1.
Como una nota de información, comparto que el
2.
Nota: algo muy importante: aniquilar la enfermedad con la ayuda de DIOS y NO pensar en los demás, so-pretexto diciendo PERO ellos todavía son envidiosos, preocúpate por ellos y por los demás, SOLO cuando DIOS te declare libre, sano y te decrete el milagro de la sanación y aniquilación de la envidia de tu vida; SOLO allí podrás influir para que otros hagan el tratamiento y la terapia
3.
la nota anterior á la pág
4.
bolígrafo en ristre, tomaron nota de los emplazamientos, para los cuales, unas veces se
5.
Escribió una nota, publicada en el “Guardian” en la cual exponía el modo en que discutió
6.
finalice la encarnación, igual que cuando se realiza un examen no se conoce la nota
7.
nota que incluya información de contacto sobre el
8.
Esas sensaciones que el a nota en las personas, yo acabo notándolas
9.
Lamberto Vidal secretario de lamisma[98], se nota, que cuando llegaba S
10.
Al fin en la nota 2
11.
nota, en la incapacidad para captar los tintes afectivos que dinami-
12.
(Nota del editor
13.
De ello se desprende la conclusión harto deprimente de que en cuanto al valor que tienen las campañas para la formación política, a lo sumo se toma nota del “ciudadano maduro y racional
14.
El material citado, en esta nota y en las siguientes, es sumarísi-mo
15.
Un Detalle / Nota: La Preposición "De" En Los Apellidos
16.
suficiente para tomar nota de la inmensidad en la cual existen esos mundos incontables
17.
Al cerrar el capó nota el movimiento en la carretera y la alerta invade su
18.
«Si pues su existencia es necesaria á nuestrafelicidad, si do quiera que llevemos la nariz nos hemos de encontrarcon la fina mano, hambrienta de besos, que aplana cada díamásel maltrecho apéndice que en el rostro ostentamos ¿porqué no mimarlos y engordarlos y por qué pedir suantipolítica expulsion? ¡Considerad un momento el inmensovacío que en nuestra sociedad dejaría su ausencia!¡Obreros incansables, mejoran y multiplican las razas; desunidoscomo estamos merced á celos y susceptibilidades, los frailes nosunen en una suerte comun, en un apretado haz, tan apretado que muchosno pueden mover los codos! ¡Quitad al fraile, señores, yvereis cómo el edificio filipino tambaleará, falto derobustos hombros y velludas piernas, la vida filipina se volverámonótona sin la nota alegre del fraile jugueton y zandunguero,sin los libritos y sermones que [200]hacen desternillar de risa,sin el gracioso contraste de grandes pretensiones en insignificantescráneos, sin la representacion viva, cuotidiana, de los cuentosde Boccacio y Lafontaine! Sin las correas y escapularios,¿qué quereis que en adelante hagan nuestras mujeres sinoeconomizar ese dinero y volverse acaso avaras y codiciosas? Sin lasmisas, novenarios y procesiones, ¿dónde encontrareis panguinguis para entretener sus ocios? tendrán quereducirse á las faenas de la casa y en vez de leer divertidoscuentos de milagros, ¡tendremos que procurarles las obras que noexisten! Quitad al fraile, y se desvanecerá el heroismo,serán del dominio del vulgo las virtudes políticas;quitadle y el indio dejará de existir; el fraile es el Padre, elindio el Verbo; aquel el artista, éste la estatua, ¡porquetodo lo que somos, lo que pensamos y lo que hacemos, al fraile se lodebemos, á su paciencia, á sus trabajos, á suconstancia de tres siglos para modificar la forma que nos dióNaturaleza! Y Filipinas sin fraile y sin indio, ¿qué lepasará al pobre gobierno en manos con los chinos?»
19.
En esta nueva Constitución se nota, en el artículo 55, que se perpetúan las
20.
emitan la misma nota con la misma intensidad
21.
Nota: las sinoviales digitocarpianas son difíciles de identificar en el cadáver, principalmente cuando éste se encuentra en proceso de momificación
22.
NOTA: Recuerde que para la denominación de las estructuras del pie, se debe tener en cuenta su eje medio, que es una línea que pasa por la mitad del segundo dedo, y no el eje medio del cuerpo
23.
de quien las nota y en realidad no existen, estribando sólo elerror en algo de
24.
desgracias demasiadosensibles y de nota para el pueblo de
25.
en Madrid, y parece queera pintor de nota
26.
la última nota lanzó unsuspiro y con los ojos cerrados se
27.
Nota para los que noconozcan la villa y corte
28.
nota de vez en cuando, en elritmo
29.
El número es de la copla y nota
30.
Véase la nota al verso 451 y Una notapara EL REMEDIO EN LA
31.
enumeración, si la laguna seencuentra entre la nota 100, o entre
32.
y duro al oficial Dheram quien nota con evidente claridad la
33.
El autor acentúa más la nota en elogio de Arenal haciendo decir al Forastero en la
34.
Las procesiones de penitencia á la Cruz del Campo, nota gráfica de laEspaña de los
35.
antes, las misteriosas tapadas, cebo degalanes, y que eran nota tan característica en la
36.
Amaro Rodríguez tiene en su vida de cuerdo una nota dramática, puessegún las
37.
una nota que prueba el efecto que causaron las peroracionesdel loco en su tiempo:
38.
ciudad, siendo demasiado notoria la decadencia y despoblación que se nota con todo
39.
nota del año de 1496 en la cual consta que el 14 de Agostode dicho año el Alguacil
40.
En el renglón primerode la nota «pero 130 años antes pero 19 años antes
41.
terror a derecha eizquierda; hasta se nota la respiración alterada
42.
—Y que han causado la variación que se nota en el duque
43.
política,se nota tambien en las ciencias
44.
nota en losque se abandonan á todos los impulsos de las pasiones;de aquí esa volubilidad de las
45.
sucesionde los fenómenos, está íntimamente enlazado con lo explicadoen la Nota 4, sobre la
46.
—Lo dicho en la Nota 3 sobre la diferenciade los talentos deja fuera de duda lo que acabo
47.
examinados, ovantes, con buena nota ycon el susto fuera del
48.
En laconducta de mi madre, al menos, se nota cierta
49.
Una vezencontrada la adecuación, la aplicación prepara una nota completa queincluye información sobre los posibles significados de la palabra y,según el contexto, sus relaciones con otras palabras en la mismafrase
50.
furiosa,sin entonar más que una nota
51.
Ha entregado igualmente una nota en la cual la cuenta de la
52.
No le ocultaré, gentleman, que recientemente se nota ciertatransformación en los hombres
53.
con una nota pidiendo un estilo más claro, por considerarel texto incomprensible
54.
Todo el mundo nota que andoojeroso y pálido estos
55.
Se nota una comodidad incomparable; la animacióndiscreta del
56.
Se nota en todos los trabajos del Calvariola ausencia
57.
grandes aglomeracionesde pueblo, se nota ese aire acompasado,
58.
y en elotro la inicial del mismo de gran tamaño, tomando nota de las cabezas deganado que han de ir al
59.
Nota tambien: que todos los que estan
60.
Vera; un diputado a la convención deSanta Fe en el presbítero Oro, orador de nota;
61.
—( Nota de la edición de 1845
62.
—( Nota de la edición de 1851
63.
—( Nota de laedición
64.
fórmula general, ¿podria ser la siguiente: A es A,ó bien una cosa es ella misma? Filósofos de nota opinan por laafirmativa, otros sienten lo contrario
65.
, citado en la nota (XIX), se echa de ver que á masdel principio, yo pienso luego soy, admitia el de la legitimidad de laevidencia; pues al buscar lo que se necesita para que una proposicionsea verdadera y
66.
La contradiccion que se nota en la misma relacion de Cheselden, confirmalas anteriores conjeturas
67.
Hé aquí cómo se defiende Kant de la nota de idealismo: «Cuando digo queen el espacio y el tiempo, la
68.
consideran las que posee, como unsimple efecto de las sensaciones, se nota desde luego la
69.
La única diferencia que en el uso de esta idea, se nota entre el rudo yel filósofo, es que aquel no
70.
ideaclara del substratum de la conciencia; pero es curioso loque nota el filósofo aleman, de que
71.
Nota 1: Hablo de diferencia entre cantidades positivas, porque en no suponiéndolas tales, se
72.
en la nota al pie, dice que, según los poetas, las Parcas eran tres: Clotho, Luchesis y Atropos;
73.
Nota también ella y nota con dolor, casi conira, en los
74.
daba por una nota el mundo entero
75.
(nota 4) abre por el
76.
cuando hubeacabado, buscó la nota de mi deportación, la leyó, y
77.
una nota delsuceso de aquel día, y lo dio a sus lectores en
78.
Cuando murió,el pariente de los chicos a quien correspondía la tutela vino aexaminarlos y tomó nota
79.
en voz la entrega de parte del Tribunal ydió nota de los Reos en papel
80.
oído, tomóla flauta y repitió nota por nota la canción de
81.
menos de quemuestran los tipos de la época y se nota completa
82.
habíaentregado una nota confidencial recomendándome la
83.
se nota más la diferencia; perono estando en el secreto
84.
de la comunión constante, que se nota a veces en losesposos viejos, parecido, no de
85.
«Acuérdate» arrullaban las tórtolas produciendo su nota melancólica ytierna en el
86.
—Se nota en él—dijo Ojeda—algo de la exaltación feroz a los
87.
viene por elcamino y su oficial nota que hablamos una lengua
88.
mañana, con la expresión indefinible que se nota en elrostro y continente de quien viene a tratar
89.
No se nota en estos pueblos aquel bullicio que ocasionan las
90.
para formar la base de un elemento de trabajo,y la mezcla de su sangre se nota en las regiones
91.
aterciopelado, y lossegundos con la nota pajiza que les daban los
92.
nota que el jedor sale de la cueva; tiéntalela curiosidad, entra, y
93.
de estudiar, que obtuvo en los exámenes la nota desobresaliente en una asignatura, y
94.
lista, bien lo nota y se ríe de ellos; si nolos despide de una vez es porque a todas las
95.
alegre nota las flores de losceibos, rojas de un rojo húmedo,
1.
y no me dio la impresión de que se tratara de un simple peón; antes bien, se le notaba en la
2.
la siguiera de nuevo, pero se notaba preocupación en la voz de Héctor, en realidad,
3.
notaba esas cosas, cuando alguien cercano a el a le pasaba algo, el a se ponía alerta
4.
desde un inicio se notaba mas que los
5.
Tiempo hacía que él notaba ciertasequedad en su alma, y ansiaba sumergirla en la frescura de aquel afectoprimitivo y salvaje, pura esencia de los sentimientos del pueblo rudo
6.
notaba el tibio perfume de lasresedas, de los heliotropos y de las
7.
Desde algún tiempo acá notaba en aquella inteligencia, antes
8.
Pero aquí el discurso del coronel, en el que se notaba la
9.
costa de mi honor y deldeber, yo notaba con sorpresa los tormentos que resistía en
10.
Todo esto lo veía y notaba
11.
Todo esto notaba Lotario, y
12.
Todo lo que el cura decía estaba escuchando, algo de allí desviado, elcapitán, y notaba todos los
13.
Así es que, si bien notaba, y sesentía lisonjeado al
14.
él lo notaba muy bien, pues sonreía con expresióncompasiva, y
15.
Notaba en ellalos
16.
notaba un entorpecimiento en lacomplicada máquina, acudía á
17.
notaba en él laabdicación del marido que vuelve hacia su mujer
18.
falsedad de susituación en aquella casa y notaba bien que todos los demás la
19.
notaba enla muerta síntoma alguno de descomposición
20.
persona modificaciones sensibles que todo el mundo notaba, y otrasque sólo un ojo
21.
costumbres y laspasiones del pueblo de Andalucía; pero lo notaba todo y luego
22.
Rafael, por sus ausencias, notaba mejor que los demás el estado de supadre
23.
En la letra, en la tinta, se notaba que las memorias habían
24.
nuestras notaba yo en su fisonomía cierta expresión de
25.
Notaba en mí tal ausencia de energía y sentía un desprecio tan
26.
completa semejanza y armonía que en ambos entesirracionales se notaba, hubiera
27.
gracioso talento, con amistosa delicadeza, sin dara conocer que notaba en el Padre aquel vicio y
28.
Grande era la serena majestad que se notaba en sus movimientosy en los gestos y
29.
Notaba que los setosestaban mal cuidados y se prometía reforzarlos,
30.
cultivos, ni notaba la atención hacia él de unajoven que viajaba
31.
Estaba tan afeadapor la enfermedad y las penalidades, se notaba en ella
32.
