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    Usar "sonata" en una oración

    sonata oraciones de ejemplo

    sonata


    1. Cuando terminó la sonata, ambos quedaron un rato en silencio,


    2. Es ahora interesante recoger algunas de sus aseveraciones: «Un poeta de entonces -de ayer- no sabía realizar estrofas perfectas, por la misma razón que un músico no resolvía una sonata ni un pintor la arquitectura de un cuadro


    3. Para ellos, la estrofa, la sonata o la cuadrícula eran una obligación


    4. Cuando sintió llegado el momento, miró a la luna y tocó una sonata en su homenaje, sabiendo que ella la escuchaba, se sentía orgullosa y esto provocaba los celos de las estrellas


    5. Cuando volvió para recogerlo, oyó, para su alivio y sorpresa, el tecleo de una sonata de Mozart


    6. El oficio comenzó con una sonata de Bach


    7. Cerró los ojos y, moviendo levemente los dedos sobre un teclado imaginario, empezó a interpretar la Sonata en do menor de Mozart


    8. Las sonatas de Schubert, especialmente la sonata en re mayor, interpretadas con esa facilidad no llegan a la categoría de arte


    9. Y todos los pianistas que tocan esta sonata, todos sin excepción, se debaten dentro de esta antinomia


    10. Pero, al escuchar la sonata en re mayor, puedo percibir en ella las limitaciones de la vida humana

    11. —Aunque sólo sea en comparación, ¿cuál de las interpretaciones que has oído de la Sonata en Re Mayor crees que es la mejor?


    12. Además, la señora Fielding había pasado varias horas en la peluquería y había tratado de mejorar el aspecto de su cutis, hermoso por naturaleza, delante de un espejo bien iluminado, si bien Stephen, que estaba pensando en sus pies y en la sonata que iba a tocar y que apenas había ensayado, no se dio cuenta de eso, aunque se fijó en que se había perfumado y llevaba un vestido rojo muy escotado


    13. Permaneció tumbado, parpadeando en la luz de la mañana y pensando en una gran variedad de cosas agradables: la amabilidad con que Diana le había tratado cuando estaba enfermo en Suecia, los halcones palumbarios que había visto, una sonata para violonchelo de Bocherini, ballenas… Un ruido constante, estridente y familiar traspasaba esa agradable quietud, pero varias veces, después de identificarlo, rechazó el resultado por absurdo


    14. ¡Qué modo tiene de comprender la sonata el muy bribón! ¿No sabía que el piano pudiera llegar a tanto, eh? Es todo, menos piano


    15. Pero ninguna de aquellas personas que, al parecer, profesaban gran admiración al autor de la sonata (cuando Swann dijo que la sonata le parecía muy hermosa, la señora de Verdurin exclamó:


    16. Pero poco le importaba, porque no la consideraba en sí misma en lo que podía expresar para un músico que ignorara la existencia de Swann y de Odette cuando la creó, para todos los que la habrían de oír en siglos futuros, sino como una prenda y recuerdo de su amor, que hasta al pianista y a los Verdurin les hacía pensar en Odette, al mismo tiempo que en él, y que les servía de lazo; hasta tal punto que, cediendo al capricho de Odette, renunció a su proyecto de pedir a un músico que le tocara la sonata: entera, y siguió sin conocer más que aquel tiempo


    17. Sin duda, la forma en que la sonata había codificado esos sentimientos no podía resolverse en razonamientos


    18. Cuando, después de la reunión de los Verdurin, hizo que le tocaran esa frase, quiso averiguar, porque lo circunvenía, lo rodeaba, al modo de un perfume o de una caricia, y se dio cuenta de que la poca distancia entre las cinco notas que la componían y la vuelta constante de dos de ellas eran origen de aquella impresión de dulzura encogida y temblorosa; pero, en realidad, sabia que estaba razonando, no sobre la frase misma, sino sobre sencillos valores, que, para mayor comodidad de la inteligencia ponía en lugar de esa entidad misteriosa, que ya percibió, antes de conocer a los Verdurin, en aquella reunión donde oyó la sonata por vez primera


    19. Y si la sonata de Vinteuil seguía siendo íntegramente incomprendida y su nombre más o menos desconocido, aunque se pronunciara como el del más grande contemporáneo, ejercía un prestigio extraordinario


