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    Usar "desánimo" en una oración

    desánimo oraciones de ejemplo

    desánimo


    1. No dejó de recordar también las numerosas donaciones, en espectáculos y trabajos públicos, que el difunto había ofrecido generosamente a la ciudadanía, y subrayó, por último, el ejemplo de tenacidad de aquel hombre que jamás se había doblegado ante el desánimo, que jamás había renunciado a la lucha, comprometiéndose en una batalla que debía emprenderse sin titubeos


    2. En medio del desánimo general ante el fracaso de Ra y sus acólitos, pocos, si es que alguno, se percataron de lo que me había sucedido


    3. Lo que le había ocurrido no causó en ella el menor desánimo


    4. Al fin, abandonó la puerta delantera y se fue al lateral de la casa, por donde se coló en la cocina y, para su desánimo, vio a Elain tejiendo junto a la mesa y hablando con Katrina, que quedaba frente a ella


    5. Pero no sabían que Cicerón estaba trabajando a toda velocidad; cuando se enteró de que Hortensio había solicitado juzgar a un ex prefecto de Aquea ante el tribunal de extorsiones, comprendió perfectamente los propósitos de Hortensio y sintió desánimo y desesperación


    6. Primero entregaron los prisioneros, ángeles unos, humanos los otros, y luego fueron entregando a los pecadores menos graves, que resultaban a estas alturas una carga gravosa para ellos, y a medida que las hostilidades cobraron fuerza y que el asedio inclemente los fue poniendo contra los muros, y el fuego se les fue extinguiendo en sus mazmorras horrendas, se vieron precisados a dejar libres a los pecadores más graves, de modo que el Purgatorio, lugar de recepción de los refugiados de la guerra se vio superpoblado de almas, que poco a poco fueron evacuadas hacia las regiones menos salubres del cielo y cuando los diablos se vieron solitarios el desánimo se apoderó de ellos, porque sin pecadores qué castigar, como después nos dijeron, ¿qué sentido tendría para ellos la Eternidad? Deseperados, abandonaron a Lucifer, salvo sus generales más allegados, que se mostraron valientes hasta el último momento y se negaron a dejar sus posiciones pese a las ofertas de indulgencia que les llegaron desde el cielo y a las misiones de paz que prometieron juicios justos después de la rendición, pero nada, allí se mantuvieron en su puesto, como en la guerra del principio de los tiempos, como la ha narrado el vidente ciego señor Milton de Inglaterra, y demostraron con su terquedad de vencidos que no eran hueso fácil de roer


    7. En el preciso momento en que Koja se convenció de que Yamun había perdido todo ánimo de combate, el señor de la guerra se irguió en su taburete, recuperado del desánimo y la desesperación que lo habían embargado


    8. Meditó las palabras a emplear, procurando que éstas no causasen una sensación de desánimo o de pesimismo


    9. Mientras escuchaba, su desánimo iba en aumento


    10. En el vestíbulo de todas las pensiones o en el primer tramo de los pasillos que las surcaban, se podían apreciar, con pocas posibilidades de error, las huellas olfativas que las identificaban, y Sebastián dirimía unas y otras con más desánimo que aprecio, constatando el detalle, a veces nimio, de su variedad

    11. Las tres llamadas tenían el mismo denominador común y casi coincidían en sus requerimientos: incrementaban la preocupación de Sebastián y acumulaban una advertencia que no lograba tomar del todo en consideración pero que también ampliaba el desasosiego y el desánimo


    12. –Ni Ciena en las peores noches… -murmuró sin poder evitar la inquietud del recuerdo de la fonda, cuando los viajantes tras el cansancio y el desánimo de la ruta arribaban en la oscuridad y sentían que el peso de la aldaba iba a golpear como un martillo el sueño de los huéspedes


