1.
—¡Bien! acepto su explicacion contestó el enfermodespues de una pausa; me he equivocado, pero, porque me he equivocado,¿ese Dios ha de negar la libertad á un pueblo y ha desalvar á otros mucho más criminales que yo?¿qué es mi error al lado del crímen de losgobernantes? ¿Por qué ese Dios ha de tener más encuenta mi iniquidad que los clamores de tantos inocentes?
2.
indiferencia la atroz iniquidad deque pretenden las Cámaras anglo-americanas
3.
Cuando pienso en Poseidón pienso en todas las formas de obtusidad, de iniquidad y de prepotencia que se precipitan sobre la vida de los hombres y sobre la mía también
4.
abismos de la iniquidad y de lacompañía de los cerdos y de las
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obstante, aunque es cierto que la Corte no dudaba de la iniquidad, y que tambien trabajaba en la disolucion
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acuerda; porqueforman un vivo contraste la iniquidad y el gran[Pg 273]saber, y este contraste
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virtud lo debía, porque la iniquidad le llevabaencadenado a un
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de las criaturas; pero quiere necesariamente lavirtud, y no puede querer la iniquidad
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oficinasnecesitan; la culpa de este abuso, de este desórden, y aun si sequiere de esta iniquidad, no es de los infelices pretendientes queobtaron y consiguieron esas colocaciones, sino del gobierno, quedebiendo saber le bastaban veinte empleados, por ejemplo, fue nombrando á cientos, sin cuenta y razon, proveyendo supernumerariosy futuras contra ley espresa de Indias2,
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estorbos, y los que hacen iniquidad;
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los obreros de iniquidad
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escándalos, y los que hacen iniquidad,
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todos los obreros de iniquidad
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18 Este pues adquirió un campo del salario de [su] iniquidad; y colgándose,
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10 Y con todo engaño de iniquidad [obrando] en los que perecen; por cuanto
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consintieron á la iniquidad
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eštorvos, y los que hazen iniquidad:
18.
18 Este pues adquirió el campo del salario de iniquidad, y colgándose
19.
10 y con todo engaño de iniquidad [obrando] en los que perecen: por cuanto
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ello (¡gran iniquidad!) sinaudiencia de las pobres
21.
la iniquidad de todos
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Pero incluso si no se movía con la suficiente rapidez, y recibía una paliza por su iniquidad, la complacida mirada de su rostro parecía argüir que habría valido la pena
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Lo que yo mismo sugería hace tres años en el libro El viaje al amor —la necesidad de cuidar minuciosamente el período de negociación maternal y afectivo hasta los seis años— se ha convertido en un principio tan generalizado que Oliver James no duda ni un instante en reprochar al Partido Laborista británico «no haber sabido crear las condiciones para lidiar con las necesidades emocionales de los niños pequeños; ese fallo ha constituido la mayor iniquidad del Partido Laborista»
24.
Dentro de la misma población vive un hombre que ha sido identificado como el seguidor del padre Gorman la noche en que éste fue asesinado, cuando regresaba de asistir a una moribunda a quien otra persona oyó hablar de «una tremenda iniquidad»
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-¿Pero ves qué iniquidad? Ese es el hombre de quien se contaban tantas atrocidades -
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Para más iniquidad, estaba la injusticia cometida con el pobre Blas, al que habían cargado el muerto de la violación de Fuencisla y lo habían entregado a la justicia
27.
-La prisión y el tormento que han dado a esa buena mujer es una iniquidad que me horroriza
28.
-Si el Gobierno se hace cómplice de iniquidad tan grande -dijo con honrada convicción el de los alborotados cabellos-, merece la execración del género humano
29.
¿De qué me iba a valer cualquier consuelo, la ayuda que pudieran darme su coraje y su intrepidez, frente a un enemigo que conjugaba la feroz vigilancia de un salvaje con la iniquidad perdurable que un hombre civilizado me había jurado?
30.
