


    19. Porque entonces descubrimos que entre este interior y ese exterior, entre este acogedor Asubio, y ese oscuro reino ondulante que hay afuera, media sólo un débil cristal, un armazón de madera y un cortinaje de terciopelo granate


    20. Así que husmeamos y descubrimos que los fondos para el estudio procedían del presupuesto del Ministerio del Interior

    21. Descubrimos que los soviéticos tenían una manera de crear falsas imágenes sonoras por medio de transmisores de sonido en el mar; escuchábamos un eco y corríamos a proteger una ballena que ni siquiera estaba allí, mientras los cazadores mataban ballenas fuera de nuestro radio de acción


    22. Comenzamos a tomar imágenes de video para usarlas como referencia en el futuro y descubrimos que cada vez que encendían los transmisores se producía una baja de energía casi imperceptible


    23. –Supongamos que descubrimos que Rama es activo y tiene esas capacidades


    24. Cuando los descubrimos nuestro capitán hizo una observación que nunca olvidaré: "Aquí es donde los ángeles aparcaron sus aureolas


    25. Hasta ahora (toquemos madera) he tenido suerte; pero conservo notas para varios cuentos que no tengo intención de escribir hasta que no esté completamente seguro de que son originales (por ejemplo, el de una pareja que aterriza con su nave espacial en un mundo nuevo, tras la destrucción de su propio planeta, y cuando comienzan de nuevo las cosas descubrimos - ¡sorpresa, sorpresa! - que se llaman Adán y Eva


    26. Por fin descubrimos el Sea Barque en una plaza de mercado ruinoso al pie de las murallas de la ciudad


    27. Nunca descubrimos quién era


    28. Todo lo que descubrimos parece positivo


    29. Descubrimos así que, para quien carece de poder, la justicia y la verdad constituyen las armas más importantes en la lucha dirigida a lograr la libertad y asegurar la expansión


    30. –Estaban incrustadas profundamente en la herida del cuello, de modo que sí, yo diría que proceden del arma; y son parecidas a lo que descubrimos en el caso Warrenton -le expliqué

    31. Si lo comprimimos en el «Año de Norteamérica», descubrimos que abarcamos un período igual a 492 años, de modo que el Día de Norteamérica tiene una duración de 1,34 años reales


    32. Hace dos días descubrimos, gracias a uno de nuestros neurólogos, una intolerancia a los psicotrópicos y varias reacciones adversas, que nos están dando problemas


    33. Cuando investigamos, descubrimos que en todos los casos los slats se habían desplegado en un período de actividad dentro de la cabina de mando; exactamente después de un cambio de tripulación, cuando marcaban las coordenadas del siguiente tramo del vuelo o algo por el estilo


    34. Finalmente descubrimos que la tripulación tocaba la palanca al pasar, la golpeaba con las tablillas de notas o se les enganchaba en las mangas del uniforme…


    35. –Ahora descubrimos que alguien reemplazó una pieza en el ala


    36. En diciembre de 1992 descubrimos un segundo problema


    37. Descubrimos el cable roto hacia las siete de la mañana, justo después del desayuno


    38. —No desde que descubrimos las incursiones de Jack Cohen en el ordenador el martes pasado


    39. Me estaba tomando un descanso con Evra en los límites del campamento aquella tarde, cuando descubrimos una figura entre los arbustos


    40. Le pusimos bajo vigilancia durante casi un año, pero lo único que descubrimos fue que Avenir Gallani era un perfecto idiota

    41. —Gracias a Dios —pronunció Laura— que lo descubrimos antes de que el daño fuera irreparable


    42. Según esto, descubrimos que puede darse el caso -si la inversión de ejes es la adecuada- que un observador, en su nuevo marco de referencia, aprecie como distancia lo que en el antiguo sistema referencial era valorado como «intervalo de tiempo»


    43. (Quizá pueda referirme en otro apartado de este relato a lo que descubrimos en torno a la velocidad limite o de la luz, al invertir los ejes de los swivels y pasar, por tanto, a otros marcos dimensionales


    44. -Allá van tres, y en la primera estación, mira bien, hijo, a ver si descubrimos algo


    45. —Más bien nos preocupamos por la constitución del suelo del talud; descubrimos los gusanos por casualidad


    46. Aunque pocos conozcamos personalmente a Bill Gates o George Bush, una cifra asombrosa de nosotros descubrimos que entre los compañeros de clase de nuestros hijos o de los de nuestros amigos hay hijos, amigos y parientes de personas influyentes que pueden mostrarse sensibles ante la idea que sus hijos, amigos y parientes tienen de ellos


    47. Recuerda el túnel como una expedición inacabable que ha supuesto mucho más que el paso de un edificio a otro, y la llegada al falso fondo de un armario que ha derribado a martillazos como el acceso a un muelle salvador equivocado, de esos en los que, al escuchar el idioma de los pescadores, descubrimos que hemos huido de las costas hostiles para arribar, tras indecibles esfuerzos, a un puerto repleto de enemigos más encarnizados todavía


    48. Lo descubrimos durante nuestra investigación inicial


    49. El panteón de los hombres ilustres, lo descubrimos con estupor, es la perrera del manicomio que se quema


    50. –Que lo descubrimos robando y lo entregamos a la policía estadounidense










































    1. Este dia fué uno de los pilotos á reconocer el Arroyo de laTinta, por la parte del N, y otro por la del S, y descubrir la sierra deeste nombre, habiendo caminado 8 leguas cada uno en su comision