    20. En fin, algunos jóvenes del barrio habían pensado que debían ser tan instruidos como los burgueses y tres de ellos habían aprendido música, por lo que la Sonata de Vinteuil gozaba en su circulo de una reputación enorme

    21. Esa actitud de resignación frente a los sufrimientos siempre próximos que infligía lo Bello y del valor que se necesitaba para ponerse un vestido cuando apenas se levantaba uno de la última sonata hacía que, hasta para oír la música más cruel, la señora de Verdurin conservase un rostro desdeñosamente impasible y se ocultara aun para tragar las dos cucharadas de aspirina


    22. Ante el asombro general, el señor de Charlus, que nunca mencionaba sus grandes dones, acompañó con el más puro estilo el último trozo (inquieto, atormentado, pero en fin anterior a le sonata de Franck) de la Sonata para piano y violín de Fauré


    23. Ante el estilo rápido, ansioso, encantador con el que el señor de Charlus tocaba el trozo schumanesco de la Sonata de Fauré, ¿quién hubiera podido discernir que ese estilo tenía su homólogo -uno no se atreve a decir su causa- en partes completamente físicas, en los defectos nerviosos del ejecutante? Más tarde explicaremos las palabras defectos nerviosos y por qué motivo un griego de la época de Sócrates, un romano del tiempo de Augusto, podían ser lo que se sabe y continuar como hombres absolutamente normales y no afeminados como los que vemos hoy


    24. Al abandonar, de hecho, esta ambición, ¿había renunciado a algo real? ¿Podía la vida consolarme del arte? ¿Había en el arte una realidad más profunda en la que nuestra verdadera personalidad encuentra una expresión que no le dan las acciones de la vida? ¿Y es que todo gran artista parece tan diferente de los demás y nos da tal sensación de la individualidad que en vano buscamos en la existencia cotidiana? Mientras pensaba esto, me impresionó un compás de la Sonata, un compás que conocía bien, sin embargo, pero a veces la atención ilumina de modo diferente cosas que conocemos desde hace mucho tiempo y en las que, de pronto, vemos lo que nunca habíamos visto


    25. Y como quien mira entonces una fotografía que permite precisar el parecido, coloqué en el atril, encima de la Sonata de Vinteuil, la partitura de Tristán, de la que precisamente tocaban aquel día unos fragmentos en el concierto Lamoureux


    26. » Al oír hablar de mademoiselle Vinteuil, ausente por lo demás, más de una decía: «¡Ah!, ¿la hija de la Sonata? ¿Cuál es?» Y como se encontraban con muchas amigas, formaban banda aparte, espiaban, rebosantes de curiosidad, la entrada de los fieles, encontraban a lo sumo la ocasión de señalar unas a otras con el dedo el tocado un poco extraño de una persona que, unos años después, lo pondría de moda en el mundo más encopetado, y, en resumen, lamentaban no encontrar aquel salón tan diferente como esperaban de los que ellas conocían, sintiendo la decepción de una persona del gran mundo que fuera a la boîte Bruant con la esperanza de que el chansonnier se metiera con ella y viera que los recibían a la entrada con un saludo correcto en vez del estribillo esperado: «Ah! voyez ¿te gueule, c'te binette


    27. ; estoy a dos minutos de su casa»; y, en efecto, ahí está su hija que viene a saludarnos al paso; así, de pronto, me reconocí yo en medio de aquella música nueva para mí, en plena Sonata de Vinteuil; y la pequeña frase, más maravillosa que una adolescente, envuelta, enjaezada de plata, toda rezumante de brillantes sonoridades, ligeras y suaves como echarpes, vino a mí, reconocible bajo sus nuevas galas


    28. Por otra parte, esta vez no tenía otra significación que la de indicar el camino, y este camino no era el de la Sonata; se trataba de una obra inédita de Vinteuil en la que éste tuvo el simple capricho de reproducir por un momento la pequeña frase con una alusión, justificada en este lugar por unas palabras del programa, que hubiéramos debido tener al mismo tiempo ante los ojos


    29. Apenas recordada así, desapareció la pequeña frase y yo volví a encontrarme en un mundo desconocido; pero ahora ya sabía, y todo no hizo ya sino confirmarme que aquel mundo era uno de los que yo ni siquiera hubiera podido concebir que creara Vinteuil, pues cuando, cansado de la Sonata, que era un universo agotado para mí, quería imaginar otros igualmente bellos pero diferentes, hacía solamente lo que los poetas que llenan su supuesto paraíso de praderas, de flores, de ríos iguales a los de la Tierra


