1.
Una noche, conversando Pepe Guzmán con su amiga, y cuando ya éstacomenzaba a curarse de sus impaciencias mortificantes con la cuerdareflexión de que no hay tesoro que merezca este nombre si cuestaadquirirle más de lo que vale, con la serenidad y el aplomo de quiencumple así lo establecido en un programa, hizo él malicioso y expertogalán punto redondo en los temas vagos que hasta allí le habían servidodesde algunos meses antes para entretener las displicencias de Verónica,y la condujo de repente al terreno que tanto ambicionaba ella; quierodecir, volviendo al símil tan repetido, que la retó de nuevo y que hastase puso en guardia
2.
Este proceso repetido una y otra vez lleva al sobrepeso, al hiperinsulinismo, a la disfunción endotelial, inflamación de bajo grado, estrés oxidativo, resistencia a la insulina; dismetabolismo en cualquiera de sus expresiones
3.
Por ello con repetido empeño se ha procurado averiguar los nombres delos que en el puerto de Palos embarcaron en las tres naves,consiguiéndolo de muy pocos, porque con la pérdida de los papeles deltiempo, los más se han obscurecido
4.
que piensoen que se ha repetido el caso de que Amaury la hiera
5.
habiéndose repetido los bandos en 1761y 1766
6.
el escudo y lanzandoel grito de la walkiria, el ¡hojotoho! que, repetido en el
7.
delicadezadel que la escribía, y, sin embargo, el másgrosero de ellos está repetido en las que dió
8.
tan salvaje, reír tan continuo queparecía repetido en la
9.
Lo de la ancianidad, tantas veces repetido, ofendió mucho a don Paco enaquella ocasión, y
10.
repetido cuarenta y una veces
11.
Habíase repetido el ataque
12.
nidos, cobijados en elsitio más favorable, tras el blasón de los Limiosos, repetido en elcapitel de
13.
ciertas palabras que coninsistencia había repetido en la
14.
campana de la iglesia, repetido ya por eldébil tintineo de una
15.
A continuación eligió un asiento cerca de la puerta de embarque, se sentó y abrió el periódico de un golpe seco para leer las noticias internacionales y nacionales; giraba las páginas con un gesto de gran precisión, mil veces repetido
16.
Fue como si el semental hubiera planeado, repetido en su imaginación y perfeccionado al máximo, durante años, lo que entonces siguió
17.
Por supuesto, no consiguió animar a nadie, no como mínimo en aquellas primeras horas, cuando ni uno solo de los hechos que ocurría en el hemiciclo -ni siquiera el hecho de que la autoridad militar anunciada no llegase, ni siquiera el hecho de que los asaltantes hubieran permitido la salida del Congreso a quienes no ostentasen la condición de parlamentarios- servía para apaciguar el desasosiego de los diputados: durante mucho rato el cataclismo pareció ineludible y los nervios, la rabia y el comportamiento brutal de los guardias civiles no amainaron, y hacia las siete y media, después de que el parpadeo repetido de la iluminación de la sala hiciera temer a los secuestradores un corte deliberado del fluido eléctrico que fuese el prólogo de un intento de sacarlos del Congreso por la fuerza, el teniente coronel Tejero redobló la vigilancia de los accesos al hemiciclo y exigió a voz en grito a sus hombres que en caso de apagón hicieran fuego al menor roce o movimiento extraño, y acto seguido ordenó descuartizar algunas sillas para armar frente a la tribuna de oradores una pira con que suplir la posible falta de luz, cosa que propagó un escalofrío entre los diputados, convencidos de que una hoguera provocaría el incendio automático de aquel recinto tapizado de gruesas alfombras y maderas nobles
18.
En medio de una exaltación general, aquel grito fue repetido por centenares de bocas dentro y fuera del edificio
19.
Pero el agravio principal, lo que enconó el alma de May y le dio pretexto para su conducta poco amistosa, fue el rumor repetido al oído de May por alguna chismosa, de que las chicas de March se habían burlado de ella en casa de los Lamb
20.
En sus agitados tiempos, los Saítas tuvieron que contemplar el saqueo de la propia «No [Tebas], la populosa, situada entre los ríos»[9], repetido en la destrucción de Nínive y Babilonia
21.
Ve uno todo repetido tantas veces, que todo le parece un sueño
22.
Lo hemos repetido infinidad de veces
23.
Se inclinó hacia fuera sobre el portillo y de sus labios brotó la misma señal: un tenue silbido repetido dos veces
24.
He visto repetido este caso muy a menudo
25.
Ese miércoles aciago, dos jóvenes oficiales se presentaron a casa de la familia Morales; un par de muchachos asustados que intentaban ocultar su desazón tras la absurda rigidez de los soldados y la formalidad de un discurso muchas veces repetido
26.
Una sola vez se me ha repetido el regalo de un libro dictado desde otra dimensión, cuando en 1993 escribí Paula
27.
¡Se había equivocado!, primero un zumbido de abejorro pasó junto a su oído y después un ¡bang-bang! repetido le advirtió que estaban disparándole
28.
Hoy se había comprado revistas y pasaba sus hojas una y otra vez, con aire displicente, mojando el pulgar en su lengua con un movimiento lento y repetido
29.
¿Cuántas veces y en cuántos países se había repetido esa escena? Ya se tratara de reyes tiranos o monarcas constitucionales, ya les arrancaran la cabeza o solamente la corona, ésta era la historia más vieja de la civilización
30.
tomaba el primer café del día en un ángulo repetido por tantas otras personas: de frente al televisor, con el susurro de su propia voz al aire planteando interrogantes extraños
31.
Retelibera había informado de aquella desgracia en el telediario de las ocho de la mañana y la había repetido en el de la una del mediodía
32.
Rompieron los lacres con toda ceremonia al final de un día particularmente locuaz, en el que Ermintrude había repetido palabra por palabra tres conversaciones telefónicas mortificantemente banales, en las que, al parecer, había empleado toda la tarde
33.
Le vio hablar en voz queda a su pueblo… Luego, un hombre rió y dijo algo en voz alta repetido como un eco por los otros y que, finalmente, como un solo hombre, todos vocearon su aprobación
34.
Y él lo había interiorizado y se lo había repetido mil veces a Peto
35.
Apadrinados por el mismísimo presidente iraní, que ha repetido en todos los foros mundiales que el holocausto judío nunca existió, docenas de autores neonazis y antisionistas llegados de todas las partes del mundo pudieron presentar, por primera vez en un foro internacional legal, sus argumentos contra la historia de las cámaras de gas y la persecución a los judíos
36.
Diferentes parecían uno y otro hermano, y son el mismo sujeto repetido en el tiempo, desmintiendo a la muerte
37.
Probé a repetir la oración que me había aprendido de memoria y que había repetido de carrerilla desde que era niño, el Padrenuestro
38.
Al oírlo varias veces repetido, las tiernas ensoñaciones del general D'Hubert sobre un futuro doméstico, adornado por la gracia exquisita de una mujer, se vieron interrumpidas bruscamente por la aguda nostalgia de su pasado guerrero, de aquel prolongado y embriagador choque de las armas, único en la magnitud de su gloria y su desastre, obra maravillosa y posesión exclusiva de su generación
39.
La clase estaba bien preparada, porque Philips la había repetido muchas veces
40.
»¿Dónde está ahora el caso de acusación? Ya han hecho y repetido la monstruosa sugerencia de que yo debería haber luchado a favor del misionero en desafío de la ley, y sacrificado mi misión, mi nave, y yo mismo por el “honor” de la Fundación
41.
La pregunta es ob-via: si fue así, ¿cómo fueron capaces los templarios de traducir aquellos documentos que deberían estar escritos en el sistema jeroglífico? Este tipo de escritura no se descifró hasta los primeros años del siglo XIX, y fue gracias a la llamada Piedra de Roseta, que tenía repetido el mismo texto en jeroglífico, en copto y en griego, que fue posible descubrir el significado de los jeroglíficos tras varios años de trabajo de un equipo de egiptólogos y lingüistas dirigido por el francés Champollion
42.
Los fieles fueron haciendo el ritual cientos de veces repetido
43.
157-160), en el que un equipo de investigadores del radiocarbono exponen los resultados del experimento de Kouznetsov repetido en un laboratorio homologado (el laboratorio usado por Kouznetsov para probar su teoría no estaba homologado ni su procedimiento científico había observado las cautelas habituales en un experimento científico)
44.
De hecho, había repetido no tanto por su expediente académico, que era tan malo como el de otras muchas niñas que sí habían superado octavo de EGB, como por la necesidad de separar a la líder del grupo oficial de rebeldes de octavo (rebeldes: ése era el término con el que las monjas definían a las descastadas) de aquella cuadrilla de acolitas que la seguían a ciegas, la banda que se internaba en las clausuras a la hora de misa para ver las tocas de las monjas y organizaba excursiones a los comedores para robar donuts de chocolate y quedaba con chicos de los Jesuítas a la salida del colegio
45.
