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lo demás, debo confesarte que me hallo en la posición del aprendiz de mago que ha
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Al fin y al cabo, el abuelo para la gente que no lo conoció como yo, en la intimidad de su cariño, no dejaba de ser ese gran héroe: El Capitán Mago
3.
Poseía el mago un copioso botiquín de estas pociones, y eranlas más prodigiosas el
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invisibles trajo al mago y el magotrajo la magia, hechicería en
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veinte en laevolución mental que culmina en el Mago de Menlo
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músicadel mago, y con la música las palabras: palabras de
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gran mago la apreciaban porquesabía entrar «en la piel de los
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Parecía un mago
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granujas presos; caballeros que pasean en lujosas carretelas junto al camello de un Rey Mago, y
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La casta antigua le llamó mago, por ejemplo; el
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causa el agüero de un mago, cuando creemos en lamágia
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En donde todoes mágia, no tiene oficio el mago
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Meparecia que era propiedad de un mago, de un duende, de una bruja
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–Una vaca nueva -proclamó el mago al tiempo que gesticulaba
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El granjero enrojeció y adoptó una expresión perpleja que denotaba que el mago había dado en el clavo
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El mago pareció meditar con cuidado antes de declarar en voz alta:
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La muchacha aplaudió entusiasmada mientras el mago seguía avanzando ante los espectadores con el entrecejo fruncido, como si le hubiera desilusionado lo que había descubierto
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Caramon alzó la vista justo a tiempo de presenciar el momento culminante de la actuación del mago itinerante, probablemente el ápice del conocimiento y la destreza del hombre
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El mago se encogió de hombros y tiró de un cordón que colgaba junto a las puertas
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–Una respuesta ingeniosa y prudente -dijo el mago, conciso-
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–Aun así, un mago debe esforzarse por reconocer e identificar el Mal, tanto en sí mismo y su magia, como en lo referente a otros
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Un poco ofuscado por todo lo ocurrido, Gilon retrocedió hasta las puertas dobles que conducían al largo corredor mientras inclinaba un par de veces la cabeza en la dirección por la que había desaparecido el mago
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Y en medio de la barahúnda, extrañamente, se escuchaba el quedo murmullo del mago
24.
Uno de ellos, terriblemente mutilado, tenía un gran cartel que decía: «Este mago no llevó a cabo la tarea encomendada y pagó por ello
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Los ojos del mago brillaron de excitación
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Mientras Raistlin hablaba, unos jirones de niebla, fríos y blancos, se enroscaron en sus pies y subieron en espiral rodeándole las piernas y el cuerpo, sin llegar a tocar al mago, pero oscilando con pulsaciones rítmicas, como si reaccionaran con el calor de su sangre
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Los dos observaron, algo perplejos, al joven mago, que había avanzado poco a poco hasta el catre, se había puesto en cuclillas frente a él y ahora parecía estar hablando con el suelo
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En aquel momento el mago levantó la vista y sus ojos se encontraron con los del semielfo; le sostuvo la mirada, desafiante
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–Es posible -repuso el mago
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–Tened cuidado -advirtió el joven mago antes de entreabrir la puerta y salir, sigiloso, al pasillo
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Luego lo soltó con cuidado en el suelo, junto al mago
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–El cauce del antiguo río continúa dividiéndose y cambiando de dirección -dijo el mago con voz cansada
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–Por supuesto -replicó, malhumorado, el mago
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El Amo de la Noche puso de nuevo su atención en el mago
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El mago escuchó los roces y tenues ruidos en la escalera, a sus espaldas, y se quedó muy quieto
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Después de que Tas cortara la cuerda que le ataba las manos, el joven mago había actuado con rapidez, soltando las ataduras de sus piernas
37.
–Pertenecen a la Guardia Tenebrosa -informó el hombre-toro-, y sirven al mago renegado Galán Dracos y a Crynus, Señor de la Guerra
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Los habitantes de la mansión dan la bienvenida al mago
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El caballero, a su vez, miró al mago, quien rechazó cualquier tipo de colaboración
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El mago los contempló mientras se internaban, helándose por un instante la sonrisa que iluminaba su rostro
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Su estallido fue tan salvaje que el mago y el hombre-toro lo miraron con el estupor de quien se enfrenta a un demente
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–¿Quién si no? – Las manos se prolongaron en unos brazos, y el resto del mago se personificó en toda su integridad-
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La Prueba a la que se refería era el examen definitivo en el que se ponía de relieve la capacidad de un aprendiz para ostentar los atributos de mago
44.