    13. Luego se puso en pie y miró los huesos con una extraña expresión de desánimo, ya desprovisto de rabia


    14. Tomó el papel facs y lo leyó con desánimo


    15. Cuando su imagen reapareció en la pantalla de ella, su expresión era de desánimo


    16. En ambas ocasiones lo invadió el desánimo


    17. Maigret se volvió hacia Pardon, a quien dirigió una ojeada de desánimo


    18. Últimamente, entre la enfermedad y el abatimiento por el secuestro del joven Publio, su hermano no estaba en condiciones de mostrarse ante las legiones sin que su porte transmitiera desánimo, fracaso, derrota


    19. Cuando el desánimo comenzaba a cundir en mi humor y mis piernas, la vi cruzar la puerta de salida sin equipaje


    20. Cuando las legiones caían en el desánimo, el valor y la fortaleza del emperador nos mantuvieron a todos unidos

    21. Los legionarios empezaron a dudar y a caer en el desánimo de nuevo hasta que supo dar un giro completo a aquella situación de derrota


    22. Mientras sacaban la cama del ascensor, en el segundo piso, con una súbita sensación de desánimo vio la hora que era


    23. Escondidos el uno en el otro hablaron del miedo, de Lorenzo y su entereza cómplice, de Elena huida, de la necesidad de no caer en el desánimo


    24. Estaba arrodillada en la alfombra y gemía mientras el vicario la miraba fijamente por encima de las gafas, cerraba los ojos, alzaba una voz temblorosa en oración, abría los ojos, se estremecía y se comportaba, en términos generales, de un modo calculado para provocar tristeza y desánimo en el supuesto cadáver


    25. Wilt miró con desánimo los libros que había en el estante y tuvo que admitir que los había dejado en casa


    26. Con cierto desánimo, sabedores de que no eran rival para la tripulación de Pan Tang, bien entrenada y pertrechada, los hombres de Tarkesh corrieron hacia popa aprestándose a resistir a los asaltantes


    27. Las primeras veces que medites, tal vez sientas la tentación de caer en el desánimo porque están entrando en tu mente pensamientos y sentimientos no deseados que te distraen


    28. Es esencial percibir el desánimo y el desmoronamiento de los adversarios, y superarlos sin dejarlos siquiera un momento de respiro


    29. Asentí con desánimo y miré por la ventana


    30. Al consultar los mapas comprueba que el campamento de Amundsen está ciento diez kilómetros más cerca del Polo que el suyo, pero supera el desánimo y escribe en su diario: «Adelante, por el honor de mi patria

    31. EL desánimo cundió entre los dependientes jóvenes pero el antiguo no se inmutó


    32. El arponero seguía de pie en la puerta, en una postura de desánimo


    33. Atilio comprendió con desánimo que, fuera cual fuese aquel lugar, no se trataba de Pompeya


    34. En cualquier caso, había desánimo y confusión en el mando del Ejército francés, y Saint-Michiel no puso dificultades para firmar un acuerdo que permitía a la escuadra británica quedarse una larga semana en Saint-Paul pacíficamente


    35. Por lo visto, la tristeza que lo invadía en ocasiones, su desánimo, el desdén que sentía por sí mismo y su necesidad de huida eran más profundos de lo que MolIy había pensado


    36. Levantó los hombros en un gesto de desánimo y asombro


    37. , no será más que una fase de desánimo, seguro


    38. Es cuestión de esperar y esperar y seguir esperando, de no caer en el desánimo, de plantearse una meta que quizá no llegará, siempre con la idea de que se está al descubierto, a la vista de todo el mundo, porque es evidente que se está observando, que los papeles se invierten y el vigilado permanece allí, como un animal de zoo que come hierba mientras ríos de visitantes fluyen delante de él


    39. Por otra parte, si el senador, entre los golpes de mala suerte y el desánimo que le invadía, se encontraba como paralizado a la hora de contribuir a la mayor gloria del escudo de su Casa, al que con tanto entusiasmo había servido en tiempos, su carrera política al servicio de su comunidad se veía frenada por ciertas barreras externas que nunca podría franquear


