1.
En caso de haber sido destruido el planeta completamente,
2.
Un craso error, por cuanto perdió la oportunidad de haberlos destruido, aprovechando la penosa situación de las tropas granadinas, y sin tener en cuenta que con cada día que transcurría, los soldados invasores se recuperaban físicamente, se incrementaban con la incorporación de voluntarios y recibían ya abundantes abastecimientos de las poblaciones a donde iban llegando
3.
Entonces sevio que la continuidad de los sufrimientos había destruido en Jacinta laestimación a su marido, y la ruina de la estimación arrastró consigoparte del amor, hallándose por fin este reducido a tan míserasproporciones, que casi no se le echaba de ver
4.
destruido, según Draper, no sé cuántas civilizaciones, podridoesqueleto entre las
5.
la decepción, lainconsecuencia con que ella había destruido su
6.
destruido las defensas ydesalentado a los combatientes
7.
incendio queen el siglo XIV había destruido la población
8.
el gobierno del doctor Núñez haber destruido la barrera de
9.
un insulto: si almenos algo hubiera sido destruido en la tierra; si
10.
las que han destruido los placeres de la imaginación: ya nohay poesía
11.
entendimiento, de la voluntad y de lasobras; ¿cuál será el resultado? Destruido elórden moral
12.
ferocidad humana se vió destruido el año de 1809 cuandobajaban á Andalucía las tropas de
13.
y destruido a mayor número de vivos endesagravio de los
14.
Introduciendo la inquisición la Iglesiahabía destruido la
15.
Había robado la colección de diamantes y la había destruido
16.
Odiaba a ese judío por el cual lo habían destruido
17.
Aquel lugar santo y vacío, paraje de las abominaciones, revueltas, usurpaciones del derecho del linaje de Zadok, de los ídolos eximidos por Antioco Epífanes, aquel lugar destruido y reconstruido, destruido y nunca ya reconstruido, no estaba al cabo de su movida historia, perdida y recomenzada, soñada antes de ser vivida, realizada e imaginada luego, desde siempre, desde Babilonia, en medio de los deportados, junto al río Kebar, cuando los cielos se abrían ante los profetas extasiados, cuando un viento tormentoso soplaba del norte y un fulgurante fuego deslumhraba a sus fieles
18.
Era lógico que un mundo así fuese destruido
19.
El Templo fue destruido
20.
Luego, disipada su ira, debieron de darse cuenta de que nada en absoluto había sido destruido
21.
Jack vio a su Cristo andando con paso vacilante por un gueto destruido, con los mechones de sus sienes agitados por el viento, el bonete judío sobre la cabeza y un pergamino de la Torah debajo del brazo
22.
Pero ¿qué tipo de bunker necesita una ojiva de gigatones para ser destruido?
23.
—Los francos han destruido algunos puestos fronterizos y han atravesado en masa el Mosa
24.
Construido parcialmente en piedra, el fuerte había sido incendiado y en su mayor parte destruido
25.
—No, ya que al poco tiempo se tropezó con un grupo de hombres y mujeres originarios de las proximidades del lago Titicaca que huían del diluvio que había anegado sus campos y destruido sus hogares
26.
Pues bien, caballero, todo esto fue destruido no en un día, ni en una hora, sino en un segundo
27.
Así, pues, uno de los recortes fue destruido: tal vez el de la hoja en cuestión
28.
Los criados habían tenido ciertas dificultades para comprenderle, pues su lenguaje era muy oscuro, y les pereció también raro, sobre todo después de que hubiera hablado de que un hombre malo sería destruido por una palabra del cielo
29.
–La religión nunca ha destruido por completó la superstición
30.
¿Han destruido alguna pista al hacerlo? ¡Qué lástima!
31.
—Y hasta han destruido las casas y los aparejos de pesca
32.
Mientras tanto, Brandok, el capitán y el piloto habían atado una cuerda que servía para colgar las redes y que las olas habían destruido y enredado
33.
Pero reflexionando en las fuerzas de que disponía el almirante español, decidieron enviarle otros mensajeros con encargo de decirle que no habían destruido a Maracaibo, y que se ofrecían a poner en libertad a todos los rehenes y la mitad de los prisioneros de Gibraltar
34.
Los Az Sweldn rak Anhûin, por ejemplo —a quien Galbatorix y los Forsworn habían casi destruido durante su alzamiento—, se habían declarado enemigos de sangre de Eragon durante la visita que éste había realizado a la ciudad de Tarnag, y en todos sus actos en las reuniones de los clanes habían demostrado su odio implacable hacia Eragon, hacia Saphira y hacia todo lo que tuviera que ver con dragones y con quienes los montaban
35.
Los españoles, ya noticiosos del avance de aquel pequeño ejército, y no siendo en número suficiente para intentar detenerlo, habían destruido todos los pueblos y quemado hasta las plantaciones, con la esperanza de obligarlos a retroceder
36.
Por primera vez tomó conciencia exacta de lo lejos que estaba de su hogar, un hogar destruido, pero aún dueño del corazón del muchacho
37.
Los fracasos en el amor no habían destruido su capacidad de ternura
38.
El correo del canciller que había portado las cartas del rey, partió llevando al Alcázar la triste nueva en forma de breve comunicado que redactó, cuando el médico certificó el óbito, Abdón Mercado en misiva cerrada y lacrada con el sello del difunto, que a continuación fue destruido como era costumbre
39.
¡Ojalá pudiera Antonio pensar ahora las cosas una a una! Como las algas en las mareas de septiembre se arremolinan alrededor de las piernas de los bañistas, como el vaivén de las mareas vivas impide al nadador aferrarse a la roca cuando ya está casi a salvo, así, desgarrándole la carne como las aristadas rocas del acantilado en las rompientes, las dolorosas imágenes del destruido Asubio y de sus habitantes trenzan y destrenzan ahora la conciencia de Antonio Vega, hundiéndole lentamente en el misericordioso fondo del mar de la muerte
40.
Ésa era la dinámica que había destruido su matrimonio
41.
– El se ha quedado en el tren, que ha sido destruido
42.
El Nighthawk con su detector antirradiactivo había rastreado, hallado y destruido la fuente del radar
43.
Aunque gran parte de este material sin duda se debe de haber destruido en la detonación del
44.
Y más importante aún, había destruido la evidencia del caso
45.
Por motivos que sólo él sabía, el Consejo Mundial había destruido todo el conocimiento que se tenía del lugar
46.
Aunque esos sonidos de rotura no eran muy impresionantes, llegaron a helar el corazón de quienes los escuchaban: su único medio de transporte acababa de quedar destruido y los dejaba varados, a veinticinco kilómetros de todo lugar seguro
47.
—Pero un aborto… —Inger Johanne pasó los dedos por la superficie de la mesa y se repitió a sí misma—: ¡Un aborto! Si se hubiera sabido, ¿no habría destruido tu campaña electoral? Y aún ahora ¿no sería un gran problema para ti? La cuestión del aborto, por decirlo con suavidad, ha creado un eterno cisma en Estados Unidos y…
48.
Date a conocer y serás destruido
49.
Luego, concentró su atención en Bakravan que miraba petrificado a su amigo, aterrado al comprobar la rapidez con que lo habían destruido
50.
Han destruido la estatua de Tiberio en el foro
51.
Las bajas habían sido muy graves entre las Compañías que, en un empeño desesperado, habían llegado hasta el destruido PC del Bón
52.
Suponemos que esto indicaba la naturaleza de los papeles que había destruido el coronel Openshaw
53.
En la segunda guerra mundial, Saint-Cyr fue destruido y los restos de la institutriz y amante de Luis XIV fueron llevados a Versalles y se encuentran hoy día en una sepultura de la capilla real del palacio
54.
Todo papel que lo hubiera incriminado fue destruido antes de abandonar su morada
55.
»Ronnie fue destruido por un sistema injusto e irracional
56.
La magia del nombre “romano” seguía siendo tan potente que ni siquiera los guerreros germanos que gobernaban en Occidente se atrevían a admitir plenamente que habían destruido, de hecho, la mitad del Imperio
57.
Se encontró con unos cruzados asustados que huían hacia el oeste con la noticia de que el ejército cruzado había sido destruido
58.
Pero el ejército de los cruzados no estaba destruido, y finalmente tomó Antioquia
59.
–Ha sufrido una exposición aguda a la radiación -le dije-, su organismo está siendo destruido y el único modo de detener esta destrucción es ralentizar todos los procesos
60.
Me refiero a todo eso del profeta Hari Seldon y de cómo estableció la Fundación para que llevara a cabo sus mandamientos y algún día volviéramos al Paraíso Terrenal; y cómo cualquiera que desobedezca sus mandamientos será destruido por toda la eternidad
61.
La relación que de niño tuvo con el destruido lugar santo de Silo le dio en años posteriores prestigio como sacerdote, y no se acobardó ante la emergencia:
62.
Informaron a Nehemías de que en Jerusalén la situación era mala y que habían destruido las murallas que rodeaban la ciudad; probablemente, enemigos samaritanos apoyados por funcionarios persas del país
63.
Un carnero con dos cuernos (Media y Persia) es destruido por un macho cabrío con un cuerno largo (Macedonia bajo Alejandro el Magno)
64.
º No obstante, el alelo recesivo no resultaba destruido
65.
No faltaron quienes señalaron que, en su justa ira contra los ciudadanos de Boston, Dios había destruido con mano poderosa la ciudad de Lisboa
66.
Pero el interregno de Atalía había destruido en cierta medida ese precedente
67.
El ejército romano, superado en número y en capacidad de conducción, quedó casi destruido y Régulo tomado prisionero
68.
El mayor templo judío de Alejandría fue destruido y miles de judíos fueron muertos
69.
Eran demasiado húmedos para permitir el crecimiento de grandes masas de pasto, y sus reducidos y ácidos suelos producían plantas cuyas toxinas evitaban fueran consumidas por grandes multitudes, las cuales habrían destruido la flora de crecimiento lento y delicado
70.
Su hogar había quedado destruido; varias personas del clan de Brun murieron a causa de los desprendimientos de rocas en el interior de la caverna, y muchos objetos sufrieron daños
71.
El capitán del navío espacial humano prefirió no aproximarse más, pero envió una nave ligera de exploración, un artefacto automático que, llegado a cierta distancia del navío extranjero, desapareció bruscamente; pudo haber sido destruido, o capturado quizá por la nave extranjera mediante algún procedimiento desconocido
72.
En cuanto a la torre misma, la leyenda afirma que un tercio de la estructura se hundió en la tierra, un tercio fue destruido por el fuego y otro tercio quedó en pie
73.
Un día, por ejemplo, afirmaba que había pasado esos años dedicado al ocio -leyendo libros, jugando al ajedrez, frecuentando los bistros- y al día siguiente me hablaba de complicados negocios, de cuadros que había pintado y luego destruido, de que tuvo una librería, de que trabajó como espía, de que recaudó fondos para el ejército republicano español
74.
Y ahora su creación le había destruido
75.
Tuvieron que escapárseme muchos otros, por no hablar de los que se habían destruido, pero por escasas e insuficientes que fueran, tales menciones demostraban que Hector no era de los que se quedan en casa después de anochecer
76.
—Objetivo destruido señor —informó la voz del oficial Leiland desde el puente
77.
Fue por el parloteo excitado de los guardias que Harod supo que Barent estaba a bordo del Antoinette cuando el yate fue destruido
78.
En un instante, las esferas habían destruido a los agentes de Myrkul
79.
Cuando todo hubo transcurrido, supo lo que había significado semejante decisión; comprendió que, caso de haber sido distinta la respuesta, habría destruido el valle para él
80.
En sus trescientos cincuenta años de historia el edificio ha sido destruido, reformado, ha pasado de mano en mano y ha servido de escenario para episodios centrales de la historia de España
81.
Luego, tras anunciar su secesión del resto del país, llegaron a practicar el mismo mal que los había destruido, cual si combatieran el crimen con el suicidio: se apoderaron de todas las propiedades a su alcance, declarando la comunidad de todas ellas, y perecieron en el transcurso de una semana, una vez consumido su triste botín, en medio de un odio sanguinario, en un caos donde sólo imperaban las armas
82.
No se ha presentado una moción ante Les Amies Noir para que sea destruido; y, francamente, parecería más probable que usted hubiese contratado a Lucita para eliminar al Arzobispo Polonia
83.
