1.
A eso delas nueve, la dolorida se levantó con resolución del sofá en que sehabía echado, y a tientas, porque el gabinete estaba oscurísimo, buscósu mantón
2.
Refugio, la querida de Juan Pablo, estaba aquel invierno muy mal deropa, y no iba al café del Siglo, sino al de Gallo, porque le cogíacerca (la pareja moraba en la Concepción Jerónima), y además porque lasociedad modesta que frecuentaba aquel establecimiento, permitíapresentarse en él de trapillo o con mantón y pañuelo a la cabeza
3.
los días de grandes fiestassalen del fondo del arca las bien conservadas galas: mantón
4.
desgracia de susmedias; arrojóse encima su mantón de escarlata y púsose en la cabeza
5.
las del coro sabíamos que tú leregalaste el mantón bordado y la
6.
Julia salió del café arrebujándose en el mantón; don Juan pagó
7.
Adivinando lo que había de suceder, se puso el mantón,
8.
Nieves, por excepción,traía al diario mantón de la
9.
primoroso delpeinado, y sobre los hombros el gran mantón de
10.
No bien la hubo leído cuando, volviendo a echarse el mantón sobre loshombros,
11.
había cogido a la infeliz por el mantón yzarandeábala
12.
Y dicho esto, recogió el mantón en la antesala, bajó brincando por laescalera y se puso en la
13.
Y hablando de esta suerte, la misma Juanita buscó un mantón, se lo pusoa doña Inés en la
14.
presentabadespeinada y envuelta en un mantón copiando el
15.
del bizarro campanilleo de las mulas, con el mantón de
16.
encogida, envuelta en un mantón raído, con el pañuelode la cabeza echado sobre los ojos
17.
cubría el rostrocon el mísero mantón, ocultando sus lágrimas
18.
Mariquita, desde la puerta de su casa, arrebujada en un mantón, losseguía
19.
palabra, se echó un mantón sobre loshombros y salió con
20.
ni el mantón de Manila, ni el pañuelo de seda en lacabeza,
21.
un mantón negro echado por la cabeza, con lo que
22.
mujerdando agudos aullidos, y hasta llegó á pillarle entre sus inofensivosdientes el traje y el mantón
23.
Salomé puso sobre los hombros de Clara el mantón, que al entrar en lacasa había traído
24.
Por fin pudo desasirse: y arreglándose el mantón, atusándose el peloalborotado por
25.
ocultos bajo el mantón
26.
Se estaba poniendo el mantón para ir a pagar (pues Torres le trajo eldinero aquella
27.
al paso arrebujada en un mantón para abrir los cristales
28.
marítima las puntas de supañuelo y el mantón mujeril que
29.
mantón estaba en los primerospeldaños
30.
Después desenvolvió lentamente los pliegues del mantón, ydescubrió las
31.
pliegues,revueltos con los del mantón, formaban un lío
32.
Gregoria, sumisa, se cubrió con su mantón
33.
Se puso el mantón, y antes de salir, fué al patio interior a
34.
Sin quitarse el mantón, entró en el comedor y abrió, con la
35.
recogiendo, con unmovimiento de hombros, el mantón, que se
36.
el velo y el mantón, cuando elllamador de la puerta de calle se
37.
ricas, de mantón y velo color de ratón,con lágrimas perennes,
38.
hombre! Esperómucho tiempo, envuelta en el mantón,
39.
mantón al redondel; otra, por ser más,añadía la blusa y el corsé; otra llegaba a
40.
su vestido tan entrado en días! El velo estaba pidiendosustituto, el mantón lo mismo,
41.
Ayudola a ponerse el mantón y el velo, y parecía que la empujaba cual siquisiera
42.
Sin esperar a más razones, Bringas tomó el velo y el mantón que en unasilla estaban
43.
envuelta en un pliegue del mantón
44.
el mantón doblado en triángulo,pendiente de la cabeza, lo
45.