Desde que Ayla era capaz de hablar a Jondalar en su lengua le había repetido una y otra vez que el espíritu del León Cavernario lo había elegido
46.
Ya le había repetido su propia historia a Elinor tres o cuatro veces; y si la memoria de Elinor hubiera estado a la altura de los medios que la señora Jennings desplegaba para incrementarla, podría haber sabido desde los primeros momentos de su relación todos los detalles de la última enfermedad del señor Jennings y lo que le dijo a su esposa minutos antes de morir
47.
Entre ellos nunca se da por terminada ninguna materia ni se da por comunicado algo a no ser que se lo haya repetido veinte veces
48.
Durante casi un año había estado expuesto a lo más pintoresco del lenguaje de Barak, y ahora, una vez que hubo repetido las frases que recordaba seis u ocho veces, comenzó a improvisar
49.
El acorde repetido de la guitarra era un martillazo en la nuca
50.
Habías repetido la frase antes de subir al coche, con la compra ya cargada en el asiento de atrás, con la esperanza de que cambiara de idea
51.
Pero, ¿no se ha repetido esto mismo millares de veces? ¿Qué artista no sabe que la selección, un algo intangible, es uno de los secretos del triunfo? Estamos exactamente donde nos hallábamos antes de que la investigación comenzara
52.
El lector quizá se haya irritado por el uso repetido de frases, como "podemos encontrar un número entero mayor que 2", o "podemos elegir un número menor que n y mayor que n – 2"
53.
atracciones, un circo repetido, un remedo del porvenir
54.
A lo largo de este segundo Apocalipsis ha sido repetido hasta la saciedad: el Padre es la personalidad paternal
55.
Se la había repetido sin descanso en los días previos a ingresar en prisión
56.
A Martin le habían repetido durante horas todo cuanto le había pasado en la bahía cubana
57.
Entonces, como un profesional concienzudo, realizó el gesto que tantas veces había repetido en el ludus
58.
Era una mezcla de voces de hombres y un repetido golpe de nudillos
59.
La numeración se iba repitiendo ordinalmente aunque en algún caso se reiteraba algún número antes de quedar completa, lo que sin duda indicaba que Emilio Curto había repetido una ruta antes de cumplir la totalidad, lo que era bastante habitual si había acuerdo para hacer la sustitución
60.
K tenía la impresión de que escuchaba una conversación estudiada, que ya se había repetido con frecuencia y se seguiría repitiendo en el futuro
61.
Esta última interpretación está bien fundadadijo K, que había repetido para sí, en voz baja, algunos de los pasajes de la aclaración del sacerdote
62.
Esta última interpretación está bien fundada dijo K, que había repetido para sí, en voz baja, algunos de los pasajes de la aclaración del sacerdote
63.
A la pregunta de si ya había estado en el castillo, respondió, después de habérsela repetido muchas veces, que «no», y la misma pregunta, pero referida a la madre, no se dignó responderla
64.
Estaba harta de historias terribles, de confesiones, de contar a todos una y otra vez un relato repetido
65.
La acompañó hasta la habitación y volvió para comer solo, muy fastidiado con la mujer porque había repetido su insistente tentativa de engañarlo
66.
Rakim había repetido esa máxima más de una vez durante este viaje, como echándoselo en cara
67.
El vendedor explicó, con la precisión de un discurso aprendido de memoria, y muchas veces repetido, que esa versión era un infundio perverso de las empresas funerarias tradicionales para desacreditar la novedosa promoción de las tumbas a plazos
68.
Eran diecisiete, y estaban sentados en un orden simétrico, como si fueran uno solo muchas veces repetido en una galería de espejos
69.
Los estaban sacando en camillas, uno por uno, y todos estaban inmóviles y dignos, y seguían pareciendo uno solo varias veces repetido con el traje formal que se habían puesto para la cena: pantalón de franela, corbata de rayas diagonales, y la chaqueta oscura con el escudo del Trinity College bordado en el bolsillo del pecho
70.
Mientras pensaba, se vio repetido muchas veces y desde ángulos distintos en los espejo;, numerosos de las paredes, y se encontró asustado y solitario, y por primera vez desde su nacimiento pensó en la realidad de la muerte
71.
Mientras tanto, el teniente Hiñes, desde la parte más alta de la terracilla superior del dirigible, oteaba el paisaje en todas direcciones, con ayuda de unos potentes gemelos de campaña; y tantas veces había repetido la operación, que todos los accidentes del terreno le eran familiares
72.
de los montes el eco repetido;
73.
Todos los días dedico un rato a pensar en mi próximo movimiento, y ahí es donde está la grandeza de este juego, pues las combinaciones que ofrece son tantas que en todo este tiempo no he repetido mentalmente el mismo movimiento una sola vez
74.
—Lo ha repetido una y otra vez cuando le he dicho que estaba usted en una importante reunión
75.
Y ahora me estaba proponiendo repetido
76.
Aunque, esto ya lo he repetido, yo estaba acostumbrado a actuar en los lugares más insólitos, la Quinta Vergara me impresionó
77.
Antonio se lo había repetido decenas, centenas de veces, estos cuatro años y medio, mientras dedicaba sus días y sus noches Y todos los restos de lucidez e inteligencia que le quedaban, a planear la venganza que esta noche —Dios sea bendito— se iba a concretar
78.
Estaba a punto de confesar su fracaso, darse a todos los diablos y abandonar la partida, cuando oyó el seco chasquido del arrendajo repetido rápidamente tres veces: tchac-tchac-tchac
79.
Hace más de veinte años que pinto, pero sería mentir si jurase que tengo veinte años de experiencia de pintura: mi experiencia es la de un retrato repetido durante veinte años, de un retrato hecho con unos cuantos colores básicos y por medio de unos cuantos gestos básicos
80.
Era evidente que había repetido el sermón mil veces y siempre con el mismo íntimo regusto
81.
Aunque se me escapaban algunas de las expresiones coloquiales me daba cuenta de que la conversación había tomado un giro más íntimo y de que en algún momento ella había repetido en un tono seductor de niñita abandonada que debería cenar sola esa noche
82.
La vida es injusta con hombres como Maestro, te has repetido más de una vez
83.
El mayor escándalo había sido el primero: los viejecillos que se tostaban al sol y los chiquillos que combatían en el polvo lo habían visto todo, comprendido todo y repetido todo, y sobre los significados celestinescos y afrodisíacos de aquella docena de melocotones habían sido consultadas brujas expertísimas y libros reveladores de arcanos, entre los cuales, en primer lugar, el de Rutilio Benincasa, el Aristóteles de la plebe campesina
84.
De repente las sombras se dibujaron claras y larguísimas sobre el terreno y en aquel mismo instante sonaron las trompetas, los oficiales lanzaron el grito de guerra que fue repetido a grandes voces por los guerreros, y la poderosa falange cargó
85.
Si no se ha repetido el milagro de la multiplicación de los panes
86.
Marta Torrent, haciendo un repetido ejercicio de cuello, las fue destacando:
87.
Era curioso que aquello se hubiese repetido
88.
Las preguntas que hacía eran las más adecuadas para valorar el estado mental del chico y su gravedad; él mismo las había repetido en innumerables ocasiones
89.
Durante sus delirios había repetido aquel nombre hasta la saciedad
90.
Lo consiguió al año siguiente, pero ya había perdido un año de su vida -hablaba suave y cuidadosamente, pero sin emoción, como si hubiera repetido la conversación tantas veces en su mente que hubiera colocado alguna distancia ente el recuerdo y su persona-
91.
No se contentaría con un resumen en dos frases, repetido en una serie de variaciones interminables, como el que había dejado satisfecha a la policía
92.
-El nombre fue repetido antes de que Rizzoli cayera en la cuenta de que era a él a quien llamaban
93.
Quizá fuera porque aquél era el último ambiente significativo de su vida que no había repetido y que continuaba existiendo tal como lo recordaba
94.
Sin embargo, desde mediados de los ochenta, el mismo proceso que había provocado el éxodo del Soho se había repetido en TriBeCa; los bares y restaurantes de moda proliferaban en las calles laterales cerca del Hudson y Varick, los precios de las tiendas y galerías comenzaron a reflejar el poder adquisitivo de sus clientes de los barrios altos, y los desvanes estaban muy solicitados
95.
Le he repetido muchas veces que de haber sufrido una intrusión en su propiedad, el hecho le habría provocado una extrema ansiedad a causa de su compulsiva -y por tanto incontrolable- obsesión con la seguridad personal y doméstica, y no tiene sentido que siga replicándome que si dicha intrusión hubiera ocurrido ella habría llamado a la policía
96.
En la oscuridad se oyó el ladrido repetido de un chacal y uno de los caballos relinchó apenas
97.
Había dicho dos minutos, lo había repetido dos veces
98.
También en mi caso me había bastado la repetición de los pequeños rituales, la tiza sobre el pizarrón, las frases iniciales, y probablemente —no podía descartarlo— la mirada interesada de esa alumna, para que obrara otra vez el sortilegio y la clase que tantas veces había repetido recobrara vida y los chistes de siempre encontraran su lugar
1.
agradable, y lo repetimos una y otra vez
2.
