1.
El asunto, expuesto sumariamente, es como sigue: Leonardo,hermano de Eufemia, se despide de ésta para buscar fortuna en elextranjero, y con este propósito se dirige á Valencia, en donde entraal servicio del príncipe Valiano
2.
serie de interrogantes ¿hacia dónde se dirige el tren? ¿en qué estación bajarse? Habrá de ser
3.
dirige el crecimiento de la planta, no va a dejar de subir por amor a la tierra
4.
mayores inversores de la compañía saudí que dirige el aeropuerto situado junto a los cuarteles
5.
situación y sin más preámbulos, Yacob se dirige a la Gobernatura
6.
del ciclo de tres, Jhon las ve y se dirige
7.
Los políticos que lo prefieren dirige sus recursos hacia los ciudadanos que quizá votan por decisión propia, en lugar de estimular a un mayor número para que participen en el proceso político
8.
B) Esta campaña partidista en la lucha electoral es el intento que apoya la totalidad de la política y se dirige a los individuos del partido, de asociaciones, de determinados grupos de destinatarios o regiones, a fin de lograr de ellos un determinado comprometimiento para la lucha electoral: el interés activo por el partido, la afiliación, los donativos, la participación en las diversas acciones y la identificación con la política y la persona de los dirigentes políticos
9.
dirige los pasos del encuentro
10.
El camión se dirige cada vez más profunda entre los edificios industriales que aparecen todos los de nueva construcción
11.
Inversión de la puerta del vehículo se da la vuelta y se dirige hacia la oscuridad
12.
Por eso una de las principales políticas educativas se dirige a
13.
país canalero, se dirige a las personas transexuales, incluyendo la Asociación Panameña
14.
· Nervio femorocutáneo lateral: se reconoce saliendo del borde lateral del psoas mayor y se dirige hacia la escotadura innominada anterior del hueso coxal
15.
· Nervio obturador: discurre por el borde interno del psoas mayor, y se dirige hacia el agujero obturado por la cara interna de la pelvis menor
16.
La certificación esdel tiempo del emperador Galieno y se dirige al
17.
V, 427) Ulises cumple la prima superación de su odio y de su orgullo herido a través de la plegaria que dirige al dios río y éste lo acoge salvándolo de una muerte segura
18.
Mientras su cuerpo arde y el bote se hunde, vemos una serpiente que se dirige rápidamente hacia la casa del monje para hacer de ella su morada fija
19.
Agamenón es un estúpido y orgulloso niño que primero es la causa de los grandes lutos de los Aqueos y después se dirige inerme hacia la venganza y la traición de Clitemnestra
20.
dirige hacia el grupo que componen elseñor Colignon con los viejos casi desencarnados en torno suyo
21.
Es el que dirige esto
22.
dirige de oestenorueste áestesudeste: ellos componen tambien, por el sud, las últimas colinasde la
23.
De repente don Juan se dirige hacia
24.
lasráfagas de aire tibio y se infiltra en el suelo, ó bien, mezclada con elbarro, se dirige hacia el arroyo por los vallecillos y regueros; lavegetación, adormecida durante los fríos, despierta lentamente
25.
arroyo, arrancado de su curso normal, entraen un amplio acueducto y se dirige hacia la ciudad, siguiendo el
26.
hombres; ella exponecon frecuencia al virtuoso á ser presa de losamaños del malvado; y dirige á
27.
concienciabien clara de esa inspiracion de la vanidad quelos dirige y sojuzga; pero la funesta
28.
lainteligencia se dirige á favorecer la pasion, entóncesesta se fomenta mas y mas con el auxilio;
29.
buenas sino encuanto la razon las dirige y modera: abandonadasá sí mismas, se exageran, se
30.
Entretanto, ¡Dios mío! mivoluntad se dirige todavía hacia Vos,
31.
su fuerza la cálida corriente que de las Antillas se dirige
32.
su felicidad, se dirige a lapuerta y sale
33.
Se dirige a través de la pradera hacia la presa, hasta el sitio
34.
emoción se dirige hacia su futura y ledice: «Deplorable suerte la
35.
de Dios, que todo lollena; de una inteligencia pura que lo dirige todo y que
36.
En la última rampa se embarcan en unbote que se dirige en seguida á la
37.
hecho su carrera haciendo cortesías en lasantecámaras de palacio; le dirige una muy
38.
y al subir a la galera, dirige en presencia de varios amigos susadioses a la ciudad
39.
tercer día se dirige a la Sala, y estaba dictando alescribiente su renuncia, cuando el
40.
mismo tiempo dirige una circular a todos los gobiernos, en laque les pide que lo
41.
diligencias decomún con Su Majestad; una empresa particular las dirige, el público
42.
La teoría dirige las operaciones de la práctica, y estas á su vezconfirman con el resultado las previsiones de la teoría
43.
Hay una élite diminuta de iluminados que dirige la función, obteniendo como recompensa
44.
unidad; esto es, á launidad de fin y á la unidad del principio que la domina y dirige
45.
subordinadas áuna que las vivifica y dirige
46.
Providencia personal ysapientísima que todo lo dirige, el que posea aún el mencionado
47.
departen en voz baja mientrasEladia, con la muerte en el alma, les dirige miradas
48.
Unprincipio de disolución de la familia es el ataque que se dirige por lasescuelas revolucionarias a la propiedad
49.
Este es el que le dirige en todo
50.
los dirige un buen montero
51.
—El enemigo ha pasado el Rin anteanoche y se dirige a la sierra parapenetrar en
52.
UN extranjero, preso en la Cárcel Modelo, se dirige a los periódicosprotestando
53.
en Lisboasu empresa de descubierta, se dirige a Toscanelli, el
54.
¡Cualquiera que sea el instrumento, lo dirige lamano de Dios! Desvía la yegua, se
55.
los discursos de Melistofeles hay una ironia infernal que se dirige a la creacion toda entera, y juzga al
56.
aborrezcan todocuanto se dirige a bien de la comunidad
57.
a los fines a que se dirige
58.
parauna operación honesta; el que dirige empresas; el que
59.
El gobierno de Colombia dirige la explotación de esmeraldas y arriendalos distritos mineros a
60.
¿Cómo se dirige la explotación de esmeraldas?
61.
obliga a manifestar a las muchachas, cuando un joven decondición superior se dirige a
62.
cuchilladas, las pendencias que dirige siempre un tal Maese Blas ó Maese Pedrillo! ¿Pues y las
63.
El borax es, pues, un medicamento que dirige su accion electivamente álas
64.
pues el frio se dirige con preferencia al lado izquierdo
65.
la brionia, pero antes delestado comatoso, pues se dirige su accion para combatir el
66.
dirige, pues, mas bien á la afeccion de lacara superior del hígado, ó de su superficie
67.
se dirige masbien al estómago y á las mucosas; la dulcamara se dirige á estasúltimas;
68.
Pero el abominable mentor que le dirige! Dejemos estas explicaciones
69.
sistema se dirige sobre todo a lasbibliotecas, administraciones y empresas
70.
se ocupan en el adorno de la corona, elcapitán, rodeado de todo el pueblo oficial, dirige una
71.
—Luego suben las luces y la voz en off dirige al público hacia el pozo
72.
La Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA), que dirige el programa de exploración planetario de los Estados Unidos, es propensa a recortar con frecuencia y de un modo imprevisible los presupuestos
73.
En lo hondo está la parte más antigua, el tallo encefálico, que dirige las funciones biológicas básicas, incluyendo los ritmos de la vida, los latidos del corazón y la respiración
74.
Reme se sujeta el vientre con las dos manos y se dirige aprisa hacia la taberna
75.
"Buenas tardes, doctor Gould: se dirige hacia el oeste por la calle Murillo
76.
La respuesta, por eso, no se dirige a estos últimos
77.
La señora Leidner, por razones que ella sabría, las cuales podrían ser entendidas mejor por un médico que por un profano, se dirige a ella misma las cartas amenazadoras
78.
Tan pronto como llega a la Carrera de San Jerónimo, poco después de que Alcalá-Galiana haya salido del Congreso, Aramburu se dirige a la verja de entrada en compañía de dos de sus ayudantes y exige hablar con el jefe de los sublevados; segundos después aparece el teniente coronel Tejero, la pistola en la mano, la mirada y los gestos desafiantes, y sin más preámbulos el general le da la orden terminante de que desaloje el edificio y se entregue
79.
En determinado momento, sin embargo, los dos hombres enmudecen y se quedan mirando fijamente la entrada izquierda del hemiciclo: allí, tras unos segundos, casi imperceptible en la esquina inferior derecha de la imagen, aparece el teniente coronel Tejero, primero de espaldas y luego girando en redondo para abarcar con la mirada el hemiciclo, como cerciorándose de que todo está en orden; el teniente coronel desaparece y al rato vuelve a aparecer y a desaparecer de nuevo, y su ir y venir es el trasunto de otro ir y venir que anima la imagen: un diputado -Donato Fuejo, médico y socialista- se dirige al escaño de Fernando Sagaseta, dos ujieres llevan vasos de agua a los taquígrafos y finalmente sacan a los taquígrafos del hemiciclo, un periodista con la acreditación visible en su jersey sube por una escalera lateral seguido por un guardia civil
80.
viera y, desde allí, dirige las remesas de dinero a todos los lugares del mundo
81.
Mi jefe, Lavrentii Arkadevich Mizinov, que dirige la Gendarmería y la Tercera Sección, me ha encargado investigar qué se esconde detrás del grupo Azazel que ha surgido aquí, en Moscú
82.
Mira hacia el dormitorio y se dirige a él
83.
Sale de él un hombre, que se dirige a la entrada
84.
Se dirige a la puerta y toca el timbre
85.
Se dirige a toda prisa al bungalow; es evidente que se han vestido sin reparar en los detalles
86.
Se dirige a «La Posada», enfrente de la que un cartel indica la situación de una parada de AUTOBUSES
87.
Harwood se dirige hacia la puerta
88.
Lloyd abre la puerta intermedia y se dirige a los allí presentes
89.
Mira a su alrededor, ve una cabina telefónica en el lado opuesto del mostrador de venta de billetes y se dirige hacia ella con su maleta
90.
Se dirige a la puerta
91.
Se dirige al teléfono, que el empleado sostiene en su espera
92.
Serenamente, Johnny cuelga el receptor y se dirige a la salida del hotel
93.
Joyce les sigue con la mirada; luego, se dirige a la salida
94.
Se dirige a Harwood y se la extiende
95.
-El elefante embiste cuando se dirige hacia un objeto -dijo míster Omer guiñándome un ojo-
96.
[1] El que dirige los brindis
97.
Hoy me he encontrado en el trabajo a un arquitecto, para más inri es el que dirige la reforma de mi centro de salud, la cual debería estar lista en los próximos meses, cuando comenzarán a reformar también Urgencias
1.
seres espirituales más avanzados, que dirigen su evolución por completo
2.
No se dirigen a los ciudadanos políticamente activos y pensantes, sino contra ellos”
3.
Ambos entonces dirigen su atención despierta en silencio hacia el cielo, el absoluto
4.
“Las coyunturas críticas aumentan la probabilidad de que los países quieran seguir caminos particulares de desarrollo… tienen ese efecto porque se dirigen a la formación de instituciones que tienden hacia la permanencia y eso no se puede transformar fácilmente”
5.
o III PC y IV PC, en relación con la pared lateral del seno cavernoso a la cual se dirigen
6.
de individuos, que ya dirigen en los alcázares los
7.
Los arroyuelos que toman su orígen en Suches, se dirigen al rio Cojata
8.
Lo cortés noquita lo valiente; y, por lo tanto, se dirigen al recién
9.
esedestilamiento de gotas, corren bajo sus pies, y formando regueros y másregueros se dirigen hacia la
10.
también,puesto que soñamos en el porvenir y hacia él se dirigen nuestrasmiradas, que los ingenieros
11.
Todas las impuras corrientes de las calles se dirigen hacia un centrocomún que, con frecuencia, suele ser el del antiguo arroyo, de modo quela ciudad se parece á esos pólipos cuyo único orificio se
12.
trecho;llevan caminos opuestos en apariencia, ysin embargo el punto á que se dirigen es el
13.
vulgar, se dirigen por elpensamiento, y se mueven por la voluntad y laspasiones
14.
Allí están los que dirigen y son gente que loentiende: allí se
15.
meten en las casas y las dirigen
16.
corrada,observa que se sueltan y se dirigen a la casa
17.
habitación es fría, húmeda:los curiosos dirigen sus pasos hacia
18.
unarespuesta para las acusaciones que se les dirigen
19.
hijos del mar que se dirigen en grupos de población, árendirle
20.
se dirigen sin cesarhacia el camino, por donde, entre el polvo y
21.
dirigen haciala tienda ocurre en la parte opuesta algún incidente
22.
en los sucesos, que los dirigen o los determinan, ycuyos caracteres, talentos,
23.
grafólogos descubren en los que,al escribir, dirigen hacia arriba
24.
mecido desde lainfancia los pronósticos que con envidia nos dirigen los que en
25.
especie,tiene el hombre sensaciones y sentimientos que se dirigen á objetosdeterminados; pero al
26.
favorables el modo con que se dirigen
27.
a una consigna,los carruajes rompen filas y se dirigen hacía
28.
dirigen escudados con el nombre deliberales, haciendo leyes á su antojo, para después obligarnos con
29.
sufragio universal laardua misión, el sacrificio, está impuesto a los que lo dirigen,
30.
educación contestar a los saludos que nos dirigen
31.
Se han marchado, y se dirigen ahora hacia el castillo
32.
versación de algunos de los quelos administran y dirigen, y así
33.
cuantos son losnúmenes que pueblan y dirigen los tres mundos, acudieron en la hora
34.
El lujoso faetón lesespera, y se dirigen a Palermo, soñando que
35.
en el viejo, losmovimientos vitales se dirigen al interior, á los órganos secretorios,
36.
unos se dirigen al corazon,otros á las membranas serosas, este á la cabeza, aquel á los
37.
Las modificaciones producidas en la economía por el uso de la brionia se dirigen
38.
,y de ejércitos fieles é infieles, asisten con todo el municipio ála función de iglesia, de aquí se dirigen al teatro y empieza lacomedia
39.
dirigen al polinizador a través de las órbitas con mensajes hermosos y música celestial
40.
–Sin duda conocen el episodio de los tres magos que se dirigen a la cuna del niño Jesús… ¿Pero conocen el de los Tirídates de Partia, tres magos que llevan regalos a Nerón, a quien veneran como el «Dios rey Mitra»? ¿O el del mago que busca a Fravashi, cuyo nacimiento ha sido anunciado por una estrella en el cielo? ¿No les recuerda eso algo?
41.
–Sí -continuó Curtis mientras el coche se detuvo por un momento frente a la casa Morton para lanzarse de nuevo hacia adelante en medio de furiosas campanas-, no compensa trabajar con honestidad para la pléyade de estúpidos que dirigen el Manhattan Illustrated
42.
Se dirigen a la entrada del salón principal, donde la gente baila al compás de la música
43.
(Entran por el foro el CURA y el MÉDICO; ambos se dirigen a la CONDESA
44.
(Se agarran del brazo, y apoyándose el uno en el otro, se dirigen con incierto paso a la Pardina
45.
Hay en ellos harta elocuencia en ciertas invitaciones materiales que dirigen las más groseras sustancias a los estómagos vacíos
46.
–¿Te das pena? – pregunto, aliviado cuando dos tipos con barba abren la puerta y se dirigen a la cama, y yo entro en el cuarto de baño y cierro con pestillo
47.
Grupos de huelguistas (o de los hombres que dicen serlo) patrullan por las calles y le dirigen a uno miradas asesinas
48.
-¿Conoces a Sagadsca, el jefe de los filiados? El podrá darte informaciones preciosas, porque si los "águilas", se dirigen a Kitab deben pasar por su campo
49.
Tras recoger el cargamento, los miembros etarras se dirigen hasta Toulouse y, en un aparcamiento del centro de la ciudad, cambian de coche y se dan a la fuga con las pistolas, sin que los policías franceses se percaten de la maniobra
50.
-Sí -dijo-; se dirigen hacia esta casa
51.
¡Mirad aquellas cuatro chalupas que se dirigen hacia los galeones! ¡En alguna de ellas va Zuleik!
52.
Mientras se dirigen a empujones hacia la puerta les digo:
53.