Y Luna notaba en este silencio cierta rebeldíasemejante al irónico gesto con que los
33.
objetos, y notaba en sí una tranquilidad, un gozo que
34.
aquellasconversaciones, que eran cada vez más íntimas, se notaba algunas vecesque, por efecto de los
35.
cual no lo notaba
36.
notaba entre las clases que constituían lasociedad de su tiempo
37.
Entretanto se notaba gran movimiento á bordo, los arqueros y hombres dearmas
38.
El cobrador, en otros sitios, notaba la precipitación con que la familiaocultaba su
39.
Anita notaba en don Fermín una palidez interesante, grandes cercosamoratados junto a los
40.
Álvaro, y aunque huía elcontacto delicioso, de un sabor especial, en cuanto lo notaba, elcontacto
41.
Y él mismo notaba que su rostro perdía la lozana apariencia que habíarecobrado en aquellos
42.
En todas estas piezas se notaba el rudo contraste entre la suntuosidadabrumadora de los muebles y la
43.
La misma diversidad étnica de los habitantes del pueblo se notaba eneste grupo infantil, compuesto de
44.
El mocetón, aturdido por estas caricias y asustado por las heridassuperficiales que notaba en el rostro de la joven, preguntó conansiedad:
45.
Notaba la dama en su amigo un mudo y
46.
Pez, un poco más tierno, díjole que notaba en ella algo de extraño,tristeza, quizás
47.
se notaba que era la casa de un marino
48.
Se notaba eldeseo de comunicación y
49.
distracción,volviendo la cabeza siempre que notaba el paso de
50.
desgarrados en los que se notaba el trágico vacío de
51.
Por lo demás, se notaba bastante movimiento en todo el batey
52.
Sólo notaba Juliáncierta resistencia pasiva en lo tocante al gobierno
53.
y en elsuelo de gruesa arena no se notaba el más leve
54.
su rostro, en el cual se notaba mayor majestad queantes y honda tristeza
55.
leparecían muy inferiores a lo que en su ser propio notaba y
56.
notaba la misma expresión debondad con cierto matiz de
57.
También él notaba la diferencia que había entre el don Sabas
58.
notaba que su rostro no empeoraba; aquellos diez años que el díadel susto se le habían vuelto a la
59.
Desde que leí lo de las máculas, notaba yo ciertos murmullos
60.
cuerpo; apenas se notaba su respiración
61.
era lo que en elviajero se notaba más
62.
La alusión a la guerra próxima se notaba en una porción de indicios yseñales
63.
También en casa se le notaba ausente; se pasaba las horas muertas mirando por la ventana o buscaba algún rincón tranquilo donde sentarse a escribir en su cuaderno
64.
Anhelaba obtener la aprobación de Morath, pero notaba que no la tenía
65.
La presión que notaba en mi hombro aumentó
66.
No se notaba el menor movimiento que no fuese normal
67.
-Mucho gusto -se notaba, en la manera de decirlo, que estaba sonriendo con sorna-
68.
Zoraida, aunque no entendía bien todos los sucesos que había visto, se entristecía y alegraba a bulto, conforme veía y notaba los semblantes a cada uno, especialmente de su español, en quien tenía siempre puestos los ojos y traía colgada el alma
69.
De pronto hacía más frío, pues la montaña se interponía entre el sol y los viajeros, y se notaba entonces que no eran más de las siete
70.
El doctor Rieux lo notaba al observar en sus amigos y en él mismo los progresos de una rara indiferencia
71.
En su mata de pelo negro, un pelo que empezaba a verse algo hirsuto, se notaba la marca del casco
72.
Sentí cómo se me aceleraba el pulso y me di cuenta de que él lo notaba también
73.
Notaba la tensión en el cuerpo de Bill y entonces apareció Debbie
74.
Se notaba que los licántropos y los vampiros de Shreveport habían retomado su antiguo tipo de relación
75.
Cuando este equilibrio se rompía, se sentía mentalmente conturbado y notaba la presencia del mal
76.
Todo se precipitó tanto que yo no podía escuchar mis pensamientos, de tan fuerte que me notaba los latidos del corazón, en las sienes, en el pulso, en los tobillos
77.
Miró al cielo para ver si aún se notaba el resplandor rojizo y observó que se iba extinguiendo; después desapareció por un momento su rostro bajo el manto, al inclinar la cabeza sobre [310] el pecho; luego la levantó sacudiendo atrás el manto y descubriendo la cabellera y el cuello
78.
Pyanfar notaba un agudo dolor en los hombros
79.
Aunque los abordó con la mayor cortesía, se notaba en ella una extraña rigidez:
80.
Notaba el latido de mi vetusto corazón en cualquier esquina de mi cuerpo: en la sien, en las muñecas, en mis piernas, en el cuello
81.
Se notaba en la voz de ella una rebelión reprimida
82.
En la voz de aquella mujer se notaba una ligera nota de desaprobación
83.
»Sin detenerme a pensar había supuesto que el defecto o la irregularidad que en ellas notaba se debía a la locura del hombre que me las enviaba
84.
Además, mi padre mencionó con bastante crudeza que Magdalene había estado viviendo con un marino retirado; claro que se refería a su padre, pero en el tono con que lo dijo se notaba que ponía en duda la afirmación de Magdalene
85.
En su expresión y en sus ojos se notaba vibrar la alegría
86.
En efecto, entre los bukaros y usbekis se notaba agitación: habían salido de las tiendas e interrogaban ansiosamente con los ojos el cielo
87.
Y se notaba en su voz cierta admiración concedida como a regañadientes
88.
Se notaba en la voz un dejo de sorpresa y de alegría
89.
Notaba en él un poco de reserva
90.
A su alrededor se notaba un olor muy pronunciado a hidrógeno, y las llamas se encendían a veces en el aire, apagándose en seguida
91.
En verdad su marido, demasiado ocupado en su trabajo y sus deportes, apenas se daba cuenta de su existencia, sólo la notaba cuando estaba ausente
92.
El soldado que iba en cabeza le lanzó un golpe con un hacha de dos puntas, y Roran, a pesar de que notaba la punta de la flecha en el hueso, lo paró con el escudo
93.
El suelo de roca se notaba frío, duro y rugoso bajo los pies desnudos
94.
Por lo general, no se le notaba la edad por la influencia de los instintos y recuerdos heredados, pero en aquella cuestión tenía aún menos experiencia que él, con sus leves aproximaciones al romance en Carvahall y Tronjheim
95.
Notaba la presencia de Orik, pero no sus pensamientos, ni lo que sentía
96.
En contra de su voluntad, Eragon volvió la cabeza hacia Murtagh mientras notaba el sabor de la sangre en la boca
97.
Quedaban unos tres minutos, o menos, y ya notaba la vibración de los cascos de los caballos contra el suelo bajo su cuerpo
98.
Hablaron poco entre ellos, aunque Eragon percibía las variaciones de humor y de pensamiento de Saphira, igual que ella notaba las suyas
99.
No sentía el contacto de ninguna mente, salvo las de Saphira y las de sus compañeros, pero notaba bien que estaban muy cerca del rey
100.
—Se notaba en la boca
1.
Se le notaban las venas en medio de la
2.
Notaban en Moreno palidez mortal, granabatimiento, y un cierto olvido, extraño en él, de la atención constanteque se debe prestar a las señoras cuando se platica con ellas
3.
sentado en un largo poyo de piedra que corríaá lo largo de la pared en que se notaban
4.
de«apafogones», y se notaban en ellos algunas luces y algún
5.
venido de las Indias en tiempo de su reinado, i notaban conla curiosidad de la historia que en el
6.
pero los padres no notaban tal cosa, y estaban amartelados con el joven
7.
expertos que notaban conaprobación la firme mirada y los ágiles movimientos del
8.
notaban en su persona los vestigios de unasituación más
9.
Se notaban en el camino los mismos indicios que denuncian
10.
intervalos se notaban en ella síntomas depresunción, anhelos de
11.
A todo esto, Morsamor y los suyos notaban con extrañeza que no aparecíanadie y que el
12.
mejoría que notaban en él (y bien sabe Dios cuánto mentíana
13.
Y lo cierto era que si en el cuerpo no se notaban cosa
14.
Cuando llegaron a la cintura externa, estos dieron una vuelta en torno a un bastión, hicieron algunos pasos y en un punto en que se notaban señales trazadas en el suelo se volvieron hacia el capitán y declararon:
15.
Mina inspiraba poca confianza por causa de su enfermiza vejez: notaban todos la desproporción entre sus arrogantes proyectos y la ineficacia de los resultados que obtenía, que eran medianos, malos más bien
16.
Era evidente que se los había ganado; todos lo notaban
17.
Pues bien: aunque por ninguna parte se notaban indicios de autoridad, no vimos desafueros más graves que los que ordinariamente turban la paz del vecindario; no advertimos más que una alegría desatinada, burlas ruidosas de las autoridades ausentes, desvanecidas como el humo de los incendios
18.
De hecho, recuerdo que todavía se notaban las marcas en los costados de su boca
19.
Se notaban pegajosas y usadas, pero no halló nada especial en ellas
20.
»40 Los hombres que iban en la lancha notaban la onda expansiva de las pesadas bombas lanzadas por los acorazados y cruceros que disparaban sobre sus cabezas
21.
En cualquier caso, se estaba gestando un movimiento insurreccional, pues los cretenses notaban que se acercaba el principio del fin, especialmente cuando el avance del Ejército Rojo en Rumania puso en peligro las líneas de comunicación alemanas
22.
To-do era recogimiento y devoción en la suntuosa morada: las visitas entraban en ella como en la iglesia, pues desde que ponían el pie en el vestíbulo, notaban todos algo de patético y solemne, y les daba en la nariz el ambiente de catedral
23.
Claro que no notaban ellos que ese hermoso discurso también tenía sus huecos
24.
Ya no notaban el hedor
25.
Todos se notaban el estómago vacío
26.
Ambos murmuraron un «sí» mientras notaban que el filo les apretaba un poco más en la garganta
27.
Todos notaban que empezaban a tener sueño a pesar del frío
28.
Dedo Polvoriento solía atraer las miradas sobre su persona, todos notaban que no pertenecía a este mundo
29.
Ausencia Santander tenía casi cincuenta años y se le notaban, pero también tenía un instinto tan personal para el amor, que no había teorías artesanales ni científicas capaces de entorpecerlo
30.
A lo mejor los nervios la hacían andar dando vueltas de un lado para otro; en otra cosa, desde luego, no se le notaban
31.
Iban metidos sus pies en bien abetunadas botas grises de cabritilla y en la mano llevaba un panamá que procedía de otros dos panamás más pequeños empalmados uno al otro con tal meticulosidad que las puntadas prácticamente no se notaban
32.
»lo pregunté sencillamente, pero advertí que me notaban en la voz todo el peso de la pregunta y se daban cuenta de que estaba motivada por algo intensamente personal
33.
Se le notaban los músculos de la mandíbula
34.
Los peores habían ido tan lejos en su corrupción que ya ni siquiera la notaban
35.
Ethan notó con satisfacción que no se notaban signos de enrojecimiento o hinchazón alrededor del bien cicatrizado corte-
36.
Cuando los que dormían en las literas de arriba daban con los pies en la cabeza a los que estaban vistiéndose abajo, notaban que éstos les apartaban los pies sin mediar una palabra; o bien, los de abajo, apartaban en silencio la cabeza
37.
Volvió a la sala de esterilización y se miró en el espejo para asegurarse de que no se notaban los bultos
38.
De cintura para abajo notaban el aire calmo y cálido
39.
Y en sus brillantes ojos negros y su cara roja se notaban sus ardientes deseos de comenzar la tarea
40.
—Sí, eso, y las princesas eran hermosas como largo es el día y tan nobles que… que notaban un sedante a través de doce colchones…
41.
El dolor le contraía el semblante, los ojos de Siddharta notaban el sufrimiento en su boca y en sus pálidas mejillas
42.
Bajo sus pies notaban una espesa alfombra de musgo
43.
Algunos de los profesores de Sonea me habían comentado que la notaban cansada y que se distraía con facilidad
44.
Les proporcionaba una armadura contra el desprecio que notaban en las gentes ricas del verano Era una actitud de machismo social que igualaba la riqueza con la decadencia, la simplicidad con la bondad, y la pobreza (hasta un cierto punto) con la honestidad
45.
Por lo general se recomendaba a los médicos que le aconsejaran a la paciente una psicoterapia de apoyo -había preparado una breve lista de direcciones- y, sobre todo, que insistieran en una idea fuerte, el final de la fertilidad no significaba en absoluto el final de la vida sexual; al contrario, algunas pacientes notaban que su deseo aumentaba
46.
