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    Usar "servir" en una oración

    servir oraciones de ejemplo

    servido


    servimos


    servir


    serví


    servía


    servíamos


    servían


    servís


    sirve


    sirven


    sirves


    sirviendo


    sirvo


    1. cuestionaba lo esencial de la relación entre servidor y servido, pero que distendía la atmósfera


    2. de un gabinete añejo, de casa solariega, que había servido a varias generaciones de adustos y


    3. Mientras aguardaba ser servido (la esmerada atención lo avergonzaba, llegando a


    4. Según lo refiere el hombre de ciencia francés Lolo Boussingault, por aquel entonces residente en Bogotá, en sus Memorias, esos jóvenes atrevidos y fogosos fueron instigados por el enigmático doctor Arganil, quien además de la inquina que sentía por Bolívar, pudo haber servido como intermediario de Francia” para crear un ambiente propicio al establecimiento de una monarquía en Colombia, contando incluso con la aprobación de importantes personajes del país, que así pretendían encontrar una forma de gobierno más estable y segura que la dictadura de entonces


    5. ayuda para muchas personas, les han cambiado la vida para bien, les han servido para abrir el corazón y les


    6. hasta que entró el cura de Los Baños áanunciar que el almuerzo estaba servido


    7. declaraciones que han servido para legitimar e incitar la violencia contra


    8. Domesticar la incertidumbre en América Latina raíces en las limitaciones del modelo de exportación agrícola que había servido al país durante mucho tiempo (Rojas, 1981)


    9. Cuando todo el mundo estuvo servido, me escurrí hacia la


    10. las esclavas amontonaron el pan en los canastillos, los mancebos coronaron de bebidas las cráteras, y todos los comensales echaron mano a las viandas que les habían servido

    11. guardar mi virtud y servido de guía en el ásperosendero del bien


    12. que le había servido de instrumento


    13. A las doce del dia fué servido el Señor Gobernador despacharlecon cartas en respuesta del pliego al Comandante D


    14. fuese servido, en que recibiría merced; yvisto por la ciudad y por su señoría el señor


    15. Sierpes, había servido ya en la primera época liberal decentro de los enemigos del


    16. loscuales me han servido para rectificar y formar el plano de la provincia,contenido en el mapa general


    17. elcumplimiento de su obligacion, y habia servido el mismo empleo en laexpedicion al norte, en


    18. tierra, aunque perdiese el salario de lo servido y lasesperanzas del gobierno de la prometida


    19. Su Majestad se hallara bien servido yahorrara de mucho gasto, y el Turco se quedara pelando las


    20. general al visorrey fuese servido deavisarle de lo que sucediese en la libertad de don Gregorio y

    21. consideración del mérito demi sobrino me ha servido de estímulo


    22. —Y cuanto se necesite; un aposento bien servido


    23. —Esa perdiz se ha servido en el almuerzo de la reina—dijoel bufón


    24. —El resultado ha sido que se ha servido en el almuerzode su majestad la reina una


    25. preparativos no hubieran servido denada sin la traición de Manuel Antonio, que


    26. Fray Diego había servido también en las filasdel Pretendiente


    27. servido en ladesgracia, emplearían a mi hijo en alguno de los


    28. Otros lavaban ysecaban los grandes aparatos que habían servido para la narcotización yel registro del gigante


    29. servido á los estudios especiales; en el de La Princesa de Eboli, de D


    30. juntasen con losdeputados que el rey enviaria en el lugar donde fuese servido, paratratar de la enmienda que se habia de dar á Berenguer por los daños quehabia recibido en la pérdida de las galeras, y en su

    31. descubren un hombre superior, han servido eficazmente para labrarleuna reputación


    32. aquellos de quien se han servido y sirven decorredores


    33. Lo comido por lo servido


    34. caliente, servido en un lebrillo


    35. había servido enla guerra de la Independencia


    36. bien servido con castigar vuestra audacia


    37. viejos habían servido para su construcción, igual que en elbarrio de las Carolinas


    38. queindudablemente habían servido de adorno a los cubiertos antes decomenzar el


    39. La instrucción le había servido pararozarse con los privilegiados, conociendo las


    40. y obraba como si hubiese servido en el ejército de la Liga

    41. UNA de las cosas que más le han servido a Alemania es la afición a lamúsica


    42. En este viaje había servido de guía ó «baquiano» á unsabio de Europa, recomendado


    43. les habían servido para llevar hastala estación todo lo que


    44. ¿De qué ha servido lo del


    45. cuantasviandas les han servido a la mesa; hasta los dulces, si los


    46. de vino de la tierra servido a las casas; y la vieja leescuchaba con la atención de una


    47. que si Dios fuese servido quedel todo hobiesen cesado con el


    48. puso en un cerrillo á la ver; y siendo Dios dello servido,


    49. pan ymanteca, bien servido, ¿eh?—y con el mate en la mano se


    50. vino á anunciarle que el almuerzo estaba servido, el cuadro se destacaba de un modo encantador














































    1. —Pero reconocerá usted que de algo servimos y que préstamos a la naciónun buen servicio


    2. —Al Emperador servimos —repitió el coro de miles de voces de la tripulación


    3. Todas las damas que en otro tiempo le servimos con fidelidad, estamos cansadas de presenciar las liviandades que han manchado el trono, y no queremos asociarnos a los escándalos que envilecen esta pobre nación


    4. Cuando la salsa esta en su punto, la vertemos sobre los filetes y servimos


    5. Para la guarnición, salteamos las coles de Bruselas una vez cocidas y las servimos acompañando al cordero


    6. Adornamos con el perejil picado y servimos


    7. Espolvoreamos con perejil picado y servimos


    8. Colocamos los filetes de gallo encima de la crema de guisantes que habremos puesto en el plato, adornamos con un chorrito de aceite de oliva y servimos


    9. Cuando el pisto este bien pochado, lo servimos en un plato y colocamos encima el pescado frito


    10. Cuando las truchas están bien asadas, las servimos en una fuente con los pimientos de piquillo

    11. Ahora servimos a Lord Bolton y al Rey en el Norte


    12. Este culto se aliará con la libertad a que servimos; la animará, la mantendrá, la encenderá, mientras que el teísmo es por esencia y por naturaleza el enemigo más mortal de la libertad a que nosotros servimos


    13. –No podía enfrentarme a la soledad -admite Clive mientras servimos la sopa a los agradecidos destinatarios-


    14. Entiendo que la única urgencia prevista es que se quede sin provisiones y la única razón por la que no baja es que no servimos whisky con las cenas en el hospital


    15. Servimos al Pontífice sirviendo a la Corona


    16. -Sí, señor… Como las chicas acaban de decir, le servimos mejor


    17. Si nos servimos de un símil irónico la situación se parece un poco a esos jóvenes alternativos que navegan incesantemente por Internet mientras los constructores se apoderan de las superficies urbanizables


    18. –Te preguntaba si seguíamos en la región de la cerveza, en el dominio, en esa parte del océano en que la cerveza que estibamos en puerto y que servimos al ritmo diario, absurdo, criminal, de un galón (¡ocho pintas!) por cabeza, sigue estando disponible