Les consolé y socorrí, les aseguré que yo cuidaría de mantenerlos hasta que el buen Cuadrado volviese, y corrí a Gobernación con ansia de impedir iniquidad tan grande
31.
-Pero oyéndome con mucho gusto, en cuanto yo vuelva la espalda tomará usted sus medidas para cometer la gran iniquidad
32.
Refugio contra la iniquidad de los seres malos que has creado
33.
Marché tras él contra la iniquidad
34.
Esta donación estaba basada en actos que indicaban una espantosa iniquidad
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Incluso ésos dudarán en medio de la iniquidad
36.
El amor no conoce la iniquidad
37.
¿Qué consorcio hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué comunidad entre la luz y las tinieblas? ¿Qué concordia entre Cristo y Belial? ¿Qué concierto entre el templo de Dios y los ídolos?»
38.
castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta en la tercera y la cuarta generación
39.
iniquidad que flotaba en el aire
40.
Lo contrario era aceptar la iniquidad como modelo de vida
41.
–Amé la justicia y odié la iniquidad; por eso muero en el
42.
Aquí me tienes, caído en esta sima de iniquidad, de infección y de mugre, masculla papá con una veta de herrumbre en la voz
43.
–¿Os gustaría reparar una iniquidad?
44.
-¡Y todo por un nombre, por una palabra! ¡Oh, qué iniquidad! -exclamó Morton con angustia-
45.
Los estableceré en esta tierra, y no permitiré que nada les cause daño, salvo su propia iniquidad
46.
¡Las actuales condiciones escandalosas son resultado directo de una excesiva exposición a la laxitud oriental! ¡Desde que expandimos nuestro dominio por el Mare Nostrum hasta lugares como Anatolia y Siria, nosotros, los romanos, hemos caído en hábitos asquerosamente sucios importados de esos sumideros de iniquidad! Por cada cereza o cada naranja que hemos traído de allí para incrementar la productividad de nuestra amada tierra, hemos traído diez mil males
47.
- ¡Sea yo maldita si hiciera semejante iniquidad por el mundo entero!
48.
»Se anexará las fuentes de Gálabes, llenas de engaño y de iniquidad
49.
«Entonces surgirá un auténtico gigante de iniquidad que aterrorizará a todos con el penetrante fulgor de sus ojos
50.
Como atestigua el historiador Gildas 152 , no sólo cayeron en el vicio de la lujuria, sino también en todos aquellos que suelen cebarse en la humana naturaleza, principalmente en el que echa por tierra la esencia del bien, en el odio a la verdad y a sus valedores, en el amor a la mentira y a los que la fabrican, en el apoyo al mal en lugar del bien, en la veneración de la iniquidad y rechazo de la bondad, en la aceptación de Satanás como ángel de luz
51.
Porque comen el pan de la iniquidad y beben la sangre de la violencia
52.
Tras aquella puerta se escribía el postrer capítulo de una iniquidad, cuyos últimos renglones se emborronaban con falsos ayes lastimeros y maldiciones histéricas
53.
” La “tormenta de aplausos” se lleva a rastras las últimas resistencias del lector de sentido común, que encuentra ofensiva para la Cámara, monstruosa, una manera de proceder que en sí misma es insignificante; si a mano viene, un hecho normal, por ejemplo: querer hacer pagar a los ricos más que a los pobres, proyectar luz sobre una iniquidad, preferir la paz a la guerra, le parecerá escandaloso y verá con ello una ofensa a ciertos principios en que no había pensado, en efecto, que no están inscriptos en el corazón del hombre, pero que impresionan vigorosamente merced a las aclamaciones que desencadenan y a las compactas mayorías que reúnen
54.
¿Y no era una terrible iniquidad que los hombres hicieran cosas semejantes?
55.
Intenté esconderme implorando y llorando por el tropel de sobrecogedoras imágenes y sonidos que la memoria me suscitaba en contra mía, pero, entre las pausas de mis invocaciones, la cara de mi iniquidad volvía a examinarme amenazadoramente
56.