    2. corresponde descubrir esa conexión, descubrir esa sutil puerta tras la cual


    3. La pregunta era: los hombres se convertirán en hielo? Perder nuestra agilidad mental? Podríamos inventar y descubrir, si perdemos todo el entusiasmo y la liberación sexual? Ellos fueron capaces de superar estos problemas sólo después de unas pocas décadas, el desarrollo de nuevas vacunas para inmunizar a cualquier enfermedad y la inserción en cada sistema variantes genéticas, las llamadas, de la perversión


    4. descubrir una caja fuerte


    5. descubrir que, gracias al historial de compras, la


    6. ciertamente resultaba difícil descubrir ese diez por ciento que admitía en la


    7. estén operando, el lo va a descubrir


    8. de descubrir la importancia que tienen la propiocepción y el sistema


    9.  descubrir alternativas de acción por la vía del diálogo, y


    10. El comerciante al descubrir la rentabilidad del grano comenzó a producirlo, lo que implicó la adquisición constante de fuerza de trabajo, mercancía que fue ofrecida al gran hacendado por los pequeños y medianos productores, que encontraron en el trabajo asalariado una fuente adicional de ingreso

    11. oráculo con la esperanza de descubrir lo que les deparaba el destino o lo que debían hacer en una


    12. Otra forma fácil pero muy eficaz de descubrir el espacio en la vida se relaciona estrechamente con la


    13. ¿Cómo pasar del reconocimiento de mi propósito interno a descubrir lo que debo hacer en el plano


    14. La Conclusión Final Para Descubrir El


    15. Identifíquela y levántela con cuidado, para descubrir el primer plano muscular


    16. Difícil es, cuando no imposible, descubrir el motivo de queja que, ennación tan


    17. las gracias, al descubrir aquella densaconstelación de chorizos y de morcillas, cuyo


    18. mucho en descubrir la causa: unagran urraca estaba posada


    19. laprecisa residencia del cacique Ancan y sus aliados; y por practicar ladiligencia con eficacia, para poderles invadir en caso de encontrarlo, ypor descubrir dichos valles que entre estas serranias se hallan: como


    20. posible descubrir ese supuesto espía Unhadi en esta

    21. se desvanece para descubrir que esta en la puerta de la


    22. Galileo (1600) fueron losprimeros en descubrir y demostrar esas


    23. Hay el hombre que se lasda de zahorí, de sagaz y penetrante para descubrir los


    24. habitantes consiste ensaber descubrir y arrancar de las entrañas de la tierra el preciadomineral


    25. que le era de mucha importancia,la cual él no podía descubrir, por los ojos que en la cara tenía


    26. aAmadís pudiera, a mi parecer, pintar y descubrir todos cuantos caballerosandantes andan en las


    27. una voluntad obstinada en descubrir el arcano que llevaba una


    28. Estas rayas quepermiten al astrónomo descubrir los


    29. procura descubrir sus virtudes é inteligencia


    30. En semejantes casos el secreto para descubrir laverdad, y prevenir los juicios infundados,

    31. descubrir cuáles en los demas, para acertar á conducirse biencon ellos; pero es mas necesario


    32. descubrir y calcular las ondulaciones secundarias,pero de gran


    33. olfatoespecial para descubrir los mejores vinos; estaba en un


    34. inventando laspasas antes que el vino, y así llegó á descubrir el pudding


    35. —Mi intención, como la suya, es descubrir la verdad—replicó


    36. Tenía la intención de descubrir el motivo de esta entrevista nocturna yla identidad


    37. rayos de la luna, erahacerse descubrir en el acto


    38. —¡He conseguido descubrir la dirección de la señorita Mabel, señor!Desde que ella


    39. uno mira con atenciónpara descubrir si van montadas en un palo


    40. saber de la citada producción, cuyoautor tuvo el mal gusto ó la abnegación, de morirse sin descubrir

    41. usted descubrir, ycomprendiendo que la existencia de ese


    42. descubrir la verdad?¿Usted es el delegado de la sociedad para


    43. Vínose á descubrir el tratado una tarde


    44. turcos, oyendo lasvoces y arcabucería de la otra parte del fuerte,salieron á la mar por descubrir lo


    45. generaldel armada imperial, se había hecho á lo largopara descubrir la mar, y había llevado


    46. son propias y expresivas para descubrir los sentimientos del alma, segun en ella existen


    47. habíase robado un objeto, y todas las diligenciaspracticadas para descubrir el raptor


    48. cosasdiferentes y descubrir en aquel las relaciones que estos tienen entresí


    49. que hay profundos secretos que descubrir en lacorrespondencia de las organizaciones, y en el modo con que influyenunas sobre otras; pero secretos que quizás estén velados para siempre álos ojos del débil mortal


    50. engendra en nosotros la idea del espacio, qué objeto lecorresponde en la realidad y de qué manera; y se echará de ver que esasrelaciones absolutas y esenciales, que creemos descubrir entre loscuerpos y una














































    1. Yo en este vicio descubro en los indios una buena


    2. a esta determinación, peroen el día no descubro motivo que


    3. la entrada y descubro una enseña con este rótulo:


    4. Pues mil descubro en él y otras mil creo


    5. —Para vos, Beauclíamp, que detestáis a los príncipes, y que estáis encantado cuando les halláis maneras poco finas, pero para mí, que a la legua descubro el noble, y deduzco el origen de una familia aristocrática, en seguida le conocí