Los rasgos de su rostro redondo, antes fresco y sonrosado, habíanse alterado por culpa de unas viruelas lo bastante benignas para no dejar huella, pero que habían destruido la lozanía de la piel que no dejaba por ello de ser fina y suave hasta el punto de que el puro beso de su madre imprimía en ella una marca pasajera
84.
No atacó directamente a Mara, pues una colisión tan espantosa hubiera destruido el mundo; pero se irguió con calma, férrea e inconmovible, contra el furioso torrente de cólera de Mara
85.
No está destruido y acabado quien quiere algo
86.
Uno de los guardias protegidos con armadura quedó repentinamente destruido por una silenciosa explosión que proyectó sobre el trono una lluvia de candentes fragmentos procedentes de su cota de mallas
87.
Los periodistas estallaron en un rumor frenético y se arrojaron sobre él con el ímpetu de hormigas a las que hubieran destruido el hormiguero
88.
Han producido importantes servicios para la navegación y la geografía, pero su mayor beneficio es haber disipado los temores producidos por los fenómenos celestes y haber destruido los errores nacidos de la ignorancia de nuestras verdaderas relaciones con la naturaleza, errores que pronto reaparecerán si la antorcha de las ciencias se extingue"
89.
Jacobi acudió a visitar a Gauss, aunque no se conservan detalles de la visita, en septiembre de 1839, al volver a Königsberg después de unas vacaciones en Marienbad para recuperar su salud quebrantada por el exceso de trabajo, Gauss parece que temió que el colapso financiero de Jacobi repercutiera desastrosamente sobre sus estudios matemáticos, pero Bessel le tranquilizó: "Por fortuna ese talento no puede ser destruido, pero me hubiera alegrado que conservara la sensación de libertad que asegura el dinero"
90.
encuentren el navío relativamente intacto, porque si se ha destruido por completo en el choque, sus restos se hallarán diseminados por toda la irregular superficie de la zona…
91.
Es posible que muchos de esos archivos se hayan destruido, o incluso que ni siquiera hayan existido
92.
Arkeley dejó el martillo eléctrico en el suelo e introdujo las manos desnudas en la cavidad torácica del vampiro, con el fin de examinar el contenido y asegurarse de que el corazón estaba realmente destruido
93.
El propio Rommel tampoco se sintió de muy buen humor cuando, al regresar, descubrió que el último puente que quedaba sobre el Bajo Sena había sido destruido por los cazabombarderos aliados
94.
Las bombas y las granadas, por no hablar de la Resistencia francesa y las tropas aerotransportadas, habían destruido buena parte de sus líneas telefónicas en la zona de la invasión
95.
Cherburgo estaba en ruinas, especialmente en la zona del puerto que había sido destruido sistemáticamente por los ingenieros alemanes
96.
El propio puesto de bloqueo había quedado destruido y Crowley no pudo contactar por radio con una de las compañías atacadas
97.
El principal puente sobre el Sée había sido destruido, de modo que la columna giró hacia el este en busca de otro puente, justo a la salida de la población
98.
Pero cuando llegaron al cruce, descubrieron que también aquel puente había sido destruido
1.
en la duracion deDios, con lo cual destruimos su eternidad que excluye toda sucesion
2.
Para evaporar los casquetes tenemos que calentarlos; quizás podríamos cubrirlos con un polvo oscuro, que los calentara al absorber más luz solar, lo contrario de lo que hacemos en la Tierra cuando destruimos bosques y prados
3.
–Y de igual forma, la poseen los extraños -concluyó-, y ha sido el motivo por el cual hicimos presa en ellos y los destruimos
4.
–Bien, destruimos las semillas y raíces
5.
Con su ayuda destacamos a una fragata francesa, destruimos otras dos, y quemamos una veintena de astilleros junto a las embarcaciones que estaban construyendo
6.
Con un rápido golpe de mano destruimos la pequeña base militar del KMT
7.
Cuando destruimos el sello del Rey Salomón rompimos el conjuro
8.
Sin embargo, en la medida en que renunciamos a las explicaciones computacionales formales, bien sea porque consideramos que la información está en el medio o porque empleamos modelos no computacionales como el conexionismo, destruimos las pretensiones del Funcionalismo Computacional de dar una caracterización completa y general de la mente
9.
—A veces destruimos una ciudad, y la elegimos mediante una especie de sorteo
10.
Cuanto destruimos lo reponen en el acto; ya están sustituyendo el centenar de aparatos que derribamos esta semana
11.
Destruimos a todos nuestros enemigos, estén donde estén y sean quienes sean»
12.
Tan sólo destruimos su envoltura carnal, su identidad en este mundo, por así decirlo
1.
Una prueba de suacierto en imitar la antigua grandeza, se encuentra en la escena deltemplo de Júpiter, que hace de introducción, en donde Dido, rodeada delos próceres de su reino, anuncia al embajador del rey de Numidia suresolución de dar su mano á Yarbas, que amenazaba destruir á Cartago, yen la descripción de la lucha de la reina entre su amor á Siqueo, y supatriotismo, y principalmente en el desenlace, cuando la desdichadahunde el puñal en su pecho, en medio de los preparativos nupciales, y envez de esposa ofrece un cadáver á su real amante
2.
recursos y esfuerzos en destruir, sino sólo en construir
3.
y que tienen la intención de destruir la humanidad
4.
Él vino a enseñar que cada uno tiene su propia conexión con Dios, y a destruir la
5.
Selección de la imagen y el perfil de un Arct se programan todos los robots para destruir este destino y listo
6.
Cuando las generaciones nuevastratan de destruir los nombres antiguos,
7.
¿Qué significa unahecatombe de veinte mil desgraciados? ¡Veinte mil miserias menos,y millones de miserables salvados en su orígen! No vacila elmás tímido gobernante en dictar una ley que ha deproducir la miseria y la lenta agonía de miles y miles desúbditos, prósperos, trabajadores, felices tal vez, parasatisfacer un capricho, una ocurrencia, el orgullo, ¿y usted seestremece porque en una noche han determinar para siempre las torturas morales de muchos ilotas, porque unpueblo paralitico y viciado ha de morir para dar paso á otronuevo, joven, activo, lleno de energía? ¿Qué es lamuerte? ¡La nada ó un sueño! ¿Seránsus pesadillas comparables á la realidad de torturas de toda unamiserable generacion? ¡Importa destruir lo malo, matar al dragonpara bañar en su sangre al pueblo nuevo y hacerle robustoé invulnerable! ¿Qué otra cosa es la inexorableley de la naturaleza, ley de lucha en que el débil tiene quesucumbir para que no se perpetúe la viciada especie y lacreacion camine al retroceso? ¡Fuera, pues, femenilespreocupaciones! ¡Cúmplanse las leyes eternas,ayudémoslas y pues que la tierra es tanto más fecundacuanto más se abona con sangre, y los tronos más seguroscuanto más cimentados en crímenes y cadáveres, nohaya vacilacion, no haya duda! ¿Qué es el dolor de lamuerte? La sensacion de un momento, acaso confuso, acaso agradable comoel tránsito de la vigilia al sueño
8.
¿Quése destruye? ¡Un mal, el sufrimiento, yerbas raquíticaspara plantar en su lugar otras lozanas! ¿Llamará ustedá eso destruir? Yo lo llamaría crear, producir,sustentar, vivificar
9.
En vez de replicar que el hombre más maloó pusilánime siempre es algo más que la planta,porque tiene un alma y una inteligencia que, por viciadas óembrutecidas que pudiesen estar, se pueden redimir; en vez de contestarque el hombre no tiene derecho de disponer de la vida de nadie enprovecho de nadie, y que el derecho á la vida reside en cadaindividuo como el derecho á la libertad y á la luz; envez de replicar que si es abuso en los gobiernos castigar en el reo lasfaltas ó crímenes, en que ellos le han precipitado porincuria ó torpeza, cuanto más lo sería en unhombre, por grande y por desgraciado que fuere, castigar en el pobrepueblo las faltas de sus gobiernos y antepasados, en vez de decir queDios solo puede tentar tales medios, que Dios puede destruir porquepuede crear,
10.
Tuvieron, sí, el méritode no destruir la
11.
desalmados iban a los alcances delos amantes evadidos, con propósito de destruir su felicidad;
12.
Por doquiera cavaban los peonesla tierra para destruir los
13.
laactividad que éstas desplegaban para destruir y aniquilar cuanto enSevilla tuviera
14.
Soy pues de parecer que sin destruir el
15.
fuese que en algun escondrijo se estableciese el enemigo, y levantase fortalezas difíciles de destruir á los
16.
rayos abrasadores con que puedoy suelo amenazar y destruir el mundo? Pero con sola una cosa
17.
alos humildes y castigar a los soberbios; quiero decir: acorrer a losmiserables y destruir a los
18.
¿Escreíble? ¿Es razonable? ¡Eso es destruir el orden social! ¡El brazo y laderecha en la mesa a
19.
Algunos gobernantes tímidos hablaron diversas veces de destruir todoesto, pero desistieron al fin, pensando que van transcurridos cincuentaaños y la explosión é inutilización de tales materiales serviría paradespertar la curiosidad de las gentes de ahora, que no tienen la menoridea de su existencia
20.
destruir, y en el impulsorecibido pasaron todos los límites
21.
Estos fueron losembustes con que los Genoveses quisieron destruir los Catalanes, y ellosintroducirse, y
22.
civilización,fueron demasiado bárbaras, empero, para destruir con su impulso la
23.
destruir, los emigrados seagolpan a Buenos Aires y ocupan el lugar de la población
24.
Kant, se fijaba en el sujeto, perosin destruir la objetividad en el mundo interior; y por esto sufilosofía, si bien contiene muchos errores, ofrece al entendimientoalgunos puntos luminosos; pero fué mas allá,
25.
Es evidente que puedo prescindir del olor sin destruir ninguna de lasotras sensaciones que de ella emanan
26.
Esta realidad es necesaria, si no se quiere destruir la realidad delmundo externo
27.
Ahora bien: limitar el valor de estos conceptos á la intuicion sensible,seria destruir el principio
28.
Estos miembros de los Iluminati en la resistencia no estaban tratando de destruir a los
29.
imaginarlascoexistentes, es destruir la esencia del tiempo
30.
no se quieren destruir lascausas libres
31.
Católica; pero el demonio que trabaja tanto en destruir ydeshacer las obras y empresas
32.
que ellos quisieren y destruir al que les pareciere; ysirviéndose de una cubierta ó capa
33.
Golpe lleno enMarzo, para destruir las hierbas crecidas con las
34.
Con este motivo elconferenciante tronó contra la revolución, contra ese viento que sopladel infierno para destruir todo lo antiguo y glorificar lo nuevo, contraese desprecio bárbaro de las
35.
delicias del precioso cuerpo que el fuegoacababa de destruir
36.
Un suceso inesperado vino a destruir el arrobamiento en que todosestábamos
37.
«Anteayer, el gobernador ordenó un ataque para destruir los depósitos
38.
Casi todos los habitantes de la Presa escaparon al destruir el río lasobras
39.
poderesintelectuales sin destruir o disminuir el miedo a los
40.
pedirán laintervención de un poder extranjero, si con esto pueden destruir
41.
esfera, que por espresa comision pasen deManila á las provincias al reconocimiento y recibo de la hoja, ycuya ilustracion é intelijencia pueda descubrir y destruir todaslas artes y manejos que se empleasen en estos casos, y economizarse lossueldos de trecientos pesos anuales que se dan á
42.
de imponer cuarentenas y de destruir los animalesenfermos y está encargada de preparar las
43.
al hablar de la vejez conexcesivo desdén y, para destruir el
44.
puede destruir el alma y el cuerpo en elinfierno
45.
ántes á aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno
46.
puede destruir el alma y el cuerpo en elquemadero
47.
enellas, y sí solo en destruir los proyectos del tirano, que daban mascuidados de los que se tuvieron al
48.
destruir la ciudad del Cuzco,matando todos los advenedizos que
49.
Gobierno, preciso es decirlo muy alto, es su empeño en destruir nuestras instituciones
50.
Y su plan era, sencillamente, destruir la felicidad de
51.
acordado de esto,y no destruir, como destruyeron, en la
52.