-Sí, eso, y las princesas eran hermosas como largo es el día y tan nobles que… que notaban un sedante a través de doce colchones…
47.
Era la segunda cosa que todos notaban en él
48.
Pero se le notaban las ganas de morirse a la legua, la depresión, la desesperación
49.
Los hombres como él no notaban a las mujeres como ella
50.
Pesaban mucho, pero apenas notaban el peso
51.
Las hondas arrugas de la cara de Sisigambis se distendieron un poco; los años se le notaban como una enfermedad
52.
Él lo sabía, esos ojos oscuros lo veían todo, lo notaban todo
53.
Miraron sus respectivos relojes y asintieron con un gesto, pues durante el largo encierro ellos mismos se habían ido conformando como engranajes internos de una máquina del tiempo, y notaban en las visceras el rodar mecánico de los dientes de la Historia
54.
Sabía perfectamente que todos los miembros del equipo, incluidos los manguitos, notaban el mismo subidón, aunque nadie, incluido él, era tan memo como para decirlo en voz alta
55.
¡Incluso durmiendo notaban si faltaban sus madres! Pues ahora imagínese despiertos
56.
Los demás rieron discretamente, notaban la rabia en las palabras del chico
57.
Todavía se notaban algo las manchas cuando salieron, pero no importaba
58.
Y ya no se le notaban los achaques
59.
Aunque había algunas jóvenes limpias, de aquel montón de hijas del trabajo que hace sudar, salía un olor picante, que los habituales transeúntes ni siquiera notaban, pero que era moleslo, triste; un olor de miseria perezosa, abandonada
60.
En invierno, no se notaban, como ahora, los pasos al andar sobre el parquet
61.
En tanto que los que vivían en las ciudades de la costa veían crecer su bienestar, los pobres campesinos apenas notaban mejoras en sus vidas
1.
Por fuera me suelenacusar de que soy rebuscado y exagerado, y tú habrás notado que ya yohablo muy poco
2.
Ni la noticia consignada en el Diario el 17 de Septiembre de 1492 ni lasreflexiones del Almirante durante el tercer viaje, que menciona sinexaminarlas; aun más, ni la sorpresa y cuidado de los pilotos ymarineros, constituyen prueba menos que decisiva de que hasta entoncesnadie había notado la variación
3.
notado que todo lo hacía como en unaespecie de alucinación, y
4.
había notado en losBermúdez el propósito de aislarse en su
5.
Yalo habréis notado por lo endeble y
6.
norte, y tambien cerca dela confluencia de los rios Machupo é Iténes, he notado bajo terrenos
7.
superficie dela provincia de Moxos, y hasta pudiera yo decir que jamas he notado entoda ella un solo grano
8.
No he notado distincion alguna entre el masculinoy femenino en los adjetivos, ni tampoco una forma
9.
El señor de la Sagra ha notado en la isla de Cuba (loc
10.
visto y notado por el caritativo bosqueril escudero,dijo:
11.
— Señor, allí esta escrito y notado el día en que Vuestra Señoría tomóposesión desta ínsula, y
12.
Todo lo cual, notado de su coronista,
13.
Y con esto se fue, porque no fuese notado de los que allí le viesen
14.
A no estar tan ciego el pobre don Juan hubiera notado que no
15.
El Capitán, en quien ya se había notado el profundo respeto
16.
hayavisto que seguia el segundo, y que al existir este,siempre se haya notado la precedencia de
17.
sangrientas que se han notado en suropa, el puñal escondido, el azoramiento con quellegó á
18.
con las debidasprecauciones para no ser notado
19.
Jamás recordaba elmillonario haber notado en su
20.
Muchos obreros habían notado cierta transformación en la
21.
Habían notado los ingleses
22.
Cerca del castillo de Valency yo había notado en el bosque un
23.
—¿Y si lo hubiera notado amando al Príncipe, no podrían los
24.
Su decir siempre acariciador y notado porel uso de expresiones
25.
notar en él unafrialdad que antes no había notado y cierta
26.
Analizando bien la materiahubiera notado que la razon de la seguridad del individuo, no nace delconsentimiento de los demás, sino que ser el contrario la razon de queconvienen
27.
queresulta de la rapidez de las sucesiones que mas arriba hemos notado
28.
Ya hemos notado que una solasensacion con respecto á un solo objeto, no es suficiente; pero no esdifícil demostrar que con la comparacion de varias sensaciones podemosobtener este resultado
29.
Hemos notado que en la
30.
inteligente y perito encosas del gran mundo hubiera notado en seguida valer superior a cuantoen
31.
Ya lo he notado yo con espanto en nopocas mujeres de mi laya que han envejecido
32.
Luego, había notado también un ligero cambio en su actitud
33.
Y es que ha notado que hace algunos instantes un hombre la
34.
ynecesidad de desahogo que en ella había notado, eran causas bastantespara estimular un espíritu menos
35.
Había notado que la respiración de Tránter era fatigosa y se propusohostigarle y
36.
He notado que en Andalucía, al
37.
—¡Ah! No lo ha notado usted al ponerlas
38.
A las siete de la mañana no se había notado aún movimiento alguno en elvalle
39.
que hasta entonces nadie había notado esta variaciónen las
40.
entoncesnadie había notado la variación
41.
pensativa, que muchasveces he notado con emoción, en los
42.
notado al entrar, a la luz del farol de laescalera
43.
No habían notado
44.
Hasta he notado que lesale muy bien ese juego
45.
que han notado que estaban en unamisión de compasión y que alabaron
46.
y en lostérminos que ya queda notado
47.
el buensentido en persona y que había notado siempre que rara
48.
Por su virtud, aunque se ignore de qué manera, nadie en el conventohabía notado la ausencia
49.
oído deciega había notado algo extraño en el timbre de la voz
50.
habían visto y quehabían notado su persecución, volviesen al
51.
lo ha notado, porque le tienecuenta la equivocación para sus
52.
algo que tal vezsea una alucinación o un delirio, pero que he notado
53.
les ha notado poca obediencia ydemasiada inclinacion al pillage, pero estos defectos dimanaron por lafalta
54.
Había notado que el capellán era muy aficionadoa las palabras
55.
Merece ser notado el heroísmo de los Bringas para presentarse en lasociedad de los
56.
Una singularidad he notado entre el presupuesto de ambas naciones
57.
Abstraído en mis profundas reflexiones, no he notado que la luzartificial ha sustituído á la luz del día
58.
La Celedonia Arizmendihabía notado la transformación
59.
Estando la biblioteca cerrada a causa de las vacaciones, ¿podría haber notado alguien el olor del cadáver?
60.
Saqué a colación la diferencia que había notado en el movimiento de la luz
61.
Medía escasamente un metro de ancho; una puerta que estaba tallada con las mismas filigranas de madera de la pared de forma que nunca la habían notado
62.
Todo lo cual, notado de su coronista, fue luego escrito al duque, que con gran deseo lo estaba esperando
63.
Ya habrá notado que me encantan las expresiones venezolanas
64.
Preguntele si el motivo de la tristeza que había notado en ella el día anterior tenía por causa las desagradables galanterías del amo de la casa, y me contestó:
65.
Pyanfar pensó que lo habían notado
66.
Y diciendo esto, dio tres largos pasos y puso la mano sobre el hombro de un cartero que, a la sombra de los árboles, había pasado junto a ellos sin ser notado
67.
¿No lo has notado?
68.
—Sí; había notado el cambio en él
69.
La tarde anterior había notado asimismo la desaparición de
70.
—¿Usted cree? Es encantadora, de acuerdo, pero no la considero, o por lo menos no se lo he notado, en posesión de una inteligencia extraordinaria
71.
-Supongo que la presencia de un forastero en el lugar sería notado fácilmente
72.
En el lugar de Poirot yo hubiera notado la grandeza del instante
73.
Por lo visto, en el Hotel Tio nadie había notado la desaparición de Victoria
74.
Es verdad que el buen doctor no se fija mucho en las cosas, pero es probable que hubiera notado la diferencia entre su esposa y su cuñada
75.
—Siento tener que hacerle esta pregunta, pero ¿ha notado usted alguna vez muestra de intimidad entre Laurencio Brown y su madrastra?
76.
Por eso le he preguntado si había notado usted algo de particular
77.
No había notado nada
78.
¿Ha notado usted incongruencia en su conversación?
79.
Scíapal que nada había notado, se apresuró a imitarla, haciendo una gran provisión de almendras
80.
También lo habían advertido los sitiadores y se habían notado una viva agitación en las galeazas
81.
Había notado algo en su tono
82.
Poirot, que había notado que tenía los pies húmedos y que mostraba cierta tendencia a tiritar, asintió de buena gana
83.
Sin cuidarse del peligro se precipitó sobre los dos saurios, que, ciegos de rabia, no habían notado la presencia de los hombres
84.
se ha notado la desaparición de una banda de juglares y encantadores de serpientes que hacía tres semanas daban funciones en la plaza mayor de la ciudad
85.
—Bien lo he notado —replicó Bobby con calma
86.
He notado que esas personas hablan con la mayor liviandad, sin tener en cuenta que hablar es también ser
87.
-Aun no han notado nuestra desaparición -dijo el caballero
88.
Parecía que sólo en aquel momento había notado que en la sala luchaban seis hombres decididos a vencer o a morir
89.
Yo había notado los letreros y afiches anunciando diversas causas: hambrunas, dictaduras y revoluciones en puntos del planeta imposibles de ubicar en un mapa, derechos de las minorías, de las mujeres, los bosques y las especies en peligro, paz y fraternidad
90.
Le pregunto a la paciente si ha notado algún cambio en el ciclo de sus movimientos intestinales
91.
Alba se preguntaba de dónde habían salido tantos fascistas de la noche a la mañana, porque en la larga trayectoria democrática de su país, nunca se habían notado, excepto algunos exaltados durante la guerra, que por monería se ponían camisas negras y desfilaban con el brazo en alto, en medio de las carcajadas y la silbatina de los transeúntes, sin que tuvieran ningún papel importante en la vida nacional
92.
Los pobres muchachos se despidieron sin comprender el porqué de aquella taciturnidad y preocupación que habían notado en la bella rubia, por lo regular tan risueña, tan franca y comunicativa
93.
Aunque la mujer había retirado los transmisores del coche, Orlov sabía que probablemente no había notado el teléfono móvil del maletero
94.
Pero tam bién es posible que un caminante desconsiderado la arrojara allí y los terroristas ni siquiera lo hubieran notado
95.
–¡Resolution! ¿Están todos bien? ¿Han notado eso?
96.
No es que realmente creyera que Sila había provocado la muerte de Stichus, pero la primera vez que lo había insinuado, había notado cierta inquietud en él y seguía pensando en ello por simple curiosidad
97.
En su llamada telefónica del 24 de enero de 2009, intentó animarme a su manera, por lo impresionado que me había notado esas semanas a causa de las masacres en Gaza
98.
-Pues hoy he notado una ligera modificación en el criterio de mis amigos
1.
El tiro era largo, recto, y la pendiente tan suave que apenas notamos el esfuerzo de la
2.
mismo en que notamos que nuestra relación con el Ahora es disfuncional
3.
En este caso, notamos por una parte que tanto el PT como el mismo Lula lograron
4.
notamos los mismos elementos queen la idea de triángulo, con la diferencia de que el número
5.
] El fenómeno que notamos en la inteligencia, lo descubrimostambien en el sentimiento y
6.
] Entre la substancia y las modificaciones notamos unadiferencia, y es, que la substancia es
7.
El cambio lo notamos todos
8.
–El tamaño del óleo es muy similar al del contorno que notamos encima de la chimenea en la casa vieja -dijo Edward-
9.
Todos notamos su respiración acelerada
10.
También nosotros notamos el cambio
11.
»En eso notamos que algunas personas empezaban a correr hacia el palacio
12.
El impacto de un chorro de partículas en un cuerpo humano es algo limpio y aséptico: el hombre se muere y apenas notamos nada más
13.
Bajando el candil hasta nuestros pies, notamos que las gradas eran de piedra bien esculpida
14.
Lo notamos nosotros cuando intentamos subirlo esta mañana, pero recordad que, después de la misa de difuntos y la bendición final, el ataúd se baja al panteón
15.
– Un poco antes del amanecer notamos que el barco estaba dándose la vuelta, y nos despabilamos rápidamente para impedir que el movimiento nos arrojase al agua
16.
Cuando se está enamorado, el amor es tan grande que no cabe en nosotros: irradia hacia la persona amada, se encuentra allí con una superficie que le corta el paso y le hace volverse a su punto de partida; y esa ternura, que nos devuelve el choque, nuestra propia ternura, es lo que llamamos sentimientos ajenos, y nos gusta más nuestro amor al tornar que al ir, porque no notamos que procede de nosotros mismos
17.