En la unión siempre hacemos alguna asociación, y al asociar, relacionamos y al relacionar repetimos mecanismos cerebrales
3.
Mas sea de esto lo que quiera, la brionia, repetimos, goza de unaaccion esténica
4.
caso, repetimos, escuando el carbon puede todavía prestar un auxilio casi
5.
Lo repetimos: la Catedral es un museo, un archivo, una
6.
Al rechinar de las macizas cerraduras; al rumor de los pesados cerrojos, Dantés, que estaba acurrucado en un rincón del calabozo recreándose deleitosamente en el exiguo rayo de luz que penetraba por un tragaluz con gruesísimos barrotes, Dantés, repetimos, levantó la cabeza
7.
Nada cambia, los seres humanos repetimos los mismos pecados una y otra vez, eternamente
8.
Emprendió con brío la historia: el Señor llamó al profeta Jonás y le dijo que predicara en Nínive, «¡esa gran ciudad!», dijo José, y todos repetimos con él
9.
Repetimos que los cuerpos astronómicos distintos de la Tierra tienen diferentes intensidades de atracción gravitatoria
10.
Repetimos la consulta intentando localizar el nombre del profesor Kouznetsov entre los clientes del laboratorio
11.
Supongamos que repetimos la combinación número 1:1… 1-1… 2-1… 2-2… 3-3… 3-4… una y otra vez
12.
Constituía la comida de la noche, pero estaba tan buena que ambos repetimos dos veces
13.
Sacamos uno de los Libros de los Muertos, el de los números telefónicos de los amigos personales de la Rattigan, la mayoría fríos y enterrados, y repetimos lo que habíamos hecho antes
14.
El Caudillo irguió su espalda de coloso y unió su voz a nuestro coro, Pebrotines, coño, ¿no ve que estoy llorando? ¡Suéneme, que me cuelga la mosca!, unió, digo, su voz a las nuestras, débil ya, cansada de mandar, y una sacudida nos recorrió el espinazo; y repetimos la tonada dos, tres y cuatro veces, porque el Caudillo se iba quedando rezagado y aún estaba en la primera estrofa cuando los demás andábamos ya por la tercera y en vez de decir «camarada» decía «mamarada» o algo por el estilo, pero eso no restó un ápice de emoción al momento, Pebrotines, marrano, no se guarde el kleenex sucio en el bolsillo, una emoción, digo, que frisaba en la pasión, en el erotismo…
15.
Hacen falta lucidez y coherencia: existe, en todas las cosas (lo repetimos), una relación de causa y efecto que parece ignorar, en cambio, quien con ligereza piensa poder abrazarlo todo y el contrario de todo
16.
–¡SIETE U OCHO KILÓMETROS! – repetimos al unísono
17.
Repetimos varias veces, hasta que nos sentimos repletos y satisfechos
18.
Recordamos y repetimos que el estado en que se encontraba iba generalmente acompañado de una necesidad de expansionarse con alguien, de confiarse, con una ciega preocupación de sí mismo, y de una tendencia a llenar el mundo con su persona, cosas muy fastidiosas para nosotros, las gentes de sangre fría, y dado también lo estúpido del asunto, sin razón ni esperanza
19.
Sin embargo, cuando los repetimos en mi computadora los resultados no fueron los mismos
20.
–Siempre ocurre en ciertos momentos de las investigaciones: nos repetimos
21.
-Siempre ocurre en ciertos momentos de las investigaciones: nos repetimos
22.
Al día siguiente repetimos ambos ejercicios, pero añadí un giro hacia el otro lado
23.
¿Fue Alejandro VI un Vicario de Cristo, o Julio II, o Sergio III, que asesinó a sus dos predecesores? No podemos culparnos por el pasado, pero somos responsables si lo repetimos
24.
Si en el intervalo de un año repetimos los atentados, acompañándolos de proclamas antisociales que inciten al proletariado a la creación de los «soviets»
25.
Los escribanos afirmaron que la miseria del gobierno era tanta que les faltó pergamino para describir esta ceremonia, de la que sólo dieron en efecto algunos resúmenes que no repetimos aquí, debido a que se semejan a todas las ceremonias parecidas que hemos visto en este desgraciado reinado
26.
Repetimos: todos los vuelos hacia el Este…»
27.
Y repetimos, una y otra vez, que estaban deliciosos
1.
Que dejen de adorar estatuas y de repetir una y otra vez oraciones y
2.
Y vuelve a repetir el gesto, en silencio
3.
Durante un instante, no ocurrió nada y él quería repetir el proceso pero después, se rompieron las barreras mentales y él internó dentro
4.
-No es repetir la experiencia
5.
a repetir el golpe ya la puerta estaba
6.
A juicio de Rovigatti: "En esta relación de tensión entre unos y otros a pesar de que los directores de campaña tratan de repetir sus mensajes hasta lograr su objetivo, los periodistas operan bajo el principio de que "las noticias viejas no son noticias"
7.
Además, durante los debates televisados el equipo de Clinton mantenía conferencias telefónicas con todos los responsables demócratas del país y les comunicaba un mensaje clave que todos debían repetir en sus diferentes niveles
8.
repetir ya que el aprendizaje refuerza la autoimagen y por lo tanto crea una
9.
se contentaron con repetir que el capitán Fuenlealestaba loco por mi tía, pero que ésta
10.
Aun las recuerdo, y suelo repetir:
11.
siempre, embelesado, deleitándose con el eco de su voz, yla madre tuvo necesidad de repetir sus
12.
El dia 5 de Mayo los indios debian repetir el ataque, mas el enemigo en el silencio de la noche,
13.
le hizo repetir esta operación tres vecesconsecutivas
14.
Carlos de susestudios, le ponderó lo mucho que le agradaba la poesía, le encomió elidilio y se le hizo repetir
15.
Ventura no se lo hizo repetir
16.
repetir la oración que decíaTirso antes de las comidas
17.
repetir la luna de miel, esefeliz estado en que ustedes se encuentran ahora, una y otra
18.
El profesor Flimnap le obedeció, dirigiendo al gigante un segundodiscurso para repetir los elogios con que el Padre de los Maestroscontestaba á las alabanzas de Gillespie
19.
El gaucho, teniendo en cuenta lo que iba á costarle el mensajero,insistía en repetir un envío de
20.
Bien podrá éste echarse a cavilar y hasta repetir el
21.
nuestromundo dejará de repetir con igual convicción que
22.
Mas aqui es preciso repetir lo que
23.
( No falta quien quiera pasar por autor original, cuandono hace más que repetir con corta diferencia lo queotros muchos han dicho
24.
meramente conversación, para repetir la frasefeliz de un orador
25.
El año 20 quisieron repetir el experimento: pero por lo visto no habíanaprendido
26.
envenenado en el agua de laenferma, después de prometerse repetir las operación
27.
El tartanero se hizo repetir dos veces la dirección, y como
28.
Se hacía repetir hasta la saciedad lospormenores
29.
escuderos repetir tan grata visita y habiendo cesado la lluvia, sedirigieron éstos de la
30.
repetir el golpe brilló la espadade Simón, y uno de sus enemigos cayó atravesado de
31.
Volví a repetir mi demanda y la recomendación que traía
32.
produjo un escándalo depalmadas y vítores y me la hicieron repetir tres veces, con lo
33.
hacían mas que repetir el eterno himno de la vida
34.
—Buscar otro Romagné, y repetir la operación; pero ya
35.
Se hizo entrar a la criada de Guimarán y repetir el recado
36.
Una vez, al repetir esta canción don Víctor, a Mesía se le antojóatender; oyó lo de quedarse a
37.
Abandonó á Robledo, y fué al encuentro del pianista, que rondaba lamesa, pasando de un criado á otro para repetir sus peticiones deemparedados y de copas
38.
Erapropicia la ocasión para repetir, con una gravedad doctoral,
39.
este ríomientras no lo limpien, y ninguno de los exploradores actuales, aúncontando con las embarcaciones modernas, ha querido repetir el viajedel alférez Villarino hace siglo y medio
40.
Francisco la relación de la lucida fiesta, el buen señor no cesabade repetir: «¡Quién
41.
de oírlo repetir, Petra lo creey espera con serena convicción la
42.
Y al repetir con fruición la encontrada palabra, sonreía como
43.
desorden dela cubierta para repetir una vez más su seducción
44.
De la generación que procuramos pintar ahora bajo el punto de vistapolítico-moral, y de la que eran muestra genuina Leonardo Gamboa y suscompañeros de estudios, debemos repetir que alcanzaba nociones muysuperficiales sobre la situación de su patria en el mundo de las ideas yde los principios
45.
complacía en repetir, se diómejor cuenta de los peligros que
46.
lección,y tornaba a repetir sus consejos
47.
de botella de ola en ola,para repetir las hazañas de los antiguos
48.
Mi tía lanzó una imprecación, que no dejaré repetir a mi
49.
instantes para repetir a suamada la admiración y la gratitud de
50.
hacía repetir los detalles: ¿decía que el cuarto del tíoestaba de
51.
paciencia y amabilidad, hacía repetir infinitas veces los pasajesdifíciles
52.