Pero se ha puesto en marcha una conspiración para destruir a todos los que están en la tumba, y vamos a tratar de detenerla le guste o no
53.
–Lisa me dijo que a Jean-Yves le fascinaba la mitología socialista: 1936, el Frente Popular, las cuarenta horas… Me parece improbable que trabajara para destruir la imagen de uno de los miembros más destacados de su partido
54.
¿Qué explicación permite comprender que se optara por la destrucción de los judíos de Europa como meta válida, aun a riesgo de perder la guerra y precipitar el fin del Estado alemán? ¿Qué fuerza del mal era tan potente como para empujar a un pueblo a adoptar el proyecto de destruir a otro pueblo a riesgo de provocar la derrota y devastación de su propio país?
55.
¿Por qué la resistencia judía era la única de Europa que no podía contar con el apoyo de los aliados para abastecerse de armas y por qué los resistentes del gueto de Varsovia habían recibido tan poca ayuda de la resistencia polaca? ¿Por qué el Papa no dijo nunca nada, cuando una palabra suya habría podido salvar miles de vidas? ¿Por qué las fuerzas aliadas no quisieron destruir las instalaciones de exterminio de los campos, aunque disponían de mapas precisos de todos sus emplazamientos? ¿Por qué el gobierno americano retrasó el salvamento de los judíos, por qué desalentó las protestas contra el hitlerismo entre los judíos americanos, por qué insistió para que no se hicieran públicos los informes sobre la Solución Final, por qué rechazó un plan sueco que habría podido salvar a veinte mil niños judíos con la excusa de que aquello «disgustaría a los alemanes»? ¿Por qué los americanos no aumentaron sus cupos de inmigración entre 1933 y 1943, cuando Hitler utilizaba ese hecho en su propaganda para argumentar que ni siquiera Estados Unidos quería a los judíos? ¿Por qué ese cupo rígido en todos los países, que les impidió escapar? ¿Por qué sugirió el gobierno suizo a los nazis que identificaran los pasaportes de los judíos con una letra J? ¿Por qué Suiza permitió a la banca obtener enormes ganancias gracias al oro nazi y a la expoliación de bienes judíos? ¿Por qué sus clientes de ayer eran Hitler, Himmler y Goering y los de hoy se llaman Sadam Hussein, Mobutu y Abu Nidal? ¿Por qué continúa vigente la misma situación?
56.
Los judíos tienen prohibido dar a Hitler una victoria póstuma decía ella tienen prescrito sobrevivir como judíos por temor a que se extinga el pueblo judío tienen ordenado acordarse de las víctimas de Auschwitz para evitar que se pierda su memoria está prohibido dejar de creer en Dios decía él pues Dios estaba presente en Auschwitz como lo estuvo en la cruz está prohibido perder la esperanza en el hombre y en el mundo decía ella y evadirse en el nihilismo o en el desencanto por temor a entregar el mundo a las fuerzas del Mal está prohibido perder la esperanza en Dios decía él que cumplió su cometido en Auschwitz castigando a los judíos un judío no puede responder a la tentativa que hizo Hitler de destruir el judaismo contribuyendo él mismo a su propia destrucción decía ella está prohibido dejar de creer a causa de Auschwitz decía él en la antigüedad el pecado impensable de los judíos era la idolatría en la actualidad es responder a Hitler cumpliendo su labor decía ella era el holocausto decía él que es comparable al Sinaí por su valor de revelación decía ella no dar a Hitler una victoria postuma
57.
y su cólera intentará destruir
58.
Su hija Ruth Rothberg y su yerno Aarón le convencieron de que era posible reconstruir el Templo sin destruir la mezquita Al-Aqsa
59.
Nat escuchó el violento chasquido de la madera al astillarse y se preguntó cuántos millones de años de recuerdos estaban almacenados en aquellos pequeños cerebros, tras los hirientes picos y los taladrantes ojos, que ahora hacían nacer en ellos este instinto de destruir a la Humanidad con toda la certera y demoledora precisión de unas máquinas implacables
60.
No quiero destruir esa felicidad
61.
Pese a las indignadas protestas pacifistas y los compromisos solemnes de los tratados para invertir la carrera nuclear, cada año Estados Unidos y la Unión Soviética se las arreglan para fabricar nuevos artefactos atómicos capaces de destruir todas las ciudades importantes del planeta
62.
No obstante, igual que en un aparcamiento en paralelo resulta más sencillo salir de nuestra plaza que entrar en ella, es más fácil destruir el entorno medioambiental de un planeta que reconducirlo hacia una serie de temperaturas, presiones, composiciones, etcétera, estrictamente prescritas
63.
Su acompañante propuso destruir las credenciales del partido
64.
Fue por eso que cuando Mahomet se acercó a la ciudad en Abril de 1453 las circunstancias no eran las mismas de siempre: ahora había un gobernante que no deseaba tomar y destruir la ciudad y quedarse con sus riquezas, ahora había un sultán que deseaba conquistar la ciudad para convertirla en la perla del Islam, y que con todas sus fuerzas y su inteligencia dejaría todo para conseguirlo
65.
Comparando la desolación en que los latinos habían dejado la ciudad en 1261, con el saqueo de los turcos, consecuencia directa de la depredación occidental, se puede decir que cuando los turcos hicieron pie en la ciudad ya no quedaba demasiado para destruir o robar, porque lo más preciado que tenía
66.
Hay una teoría que ha gozado de cierta fortuna, según la cual Cortina intervino en el golpe al modo de un agente doble: no con el propósito de que el golpe saliera bien sino con el de que saliera mal, no con el propósito de destruir la democracia sino con el de protegerla
67.
Era, de hecho, la única posibilidad, o al menos la única posibilidad que Cortina o cualquiera de los demás conjurados podía juzgar de antemano factible: cabía imaginar que -a pesar de que el golpe no fuera contra el Rey sino con el Rey, a pesar de que no fuera un golpe duro sino un golpe blando, a pesar de que no pretendiera en teoría destruir la democracia sino rectificarla, a pesar de que la presión que ejercerían sobre él los sublevados y gran parte del ejército sería enorme y a pesar incluso de que el gobierno resultante del golpe debería contar con la aprobación del Congreso y podría ser presentado por Armada no como un triunfo del golpe sino como una solución al golpe- el Rey decidiese no patrocinar el golpe y hacer uso de su condición de heredero de Franco y de jefe simbólico de las Fuerzas Armadas para detenerlo, tal vez recordando el ejemplo disuasorio de su abuelo Alfonso XIII y de su cuñado Constantino de Grecia, que aceptaron la ayuda del ejército para mantenerse en el poder y al cabo de menos de una década fueron destronados
68.
También es una manera de destruir a las personas
69.
O dicho de otro modo: si antes del 23 de febrero los golpistas hubieran realizado un cálculo de riesgos y beneficios y hubieran llegado a la conclusión de que era menos peligroso para la monarquía parlamentaria dar un golpe o permitir que se diese que no darlo, o si hubieran diseñado el golpe no para destruir la democracia sino para encogerla por un tiempo y resguardar así a la monarquía en un momento de zozobra y asentarla en el país, entonces habría razones para sostener que el golpe del 23 de febrero triunfó, o al menos que no fracasó por completo
70.
—La televisión muestra cada día imágenes de millones de personas de todos los países, razas, lenguas, edades, sexo y condición social, que se muestran furiosas porque un pequeño grupo de dinosaurios intentan destruir la paz que tanto les ha costado conseguir
71.
Los nuevos animales llegaban en cantidades asombrosas, como para destruir las ideas del granjero sobre la esterilidad de su tierra
72.
–Pero -exclamó el Hijo en tono triunfal- puedo y quiero destruir este planeta
73.
-No me gustaría, pues sería destruir al mismo tiempo el de la paciencia, la abnegación, la fidelidad, el amor de mi hija, y eso no lo quiero olvidar, no; ni aun para llegar a olvidarme de mí mismo
74.
Se proponían atacar el cielo, destruir a Dios y poner ídolos en su lugar
75.
Entonces reflexionó Dantés que lo que había que hacer era destruir este cimiento, pero ¿cómo? Tendió los ojos en torno suyo, con aire perplejo, y reparó en el cuerno de oveja griega que, lleno de pólvora, le había dejado su amigo Jacobo
76.
El carácter era el mismo; pero, ¡ay!, cuán distinto aparecía con la ruda corteza de un hombre del pueblo, enemigo a muerte de la gente noble, aspirando a destruir los esplendores viciosos de la antigua sociedad
77.
Dicen que eres el diablo que viene a destruir a Toledo y sus santos templos
78.
Tras su encuentro con lord Hhune, Bunlap puso rumbo a su fortaleza con un nuevo contingente de mercenarios y el corazón apesadumbrado y desbordado de planes para destruir a los elfos que tanto se habían burlado de él y que tantas veces lo habían eludido desde hacía tanto tiempo
79.
Luego fue incendiado el coche para destruir pruebas comprometedoras
80.
¡Lo suficiente para robar, destruir y sabotear!
81.
¡Es extraño cuánto les cuesta siempre a las mujeres destruir los objetos y documentos más comprometedores!
82.
-Ocupaos pronto en destruir la escalera
83.
—¿Encontraron el medio de destruir los hielos que lo circundan?
84.
Nos internamos cada vez más adentro de la selva, pero ellos siempre nos alcanzan, a veces tardan años, pero finalmente llegan de nuevo y entonces nosotros debemos destruir los sembrados, echarnos a la espalda los niños, atar los animales y partir
85.
El tren arrasó con su curiosidad natural, pero no pudo destruir la impaciencia de sus sentidos
86.
Los magos podían espiar los pensamientos de la gente y sonsacar información útil para destruir a los vardenos
87.
Frente a ellos aún ardía un trozo de madera cruzado en la calle —un fragmento de las escaleras que habían roto los elfos al destruir la puerta—
88.
Nos aseguraron que se trataba de una sublevación general, las tribus estaban en pie de guerra, listas para destruir todos los emplazamientos españoles
89.
Su tío Jaime se encargó de destruir el mito de los niños que surgen de los repollos o son transportados desde París por las cigüeñas y su tío Nicolás el de los Reyes Magos, las hadas y los cucos
90.
Otro argumento que esgrimió el arcediano y que le sirvió en sus escritos de plataforma legal y excusa para desobedecer al monarca y a la vez justificar sus acciones, fue que él se limitaba a sostener en sus prédicas lo mismo que el papa legitimaba, y que eran las actitudes que coadyuvaban a justificar los entusiasmos de aquellos que querían destruir el judaísmo
91.
Por eso, porque no eran peligrosos para él, mi padre no se había tomado la molestia de destruir aquellos papeles, por eso no los había seleccionado y ni siquiera los había escondido bien
92.
El superior, atendiendo las indicaciones del físico, le conminó a ello, aludiendo al voto de obediencia, y había ordenado, para evitarle tentaciones, que dejara en la Pia Almoina el cestillo de jardinería con todos sus aditamentos, guantes incluidos, que Magí se había ocupado de destruir de inmediato
93.
» Con este fin, las misiones para comandantes de unidades especiales de ataque abarcaban tres componentes diseñados para destruir o capturar prisioneros y equipo enemigo y controlar territorio clave: la misión inmediata, o blizhaiashcha zadacha; la misión subsiguiente, o posledyushchaia zadacha, y la misión consecutiva, o napravlenie dal'neishego nastupleniia
94.
18, después de que los Strikers hubieran abandonado la zona, para destruir los paracaídas y no dejar a los rusos nada que pudieran presentar ante las Naciones Unidas como «prueba» de una incursión estadounidense
95.
—Es muy duro para los campesinos portugueses destruir el maíz
96.
Dijo también que meterse con el tiempo de Inglaterra sería como meterse con Inglaterra, y si nos metemos con Inglaterra, nos exponemos a destruir los cimientos de la magia inglesa
1.
(creación divina que nos espera, que el hombre destruye, altera y domina con la envidia, con todo su antojo, desproporcionando las sabias PROPORCIONES que DIOS dejo establecidas
2.
estadounidense la que destruye a los musulmanes, sino los
3.
de edificar destruye con su mal ejemplo, en el consepto de que desde que entro a esta ciudad, no se ha verificado un cumplimiento de Iglesia entero, que aun en este año no se ha principiado hasta la fecha, que en la Iglesia ha escandalisado varias veses, predicando a bentana señalada para desahogar sus pasiones, que ultraja a cada paso a los feligreses y aun a las autoridades constituidas en su casa, en la plasa, en el pulpito, a fin de que comben-gan con sus [intereses]
4.
