1.
—La vulgaridad consiste en estar muy apegada a los bienes terrenos
2.
Se pasearon en el barrio, esto es una vulgaridad
3.
aspira a lanivelación de todos por la común vulgaridad
4.
vulgaridad y entre las impiedades del tumulto
5.
ambiente de la democracia de América, el espíritu de vulgaridad
6.
El andar a pie por las calles, signo, segúnella, de pobreza y de degradación, y la vulgaridad de su
7.
sus dolores, porencima de la vulgaridad!
8.
con una existencia llena de vulgaridad ydesilusión
9.
estaban exentas de esa vulgaridad que hace el lenguaje de
10.
palmípedo, acababan de subrayar la vulgaridad casianimal del
11.
francamente; el tipogeneral es de una vulgaridad aplastadora
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sedescargaba en acusaciones a la vulgaridad del lugar y de sus
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tamiz de la vulgaridad; las aspiraciones generosas se envenenabancon los sedimentos de la
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vidas en labahorrina de la vulgaridad, en el vacío de un vivir
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demasiado de la vulgaridad, dan en laextravagancia;
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—¡Qué vulgaridad! Esos son ojos de las gentes del pueblo, de
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grosería y la vulgaridad sean, como lo son eneste país, dos cosas
18.
—Esa es una vulgaridad propagada en el pueblo—dijo la
19.
Laprudencia era para él una vulgaridad
20.
pues, un edificio grandesin ser imponente, y cómodo sin caer en la vulgaridad
21.
decorado de arábiga vulgaridad, pobre imitación de los esplendoresde la Alhambra
22.
imaginación olfateaba un olorde vulgaridad original
23.
tiemposmatritenses en que sobre la vulgaridad del gran villorrio empezabaa despuntar
24.
¿Por qué las obras de imaginación de nuestros mejores literatos, esos incomparables cinceladores de frases, se estropean por la asqueante vulgaridad de los asuntos, no bien se trata del amor? ¿Por qué esa broma picaresca que en las comidas, a la hora del cigarro, hace que los hombres parezcan monos lascivos?
25.
Durante la batalla ambos bandos se lanzaban provocaciones e insultos; naturalmente, los seres humanos superaban a los brutos en la vileza y vulgaridad de su difamación e inventiva
26.
¿Era posible que alguna vez las personas que vivían allá abajo la hubieran hecho sufrir? ¿Hubo realmente un día en que ella, Ana, se sintió igual a cuantos seres humanos se hallaban en la tierra, hundidos en la oscuridad de la vulgaridad y la monotonía? ¿Había compartido ella sus dolores, sus pasiones, sus gozos? ¿Había sido ella un ser como cualquiera de los que ahora estaban allá abajo, durmiendo, sin sospechar lo que en esos momentos pasaba sobre sus cabezas?…
27.
A eso de las dos de la mañana Miguel le dijo a Betty Boop que iba un momento a su casa a buscar el traje de marinero para volver a Ferrol a primera hora, Betty Boop había gozado mucho, ¿cuántas veces?, ¡vete tú a saber, llevar esa cuenta es una vulgaridad!, y se quedó dormida, a las seis se despertó sobresaltada, vio que seguía sola, se asustó, se vistió, y se fue para su casa corriendo, entró por el piso de abajo para que sus padres no se enterasen de que había estado fuera toda la noche, sus padres aún no se habían separado, claro, y el piso de Linares Rivas era un dúplex
28.
Sumido en el trabajo como en un sueño ininterrumpido, sólo conmovido, aunque oscuramente, por las misas vespertinas que iban multiplicándose en la horrible iglesia fría, pero donde el órgano le permitía escuchar una música que oía por primera vez, él, que hasta entonces sólo había conocido estribillos estúpidos, soñando entonces más densa, más profundamente, un sueño poblado de oros cambiantes en la semioscuridad de los objetos y las vestiduras sacerdotales, al encuentro en definitiva del misterio, pero de un misterio sin nombre en el que las personas divinas nombradas y rigurosamente definidas por el catecismo no tenían nada que hacer ni que ver, prolongando simplemente el mundo desnudo en que vivía; el misterio cálido, interior e impreciso que lo inundaba entonces sólo ensanchaba el misterio cotidiano de la sonrisa discreta o del silencio de su madre cuando él entraba en el comedor, con el crepúsculo, y cuando, sola en la casa, no había encendido la lámpara de petróleo, dejando que la noche invadiera poco a poco la habitación, ella misma como una forma más oscura y más densa aún, mirando pensativa por la ventana los movimientos animados, pero silenciosos para ella, de la calle, y el niño se detenía entonces en el umbral de la puerta, con el corazón embargado, lleno de un amor desesperado por su madre y por lo que, en su madre, no pertenecía, o ya no pertenecía al mundo y a la vulgaridad de los días
29.