    19. Sin duda nos servimos apropiadamente de esa palabra, pues todos somos personalidades, morales y jurídicas, o lo que usted quiera


    20. Ya no convenimos para las reglas del juego y servimos en cambio como carne de catarsis, en aras de la purificación de un sistema triunfal que quiere ir por el mundo con la cabeza muy alta

    21. Servimos a domicilio


    22. Le servimos con fidelidad y nos sienta bien


    23. –La rapidez siempre es importante para los que servimos al buen dios


    24. —«Eso mismo -refunfuñó Clemens-, nosotros servimos a la justicia


    25. Nos servimos ensalada con cubiertos grandes de plástico


    26. Nosotros, Láquesis y yo, servimos a la otra fuerza, la que es responsable de la mayoría de los acontecimientos tanto de las vidas individuales como de la vida en su sentido más global


    27. Y, como todos los magos servimos al Séptimo en tiempos pasados, nos hemos visto condenados al exilio


    28. –Sí, puede servimos en algo


    29. Durante la década en que, tras terminar la Academia, servimos en el ejército, a mí nunca me abandonó aquel sentimiento de seguridad, la convicción de que los dioses me habían regalado un anillo de la suerte, secreto e invisible; de que no me podía pasar nada malo, de que estaba rodeado por sentimientos de amor y de confianza


    1. Felipe IV gustaba de ver pintar aVelázquez, tenía llave para entrar cuando quería en su estudio, hasta secuenta que permaneció en cierta ocasión sentado tres horas para que leretratase: pero en su carrera de criado de palacio le dejó ascender pasoa paso, toleró que se le pagara casi siempre con retrasos, resolvió encontra suya cuando tuvo desavenencias con algún alto dignatario de laservidumbre, como en 1645 con el Marqués de Malpica[95], y sobre todo lemantuvo en empleos que, obligándole a servir en bajos menesteres,hurtaban tiempo a su arte que fue como mermar su gloria


    2. Hízolo así, en efecto, en el año de1574; y á consecuencia de esto, ambas presentaron una solicitud,pidiendo que en adelante se les concediese la facultad de alquilarunidas los locales que habían de servir para teatros, de suerte que untercio de los productos y rentas se aplicase á reparaciones, etc


    3. El estar el Volcan 80 leguas de esta capital, no debe servir deobstáculo á su fundacion, pues todos los establecimientos de Américatuvieron sus principios distantes de los socorros, y no por esto dejaronde conservarse


    4. ¿Y de qué me va a servir si me veo entre rejas?


    5. momento, nos los iban a servir en bandeja, de todos modos, durante el transcurso de la


    6. medio de la niebla, por el estado de turbación en que se encuentran, y puede servir


    7. sería tan necesario que encarnaran espíritus con el objetivo de servir de canal del


    8. esas que siguen la ley del amor, para ver si nos pueden servir de ejemplo y


    9. es decir servir de escuela para la evolución espiritual


    10. Pero la experiencia demuestra que en vez de servir para esto, lo que suele

    11. Y en vez de servir a los demás ocurre lo contrario


    12. Para servir a todos aquellos altamente sofisticados telescopios y observatorios modernos? Por qué investigar los secretos del firmamento y no sólo para degustar la belleza y la perfección? Y aviones, pájaros mecánicos, los intrusos porque interfieren con la luz brillante de las estrellas, alcahueta a muchos amantes? Como admiré Icarus, retador de monotonía incrédulos burgués, que con los medios a su disposición, gravedad tirano naturales


    13. Nadie sabe para quién trabaja, pues esos ducados hubieran podido servir para sufragar los costos de la emancipación de América


    14. —Puedo, dijo, no obstante mis achaques y enfermedades, servir en la custodia militar de la ciudad


    15. control de la vida, pasa a servir a la conciencia


    16. El dinero ya no les va a servir para nada a los banqueros y a los tiranos, sí no tienen a quien comprar con ello


    17. —Para servir a vuecencia—dijo una voz en la puerta, y al mirar, encaróJacinta con la arrogantísima figura de Platón, quien no le pareció tanfiero como se lo habían pintado


    18. Desde que entró a servir en su ramo y en la categoría que le cuadraba, estaba el hombre que nocabía en su chaleco


    19. Toda la habitación le pareció a Lucía llena deflores; del cristal del espejo creyó ver salir llamas; cerró los ojos,como se cierran siempre en todo instante de dicha suprema, tal como sila felicidad tuviese también su pudor, y para que no cayese en tierra,los mismos brazos de Juan tuvieron delicadamente que servir de apoyo aaquel cuerpo envuelto en tules blancos, de que en aquella hora denacimiento parecía brotar luz


    20. En algunas casas no le dan nada y se quedan con latarjeta, que ya a él no le puede servir, puesto que ha estampado en ellael nombre del agraciado; pero en otras sí que le dan algo, enreconocimiento, sin duda, a su atención

    21. lesbianas puedan servir en ese cuerpo represivo


    22. en el suelo, con lasalas dispuestas de modo que podía servir para


    23. Si Ulises puede salvar su vida física con la ayuda de un árbol de higos, ésto sucede para que pueda continuar el viaje y completar su transformacióny servir de modelo a la transformación de los demás


    24. —¡Triste condición la de quiénestá obligado a servir a


    25. Aragón, iba a servir de mozo de mulas a un pueblo de Andalucía, en casa de la condesa de


    26. puestosen el duro trance de servir, se afiliasen con preferencia en las filasrealistas


    27. viene desde el aparador, con el ballesterode maza delante y el caballero que le ha de servir con la copa


    28. lavan los tajadores ófuentes de servir las viandas, los bacines, escudillas, etc


    29. para el momento en que sean llamados a servir a la defensa


    30. servir a los objetivos de la defensa conjunta de cuanto

    31. Luego esta experiencia puede servir para fomentar lacreatividad y reanimar las motivaciones de los poetas, porque éstoscomprenden que gracias al internet llegarán a ser leídos e, incluso, enel mejor de los casos, podrán corresponder con sus lectores y pedir suopinión sobre los textos


    32. Sus corrientes solo pudieran servir para lanavegacion


    33. en su fundacion, un presidio para los asesinos; mas hoy en diaestá destinado á servir de destierro á los


    34. municiones que pudiesen servir, y para que ély su tripulacion se embarcasen tambien para


    35. esto? que las cosas de los indios esten en tal estado, y se hallen en tal situacion que para servir al Rey y


    36. voluntad pudiera servir la quehabéis mostrado tenerme en el buen acogimiento que me habéis


    37. comodidad ofreciere, con la voluntad queobliga a servir a todos los estranjeros que dello tuvieren


    38. mozo—, a buen seguro que yo la llevara, que esotiene el servir a los buenos: que del tinelo


    39. de mandar que de servir, esperó a don Juan, el cualllegó a las


    40. bien,estas confidencias de la niñera podían servir de base a las

    41. el agua hacia hondonadas donde se estaciona en charcaspestilentes; las llenan de basura que debiera servir