Pero en el momento mismo en que está hablando, en que está hablando de otra cosa bajo la cual hay lo que no dice, percibimos instantáneamente la mentira y se agudizan nuestros celos, porque notamos la mentira y no llegamos a saber la verdad
18.
Tal fracaso produce la misma infelicidad que notamos en la cara de un dedicado cazador que no logra cobrar su pieza
1.
Verdad es que en obrasanteriores se notan ya en parte estos síntomas aislados de decadencia,pero entonces llegaron á ser el principio vital de toda composición, ycasi todos aspiraron á superar á la poesía popular
2.
No conozco, al escribir esto, la farsa titulada Plácida y Vitoriano,última producción dramática de Encina, y la mejor de sus obras, segúnopina el autor de El Diálogo de las lenguas, ni puedo por tantodecidir si se notan en ella los grandes adelantos del poeta, comparadoscon las piezas hasta ahora mencionadas[213]
3.
Cada vez que notan que han caído en un estado disfuncional, pueden
4.
¿Qué diferencias se notan entre los criados y los otros personajesde la comedia en cuanto a su lenguaje, sus pensamientos, sus modalesetc
5.
lasgrandes diferencias que se notan en la temperatura de un
6.
vidrio ahumado, se notan en lasuperficie del cuerpo solar
7.
las únicas que se notan al fin de unnúmero limitado de voces, pues todas acaban invariablemente en
8.
notan en las barrancas los angostossenderos por los que bajan al rio, particularmente sobre la riberaderecha,
9.
era la del que nos ocupa una deesas ridiculeces que sólo notan los hombres de
10.
que ellos mismos, ósus allegados, bien pronto notan la alteracion delórgano, con lo cual se
11.
lastimado sucede el deotro, todos vuelven la vista y notan con espantoque la nave está llena de
12.
Si estas diferencias se notan en los límites de una mismaciencia, ¿qué será cuando se trate de las que
13.
tiempos, y modos del verbo de este idioma, que no admite las irregularidades que se notan en los
14.
Entre los síntomas que suministra el estómago, se notan, entre otros delestado
15.
Hasta los perros lo notan
16.
—Ya veríamos: si llegado el caso se incita a la multitud a rodear el edificio donde se reúnen los jueces y allí arma tal escándalo con palos y gritos que sus excelencias notan la presión que ejerce el pueblo indignado
17.
Aunque el vistazo sea superficial, esas cosas se notan
18.
Intervinieron otros factores; en este capítulo he apuntado algunos que me parecen importantes, y los expertos en Ruanda han dedicado libros enteros e infinidad de artículos a este tema, los cuales se notan en la sección de lecturas complementarias del final de este libro
19.
Pero incluso ellos sobre esto ya se ha discutido con frecuencia en nuestro círculo notan poco de esos efectos desfavorables durante los interrogatorios nocturnos, todo lo contrario, se esfuerzan de antemano por oponerse a ellos y finalmente creen haber alcanzado buenos rendimientos
20.
¿Qué veo? ¿Se me notan los pómulos?…
21.
(Los espías notan que los observan y desaparecen entre la multitud
22.
Se ponen rígidas cuando notan que uno de los papelitos rizadores se ha soltado a consecuencia de la actividad amorosa; imprimen en su mente cuál de ellos es, a fin de volver a asegurarlo prestamente en cuanto la actividad cese
23.
Las mujeres de un pelotón sincronizan el período con bastante rapidez, y los hombres, por supuesto, lo notan
24.
La de ballesta, porque la han pintado a mano; no es un mal trabajo, pero se notan las
25.
Lo notaba igual que los árboles notan el sol
26.
Todos notan que el camarlengo parece turbado: nunca había hecho un solo comentario después de las otras votaciones
27.
Cuando la puerta se cierra tras los consejeros, los diputados notan que en el palco de los diplomáticos se inicia un movimiento general
28.
Cuando Voldemort toca a uno de ellos, todos notan que les queman las cicatrices y así saben que tienen que reunirse con él
29.
No había más que modificaciones menores: Notan había cambiado el orden de algunas palabras y de algunos párrafos
30.
, demuestran, en efecto, que ya en embriones tan ínfimos como los mixomicetes, se manifiestan una voluntad, deseos y preferencias; que se notan movimientos de astucia en infusorios privados de todo organismo aparente, tales como el Amaeba que espía con disimulado, paciencia a las jóvenes Acinetas a la salida del ovario materno, porque sabe que en ese momento no tienen todavía tentáculos venenosos
31.
Cuando te das cuenta, en tu niñez, de tus tendencias, de tus inclinaciones homosexuales, y tus compañeros también lo notan, ¿tienes pegas en el colegio?
32.
Claro, con la noticia de tu llegada yo no me frotaba las manos entre amplias sonrisas, pero sí sentía palpitar mi corazón y fluir mi sangre en plena efervescencia, algo que recuerda la felicidad, de lejos aunque con intensidad; se trataba de un sentimiento parecido a la felicidad, puesto que todas las emociones humanas se alimentan de las mismas aguas profundas, por más que se diferencie la superficie de éstas, que en unos casos se agita con olas furiosas y en otros se cubre de ondas suaves que apenas se notan, «J’étais touché», podría decir quizá con más exactitud, con una expresión propia de la esgrima, refiriéndome tanto a los duelos físicos como a los anímicos, en una lengua pariente de la nuestra que tú conoces tan bien como yo; algo me ha tocado, esta expresión ya es más exacta, y tú que eres escritor, según me dicen y según lo afirma también tu ayudante y secretario por toda la ciudad, sabrás comprenderla y apreciarla
33.
—Siempre he atraído a los perros; yo creo que notan cuando se les aprecia
34.
Tampoco era lo bastante rijoso para hacer excepciones o contentarse si alguna se le ponía a tiro o se le ofrecía, y era improbable que sucediera eso, ellas notan el deseo del otro aunque sea remolón y tibio y ninguna pudo sentir nunca el suyo
1.
Dos días antes, don Ramón, al hacer el balancedel mes, notando que resultaban en su favor
2.
tiempoque vengo notando las atenciones del Duque con
3.
elreloj y, notando que había pasado casi un cuarto de hora, se le
4.
Notando que su traje, a pesar delo sencillo,
5.
de lamuerte, notando sus ojos en el último ensueño
6.
Y ella, obedeciendo a aquella extraña indicación y notando
7.
orden sin detrimento de lalibertad y del progreso, notando en otros los obstáculos que
8.
Notando esas huellas de verdad en losantiguos, ó para hablar mas generalmente, en los
9.
Pesaban tanto en su espíritu estas consideraciones, que, notando que suafición oculta iba
10.
por suhija, y Blanca, notando que la indiferencia de su marido aumentaba,
11.
Y notando que su larga conversación con el español producía malestar yescándalo en los otros visitantes, se levantó para ir hacia ellos
12.
Notando el Padre Ambrosio que la vacilación, que el recelo causaba elsilencio de Fray
13.
La fealdad y lo cómico y miserable de laacción se aumentaban notando
14.
Notando intrigado en su tono y su gesto irónica impudencia,
15.
alzados, notando en el interior profusiónde gente que con gran silencio escucha á una india que
16.
Conociendo esa estrategia suya, me había divertido en observarla muchas veces desde lo alto de las pacas de esparto, notando con maligna ironía cuán a menudo se examinaba en un espejo, frunciendo el ceño con despecho
17.
Pyanfar se retrasó unos segundos y miró a Kohan, viendo la expresión de sus ojos, sus ojos dorados, que ahora estaban llenos de sombras, y notando que había logrado mantener erguidas las orejas
18.
Todas las puertas daban la señal de cerrado, pero en sus entrañas seguía notando el lento roer del pánico
19.
Poirot, notando en el cuello la fría caricia de las ráfagas de aire, pensó: «Prefiero mil veces la calefacción central»
20.
Ella gruñó y le cerró la mente, aunque Eragon seguía notando el hilo de emociones que los conectaba
21.
Se apoyó en la pared y se puso a esperar notando el frío de la piedra en la espalda
22.
Los esposos abandonaron el despacho del gran rabino; Rubén, cariacontecido y deshecho, sobrepasado por la circunstancia y consciente de que el paso que iba a dar era definitivo en su vida, sabiendo que sin Esther nada tendría sentido, y Esther, a la que el anciano había adivinado su secreto, notando un peso en su conciencia, sabiendo que por encima de los motivos que en principio había esgrimido para solicitar a Rubén el divorcio estaba sin duda el regreso desde el mundo de los muertos de Simón, que durante toda su vida y aun después de suponerlo fallecido había sido el centro de sus pensamientos
23.
Montalbano se levantó muy despacio, notando un intenso hormigueo en las piernas
24.
¿Por qué no estaba yo encerrado en aquella celda? ¿Qué prueba había superado para no estar ahora allí, gritando y sacudiendo los barrotes, notando cómo se cernía lentamente sobre mí el horror que había presagiado en la posada del pueblo?
25.
-Estoy notando que en el espíritu de usted se encadenan de una manera misteriosa el odio y la compasión -le dije-
26.
Algunas tardes subían al piso alto y visitaban a distintas personas, con lo que Doña Leandra se distraía y animaba; su familia iba notando en ella menos inapetencia; relataba con interés las magnificencias que en Palacio veía, y mostrábase en extremo cariñosa con su amiga y compañera
27.
En tercer lugar, Betsey se detuvo brevemente en uno de los giros pronunciados del pasillo, desesperando de dar alcance a la persona cuyos pasos había oído, y notando también una sensación de miedo (denominada por la testigo «temblor de las carnes») ante la idea de adentrarse sola incluso a plena luz del día, en las regiones encantadas de la casa
28.
Notando una mezcla de desagrado y desdén en la mirada conjunta que le dirigían, Francisco bajó la cabeza mientras Gómez, director de novicios, leía con voz rápida la acusación
29.
Erica se puso a hojear la guía, notando la cantidad de dibujos y de mapas plegables que contenía
30.
Me parece que es una gran suerte para la Novena Caverna de los Zelandonii que Jondalar haya traído consigo a una curandera tan bien preparada -dijo notando la sonrisa de Jondalar mientras se cubría y el suspiro de alivio de Ayla
31.
–Supongo -respondió Jondalar notando que le subían los colores y alegrándose de la escasa iluminación-
32.
¡Santo cielo, voy notando el efecto del whisky! – dijo sonriendo
33.
—Sí, es verdad —dijo Crozier, notando el sudor en su cara y su cuerpo
34.
—¿Qué diablo estás diciendo? —exclamó Taggart, furioso, notando la tensión de los rostros que los rodeaban
35.
Avanzó con la misma actitud por el vestíbulo, notando cómo su amargura se transformaba en jovialidad
36.
Pero resultaba extraño sentirse protegida y aceptar aquella protección como algo bueno; rendirse ante un sentimiento de seguridad tan peculiar que no constituía protección contra el futuro, sino contra el pasado; no era la protección de verse libre de una batalla, sino la de haber vencido en la misma; no una protección otorgada a su debilidad, sino a su fuerza… Notando con anormal intensidad la presión de sus manos, el dorado y cobrizo color de su pelo y las sombras de sus pestañas sobre la piel de la cara a muy poca distancia] de la suya, se preguntó débilmente: «¿Protegida de qué…?» Él era el enemigo… pero no lo sabía con certeza ni podía pensar en ello
37.
Poco a poco fue notando que le volvía la fuerza a los exhaustos miembros
38.
Notando que la Ciencia de la Tierra está ahora incluida en el curriculum nacional, Layfield dice: “Parecería particularmente prudente para todos los que comunican este aspecto del curso, familiarizarse ellos mismos con los trabajos de investigación sobre la geología del Diluvio Universal de Whitcomb y Morris”
39.
Una vez ante la puerta de su cuarto, notando como la lluvia le daba en la espalda, tuvo dificultades para meter la llave en la cerradura y empezó a proferir una sarta de interjecciones que estuvieron a punto de despertar a los demás huéspedes
40.
Notando su decepción, el detective se explayó sobre lo que acababa de decir
41.
–Esto es porcelana Imari -dijo Paul, notando el interés de Childan-, de Arita
42.
Se dieron un abrazo en las tinieblas, notando el valiente emisario que se habían cubierto las aspilleras por dentro
43.
-¡Sssssss! -dijo Jorge, notando que Tim gruñía por lo bajo-
44.
–Yo -dijo el viejo La Farge, y notando que esta respuesta era tonta y rara, se calló y los labios se le movieron en silencio
45.
Seguía notando el ardor en su dedo del pie; se estaba acostumbrando al dolor, pero seguía allí
46.