¿No os habéis dado cuenta, todavía, adónde dirigen su mirada los hombres cuando estáis encima del tablado y lleváis un escote que deja entrever el canalillo que separa vuestros senos?
54.
Dicen que el agua fría es un buen lazo para retener a la fugitiva memoria: luego, después de un desayuno frugal pero sano, me marcharé a recorrer los campos vecinos, y si es posible me entretendré en oír piar a los guinderos, rebuznar a los asnos del pueblo y mugir a las vacas que se dirigen a San Ángel
55.
Un cambio, incluso ligero, en los patrones migratorios de los grupos de ballenas que se dirigen al sur desde el mar de Bering podría originar un desastre ecológico
56.
que nunca se podrá remediar radicalmente el grave desorden que se experimenta en cuanto a trajes, y adornos, mientras no se mejoren las costumbres por medio de la educación, y se rectifiquen en esta parte las ideas, y opiniones que son las que arreglan y dirigen nuestras acciones
57.
–Adónde se dirigen los soldados y exactamente qué están custodiando
58.
La dirigen las monjas
59.
Cargan las cajas todavía sin abrir, se dirigen al crasticeddru, descargan las cajas de las armas, retroceden, abandonan el camión en la gasolinera y listo
60.
No existe ningún frío asesino que, mientras se le dirigen unas acusaciones tan graves, tenga el valor de hacer un gesto como el suyo
61.
«En ese caso no cierran filas, en ese caso no dirigen su furia contra los otros, los que están ahí afuera, los que no son como nosotros y no nos quieren mal
62.
Dirigen su agresividad contra quienes son responsables de todo el asunto, del sistema, responsables de que las cosas funcionen y los coches anden y siga habiendo sueños a los que aferrarse en una vida, por lo demás, triste
63.
–¡Rodrigues, lanzad el bote! Los padres se dirigen a tierra -dijo Ferriera
64.
Durante la huida, fueron muertos uno de los soldados y el agente de la CIA y se cree que los dos supervivientes se dirigen hacia el sector de Ivanovitch
65.
Se dirigen a Valencia, la que en buena hora ganó
66.
A la salida del templo, se dirigen cabalgando
67.
Pero llegó un día, que era el del paso por Bagdad de los peregrinos del Irak, que se dirigen a la Meca para cumplir los deberes del hadj anual, y marchar después a Medina para visitar la tumba del Profeta (¡sean con él la plegaria y la paz de Alah!)
68.
Así que, según los eduos, unos ochocientos mil germanos, entre guerreros, mujeres y niños, se dirigen actualmente hacia la costa de la Galia y el mar Mediterráneo
69.
Sabedoras las napolitanas de que el figurón anda con sus tropas por Vallecas, desde palacio dirigen hacia allá sonrisas de burla y desdén, y una de ellas da a San Miguel la orden de que sea trasladado al centro el general que mandaba en las líneas de Atocha, pretextando que, por tenerle en gran aprecio, se le quería apartar del punto de más peligro
70.
–Los MiG 25 y SU 7 se dirigen hacia el noroeste, hacia Moscú -una ovación ahogó el resto de las explicaciones del coronel
71.
Sentado a una mesa en la puerta de la confitería de Burnel, bajo los hierros de los balcones pintados de verde, el taxidermista Gregorio Fumagal bebe un vaso de leche tibia mientras observa a los feligreses que salen de la iglesia, se dispersan alrededor de los bancos de mármol y los naranjos plantados en jardineras, o se dirigen al espacio ancho que bordea la plaza, donde aguardan algunas calesas y sillas de mano
72.
En los años más recientes, las afirmaciones de que sus fines no se dirigen solamente al bienestar de Alemania, sino que también sirven los intereses de la civilización en general, han llegado a ser bien conocidas por todo lector de diarios
73.
¿Qué pensar entonces de aquellos «ideales» que, como los del fascismo, se dirigen decididamente contra la vida? ¿Cómo podemos comprender el hecho de que haya hombres que los sigan tan fervientemente, como los adeptos de ideales verdaderos siguen los suyos? Ciertas consideraciones psicológicas nos proporcionarán la respuesta a esta pregunta
74.
Se dirigen al nordeste
75.
Cuando esto ocurre en una de las arterias que se dirigen al corazón usted tiene una “trombosis coronaria”, el tan familiar “ataque cardíaco”
76.
No se escapan del control, sino que se dirigen a donde el control es mejor, más eficiente
77.
Ella y el soldado se dirigen hacia la difunta desdentada
78.
–¿Qué motivos le han dado? – pregunta Scarpetta mientras se dirigen lentamente hacia la sala de reuniones
79.
—¿Cuál es el motivo de su viaje y adónde se dirigen? —preguntó intrigado el gobernador
80.
Moisés y Arón se dirigen una vez más al faraón y tratan de impresionarlo convirtiendo un cayado en una serpiente
81.
La médula espinal consiste de sustancia gris (en el centro) y sustancia blanca (en la periferia); a ellas se unen una serie de nervios, que se dirigen en su mayor parte a los órganos internos -corazón, pulmones, aparato digestivo, etc
82.
Cerca de los polos magnéticos, las partículas cargadas eléctricamente se dirigen hacia la atmósfera superior de la Tierra, donde sufren interacciones que crean la esférica belleza de las auroras boreales y australes
83.
Se dirigen a casa de Mirdzjan, el cuñado de Shakila, que es policía
84.
Por la posición que ocupa cuando el Clan se traslada a alguna parte, por el lugar donde se coloca cuando come, por los signos que usa cuando habla, por las señales que los demás le hacen cuando se dirigen a ella
85.
La crisis concluyó antes de que yo hubiera acabado, pero nunca se sabe, ¿verdad? Esos locos que dirigen el mundo son capaces de cualquier cosa
86.
«Todo eso sirve para el movimiento de los cuerpos —pensó—; pero, ¿de qué modo dirigen el tránsito del alma? Han colocado esas señales al revés, el camino queda libre cuando las luces muestran el color rojo del mal; pero cuando lo cambian por el verde de la virtud, indicando que se sigue la verdadera senda, se aventura uno hacia delante y es aplastado por las ruedas
87.
y a puertos diferentes se dirigen
88.
y cuando a esto dirigen sus deseos,
89.
Ginés y María se habían olvidado de ella, y ahora le dirigen miradas sorprendidas, interrogantes, sosteniendo en las manos la botella y el algodón ya inactivos
90.
Se miran las dos y se dirigen hacia la puerta
91.
Repetidamente vemos que cuando se trata de problemas que han ocupado a los algebristas durante tres siglos o más, los algebristas modernos se dirigen a Lagrange para encontrar ideas e inspiración
92.
Cuando entran en la ciudad, conduce con cuidado entre las gallinas sueltas, los borrachos dormidos y las familias que se dirigen al mercado, donde empezará la carrera
93.
»¡Ay de vosotros, falsos maestros! ¡Guías ciegos! ¿Qué puede esperarse de una nación en la que los ciegos dirigen a los ciegos? Ambos caerán en el abismo de la destrucción
94.
—El comandante y un orientador psicológico se dirigen a su casa en este momento
95.
Los identifica por el nombre de pantalla o por la dirección de la que proceden o hacia la que se dirigen
96.
–Está bien -interviene Carla, dando por hecho que los individuos se dirigen al edificio-
97.
–Los abogados dirigen el mundo -observé
98.
Ni se debe hacer el bien por cálculo, ni el Cielo es un Ministerio, al cual se dirigen memoriales para alcanzar un destino
99.
Poco antes de las seis, los doce condenados a muerte salen del palacio de Gobierno y se dirigen a la fuente de la plaza, escoltados por dos pelotones de la Guardia de Honor
1.
Me diriges la acusación másdura que á un confesor puede dirigirse
2.
Me siento honrada de ser la segunda a la que te diriges
3.
Cuando diriges una empresa pequeña o mediana puedes tener acceso personal a toda la información
4.
—Cuando sales de Manila por el norte en dirección a Lingayen, llegas al cruce de carreteras en Tarlac, tomas el camino de la derecha y te diriges atravesando las plantaciones de caña hacia Urdaneta, ¿cuál es el primer pueblo que te encuentras?
5.
—Pues claro, te diriges hacia el carro
6.
Ahora, tú diriges, por lo que no esperes que las cosas te sean fáciles; incluso cuando duermas, soñarás con el trabajo de la víspera y con el del día siguiente
7.
—No seas descortés, Cantero —dijo Ihbias, sin mirar al capitán, pues se estaba comiendo con los ojos el busto de Aidé—, Recuerda que te diriges a la hija de Hairón
1.
Este libro va dirigido a todo discípulo de Jesucristo desmotivado y que siente insignificante su papel ante los hombres del mundo
2.
pensar (NO SENTIR, PORQUE SENTIR ES DEL ESPIRITU) , que usted esta de rodillas ante el mundo, que usted se pone de rodillas, ante ese mundo dirigido por los hombres, mundo de intereses y ambiciones, mundo de deseos carnales y proyectos materialistas,
3.
Si nuestro deber nos obliga á señalar los defectos capitales de Virués,es justo añadir también en su honor, que, á pesar de los incomprensiblesabsurdos, á que lo arrastraba una falsa idea del arte ó la indulgenciaconsigo mismo, revela talento no común, que, mejor dirigido y habiendoimitado modelos más perfectos, hubiese dado, sin duda, resultados másprovechosos
4.
Envirtud de un rescripto dirigido al municipio de Oporto, fecho en Lisboael 30 de Mayo de 1560, prohibió más tarde el rey D
5.
Hice un gesto dirigido hacia uno de los
6.
interiores, fue evitar la venta por parte del grupo dirigido por Iazov de una larga porción de la
7.
El oficio del 28 de junio de 1820, dirigido a Bolívar y suscrito por Santander, es el punto de partida de la entrega de la villa, en los siguientes términos:
8.
La diferencia con la formación política radica, en especial, en el nivel de la legitimación: la capacitación entendida como trabajo de formación institucionalizado en el marco de la organización partidaria y orientado específicamente a los intereses y acciones de los destinatarios, solo abarca un círculo determinado al que está dirigido ese ofrecimiento y que realmente hace uso de él (en especial funcionarios del partido)
9.
La marquesa se dio por entendida conun movimiento de cabeza dirigido a la mujer, tan lleno de donaire comode mala intención, y dijo, volviéndose hacia don Santiago, que estaba enascuas con las genialidades de aquélla:
10.
Y las perspectivas de aumentar la inversión social no son alentadoras: el país está en quiebra y los objetivos de reducción del gasto público, contraídos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en el 2002, implicaron una reducción del gasto público acompañado de un aumento del gasto social dirigido a la reducción de la pobreza y un aumento de los ingresos tributarios (García Huidobro, 200)
11.
En síntesis, la asignación colectiva de los recursos se ha dirigido a la población en condiciones de extrema pobreza, a partir de los recursos externos inestables y mediante las débiles capacidades estatales
12.
El BDH es un programa dirigido a madres pobres, personas discapacitadas y personas de la tercera edad
13.
trabajo de investigación dirigido a dotar a los maestros con una herramienta de
14.
condición de que el periódico fuera dirigido por él y saliera
15.
general republicano; pero bien combinado yhábilmente dirigido el plan de batalla, los realistas fueron
16.
comprometerla, lo he recordado el insulto que lehabía dirigido hace dos años; le he
17.
Alcalde leyócon este motivo una comunicación que le había dirigido el Sr
18.
dirigido á él,como Director de la estación Sericícola que el estado tiene establecidaen
19.
Entre tanto Juan Montiño se había dirigido sin vacilar álas escaleras, y desaparecido
20.
hacienda, los negocios, la educación de lahija, todo dependía y todo era dirigido y gobernado por Doña
21.
Pero tan pronto comola atencion se ha dirigido hácia
22.
moral; laspasiones sometidas al entendimiento y á la voluntad,y todo ilustrado, dirigido, elevado
23.
qué paraje sehabía dirigido
24.
recuerdosde las oraciones que he dirigido a Dios bajo su bóveda,
25.
comprender lo quesignificaba, le habría dirigido pérfidas insinuaciones
26.
Aquella noche el profesor Flimnap escribió un largo informe dirigido ásus superiores, en el que relataba la alegría del prisionero,insistiendo sobre la necesidad de proporcionarle diversiones para quegozase de buena salud
27.
Allí donde clavaba su armaabría orificio, y el golpe iba dirigido siempre á la
28.
inteligente y activo,sin perjuicio de cualquier diversión preparatoriade un golpe bien dirigido á la
29.
dirigido a su Gobierno, una cantidad exorbitanteexigida para el ejército, alguna
30.
caballeros del reinointercedieron por él, representando que fué dirigido en su acción
31.
noche de su expulsión le habían dirigido en aquel mismo sitio;recordó el diálogo que con su tío había
32.
A la hora en que los porteros duermen la siesta, se había dirigido a latienda de
33.
dirigido ante el Tribunalde la Inquisición, al ser arrastrada de nuevo a la tortura, y
34.
dirigido un cartel de reto á otros tantosnobles de la cristiandad, quienesquiera que
35.
dirigido algunas injurias que merecíanexplicación
36.
No llegaba á explicarse Watson esta aparición del estanciero, pues élhabía dirigido su aviso á los amigos de la Presa
37.
Era un ingeniero que durante la guerra había dirigido una fábricadedicada á la producción de municiones
38.
presupuesto, se había dirigido a él para que larecomendase a su clientela
39.
¡Un hombre que ha dirigido Tristán y Los
40.
dirigido por los germanos, «la sal de latierra», «la aristocracia de
41.
dirigido a las atlotas quedesean abandonar el campo,
42.
dirigido una sonrisa de aprobación
43.
En efecto, el golpe había estado bien dirigido
44.
contribuir al renacimiento del espíritu nacional,mediante el movimiento industrial bien dirigido,
45.
dirigido muchas miradas por encima del muro
46.
había dirigido á Herminia y vió en aquellas delgadas hojas de papel el medio de prender un
47.
El médico de consulta a quien sehabían dirigido en
48.
cambiando la taza de cabeza, contesta el indio á lacanción que le han dirigido, repitiéndose estas
49.
¿Los bienes de este mundo eran pues tan apreciables como los del mundo futuro? ¿Por qué me había dirigido hacia el ascetismo para mejor consagrarme a los segundos, si también los primeros me estaban permitidos?
50.
–Pon en claro que el aviso está dirigido a ambos
51.
Entretanto, los acontecimientos se precipitaban: girondinos y jacobinos, tras diez meses de enfrentamiento en los que se habian dirigido pequenos ataques, se aprestaban a una lucha que se anunciaba mortal para uno de los dos
52.
Existe la interesante posibilidad de que nuestra primera recepción de un mensaje procedente de una civilización extraterrestre, un mensaje expresamente dirigido a nosotros (no simplemente un boletín lanzado al buen tuntún), se produzca en una época en la que estemos bien situados en muchos mundos de nuestro sistema solar, preparándonos ya para proseguir nuestra expansión
53.
—¿Cuántos son? —preguntó José, apareciendo por el pasillo con el cañón del fusil dirigido hacia el suelo
54.
había dirigido la venta de Beston Priory
55.
Dirigido con el verbo y la audacia que los tiempos requerían, este periódico era devorado diariamente por un número enorme de lectores deseosos de saber cómo iba la «caza de los jacobinos»
56.
En la mañana del martes 11 de septiembre de 1973 las tropas militares instalaron ametralladoras punto 50 en Dieciocho con Alameda, a 150 metros de la redacción del diario fundado y dirigido por el periodista José Gómez López y su amigo entrañable, Eugenio Lira Massi
57.
El trabajo ha sido dirigido y realizado, con tanto empeño como inteligencia, por la multinacional Coca-Cola, cuya sede está en Atlanta
58.
El proceso ha comenzado con algo que no tiene nada que ver con Arthur; el juez, un hombre cortés y de aspecto casi humano pese a ir ataviado con la tradicional toga escarlata y la peluca blanca, se ha dirigido a los miembros del jurado durante un buen rato para informarles de sus derechos y deberes
59.
Si el país era dirigido con parecida eficiencia, estaba gobernado espléndidamente, desde luego
60.
Su nivel de funcionariado se vio drásticamente reducido y se le obligó a trabajar barriendo los suelos en los laboratorios del mismo instituto que antes había dirigido
61.
Todo esto ocurrió tan deprisa que el resto de rastreadores que se habían dirigido al claro comenzaban a asumir lo ocurrido y a reaccionar ante ello
62.
