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    zancada frasi di esempio

    zancada


    1. De una zancada, el griego se plantó ante la caja abierta


    2. No encontraron ninguna de las dos cosas, pero sobre todo no las encontraron los cabecillas golpistas de la división (el general Torres Rojas, sustituto de Juste según los planes de los conjurados, el coronel San Martín, jefe del Estado Mayor, y el comandante Pardo Zancada, encargado por Milans de poner en marcha la operación), ni tampoco ninguno de los demás jefes y oficiales que se agitaban en medio de la zozobra del Cuartel General: como tantos otros militares durante los años anteriores al golpe, muchos habían prodigado amenazas al gobierno con bravatas de cuarto de banderas, pero cuando llegó el momento de ponerlas en práctica no fueron capaces de arrebatarle el mando al débil y dubitativo Juste y, aunque es verdad que durante las primeras horas del golpe Torres Rojas y San Martín intentaron todavía convencer a Juste de que anulara la contraorden de salida, lo cierto es que lo hicieron con escasa convicción, y que las presiones que ejercían sobre el jefe de la Brunete se esfumaron cuando poco después de las ocho de la tarde, obedeciendo dócilmente las órdenes de sus superiores, Torres Rojas se marchó del Cuartel General y regresó en avión regular a su destino en La Coruña


    3. En cuanto a Milans, durante esos cuatro días organiza con sus dos ayudantes la sublevación de Valencia, obtiene promesas de apoyo o neutralidad de otros capitanes generales, monta a toda prisa la rebelión en la Acorazada Brunete a través del comandante Pardo Zancada (a quien en la víspera del golpe hace acudir a Valencia para darle instrucciones al respecto) y habla por teléfono como mínimo en tres ocasiones con Armada


    4. La última conversación tiene lugar el 22 de febrero: desde el despacho del hijo del coronel Ibáñez Inglés, Milans habla con Armada en presencia de Ibáñez Inglés, del teniente coronel Mas Oliver y del comandante Pardo Zancada, y lo hace repitiendo en voz alta las palabras de su interlocutor para que sus acompañantes las escuchen, como si no acabara de fiarse del todo de Armada o como si necesitase que sus subordinados se fiasen del todo de él; los dos generales repasan: Tejero tomará el Congreso, Milans tomará Valencia, la Brunete tomará Madrid y Armada tomará la Zarzuela; lo fundamental: todo se hace a las órdenes del Rey


    5. La columna procedía del Cuartel General de la Acorazada Brunete en las afueras de la capital y estaba al mando de Ricardo Pardo Zancada, el mismo comandante de Estado Mayor que la víspera del golpe, durante un viaje de ida y vuelta a Valencia, recibió de Milans el encargo de sublevar su división con la ayuda del general Torres Rojas y el coronel San Martín


    6. A lo largo de toda la tarde y la noche Pardo Zancada había asistido entre perplejo, airado e impotente al fracaso de la rebelión en la Brunete una vez que Juste, el general en jefe, revocó la orden de salida cursada a todos los regimientos minutos antes del asalto al Congreso; avergonzado por la huida de Torres Rojas, que poco después de las ocho había partido de vuelta a su destino en La Coruña sin cumplir con su misión, y por la parálisis de San Martín y del resto de los jefes y oficiales de la unidad, tantas veces partidarios ardorosos del golpe, poco antes de la una de la madrugada Pardo Zancada cambió el uniforme de paseo por el de campaña, improvisó su columna de vehículos ligeros con la colaboración de varios jóvenes capitanes y con las dos únicas compañías acantonadas en el Cuartel General y, después de dejarla formada durante más de un cuarto de hora en las inmediaciones de la barrera de salida a modo de desafío o de invitación a sus compañeros, partió hacia el Congreso tras comprobar que nadie iba a engrosarla y amenazar con pegarle un tiro en la cabeza al soldado que desobedeciese sus órdenes


    7. Dado que Pardo Zancada se unió a Tejero cuando para muchos el golpe había sido ya prácticamente neutralizado, muchos pensaron que el suyo era un acto quijotesco o eso que suele denominarse un acto quijotesco: un noble ademán de lealtad a una causa perdida


    8. No lo fue: es verdad que, a diferencia de muchos de sus compañeros, Pardo Zancada demostró no ser un cobarde, igual que es verdad que era un idealista con la imaginación demasiado inflamada por los pundonores de la cacharrería del heroísmo franquista y un radical demasiado embebido en el mejunje ideológico de la ultraderecha para amilanarse en el último momento, pero no es verdad que su acto fuera un acto quijotesco