Y ¿hay más que ver, después de haber visto esto, que ver salir por la puerta del castillo un buen número de doncellas, cuyos galanos y vistosos trajes, si yo me pusiese ahora a decirlos como las historias nos los cuentan, sería nunca acabar; y tomar luego la que parecía principal de todas por la mano al atrevido caballero que se arrojó en el ferviente lago, y llevarle, sin hablarle palabra, dentro del rico alcázar o castillo, y hacerle desnudar como su madre le parió, y bañarle con templadas aguas, y luego untarle todo con olorosos ungüentos, y vestirle una camisa de cendal delgadísimo, toda olorosa y perfumada, y acudir otra doncella y echarle un mantón sobre los hombros, que, por lo menos menos, dicen que suele valer una ciudad, y aun más? ¿Qué es ver, pues, cuando nos cuentan que, tras todo esto, le llevan a otra sala, donde halla puestas las mesas, con tanto concierto, que queda suspenso y admirado?; ¿qué, el verle echar agua a manos, toda de ámbar y de olorosas flores distilada?; ¿qué, el hacerle sentar sobre una silla de marfil?; ¿qué, verle servir todas las doncellas, guardando un maravilloso silencio?; ¿qué, el traerle tanta diferencia de manjares, tan sabrosamente guisados, que no sabe el apetito a cuál deba de alargar la mano? ¿Cuál será oír la música que en tanto que come suena, sin saberse quién la canta ni adónde suena? ¿Y, después de la comida acabada y las mesas alzadas, quedarse el caballero recostado sobre la silla, y quizá mondándose los dientes, como es costumbre, entrar a deshora por la puerta de la sala otra mucho más hermosa doncella que ninguna de las primeras, y sentarse al lado del caballero, y comenzar a darle cuenta de qué castillo es aquél, y de cómo ella está encantada en él, con otras cosas que suspenden al caballero y admiran a los leyentes que van leyendo su historia? No quiero alargarme más en esto, pues dello se puede colegir que cualquiera parte que se lea, de cualquiera historia de caballero andante, ha de causar gusto y maravilla a cualquiera que la leyere
46.
En ese momento apareció la madre, con delantal y gorra, y echándose rápidamente un mantón sobre los hombros
47.
Se había puesto sobre el vestido negro un estupendo mantón de Manila de color de laca encarnada que le sentaba muy bien
48.
Esa induce a su compañera a que se ponga su mantón
49.
Besó Diego la mano que le tendía la muchacha y ésta, tras ponerse el mantón y tomar su manguito, salió del establecimiento seguida por los pasos pequeños y deslizantes de la Cordero
50.
La mujer se deshizo del mandil que le cubría las sayas, se colocó sobre los hombros un deteriorado mantón y partió a cumplir el mandado
51.
Jenara seguía temblando; yo me reí, y ella, arropándose en su mantón, dijo:
52.
-Pues entonces tendrá usted que arrodillarse, y yo también -dijo ella extendiendo el mantón con ese propósito-
53.
Aquel día, cuando se puso en medio de la sala, y mirándote a ti, que entrabas de la compra con mantón y dos cebollas en la mano, te soltó aquellos gritos de
54.
Es una anciana con mantón negro y rosario
55.
Las imágenes de la calle, las sombras y la mancha clara del mantón paseando de arriba abajo, se entrecruzan en su cabeza, próxima a la duermevela, con recuerdos de las muchachas muertas
56.
Se detiene a un paso del portal, vuelta hacia la calle, el mantón sobre los hombros y la cabeza descubierta, sin hacer nada que delate la presencia del policía; con disimulo y discreción, comprueba éste mirando el contorno de sus hombros entre la suave claridad que la luna mantiene en la parte alta de las casas y el resplandor del farol que arde calle abajo
57.
El mantón aparece al fin: una mancha clara abandonada en el suelo
58.
Para ello, el general Mantón Eddy, al frente de la 9
59.
Quedé más alto que Severina, con su figura ligera y envuelta por un mantón, ya que seguía en el escabel con los brazos apoyados en las rodillas
60.
Los hombres les traerían pequeños artículos de lujo: un mantón, algunas naranjas, un brazalete de plástico, junto con el importantísimo cargamento de armas, municiones y explosivos para la guerra
61.
Cruz se disfrazaba, envolviéndose el cuerpo en un mantón, y la cara en luengo pañuelo, y así salía, con su escaso repuesto de moneda de cobre, que cambiaba por porciones inverosímiles de carne, legum-bres, pan, y algún huevo en ciertos días
62.
Eran de estas de mantón pardo, delantal azul, buena bota y pañuelo a la cabeza
63.