¿Por qué habría de importar, a menos que se hubieran pasado la noche urdiendo el crimen al mismo tiempo que embebiéndose de cultura? Y si tal era el caso, allí tenía a una de las implicadas en la iniquidad, sin el menor aspecto de estar preocupada
57.
Desdicha grande fue la de nacer en la católica España a lo largo de siglos de persecución implacable! Ojalá nuestras madres nos hubieran cagado a mil leguas de ella, en tierras otomanas o de negros bozales! Allí hubiéramos crecido libres y lozanos, sin que nadie se metiera en nuestras vidas ni nos aterrorizara con castigos y amenazas! Cuántas veces vimos desfilar enjauladas a nuestras hermanas camino del quemadero! Cualquier gesto o descuido podían delatarnos y conducirnos a las mazmorras del Santo Oficio, debíamos obrar con sigilo, temblábamos de gozo y terror entre las piernas de quienes ofrecían lo suyo a la voracidad enloquecida de nuestros labios, quizás alguien nos había espiado e iría a denunciarnos, qué desgracia nos acechaba tras los breves instantes de fervor y de dicha? Nos sabíamos condenadas y la certeza de nuestra fugacidad nos empujaba a afrontar temerariamente el peligro, el Archimandrita en el que reencarnó Fray Bugeo nos protegió a la sombra de su convento, aquí no encontraréis mujeres sino hombres que huyen de ellas, componen fratrías y visten faldas, los que no corren tras las mozas de la cantina ni solicitan a las devotas en el confesionario se encargarán de vosotras y aliviarán vuestras ansias, éste es el único puerto seguro en nuestros tiempos de iniquidad y miseria, disfrazaos de monaguillos o monjes, vivid entre falsos castrati, fingid gran devoción a Nuestra Señora y afinad el canto en la iglesia, no puedo ofreceros más, extremad la prudencia, cien mil ojos y oídos fiscalizan nuestros actos, registran dichos y movimientos, graban el menor suspiro, ni el KGB ni la CIA han inventado nada, el Gran Inquisidor de estos reinos vela por su quietud y de todo tiene constancia, no confiéis en ningún amante ni amigo, sometidos a tormento podrían traicionaros, acampamos en un universo de fieras, quien no devora acaba por ser devorado a fuerza de envilecernos asumíamos el reto, invocábamos al demonio y sus obras de carne, celebrábamos aquelarres y coyundas bestiales, nos hacíamos encular junto a los altares por los matones más brutos del hampa, escupíamos su espesa lechada en los cálices, la consagrábamos y consumíamos con la misma unción de los Divinos Misterios las obleas eran nuestros preservativos! el odio y aversión del vulgo a las de nuestra especie nos servía de estímulo, instigaba a trastocar sus sacrosantos principios, convertía la abyección en delicia exaltada sangre, esperma, mierda, esputos, meadas, cubrían las ricas alfombras de la iglesia ante la mirada vacía de sus Vírgenes y santos de palo inventábamos ritos y ceremonias bárbaros, coronábamos con flores a los sementales más alanceadores, los proclamábamos Vicarios de Cristo en la Tierra, exprimíamos hasta la última gota del sagrado licor de sus vergas en noches inolvidables que evocábamos con místico rapto mientras prendían fuego a las piras y nos reducían a materia de hoguera entonces bendecíamos la crudeza del destino y la gloria de nuestra audacia, nadie nos puede arrebatar una furia y ardor que se renuevan en el decurso de los siglos, muertas hoy y renacidas mañana, sujetas a la gravitación de una absorbente vorágine, éramos, somos, las Santas Mariconas del Señor listas para todos los desafíos y asechanzas, las devotas del Niño de las Bolas y su Vara de Nardo, hemos sufrido mil muertes y no nos amedrantan los zarpazos del monstruo de las dos sílabas, descendíamos a las simas del Pozo de la Mina y nos dejábamos azotar por verdugos encapuchados, eran inquisidores?, gerifaltes nazis? Incubos revestidos de la parafernalia de las sex-shops