1.
Hay que ir allá, como he ido yo, parahacerse cargo de las intrigas de la gentualla de sotana, que todo loquiere para sí, y no va más que a desacreditar con calumnias y chismes alos que verdaderamente trabajan
2.
mí la sotana, a usted la levita, y a estejoven el saquito corto
3.
blusablanca que dejaba ver los pliegues de la recogida sotana, con elsombrero de jipi, el paño de
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vestían sotana y pertenecían al clero deSan Juan
5.
sotana nueva, y al punto larasgaba en dos, quedándose con la parte del pecho y dando el espaldar
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más que la sotana y el manteo
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sotana, reprendían á los sabios, recordándoles que sobreel
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alguno para el populacho de sotana, paralos de abajo, que necesitan entregarse a la
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laUniversidad es un claustro en que todos llevan sotana o manteo; lalegislación que se
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profundidades de la sotana, se dignabarestablecer con su llave la comunicación con el mundo
11.
El Vara de plata hundía sus manos sucias y huesosas en lasprofundidades de la sotana,
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todos los olores deltemplo: su sotana tenía el perfume mohoso de la piedra vieja y las
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Y agarraba un puñado de su sotana con los dedos crispados, como siquisiera rasgarla
14.
La oíandistraídos, hundiendo su mano en la sotana
15.
En pos de la negra sotana atravesó el jardín del hotel que
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sotana le había hecho tandesgraciado, tan miserable, que él era en el mundo lo único digno
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cinto negro, guardó todas estas prendas, más elcuchillo, en el armario y se vistió la sotana y el
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antes de que terminase susrespuestas el ayudante con sotana
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Guiaba la procesión el cura de Quiebra Hacha, revestido de la sotana yel bonete de ceremonia
20.
partido para el otro mundo con la sotana puesta
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sacerdotestenían abiertas las puertas del confesonario y se les veía con sotana ybonete
22.
Dos minutos después, el cura atravesaba el atrio con la sotana
23.
El vestido que usaba era tan vil y despreciable, y la sotana tan
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Los nuestros, pues, á quienes la sotana de la Compañía hacía
25.
Entonces el generoso Padre, desabrochando la sotana y jubón,
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Sus relaciones con la gente de sotana, interrumpidas, pero no rotas, lepresentaron ocasión de
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llenos de masones con sotana, mientras los buenoseclesiásticos perecen»
28.
Dádmele acá, compadre, que precio más haberle hallado que si me dieran una sotana de raja de Florencia
29.
Después se recogió la sotana y se fue por el pasillo central
30.
Al bajar a la calle vieron un hombre con sotana que estaba a la puerta de la casa inmediata
31.
Mi tía Burgel fue a confesarse después de la discusión que tuvo con su marido y el cura se abrió la sotana y le pasó un fajo de panfletos para repartir en la Colonia
32.
Había sido seminarista, pero no tenía pasta para vestir sotana; era apasionado y vanidoso
33.
Se trataba de un hom-bre gruñón y con olor a santidad -no se había bañado ni cambiado la sotana en años- famoso por su intolerancia religiosa y su talento para husmear a los moribundos con plata y convencerlos de que destinaran sus fortunas a obras de caridad
34.
El roce de una sotana de seda y el apresurado y amortiguado paso de unos escarpines sobre una alfombra les anunció la entrada del prelado
35.
El que estaba delante de su puerta, en cambio, iba con sotana y era un delgado y distinguido cuarentón con cara de persona comprensiva
36.
Cerró la puerta y descubrió la vieja sotana
37.
Arregló la habitación, cogió la sotana y empezó a buscar la salida
38.
Llegó hasta Estrella y la hizo vestir con la sotana, algo que a ella le fascinó; escondió su rubio cabello en la capucha y corriendo entre arbustos alcanzaron la entrada
39.
Celestino loco de alegría: paseaba con la sotana suelta por su habitación, y aunque no estaba presente ni aun en sombra el pícaro sacristán, mi amigo profería con desaforado acento estas palabras:
40.