Los nobles asintieron, notando la solemnidad del duque
47.
—¡Esto no me gusta! —exclamó Will notando el seco aire que agitaban las alas como de cuero
48.
—¿Te encuentras mejor? —le preguntó Will notando el gesto de dolor con que se frotaba los brazos, y el sudor que le caía por la cara
49.
Sarah dudó por un momento, notando los ojos de los cuatro Limitadores clavados en ella
50.
Cerró los ojos, notando las fuertes palpitaciones del corazón
51.
Intentó, sin demasiada convicción, cerrarme el paso y le esquivé, notando que la tensión crecía en mi interior
52.
Se detuvo, notando la desnudez de los tobillos y los dedos de los pies, y echó un vistazo
53.
Esa noche, mientras yacía insomne en el enorme lecho de plumas de Cleopatra, notando el contacto de su cuerpo cálido en el fresco del supuesto invierno de Alejandría, César pensó en el día, el mes, el año
54.
Octavio se puso en pie, notando de pronto el silbido de su propia respiración
55.
Se volvió y se sentó en el trono que le habían construido, notando la curtida superficie del asiento y la elasticidad de los miembros atados, oyendo el ligero chirrido del tendón y el hueso, sus sentidos tan despiertos como nunca antes
56.
Mientras la lancha surcaba las turbias aguas del río Hudson, Snow se puso el traje bajo cubierta, notando temblar el casco con el rugido de los dos potentes motores diesel
57.
–¿Tienes frío? – preguntó Harkat, notando los escalofríos de Steve-
58.
Kate Erickson se arrimó a la pared, notando en la espalda el contacto húmedo de la piedra
59.
Corrieron por el puente, oyendo los crujidos de la madera y notando que empezaba a levantarse
60.
Elric frunció el ceño, notando un sentimiento cálido en su corazón
61.
–Quizá no -dijo, notando que los pies del otro se separaban de los suyos, hundiéndose en el abismo donde terminaba el colchón y las sábanas daban la vuelta (la región de los sábalos, recordó)-
62.
Después, Jeremy les relató la leyenda, notando cómo se incrementaba el interés de esos tipos al hablarles de Hettie Doubilet y de la concienzuda investigación que había llevado a cabo
63.
—¿Qué es eso, Esteban, que te sucede? —le preguntó uno de los monteros notando la creciente inquietud del pobre mozo, que ya fijaba sus espantadas pupilas en la hija risueña de don Dionís, ya las volvía a su alrededor con una expresión asombrada y estúpida
64.
Conducía el automóvil de Floro Bloom con la serenidad de quien al fin se ha instalado en el límite de sí mismo, en la avanzada medular de su vida, nunca más en los espejismos de la memoria ni de la resignación, notando la plenitud de permanecer cálidamente inmóvil mientras avanzaba a cien kilómetros por hora
65.
Caminó arriba y abajo, notando el sudor en la frente, el temblor en sus articulaciones
66.
Con los labios embotados y notando escalofríos en todo el cuero cabelludo, siguió conduciendo como
67.
Me enderecé, notando de pronto que ni siquiera todos los policías armados del mundo podrían protegerme de un hada
68.
Stephen le cogió el pie, lo observó y lo apretó, notando la falta de respiración
69.
Seguía las instrucciones de Lisa y giraba con torpeza, notando el cuerpo de ella apretado al suyo
70.
Él mismo venía notando toda suerte de actitudes preocupantes en los últimos tiempos
71.
El animal, notando que había perdido al jinete se frenó unos metros más adelante
72.
Ya con un ponche en la mano lo miró, notando que el calor le subía por el cuello
73.
explicó sin ganas mientras volvía a abrazarla, notando que el frío de su alma retrocedía por el calor y la suavidad del cuerpo que le acogía—
74.
Vipond se recostó en el asiento y miró a Cale, notando el extraño tono de su respuesta
75.
Las recogió y las sopesó, notando la diferencia de peso entre las tres
76.
–Baba yan se ha ido -contestó Laila, notando de nuevo un nudo en la garganta
77.
Y atravesaré las paredes notando, daré golpes en las mesas, pondré a todo el que no me guste perdido de ectoplasma
78.
–Ya estoy notando los efectos beneficiosos de todas esas vitaminas y minerales
79.
Notando su irritación, Juma, que estaba encadenado junto a él, rió entre dientes
80.
Voy notando que los españoles tienen inclinación a excederse en todo
81.
Se echó hacia atrás en su silla, notando que la cabeza le daba vueltas
82.
Así permanecía largo rato, desnudo, avergonzado, con la conciencia de estar cometiendo una estupidez, notando bajo mis rodillas el frío de las baldosas
83.
Raissa y Zahara sollozaban, abrumadas; los niños, aun notando la tensión general, contemplaban a su padre con admiración
84.
Tarawassie avanzó por el desnudo suelo hasta el costado de la cama y se arrodilló apretando la ardiente mano contra su mejilla, sintiendo la aspereza de la fláccida piel, notando la sonrisa de su madre
85.
Al cabo de una hora empecé a impacientarme; y Mici, notando la creciente perentoriedad de mis movimientos, rodó hacia un extremo de la cama y cruzó las piernas
86.
– Ella paró, notando que él había cerrado los ojos
87.
Mientras el Teniente manipulaba su transmisor, Alfonso Ríos miró hacia el pasadizo por el que acababan de llegar y no notando ningún síntoma de sus posibles perseguidores, volvió su atención al cuadro de instrumentos que había delante de la momia de aquel desconocido
88.
Notando la indecisión de su amigo, Jorge decidió iniciar la conversación:
89.
Se levantó, notando apenas que las piernas parecían de merengue
90.
Mientras hablaba, mecánicamente observaba la habitación, notando que era casi un duplicado de la habitación exterior en cuanto a ornamentos colgados y mobiliario en general
91.
Atormentado, la besó en la frente, notando el sabor salado de su sudor
92.
—¿Cuáles eran sus nombres? —preguntó Laurie notando un escalofrío de emoción
93.
—Este es Carlos —aclaró Geza notando la dirección de la mirada de su hija
94.
–Y tú… ¿tú no saliste de la Cámara de los Secretos? – dijo Harry, notando un sudor frío en la frente
95.
Recorrió su rostro con las dos manos, notando la sensación pegajosa de la sangre caliente
96.
A punto de salir por la puerta, notando alguien detrás, se echó a un lado
1.
Un gato, al notar mi presencia, dejó de jugar con su presa y se la llevó entre las
2.
exasperación comenzaba a subir por mis venas y sus efectos empezaban a dejarse notar, del
3.
Y notar el espacio entre
4.
º presentó para uno de lospresbiterados de la ALJAFERIA á Juan Pedro Dosca que no poseia otrobeneficio, siendo de notar que hace mencion de la piedad de susantecesores, que habian instituido 4 presbiterados contribuyendo con 400sueldos al que hacia de rector, y con 300
5.
Al mismo tiempo se hacen notar los estrangulamientos y las barreras que se producen al distribuirse el mayor esfuerzo
6.
alertas para notar el cuerpo del dolor cuando se activa en nosotros, como un flujo pesado de emoción
7.
Podrá notar que no puede pensar y tomar conciencia de la respiración al mismo tiempo
8.
Creció su admiración alobservarse en clase contestando con relativa facilidad a las preguntasdel profesor y al notar que se le ocurrían apreciaciones muy juiciosas;y el profesor y los alumnos se pasmaban de que Rubinius vulgaris sehubiera despabilado como por ensalmo
9.
En medio de aqueldesfile vio Fortunata a Jacinta, y Manolita (marcando esta solaexcepción en su crítica social), cuidó de hacerle notar la gracia de laseñora de Santa Cruz, la elegancia y sencillez de su traje, y aquel airede modestia que se ganaba todos los corazones
10.
La Defensoría de los Habitantes, en su resolución hace notar la existencia de
11.
español parahacer notar el concepto inferior en que la tenía:
12.
con curiosidad, ella yél; pude notar en los dos, el deseo de
13.
los ojos, ni, al notar que lerecordaba algo con los suyos, quizá lo
14.
de notar conel rabillo del ojo que no la oían los que venían
15.
notar mayor cantidad, lossilfos nos ganan; penetran con sus sentidos, y ven y perciben
16.
Es importante notar la diferencia entre las dos diferentess causas que provocan el dolor
17.
—¡Allí está bien!—decía, cuando le hacíamos notar laprofanación
18.
inglesa, que al notar la presencia de Juanito sacóa medias, por entre los lambrequines, su cabeza
19.
de la guerra sólo por el simple placer de meter ruido, y también por hacerse de notar
20.
notar que era elúnico que tenía con una sola cama, y que lo
21.
respetuosa admiración, hizo notar la admirablesemejanza del
22.
cuya planta baja recorrió el Bonaparte, muy complacido alparecer y haciendo notar la
23.
notar que ladesigualdad de los días y de las noches, tal como
24.
—La otra, cuando yo vivía a su lado…—le hice notar con suficienteclaridad
25.
notar todo, váselo a decir a su señora, la cual la recibecon lágrimas y le dice que una de las
26.
notar los hechos y palabras de don Quijote, pareciéndoleque era un cuerdo loco y un loco que
27.
—¿Qué tenéis, duquesa?—dijo el rey, que no pudo menosde notar la turbación de la
28.
arrojadoy valiente, sin dejarse de notar por eso en ellos ciertaschispas de prudencia;
29.
cada paso;pues pudieron notar que en la práctica se omitiapor superfluo el presentar por extenso
30.
queandando los años se hará notar en el bosque porsu corpulento tronco y soberbia copa
31.
acordó de Paz y del recrudecimiento que imaginó notar en
32.
fué el primero en notar que los ventarrones rectilíneos sonmás
33.
Pantaleón, creyó notar en su figuraalgunos signos que le llamaron
34.
desfilaba con aireespléndido de gran señora, más de notar en el
35.
Su entusiasmo fué enfriándose un poco al notar la serenidad con queescuchaba la bailarina el
36.
atención pública, hasta el punto de notar queme seguían más de
37.
Es de notar, por último, que en esto de contener la ciencia en el arte,lejos de
38.
—No hay duda—dije yo, al notar, mientras estaba agachado, recogiendoel resto del
39.
Pero á los quince días de estancia en la casa de don Silvestre, comenzóá notar que no descansaba bastante
40.
se ha hecho notar por su odio a losmilitares de la independencia, en los que uno y otro
41.
Pero aún quédame algo por notar en el carácter y espíritu de estacolumna de la
42.
deorganización política? Este es un hecho grave que quiero hacer notar
43.
Una cosa debo notar depaso, y es que López, vencido
44.
el mayordomo se lo hace notar; Rosas sebaja los calzones y manda que se le den 200
45.
invierno seacercaba cuando creí notar en la fisonomía de
46.
notar en él unafrialdad que antes no había notado y cierta
47.
generosidad; si la comedia gusta, ellos son los que comointeligentes hacen notar los
48.
] Es de notar que las consideraciones precedentes son una nuevademostracion de la absurdidad de la ciencia trascendental, si se laquiere fundar en un hecho del cual dimanen todos los demás
49.
] Es de notar sin embargo, la contradiccion en que incurren losfilósofos que dicen: «yo no puedo
50.
Siguiendouna gradacion en las proposiciones geométricas se podria notar que nohay mas que lo
51.
Todos están en relacion; se afirman y completan recíprocamente; siendode notar que las verdades de que están ciertos todos los hombres,están apoyadas de algun modo por todos los criterios
52.
distincion, son todas verdaderas; pero que solo hayalguna dificultad en notar bien cuáles son las que
53.
sensaciones,haciéndole notar el grado de eliminacion á que se puede llegar y delcual no se pasa
54.
Ya lo hemos podido notar en los
55.
movimiento es una condicion indispensable;siendo de notar que basta que esté en los objetos, ó en el ojo
56.
Es de notar que si se combinan dos movimientos en el objeto, uno ennuestra direccion y otro en otra,
57.
Y es de notar que la terminacion ó el límite, no es una idea positiva,es una pura negacion: cuando
58.
En este sentido,es tanta verdad lo que he dicho de que la mecánica se limita áconsideraciones sobre la extension, que todos sus teoremas y problemaslos reduce á expresiones geométricas: siendo de notar que aun la idea detiempo, está expresada tambien por líneas
59.
consignacion de unhecho muy sabido: pues á esto equivale el hacer notar que la intuiciondel espacio es
60.
habriapodido notar el filósofo aleman, que la presencia en un lugar tratándosede los espíritus, era una cosa enteramente distinta de la presencia delos cuerpos; y que nada tenia que ver con la intuicion del
61.
masó en el menos, se puede notar, que si la representacion imaginaria llegaá un grado muy alto
62.