El gobierno provenía de los dioses que habían dirigido Egipto desde el momento de su creación
63.
En aquel momento la Casa se acercó al señor Lorry y dejando ante él un pliego algo sucio aunque cerrado, le preguntó si había descubierto el paradero de la persona a quien estaba dirigido
64.
En efecto, una ojeada que se hubiera dirigido sobre la joven podía explicar casi el sentimiento que acababa de confesar el joven Morcef
65.
Si sólo se hubiera tratado de problemas con los kif, los mahe podían haberse dirigido sin intermediarios al han
66.
Dijo que siempre habían sido ellas quienes se habían dirigido a él en primer lugar
67.
Entonces, con sorpresa por mi parte, Poirot pronunció casi las mismas palabras que le había dirigido a Bex en la tarde anterior:
68.
—Suponiendo que llegara un paquete dirigido al señor Lawrence Cavendish y que después desapareciera, ¿lo habría echado de menos?
69.
No le había dirigido tan siquiera una mirada insinuante
70.
Mientras me entregaba el sobre dirigido a la Buckleys, me miró y me dijo entre suspiros:
71.
Mientras preparaba la cena ayudado por el negro, el normando se había dirigido hacia el vallado de cañas, y desde allí observaba con atención la colina, en cuya base se había separado del Barón
72.
Las llamas, alimentadas por el viento, se habían dirigido hacia el papagayo menor, incendiándolo, mientras las chispas caían sobre las gavias del palo mayor
73.
- ¿Dispararéis sobre el León de Damasco? –exclamó con el puño dirigido hacia los jenízaros
74.
Muley-el-Kadel se había dirigido a la tripulación
75.
-¡Sahib! -llamó en aquel momento Permati que se había dirigido a la escalera llevando una lámpara-
76.
La respuesta de éste fue descargarle instantáneamente la suya, pero el tiro, mal dirigido, no dio en el blanco
77.
-Se ha dirigido hacia el bosque
78.
Llevaban el razonamiento bastante lejos: el desarrollo histórico se cumple según leyes inmutables que existen por la voluntad de Dios: una de esas leyes es la lucha de clases; el siglo xx es el de la lucha victoriosa del proletariado, dirigido en sus combates por el Partido Comunista; como Stalin es el jefe del Partido Comunista, es el ejecutor de la ley histórica, lo que quiere decir que actúa según la voluntad de Dios y que se le debe obediencia; la renovación de la humanidad solo es posible según los preceptos aplicados a través de toda Rusia, y por esto un cristiano no puede ponerse en contra de la única idea —cruel, es cierto— que creará en el planeta entero un tipo humano superior
79.
Mientras preparaba la cena, ayudado por el negro, el normando se había dirigido hacia el vallado de cañas, y desde allí observaba con atención la colina, en cuya base se había separado del barón
80.
Una embarcación cargada de hombres cubiertos de hierro y con la espada en mano se había dirigido hacia la falúa
81.
Se ha intentado explotar el mismo negocio editorial dirigido al público femenino, pero las imágenes de muchachos bien dotados desplegando sus encantos en páginas a todo color han resultado un fiasco; las compran homosexuales, más que mujeres
82.
Con un golpe bien dirigido obligó al extraño crustáceo a soltar a la anguila, que había sido izada ya entre las raíces
83.
El ejército enano, dirigido por su nuevo rey, Orik, había llegado a Dras-Leona dos días antes, para gran alivio de todos los vardenos
84.
Uno de los bípedos se detuvo en un extremo de la plaza de delante de la cueva de los alcaudones negros y pronunció un hechizo en voz alta y dirigido hacia ella
85.
En primer lugar, los rabinos jefes de las aljamas y junto a ellos los varones de la familia, Rubén y su padre Samuel; luego las mujeres acompañando a Ruth, a Esther y a Sara, vestidas con negros ropajes y cubriendo con velos sus rostros, entonando una triste salmodia que encogía los corazones de los presentes; luego los criados de la casa y finalmente los clientes que en tropel querían despedir al que durante tantos años había dirigido los pasos de la comunidad y sin cuyo favor se sentían huérfanos y desvalidos
86.
—¡Ah! —Roque, espabilado por la conversación, se le quedó mirando con asombro mientras el mismo gendarme que se había dirigido a él movía en el aire los dedos de la mano derecha para componer un gesto universal—
87.
Hacia Salamanca había dirigido sus ojos la reina en busca de maestros para sus hijos
88.
La bañera tenía las dimensiones de una ballena hueca con el respiradero dirigido hacia el interior
89.
Cuando aún no gozaba de renombre ni consideración, había dirigido ya peticiones a los miembros del gobierno y otros prohombres para que retirasen de las calles a aquellos hechiceros vagabundos
90.
Sólo que aquel gesto era un mensaje dirigido expresamente al aparejador Lojacono, presente aquel día en la sala
91.
» El ataque estaba dirigido principalmente contra Willis, Mijáilovich y M'Bala, quienes se habían mostrado un poco demasiado entusiastas en cuanto al hecho de proporcionar educación a los atrasados nativos
92.
Lo que se recordaría por todos los tiempos sería al hombre que había dirigido el golpe mortal contra el déspota
93.
Había interés más que suficiente por parte de los compradores, y nada me hizo colegir que los antecedentes contaminados de la colección supusieran un inconveniente para los coleccionistas a los que se había dirigido Terborgh
94.
El problema era que nadie sabía contra quién o qué iría dirigido el ataque
95.
Se sospechaba que el ataque iría dirigido contra varias instalaciones en tierra norteamericana, pero no se había identificado cuáles
96.
Toranaga había escrito y firmado el florido mensaje y lo había enviado a Zataki, desoyendo las súplicas que le habían dirigido Buntaro, Omi y Yabú, en una conferencia privada
1.
barrica de güisqui, mientras el resto de la tripulación se afana arriando velas y dirigiendo la
2.
Sentí que el maestro del desierto en ciertos momentos! Cómo anhelaba estar en una calle de la ciudad, en medio del caos y la gente! Qué placer sería para verlo desde la parte superior de mi caballo, y amenazar a los pequeños peatones, con él dirigiendo el ritmo de las poderosas piernas del camello! O sacar a la cabeza de una procesión de enojado desempleados! Los oigo, los problemas sociales! Sólo puedo simpatizar con todas aquellas personas que al orden establecido, ejemplo de explotación de postración total, margina sin piedad desde el paraíso cómodo de la élite
3.
Después cogía la cuchara con la mano izquierda y conla derecha iba echando pausadamente los terrones, dirigiendo miradasindulgentes a todo el local y a las personas que entraban
4.
intención, al frente de un pueblo y dirigiendo susdestinos; mas para esto es menester
5.
á muy ilustres varones, dirigiendo la política de florecientesImperios, Repúblicas y
6.
afirmaba en suresolución, dirigiendo una larga mirada hacia el
7.
envolvente sobre mi ala izquierda, y me metí tras el armario, dirigiendo el raso de metales de la
8.
—dijo en tono de reconvención y dirigiendo unasevera
9.
El cual, dirigiendo el
10.
que estaba dirigiendo el asalto
11.
El profesor Flimnap le obedeció, dirigiendo al gigante un segundodiscurso para repetir los elogios con que el Padre de los Maestroscontestaba á las alabanzas de Gillespie
12.
causa, que la sacaba adelante dirigiendo las eleccionesescopeta en mano, y así como
13.
Dirigiendo en torno la mirada, haciéndola vagar por el círculo
14.
hasta en lospueblos mas pequeños, y dirigiendo en todos ellos su
15.
dirigiendo laluz hacia el objeto que divisaba a sus pies, exclamó:
16.
alCalvario, desahogó la aflicción que le oprimía, dirigiendo una
17.
—¿Por qué, por qué? ¡oh cielos!—exclamaba a veces, dirigiendo lamirada hacia lo
18.
sobre el pecho el precioso paquete, dirigiendo entorno miradas suplicantes
19.
—¡Mariita! ¡Mariita!—dijo Nieto, dirigiendo una reprensión cariñosa acierta joven
20.
Y dirigiendo una mirada hacia los recién llegados, dijo:
21.
dirigiendo la colación deNoche-buena, viendo lucecillas, sintiendo entre temblores de la
22.
dirigiendo á las mestizas encargadasdel servicio
23.
A la cabeza de la fila, dirigiendo las evoluciones de la danza
24.
del corazón,con las piernas hinchadas, dirigiendo desde su
25.
sacar el barco delpequeño puerto, dirigiendo su rumbo hacia la
26.
enamorados de la oratoria serepresentan dirigiendo su voz a las muchedumbres,
27.
cuello de aquellosgigantescos cuadrúpedos, los iban dirigiendo
28.
Tomé bien la puntería con una de laspiezas, dirigiendo la mira a la cabeza del primer soldado
29.
Al principio le oyó conpaciencia y bondad Zorraquín, dirigiendo al
30.
Se ve á la mujeren el campo, dirigiendo hábilmente un carruaje, con su blanca y
31.
Luego, mientras montaba en la yegua, volvió la cabeza y añadió-: Puedes escribirme dirigiendo la carta a la atención de los Alwith de Gwynned
32.
Jaime la señala con la cabeza dirigiendo hacia ella la atención del funcionario
33.
"Guillermo Gálvez quedó cesante de inmediato, pero siguió dirigiendo una célula de periodistas comunistas en la clandestinidad
34.
Llevaba algunos meses dirigiendo la JSU, las juventudes socialistas y comunistas unificadas, y aquel mismo día, a consecuencia de su paulatina radicalización ideológica pero también de su certidumbre de que con ello contribuía a defender la república contra el golpe de Franco, había ingresado en el partido comunista
35.
No era una plataforma en condiciones, pero tampoco se estaba dirigiendo al Gremio
36.
Jarvis Lorry había contestado a las preguntas que iba dirigiendo el funcionario
37.
Estuvo aturdido algún tiempo, porque Martín se expresaba con decisión y elocuencia; pero luego se repuso, gracias a su petulancia, que era tanta como su astucia, y dirigiendo al revolucionario una de aquellas miradas terroríficas que él guardaba para las grandes escenas del procedimiento, inquisitorial, le dijo:
38.
E! knnn se estaba dirigiendo hacia el exterior del sistema, en el nadir, con el tc'a o sujeto a él o siguiéndole muy de cerca en sus evoluciones
39.
–Nadie se ha atrevido a hacer la menor suposición -dijo el coronel Adams, dirigiendo una mirada firme a Fischer, que más bien denunciaba que sí se había atrevido alguien a hacer suposiciones-
40.
Dirigiendo él la marcha, subimos unos escalones y seguimos a lo largo de un pasillo, hasta llegar a una gran habitación, con vistas al jardín
41.
Luego alzó los ojos, dirigiendo su mirada hacia la colina Ashe
42.
- Cuya habitación se halla encima del estudio, no olvidemos - insinué dirigiendo a mi amigo una mirada penetrante
43.
Poirot le siguió, dirigiendo miradas de admiración a los objets d'art de estilo rico y recargado
44.
¿Quién había de decir que el pesado de Grady acabaría dirigiendo una plantación de marihuana en Panamá?
45.
Iba a entrar en la cabaña, cuando, dirigiendo una mirada al mar, vió que brillaba hacia el Nordeste un punto luminoso, el cual se distinguía claramente sobre la oscura superficie del agua
46.
-¿Será alguna de las caravanas de Altarik? -preguntó el germano que por precaución había puesto en marcha los motores, dirigiendo el aparato hacia un bosque cercano
47.
Roran refunfuñó y luego se abrió paso por entre los cadáveres, dirigiendo a los guerreros que le quedaban hacia la siguiente calle
48.
Volvió a empaquetar el códice con la hoja correspondiente a las señales que habían figurado en la piel de los judíos quemados en la hoguera en Lisboa hacía más de siete u ocho generaciones y se fue a buscar a don Pedro, que estaba dirigiendo la clase de los alumnos más aventajados
49.
Allí, una mañana, dirigiendo la vista hacia la galería de mujeres de la sinagoga{228}, vi a un ángel del señor, hermoso y blondo, que me miraba sonriente, su nombre es Verónica Goldanski y al verla comprendí los sentimientos de los que me hablabais al respecto de Esther
50.
Después de distribuidas las alhajas, los concurrentes, formando grupos para examinar el objeto que les había tocado en suerte, se fueron dirigiendo a la pieza en que estaba puesta la mesa para la cena
51.
Maggie —dijo él dirigiendo su mirada hacia la espalda de ella—
52.
Es sólo que todo esto… -contestó, dirigiendo un elocuente gesto en derredor de la sala de conferencias
53.
—Las emisoras locales de radio dieron la noticia hacia las nueve de la noche, justo cuando el camión se estaba dirigiendo al crasticeddru
54.
Livia, que se estaba dirigiendo al primer taxi de la fila, se detuvo en seco y lanzó un grito
55.
Pero al margen de la historia del pañuelo, todos quedaron convencidos de que se estaba dirigiendo a usted
56.
Luego empezó a orinar a través de los barrotes, dirigiendo el chorro de uno a otro lado, con gesto ausente
57.
-En exonerar -dijo el cura dirigiendo sus ojos al cielo
58.
Luego enjugose las lágrimas, y dirigiendo una mirada en redondo a todos los objetos de la sala, me dijo con voz grave y entera:
59.
Y así fue dirigiendo a todos graciosas pullas, si bien ellos no se irritaban por esto, gracias al respeto que le tenían
60.
El duque y los de su comitiva echaron pie a tierra en la falda del cerro, dirigiendo sus miradas hacia Cavarrasa [293] de Arriba
61.
Salvador adelantó con paso inseguro, dirigiendo la luz de la linterna a todos los lados de la estancia
62.
Lowell sigue dirigiendo el caso
63.
-Puede que sea Romo -indicó Pipaón dirigiendo sus dedos en persecución de una pera que rodaba por el mantel
64.
Atendían a sus palabras con muestras de asentimiento Doña Josefina y la madre abadesa; pero la madre Montserrat, dirigiendo una mirada rencillosa a la audaz defensora de la fuerza, rumió estas palabras:
65.
Y dejando por un momento la escritura entró en la trastienda dirigiendo hacia arriba por el hueco de la tortuosa escalerilla estas palabras:
66.
Luego recogió el montón de chucherías que había en el escritorio, dirigiendo una sonrisa maliciosa a un rollo que eligió de entre los demás
67.
Sila combatía en primera línea con la primera cohorte de la primera legión, pues Mario estaba dirigiendo la táctica y el elemento sorpresa era mínimo; cuando las líneas de infantería de Yugurta cedieron, fue Sila quien dirigió la carga, seguido de cerca por Sertorio
68.
Se había dado la vuelta, dirigiendo la voz hacia las puertas abiertas, y su palabra se difundía por encima de la multitud hacia la zona de los comicios
69.
Las primeras claridades del alba trajeron a la calle alguna gente de los mercados próximos, y el sereno pasó varias veces, dirigiendo a Calpena miradas recelosas
70.
Luego, el joven Mario salió, dirigiendo una celosa mirada a Sila, que se quedaba rezagado contemplando aquel corpachón tumbado en el lecho
71.
Por cierto que iban las dos niñas muy monas, picoteando con las damas que ocupaban la delantera, y dirigiendo a cada instante su voluble atención con juguetona risa hacia toda novedad de cosas o personas que hallaban en el camino
72.
Mientras paseaba de un lado a otro, dirigiendo miradas ocasionales a las ventanas, el señor Rucastle vino hacia mí, tan alegre y jovial como de costumbre
73.
Ferrier miró a derecha e izquierda con un suspiro de alivio, hasta que, dirigiendo por casualidad la mirada al suelo, vio con asombro, delante de sus propios pies, boca abajo en el suelo, el cuerpo de un joven con los brazos y las piernas abiertos a todo lo que daban de si
74.
Acodado en el mostrador, semiabierta la boca, dirigiendo alternativamente la vista a las dos mujeres, estaba Malcolm
75.
–Porque la guerra flota en el aire – dijo él, dirigiendo a la monja una mirada reprimida -
76.
Ha estado dirigiendo el lado del FBI de la operación y tiene unas preguntas para usted
77.
Ante aquella escena se creía un Dios, dirigiendo el inundo y el destino de todos
78.