Para que fuera más singular y extraño aquel guerrillero, cuya facha no podía mirarse sin espanto, vestía la sotana que llevaba cuando echó las llaves de la parroquia el 3 de Junio en 1808, y de un grueso cinto de cuero sin curtir pendían dos pistolas y el largo sable
41.
Abierta la sotana desde la cintura dejaba ver sus fornidas piernas, cubiertas de un calzón de ante en muy mal uso y los pies calzados con botas monumentales, de cuyo estado no podía formarse idea mientras no desapareciesen las sucesivas capas de fango terciario y cuaternario que en ellas habían depositado el tiempo y el país
42.
Todo el patio está lleno con pedazos encendidos de los palacios de Varsovia y con los yelmos de cartón y la sotana encarnada del Dux de Venecia
43.
Colgó al arzobispo Salviati, uno de los principales instigadores, en la ventana de su palacio con las piernas cubiertas con unas calzas color malva y balanceándose debajo de su sotana como el badajo de una campana
44.
-Mejor le sienta la sotana -decían en los corrillos-
45.
Puede suponerse lo que sería una pendencia clerical y política entre dos aragoneses de sotana
46.
Iba Salvador en trajo de camino y Zorraquín en un pergenio mixto de viajero y eclesiástico, sin sotana, con botas negras, capa de cura y un gorro de terciopelo negro, cuyo borlón bailaba al duro compás de la caballería
47.
Francisco García, que se había disfrazado con sotana y manteo para escapar
48.
Santo Tirso estaba lejos, horas y horas de tren con lluvia, una lluvia siempre igual sobre los pinos, curas de sotana en un caserón helado, alumnos con pantalones cortos, Tal vez se han acostado todos con las criadas, pensé,
49.
De paisano vestía el pobre Coronel, cubriéndose casi todo el cuerpo con una luenga bata negra que más parecía sotana, los pies en pantuflos colorados: ni en cuellos ni en puños vi asomos de camisa, gloriosa nuditas
50.
Asimismo ponía Narváez sus cinco sentidos en reanudar el buen trato con Roma, interrumpido desde los días de Espartero; y aunque el guapo de Loja no era hombre que mirase con demasiada afición a los de sotana, ni le importaban gran cosa la Iglesia ni el Papa de boca para adentro, veíase compelido por la Corte y por la normalidad política a negociar paces con San Pedro, del cual esperaba que le fortaleciese en la única religión que él profesaba: el orden santísimo, hacer orden a todo trance
51.
Víctor Ibraim, cuyo aspecto y modos de cuadrúpedo con sotana no fueron muy de su agrado
52.
[61] en cárceles, abrumado de procesos; viose fugitivo, disfrazado con tiznajos de fogonero o sotana de cura; viose al fin en tierra extranjera trabajando con Prim por la redención de esta infeliz España
53.
Aunque alternan seda y paño, sotana e indumento seglar, vestuario a la moda y cortes de ropa supervivientes del tiempo viejo, predomina la sobriedad del negro y el gris, propios de la gente respetable que representa, en las Cortes constituyentes de Cádiz, a la España peninsular y ultramarina
54.
Al fin y al cabo, era un joven que acababa de alcanzar los treinta, y un hombre bajo la sotana
55.
El cura escuchaba esos elogios tartamudeando y santiguándose contra la sotana: sabía que el Tolón estaba enfermo de la próstata y arrastraba el vicio de mearse en la pared de la sacristía nada más terminar el servicio religioso
56.
Mientras los otros niños del pueblo lloraban y corrían a esconderse detrás de las faldas de su madre, aterrorizados por la figura rubia y rojiza del gigante, Santiago le sonreía y le tiraba de la sotana balbuciendo palabras incomprensibles para que el cura, reconciliado por unos instantes con el rencor que sentía hacia el escándalo de su cuerpo, se agachara y le hiciera una caricia con aquella mano que cubría por completo el rostro del pequeño
57.