(Aquí el capitán dijo una gran barbaridad, que no es posible repetir
53.
Volvió el matador a repetir su juego, y otra vez clavó el estoque,haciendo
54.
tampoco;la traducción de Bonifacio consistió en repetir a gritos las palabras dela cantante,
55.
unacantidad, y anunciaba repetir el obsequio todos los meses, hasta que secasara
56.
se lo metió en el magín, y entre tanto no cesaba de repetir:
57.
atenuacion, dósis que sepuede repetir aun de hora en hora en los casos febriles
58.
Necesito repetir la experiencia del profesor Van Kraagen
59.
Con la mirada prendida en el valle y el pensamiento puesto en el día siguiente, pronunció en silencio la máxima que había oído repetir tantas veces a Gregor Uth Matar: la espada es la única verdad
60.
Después de un silencio opresivo, renunció a repetir la pregunta
61.
Hay que reconocer asimismo que algunos espíritus superiores, adiestrados en la labor científica y capaces de levantarse hasta las cumbres del pensamiento filosófico, han permanecido fieles a convicciones religiosas o vuelto a ellas tras haberlas abandonado, y nos complacemos en repetir la frase de uno de ellos, que dijo: Un poco de ciencia aleja de Dios, y mucha ciencia torna a conducir a Él
62.
Dixmer recogio todos sus papeles, fue a ver si las puertas estaban bien cerradas para que nadie pudiera entrar en la oficina; luego quiso repetir sus instrucciones a su mujer
63.
«Ya lo hemos hecho antes, podemos hacerlo de nuevo», no cesan de repetir
64.
Con la ayuda de Elizabeth Cawler, la nurse del hijo de lord Selford, se consiguió que éste recuperase el conocimiento, lo cual le permitió repetir, en presencia de Stalletti, la acusación contra Havelock
65.
Los de la Estación de Enlace AF, en la constelación de Antares, me dicen que en realidad habían recibido el mensaje bien la primera vez, y que me lo han hecho repetir porque les hace gracia que se me haya pegado el acento catalán
66.
Seguimos sin saber la razón de lo que Freud llamaba el «impulso de repetición»: ¿por qué la gente tiene tendencia a repetir aquellas mismas cosas que la hacen infeliz? ¿Por qué diablos tendemos a repetir aquellas conductas que nos sumen en la tristeza, en lugar de las que provocan sosiego o felicidad? Pierre Magistretti apunta una posibilidad: «La única manera de mirarlo es si piensas que nuestro inconsciente está regido por el principio del placer
67.
El poder, el penetrante poder de la gente para retroceder y regresar siempre a la misma opinión; una especie de obsesión por repetir
68.
Parece como si me estuvieran haciendo repetir las lecciones
69.
No te dejes engañar nunca por la tristeza ni por la ternura, tampoco por cualquier otra virtud de pobre, por ninguna otra virtud de esclavo, la mendicidad es un instinto y la serenidad de juicio y la sabiduría adivinada son dos de las cinco inercias de los triunfadores, las otras no se deben pregonar a los cuatro vientos, antes de la Revolución Francesa arábamos la tierra las mujeres y no los bueyes, convendría repetir constantemente esto que acabo de decir
70.
Reichardt era un gigantón de aspecto amable con la costumbre de repetir «Ach, so» de vez en cuando
71.
No era una condena indulgente, sino casi una invitación a repetir el golpe, y el gobierno la recurrió ante los magistrados civiles del Tribunal Supremo
72.
Como todos los métodos descritos en esta sección, el clicker funciona mejor a base de insistencia, de repetir las sesiones de adiestramiento y tener paciencia
73.
Y allí me hacía repetir mis versos, a él solo o a sus convidados, que a veces eran muchos
74.
Los libros que hay que repetir van aumentando como una bola de nieve, y cuanto más aumentan más torpe me vuelvo
75.
De todos modos esta posición no parecía agradarle, en vista de que la multitud lo rodeaba gritando, burlándose de él, haciéndole muecas y exclamando a cada momento: “¡Espías! ¡Mueran los espías!” y otros cumplidos por el estilo, aunque imposibles de repetir
76.
Bueno, puede que tengan razón y, vuelvo a repetir, puede que no la tengan
77.
Cuando volvió Dantés al barco, llevando a Jacobo la camisa y el pantalón que le había prestado, viose en la precisión de repetir su historia, pues el patrón no acertaba a reconocer en aquel elegante marinero al hombre de espesa barba que desnudo y moribundo había recogido en La Joven Amelia, con los cabellos llenos de algas y el cuerpo empapado en agua de mar
78.
La lluvia entorpecía la comunicación y tuve que repetir el mensaje varias veces para que Devién entendiera todo
79.
Su declaración no tuvo importancia, limitándose a repetir la de su hermano
80.
—No creo que deba repetir esos cuentos por ahí —replicó el mayor con alguna irritación
81.
Las damas en cuestión llegaron y sostuvieron una conversación inocente por completo con la señora Rice; pero ésta no supo resistir la tentación de volver a repetir el juego
82.
Ante el aparente desconcierto de Rowley, hubo de repetir la pregunta
83.
Y diez minutos más tarde, Badger era ya capaz de repetir de memoria las instrucciones recibidas
84.
El pescador no se hizo repetir la orden
85.
Se volvió a repetir el mismo fragor, hasta que pasó por encima de sus cabezas y como antes cesó encima del pozo
86.
Estos alfabetos son sobre todo decorativos, y no solían repetir figuras para atraer la atención sobre ellas
87.
El portugués no se lo hizo repetir y le contó primero lo que había sucedido entre él y el lord y a continuación su conversación con la muchacha
88.
Alcanzó a repetir dos veces la misma operación antes de que las autoridades se alarmaran y cuando lo hicieron resultó que no se lo podía acusar de nada ¡legal
89.
Con gran disimulo logré suministrarle al desayuno una cucharada de Green Magma (extracto del jugo de plantas de cebada verde y arroz salvaje) y tres cápsulas de Ba Wei Di Huang Wan (Rehmannia cocida, Cornus, Dioscorea, Hoelen, Alisma, Aconite procesado, Canela y Moutan, vaya a saber uno qué diablos es todo eso), pero al día siguiente fue imposible repetir la dosis porque andaba muy agitado, con palpitaciones, temblores en las rodillas y visión difusa
90.
En otra oportunidad, tratando de repetir de memoria una receta de mi suegra, se me pasó la mano con la esencia de menta en la salsa de un postre; olía a pasta dentífrica y el sabor del bavarois desapareció, agobiado por la menta
91.
En su mente, escuchó a Saphira repetir su saludo a la reina
92.
El dueño de la tienda, un hombronazo patibulario envuelto en trapos, lo cogió por el cuello, lo levantó en vilo y le dio un bofetón, pero antes que alcanzara a repetir el gesto una fiera brava le cayó encima, toda zarpas
93.
Al pasar revista a mi destino durante esos cinco años, comprendí el guión de mi vida y di los pasos necesarios para cambiarlo, con el tiempo aprendí a vigilar mis impulsos y a detenerme en seco cuando estaba a punto de repetir los viejos errores
94.
Y justo cuando Arya se preparaba para repetir el proceso con la otra mano, se abrió la puerta que quedaba a la derecha del altar y uno de los novicios entró en la sala
95.
El muchacho se resignó a la idea de que sus compañeras tenían mayor capacidad de goce y podían repetir sus hazañas varias veces en la misma sesión, de modo que para mantener su prestigio incólume y no defraudarlas aprendió a dosificar sus fuerzas y su placer con técnicas improvisadas
96.
Entre los miembros de la comunidad, esos ciudadanos sentados en disposición demasiado densa, con los hombros apretados, las caras empiezan a inclinarse con frecuencia hacia delante y hacia atrás y a repetir la inclinación para mostrar su acuerdo
97.
Su madre quería llamarla Clara, pero su abuela no era partidaria de repetir los nombres en la familia, porque eso siembra confusión en los cuadernos de anotar la vida
98.
Como algo he aprendido en los años que llevo escribiendo -al menos he aprendido a no repetir los mismos errores, aunque siempre invento nuevos-, le ofrecí a mi marido mis servicios de editora
99.
—A lo largo del tiempo vamos seleccionando a nuestro clientes y ellos mismos, cuando acuden a visitarnos, acostumbran siempre repetir a una o dos chicas
100.
El fútbol es de las pocas actividades humanas en que se prueba la relatividad del tiempo: se puede congelar al arquero en el aire por medio minuto, repetir la misma escena varias veces en cámara lenta o de atrás para adelante y, gracias al cambio de hora entre continentes, ver en Santiago un partido entre húngaros y alemanes antes de que lo jueguen
1.
Pero, llena de mala suerte, en esos días no eran todo preparado, pero tan poco preparado, que lo que dije en voz baja y me repetí loro fue siempre lo que es contrario a lo que exigía el regodeo, profesor sádico
2.
