1.
superar con disimulo el asco y el fastidio que despertaban en mí sus maneras
2.
"Se trata de una célula viva" - le dice que me diera cuenta de mi cara un poco de asco
3.
y su cara era la imagen pura del asco
4.
Algunas personas de la calle la miraron con asco, repulsión y curiosidad
5.
comprase una corbata, pues la que llevabaera un asco, de deshilachada y mugrienta
6.
Un sentimiento de asco le hizo ponerse en pie;
7.
losrecibe con melindre, y algunas veces con asco
8.
ahogado el manantial de la compasión y de la ternuracon desdén, hasta con asco, de una resignación santa, que el demoniomismo me hubiera pintado como enervada flaqueza
9.
El doctor le lanzó una mirada en que se leían el asco y el
10.
asco de la babosa
11.
profunda impresión de asco, pareciéndole el más horrible de lostormentos aquel acto
12.
homo, tan mal señalado por los poderosos,al desprecio y al asco de los pueblos?
13.
ira yhasta con asco el ídolo de Juan Maury del altar que misteriosamente lehabía yo erigido en el
14.
indignación, sino con asco
15.
llenado el pecho de asco y rencor hacia los hombres
16.
Su estómago sufríaantes el hambre que la náusea del asco
17.
como mueren lasvibraciones de una placa, lejos ya de las sensaciones de asco y terror;aquellas
18.
corazón una tempestad de asco y de desprecio
19.
probar, porque le daba asco
20.
es,queriendo besar las llagas de la enferma, fue tanto el asco y el horrorque se le
21.
Oliéndole el aliento, rompió en exclamaciones de asco y
22.
De asco me moriría, bien lo
23.
¡Qué desprecio y qué asco leinspiraba en aquel momento el
24.
Todo está mal, y el mundo es un asco, una grandísima porquería
25.
enfermiza me daban asco
26.
Seis años lleva comiendo el pan del cubo con esa misma cara crispada por el odio y el asco, de una inexpugnable dignidad
27.
El ejercicio de las emociones básicas y universales como la ansiedad, el miedo, la pena, el asco, la sorpresa, el desprecio, el amor lo compartí con ellos antes que con los humanos
28.
Sus ojos de un castaño lindamente jaspeado en verde y amarillo, reflejaban un sentimiento que era mezcla de aburrimiento, cansancio, asco a todo, latente cólera por no poder gritar hasta qué punto le resultaba intolerable este viaje emprendido por ella, sin embargo, con frases de alto júbilo literario
29.
No se puede dar el caso de alguien con cara de sorpresa o de asco toda su vida
30.
A medida que entendía la escena se me fueron aflojando las piernas y una sensación de asco corporal me obligó primero a recostarme sobre la chapa y por último a sentarme en el piso de cemento
31.
El asco y la indignación que me causa el atropello es indecible: es como si yo, el hombre, todos los hombres, fuésemos igualmente culpables del repugnante intento, por el mero hecho de que la posesión, aun consentida, pone al varón en actitud agresiva
32.
Pero yo había pasado a narrarle mi desprendimiento de Mouche, mi asco presente por sus vicios y mentiras, mi desprecio por cuanto significaban las falacias de su vida, su oficio de engaño y el perenne aturdimiento de sus amigos engañados por las ideas engañosas de otros engañados -desde que lo contemplaba todo con ojos nuevos, como si regresara, con la vista devuelta, de un largo tránsito por moradas de verdad-
33.
Sonreía y todos nos alegramos de que no se diera asco
34.
Por comisión del señor doctor Gutierre de Cetina, vicario general desta villa de Madrid, corte de Su Majestad, he visto este libro de la Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, por Miguel de Cervantes Saavedra, y no hallo en él cosa indigna de un cristiano celo, ni que disuene de la decencia debida a buen ejemplo, ni virtudes morales; antes, mucha erudición y aprovechamiento, así en la continencia de su bien seguido asunto para extirpar los vanos y mentirosos libros de caballerías, cuyo contagio había cundido más de lo que fuera justo, como en la lisura del lenguaje castellano, no adulterado con enfadosa y estudiada afectación, vicio con razón aborrecido de hombres cuerdos; y en la correción de vicios que generalmente toca, ocasionado de sus agudos discursos, guarda con tanta cordura las leyes de reprehensión cristiana, que aquel que fuere tocado de la enfermedad que pretende curar, en lo dulce y sabroso de sus medicinas gustosamente habrá bebido, cuando menos lo imagine, sin empacho ni asco alguno, lo provechoso de la detestación de su vicio, con que se hallará, que es lo más difícil de conseguirse, gustoso y reprehendido
35.