En medio de estas sombrías meditaciones, un soplo de vulgaridad vino a traer cierto
30.
Con rapidez aprendió a distinguir los objetos de verdadero valor y decidió que no se conformaría con menos, porque su espíritu sufría con cualquier forma de vulgaridad
31.
En pocas horas, el terremoto la hizo aterrizar en la violencia, la muerte y la vulgaridad y la puso en contacto con las necesidades básicas, que antes había ignorado
32.
Todas estas ocurrencias aceleradamente presentes en Antonio le dejan mal sabor de boca, una sensación dulzona, la misma sensación de quien escucha un chisme o lo repite, una sensación de vulgaridad consentida, un mal gusto dulzón que sólo ahora, en estos últimos tiempos, ha comenzado a asediar la conciencia de Antonio como un mal pensamiento
33.
En ese momento tomar un taxi me parecía una vulgaridad, una muestra de mal gusto
34.
—Salvo, cuando te lo propones, eres de una vulgaridad desconcertante
35.
¿Serás tú hombre a quien se pueda confiar un pensamiento delicado, un pensamiento de esos que la vulgaridad no comprende, ni estima en su justo valor?
36.
Extraño que un entendimiento como el tuyo haya incurrido en esa vulgaridad -
37.
¿Crees que sólo los perdidos son masones? ¡Error, amigo mío; vulgaridad supina! Altos personajes
38.
Esto es una vulgaridad tan manoseada, y ha trascendido de tal modo hasta llegar a las inteligencias más oscuras, que casi es de mal gusto ponerlo en un libro
39.
todo esto, en fin, y otros muchos accidentes de la fisonomía urbana durante la noche, páginas vivas y reales, abiertas entre la vulgaridad de la tertulia y el tedio de su casa solitaria, le cautivaban por todo extremo
40.
Por fin llevó la conversación a la persona y hechos de Cabrera, de quien se mostró admirador, sosteniendo que era ya vulgaridad insigne tenerle por uno de tantos cabecillas, notable sólo por su inquietud y ferocidad
41.
Sólo la Reina con su libre iniciativa y su arte delicioso para revestir de gracia la etiqueta, rompía la entonada vulgaridad del hablar palatino
42.
Había un algo muy sutil que no funcionaba en aquel rostro, una vulgaridad en la expresión, quizá una dureza en la mirada, un rictus en la boca que desvirtuaba belleza tan perfecta
43.
Mas lo que a la madrugada me dijo, y el hechizo de su ternura y arrepentimiento, la repusieron en mi adoración, y si no recobró la ideal hermosura de los días románticos, quedó restaurada lo suficiente para ser una hembra muy distante de la vulgaridad
44.
Quizás me equivocaré; quizás la vulgaridad e insignificancia del fin de la famosa intentona no remata la brutal epopeya carlista, sino que es un falso desenlace, como los que en las obras de imaginación sirven para preparar mayores enredos y trapatiestas
45.
Una sola vez vi yo al marido de mi amiga en su casa, disponiéndose a partir para Extremadura, y me pareció persona insignificante, soplado de presunción, sin que lograra con su hinchada tiesura disfrazar su crasa vulgaridad
46.
La tiene que recuperar poco a poco y en medio de la lucha diaria, de los problemas, de la mundana vulgaridad, de las necesidades humanas
47.
Harry arqueó las cejas al oír aquella vulgaridad
48.
Todo el conjunto terminaba construyendo una figura casi perfecta que ostentaba simultáneamente nítida fortaleza y distraída lejanía: utilizando la primera para corroborar las alabanzas del rector Bolder y la segunda para aligerarlas del peso de la adulación y de la vulgaridad
49.
Siguiendo este camino hacia la vulgaridad, no sabemos qué pasará en el porvenir
50.
-La vulgaridad consiste en estar muy apegada a los bienes terrenos
51.
Se acreditó como vendedor de la Agencia Tritón y le ofreció al poeta sacarlo del infierno de la vulgaridad
52.
Emma Bovary no pudo soportar la revelación de su propia vulgaridad
53.
La sorprendente vulgaridad de las quejas de los pacientes fue como un bálsamo para él
54.
–Salvo, cuando te lo propones, eres de una vulgaridad desconcertante
55.