neoyorquinas?, los zurriagazos restallaban en nuestras espaldas, nos revolcábamos con beatitud inmunda en los charcos de orina, allí no cabían sonrisas ni humor, sólo gravedad litúrgica, preceptiva de enardecida pasión, misterios de gozo y dolor, crudo afán de martirio, usted mismo nos vio, con cautela o cobardía de mirón, en la época de sus cursos en la universidad vecina, trabados en piña en el cerco de premuras y ahíncos, hasta el día en que topó con un denso e inquietante silencio y de escalera en escalera, túnel en túnel, aposento en aposento, asistió al espectáculo de la gehena, no ya de los mares de luz oscuridad fuego agua nieve y hielo, sino el de cadáveres y cadáveres maniatados, con grillos en los pies y collarines claveteados en el cuello, sujetos entre sí con cadenas, colgados de garfios de carnicero, inmovilizados para siempre en sus éxtasis por el índice conminatorio del pajarraco, debemos recordárselo? usted nos dejó allí, en aquel despiadado abismo, pero nosotras transmigramos y reaparecimos en el círculo de amigas del Archimandrita, de su odiado e inseparable pére de Trennes fuimos las gasolinas de mayo del 68 y desfilamos por los bulevares con nuestros perifollos del Folies Bergére y cabelleras llameantes, abrazamos con efusión todas las causas extremas y radicales, seguimos a Genet y sus Panteras Negras de Chicago o Seattle, coreamos con kurdos, beréberes y canacos consignas revolucionarias e independentistas, rechazamos las tentativas de normalización de nuestro movimiento y su inserción insidiosa en guetos, abjuramos solemnemente de cualquier principio o regla de respetabilidad nauseabunda somos, escúchenos bien, las Santas Mariconas, Hermanas del Perpetuo Socorro, Hijas de la Mala Leche y de Todas las Sangres Mezcladas y lo seremos hasta el fin de los tiempos mientras perdure la llamada especie humana o, mejor dicho, inhumana, ¿no cree? ya sé qué pregunta quiere hacerme, a mí, el fámulo importado de las remotas islas, sobre mi insulso traje de oblato, la adivino en el temblor impaciente de sus labios y la malicia abrigada en sus pupilas, y le responderé antes de que nos despidamos y le dejemos a solas con su asendereado libro por provocación, mi querido San Juan de Barbes! para dar una última vuelta al rizo y cumplir con el papel de garbanzo blanco en mi universo de garbanzos negrísimos!, voy con mi compañera al baile de máscaras animado por la Orquesta Nacional de su barrio, allí arderemos todas las gasolinas y corearemos nuestra consigna, derriére notre cul, la plage, y acabada la fiesta y con la aprobación expresa del bendito arzobispo de Viena y del cardenal romano que, según Millenari, hizo voto perpetuo de homosexualidad, celebraremos una clamorosa sentada frente a la Prelatura Apostólica con nuestros abanicos, penachos, plumas, lentejuelas, collares, minifaldas, tetas de goma, pichas gigantes, para exigir la canonización inmediata de Monseñor en razón de su vida y escritos cuajados de testimonios de santidad irrefutable si quiere acompañarnos, le reservaremos un billete de avión!
58.
Si el comisario Gunther se preocupase más por atrapar a los asesinos y menos por los derechos de los criminales, tal vez esta ciudad no fuese el antro de iniquidad que es hoy
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Y el juez les ordenó, diciendo: "Pueden arrestar tranquilos al desdichado, porque cuando lo toque a mano de la justicia pública, perderá todo el poder de su iniquidad"
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Pues cuando se dice: "El hijo no heredará la iniquidad del padre", etc
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¿Pues quién puede decir, que los pecados de las madres de otros no redundarán en castigo sobre los niños? Tal vez alguien cite el dicho del profeta: "El hijo no heredará la iniquidad del padre"