    30. Lo que tenía ante mí me daba el mismo goce que me habría dado la Sonata si no la hubiera conocido; por consiguiente, siendo igualmente bello, era distinto

    31. Mientras que la Sonata surgía en una aurora lilial y campestre, dividiendo su candor vaporoso, mas para suspenderse en la maraña tenue y, sin embargo, consistente de una rústica cuna de madreselvas sobre geranios blancos, la obra nueva nacía, una mañana de tormenta, sobre superficies lisas y planas como las del mar, en medio de un silencio agresivo, en un vacío infinito, y del silencio y de la noche surgía un universo desconocido que, en un rosa de alborada, se iba construyendo progresivamente ante mí


    32. Aquel rojo tan nuevo, tan ausente en la tierna, campestre y cándida Sonata, teñía, como la aurora, todo el cielo de una esperanza misteriosa


    33. Y un canto taladraba el aire, un canto de siete notas, pero el más desconocido, el más diferente de cuantos yo pudiera nunca imaginar, ala vez inefable y chillón, ya no zureo de paloma como en la Sonata, sino que desgarraba el aire algo así como un místico canto del gallo, tan vivo como el matiz escarlata en el que el comienzo estaba sumergido, una llamada, inefable pero sobreaguda, del eterno amanecer


    34. La atmósfera fría, lavada de lluvia, eléctrica -de una calidad tan diferente, a presiones tan distintas, en un mundo tan alejado del de la Sonata, virginal y amueblado de vegetales-, cambiaba a cada instante, borrando la promesa purpúrea de la aurora


    35. Pero en seguida, expulsado, dispersado por otros el motiVo triunfal de las campanas, volvió a captarme aquella música; y me di cuenta de que si en aquel septuor se exponían sucesivamente elementos distintos que al final se combinaban, de la misma manera la Sonata y, según supe más tarde, las demás obras de Vinteuil no habían sido, comparadas con este septuor, más que tímidos ensayos, deliciosos pero muy frágiles al lado de la triunfal y completa obra maestra que en aquel momento se me revelaba


    36. Sin duda el rojeante septuor difería singularmente de la blanca Sonata; la tímida interrogación a la que respondía la pequeña frase, de la súplica ansiosa para que se cumpliera la extraña promesa, que tan agria, tan sobrenatural, tan breve había resonado, haciendo vibrar el rojo inerte todavía del cielo matinal sobre la mar


    37. Y, sin embargo, aquellas frases tan diferentes estaban hechas de los mismos elementos; pues así como había cierto universo, perceptible para nosotros en esas parcelas dispersas acá y allá, en determinadas casas, en determinados museos, y que era el universo de Elstir, el que él veía, el que habitaba, así la música de Vinteuil extendía, nota a nota, tecla a tecla, las coloraciones desconocidas, inestimables, de un universo insospechado, fragmentado por las lagunas que dejaban entre ellas las audiciones de su obra; esas dos interrogaciones tan disímiles que presidían el movimiento tan diferente de la Sonata y del septuor, rompiendo una en cortas llamadas una línea continua y pura, volviéndola a soldar la otra en una armazón indivisible de los fragmentos dispersos, una tan calmosa y tímida, casi diferente y como filosófica, otra tan acuciante, tan ansiosa, tan implorante, eran, sin embargo, una misma plegaria, surgida ante diferentes auroras interiores, y sólo refractada a través de los medios diversos de otros pensamientos, de búsquedas de arte progresivas en el transcurso de los años en que quiso crear algo nuevo


    38. En ellas la atmósfera no era ya la misma que en la Sonata, las frases interrogativas eran más apremiantes, más inquietas, las respuestas más misteriosas, el aire deslabazado de la mañana y de la noche parecía influir hasta en las cuerdas de los instrumentos


    39. De cuando en cuando reaparecía alguna frase de la Sonata, pero, variada cada vez con un ritmo y con un acompañamiento diferentes, aun siendo la misma era distinta, como las cosas que vuelven en la vida; y era una de esas frases que, sin que se pueda comprender qué afinidad les asigna como residencia única y necesaria el pasado de un determinado músico, sólo se encuentran en su obra, y aparecen constantemente en ella, de la que son como las hadas, las driadas, las divinidades familiares; yo distinguí primero en el septuor dos o tres que me recordaron la Sonata