    6. Mientras espero, hablo con el dueño y descubro que está planeando usar todo el espacio de su restaurante dentro de poco


    7. Y le dije: "¡Oh soberana mía! ¡ciertamente, eres la luna llena de la belleza, y aunque la noche, celosa, oculta a mis ojos parte de tus encantos, lo que de ellos descubro basta para encan­tarme! Pero te suplico que te pongas por un instante en mi situación, y verás cuán triste y delicada es"


    8. Aunque nada me dice, yo le descubro la ambición de una canonjía de dignidad en la catedral de Sigüenza


    9. –Veo la escalera desplegable, subo por ella y me encuentro con un apartamento para invitados en el que no parece que se haya alojado nadie salvo por las huellas que descubro en la moqueta


    10. Le acaricio el cabello con los dedos y descubro que, tal como pensaba, tiene el tacto de la seda

    11. Entonces descubro de quien proviene la misteriosa emanación de energía que note por la noche


    12. A medianoche, descubro el origen del frío


    13. Vuelvo a la plancha y descubro una mancha pertinaz en la parte delantera de la blusa


    14. –Por lo general, cuando pones esa expresión tan sumisa descubro que te propones justamente lo contrario


    15. Pero ¿y la trastienda de la historia? ¿Qué puede importarme ganar el mundo -san Ignacio me perdonará- si en la mitad del camino descubro que viajo en solitario? Julio Verne reconocería su aterradora soledad a los veintinueve años


    16. Y hoy, al escuchar la cinta por enésima vez, me descubro ante la gélida «mujer» (?)…


    17. Como ornitólogo, yo mismo me descubro con enorme respeto ante la capacidad de identificación y la resistencia a la tensión ocular de Dave: mientras que yo no sabría cómo distinguir el hueso de un petirrojo del de una paloma o siquiera del de una rata, Dave ha aprendido a diferenciar entre sí incluso los huesos de una docena de especies muy similares de petrel


    18. –La gente suele decir eso, pero descubro que rara vez es cierto


    19. Y ¿por qué no le reclamé nunca un objeto tan cargado para mí de significación? Su motivo lo ignoro; en cuanto al mío, descubro ahora que fue el sentirme oscuramente culpable de algo como un adulterio, traicionando a mamá… Eso fue, nada menos, lo que se cumplió entonces en mí sin yo saberlo


    20. No comprendo, pero descubro algo: nunca pensé en que ella pudiera estar sola

    21. Al fin descubro sus muslos, tan besados en mi comunión, aunque ahora cubiertos casi del todo por las altas medias: dos columnas llenas y esbeltas a la vez


    22. Muchos pensáis, lo leo en vuestros ojos, que no os descubro nada, pues Aníbal sigue aquí en Italia, pero no lo digo por eso, que también, sino porque teniendo a nuestro peor y más vil enemigo en nuestro territorio hay quien de entre nosotros alberga la absurda idea de llevarse decenas de miles de nuestros soldados fuera de Italia, lejos de Roma para embarcarlos en un desventurado e imposible proyecto, especialmente en las actuales circunstancias: atacar e invadir África


    23. Me giro para seguir su trayectoria e inmediatamente descubro el motivo


    24. Mal de mi grado descubro el sublime misterio


    25. Quiero decir que, por si no bastaba con que mi padre se hubiera pasado toda la vida en la cárcel, encima descubro que traicionó a todos sus amigos


    26. Pero aún estoy riéndome un poco cuando vuelvo a la cocina y descubro que la Señora X está de pie a su lado


    27. Por el contrario, cuando descubro un detalle o un accidente que creo ha pasado hasta entonces inadvertido, encuentro cierta egoísta voluptuosidad en contemplarlo a solas, en creer que únicamente para mí existe guardado, a fin de que yo lo aspire y goce su delicado perfume de virginidad y misterio


    28. Yo y mis articulaciones_ Me descubro a mí misma ante el ordenador haciendo crujir los dedos


    29. Mi trabajo consiste en hacer la ronda por el interior del establecimiento, en vigilar por los monitores, en traer aquí a los que descubro robando


    30. Me muevo con sigilo entre los árboles y descubro encantada que el suelo ayuda a amortiguar el ruido de las pisadas

    31. Susana me está esperando con el papelito donde están indicadas las habitaciones del hotel y descubro con horror lo siguiente:


    32. Si alguna vez descubro que has incumplido esa promesa, me aseguraré de que te arrepientas —Se volvió hacia el prisionero, que había estado observándolos con atención


    33. Cuantas más cosas descubro, mayor es mi confusión


    34. “-Lo descubro a mi edad -decía- ¡y cómo gozo! Me hace mucho bien


    35. Descubro que me cuentan lo que interesa que yo sepa y que me están llevando hacia algo


    36. Cuando estoy en el escenario, siempre estoy buscando la manera de conectar con el público y si descubro un movimiento de cadera o un paso de baile que gusta, que causa sensación, que prende a la gente, pues lo voy a seguir haciendo


    37. –Así que tendrá usted que considerar las consecuencias, señora Smith, si descubro pruebas de las… indiscreciones de su marido


    38. Me descubro pensando en él en las más imprevistas ocasiones


    39. –Príncipe, estoy sorprendido… La villa parece estar en perfecto estado y no descubro la presencia de pulgas


