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    Usa "naranjada" in una frase

    naranjada frasi di esempio

    naranjada


    1. Se organizaban reuniones donde se bebía naranjada acompañada de algunos comestibles baratos, y en las que Victoria desempeñaba casi el papel de ama de casa; debía hacer las presentaciones y promover la armonía general entre varios extranjeros, que se sentían inclinados a mirarse con animosidad y que engullían los refrescos con apetito de lobo


    2. A las ocho en punto empezó a trabajar, provista de un gran vaso de naranjada


    3. Mientras la ligera brisa convierte las palmeras en abanicos gigantes, Patrick y Caroline comparten una naranjada con Serge Gainsbourg (73 años) y Antoine Blondi (79 años), que viven juntos en el otro extremo de la isla en una chabola de bambú y de techo de palma con Klaus Kinski (75 años) y Charles Bukowski (81 años)


    4. Habían terminado ya la naranjada y bebieron agua clara y fresca, que sacaron del pozo


    5. Todos se decidieron por la naranjada y el profesor le dio a Tim unos bizcochos


    6. Bueno, gracias por la naranjada y la información


    7. ¿Cómo era posible que yo me imaginara el comedor de la casa cual lugar inconcebible, cuando no podía hacer un movimiento mental sin tropezarme con los rayos infrangibles que tras mi ánimo irradiaba hasta el infinito, hasta lo más recóndito de mi pasado, la langosta a la americana que acababa de comer allí? Y a Swann debió de pasarle con lo suyo cosa análoga; porque este cuarto donde me recibía podía considerarse como el lugar donde fueron a confundirse y coincidir, no tan sólo el cuarto ideal que mi imaginación había creado, sino otro además, aquel que el celoso amor de Swann, tan fecundo inventor como mis ilusiones, le describió tantas veces, el cuarto de los dos, de Odette y suyo, que entrevió tan inaccesible la noche que Odette lo llevó con Forcheville a su casa a tomar una naranjada; y para él lo que había ido a absorberse en el ámbito del comedor donde almorzábamos era aquel paraíso inesperado, donde él antaño no podía soñarse con serenidad, diciendo al maestresala de ellos esas mismas palabras de: “¿Está ya la señora?”, que yo le oía decir ahora con una vaga impaciencia teñida de un tanto de amor propio y satisfecho


    8. En cuanto al trocito de jardín que se extendió entre altas tapias, a espaldas del hotel, y donde, en verano, después de comer, hacía servir la señora de Guermantes licores y naranjada, ¿cómo no había yo de pensar que sentarse entre nueve y once de la noche en sus sillas de hierro — dotadas de tan gran poder como el canapé de cuero— sin respirar las brisas privativas del barrio de SaintGermain, era tan imposible como dormir la siesta en el oasis de Figuig sin estar justamente por eso en el África? Y sólo la imaginación y la creencia pueden diferenciar de los detrás ciertos objetos, ciertos seres, y crear una atmósfera


    9. Algunos antiguos amigos del señor y la señora de Guermantes iban a verlos después de cenar, “de mondadientes” hubiera dicho la señora de Swann, sin que se los esperase, y tomaban en invierno una taza de tila bajo las luces del gran salón, y en verano un vaso de naranjada en la oscuridad del trocito de jardín rectangular


    10. Nunca se les había conocido a los Guermantes, en esas sobrecenas en el jardín, otra cosa que la naranjada

    11. Se admiró mi influencia porque a la naranjada pude hacer añadir una garrafilla con zumo de cerezas cocidas, de pera cocida


    12. A pesar de estas compotas, la naranjada tradicional subsistió como la tila


    13. Cuando la señora de Epinoy, con motivo de una suscripción que deseaba para la “Patria Francesa”, tuvo que ir a verla, como si hubiese entrado en casa de su mercera, convencida de que encontrarla rostros no sólo despreciados, sino desconocidos, se quedó clavada en su lugar al abrirse la puerta, no del salón que suponía, sino de una sala maravillosa, donde, tal un cambio a la vista en un acto de magia, reconoció como figurantes deslumbradoras, semiextendidas en divanes, repantigadas en sillones, llamando a la dueña de casa por su nombre de pila, a las altezas, las duquesas, que a ella misma, la princesa de Epinoy, le costaba tanto atraer a su casa, y para las cuales, en ese momento y bajo los ojos benevolentes de Odette, el marqués de Lau, el conde Luis de Turenne, el príncipe Borghese, el duque de Estrées, llevando la naranjada y las masas, hacían de paneteros y coperos


    14. Le dijo que Morel había pedido una naranjada y que en cuanto la hubiese tomado llevarían a los dos pasajeros a un salón trasparente


    15. Y dijérase que los signos que aquel día iban a sacarme de mi desánimo y a devolverme la fe en las letras se empeñaban en multiplicarse, pues un mayordomo que llevaba mucho tiempo al servicio del príncipe de Guermantes me reconoció y me llevó a la biblioteca donde estaba, y para que no tuviera que ir al buffet, un surtido de pastas, un vaso de naranjada, y me limpié la boca con la servilleta que me dio, pero en seguida, como el personaje de Las mil y una noches que, sin saberlo, realizaba precisamente el rito que hacía aparecer, visible para él solo, un dócil genio dispuesto a transportarle lejos, pasó ante mis ojos una nueva visión de azur; pero era un azur puro y salino, y se infló en unos senos azulencos; la impresión fue tan fuerte que el momento que vivía me pareció el momento actual; más alelado que el día en que me preguntaba si de verdad me iba a recibir la princesa de Guermantes o si se iba a hundir todo, creía que el criado acababa de abrir la ventana a la playa y que todo me invitaba a bajar a pasearme por el malecón en la marea alta; la servilleta que había cogido para limpiarme la boca tenía precisamente esa tiesura almidonada de aquella con que tanto me costó secarme delante de la ventana el primer día de mi llegada a Belbec, y ahora, ante esta biblioteca del hotel de Guermantes, desplegaba, repartido en sus bordes y en sus dobleces, el plumaje de un océano verde y azul como la cola de un pavo real


    16. El Faubourg Saint-Germain, como una vieja soberana gagá, ya no hacía más que contestar con sonrisas tímidas a unos criados insolentes que invadían sus salones, bebían su naranjada y le presentaban a sus queridas


    17. Desaparejó los animales, les echó cebada en el pesebre y Aisha le llevó una buena ración de migas de pan, huevos y una naranjada


    18. Juntos y solos pasamos una tarde estupenda con nuestros capuchones y nuestros antifaces de cartón, bebiendo naranjada y hartándonos de chocolate con churros


    19. –¿El dinero de la paga? -dijo el Hombre de la Naranjada y la Limonada con aquellos dientes que lo seguían mirando-


    20. –Muy bien -dijo el Hombre de la Naranjada y la Limonada-

    21. –¿En serio? – dijo el Hombre de la Naranjada y la Limonada mirando a Ammu con los dientes-


    22. Ammu, sorprendida por la vehemencia de su hijo, que, por lo general, era un niño tranquilo, se disculpó ante el Hombre de la Naranjada y la Limonada


    23. Quedaban cuatro horas preciosas hasta el toque de queda de medianoche, y como en la cocina del Memorial Hall sólo servían naranjada y Coca-Cola, todos llevaban su ración de alcohol y estaban dispuestos a colocarse lo antes posible


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