Las mujeres salían a sus puertas movidas de la curiosidad; empezaba el chismorreo, y poco después, en los murmurantes corros que se formaron, circulaban noticias y comentos: «A la señá Nicanora le ha traído un mantón borrego, al tío Dido un sombrero y un chaleco de Bayona, y a Rosa le ha puesto en la mano cinco duros como cinco soles
64.
Severiana dejó el cesto de la compra, que bien repleto traía, arrojó mantón y pañuelo, y no pudo resistir un impulso de vanidad
65.
Fortunata determinó volverse a su casa, pues tenía algo que hacer en ella, y repitiéndole a Papitos las varias disposiciones dictadas por la autócrata en el momento de su segunda salida, se puso el mantón y cogió calle
66.
Pañuelo a la cabeza, mantón bien recogido sobre los hombros, y a la calle
67.
Luego envolvió a Guan en un viejo mantón y le dijo que esperase a que la ropa estuviera seca para vestirse
68.
En el atrio, un mendigo estropeado le alargó la mano y Santa le dio un peso duro, subióse luego el mantón y se adelantó a la puerta, emocionada con los conjuros que el maravilloso mendigo le endilgaba:
69.
El sofá y los sillones forrados en piel de leopardo flotaban en la sala a distintos niveles, entre las botellas del bar y el piano de cola y su mantón de Manila que aleteaba a media agua como una mantarraya de oro
70.
Tenía el cuaderno en el regazo, sobre el mantón dorado que ceñía sus piernas, el bastón en una mano y en la otra la cañita de bambú
71.
La niebla se los tragó enseguida y ella volvió a donde estaba el birlocho apretándose el mantón en torno a los hombros
72.
Estaba envuelta en un mantón encarnado, y en su cara y en sus pestañas brillaban algunas gotas de la escasa lluvia que aún caía
73.
Presa en los amantes brazos, Gloria estaba inmóvil, y el mantón que la cubría dejando tan sólo libre la preciosa y afligida cara, hacía más estrecha la prisión en que se encontraba
74.
En otras épocas, cuando empezaba este negocio, solía Quintina introducirse en la sacristía de cualquier parroquia con un bulto bajo el mantón, como quien va a pasar matute, y susurrar al oído del ecónomo: «¿Quieren ustedes ver un cáliz que da la hora? Y se pasmarán los señores del precio
75.
Acullá, de improviso, se le descubre un fuerte castillo o vistoso alcázar, cuyas murallas son de macizo oro, las almenas de diamantes, las puertas de jacintos; finalmente, él es de tan admirable compostura, que, con ser la materia de que está formado no menos que de diamantes, de carbuncos, de rubíes, de perlas, de oro y esmeraldas, es de más estimación su hechura; ¿y hay más que ver, después de haber visto esto, que ver salir por la puerta del castillo un buen número de doncellas, cuyos galanos y vistosos trajes, si yo me pusiese ahora a decirlos como las historias nos los cuentan, serían nunca acabar; y tomar luego la que parecía principal de todas por la mano al atrevido caballero que se arrojó en el ferviente lago, y llevarle, sin hablarle una palabra, dentro del rico alcázar o castillo, y hacerle desnudar como su madre le parió, y bañarle con templadas aguas, y luego untarle todo con olorosos ungüentos, y vestirle una camisa de cendal delgadísimo, toda olorosa y perfumada, y acudir otra doncella y echarle un mantón sobre los hombros, que, por lo menos, dicen que suele valer una ciudad, y aun más? ¿Qué es ver, pues, cuando nos cuentan que, tras todo esto, le llevan a otra sala, donde halla puestas las mesas, con tanto concierto, que queda suspenso y admirado? ¿Qué el verle echar agua a manos, toda de ámbar y de olorosas flores destilada? ¿Qué el hacerle sentar sobre una silla de marfil? ¿Qué verle servir todas las doncellas, guardando un maravilloso silencio? ¿Qué el traerle tanta diferencia de manjares, tan sabrosamente guisados, que no sabe el apetito a cuál deba de alargar la mano? ¿Cuál será oír la música que en tanto que come suena, sin saberse quién la canta ni adónde suena? ¿Y, después de la comida acabada y las mesas alzadas, quedarse el caballero recostado sobre la silla, y quizá mondándose los dientes, como es costumbre, entrar a deshora por la puerta de la sala otra mucho más hermosa doncella que ninguna de las primeras, y sentarse al lado del caballero, y comenzar a darle cuenta de qué castillo es aquél, y de cómo ella está encantada en él, con otras cosas que suspenden al caballero y admiran a los leyentes que van leyendo su historia? No quiero alargarme más en esto, pues dello se puede colegir que cualquiera parte que se lea de cualquiera historia de caballero andante ha de causar gusto y maravilla a cualquiera que la leyere; y vuestra merced créame, y como otra vez le he dicho, lea estos libros, y verá cómo le destierran la melancolía que tuviere, y le mejoran la condición, si acaso la tiene mala
76.