Si a través de tales experiencias el miedo llega a debilitar el sentimiento de su propia fuerza, si se paralizan su iniciativa y confianza en si mismo, si desarrolla cierta hostilidad y luego la reprime, si al mismo tiempo su padre o madre le ofrece cariño o cuidado, pero con la condición de someterse, toda esta constelación de circunstancias lo conduce a la adopción de una actitud de abandono del dominio activo, dirigiendo todas sus energías hacia fuentes exteriores, de las que espera debería originarse oportunamente el cumplimiento de todos sus deseos
79.
Nos estábamos dirigiendo a la cocina con la intención de prepararnos un café cuando ambos reconocimos la clave de su radiotransmisor portátil
80.
–Oh, pensaba que eran de Los Ángeles -dice ella dirigiendo la mirada a la gorra
81.
Pagels estaba dirigiendo una conferencia de tres días acerca de ordenadores, y a primera hora de aquel mismo día había hecho de moderador en una discusión profesional titulada «¿Ha iluminado la investigación de la inteligencia artificial el pensamiento humano?»
82.
Ahí es donde se ve la mano de Dios, dirigiendo, inspirando, por medio del Espíritu Santo: lo que en las otras religiones es magia y superstición, en el cristianismo es sacramento, es dogma, es Revelación
83.
Luego se dedicó a reorganizar el reino, dividiéndolo en provincias (satrapías), haciendo buenas carreteras y canales, estableciendo un régimen monetario efectivo y, en general, dirigiendo un gobierno fuerte y eficaz
84.
Los cónsules se dividieron el mando, dirigiendo el ejército en días alternos
85.
–No sólo eso -dijo Harry, dirigiendo su luz sobre el casco exterior-
86.
Estas partículas están cargadas eléctricamente y pueden canalizarse en la tobera de escape de un cohete muy rápido, dirigiendo la nave hacia delante
87.
–Sí -dijo S'Armuna, bajando los ojos y dirigiendo después su atención hacia el caldero de piel que casi estaba hirviendo
88.
–Me sorprende que sólo se rompiese una pierna -dijo Jondalar, dirigiendo la mirada hacia el borde superior de la pared de rocas
89.
Se quedó allí esperando a que acabara, observándola con esa mirada estoica y sombría que los perros llevan dirigiendo a las personas desde hace cuarenta mil años
90.
—¡Mamá, estoy dirigiendo una fundición de acero, no un cabaret!
91.
Juntó y alzó las palmas, dirigiendo
92.
—Sí, sir Ulath —asintió, dirigiendo la balsa hacia los círculos concéntricos que se agitaban en la superficie
93.
El quebrado rehabilitable estaría obligado a pagarlo todo; pero, por eso mismo, él sería el custodio de sus bienes y de los de su mujer, pues sus derechos, sus posibles herencias, todo pertenecería a sus acreedores; seguiría dirigiendo sus negocios bajo vigilancia; en fin, continuaría sus asuntos, firmando, sin embargo «Fulano de Tal, quebrado», hasta el completo pago de sus deudas
94.
Stragen se encaminó a la ventana, dirigiendo un gesto con la cabeza Ehlana al pasar, y corrió las pesadas cortinas
95.
¡Por fin, me dije, por fin los elementos han alcanzado un extremo de magnificencia acorde con mi torbellino interior! Me sentía transfigurado, me sentía como uno de los semidioses de Wagner, flotando sobre una nube tronante y dirigiendo los estruendosísimos acordes, el choque de los címbalos celestiales
96.
Su acto vandálico tuvo el efecto deseado y los torpes y curiosos cuerpos se fueron dirigiendo progresivamente hacia el otro lado de la calle atraídos por el ruido
97.
Ya se estaban dirigiendo a las galerías cuando Blanca y Julia se fijaron en la mujer que se hallaba sentada en cuclillas, en mitad de una escalera
98.
Entre los supervivientes se contarían muchas historias acerca de las atrocidades cometidas, historias sobre soldados alemanes que habían acabado con la vida de sus compañeros colgados a golpe de bayoneta o incluso dirigiendo contra ellos sus lanzallamas
99.
Algunos de ellos se unieron a los equipos de combate de la SS que se esforzaban por mantener abierta la brecha, pero el avión de observación americano que sobrevolaba la zona seguía dirigiendo el fuego de la artillería contra las tropas en retirada
100.
En la Layforce, aunque el teniente coronel Colvin se vino abajo, y según la versión del sargento Stewart, un subalterno de su batallón se hundió con «un nuevo episodio de neurastenia crónica», fue mucho mayor el número de oficiales cuya conducta fue intachable, especialmente George Young y su ayudante, Michael Borwick de los Greys, y el subjefe de Colvin, Ken Wylie, quien, en palabras de Waugh, «limpió el honor de los comandos dirigiendo un contraataque enérgico y triunfal»
1.
nos dirigimos a un conocido restaurante de la playa
2.
Nos dirigimos al parque en el que habíamos estado anteriormente y allí les
3.
Cristina y su madre nos esperaban, en efecto, y juntosnos dirigimos á casa de la tía de Fernando, que estabasituada en la plaza del pueblo, haciendo esquina á unacalle estrecha y sombría, en la que, sin saber por qué,entré con una profunda tristeza
4.
no entrar en clase, y,corriendo, nos dirigimos por el monte Izarra hasta escalar su cumbre
5.
alquilamos unagoleta, con tripulación y todo, y nos dirigimos al río Nun
6.
Al dejar lacalle en cuestion, dirigimos un triste saludo á los desgraciadosamantes
7.
Ofrecí mi brazo a la joven y nos dirigimos al comedor
8.
Después de tomar el café nos dirigimos a la sala de estar
9.
Nos dirigimos hacia la casa de miss Marple
10.
Aceptamos la invitación y allí nos dirigimos en un taxi
11.
Después de comer nos dirigimos al salón de belleza, donde la Señora ocupó todo el ámbito con sus saludos ruidosos, su sonrisa inmaculada y su presencia descollante de hetaira magnífica
12.
A una manzana más allá, por la Tercera Avenida, un coche de la policía de Seattle aparece a nuestro lado y se pone a seguirnos a paso de tortuga mientras nos dirigimos al norte hacia el centro comercial
13.
En cuanto arrancó el autocar, mi padre y yo nos dirigimos a toda prisa hacia las afueras del pueblo
14.
La familia entera, salvo mi madre, Riba y los más pequeños, que serían un estorbo en la Casa de Oración, nos dirigimos colina arriba
15.
Llegamos a los fangosos callejones adoquinados de Londres y nos dirigimos a través de Bowyers Row hacia Cripplegate
16.
Las preguntas que dirigimos a lady Montbarry se refirieron en su mayor parte, como es natural, a la enfermedad de milord
17.
Solos otra vez Silvestra y yo, nos dirigimos a la fonda por la puerta que llaman del Postigo
18.
Fuimos hasta la parte trasera de la casa y nos dirigimos a la laguna
19.
Nos dirigimos hacia su coche, que sólo se veía en parte, porque lo tapaba un edificio del puerto
20.
Nos dirigimos hacia el este
21.
—Nos dirigimos a Meroe —dijo Lincoln entrando en la conversación
22.
Nos dirigimos a la gran casa iluminada por una luz blanca
23.
A la ciudad los pasos dirigimos,
24.
nos dirigimos hacia la escalera;
25.
»Dirigidos por Al Dale, y yo mismo, noventa "criaturas", sesenta varones y treinta hembras, nos deslizamos fuera de la foresta la noche de Navidad de 1623, y nos dirigimos a Cheshire
26.
Y sin más explicaciones nos dirigimos al centro de la cámara
27.
Tras un nuevo e inútil intento de conexión con los de la Federal de Caminos, nos dirigimos al hotel Hyatt
28.
Nos dirigimos hacia los hielos del Ártico, el rincón más alejado, frío y desolado que pudimos encontrar
29.
Había disfrutado de una excelente panorámica nocturna de la ciudad cuando nos dirigimos en coche a los estudios de televisión
30.
Nos metió a cinco o seis tíos en un taxi y nos dirigimos al lecho del río de L
31.
Entonces nos dirigimos hacia las grandes puertas del palacio del jong
32.
Y silenciosamente nos dirigimos por el centro de la habitación hasta el pie de los tronos, donde nos detuvimos
33.
Gor Hajus había recibido del príncipe dinero suficiente, y así nos dirigimos a una tienda, donde nuestro amigo compró dos o tres kilos de carne de thoat para Hovan Du y luego nos encaminamos a una casa de comidas que Dar Tarus conocía
34.
Una vez que nos encontramos bien lejos de los límites de la ciudad, nos dirigimos hacia el sudeste, siguiendo las colinas hacia el fondo muerto del mar
35.
–En tal caso, nos dirigimos al último y largo peregrinaje hacia el perdido mar de Korus en el valle Dor -dijo Nur An con aspecto fúnebre-
36.
Nos dirigimos al comedor
37.
Si nos dirigimos presurosas en lucido enjambre hacia el mar Egeo, todo placer nos caerá en suerte
38.
Nos dirigimos al norte por la 101 y dejamos atrás dos accesos
39.
Mientras nos dirigimos al parque, charlan animadamente
40.
Sonríe y nos dirigimos hacia la caja
41.
Los tres nos dirigimos a uno de los sofás de cuero que ha quedado libre y nos dejamos caer en él con gusto
42.
Nos dirigimos por el pasillo hacia el módulo residencial
43.
Acabamos de superar el último obstáculo y nos dirigimos hacia el reino de los muertos
44.
Nos dirigimos en silencio al siguiente punto de salida
45.
Firmamos las alegaciones y nos dirigimos al Palacio de Justicia
46.
Nosotros cinco nos dirigimos corriendo al edificio de los juzgados junto con todo el resto de los ciudadanos del centro de Clanton
47.
Nos dirigimos hacia los comedores con Castle siempre medio paso por delante
48.
Nos dirigimos al sur de Newton para otra comprobación
49.
Nos dirigimos a Tatler-Lock con diez minutos de diferencia
50.
Puse mi mano sobre el codo torcido de Alcide y nos dirigimos a las escaleras y hacia la iglesia
51.
Entretanto, mi esposa y yo dirigimos nuestra atención al estado de las tierras
52.
La música paró y nos dirigimos hacia la mesa
53.
–En el cielo, nos dirigimos hacia ti
54.
Cuando todos los muchachos hubieron desembarcado, nos dirigimos allá formados en procesión, Herman delante, saludando con la bandera puesta en la caña de un arpón, y detrás yo entre los dos jefes
55.
Habíamos terminado las copas, y nos dirigimos a las habitaciones
56.
Nos metimos de un salto en el ciberporsche y nos dirigimos raudamente a la confrontación que nos aguardaba
57.
Escoltado por ellos y por mis dos ayudantes, nos dirigimos a las habitaciones de trabajo del emperador
58.
No comprendió que se mantuviese apartado al barón por eso; le pareció que formaba parte de su deber de clan exigir que no lo dejasen solo y nos dirigimos todos hacia el compartimiento del señor de Charlus, guiados por Cottard siempre perplejo
59.
En el caso contrario, esta respuesta inmediata del cuerpo que no se retira, que se aproxima, nos da de la mujer (o del hombre) a quien nos dirigimos en silencio una idea de que está libre de prejuicios, llena de vicio, idea que aumenta el goce de haber podido morder el fruto al pie mismo del árbol sin codiciarlo con los ojos y sin pedir permiso
60.
Nos levantamos y nos dirigimos a la casa por el camino que bordeaba el lago
61.
Luego nos dirigimos hacia Corduba, donde se habían refugiado otros veintidós mil hombres del ejército enemigo
62.
Ryan hizo señas a Bertrand para que permaneciera en su puesto y ambos nos dirigimos hacia allí
63.
Nos dirigimos hacia Alcatraz, pero justo al sur del corral Jane abandonó el sendero y se metió entre los árboles
64.
Tras llenar las cantimploras, nos dirigimos con paso rápido hacia el desierto
65.
Sin discutirlo nos dirigimos a la bóveda más grande y más «alta», que, como Jules había prometido, estaba abierta
66.
En un instante, nos dirigimos arriba y hacia la parte posterior de la casa
67.
Madre aún se sienta en el trono, y Suroth dice que gobernará Altara, no sólo el territorio que dirigimos alrededor de Ebou Dar, y puede que más sitios, incluso, pero madre tiene que mentirle a la cara y jurar fidelidad a una mujer que está al otro lado del Océano Aricio
68.
Nos dirigimos hacia las puertas
69.
Nos dirigimos hacia las escaleras
70.
En aquella región dirigimos nuestros caballos hacia el este del Furat y cabalgamos diez farsajs más hasta el Diylah; cruzamos el río por un puente construido con cascos vacíos de barcas que sostenían una pasarela de tablas y llegamos a Bagdad, situada en la orilla oriental
71.
Luego dejamos la aún tumultuosa fiesta y nos dirigimos al interior de Ca'Polo, habitada únicamente por los sirvientes, pues los familiares se quedaron en casas de amigos durante nuestra luna de miel
72.
En las cercanías de Hambledon Lock nos dimos cuenta de que carecíamos de agua, y cogiendo el cántaro nos dirigimos a la caseta del guarda a pedir un poco del transparente líquido
73.
Nos dirigimos hacia la tienda que le sirve de prisión y entramos
74.
Nos dirigimos a la cocina
75.
Al señor y señora Boulton y a Miles y Guita Sherover, cuyo apoyo y aliento fueron una ayuda tan preciosa, les dirigimos nuestro reconocimiento
76.
Aun en medio de una agresión alevosa, nosotros dirigimos un llamamiento a los habitantes árabes del Estado de Israel invitándoles a conservar la paz y a llenar su parte en el desenvolvimiento del Estado, sobre la base de una plena e igual ciudadanía, con la debida representación en sus organismos e instituciones
77.
Nos dirigimos a la costa
78.
Yo había visto una hamburguesería abierta a la entrada de la ciudad, y allí nos dirigimos
1.
Tras muchas cavilaciones, previos respetables informes y seguro de susbuenos antecedentes, recayó la elección en un capellán profundamentereligioso, de intachable moralidad y lo bastante conocedor del mundopara dirigir los primeros pasos de un niño a quien su linaje y fortunatenían reservado puesto seguro y distinguido en el banquete de la vida
2.
acusaciones contra las cabezas visibles, sobre las que no cuesta nada dirigir la cólera de los
3.
parecía dirigir el tráfico que abajo, en la carretera, se embotaba
4.
Rosillo, el cual estaba encargado de dirigir la investigación
5.
no era a él a quien llamaban para dirigir las
6.
[6] Este nicho que habia en todas las mezquitas y en el que secolocaba el imam para dirigir la oracion se llamaba El-
7.
De ese modo, la autoridad del Tribunal para dirigir el tono y contenido de las campañas electorales, queda reducido al espaco de los campos pagados”
8.
Las campañas políticas son, en esencia, esfuerzos encaminados a dirigir mensajes persuasivos a un vasto electorado; estos mensajes tienen como objetivo el incrementar al máximo el número de votos favorables el día de las elecciones
9.
Los hombres que negaron nuestro aspecto femenino, incluso en su interior, pasaron a dirigir el mundo, un
10.
cuando habló al respecto y dirigir su atención hacia sus sensaciones
11.
Así como a otras el amor propio les inspira la presunción, a la viuda deJáuregui le infundía convicciones de superioridad intelectual y el deseode dirigir la conducta ajena, resplandeciendo en el consejo y en todo loque es práctico y gubernativo
12.
Esque se pirraba por proteger, dirigir, aconsejar y tener alguien sobrequien ejercer dominio
13.
Buscando dirigir la opinión pública y la discusión nacional durante junio de
14.
provocar, mantener y dirigir la conducta hacia un objetivo
15.
Se observaba con ella aplicada la coz al lagrimal del ojo, puesta lacara hacia la estrella y mirándola por la parte alta del un extremo dela sonaja, se había de dirigir á la vez una visual por el extremo bajode la misma sonaja al horizonte, corriéndola en uno ú otro sentido hastaconseguir la coincidencia, en cuyo caso, los grados y minutos contadoshasta la sonaja, representaban la distancia del astro al cenit, ócomplemento de altura
16.
para dirigir y mejorar a su gusto la edición, había ido dos días
17.
renunciar a dirigir lofuturo
18.
orgullo y presunción a los invasores, no había más que dirigir el paseo hacia Oriente, y se les
19.
Lannes partieron al galope para dirigir las operaciones del centro y de la izquierda
20.
que la mamá piensa dirigir una exposición a la Junta para que le den a usted la faja de capitán
21.
