1.
hallaban siempre pulcros y secos como un sarmiento de viña
2.
complacía en atacar al caído Imperio; Sarmiento ledefendía acalorado y lleno de brío
3.
El exclaustrado se iba; Sarmiento se componía la chistera y tomaba elportante, y Venegas se
4.
Sólo intimaron éstas, con Sarmiento y el P
5.
Concurrían deordinario en aquel sitio, el doctor Sarmiento (a
6.
y disputar, y otra, muy dulce y pacífica, el tresillonocturno en casa de Sarmiento, con el P
7.
Ayer me escribió Sarmiento
8.
Sarmiento, Porras, don Carlos y el P
9.
Y es el bueno RuyPérez Sarmiento, asno injerto en lobo, y alcalde
10.
A penas el licenciado Sarmiento había entregado á cuatroalguaciles de á caballo la
11.
Al leer esto el licenciado Sarmiento, le bailaron los ojosde alegría
12.
Porque el licenciado Sarmiento era alcalde en cuerpo yen alma, y se alegraba de los
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otra que la del licenciado Sarmiento
14.
El licenciado Sarmiento entró
15.
El licenciado Sarmiento echó á andar hacia la cárcel decorte, y los alguaciles
16.
—Sí, el licenciado Sarmiento me ha hablado de una prisión
17.
«Mi buen Ruy Pérez Sarmiento: En el punto en que recibáisésta, rasgad todas las
18.
En el Senado, el ideal de Sarmiento
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es una de las ediciones más cuidadosas, lo mismo quela de 1886, publicada por Belín Sarmiento
20.
variante dela ortografía, que Sarmiento aceptó en vida; pues las primeras edicionessiguieron la
21.
Biografía de Sarmiento, sobre todoen el capítulo VI
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XII de las Obras de Sarmiento
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En este canto se cuenta de la ida de Sarmiento á Castilla por
24.
Llegó Sarmiento en paz, rico y
25.
Con ellos, como digo, vá Sarmiento,
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aspecto extraordinario delcarruaje que, tres veces por semana, ó sea los días de tren, iba yvolvía de la Presa á la estación de Fuerte Sarmiento
27.
A los del campamento les parecía una injusticia que pasasen losvagones de largo hasta la estación de Fuerte Sarmiento, con elpretexto de que aún no habían terminado las obras en el río ni lastierras inmediatas
28.
Más allá de la Presaestaba Fuerte Sarmiento, adonde iban todos para tomar el tren
29.
Aquel día era de tren, y al empezar la tarde llegó el correo, recogidoen Fuerte Sarmiento
30.
Regresaba Watson de Fuerte Sarmiento y había dejado á sus espaldas lasprimeras casas del pueblo, cuando se encontró con Canterac
31.
Sarmiento con don Moreno para el entierro de mi pobrecito patrón
32.
delantera, pero tal vez á matacaballo podrían detenerla en Fuerte Sarmiento
33.
noechar de menos a Sarmiento en la dirección superior de la
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aunque no tan infelices,como las de Sarmiento en el estrecho de
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efectode las poblaciones que hizo Sarmiento, que no podian
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fueron el fundamento de las expediciones de Sarmiento
37.
Los trenes del Ferrocarril Mitre eran eléctricos, iguales a los del Sarmiento, salvo que estaban limpios, casi vacíos y corrían a horario
38.
-Bromas; son bromas, Sr Sarmiento -dijo el joven con benevolencia
39.
Sarmiento -dijo Doña Fermina-
40.
Patricio Sarmiento se levantó y habló de este modo:
41.
Estaba el buen Sarmiento en pie, con el cuerpo doblado por la cintura, recogiéndose a un lado y otro los faldones de la levita, como quien se va a sentar y no se sienta
42.
-No puedo aconsejar tranquilo la muerte de un hombre -afirmó Sarmiento con gravedad-; pero hay sacrificios necesarios, indispensables, y el cura de Tamajón debe morir
43.
-No está -repitió con cierta displicencia Sarmiento, cual si quisiera mortificar a su antigua vecina-
44.
-Siéntese el buen Sarmiento
45.
En la habitación que a este servía de sala de recibo estaba Sarmiento vestido con uniforme de miliciano nacional, gran casaca azul de botón de plata, con las iniciales M
46.