Todo lo que se logra a través de la astucia es perecedero y con el tiempo se destruye
5.
¿Quése destruye? ¡Un mal, el sufrimiento, yerbas raquíticaspara plantar en su lugar otras lozanas! ¿Llamará ustedá eso destruir? Yo lo llamaría crear, producir,sustentar, vivificar
6.
su propia hacienda, como hicieron los numantinos;pero cuando alguien destruye ó
7.
hacen detodos los goces que les proporciona el nuevo rango, el cual al mismotiempo que destruye su salud,
8.
Destruye el ganado que en grandes rebaños pasa todos los años al Paraná,y sucede que, haciendo
9.
Trabajando sin cesar, el río destruye
10.
razónpoderosa que los invalida y destruye
11.
ahora que era antes, se destruye la conciencia del
12.
] Tal vez pudiera replicarse que aniquilado lo contenido dentro delas superficies, no se destruye el volúmen que forman; y en la idea deeste volúmen entra la de capacidad
13.
] Esta opinion tiene en contra de sí, el que destruye la simplicidadde Dios
14.
El límite quita á laextension la generalidad: la generalidad destruye el límite
15.
destruye los límites, siguiendo la marchageneralizadora del entendimiento
16.
diferencia está enel mas y en el menos; lo que no destruye la imposibilidad metafísica
17.
] Surge aquí otra dificultad, que en apariencia es mas grave que laanterior: si las relaciones de los cuerpos no son esenciales y estánsujetas á variacion; si lo que sobre ellos calculamos, no está fundadoen datos de necesidad intrínseca; parece que se destruye la geometríamisma, ó se la circunscribe de tal modo al órden ideal, que no puedeestar segura de que en descendiendo al campo de la experiencia, noencuentre falso lo que ella tiene por verdadero, y verdadero lo que ellareputa falso
18.
] Así destruye Kant toda la ciencia metafísica, y en esta deplorableruina van envueltas las
19.
momento que se haceentrar en ella una determinacion cualquiera, se la destruye en
20.
destruye por su base toda inteligencia; y hayademás mucha confusion en las aplicaciones que se
21.
] El sistema de la unidad absoluta destruye la idea delórden: en esta idea se encierra la
22.
manos del hombre le han opuesto yarrastra los árboles y las casas y destruye las más
23.
separación de esa clase, cuando se disuelve y destruye esaunidad misteriosa y fundamental de la vida
24.
Pero cuando se corta y destruye de una vez todo elbosque, como en un acceso de frenesí, dan intenciones
25.
Toda otra consideración, toda otra forma, no destruye la imagen de estamujer
26.
deja en reposo grato a las almasinocentes y castas, y mata y destruye todo incentivo en las almas
27.
destruye la armonía funcional; está indicado en todos los que elmalestar menos
28.
vitalidad de la mucosa intestinal, destruye lacondicion de existencia de las lombrices
29.
A pesar de las guerras, a pesar del tiempo que pasa y destruye, a pesar del sucederse de las generaciones de los hombres, prometieron constituirse en guardianes de los textos
30.
La erosión en la Tierra destruye la información lentamente, pero es un proceso gradual el choque de una gota de agua, el pinchazo de un grano de arena que puede pasarse por alto
31.
Una estrella se destruye a sí misma a miles de años luz de distancia y produce rayos cósmicos que viajan en espiral por la galaxia Vía Láctea durante millones de años hasta que por puro accidente algunos de ellos chocan con la Tierra y con nuestro material hereditario
32.
También es notable que vivamos en un universo que destruye galaxias, estrellas y mundos
33.
Los experimentos microbiológicos del Viking determinaron que la materia orgánica transportada a Marte desde la Tierra y diseminada sobre el polvo de la superficie marciana se oxida y destruye rápidamente
34.
Pese a ser contradictorias, muchas de ellas son válidas; o pueden serlo: segmentar la historia es realizar un ejercicio arbitrario; en rigor, es imposible precisar el origen exacto de un acontecimiento histórico, igual que es imposible precisar su exacto final: todo acontecimiento tiene su origen en un acontecimiento anterior, y éste en otro anterior, y éste en otro anterior, y así hasta el infinito, porque la historia es como la materia y en ella nada se crea ni se destruye: sólo se transforma
35.
con que destruye a la intención sincera;
36.
Estaba haciendo el papel de gobierno constituido que se defiende en vez de hacer el de pueblo armado que destruye
37.
y destruye las ilusiones
38.
—Claro, y esto destruye la fe que podría tener en él —murmuró Poirot—
39.
Su peor defecto es que convertido en vicio destruye a quien lo bebe y su mayor virtud es que en cantidad moderada produce ilusión de felicidad y levanta el ánimo para el festejo
40.
Destruye una y otra acudirá en su lugar
41.
–Te lo suplico, padre, por última vez: suspende la instrucción, prohíbe las armas de fuego, destruye al bárbaro, declara que el experimento ha fracasado y acaba con esa indecencia
42.
Primero destruye la vida de sus cuatro hijas y luego se establece como especialista infantil en la otra punta del mundo
43.
Alejandro Escovedo preguntaba musicalmente qué clase de amor destruye a una madre y la deja perdida retorciéndose entre los árboles
44.
La guerra mata y resucita; destruye y crea
45.
¡Falsa y calumniosa especie! ¿Mas quién destruye un errado juicio en tiempos en que el aire viciado divulga, no sólo la corrupción, sino las vibraciones de ella manifestadas en el lenguaje? Entre la moruna y el espléndido caballero y gourmet Riva Guisando, no había más que una sincera y noble amistad fundada en la armonía de pareceres sobre algunas materias sociales, y por parte de él, ligero matiz de adoración platónica, que tenía su origen en la gratitud, como a su tiempo se demostrará
46.
–Un Nido de Dragón no se destruye, madame-replicó pacientemente-
47.
Si, por el contrario, sus vínculos son destructivos, el Metal se destruye por el Fuego, el Fuego se destruye por el Agua, el Agua se destruye por la Tierra, la Tierra se destruye por la Madera y la Madera se destruye por el Metal
48.
Constituyeron los cimientos para su interpretación de la combustión (que es la que seguimos aceptando hoy) y le llevaron a inferir que la materia ni se crea ni se destruye, sino sólo cambia de una forma a otra (de sólido a gas, por ejemplo)
49.
Destruye esto ahora mismo
50.
Lo destruye todo, y todo lo hace posible
51.
—La centralización destruye los perjuicios del monopolio —opinó Boyle
52.
Las mutaciones son vitales para la evolución, porque proporcionan una diversidad de formas alternativas entre las que la naturaleza selecciona o destruye según la eficiencia de cada una
53.
Muchas se refieren al mar: o provienes de él, o te destruye
54.
En caso de una absolución real, se deben reunir todas las actas procesales, desaparecen por completo del procedimiento, todo se destruye, no sólo la acusación,
55.
En caso de una absolución real, se deben reunir todas las actas procesales, desaparecen por completo del procedimiento, todo se destruye, no sólo la acusación, sino también todos los escritos procesales, incluida la absolución
56.
Blake inventó un dios llamado Urizen que maldice, condena y destruye «los gozos más bellos»; sus tablillas parecen lápidas, y en ellas escribe lo que no se debe hacer
57.
Su tarea, dice varias veces, lo destruye
58.
Destruye todos los edificios, mata a todos los habitantes, deja solo manchas negras en el desierto
59.
—El rayo-R destruye todos los tejidos animales, y no hay materia alguna que resista a los rayos-T
60.
Si no se hace algo, Cazador del Cuervo destruirá a la Tribu desde dentro mientras que tu padre la destruye desde fuera
61.
Con una diferencia: la ceniza es eso que destruye al hombre
62.
Nadie lo ve mientras realiza su labor, mientras destruye y desmigaja las cosas
63.
Yo estaba dentro de sus corazones cuando atacaban, y mi voz -aunque ellos no sabían que era mi voz- decía: Rompe, desgarra, hiere, destruye
64.
El sentimiento es una suerte de enfermedad que ataca los órganos internos y finalmente destruye
65.
Es un comercio que destruye a los nativos y les incapacita para hacer nada digno
66.
Se cree, se sabe, se imagina sin dudar; ni la fe, ni el conocimiento, ni la imaginación suponen duda y hasta la duda las destruye, pero no se piensa sin dudar
67.
Y entonces le baja la desesperación por recoger ese corcho que destruye todo el orden de la habitación
68.
Por una parte, ha tenido que recurrir a premios extravagantes e injustos, sin tener en cuenta que una distribución desigual del bienestar destruye más incentivos de los que crea y, evidentemente, no puede laborar por el bien común
69.
De todos modos, si Elric destruye el Cuerno del Destino…
70.
–Sólo si los hombres que moran en ella han perdido esa clase de orgullo que destruye el amor… Eso dicen los rumores, en cualquier caso
71.
El sentimiento es una suerte de enfermedad que ataca los órganos internos y finalmente destruye…
72.
No puede decirse que la adversidad forje el carácter, porque con la misma frecuencia lo destruye
73.
Así, cada burócrata está en dependencia absoluta con una garantía central de la ideología que reconoce una participación colectiva de su "poder socialista" a todos los burócratas que no destruye
74.
En esta diversidad de la vida histórica posible, el tiempo irreversible que comportaba inconscientemente la sociedad profunda, el tiempo vivido por la burguesía en la producción de mercancías, la fundación y la expansión de las ciudades, el descubrimiento comercial de la tierra —la experimentación práctica que destruye para siempre toda organización mítica del cosmos— se reveló lentamente como el trabajo desconocido de la época cuando la gran empresa histórica oficial de este mundo fracasó con las Cruzadas
75.
El pensamiento positivo destruirá al negativo, tan cierto como que la luz destruye la oscuridad, y los resultados serán así eficaces
76.
Es esta forma de pensamiento la que frecuentemente destruye completamente el resultado de muchos años de trabajo y esfuerzo
77.
Genera enojo, adormece el corazón y destruye los matrimonios
78.
Usted puede infectarse con un germen peligroso; la voluntad subjetiva inmediatamente comienza a construir una pared alrededor del área infectada y destruye la infección, absorbiéndola con los glóbulos blancos que la sangre suministra para este propósito
79.
Sabemos que una frecuencia más alta de vibración gobierna, modifica, controla, cambia, o destruye una frecuencia de vibración más baja
80.
Todo pensamiento es una forma de energía, una frecuencia de vibración, pero un pensamiento de la verdad es la frecuencia más alta de vibración conocida y por lo tanto destruye toda forma de error exactamente de la misma manera que la luz destruye la oscuridad; ninguna forma de error puede existir cuando aparece la "verdad", de modo que su trabajo mental completo consiste en alcanzar la comprensión de la verdad
81.
El pánico destruye
82.
–El peor de los malos espíritus -añadió- es el miedo que destruye la armonía de la mente, perturba el alma y crea una sensación de peligro y amenaza
83.
Si la otra molécula resulta ser, por ejemplo, nicotina, la reacción destruye o daña al gen
84.
Dado que la herramienta de protesta de los sectores postmodernos de los movimientos sociales es la trasgresión, he revisado la posibilidades de esta estrategia planteando que, más que transgredir, lo que se consigue en realidad es mantener a los movimientos sociales atrapados en un círculo vicioso, pues el propio discurso que genera identidades las destruye; y las destruye porque el propio discurso identitario, al basarse en la mismidad del sujeto, sólo genera prácticas individuales que no se coagulan en identidades coherentes y colectivas
85.
Cree que trabajar destruye las células de la piel
86.
Su alma reflectante y que eternamente está alisándose no sabe ya afirmar, no sabe ya negar; no da órdenes; tampoco destruye
87.
Con la primera puesta de sol el hechizo se pone en marcha y destruye todo lo que ha sido expoliado
88.
Con la manera tan deplorable de poner los palitroques, destruye el efecto que había producido con la capa, como conocedor y hábil peón que es
89.