Repetí elllamamiento; el mismo silencio
3.
–¿En la cárcel? – repetí, estupefacto
4.
Fueron a buscar a un viejo sabio y repetí mi solicitud
5.
–¿Hendimiento de la tierra? – repetí yo
6.
Me repetí una y otra vez las instrucciones del doctor Rojas
7.
De repente dejé caer la palabra divorcio, y como ella no parecía comprender, la repetí varias veces, sin enojo, con el tono resuelto y nada alterado de quien expone una decisión inquebrantable
8.
Con toda solemnidad repetí el mensaje lo mejor que pude recordar, animado por la repentina atención de la anciana
9.
—¡Volveré! —le repetí una y otra vez, tratando de mantenerla al margen—
10.
Su infantilidad era lo que más me gustaba del mundo; pero tenía que explicarme, y repetí en tono solemne:
11.
Repetí las palabras de mi amigo y percibí una exclamación:
12.
Recibí los besos castos del joven y repetí que los esperaba a todos en mi casa
13.
Viendo que no respondían, cogí el aldabón y repetí los golpes
14.
Repetí yo, puesto en pie, con hipérboles más deslumbradoras mi juramento, y en el calor de la improvisación me lancé a darle un abrazo
15.
Leí la matrícula y me la repetí tres veces en silencio
16.
Con los codos puestos sobre la mesa, repetí:
17.
Cogí los anillos y repetí la pregunta: Dónde tenéis escondido todo lo demás
18.
parte el poema de Nerval y repetí la interpretación de Grialet
19.
Instintivamente repetí aquella ligera reverencia, sintiendo cómo el gobernador de la Judea me perforaba con sus ojos azules y «saltones»2
20.
Había entendido, pero se lo repetí encantado
21.
Le repetí la conversación en las habitaciones del director
22.
Con el ceño fruncido, me concentré y recordé los últimos pasajes que había leído en el Aurora Consurgens y los repetí en voz alta con la esperanza de que me ayudaran a conservar la cordura
23.
No hizo más que repetir las preguntas que Tulloch ya me había formulado, y, para mi sorpresa, incluso asintió con aire de entendido cuando le repetí la teoría del inspector Dunn de que la mujer asesinada no era isleña
24.
Repetí ese rosario en silencio
25.
Cuando repetí mis protestas, sin embargo, hizo un gesto de impaciencia
26.
Le repetí la advertencia que ella le había hecho al sobrecargo, pero la azafata insistió para oír de ella misma que tampoco quería cenar
27.
Lo repetí tres veces
28.
–¿Bessarian? – repetí, el corazón acelerado-
29.
Llamé desde el restaurante y le repetí a mi madre la decisión del juez
30.
Y repetí lo que había visto por la televisión cientos de veces
31.
A Madrid, me dije a mí mismo, ¡a Madrid!, me repetí con entusiasmo, y pensé que nunca, ni en mis mejores sueños, me habría atrevido a codiciar una fortuna semejante
32.
Tienes que evolucionar, Carlos, me dijo, tienes que hacerte mayor, no puedes seguir anclado eternamente en la adolescencia, y yo, que la veía venir, objeté que la edad no tenía nada que ver con eso, pero ella no se detuvo a discutir detalles tan insignificantes, yo soy una mujer progresista, ya lo sabes, pero lo tuyo es distinto, tú vives en una contradicción permanente…, ¿y qué?, la interrumpí, ¿es que eso es malo?, ¡pues claro que es malo!, ¿pero es que no te das cuenta?, y entonces empezó a contar con los dedos de una mano, eres un niño bien, vives como un niño bien, ganas un pastón…, eso no es verdad, la atajé antes de que llegara al anular, soy funcionario, bueno, eso no tuvo más remedio que admitirlo, pero tu padre estaba forrado y tú has heredado un montón de dinero, inmuebles, propiedades, eres rico, joder, ¿y qué?, repetí yo, y
33.
–Tan sólo repetí tus mensajes, y exigí que los transmitieran a la haut Pel y el ghem-general Benin
34.
Como no pasara nada, repetí la operación
35.
Repetí mi pregunta
36.
–¿Henry? – repetí, tratando de que no se me notara en la voz la decepción
37.
Pero repetí que mis asuntos estaban en Panamá, no en Valencia, y que si en aquel asunto mi opinión tuviera algún peso en Washington, entre conservar los yacimientos de nitrato para el Trust y conservar para la patria y sus varias novias un marinero de pecho tostado por el sol y ágiles miembros, me pronunciaba en favor del marinero
38.
Hice sonar las alarmas y repetí la petición
39.
Repetí para ella lo que Andrea me había dicho y le participé una parte, que pretendí inteligible, de mis impresiones al respecto
40.
«Por los inconvenientes», repetí, empujando el dinero hacia la señora
41.
« ¡Puedo ser invisible! », me repetí a mí mismo
42.
Se lo repetí una y otra vez, despacio, con voz calmada, hasta metérselo en la cabeza
43.
Lo repetí a los otros
44.
Bajé la voz hasta que no fue más que un murmullo y le repetí solemnemente que venía de parte del representante de los Estados Unidos
45.
Por fin, acabé mi recorrido en el mostrador de un bar, donde repetí la historia a un camarero y también a un par de clientes, mientras me comía una empanada de carne caliente
46.
Repetí la misma operación en los vasos, botellas, puertas, interruptores de la luz y muebles que podía haber tocado
47.
Torcí a la izquierda, giré a la derecha, pasé por delante mismo de su proa, evitando por un pelo ser cortado en dos por la espada de samurai de su casco, y repetí el mismo truco: di media vuelta y me quedé detrás de ellos
48.
Repetí esto durante el camino a la ciudad
49.
Repetí, con firmeza, que si George quería seducir a mi mujer, era cosa suya, y si ella quería verdaderamente vivir con él, yo le concedería el divorcio
50.
Repetí la operación infinitas veces
51.
–Sí, señor, y se la repetí cuidadosamente en la última consulta que me hicieron
52.
Repetí esta operación en 1911 y 1912
53.
Repetí el procedimiento unas cuantas veces y después dejé al cachorro tendido de lado en el cesto
54.
Repetí el gesto de indiferencia
55.
Luego, al separarnos, cuando yo le repetí mi admiración, respondió:
56.
Cinco segundos después el sonido del motor bajo el Komisar empezó a parecer el de un Minipimer; el indicador de velocidad estaba llegando a los 100; repetí estripada en segunda hasta los 140; tercera 170; no tuve huevos apurar la cuarta; 180, 190, 200, seguíamos pegados al motot trasero, que empujaba por la espalda como un energumeno, y empezamos a alcanzar coches que fueron quedando atrás como sombreros caídos desde la ventanilla de un tren;220, 230, 240…, la autopista se encogió hasta parecer una comarcal llena de zigzags caprichosos
57.
Entonces la repetí, como los diplomáticos o los novios reñidos, que con buena voluntad incansable se empeñan inútilmente en solicitar explicaciones que el otro está decidido a no dar
58.
¡Cuántas veces las repetí, renovando el impacto una y otra vez, las palabras cobertizo, pasillo, salón, cuando se marchó Saint-Loup! En un cobertizo puede ocultarse a una amiga
59.
Dije: "¡Lucha, lucha!", y lo repetí
60.
Entregué mi carnet de identidad, me cogieron por los brazos y me condujeron a una caseta de guardia junto a la puerta, donde había un oficial a quien le repetí la pregunta procurando disimular el temblor de la voz
61.
» Repetí la oración hasta que encontré el Thunderbird
62.
Lo repetí en el ascensor
63.
Le repetí lo que le había dicho horas antes: sheriff, forense, Jaffer
64.
Medí su longitud y ancho, luego el largo del metatarso y apunté las cifras en un formulario en el PVD, repetí la anotación en un cuaderno de espiral
65.
Cuando le repetí esas palabras, Platón alabó su magnanimidad, pero no se mostró de acuerdo
66.
Repetí al sacerdote mi historia, sin omitir detalle alguno, por atroz que fuese
67.
El error estaba en el artículo original de Maynard Smith y Price, y yo lo repetí en este capítulo, acentuándolo incluso al efectuar la absurda afirmación de que el vengador-sonda constituye «casi» una EEE (si una estrategia es «casi» una EEE, entonces no es una EEE y se verá invadida)
68.
–¿Cuántas? – repetí, sabiendo que para Mimi la expresión «unas cuantas» podría ser cualquier cifra entre tres y treinta
69.
Repetí sus palabras a Burrich y fue gratificante ver lo bien que funcionó mi pequeño subterfugio
70.
Yo dije en voz bien alta «¡No!», y lo repetí varias veces y en diferentes idiomas, incluyendo el de los gestos enfáticos
71.
Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga
72.
Repetí el gesto con ambas cucharas: hacia los labios y hacia el pezón
73.
Tomé aliento y repetí el saludo
74.
—Tiene razón —dijo papá, con la autoridad del maestro cuando ese mismo día le repetí lo que Eva había dicho, tratando de hacerle comprender que me parecía una locura—
75.