-¡Ah! Ya sabía yo que saldríamos por ahí -afirmó Sarmiento con vanidad-
47.
-¡Benditas sean las madres que los han parido! -gritó Sarmiento, que a su lado estaba-
48.
Benigno, Sarmiento, Megía, Lucas, Calleja, el Marquesito y los demás que formaban el grupo lo estrecharon, encerrando al honrado comerciante en una especie de tonel de humana carne
49.
Como la mesa puesta, y puesta de aquel modo era el más grande fenómeno que podía presentarse ante los ojos de Sarmiento en su propia casa, creyose juguete de duendes o artes demoníacas
50.
Junto a la mesa había un sillón, y como Sarmiento lo creyese destinado a su persona, no vaciló en ocuparlo
51.
Al poco rato volvió con una cazuela de sopas, cuyo gratísimo olor despertó en Sarmiento las más dulces sensaciones y una generosa reconciliación con la vida
52.
-¿En esa cama? -dijo Sarmiento con incredulidad y abriendo mucho los ojos
53.
le dejaré un tesoro que vale más que todas las fincas y caudales, un tesoro que es para beneficio del espíritu, no del cuerpo; le dejo, pues, mi gloria, y así cuando la vean, dirán: «Esa es la compañera del gran Sarmiento, esa es su hija adoptiva, la que le socorrió en sus últimos días
54.
Sarmiento rezó a Dios, a la Virgen, a los Santos que antaño habían sido sus abogados, sin olvidar a los que fueron procuradores de Refugio, mientras esta, desterrada en el mundo, les necesitara
55.
Alargando el cuello Sarmiento vio a Sola dormida junto a una mesa en la cual había papeles y tintero
56.
-Yo conozco esa letra -pensó Sarmiento, devorando con los ojos el escrito, que estaba apoyado en un libro puesto de canto a manera de atril
57.
Sarmiento fue introducido en una pieza relativamente grande, cuya suciedad parecía ser resumen y muestrario de todas las suertes de inmundicia que los años y la incuria de los hombres habían acumulado en la indecorosa cárcel de Corte
58.
-Sí -dijo Sarmiento con exaltación-, insúltenos usted
59.
-¡Cordero! -exclamó Sarmiento con asombro-
60.
Al día siguiente de la prisión de Sarmiento y cuando aún no había despachado regular porción de su faena de la mañana, una señora se presentó sin anunciarse en el escondrijo del asesor
61.
Causa de Soledad Gil de la Cuadra y de Patricio Sarmiento
62.
Soledad repitió a Sarmiento lo que él mismo había dicho respecto a las cartas y a las personas que las recibieron
63.
Sarmiento se desplomó en el suelo, haciendo temblar los ladrillos
64.
La voz cavernosa y terrible de Sarmiento se expresó así:
65.
-Pues diré que eso de la imbecilidad de Sarmiento me parece una inocentada
66.
Patricio Sarmiento, pues desde que le entraron en la capilla en la para él felicísima mañana del 4 de Setiembre, pareció que se rejuvenecía, tales eran el contento y la animación que en sus ojos brillaban
67.
Levantáronse y tomando asiento en el banco de iglesia que en uno de los costados había, invitaron a Sarmiento a ocupar el sillón
68.
Chaperón miró a los frailes e hizo un gesto que indicaba opinión favorable del juicio de Sarmiento
69.
-Y yo digo que es menos propia para sermones -replicó Sarmiento dando un golpecillo en la mesa con el mango del tenedor-
70.
¡Cuán difícil era señalar la misteriosa línea donde los desvaríos de Sarmiento se trocaban en ingeniosas observaciones, o por el contrario, sus admirables vuelos en lastimoso rastrear por el polvo de la necedad! La joven prometió cumplir fielmente todo lo que le mandaba
71.
No fue insensible el espíritu de Sarmiento a esta influencia externa, y conociéndolo Alelí, le dijo que ya le quedaban pocas horas; que viese lo que hacía si no deseaba arder perpetuamente en los infiernos
72.
Al oír esto, mirole Sarmiento con desdén y levantándose del sillón, se puso de rodillas
73.
-De modo -dijo Sarmiento con amarga ironía-, que en esa misa se hace oración por todo menos por mí
74.