500 mandados por Don Lorenzo de la Hoz, rechazando despues á fuerzasmayores todavia, y poniendo al capitan general en el caso de presentarseen el teatro de la guerra á dirigir por sí mismo las operaciones
22.
dirigir la sonda desde su puesto de mando hacia edificios
23.
Igurey del tratado, y desde sus cabecerastrataré de dirigir la línea hácia el norte, hasta hallar las
24.
Y así elmarido de Petrona lo mismo puede dirigir la Hacienda que la
25.
economizando gastos inútiles, pudiesen dirigir á los indígenasen la construccion, en el armamento y en la
26.
Para tratar, dirigir,
27.
á su modo, tienen que dirigir la navegación de laflotilla de madera
28.
regla y compas en la mano para dirigir sus meditaciones,que las mas de las veces queda
29.
lossentimientos generosos y morales; es necesariosaber cómo se ha de dirigir el entendimiento
30.
costureras secomplacían en dirigir, siempre que venía a cuento,
31.
El menorpretexto le bastaba para dirigir, bien
32.
y dirigir a su antojo, con tal que las compotas y otrasgolosinas
33.
—En mi opinión, lo esencial es que riñan; y después dirigir
34.
misión de dirigir lasprácticas piadosas y explicar la doctrina a
35.
A uno de aquéllosse le ocurrió dirigir
36.
no pueden dirigir susmiradas hasta el fondo de las provincias
37.
muchos años, y antes dela confirmación, había tenido que dirigir
38.
Secundo:obligación de dirigir personalmente los
39.
Empezaba á dirigir
40.
freno al dirigir a su Pegaso, ysólo llevase a las ancas cuando cabalga en él a su
41.
halle, les dirá con ironía que se metan en la malladirigiéndose al ministro del ramo, ó les declarará con indignación quevan á dirigir un reto á la justicia
42.
dirigir desde elprincipio las investigaciones del magistrado
43.
general para dirigir losmovimientos de su campaña
44.
espíritu,hacerle dirigir la atencion hácia la idea general de extension, y estaidea él la aplica á varias cosas diferentes y las encuentra queconvienen; y las distintas modificaciones de ella, las aplica á
45.
Creo que los padres no tienen elderecho de dirigir los
46.
cruzaban á la sazón, y los quecruzaban se contentaban con dirigir una mirada á la
47.
cuando acuden los sarracenos a dirigir sus oraciones al solnaciente, la encuentran convertida en
48.
vacilación, al fin sedecidió la esposa a dirigir algunas palabras a su padre, si bien concierta indecisión y embarazo, pues conocía bien el carácter de éste ymejor aún el suyo propio
49.
la intriga mundana,lejos de los rostros crispados por la codicia y el odio, y dirigir
50.
confiado en su fuerza, seguro de que su destino era elde dirigir a los demás seres que
51.
en cuando, para dirigir una mirada a la meseta de «ElEncinar», que se hallaba
52.
resultado de las pesquisas, que el señor deBevallan debía dirigir
53.
—Mi deber es dirigir á todos un llamamiento en pro de la concordia
54.
los cielos para dirigir las almas, atar y desatar desde aquípara
55.
Dirigir los pedidos a la Administración, calle de Don
56.
me pareceque los objetos a que el gobernador debería dirigir sus
57.
dirigir suatención el gobernador de estos pueblos; y omitiendo
58.
que lamiró, si mirar es dirigir los ojos hacia un objeto, poniendo
59.
dirigir y levantar la maldad rastrera a fines excelentes, ordenadospor la Providencia
60.
ofreciendo dirigir al Altísimo los mas solemnes votos porla felicidad de quien les habia restituido en la
61.
Empezaba á impacientarse y á dirigir
62.
Personalmente estoy encantada de que haya aceptado dirigir el programa
63.
El dominio de la sin permite utilizar y dirigir las fuerzas del universo
64.
–¡Preparaos, mi corpulento compañero! Vamos a dirigir un caso de emergencia y salvar el abismo que hay entre la oscuridad y la luz
65.
Trataron de dirigir una petición al Estado para que comprara la casa
66.
Cuando Andropov creó el Quinto Directorio dentro del KGB, con el expreso propósito de suprimir la disidencia, Pavlychko fue elegido para dirigir su delegación en Kiev
67.
Una vez que se hubieron sentado, Irina Kossenkova se apresuró a dirigir una mirada escudriñadora en torno a la habitación
68.
—Bien —dijo Ben—, alguien tiene que dirigir la operación
69.
Nunca conseguiría nada sin una balanza, sin alguien que pudiera dirigir sus energías
70.
Al mismo tiempo, Tanar descubrió un punto vulnerable al que dirigir sus golpes
71.
Dick se detuvo para dirigir hacia el interior de aquélla la luz de su linterna
72.
Juan Gabriel Araya: "Años más tarde, cumpliría con el sueño que acariciaba largamente: fundar y dirigir un diario local
73.
–Es siempre excelente, pues el rey toma el dinero de los súbditos con una mano y se lo devuelve con la otra, dándole un uso de utilidad pública y fundando establecimientos necesarios, protegiendo las ciencias y las artes que contribuyen a devolver el numerario al cuerpo social; en fin, el rey aumenta el bienestar general por medio de los reglamentos que le dicta su saber, para dirigir el empleo de este impuesto de la manera más provechosa para las masas
74.
Dirigir la búsqueda del padre Lavigny, enviar patrullas para que lo capturaran
75.
No consiguió gran cosa con estos subterfugios, pero no fueron enteramente en vano, y fue muy interesante que ninguno de los dos sujetos merecedores de su atención se dignaran a dirigir una mirada a la torpe anciana a la que se le caían las cosas de las manos
76.
Quieres dirigir un hotel, ser dueña de un hotel, vivir en un hotel y hasta puede que quieras SER un hotel
77.
No era lo más fácil, por ejemplo, dirigir ese hospital auxiliar (había ya tres) que tenía a su cargo
78.
Rambert, a quien habían encargado provisionalmente de dirigir una de las residencias de cuarentena instalada desde hacía poco en su hotel, conocía perfectamente el número de los que tenía en observación
79.
Iban acompañados por González, el jugador de fútbol con quien Rambert se había encontrado y que había terminado por acceder a dirigir por turnos la vigilancia del estadio
80.
La malencarada mujer se limitó a lanzar un hondo suspiro para dirigir una mirada de desprecio a su superior en el momento de puntualizar:
81.
empezaron a dirigir casas de reposo y granjas de convalecencia para los alcohólicos, cuando algunos aceptaron puesto asalariados en la industria como directores de personal, encargados del problema del alcoholismo entre los empleados, y otros como enfermeros en los pabellones de alcoholismo, y cuando otros más se dedicaron al campo de educación sobre el alcoholismo
82.
La responsabilidad de dirigir estas entidades debe recaer únicamente sobre quienes las sostienen económicamente
83.
Pero en la preocupación de sus graves asuntos, en su afán continuo por imponer su voluntad y dirigir la sociedad humana, apenas era accesible a lo que él llamaba las frivolidades del amor
84.
Luego, se arrodilló sobre los troncos y empezó a dirigir la embarcación río abajo con ayuda de un palo
85.
Flambeau se complació en dirigir un piropo a esta belleza extraña y arisca, en mucho porque estaba seguro de que esto la haría perder su aplomo
86.
Siempre había oído decir que él nunca tomaba parte en tales planes, limitándose a organizar y dirigir
87.
—Anda muy preocupado en dirigir el almacenamiento del grano
88.
El juez carraspeó unos instantes, y después de dirigir una inquisitiva mirada al Jurado, compuesto de nueve destacados residentes de la localidad, procedió a declarar abierta la instrucción del sumario
89.
Harry tiró de las cuerdas que sujetaban la improvisada pala, y advirtió que con cierta dificultad conseguía dirigir la nave
90.
Très bien, los bonos son enviados a un cómplice de Nueva York con instrucciones para venderlos en cuanto llegue el Olympia, pero alguien tiene que viajar en el Olympia para dirigir el supuesto robo
91.
Sentóse en la popa y se puso al timón para dirigir con su mano el velero
92.
Sabía adonde se debía dirigir y eso era lo importante
93.
Si no eres capaz de respetar mi posición y aceptar una división justa de las responsabilidades, como debería ser entre dos aliados, entonces opino que no eres apta para dirigir una coalición como la nuestra, y me opondré a ti en todo lo que pueda
94.
El timón, mal o bien, funcionaba, y podía bastar para dirigir la nave un breve espacio
95.
Ella se levantaba cada día a las cuatro de la madrugada para dirigir las faenas del campo y de la casa, recorrer su propiedad a lomo de bestía, comprar y vender con regateos de sirio, criar animales y cultivar las magnolias y los jazmines de su jardín
96.
Luego, Narí explicó a Eragon y Orik las palabras que podían usar para dirigir a los caballos:
97.
—Me resultan desagradables a la vista —repuso, y volvió a dirigir su atención hacia la ciudad—
98.
Nasuada volvió a dirigir la atención al escritorio y rebuscó entre un montón de rollos de pergamino
99.
Roran, con el ceño fruncido, volvió a dirigir su atención al cabrestante y dijo:
1.
Me dirigí hacia el ordenador del despacho y abrí Google
2.
Sin entretenerme, abandoné el palacio y me dirigí al centro de comunicaciones
3.
Compré el periódico y sin leerlo me dirigí con paso rápido hacia la atalaya
4.
»No había excusa posible; así, que me dirigí en el acto a su
5.
dirigí al grupo, y pregunté por el señor Fernández
6.
Diego, que a las palabras de éstos dirigí toda mi atención
7.
Viéndome desmontado, me dirigí a buscar un puesto entre las escoltas de la artillería o en el
8.
Después de esta triste operación, me dirigí solo a la casa y me
9.
—Me dirigí presuroso a la puerta, y abriéndola de par en par
10.
a los revólvers y tomandouno de ellos me dirigí a la puerta de la
11.
Me dirigí á los arqueros
12.
embargo, durante el camino dirigí algunas miradasinvestigadoras a todos lados, con la
13.
Meditando sobre estos descubrimientos me dirigí hacia el
14.
A esta interrogación, que le dirigí en el tono de una amable
15.
me apeé, y me dirigí hacia lasfuentes
16.
Cuando calculé que ya íbamos á entrar en las calles, me asomé por laportezuela, y dirigí un saludo con
17.
De nuevo en las grutas me dirigí directamente al scriptorium
18.
Al iniciar el descenso, me dirigí al jefe de la expedición
19.
Me dirigí a la parte trasera de la casa
20.
Dejé mi equipaje en la tienda y me dirigí al monasterio
21.
Me dirigí a la segunda estancia, guardada por las dos estatuas de leones
22.
Habíamos llegado a la puerta del cementerio; di las gracias una vez más al jardinero poniéndole unas monedas en la mano, y me dirigí a la dirección que me había dado
23.
Corrí las del comedor, me dirigí hacia el dormitorio y empujé la puerta
24.
Rodeé la casa y me dirigí hacia la entrada de la cocina
25.
Entré por la puerta principal y me dirigí al apartamento de doña Paula en el tercer piso
26.
No recuerdo las palabras iniciales que dirigí a la concurrencia pero sí el sentimiento que puse en ellas
27.
Encontré un taxi en la plaza Sloanes y me dirigí a mi casa
28.
Me era preciso, pues, hablar directamente con Peraplana y a su casa me dirigí, aun consciente de los peligros que tal iniciativa entrañaba
29.
Me dirigí a la embajada de Francia para tener noticias de mi esposa francesa y de mis hijos
30.
Cuando el ferrocarril llegó a Londres, me apeé y me dirigí al cochero de un cabriolé para preguntarle si conocía un restaurante llamado Jenny's Corner que estaba en la zona
31.
Me dirigí hacia ella y vi una carta en el buzón
32.
Asentí y me dirigí rápidamente hacia las escaleras
33.
Dirigí la mirada hacia Nerón
34.
Tanteando a mi alrededor, puse el pie sobre algo blando que gruñó y escupió; dirigí contra el gato un golpe asesino, pero mi bastón se hizo astillas que la balaustrada, y el animal se escurrió dentro de la habitación del señor Wilde
35.
Me quedé sentado un momento observando la luz del día disolverse tras la torre cuadrada de la iglesia en Memoria de Judson, y finalmente, recogiendo el manuscrito y las notas, cogí mi sombrero y me dirigí a la puerta
36.
Esa misma tarde cogí las llaves y me dirigí a la casa que tan bien conocía
37.
Medio sordo, o así me lo pareció a mí, aunque con suma intensidad atento a la menor trivialidad, me quedé séntado entre la multitud ociosa que avanzaba; luego me levanté yo también y me dirigí hacia la puerta
38.
Di media vuelta y me dirigí rápidamente hacia el jardín trasero
39.
Cogí el bolso y me dirigí a la puerta trasera de la casa
40.
Se sentaron en una de mis mesas y hacia allí me dirigí consumida por la curiosidad
41.
—Gracias —dije, y me dirigí hacia la izquierda siguiendo su gesto
42.
Recogí las latas y me dirigí hacia la puerta, rodeándola con un brazo cargado de cerveza
43.
Sin detenerme a reflexionar en lo que hacía, me dirigí a la puerta principal, empujé el escritorio que la atravesaba y la abrí de par en par
44.
Al oír esto, míster Quinion me soltó, y yo me dirigí a casa
45.
Entré en el comedor, que era donde se la había dejado; estaba oscuro y desierto, pero una puerta de comunicación entre aquella habitación y el estudio del doctor, donde había luz, estaba abierta, y me dirigí allí para decir lo que deseaba y pedir una vela
46.
) y de pedirle perdón por las injurias que aquel día triste le dirigí
47.
–Los knnn parecen haber interceptado un regalo que les dirigí a los kif
48.
Me dirigí con paso firme a donde Tracy y Diane estaban sentadas, ovacionándome
49.
Me dirigí, arrastrando los pies, hacia la puerta
50.
Me dirigí hacia el trío de ángeles que me habían encumbrado
51.
Salí al vestíbulo y me dirigí corriendo a la gran arca de roble
52.
Me quedé en el coche con el durmiente Hamish y dirigí la vista a las oscilantes extensiones de cultivo y más allá de las copas de los árboles, iluminadas a contraluz por los focos que rodeaban las torres
53.
Dirigí la vista hacia la celda, de donde provenían los alaridos de los cautivos, y a pesar del humo de los incendios distinguí con absoluta claridad a mi marido, Juan de Málaga, que me venía penando desde el Cuzco, apoyado en la puerta, mirándome con sus lastimeros ojos de espíritu errante
54.
—Entonces me dirigí, siempre acompañado por Lorenzo, a la alcaldía mayor de la Villa y Corte, y tras pasar por cuarenta negociados y decir quién era me recibió el alguacil encargado de tramitar los sucesos acaecidos durante la noche
55.
Luego de pasar dos años en París, dirigí mis pasos, a través de Germania, tal como creo os relaté en mi última carta, hacia Amberes —vía Amsterdam—, ciudad hermosa ubicada en la desembocadura del Escalda y que está bajo la protección del duque de Borgoña
56.
Levanté una mano y me dirigí en silencio al autobús alquilado, que ya estaba rodeado por los estudiantes que se arremolinaban a su alrededor, la mayoría de ellos con bolsas de compra y refrescos en las manos
57.
Me dirigí a la carrera hacia el lugar del que procedían los gritos y ahora incluso chillidos
58.
Me solté de su presa tan despacio como pude, recogí la linterna y me dirigí al establo
59.
Dirigí la mirada a las luces del panel de alarma medio oculto tras la cortina recogida en un rincón
60.
Una vez vestida me dirigí a los mercados de esclavos
61.
Salí de la habitación, seguida por el sacerdote y la sacerdotisa, y me dirigí apresuradamente hacia la puerta
62.
Después me alejé rápidamente, y llegué al jardín, cuya puerta encontré abierta, y en el fondo había una linterna encendida, hacia la cual me dirigí a través de las sombras
63.
Me puse en pie y me dirigí a la ventana
64.
Entre resbalones y maldiciones me dirigí a la puerta e intenté empujar el picaporte, pero estaba cerrada con llave
65.
Y le di las gracias por su generosidad, y bajé a tierra y me dirigí al zoco de los joyeros
66.
Bajé la Calçada do Tojal hasta la Estrada de Benfica, con las punteras relucientes, giré a la izquierda en la palmera de Correios, y me dirigí al establecimiento frente a la iglesia, con sus escaparates ya encendidos, repletos de cajas de chocolate y de botellas de anís
67.
