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    Usar "dividir" en una oración

    dividir oraciones de ejemplo

    divide


    dividen


    divides


    dividido


    dividiendo


    dividimos


    dividir


    divido


    dividí


    dividía


    dividían


    1. Que bajo la velocidad mi ritmo y dejar a pocos metros de distancia; el cristal se divide en dos partes y el interior de un verdadero palacio se presenta en los ojos


    2. Otra de las grandes familias en que se divide la especie de losmosquitos líricos, es la de los filósofos o trascendentales


    3. causal que divide al mundo, de manera maniquea, entre amigos y


    4. La secuencia divide el proceso mnésico en fases sucesivas: fase de recepción y


    5. El oído humano se divide en tres partes: Oído externo, oído medio y oído interno


    6. o El surco limitante (muy difícil de ver) el cual divide cada mitad del piso en dos porciones así:


    7. Revise en teoría la conformación del esqueleto del miembro superior, identificando los cuatro segmentos óseos en que se divide: cintura escapular, brazo, antebrazo y mano


    8. · Músculo extensor común de los dedos: identifique su origen en el epicóndilo y sígalo hacia abajo donde se divide en cuatro tendones, los cuales pasan por un túnel del ligamento anular posterior del carpo hacia el dorso de la mano


    9. Observe que la línea de inserción del mesenterio divide la región inframesocólica en dos espacios mesentérico – cólicos: superior derecho e inferior izquierdo


    10. La pelvis ósea articulada se divide en dos porciones: una superior, la pelvis mayor y otra inferior, la pelvis menor; entre las dos, se halla el estrecho superior de la pelvis

    11. divide la historia científica y filosófica dela Edad Media en dos épocas enteramente


    12. En el film hay una puerta que divide la realidad mundana, que se encuentra antes de la puerta, de la última realidad que está representada por la pagoda en el centro del lago donde vive un monje budista


    13. Gracias a las pruebas clínicas de las cuales la autora dispone, ella dice que el niño, a través de su pensamiento fantasmático, divide la madre en dos: una representada por el seno bueno y la otra por el seno malo


    14. 368), dice: El vulgo divide el año en invierno y verano; losastrólogos y


    15. significa que el extenso imperio se divide en un millón de


    16. Para calcularla, se divide el ecuador en


    17. divide encuatro estaciones, separadas unas de otras por los dos


    18. La actual poblacion indígena de la provincia aun se divide en dieznaciones diferentes, que han conservado


    19. territorio español confina por el norte con el Rio grande,que le divide de las colonias portuguesas


    20. donde estabamos, fueron vistas por los Lorenzistas en el Yaguy, por aquella parte que divide las tierras de

    21. torre, y le divide en dos mitades, como si fuera de alfeñique; yque, cuando nos quieren pintar una


    22. Nidiferencia de clase, ni de religión, ni de patria los divide


    23. Por la parte del Oriente le baña el mardel estrecho, llamado de los antiguos Helesponto, que divide la Europadel Asia


    24. La República se divide en provincias, no por las antiguas intendencias,sino por


    25. Pasada la travesía, el camino se divide entres


    26. El calavera se divide y subdivide hasta lo infinito, y es difícilencontrar en la


    27. siempre por los resultados; por consiguiente,a veces una línea imperceptible divide


    28. ] Esta última escuela se divide en otras dos, de las cuales la unaconsidera el órden sensible,


    29. declarándolovergonzoso y abominable cuando no se somete a su bendición, y divide latierra en


    30. Se divide la masa en porciones, se espolvorea una lata con azúcar, sehacen las ensaimadas y se van

    31. Divide sus fuerzas en


    32. polos del mundo, le divide en dos partes iguales


    33. divide en diez soles, siendo de ciencentavos el valor de cada sol


    34. laguna, ycorre hacia Oriente y divide aquella laguna en dos


    35. Esta nación, que se divide en veintidós Rancherías, está


    36. observador los cambios fugaces delas enfermedades que la ciencia describe, divide y


    37. divide al infinito por trituraciones sucesivas con elazúcar de leche


    38. El Sena, que divide las dos grandes ciudades que componen Paris, es un lindo rio; y digo lindo, porque se


    39. El Decreto de 15de Septiembre de 1852 divide los chinos en tres clases, señalandoá cada uno de ellos un número que corresponderá al del padrón y alde la patente que se les expida, y según el artículo 28


    40. Nosencontrábamos en la línea que divide las provincias de Cavite yBatangas

    41. de Setiembre de 1513, en las exploraciones que hizo por el Istmode Panamá, pequeña lengüeta que divide las dos Américas


    42. No se asoman inclinados hacia abajo para observar largo tiempo el precipicio que el puente divide, a un lado y otro


    43. Armada, en cambio, sí continuó siendo monárquico, o al menos es lo que él asegura, si bien en ninguna de sus numerosas declaraciones públicas -ni desde luego en sus melifluas y tramposas memorias- ha dejado de alimentar la ambigüedad sobre el papel del Rey en el golpe; fue indultado por un gobierno socialista a finales de 1988, y desde entonces divide su vida entre su casa de Madrid y su pazo de Santa Cruz de Rivadulla, en La Coruña, una aristocrática mansión barroca donde hasta hace poco cuidaba personalmente un vivero que produce cien mil especímenes de camelia


    44. Pues, ¿qué hermosura puede haber, o qué proporción de partes con el todo y del todo con las partes, en un libro o fábula donde un mozo de diez y seis años da una cuchillada a un gigante como una torre, y le divide en dos mitades, como si fuera de alfeñique; y que, cuando nos quieren pintar una batalla, después de haber dicho que hay de la parte de los enemigos un millón de competientes, como sea contra ellos el señor del libro, forzosamente, mal que nos pese, habemos de entender que el tal caballero alcanzó la vitoria por solo el valor de su fuerte brazo? Pues, ¿qué diremos de la facilidad con que una reina o emperatriz heredera se conduce en los brazos de un andante y no conocido caballero? ¿Qué ingenio, si no es del todo bárbaro e inculto, podrá contentarse leyendo que una gran torre llena de caballeros va por la mar adelante, como nave con próspero viento, y hoy anochece en Lombardía, y mañana amanezca en tierras del Preste Juan de las Indias, o en otras que ni las descubrió Tolomeo ni las vio Marco Polo? Y, si a esto se me respondiese que los que tales libros componen los escriben como cosas de mentira, y que así, no están obligados a mirar en delicadezas ni verdades, responderles hía yo que tanto la mentira es mejor cuanto más parece verdadera, y tanto más agrada cuanto tiene más de lo dudoso y posible


    45. -Pues, señor gobernador -replicó el preguntador-, será necesario que el tal hombre se divida en partes, en mentirosa y verdadera; y si se divide, por fuerza ha de morir, y así no se consigue cosa alguna de lo que la ley pide, y es de necesidad espresa que se cumpla con ella


    46. La desgraciada realidad es que cuando un escritor concibe una historia realmente larga y complicada, su conocimiento profesional del negocio editorial le dice que el libro tendrá problemas de distribución si no lo divide en partes


    47. Se mide el tiempo según el movimiento de un objeto —en última instancia, por las revoluciones de la Tierra— y se divide luego ese tiempo en fracciones iguales: en horas y en minutos


    48. La fortuna se divide entre el pupilo de sir Matthew, Nevile Henry Strange, y su esposa, Audrey Elizabeth Strange, de soltera Standish


    49. {4} Una de las ramas en que se divide el río Ganges


    50. Polonia se divide en dos mientras resucitan las viejas alianzas del sindicato Solidaridad y, junto con la Iglesia, empiezan a cerrar filas contra los comunistas, lo mismo que hicieron cuando el papa polaco instó a los católicos a hacer presidente a Lech Walesa














































    1. Los críticos y biógrafos dividen lo que produjo durante su vida en tresépocas, queriendo ver en cada una un estilo o manera diferente


    2. Las demás obras, que debemos mencionar, para exponer la historia de lapoesía dramática de este período, se dividen en dos clases principales


    3. Las palabras y los conceptos dividen la vida en


    4. —¿Cuatro? preguntó un empleado: ¡vaya unacomision! ¿y si se dividen las opiniones?