Apenas había terminado de hablar, el camarlengo asió el cuello de la sotana y lo desgarró con violencia, dejando al descubierto el pecho desnudo
58.
Hundió la mano en el bolsillo de la sotana y acarició el pequeño encendedor de oro que había traído con él del incendiario del Palio
59.
El abad retrocedió, alejándose de la cama, pero el monje lo retuvo cogiendo el borde de la sotana con los dedos
60.
Y su mirada, que dirigía a todo su alrededor, se paró lentamente en el anciano de sotana
61.
Homais, consecuente con sus principios, comparó a los curas con los cuervos a los que atrae el olor de los muertos; la vista de un eclesiástico le era personalmente desagradable, pues la sotana le hacía pensar en el sudario y detestaba la una un poco por el terror del otro
62.
Lo encontró muy delgado, la sotana parecía bailarle sobre el cuerpo; también lucía demacrado, con arrugas en el entrecejo y a los costados de la boca que evidenciaban las preocupaciones que lo abrumaban
63.
—Te traje un regalo —dijo Agustín, y sacó un libro forrado en cuero del bolsillo de su sotana
64.
Bacelar se enfunda la sotana
65.
El hombre de la sotana raída se estremece
66.
El cura se arremangó la sotana y subió ágilmente tras él
67.
Pero la sotana me protege
68.
ayer estuve en el club, deberías ir un día por allí, no tengo tiempo, Hiram, ando muy ocupado, acércate una tarde, Néstor, sólo por curiosidad, ¿sabías que ya no se llama Hermandad del Gorro Frigio?, no, no lo sabía, ahora se llama Asociación Anticlerical La Antorcha, por la luz que imparte, supongo, no, por lo incendiaria que es, ¡ah, la gran!, dicen cada cosa, ¿aún sigue en el mismo sitio?, no, el club está ahora en un mesón cerca del Calvario, ¿y quién lo gobierna? ¿Juliano, Lucio, Basilio?, de la vieja guardia quedan pocos, salvo Saint-Just, ha sido él quien ha hecho de la antigua sociedad de ideas un club de jacobinos, qué pena, ¿y cómo está nuestro amigo?, se ha vuelto más amargo que la quina, ¡los escépticos que no tengan fe, tronaba la otra noche, los que dudan y los estreñidos deben dar paso a los audaces!, se refería a García Granados, ¿tú qué crees?, nunca pensé que llegara a ese extremo, pues ya ves, no es una mala persona, pero siempre fue un comecuras, yo mismo salí asustado de allí, porque ve, una cosa es quitarle las tierras a los frailes y otra cortarles el agua, ¡no hay revolución sin terror!, despotricaba, ¡hay que meterles el miedo en el cuerpo! ¡ni una sotana en las calles!, ¡fuera los curas de los cargos públicos! ¡exigimos la abolición del estado confesional y la expulsión de los jesuítas!, ¿eso dijo?, deberías hablarle a tu hermano, no quiere verme, está muy dolido conmigo, sólo sabe decir que, si mi madre se levantara de la tumba, volvería a morirse del disgusto, pues deberías insistir, esto de las órdenes religiosas huele a chucho muerto, exageras, Hiram, no lo creo, Rufino ha detenido a los jesuítas de Quetzaltenango y se los ha enviado al general esta madrugada, no sabía eso, pues ahora lo sabes, ¿y para qué quiere traerlos aquí?, ¿cómo que para qué?, para que García Granados los expulse, eso, Hiram, no lo va a hacer el general, pues Rufino le ha endosado ya la pacaya, ¿cómo puedes estar tan seguro?, me lo contaron en La Antorcha, todos saben allí que Saint-Just es el hombre de Rufino aquí, en la capital, el que agita y hace propaganda en su nombre, es inteligente, tiene la chola y la verba, una cosa es ser inteligente y otra tener razón, sabio raciocinio, tu hermano tiene que cuidarse, el otro día Saint-Just se mandó decir que el arzobispo Piñol y Aycinena conspira contra la revolución y que hay que sacarlo del país con la cola entre las patas, si no con los pies por delante, peligroso, deberías insistirle a García Granados, lo haré, Hiram, pero el general tiene las manos atadas, pues que se las desaten pronto, pues de lo contrario esto va a acabar muy mal, ¿quieres otra cerveza?, ¿sí?, ¡Don Bertholin, otras dos cervezas y unas tortillas con frijol!