Repetí la frase de buenas a primeras y, al ver la sorpresa y el fastidio del tío Mathieu, comprobé que no era exagerada la importancia que yo le había dado a esta frase
76.
Me acordé de lo que Pippa había dicho en el tejado del garaje y lo repetí:
77.
En silencio, y en lo más profundo de mi corazón, repetí sus últimas palabras y su ferviente deseo
78.
—Pero yo repetí la dirección y luego dije: «¿Aquí en la ciudad? ¿Quiere decir, en Sundbyberg?» Entonces me dispuse a preguntarle su nombre y todo eso
1.
Tonto es el que hace tonterías, repetía Gump a lo largo de la película,
2.
En la penumbra de las calles resplandecía la luz de los televisores encen-didos y la voz del informativo repetía:
3.
lado a otro de la habitación y repetía para si mismo:
4.
Desdeel fondo del pasillo, en la puerta de la cocina, repetía sus burlas,haciendo con las manos gestos de mico
5.
repetía el escritor deHacienda, intentando elevar su dignidad de noticiero sobre la chacota desus amigos—, pero lo que yo sostengo es que antes de un mes está elPríncipe Alfonso en el trono»
6.
Quiroga dió las gracias muy agradecido, pero prontovolvió á sus lamentaciones, hablaba de losbrazaletes y repetía:
7.
—¡Qué moza, qué moza! repetía; ytiene por novio á mi estudiante, ¡el de los empujones! [128]
8.
los versículos más tristes y en elfondo de su alma repetía las
9.
sesentía malestar oyendo cómo el eco repetía y agrandaba los pasos
10.
El joven repetía con obstinación su frase, como el que, acostado,masculla sin cesar la misma
11.
repetía con insistencia monótona su acompasadotic tac, tic tac
12.
Timoteo repetía los conceptos poéticos que más habían herido suimaginación en la
13.
Quedópensativo, mientras la joven, imaginándose que aún intentaba resistirseá sus ruegos, los repetía con una expresión trágicamente desesperada
14.
repetía el estribillo al final de cadaestrofa, implorando la protección de la Virgen
15.
misteriosaadivinación, repetía lo mismo que ellos pensaron en el primer impulso desu
16.
el almade la difunta hablaba, repetía el consejo que sus oídos
17.
Repetía yo los títulos de los libros y el nombre del autor;
18.
Esto se repetía sin cesar en la Pola
19.
utopias, eso es; utopias (y repetía condelectación la palabra), y
20.
Siempre que hallaba ocasión, el viejo empleado los repetía en
21.
«¡Puh!» repetía la pobre gente, y se ibaa su casa llorando
22.
Salomé se repetía igualmente en las demás
23.
Esta operación se repetía muchas veces, según
24.
Las miradas de aquellos hombres se dirigían a todas partes,y el eco repetía el sonido
25.
Era lasexta vez que se repetía, cuando sucedió, sea que el
26.
—«Créame usted, repetía, no sabe su cuerpo lo que es una esponja, selavan como gatas y se la
27.
plegarias era un ejercicioinútil, soporífero, que irritaba los nervios; las repetía cien veces,para
28.
Y repetía infaliblemente la
29.
Martínez repetía por centésima vez—y yallevaba ganados
30.
Repetía losjuegos por la terraza; veía a
31.
«Acuérdate» repetía el murmullo de los árboles, majestuosos testigos delpasado
32.
escalera contra laborda, mientras el intérprete repetía la orden
33.
descendientes para sostener la absurdaherencia, repetía en todos
34.
cuanto antes al términodel viaje, y repetía el nombre de la
35.
repetía condelectación la frase criolla, final obligado de todos
36.
edificio, cuya imagen repetía invertidael verde espejo de los
37.
El único sentimiento de Carricarte ahora es que con el afán yla precipitación de limpiar el puente, echaron al agua los marineros unamuleque de 12 años, muy graciosa, que ya repetía palabras en español yque le dio el rey de Gotto a cambio de un cuñete de salchichas de Vich ydos muleques de 7
38.
Igual operación se repetía al llegar el médico o las
39.
más recientes y brincadoras, que, yaterminada la misa, repetía en el vestíbulo, donde tandas de
40.
María repetía las palabras de la oración con el borde de los labios,puestos los ojos
41.
y que el eco repetía como
42.
La joven, sorprendida, repetía:
43.
repetía esta oración, se leapareció de improviso al medio día la
44.
repetía lavaya con leves variantes: los comensales encontraban muy donoso almayor,
45.
Y el joven repetía casi a gritos su frase, llamando la atención de laspersonas que
46.
engaño, acometía al lidiador, y éste repetía lospases de muleta, moviéndose en un
47.
acometedora como un hombre, repetía las murmuraciones que habíancirculado en
48.
repetía las mismas palabras convoz ronca y monótona, que alteraba el silencio y hacía
49.
no se repetía elcaso de un maquinista que en esta misma vía y
50.
“móviles” se desfondó en espiral hasta su cerebro y hasta la repetía muy bajo en la barra de un bar
51.
– ¿Quién falta? – preguntó Dan al ver que Wanda repetía la operación de comprobar las placas de identidad de los estatificados
52.
de Lily Allen que se repetía en su cabeza
53.
Antes de la separación, se repetía el casto beso en las mejillas, intercambio entre perfectos[5]
54.
Rieron durante un buen rato, pero en los días sucesivos ambos tuvieron sueños inquietos donde aquel episodio se repetía incesantemente
55.
Supo que adelgazó pero siguió estando guapa, y supo que aunque era guapa andaba siempre tan malcarada que parecía fea, que terminó en la academia y entró de aprendiza en una peluquería, que la dejó, que se colocó en otra, que la dejó, que empezó en una tercera, que la dejó, que se corrió la voz de que era problemática con las jefas y desagradable con las clientas, que se dedicó a peinar por las casas, que conoció a un chico, que se casó con él, que sus padres murieron, que emigraron a Francia, que regresaron, que tuvo una hija con problemas de obesidad, que montó un gabinete de estética en su casa, que se comentaba que no era especialmente buena pero era barata, que dedicaba las mañanas a las tareas del hogar y las tardes a las clientas, que tenía el carné de la biblioteca y sacaba dos libros al mes, que los lunes hacía la compra de la semana, que los viernes repetía la operación para los días de fiesta, que era metódica, rutinaria, que algunas veces parecía triste pero que en general seguía teniendo pinta de estar enfadada, que cuando paseaba con su marido él nunca conseguía pasarle el brazo por los hombros porque ella se lo apartaba con un gesto, que cuando salía con su hija, la niña no le dejaba que la cogiera de la mano y prefería agarrar la de su padre, que no se llevaba bien con casi nadie, que anduvo metida en jaleos con unos vecinos a los que reprochaba que pusieran la música demasiado alta y que a su vez la acusaban de echarles lejía en la ropa del tendedero
56.
Me repetía a mí mismo que nada de esto tenía que ver con el siempre posible acoplamiento de un cuerpo de hombre y un cuerpo de mujer, y, no obstante, reconocía que toda una cultura, con sus deformaciones y exigencias, me separaba de esa frente detrás de la cual no debía haber siquiera una noción muy clara de la redondez de la tierra, ni de la disposición de los países sobre el mapa
57.
La madre, con un rosario en la mano, multiplicaba las bendiciones, murmuraba padrenuestros y repetía su refrán: Dio provvederá
58.
, para Dámaso Alonso vivimos en el siglo de las siglas, esto lo repetía siempre el pobre Lucas Muñoz, lo malo es que el vicioso amor a las siglas se le imponga a los españoles desde el bachillerato, física, ciencias sociales, inglés, claro, latín, con moderación, lo que sea, si algún tema no se lo sabe bien se lo repasa antes, Becky se aburre a veces pero se aguanta, el ejemplo de sus hermanas pesa mucho, Matty, cuando Becky era niña pequeña, la trataba como a una muñeca, Matty fue siempre muy maternal, más que Betty Boop
59.
En enero de 1977, poco después del asesinato de uno de sus hombres, el teniente coronel era cesado de su mando en Guipúzcoa y sometido a un arresto de un mes por enviarle un telegrama sarcástico al ministro del Interior que acababa de legalizar la bandera vasca mientras, según repetía él cada vez que mencionaba el incidente, la ciudad de San Sebastián se llenaba de banderas españolas ardiendo; en octubre del mismo año se le apartó de la comandancia de Málaga y se le impuso de nuevo un arresto de un mes por prohibir con las armas en la mano una manifestación autorizada con el argumento de que ETA acababa de matar a dos guardias civiles y toda España debía estar de luto; en agosto de 1978, mientras los partidos políticos discutían el proyecto de Constitución, fue arrestado durante catorce días por publicar en El Imparcial una carta abierta al Rey en la que le pedía que, como jefe del estado y de las Fuerzas Armadas, impidiese la aprobación de un texto que no incluía «algunos de los valores por los que creemos que vale la pena arriesgar nuestras vidas», que promulgase una ley apta para terminar con la matanza del terrorismo y que acabase «con los apologistas de esta farsa sangrienta, aunque sean parlamentarios y se sienten entre los padres de la Patria»; en noviembre de 1978 fue detenido y procesado por planear un golpe que anticipaba el golpe del 23 de febrero -la llamada Operación Galaxia: se trataba de secuestrar al gobierno en el palacio de la Moncloa y, con la ayuda del resto del ejército, obligar después al Rey a formar un gobierno de salvación nacional-, pero menos de un año más tarde salía de la cárcel en régimen de reclusión atenuada y a mediados de 1980 el tribunal le condenaba a una pena insignificante que por lo demás ya había cumplido, y que le convenció de que podía volver a intentarlo sin correr más riesgo que el de pasar una pequeña y confortable temporada en prisión, convertido en el héroe semisecreto del ejército y en el héroe clamoroso de la ultraderecha
60.