El padre Alelí dijo la misa, que oyó Sarmiento como el día anterior, de rodillas y con profunda atención
75.
Los frailes, puestos de rodillas, recitaban oraciones y jaculatorias, empeñándose en que el reo las repitiera; pero Sarmiento se apartó de ellos afirmando:
76.
Gil de la Cuadra, doña Fermina, Sarmiento, doña Robustiana marcaban las fechas culminantes y sucesivas de una existencia consagrada al alivio de los males ajenos, siempre con absoluto desconocimiento del bien propio
77.
Gómez Sarmiento, repostero del Rey de Castilla D
78.
Fue mi madrina en la profesión Doña Victorina Sarmiento de Silva, dama de la Infanta Carlota
79.
A la semana siguiente volvió a llamarme y me notificó que yo no podía seguir en el convento, y que por no dar la campanada de mandarme al Nuncio había escrito a mi madrina, Doña Victoria Sarmiento, para que supiera lo que ocurría, y a mi padre para que fuese por mí y se encargara de mi curación
80.
¡Cuán verdadero es que en visita toda persona nos parece juiciosa y de intachable moral! Conocíamos a la monja Boticaria por haberla recibido en nuestra casa más de una tarde, en compañía de Victorina Sarmiento, antigua relación de los Emparanes
81.
Corriéndose hacia la extremidad de Santa Ana, reconocieron ruinas que a la primera impresión diputaron por las de la Colonia de Sarmiento
82.
Este Sarmiento fue un héroe loco, un explorador animoso y exaltado hasta el delirio, que hizo creer a Felipe II en la conveniencia de establecer, en medio de todas las desolaciones de la Naturaleza, una colonia fortificada
83.
Flórez y Sarmiento riñeron con escándalo y furia en las aguas y costas de América, disputándose la precedencia
84.
Sarmiento, más terco que la misma terquedad, se dirigió al Estrecho con las cinco naves que le quedaban, y aplicó toda su insana testarudez a la fundación de la plaza colonial
85.
Cuando en invierno se queja el sarmiento
86.
Me llegaron noticias de que los soldados recibieron la paga y que, luego de un asado en el Fuerte Sarmiento, van a terminar los festejos con las cuarteleras en la pulpería de doña Sabrina
87.
Si bien en el 68 de Elizalde y Sarmiento habían sido adversarios políticos —ambos batallando por la presidencia de la República—, ninguno parecía recordarlo
88.
Los modos encantadores de Rufino de Elizalde y la algarabía y excentricismo de Sarmiento convirtieron la parte final de almuerzo en una experiencia fascinante para Pura y gratificante para Laura
89.
—Fue despiadado el artículo que publicó ayer La Aurora —mencionó Sarmiento, y midió la reacción de Laura por el rabillo del ojo—
90.
Laura persistía en su silencio, como si Sarmiento discurriera en una lengua ininteligible
91.
Minutos más tarde, Sarmiento, su hija Faustina y su hermana María del Rosario se acomodaron junto a ellos
92.
Durante la cena, Sarmiento llevó la voz cantante y resultó imposible evitar el tema de la expedición al desierto y de los indios
93.
De todos mudos, las polémicas entre Agustín, Pereda y Sarmiento ayudaron a Laura a distraerse de su obsesión
94.
Laura desvió la mirada y prestó atención a Sarmiento
95.
—Resultan obvias las razones de la señora Riglos para apoyar al Barbilindo —expresó Sarmiento, y sus labios gruesos se curvaron en una sonrisa solapada
96.
Pero todos habían captado el subrepticio juego de Sarmiento, y la tensión no cedió
97.
—El general Roca lo conoció en el tiempo en que estuvo destacado allá, en el Fuerte Sarmiento
98.
Sarmiento, en su conocido estilo histriónico y desenfrenado, hablaba de “diez mulatillos” que, desde los gobiernos provinciales, pretendían imponerle un presidente a la República
99.
Luego de mucho trashumar, lo destinaron, junto a su indiada, a El Tala, a una legua del Fuerte Sarmiento
100.
En su ambición por ocupar nuevamente la presidencia, Sarmiento consideraba tanto a Tejedor como a Roca adversarios políticos y, desde su flamante cargo, maniobraba para sacárselos de encima