    5. los movimientos GLBTT se dividen en tendencias opuestas


    6. partidos que dividen la Francia y de la sublevación del Rosellón


    7. unatrayectoria de cierta extensión, estallan y se dividen en


    8. dividen entre los anhelos de la reina ylos anhelos del rey


    9. entre lastres tribunas o tinglados que dividen las clases sociales en elhipódromo


    10. confines del Perú hastael estrecho de Magallanes, y se dividen en diferentes naciones

    11. Por elponiente con los Rey-yus, de quienes se dividen por una hilera demontañas, por el


    12. dividen porhoras las funciones, y en él se representaban cuatro


    13. separan del troncoy se dividen en ramitas pequeñas curvadas por el peso de sus tiernashojas


    14. Las proposiciones se dividen en universales, indefinidas,particulares y singulares, segun que el sujeto es


    15. queprofundas desemejanzas de educación, creencias y objetos dividen a lospartidos,


    16. ] Los seres se dividen en dos clases: necesarios ycontingentes: el necesario es el que no puede


    17. Seguía de cerca las intrigas viejas y nuevas que dividen


    18. Pronto recorrió algunas sendas de las que dividen las huertas que hay entorno de la villa


    19. Dividen todo el reino y señorio;


    20. —Después de preparados los pichones, se dividen por lamitad, dorándolos en

    21. El viejo aficionado, como todos los viejos aficionados, creía que lostoros se dividen


    22. Los empleados dividen a los


    23. salidas de cauce que dividen laciudad en 6 islas y que proyectan en la Bahía


    24. 000 que se dividen en la siguiente forma


    25. —Todos los animales se dividen en cinco tipos


    26. Se dividen en dos órdenes: 1


    27. De los que por momentos se dividen


    28. Las vertientes del Cantilamo dividen las jurisdicciones de Batoy Viga


    29. obstáculos,que dividen la ola en infinidad de partes, originando los huecos quepresentan las múltiples ramificaciones madrepóricas, imponentes ruidosque repite el eco de cavidad en cavidad


    30. Se dividen las familias, maridos y mujeres deciden no hablar del asunto, viejos amigos dejan de hablarse

    31. Darnos cuenta de que existen otros seres y que, tal como requiere el proceso evolutivo, deben ser muy diferentes de nosotros, comportaría una implicación impresionante: sean cuales sean las diferencias que nos dividen aquí en la Tierra, son del todo triviales comparadas con las diferencias entre cualquiera de nosotros y cualquiera de ellos


    32. Los chilenos se dividen entre los que celebran frente al local de la Federación de Estudiantes (FECH) en la Alameda y los que sufren una noche de insomnio


    33. Respecto a la fórmula, bastará -llegado el momento-, con poner las primeras joyas en el numerador por su incidencia positiva en el resultado final y a las que dividen, disminuyen o contaminan en el denominador


    34. –¡Ah, bien sé dónde se dividen! No tengo hombres suficientes para lanzar a la vez contra esos endemoniados musulmanes


    35. Milord nada sabe de las grandes controversias que dividen a la magia inglesa y, francamente, le importan menos todavía


    36. Porque esto era un esquema; aquellas líneas cubrían a Cinco con la misma precisión geométrica con que las líneas de latitud y longitud dividen un globo terrestre


    37. —Los reyes —siguió Calanthe— dividen a las personas en dos categorías


    38. Las reglas para preparar el texto normal son: 1) Las letras del texto se dividen en pares; por ejemplo, PARA HELEN se convierte en PA RA HE LE, etc


    39. Aquí se habla de la muerte de Josef (5) Napoleón, de los varios partidos que dividen la Francia y de la sublevación del Rosellón


    40. Juan, que ha estudiado detenidamente el asunto, nos dice que Madrid se despoblará si continúa bebiendo por la primitiva medición de reales, que se dividen en cuartillos y estos en pajas

    41. Algunas células se quedan unidas, pero aquéllas que se dividen puede que se encuentren en vidas sucesivas, se casan, y esos son los matrimonios perfectos en la Tierra


    42. Los aminoácidos (todos, excepto el más sencillo, el de la glicina) se dividen en dos variedades, una de las cuales es la imagen reflejada de la otra


    43. Sobre la base de su longitud se dividen en dos secciones


    44. Estas ondas profundas se dividen, a su vez, en dos tipos: primarias («ondas P») y secundarias «ondas S»)


    45. Los mamíferos placentarios se dividen en una docena de órdenes, de los que son ejemplos los siguientes:


    46. Los cromosomas encontrados en los núcleos de las células se dividen en «genes», cada uno de los cuales se cree que gobierna la formación de una enzima particular, que controla una particular reacción química


    47. Cuentan las crónicas que Monet, en aquellos treinta años, pasó mucho más tiempo trabajando en su parque que pintando: ingenuamente, dividen en dos un gesto que en realidad era único, y que llevó a cabo con obsesiva determinación a cada instante de sus últimos treinta años: hacer las Nymphéas


    48. A mi juicio, las esposas de los senadores se dividen en tres categorías: las que se acuestan con senadores, aunque no con los mismos con los que están casadas; las que se acuestan con gladiadores, y las pocas que se quedan en casa


    49. Los «Viajes extraordinarios» dividen en dos la historia de la imaginación


    50. Este tipo de reacción en cadena se denomina “autocatalítica”, y el principal ejemplo de ella es la explosión de una bomba atómica, en la que los neutrones de una masa crítica de uranio dividen los núcleos de los átomos de uranio para liberar energía y más neutrones, los cuales a su vez dividen aún más núcleos










































    1. Los ríos divides por


    2. Velas en este cuarto en que divides


    3. Halla el resto que queda cuando lo divides entre nueve


    4. -Que divides en dos


    1. Eso es una ingenuidad, poder no hay más que uno, dividido en


    2. pues si hasta ahora no se han dividido dichos bienes para entrar los otorgantes en la parte que en ellos debe tocarles, ha sido por concideracion hacia el viudo


    3. Por intereses políticos, el mundo se había dividido en dos partes


    4. El campo religioso en Brasil está dividido en una lucha en la que el Estado no


    5. El sistema de partidos estaba aparentemente dividido, pero en los hechos, operaba en base a los pactos que ponía más de un trapo sucio