    40. El enfermo se siente dominado por un desánimo general que no tarda en agravarse para convertirse en desesperación y fragilidad extrema

    41. ¿Qué pensar, por ejemplo, cuando los primeros síntomas de la enfermedad (el decaimiento, el desánimo general, la falta de apetito, el sueño desasosegado y los dolores de cabeza) ya se manifestaban antes casi siempre, incluso cuando el paciente, esperanza de todos los suyos, estaba completamente sano? ¿Cuando, a pesar de la mayor intensidad con que se presentaban ahora, no parecían nada fuera de lo habitual? Un médico eficiente y con sólidos conocimientos de la materia, como, por decir un nombre, el doctor Langhals —el guapo doctor Langhals, con sus manos pequeñitas y cubiertas de vello negro—, no tardará mucho en llamar al proceso por su nombre, y la aparición de las fatales manchas rojas en el pecho y el vientre lo confirmará con total seguridad


    42. Estos pensamientos cruzaron por la mente de Jack, mientras estaba allí sentado, acariciando la cabeza de león de la empuñadura de su sable; pero algo en el ambiente, o tal vez cierto desánimo o reserva o escrúpulo, le impidió completar la frase antes de que le avisaran que el falucho del Melpomène estaba en el agua


    43. Aquel desánimo, sin embargo, no daba cuenta del exilio que les esperaba


    44. Su campamento empezó a vaciarse, y para su desánimo, entre los desertores se encontraba Domicio


    45. Y fantaseó después sobre la inquietante receta privada del elegante historiador de la Revolución Francesa, Michelet -una de cuyas fantasías era observar menstruando a su amada Athéné- quien, cuando lo rendían la fatiga y el desánimo, abandonaba los manuscritos, pergaminos y ficheros de su estudio para deslizarse sigilosamente, como un ladrón, hasta las letrinas del hogar


    46. El suscrito vio, durante su permanencia en el local, que cuando no se hallaban brindando las prestaciones, las meretrices bailaban y cantaban con entusiasmo y bullicio, sin dar muestra de fatiga o desánimo, prorrumpiendo a menudo en las bromas y disfuerzos de carácter desvergonzado que es lógico esperar en este genero de establecimiento


    47. Y dijérase que los signos que aquel día iban a sacarme de mi desánimo y a devolverme la fe en las letras se empeñaban en multiplicarse, pues un mayordomo que llevaba mucho tiempo al servicio del príncipe de Guermantes me reconoció y me llevó a la biblioteca donde estaba, y para que no tuviera que ir al buffet, un surtido de pastas, un vaso de naranjada, y me limpié la boca con la servilleta que me dio, pero en seguida, como el personaje de Las mil y una noches que, sin saberlo, realizaba precisamente el rito que hacía aparecer, visible para él solo, un dócil genio dispuesto a transportarle lejos, pasó ante mis ojos una nueva visión de azur; pero era un azur puro y salino, y se infló en unos senos azulencos; la impresión fue tan fuerte que el momento que vivía me pareció el momento actual; más alelado que el día en que me preguntaba si de verdad me iba a recibir la princesa de Guermantes o si se iba a hundir todo, creía que el criado acababa de abrir la ventana a la playa y que todo me invitaba a bajar a pasearme por el malecón en la marea alta; la servilleta que había cogido para limpiarme la boca tenía precisamente esa tiesura almidonada de aquella con que tanto me costó secarme delante de la ventana el primer día de mi llegada a Belbec, y ahora, ante esta biblioteca del hotel de Guermantes, desplegaba, repartido en sus bordes y en sus dobleces, el plumaje de un océano verde y azul como la cola de un pavo real


    48. El desánimo se hacía evidente en todos y muy especialmente en la señora Weldon, que al ocuparse sólo de su hijito, no sentía el cansancio, a pesar de que las fuerzas la iban abandonando