    40. Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga

    41. Con la luz descubro realmente dónde estoy


    42. Me dan ganas de salir corriendo de allí, pero descubro que no hay ninguna puerta


    43. Cuando me giro hacia ellos, con la cara todavía sofocada pero limpia, descubro la muleta apoyada en un rincón


    44. No me he creído nada de lo que me ha dicho, pero ahora cuando releo su declaración descubro que es inútil que me lo crea o no porque no me ha dicho nada


    45. Miro a mi alrededor y desde hace semanas descubro a muchos empresarios agobiados por la concupiscencia política


    1. camarero, cuando le miró a la cara para pedirle un café, descubrí lo que tenía de raro en la


    2. A lo largo de esos momentos de gracia, descubrí que los placeres intelectuales no


    3. Afortunadamente, en un rincón del jardín, cubierta por una lona, descubrí


    4. Descubrí la cuarta


    5. Es mío, es mío: yo lo descubrí en la niñez, antes de la edad escolar


    6. Y sí, estaba enamorada; lo descubrí gracias a una alteración en mi humor, a esas ínfulas de humildad, esas oleadas desinteresadas de cariño y esa aceptación del enlazante acto de hallar olvidado su cepillo de dientes en mi baño


    7. laevidencia de sus tratos, pues descubrí sus costumbres y sus horas decita


    8. En ese viaje descubrí su complicidad con Lea


    9. Y como empezase a hablar bien de mí, me descubrí y dije que yo era el mismo,


    10. Descubrí que estaba enamorada y que el amor es la cosa más

    11. Por fin descubrí en la puerta de una casa de dos


    12. En ese instante lo descubrí


    13. Creo que fue entonces cuando descubrí la castidad, como fuerza y como purificación


    14. Mientras realizaba unas indagaciones sobre mis padres, descubrí que durante la guerra lo habían escondido en un convento


    15. Descubrí más tarde que la mitad de los habitantes consagraban a ello, efectivamente, su tiempo y sus medios, pero la otra mitad se dedicaba a mantenerlos, y lo hacía con pequeños oficios que les permitían llevar una vida regular respetando la ley: eran escribas, matarifes, circuncidantes, guardias de los baños rituales, fabricantes de pelucas y de mezuzoth, sombrereros y gorreros, orfebres y artesanos que trabajaban el metal para los candelabros del Sabbath y de Hanuka, o diversos objetos ornamentales de madera, piedra, seda y terciopelo


    16. Entré y descubrí tres grandes y suntuosas habitaciones, cubiertas por grandes bóvedas de piedra maciza, adornadas con muebles antiguos, objetos con piedras preciosas incrustadas, antiquísimos instrumentos de música y orfebrería


    17. Ese día descubrí que yo soy de las segundas, porque en cuanto terminé de recorrer el pasillo central y subí los tres peldaños del antiguo altar mayor, todos los temores que pudiera tener se desvanecieron como por ensalmo


    18. Descubrí este texto en Caracas, el 19 de septiembre de 1995, en ocasión de presentar al Presidente Rafael Caldera mis credenciales como embajador de Chile ante el gobierno de Venezuela


    19. En la investigación realizada para hacer el reportaje sobre Fernando Vergara, el responsable de radio Liberación, descubrí el lazo invisible que unió a Augusto con ese comunicador, cuando Fernando fue el editor de esa publicación en México


    20. Cinco años después, al visitarlo en 1988, descubrí que los ladrones se habían interesado en su nombre, con lápida y todo

    21. Una tarde descubrí con asombro que los indios de aquí conservan el recuerdo de una oscura epopeya que fray Pedro está reconstruyendo a fragmentos


    22. Cuando la sensación no hizo sino aumentar, visité al médico y descubrí que estaba embarazada


    23. Allí, descubrí que ya me había colado por debajo de la puer­ta el correo del día y que tu carta me esperaba sobre la moque­ta


    24. Descubrí, en algo que yo suponía el motor más importante y era una caja de herramientas, unos planos incompletos, que me dieron trabajo y dudosa ayuda


    25. Fue también en casa de tía Lola donde descubrí el semanario madrileño La Esfera, con sus láminas en colores, reproduciendo siempre algún cuadro célebre del Museo del Prado


    26. Muy ufano, al quitarme el gabán, le descubrí mi precioso volumen, que él hojeó con un débil gruñido aprobatorio, dejándolo luego sobre la silla que a su izquierda sostenía en su respaldo los abrigos y las bufandas


    27. Yo descubrí que lo mejor era andar con una piel de pécari enrollada a la cintura, y aunque apestara a demonios y las putas me rechazaran, al menos tenía la certeza de que cuando estaba en el puesto de escucha ningún hijo de puta de jaguar me iba a saltar al cogote


    28. La ventanilla estaba abierta, y pude salir por ella, pero al regresar descubrí que no podía entrar


    29. Cuando regresé a Chengdu descubrí que, aun con retraso, la universidad estaba a punto de convocar exámenes para 1977: los primeros exámenes como es debido que habían de tener lugar desde 1966


    30. Y cuando miré hacia la puerta, descubrí por qué

    31. Un par de horas más tarde, descubrí que era la primera hora de la tarde de un lunes


    32. Tenía una mancha de sangre, la tuya, y descubrí más rastros


    33. cuando se acabó el tiempo, llevamos nuestras chinches junto a la puerta de la celda, donde había luz, y las contamos, yo tenía trece, él tenía dieciocho, le di el dinero, más tarde descubrí que él partía las suyas por la mitad y las estiraba, había sido estafador, era un buen profesional el muy hijoputa


