1.
Fray Juan Martínez, que era confesor del Rey yse hallaba en Zaragoza cuando el triste suceso, escribió largamente aldoctor Andrés diciéndole que la enfermedad fue de viruelas[55]
2.
[8] Fray Joseph de Jesús María de la Orden de los descalzos dela Virgen María del Monte Carmelo
3.
Tradúzcanse al español las siguientes sentencias basadas en los modismostomados del cuento "El Alacrán de Fray Gómez
4.
Pero Fray Ibañez se vuelve musulman cuando escribe, y sabemoscomo tratan los musulmanes á la instruccion
5.
igualar las producciones al compararlas, fray Luis de Leónimita á Horacio en La vida
6.
Por el Reverendo Padre Guardian de la Observancia, Fray
7.
Por el Reverendo Padre Comendador de la Merced, Fray Juan
8.
Habíase quedado fray Hilarion en la sala de comer, bebiendo un tragomiéntras servian la comida
9.
Se llamó en el mundo don Pedro José Romero y en la religión fray Pedrode san
10.
Llegaron a esta ciudad Fray Juan y Fray Pedro frayles del monasterio deSanta
11.
la inocencia y la justicia; esehombre es el confesor del rey; ya sabéis que fray Luis
12.
Francisco: fray José de la Visitación
13.
volvió a trincara Fray Diego y a D
14.
Fray Diego había servido también en las filasdel Pretendiente
15.
silencio,en que ambos parecían dormitar, Fray Diego
16.
de fray Hernando del Castillo, bien se puede afirmar que en dichaocasión, así
17.
Fray Luis de León,
18.
—¿Quién es fray Antonio?—preguntó Hales, quien contemplaba aún lascartas con
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en fray Antonio, que era, evidentemente, el guardián delsecreto del Cardenal
20.
murieron, mientras fray Horacio, ignorando por completo elhecho de que residía
21.
fray Gerundio, los estudios y me metí a predicador;es decir, me hice militar en
22.
Eran estos dos libros Tratado de latribulación, de fray Pedro de Ribadeneyra, y La
23.
conquista del reino deDios, de fray Juan de los Angeles
24.
Fray Francisco de la Campa
25.
Fray Miguel Estela, Lectoren Filosofía de San Francisco de Paula
26.
—¡No es de los buenos!—repitió fray Gabriel, bajando la
27.
las paredes, lacruz blanca y fray Gabriel
28.
mí lo que quieras;pero a fray Gabriel déjale en paz, que es el
29.
cuando poco antes de la muerte de subienhechora, fray Gabriel
30.
su izquierda el Guardián de losdescalzos, fray Antonio de Ulloa
31.
abadía, laresidencia de Fray Diego, con su capilla adjunta, los jardines yhuertos,
32.
Fray Luis de León en la Perfecta Casada, que, según ella, condenaban lo que estaba
33.
descuido de un fray Venancio,administrador de su padre, y del actual abad de Ulloa, en cuyas
34.
ruegos, hizo confesión general con fray Ignacio, elconfesor de María
35.
el tormento infernal que desgarraba el corazón delambicioso Fray Miguel, y que para un
36.
El Padre Ambrosio tuvo compasión de Fray Miguel: pensó en consolarle yhasta en curarle y
37.
Cuando entró Fray Miguel, el Padre Ambrosio le indicó para que sesentase un sillón de
38.
Sentado Fray Miguel y en silencio, el Padre Ambrosio habló de estasuerte:
39.
En el rostro de Fray Miguel, al escuchar con atención el anteriordiscurso, se pintaban muy
40.
ydespertaron la curiosidad de Fray Miguel de Zuheros
41.
Notando el Padre Ambrosio que la vacilación, que el recelo causaba elsilencio de Fray
42.
cumplió el plazo señalado por el Padre Ambrosio, laagitación del ánimo de Fray Miguel fue
43.
Fray Miguel por involuntario impulso hacía un raroexamen de conciencia
44.
Arduo sería penetrar en el espíritu de Fray Miguel y descubrir cuanto enaquel momento le
45.
Desesperado de lograr en el mundo la fortuna que buscaba, Fray Miguel alos treinta y cinco
46.