A pesar de las múltiples relaciones que Víctor había tenido a lo largo de su vida, aquel hermoso cuerpo desnudo, con las sandalias de tacón en sus pies como único atuendo, le llevó a redescubrir el privilegio de la sencilla feminidad, delicada y sensual, alejada de cualquier matiz de vulgaridad
56.
Aquello hubiera sido una vulgaridad; casi una violación
57.
–El latín tiene la virtud de dignificar y justificar cualquier vulgaridad
58.
El director, ofendido por la vulgaridad de los agentes y sin tener la sabiduría del rey Salomón, zanjó finalmente el asunto anunciando de repente:
59.
La vulgaridad ignorante le rezumaba por todos los poros
60.
Ansset afeó su voz todo lo que pudo; reservaba la vulgaridad para las ocasiones necesarias, y le complació ver que el Jefe de Seguridad retrocedía
61.
–jJulia! ¡Bailar es una vulgaridad!
62.
¡Toda la vulgaridad de la prensa piadosa! Imaginaba ya los titulares, que a su vez contribuirían a que se produjeran otros "milagros"
63.
Subrayaba a placer la vulgaridad de su acento, de su actitud
64.
El comisario de la chaqueta de alpaca examinaba los bibelots de los estantes: eran la vulgaridad misma, ese tipo de objetos que se ganan en las rifas, pero que en sus dedos amorcillados adquirían un carácter exótico
65.
Con los republicanos en el Poder, la ciudad entró en una era de fausto y ostentación en que, a través de los adornos del refinamiento, se adivinaban el vicio y la vulgaridad
66.
Mejor lanzar contra las piedras el cerebro de un recién nacido que hervir en esa caldera de ordinariez y vulgaridad
67.
Al cabo de un año, Jim empezó a desear la compañía de otras mujeres, sus conversaciones intrascendentes, su obscena vulgaridad, y hasta sus insultos soeces
68.
Charlar, jugar con ellos, le producía inefable placer; encantábale la dulzura musical de sus vocecitas y se extasiaba ante la sencillez y nobleza de sus gestos y ademanes, que tanto contrastaban con la vulgaridad desagradable que venía respirando en Verrières
69.
—Quiero decir que parece, y perdone la vulgaridad, parece la inauguración de un burdel con barra libre
70.
Una mezcla de candor y decepción, de encanto y vulgaridad, de azul malhumor y rosada alegría, Lolita podía ser una chiquilla exasperante cuando le daban ganas
71.
A pesar de las alharacas y muecas que hacía, y a pesar de su vulgaridad, y del peligro, y de horrible tragicidad de todo ello, yo me empecinaba en mi paraíso escogido: un paraíso cuyos cielos tenían el color de las llamas infernales, pero un paraíso con todo
72.
Puede que se tratara de la vulgaridad, o peor que eso, de la falta de estilo
73.
En los tiempos que corren, cuando una exposición constante a la vulgaridad y la lujuria han acabado
74.
Pero es preciso retener con los dientes esta tesis de equidad histórica y defenderla contra el instante y la apariencia visible: la noblesse [nobleza] europea – del sentimiento, del gusto, de la costumbre, en suma, entendida esa palabra en todo sentido elevado – es obra e invención de Francia, la vulgaridad europea, el plebeyismó de las ideas modernas – de Inglaterra254 También ahora continúa siendo Francia la sede de la cultura más espiritual y refinada de Europa y la alta escuela del gusto: pero hay que saber encontrar esa «Francia del gusto»
75.
Différence engendre haine [la diferencia engendra odio]: la vulgaridad de más de una naturaleza arroja de repente una salpicadura, cual si fuese agua sucia, cuando a su lado pasan un recipiente sagrado cualquiera, una preciosidad cualquiera sacada de armarios cerrados, un libro cualquiera que lleva las señales del gran destino; y, por otra parte, existen un enmudecimiento involuntario, una vacilación de la mirada, una inmovilización de todos los gestos, en los cuales se expresa que un alma siente la cercanía de lo más digno de veneración
76.
268 ¿Qué es, en última instancia, la vulgaridad? – Las palabras son signos-sonidos de conceptos; pero los conceptos son signos-imágenes, más o menos determinados, de sensaciones que se repiten con frecuencia y aparecen juntas, de grupos de sensaciones
77.
En su vulgaridad llamaba al doctor Behrens «el viejo»
78.
» Sus modales atacaban los nervios del joven Castorp por su bajeza y vulgaridad de locuciones
79.
Gerard le estaba señalando con un dedo y Guy sintió de nuevo que era en la vulgaridad de Gerard donde residía su capacidad de inspirar terror
80.
Y al pensar que, en lo sucesivo, su concepto de ella debía ir asociado con la vulgaridad, Stephen se sintió tan afligido que su mente se turbó durante unos momentos
81.