    6. El miembro inferior se encuentra dividido en cuatro segmentos: cadera, muslo, pierna y pie


    7. Ya se entiende que la tal división es muy posterior a lo dividido


    8. En diferentes proporciones, el SI’ Cósmico es como el Yo espiritual profundo que es todo uno con nuestro ser (psíquico y corporal) y lo habita en cada pequeña parte y que, en lugar de construir un ser dividido en componentes opuestos entre ellos, constantemente decide construir un ser íntegro y unificado en su totalidad


    9. proporción que se acercaban ala Plaza; el poblado dividido por el río, y a orillas de éste


    10. Entre ambas alturas el llano entenebrecido; el cielo dividido en dosfajas horizontales y

    11. Un Congreso general, dividido en dos Cámaras de


    12. siempre dividido en dospartes iguales por el círculo que separa


    13. Cada cual del ejército, que se habia dividido, se volvia á sus estancias y pueblos, muy despacio,


    14. Viendo la caballeria del enemigo, dividido en tres partes el ejército de los indios, con un movimiento


    15. Porque me dijo que su padre había dividido suhacienda entre


    16. de un pescador de caña, presentando alpobre hombre con su cráneo abierto y dividido en regiones según


    17. El edificio estaba dividido en cuatro cuerpos independientes, y


    18. gran porte; dividido por elmedio, los dos pedazos fueron


    19. estánunidos, esa gran persona impersonal los ha dividido


    20. Mientras la una y otra parte se trataba del caso, vinieron casi árompimiento, remitiendo su pretension á las armas, conque muchas vecesdentro de las murallas de Galípoli estuvieron para darse la batalla;porque como no habia quien pudiese decidir la causa, por estar elejército dividido, llevados todos de las

    21. la prescindencia de los asociadosde las ideas e intereses que antes habían dividido a


    22. espaciodividido por el tiempo; si nos proponemos medir el tiempo, decimos quees el espacio dividido por la velocidad; y si tratamos de medir elespacio, decimos que es la velocidad multiplicada por el tiempo


    23. Lo que aquí se dice delas partes del espacio, no es una dificultad: el espacio infinito esabsoluta y esencialmente indivisible; y es una contradiccion en lostérminos el suponer que sea dividido, porque seria preciso que hubieseun espacio entre las partes que se suponen divididas, lo que es suponerque el espacio es dividido y no dividido á un mismo


    24. ] Se dirá que el ser uno está dividido de los otros reales óposibles; y que en el supuesto de un


    25. ] Puede proponerse la dificultad de si seria uno el ser, indiviso ensí, y no dividido de los


    26. críticos (¡cuántas vecesme han dividido y me dividirán ellos á mí!) endos clases


    27. el caudal de vuecencia bien dividido


    28. Su tiempoprecioso ha estado dividido entre la


    29. dividido por el verde azulado de las pitas de losvallados


    30. porque su cuerpo estaba dividido por la línea delmostrador como el de la encantadora

    31. Está dividido en


    32. dividido entre laconspiración y la resistencia


    33. Alejandro VI había repartidoy dividido el mundo entre las dos monarquías de la Península


    34. El gobiernointerior de la nación está dividido en catorce provincias,


    35. 18 Y si tambien Satanas está dividido contra sí, )cómo estará en pié su


    36. 53 El padre estará dividido contra el hijo, y el hijo contra el padre: lamadre contra la hija, y la hija contra la madre: la suegra contra su nuera, yla nuera contra su suegra


    37. 53 El padre estará dividido contra el hijo, y el hijo contra el padre, lamadre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, yla nuera contra su suegra


    38. 4 Mas el vulgo de la ciudad estaba dividido; y unos eran con los Judíos, y


    39. 4 Y el vulgo de la ciudad fué dividido: y unos eran con los Judíos, y otros


    40. Miguel se enteró por el prácticode que el pueblo estaba dividido en dos parroquias; la

    41. de gran tamaño y se dejó caer hacia atrás, pelar, un final dividido en el pelo


    42. »De acuerdo con la voluntad de Dios, seguimos el año solar, reducido a trescientos sesenta y cuatro días y dividido en cuatro partes de noventa y un días


    43. Tal vez no sea más que una conjetura aventurada, pero el descubrimiento de inteligencia extraterrestre podría jugar un papel importante en la unificación de nuestro litigante y dividido planeta


    44. En un país dividido y cuando la convivencia nacional estaba a punto de quebrarse, Lira daba la impresión de ser el guapo, el insolente, el provocador permanente


    45. Es como si el tiempo de este laberinto y de otros laberintos semejantes estuviera ya pesado, contado, dividido


    46. En 1824, un primer gobierno griego dividido por las luchas intestinas pedía ayuda a una conservadora Europa que no quería más agitaciones en el panorama internacional después de los sucesos protagonizados por Napoleón Bonaparte


    47. Se trataba de casi una docena de generales que ejercían un dominio de virreyes sobre las once regiones militares en que estaba dividido el país


    48. Estaba dividido en cuatro compartimentos, dos a la derecha y dos a la izquierda de un corredor y separados entre ellos por dos altos muros de ladrillos


    49. Una explicación bastante clara, y no voy a decir que por un segundo (dividido entre lujuria y miedo) no me imaginara tal actividad


    50. Con miras a una posible publicación en el futuro, había dividido el relato en capítulos y la noche anterior concluía con la visita de miss Russell













































    1. , dividiendo el nuevo Estado en los departamentos de Venezuela,Quito y Cundinamarca: y la reunion


    2. dividiendo en seguida el territorioen diez


    3. segunda vez esta ciudad, el dia 11 de Agosto de1580, y dividiendo la tierra para estancias en


    4. dividiendo cada uno de ellos según puede, de suerte,


    5. El congreso reunido en Mildendo intentó un nuevo reparto de lasnaciones, dividiendo las antiguas


    6. de Lucca, dividiendo su vida solitariaentre la meditación y atender las necesidades de


    7. dividiendo la mía en tres grandessecciones


    8. Dividiendo el papel en cuatro partes, decidió darle la oportunidad a cada


    9. El verano había pasado y estaba de regreso en Ballsbridge, dividiendo su tiempo entre un piso vacío y una sala llena de manuscritos casi consumidos por el paso del tiempo


    10. Mientras tanto, los muertos se habían apoderado de la recepción y empezaban a extenderse por todas las salidas, dividiendo el edificio en dos

    11. Pronto llegamos a la orilla del río que corría en la sombra, con un ruido vasto, continuando, profundo, de masa de agua dividiendo las tierras


    12. Cuando tuvimos bastantes lonchas para empezar caímos sobre ellas con las mangas todavía remangadas y una nueva serie de lonchas ante el fuego, dividiendo nuestra atención entre el cordero en servicio activo en nuestros platos y el que se asaba todavía


    13. Allí habían hecho sus madrigueras dividiendo las antiguas casas en minúsculos estudios


    14. Pero, ¿no creía el exportador que era una obligación mantener a la Asociación Comercial equidistante de las luchas políticas, exactamente como un terreno neutral en el que las fuerzas opuestas pudiesen colaborar para el bien de Ilhéus y de la Patria? Lo que él proponía era unir las dos listas, creando dos vicepresidencias, dividiendo las secretarías, y los dos puestos de tesorero, los de oradores y bibliotecario


    15. ¿Por qué don Mundinho está dividiendo todo, por qué está teniendo tanta gente con él?