Pero al establecer el postulado de lo eterno y lo infinito, ¿no destruye lógica y matemáticamente todo lo infinito y limitado? ¿No queda todo reducido a cero? ¿Es posible una sucesión en lo eterno? ¿Es posible una superposición en lo finito? ¿Cómo armonizar estas hipótesis auxiliares de lo eterno y lo infinito con los conceptos de distancia, movimiento y cambio? ¿No queda más que la presencia de los cuerpos limitados en el universo? ¡Es inútil preguntar!
90.
»Por eso dice la leyenda que basta con clavarle una estaca en el corazón para matarlo; cuando eso ocurre, el corazón despierta, libera la energía del amor y destruye el mal
91.
–Esa prenda, Majestad, es un símbolo, y a los símbolos también se los destruye
92.
La lucha por el poder entre las facciones destruye Kabul
93.
Sapolsky y otros científicos han demostrado que los episodios de estrés prolongado afectan a tu memoria porque destruye neuronas de tu hipocampo, deprime el sistema inmunológico, aumenta la presión arterial, cambia la distribución de grasas en tu cuerpo, afecta a los telómeros de tu ADN causando envejecimiento prematuro, altera tu ciclo menstrual, causa disfunción eréctil, e incrementa el riesgo de enfermedad cardíaca
94.
Una civilización que renuncia a la posibilidad de recurrir a la violencia en sus pensamientos y acciones, se destruye a sí misma
95.
Y además, como la memoria empieza en seguida a tomar clisés independientes unos de otros, y suprime toda relación y continuidad entre las escenas que representan, en la colección de los que expone, el último no destruye forzosamente los precedentes
96.
Todo ser se destruye cuando dejamos de verlo; su aparición siguiente es tina creación nueva distinta de la inmediata, anterior, y a veces distinta de todas las anteriores
97.
«Toda esta cuestión de Dreyfus —continuó el barón, que seguía agarrándome del brazo— no tiene más que un inconveniente, y es que destruye la sociedad (no digo la buena sociedad; hace ya mucho tiempo que la sociedad no merece ese epíteto encomiástico), debido a la influencia de señores y señoras del Camello, de la Cainellería; en fin, de gentes conocidas, con las que me encuentro hasta en casa de mis primos porque forman parte de la Liga de la Patria Francesa, antijudía y no sé qué más, como si una opinión política diese derecho a una calificación social
98.
La historia en la que el tiempo se destruye
99.
Por eso el deseo habitual que tenía el señor de Charlus de parecer viril y frío se vio dominado (cuando apareció en la puerta abierta) por esas ideas de cortesía tradicionales que se despiertan en cuanto la timidez destruye uña actitud ficticia y hace un llamado a los recursos del inconsciente
1.
Casi todos viven inmersos en una vida atrapante, de patrones pre-establecidos por el hombre, donde creen que están mejorando el mundo y la vida del planeta, y solo destruyen todo con voracidad; en nada parecido a los patrones pre-establecidos por DIOS
2.
Pero en unanaturaleza como la suya, estas impresiones, estos desconciertos, noacusaban un estado patológico de los que minan y destruyen, sino unaspecto del espíritu, de los que nutren y vivifican
3.
Heróicos, sublimes, son el desprendimiento y el sacrificiode los que destruyen
4.
Se encuentran los Lestrigones antropófagos que destruyen bien once de las doce naves que Ulises posee
5.
se destruyen los días en crujidos secuenciales
6.
estas desavenencias reales: «Los pecados yerrores de los príncipes destruyen y
7.
caimanes de que los rios y bañados están lleños; estos ferocesanfibios destruyen el pescado y son el terror
8.
enemigos, á quienes muchas veces atacan y destruyen, pero poresta razon jamas hicieron estos
9.
las pasiones del ánimo la levanten o abajen, puesto quelas más veces la destruyen
10.
destruyen el trabajode muchas horas
11.
destruyen el pensamiento, y arruinanhasta la conciencia, hasta todo lo subjetivo, que les servía de base
12.
nuevas impresiones se colocan en su puesto, y no destruyen nialteran las otras
13.
Se podria objetar á los que quiten al mundo externo las calidadesfenomenales ó aparentes de la continuidad, el que destruyen la geometríaque se funda en la idea del continuo fenomenal; pero esta dificultadclaudica por su base, porque supone que la idea geométrica es fenomenal,cuando es trascendental
14.
Tu contienes las fuerzas que destruyen la vida,
15.
Quien sabe: los terremotos son producidos por los vapores y gases desarrollados bajo las capas subterráneas, que al encontrarobstáculos á su salida ponen en juego su fuerza expansiva y destruyen cuanto á su paso encuentran
16.
están siempre allí sentados viendo la aburrida retransmisión de un partido de algo en la tele, se está mejor en el cuarto de uno, por supuesto, pero hemos aprendido con los años de trinque que si bebes solo entre cuatro paredes, las cuatro paredes no sólo te destruyen sino que les ayudan a ELLOS a destruirte
17.
Las alhajas no debían permanecer bajo tierra por mucho tiempo porque se suponía que en esas latitudes los hongos destruyen hasta los metales nobles y al cabo de un tiempo salen del suelo vapores fosforescentes, que atraen a los ladrones
18.
—Son artesanos que entran de noche en las factorías y destruyen todo lo que encuentran
19.
Las armas destruyen las generaciones, que son reedificadas en el seno de las mujeres
20.
Por otra parte, si se introducen en las inmediaciones de la célula enzimas que provocan la descomposición del ARN (sin afectar al ADN) y se destruyen las moléculas de ARN, cesa la producción de proteínas
21.
Se destruyen los rebaños y los bienes de Job; mueren sus hijos e hijas; él se ve afectado de forúnculos
22.
¿Está dispuesto a aceptarlo? ¿Quiere conseguir, al precio de su esfuerzo y de su agonía, que las necesidades de quienes lo destruyen queden satisfechas?
23.
Hay que estar en continuo movimiento, o los habitantes del lugar destruyen la comida o salen por la noche a matar a los soldados
24.
Me meto la mano en el bolsillo y los motores destruyen la catedral, Me meto la mano en el bolsillo izquierdo de la chaqueta y los dos motores del Spitfire 808 destruyen el silencio de la catedral, Los dos motores del Spitfire 808 destruyen el silencio de esta catedral de luz, pero yo no me asusto porque estoy buscando mi moneda en el bolsillo izquierdo de la chaqueta, y eso ocupa todos mis pensamientos, Busco mi moneda en el bolsillo izquierdo de la chaqueta y así casi no noto que el Spitfire 808 se mueve en silencio sobre la pista mientras sus dos motores destruyen el silencio de esta catedral de luz
25.
Devoran el espacio, destruyen todo a su paso
26.
Que destruyen una escena con encanto
27.
Por ejemplo, China ya es el principal responsable de las emisiones a la atmósfera de óxidos de azufre, clorofluorocarbonos, otras sustancias que destruyen la capa de ozono y (pronto) dióxido de carbono; sus contaminantes gaseosos y en polvo son transportados en la atmósfera hacia el este hasta países vecinos e incluso hasta Norteamérica; y es uno de los dos principales importadores de madera tropical, lo cual lo convierte en un impulsor de la deforestación del bosque tropical
28.
Porque la taltuza era eso, el mal a ciegas, el impulso animal que late en el seno de los hombres que devoran y destruyen lo que otros siembran
29.
China se convirtió en el primer productor y consumidor del mundo de sustancias que destruyen la capa de ozono, como los clorofluorocarbonos, una vez que los países del Primer Mundo dejaron de producirlos en 1995
30.
Pero en 1974 se descubrió que en la estratosfera, y debido a las intensas radiaciones ultravioletas, se descomponen en átomos de cloro muy reactivos que destruyen una parte importante de la capa de ozono, que nos protege a nosotros y a otros seres vivos de los efectos letales de los rayos ultravioleta
31.
¿Cómo se destruyen los Pozos de Hathsin? ¡No son más que un puñado de grietas en el suelo!
32.
Durante muchos años, Hawking había afirmado rotundamente que la información no vuelve a emerger, que los agujeros negros destruyen la información «introduciendo un nuevo nivel de incertidumbre en la física, añadido a la incertidumbre habitual asociada a la teoría cuántica»
33.
y los que destruyen
34.
¡Hasta el más pequeño grupo de trainitas es un equipo de linchadores en potencia! Me importan un pimiento los motivos que alegan… yo juzgo los resultados, y lo que veo es que saquean, destruyen, y cuando se presenta la ocasión, matan
35.
Y el efecto sobre la tierra es obvio: se destruyen bosques para obtener tierras de cultivo
36.
Se destruyen todos los huesos posibles, hasta que el animal ya no puede avanzar
37.
Si te destruyen a ti, destruyen el caso
38.
Las leyes de las empresas que contaminan el medio ambiente y destruyen la vida humana
39.
–Los bosques paren hijos que después los destruyen
40.
Hasta la fecha no hay ninguna prueba que desmienta su afirmación de que ganó ese dinero en las quinielas, pues los archivos se destruyen cada cierto tiempo
41.
Sólo los que son necesarios, los que definen, los que destruyen
42.
Las únicas respuestas interesantes son las que destruyen la pregunta
43.
Estos métodos están fundados sobre la razón y la experiencia y en consecuencia destruyen supersticiones precedentes y convencionales
44.
Qué ironía; muchos de ellos aún siguen pensando que la guerra continúa y matan, destruyen y cometen violaciones mientras proclaman que lo hacen todo por mí
45.
Los gángsters angloamericanos destruyen las preciosas reliquias del Occidente católico
46.
–Usted es un experto en transferencias bancarias directas y en los bancos que las aceptan y que, previo pago de una comisión, destruyen los datos sobre la procedencia del dinero, ¿no es así?
47.
Si los rayos o los vientos huracanados no la destruyen, simplemente se quedará sin gasolina
48.
Se destruyen y se construyen todo el tiempo
49.
Aquellos eran prodigios de la naturaleza grandiosa y heroica, visión extraordinaria de la transformación del mundo y las fuerzas telúricas que lo crean y destruyen
50.
Recordó lo que había dicho aquel matrimonio: «La gente que viene a robar, a llevarse el televisor en color que es tuyo, son el mismo tipo de criminales que matan despiadadamente a los animales o que destruyen obras de arte invalorables
51.
Se da orden de quitar de los establecimientos los letreros en los que haya nombres alemanes e inmediatamente se forman manifestaciones en diversos sectores que recorren las calles y asaltan, destruyen y saquean las tiendas y fábricas alemanas
52.
¡Es curioso! ¿Es cosa de alimentación, porque no ingieren más que cosas mal preparadas, o porque, por demostrar su abnegación, se entregan a unas tareas inútiles pero que destruyen el régimen que las conservaba? El caso es que observo un número sorprendente de esas extrañas muertes prematuras, prematuras al menos para el gusto del difunto
53.
Ahora bien, los muertos se destruyen rápidamente, y en torno a sus tumbas sólo queda la belleza de la naturaleza, el silencio, la pureza del aire
54.
Ahora, sentirme portador de una obra hacía para mí más temible un accidente que me costara la vida, lo hacía hasta absurdo (en la medida en que esta obra me parecía necesaria y duradera), era contradicción con mi deseo, con el vuelo de mi pensamiento, pero no por eso menos posible, pues como los accidentes son producidos por causas materiales, pueden perfectamente tener lugar en el momento en que los hacen detestables unos deseos muy diferentes, que ellos destruyen sin conocerlos
55.
Los guti se apoderan de Agadé y destruyen el Imperio Acadio
56.
Se declaran a favor del derecho a la libertad personal y religiosa, pero destruyen las iglesias cristianas y libran contra ellas una guerra secreta
57.
–Intenté resistir, pero Pianjy dispone de unas armas contra las que nuestras defensas son inoperantes, especialmente las catapultas, que lanzan enormes piedras, destruyen las murallas y matan a los soldados que están en las almenas
58.
Los universos se crean del fuego y se destruyen en el fuego, y cuando lo hacen todo recuerdo de lo que fue se pierde, salvo en la mente inmortal de las Moiras
59.
–La culpa y la acusación son corrosivas, Julia: destruyen las vidas
60.
Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga
61.
¿Por dónde bajaban los cuerpos? Siguen registrando la iglesia, desescombran, arrancan los tapices, destruyen el altar, sondean la piedra, buscan por todas partes
62.