Allá me dirigí por entre viñas lozanas, y no tardé en ver a Demetria, que en pie me esperaba guarecida del sol bajo un árbol
68.
Duncan se detuvo para comer y yo dirigí mi atención hacia Christabel, a la que se le sirvió una segunda porción de caviar aparentemente más grande que la primera
69.
–Supongo que sí -dije de mala gana, y la dirigí en la dirección opuesta hacia la que realmente hubiera deseado llevarla
70.
Torciendo el gesto, me dirigí al recibidor y abrí la puerta
71.
Me desperté en una habitación desconocida, tal como me pareció entonces a mí, y me dirigí hacia la calle, como aturdido, mientras usted se encontraba ausente
72.
Vacilé y, luego, me dirigí hacia las angostas escaleras
73.
Me dirigí a él en mi calidad de señor-que-paga-puntualmente-a-fin-de-mes-por-la-prestación-de-servicios y le rogué que dispusiera la habitación para Xana
74.
Haría un par de horas que andaba y andaba cuando me dirigí al reclinatorio
75.
Sin hablar le dirigí a la estancia del enfermo, al que tres médicos sangraban
76.
Colgué y me dirigí a la puerta de embarque
77.
Volví a encender la linterna, con cuidado de no cegar a Lindell, y me dirigí hacia el tercer túnel
78.
Me dirigí a él como si estuviese en plena posesión de su juicio
79.
Me bajé del coche y me dirigí hacia las escaleras
80.
Antes de que el grupo se hiciera peligrosamente pequeño, dirigí mis pasos hacia la primera taberna que encontré en el camino y, ya en ella, sentado en un oscuro rincón y dando grandes tragos de esa bebida caliente y dulzona que los gallegos elaboran con manzanas, redacté la comprometida misiva que nos sacaría para siempre (al menos así lo esperaba) de aquella peligrosa situación
81.
Un joven de expresión aburrida, casi oculto detrás de una planta de interior en el mostrador de recepción, no me prestó la menor atención cuando me dirigí hacia el ascensor
82.
Llena de rabia, cogí mis cosas y me dirigí con paso decidido hacia la puerta
83.
Me dirigí a mi biblioteca de referencias y descubrí, ante mi gran asombro, que su primer uso, en la literatura inglesa, fue en 1865, cuando la Duquesa Maladice, en Alicia en el País de las maravillas, de Lewis Carroll: «Y la moral de eso es "Oh, el amor, el amor, es lo que hace girar el mundo"
84.
Me volví en redondo y le dirigí una mirada de exasperación
85.
Me entregó el billete y me dirigí a la puerta, en el piso superior
86.
Cuando Román se acercaba, me dirigí a él y le toqué el brazo
87.
Me dirigí a las puertas, que estaban abiertas
88.
Mientras estaba en el baño, me dirigí a la cocina a buscar un sitio para ocultar el revólver
89.
No sé por qué esperaba que en la ocasión presente iba a ser distinto… Me dirigí hacia allá con la sensación de que el metal lo había cambiado todo, incluso a la gente
90.
»Me habían cortado en dos, como predica el místico, y dirigí mi negocio mediante un código de reglas y mi vida con otro distinto
91.
Me dolía la cabeza, así que me dirigí al lavabo para coger un analgésico del armario de las medicinas
92.
Me dirigí a toda prisa hacia la parte de atrás de la casa y abrí la ranchera
93.
Bell"En este momento me dirigí a Mont-Valérien, donde tenía que prestar mi servicio militar
94.
Al día siguiente, cuando salieron los resultados, fui a la iglesia, le pedí a Dios que me ayudase a entrar y luego me dirigí muy confiado a la universidad, donde un profesor me dio la buena noticia
95.
Aunque el trabajo de primera hora de la mañana había producido pocas pruebas concretas, las imágenes que me proporcionó sobre los encuentros de Eprio y de Fronto con la muerte eran tan intensas que cuando me dirigí al Celio y ocupé mi puesto de costumbre estaba anormalmente sereno
96.
Yo ya me había levantado y, con el periódico en la mano, me dirigí hacia el recibidor antes de que tía Ada pudiera contestar
97.
Llegue al salón, me dirigí hacia la escalera de balaustrada blanca y comencé a subir, de dos en dos los escalones, silenciosamente, hasta el vestíbulo superior
1.
siempre, dirigía toda la operación para
2.
Se dirigía al despacho de
3.
su parecer, se dirigía a casa de Héctor
4.
El hombre le dirigía un gesto de complicidad, casi de camaradería
5.
Don José Manuel Groot fue testigo de que, cuando el sentenciado pasaba frente a la casa de Gobierno, el General Santander que se hallaba ubicado detrás de las vidrieras de su gabinete, lo vio, y al observar que Infante podía darse cuenta de ello, dio un paso atrás en momentos en que este dirigía la mirada hacia el balcón
6.
El desafío de su gesto se dirigía a la prensa, que los filmaba y fotografiaba: desde que se inició la ocupación, en periódicos, noticieros y televisoras, se exigía la intervención de la policía para desalojarlos por la fuerza
7.
Dirigía el paso gravemente hacia las mesas de laderecha y se sentaba siempre en el propio sitio con matemáticaexactitud
8.
dirigía lacontestacion que entregaban, y es del tenor siguiente
9.
además a una de las congregaciones que dirigía él, y lesdijo
10.
adonde yo me dirigía): la luz sehizo y el milagro se obró en mí
11.
Mientras yo me dirigía este monólogo, Elena mordisqueaba las
12.
De vezen cuando dirigía a su padre una
13.
peluquero y lasreprensiones que dirigía a la costurera, y hasta
14.
Él era el hombre que dirigía una emisora de radio al pie de mis gustos musicales
15.
En la escalera tropezose Amaury con Antonia, que se dirigía a
16.
Don Juan Príncipe se dirigía a través de los arrabales del
17.
ejecución el mensajeque se me dirigía
18.
ella y le dirigía un saludo, con grande escándalo deldorado palco en que se
19.
vez en cuando, venía a laorquesta, dirigía una mirada dolorosa hacia el palco de Judit
20.
dirigía la vista hacia el faldellín y botas deraso, que
21.
de la mano,se dirigía hacia la parte del Prado donde paran los
22.
Y esta conciencia íntima era la que hablaba al rey cuandose dirigía del cuarto de la
23.
del rey, que, pálido, lacio, mojado,á pesar del frío y de la lluvia, se dirigía en paso
24.
romance, siempre que se dirigía á damasde distinción, hechos, personajes y sentencias de la antigüedad
25.
dirigía por el agujero de la llave
26.
y de cuando en cuando dirigía los ojos a su mujer,como
27.
Doks, que se dirigía a laestación del Norte
28.
secándose lasmanos con el delantal, dijo a Paz, que ya se dirigía
29.
su madre dirigía el suyo: á cuidar á un marido que trajese dinero
30.
más alto, estaban los técnicos, el cerebro que dirigía
31.
dirigía de vez en cuandodesde un rincón largas miradas de rencor
32.
sufría con resignación lossarcasmos y hasta los insultos que a menudo le dirigía,
33.
Pero de vez en cuando dirigía intensasmiradas del lado de Godofredo Llot
34.
Cuando se dirigía al comedor en busca del desayuno, escuchó su nombre
35.
Cuando regresaba al castillo de Valency, la vi que se dirigía
36.
dirigía aPanamá, contratado para el servicio sanitario de los
37.
de 22 años, que se dirigía a Bogotá,contratado por el gobierno
38.
que manejaban otros tantos presidiarios,atracaba en la isla Nou, y Cristián, conducido por el patrón del barco,se dirigía al establecimiento penitenciario
39.
Pero la atenciónde los tres hombres no se dirigía hacia el
40.
caudillo que dirigía las batallas; el otro ordenaba losmovimientos y remataba a los
41.
Y a la sombría luz de este pensamiento, el joven se dirigía esta
42.
dirigía estos últimostrabajos, como también el ensayo de los metales de la provincia
43.
Hasta el año 1840 estainmigración se dirigía
44.
dirección alpalacio Sanglié, mientras que el conde se dirigía a casa de la
45.
Blandieres, que dirigía la conversación, conla autoridad que le
46.
laslúbricas excitaciones que le dirigía la Marquesita
47.
sacerdote dirigía con un gesto de resignación, mientras la músicaperdíase, débil y anonadada, en
48.
convestiduras rojas y una vara en la mano, dirigía la procesión,reprendiendo muchas veces, por
49.
de traje y se dirigía a laFlorida, mecido por el dulce vaivén de su
50.
Una señorabajaba del tranvía y se dirigía al encuentro de Luis
51.
El Minotauro se dirigía hacia Melburne, una de los dos
52.
De vez en cuando levantaba un pocolos párpados y dirigía una mirada afectuosa a su hijastra arrodillada
53.
Así hablaba el alma atribulada de Lázaro, mientras con los mediosexteriores se dirigía al auditorio en un discurso, confuso, tortuoso,desigual y falto de lógica
54.
tiempo, mesándose elencrespado copete, dirigía hacia la madre una mirada
55.
curiosos y se dirigía precipitadamente á suencuentro
56.
apuestos caballeros á uno que hacia él se dirigía y á quienestodos saludaban con
57.
Catalina Lefèvre dirigía en
58.
Frantz Materne se detenía algunas veces, dirigía una
59.
dirigía; la marea estaba en su pleno; pasamospor encima de los arrecifes, sin el menor
60.
Dirigía a los holandeses Ryp, el cocinero de El Dragón, un hombre quetenía todo el cuerpo
61.
de comercio en la capital, que dirigía un antiguo
62.
cierta timidezfelina en los ojos cuando algún superior le dirigía
63.
«señores de lacomisión», dirigía los juegos
64.
dirigía porcasualidad una mirada, avanzaba todo el cuerpo en dirección almagistrado
65.
Y a instancias de su mujer se dirigía a la habitación donde estaba suhijo
66.
Ella lo dirigía todo
67.
ocho horas,le pareció que el cochero se dirigía con demasiada
68.
que se traslucíaen los ojos cada vez que los dirigía hacia la gentil pareja, y
69.
No obstante, de vez en cuando dirigía miradas de sobresalto a uno de losrincones
70.
oraciones fervorosas que dirigía a laVirgen antes de acostarse y
71.
fácil de los Andes, a la excelente bahía deCaldera en Chile, y del sendero que se dirigía al sur de
72.
Precisamente se dirigía ella hacia Delaberge llevando en
73.
presentarle; pero éste se dirigía ya hacia la puertamientras
74.
respondiendo alas preces que en voz resonante le dirigía don
75.
entrebarreras al lado de el Cigarrero que dirigía la lidia, sin tomar parteen ella
76.
gallinero, rodeada de pequeñuelos sucios y cobrizos,a los que dirigía y aterraba con
77.
La carabina del bandido, ladeada entre sus piernas, dirigía su negroagujero hacia el
78.
aplauso le acompañó cuando se dirigía hacia el toro,cesando con un silencio de
79.
toda intención carnicera, los dirigía hacialas ramas, en las que
80.
Perseguidos por las injurias que les dirigía el dueño del perro gris, volvieron á entrar en el
81.
sublevado al oir á Clementina y le advirtió de que la mitad de las acusaciones que ésta le dirigía,
82.
dirigía á Córdoba conmotivo de la rebelión de los moriscos
83.
A veces representaban a algún forastero con sombrero que se dirigía a la cueva sobre una mula, sosteniendo en la mano un papel con escritura cuneiforme
84.
Un día en que Ismail se dirigía a la aldea, su tía, entrada en años, lo invitó a entrar en su casa
85.
A la mañana siguiente, cuando me dirigía a la redacción, me topé en la calle con uno de mis compañeros:
86.
Dijo la última frase mientras dirigía una mirada evaluativa a la sala y reparaba en el rótulo colgado sobre el bar que rezaba: «Comida sana y nutritiva para residentes y viajeros»
87.
–Estoy segura de que ha sido Béla quien les ha hablado de él -declaró mientras me dirigía una mirada sombría-
88.
El recién llegado irrumpió en la habitación, blandiendo el friegasuelos mientras dirigía una mirada furibunda a los tres amigos
89.
–Lo que me divierte, semielfo -respondió el hombre negro mientras dirigía una mirada burlona a los tres amigos-, es que más de la mitad de mi tripulación son mujeres
90.
Pero el suspiro, el encogimiento de hombros, la inclinación de su larga y delgada espalda al encorvarse para retirar los platos – ahorrándole, así, trabajo a la asistenta-, formaban parte integrante del eterno reproche que dirigía a su marido; haberle arruinado completamente su existencia
91.
No importa -y se dirigía de nuevo hacia la puerta
92.
Bastante sorprendido, Charles había reparado en la intensidad e impaciencia con las que su hermana dirigía el ensayo
93.
Se cruzaron con un balandro, que se dirigía río abajo con un cargamento de cenizas, y las aguas turbulentas rompieron en sus proas
94.
Las miraban con desprecio cuando el médico se dirigía a ellas para dar instrucciones, recelosas de su confianza, y se turnaron para recorrer el pasillo custodiando a las presas, y vigilando a Sole y a Mercedes
95.
Mientras se dirigía a la casa pensaba en el camarero y en su inexplicable hostilidad
96.
El tren de fuego atravesó la llanura desolada y Ben comprobó con horror que se dirigía a toda velocidad hacia el edificio del St
97.
Patricks y se dirigía sin remedio al gran muro de la fachada posterior del edificio
98.
Al mirar de reojo, Tanar descubrió que uno de los guardias los había visto y ahora una avalancha general, tanto de guardias como de prisioneros, se dirigía en su dirección
99.
Por eso me pareció oportuno que Tallien apoyara el relanzamiento de una publicación, L'Orateur du Peuple, que dirigía otro de los termidorianos, el ciudadano Fréron
100.
En sus momentos más generosos se dirigía a su ayuda de cámara llamándole Fred, y en más de una ocasión, y sin motivo aparente, le había dado una propina al pagarle su jornal
1.
¿Adónde os dirigíais cuando fuisteis atacados?
1.
Mientras nosotros nos dirigíamos hacia una casa donde sabíamos que había algún animal salvaje, nuestros jóvenes ayudantes se dispersaban y exploraban todas las calles y callejas de la vecindad, dando palmadas a las puertas de las casas e interrogando a personas totalmente desconocidas sobre los animales que tenían en casa
2.
Cuando nos dirigíamos a los establos, oí a sir Edmund decirle a Santerre que las cosas en Templecombe se le estaban escapando de las manos: prepararía su regreso a Londres y aconsejaría al rey que mandase a sus agentes judiciales
3.
El juez nos había contado en la sesión previa al juicio que se nos exigiría permanecer en nuestra correspondiente mesa o usar el atril situado entre ambas mientras nos dirigíamos a los testigos durante el testimonio, pero las declaraciones de apertura y los alegatos finales eran una excepción a esta regla
4.
Debieron de seguirnos porque nos interceptaron cuando nos dirigíamos al aeropuerto
5.
Mientras nos dirigíamos a un apartado, Wilson dijo por encima del hombro:
6.
Fue poco después, cuando nos dirigíamos al patio central de la fortaleza para asistir a la flagelación del Maestro, cuando el oficial-jefe recordó mis palabras sobre el extraño suceso celeste que yo había pronosticado para aquella mañana, vinculándolo al misterioso «sueño» de la mujer del procurador
7.
–Mientras Red y yo nos dirigíamos a la sección donde estamos ahora, estoy completamente segura de que vi a alguien al final del pasillo que parecía exactamente igual que Red
8.
Mientras cambiábamos de rumbo y nos dirigíamos hacia nuestra víctima se levantó un clamor entre la gente de nuestra cubierta
9.
Cuando uno de los oficiales le preguntó hacia dónde nos dirigíamos, todos nos sorprendimos ante su rotunda respuesta:
10.
Mientras nos dirigíamos a la escena del crimen Ben me contó que, según su informador, Scardino ya estaba cabreando a la gente pero que todo el mundo se sorprendió ante la rapidez de la reacción
11.
Nada podía quitarme la picazón, y no dejé de rascarme como un loco mientras nos dirigíamos hacia la cueva de Lady Evanna
12.
Ésta había dispuesto para los diez locos que nos dirigíamos a la isla -la mayoría blancos retirados que habían comprado una casa a bajo precio- una avioneta de hélices de los años setenta
13.