    16. Dividiendo el segmento recién determinado mediante los métodos usuales de la geometría con regla y compás tendremos un segmento que representa al número p


    17. La respuesta se encuentra dividiendo el radio del Universo Observable por el radio de un protón


    18. Isaías habla contra la tendencia de los ricos a oprimir al campesino pobre y de multiplicar sus posesiones, dividiendo la sociedad en unos pocos terratenientes y muchos campesinos arrendatarios o esclavos


    19. conducen, dividiendo foso y márgenes,


    20. La luz del sol de la tarde llegaba oblicua hasta él, dividiendo su cuerpo en claridad y oscuridad

    21. –Llámalo Winter Mute, invierno mudo -dijo el otro, dividiendo la palabra


    22. –Verás, tradicionalmente un general gorayni recompensa a sus tropas victoriosas dividiendo el territorio conquistado y dándoles tierras y mujeres


    23. Aunque el sistema no perduró, fue el comienzo de una tendencia que acabaría dividiendo el Imperio Romano en una mitad occidental y otra oriental


    24. Las compuertas internas de todos los niveles se encontraban en tres intersecciones equidistantes de las cabinas de carga, dividiendo cada cubierta longitudinalmente


    25. Su valor se calcula sumando uno a la raíz cuadrada de cinco y dividiendo el resultado entre dos, lo que da 1,61803


    26. A partir de ese momento Quackernack se anticipó a cualquier reclamación dividiendo por 180 la cifra de muertos que indicaba en sus informes


    27. No era más que una zona estrecha de terreno abierto, porque aquí la ciudad extendía un lóbulo hacia la Torre, casi dividiendo Tower Hill por la mitad


    28. No había mamparas sino grandes compuertas, tan enormes y sólidas que daban la impresión de ser excesivamente resistentes, dividiendo a intervalos iguales el techo metálico y la cubierta


    29. Dividiendo la longitud total, 20 m, por el número de pasos, se obtiene la longitud media de un paso


    30. Mientras que la Sonata surgía en una aurora lilial y campestre, dividiendo su candor vaporoso, mas para suspenderse en la maraña tenue y, sin embargo, consistente de una rústica cuna de madreselvas sobre geranios blancos, la obra nueva nacía, una mañana de tormenta, sobre superficies lisas y planas como las del mar, en medio de un silencio agresivo, en un vacío infinito, y del silencio y de la noche surgía un universo desconocido que, en un rosa de alborada, se iba construyendo progresivamente ante mí

    31. En el caso de la mujer se trata de una proporción concreta entre las medidas de la cadera y la cintura que es del 0,7 (que se obtendría midiendo el contorno de la cintura de un lado y el de la cadera de otro, y después dividiendo una cifra por la otra)


    32. En el juego de naipes, alzar parte de ellos dividiendo la baraja


    33. Esos hombres pasaban el tiempo dividiendo y subdiviendo, buscándole la quinta pata al gato


    34. Quien no sólo se defendió y resistió ante los Compson sino que compitió y resistió ante los Snopes que se apoderaron del pueblecito a comienzos de siglo mientras los Compsons y los Sartoris y los de su clase se desvanecían (ningún Snopes, sino el propio Jason Compson fue quien tan pronto murió su madre —la sobrina ya había huido cañería abajo y desaparecido por lo que Dilsey carecía ya de ambos asideros para frenarle— confió a su hermano menor retrasado mental al estado y vació la vieja mansión, dividiendo las hasta ahora espléndidas habitaciones en lo que él denominaba apartamentos y vendiendo todo a un conciudadano que lo utilizó como pensión), aunque ello no resultó difícil puesto que en su opinión el resto del pueblo y del mundo y de la raza humana exceptuándose él mismo eran Compsons, inexplicables pero previsibles, ya que no se podía confiar en ellos


    35. Trató de ralentizar el paso del tiempo dividiendo la tarde en segmentos de media hora


    36. Pesadas cortinas de brocado, recogidas arriba, podrían bajar al tirar de un cordón, para formar un yurt dentro del yurt, dividiendo la cama de Kublai del resto de la habitación


    37. Así, dividiendo las rentas salariales por decilas (grupos en los que están desde el 10 por ciento de mayor salario medio al 10 por ciento de menor), se puede ver que los que están en la decila superior tienen unos salarios que son 3,46 veces mayores que los de la decila inferior (uno de los diferenciales más elevados de la UE-15)


    38. La proposición era demasiado seria para ser rechazada y, puesto que la enfermedad del oro era inevitable, más valía localizarla en algunos focos fáciles de vigilar dividiendo en caso de necesidad todos los yacimientos entre un pequeño número de sociedades importantes, que dejar que se esparciera a través de todo el territorio


    39. Alemania perdería todas sus colonias: los aliados se las habían repartido como ladrones dividiendo el botín


    40. Una teoría de luces brillaba hasta las barnizadas tejas, dividiendo y subdividiendo en células toda la estructura

    41. Dividiendo a su personal directivo en unidades operativas, asigna a Massingham, su mariscal de campo, la sección Petróleo Acero, lo cual no satisface en absoluto a Massingham, que preferiría la secundaria sección Sangre


    42. Las prosiguió con método, dividiendo cada una de las habitaciones en sectores que no abandonaba hasta haber interrogado los más pequeños escondrijos y, por decirlo así, agotado todas las combinaciones posibles


    43. Sin preocuparse de su presencia, Lupin comenzó a inspeccionar la sala conforme a los procedimientos que acostumbraba emplear en casos análogos, dividiendo la estancia en secciones y examinando éstas una a una


    44. La posible alianza entre el Frente y las fuerzas de Manuel Ray estaba dividiendo las filas


    1. desearon, puro, nos dividimos en dos grupos y, aprovechando el marasmo de la tarde, fuimos


    2. –Al principio decidimos dividimos a los padres


    3. Pero allí no puede estar toda la explicación, ya que dividimos las categorías del conocimiento según una jerarquía y reservamos nuestra admiración sólo para algunas, empleando la designación de “inteligentes” solamente para quienes han demostrado su destreza en dichas categorías del conocimiento


    4. Para determinar cuánto mayor es la gravedad de la superficie de Sirio B en relación con la de la Tierra, dividimos la ecuación para Sirio B con la de la Tierra, de este modo:


    5. Pero ésta tampoco puede ser la conclusión, porque dividimos las categorías del conocimiento en una jerarquía y reservamos nuestra admiración sólo para algunas, clasificando en ellas a los malabaristas afortunados y considerándolos como los únicos «inteligentes»


    6. Son la mano de obra, y yo soy el cerebro; y dividimos los beneficios de las operaciones equitativamente: la mitad para la mano de obra y la mitad para el cerebro -y Capietro sonrió


    7. Dividimos el año solar en dieciocho meses de veinte días cada uno, además de los nemontemtin —los «días inanimados», los «días vacíos»—, los cinco días que se necesitaban para completar los trescientos sesenta y cinco días del año


    8. ¿O dividimos la cuenta del almuerzo entre seis y volvemos a lo que cada uno estaba haciendo?