Porque había un perro, un bastardo de setter, de una bondad sin límites, incapaz de hacer daño a una mosca, y la prueba era que, cuando atrapaba una al vuelo, se apresuraba a vomitarla con expresión de asco y grandes y repetidos lengüetazos y chasqueo de morros
36.
Jacques abría la puertecita al ras del suelo, se agachaba para deslizar por ella la mano y el brazo, tocaba con asco la tierra o un palo sucio y retiraba rápidamente la mano, lleno de miedo apenas estallaba la algarabía de alas y de patas de los animales, que revoloteaban o corrían por todas partes
37.
Llena de asco y de rabia, volví a subir al camión
38.
Alonso de Molina se aproximó despacio hasta el punto en que Chili Rimac agonizaba con los intestinos derramados por el sendero y tras dirigirle una larga mirada de conmiseración, asco y desprecio, comentó:
39.
¡Una licenciada!, ¡qué asco! La sabiduría es para los hombres, la sal para las mujeres
40.
—¿Es muy viejo el tejado? —se burló la señora Pimpernel con malicia, observando los cubos con asco
41.
—¿Vivís con una araña en la habitación? ¡Qué asco! —exclamó Scarlet deteniéndose en la puerta—
42.
Su palidez uniforme, los ojos de pesados párpados y mirada reservada, la singular cabeza aplastada, todo ello me producía una sensación de asco, de aprensión, de malestar
43.
Es un asco
44.
La pena y el asco crecieron en el interior de Eragon
45.
Eragon vio que la impresión y el asco cruzaban el rostro de Roran antes de que consiguiera disimular su reacción
46.
Turbado, se acercó a ella y extendió los dedos para tocarla, atraído por el reflejo nacarado de su piel, por la abundancia de sus carnes y las sombras de su cabello, pero entonces vio la expresión de asco en sus ojos y el gesto se le heló en el aire
47.
Y durante todo el proceso, las compañeras coetáneas femeninas observaban, emitiendo muecas faciales exageradas para expresar asco, cerrándose los orificios nasales con los dedos, haciendo sobresalir los músculos linguales y señalando con el dedo estirado a este agente
48.
A veces parecía genuinamente conmovido y con su propia mano le daba cucharadas de sopa, pero el día que le hundió la cabeza en una batea llena de excrementos, hasta que ella se desmayó de asco, Alba comprendió que no estaba tratando de averiguar el paradero de Miguel, sino vengándose de agravios que le habían infligido desde su nacimiento, y que nada que pudiera confesar modificaría su suerte como prisionera particular del coronel García
49.
Montalbano, dominando el asco, la alzó en brazos y la llevó hasta la orilla, la extendió en el suelo y la lavó con sumo cuidado
50.
Jubad se había preparado para la ira del Emperador, pero para su sorpresa solamente leyó en sus ojos asco y tedio
51.
Sus ojos mostraban incredulidad y asco
52.
–Antes era un asco
53.
Hizo un gesto de asco
54.
Al saber que tomaba asco a las cosas militares, me confirmé en la buena opinión que de usted tenía
55.
Pepa Jumos, mira lo que hablas: ten en cuenta que yo, si cumplí mi deber en la Seguridad, luego me dio asco de aquel oficio, y me pasé al partido de los señores generales de Vicálvaro, que nos han traído la Libertad, verbigracia, la Justicia
56.
¡Es un asco! ¡Es increíble que a estas alturas de la eternidad ese tipo de cosas estén permitidas! Unos pocos dicen que es más cómodo, que se sufre menos, que si tuviéramos cuerpos nos distraeríamos demasiado del disfrute de los goces eternos, mientras que los otros pregonan que no importa, que prefieren la concupiscencia de la carne a la beatitud espiritual y que no se puede pedir una eterna felicidad a espíritus puros, lo que desde luego ha llevado a que naturalmente se hayan formado dos partidos, los Cuerpistas y los Almistas, éste último subdividido en tres facciones: los Animistas, los Unanimistas y los Reformados
57.
Caminaba lentamente hacia atrás, con cara de asco, alejándose de Rúnar, un anciano apoyado en la pared de la casa
58.
Aquello le dio asco y estuvo a punto de gritarle, pero lo último que deseaba era llamar la atención
59.