–Sin duda conocen el episodio de los tres magos que se dirigen a la cuna del niño Jesús… ¿Pero conocen el de los Tirídates de Partia, tres magos que llevan regalos a Nerón, a quien veneran como el «Dios rey Mitra»? ¿O el del mago que busca a Fravashi, cuyo nacimiento ha sido anunciado por una estrella en el cielo? ¿No les recuerda eso algo?
45.
Ignoraba hasta dónde los dejaría llegar el mago
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El mago centró toda su atención en el espejo y repitió:
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Tan sólo miró de hito en hito a Huma y a su valioso Bastón de mago
48.
El mago se agitó en su silla, fija la vista en las elevaciones que asomaban en el centro de la cadena, y protestó:
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–No me vengas con monsergas; lo que tienes delante de ti es una mera superposición de rocas -se mofó el mago, que se había colocado en cabeza-
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–¿Eres un mago? – perseveró el soldado en sus indagaciones
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Sólo consiguió dar unos pasos, sin embargo, antes de que cediera la rodilla y cayera cuan largo era, siendo entonces cuando recordó que el mago era una pura ilusión y maldijo su estupidez
52.
Dio la señal y todos se elevaron, decididos a abrir una brecha en las líneas enemigas y descubrir el emplazamiento de la fortaleza del mago
53.
–¡La subyugaré, acatará las normas que yo le dicte! Soy Galán Dracos, el mago más sabio de todos cuantos vivieron
54.
Para los periódicos de difusión nacional era un caso menor -Marita, siempre tan Judy Garland en El mago de Oz, no terminaba de estar de acuerdo-, apenas una anécdota, con la que ha caído y sigue cayendo en la economía mundial y española, de consecuencias fastidiosas para un puñado de incautos o de adinerados, ajenos a su círculo y que, por lo que cabía deducir, le habían confiado a Meneses cantidades no excesivamente abultadas que él había manejado con el rigor de un prestamista de tercera
55.
Jenaro Medina: El mago de la circulación de VEA
56.
A Demetrio Cerezo Domínguez se le dio siempre bien la astrología o arte de adivinar el porvenir por la situación, el color y el brillo de las estrellas, en medio del firmamento; el oficio de cura tiene varias asignaturas comunes con el de mago
57.
Puede que el pequeño belga fuera un mago en sus tiempos
58.
ABRÁ UN MAGO
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–¡Exactamente! – exclama el mago, y agrega, besándose la punta de los dedos-
60.
No le gusta mucho, después de los aplausos descomunales, que lo vean conversando con el señor, pero no puede resistirse a decir que viene el número de un mago amigo suyo
61.
El mago hace surgir y desaparecer naipes, de los huecos de las manos, de todos los resquicios de su chaqueta, de los pliegues del pañuelo, con agilidad absoluta
62.
Clemente de Alejandría nos ha dejado una lista de los prodigios de Simón el Mago:
63.
El mago se fracturó las piernas
64.
El mago Yehudi Ben Ramban vivía en un palacio con cinco mil ciento treinta habitaciones
65.
Todas las tardes el mago recorría las Edades a su antojo
66.
Anciano ya y desengañado del mundo de la política, se encontró con el mago Ts'üán, quien le ofreció ver en el fondo de una fuente el mundo de lo que pudo ser
67.
Dirigió su embestida directamente hacia la coraza de metal del mago, y su blanco resultó acertado
68.
Ante un desafío así, el instinto felino de un mago de la oscuridad empieza a lamerse los labios
69.
Mientras los dos dragones bailaban entre las nubes, Oromis enseñó a Eragon cómo un mago podía transportar un objeto de un lugar a otro sin que el objeto tuviera que atravesar la distancia entre los dos puntos
70.
El mayor peligro en esa clase de conflicto es que a un mago listo se le puede ocurrir un ataque original que sobrepase las protecciones sin despertar las alarmas
71.