] Aquí es de notar la superioridad que las ideas no geométricastienen sobre las geométricas
63.
] Es de notar que en esta parte, Kant se halla en oposicion, no solocon los escolásticos
64.
] En esa produccion espontánea es de notar, que lasrepresentaciones no siempre
65.
] Antes de pasar á dicha investigacion, quiero hacer notar que ladoctrina expuesta en este
66.
] Es de notar que el argumento fundado en la imposibilidad de queel cuerpo trasmita
67.
Y aquí es de notar una diferencia importante: con la idea del serpodemos entenderlo todo; cuanto
68.
Pero tambienes de notar que aun para {40} obtener un valor de líneasó de superficies,
69.
] «Se puede bien notar, dice, que esta representacion(la del yo) se reproduce constantemente
70.
de la substancia delalma queda fuera de duda: y es de notar que la interrupcion en elpensamiento
71.
preciso notar con cuidado que laproposicion no dice que si A existe existirá B; sino que
72.
Aquí es de notar una circunstancia importante
73.
en notar que ciertas composiciones tagalas no se distinguían de las castellanas sino por las voces:
74.
mucho de notar para laconfusion de estos y de los demás judíos, que habiendo un
75.
notar, alentrar en el salón, algo de tirantez y alteración en el
76.
La admiración que sentía la joven por Juan, la hizo notar, sin
77.
Mayor era aún la aflicción de Juanita al notar que el
78.
Fermín sonrió al notar la curiosidad y el escándalo que
79.
notar ciertas omisiones en lospreparativos
80.
creía notar un resplandor delicioso, el cual, demasiado
81.
notar que siempre lo hacía entono tan indignado y
82.
esto es, comenzó a contradecirse de unmodo tan lamentable, que las señoras se lo hicieron notar en seguida
83.
Diciendo esto, miró de nuevo á Clara; pero ya no se sonreía: estabaserio, y había en su voz cierta agitación que ella no pudo notar
84.
Dosancianos inclinaron el rostro balbuceando una oración, y, al notar
85.
notar que todas las manifestacionessociales se parecían a ti en aquellos días
86.
—Veo que os gustan, dijo el artista al notar la expresión de gratasorpresa reflejada
87.
Grande fué por lotanto la satisfacción de hidalgos y arqueros al notar
88.
intervenir con interrupciones en los debates del Ateneo,hacerse notar en las
89.
Salvador ignoraba que Carmen unía siempre a la idea de la muerte laaparición del ave fatídica; pero al notar el entristecimiento de susemblante, adivinador y cuidadoso, le dijo, como quien cuenta unainfantil conseja:
90.
a notar cierta reserva; dejaron de confesar con élalgunas señoras de liberales, y el mismo
91.
deinquisidor, de las que algo le remordía la conciencia, y sin embargo nopudo notar síntomas de
92.
El español creía notar ahora en la Presa la presencia de Gualicho, eldiablo pampero, maligno y enredador
93.
Ella pareció conmoverse al notar la humildad infantil con que elmocetón decía estas palabras, pero
94.
Es de notar, en efecto, que la multiplicación de las leyes
95.
En la costa deVenezuela, al notar en el Océano
96.
al notar lasincera vehemencia con que hablaba Isidro y el vaho
97.
enronquecida al notar suvacilación—
98.
rápidaaparición en el jardín de invierno, pero huyó al notar que
99.
por los golpes de la tarde, habíacerrado la puerta al notar su
1.
Se revisó, pues, el tomo I,ya publicado, se le hicieron algunas innovaciones y adiciones, se lepusieron más notas, se distribuyó en capítulos, etc
2.
con antelación los lugares que me atraían, tomaba notas para no perderme ninguna de las
3.
Luego con los años, estaban trayendo notas arrugados exponiéndolas a usar polvo todos los días y tinta, compañeros de trabajo contundentes, que sea destructiva
4.
El estéreo se extiende dulces notas de blues
5.
Al ritmo de la despreocupada y tomar notas de los cuatro chicos de Liverpool, pasó días enteros para revolcarse en la hierba de los parques elegantes de Londres
6.
Entró, cerró la puerta y comenzó a tocar las notas de los Beatles
7.
Me paseo en la parte posterior, sacudo la cabeza y, finalmente, la sequía comienza a disminuir, hacer los primeros intentos de hablar y escuchar mi voz cambió por completo; ahora es cálido, tranquilo, casi desde el más allá, y lo mismo para formular cualquier palabra me da una sensación de placer por todo el cuerpo; por último, trato de hablar de golpear las notas altas, pero trato de pronunciar ninguna palabra sale como un silbido de mi boca, como un silbido de alta frecuencia: yo lo hice, y ahora estoy en condiciones de emitir ultrasonidos y hablar con los peces
8.
NOTAS DEL DIARIO DE JULIAN CASTO
9.
cristales y notas sus vibraciones, pero estas vibraciones son para
10.
Notas sobre la «globalización» 7
11.
equivocación, vio en sus notas que
12.
Domingo hablaba el inglés apuntaba lo que oía en un cuaderno de notas de hojas amarillentas
13.
Algunas notas preliminares"
14.
En cuanto a la cla-sificación de las cartas poder según su índole, véase las notas Nos
15.
RAMIREZ, Mario, "Notas para el estudio de las políticas estatales en Costa Rica"
16.
Todas estas notas, hasta el número 22 fueron escritas en 1844, y lapublicacion en el mismo año, con la composicion á que le refieren en unlibro que lleva por título Cantos de Mayo
17.
Pero Ana se iba al cielo: Ana, que jamás hubiera puesto aaquel turbulento mancebo de señor de su alma apacible, como un palaciode nácar; pero que, por esa fatal perversión que atrae a los espíritusdesemejantes, no había visto sin un doloroso interés y una turbaciónprimaveral, aquella rica hermosura de hombre, airosa y firme, puesta porla naturaleza como vestidura a un alma escasa, tal como suelen algunoscantantes transportar a inefables deliquios y etéreas esferas a susoyentes, con la expresión en notas querellosas y cristalinas, blancascomo las palomas o agudas como puñales, de pasiones que sus espíritusburdos son incapaces de entender ni de sentir
18.
Edición y notas
19.
ésta; la agilidad en las notas y el aumento en el ritmo provocan en la persona un
20.
el elemento de control que significaban las notas o calificaciones antes de esta ley
21.
ingenua, ydespués, hacia las últimas notas, se oprimía el corazón
22.
Primero, las notas aisladas e incoherentes de la introducción eran lasmanchas verdes de los
23.
Las quejumbrosas notas del acordeón se elevaban y
24.
delas notas que producía; y con frecuencia también, en aquellos días enque su corazón
25.
cuales seproducen, mediante la aplicación de los dedos, muchas notas, queguardan entre sí relaciones
26.
de1782, poniendo notas al tratado; y en la del artículo 8
27.
permiteañadir notas y marcadores, escoger la disposición de lectura de loslibros (páginas individuales o en modo libro o sea, con páginasopuestas), y también visualizar las cubiertas en una bibliotecapersonal
28.
entretejido de hipertextos y de unespacio común de notas y comentarios sobre el trabajo que se
29.
«Por todo lo que precede se ve que las colecciones botánicas del señorde Orbigny, junto con las notas y los
30.
Bien notas, escudero fiel y legal, las tinieblasdesta noche, su
31.
Edición española con notas y
32.
notas en inglés para el estudio
33.
Edición españolacon notas y
34.
NOTAS DEL LIBRO CUARTO
35.
cuales semezclan las notas agudas del violín y los sonidos
36.
Suenan las trompetas; con las notas agudas de los clarinetes,
37.
arrastraba las notas de un modo tan lamentable
38.
El órgano salmodiaba las graves notas de los oficios de
39.
lo lejos,las charangas militares repicaban las bélicas notas del
40.
de veces sus eternas notas románticas
41.
lacuestión; volúmenes de notas se han cambiado, sin que aun se
42.
queJenny pronunciaba las últimas palabras y emitía con punzante sentimientolas notas de la cadencia
43.
tremebundos, muy roncos y muy lentos, como las notas delpiporro en las procesiones de la catedral
44.
nuevos indicios en las últimas notas del diario, allí mismodonde
45.
sacar en limpio las notas quehize, y embiaroslas Sor
46.
los Gelves en 1510, sonde consultar, á más de los autores citados en las notas anteriores,Luis del Mármol,
47.
su limpieza,conservada largos años sin notas de infamia
48.
por lo que ellas valen, que por el conato de usted deamenguar con sus notas los
49.
Desde lasprimeras notas hubo en la sala
50.
y digo que no lo hubiera encontrado, porqueentre tantas apuntaciones y notas como en
51.
ahora estoy escribiendo un tratado completo con notas
52.
» Estaexageracion es intolerable: los argumentos que en las notas aduceLa-Mennais para probar la
53.
posterior de la furgoneta por un rato antes de que volvieran con el bloc de notas
54.
que yo había estado ahí, uno de ellos había estudiado mi letra en el cuaderno de notas antes de
55.
Sugirieron que él hiciera las notas que el
56.
III) las notas siguientes: 1
57.
el cual también dice en sus notas cosa igual a lo dicho por Balagtás
58.
CINCO NOTAS AL CAPÍTULO OCTAVO DE LOS "SUCESOS DE LAS ISLAS" del Dr
59.
notas de una oracion ó de un lamento
60.
Sonaban lejos las notas
61.
Las notas se expresaban con letras, se seguíanlos tonos frigio, lidio, etc
62.
escribientes y las notas números
63.
Escuchábales el duque con atención, tomaba notas, hacía objeciones,procurando
64.
de la voz que lo canta; es en la maneracon que algunas notas se
65.
compuesto de muy pocas notas, es dificilísimo cantarlo bien
66.
con ese furormelomaníaco, con esa inundación de notas que por
67.
notas y desfigurándolo hastaconvertirlo en empalagoso canto de iglesia
68.
luego desapareció en la selva,elevando hacia el Cielo las notas
69.
convertía en una habanera, y ésta aparecía al final con las notas de La Marsellesa o de un himno
70.
Edición crítica y notas por Esteban Rodríguez Herrera
71.
Solamente el Himno Nacional tiene notas comparables a las
72.
notas en quese lo han pedido todos los jefes de policía habidos
73.
Notas autobiográficas in La Ilustración Española y 275Americana, Enero 30, 1889; Blanco
74.
—¿Pero filan también las notas en el Congreso?—preguntó
75.
Edición españolacon notas y vocabulario en inglés
76.
con notas eninglés para el estudio del español en Inglaterra y
77.
aparecieron las notas difusasde cada paisaje en el ambiente de
78.
parecía decirle con el gesto, ya que no con la palabra:«Apesar de esas notas y esos
79.
castellano, con notas y observaciones, por Siro García del Mazo;segunda edición,
80.
AUMENTADA CON NOTAS CRÍTICAS Y UN ESTUDIO SOBRE LA VIDA Y
81.
como el que está dentro de un organillo produce laarticulacion de las notas musicales, dando un sentido
82.
—Tome usted dos notas
83.
—Quedó más tranquila, mucho más tranquila, y diciendo esto desapareció,dejándome las notas
84.
Derecho internacional,con notas de D
85.
primera vez, conintroducción y notas por D
86.
Apuntadas brevemente mis impresiones generales en los viajes, y recojidos mis extractos y notas, aunque
87.
Las últimas notas se confundieron con el gorjeo de un precioso pájaro,de plumaje tan bello como
88.
Pendergast no hizo el menor ademán de tomar notas, sino que lo memorizó todo
89.
Las notas que salían de su boca reverberaron en el espacio cerrado
90.
El «Mantenedor» estudió las notas y dijo:
91.
—Hayward miró sus notas y se inclinó para pulsar el botón del intercomunicador—
92.
Los recuerdos acudían en tropel, sin seguir ningún orden aparente: ella y su hija tirándose de cabeza al lago desde el embarcadero, abriendo el sobre con las notas del examen de acceso a la universidad, haciendo el pavo al horno el día de Acción de Gracias, cogiéndose la mano ante la tumba de su marido
93.
Pues bien, hace un par de meses me entregaron a mí uno que contenía las notas de mi padre
94.
Es un personaje que frecuenta las conferencias arqueológicas, desde San Francisco hasta Jerusalén, y allí, instalado en las primeras filas, toma muchas notas en un pequeño cuaderno amarillo
95.
En cada línea el tiempo corre horizontalmente y la frecuencia del sonido va de las notas bajas a las notas altas, verticalmente
96.
Los editores lamentan la omisión de los nombres de cualesquiera personas e instituciones que habría mencionado de haber estado en condiciones de terminar estas notas
97.