Volvió el pensamiento de Fray Miguel al mundo exterior
47.
Cuando se paraba Fray Miguel en esta impía imaginación, solía caer en elmás hondo
48.
En estas y en otras cavilaciones, que entonces se presentaban juntas enla mente de Fray
49.
Con lógica inconsecuencia, Fray Miguel estaba lleno de dudas, y pormomentos de negaciones,
50.
de sí y se extendíasobre la faz de la tierra, todo era en Fray Miguel fe y esperanza en lossublimes
51.
propósitos infernales; pero, en el fervorosoespíritu de Fray Miguel, estaba ya la convicción
52.
por medio de vanos discursos, seconsideraba llamado y predestinado Fray Miguel, en cuanto el
53.
Fray Miguel estaba tan impaciente y tan ansioso ya de rejuvenecerse, quelas explicaciones del
54.
En silencio también, sin susto y con ansia, Fray Miguel se llevó la copaa los labios y bebió el
55.
El hermano Tiburcio tomó por la espalda a Fray Miguel
56.
Fray Juan de Santarén tomó parte en la conversación y exclamó:
57.
—Atrevida es la tal suposición—dijo Fray Juan de Santarén—pero ni enCoimbra ni en
58.
El propio Fray Juan deSantarén, aunque con
59.
Fray Juan de Santarén, las dos princesasy el señor Vandenpeereboom fueron convidados
60.
Sevilla, en un convento en la margen delGuadalquivir, y se llama el Reverendo Padre Fray
61.
mucho de las consignadas en las relaciones de viajes delReverendo Padre Agustino Fray Juan
62.
En el séquitodescollaba el Reverendo Padre Fray
63.
Fray Miguel estaba cada vez másenfermo y débil
64.
clara y Fray Miguel creíao más bien estaba seguro de que iban disipándose las nieblas
65.
sentó Fray Miguel en la silla enque también se había sentado la primera vez, y diciendo, tengo
66.
reacción,hundiendo a Fray Miguel en el mayor abatimiento físico
67.
Harto bien conocía Fray Miguel la postración de su cuerpo y laproximidad de su muerte; pero,
68.
En tal disposición, quiso Fray Miguel comunicar a alguien que lecomprendiese los
69.
elorden en que Fray Miguel los pronunció y en el que el Padre Ambrosio losconservó por
70.
en el dintel de la puerta la imponente figura de fray Anselmo
71.
mundo; fray Anselmo,postrado en oración; don Fernando y doña
72.
Arequipa, fray Juan de Almoguera, la pacificacióndel mineral
73.
Y esto era lo que le escarabajeaba a fray Venancio, y lo que
74.
fray Antolínencontró a su alter ego con las quijadas trabadas y
75.
En efecto, mediodía era por filo cuando fray Antolín llegaba
76.
Fray Fernando Jesús de Arce era testarudo, y dijo en el primer
77.
referimos es el vicario foráneo, al par que directorde la instrucción en Marianas, Fray Aniceto Ibáñez
78.
Rosario, que había ido a encender una vela por el restablecimiento de su padre, apareció poco después en compañía del capuchino barbudo que iba a embarcar con nosotros, y se me presentó como fray Pedro de Henestrosa
79.
A mi lado, para refrescarme la memoria en día de Corpus Christi, fray Pedro de Henestrosa salmodiaba a media voz un canto gregoriano que se imprimía en neumas sobre las páginas amarillas, picadas de insectos, de un Líber Usualis de muy larga historia:
80.
Fray Pedro me explica que el herborizador, nada loco, pero muy dado a fantasear, en descanso de sus soledades de meses en la espesura, se ha forjado una divertida prosapia de alquimistas y herejes que le hace proclamarse descendiente directo de Raimundo Lulio -a quien llama obstinadamente Ramón Llull-, afirmando que la obsesión del árbol, en los tratados del Doctor Iluminado, le daban ya, en los días del Ars Magna, un aire de familia
81.
