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    Use "aceptado" em uma frase

    aceptado frases de exemplo

    aceptado


    1. He aceptado la desdicha por no doblegarme alenvilecimiento, y, huyendo de reconocerme perjuro, he parado en serapóstata


    2. No son obligadas, sino que ellas mismas han aceptado la sugerencia de los guías


    3. Aquel marido aceptado en un arrebato de ira, sí no llegó a inspirarlaamor mereció la tierna


    4. fidelidad y obediencia, que habia aceptado la apelacion por parte de los pueblos, que mandaba se


    5. El tío Manolillo había aceptado la situación


    6. por quéMargarita había aceptado la herencia de aquella que bien


    7. Y cuando se había aceptado como medida prudente el matar á estosintrusos, que se presentaban de tarde en tarde, con la regularidad deuna epidemia, llegaba el último Hombre-Montaña, y el Consejo


    8. Que había aceptado de mil amores, pero


    9. han aceptado con lealtad y entereza


    10. muchaspersonas eran de parecer que él, Antonio Pérez,debiera haber aceptado la pensión de

    11. aceptado permanecer un solosegundo más en aquella situación


    12. Anteshubiese aceptado el implacable desdén de este


    13. Y al no haber él aceptado la iniciación ni hecho el


    14. Si los padres hubiesen aceptado por sí mismos, tal vezles habría juzgado


    15. ) han aceptado la condicion, y trabajan


    16. El proyecto fue aceptado, yel


    17. ¿no la aceptaría usted? Confiese quesí, que la habría aceptado


    18. instante en que había aceptado semejante comisión


    19. solidaridad de clase había aceptado en los últimosaños todas las


    20. bulliciosa Chichílo bautizó con un apodo, aceptado por la

    21. Freya había aceptado su invitación con un entusiasmo de


    22. Recuerdeque he aceptado su convite con la condición de que me


    23. que habeis recibido, ú otro evangelio del quehabeis aceptado, [lo] sufrierais bien


    24. aceptado la idea del crimen


    25. Personalmente estoy encantada de que haya aceptado dirigir el programa


    26. Y Jesús había aceptado el pacto,


    27. El Estado no deberá, por tanto, aceptar entre sus miembros sino a quienes adhieran a ese credo moral y social, y castigará con las mayores penas, incluso la de muerte, a quienquiera, tras haberle aceptado, renegare de él verbalmente o con su conducta


    28. No habría aceptado dinero si me lo hubieran ofrecido


    29. Parecía un hombre que hubiese abandonado apaciblemente el torbellino de la vida mundana; no me miró, ni levantó la vista una sola vez, ni notó mi mirada ardiente fi­ja en él, sino que permaneció absolutamente inmóvil, como quien ha aceptado serenamente la derrota y la muerte


    30. Desde el punto de vista político Cortina era hacia principios de los años ochenta un militar de fidelidad monárquica que, aunque cuatro años atrás había aceptado sin reticencias el sistema democrático, ahora pensaba como buena parte de la clase política (y a diferencia de Calderón, atado a la lealtad de Gutiérrez Mellado) que Adolfo Suárez había hecho malla democracia o la había estropeado, que el sistema había entrado en una crisis profunda que amenazaba la Corona, y que la mejor forma de sacarla de esa crisis era la formación de un gobierno de coalición o concentración o unidad en torno a un militar de las características del general Armada, a quien Cortina conocía bien y a quien además se hallaba unido a través de su hermano Antonio, que mantenía una buena amistad con el general y que había continuado su carrera política en las filas de la Alianza Popular de Manuel Fraga; desde el punto de vista técnico, desde el punto de vista de su quehacer en el espionaje, nada define mejor a Cortina que la propia naturaleza de la AOME

    31. Todos ellos eran franquistas: todos habían hecho la guerra con Franco, casi todos habían combatido en la División Azul junto a las tropas de Hitler, todos se adscribían ideológicamente a la ultraderecha o mantenían buenas relaciones con ella, todos habían aceptado la democracia por sentido del deber y a regañadientes y muchos consideraban que la intervención del ejército en la política del país era hacia 1981 indispensable o conveniente


    32. No fue el único anuncio de este tipo que a lo largo de la noche hicieron los rebeldes desde la tribuna de oradores: en un determinado momento un oficial les leyó a los parlamentarios el bando de guerra promulgado por Milans en Valencia; en otro, un guardia civil les leyó novedades favorables a los golpistas transmitidas por agencias de prensa; en otro, poco antes ya de la medianoche, Tejero proclamó que varias regiones militares -la II, la III, la IV y la V- habían aceptado a Milans como nuevo presidente del gobierno