Con asco, Charles dio media vuelta y se encaminó a la puerta
60.
Me quedé clavada en el sitio, temblando y estremeciéndome como si me poseyese la fiebre, enferma con las agonías execrables del pavor y el asco, y pasaron cinco minutos antes de que encontrara fuerzas para moverme
61.
Pocos minutos después, Kim salió de la casa con una sensación de tristeza y angustia, que consistía en una complicada mezcla de compasión, ira y asco
62.
Amanda miró con asco el bolso que estaba tirado en un rincón de su piso
63.
De hecho, una de las razones por las que sigue viviendo en Nueva York a pesar de que los alquileres puedan calificarse como mínimo de astronómicos, las relaciones personales casi no existan, los inviernos sean para tártaros y la comida un asco es, según me confesó una vez -recalcando con seriedad que me lo decía muy en serio y sin atisbo de ironía-, porque en Madrid nunca tendría la oportunidad de acostarse con los hombres que encuentra en esta ciudad, ya que en nuestra capital no hay tan alta densidad de actores y modelos por metro cuadrado, ni tampoco una segunda generación del melting pot, cuya mezcla de razas ha dado como resultado especímenes de museo, ni está tan extendida la costumbre, el ritual o la imposición de la hora diaria mínima de gimnasio, motivos por los cuales Sonia, que se asume como hombreriega, sigue viviendo en Nueva York a pesar de que jure a quien quiera escucharla que echa muchísimo de menos Madrid, a sus amigos y a su familia
64.
Estaba realmente hecha un asco
65.
Lo único que le molestaba era el olor a sangre fresca de las matanzas de gallos celebradas sobre la mesa de madera, mueble que esquivaba con asco
66.
La más importante de las cartas es la original enviada el 27 de septiembre a la agencia «Central News», en la que el autor anunció que las rameras le daban asco, advirtiendo a la Policía de sus intenciones de asesinar, y firmando por primera vez «Jack el Destripador»
67.
Langdon recorrió la fila de jaulas y, mientras examinaba con fingida indiferencia los recipientes, su asco alcanzó límites de delirio
68.
Era un trabajo sucio, y mostraron su asco sacando la lengua y fingiendo vomitar
69.
¡Qué asco! Estaba harta de escuchar estas previsiones metereológicas
70.
Amlis Vess la miró enseñando los dientes con un gesto de pena y asco a la vez
71.
Con un escalofrío de asco, Garion recordó los repulsivos simios con cara de cabra que los habían atacado en Arendia
72.
Los hombres causaban asco, a excepción de Tillet, que tenía ya los modales del gran mundo; del joven La Billardiére, pequeño elegante en cierne; del señor Jules Desmarets y de los personajes oficiales
73.
Josseran oyó un quejido y, al levantar la vista, vio que Guillermo se miraba una mano con expresión de asco
74.
El espasmódico deseo de dinero tenía que enfrentarse con el asco que daba aquella goma masticada
75.
Sobre el papel, es tan hermosa, y única, e irrepetible, la relación con la verdad, y esa magia de las ideas, magníficas apariciones de confuso infinito en tu mente… ¿Cómo es posible que todos escojan renunciar a todo eso, renegar de ello, y prefieran intrigar con pequeñas e insignificantes ideas artificiales -pequeñas maravillas de ingeniería intelectual, por Dios -pero en el fondo baratijas, miserables baratijas, obras maestras de retórica y acrobacias lógicas, pero, en el fondo, maquinitas, y todo por el gusto irrefrenable de pelear? No conseguía creérmelo, pensaba que había algo oculto, algo que se me escapaba, y sin embargo, al final, tuve que admitir que era todo muy simple, e inevitable, y hasta comprensible, bastaba con que venciera la repugnancia y fuera a ver de cerca el asunto, bien de cerca, aunque te dé asco, intenta verlo de cerca
76.