Muchas veces la sorprendí escribiendo notas en el libro: no dejaba de decirme que, cuando una mujer ama, no puede hacer lo que Manon hacía
1.
Siento las hojas moverse y en el color de sus haces noto el fl uir de las estaciones y sé, a ciencia cierta, si estás alegre o no
2.
lo que llaman ahora la hig-life, que suele dar ejemplo y tono, noto yo en España
3.
refierecomo una determinacion á su sujeto; y noto la identidad delsujeto en el tiempo en que la
4.
No noto una segundaexplosión y los
5.
—Y aquí noto alguna variación
6.
que noto en esta regia estancia, consiste en que laprofusion en el ornato, la quita esplendidez en el
7.
Meto la mano, noto el roce leve de las vainas en la piel, el repiqueteo impaciente de las semillas
8.
—Estoy en un estado tal que ya ni lo noto
9.
Sofia empieza a estar harta de Squeak, yo se lo noto en las orejas
10.
Noto una punzada en el corazón, pero me he olvidado de lo que significa esa sensación
11.
Me sube un eructo del bloqueo intestinal y noto un sabor ácido en la boca
12.
¡Eso es fastidioso…! Yo quiero algo más que semejantes goces mezquinos… Pero, chico, nos engolfamos en una conversación estrafalaria, y noto que estoy impertinentemente comunicativo
13.
Cada vez que consigue llamamos, lo noto más agobiado por el horror y la situación atormentadora que está viviendo
14.
Hasta me parece que noto en las personas de afición filarmónica el prurito de componer himnos, y en las de armas tomar, ojeadas estratégicas para el emplazamiento de barricadas
15.
–¿Se encuentra bien? Le noto un poco pálido -dijo, y entonces vio las manos de Marc y lanzó un alarido
16.
El céfiro y el noto y todos los demás vientos se confabularon, airados, y se debatieron con fuerza sobre el hombre con lluvia de granizo y una tempestad fenomenal
17.
Noto una leve sensación de asfixia
18.
Enlazo mis dedos con los de ella y noto que el pulso se me acelera
19.
Aprieto los puños y noto como el amuleto de Kate se me hunde en la carne
20.
Y en este silencio noto una sensación extraña, como si hubiera perdido parte del brazo, un pulmón u otra cosa
21.
Lo noto con todas las fibras de mi ser, aunque, de momento, Arkarian no ha vuelto en sí
22.
Me meto la mano en el bolsillo y los motores destruyen la catedral, Me meto la mano en el bolsillo izquierdo de la chaqueta y los dos motores del Spitfire 808 destruyen el silencio de la catedral, Los dos motores del Spitfire 808 destruyen el silencio de esta catedral de luz, pero yo no me asusto porque estoy buscando mi moneda en el bolsillo izquierdo de la chaqueta, y eso ocupa todos mis pensamientos, Busco mi moneda en el bolsillo izquierdo de la chaqueta y así casi no noto que el Spitfire 808 se mueve en silencio sobre la pista mientras sus dos motores destruyen el silencio de esta catedral de luz
23.
¿Tienes idea de qué quiere hablarme? Hace días que lo noto algo extraño
24.
Noto que lo emociona el recuerdo de su madre
25.
Está vacío, lo noto por el peso
26.
¡Por fin en mi plaza fuerte! ¡Por fin poder descansar! Nada ha cambiado, ningún infortunio mayor parece haber sobrevivido, y los pequeños daños, que noto a primera vista, pronto estarán subsanados
27.
Escucho en diez lugares al azar y noto claramente el engaño, el siseo continúa igual, nada ha cambiado
28.
Está pasando por un cambio, lo noto, siento su evolución
29.
–¿Qué cordel? – Noto el rubor en la cara, el hormigueo del miedo
30.
–Te noto nervioso -dijo Pietro, y comprendiendo que no quería sino reconocer en los otros su estado, añadió-: Yo también estoy bastante nervioso, hoy
31.
Te noto a gusto
32.
Noto en la garganta un nudo de culpabilidad
33.
–Quiero mimarte -me dice, mientras noto su aliento cálido en el cuello
34.
A continuación, sus ojos se clavan en los míos y noto en ellos una terrible tristeza
35.
Lo noto en el suelo, dijo Sproule
36.
David noto que alguien le daba un codazo en el costado, haciendo que se soltara de la camioneta y se quedara atrás
37.
El veredicto irá según el resultado de la votación de los Juniors de Clustumina, lo noto en mis propios huesos
38.
Noto que las revoluciones del motor han disminuido, estamos aminorando la marcha
39.
Lo primero que noto al abrir la puerta principal de los X es que la calefacción está encendida
40.
Noto unas gotas de sudor que me resbalan por los costados
41.
Noto que está muy nervioso, lo cual me consuela porque yo estoy hecha un flan
42.
Noto que se le hace un nudo en la garganta cuando dice en voz baja:
43.
Noto un poco de materia fecal excretada en el ano, pero supongo que es resultado de una evacuación normal en el momento de la muerte
44.
jodido tirador de la puerta, no noto
45.
Cuando vimos el letrero desde la calle se lo dije a Daphne: «¿Qué pensaría el difunto dom Bernardo Ulhman Ramires si levantara la cabeza?» Pero noto que usted ni siquiera sabe quién fue dom Bernardo
46.
Aún estoy cansada, pero me noto el cuerpo mucho más ligero
47.
La primera deficiencia que noto aquí es que no hay cabeza
48.
Noto que algo se retuerce dentro de mí y recuerdo otra voz, la de Rue, en la arena, cuando le di el muslo de granso: «Oh, nunca había tenido un muslo para mí sola»
49.
Normalmente lo noto por los crujidos de la tierra del camino, pero con mi cansancio mental no lo había notado
50.
Le aparto los mechones de pelo rubio empapado de la frente y le noto el pulso fuerte en el cuello
51.
Noto sudor en la frente, pero ya que me he levantado y estoy mirando hacia ellos, tengo que acercarme
52.
Hay momentos en que no noto la fuerza de la gravedad, levito unos instantes
53.
De madrugada estaba de pie bajo una enorme roca, no lejos de los que dormían, cuando noto que uno de ellos estaba despierto, y tuvo la impresión de que hacia preparativos para marcharse
54.
Rob noto que la tierna sonrisa de su hijo se transformaba en algo distinto
55.
Noto que hay mucho en ella
56.
noto por aquí
57.
Lo único que noto es el aire
58.
¿Sabes que noto una gran sensación de bienestar, Jake?
59.
Lo noto en mis aguas
60.
Actualmente estoy bastante alejado de todo, como ocurre a menudo a los capitanes, pero noto que ella es muy popular entre los tripulantes, tanto que me sorprende que los oficiales no le hayan ofrecido aún un banquete para agasajar como es debido a una novia
61.
–Cuando empiezan, incluso noto el regusto del metal
62.
¿Quiere usted un vaso de agua? Le noto un poco sofocado
63.
Cualquiera en el mundo tiene enemigos; pero ¡Dios nos libre de los amigos! ¡Ay, estos amigos, estos amigos! ¡No, por nada me acuerdo de ellos! ¿Y qué? Si es así, yo olvido los sueños vacíos y negros; sólo noto, entre paréntesis, que no hay calumnia despreciable, inventada por el mentiroso en la guardilla, que no sea aceptada por la masa de la sociedad; no hay absurdo o epigrama callejero que no repita sonriendo vuestro amigo, sin maldad ni sobre pensamiento alguno, en un círculo de gente honorable; sin embargo, es tu protector, ¡te quiere tanto como un pariente!
64.
Noto una que me está reptando por la espalda
65.
- Pues de algún tiempo a esta parte, noto en la bondad de mi marido cierta exaltación de mal agüero, algo así como
66.
) Noto en ti no sé qué
67.
Noto cómo voy)ía a lo largo y la lengua se (creciendo
68.
Se llevan al muerto y lo meten en la ambulancia y deshacemos nuestro abrazo y noto la fría superficialidad del aislamiento cuando se la llevan
69.
El corazón me da un vuelco y a continuación noto la tensión acumulándose en el pe
70.
Mi jodida…, noto un acceso de celos y recuerdo que no es más que una puta y que son todo transacciones comerciales
71.
Noto la intensificación ) (de la embestida química y la vigorosa contracción del) (vientre, lo que significa celo renovado en el intento de)(arrojarme al olvido
72.
—Ya lo noto —dijo Fezzik—
73.
«¿Por qué no noto ninguna diferencia?»
74.
Noto vuestras emociones ahora
75.
Me noto los pies bien limpios
76.
Calypso balanceando mi sombrero ese viejo obispo que habló desde el altar su sermón largo sobre las más altas funciones de la mujer sobre las más altas funciones de la mujer sobre las chicas que ahora montaban en bicicleta y llevaban gorras de visera y los nuevos pantalones de mujer bloomers Dios le conceda cabeza y a mí más dinero supongo que los llaman así por él nunca pensé que mi apellido sería Bloom cuando lo escribía en letras de molde para ver qué tal hacía en una tarjeta de visita o entrenándome para el carnicero y saludos M Bloom estás blooming floreciente decía Josie después que me casé con él bueno está mejor que Breen o Briggs de abrigo o esos horribles nombres que acaban en bottom señora Ramsbottom o alguna otra especie de bottom Mulvey no me volvería loca tampoco o imagina que me divorciara de él señora Boylan mi madre quienquiera que fuera me podía haber dado un nombre más bonito bien sabe Dios con el que tenía tan precioso Lunita Laredo lo que nos divertimos corriendo por Willis Road hasta Punta Europa dando vueltas a un lado y a otro del Jersey se me agitaban y bailaban en la blusa como los de Milly pequeños ahora cuando sube corriendo las escaleras me gustaba mirármelos subía de un salto a los árboles de la pimienta y los chopos blancos arrancando las hojas y tirándoselas a él se fue a la India iba a escribir los viajes que esos hombres tienen que hacer al fin del mundo y vuelta lo menos que pueden hacer es dar algún que otro apretón a una mujer mientras puedan yendo a ahogarse o a saltar por el aire en cualquier sitio yo subí por la cuesta del molino de viento hasta el llano ese domingo por la mañana con el catalejo del capitán Rubio que había muerto como el que tenía el centinela él dijo que tendría uno o dos de a bordo yo llevaba ese traje del B Marche Paris y el collar de coral el estrecho brillaba yo veía hasta Marruecos casi la bahía de Tánger blanca y las montañas del Atlas con nieve encima y el estrecho como un río tan claro Harry Molly guapa yo pensaba en él navegando todo el tiempo después en misa cuando se me empezó a resbalar la enagua en la elevación semanas y semanas guardé el pañuelo debajo de la almohada por el olor que tenía no se podía encontrar un perfume decente en ese Gibraltar sólo ese peau d’Espagne barato que se pasaba y dejaba un hedor encima más que otra cosa yo quería darle un recuerdo él me dio ese feo anillo Claddagh de buena suerte que le di a Gardner cuando se fue a Sudáfrica donde le mataron esos bóers con su guerra y su fiebre pero les vencieron de todos modos como si eso hubiera llevado su mala suerte encima como un ópalo o una perla debía ser oro puro de 18 quilates porque era muy pesado todavía veo su cara bien afeitada frsiiiiiiiiiiiiiíííííífrong ese tren otra vez tono de llorar cuando en los días pasaaados que no volverán cerrar los ojos respirar mis labios adelante besar triste mirada ojos abiertos piano antes que sobre el mundo caigan las nieblas me fastidia ese lasn viene dulce canción de amooooor eso lo soltaré con todo el aliento cuando me ponga delante de las candilejas otra vez Kathleen Kearney y su pandilla de maullantes señoritas Esto señorita Aquello señorita Lootro pandilla de peditos de gorrión revoloteando por ahí hablando de política que entienden de eso tanto como mi trasero cualquier cosa en el mundo con tal de echárselas de interesantes como sea bellezas caseras irlandesas hija de soldado soy yo sí y de quién sois vosotras zapateros y taberneros perdone carreta creí que era una carretilla se caerían muertas de gusto si tuvieran jamás una ocasión de pasear por la Alameda del brazo de un oficial como yo en la noche de la banda los ojos me chispean el busto mío que no tienen ellas pasión Dios las ampare pobrecitas yo sabía de los hombres y la vida a mis 15 años más de lo que ellas sepan a los 50 no saben cantar una canción así Gardner dijo que ningún hombre podía mirarme a la boca y los dientes sonriendo así sin pensar en ello yo tenía miedo de que no le gustara mi acento en primer lugar él es tan inglés todo lo que me dejó papá a pesar de sus sellos tengo los ojos de mi madre y la figura en todo caso él decía siempre que los hay tan sucios entre esos paletos él no era nada así se moría por mis labios que se encuentren primero un marido y que sea de buen ver y una hija como la mía y a ver si pueden si pueden excitar a un fulano con dinero que puede buscar y elegir donde se le antoja como Boylan para que lo haga 4 ó 5 veces bien abrazados o la voz también yo podía haber sido una prima donna sólo que me casé con él viene de amoooor la vieja voz profunda abajo la barbilla atrás no demasiado hacerlo doble La Glorieta de mi Dama es demasiado largo para un bis en la vieja granja en el crepúsculo y los salones en bóveda sí cantaré Vientos que soplan del sur que él me dio después del asunto de las escaleras del coro le cambiaré ese encaje a mi traje negro para lucir mis pechos y sí ya lo creo haré arreglar ese abanico grande para hacerlas reventar de envidia me pica el agujero siempre cuando pienso en él necesito noto que tengo aire dentro mejor con cuidado no despertarle y que empiece otra vez a babearme después de que me lavé toda entera espalda y tripa y costados si tuviéramos un baño o mi cuarto sólo para mí de todas maneras me gustaría que él durmiera en una cama solo con sus pies fríos encima de mí nos daría sitio siquiera para soltar un pedo Dios mío o hacer la menor cosa mejor sí aguantarlo así un poco de costado piano duuuul ceahí está ese tren lejos pianissimo iiiiiiii una canción más
77.