Por lo demás esta canción era la única que Jacques podía cantar con verdadero sentimiento, pues la heroína de la canción repetía al final su patético estribillo en medio de la multitud que asistía a la ejecución de su difícil amante
61.
Trataba de volver a ver al viejo vendedor de algarrobas y forraje que, sí, había conocido a su padre, se acordaba vagamente de él y repetía sin cesar: «Poca charla, era de poca charla»
62.
El espejo reflejaba una cara como la mía, pero más blanca y tan delgada que apenas la reconocí Y todo el tiempo repetía diciéndome entre los dientes apretados: "¡Ha llegado el día, ha llegado el día!" mientras la alarma de la caja fuerte resonaba y clamaba y los diamantes resplandecían y llameaban sobre mi frente
63.
Éstos, a su vez, formaban equipos que controlaban a los del siguiente nivel, y el proceso se repetía hasta alcanzar las bases
64.
Como jamás lo repetía en la misma zona y los espaciaba en el tiempo, nunca tuve problemas
65.
Pero ella sólo repetía, con frenesí:
66.
Empezaba con una aclaración de aplicación universal, y que se repetía en todos los sucesos de su vida, a saber: que «ella también era madre»; después me decía que había visto días mejores, pero que en todas las épocas de su existencia había tenido una antipatía invencible por los espías, los indiscretos y los chismosos
67.
En cuanto a la dulzura que demostró el doctor en su extrañeza, y a la dignidad de su mujer en su actitud suplicante; en cuanto a la emoción de míster Dick y a la seriedad con que mi tía se repetía a sí misma: «¡Este hombre, y dicen que está loco!» (pues triunfaba en aquel momento de la posición miserable de que le había sacado), me parece que lo estoy viendo y no que lo recuerdo en el momento en que lo estoy contando
68.
El rey era a la vez legislador, juez y ejecutivo, pero en un Estado como el egipcio, donde el sistema de gobierno se repetía constantemente, el precedente debió de desempeñar un importante papel, y, para tener una idea de las opiniones reales, debió de existir alguna recopilación de todas las decisiones demostrando la rectitud de los mandatos divinos, aunque de hecho no afectaran a los juicios en casos particulares
69.
Había adquirido la costumbre de comentar en voz alta todas sus acciones y construía con mucho trabajo unas frases penetrantes que luego repetía a los gritos como si fueran una ocurrencia del momento
70.
Selim repetía de cuando en cuando estas alabanzas:
71.
En su fuero interno se estaba divirtiendo al contar las veces que repetía las palabras «desde luego»
72.
El Barón escuchaba, mientras el catalán repetía:
73.
Oyó que la llamada se repetía, que el coronel trataba de abrir la puerta y que, por último, llamaba a un camarero
74.
Una por parte de Sylvia Bassington-ffrench, cuando hablaba de Alan Carstairs, y la otra por Bobby, mientras repetía la conversación que sostuvo con la señora Rivington
75.
-¡Abrid los ojos y mirad bien!- repetía el doctor
76.
Las olas levantadas por la cola del monstruo se quebraban contra las paredes y contra las hendiduras con un ruido ensordecedor, que el eco repetía considerablemente aumentado
77.
Una y otra vez repetía para sí por lo bajo:
78.
2Unas horas más tarde Sarah repetía la pregunta
79.
A una señal del faquir, Tremal-Naik lo cogió entre sus brazos y luego todos pasaron a la habitación contigua, mientras la voz de antes, repetía con mayor fuerza
80.
Luego bajaron la voz y Eragon ya no alcanzó a distinguir nada entre su murmullo de voces mezcladas con el susurro de las hojas y fue abandonando la vigilia con un sueño en el que se repetía interminablemente la canción del elfo
81.
Al oír aquellas órdenes, creyendo realmente los españoles que tenían enfrente tantos hombres, retrocedieron a todo escape y subieron confusamente al bastión, a pesar de los gritos de Sandorf, que repetía:
82.
Mientras el eco de Farthen Dûr repetía las notas fúnebres que emitían las trompas de guerra, el grupo de úrgalos al completo cargó con salvajes gritos de guerra
83.
-No sólo se requiere buena puntería con la flecha, Dil Bahadur, también necesitas fuerza, estabilidad y control de todos los músculos -le repetía con paciencia el lama
84.
Cuando llegaba a ese punto, separaba su mente de la de ellos y se repetía su nombre verdadero mentalmente hasta recobrar la seguridad sobre su identidad
85.
No puedo perder la razón, se repetía como tantas veces lo había hecho antes en situaciones similares
86.
La escena se repetía todos los días y el orden en el que iban llamando a los interrogados era aleatorio y parecía no seguir una línea prefijada
87.
Repetía el nombre de Nívea clamando sin voz por un vaso de agua
88.
Lo recogieron del suelo entre varios y lo recostaron moribundo en un sofá, con su hermosa cabeza de príncipe árabe sobre el regazo de Paulina del Valle, quien para darle ánimo le repetía: «No te mueras, Fe-liciano, mira que a las viudas no las convida nadie… ¡Respira, hombre! Si respiras, te prometo que hoy sin falta le quito el pestillo a la puerta de mi pieza
89.
—Te has vuelto loco—Eugenio repetía la misma frase en un murmullo atónito, los ojos muy abiertos, mientras Pancho, porque nunca dejarían de llamarle así, seguía hablando con su voz de siempre, sin prestar atención a dos lágrimas que caían de sus ojos, y recorrían su cara, y se secaban solas ante su indiferencia
90.
La voz en el éter, repetía el texto
91.
—Raquel volvió en sí muy despacio mientras se repetía que no, que no, que no podía ser, que el mundo estaba lleno de Julios, y de Carriones, que había hasta una bodega con ese nombre, y que era una coincidencia, tenía que ser una coincidencia—
92.
Sin saber por qué, se fue acostumbrando a ese itinerario, que repetía noche tras noche, intentando perforar la oscuridad con los ojos, que, puestos en el mar, escrutaban el horizonte a la espera de vislumbrar el regreso de sus amigos
93.
Además del nombre de Ataulfo Passos, otro se repetía en las dos listas, indicado para el mismo modesto cargo de cuarto secretario: el del árabe Nacib A
94.
Tanta ostentación se repetía en numerosas partes del mundo
95.
Llegaron los técnicos, en determinado momento, a dudar del éxito, desanimados, mientras la gente más pesimista de la ciudad repetía argumentos de la campaña electoral: la bahía de Ilhéus era un problema insoluble, no tenía remedio
96.
Y al otro lado del mar el modelo se repetía: otras tres trincheras de diez kilómetros se extendían hasta la región del Polo Sur
97.
Norton repetía las órdenes recibidas de sus superiores, por supuesto, y Laura lo sabía
98.
Mucho se repetía en ellas
99.
Frippman se hubiera dado un porrazo en la cabeza, porque repetía sin cesar su nombre y apellido, pero aparte de eso apenas sabía nada sobre sí mismo
1.
Quiero decir que su nombre no andaba con frecuencia en labios de los «nuevos», quienes repetíamos de memoria los poemas de los dos grandes andaluces, elevados ya a la categoría de maestros
2.
El viejo rabino recitó preguntas y sus respuestas, que los chicos repetíamos, y cuando las puertas se cerraron dejó de hacer fresco en la sala
3.
Los fieles fuimos pasando el café hacia la derecha, a paso casi rítmico, mientras repetíamos la profesión de fe: «No hay otro Dios más que Dios, el Señor, el claro y verdadero
4.
Y nosotros, los niños, repetíamos el texto en voz alta
1.
—¡Cobardes! repetían los ecos del monte
2.
nerviosa, estabaencantadora, y todos a su alrededor lo repetían
3.
casa,decían y repetían que estaba yo enamorado; que me bebía los vientos porla hija del
4.
repetían los periódicos, pero Juanito se estremeció
5.
rato en rato una tos o una sílaba que repetían los ecos de la bóveda
6.
»Estas y otras exclamaciones semejantes se repetían en el salón porveinte personas
7.
por los delmundo entero, perdón, Señor:—y ellas repetían:
8.
lamentos de la niña eranprolongados y se repetían sin cesar y sin debilitarse
9.