    33. Aunque Milans y Gutiérrez Mellado se conocían desde hacía mucho tiempo, la animosidad de Milans no tenía un origen remoto; nació en cuanto Gutiérrez Mellado hubo aceptado integrarse en el primer gobierno de Suárez y creció a medida que el general se convertía en el aliado más fiel del presidente y trazaba y ponía en práctica un plan cuyo objetivo consistía en terminar con los privilegios de poder concedidos por la dictadura al ejército y en convertir a éste en un instrumento de la democracia: Milans no sólo se sintió personalmente postergado y humillado por la política de ascensos de Gutiérrez Mellado, quien hizo cuanto pudo por apartarlo de los primeros puestos de mando y ahorrarle así tentaciones golpistas; parapetado en sus ideas ultraconservadoras y en su devoción por Franco, también padeció como una injuria que Gutiérrez Mellado pretendiera desmantelar el ejército de la Victoria, al que él consideraba el único garante legítimo del legítimo estado ultraconservador fundado por Franco y en consecuencia la única institución capacitada para evitar otra guerra (como la ultraderecha, como la ultraizquierda, Milans era alérgico a la palabra reconciliación, a su juicio un simple eufemismo de la palabra traición: varios miembros de su familia habían sido asesinados durante la contienda, y Milans sentía que un presente digno no podía fundarse en el olvido del pasado, sino en su recuerdo permanente y en la prolongación del triunfo del franquismo sobre la república, lo que valía tanto para él como el triunfo de la civilización sobre la barbarie)


    34. Ese propósito definido por Armada y aceptado por Milans fue el que dominó una reunión celebrada ocho días más tarde en el domicilio madrileño del ayudante de campo del capitán general de Valencia, en la calle General Cabrera; a ella asistieron, convocados por el propio Milans, varios generales en la reserva -entre ellos Iniesta Cano-, varios generales en activo -entre ellos Torres Rojas- y varios tenientes coroneles -entre ellos Tejero-; en cambio, fiel a una estrategia consistente en no hablar nunca del golpe en presencia de más de una persona y en buscar coartadas para cualquier movimiento hipotéticamente comprometedor (de ahí que siempre hablara a solas con Milans y que siempre acudiera a Valencia en compañía de su esposa y con el pretexto de resolver asuntos privados), Armada puso una excusa de última hora y no asistió al cónclave


    35. La más tenaz fue elaborada y propagada por los golpistas de cara al juicio por el 23 de febrero y afirma que la Zarzuela retuvo el mensaje real hasta conocer el resultado de la entrevista entre Armada y Tejero y que sólo autorizó a que se emitiera por televisión cuando supo que el general había fracasado; también afirma que, si Armada no hubiese fracasado, si Tejero hubiese dejado que el general negociase con los diputados y éstos hubiesen accedido a formar con él un gobierno de unidad para dar salida al golpe, el Rey hubiese aceptado el acuerdo, su mensaje no se hubiese emitido y el golpe hubiese triunfado con su beneplácito: a fin de cuentas, con el gobierno de unidad presidido por Armada y respaldado por el Congreso el Rey conseguía lo que buscaba cuando le encargó a Armada el golpe


    36. Hasta aquí lo verificable; luego está lo inverificable: ¿qué hubiera ocurrido si Armada hubiera podido negociar con los parlamentarios la creación de un gobierno de unidad? ¿Lo hubieran aceptado? ¿Lo hubiera aceptado el Rey? El plan de Armada puede parecer inverosímil, y tal vez lo era, pero la historia abunda en inverosimilitudes y, como recordaba aquella noche Santiago Carrillo mientras permanecía encerrado en la sala de los relojes del Congreso, no hubiese sido la primera vez que un Parlamento democrático cede al chantaje de su propio ejército y presenta esa derrota como una victoria o como una prudente salida negociada -temporal, tal vez insatisfactoria pero imperiosa- a una situación límite: Armada tuvo siempre presente que veinte años atrás, poco antes de que él se instalara en París como estudiante de la Escuela de Guerra, el general De Gaulle había llegado de una forma parecida a la presidencia de la república francesa, y sin duda pensó que el 23 de febrero podría adaptar a España el modelo De Gaulle para dar un golpe encubierto


    37. Sea cual sea la respuesta que se elija dar a esa pregunta, una cosa me parece indudable: de haber aceptado los líderes parlamentarios las condiciones de Armada, el mensaje real no hubiese representado ningún obstáculo para que se cumpliesen, porque ni una sola de sus frases rechazaba que el gobierno presidido por Armada pudiera convertirse en el expediente de circunstancias del retorno al orden constitucional violado con el asalto al Congreso o porque el perímetro de las palabras del Rey tenía la suficiente amplitud para abarcar, si hubiese sido preciso, la solución de Armada


    38. Estas palabras -pronunciadas por un monarca enfundado en su uniforme de capitán general y con el rostro transfigurado por las horas más difíciles de sus cuarenta y tres años de vida- son una palmaria declaración de lealtad constitucional, de apoyo a la democracia y de rechazo del asalto al Congreso, y así fueron interpretadas cuando el Rey las pronunció y han sido interpretadas desde entonces; la interpretación me parece correcta, pero las palabras tienen amo, y es evidente que, si Armada hubiese conseguido pactar con los líderes políticos el gobierno previsto por los golpistas y presentar como solución al golpe lo que era en realidad el triunfo del golpe, esas mismas palabras hubieran continuado significando desde luego una condena de los asaltantes del Congreso, pero hubieran podido pasar a significar un espaldarazo para quienes, como Armada y los líderes políticos que hubieran aceptado formar parte de su gobierno, habían conseguido terminar con el secuestro de los parlamentarios y restaurar así la legalidad y el orden constitucional quebrantados