Durante dos siglos habían cantado los ciegos del Camino de Santiago los portentos de una Arpía Americana exhibida en Constantinopla, donde murió rabiando y rugiendo… Fray Pedro de Henescrosa se creyó obligado a endosar tales consejas a la obra del Maligno, cuando las relaciones, por ser de frailes, tenían alguna seriedad de acento, y al afán de difundir embustes, cuando de cuentos de soldados se trataba
82.
Fray Pedro, autorizado por la larga experiencia de sus andanzas, diagnosticó la crisis de paludismo -enfermedad a la cual, por lo demás, no se concedía gran importancia en estas regiones-
83.
En el creciente enojo de la espera, fray Pedro vapulea a los que se dejan cegar por la fiebre de las piedras y del metal precioso
84.
«Porque justo es -responde fray Pedro- que las más hermosas materias de la Creación sirvan para honrar a quien las creó
85.
Pero fray Pedro me corta la palabra con tono abrupto: «Para hablar de los malos, hay que saber de los otros
86.
Fray Pedro se movía con ligereza de danzante, entrando y saliendo de la churuata, seguido de Rosario, en medio de un corro de indias que gorjeaban
87.
Fray Pedro se volvió hacia mí: «Hijo, estos indios rehusan el bautismo; no quisiera que te vieran indiferente
88.
«Santa Mónica de los Venados -me advierte fray Pedro-, porque ésta es tierra del venado rojo; y Mónica se llamaba la madre del fundador: Mónica, aquella que parió a San Agustín, santa que fuera mujer de un solo varón, y que por sí misma había criado a sus hijos
89.
«Así eran en sus primeros años las ciudades que fundaron Francisco Pizarro, Diego de Losada o Pedro de Mendoza», observa fray Pedro
90.
Y a mediodía será fray Pedro, sin cubrir siquiera las canas de su sexo, huesudo y enjuto como un San Juan predicando en el desierto… Hoy he tomado la gran decisión de no regresar allá
91.
He ascendido al cerro de los petroglifos con fray Pedro, y ahora descansamos sobre un suelo de esquistos, accidentado de peñas negras erguidas contra el viento por todos sus filos, o derribados a modo de ruinas, de escombros, entre vegetaciones que parecen recortadas en fieltro gris
92.
Vimos a los colibríes, más insectos que pájaros, inmóviles en su vertiginosa suspensión fosforescente, sobre la sombra parsimoniosa de los paujíes vestidos de noche; alzando los ojos, conocimos la percutiente laboriosidad de los carpinteros listados de oscuro, el alborotoso desorden de los silbadores y gorjeadores metidos en los techos de la selva, asustados de todo, más arriba de los comadreos de pericos y catalnicas, y de tantos pájaros hechos a todo pincel, que a falta de nombre conocido -me dice fray Pedro- fueron llamados «indianos girasoles» por los hombres de armaduras
93.
Fray Pedro me pregunta si he leído un libro llamado el Popol-Vuh, cuyo mismo nombre me era desconocido
94.
Hoy mismo sería imposible erigir en tal lugar el andamiaje gigantesco que levantara un ejército de talladores de piedras hasta donde pudieran atacar el paredón de roca con sus herramientas, dejándolo tan firmemente marcado como está… Ahora fray Pedro me lleva al otro extremo de los Signos y me muestra, de aquel lado de la montaña, una suerte de cráter, de ámbito cerrado, en cuyo fondo medran pavorosas yerbas
95.
La época de las lluvias se aproxima, y Marcos informa que los canteros hechos bajo la dirección de fray Pedro en los últimos días tienen una orientación por él discutida, que tendrá por efecto canalizar las aguas de una vertiente cercana, inundándose probablemente el batey del almacén de granos
96.
Fray Pedro informa que el trabajo realizado respondía a un intento de cultivo de la cebolla, la cual exige terrenos en los que no se estanque el agua ni haya demasiada humedad, cosa que sólo podía lograrse trazando los canteros con el narigón hacia la vertiente
97.
Fray Pedro recuerda, sin embargo, que la edificación de la iglesia no está terminada y que esto también debería ser objeto de una medida de urgencia
98.
Una tarde descubrí con asombro que los indios de aquí conservan el recuerdo de una oscura epopeya que fray Pedro está reconstruyendo a fragmentos