—Yo diría que los noto iguales
78.
Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga
79.
Noto su mirada desde arriba
80.
Noto en él una indiferencia parecida a la resignación
81.
La distorsión se corrige electrónicamente; ni siquiera noto lo que se pierde
82.
Noto en la boca un sabor que casi había olvidado: el picante sabor de recibir lo que quiero, de recibir cuanto quiero
83.
Noto del grupo de investigación: la víctima estaba incluida en las Listas de Protección de Abuso del juego
84.
Pese a todo, noto su presencia
85.
–Pues yo no noto la diferencia
86.
No puedo ir con tanta belleza por el mundo sin ser castigada por ello: allí por donde paso despierto pasiones, y así como el explorador de las fuentes subterráneas nota los movimientos de las aguas, yo noto esas emociones
1.
—¿Lo notáis? —dijo Nijel arrugando la nariz—
2.
–¿No me lo notáis en el acento?
3.
Notáis el peso de las cuerda en la espalda
1.
En esas y otras comediciones me hallaba cuando noté que alguien se disponía a sentarse a
2.
Mientras avanzaba por el pasillo dejado entre las mesas, noté
3.
Noté en su expresión que realmente no se esperaba esa puesta en escena
4.
Por cuanto se refiere a ese cebo color miel que oscilaba en la punta del anzuelo, noté que
5.
cuando noté que la incomprensión mía le hacía sufrir
6.
Noté muybien en su cara una pequeña sorpresa y
7.
aspecto, laprofunda conmoción que noté en ella, al expresarme
8.
Apenas entró en casa, noté en su gracioso semblantecierta turbación, un estado
9.
Vi y noté la ocasión que allí se perdió de nocoger en el
10.
allí estaban; pero lo que más pename dio, de las que allí vi y noté, fue que, estándome diciendo
11.
Adela, noté que ella se extrañaba de mi proposición y, adecir
12.
tiempo noté con alegría que hacía pie
13.
Antonieta y Miguel quedaron solos y noté con pesar que
14.
Derepente noté que el arco de entrada era
15.
Ya fuera de la habitación, noté que Federico, en lugar de
16.
Noté por el cambio que se produjo en su semblante, moreno, cuánto lohabía
17.
con estudiada cortesía, y noté sus ligerasgesticulaciones al hablar, lo cual me hizo
18.
penes erectos y noté que estaba torcido hacia un lado
19.
A pesar de mi inexperiencia noté muy bien que la mirada del
20.
sucalurosa conferencia, en que alternaba la lectura con los más enérgicoscomentarios, noté que
21.
Pues mire usted, la misma diferencia de son que noté en lacorneta de aquel majadero de
22.
Noté que estaba a punto de estallar cuando el viejo declaró que que quería cargar sobre sí el sufrimiento de los judíos en Auschwitz
23.
Cuando noté, después de varios minutos, que mis piernas eran capaces de sostenerme, me incorporé y caminé rodeando el cuadrado de rejas
24.
Yo noté repentinamente una gran frialdad
25.
Golpeé ciegamente y noté que tras el impacto un cuerpo se apartaba de mi paso
26.
Noté que los dos llevaban rifles de repetición y pesados revólveres Colt
27.
Parecían muy preocupados y noté que un par de lágrimas rodaba por las mejillas de Claudine
28.
Noté que había dejado un rastro de sangre a lo largo del trayecto hasta el murallón, pero no perdí tiempo en solucionarlo porque no me gusta mojarme
29.
Al mirarlo con mayor atención noté que su peluda superficie parecía la de un cactus cubierto de espinas
30.
Noté que me quedaba blanca
31.
Noté que otras escaleras descendían a este vestíbulo
32.
Mientras bajábamos la escalera, noté que Pervinca tenía una expresión decepcionada
33.
Noté que la gente en los pasillos aminoraba el paso para observar a Ryan y a Diane
34.
Miré a Diane y noté una expresión de pánico en su rostro
35.
Ryan me sonrió y noté que el corazón me daba un vuelco
36.
Noté que se me encogía el pecho y los ojos me comenzaban a arder
37.
Noté la sorpresa que reflejó la mirada del abogado antes de que la reserva profesional pusiera de nuevo una máscara en sus facciones
38.
Vi la mueca de desaprobación en su cara, noté también —al contrario que la anterior vez— las ganas de deshacerse de su interlocutor
39.
Lo noté en sus caras, lo intuí en sus conversaciones
40.
Noté su respiración en mi espalda y su mano luego agarrándome con fuerza el hombro, tomándome con las dos manos la cara, dándome un beso
41.
Volvióse hacia Thora Grey y noté una leve variación en su voz
42.
Ya noté la noche pasada que la emoción le había trastornado mucho
43.
A mi llegada, los encontré a los dos en la biblioteca, y noté que ella estaba muy trastornada
44.
Y, finalmente, noté como algo en mi interior se rompía
45.
Noté que Jake cruzaba el badén que había justo antes de llegar a la puerta principal de Westmore
46.
Sólo yo noté que entregó la cuerda del patíbulo a un indio y éste se la llevó de inmediato, antes de que a alguien se le ocurriera examinarla de cerca
47.
Me asomé a la plaza y noté la tenue luz de una antorcha en el techo de la casa de Aguirre, donde habían puesto a un soldado de vigía
48.
Fueron apare-ciendo las botellas de aguardiente y champaña, los aromáticos quesos del campo, los delicados fiambres de cerdo preparado en casa, los pa-nes y tortas envueltos en blancas servilletas de lino, pero noté que ella comía muy poco y no probaba el alcohol
49.
No noté nada
50.
El frío fue el primero en despertarme con las primeras luces y lo noté en los huesos
51.
A la mañana siguiente, noté la diferencia incluso antes de abrir los ojos
52.
Noté la presión de los dedos de Balthazar en mi brazo
53.
Mi madre quería continuar, se lo noté en la cara
54.
Estaba apretado contra él y noté sus tendones, sus huesos, el propio contorno de sus manos
55.
La presencia parecía merodear por las proximidades de las criptas y noté claramente sus movimientos cuando se retiró hacia los árboles del fondo
56.
Noté una gran conmoción en aquello, en aquella presencia, y tuve la certeza de que huía de mí muy rápidamente
57.
El viento soplaba por las puertas abiertas y noté una extraña frialdad en las extremidades, junto a la impresión de tener los ojos de cristal
58.
Noté que el miedo se concentraba en su interior e irradiaba de ella, mientras, titubeante, observaba las estrellas apagándose en el cielo
59.
Vi campos iluminados con antorchas en los que no había estado jamás, escuché difusos encantamientos y noté en el rostro el calor de voraces fuegos
60.
Y en ese instante noté los dos ardientes colmillos que se clavaban con fuerza en mi cuello hasta alcanzarme el alma
61.
¿El estallido de un cañón transportado por el eco a través de valles y pasos de montaña? Lo noté en los huesos
62.
Noté en la boca un gusto a tierra arenosa
63.
Noté que aflojaba el abrazo, al tiempo que se detenía ante un enorme portalón
64.
Noté el poder que surgía de su interior, el leve calor de su fuerza invisible, y escuché abrirse la cerradura interna de las puertas del tabernáculo
65.
Noté el peso misterioso de su convicción, percibí su tristeza
66.
»Pude oír los latidos de mi corazón y noté la punzante humillación de la cobardía
67.
Por primera vez, percibí una comunicación en imágenes surgiendo de él y noté que me había permitido verlas porque no estaba seguro de la respuesta
68.
El aroma de las flores y del incienso se hizo súbitamente abrumador y noté un nudo en la garganta
69.
Noté las manos en los costados de la cabeza
70.
De nuevo, sus ojos me repasaron como una caricia y noté en él una excitación apenas contenida, una fiebre que podía percibir como el calor del fuego cercano
71.
Lo noté como la abrasadora iluminación sobre los poros de mi piel, en las raíces de mis cabellos, en el grito amplificado de Dama Dura cantando la siguiente estrofa; mis ojos recorrieron todos los rincones del recinto mientras el anfiteatro se convertía en una gran alma gimiente
72.
De pronto, noté un brazo en torno al cuello
73.
Y noté cómo el cuerpo de Louis se revolvía, y oí el sonido de su puño al golpear la piel y el hueso sobrenaturales detrás de mí, acompañado de una maldición apenas susurrada
74.
Noté que empezaba a perder el conocimiento
75.
[57] al volver noté que la conversación había variado
76.
Entonces noté en el semblante hosco y sombrío de Jean-Jean una alteración muy visible que no era ciertamente la que produce el miedo
77.
Incluso en la oscuridad, noté el rubor en sus mejillas
78.
Todavía llevaba puesto su vestido de noche, y enseguida noté que parecía preocupada
79.
En mi regreso a Caracas noté muchos cambios
80.
Ahora bien, una vez pasada la premura y la excitación del encuentro, a pesar de sus amables palabras y de sus miradas cariñosas, noté en su semblante algo que me deprimió
81.
Las amargas lágrimas que en secreto había derramado durante tantos días se secaron en su fuente y noté que recobraba el poder de aguantar y de resistir, a la vez que percibía la violencia de la pugna venidera
82.
y yo noté que los frailes habían lustrado los zapatos del profeta, domado a fuerza de brillantina las guedejas de apóstol y cubierto las piernas con pantalones almidonados, mientras el enfermero, llamando a mi padre, le entregaba una cajita de comprimidos,
83.
Y mi tío a mi madre, muy compuesto, bendiciendo discretamente los laureles, tan discretamente que sólo yo lo noté,
84.
Por la noche, aquí, le noté bastante aplanado, taciturno, contestando poco y mal a los hombres políticos que vinieron a verle
85.
Esto me dijo en lugar donde nadie podía escucharnos, y en él noté una extraña inquietud y desconcierto del ánimo por la inaudita novedad del vencimiento de los españoles
86.
Noté en ella una lividez extremada, y vibración rápida de los músculos de su boca
87.
Noté que la cara de mi amigo se aclaró cuando el americano dejó la habitación, y la mirada de pensamientos confusos habían desaparecido
88.
Al ver esto, noté que se alejaba rápidamente el rumor de las ninfas que iban delante
89.
Al amanecer, noté que el tiroteo había disminuido considerablemente
90.
Noté que le ponía el miedo en el cuerpo
91.
Metí la mano en el bolsillo y noté que las cuentas de vidrio se me enroscaban en los dedos
92.
El estómago se me encogió al imaginar el sufrimiento del pobre Rémy y noté el picorcillo de las lágrimas en los ojos
93.
Noté que se elevaba el borde del colchón cuando él se levantó de la cama
94.
Cuando la hube cruzado, noté un leve toque en la espalda
95.
Mi silencio formuló la pregunta y noté la irritación en su voz cuando la respondió:
96.
Noté que Lucy se inclinaba sobre mí desde el borde de la cama
97.
Cuando por fin noté una mano fría en un lado del cuello, comprendí que alguien estaba buscando signos vitales porque debía de parecer muerta
98.
Noté los cables amarillos de aire conectados a tuberías en las paredes, el torno de acero en la puerta, a través del cual pasaban las bandejas con la comida, que eran irradiadas con luz ultravioleta cuando se las llevaban
99.
Noté un dolor sordo en el pecho
100.
Noté que el comentario picaba el interés de Wesley