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    Usar "novelón" en una oración

    novelón oraciones de ejemplo

    novelón


    1. En Literatura moderna y clásica están a la altura de su cocinera; no les ha entrado en el entendimiento más que la comedia o el drama del día que han visto en el teatro, y algún novelón sentimental, tal vez empalagosa leyenda de caballeros tontos y sultanas redichas, que han leído en el Semanario Pintoresco, o en el folletín del periódico de la casa


    2. cuando lees algún novelón tierno


    3. Fischer?, desde luego no en el encerado parqué de Suhrkamp; no, era un local alquilado por Luchterhand); ligeros de pies como siempre, Anna y yo, nos buscamos y encontramos bailando, a los acordes de una música con ritmo de nuestros años jóvenes -¡Dixieland!-, como si sólo bailando pudiéramos salvarnos de aquella barahúnda, de aquella inundación de libros, de todas aquellas personas importantes, escapar así ágilmente a su cháchara -”¡un éxito! Böll, Grass y Johnson son los ganadores…”- y al mismo tiempo superar, girando rápidamente, nuestro presentimiento: ahora acaba algo, ahora empieza algo, ahora tenemos un nombre, y eso con piernas elásticas, muy apretados o a la distancia de las yemas de los dedos, porque aquel murmullo de los salones de la Feria -”’Billar’, ‘Conjeturas’, ‘Tambor de hojalata’…”- y el susurro de aquella fiesta -”por fin ha nacido la literatura alemana de la posguerra…”- o bien partes militares “a pesar de Friedridh Sieburg y el ‘Frankfurter Allgemeine Zeitung’, hemos logrado romper el frente…”- sólo podían oírse de pasada, locos por la música y sueltos, porque el Dixieland y el latido de nuestros corazones eran más fuertes, nos daban alas y nos hacían ingrávidos, de forma que el peso del novelón -setecientas treinta páginas- se había suspendido en el baile y nosotros ascendíamos de edición en edición, quince, no, veinte mil, y entonces Anna, cuando alguien gritó: “¡treinta mil!”, y conjeturó contratos con Francia, el Japón y Escandinavia, de pronto, como estábamos sobrepasados por el éxito y bailábamos desprendidos del suelo, perdió su combinación de tres volantes, ribeteada con una tira de ganchillo, cuando el elástico cedió o perdió, como nosotros, toda inhibición, con lo que Anna, liberada, flotó sobre la prenda caída, la empujó con la punta del pie libre hacia donde teníamos espectadores, gente de la Feria, lectores incluso que, por cuenta de la editorial (Luchterhand), celebraban el que era ya un best-seller gritando:


    4. No eran sólo los ojos, sino la atención: algo le impedía concentrarse en la habitual lectura de su novelón


    5. Por último, se tomaba una cena ligera de fruta y embutidos y se sentaba en el sillón de orejas a leer un libro, a ser posible un novelón de principios de siglo, una mala literatura melodramática que le gustaba mucho porque estaba llena de personajes: y como él llevaba una vida tan solitaria… El volumen que ahora estaba leyendo se titulaba “Un viaje a Vetusta” y era de un tal José Miguel Munardo, un oscuro escribidor de los años veinte que intentaba remedar “La Regenta” con poca gracia


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    novelón in English

    novelistic