Destruyen todos los artículos que contengan información que les desagrada
63.
Las tribus del Sinaí destruyen cuanto encuentran y amenazan el buen gobierno
64.
Ésa es la manera en que los yanquisdesempeñan las funciones que destruyen el alma
1.
000 años y que las inundaciones extrañas e inexplicables fueron destruyendo gradualmente
2.
guerras con los españoles, á quienes casi echaronde Chile, destruyendo las ciudades de Imperial,
3.
el fondo, destruyendo las aristas de las piedras en lascorrientes y cascadas, mientras que en otra parte, los industriales,elevan la superficie del arroyo, construyendo presas para llevar el aguaá sus fábricas
4.
triunfante la patria de los Escipiones, venciendoá Aníbal y destruyendo la capital enemiga:pero
5.
adversas, destruyendo en la persona el germen de la hostilidad
6.
me vayan destruyendo ymatando? Hasta la distinción, hasta la traza de mujer elegante y hastael
7.
cortar lacarretera, destruyendo los puentes y llenándola de obstáculos
8.
destruyendo los ribazos, pero todosesos estruendos diversos se confunden al subir hacia la serena
9.
integridad de suexplicación-credo, destruyendo o aplastando a
10.
19 Y destruyendo siete naciones en la tierra de Chanaan, les repartió por
11.
sonidos metálicos imposibles de imitar y los mares engrosaban más ymás destruyendo la
12.
No había honor en muchas de las acciones que lo obligaban a acometer; los ogros no hacían distinciones entre batallones y pueblos inermes, destruyendo sin miramientos a todo el que se interponía en su camino
13.
El fuego de ametralladoras se intensificaba, destruyendo vidrios, desastillando muebles y perforando muros
14.
«Sí, padre», decía el niño al azar, aunque ignorara cómo podía ser malo un pensamiento, y hasta el día siguiente vivió con el temor de dejar escapar sin saberlo un mal pensamiento, o, lo que le resultaba más claro, una de esas palabras malsonantes que poblaban su vocabulario de escolar, e hizo lo que pudo para retenerse, por lo menos hasta la mañana de la ceremonia, en que, vestido de marinero, con brazal, un pequeño misal y un rosario de cuentas blancas, todo ello regalado por los parientes menos pobres (la tía Marguerite, etcétera), recorrió blandiendo una vela el pasillo central, en una fila de niños, cada uno con su vela, bajo las miradas extasiadas de las familias puestas en pie entre los bancos, y el trueno de la música estalló en ese momento dejándolo petrificado, sobrecogido de espanto y de una extraordinaria exaltación en la que por primera vez sintió su fuerza, su capacidad infinita de triunfo y de vida, exaltación que lo poseyó durante toda la ceremonia, distrayéndolo de lo que estaba pasando, incluido el instante de la comunión y el regreso y la comida, pues los parientes habían sido invitados a una mesa más [opulenta] que de costumbre, y poco a poco los comensales, habituados a comer y a beber moderadamente, se fueron excitando hasta que una enorme alegría llenó poco a poco la habitación, destruyendo la exaltación de Jacques y al mismo tiempo desconcertándolo hasta el punto de que al llegar al postre, en el colmo de la excitación general, estalló en sollozos
15.
Por lo que en mí pasa comprendo lo que puede ser la pasión de innumerables seres vejados y maltratados por una tiranía de siglos; comprendo las catástrofes de la venganza popular, llevada a cabo por hombres sin instrucción ni conocimiento alguno del mundo y de la sociedad; me explico que la multitud no se detenga, sino que avance siempre, destruyendo todo lo que encuentra al paso, acordándose sólo de sus agravios y olvidando toda la ley de humanidad
16.
Pero era preciso a lo menos morir destruyendo
17.
Escoge las que responden mejor a su objeto y las guarda en su cuarto, destruyendo las otras
18.
Hecho esto, recurrieron al fuego, acumulando una gran cantidad de carbones encendidos, los cuales iban poco a poco destruyendo las fibras interiores del “durión”, que después pulían con las armas
19.
Al día siguiente tendrían que abandonar los conucos, porque apenas los soldados descubrieran su participación en la fuga de los presos, la represalia sería feroz; por motivos menos graves caían como un cataclismo sobre las poblaciones indígenas, destruyendo tribus enteras y arrasando todo recuerdo de su paso por la tierra
20.
El sólo se daba cuenta que el conflicto estaba ya destruyendo lentamente su integridad
21.
cierto, había producido conmoción en toda la comunidad del Sistema Solar: el capitán Chandler y toda su tripulación se perdieron cuando el núcleo de un cometa en el que estaban practicando un reconocimiento estalló de repente, destruyendo la Goliath de un modo tan completo, que solamente se pudo localizar unos pocos fragmentos
22.
¿No era posible, se decía a veces a sí mismo, que a pesar de su enorme inteligencia los superseñores no entendieran, realmente, a la humanidad y estuviesen cometiendo, con la mejor de las intenciones, un terrible error? ¿Y si en nombre de una altruista pasión por el orden y la justicia hubiesen decidido reformar el mundo sin comprender que estaban destruyendo el alma humana?
23.
Dioses creando y destruyendo; perdonando y castigando
24.
Se sucedieron las amenazas y las maldiciones, hasta que el padre Alvito emprendió el galope hacia Yedo, destruyendo la placidez del viaje
25.
Roma entabló una guerra contra los judíos, aplastando por completo a Jerusalén y destruyendo el sagrado templo hebreo
26.
Hallándose en su elemento aquellos briosos caballos, lanzáronse por el arrecife, destruyendo cuanto encontraban al paso, y allí fue el caer y el atropellarse de los desgraciados infantes que huían hacia Torrero
27.
del 1º/263, a los que ordena cubrirle con su fuego mientras él se agazapa tras un T-34 que acaba destruyendo con un racimo de granadas que le cuela por la escotilla…otro carro ruso corre la misma suerte y así, consigue que el resto se repliegue, conservando sus posiciones
28.
Mientras yo vuelvo, dedícate tú aquí a desbaratarlo todo, rompiendo las cubas de tinta y destruyendo las tinas, con objeto de que cuando venga la gente enviada por el kadí para comprobar la quiebra no encuentre en la tienda nada que llevarse"
29.
Está destruyendo lo único importante que tengo: mi relación contigo
30.
¡Buuum! La granada, aplastada por los dientes de tracción, estalló, destruyendo el mecanismo y arrancando el puente transversal de sujeción de su lugar
31.
En Sevilla han empezado los preparativos de evacuación, arrojando al río los depósitos de pólvora de la Cartuja y destruyendo cuanto se puede en la fundición, maestranza y fábrica de salitre
32.
Quería que viera que la lava, en una de sus erupciones, había descendido hasta el mar destruyendo todo lo que había encontrado a su paso
33.
Los libros proféticos del Viejo Testamento hablan del día del Juicio, en el que Dios termina con todo, destruyendo a la gran mayoría en formas horribles mientras que salva al número insignificante que siguió exactamente las enseñanzas del profeta
34.
Era el ferviente deseo de desafiar la realidad, destruyendo todos los valores, con el fin de demostrarse a sí mismo que era capaz de existir oponiéndose a la realidad, y que nunca se encontraría coartado por ningún hecho sólido e inmutable
35.
Ya lo están destruyendo
36.
El SHAEF pretendía aislar Normandía y Bretaña destruyendo las comunicaciones por vía férrea y volando todos los puentes del Sena por el este y del Loira por el sur
37.
«El hombre fue catapultado fuera de cubierta, destruyendo por completo el mamparo de estribor y cayendo al agua
38.
Las redes de las SOE desempeñaron en todo ello un papel muy importante, destruyendo los depósitos de combustible de Das Reich antes incluso de que la división se pusiera en marcha, saboteando sus materiales rodantes, volando las líneas ferroviarias y organizando pequeñas emboscadas en serie
39.
La maldición parecía estar destruyendo el orden rápidamente, así que no toleraría el insulto de tener un intruso en su ciudad, especialmente en aquel momento
40.
El Gangrel más joven estaba desorientado, confuso, destruyendo todo lo que le rodeaba, desraizando y destrozando árboles de muchos arios
41.
–He venido porque estáis destruyendo nuestro huerto
42.
Tal vez estuviera pensando en el mismo francés, sentado en el salón dorado del Palacio del Elíseo, ocho meses atrás, destruyendo con frases medidas y sonoras las esperanzas del
43.
El agricultor Bill Mclntosh me explicó que en primer lugar traza un mapa de sus tierras para marcar la ubicación de todas y cada una del millar de madrigueras de conejo que alberga su terreno, las cuales a continuación va destruyendo una a una con una topadora
44.
Los pescadores pobres de los arrecifes tropicales utilizan dinamita y cianuro para matar peces coralinos (y de paso para acabar también con los arrecifes) con el fin de alimentar a sus hijos ese día, pese a ser plenamente conscientes de que con ello están destruyendo su medio de vida futuro
45.
Se convirtió en un centelleante movimiento que recorrió el equipo, localizando y destruyendo las cámaras, grabadoras y todos los aparatos de identificación
46.
Por eso es que, con toda frecuencia, una melancólica patota recorre el barrio del Angel Gris, destruyendo las maquinas de pensar que suelen cundir en oficinas, para no mencionar las cajas registradoras de los bares, los fixtures de Glostora, las balanzas y los relojes automáticos
47.
–Creo que es lo que está destruyendo nuestro mundo -repuso Dane, recordando las imágenes que Sin Fen le había enviado de las puertas
48.
Ahora, la gente se da cuenta de que sólo podrá invertir ese proceso cuando se incremente el número de personas implicadas en impedir los conflictos que nos están destruyendo
49.
Los laboratorios ardieron, destruyendo los tanques de axlotl, el pabellón, todas las pruebas, pero Fenring no se molestó en correr
50.
La violencia de las olas, cada vez más impetuosa, fue destruyendo poco a poco la almadía, hasta el punto de ser dificilísimo a los tripulantes el mantenerse en ella
51.
–El señor estaba destruyendo el castillo -dijo Petyr
52.
Pero cuando las luces del día se extinguen, un solitario trimotor Junker se acerca en vuelo muy bajo, en una misión «casi suicida», y deja caer una certera bomba sobre el puente casi terminado destruyendo varios tramos, reventando los caballetes de madera
53.
Hoy ha continuado la intensa actuación de la aviación en el sector del Ebro, batiendo concentraciones enemigas y destruyendo algunos puentes de los que el enemigo establece
54.
–Mira los vídeos de la Segunda Invasión, cuando estaban destruyendo nuestra flota en el escudo del cometa
55.
Una vez dentro, la espora podía germinar y multiplicarse por fisión, destruyendo los tejidos
56.
La imagen muestra un ariete destruyendo el muro y unos sacerdotes contemplándola desde el monte más alto de la ciudad, con lágrimas en los ojos
57.
El Guardián de la Tierra estableció un mecanismo que mantenía el equilibrio, y lo estamos destruyendo
58.
–Este asunto lleva estancado más de un año, durante el cual un grupo de hombres desesperados, recaudadores de impuestos, ha estado destruyendo el buen gobierno de Roma en cuatro provincias orientales: Asia, Cilicia, Siria y Bitinia-Ponto -dijo César en tono duro-
59.
Se había edificado un fortín de cemento y ladrillo junto al río, justo en el meandro, entre las juncias, destruyendo los nidos de las cercetas y las aguzanieves grises
60.
La enfermedad estaba destruyendo los quehaceres de ama de casa que hasta entonces había cumplido fielmente
61.
Y de hecho, muchas minas estaban encontrando sus objetivos, destruyendo a los defensores rojos y verdes antes de que pudieran alejarse de sus bases camufladas
62.
La realidad era que el hombre estaba destruyendo ecosistemas enteros sin que le importara
63.
Son tímidos, nerviosos, asustadizos y depresivos, y, lo que es aún más asombroso, viven convencidos de que se está destruyendo el medio ambiente de todo el planeta
64.
Tuvieron la sensación de estar destruyendo la santidad de aquel lugar
65.
Mientras las ondulantes llamas se elevaban y retorcían en el aire, destruyendo el cobertizo y cuanto había en su interior, Sir Trevor se mantenía erguido, sonriendo torvamente
66.