    34. Procuraba escuchar lo que la gente decía, y descubrí que casi todos pensaban que era muy aburrido


    35. Sólo cuando descubrí quién era realmente el presunto von Pufendorf pude hacerme enviar desde Los Ángeles, donde Alexeiev cometió su primer asesinato, el expediente del caso


    36. —Ya las tengo, las descubrí en una bandeja cerca de la puerta, nos estaban esperando


    37. Como descubrí más adelante, este secretismo era una de sus principales características


    38. En el momento en que descubrí a un toro con ganas de embestir, una persona violenta con ganas de pegarme, pero eso habría sido también su fin


    39. Bueno, descubrí algo extraño en relación con miss Cooke


    40. Solo cuando me creí Ubre descubrí lo aprisionada que estaba

    41. Cuando visité aquel lugar descubrí que la supuesta gruta de los Patriarcas o cueva de Machpela contaba con accesos independientes y lugares de oración separados para los dos grupos en liza que reclamaban el derecho a conmemorar esta atrocidad en su propio nombre


    42. En un libro de cocina erótica del siglo XVIII descubrí una receta algo más sofisticada: hierva los testículos en agua con sal, déjelos enfriar, quíteles la piel, píquelos finamente para que no se note lo que son, mézclelos con hígado de vaca frito y picado, cebolla y tocineta frita, aliñe con bastante romero, clavo de olor y canela en polvo, sal y pimienta, cubra con una salsa espesa de vino y rellene con esto una masa de tarta


    43. —No, lo descubrí cuando nos mudamos aquí


    44. Luego descubrí que el arribismo era propio de la clase media; los pobres ni siquiera se lo planteaban, estaban demasiado ocupados procurando sobrevivir


    45. Pronto descubrí los puntos más sensibles de mi cuerpo y me acariciaba escondida, sin comprender por qué aquello que debía ser pe-cado, me calmaba


    46. Así descubrí aquel texto feroz, brillante y mugriento, salvaje y conmovedor a la vez, y también sabio, hondo, impío, exacto, abrumador


    47. Descubrí que cada vez que el Queen Mary cruza el Atlántico, las hélices trituran alrededor de un diez por ciento de milla cúbica de agua


    48. Descubrí que cada vez que el Queen Mary cruza el Atlántico, sus hélices agitan aproximadamente medio kilómetro cúbico de agua


    49. No había transcurrido mucho tiempo, cuando descubrí mi primer error


    50. Mientras perseveraba en mi investigación, descubrí un autor que se diferenciaba mucho de la obra de los escépticos: John A














































    1. llevábamos en el furgón, por si acaso alguien los descubría


    2. haciéndome el tonto, mientras con la solafuerza del cálculo, descubría la verdad


    3. todo lo que se descubría desdeallí, incluso el palación de


    4. colorados los labios; los dientes,que tal vez los descubría, mostraban ser ralos y no bien puestos,


    5. En los del hombre no descubría presagio de


    6. ventana, que descubría muchocielo, entraba la claridad a


    7. presencia en un lugar extraño si un accidente cualquierame descubría? Renunciad á


    8. descubría en ella esa distinción,esa delicadeza que tanto realza á la hermosura, no


    9. En las bocacalles por donde se descubría un cacho de mar, el


    10. descubría alguna pérfida hebra dealgodón entre su cándido hilo, un estremecimiento

    11. En sus relaciones había extraños refinamientos de vicio, en losque se descubría la imaginación ardiente de Lea


    12. La puerta descubría un estrecho corredor subterráneo, y todos


    13. Ya descubría a través de los árboles las torrecillas blancas y


    14. pedían el lápiz, veía másmatices en los colores, descubría grupos artísticos, combinaciones


    15. año en queEdison descubría la luz eléctrica por incandescencia


    16. si el bobito descubría laexploración hecha en el doble fondo del arca del tesoro


    17. descubría tierra en el plazo de tresdías


    18. descubría la curación de la tisis, ylos tísicos continuaban


    19. descubría, como ante unaimagen, y entraba en el comedor y se


    20. El general se descubría al entrar, y con afectadaamabilidad, daba las buenas

    21. descubría, nopenetraba en regiones nuevas, y, en suma, en punto a sagacidad paraencontrar el


    22. estivales; sólo en los puntos más anchos del caucellevaba agua, y el resto descubría el álveo


    23. » El motivo en cuestión pudo explicitarse gracias a las investigaciones de una empresa de consultoría cuyos psicólogos habían elaborado pruebas para parejas en apuros en las que, mediante un sencillo ejercicio de asociación de significados de palabras, se descubría cualquier indicio de desprecio subyacente en la relación de la pareja


    24. Pero si se descubría que uno de los dos miembros abrigaba algo parecido al desprecio hacia el otro, se les aconsejaba que terminasen la relación, antes de que fuera demasiado tarde


    25. Y encima de todo, como si lo asombroso de abajo fuera poco, yo descubría un nuevo mundo de nubes: esas nubes tan distintas, tan propias, tan olvidadas por los hombres, que todavía se amasan sobre la humedad de las inmensas selvas, ricas en agua como los primeros capítulos del Génesis; nubes hechas como de un mármol desgastado, rectas en su base, y que se dibujaban hasta tremendas alturas, inmóviles, monumentales, con formas que eran las de la materia en que empieza a redondearse la forma de un ánfora a poco de girar el torno del alfarero


    26. Su turbante era mayor dos veces que el mayor de alguna de las otras; era cejijunta y la nariz algo chata; la boca grande, pero colorados los labios; los dientes, que tal vez los descubría, mostraban ser ralos y no bien puestos, aunque eran blancos como unas peladas almendras; traía en las manos un lienzo delgado, y entre él, a lo que pude divisar, un corazón de carne momia, según venía seco y amojamado


