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    indigencia frasi di esempio

    indigencia


    1. había rescatado de la desesperación primero, de la indigencia después


    2. destinos quedaron unidos por la guerra, la indigencia y el exilio


    3. Manuela estaba ciertamente destinada a morir en la indigencia


    4. En ese año, la indigencia fue del 1%, cercano al porcentaje total de la pobreza existente veinte años atrás


    5. y en la indigencia acaso


    6. Sí; lo repito, el invierno en toda su indigencia, el invierno con


    7. espaciosa, y todoanunciaba la indigencia


    8. senectud, los achaques, la indigencia, losdolores del alma, como el de la muerte de suhija


    9. queda reducidoa la indigencia


    10. Maltrana quiso hablar de la indigencia en que, había estado hastaentonces, pero la

    11. acrecentandola indigencia por la esterilidad, la inactividad y el


    12. 11 No lo digo en razon de indigencia, pues he aprendido á contentarme con loque tengo


    13. Es verdad que nadie le ayudó a arreglar el desaguisado: durante la primavera y el verano de 1980 ya todo valía contra él y, en vez de intentar apuntalarlo como habían hecho durante sus primeros años de mandato -porque entendieron que apuntalarlo significaba apuntalar la democracia-, los partidos políticos se obsesionaron con derribarlo a cualquier precio, sin entender que derribarlo a cualquier precio significaba contribuir a derribar la democracia; pero no fue sólo esa obsesión: articular territorialmente el estado era quizá el problema central del momento, y ningún asunto como éste desnudó la indigencia y la frivolidad temeraria de una clase política que a cuenta de él se enzarzó a lo largo de 1980 en reyertas delirantes, persiguió sin escrúpulos posiciones de ventaja, fomentó una apariencia de caos universal y se ganó un descrédito acelerado, colocando al país en una tesitura cada vez más precaria mientras la segunda crisis del petróleo disipaba la fugaz bonanza atraída por los Pactos de la Moncloa, estrangulaba la economía y abandonaba a la mitad de los trabajadores en el paro, y mientras ETA buscaba el golpe de estado asesinando militares en la campaña terrorista más despiadada de su historia


    14. Al Suárez de aquellas fechas puede acusársele de pasividad y de incapacidad, también de indigencia política, pero no de ser un irresponsable o un frívolo o un ventajista sin escrúpulos: Suárez seguía siendo Suárez pero ya no era un Julien Sorel o un Lucien Rubempré o un Frédéric Moreau, Emmanuele Bardone a punto de transmutarse definitivamente en el general De la Rovere


    15. ) Pero además de la diferencia de índole, era indudable que Joséphin ganaba un poco más que Étienne y que la prodigalidad es siempre más fácil en la indigencia


    16. Fue ella quien sugirió a mi abuela la idea de formar un club de damas para canalizar la caridad y en vez de regalar a los pobres ropa usada o la comida que sobraba en sus cocinas, crear un fondo, administrarlo como si fuera un banco y otorgar préstamos a las mujeres para que iniciaran algún pequeño negocio: un gallinero, un taller de costura, unas bateas para lavar ropa ajena, una carretela para hacer transporte, en fin, lo necesario para salir de la indigencia absoluta en que sobrevivían con sus hijos


    17. El circo ya estaba montado: pequeño y de una desolación que rayaba en la indigencia


    18. Pero, entretanto, vivía la vida del pobre, en la indigencia y en la penuria, y sin conocer ninguno de los placeres de la existencia


    19. Francisco mandó a José pintar un cartel anunciando que los que padecieran absoluta indigencia podían dejar sus nombres en la conserjería


    20. Los verdugos, vista la indigencia del condenado, se encogieron de hombros y se limitaron a repartirse sus vestiduras, que era uno de los gajes del oficio

    21. Cuando las señoras se retiraron al salón tras la cena esa indigencia se hizo particularmente evidente, dado que los caballeros habían enriquecido la conversación con