En el ínterin, desembarca en las islas cercanas al litoral devastando sus campos, destruyendo ciudades y fortalezas, y despoja de todo lo que tienen a los isleños
67.
Octa y Eosa regresaron con una enorme escuadra e innumerables guerreros, invadieron Albania y recorrieron a sangre y ruego el país, destruyendo ciudades y dando muerte a sus ciudadanos
68.
Mientras Arturo iba así destruyendo a sus enemigos, Gilomaur, rey de Hibernia, llegó en auxilio de los sitiados con una flota y una gran muchedumbre de bárbaros
69.
(203) Cuando el rey – como había comenzado a decir- cayó enfermo, los Britanos empezaron a reñir entre sí, destruyendo la opulencia del país en detestables luchas intestinas
70.
En esa pulsión entre lo mejor y lo peor que somos vamos construyendo o tal vez destruyendo nuestro camino
71.
En cuestión de minutos, oímos el estruendo al derrumbarse un lado de la montaña, destruyendo la clínica al instante, y recuerdo que nos miramos el uno al otro sin poder creer lo cerca que habíamos estado
72.
Tal vez sea un puercoespín destruyendo los cimientos
73.
Confesó Julián, destruyendo la mala impresión producida en Besançon con su anterior impenitencia, pero sin conseguir recobrar la solidez de su razón, más y más debilitada, a medida que pasaban los días por efecto de su aislamiento y la proximidad de su ejecución
74.
Pasaron por un plácido lago con lo que había sido un castillo de piedra marrón cayendo al agua; el viento aumentó de intensidad y provocó ondas en el agua, destruyendo el reflejo
75.
Entre el cañón de pulso que dispararon hacia el edificio desde fuera (destruyendo todos los chips en las inmediaciones) y ese truco del marco de la puerta (perdiendo todo bit en todos los discos) el asalto a Ordo no debe haber sido más que una operación de cargar con chatarra, lo organizase quien lo organizase, Andrew Loeb o (según los Adeptos al Secreto) las siniestras fuerzas federales del Fiscal General Comstock que empleaban a Andy como instrumento
76.
Todo en lo que podía pensar era en que ellos podían escaparse y hacer pedazos a Paul ó a Beck, destruyendo sus caras y comiendoseas
77.
Un viento retorcido de podredumbre y terror asolaba el reino de los muertos, devastando antiguas civilizaciones y destruyendo criaturas que no habían sido perturbadas desde hacía milenios
78.
En el respiro entre guerras desarrolló un plan para ganar la próxima destruyendo la moneda de Inglaterra
79.
Crisoles que purificaban y separaban el metal real de la escoria de los falsificadores pero que también fundían todos esos objetos discretos, destruyendo su carácter individual
80.
«Sólo sirve para destruir… ha destruido todo lo que era valioso en la república, todo lo que era valioso en la monarquía… está destruyendo a Francia con diabólica energía… su imperio ostentoso, sus acciones teatrales… es un hombre extremadamente vulgar… no tiene nada de francés… su ambición es desmedida… todo el mundo será una repugnante tiranía… Ha tratado al Papa de forma vergonzosa… a este Papa y al anterior
81.
—Mira los vídeos de la Segunda Invasión, cuando estaban destruyendo nuestra flota en el escudo del cometa
82.
Y Freeth, ¡cuánta amargura y resentimiento ha de haber sentido contra el hombre que estaba destruyendo todo aquello en lo cual creía, mientras le arrebataba su posibilidad de ganar poder y fortuna! Sin riqueza personal, pero con esposa y muchos niños, siempre estaba necesitado de dinero y esperaba con ansiedad los buenos emolumentos que hubiese recibido como deán
83.
Trataron por todos los medios de recrear la materia, destruyendo lo que habían hecho; pero les fue imposible
84.
Sólo se detuvieron una vez, cuando celebraron que Jack hubiera conseguido una fortuna y la elección del general Aubrey destruyendo una batería del promontorio de Barfleur, tierra adentro, y el puesto de señales del cabo Levi
85.
–¡Pero si es él quien lo está destruyendo! ¡Con una de sus magias, es él, es él! – despotrica por otro lado, en alemán, el cardenal de Colonia
86.
Graco advirtió a sus conciudadanos que se estaban destruyendo los cimientos de su grandeza militar
87.
El viento sopló con fuerza, destruyendo y arrastrando los huesos restantes, y sintió la presencia de Mercer
88.
Estos están destruyendo desde la mañana a la noche; perecen eternamente sin que nadie se fije… mueren, hasta sin saberlo
89.
Pero cuando los mismos amigos la convencieron, además, de que estaba destruyendo, en una compañía tan poco adecuada para ella como la de Roberto, las grandes esperanzas artísticas que había inspirado, de que su querido la estaba perjudicando y de que echaba a perder su porvenir de artista viviendo con él, no sólo despreció a Saint–Loup, sino que le tomó odio, como si se empeñara en inocularle una enfermedad mortal
90.
Pero, tras echar al correo la carta, sospeché de repente que, cuando Albertine me escri bió: «Me hubiera encantado volver si me lo hubieras escrito directamente», no lo decía porque yo no se lo hubiese escrito directamente y que, aunque así lo hubiera hecho, tampoco habría vuelto, que se alegraría de saber que Andrée vivía conmigo y se convertiría en mi esposa, con tal que ella, Albertine, fuese libre, porque ahora, desde hacía ya ocho días, podía entregarse a sus vicios, destruyendo las precauciones que, hora tras hora, tomara yo durante más de seis meses en París y que habían resultado inútiles puesto que durante aquellos ocho días debía de haber hecho lo que, minuto a minuto, había impedido yo
91.
Las gentes van generalmente a sus diversiones sin pensar nunca que, si cesaran las influencias debilitantes y moderadoras, la proliferación de los infusorios llegaría al máximo, es decir, daría en unos días un salto de varios millones de leguas, pasaría de un milímetro cúbico a una masa un millón de veces más grande que el sol, destruyendo al mismo tiempo todo el oxígeno, todas las sustancias de que vivimos, y ya no habría ni humanidad, ni animales, ni tierra, o sin pensar que una irremediable y verosímil catástrofe podrá producirse en el éter por la actividad incesante y frenética que oculta la aparente inmutabilidad del sol; se ocupan de sus asuntos sin pensar en esos dos mundos, el uno demasiado pequeño, el otro demasiado grande para que perciban las amenazas cósmicas que se ciernen en torno a nosotros
92.
-Claro que sí -repliqué-, en la batalla del Somme vio bien que comenzaron por cegar al enemigo sacándole los ojos, destruyendo sus aviones y sus globos cautivos
93.
En la continuidad, mi vida entera, mi posición en el mundo, se tergiversaba, y los afanes de dominio, provenientes de una u otra parte, perturbaban y acababan destruyendo mi felicidad
94.
—¡Cuidado! Estás destruyendo el trabajo de Helene y de Anni
95.
Cualquier dificultad en persuadir a las autoridades científicas de que la Bomba de Electrones está realmente destruyendo al mundo ahora se desvanecerá
96.
¿Qué consejo le había dado a su "querido amigo"? ¿Qué ayuda le había proporcionado a Goratrix en la elaboración de la fórmula secreta, aquella que los había convertido en Vástagos destruyendo su humanidad? Y lo que era más preocupante: ¿qué había añadido a la poción antes de que la bebieran?
97.
»Un líder fuerte permanece en el poder destruyendo a cualquier posible rival antes de que se haga demasiado ambicioso
1.
También hay otra posibilidad: construyes la casa y, antes de que alguien la destruya, la destruyes tú mismo
2.
Puedes derrotarle en infinidad de ocasiones, pero si no le destruyes, esperará, y esperará con una paciencia letal, y cuando menos lo imaginas devuelve todos los golpes con una frialdad y una crudeza que te hielan el espíritu
1.
rectángulo, no puedoprescindir nunca, porque si prescindo destruyo el rectángulo
2.
—¿Por qué? ¿Porque destruyo los esquemas sobre los que forjaron tu vida? También destruyo los míos desde luego, pero las largas noches de hambre y frío, y el abandono en que nos dejaron en la isla del Gallo me enseñaron que los poderosos se limitan a jugar con nosotros sin respetar norma alguna, y por lo tanto su propio comportamiento nos libera de nuestros juramentos
3.
Hago en mí una revolución; destruyo lo pasado y fundo un régimen nuevo
1.
La destruí después de leerla
2.
—Yo no destruí el avión —dijo
3.
–Yo destruí el puente -dijo-
4.
Cuénteme algo más de la apisonadora y de cómo destruí a esa delicada gacela
5.
Después los destruí y borré del ordenador
6.
Cuando destruí la barrera que impedía pasar al Viejo Mundo, este sello estalló también
7.
Lo trajimos de Iranistán, por la antigua ruta de las caravanas del sur, y luego mediante una rampa antigua que existía en el lado occidental del llano y que más tarde destruí
8.
Tú estabas lúcido cuando aconteció, ¿me puedes explicar que pasó desde el momento en que destruí el cañón aquel?
9.
Yo destruí las fotos inmediatamente
1.
edificio de lacivilización que destruía no se oyese a la distancia y los pueblosvecinos
2.
los destruía con poco esfuerzo
3.
Ella eraen realidad la que destruía las obras
4.
Y el invierno había hecho imposible la permanencia de los hombres en aquellos lugares en los que habían vivido durante todo el verano hasta bien entrado el otoño; ya no era posible cobijarse a la sombra de las encinas y el peso de la nieve destruía el follaje del arce, entre cuyas hojas susurraban las almas de los desaparecidos, como aliento del viento
5.
El grupo de extranjeros, inmovilizado de asombro, vio cómo la aparición del brujo destruía la frágil armonía que empezaba a lograrse en Ngoubé
6.
La guerra destruía todos y cada uno de los bienes del presente y proyectaba una negra sombra sobre el futuro
7.
Y también el vigor comercial en rápido auge de las ciudades italianas destruía el dominio bizantino del comercio, sobre el cual se asentaba en gran parte la salud de su economía
8.
»Comprendí entonces lo que estaba equivocado en el mundo, vi lo que destruía al hombre y a las naciones y dónde había que librar la batalla de la vida
9.
El hombre mayor del gobierno nos dijo que la CIA destruía las drogas, pero Hayes y Ventris dijeron que en la zona había demasiada droga
10.
Cuando llegaba al límite de su voz, comenzaba a azotar el aire con la ardiente llama de su mano, acentuando cada maldición con una crepitante erupción de energía que surgía de entre sus dedos como un rayo y destruía todo aquello que se cruzaba ante su vista
11.
Publio dormía, abatido por el agotamiento de una enfermedad que le destruía desde dentro
12.
La lámpara solar destruía los gérmenes de la platina, pero eso no explicaba gran cosa
13.
Entonces, cuando había completado el sueño, lo destruía
14.
Cuando la visión invadía y destruía sus defensas antes de que pudiera dormir, Pat temblaba en su cama y ensayaba todas las formulillas soporíferas que conocía
15.
Paso tres: dar un salto hacia atrás, para salir del radio de la explosión, mientras el zombi explosivo de Avitu destruía al ser de tierra animada
16.
ZHF 911 era lo que destruía un bando que, sin ella, quizá habría sido el bando del bien y que, con ella, sólo era un lamentable grupo humano desgarrado por las querellas intestinas
17.
La proa del barco se había introducido entre dos higueras gigantes, y el mascarón de proa se había trabado, invisible e incólume, mientras el barco se destruía tras él
18.
Para mi gusto son un poco grandes de más, un tanto vaso de Burdeos lleno hasta los bordes, pero me los he puesto porque esta noche hemos de ver a la gran duquesa en casa de María Gilberto”, añadió la señora de Guermantes, sin sospechar que esa afirmación destruía las del duque
19.
Y he aquí que yo, insensatamente, destruía toda aquella grávida vida
20.
Verdad es que no la destruía sino ficticiamente, pero bastaba esto para desolarme; quizá porque las palabras tristes que se pronuncian, aunque sean mentirosas, llevan en sí mismas su tristeza y nos la inyectan profundamente, quizá porque se sabe que simulando adioses se evoca con anticipación una hora que llegará fatalmente más tarde; además, no se está muy seguro de no poner en marcha el mecanismo que dará esa hora
21.