Dicho así, parece algo que ni siquiera es demasiado grave -ser tragados de nuevo por la ciénaga de una existencia ordinaria- y yo durante años no fui capaz de comprender su gravedad, pero el secreto es acercarse más aún, mirar de cerca, ya sé que da asco, pero es necesario que me acompañes hasta ahí, Gould, tápate la nariz y ven a ver de cerca, el estudioso seguro que tenía un padre, míralo más de cerca, un padre severo, estúpidamente severo, pendiente durante años de doblegar a su hijo haciendo que le pesara su continua y desmesurada ineptitud, y eso hasta el día en que ve el nombre de su hijo en un periódico, impreso en un periódico, no importa el motivo, el hecho es que los amigos empiezan a decirle Felicidades, he visto a tu hijo en el periódico, da asco, ¿verdad?, pero él está impresionado, y el hijo encuentra lo que nunca tuvo fuerzas para encontrar, es decir, una venganza tardía, y esto es algo impresionante, poder mirar a tu padre fijamente a los ojos, una redención como ésta no tiene precio, ¿qué importa haber intrigado un poco con tus ideas, olvidado ya todo nexo real con su origen, ante el hecho de poder ser hijo de tu padre, por fin, hijo reglamentariamente autorizado y aprobado? No hay precio demasiado elevado por el respeto de tu padre, créeme, ni, si lo piensas un poco, por la libertad que nuestro estudioso encuentra en el primer dinero, dinero de verdad, con el que una cátedra arañada en una universidad de la periferia empieza a llenarle los bolsillos, arrancándolo del dictado cotidiano de la indigencia, e inclinándolo por la pendiente de los pequeños lujos que al final, por fin, finalmente confluyen hacia la codiciada casa en el campo, con estudio y biblioteca, una nimiedad, en teoría, pero una enormidad, realmente, cuando se eleva, en el reportaje del periodista de turno, hasta apartada madriguera del estudioso que en ella encuentra un refugio ante la deslumbrante vida que lo asedia, vida que en realidad es sobre todo imaginaria, pero allí, en la realidad del refugio, imprevistamente demostrada, y por tanto verdadera, y por tanto impresa para siempre en la mente del público, que desde ese momento tendrá una mirada hacia el estudioso de la que él ya no podrá prescindir, porque es una mirada que, renunciando a cualquier comprobación, regala, a priori, respeto y consideración e impunidad
77.
Y luego míralo a él, al estudioso, no muy alto, sonrisa triste, con escamas de caspa, nada que objetar, aunque lo haya, hermosas manos, eso sí, manos delgadas y pálidas que parecen inevitablemente unidas al mentón en las fotos de rigor, manos hermosas, todo el resto poco agraciado, haz un esfuerzo, Gould, e intenta ver desnudo a alguien así, es importante que lo veas desnudo, créeme, blancuzco y fofo, con musculatura evanescente y en mitad de las ingles modestos atributos, ¿qué posibilidades puede tener un animal macho como ése en la lucha cotidiana por el apareamiento?, escasas posibilidades, modestas, sin discusión, y así sería, en efecto, si no fuera porque la idea artificial ha transformado a ese animal destinado a la extinción en un luchador y, a largo plazo, en jefe de la manada, con un buen portafolios de cuero y con paso convertido en una estetizante cojera ficticia, que ahora, si te fijas bien, baja la escalinata de la universidad y al que se acerca una estudiante que, con timidez, se presenta y mientras habla baja con él hasta la calle y luego por la pendiente de una amistad cada vez más pegajosa, que da asco sólo pensarlo, pero que es útil observar, hasta el fondo, por muy repugnante que sea, útil estudiar, aprehendiéndola hasta el apoteósico final cuando en el estudio de ella, una habitación alquilada con una gran cama y una manta peruana, él consigue subir, con su portafolios y sus escamas de caspa, con la excusa de corregir una bibliografía, y tras horas de agotador cortejo furtivo, disuelve la tardía resistencia de la muchacha con las pinzas y el bisturí de su idea artificial y, en virtud de una pequeña columna que desde hace algunas semanas tiene en una revista, encuentra el valor, y en cierto modo el derecho, para apoyar una mano, una de sus hermosísimas manos, sobre la piel de esa muchacha, una piel que ningún destino le habría entregado nunca, pero que ahora su idea artificial le ofrenda, junto con esa blusa que se abre, con la lengua que irracionalmente cierra sus delgados labios grisáceos, con la respiración femenina jadeante en sus orejas, y la imagen deslumbrante de una mano joven, bronceada y hermosa, cerrada sobre su miembro, increíble
78.
He pensado en ello, he pensado largamente en ello, Gould, y con toda la dureza de que soy capaz, pero al final he comprendido que por obscena que sea la forma en que los hombres abandonan la verdad para emplearse con dedicación obsesiva a las ideas artificiales con las que destrozarse mutuamente, que por mucho asco que me dé ahora todo lo que apeste a ideas, y por más que yo sea incapaz objetivamente de no vomitar ante la cotidiana exhibición de esa lucha primitiva disfrazada de honesta búsqueda de la verdad -por muy ilimitada que sea mi desazón, tengo que decir: es justo, es asquerosamente justo, es simplemente humano, es lo que tiene que ser, es la mierda que nos aguarda, la única mierda a cuya altura estamos
79.