    27. Y era muy lógico que todos aquellos genios estuvieran unidos, de forma constante e incondicional, a su comunidad, porque aquélla era su única familia, la familia que los defendía del duro mundo exterior, la que los hacía crecer y descubría un irrepetible «yo» en cada uno de ellos


    28. Si a pesar de estas precauciones, como les ocurrió varias veces a Pierre y a Jacques, el cazador descubría en presencia de ellos un perro errante, la táctica era siempre la misma


    29. El conde le siguió con la vista, y así que le vio desaparecer, empujó un resorte que había detrás de un cuadro, el cual, separándose, descubría un agujero perfectamente dispuesto en la pared, por el cual se veía cuanto ocurría en el salón


    30. Tengo la teoría de que el auténtico motivo de que Ehrran accediera a venir a esta loca expedición es que no tenía la menor posibilidad de volver entera a Punto de Encuentro y a las rutas hani si no se pegaba a Jik… y descubría lo que él andaba tramando

    31. No descubría nunca su juego


    32. Eran a lo menos doscientos y tal vez más, mientras en la pinaza no se descubría más que un minúsculo grupo de indios que hacían un fuego incesante contra los agresores, sin dar señales de rendición


    33. Sentados en el coronamiento de popa, conversaban entre sí, mirando de cuando en cuando hacia el este, donde se descubría todavía un sutil penacho de humo


    34. La muchacha llevaba el cabello recogido en un moño que descubría la curva de su nuca, vestía larga túnica de algodón, ausentes por primera vez sus ruidosas pulseras de cobre y bronce


    35. Ignoró las incontables publicaciones probando lo contrario y mientras el mundo occidental descubría la torrentosa líbido femenina, él se dispuso a reemplazar la pasión por la paciencia, aunque no renunció del todo a la idea de conducir a Samantha poco a poco hacia los pecaminosos jardines de la lujuria, como llamaba Timothy Duane, con su atormentada conciencia católica, a la pura y simple diligencia sexual


    36. Así se le pasó la juventud y entró en la madurez, resignada a que los únicos momentos de placer eran cuando salía disimuladamente con su mejor ropa, su perfume y las enaguas de mujerzuela que a Pedro Tercero cautivaban y que ella escondía, arrebolada de vergüenza, en lo más secreto de su ropero, pensando en las explicaciones que tendría que dar si alguien las descubría


    37. Ése había sido el primer núcleo de aquel ahora sin fin ni principio, y la cinta del lazo que nos ató, pero aprendía cosas de Raquel todos los días, cada día descubría cosas nuevas y nada me había inducido a modificar ni siquiera en los detalles las reglas de nuestra intimidad común


    38. Nacib bostezaba, sus ojos miraban el cuerpo que se descubría entre las sábanas, aquel cuerpo de misterio diariamente renovado, y una llama leve de deseo nació entre el cansancio y el sueño:


    39. —Yo la veo aquí —dijo Jan, dibujando una falda que evidentemente estaba subida y descubría las piernas y los muslos


    40. Ahora que sus deseos se habían cumplido, descubría que, en realidad, no le agradaba tanto estar allí

    41. ¡Bueno, si Ern no le descubría a «él», él descubriría a Ern! ¡Saltaría sobre él para darle el mayor susto de su vida! ¡Rodarían los dos por el suelo en una lucha cuerpo a cuerpo!


    42. -Esas prendas, señora, han revuelto el mundo muchas veces, han [49] provocado guerras y revoluciones -dije contemplándola fijamente, por ver si descubría cuáles eran las verdaderas ideas y los sentimientos efectivos de Jenara en aquella ocasión


    43. Y de tal manera se afi­cionó el rey a su nueva esclava, que abandonó por ella a todas las demás mujeres de palacio y a la favoritas y los asuntos del reino, y se encerró con ella un año entero, sin cansarse ni por un momento de las delicias nuevas que descubría allí cada día


    44. Con penetración de enamorado descubría en los ojos y en la sonrisa de Aura una complacencia y gusto muy singulares al verle hacer cosas tan contrarias a la compostura


    45. Había iniciado el plan a principios de verano, encargando ciertos sondeos a sus compañeros y a finales del mismo ya lo tenía bien perfilado, y todos los gladiadores habían acordado secundarle sin excepción si descubría la manera de escapar; las rameras, parte esencial del plan, también estaban de acuerdo


    46. Mostraba una gran familiaridad que (dentro de su clase), apenas se descubría como indolencia disfrazada


    47. Les había advertido que no se lo dijeran porque, si lo descubría, rompería el contrato, se entregaría y regresaría al Crucifijo


    48. Observándola en la intimidad, fácilmente se descubría en la hija del cerero la mujer de iniciativa, de personalidad propia en su organismo intelectual y ético


    49. Mi marido se vino a Inglaterra con sus mal adquiridas ganancias y aquí ha vivido discretamente desde entonces, sabiendo que si la Hermandad descubría dónde estaba no se tardaría ni una semana en hacer justicia


    50. 53, se descubría que era muy pobre en las altas frecuencias, más pobre que la mayor parte de las fuentes radio














































    1. truenos lejanos, muy lejanos, y de cuando encuando, a la luz de los relámpagos, descubríamos