    9. Por ese motivo era peligroso el movimiento de Pardo Zancada; por ese motivo y quizá por otro


    10. Aunque el 23 de febrero actuó bajo las órdenes de Milans, es posible que Pardo Zancada se hallara relacionado más o menos de cerca con un grupo de coroneles relacionado a su vez con San Martín o capitaneado por San Martín, un grupo que, según explicaba en noviembre del año anterior el informe de Manuel Fernández-Monzón Altolaguirre titulado «Panorama de las operaciones en marcha», llevaba meses planeando un golpe duro cuyo propósito era el establecimiento de una república presidencialista o un directorio militar; San Martín y Pardo Zancada se habían subido en el último momento al golpe monárquico de Armada y Milans, pero, habiendo fracasado éste, el golpe de los coroneles era tal vez la única alternativa visible para los golpistas en medio del nerviosismo, el desconcierto y el caos reinantes, y la acción de Pardo Zancada

    11. A pesar de que a la una y media de la madrugada quizá pocas personas temían que aquel imprevisto supusiera un revulsivo suficiente para entregar el triunfo a los golpistas, los primeros momentos de Pardo Zancada en el Congreso parecieron confirmar estos negros pronósticos


    12. La llegada de su columna levantó el ánimo de los guardias civiles sublevados, que empezaban a ser víctimas de la fatiga y del desaliento, conscientes de que el fracaso de la negociación entre Armada y Tejero había impedido un desenlace favorable del secuestro y de que a cada momento que pasaba era más difícil que el ejército acudiera en su auxilio; pero, además de proporcionar una momentánea dosis de moral a los rebeldes -permitiéndoles creer que por fin la Brunete se había unido al golpe y que aquel destacamento era sólo la cabeza de puente del esperado movimiento general-, tan pronto como se puso a las órdenes de Tejero Pardo Zancada se concentró en la tarea de insubordinar otras unidades: provisto de un listín telefónico de la división que se había procurado en el Cuartel General y saltando de teléfono en teléfono a medida que quienes dirigían el asedio al Congreso le cortaban las comunicaciones con el exterior hasta dejar únicamente cuatro o cinco aparatos en funcionamiento de los ochenta de que disponía el edificio, Pardo Zancada habló (desde un despacho de la planta baja del edificio nuevo, desde la centralita, desde las cabinas de prensa) con numerosos jefes de la Brunete dotados de mando en tropa; tras dar novedades a San Martín llamándole al Cuartel General, habló con el coronel Centeno Estévez, de la Brigada Mecanizada II, con el teniente coronel Fernando Pardo de Santayana, del Grupo de Artillería Antiaérea, con el coronel Pontijas, de la Brigada Acorazada XII, con el teniente coronel Santa Pau Corzán, del Regimiento de Caballería Villaviciosa 14


    13. Con todos ellos la conversación fue parecida: Pardo Zancada les informaba de lo que había hecho y a continuación los conminaba a que siguieran su ejemplo, asegurándoles que muchos otros como ellos se disponían a imitar su gesto y que bastaba colocar un tanque en la Carrera de San Jerónimo para que el golpe fuera irreversible


    14. No era verdad, pero -gracias al teniente coronel De Meer y al coronel Valencia Remón, que hasta bien avanzada la madrugada estuvieron a punto de sacar sus tanques de los cuarteles- faltó muy poco para que lo fuera; también faltó muy poco para que al menos otras dos o tres unidades de la Brunete imitasen a Pardo Zancada


    15. Poco después de recibir la noticia de ese doble revés Pardo Zancada llamó a Valencia y habló con Milans


    16. No hubo ninguna otra adhesión, nadie se atrevió a desobedecer al Rey, los coroneles liderados por San Martín o vinculados a San Martín decidieron permanecer agazapados a la espera de una ocasión más propicia y, tras convencerse de que tampoco podía hacer nada por Tejero y por Pardo Zancada (o de que lo mejor que podía hacer por ellos era precisamente abandonarlos, para provocar su rendición y terminar con el secuestro), Milans admitió su derrota


    17. Eso vino a ser lo que le dijo a Pardo Zancada la última vez que hablaron por teléfono aquella noche: que ninguna capitanía secundaba el golpe y que él había devuelto las tropas a los cuarteles y anulado el bando que proclamaba el estado de excepción; a esto sólo añadió que intentase persuadir a Tejero de que aceptara el acuerdo que horas atrás le había ofrecido Armada y que el teniente coronel había rechazado