    1. No puedes más, está claro, para dividir a los títeres como lo hiciste antes, pero les obliga tanto como sea posible, a la obediencia, con reverencia, humillación


    2. Es realmente extraño, por ejemplo,"-más-"que no han aprendido a dividir a sí mismo con el fin de recorrer rápidamente grandes espacios


    3. Para merecer esa bendición, el hombre ha de dividir mitad para


    4. Que Haribald Tiene La Particularidad Que Se Puede Descomponer O Dividir En


    5. ellas pobres, quiero dividir con la señora Clement ycon Rosalía el dinero que


    6. siempre el intento principalque se llevaba; porque siendo nuestro ejército tan pequeño, no se podiahacer la guerra á lo largo, y ocupar Ciudades y lugares, habiendo dedejar en ellas guarnicion, porque era dividir y deshacer sus fuerzas; yasí pareció siempre acertado caminar la vuelta de los Turcos, y pelearcon ellos


    7. La atencion que se habia de dividir en larepeticion de cuatro veces


    8. distribuidas entre infinitosgrupos, que si bien se enlazan en tal ó cual punto, sepueden dividir y


    9. de los libros sagrados éinventor en fin del modo de dividir la esfera celeste por medio


    10. dividir aquel pueblo y buscar enotra parte lugar para fundar en

    11. sobreescitacion sanguínea continuos y remitentes, y se lospuede dividir en dos


    12. No sabemos cuánto tiempo duró la reunión; sí que los participantes en ella resolvieron dividir a los prisioneros en tres categorías y aplicar la pena de muerte a los más peligrosos: fascistas y militares rebeldes


    13. En lo verificable es falsa; está demostrado que el Rey no aguardó a conocer el resultado de la gestión de Armada para permitir que la televisión emitiera su mensaje: dejando de lado el unánime testimonio en contra de los directivos y técnicos de televisión, que aseguran haber puesto en pantalla el mensaje en cuanto llegó a sus manos, es un hecho que Armada salió del Congreso cinco minutos después de que se emitieran las palabras del Rey, que no pudo avisar a la Zarzuela de su fracaso desde el interior del Congreso -hubiese tenido que hacerlo en presencia de Tejero y éste hubiese sido el más interesado en airearlo durante el juicio- y que, cuando llegó al hotel Palace y supo por quienes dirigían el cerco a los asaltantes que el Rey acababa de hablar por televisión, el general mostró su sorpresa y su disgusto, en teoría porque la intervención del monarca podía dividir al ejército y provocar un conflicto armado, pero en la práctica porque no se resignaba a su fracaso (y sin duda también porque empezó a sentir que había calculado mal, que se había expuesto demasiado negociando con Tejero, que las sospechas que se cernían sobre él se volvían cada vez más densas y que, si los golpistas eran derrotados, no le iba a resultar tan sencillo como pensó en un principio esconder su auténtico papel en el golpe tras la fachada de mero negociador infructuoso de la libertad de los parlamentarios secuestrados)


    14. Hacia finales de 1979 el propio Suárez pareció advertir que el desorden galopante con que se estaba llevando a cabo la descentralización del estado democrático entrañaba una amenaza para la democracia y para el estado, así que intentó dar marcha atrás, racionalizarla o ralentizarla, pero para entonces ya se había transformado en un político ortopédico y sin recursos, y el amago de frenazo sólo consiguió dividir al gobierno y a su partido y hacerle acreedor de una impopularidad que a principios del año siguiente le llevó a perder en menos de un mes, de forma sucesiva y aparatosa, un referéndum en Andalucía, unas elecciones en el País Vasco y otras en Cataluña


    15. Esto dicho, se tornaron a dividir y a volver a sus rebuznos, y a cada paso se engañaban y volvían a juntarse, hasta que se dieron por contraseño que, para entender que eran ellos, y no el asno, rebuznasen dos veces, una tras otra


    16. Cuando éste empezó a dividir la gente en equipos, sus oscuros ojos se apartaron de él para examinar las caras de todo el mundo, incluyendo la mía


    17. ¿Por qué tres, y no dos? Porque, estimado lector, los libros tienen principios, mitades y finales; y mientras que en la mayoría de historias la parte central se resiste a ser dividida, casi siempre resulta posible, haciendo ciertas alteraciones en los acontecimientos relatados, dividir cualquier historia en tres partes


    18. Se puede dividir en dos partes, bien diferenciadas


    19. —No, a dividir entre los dos


    20. A bordo, en tanto, el capitán hacía dividir a los esclavos en grupos para que fueran llevados a tierra en cuanto llegasen los compradores

    21. Al estar los vardenos a punto de invadir el Imperio, sólo un loco se hubiera arriesgado a dividir nuestro país simplemente para negarme el trono, y aunque Gûntera es muchas cosas, no es un loco


    22. Grammont y Laurent, de acuerdo con Wan Horn, que se había encargado de vigilar la ciudad para impedir una sublevación por parte de los habitantes, habían decidido asaltar el formidable castillo por dos partes a la vez, para dividir a la guarnición


    23. Se enseñaba a sumar, a restar, a multiplicar, a dividir, a leer y escribir, a comportarse en la mesa, a ir al baño, pero a amarse a sí mismo, a respetarse y ejercitar ese amor, a igualar la emoción y el sentir, tanto en hombres como en mujeres, a eso nadie enseñaba; en todo caso, todavía se seguía enseñando a los infantes, la mayoría de las veces veladamente, a separar y a clasificar: a los hombres como seres insensibles y a las mujeres como seres sensiblemente sufridores


    24. Podían dividir el rebaño en secciones, separar a una sola oveja de sus compañeras, o mantener inmóvil el rebaño en un punto durante el tiempo que fuese preciso


    25. Él también había decidido dividir sus fuerzas ahora que habían llegado las otras cuatro legiones, sabiendo que el convoy de pertrechos no corría peligro


    26. Del menudo análisis y honda meditación resultó un admirable resumen que hubo de dividir en dos partes, apresurándose a escribirlo para que las interesantes conclusiones no se le fueran de la memoria


    27. Este se halla aproximadamente a la mitad entre el borde superior y el inferior de la Galaxia, razón por la cual la Vía Láctea parece dividir el firmamento en dos partes iguales


    28. Sería preferible dividir la diferencia y suponer que la probabilidad de que haya un planeta dentro de la ecosfera es, aproximadamente, de 0,5, o sea 1 de cada 2


    29. 000 millones, podemos dividir entre 2


    30. Ofreció dividir Italia, quedándose él con el Sur y dejando el Norte a los ostrogodos

    31. Si 8 + 10 + 9 = 27, debemos dividir esa suma por el cociente entre los valores de las columnas, en este caso 12


    32. Es posible que los filisteos le consideraran una marioneta útil, viendo su dignidad real como un instrumento para distraer y dividir más aún a los pueblos sometidos sobre los cuales ejercían su poder


    33. Debido a este vacío en el tiempo y al cambio súbito y radical de ambiente al pasar de un reino establecido y un Templo centenario a una partida de refugiados que regresan con la idea desesperada de construir un templo para el culto, surgió la tendencia de dividir la historia del cronista en este punto