    22. Desde cualquier punto de vista, la Residencia Woburn era un paraíso, un refugio idílico de la miseria y la indigencia del exterior


    23. Jutelún escupió en el polvo y agitó el puño ante la cara del mercader, mientras él elevaba las manos hacia el cielo y le rogaba a su dios que intercediera por él antes de que quedara en la indigencia por ofrecer precios tan bajos


    24. Dicho así, parece algo que ni siquiera es demasiado grave -ser tragados de nuevo por la ciénaga de una existencia ordinaria- y yo durante años no fui capaz de comprender su gravedad, pero el secreto es acercarse más aún, mirar de cerca, ya sé que da asco, pero es necesario que me acompañes hasta ahí, Gould, tápate la nariz y ven a ver de cerca, el estudioso seguro que tenía un padre, míralo más de cerca, un padre severo, estúpidamente severo, pendiente durante años de doblegar a su hijo haciendo que le pesara su continua y desmesurada ineptitud, y eso hasta el día en que ve el nombre de su hijo en un periódico, impreso en un periódico, no importa el motivo, el hecho es que los amigos empiezan a decirle Felicidades, he visto a tu hijo en el periódico, da asco, ¿verdad?, pero él está impresionado, y el hijo encuentra lo que nunca tuvo fuerzas para encontrar, es decir, una venganza tardía, y esto es algo impresionante, poder mirar a tu padre fijamente a los ojos, una redención como ésta no tiene precio, ¿qué importa haber intrigado un poco con tus ideas, olvidado ya todo nexo real con su origen, ante el hecho de poder ser hijo de tu padre, por fin, hijo reglamentariamente autorizado y aprobado? No hay precio demasiado elevado por el respeto de tu padre, créeme, ni, si lo piensas un poco, por la libertad que nuestro estudioso encuentra en el primer dinero, dinero de verdad, con el que una cátedra arañada en una universidad de la periferia empieza a llenarle los bolsillos, arrancándolo del dictado cotidiano de la indigencia, e inclinándolo por la pendiente de los pequeños lujos que al final, por fin, finalmente confluyen hacia la codiciada casa en el campo, con estudio y biblioteca, una nimiedad, en teoría, pero una enormidad, realmente, cuando se eleva, en el reportaje del periodista de turno, hasta apartada madriguera del estudioso que en ella encuentra un refugio ante la deslumbrante vida que lo asedia, vida que en realidad es sobre todo imaginaria, pero allí, en la realidad del refugio, imprevistamente demostrada, y por tanto verdadera, y por tanto impresa para siempre en la mente del público, que desde ese momento tendrá una mirada hacia el estudioso de la que él ya no podrá prescindir, porque es una mirada que, renunciando a cualquier comprobación, regala, a priori, respeto y consideración e impunidad