—¿Puedo llevarme a Carn? —pidió Roran, refiriéndose al mago con el cual había luchado en varias ocasiones
72.
El larguirucho y desgarbado mago salió corriendo hacia el campamento
73.
Carn y él se alejaron en dirección a la hoguera, pero de repente el mago se detuvo y Roran se vio obligado a hacer lo mismo
74.
El mago retrocedió y soltó una maldición
75.
El mago se encogió de hombros
76.
El mago asintió con la cabeza y se agachó, mientras pronunciaba en silencio las extrañas palabras del idioma antiguo
77.
El mago se sobresaltó, y su distracción permitió que los elfos atravesaran sus defensas
78.
Por «algún otro mago» querrás decir todos los elfos de la Tierra…
79.
Escribí que durante esas semanas benditas, el tiempo se estiró, se enroscó en sí mismo, se dio vuelta como un pañuelo de mago y alcanzó para que Rolf Carlé -con la solemnidad hecha polvo y la vanidad por las nubes- conjurara sus pesadillas y volviera a cantar las canciones de su adolescencia y para que yo bailara la danza del vientre aprendida en la cocina de Riad Halabí y narrara, entre risas y sorbos de vino, muchos cuentos, incluyendo algunos con final feliz
80.
Algunas familias se dirigían al cine para asistir al debut del mago Sandra, miraban el movimiento del bar, las figuras importantes allí reunidas, la gran mesa en forma de "T"
81.
Como había pronosticado Lascelles, el mago no encontró nada extraordinario en la propuesta, pero de inmediato empezó a poner objeciones
82.
Por supuesto, lord Portishead se quedó encantado, pero cuando supo que Norrell deseaba que permaneciera largo rato en un rincón de su salón empapándose de sus opiniones sobre la magia moderna, para después editar, bajo la supervisión del propio mago, el nuevo periódico del señor Murray, pareció que no podía concebir mayor felicidad
83.
Nada en él —ni cara, ni pelo ni ropa— estaba limpio, pero en todos los demás aspectos respondía a la idea general de la estampa del mago (a diferencia de Norrell)
84.
QUIENES creían que al haber entrado en escena un mago la guerra acabaría enseguida, pronto tuvieron que desengañarse
85.
Pero al cabo de una semana volvió a ver a lord Hawkesbury, esa vez en una cena ofrecida por el príncipe de Gales en honor del mago, en Carlton House
86.
Pero ¿cómo sabéis que es mago? —susurró
87.
¡Pobre señor Honeyfoot! ¡Recibir el embate de una pregunta tan directa en punto tan sensible! Él aún se sentía mago, y le dolía que le recordaran aquella pérdida
88.
Se cursó una invitación y tanto Lascelles como Drawlight pusieron gran empeño en estar presentes el día en que Strange fue a visitar al gran mago
89.
Lascelles y Drawlight miraban de un mago al otro, desconcertados
90.
La educación de un mago (Septiembre – diciembre de 1809)
91.
Tras esta observación, el mago pareció cansarse de la charla y reanudó la lectura
92.
La esposa del mago (Diciembre de 1809 – enero de 1810)
93.
El duque no estaba dispuesto a satisfacer la curiosidad del mago por ser inmensamente rico, tampoco necesitaba su dinero
94.
En el mismo instante en que la leí, sentí la convicción de que tenía que ser mago
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—¿Y no tienen parientes jóvenes? ¿Parientes que quizá sean ávidos lectores de Amigos de la Magia Inglesa y El Mago Moderno? ¡Parientes que se lanzarían sobre cualquier libro de magia nada más verlo! No, señor Lascelles, perdóneme, pero no puedo considerar que la avanzada edad de esos caballeros sea una garantía
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El mago se sintió complacido
97.
—Oh —dijo lord Wellington, y se dirigió a Strange—: Usted es el mago
98.
El mago le habló de su primera propuesta de enviar a los franceses una lluvia de ranas
99.
Alrededor de una semana después de la primera materialización de la carretera, el coronel Mackenzie del 110 de Infantería se presentó ante lord Wellington, muy alterado, para protestar de que el mago hubiera hecho desaparecer la vía antes de que su regimiento llegase a ella
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Con un ademán de exasperación, el mago le indicó que continuara