    18. Mi general, dijo Pardo Zancada


    19. A sus órdenes, mi general, dijo Pardo Zancada


    20. Ambos intentos perseguían sacar del Congreso a Pardo Zancada (la teoría era que, si Pardo Zancada salía de allí, Tejero no podía tardar en seguirlo), pero, aunque San Martín parecía la persona ideal para conseguirlo, porque era amigo e inmediato superior jerárquico de Pardo Zancada y quizá porque muchos sospechaban que estaba de algún modo involucrado en el golpe, el primero de ellos fracasó; no así el segundo

    21. El teniente coronel Fuentes era un oficial destinado en la División de Inteligencia Exterior del Cuartel General del ejército a quien unía una antigua amistad con Pardo Zancada: ambos habían trabajado a las órdenes de San Martín en el servicio de inteligencia del almirante Carrero Blanco, ambos formaban parte del comité de redacción de la revista militar Reconquista y ambos compartían ideas radicales; aquella noche Pardo Zancada y él habían hablado por teléfono en varias ocasiones, arengándose mutuamente, pero hacia las ocho de la mañana Fuentes ya había aceptado que la permanencia de su amigo en el Congreso carecía de sentido y decidió solicitar el permiso de sus superiores para hablarle e intentar que desistiera


    22. Su idea fue bien acogida en el Cuartel General, se le concedió el permiso y, después de pasar por el puesto de mando del asedio en el hotel Palace -donde los generales Aramburu Topete y Sáenz de Santamaría le exigieron que sólo aceptara condiciones de rendición que juzgase absolutamente razonables-, poco después de las nueve se presentó a los guardias civiles que custodiaban la verja de acceso al Congreso y pidió hablar con Pardo Zancada


    23. Estos síntomas de estampida explican que, a diferencia del coronel San Martín unas horas antes, el teniente coronel Fuentes encontrara a un Pardo Zancada predispuesto a pactar un final


    24. Pardo Zancada pidió salir del Congreso al mismo tiempo que Tejero, pidió hacerlo al mando de su unidad y poder entregarla en el cuartel general de la Brunete, pidió que no se reclamase responsabilidades a ninguno de sus hombres salvo a él, pidió que no hubiera fotógrafos ni cámaras de televisión en el momento de la salida


    25. Tras reunirse con sus oficiales y sus guardias, Tejero suscribió las exigencias de Pardo Zancada, pero matizó algunas y añadió otras, entre ellas que fuese el general Armada quien garantizase con su presencia el acuerdo


    26. Hubo más conciliábulos, más idas y venidas entre el Congreso y el Palace, y hacia las once y media la rendición se había consumado: en el patio que separa el edificio nuevo y el edificio viejo, sobre el techo de uno de los Land Rover de Pardo Zancada, en presencia de éste; de Tejero, de Fuentes y de Aramburu Topete, el general Armada avaló el cumplimiento de los puntos del pacto firmando la hoja donde Fuentes los había anotado


    27. Se realizó de forma ordenada: el presidente de la Cámara levantó reglamentariamente la sesión y los parlamentarios empezaron a desfilar; una última humillación los aguardaba no obstante en el patio, donde Pardo Zancada había formado en línea de a tres su columna de soldados para obligarlos a pasar ante ella, estragados por las zozobras de la noche en vela y observados de lejos por la multitud que esperaba a las puertas del Palace, antes de salir en libertad a la Carrera de San Jerónimo


    28. Los primeros se limitaron a defenderse mejor o peor del delito de rebelión militar que se les imputaba y a tratar de desvincularse para ello del golpe y del resto de los procesados; en cambio los segundos -con la excepción del comandante Pardo Zancada, que asumió sin esconderse su responsabilidad en los hechos- trataron de vincularse a los primeros y, a través de ellos, al Rey, buscando convertir aquel consejo de guerra en un juicio político y presentándose como un grupo de hombres de honor que había actuado bajo las órdenes de Armada, que a su vez había actuado bajo las órdenes del Rey, con el fin de salvar a un país corrompido por un régimen político corrompido y una clase política corrompida, y en consecuencia con la eximente militar de obediencia debida y la eximente política de estado de necesidad