    34. Para recompensarlos necesitaba granjas, y esto suponía dividir las grandes propiedades y fundar colonias en las que pudieran establecerse los veteranos


    35. (Posteriormente, Wallace llegó a dividir la Tierra en seis grandes regiones, caracterizadas por distintas variedades de animales, una división que, con pequeñas modificaciones, es todavía considerada válida


    36. La relación entre la longitud y anchura de la cabeza multiplicada por ciento («índice cefálico», o «índice craneal», si se emplean las medidas del cráneo) sirvió para dividir a los europeos en «nórdicos», «alpinos» y «mediterráneos»


    37. El peor error de Salomón consistió en dividir solamente a Israel para lograr una mayor eficiencia en la recaudación de impuestos y el trabajo forzado


    38. Los babilonios tenían la costumbre de dividir los años en periodos de siete días, porque su compleja ciencia astronómica asignaba gran importancia a los siete planetas


    39. Parece que la reputación de un hombre puede medirse por la cantidad de finas tajadas en que pueda dividir su investigación


    40. Carlos Hayter comprendía que casi no contaba, no obstante Enriqueta por momentos parecía dividir sus atenciones entre ambos

    41. Porque Quinn podía ahora dividir su atención casi a partes iguales entre Stillman y su escritura, levantando la vista hacia uno o bajándola hacia la otra, viendo la cosa y escribiéndola con el mismo gesto rápido


    42. Nadie puede dividir la renta de una fábrica entre miles de obreros, sin un rasero o norma con que medir el valor de cada cual


    43. —Nunca es sabio dividir las fuerzas —le gritó Josseran por encima del aullido del viento y el tamborileo de los cascos de los caballos


    44. Podemos siempre dividir un número racional por otro, y obtener otro número racional: a/b dividido por c/d proporciona el número racional ad / bc


    45. Nunca les comunicó el acuerdo «proporcional» al que había llegado con Churchill, que había sido debatido en mayo y confirmado en octubre, en virtud del cual los Balcanes se iban a dividir en esferas de influencia


    46. Consiguientemente, se necesita una gran cantidad de energía para superar las fuerzas de atracción del núcleo y dividir estos núcleos en protones y neutrones separados


    47. Todo lo que tienes que hacer, al parecer, es vaciar todas las estanterías de tu piso para desbloquearte, dividir el piso en nueve secciones (lo que se llama trazar el ba—gua), cada una de las cuales representa una parte diferente de tu vida: el trabajo, la familia, las relaciones, riqueza o crios, por ejemplo


    48. Eso, eso; a dividir la riqueza, para que las naciones se debiliten, y no haya jamás un presupuesto verdad


    49. Por tanto, había decidido que sería menos revelador dividir el pedido entre varios intermediarios, encomendando a cada uno de ellos la compra de una sola clase de artículos


    50. Uno de los métodos de la guerra contra los conejos, como bien podrán recordar todos los no australianos que vieran la reciente película Generación robada, consiste en dividir el terreno con largas vallas y tratar de eliminarlos a uno de los lados de la misma









































    1. promovería una concepción del electorado divido en campos en competencia


    2. Se ha divido generalmente la provincia de Caupolican en dos partidos: elprimero, que se compone de


    3. Cuando el Cristo estaba en Terra, Él les decía a aquellos que lo interpelaban en una discusión con la ley secular: “Yo no divido a los hombres


    4. Pero yo sí divido a los hombres; inspiro motines, sublevaciones y rebeliones contra sus leyes y las leyes de Dios


    5. Tú dibujas un diseño, yo lo divido en piezas, esas piezas se convierten en un patrón, el patrón se coloca sobre la tela, la tela se corta, después unimos todas las piezas, y ya tenemos confeccionada una prenda


    6. Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga


    1. Dividí la población actual por la mitad y dije que cien millones, pero Martin volvió a dividirla por la mitad; sólo había cincuenta millones de norteamericanos entonces, la mayoría de los cuales vivía al este del Mississippi


    2. Al estar aquí, dividí a la gente, y ahora Straff acabará al mando


    3. Varios años estuve en Hispania y prácticamente nunca dividí mis fuerzas, y ¿por qué? Porque las circunstancias no lo recomendaban, porque durante mucho tiempo sólo disponía de dos legiones para luchar contra tres ejércitos enemigos a un tiempo, por eso no dividí las fuerzas hasta recibir algunos refuerzos que trajo mi hermano aquí presente


    4. Antes de que supieras que yo existía, yo dividí tu alma en un mundo de luz y uno de oscuridad


    1. El momento de la partición tampoco se encontraba exento de disputas, porque la fortuna se dividía equitativamente sólo en cuanto al valor y no en lo relativo al tipo de bienes, por lo que el acceso de los herederos a los mismos era diferencial -sobre todo en lo referente a la tierra y al ganado-, lo que beneficiaba a una parte de la familia a costa de la otra


    2. En esto, llegó a un camino que en cuatro se dividía, y luego se le vino ala imaginación las


    3. que dividía mi inspiración entre los deseosde atraerlo con


    4. El más o el menos en las pretensiones dividía los partidos, pero noideas


    5. Pero su bondad eraestrechísima: dividía en castas la


    6. se alzaba una vasta reja dehierro, que dividía el patio grande, de


    7. Con esto llegaron al punto en que la vereda se dividía y se


    8. Un poco más elevado que elpavimento, lo dividía de éste un


    9. Un emparrillado de acero dividía el gran pozo cuadrado y


    10. Definió primero lo que se entendía por persona, según el derecho romano;luego por estado, que dijo se dividía en natural y civil, y que esteúltimo podía ser de tres maneras, a saber: de libertad, de naturaleza yde familia

    11. vuelta al pasillo que dividía elarchivo del cuarto de don Pedro, cuando vio


    12. Recoba[50], que dividía las plazas de la Victoria y 25 de Mayo—


    13. tenía un chirlo en lanariz, que se la dividía casi por mitad, y un


    14. manteniéndose alejados, en loposible, de la lucha que dividía a


    15. único interesante delmundo, y dividía a los pueblos en dos castas: la de los elegidos,


    16. Más significativo aún, ahora el oficial dividía su tiempo entre orar por su tío y reconvenir a los clérigos, que a su juicio reaccionaban a la crisis con excesiva lentitud


    17. Desde el primer momento quedó claro también que la estrategia de las defensas dividía a los procesados en dos grupos antagónicos: uno lo formaban el general Armada, el comandante Cortina y el capitán Gómez Iglesias, subordinado de Cortina en la AOME; el otro lo formaban todos los demás, con el general Milans y el teniente coronel Tejero a la cabeza


    18. Como su nombre daba a entender, Mar y tierra se dividía en dos partes


    19. dividía dos zonas distintas y significativas de la zona central de L


    20. La senda que seguían se dividía en dos poco antes de llegar a la casa

    21. El túnel empezó a descender y en muchos casos se dividía o giraba, por lo que Eragon se habría perdido enseguida si no hubiera tenido la mente de Katrina como referencia