    40. Después -envuelta en la neblina violeta que se levantaba, sobre todo en el último período de la obra de Vinteuil, hasta el punto de que, incluso cuando introducía en algún pasaje una danza permanecía cautiva en un ópalo- percibí otra frase de la Sonata, tan lejana aún que apenas la reconocía; se acercó vacilante, desapareció como asustada, volvió luego, se unió con otras, procedentes, como más tarde supe, de otras obras, atrajo a otras que resultaban a su vez atrayentes y persuasivas una vez domeñadas, y entraban en la ronda, en la ronda divina pero invisible para la mayoría de los oyentes, quienes, sin otra cosa ante ellos que un velo confuso a través del cual no veían nada, puntuaban arbitrariamente con exclamaciones admirativas un aburrimiento continuo que creían mortal

    41. Después aquellas frases se alejaron, menos una que vi pasar de nuevo hasta cinco o seis veces, sin poder verle el rostro, pero tan tierna, tan diferente -sin duda como la pequeña frase de la Sonata para Swann- de lo que ninguna mujer me había hecho desear, que aquella frase, aquella frase que me ofrecía con una voz tan dulce una felicidad que verdaderamente hubiera valido la pena obtener, es quizá -criatura invisible cuyo lenguaje no conocía yo, pero entendía muy bien- la única desconocida que jamás me fue dado encontrar


    42. Después aquella frase se esfumó, se transformó, como la pequeña frase de la Sonata, y volvió a ser la misteriosa llamada del principio


    43. Por fin triunfó el motivo jubiloso; ya no era una llamada casi inquieta lanzada detrás de un cielo vacío, era un gozo inefable que parecía venir del paraíso, un gozo tan diferente del de la Sonata que de un ángel dulce y grave de Bellini tocando la tiorba podría pasar a ser, vestido de una túnica escarlata, un arcángel de Mantegna tocando un buccino


    44. En todo caso, volviendo al acento particular de aquella frase, ¡cuán singular era que el presentimiento más diferente de lo que asigna la vida vulgar, la aproximación más atrevida a las alegrías del más allá se hubiera materializado precisamente en el triste pequeño burgués de buenas costumbres con el que nos encontramos en Combray en el mes de María! Pero, sobre todo, ¿por qué aquella revelación, la más extraña que yo recibiera hasta entonces, de un tipo de gozo desconocido la recibí de él, puesto que, según decían, cuando murió no dejó más que su Sonata, pues el resto permanecía inexistente en notaciones indescifrables? Indescifrables, pero que, sin embargo, a fuerza de paciencia, de inteligencia y de respeto, acababan por ser descifrables para la única persona que había vivido cerca de Vinteuil lo suficiente para conocer bien su manera de trabajar, para adivinar sus indicaciones de orquesta: la amiga de mademoiselle Vinteuil


    45. Tampoco hubiera podido, basándome en Gilberta, figurarme a Albertina, y que iba a amarla, y que el recuerdo de la Sonata de Vinteuil me iba a permitir imaginar su septuor


    46. Y volviendo a pensar en aquella alegría extratemporal causada, bien por el sonido de la cuchara, bien por el sabor de la magdalena, me decía: «¿Era aquello, aquella felicidad suscitada por la pequeña frase de la sonata a Swann que se engañó asimilándolo al goce del amor y no supo encontrarlo en la creación artística, aquella felicidad que me hizo presentir como más supraterrestre aún que lo hizo la pequeña frase de la sonata la llamada roja y misteriosa de aquel septuor que Swann no pudo conocer, porque murió, como tantos otros, antes de que fuera revelada la verdad hecha para ellos? Por otra parte, no habría podido servirle, pues esta frase podía muy bien simbolizar una llamada, mas no crear unas fuerzas y hacer de Swann el escritor que Swann no era


    47. Composición puramente instrumental, en compás ternario y movimiento moderado, que se intercala entre los tiempos de una sonata, cuarteto o sinfonía


    48. Cada uno de los fragmentos de una sonata, una sinfonía, etc


    49. Durante toda la tarde, Mademoiselle Ambatielos y su piano estuvieron batallando con la Sonata Apasiónata


    50. Según la capacidad metafísica del organismo que toque, una sonata de Bach puede ser un glorioso sedante o bien un expediente de horror

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    sonata in English

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