El segundo se insinúa en una hipérbole inserta en la descripción de la vestimenta de Montesinos: «cuentas (de rosario) mayores que medianas nueces, y los dieces asimismo como huevos medianos de avestruz»; se sigue con la inclusión de detalles «realistas» en contraste con el carácter fantástico del conjunto: el «puñal buido, más agudo que una lezna»; el adjetivo «peluda» (en vez de «velluda») aplicado a la mano de Durandarte; el «pañizuelo de puntas» en que Montesinos envuelve el corazón de su pariente; la serie sal-mal olor-mojama referida al corazón del mismo; la mención de una situación extraordinaria que, por el lugar en que está situada y, sobre [182] todo, por el tono con que está contada, puede tener efectos cómicos: «siendo esto así, y que realmente murió este caballero, ¿cómo ahora se queja y suspira de cuando en cuando, como si estuviese vivo?»; la recitación, por Durandarte, de un romance escrito visiblemente después de su muerte (un romance popular); una declaración de Montesinos que quita a la escena y a sus palabras toda espontaneidad y la mecaniza por repetición: «Esto que agora os digo, ¡oh, primo mío!, os lo he dicho muchas veces, y como no me respondéis, imagino que no me dais crédito o no me oís, de lo que yo recibo tanta pena cual Dios sabe»; un estereotipo (cuyo comentario se hace en el capítulo siguiente) cuya vulgaridad desentona en el conjunto y en labios del difunto Durandarte[41]; por último, la descripción de Belerma como mujer fea, y, momento el más bajo de este sistema en degradación, la mención, por Montesinos, del «mal mensil» y de los años que ha que no asoma por sus puertas (de Belerma), mención que el relato como tal no exige, ya que la causa, expuesta en el segundo miembro de un período subordinado, puede enunciarse correctamente sin el primero
82.
Pero en el campo de batalla se demostraba como un soldado nato, y por su acero y brío César le perdonaba cualquier vulgaridad
83.
El día en que el joven Bergotte pudo mostrar al mundo de sus lectores el salón de mal gusto en que transcurrió su infancia y las no muy divertidas conversaciones que allí tenía con sus hermanos, ese día se puso por encima de los más ingeniosos y distinguidos amigos de su familia, los cuales podrían muy bien volver a sus casas en sus magníficos Rolls-Royce, con cierto desprecio por la vulgaridad de los Bergotte; pero él, con su modesto coche, que por fin había “arrancado”, marchaba muy por arriba de ellos
84.
Tan sólo a la mujer del notario le llamó la atención el recién llegado, que trascendía a esa vulgaridad afectada de la gente elegante, y declaró, con esa base de infalible discernimiento y de autoridad indiscutible de una persona para quien no tiene secretos la alta, sociedad del departamento del Mans, que se veía perfectamente que tenían delante a un hombre de gran distinción, muy bien educado y en contraste notable con toda aquella gente que había en Balbec, y que ella juzgaba indigna de su trato mientras no la tratara
85.
Estaba repitiendo siempre el nombre de Amando; de modo que cuando tenía algún invitado le decían: "Ya veo que conoce usted bien la casa"; y el convidado se ponía también él a decir constantemente `Amando', por esa predisposición que tienen ciertas personas, y en la que entran la timidez, la vulgaridad y la tontería, a considerar que es un deber de ingenio y elegancia el imitar a la letra a las personas con quienes se está
86.
Más adelante, cuando me he encontrado en mis lecturas históricas con un podestá o un príncipe de la Iglesia que llevaba ese nombre, hermosa medalla del Renacimiento –hay quien dice que es antigua–, que nunca salió de la familia y que pasó de descendientes en descendientes desde el gabinete del Vaticano al tío de mi amigo, sentí el mismo placer reservado a esas personas que por no tener dinero bastante para formarse una colección de medallas o una pinacoteca, rebuscan nombres viejos (nombres de lugar, documentales y pintorescos como un mapa antiguo, una perspectiva caballera, una muestra de tienda o un fuero consuetudinario, nombre de pila donde se oye resonar, en las hermosas finales francesas, el defecto de habla, la entonación de una vulgaridad étnica, la pronunciación viciosa con que nuestros antepasados impusieron a los vocablos latinos y sajones mutilaciones persistentes que pasaron luego a ser augustas legisladoras de las gramáticas), y que gracias a esas colecciones de vocablos antiguos se dan conciertos a sí mismos, a la manera de los que se compran violas de gamba o de amor para tocar música antigua con instrumentos antiguos
87.