    22. En la llanura, el sendero se dividía en tres


    23. Nunca lo dije en voz alta, pero mientras Mai se indignaba, yo me limitaba a pensar que estaban exagerando, y la sospecha de que tal vez me estuviera perdiendo algo no era suficiente para desarmar el imaginario lápiz rojo con el que dividía por la mitad, de entrada, la cifra de los dolores, de las espinas, de los vacíos, de las lágrimas, de la exaltación, de las babas, de la felicidad, del placer de las vidas ajenas


    24. Vamos a hacer un cerco -y dividía los hombres


    25. Si España se dividía, el resto de Europa quedaría sumido en una profunda inquietud


    26. Strange, con expresión ausente, trazaba círculos en el espejo y los dividía en cuatro


    27. Luego levantaban la pared de metal que dividía los dos compartimientos


    28. —No juzgues por las apariencias, Paulie —dijo serio Yarpen, mientras dividía hábilmente la liebre asada en pedazos—


    29. Una viga tendida a lo largo del suelo de tierra dividía la celda en dos mitades


    30. Aunque aplicar quiso toda su atención a la escritura, no lo lograba: el pensamiento se dividía, fluctuaba, y dejando a la pluma formular con incorrecta sintaxis los conceptos epistolares, se escabullía por otros espacios

    31. y se dividía en doce pulgadas


    32. En Líbano se conoce como «línea verde» a la zona que dividía los barrios cristianos del Beirut Este de los barrios musulmanes de Beirut Oeste durante la sangrienta guerra civil


    33. Acerqué una silla mientras Vander arrancaba la hoja y dividía el papel en diez secciones, separando los casos


    34. Se limitaron a trazar una línea que dividía la esfera en dos mitades, pasando por el meridiano


    35. Cada una de las dos partes, el día y la noche, se dividía en 12 horas


    36. La guerra continuó, indecisa, hasta 1283, fecha en la que egipcios e hititas firmaron un tratado de paz por el que se dividía Canaán en mitades iguales, el norte para los hititas y el sur para los egipcios


    37. El río, tan crecido que no podía contenerlo un solo canal en la llanura lisa entre el antiguo macizo de rocas afloradas al este y las suaves y onduladas colinas que descendían gradualmente desde las montañas al oeste, se dividía en cuatro brazos principales, cada uno de los cuales seguía una dirección distinta


    38. Langdon se dio cuenta de que la cruz de obeliscos de Bernini indicaba la fortaleza con el estilo típico de los Illuminati: el brazo central de la cruz pasaba por el centro del puente del castillo, al cual dividía en dos mitades iguales


    39. La línea que dividía la calzada era una raya borrosa que el vehículo parecía engullirse entre el zumbido de un motor cuyas revoluciones daban la impresión de incrementar su ritmo de modo siempre creciente


    40. En lo que parecía ser el centro de la población, la carretera se dividía rodeando un grupo de edificios que parecían prestarse mutuo apoyo

    41. En su interior había una cruz que lo dividía en partes iguales, dibujada en negro


    42. El consejo de la Bormac estaba compuesto por cinco directores, quienes solamente controlaban el dieciocho por ciento del millón de acciones de la compañía, y el cincuenta y dos por ciento del resto se dividía entre seis mil quinientos accionistas


    43. Se adelantó hasta la baranda de latón que dividía la nave, apoyóse en ella con una mano y contempló la llama


    44. Continuaron por la carretera que dividía en dos mitades exactas las huertas de la cooperativa agrícola


    45. Tanto las tradiciones orales preservadas por los isleños como las investigaciones arqueológicas sugieren que la superficie de tierra de la isla de Pascua se dividía aproximadamente en una docena de territorios (once o doce), cada uno de ellos perteneciente a un clan o linaje, y cada uno partiendo desde la costa y extendiéndose hacia el interior


    46. Habían cerrado la puerta del confesionario, pero la sangre todavía se escurría por el pasillo, en donde se dividía en varios charcos, indiferentemente, mientras el personal policial del laboratorio se movía alrededor


    47. El Departamento Psiquiátrico del «Hospital General» de Georgetown estaba ubicado en un ala ampliada junto a Neurología, y se dividía en dos secciones principales


    48. Jimmy se levantó y se dirigió hacia el otro lado de la encimera de granito que dividía el salón de la cocina


    49. De improviso, el túnel se dividía en dos


    50. Los cuatro asintieron y Mareshe empezó a explicar las limitaciones de la vida en Elantris mientras dividía la comida











































    1. Y oyóse un revuelo de cascabeles, que se dividían en dos bandadas, ycada cual volaba en dirección


    2. los hombresse dividían en tres clases


    3. esparcidoal mismo tiempo y dividían la opinión en dos campos


    4. partidos que dividían a La Rioja notardaron mucho en solicitar la adhesión de un


    5. dividían lapoblación principalmente entre los Muñozes,


    6. las misas sucedían a lasmisas, y los fieles se dividían en


    7. Se cantaron las unas a las otras, mientras se movían, se dividían y crecían juntas


    8. Oscuras querellas dividían a veces a la familia, y a decir verdad nadie hubiera sido capaz de desentrañar los orígenes, sobre todo porque, como nadie tenía memoria, ya no se recordaban las causas, limitándose a mantener mecánicamente el efecto rumiado y aceptado de una vez por todas


    9. Dos campos se dividían el patio, los porteros se ubicaban en cada extremo entre los pilares y una gran pelota de gomaespuma se colocaba en el centro


    10. Describieron cómo se habían visto forzados a consumir hojas de batata y a cavar en las grietas que dividían los campos con la esperanza de encontrar algunas raíces

    11. Entraron en uno de los cuatro túneles principales que dividían Tronjheim


    12. Tenía paneles y mamparas de madera oscura que dividían el espacio en pequeños reservados, donde los clientes podían sentirse aislados en un mundo particular, todo de madera


    13. La Asamblea del pueblo permitía la plena participación de los patricios; su nombre latino era Comitia populí y en ella se reunían las treinta y cinco tribus en que se dividían los ciudadanos romanos


    14. Dentro del colegio, los lictores se dividían en grupos de diez (decurias) al mando de un prefecto, y había varios presidentes del mismo por encima de los prefectos


    15. Beltrán noticias de la monja de Sigena, y los muchachos, que la habían visto y oído, se dividían en sus opiniones, pues mientras Rafael sostenía que era una mujer estrafalaria y medio loca, que ocultaba con las formas de penitencia sus ganas de corretear por el mundo, Pepe la tenía por hembra superior y de pasmosa virtud, que la distinguía de todas las gentes de nuestra edad, y a los mismos santos la equiparaba


    16. Los miembros del Senado se dividían en decurias encabezadas por un senador patricio


    17. A diferencia de Francia o Inglaterra, donde los reyes habían triturado el poder de los señores feudales y pactado con los intereses de mercaderes y comerciantes —ni la zorra bermeja de Isabel I ni el gabacho Richelieu anduvieron allí con paños calientes—, en España los nobles y los poderosos se dividían en dos grupos: los que acataban de modo manso, y casi abyecto, la autoridad real, mayormente castellanos arruinados que no gozaban de otro valimiento que el del Rey, y los de la periferia, escudados en fueros locales y antiguos privilegios, que ponían el grito en el cielo cuando les pedían que sufragasen gastos o armasen ejércitos