    42. La duquesa de Gandía, pues, con muy buena intención, ycreyendo servir á Dios y al


    43. loca á esamujer—y comprendiendo que el servir á la reina, el sacrificarsepor ella, era


    44. —Por el contrario, señora, tengo obligación de servir al rey


    45. Uno, sobre todo, pudiera servir deejemplo portentoso por su pertinacia, resignación y fervor en


    46. Andrés preguntó a la tabernera si lespodían servir la comida en


    47. parecían servir depilares al firmamento, pensaba en el culto del


    48. arrepiento de ello, yme impongo la obligación de servir y


    49. Carlos X, a quienes había tenido elhonor de servir en el ejército


    50. Laguardia tenía tendencias a la dominación; le gustaba servir a losamigos,













































    1. me serví una segunda porción de lentejas


    2. Serví un tiempo á las órdenes del


    3. Cuando serví el café, todos los caballeros estaban en el comedor, pero eso fue un cuarto de hora antes


    4. Serví en ellas el café, que aún no había dejado de borbollar


    5. Serví enormes jarras de ron con fruta, que como buenos musulmanes los primos no probaron, pero los demás bebieron hasta rodar felices bajo las mesas y los que quedaron en pie bailaron en honor al recién llegado


    6. -Al del Centro, y serví bastante tiempo a las órdenes del duque del Parque


    7. Mientras el equipo se ponía en marcha y ejecutaba las tareas programadas, me serví una taza de café y me cambié de ropa


    8. Serví café en la cocina mientras Marino inspeccionaba una mesa cubierta de botellas de Marsala, parmesano recién rallado, jamón, trufas blancas, filetes de pavo salteados y otros ingredientes surtidos que iban a componer nuestra comida


    9. Me serví otra copa de vino e intenté considerar la aparición del merodeador como una mera coincidencia, una peregrinación inocente de algún amante de los paseos bajo la nieve, o tal vez de las inmersiones nocturnas


    10. Me serví un zumo de pomelo, esperé a que cesaran las recriminaciones y volví arriba

    11. En la cocina, serví el café


    12. Fiona había abierto uno de los pocos claretes buenos que quedaban en el aparador y lo serví con agradecimiento


    13. Entonces entré en casa y me serví un whisky malteado mientras esperaba la llamada de Cruyer


    14. Serví a Bernadette una ración de lo que resultó ser un espeso y nutritivo puré de verduras, donde dominaban las patatas, y que llenaba bien el estómago; tanto mejor


    15. Encontré un vaso en el cajón y me serví una ración doble


    16. Me serví otros cuatro dedos, Ya me estaba zumbando la cabeza y sentía una agradable pesadez en los miembros


    17. Me serví una generosa ración y me acomodé en mi sillón favorito, dispuesto a escuchar


    18. Era mi tribuno en la legión; yo serví en la séptima y ahora pertenezco al regimiento de carros


    19. Primero en Iberia, a la que reduje hasta que de sus minas de oro y plata manaban minerales preciosos que siempre terminaban en las arcas del Estado; luego en Italia, donde hice tanto daño a nuestro eterno enemigo que aún nos temen pese a negarnos la posibilidad de disponer de una flota o de los soldados necesarios siquiera para defender nuestras fronteras, y, finalmente serví aquí, en África, donde combatí contra los romanos con las fuerzas que pusisteis a mi mando


    20. Serví té para los dos y puse una nube de leche en el mío

    21. Me serví de mi conocimiento de casas semejantes para adivinar dónde podían estar las cocinas


    22. Mientras esperaba, me serví otro trozo de pan de maíz


    23. Y es bueno con aquellos que le sirven sin hacer preguntas, tal como yo le serví durante muchos años en mi mundo


    24. Le serví una pinta y tuvo para todo un día


    25. Fui a la cocina, le serví Courvoisier en la copa, volví a la sala de estar, se lo ofrecí


    26. Fui a la cocina, me serví más brandy y seguí leyendo Bajo las ruedas


    27. Cuando mi socio salió de la habitación, busqué por los cajones su botella de whisky y, cuando la encontré, me serví un buen trago


    28. Durante la guerra serví como voluntario en el cuerpo de Sanidad, principalmente en el frente ruso


    29. Yo puse una copa a su lado y le serví el vino


    30. Fui hasta el mueble de las bebidas y serví un par

    31. En el estudio de la puerta de al lado me serví un gran vaso del coñac de Weisthor, que me hizo un efecto mucho mejor que llenarme los pulmones del aire de Berlín, y con las cortinas corridas me sentí tranquilo para encender la lámpara de mesa y echar una ojeada por la habitación antes de registrar los armarios y los cajones


    32. Me serví una taza mientras escuchaba la voz del presidente Brown, que me llegaba desde los monitores:


    33. De modo que les serví de algo, a fin de cuentas


    34. Dirigí la campaña contra los pesticidas en Wirfil; trabajé como oficial de enlace con los cultivadores de habas y guisantes de Nueva Gorcherum; serví a las órdenes de la Asociación para la Selva Natural de Armongol


    35. Le serví a la señora Murdock un vaso de agua y se lo puse en la mano


    36. Desapareció por la parte posterior del apartamento y yo me serví otra taza


    37. Sin embargo, cuando le serví el desayuno en la caseta del timón y le vi gris y solo, sentí


    38. Tenía yo mucho que digerir, por lo que me serví otra copa y fui a rescatar a Kathleen de las garras de Papaíto Burns


    39. De vuelta en la cocina, me serví una bebida y me apoyé en la encimera para descansar los pies


    40. Pero, si me disculpáis, la última vez que os serví lo hice acompañado de Mat Cauthon, cuando os sacamos del agua antes de que los cazones pudieran engancharos

    41. Serví el té humeante en una taza


    42. Me serví una copa de coñac, encontré un cenicero y me acomodé al amor de la lumbre en un sillón confortable, con la guerrera desabrochada


    43. En el dormitorio, me serví un trago, bebí un poco y me puse a encender la estufa grande que estaba sellada con cemento en el rincón


    44. Después de cenar, quité la mesa y me serví un trago de coñac, me acomodé delante de la chimenea e intenté leer a Flaubert, pero no lo conseguí


    45. Me quité la gorra y el gabán mojados y me serví una copa


    46. Serví un poco del café que había traído Anna, Se lo bebió y me miró mientras me fumaba un cigarro


    47. Abrí una botella de buen Merlot y lo serví, mientras ella sostenía las copas


    48. Cuando les serví la pasta, ella se los devolvió


    49. Es éste: ¿Bajas las escaleras correctamente? ¿Glenlivet, viejo camarada? – Serví el scotch


    1. En el viejo caserón que nos servía de posada y en la


    2. Existe un testimonio muy interesante, dado por una guerrillera monarquista llamada Francisca Desprez, quien servía de enlace entre los partidarios de la causa real en Bretaña, y quien afirmó que en junio de 1795 ella había tomado parte en la liberación del Delfín, a quien ayudó a salir del Temple disfrazado de niña, agregando que había sido entregado a Charette, Jefe monárquico bretón