    49. Momento o período de desaliento o desánimo


    50. Un día de 1943, tras una semana de confusión que casi llegó a rozar la desintegración, durante la cual quienes entraban en la biblioteca siempre la encontraban en trance de cerrar apresuradamente el cajón de su mesa y echarle la llave (de tal modo que las matronas, esposas de banqueros y médicos y abogados, habiendo estado alguna de ellas en la misma clase de la vieja escuela, quienes iban y venían por las tardes con ejemplares de Forever Amber y con los volúmenes de Thorne Smith cuidadosamente envueltos en las hojas de los periódicos de Memphis y de Jackson para ocultarlos de miradas ajenas, creyeron que quizá había perdido la cabeza), cerró y echó la llave a la puerta de la biblioteca a media tarde y con el bolso estrechamente apretado bajo el brazo y con dos manchas febriles producto de su resolución en sus habitualmente pálidas mejillas, entró en el almacén de ferretería donde Jason IV se había iniciado como dependiente y donde ahora poseía su propio negocio de compraventa de algodón, atravesando aquella tenebrosa cueva en la que únicamente entraban los hombres —una cueva atestada y empapelada y estalagmitada de arados y discos y ronzales y ballestillas y yugos y zapatos baratos y linimento para caballos y harina y melaza, tenebrosa no porque mostrase los bienes que contenía sino que más bien los escondía puesto que quienes proveían a los agricultores de Mississippi o al menos a los agricultores negros a cambio de una parte de la cosecha no deseaban, hasta que la cosecha estuviese recogida y su valor aproximadamente computado, mostrarles lo que podrían aprender a desear sino solamente proveerlos ante una demanda específica de lo que no podían dejar de necesitar— y a grandes pasos entró hasta el fondo del dominio particular de Jason: un recinto cercado por una verja atiborrada de estantes y casilleros que guardaban recetas de ginebra y libros de cuentas y claveteadas muestras de algodón almacenando polvo y telarañas, fétido por la mezcla de olor a queso y queroseno y grasa de arneses y la tremenda estufa de hierro sobre la cual se había escupido tabaco mascado durante casi cien años, y hasta el elevado mostrador inclinado tras el que se encontraba Jason y, sin volver a mirar al hombre con mono que paulatinamente había dejado de hablar e incluso de mascar al entrar ella, con una especie de desesperado desánimo abrió el bolso y desmañadamente sacó una cosa y la extendió sobre el mostrador y permaneció estremecida y jadeante mientras Jason la miraba —una fotografía, una lámina en colores obviamente recortada de una revista ilustrada— una fotografía rebosante de lujo y dinero y de sol —un fondo de Cannebiére con montañas y palmeras y cipreses y el mar, un automóvil deportivo descapotable cromado caro y potente, sin sombrero el rostro de la mujer enmarcado por un pañuelo caro y un abrigo de piel de foca, sin edad y hermoso, frío sereno y maldito; un hombre esbelto de mediana edad a su lado con medallas y herretes de general del alto estado mayor alemán— y la solterona bibliotecaria de color ratón estremecida y despavorida ante su propia temeridad, con la mirada fija en el estéril solterón en el que terminaba aquella larga fila de hombres que habían albergado algo de decencia y orgullo incluso después de que su integridad hubiese comenzado a fallar y el orgullo se hubo convertido casi en autoconmiseración: desde el expatriado que había huido de su lugar de origen con poco más que su vida aunque negándose todavía a aceptar la derrota, pasando por el hombre que dos veces se jugó la vida y su buen nombre y por dos veces perdió y también declinó aceptarlo, y el que con solamente un pequeño e inteligente caballo como instrumento vengó a sus desheredados padre y abuelo y consiguió un reino, y el gallardo y brillante gobernador y el general que aunque fracasó dirigiendo en la batalla a hombres gallardos y valientes al menos también se jugó la vida con el fracaso, hasta el culto dipsómano que vendió el final de su patrimonio no para comprar bebida sino para dar a uno de sus descendientes la mejor oportunidad en la vida que pudo ocurrírsele

















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    desánimo in English

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