    2. Pero todo eso nos parecía enorme, pues éramos unos niños, y en las excursiones que emprendíamos descubríamos siempre cosas para nosotros desconocidas


    1. acordaron elobispo y los magistrados seculares, confirmándolo luego Juan II, quemientras atravesaba la procesión la Rua Nova se representase un autocorto de un asunto piadoso, mientras se descubrían todos delante de laCustodia, y que, en las vísperas del mismo día, se repitiese en laiglesia, siempre que no perturbase el oficio de las mismas vísperas


    2. Deaquí se originó la idea de los zahoríes, que descubrían los tesoros


    3. descubrían los ribazos del Jurançon, y en el horizonte, a unadistancia de quince


    4. por haberlo oídoá sus profesores, y al encontrar al señor Simoulin se descubrían conveneración,


    5. al moverse, descubrían su piel con los pelos arrancados


    6. lo acumulaban en su sangre; el oro yla plata se descubrían en los


    7. de saber, que el matandá tuvouna especial predilección por unas ruinas que se descubrían en lamargen


    8. Abajo, esas masas sombrías, esos fragmentos de noche dislocados y filosos, eran la Cabilia, la parte salvaje y sangrienta de ese país, durante mucho tiempo salvaje y sangriento, hacia el cual cien años atrás los obreros del 48, amontonados en una fragata con ruedas, «Le Labrador», decía el viejo doctor, «así se llamaba, imagínese, Le Labrador, para ir hacia los mosquitos y el sol», Le Labrador en todo caso se afanaba con todas sus palas, removiendo el agua helada que el mistral agitaba como una tempestad, los puentes barridos durante cinco días y cinco noches por un viento polar, y los conquistadores en el fondo de las calas, sintiéndose mal hasta reventar, vomitando unos sobre otros, deseando morir, hasta entrar en el puerto de Bône, con toda su población aguardando en los muelles para recibir con música a los aventureros verdosos que venían de tan lejos, que habían abandonado la capital de Europa con mujeres, niños y muebles para aterrizar tambaleándose, al cabo de cinco semanas de errancia, en esa tierra de lejanías azuladas, cuyo olor extraño, hecho de estiércol, especias y [ ][118] descubrían con inquietud


    9. Isis lo siguió con desgano, mientras descubrían torres, depresiones y recodos


    10. Si bien la oscuridad era porfunda se descubrían sobre la balsa las figuras de quince o veinte hombres, munidos de largos bastones que les servían para impulsar el improvisado vehículo

    11. No obstante, en su rostro se descubrían las huellas de una fuerte conmoción, que en vano se esforzaba por ocultar


    12. Sparta nunca había mencionado sus púas hechas con un inserto de polímeros; si las descubrían, tenía preparada una historia acerca de una operación cosmética de precio reducido


    13. Y vi en el público multitud de pálidas gargantas mortales desnudas, muchachos y muchachas que descubrían sus cuellos y los extendían hacia mí


    14. Con esto y con la retirada de Castillo se desbarató el corro y casi todos fueron a husmear a la puerta de la celda del prior por ver si descubrían cuál era la misteriosa comisión de los consejeros de Castilla


    15. —¿Quieres decir que te deja ir a donde quieres y no lo cuenta? Pero un día te descubrirán —dijo, él a quien siempre descubrían


    16. Mientras sacerdotes y augures descubrían sus cabezas y comenzaban a descender la cuesta del Clivus Capitolinus hacia el Foro, los ayudantes del sacrificio, como profesionales que eran, comenzaron a recogerlo todo


    17. De momento, lo único que descubrían era una desolación empapada por la lluvia


    18. Si Chiky se equivocaba y los israelíes descubrían que estaba intentando introducir clandestinamente en el país un equipo de cámara oculta, iba a tener que responder a muchas preguntas


    19. Mientras tanto, intentaban afianzar su posición social ganándose las simpatías de las clases más humildes: campesinos, la mayoría de las veces, que durante generaciones habían explotado las tierras de la selva colombiana, que ahora se descubrían como fértiles plantaciones para la coca, una planta de poder conocida durante siglos por todas las culturas precolombinas, pero que procesada como base de la cocaína se convertía en el negocio más tentador


    20. Las mujeres descubrían que Isabel estaba, personalmente hablando al menos, más allá del alcance de las más hostiles críticas

    21. Las naciones que escuchaban los halagos de Egipto y aceptaban su oro descubrían invariablemente que, en los momentos decisivos, cuando se trataba de combatir, la ayuda egipcia no se encontraba en ninguna parte o era, a lo sumo, inadecuada


    22. Si descubrían quién era, pensó, ya vería lo que pasaba


    23. Hombres de aquella clase resultaban difíciles de hallar y si por cualquier motivo cesaba el fluir del metal… Eran precisamente los rieles Taggart los que se estaban fabricando… Recordó el silencioso reproche, la expresión acusadora, la paciencia y el desdén fijos en el rostro de sus familiares, cuando descubrían en él algún indicio de su pasión por los negocios; y también la futilidad de su silencio y su esperanza de que no pensaran que la «Rearden Steel» significaba tanto para él


    24. La gente llegaba y luego, en el momento de teclear su número secreto, descubrían el chicle


    25. Si la descubrían con ellos podía caer presa, había dicho Flor, entregándole varios folletos impresos en mimeógrafo: la historia del Movimiento, su programa y estatutos, las medidas de seguridad (no estaba mal que las conociera -dijo- sobre todo por su reciente experiencia con lo de Sebastián)