    25. Al otro, el que está al lado de los pobres, o de los débiles, o de los marginados, el que lleva un jersey y unas Reebok, ese mismo, habrá empezado con alguna deslumbrante aparición caótica del infinito, algo que en la penumbra de su juventud le habrá dictado vagamente el imperativo de tomar posición, y la sugerencia de qué parte estar, todo habrá empezado como debe empezar, de un modo honesto, pero luego, Dios santo, cuando vuelves a verlo ya adulto y famoso, Jesús, famoso, da cosa ya sólo decirlo, famoso, con su nombre en los periódicos y las fotografías, con el teléfono sonando sin parar porque los periodistas quieren preguntarle su opinión sobre esto o aquello, y él responde, puta miseria, responde, y participa, y marcha en cabeza de las manifestaciones; el teléfono de los sacerdotes no suena, Gould, quiero decírtelo con toda la crueldad necesaria, tú no puedes saberlo pero el teléfono de los sacerdotes no suena porque su vida es un desierto, es programáticamente un desierto, una especie de parque natural protegido, donde la gente puede mirar, pero desde lejos, son animales de parque natural, nadie puede tocarlos, ¿puedes imaginártelo, Gould?, para los sacerdotes es todo un problema incluso dejarse tocar, ¿has visto alguna vez a un sacerdote dando un beso a un niño o a una señora?, sólo para saludarlos, no pienses mal, una nimiedad, lo normal, pero él no puede hacerlo, la gente de alrededor enseguida tendría una sensación de malestar y de inminente irritación, y ésta es la durísima condición cotidiana del sacerdote en este mundo, él, que podría ser un hombre como los demás y que ha elegido en cambio esa soledad vertiginosa, que no tendría vía de escape, nada, salvo una idea, una idea incluso justa, llegada desde fuera para cambiar ese panorama, para devolverle una tibieza de humanidad, una idea que, bien utilizada, perfilada, revisada, protegida de los arriesgados choques con la verdad, conduce al sacerdote fuera de su soledad, simplemente, y poco a poco hace de él el hombre que es ahora, rodeado de admiración, y ganas de acercársele, e incluso deseo en estado puro, un hombre con jersey y Reebok, nunca solo, se mueve arropado por hijos y hermanos, nunca perdido porque está constantemente conectado a alguna terminal de los medios de comunicación, de vez en cuando entre la multitud atrapa al vuelo los ojos de una mujer cargados de deseo, piensa qué puede significar eso para él, esa vertiginosa soledad y esta vida que estalla, ¿hay que sorprenderse si está dispuesto a morir por su idea?, él existe en esa idea, ¿qué significa morir por esa idea?, estaría muerto de todas formas si se la quitaran, se salva en esa idea, y el hecho de que con ella salve a cientos o a lo mejor a miles de semejantes no cambia ni un ápice en este asunto, y es que ante todo se salva a sí mismo, con la coartada accesoria de salvar a los demás, robando a su destino esa necesaria dosis de reconocimiento y admiración y deseo que le hace estar vivo; vivo, Gould, ¿comprendes bien esta palabra?, vivo, sólo quieren estar vivos, hasta los mejores, los que construyen justicia, progreso, libertad, futuro, incluso para ellos se trata de una cuestión de supervivencia, acércate todo lo que puedas, si no me crees, mira cómo se mueven, a quién tienen a su alrededor, míralos e intenta imaginarte qué sería de ellos si por casualidad un día se despertaran y cambiaran de idea, simplemente, qué quedaría de ellos, intenta arrancarles una respuesta que no sea una instintiva autojustificación, mira si puedes aunque sea una sola vez escucharles pronunciar su idea con el estupor y la indecisión de alguien que la descubriera en ese momento y no con la seguridad de alguien que te está mostrando con orgullo la devastadora eficacia del arma que empuña, no te dejes engañar por la aparente docilidad de su tono, por las palabras que eligen, astutamente dóciles, están luchando, Gould, luchan con los dientes por la supervivencia, por la comida, la hembra, la madriguera, son animales, y eso que son los mejores, ¿comprendes?, ¿qué puedes esperar de los demás que sea distinto, de los pequeños mercenarios de la inteligencia, de los comparsas en la gran lucha colectiva, de los pequeños guerreros cobardes que rapiñan restos de vida en los márgenes del campo de batalla, conmovedores basureros de salvaciones irrisorias, cada uno con su ideíta artificial, el médico a la caza de financiación para pagar el internado de su hijo, el viejo crítico que intenta paliar el abandono de su vejez con cuarenta líneas a la semana que suelta donde hagan un poco de ruido, el científico y su puré de Vancouver con que alimentar de orgullo a mujer, hijos, amantes, las penosas apariciones televisivas del escritor que teme desaparecer entre un libro y otro, el periodista que apuñala a diestro y siniestro desde la primera página para estar seguro de existir al menos otras veinticuatro horas más, sólo están luchando, ¿lo comprendes?, lo hacen con ideas porque no saben utilizar otra cosa, pero en esencia es lo mismo, es lucha, y son armas sus ideas, y por mucho asco que nos dé admitirlo, están en su derecho, su deshonestidad es una lógica deducción de un deseo primario, y por tanto necesario, su asquerosa traición cotidiana a la verdad es la consecuencia natural de un estado natural de indigencia que hay que aceptar, no puede pedírsele a un ciego que vaya al cine, no puede pedírsele a un intelectual que sea honesto, no creo, de verdad, que pueda pedírsele, por muy deprimente que sea admitirlo, pero el concepto mismo de honestidad intelectual es un oxímoron