    39. —Bien —añadió dirigiéndose a Ellie—, ahora que todos nos conocemos y hemos aceptado las condiciones que regirán en el futuro, me gustaría mantener una breve entrevista con tu marido


    40. El teniente coronel Fuentes era un oficial destinado en la División de Inteligencia Exterior del Cuartel General del ejército a quien unía una antigua amistad con Pardo Zancada: ambos habían trabajado a las órdenes de San Martín en el servicio de inteligencia del almirante Carrero Blanco, ambos formaban parte del comité de redacción de la revista militar Reconquista y ambos compartían ideas radicales; aquella noche Pardo Zancada y él habían hablado por teléfono en varias ocasiones, arengándose mutuamente, pero hacia las ocho de la mañana Fuentes ya había aceptado que la permanencia de su amigo en el Congreso carecía de sentido y decidió solicitar el permiso de sus superiores para hablarle e intentar que desistiera

    41. Diecisiete horas y media de vejaciones en el hemiciclo del Congreso fueron un correctivo suficiente para la clase política, que pareció encontrar una súbita madurez forzosa, aparcó por un tiempo las furiosas rencillas intrapartidarias y la furiosa rapacidad de poder que habían servido para crear la placenta del golpe, dejó de especular con turbias operaciones de ingeniería constitucional y no volvió a mencionar gobiernos de gestión o concentración o salvación o unidad ni a involucrar de ningún modo al ejército en ellos; no menos duro fue el correctivo para la mayoría del país, la que había aceptado con pasividad el franquismo, se había ilusionado primero con la democracia y luego parecía desengañada: bruscamente se evaporó el desencanto y todos parecieron redescubrir con entusiasmo las bondades de la libertad, y quizá la mejor prueba de ello es que año y medio después del golpe una mayoría desconocida de españoles decidió que no habría reconciliación real entre ellos hasta que los herederos de los perdedores de la guerra gobernasen de nuevo, permitiendo una alternancia en el poder que acabó de amarrar la democracia y la monarquía


    42. Oscuras querellas dividían a veces a la familia, y a decir verdad nadie hubiera sido capaz de desentrañar los orígenes, sobre todo porque, como nadie tenía memoria, ya no se recordaban las causas, limitándose a mantener mecánicamente el efecto rumiado y aceptado de una vez por todas


    43. En general, sin embargo, este castigo era aceptado sin amargura, primero porque casi todos recibían golpes en sus casas y el correctivo les parecía un modo natural de educación, y después porque la equidad del maestro era absoluta, se sabía de antemano qué infracciones, siempre las mismas, acarreaban la ceremonia expiatoria, y todos los que franqueaban el límite de las acciones que sólo merecían una mala nota sabían lo que arriesgaban, y que la sentencia se aplicaba tanto a los primeros como a los últimos, con una equidad entusiasta


    44. -Mientras compartía la comida con nosotros, nos reprochó nuestra incredulidad y nuestra dureza de corazón y que no hubiéramos aceptado el testimonio de aquellos que le habían visto tras levantarse de entre los muertos


    45. A veces me pregunto qué hubiera sido de mi vida si hubiera decidido seguir el ejemplo de Ramiro quedándome a aprender las letras, y le hubiera imitado también en todo lo demás, puesto que a los pocos días vino a decirme que había aceptado el empleo que le había conseguido la maestra en una panadería de la Carrera Catorce


    46. También entonces, Mao había solicitado a la población que expresara sus críticas hacia los funcionarios del Partido, pero aquellos que habían aceptado su invitación habían terminado siendo calificados de derechistas y consecuentemente purgados


    47. Al cabo de un año de esforzada crianza porcina, Xiao-hei fue finalmente aceptado en el Partido y por fin, al igual que muchos otros, procuró repantingarse y tomárselo con calma


    48. En cuanto a ser generoso, no le significaba ningún esfuerzo ni sacrificio y le hubiese regalado a Amy todas las chucherías que se podían comprar en Niza si ella se las hubiese aceptado


    49. He aceptado a ciegas la cooperación que se me ha ofrecido, y lo hago llevado más bien por un sentimiento de encono, por una especie de crueldad nacida intempestivamente en mi corazón, que por el cálculo frío que debe preceder a todas las grandes resoluciones


    50. —Vivirá, sí, señora —dijo Montecristo, sorprendido de que sin otra exclamación, sin otra sorpresa, Mercedes hubiese aceptado el sacrificio que le hacía













































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    Sinônimos para "aceptado"

    aplaudido justificado