    3. La santa se corrió en el cofre que le servía de asiento para aproximarsea la silla en que estaba la otra


    4. En los doblecesdel cuerpo, las rodillas juntábanse a ratos con el pecho, y una de lasmanos servía de almohada a la nuca


    5. Al entrar en su casa, pidió másté, y mientras Tom se lo servía, le dijo en español:


    6. martirizaba el pechocon el asfixiante correaje, y servía a la nación y a la libertad, yendoa pasar la


    7. y el caserón del barrio de las EscuelasPías, relaciones en las que servía de intermediario Melchor


    8. hacían recordar la época en que él, pequeño, peroavispado por el desvío maternal, les servía de


    9. El correaje también servía para dos: uno llevaba la bayoneta en la cartuchera y


    10. Don Restituto se servía de una comparación

    11. sido un fraile lego que le servía, y elcual desapareció súbitamente, sin que fueran de


    12. reales[44] y en la «colación» que se servía después de laprocesión, compuesta de los


    13. Terminada la procesión, el convento servía un espléndido refresco á lossacerdotes y


    14. estaba junto, sí; yasí, el barbero del mayor servía al menor, en el cual tuvo necesidad unenfermo


    15. ambicionabael estanco y que servía de agente electoral a un


    16. piso bajo, servía de salón y comedor con puerta de comunicación parala cocina;


    17. vaciado que les servía de embarcación


    18. cuidado; luego, á una señal, latraviesa que servía de cerrojo á la enorme puerta, es precipitada alfondo, la compuerta se levanta y la masa impetuosa del agua corre confuror hacia la salida que le acaban de abrir


    19. de este líquido;por otra parte, el agua que servía de vehículo á todas las materias delalbañal, se encuentra así limpia por la operación química de las hierbasy raíces; recogida subterráneamente en los conductos


    20. Servía la duquesa á Lerma tan de buena voluntad, con tanbuena intención, ya lo

    21. Su ambición estaba personificada en el duque de Osuna,y Quevedo servía al duque


    22. Y enderezó los pasos hacia el gabinete que le servía de


    23. en torno de la cruz que servía de coronamiento a su


    24. tierra sin cultivar servía dedesahogo al pueblo


    25. El señor Juan servía á lascasas más importantes, por la


    26. Todo les servía para arriesgar el dinero que la fortuna les


    27. ¡Cristo! ¿Para qué servía, pues, el


    28. servía dealojamiento á muchos que iban al santuario de Loyola


    29. Lancia, servía de sitio de recreo y esparcimientoa la población, hasta cuyas primeras


    30. servía; ypreguntándola Cervantes cuáles fueran estos servicios,

    31. servía, en un silencio de sombras que resbalan, las vituallas másraras y los vinos más costosos


    32. levantaban, y un koolí,vestido de blanco, en señal de luto, les servía el té en un gran platoen


    33. su lado en la pequeña bohardilla que le servía de habitación


    34. Este servía en los dragones de


    35. estación no servía por ser de un caballo


    36. alero deltejado y servía de trastera


    37. existencia habían echado abajo lavidriera que servía de fachada, convirtiéndola en una puerta


    38. Al penetrar en el pequeño peristilo que servía de entrada a la


    39. lealtad y su profunda y sincera devoción alpríncipe a quien servía


    40. del joven servía de algo, mientras que lasangre fría que él estaba

    41. que encontraba su patria y su manera de gobernar enel amo a quien servía


    42. una vivienda de labriegos servía deescuela y de casa


    43. servía de puerta de escape


    44. vestido que el birlocho estaba el criado que le servía, yentre la vida del caballo y la


    45. destruyen el pensamiento, y arruinanhasta la conciencia, hasta todo lo subjetivo, que les servía de base


    46. Los hombres que yo servía eran hombres ricos y poderosos


    47. Esto violaba una de las reglas de Bob que todos los hombres a quienes yo servía tenían


    48. de una cierta manera cuando yo servía a los hombres


    49. Besaba galantemente las manosde la enferma y la servía con la devoción de un viejo


    50. mulos, y haciéndose cruces,la indignación que le causó, cuando servía en Córdoba a una













































    1. —Maighdin y yo servíamos en Murandy —intervino, impaciente, Lini—


    1. La ciudad de Valencia, y acaso también la de Sevilla, poseían ya en laprimera mitad del siglo XVI teatros regulares y fijos, no de esosmovedizos, que servían tan sólo para las representaciones de esta ó laotra compañía[289]


    2. al lago, en la que se servían bebidas y comidas variadas


    3. Hutx no recordaba para que servían, estas informaciones junto con muchas otras se habían eliminado de su memoria


    4. Por último, se servían de la carta de marear ó representación en unplano de la superficie de la tierra, en que se consideraba cadahemisferio como un cilindro cuya base era el Ecuador, y los meridianoseran paralelos


    5. lasdamas á quienes servían, ó para adular á los poderosos


    6. Los ramilletes servían después para decorar el altarcito de la Virgen,ante la cual ardía a todas


    7. un movimiento de repulsión ante aquellascabelleras greñudas y encrespadas que servían de


    8. servían deblanco todos los bebés de la orquesta


    9. servidumbre, que era numerosa;nos servían aparte


    10. del momento, servían de tema para sus discursos, y entodos ellos había largas

    11. de lo mismo, que les servían de puños, con cuatro dedosde brazo de fuera, porque pareciesen las


    12. aquella en la que las corrientes de aguano servían más que para hacer flotar algunas embarcaciones


    13. que sólo servían de una maneraaparente, abrió, y tomando un papel, al que hizo tres


    14. extrañas ygraciosas; servían de regocijo a los jóvenes del


    15. loscuales eran bienes adheridos a la casa y servían para todas las


    16. errores del Gobiernocentral, servían de sarmientos a la hoguera:


    17. servían, los colgaba de una cuerda y los mataba a palos


    18. por lostablones que servían de puente entre los buques y el


    19. para dar lasgracias a las buenas mujeres que la servían y para


    20. su vez, antes servían para sostener los techos; hoy adornan losrincones de los

    21. pesar de las raciones deidealismo y poesía que servían al público en forma de libros y piezas


    22. al trabajo y su mala cabeza erantemibles; daba dinero a los que servían de heraldos de


    23. consabida del sorbete, notabaque los mozos le servían más tarde y peor que á todo el mundo; porqueen el


    24. y llenando los claros que yo iba haciendo en los platosque me servían sin cesar


    25. por el suelo, sus estandartesy banderas, cuyas santas imágenes servían deescarnio á los


    26. Chateaubriand, servían de modelos en lasclases de dibujo; tal era el interés que


    27. Y ellos le servían con lamejor


    28. todos losque la rodeaban, lo bien que pagaba a los que la servían y la pocaesperanza


    29. largo delas paredes y servían de asiento a los espectadores


    30. abnegaciónllevada hasta el martirio ¿de qué servían? Cada día,

    31. servían deregocijo al aperador, y añadió con maligna intención:


    32. servían congran dificultad, pasándolos por encima de las


    33. En la mesa del señorito, se servían las botellas después de una


    34. la escasez sufrida en los yermos y picachos que les servían derefugio, los igualaban a todos,