    26. Lo llamaban la tierra de nadie, y es dudoso que la creación haya alcanzado en otro lugar un estado de indigencia más vertiginosa


    27. Pero la juventud… es indigencia, pobreza, o al menos lo fue para mí


    28. Porque aquello era gobernar, lo demás es música: era hacer milagros, porque milagro es vivir sin recursos; milagro mayor cubrir decorosamente todas las apariencias, cuando en realidad, bajo aquella costra de pobreza digna, se extendía la llaga de una indigencia lacerante, horrible, desesperada


    29. Durante mi estancia en Egipto me había familiarizado con las técnicas funerarias de este país, pues los nobles egipcios, y muy especialmente el Faraón, se protegen por los medios más extravagantes de los ladrones de tumbas, ya que temen verse despojados de los tesoros depositados junto a sus cuerpos y condenados a la indigencia eterna


    30. Al seducir a los poderosos, al legitimar y justificar la indigencia de los miserables y al adular a las personas que blanden la espada, la Iglesia estableció desde sus orígenes una relación de complicidad con el Estado, lo que le permitió ubicarse al lado de los tiranos, dictadores y autócratas

    31. Testigo adolescente del asesinato acusada de indigencia


    32. Pero a pesar de sus compañeros del geriátrico, algunos de ellos al borde de la indigencia, mi padre lograba mantener un optimismo cargado de dignidad


    33. Había dedicado tiempo y dinero al cuidado de los hijos de los miembros del Gremio de los Impresores que habían quedado huérfanos por la muerte de sus padres o en la indigencia por la pérdida del padre


    34. Ocupaban la tierra de nadie de la salud mental, entre la clase media y la indigencia


    35. ¡ Afortunada nación, en la que no habría ya impuestos de ninguna clase y en la que se suprimiría la indigencia!


    36. Si por él fuera, trocaría su báculo de Moisés por una escoba de bruja y procuraría -haciendo pasar su indigencia por abstinencia y su marginación por ascesis- que sus sortilegios fueran tan terapéuticos como los milagros que promete a los damnificados que vienen a implorar su misericordia


    37. Sin duda eso era cierto, puesto que el islam cumplía con sus leyes; pero Bahram veía la desdicha en la cara, la indigencia y el miedo de los que llegaban, la necesidad que esos hombres tenían de cazar y pescar y mendigar para alimentarse, los mermados bienes que tenían para comerciar y, delante de ellos, toda la gran mitad occidental del mundo, aún por atravesar


    38. ¡Era una desolación, una miseria sin semejante, tanta indigencia! ¡Qué humillación, qué deshonra! De nuevo pensé en el último óbolo de una pobre viuda, que yo robaría, en la gorra o en el pañuelo de un colegial, en la alforja de un mendigo, que sin pizca de vergüenza llevaría a un trapero para divertirme con el dinero


    39. Sus ojos azules estaban apagados, llevaba una barba indecorosa y unas ropas gastadas, pero la indigencia no le restaba un ápice de encanto


    40. Esto era tanto -pensaba- como crear una aristocracia de la indigencia, un cuerpo de nobleza de lo miserable

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    indigencia in English

    distress misery destitution poverty indigence pennilessness neediness

    Sinonimi per "indigencia"

    penuria pobreza menesterosidad hambre miseria mengua