    29. Fue así como a base de contradicciones y disparates el juicio se envileció con un festival de mentiras en el que, salvo Pardo Zancada, ninguno de los procesados dijo lo que hubiera debido decir: que habían hecho lo que habían hecho porque creían que era lo que había que hacer, aprovechando que Milans decía que Armada decía que el Rey decía que era lo que había que hacer, y que en todo caso lo hubiesen hecho tarde o temprano, porque era lo que igual que tantos de sus compañeros estaban deseando hacer desde hacía mucho tiempo


    30. Por fin, el día 3 de junio, el tribunal emitió su fallo: Tejero y Milans fueron condenados a treinta años de cárcel -la pena máxima-, pero a Armada sólo le cayeron seis, como a Torres Rojas y Pardo Zancada, y todos los demás jefes y oficiales se libraron con penas de entre uno y cinco años; todos salvo Cortina, que fue absuelto, igual que lo fueron un capitán de la Brunete y un capitán y nueve tenientes que acompañaron a Tejero hasta el Congreso

    31. Menos de un año más tarde el último tribunal dictó la sentencia definitiva; la mayoría de los procesados vio por lo menos duplicada su condena: Armada pasó de seis años a treinta, Torres Rojas y Pardo Zancada de seis a doce, Ibáñez Inglés de cinco a diez, San Martín de tres a diez, y así sucesivamente, e incluso los tenientes que asaltaron el Congreso y habían sido declarados inocentes por el primer tribunal fueron también condenados


    32. La zancada de Mainar sonó en el largo pasillo e hizo que el gordo Simó se girara hacia la puerta


    33. Antes de que volviera a cerrarse la puerta, el contacto entre la Interpol del Centro de Operaciones y el FBI, Darrell McCaskey, entró de una zancada


    34. De esa anchura era un charco que había en el camino del jardín y que ese hombre habia, sin duda alguna, pasado de una zancada


    35. Corrió como el Lobo del Norte que dibujan las estrellas en el cielo, el que puede saltar por encima de la Tierra con una sola larga zancada


    36. Estaba acechando el coche, su gigantesca zancada le permitía ir al mismo paso, seguirlo por la sinuosa y oscura carretera


    37. —¡Adien! —dijo Raoden, dibujando una línea en su aon que duplicaba la longitud de la zancada del muchacho


    38. Enseguida se encontró corriendo pegado a la grupa del ciervo; cada zancada lo acercaba a escasas pulgadas de las pezuñas


    39. En una zancada Joantto se colocó junto a la puerta y subió el escalón de la entrada


    40. Alvin dio otra zancada hacia la puerta

    41. A preguntas mías respondieron que el grado de penetración de los sectores de ultraderecha en el CESID es muy escaso y localizado en lugares no estratégicos, a pesar de que parte del personal procede del antiguo Servicio a la Presidencia, de Carrero, donde estuvo el coronel San Martín, Pardo Zancada y otros varios almendros


    42. Salió corriendo en pos del hombre con fuerte zancada de valquiria, mientras Lucía la seguía al paso y sin aliento


    43. Se humedeció los labios, se agarró con fuerza a la barandilla, con los dedos agarrotados, y se obligó a avanzar por encima del cuerpo, con una zancada larga


    44. Samuel se estremeció por el grito y dio una agresiva zancada al frente


    45. Cruzaron un círculo de hierba, al llegar a la tierra, Richard se detuvo en seco en mitad de la zancada y miró fijamente el suelo


    46. Se quedó inmóvil en mitad de la zancada, y dio un paso atrás


    47. No hay muchas mujeres que puedan dar una zancada convincente, pero ella lo consiguió


    48. Pensaba en otras expediciones nocturnas, realizadas con objeto de luchar al alba, y al mismo tiempo reflexionaba también complacido en que mantenía el paso sin demasiado esfuerzo (a pesar de que el dey, que medía seis pies de altura, tenía una larga zancada), cuando Omar se detuvo, miró a su alrededor, señaló una masa de roca desnuda que asomaba por entre los árboles y susurró:


    49. Al cabo de unos pocos pasos ya cubría varios metros con cada zancada, y el viento le zumbaba en los oídos


    50. Lancelot posó la palma de la mano sobre el hierro negro con la intención de empujar con todas sus fuerzas, pero la puerta se abrió con tanta facilidad sobre sus viejos goznes que, sorprendido, penetró tambaleándose y tuvo que dar una larga zancada para recobrar el equilibrio










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    zancada in English

    step stride

    Sinonimi per "zancada"

    paso trancada marcha