    35. pobre y triste, que los que de ella se servían no cesaban


    36. el sueloy era de las que servían al hermano Gabriel para poner


    37. para lo cualles servían de blanco escudos colocados sobre las cercanas eminenciasdel


    38. Los castigos y penitenciasnada servían con ella


    39. Estas piezas de caza que servían para la manutención del Mosco eranlas únicas que


    40. que servían de albergue a los miserables

    41. vientos y demásaccidentes, era en efecto de lo que se servían


    42. todo aquel complicadomecanismo de que se servían los


    43. me servían de modelo


    44. Las beatas que servían de cuestores de palacio en el del GranConstantino, las del cónclave,


    45. piedras y resquicios que le servían de estribosen aquel descendimiento


    46. compuesto de informes retazos, cintas y recortes que, en puridad,no servían para


    47. jóvenescasaderas y para los conventos que las servían de


    48. Servían los camareros el helado, cuando sonó el fuerte


    49. servían de refuerzocerraban la puerta, la ventana y el


    50. Les servían para asir y mantener su presa,













































    1. —La reina sabe con cuánto celo la servís, cuánto os interesáispor ella, os tiene en


    2. O laváis platos o servís a los empleados del estadio y a los chicos de seguridad estacionados por el estadio


    3. Si alguna vez nos atacan los Otros, ruego a los dioses que tengan arqueros, porque no servís más que para detener las flechas


    4. —En ese caso, servís a los maestros equivocados en el Caos, príncipe


    5. –En ese caso, servís a los maestros equivocados en el Caos, príncipe


    6. Es a Cristo el Señor a quien servís" (Colosenses 3:23-24)


    1. ED/ cual seria la herramienta en su concepto, que sirve de pretexto, excusa y justificación, al proporcionar y propagar el eslogan publicitario de satanás, sobre el proceder del hombre, para excusarlo de erradas decisiones y estúpidas acciones


    2. » Don Juan de Jauregui opinó que «el valersede las manos es accidente que no ofende el ingenio e ingenuidad sumadesta ciencia, sino que habiendo de lograr sus efectos a ojos de todosse sirve de los colores y manos como el orador y filósofo de la tinta ypluma»


    3. Pero en rigor esta división es convencional: sólo sirve para clasificarsus obras con relación al tiempo en que las hizo


    4. Pasabocas: Alimento ligero, generalmente salado, que se sirve en las reuniones sociales, y que es ingerido de un solo bocado


    5. expresada en el oficio de 21 delpresente mes, por la cual se sirve V


    6. que de nada sirve poseerla en potencia, como una pura virtualidad expuesta en el museo del


    7. Vivir es luchar y en la pelea de nada sirve la inteligencia serena sin el


    8. sirve edificar un palacio digno de la reina de Saba en un lugar que está maldito


    9. Pensé, pensé, pensé, ¿de qué sirve pensar cuando se entra en el territorio de la muerte?


    10. encarnación en estas etapas sirve para adquirir experiencia y para que se desarrollen

    11. sirve la interacción con el mundo para desarrollarse, aprender a hablar y a caminar,


    12. trata de un mensaje bueno y útil, que llega al corazón y sirve para avanzar en el


    13. sirve para avanzar en el sentir y el amar


    14. que sirve para ganarse algún lugar privilegiado en el cielo después de la muerte


    15. De qué sirve tener una familia, y luego cuando los niños son los mismos, la sangre de su sangre, el primero en pisar


    16. Encantado con su cómodo sin escuchar la campana odiosa que implacable, a 7:30 de la mañana, consternada muscular, que durante mucho tiempo estaba en forma del tambor, perdiendo la forma de arte natural que sirve como destino para las flechas de Cupido caliente


    17. Qué delicioso sabor en la ropa! Y eso era estúpido cuando Rudolph Valentino, la ilusión de hacer playboy, vestido con un smoking! ¿Quién está más considerada por las mujeres? ¿Quién lleva dos colores solamente, o todos aquellos que utilizan el iris? Y en Nueva York, lo que es una gran ciudad cosmopolita! Como muchos puertorriqueños buena, por ejemplo! Imagínese, son también feminista y tan hábil que incluso pueden encontrar un trabajo con sus esposas, que hacen valioso servicio social a la ciudad todas estas "amas de casa" diligentes y si luego, algunos inquilinos se enferma con una enfermedad de la antigua diosa griega, qué importa! Sirve para transmitir, el nuevo Santa Claus, que también ha hecho su moral modus vivendi


    18. El órgano masculino ha sido reemplazado con un cilindro de igual tamaño, proporcionado la base para una pequeña antena retráctil que sirve su radar y de alarma, en caso de cualquier anormalidad en el sistema nervioso autónomo; cualquier necesidad fisiológica es transportado en el esfínter anal


    19. Ante esta situación, de nada sirve que la tecnología


    20. El mundo sin dinero efectivo sirve tanto para

    21. Comunicaciones 86 que sirve para trasponer la Directiva


    22. veces sirve para aligerar algún lastre


    23. Lo que esta advertencia significa es que el investigador admite que el producto de su esfuerzo es preliminar y limitado, que contiene sus específicas y diversas preferencias y que sirve para justificar variados propósitos


    24. - El proceso de decisiones parlamentarias no sirve solo a la legitimación, sino que más bien está sujeto a ella


    25. Y también sirve especialmente para garantizar la participación de individuos y grupos, cuya influencia sobre los procesos de discusión y toma de decisiones intraparlamentarios justamente no es un argumento contra la publicidad de los procesos


    26. Sirve los directos intereses de la organización política


    27. - Sin duda, el trabajo de capacitación que "sirve en primer lugar al trabajo de formación política que, sin embargo y en atención a las premisas conceptuales establecidas, solo puede ser parcial


    28. Los objetivos formulados por los partidos ilustran claramente que el trabajo de capacitación interno sirve a la formación de los propios cuadros políticos


    29. B) Por otra parte, los medios informativos también pueden ejercer efectos más significativos durante fases diferentes de la campaña, por lo que Arterton manifiesta que Patterson reporta cambios marcados en la información del votante sobre los candidatos y sus proposiciones políticas en la primera etapa del proceso nominativo, cuando la identificación de partido no sirve como indicación del voto


    30. Hasta el drama en las relaciones sirve de reemplazo para esa sensación de vida

    31. consciente que le sirve de telón de fondo a la actividad


    32. Bueno, pues te mereces el yan, niño, sirve un par de mesas pa quedar bien,


    33. —O bien mala la masa de que se sirve


    34. causar elempobrecimiento, el oprobio y la ruina del Estado á quien sirve


    35. me sirve el estado en que hoy seencuentra? Solamente para


    36. No sirve rebelarse, lo que sirve es aceptar la humillación y hacer de ella un tesoro


    37. En el Manifiesto del Cosmo-Art está escrito que el dolor sirve para crear y Anna Agresti ha dado forma concreta y visible al justo uso del dolor, creando una nueva identidad dentro de sí misma y creando una asociación para los jóvenes