Al otro, el que está al lado de los pobres, o de los débiles, o de los marginados, el que lleva un jersey y unas Reebok, ese mismo, habrá empezado con alguna deslumbrante aparición caótica del infinito, algo que en la penumbra de su juventud le habrá dictado vagamente el imperativo de tomar posición, y la sugerencia de qué parte estar, todo habrá empezado como debe empezar, de un modo honesto, pero luego, Dios santo, cuando vuelves a verlo ya adulto y famoso, Jesús, famoso, da cosa ya sólo decirlo, famoso, con su nombre en los periódicos y las fotografías, con el teléfono sonando sin parar porque los periodistas quieren preguntarle su opinión sobre esto o aquello, y él responde, puta miseria, responde, y participa, y marcha en cabeza de las manifestaciones; el teléfono de los sacerdotes no suena, Gould, quiero decírtelo con toda la crueldad necesaria, tú no puedes saberlo pero el teléfono de los sacerdotes no suena porque su vida es un desierto, es programáticamente un desierto, una especie de parque natural protegido, donde la gente puede mirar, pero desde lejos, son animales de parque natural, nadie puede tocarlos, ¿puedes imaginártelo, Gould?, para los sacerdotes es todo un problema incluso dejarse tocar, ¿has visto alguna vez a un sacerdote dando un beso a un niño o a una señora?, sólo para saludarlos, no pienses mal, una nimiedad, lo normal, pero él no puede hacerlo, la gente de alrededor enseguida tendría una sensación de malestar y de inminente irritación, y ésta es la durísima condición cotidiana del sacerdote en este mundo, él, que podría ser un hombre como los demás y que ha elegido en cambio esa soledad vertiginosa, que no tendría vía de escape, nada, salvo una idea, una idea incluso justa, llegada desde fuera para cambiar ese panorama, para devolverle una tibieza de humanidad, una idea que, bien utilizada, perfilada, revisada, protegida de los arriesgados choques con la verdad, conduce al sacerdote fuera de su soledad, simplemente, y poco a poco hace de él el hombre que es ahora, rodeado de admiración, y ganas de acercársele, e incluso deseo en estado puro, un hombre con jersey y Reebok, nunca solo, se mueve arropado por hijos y hermanos, nunca perdido porque está constantemente conectado a alguna terminal de los medios de comunicación, de vez en cuando entre la multitud atrapa al vuelo los ojos de una mujer cargados de deseo, piensa qué puede significar eso para él, esa vertiginosa soledad y esta vida que estalla, ¿hay que sorprenderse si está dispuesto a morir por su idea?, él existe en esa idea, ¿qué significa morir por esa idea?, estaría muerto de todas formas si se la quitaran, se salva en esa idea, y el hecho de que con ella salve a cientos o a lo mejor a miles de semejantes no cambia ni un ápice en este asunto, y es que ante todo se salva a sí mismo, con la coartada accesoria de salvar a los demás, robando a su destino esa necesaria dosis de reconocimiento y admiración y deseo que le hace estar vivo; vivo, Gould, ¿comprendes bien esta palabra?, vivo, sólo quieren estar vivos, hasta los mejores, los que construyen justicia, progreso, libertad, futuro, incluso para ellos se trata de una cuestión de supervivencia, acércate todo lo que puedas, si no me crees, mira cómo se mueven, a quién tienen a su alrededor, míralos e intenta imaginarte qué sería de ellos si por casualidad un día se despertaran y cambiaran de idea, simplemente, qué quedaría de ellos, intenta arrancarles una respuesta que no sea una instintiva autojustificación, mira si puedes aunque sea una sola vez escucharles pronunciar su idea con el estupor y la indecisión de alguien que la descubriera en ese momento y no con la seguridad de alguien que te está mostrando con orgullo la devastadora eficacia del arma que empuña, no te dejes engañar por la aparente docilidad de su tono, por las palabras que eligen, astutamente dóciles, están luchando, Gould, luchan con los dientes por la supervivencia, por la comida, la hembra, la madriguera, son animales, y eso que son los mejores, ¿comprendes?, ¿qué puedes esperar de los demás que sea distinto, de los pequeños mercenarios de la inteligencia, de los comparsas en la gran lucha colectiva, de los pequeños