Me hubiera complacido ir con él a cualquier parte; de alguna manera, comprendí que nos dirigíamos hacia el parque
14.
–Han encontrado el coche de la señora Ostenberg en un callejón de la 54 -me dijo Suggs mientras nos dirigíamos al sur de Los Ángeles
15.
-Han encontrado el coche de la señora Ostenberg en un callejón de la 54 -me dijo Suggs mientras nos dirigíamos al sur de Los Ángeles
16.
Las nubes terminaron por cerrar filas en el cielo, oscureciendo las aguas del océano y haciendo descender la temperatura, mientras nos dirigíamos hacia el norte entre rocas de múltiples tonalidades, en dirección al espigón de madera
17.
Unos se quedaban boquiabiertos y otros hablaban más de la cuenta, mientras que otros, con desvalidos sollozos, se abrazaban a mis rodillas, respondiendo ante cada palabra que les dirigíamos que eran musulmanes y hermanos en la fe
18.
Nos dirigíamos a uno de ellos
19.
Harry escuchaba la letra de las canciones mientras nos dirigíamos hacia el oeste, hacia el centro de la ciudad
20.
Cuando ya nos dirigíamos hacia el sur en el descapotable, pregunté:
21.
Durante el último día o así el continente se había ensanchado bajo nuestros pies, pero habíamos permanecido en el lado derecho o (ahora que nos dirigíamos al sur) oeste
1.
dirigían los medios de producción, se apoderaron individualmente de ellos, ya fuera de facto,
2.
Eran una de susmejores y más estudiadas recetas, y tenía para ello un tonillo deconvicción que hacía efecto grande en las inexpertas personas a quienesse dirigían
3.
y del valer de la nación cuyosdestinos dirigían
4.
Peleches y a la vez de la Glorieta, adonde se dirigían todoslos
5.
todo aquello a que dirigían su pupila
6.
Pero no todo el mundo se interesaba tan tiernamente por el gitano; losunos aplaudían la decisión de la Junta, los otros se prometían un granplacer el día del suplicio, muchos, incluso dirigían furibundasimprecaciones al gitano que se contentaba con sonreír
7.
Se dirigían por el interior de las habitaciones á la cámarapública de audiencia
8.
dirigían lapalabra; pero sus contestaciones eran suaves, claras,
9.
cubiertos de harapos se dirigían, con la pala en elhombro, hacia
10.
científicas y delas que dirigían la industria
11.
Dirigían la conciencia de los padres, presidían la educación de
12.
En el Palacio de Méjico, el presidente provisional, los ministros y lospersonajes que dirigían
13.
Los mozos y las mozas se dirigían en los intermedios del canto palabrassueltas y se
14.
componían su público, por cuyaadmiración trabajaba con tanto ardor desde que se retiró de losnegocios, se agruparon en su mente como en un cuadro, y le pareció quetodos aquellos árbitros del éxito y del renombre dirigían hacia él susmiradas como para preguntar:
15.
quienes parecía que interesesapremiantes dirigían en pos de
16.
compuesta por las personas de la élite quienes en realidad dirigían las cosas
17.
mayor misterio a lapregunta, se dirigían a los que aguardaban en
18.
Los gateras le seguían,acompañados de algunos más; los serenos le dirigían de lleno la luz desus linternas, y los transeúntes se paraban mirándole
19.
piedras antes citado y queabandonando su escondrijo se dirigían hacia la hondonada
20.
Grupos numerosos de hombres, mujeres y niños se dirigían al encuentro delas
21.
se dirigían ála morada del príncipe cruzaban la plaza á intervalos, separando
22.
Germán mientras todos se dirigían en grupos hacia la abadía,comentando las
23.
era evidente que dirigían un reto á los caballeros ingleses
24.
pollastres se dirigían a ella y las de las muchachastambién
25.
Las miradas de aquellos hombres se dirigían a todas partes,y el eco repetía el sonido
26.
con la azadaal hombro, se dirigían al trabajo de los campos
27.
Luego se dirigían hacia la popa
28.
Era una felicitación que le dirigían losantiguos amigos
29.
interesados que loshombres dirigían a la bailarina
30.
tiernos los jinetes y amazonasque se dirigían al Bosque, los
31.
y campesinas, que se dirigían en suscochecillos al mercado de la ciudad
32.
alabanza con cuidado, sinoque rechazó las que le dirigían y hasta procuró ocultar sus
33.
todos al entrar en casa le dirigían una mirada penetrantey ansiosa, queriendo leer en
34.
mayordomo mayor del mismo;y como a él se dirigían las
35.
Y sus ojos se dirigían con mayor complacencia cada vez
36.
abundaban en el suelo;graduaban y dirigían la luz de los
37.
lesapadrinaron, ni los alcaldes de Corte que dirigían la fiesta
38.
jardín yse dirigían al cenador cubierto de viña virgen, que el pilónresguardaba
39.
Juntos, siguiendo el moviendo de la música con sus cabezas, todos ellos se dirigían
40.
Estuvieron toda la tarde viajando en círculos cada vez más amplios hasta que encontraron un rastro, aunque no comprendieron por qué sólo había huellas de dos caballos, que se dirigían hacia el oeste
41.
Los templarios son una cofradía fundada en la Edad Media, hacia el año 1100, con la finalidad de proteger a los peregrinos que se dirigían a Tierra Santa y evitar que los bandidos los mataran y robaran en su camino hacia Jerusalén
42.
La niña, el padre y el conductor murieron a balazos en la carretera de Extremadura, a la altura de Talavera, cuando se dirigían a Madrid
43.
La versión oficial afirmó que se dirigían a Puente Alto a reparar una antena, pero en esos años la única antena del Canal 13 estaba sobre el edificio de la Casa Central de la Universidad Católica, en Alameda, entre Portugal y Lira
44.
A pesar de las críticas que se le dirigían por su estilo burlón y agresivo, en general la gente lo valoraba y disfrutaba con sus intervenciones
45.
Cuando se dirigían a la torre, Ana se detuvo de súbito
46.
En lo verificable es falsa; está demostrado que el Rey no aguardó a conocer el resultado de la gestión de Armada para permitir que la televisión emitiera su mensaje: dejando de lado el unánime testimonio en contra de los directivos y técnicos de televisión, que aseguran haber puesto en pantalla el mensaje en cuanto llegó a sus manos, es un hecho que Armada salió del Congreso cinco minutos después de que se emitieran las palabras del Rey, que no pudo avisar a la Zarzuela de su fracaso desde el interior del Congreso -hubiese tenido que hacerlo en presencia de Tejero y éste hubiese sido el más interesado en airearlo durante el juicio- y que, cuando llegó al hotel Palace y supo por quienes dirigían el cerco a los asaltantes que el Rey acababa de hablar por televisión, el general mostró su sorpresa y su disgusto, en teoría porque la intervención del monarca podía dividir al ejército y provocar un conflicto armado, pero en la práctica porque no se resignaba a su fracaso (y sin duda también porque empezó a sentir que había calculado mal, que se había expuesto demasiado negociando con Tejero, que las sospechas que se cernían sobre él se volvían cada vez más densas y que, si los golpistas eran derrotados, no le iba a resultar tan sencillo como pensó en un principio esconder su auténtico papel en el golpe tras la fachada de mero negociador infructuoso de la libertad de los parlamentarios secuestrados)
47.
La llegada de su columna levantó el ánimo de los guardias civiles sublevados, que empezaban a ser víctimas de la fatiga y del desaliento, conscientes de que el fracaso de la negociación entre Armada y Tejero había impedido un desenlace favorable del secuestro y de que a cada momento que pasaba era más difícil que el ejército acudiera en su auxilio; pero, además de proporcionar una momentánea dosis de moral a los rebeldes -permitiéndoles creer que por fin la Brunete se había unido al golpe y que aquel destacamento era sólo la cabeza de puente del esperado movimiento general-, tan pronto como se puso a las órdenes de Tejero Pardo Zancada se concentró en la tarea de insubordinar otras unidades: provisto de un listín telefónico de la división que se había procurado en el Cuartel General y saltando de teléfono en teléfono a medida que quienes dirigían el asedio al Congreso le cortaban las comunicaciones con el exterior hasta dejar únicamente cuatro o cinco aparatos en funcionamiento de los ochenta de que disponía el edificio, Pardo Zancada habló (desde un despacho de la planta baja del edificio nuevo, desde la centralita, desde las cabinas de prensa) con numerosos jefes de la Brunete dotados de mando en tropa; tras dar novedades a San Martín llamándole al Cuartel General, habló con el coronel Centeno Estévez, de la Brigada Mecanizada II, con el teniente coronel Fernando Pardo de Santayana, del Grupo de Artillería Antiaérea, con el coronel Pontijas, de la Brigada Acorazada XII, con el teniente coronel Santa Pau Corzán, del Regimiento de Caballería Villaviciosa 14
48.
Las reacciones a sus soflamas telefónicas oscilaron entre el derrotismo de Pardo de Santayana y el entusiasmo de Santa Pau Corzán («¡Descuida, Ricardo, no te dejaremos con el culo al aire! ¡Iremos con vosotros!»), y hacia las tres y media de la madrugada sus esfuerzos parecieron fructificar cuando un ayudante de Milans llamó al Congreso para anunciar que los regimientos de caballería Villaviciosa y Pavía acababan de sublevarse y se dirigían a la Carrera de San Jerónimo
49.
y la realidad era que a aquellas alturas de la madrugada -a medida que tras la comparecencia del Rey en televisión caían en cascada las condenas al golpe de las organizaciones políticas, sindicales y profesionales, de los gobiernos autonómicos, de las alcaldías, de las diputaciones, de la prensa y de un país entero que había permanecido en silencio hasta que vislumbró el fracaso de los golpistas- el interior del Congreso empezaba a estar maduro para la capitulación, o eso era al menos lo que pensaban quienes dirigían el cerco al edificio y habían abandonado ya la idea de asaltarlo con grupos de operaciones especiales por temor a una escabechina y concluido que bastaba dejar correr el tiempo para que la falta de apoyos externos hiciese sucumbir a los secuestradores: salvo los principales líderes políticos, aislados durante toda la noche en otras dependencias del Congreso, los parlamentarios permanecían en el hemiciclo, fumando y dormitando e intercambiando en voz baja noticias contradictorias, a cada minuto que pasaba más seguros de la derrota del golpe, vigilados por guardias civiles que intentaban hacerles olvidar los ultrajes de los primeros instantes del secuestro tratándolos con mayor consideración cada vez porque cada vez estaban más desmoralizados por la evidencia de su soledad, más diezmados por el sueño, la fatiga y el desaliento, más arrepentidos de haberse embarcado o haberse dejado embarcar en aquella odisea sin salida, más asustados ante el futuro que les aguardaba y más impacientes por que todo acabase cuanto antes
50.
Mientras se dirigían hacia allá, le explicó:
51.
Hizo un esfuerzo por ver en la oscuridad y se dejó guiar por la voz de Kyakhta para ver hacia dónde se dirigían
52.
Estos últimos debían ser escogidos entre antiguos funcionarios, y su elección correspondió a los Ting, pues eran ellos los que realmente dirigían el comité
53.
Podía oír los susurros que dirigían a quienes ignoraban mi identidad
54.
El Squexie y los soldados, lado a lado, dirigían toda la belicosidad en mi dirección, mientras alimentaban una gran hoguera cerca de la plantación
55.
Mientras los demás se dirigían hacia la puerta, estreché la mano de Tertis y le dije: -Haré todo lo que pueda
56.
Parecían estar esperando algo, y solamente dirigían miradas hacia el jurado
57.
»Cinco minutos después volvió a entrar el ujier; todas las miradas se dirigían a la puerta, y yo mismo —dijo Beauchamp— participaba de la ansiedad general
58.
D'Avrigny siguió la dirección de los ojos del anciano, y vio que se dirigían a una botella que contenía la poción que tomaba todas las mañanas
59.
Podía pensar en todo, menos en el lugar hacia el cual se dirigían
60.
Mientras se dirigían hacia la puerta, el joven Horne volvió a los investigadores su rostro pálido y fanático
61.
¿Quién podía saber si no se lanzaban recíprocamente reproches terribles, si uno no reprochaba al otro el haberlo hecho resucitar, o si el que había despertado nuevamente a la vida no se quejaba de que se lo hubiera resucitado, no por lástima de sus desconsoladas hermanas, sino sólo con el objeto de cumplir un horroroso experimento con la muerte? ¿Y si el otro lo acusaba de haberle informado mal o poco acerca de su experiencia en el mundo subterráneo, a él, su resucitador, que más tarde se impuso a sí mismo la misma prueba? Porque, de otro modo, ¿no se habría abstenido acaso el de Nazareth de emprender el atroz viaje al reino de los muertos? Y si en realidad no se dirigían mutuos reproches, se los hacían a la existencia que obligaba a todos a tan espantosas experiencias
62.
Cuando los dos hombres se dirigían a la puerta, Reeves dijo, señalando una fotografía:
63.
Cuando se dirigían a la puerta, alguien oprimió el timbre y le oyeron sonar en el sótano
64.
Todas sus sospechas se dirigían sobre Lombard y yo pretendí compartir su punto de vista
65.
Siempre había sido muy sensible a las preguntas que se le dirigían
66.
El gobernador y su acompañante, conscientes de su inferioridad, se dirigían a una isleta, con la intención de protegerse del fuego de su enemigo
67.
El perro, viendo que se dirigían a lo largo de la playa, se echó a correr delante de ellos
68.
Mientras Toby y sus camaradas se dirigían para liberar a Bandhara, Dhundia, cómodamente recostado en los almohadones del ruth, regresaba hacia Pannah para presentar al rajá las soberbias pieles de los dos Devoradores de Hombres
69.
Horas atrás, mientras Toby, Indri y Bandhara se dirigían al palacio del rajá para intentar el golpe decisivo, Dhundia llamó al mayordomo con furibundos golpes de gong
70.
Seguían la orilla del bosque y parecía que se dirigían a una colina cubierta de espesos matorrales de mimosas y de helechos
71.
Una vez calentado el estómago, dejaron la estación seguidos de otros ocho o diez viajeros, en su mayor parte ingleses y alemanes que también se dirigían al Polo
72.
Unos amigos suyos dirigían el mismo
73.
Miles de noctilucas, arrastradas por aquella muralla líquida, se dirigían ahora hacia el mar desapareciendo bajo las bóvedas del canal
74.
Y la cañonera reanudó su marcha mientras las embarcaciones se dirigían hacia la orilla del río
75.
Sin embargo se dirigían hacia la montaña, en la creencia de que había alguna aldea o, por lo menos, cabañas que saquear en las mesetas de sus estribaciones
76.
¿Por qué serie de vicisitudes los malteses, que se escaparon en la chalupa muy pocos momentos antes de que estallara el fuego a borde del “Liguria”, habrían retrocedido cuando parecía que se dirigían a las costas septentrionales de Borneo?
77.
Las hormigas actuaban como pastoras de pulgones, los dirigían y protegían, al tiempo que obtenían sustento de ellos masajeando sus vientres con la punta de las antenas
78.
Eragon se concentró en las pisadas que había en la nieve: las huellas, apenas visibles, de dos pares de botas de cuero se dirigían a la casa
79.
Vio de lejos a las pigmeas que habían bailado la noche anterior; unas iban a buscar agua al río, otras se dirigían a las chozas de los bantúes o a las plantaciones
80.
La calle principal contaba con algunos faroles y pudieron apreciar la limpieza y el orden que imperaba en todas partes, así como las contradicciones: yaks avanzaban por la calle lado a lado con motocicletas italianas, abuelas cargaban a sus nietos en la espalda y policías vestidos de príncipes antiguos dirigían el tránsito
81.
El rey Mediazarpa y su compañera Cazadora de Sombras dirigían un grupo cada uno
82.
El destacamento volvió grupas tras desearles los mejores augurios y, a las dos horas, las galeras acompañadas de las cabalgaduras de los criados se adentraron en la ciudad a fin de descansar unos días y reponer fuerzas, antes de completar la última etapa de su viaje, que pretendía Rubén fuera en compañía de algunas de las caravanas de comerciantes que se dirigían a mercar a Sevilla
83.
Allí rechazaban a los milicianos de la retaguardia, a los chequistas, a los listos, a todos esos enterados que dirigían la guerra desde las mesas de los cafés
84.