    38. inútiles lasprecauciones; de nada sirve el aislamiento; de nada


    39. rodar de los coches y el barullo de losómnibus, les sirve de escolta


    40. mástilplantado en el suelo y que sirve de apoyo altecho

    41. Dios con esto se sirve, bien lo vedes, varones


    42. El ciervo es el gran siervo de don Carnal,le sirve ligero y


    43. mano izquierda, mientras que la derecha toca las teclas delinstrumento, que están en la tabla que sirve de


    44. Clerizón ó clerizonte es monaguillo que sirve enel altar ó en el coro á los clérigos con sotanilla y


    45. animales, con aleznas de espinas,pintarlas y adornarlas para el uso de ellas, de los toldos, y para sobrelos caballos en que andan los indios: y tienen la precaucion de que lacaza que toman hoy les sirve para comer mañana, y así viven hasta que seles apura la caza ò llega el tiempo de mudarse á otra parte


    46. oficial 1, que sirve para toda una semana, mientras que en


    47. Pierre Schweitzer, el diseñador del software Mot@mot que sirve parareorganizar el diseño de los facsímiles digitales insiste sobre lautilidad de ambos modos de digitalización


    48. pólvora con que cazan los antas y otros animales selváticos cuyacarne les sirve tambien de alimento


    49. losYuracarees, sirve tambien para lo mismo


    50. Interjecction que sirve para llamar la atención dealguno














































    1. que sirven para transmitir esa información han cambiado


    2. «Estos franchutes, decíaal tiempo de sentarse, son todos afeminados; no sirven más que paratenores y bailarines


    3. a quienes sirven o con las actividades que realizan


    4. Busca por aquí, busca por allá, vio al fin junto a la acera por la partede la plaza una de esas hendiduras practicadas en el encintado, que sellaman absorbederos en el lenguaje municipal, y que sirven para darentrada en la alcantarilla al agua de las calles


    5. De modo que, como conel cultivo de la inteligencia vienen los gustos costosos, tan naturalesen los hispanoamericanos como el color sonrosado en las mejillas de unaniña quinceña; como en las tierras calientes y floridas, se despiertatemprano el amor, que quiere casa, y lo mejor que haya en la ebanisteríapara amueblarla, y la seda más joyante y la pedrería más rica para que atodos maraville y encele su dueña; como la ciudad, infecunda en nuestrospaíses nuevos, retiene en sus redes suntuosas a los que fuera de ella nosaben ganar el pan, ni en ella tienen cómo ganarlo, a pesar de sustalentos, bien así como un pasmoso cincelador de espadas de taza, quesabría poblar éstas de castellanas de larga amazona desmayadas en brazosde guerreros fuertes, y otras sutiles lindezas en plata y en oro, nohalla empleo en un villorrio de gente labriega, que vive en paz, o alpuñal o a los puños remite el término de sus contiendas; como connuestras cabezas hispanoamericanas, cargadas de ideas de Europa yNorteamérica, somos en nuestros propios países a manera de frutos sinmercado, cual las excrecencias de la tierra, que le pesan y estorban, yno como su natural florecimiento, sucede que los poseedores de lainteligencia, estéril entre nosotros por su mala dirección, ynecesitados para subsistir de hacerla fecunda, la dedican con excesoexclusivo a los combates políticos, cuando más nobles, produciendo asíun desequilibrio entre el país escaso y su política sobrada, o,apremiados por las urgencias de la vida, sirven al gobernante fuerte queles paga y corrompe, o trabajan por volcarle cuando, molestado aquel pornuevos menesterosos, les retira la paga abundante de sus funestosservicios


    6. «Todas las piezas abiertas que se sirven con cámaras han de estar sobrecubierta, porque si están debajo, el humo que queda dentro ocupa lavista á los que los sirven


    7. obra póstumade Juan Montalvo: la aclaración de las palabras que me sirven


    8. ¿De qué sirven las palabras y las frases?


    9. «De qué me sirven los jacintos rojos,


    10. entre realidades diferenciales y consecuentes que sirven en

    11. Estas producciones agrícolas, sirven para el consumo de la mismaprovincia, esceptuando solamente la


    12. sirven solo para el regalode los animales de las selvas


    13. no alcanzan las aguas, sirven de refugioen la predicha estacion á los reptiles de las cercanías, y á todos


    14. Los adjetivos sirven ála vez á los dos géneros


    15. Enla provincia de Corrientes, y en casi toda la América, su sirven


    16. palometa han sido las tigeras de losindígenas de aquellas regiones, y aun se sirven de ellos los tejedorespara


    17. queforman la periferia de los otros, sirven de talleres


    18. , de la quese sirven los Moxos para teñir de un morado escelente estas camisas


    19. Los hombres se sirven de bastidores para lostegidos


    20. alojamiento y manutencion en mesa redonda, un realdiario: cuando se sirven de las canoas para pasar á

    21. Las actuales comunicaciones con Santa-Cruz sirven para la conduccion delos artículos de recepturías,


    22. lo hacen los del Perú;pero estos se sirven de las mas difíciles, y en gran número


    23. llaman del almacén, quees como decir cautivos del concejo, que sirven a la ciudad en las


    24. fees con buena intención,otros se sirven dellas acaso y de industria: que, viniendo a robar a


    25. sirven sino para cuatro discretosque las entienden, y todos los demás se quedan ayunos de


    26. zapato, y, con todo eso, los llaman señoría, y se sirven conplata


    27. celestialesarcos que les sirven de cejas; y esas perlas quítalas de los ojos y pásalasa los dientes,


    28. tratar los jumentos y alimañas que sirven de caballería alos escuderos de los caballeros andantes


    29. se sirven los criados cuando van en el pescante;apodérase de él: ya está


    30. Tubos de hierro ó de obra superpuestos, sirven deconductos á distintas

    31. ¿Se sirven los dos de las palabras de rigor entre amantes?


    32. tajos y revesesá la cabeza, dejadlo á los colchoneros, que sirven bienpara la lana, y


    33. vagos y viciosos, que no sirven denada, á los que llamaba


    34. sirven a los campesinospara guardar la ropa, el trigo y la harina


    35. Las pobres, sirven de pasto á todo el mundo, mientras que para


    36. poesía y las miserables y cínicasfalsificaciones que se sirven á nuestro pueblo, tal vez en este


    37. —Pero el Duque lo sabe todo, los villanos que le sirven


    38. justa y razonable en teoría, y no sirven parainvalidarla los abusos y males que


    39. que me sirven de epígrafe,considera posible el advenimiento de una casta de


    40. sirven de pasatiempo a losdesocupados!

    41. bogas delMagdalena, que sirven de marineros en los vapores,


    42. en los grandesbastones que les sirven para sostener el piano en


    43. sirven para pasar más fácilmente el tiempoengañando la atención


    44. barbaridad! Yo no soy de las mujeres que sirven para eso


    45. El jaleo español vive en el cielito; los dedos sirven de castañuelas


    46. Si fuese a penetrarse en lo íntimo del corazón de los que sirven aRosas, se


    47. exige, y Quiroga toma lasgruesas riendas que sirven para la ejecución, batiéndolas en


    48. sirven de base a las explicaciones que doy, hay una exactitudintachable de que


    49. todas iluminaciones encendidas y porencender, en atención a que sólo sirven para


    50. ] La evidencia, suele decirse, es una luz intelectual: esta esuna metáfora muy oportuna y hasta muy exacta si se quiere; pero queadolece del mismo defecto que todas las metáforas, las cuales, por sísolas, sirven poco para explicar los misterios de la filosofía














































    1. presente!, bien puedes preciarte que enservir al gran don Quijote sirves en cifra a toda la caterva


    2. —¿Que, porque las sueñas, te sirves de la soberbia y dela locura del duque Osuna?