    18. Cuando lo hicieron, pudieron ver las particiones que dividían la amplia superficie de la nave de altos techos en cubículos individuales de trabajo


    19. Una vez los sismógrafos proporcionaron datos suficientes de las ondas sísmicas, comprobóse que las que podían estudiarse con más facilidad se dividían en dos grandes grupos: «ondas superficiales» y «ondas profundas»


    20. Halló que los pájaros se dividían en al menos unas catorce especies diferentes, distinguiéndose unas de otras principalmente por las diferencias en la forma y tamaño de sus picos

    21. ¿Qué era lo que motivaba el carácter de los pinzones en estas islas? ¿Por qué se diferenciaban de los pinzones ordinarios, y por qué se dividían en no menos de catorce especies? Darwin decidió que la teoría más razonable al respecto era que todas ellas descendían de un tipo principal de pinzón y que se habrían ido diferenciando durante el largo período de aislamiento soportado en el archipiélago


    22. Se desesperó al ver que las ballenas se dividían en dos grupos para esquivarlo y seguir la marcha hacia sus objetivos


    23. En otras épocas se dividían en grupos más reducidos, a veces no mucho mayores que una familia extensa, pero generalmente preferían juntarse en manadas de tamaño considerable


    24. Pero mi sorpresa fue aún mayor cuando, al separar las cortinas que dividían el triclinium del


    25. Y el arma, la Smith and Wesson adaptada para disparar proyectiles que se dividían en cuatro fragmentos mortíferos destinados a los trabajos en distancias cortas, había ido á parar al interior de una cloaca, en algún lugar de aquella ciudad que en ese instante se inclinaba por debajo de la punta del ala


    26. Los poetas mexicanos de entonces que eran mis amigos y con quienes compartía la bohemia y las lecturas, se dividían básicamente entre vallejianos y nerudianos


    27. Hasta me pareció, aquella primavera, que los hombres se dividían entre los que se encorvaban y los que seguían caminando alegremente y muy erguidos


    28. Ésta tenía 20 mandos con 250 hombres cada uno, al frente del cual iba un portaestandarte; y estos 250 hombres se dividían a su vez en 5 pelotones de 50 soldados cada uno


    29. Los príncipes mercaderes, que se habían enriquecido hasta lo inimaginable gracias al comercio entre los mares, se dividían en tres facciones celosas entre sí: el Antiguo Gremio de Especieros, la Hermandad de la Turmalina y los Trece, entre los que se contaba Xaro


    30. A medida que avanzaba, los guerreros iban registrando las callejuelas laterales que dividían el poblado en sectores regulares

    31. Cuando los autobuses los dejaban en esa estructura parecida a un hangar, se dividían según su sexo y tomaban entradas separadas


    32. Varios cardenales se llevaron una mano al pecho en un gesto inconsciente y la posaron sobre las cicatrices que dividían sus esternones como un seto de arrayán


    33. Las ranuras que dividían los bloques de hormigón fueron inspeccionadas


    34. ¡oxígeno! El resto de porcentajes se dividían entre carbono (11,58 por ciento), silicio (6,39 por ciento), calcio (3,31 por ciento) y otros elementos cuya presencia era casi bien anecdó-tica


    35. Las colonias se dividían en manadas más pequeñas durante el recorrido, si bien todas se desplazaban en la dirección general


    36. Se había construido un pequeño bote de remos, no más impermeable que la chalupa que había ayudado a construir para Janney, y, con los pies en el agua que penetraba por las rendijas, le gustaba recorrer las ocultas vías de agua que dividían la marisma en principados; según avanzaba desde un cerro a otro, iba viendo especies mayores


    37. Los principales adversarios de los liberacionistas se dividían en tres grupos


    38. Los tambores y trompetas, ahora apagados por los árboles, resonaban en los valles fluviales a medida que las formaciones se dividían una y otra vez, encontrando pasos por entre las colinas


    39. [4] Clase: En la Armada real, los navíos se dividían en clases atendiendo al número de cañones que tenían


    40. [1] Clase: En la Armada real, los navíos se dividían en clases atendiendo al número de cañones que tenían

    41. Los menús se dividían en dos experimentos: uno dedicado al intendente del siglo veinte, y otro dedicado a Kon-Tiki y al siglo quinto


    42. 1) Clase: En la Armada real, los navíos se dividían en clases atendiendo al número de cañones que tenían


    43. A diferencia de Francia o Inglaterra, donde los reyes habían triturado el poder de los señores feudales y pactado con los intereses de mercaderes y comerciantes -ni la zorra bermeja de Isabel I ni el gabacho Richelieu anduvieron allí con paños calientes-, en España los nobles y los poderosos se dividían en dos grupos: los que acataban de modo manso, y casi abyecto, la autoridad real, mayormente castellanos arruinados que no gozaban de otro valimiento que el del rey, y los de la periferia, escudados en fueros locales y antiguos privilegios, que ponían el grito en el cielo cuando les pedían que sufragasen gastos o armasen ejércitos


    44. 4 de exposición y 1/60 de velocidad en el obturador-, fotografiase a los soldados que se dividían en grupos y subían detrás de sus oficiales hacia la loma de la derecha o la de la izquierda: expresiones obstinadas, vacías, valerosas, tensas, impasibles, suspicaces, desencajadas, cautas, aterrorizadas, inquietas, serenas, indiferentes


    45. Me dijo que los caminos se dividían y que debía seguir el de la derecha y al cabo de cinco millas estaría en Goshen


    46. Las olas de las dos corrientes de dreyfusismo y de antidreyfusismo que de arriba abajo dividían a Francia eran bastante silenciosas, pero los raros ecos que emitían eran sinceros


    47. Se había vuelto adicta a esas arremetidas que la lanzaban al vacío y la dividían como una gota de mercurio, no sabría precisar si por un minuto o por un siglo


    48. Mi góndola se deslizaba por los canalillos; como la mano misteriosa de un genio que me condujera por los recovecos de aquella ciudad de Oriente, conforme avanzaba, parecían franquearme un camino abierto en pleno corazón de un barrio que dividían separando apenas, con tenue surco arbitrariamente trazado, las altas casas de pequeñas ventanas orientales; y como si el guía mágico llevara en la mano una vela y me iluminara, hacían brillar ante ellos un rayo de sol al que iban abriendo camino


    49. Mi góndola seguía los pequeños canales; como la misteriosa mano de un genio que me condujera por los recovecos de aquella ciudad de Oriente, a medida que iba avanzando, parecían abrirme un camino en pleno corazón de un barrio que dividían apartando apenas, con un delgado surco arbitrariamente trazado, las altas casas de pequeñas ventanas moriscas; y como si el guía mágico llevara en la mano una bujía para alumbrarme el camino, hacían brillar ante ellos un rayo de sol al que abrían a su vez el camino


    50. Aquellas calli, apretujadas unas contra otras, dividían en todos los sentidos con sus ranuras el trozo de Venecia cortado entre un canal y la laguna, como si hubiera cristalizado en aquellas formas innumerables, compuestas y minuciosas





























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    dividir in English

    separate sever split divide share polarize apportion

    Sinónimos para "dividir"

    distribuir compartir dosificar partir fraccionar seccionar desmenuzar fragmentar cortar recortar desunir separar