guerreros cobardes que rapiñan restos de vida en los márgenes del campo de batalla, conmovedores basureros de salvaciones irrisorias, cada uno con su ideíta artificial, el médico a la caza de financiación para pagar el internado de su hijo, el viejo crítico que intenta paliar el abandono de su vejez con cuarenta líneas a la semana que suelta donde hagan un poco de ruido, el científico y su puré de Vancouver con que alimentar de orgullo a mujer, hijos, amantes, las penosas apariciones televisivas del escritor que teme desaparecer entre un libro y otro, el periodista que apuñala a diestro y siniestro desde la primera página para estar seguro de existir al menos otras veinticuatro horas más, sólo están luchando, ¿lo comprendes?, lo hacen con ideas porque no saben utilizar otra cosa, pero en esencia es lo mismo, es lucha, y son armas sus ideas, y por mucho asco que nos dé admitirlo, están en su derecho, su deshonestidad es una lógica deducción de un deseo primario, y por tanto necesario, su asquerosa traición cotidiana a la verdad es la consecuencia natural de un estado natural de indigencia que hay que aceptar, no puede pedírsele a un ciego que vaya al cine, no puede pedírsele a un intelectual que sea honesto, no creo, de verdad, que pueda pedírsele, por muy deprimente que sea admitirlo, pero el concepto mismo de honestidad intelectual es un oxímoron
80.
Porque le daba asco mirarme
81.
McBride apartó la vista de la fila de jaulas y miró hacia las mesas de trabajo, donde Dooley observaba el suelo con una expresion de fascinado asco
82.
El aroma que se elevaba de aquel estrecho espacio era sobrecogedor: una dulzura de una fuerza que habría asqueado a cualquier otro intruso que no fuera Jerome, cuyos sentidos habían perdido la capacidad de rechazo o asco
83.
que beben con asco el agua de la prostitución,
84.
A causa de una niñería -las cuatro botellas que tomó con los amigos, por quitárselos de encima-, aquella mirada de asco que no ha podido olvidar nunca y, luego, su aceptación de todo con la frialdad de quien cumple un deber, sin el menor entusiasmo
85.
Notó un picor en la piel que la obligó a alejarse del ataúd y los labios se le contrajeron en una mueca de asco
86.
Viendo la expresión de asco en mi rostro, Francesco dijo:
87.
Al oír la enumeración de los platos sentí tanto asco que a duras penas pregunté:
88.
Consumida por el asco de la visión de sexo de los padres, o más bien de uno de ellos; indignada en favor de mi padre; presa de un optimismo embriagador, egoísta, al pensar que me pueden quedar también otros treinta años de pasión desenfrenada por delante (relacionado con frecuentes evocaciones de Joanna Lumley y Susan Sarandon); pero ante todo con una sensación extrema de celos, de fracaso e insensatez, al estar sola en la cama el domingo por la mañana, mientras mi madre, que tiene más de sesenta años, está probablemente a punto de hacerlo por segunda
89.
–Esto es un asco
90.
Desenrolló el fardo del capote y los pantalones y los miró con cierto asco, pero supuso que el capote estaba destinado a proteger el capó
91.
Los arrojó al suelo, con un gruñido de asco
92.
Al poco rato, la Guindilla puso un acusado gesto de asco
93.
Está hecho un asco
94.
Estoy obligado a tomar parte en las asambleas, pero me enferman de asco
95.
En las conmociones en que el alivio del hambre tenía el contraste del asco y la náusea había una sensación reconfortante, como si la impudicia del cuerpo encontrara su merecido en esa reconvención con que el espíritu afianzaba la necesidad en el ayuno
96.
De pie, el comisario Arreciado los observa con una mueca de asco y sigue paseando por la estancia
97.
Estaba en los huesos, hecho un asco y medio desquiciado
98.
Lo invadió una sensación de asco al pensar lo que llevaba consigo el agua del Llobregat: no sólo los apestosos tintes de los tintoreros, sino también las fétidas aguas residuales de los curtidores, blanqueadores y los jaboneros
99.
{9} La pureza de los ojos y la ausencia de asco en la boca son atributos de Zaratustra a los que se hace referencia en numerosas ocasiones; véase, por ejemplo, en la segunda parte, "De los sublimes", y en la cuarta, "El mendigo voluntario"
100.
Asco no les hacía a las putas