    3. –Profanas las tumbas y te sirves de los cadáveres para tus maleficios


    4. –Si tú me lo sirves


    5. Si insiste, actúas como si no estuviera allí y le sirves el último


    6. Es uno de los motivos por los cuales no sirves para tener el manto


    7. , y tú sirves al Caos


    8. «Si no sirves para la ciencia ni sirves para las cuestiones prácticas, quizá sirvas para el arte», me dijo cuando me restablecí


    9. –Pero éste es el Domino de los Señores Grises…, y tú sirves al Caos


    10. ME SIRVES, HASMED

    11. Tú le sirves también a tu manera


    12. Tiene que ser más fácil que los condenados compuestos a los que sirves de fachada


    13. Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga


    14. Pero si nos sirves a los piadosos hermanos, los siervos de Satán estarán


    1. Desde luego, no toda la oficialidad era mercenaria, pues en ella había uno que otro elemento de significación, pero la mayor parte estaban sirviendo a la causa de la independencia y en las pocas posiciones de mando, simplemente por la remuneración que recibía


    2. No tenían las vergas cajeras en los penoles; los escotines de gaviapasaban por la de un cuadernal de dos ojos, sirviendo la otra para losamantillos


    3. de lanoche en el salón de las de Pajares, sirviendo de sordo acompañamiento ala conversación de


    4. Inglaterra, mandados por Elsom, Englishy Uzlar, sirviendo esto á Bolívar para completar su plan de


    5. perdigón de plomoy sirviendo de pasto a las hormigas; musgañoscon el hocico


    6. sirviendo desecretario al de Sessa en sus múltiples y adulterinos


    7. Se ve pues, por la diferencia de ámbos totales, que la provincia disponetodavía de 94,000 pesos; sirviendo


    8. cumpliría su gusto, y que el mío era seguirel ejercicio de las armas, sirviendo en él a Dios y a mi


    9. de que mi mujer lleve en paciencia los caminos ycarreras que he andado sirviendo a mi señor


    10. sirviendo a un labrador rico en la labranza del campo; en esacasa frontera viven el cura y el

    11. ésta es condesa, y cuando las condesassirven de dueñas, será sirviendo a reinas y a emperatrices,


    12. estar sirviendo en casa rica


    13. Lada y estaba sirviendo en casa de unosseñores ricos


    14. en las minas, cerraban la puerta, sirviendo el panpor un


    15. al compás de losmovimientos del perforador, sirviendo de


    16. labanqueta, junto á la señora, y un loro que se paseaba por la capotarecogida, sirviendo de


    17. sirviendo de vínculo de unión del padre con los hijos, este


    18. sirviendo de befa,callaron las irritadas comadres y se cambió de conversación


    19. Las camelias rodaban por el suelo sirviendo dealfombra en la antesala y los corredores


    20. —¿Gloria por ese camino? La gloria no se consigue sino por el camino dela lealtad, sirviendo á Dios y al

    21. ¡Cuánta mamá achatada por la gente que pasa, sirviendo de mojón en lossofás de


    22. causaba, según me decía, unaimpresión extraña oírlo en boca de los actores sirviendo


    23. y en la misma grasa se fríe tomate,mezclándolo todo y sirviendo las magras bien colocadas en el centro de


    24. de gaviapasaban por la de un cuadernal de dos ojos, sirviendo la


    25. de aquí, y al día siguiente, cuando estaba sirviendo lacomunión, me puse con los


    26. 25 Los cuales mudaron la verdad de Dios en mentira, honrando y sirviendo


    27. templo, en ayunos y oraciones sirviendo [á Dios] de noche y de dia


    28. templo, sirviendo de noche y de dia con ayunos y oraciones


    29. 19 Sirviendo al Señor con toda humildad, y con lágrimas, y tentaciones, que


    30. 25 Los cuales mudaron la verdad de Dios en mentira, honrando y sirviendo á

    31. templo, en ayunos y oraciones sirviendo de noche y de dia


    32. 19 sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas y tentaciones


    33. 25 que mudaron la verdad de Dios en mentira, honrando y sirviendo á las


    34. 7 sirviendo con buena voluntad, al Señor, y no á los hombres; sabiendo queel bien que cada uno hiciere,


    35. sirviendo á los Padres y los acompañaronhasta el Parapití


    36. los cholos, mas español que indio, y sehallaba sirviendo en calidad de sargento de aquellas milicias, á


    37. Rey, gobernándolos y sirviendo al frente deellos


    38. A lo largo de tres horas, el guerrero recorrió los corredores de la prisión, sirviendo con un cucharón las raciones en una especie de abrevaderos que había fuera de las celdas


    39. Ghak y yo pensamos que más bien él había estado a la cabeza de aquella expedición, sirviendo como guía, y que había supuesto que era Perry quien tenía el Gran Secreto en la tierra de los saris, pero como no teníamos pruebas de ello nos vimos obligados a aceptarlo y a tratarlo como uno de los nuestros


    40. Pero en su corteza se estampaba una señal semejante a tres letras V superpuestas verticalmente, de tal modo que una penetraba dentro de la otra, una sirviendo de vaso a la segunda, en un diseño que hubiera podido repetirse hasta el infinito, pero que sólo se multiplicaba aquí al reflejarse en las aguas

    41. —¿Estima posible que entre las preguntas que le encargaban que hiciera, hubiese una o un grupo que constituyesen el objeto real de la firma, sirviendo las restantes de camuflaje?


    42. Pero había sido una sola vez en toda la historia del Sáhara, y tanto espanto causó entre sus habitantes, que su recuerdo perduró a través de los años transmitiéndose de boca en boca en los corros nocturnos, asqueando a los adultos y sirviendo de enseñanza a los menores


    43. Algunas cacerolas y sartenes seguirían sirviendo


    44. Sin embargo, los más altos cargos del ejército sólo estaban abiertos a los hombres instruidos, que podían empezar su carrera como simples escribas sirviendo en la patria o en el campo de batalla como secretarios


    45. A su debido tiempo, mientras se estaba sirviendo la sopa, se oyó la voz de Len que decía en el recibidor:


    46. Oímos voces cercanas, porque estaban sirviendo el té bajo el sicómoro, como en el día de mi llegada


    47. Al quinto paso encontrará un camarero sirviendo una mesa de la izquierda


    48. Quizá se encontrase en la habitación sirviendo el desayuno


    49. De todas las escotillas aparecían aguerridos españoles, que hasta entonces habían estado sirviendo a las baterías de los cañones


    50. El restaurante seguía sirviendo comidas, pero con excepción del desayuno, éstas no eran enviadas a los departamentos














































    1. tierra de mi seco ingenio ha caído; la cultivación, el tiempo queha que le sirvo y comunico; y con


    2. —Yo sirvo en una hacienda que está solo a algunas millas de


    3. ¡Ah, de qué sirvo yo en este mundo!