    26. Pude advertir que, en este aspecto, había mujeres tan estrictas que tampoco se descubrían en su propia casa


    27. Si descubrían mi presencia me hubiera visto en una delicada situación


    28. La sensación del pasado continuaba dentro de él mientras observaba las paredes rocosas color caqui de la hondonada que atravesaba y vislumbraba escenas de su infancia que se alternaban con pesadillas de lo que podría suceder si los guerrilleros lo descubrían


    29. Metí la mano por debajo de los cajones, mis dedos encontraron la gruesa pluma en el momento en que mis ojos descubrían la línea de un cajón en la madera oscura de arriba


    30. Nadie se atrevía a hablar del otro porque, si descubrían su juego común, sabían que todos acabarían hundiéndose en el escándalo

    31. Si algún día descubrían qué le había ocurrido realmente


    32. Perdería la vida si los hombres le descubrían


    33. Pero mientras tanto, se escondían entre los escombros de las casas de la ciudad olvidada, sirviendo a extraño dioses de los Mares del Sur y matando a los intrusos que accidentalmente descubrían su existencia


    34. A veces un grupo de mujeres, su madre entre ellas, se descubrían los pechos ante él para despertar compasión, y los hombres le colocaban, exaltado aún por el recalentamiento del cerebro medio, bajo tres chorros de agua, uno tras otro, para enfriarlo


    35. Avanzaban por en medio de las vías, observando con atención por si descubrían cualquier cosa que pareciese tener la forma de tren


    36. Las chicas que probaban el tamaño de sus pies descubrían que eran inmensos y lamentables y abandonaban con desesperación esas pisadas


    37. No le faltaron los novios, y en cuanto descubrían de lo que era capaz con un computador, no querían soltarle


    38. Aunque llevaban ya seis meses en el Mundo, y Oliver les había estado hablando de él durante cientos de miles de años, siempre descubrían algo nuevo


    39. Al escucharla, ellos se incorporaban y se descubrían para contestar el saludo


    40. Esos sabuesos podían oler a un hombre desde mucha distancia, sin importar lo bien escondidos que pudieran estar y si ellos mismos no acababan con él, por lo menos descubrían su posición a los soldados

    41. Si los reyes enemigos descubrían los trucos que Elend estaba planeando…


    42. Domicio no podía rendirse y mucho menos antes de tan siquiera entrar en combate, pero lo que descubrían sus ojos hacía desfallecer su ánimo: buscaba como un poseso alguna pequeña debilidad en las protecciones de aquellos jinetes, pero estaban completamente cubiertos por armaduras que los hacían prácticamente indestructibles


    43. Pero a veces no tenían este recurso, porque la ventana daba no sobre uno de los grandes patios, sino sobre un pasaje interior, anónimo también y nunca visto, con la indicación solamente del esqueleto de un gato o la acostumbrada porción de pasta con tomate no se sabe si vomitado o echado allí, y por otra ventana los descubrían los ojos de una criada jubilada


    44. Descubrían su preparación a medida que saltaban, de cuatro en cuatro, por la puerta


    45. La Sospechosa se puso a barlovento y se alejó del lugar al tiempo que los galeones, atrapados mortalmente entre nuestros brulotes y los del señor Juan, que se les arrimaban por la banda de estribor gracias a las corrientes, descubrían que, a la sazón, sólo podían obrar una única cosa: lanzar andanadas para tratar de hundir aquellas flamígeras naos antes de que chocaran contra ellos


    46. –¿Quieres decir que te deja ir a donde quieres y no lo cuenta? Pero un día te descubrirán -dijo, él a quien siempre descubrían


    47. Siempre decía que a los atracadores los descubrían porque se gastaban el dinero demasiado deprisa


    48. Cuando los hombres que manipulaban a la tropa descubrían que era posible, éste se convertía en una manera de controlar al general


    49. Los primeros puntos de referencia de la Antártida recibieron el nombre de los barcos que los descubrían —explicó Bolden—


    50. En los años de 1840, la industria naviera de Nueva Inglaterra gozó de notable magnificencia, con barcos balleneros que iban a mates lejanos y Buques mercantes que descubrían el Oriente







































    1. También había pabellones colocados en medio de los riachuelos, con sus tejados cornudos, sus mesas para tomar un refrigerio y sus orquestas de músicos con antiguos instrumentos; había, además, unas oxidadas barquichuelas de acero graciosamente colocadas en un pequeño muelle cercano; un ejército de siervos de tamaño natural a lo largo de las veredas (de repente, te encontrabas con alguien a la vuelta de una esquina y te llevabas un susto de muerte hasta que descubrías que era una estatua y, entonces, te lo llevabas también); templetes en los que actuaban grupos de acróbatas o atletas como los que habíamos visto en la sala de banquetes; bandejas con jarras y vasos de finísimo jade dispuestos para saciar la supuesta sed del emperador; cestas de frutas hechas de perlas, rubíes, esmeraldas, turquesas, topacios… Mis ojos no podían despegarse de aquella inmensa riqueza, de aquella opulencia exagerada


    1. cuandolevantáis los ojos, descubrís en lo alto de la montaña los


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    descubrir in English

    hunt out discover uncover find detect learn realize dig out <i>[informal]</i> fish out <i>[informal]</i> ferret out <i>[informal]</i> bare expose dig up unearth find out smell out get wind of nose out come at reach

    Sinónimos para "descubrir"

    atrapar coger prender cazar pescar pillar mostrar exhibir enseñar manifestar publicar destapar quitar