69.
Antes de llegar a la puerta, Cras ya volvía a entrar por ella, cubriendo con su paraguas a un cura que vestía una larga gabardina negra sobre la sotana
70.
Aquella luz, aquel resplandor rojo en una especie de cueva, ¿era el reflejo de las calderas del diablo? ¿Tendrían razón desde el principio los curas de sotana negra que amonestaban a los fieles sobre la perdición de las almas inconfesas? ¿Estaban ahorcando su cuerpo y llevándolo a rastras por las calles en castigo por el suicidio al tiempo que su alma se despertaba en el infierno?
71.
Al margen de diferencias formales -los inquisidores ahora llevan sombrero de ala ancha y camisa a cuadros, en lugar de sotana y crucifijo-, el aprecio por los usos y costumbres del medievo goza aquí de temible jurisdicción
72.
Su cabeza nevada y su ruana de lana blanca sobre la sotana complementaban una de las imágenes más respetables del país
73.
El padre Gómez, o sea don Oniséforo, se sujetó la sotana con los dientes, se desabrochó la bragueta y, mientras miccionaba los tulipanes que asomaban por el sobaco de la furcia Lucipinicia, exclamó
74.
Donovan, ambos son figuras destacadas de una red internacional de traficantes cuyo jefe es Salvatore «Sally» Tomato, el famoso führer de la mafia, que actualmente cumple en Sing Sing una condena de cinco años por un delito de soborno político… O'Shaughnessy, un sacerdote que colgó la sotana y que en los círculos de la delincuencia es conocido por los motes de «Father» y «El Padre», tiene un historial de detenciones que se remonta a 1934, fecha en la que cumplió dos años de cárcel en su condición de director de un falso manicomio, El Monasterio, instalado en Rhode Island
75.
Ignacio hurgó en el bolsillo de su sotana y extrajo un sobre lacrado que entregó a Cecilia
76.
El ataúd, modelo Excelsior Hampton de madera de nogal, fue sepultado en las profundidades de la tierra con todos los honores del cristianismo: un velatorio de dieciséis horas, una misa siniestra y desganada a los pies de la sotana del cura don Manuel, varias coronas de claveles, rosas y lilium, un Padrenuestro para salir del paso y unas gotas tibias de agua bendita
77.
Estos monseñores con sotana se referían invariablemente a Gaza y la Cisjordania como «territorios ocupados» y a los Altos del Golán como territorio sirio «anexionado» a Israel
78.
¡Qué arduo, Padre, haber vencido para ser víctima de nuevo! Toda la satisfacción que me produjo durante tres años formar parte de los elegidos para encauzar el agua estigia, toda la gloria, se fue convirtiendo poco a poco en un fracaso: fracaso al cambiar mi sotana por el uniforme del guerrero, fracaso por ocultar la altivez del cruzado tras la arrogancia de la gleba, fracaso por disfrazar mi vocación bajo la sedición de una concupiscencia incontenible y fracaso, al fin, por ignorar que aquello que quería seducir me estaba seduciendo
79.
Los cardenales llevaban en la cabeza enormes galeros púrpuras de cinco cintas y borlas como blasones redondos, los obispos sombreros de fieltro brillante casi del mismo tamaño y con anchas alas, y cuatro hileras de borlas en la sotana
80.
La tela violeta sobre la cruz, así como la sotana, los candelabros y todo lo demás habían sido colocados en las hornacinas
81.