En cuanto a Morel, si rechazaba a todo el mundo, sin excepción -en lo que monsieur de Charlus había dicho sin saberlo una verdad que justificaba a la vez sus ilusiones y destruía sus esperanzas-, era porque, dos años después de dejar a monsieur de Charlus, se enamoró de una mujer con la que vivía y que, con más voluntad que él, supo imponerle una fidelidad absoluta
22.
Su aliento de exterminio ponía la desolación allí donde estaban las gracias; destruía la vida propia de la inteligencia para erigir en su lugar muñecos vestidos de trapos pedantescos
23.
Con un cuarto de millón de hombres, el sultán destruía las marcas orientales de la Cristiandad
24.
Era la décima estatua antigua que destruía en el atrio del templo de Set, ante los dignatarios hicsos, encantados al ver cómo desaparecían aquellos testimonios de una cultura ancestral
25.
¿Acaso los protectores de las coronas no eran un ser celestial, el buitre, encarnación de la madre por excelencia, y un ser terrestre, la serpiente, encarnación de la llama que destruía a los enemigos del rey?
26.
En su pesadilla, un incendio destruía la marina de guerra de los hicsos
27.
Obedeciendo órdenes, su escolta había tomado la ruta costera, en dirección al sur, mientras el diplomático destruía sus ropas egipcias y, provisto de una acreditación egipcia perfectamente imitada, se metía en el traje de un correo y partía hacia el norte
28.
Fue un frío determinado por la última vez que había estado en el hospital, con ocasión de una visita a su esposa, cuando ésta todavía luchaba contra la enfermedad que acabaría con su vida, sometiéndose a radio y quimioterapia así como a las demás medidas contra la terrible dolencia que destruía su cuerpo
29.
Y, ahora, aquella foto ambigua e inaprensible destruía los recuerdos que me quedaban y ponía, en lugar de su presencia viva, un rostro borroso y un uniforme
30.
En cuanto a mí se refiere, me dejé tentar por algunas cajas de una pasta fosforada que destruía tan radicalmente los ratones que los remplazaba por gatos
31.
En efecto: sólo habían pasado cinco meses desde la desaparición de Pattersson, cuando, a mediados de Octubre, un terremoto agitó a la isla Tsalal, al mismo tiempo que destruía casi por completo el grupo del Suroeste
32.
La velocidad destruía la pesantez
33.
El vértigo destruía su energía física y moral, casi no podían ya avanzar; tropezaban y caían frecuentemente, y podían seguir sólo arrastrándose de rodillas
34.
¿Se habría dictado el sobreseimiento para Nicolef? ¿Su inocencia era evidente para todos? ¿La llegada de Vladimir destruía todos los cargos del sumario?
35.
El microbio que buscaban destruía las bacterias
36.
Ahí creaba una especie de fibra tóxica que destruía la elasticidad del tejido y lo petrificaba
37.
Ya ha hecho notar la forma en que habéis mantenido ocupado al rey mientras yo destruía el detestable libro de Quorin
38.
Al atacar las células malignas, destruía también los glóbulos blancos buenos, por lo cual el enfermo era muy vulnerable al contagio de microbios y hongos
39.
Muñoz y Nones le hizo otra visita, en que charlaron mucho; mas los argumentos de ella eran tan endebles, que el hábil notario los destruía con poco esfuerzo
40.
¿No tenía, pues, nada que responder? ¿Las confesiones, que consagraban la explicación que él, Sholmes, había elaborado sobre el robo de la lámpara judía, enmascaraban una mentira que destruía inmediatamente el examen de los hechos?
41.
Y sentía elevarse en su alma un impulso de irritación que destruía su tranquilidad y anulaba el mérito de cuanto había hecho
42.
Se preparaba una empanada colosal que los propios señores comían al día siguiente; al tercero y cuarto los restos pasaban a las dependencias de la servidumbre; la empanada llegaba al viernes, hasta que, por fin, un trozo ya completamente reseco, sin relleno alguno, se ofrecía en forma de merced especial a Antip, quien, persignándose, destruía con estruendo ese curioso fósil, más feliz por el hecho de que procediera de la mesa de los señores que por el gusto de la propia empanada, igual que un arqueólogo bebe con placer un mal vino en el cuenco de una vasija milenaria
1.
–Las leíamos, las contestábamos y las destruíamos
1.
deguerra y los vicios nefandos destruían la población é impedían suaumento
2.
Las confesiones de la muerta destruían esa sospecha
3.
descanso destruían con su contacto lo que lesrodeaba
4.
En los mares circunvecinos cruzaban triunfantes loscorsarios de las colonias que acababan de emanciparse y destruían elmezquino comercio de Cuba
5.
¿Cuál era el propósito final de los sembradores? ¿Por qué destruían los mundos que tan cuidadosamente fertilizaban? Y con esa implacable regularidad de 802 años, por añadidura
6.
Todos los habitantes que estaban en condiciones de sostener todavía un arma se hallaban en los fuertes, provistos de picas y alabardas, espadas y mazas, dominados por una loca furia, en tanto que sus mujeres y sus hijos se refugiaban entre sollozos y rezos en la iglesia principal, en medio de una ininterrumpida lluvia de bombas que destruían las últimas viviendas
7.
Aludía a las inconstantes arenas de la entrada: con las mareas, los vientos, los temporales, ellas se movían, cambiaban el fondo de las aguas, cubrían y destruían en pocas horas el trabajo de semanas
8.
Esa última tarde, Satanás, un amigo de Pendlebury y capitán de la guerrilla en Krusonas, apareció de repente en la cueva en la que los soldados destruían el equipo y los oficiales quemaban documentos
9.
Marcharon en silencio durante un minuto, la conversación ahogada por el sonido de los taladros que destruían el pavimento
10.
Destruían las imágenes que guardaba de Hanna en el recuerdo y se entreveraban con las imágenes de campos de exterminio que tenía en la mente
11.
Sé que luego, por el contrario, ante nuestro admirado Catón —y se volvió a mirarle directamente; todos estaban pendientes de aquel cruce de miradas, de odios, de destinos, pues toda Roma sabía que aquel juicio era sólo un pulso entre aquellos dos hombres y las dos formas diferentes que cada uno tenía de ver el crecimiento y el fortalecimiento de Roma, Escipión abriendo la ciudad al mundo y Catón aferrándose a las tradiciones más conservadoras—, ante nuestro admirado Catón —repitió elevando la voz para hacerse oír por encima de los murmullos de sus enemigos— no se levantaban ya murallas que conquistar en Hispania, pues los iberos las destruían en cuanto se acercaba él, algo de lo que él se atribuye todo el mérito, pero, me pregunto yo, ¿a quién tenían miedo los iberos: a Catón o a las legiones romanas? Pues, sin duda, aún recordaban que yo, con sólo dos legiones masacré las fuerzas cartaginesas que me triplicaban en número y que todos aquellos iberos que se aliaron con los cartagineses acabaron muertos bajo las sandalias de mis soldados
12.
Podía tomar personalmente el mando de uno de los cazas en cualquier momento, sólo un corto espacio de tiempo, y al principio lo hacía con frecuencia; no obstante, cuando lo hacía destruían rápidamente a los otros tres cazas de su escuadrón, y a medida que los juegos se iban haciendo cada vez más difíciles, tenía que dedicar cada vez más tiempo a dirigir el escuadrón
13.
Wang-mu asintió, comprendiendo perfectamente que una cultura pudiera aferrarse a tradiciones muertas sólo por el bien de la identidad nacional, y también agradecida por estar en un lugar donde esas costumbres eran todas superficiales y no distorsionaban y destruían las vidas de las personas como ocurría en Sendero
14.
Cuando sólo se podía hablar ya de retiradas -”Kiev y Lemberg caídos, el ruski ante Varsovia…”-, cuando el frente que rodeaba a Nettuno se hundió, Roma cayó sin lucha y la invasión dejó en ridículo la invencibilidad del Muro del Atlántico, cuando en Alemania las bombas destruían una ciudad tras otra, no había ya nada que comer y, en el mejor de los casos, los carteles sobre “No robes carbón” y “¡El enemigo te oye!” servían para gastar alguna broma, cuando nuestra tertulia de veteranos se complacía ya sólo en contar chistes sobre cómo aguantar, alguien -uno de aquellos hombres de compañías de propaganda, que en aquellos tiempos nunca estuvieron con la tropa y sólo sabían relinchar en puestos fáciles como sementales de escritorio y luego, cambiando ligeramente de estilo, fabricaron bestsellers- se sacó de la manga la sugerente expresión de “armas prodigiosas”
15.
Sobre todo, estaba fascinado por el astro brillante al que primero había tomado por la Luna, pero que quizá era la Tierra: el planeta azul que flotaba, a lo lejos, con sus habitantes que se querían, se mataban entre ellos y la destruían metódicamente
16.
Las balas de cañón, que derribaban fortalezas, se movían siguiendo parábolas achatadas, y los morteros, que destruían ciudades, en parábolas altas
17.
No estaban dispuestos a malgastar tiempo observando cómo destruían un puente
18.
Nunca se destruían los coches
19.
Mi historia personal es la de un eterno combate contra los dragones que devoraban las cosechas, esclavizaban a niños de cinco años, consumían a los hombres hasta llevarlos a un estado próximo a la total imbecilidad y destruían la chispa de la vida en sus ojos; para derrotarlos crecí y me cubrí con su sangre, que en cierta medida era la mía
20.
Cuando caía un rayo, éste podía ser de una de estas tres clases: la de los rayos rápidos y penetrantes, que destrozaban el interior de una casa sin dañar la parte exterior; la de los rayos destructores, que, acompañados de un ruidoso trueno, lo destruían todo; y la clase de los rayos incendiarios
21.
» Yo estaba ciego de rabia, tales ruegos y quejas destruían todo el efecto de la gestión de Saint-Loup y me implicaban directamente ante Albertine pareciendo que le suplicase
22.
No imitemos a los revolucionarios que por «civismo» despreciaban, si no las destruían, las obras de Watteau y de La Tour, pintores que honran más a Francia que todos los de la Revolución
23.
Kane preguntó por que no emprendían entonces los guerreros una gran cacería y destruían por completo a los demonios, y Goru sonrió amargamente, repitiendo sus comentarios acerca de la habilidad desplegada en batalla por el pueblo-murciélago
24.
Los hombres de la especie de la que hablaba la Aes Sedai eran raros —sólo había tenido noticias de la existencia de tres de ellos durante toda su vida, y, gracias a la Luz, nunca en Dos Ríos—, pero el daño que ocasionaban antes de que las Aes Sedai los encontraran era siempre lo bastante importante para que corriese la voz, al igual que ocurría con las guerras o los terremotos que destruían ciudades
25.
Y de los Aes Sedai —entonces rehuyó la mirada de Moraine—, los varones Aes Sedai que perecían al tiempo que destruían el mundo en su enajenación
26.
Muchos rostros diferentes se creaban y se destruían una y otra vez en su rostro
27.
Quiero decir que es imposible que hayan permanecido tan bien colocados mientras le destruían el rostro
28.
No había cerrado los postigos y la luna caía suavemente dentro de la habitación; me la imaginaba entrando de la misma forma en el dormitorio del final del pasillo, resbalando por el cuerpo dormido de mi hermana, desnuda bajo la sábana, y habría querido ser esa luz, esa suavidad intangible, pero, al tiempo, tenía pensamientos rabiosos, los raciocinios chirriantes de la cena me retumbaban en la cabeza como el repiqueteo desatinado de las campanas ortodoxas de Pascua y destruían la calma en la que me habría gustado verme sumido
29.
¿Quiénes eran los malignos seres que destruían de aquel modo las aldeas, saqueaban las chozas, se apropiaban de las miserables riquezas de los pobres negros y desaparecían dejando tras de sí la ruina, la desesperación y la muerte? Nadie lo sabía
30.
Las células de su cuerpo se dividían a toda velocidad y se destruían, ¿o acaso no era ése el efecto de la radiación? Y ahora había llegado a su núcleo, lo estaba tanteando como una gran mano mortífera, negra y de huesos finos
31.
Mataban y saqueaban, incendiaban y destruían innecesariamente
32.
Pero, según Kume alcanzó a entender apenas vio el modo en que destruían, el alimento que necesitaban era el mismo