    4. en el mundo?, ¿para qué sirvo?, ¿aquién puedo interesar?, a uno solo, Señora y madre mía, a uno


    5. -Sé mandar hombres y sirvo para vivir al aire libre


    6. Me coloco mi mejor vestido, me pinto las uñas de rojo y sirvo la sopa decorada con crema agria en platos calientes


    7. Siempre lo sirvo en tazones chinos con cucharas de loza y si mi


    8. Sirvo para cualquier menester


    9. No sirvo mucho para eso


    10. ¡botijos!, yo no sirvo para esto

    11. -Mi plan es el siguiente: Yo trabajo todo el día con excepción de los domingos; yo cumplo con los preceptos de Nuestra Santa Madre la Iglesia oyendo misa, confesando y comulgando como se me manda; yo cumplo asimismo mis obligaciones comerciales; yo no debo un cuarto a nadie; yo educo a mis hijos; yo pago mis contribuciones puntualmente; yo obedezco todas las leyes, decretos, bandos y órdenes de la autoridad; yo hago a los pobres la limosna que mi fortuna me permite; yo no hablo mal de nadie, ni siquiera del Gobierno; yo sirvo a los amigos en lo que puedo; yo no conspiro; yo [161]


    12. Y basta ya: no lloréis por mí, ni tengáis demasiada lástima de mi muerte, pues soy muy viejo y no sirvo ya para nada


    13. Eran también las doce en punto cuando Milton Ashe levantó la vista de su vago diseño y dijo: --¿Comprende la idea? No sirvo mucho para estas cosas, pero es algo así


    14. Sin embargo, ¿de qué le sirvo en este estado? Sería mejor que escapara ahora con mis poderes y regresara a por ella cuando hubiera pasado el peligro


    15. Al escribir el cheque para sufragar los gastos de esas personas a las que sirvo y seguiré sirviendo con el mayor gusto (y a las que no mencioné debidamente en televisión), no pude evitar sentirme un negro culosucio (aunque no sé bien lo que es eso)


    16. ¿Qué le sirvo? ¿Lo de siempre?


    17. ¡Pobre casa de Gravelinas! Por mi gusto, me metería en un convento, pues de na-da sirvo ya, ni quiero intervenir en cosa alguna»


    18. —Siempre me sirvo el café yo mismo —dijo Johanson—


    19. Aquel a quien sirvo y serviré por siempre jamás


    20. Sirvo con devoción, sabiendo que soy parte de la cadena que enlaza con Nuestro Señor Jaddeth

    21. –Don Juan, lo que es por mí no se apure usted ni vaya a abandonar eso del sumarino… Cuando en estos reinos se lo compren, y se lo paguen sobre todo, usted me paga a mí y en paz…, pero mientras, nada, que usted pide por esa boca y yo sirvo con la mejor voluntad, ¿estamos…?


    22. Sin embargo, soy el poseedor de una experiencia milenaria y sirvo para llenar una función definida en la especie


    23. –Permitid, señor; para suponerlas buenas, sólo cuento con lo que me decís, y vos tenéis el mayor interés en sostener vuestra acusación; para considerar estas piezas falsas, cuento con la confesión de vuestra esposa, que tendría igualmente el mayor interés en decírmelo, si fuesen verdaderas, en el caso de que lo fuesen; he aquí como juzgo, señor… El interés de los hombres, tal es el vehículo de todas sus gestiones, el gran resorte de todas sus acciones, allí donde lo encuentro, se ilumina para mí enseguida la antorcha de la verdad; esta regla jamás me engañó y hace cuarenta años que me sirvo de ella


    24. Yo sirvo al Hegemón


    25. Todavía sirvo en el West Side, desalojando a los mendigos de la Penn Station, Hell's Kitchen, los apartaderos del ferrocarril, los subterráneos de…


    26. ) Él descubrió que yo poseía talento para la pintura, y por eso le sirvo fielmente


    27. Y ¿cómo me ganaré el pan cuando el señor ya no encuentre utilidad a mi visión retroactiva? No sirvo para otra cosa que escribir y pintar, y ningún checo me tomaría como aprendiz


    28. Sirvo a este pueblo y defiendo su bienestar, eso sin hablar del bienestar de toda la nación


    29. Le sirvo en seguida el cheese-burger


    30. Ha visto que no sirvo

    31. Pero lo que él decía con toda la modestia de Dios: «No sirvo, no sirvo: es mucho trabajo para mí»


    32. Sirvo un poco en el vaso, me humedezco la mano con limón y la espolvoreo con azúcar


    33. —Porque si no lo hiciera, ¿de qué sirvo? ¿Y de qué sirvo en cualquier caso?


    34. —Yo le sirvo a todo aquel que logre mantenerse erguido —dijo el propietario


    35. —Los poderes del Dios-Rey son muy inferiores a los de Aquellos a quienes yo sirvo —dijo, frunciendo el ceño


    36. La prueba de que yo me sirvo tiene como testigos a muchos extranjeros y a todos los servidores del santuario: la habitación en la que se sientan los que consultan al dios se llena, no con frecuencia ni con regularidad, sino a intervalos fortuitos, de unos olores y un soplo agradables, como si saliesen emanaciones comparables a los más suaves y finos perfumes de este lugar sagrado, como de una fuente; es probable que estos efectos se produzcan por el calor o por alguna otra fuerza


    37. Buscaba alivio donde menos podía encontrarlo, porque en realidad no sirvo para la clandestinidad, soy muy torpe en las enmarañadas estrategias de la mentira, dejaba huellas por todas partes, pero la decencia de Michael le impedía imaginar la falsedad ajena


    38. No sirvo para hacer ni una cosa ni la otra


    39. Sirvo el almuerzo a la una, pero antes los platos tienen que estar de vuelta en las estanterías


    40. Sirvo el almuerzo a la una

    41. -Yo retiro el desayuno a las diez en punto, a la una sirvo la comida


    42. —Siéntese mientras le sirvo algo de cenar —dijo el anciano con una emoción que hacía que su voz temblara


    43. Se lo sirvo de una garrafa que tengo en un aparador y se lo paso


    44. —¡No, te lo juro! Sirvo al navarca Narsel, el hombre que está en esa habitación


    45. –Cuéntame, mientras me sirvo una taza de café


    46. »Sirvo para algo más que estar sentada en esta cutre oficina copiando datos de un folleto y tratando de convertirlos en periodismo verosímil


    47. Sirvo al Gran Maestre y, a través de él, sirvo a mi señor el Devastador


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    servir in English

    serve serve <i>[formal]</i> do pour pour out dish up serve in a dish benefit help advantage profit avail <i>[literature]</i>

    Sinónimos para "servir"

    auxiliar ayudar ejercer ejecutar secundar prestarse distribuir asistir presentar escanciar verter ofrecer sacar restar jugar echar tirar