Tras la espalda del león con sotana, pendía una plomada
82.
Los faldones de su sotana estaban desgarrados y se le veían rodillas blancas y huesudas por los agujeros
83.
El de la sotana mugrienta se levantó a medias y buscó con impaciencia una carta en el cajón de la mesa
84.
–A lo mejor se asustan cuando te ven con la sotana
85.
Pero él sólo pensaba en una Nelly perdida, arrebatada inexplicablemente por las fauces abiertas de una tierra de sacrificio, una Nelly a la que apenas podía reconstruir, una Nelly hecha de los retazos de sus sueños, cada vez más lúbricos, él, hipócrita español sin sotana, repintando imágenes y soñando con la Mamapacha soberana para depositar su simiente
86.
Se encontraba allí sentado, perdido en amargos y tristes pensamientos sobre su destino, sobre su porvenir, cuando un profesor de la institución de los jesuítas Stella Matutina, que paseaba por el parque, se sentó a su lado, se quitó el sombrero, cruzó las piernas bajo su sotana de cura mundano y, después de leer durante algún tiempo su breviario, entabló una conversación que continuó muy animada y que había de decidir el destino de Leo
87.
Y por una vez la sotana no le protegería de los rumores
88.
Cada vez que un Materazzi caía al suelo, antes de que pudiera ponerse en pie y desenvainar la espada, se le acercaban tres redentores de embarrada sotana: lo empujaban, lo derribaban y le metían un cuchillo por entre los empalmes de la armadura y por las rendijas de los ojos
89.
El padre Almeida chocaba un poco entre los demás clérigos, porque llevaba encima de la sotana un cuello a la francesa, y porque, al desabotonársela por el calor, se le habían visto medias negras y calzón
90.
A fin de cuentas, y justo un siglo antes de lo de Breda, su antecesor Clemente VII había tenido que poner pies en polvorosa, remangándose la sotana para correr más deprisa y refugiarse en el castillo de Santángelo, cuando los españoles y los lansquenetes de nuestro emperador Carlos V -que llevaban sin cobrar una paga desde que el Cid Campeador era cabo- asaltaron sus murallas y saquearon Roma sin respetar palacios de cardenales, ni mujeres, ni conventos
91.
Otros invitados entraban al mismo tiempo: ricos comerciantes con esposas bien provistas de joyas, mantillas y abanicos, caballeros de la nobleza menor que sin duda habían empeñado sus últimos bienes para estrenar ropa aquella tarde, eclesiásticos de sotana y manteo, y representantes de los gremios locales
92.
Haciendo caso omiso de esa discusión, el cardenal Joseph Jellinek se puso en pie, se sacó una carta del bolsillo de la sotana, la levantó en alto y dijo:
93.
Jellinek, presa de un gran embarazo, se puso a juguetear con los botones púrpuras de su sotana
94.
En las recepciones oficiales porta sus hábitos, pero por las mañanas, en que da un paseo después de decir misa, va de sotana, tan raída que parece un mendigo que aprovecha la abandonada por un cura de pueblo
95.
” “-Podríamos ir en tropel”, sugirió la señora de Verdurin a pesar de su horror por la sotana
96.
La puerta por la que los prisioneros habían entrado en la capilla se abrió suavemente y Maude, llevando una antorcha en la mano, apareció seguida del hermano Tuck, que venía sin su sotana
97.
Alumno que asistía a las escuelas públicas vestido de sotana y manteo, cuando los estudiantes usaban este traje
98.
Capa larga con cuello, que llevan los eclesiásticos sobre la sotana y en otro tiempo usaron los estudiantes
99.
Cuando terminaron de comer y el Vaticano recayó en la somnolencia de la siesta, Cirilo se puso una sotana negra y condujo a sus huéspedes a la Basílica de San Pedro
100.
Se detuvo, acomodó su sotana sobre los delgados hombros y alzó el semblante, surcado de pliegues, hacia sus hermanos, en una especie de desafío