En tanto ambos se acercaban a su posada, los grupos que se cruzaban con ellos y que se dirigían a sumarse a los que ya estaban dentro de la aljama, los miraban con desconfianza, pero si a alguno se le pasó por las mientes interceptar su camino, el tamaño y la catadura del jinete que, montando un imponente garañón arrastraba la mula, le disuadió de tal cometido
85.
A aquella hora las gentes se dirigían apresuradas a sus domicilios porque la hora de queda se aproximaba y las detenciones a partir de las nueve eran frecuentes
86.
Todas las miradas se dirigían hacia él
87.
Cuentan que algunas noches en el Teatro Real, cuando aparecían en escena determinadas personas, los ojos de muchos espectadores se dirigían hacía el palco real
88.
Todo aquel cuadro comenzó a tomar vida y a una orden del griego, varios hombres se dispusieron a cargar sobre sus hombros la pesada caja para bajarla hasta el patio de armas donde estaba dispuesto el catafalco en tanto las plañideras y gentes de la casa se dirigían a sus puestos
89.
Algunas familias se dirigían al cine para asistir al debut del mago Sandra, miraban el movimiento del bar, las figuras importantes allí reunidas, la gran mesa en forma de "T"
90.
Toni se encontró con Jay Gridley cuando ambos se dirigían a la sala de conferencias
91.
Las intensas luces anaranjadas iluminaban el camino a las familias que regresaban de pasar el día en la ciudad o a los viajeros que se dirigían al aeropuerto John F
92.
Este proceso era virtualmente idéntico al utilizado con todos los empleados que se dirigían al piso superior
93.
Hacia allí se dirigían
94.
Empuñaban pistolas y obviamente se dirigían hacia la sala del Consejo de Seguridad, que estaba a su derecha
95.
Rodgers lo puso al tanto mientras se dirigían hacia la oficina de Ani
96.
«¿Por qué no vas a un pedicuro?», le había preguntado poco tiempo atrás Livia al ver que las uñas del dedo gordo de ambos pies eran cada vez más gruesas y se dirigían una hacia Levante y otra hacia Poniente
97.
Aquella mañana era el día que tenía libre, se levantó temprano, tomó el coche correo para ir al agua y bajó en Seccagrande, adonde ahora se dirigían
98.
Cada uno de sus movimientos, cada una de las palabras que le dirigían, lo traicionaba
99.
Como todos llevaban suelas de goma, no hicieron el menor ruido en tanto se dirigían al último piso de la casa, a una habitación por cuya cerradura emergía un hilillo de luz
1.
–Bien, es decir, es sólo… me pareció que te dirigías hacia el Embudo, y… claro, podrían celebrar una reunión en Villa del Perro, sólo que no es habitual… aunque por supuesto yo nunca voy
2.
Como se rumorea que eres una dama que conoce las formas correctas de interpelación, supuse que te dirigías a una criada que estaba en el balcón
3.
—Pensaba que dirigías el puesto de mando
1.
Dejando de seguir el curso del río Saone, si os dirigís por las
2.
—¿Os dirigís a una casa del pueblo, señora? —preguntó el guardia, mirando con curiosidad a la niña
3.
Que su temor esté en vuestro fuero interno y su majestad en vuestro corazón […] Vosotros recorréis la senda de Luz, en su templo; vosotros, que veláis en su morada, que dirigís sus fiestas, presentad de continuo sus ofrendas: entrad en paz, salid en paz, marchad alegres
4.
–¿Os dirigís a una casa del pueblo, señora? – preguntó el guardia, mirando con curiosidad a la niña
1.
eso que en este diálogo dirijo primero la atención al propósito interno y primordial
2.
leerte la carta que dirijo con este motivo al Progresode Lancia
3.
Invocaba laautoridad del Embajador Parry, que le habíadado cartas, diciendo: «Por eso me dirijo
4.
A ellos dirijo también estas observaciones
5.
No dirijo un establecimiento de caridad
6.
Me dirijo a paso de tortuga hacia el armario, sabiamente empotrado en la pared para ahorrar espacio
7.
Me dispongo a irme, me dirijo a la puerta, paso sobre la chica del montón de almohadones, que se está echando una botella de agua por encima de la cabeza, de un modo triste o que no sé expresar
8.
Pero tomo un Valium y enseguida me siento bastante bien, y paso delante del mural de Sunset que dice DESAPAREZCA AQUÍ y en un semáforo en rojo en el que estamos parados les guiño el ojo a dos chicas rubias, las dos con walkman, que van en un 450SL descapotable, y les sonrío y ellas sueltan unas risitas y yo me pongo a seguirlas por Sunset, pensando en detenerme y a lo mejor tomar un sushi con ellas, y estoy a punto de proponerles que se detengan cuando de repente veo aparecer ese rótulo del drugstore Thrifty, con la enorme t minúscula de neón azul que se enciende y se apaga, por encima de edificios y murales, y la Luna está muy baja, justo encima, y me voy acercando a ella, y me siento débil y hago un giro totalmente ilegal cambiando de sentido y todavía me siento como enfermo pero algo mejor cuanto más me alejo de la Luna, con el espejo retrovisor bajado, y me dirijo a casa de Dirk
9.
Me dirijo a la puerta del cuarto de baño y Mary me ve y corre, cojeando hacia mí, pero Peter le pega un par de veces, tumbándola de espaldas, y yo entro en el cuarto de baño
10.
Yo siempre me dirijo a ella cuando necesito enterarme de cualquier cosa
11.
Recojo mi aspiradora y el resto de mis cosas y me dirijo hacia la puerta
12.
¡Qué placer! Yo dirijo la escena
13.
Me dirijo hacia la puerta lamentando no tener un abrigo y un bolso que recoger para amenizar el largo trayecto
14.
–No, pero es uno de los tres restaurantes que dirijo
15.
–Señor presidente, debo disculparme ante la Cámara por haber elegido una cuestión de controversia en la primera ocasión en que me dirijo a los señores congresistas, pero debo oponerme a la enmienda propuesta por varios motivos
16.
Los agarro como si de diamantes se tratasen y me dirijo al cuarto de baño donde me los trago, los cuatro, con un chorro de agua del grifo, sin vaso, y desde allí me arrastro al futón y me quedo dormida mientras escucho el timbre del teléfono que vuelve a sonar, distante como los ruidos de la calle
17.
Me dirijo a usted como Director Honorario de Investigaciones, porque sé que su relación con las sociedades es, digamos, la de "estadista veterano"
18.
La dejo en la entrada y me dirijo al camino del bosque por el que me llevó Kate
19.
Antes de que cambie de opinión me dirijo a la puerta de entrada y llamo varias veces con la aldaba de hierro
20.
Me dirijo hacia la línea de meta
21.
cuando, el recuerdo a lo que vi dirijo,
22.
—Es un buen hombre —murmuró Rhodar mientras contemplaba al caballero—, pero cuando me dirijo a él tengo la impresión de que hablo con una roca
23.
Sin perder tiempo, me dirijo a la mesa de saldos, encuentro otra docena de libros míos y, en varios recorridos, los llevo a la mesa de los más vendidos
24.
Me dirijo a usted, Adrián Gallagher, que sin duda está en el cielo, y le pido perdón
25.
Soy griego y me dirijo a Jerusalén… Y, de pronto, recordé la autorización que me había extendido el procurador romano, con el
26.
Dirijo la División de Investigaciones Criminales del Departamento de Defensa
27.
Con la ayuda de un hilo de humo azul que indica, aunque sin entusiasmo, la inclinación del viento, aterrizo con la Avian en el claro de muram de Makindu, subo gateando y me dirijo a la estación
28.
Soy lo que podrías llamar el jefe de una banda, pero dirijo una banda que no se parece a ninguna que hayas conocido
29.
—No, yo me dirijo en la dirección opuesta —explicó ella, agachando la cabeza para indicar las Profundidades
30.
En estos momentos dirijo un proyecto de investigación destinado a crear filtros más compactos y eficientes
31.
No quiero que los Lannister sepan que me dirijo hacia allí
32.
– Me dirijo a Starakis-: Yo, en su lugar, le recomendaría que hablara para favorecer su situación
33.
Busco la voz «sanar» y me dirijo a la cocina
34.
La dejo con la impresión de haberme desarmado con su razonamiento y me dirijo a la sala para telefonear a Guikas
35.
Me alejo del cadáver y me dirijo a la mujer sentada en la silla
36.
Me desentiendo de los hombres y me dirijo a Kula:
37.
—Patres conscripti de Roma, a vosotros me dirijo, con la venia del presidente de esta sesión del Senado, contemplando una hermosa pintura que viene acompañando nuestras reuniones desde hace más de cincuenta años, cincuenta y nueve años para ser exactos si mi memoria no me falla
38.
Me dirijo a la carpa de las fieras sin dejar de estar pendiente de la presencia de August
39.
¿No sabe usted en qué país vivo? Dirijo un diario, ¿sabe? Acá el gobierno está cayéndose a pedazos
40.
Mientras estos "superman" galopan por colinas y cañadas, yo me dirijo a tientas al cuarto de baño, tropezando con todo, en busca de una píldora que me sirva de pasaporte para el país de los sueños
41.
–Sí, retrocedo sin alzar la vista del suelo y me dirijo al asiento que me está destinado a la izquierda del salón
42.
Entro de puntillas en la oficina y, con ademán furtivo, me dirijo a la salida
43.
» -Son sus últimas palabras mientras me dirijo a arrostrar a mi vecino
44.
Vale, me digo a mí misma mientras me dirijo hacia la entrada
45.
Unos tres meses de invención echados completamente por la alcantarilla, lo sé, mientras me dirijo hacia mi madre, deformada tras el cristal biselado
46.
En este momento, yo dirijo la operación, hasta la llegada del director regional
47.
Enciendo la linterna y dirijo el haz de luz al interior del trastero como me ha indicado, iluminando dos calcetines sucios y un culillo caqui que se adentra entre los montones
48.
Me dirijo a la habitación de Grayer, abro la puerta de golpe y lo veo de inmediato: el oso de peluche que apareció en la estantería de Grayer después del Día de los Enamorados de buenas a primeras
49.
–Yo dirijo a los que están en esta estancia -dijo-, pero no al de los garfios
50.
Hago todo lo posible por parecer educada mientras les presento y, después, me dirijo hacia la puerta
51.
Me levanto y me dirijo hacia la puerta mientras intento recuperar un poco el amor propio, aunque ya sea tarde para eso
52.
No lo sé, porque no lo he inventado, ni lo dirijo
53.
Demasiado tarde, me doy cuenta de que me dirijo hacia la piscina
54.
¡No hubiera habido un solo culpable! ¿Acaso la muerte ha de servir de escudo contra el rayo de la venganza a los idiotas que me habían enterrado vivo? ¡Cuando lo pienso, se me sube el aceite a la cabeza! ¿Van a leer mis obras, tan educaditos conmigo, renegando de sus padres? ¡No, no y no! ¡Quiero, por lo menos, darles una patada, aunque sea desde la ultratumba! ¡Que se les rompan todos los tubos de escape! ¡Que les caiga encima el mal de la sobretensión! ¡Que la peste del verdín les consuma las cabezotas, si sólo son capaces de desenterrar los esqueletos en los cementerios del pasado! Tal vez crezca entre ellos un pensador de inconmensurable valía, pero ellos, ocupados en analizar los jirones de mi correspondencia con mi lavandera, ¡no tendrán tiempo de apreciar su mérito! ¡Quiero que estos necromantas, estos despojófilos se olviden al editar mis obras completas, junto con el Testamentum henchido de las maldiciones que les dirijo, de la autosatisfacción de haber tenido en su estirpe al más grande de los sabios, Cloriano Teoricio Clapóstol, maestro del pensamiento de siglos y siglos atrás! Que no les abandone la conciencia, mientras estén dedicados a sacar brillo a mis estatuas, de que les deseaba todo lo peor que pueda haber en el Cosmos, y que la intensidad del odio contenido en mi maldición, proyectada hacia el futuro, sólo se puede equiparar, desafortunadamente, con su ineficacia
55.
A quienes no han comprendido que el embrujo de la lengua nace de tales sutilezas, dirijo la exhortación siguiente: desconfíen de las comas
56.
Las ideas surgidas a mediados del siglo XX sobre las relaciones entre hijos y padres, se han inficionado con la jerigonza escolástica y los símbolos estandarizados del aparato psicoanalista, pero supongo que me dirijo a lectores imparciales
57.
—No, me refiero a que yo mismo puedo dar las órdenes, porque me dirijo a Upnor en cuanto rompa el día
58.
Un hombre moreno, de complexión fuerte, me está mirando malévolamente, en el marco de la puerta adonde me dirijo, teléfono en mano
59.
Lo primero que hago es darme una vuelta por la ciudad, y luego me dirijo a una agencia de la propiedad inmobiliaria, en busca de alojamiento económico
60.
--Cuando lleguen los hombres debes hacer una reverencia exactamente en el mismo momento que yo; después, intenta mostrarte lo más hermosa posible y permanece sentada sin mover un músculo mientras yo dirijo la conversación
61.
–Bien, pues una vez terminado mi desayuno, me dirijo hacia el fumadero
62.
Me dirijo al Attica Plaza con Dimitriu, de la Científica, con la esperanza de recabar allí más información sobre De Moor que en el Meetings
63.
–Patresconscripti de Roma, a vosotros me dirijo, con la venia del presidente de esta sesión del Senado, contemplando una hermosa pintura que viene acompañando nuestras reuniones desde hace más de cincuenta años, cincuenta y nueve años para ser exactos si mi memoria no me falla
64.
Me dirijo hacia Tomás Roch, y antes que él haya podido verme le examino con atención
65.
Dirijo mis miradas hacia los vapores suspendidos en la atmósfera, y trato de sondar su profundidad
66.
–Una compañía que dirijo tiene una en custodia -respondió Constant-
67.
Dirijo una gran empresa multinacional y necesito información local exacta
68.
Si quiere unirse a mi, bienvenida; pero no tengo derecho a pedírselo, porque me dirijo a un campo de batalla La gente sale herida, y algunos mueren
69.
No dirijo un asilo de ancianos Victorianos
70.
Yo dirijo un espectáculo respetable, con una compañía respetable»
71.
Yo dirijo un espectáculo decente
72.
–Considerad que habéis sido víctima de un mal funcionamiento y una falta de coordinación entre los servicios que yo dirijo, pero no veáis en ello malevolencia alguna
73.
me dirijo hacia la isla de los justos,
74.
En nombre de los veintidós millones de empleados de la empresa que dirijo, fue un placer conocerla
75.
Me dirijo a la oficina del director y consigo las llaves, y le indico que la habitación de Sufia es el escenario de un crimen y que nadie puede entrar hasta que yo diga lo contrario
76.
Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga
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Yo dirijo la investigación en Gotland
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En el harén, yo las dirijo cada día
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Dirijo un cine
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Dirijo una cafetería en el centro de la ciudad
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Levanto el maletín y me dirijo hacia unos mullidos sillones de color negro, tratando de que no se note lo nerviosa que estoy
82.
En el momento que lo cierro y me dirijo hacia la puerta, ya me he olvidado de ellas
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Dirijo la vista a la copa, deseando deshacerme en lágrimas
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—Lo tendré, no te preocupes —le aseguro cogiendo la bolsa , Me dirijo hacia la puerta tranquilamente, tratando de no exteriorizar la emoción que siento aunque, en mi interior, me siento frágil como una pompa de jabón
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Me dirijo hacia la zona de espera y me siento frente a una señora de mediana edad, que luce una abundante y enmarañada melena morena, y un enorme collar de ámbar
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¿Quién dejó la ventana abierta, o quién acaba de abrirla? Me dirijo hacia la ventana: me inclino hacia afuera
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Dirijo la vista hacia los relucientes dorados del Albert Memorial y los párpados me pesan
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Con la poca dignidad que me queda me dirijo hacia la puerta intentando mantener bien alta la cabeza, sin mirar atrás, con las lágrimas deslizándose por las mejillas y llevándose el rímel por delante
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En otro rincón del jardín, un chico alegre (de Irkutsk, sin duda) flirtea con Sally Porringer, que ya no teme que Sherman le ponga las tetas en un exprimidor, y yo, mareado por el caviar, después de un año de comer carne dos veces al día, y nada insensible al vodka, me dirijo hacia Boris Masarov, siempre con Nancy a mi lado
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Permítanme que me presente, me llamo Klaus Shimmel y dirijo un negocio de papeles pintados, última evolución de una auténtica dinastía de industriales que se remonta a mi bisabuelo, el mejor encofrador de Essen