––Y abrió el mantón que envolvía a la criatura
77.
-¿Si tomo prestado tu vestido rojo, también puedo tomar prestado el mantón?
78.
Cuando pasaba delante del lugar lo hacía inclinando la cabeza a modo de protección, con un mantón sobre su exiguo pecho, la boca fruncida en una fina línea ante el ruido de la música y las risas procedentes del interior
79.
Eso se debía en parte a que todos, incluido el huraño señor Roke, estaban contentos, porque en cuanto el barco salió del puerto de Mantón sus velas se hincharon con un fuerte viento y alcanzó seis e incluso siete nudos, una magnífica velocidad en su estado actual
80.
También se debía en parte a que un marinero lisiado que había sido tripulante de la Boadicea y ahora trabajaba en el astillero de Mantón lo reconoció y, además, a que la lona que cubría su baúl, en la que estaba escrito S
81.
¿Y la vieja del mantón? Esteban vio las recetas sobre la mesa, todas iguales, muy ordenadas y en cada una de ellas un nombre y una dirección en el ángulo izquierdo
82.
No olía a humedad ni hacía frío, ni el suelo estaba cubierto por una alfombra gris gastada que transparentaba en los bordes y la enfermera con su delantal blanco y su cofia almidonada no recordaba a la vieja del mantón negro
83.
¡Cuán desmejorada la pobrecita con la inacción, con la pena moral y física de su dolorosa enfermedad! Encajada y quieta en un sillón de resortes que su viejo le compró, y que se extendía para dormir cuando la necesidad de sueño la agobiaba; envuelta en un mantón de cuadros, las manos en cruz y la cabeza al aire, Tristana no era ya ni sombra de sí misma
84.
(De broca y mantón)
85.
Sola se arrojó del lecho, medio vestida, y echándose un mantón sobre los hombros salió para llamar a la criada
86.
De improviso me puse a buscar esa muñeca en el recuerdo, del modo absurdo y frenético de quien busca algo en una pesadilla, llegando a puertas que no se abren o cajones que no se cierran, sin saber por qué su esfuerzo parece tan desesperado, por qué la súbita visión de una silla con un mantón encima le inspira tanto horror
87.
Pero entonces nos dio la espalda, se puso el mantón sobre los hombros, salió y los hombres afuera le abrieron paso
88.
La anciana soltó un gruñido y echó a andar hasta que su refunfuñar y su descolorido mantón rojo fueron perdiéndose poco a poco por entre los árboles
89.
Su frente era demasiado alta –extraordinariamente alta– y debajo de ella se alargaba, recta, una nariz perdida entre dos mejillas lampiñas, que, en una mansa curva, iban a parar a un mantón delineado como el extremo de un esquí
90.
Doña Leoncia no tardó en arreglarse: se ciñó el corsé, se puso las últimas horquillas, se aplicó dos o tres alfileres al pecho, se echó un mantón sobre los hombros y pasó a la cocina
91.
Salomé puso sobre los hombros de Clara el mantón, que al entrar en la casa había traído
92.
Entró sacudiéndose el mantón, calado de agua
93.
Ahora quítese usted el mantón de Manila»
94.
Apareció Petra con el cabello suelto, en chambra, y mal tapada con un mantón viejo del ama
95.
Pero cada día era mayor la repugnancia de Anita a pisar la calle; la humedad le daba horror, la tenía encogida, envuelta en un mantón, al lado de la chimenea monumental del comedor tétrico, horas y horas, de día y de noche
96.
¿Me permite ponerle bien el mantón? —añadió en voz alta
97.
Cubriéndose la cabeza con el mantón para que nadie la reconociera, mantuvo sus ojos y sus pensamientos fijos en Limbeck