Lo mismo sucedía cuando le mandaba preparar bocadillos de queso o ensalada o comprar tartas para comerlas con mis amigas a la hora de la merienda; Francisca decía que ellas debían corresponder y convidarme también si no fuesen tan interesadas, porque entonces la asaltaba un atavismo de rapacidad y vulgaridad provincianas, como si el alma de la difunta Eulalia, a quien tanto envidió, se hubiera ido a encarnar, más graciosamente que en San Eloy, en los deliciosos cuerpos de mis amigas
88.
Así, la señora de Guermantes mostraba en sus vestidos el mismo cuidado de seguir la moda con que si, creyéndose convertida en una mujer como las demás, hubiese aspirado a esa elegancia en el vestir en que cualquier mujer podía igualarla, superarla, acaso; yo la había visto en la calle mirar con admiración a una actriz bien vestida; y por la mañana, en el momento en que iba a salir a pie, como si la opinión de los transeúntes cuya vulgaridad hacía resaltar paseando familiarmente por entre ellos su vida inaccesible pudiera ser para ella un tribunal, podía yo distinguirla ante su espejo desempeñando con una convicción exenta de desdoblamiento y de ironía, con pasión, con mal humor, con amor propio, como una reina que ha aceptado hacer de criada en una comedia de corte, el papel, tan inferior a ella, de mujer elegante; y en el olvido mitológico de su grandeza nativa miraba si su velillo estaba bien estirado, se aplastaba las mangas, se ajustaba la capa, como el cisne divino hace todos los movimientos de su especie animal, conserva sus ojos pintados a ambos lados del pico y se lanza de pronto sobre un botón o un paraguas, como cisne, sin acordarse de que es un Dios
89.
Pero ella, rebelde, permanecía exterior a su dicción, seguía siendo irreductiblemente su voz natural, con sus defectos o con sus encantos materiales, su vulgaridad o su afectación cotidiana, y desplegaba así un conjunto de fenómenos acústicos o sociales que no había alterado el sentimiento de los versos recitados
90.
Si no hubiera, como había, puesto amor en algo irás alto que la flexibilidad innata de su cuerpo, si no hubiera estado tanto tiempo despegado del orgullo nobiliario, habría habido más ahínco y pesadez en su misma agilidad, una vulgaridad considerable en sus maneras
91.
¿Cómo no había de haberla sentido yo hasta ese momento? Cada uno de los comensales de la cena, al disfrazar el nombre misterioso bajo el que solamente lo había conocido y soñado yo a distancia, de un cuerpo y de una inteligencia, semejantes a inferiores a los de todas las personas a quienes conocía yo, me había dado la impresión de vulgaridad ramplona que puede dar la entrada en la puerta danés de Elsinor a todo lector apasionado de Hamlet
92.
” El tono con que lo decía el señor de Guermantes era, por otra parte, perfectamente simpático, sin rastros de esa vulgaridad que demostraba a menudo
93.
Además, veía que con el tiempo no sólo se revelan y se imponen dones reales que puedan coexistir con la peor vulgaridad de conversación, sino que hasta individuos mediocres llegan a esos altos lugares, vinculados en la imaginación de nuestra infancia a algunos ancianos célebres sin pensar que lo serían, cierto número de años más tarde, sus discípulos convertidos en maestros y que ahora inspiran el respeto y el temor que experimentaban antes
94.
Actualmente la afición pplatónica o nodel señor de Charlus por Morel sólo impelía al barón a decir de buenas ganas, en ausencia de Morel, que le parecía muy hermoso, pensando que se comprendería eso muy inocentemente y obrando en ello como un hombre agudo que llamado a deponer ante un tribunal no temerá entrar en detalles aparentemente desfavorables pero que por eso mismo tienen más naturalidad y menos vulgaridad que las protestas convencionales de un acusado teatral
95.
Puede uno ser brillante sin vulgaridad y dulce sin ser desabrida
96.
Basta dejarse arrastrar por ella, someterse de buena gana a sus estratagemas y trampas, y, renunciando a la conciencia crítica, al pudor intelectual, al hielo abstracto de la inteligencia, abrir la puerta a las reservas de sensiblería, impudicia, exceso, truculencia y hasta vulgaridad de que todo hombre también consta
97.
Por su jocundia y su vulgaridad, su desparpajo y su ilimitada libertad
98.
Dos métodos sin duda enseñados por maestros distintos, se oponían en ese estilo epistolar, compensando el segundo en la señora de Cambremer la vulgaridad de los adjetivos múltiples, empleándolos en gama descendente, evitando concluir con el acorde perfecto mayor