Las escenas del portal de la iglesia se repetían cada día festivo, nosolamente en este sitio, sino en el
10.
Y ellos lo repetían, pensando con desprecio en los
11.
Se repetían loscomentarios que
12.
—¡Adiós, Pablo! … repetían las mujeres y los niños asomándose a lapuerta de sus cabañas; pero él no oyó la voz querida ni vió el semblantede Carmen entre aquellos curiosos
13.
todas las amigas deMaría Teresa las repetían con la secreta
14.
loscamareros repetían a los fugitivos que el buque iba a partir a
15.
» Losgrupos la repetían con una extrañeza que
16.
instalación; repetían las noticias oídasá los ministros, con los
17.
Estas viviendas se repetían en todos los puertos del
18.
que se repetían hasta en los remates de los reverberos,eran el
19.
Al final se repetían las instrucciones de todos los viajes, con
20.
Los comentarios corrían de boca en boca y se repetían en voz baja adornada por sonrisas
21.
Lo que no le dio igual fue ver que los compañeros del ladrón repetían como el eco sus comentarios y gritos desde lo alto del pasaje
22.
Entonces repetían; «así», decía la abuela cuando sorteaban el pasaje difícil de una manera satisfactoria para su gusto, las mujeres seguían meneando la cabeza y para terminar aplaudían a los dos virtuosos, que desmontaban velozmente el material para juntarse con sus compañeros en la calle
23.
Una y otra vez se repetían y volvían a esfumarse dibujos bizantinos, como el apagado reflejo del oro sobre el que se destacaban, y sólo quedaba de ellos la límpida pared de piedra con la silueta brillante del pez que parecía trazado mojando el dedo en la luminiscencia de los peces; pues aquél era el símbolo que vio en el momento de oír la voz de su enemigo procedente de una esquina del lóbrego laberinto
24.
¡El cordero! Al mirarlo, Gerda sintió que las dos palabras se repetían sin cesar en su cerebro
25.
Es el costo social, determinaban los jóvenes economistas de la nueva escuela y así lo repetían los medios de comunicación
26.
Preocupada por mejorar la calidad de los servicios de su empresa, la Señora compraba libros franceses que le suministraba a hurtadillas el ciego del kiosko; sospecho, sin embargo, que rara vez resultaban de alguna utilidad, porque las muchachas se quejaban de que a la hora del calzoncillo los caballeros de orden se tomaban unos cuantos tragos y repetían las mismas rutinas, así es que de nada servía tanto estudio
27.
Pero, ¿serían afortunados? Una y otra vez, los medios de prensa repetían la pregunta planteada por los escritores del siglo XX respecto de la guerra termonuclear: "¿Los vivos envidiarían a los muertos?"
28.
En el fondo de la iglesia, frente al altar, había una gran reja que se alzaba desde el suelo al techo; tras esta reja percibíanse vagas claridades movibles y un murmullo sordo, de cuyo conjunto se destacaba de rato en rato una sílaba [119] o una tos que repetían los ecos de la bóveda
29.
Cada vez que Esther hacía una pausa, ellos repetían el texto sin levantar los ojos del trabajo
30.
En aquel momento no podía comprender el significado de aquella secuencia de movimientos, que todos los tipos que iban entrando en el pequeño templo repetían con la precisión de un reloj suizo
31.
Yo les hice repetir sus dichos para traducirlos; ellas los repetían y ampliaban con el feo sonreír de sus desdentadas bocas, que para expresar la malicia tenían que imitar al buzón del correo; y estando en esto, oí la voz del Arcipreste y las dos muchachas, que salían de la iglesia
32.
Las paredes repetían el eco de los niños jugando en el patio de manzana entre los edificios
33.
¡El Imperio! ¡Las palabras se repetían una y otra vez! Había pasado un siglo y medio, pero todavía existía el Imperio, en algún lugar olvidado de la Galaxia
34.
Al parecer, la Iglesia venía detectando, desde años atrás, que la intensa devoción de los años de posguerra cuando los principales concurrentes a la procesión prepucial eran viudas enlutadas que repetían piadosas jaculatorias y portaban velas encendidas estaba derivando en fiesta carnavalesca y profana, con gente joven inmodestamente ataviada y quizá bebida que manifestaba abierta irreverencia cuando no chacota, lo que redundaba en desedificación del rebaño cristiano
35.
Los primeros calendarios se basaban en el mes lunar, y se hizo aparente que las estaciones se repetían cada doce meses lunares
36.
Según contaban, cuando el río crecía, se llevaba la arena y las piedras apiladas, pero ellos repetían la operación cada año
37.
A medida que las banderolas repetían el mensaje a través de todo el ejército, los hombres de cada tumen lanzaron su grito de guerra
38.
Se repetían los mismos actos con la seguridad cronométrica de los movimientos del viejo reloj que los presidía
39.
Observó cada detalle de las filmaciones de doce horas que repetían hasta entrada la noche la imagen de las puertas desiertas,
40.
Mientras las técnicas de ataque repetían tercamente esquemas con un siglo de antigüedad, el instinto de la defensa encontró movimientos de respuesta que no eran tan sólo eficaces réplicas, sino una modificación fehaciente de las reglas de juego e, incluso, del mismo terreno
41.
Se repetían en una estricta secuencia rotatoria sobre un fondo blanco cremoso
42.
Inmóviles el uno frente al otro, se repetían:
43.
Repetían los últimos Avemarias con voz desfallecida
44.
Se escucharon golpes de palmas en la enramada y voces que repetían: «¡Mari-mari!», que es un saludo
45.
Cuando en 1838 cinco de las pequeñas y agujereadas canoas para dos personas se hicieron a la mar para comerciar con un barco francés anclado en Pascua, su capitán informó de lo siguiente: “Todos los indígenas repetían con frecuencia y presas de la excitación la palabra miru y se impacientaban porque veían que no les entendíamos: esta palabra es el nombre de la madera que utilizaban los polinesios para construir sus canoas
46.
Mi tía y mis vecinos me repetían, Hija, es tu madre, se está muriendo, pero yo no los oía
47.
El pelo, suelto por la espalda, captaba oleadas de luz del sol, y las largas piernas descubiertas repetían los ángulos de los brotes del árbol, tallos de un marrón brillante entre trazados de flores pálidas
48.
Acto seguido emitió un perfecto mugido, con gran susto de Jennifer, porque los ecos lo repetían por todos los pasadizos
49.
Mientras el resto continuaba con las riesgosas maromas y los sonidos lánguidos se repetían, un bailarín abandonó la fila y recitó versos en honor del jeque y del príncipe saudí
50.
Amigos y parientes lo visitaban y con exagerada sonrisa le repetían que lo hallaban muy bien
51.
Pero el solvente se extendió sobre el linóleo por debajo de la puerta de la cocina, lamiendo, devorando, mientras las voces repetían a coro:
52.
De vez en cuando Dennis podía distinguir que repetían una y otra vez una dolorosa evaluación del estado de sus clientes
53.
Ya le habían advertido que tenía que pasar algunas semanas reorientándose, pues, como se lo repetían constantemente, esta China de ahora era nueva, y totalmente distinta de la que conociera
54.
La exploración a través de los diversos libros de que disponía le convenció de que había descubierto todas las clases de bichitos que con más frecuencia se repetían en las distintas combinaciones, y no le costó gran cosa disponerlas en el orden adecuado, gracias a la insistencia con que repasó una y otra vez, el fascinante alfabeto ilustrado que figuraba en la cartilla
55.
Tarzán había presenciado muchas veces el regreso al poblado de las patrullas de guerreros negros que llegaban del norte con prisioneros, y siempre se repetían las mismas escenas alrededor de aquel siniestro poste, al brillante resplandor de las numerosas hogueras
56.
Estas representaciones vienen a ser inescrutables para cualquier ojo civilizado y fueron usadas por los indios solamente como un conjunto de preceptos de sus «hombres sabios», que lo garrapateaban para utilizarlo como un estímulo para su memoria, cuando ellos repetían la historia oral de sus tribus o clanes
57.
Era uno de los obreros más antiguos de la empresa, todos lo conocían, una bandera, y aunque sus compañeros de la comisión pensaban desde hacía tiempo que en su lugar estaría mejor alguien más hábil en la discusión, mejor orientado y más rápido, reconocían sin embargo que Tommaso contaba por su parte con el prestigio de la tradición y en ese sentido lo respetaban y le repetían al oído que no silbaba las frases más importantes de las discusiones
58.
Primero fingieron no aceptar, «tienes que venir a la comisaría», repetían
59.
En verdad, las órdenes que repetían continuamente las telepantallas ordenándoles reintegrarse a sus puestos apenas eran necesarias
60.
—¡Retirada, retirada! —gritó un par de veces, y se replegó junto con varios decuriones que repetían la orden del tribuno para que, a su vez, el mayor número posible de jinetes romanos retrocediera con ellos
61.
—¡Apuntad bien, jinetes de Roma, pues sólo tendremos una posibilidad! —Los decuriones imitaban al tribuno y repetían sus instrucciones
62.
Sabían que eran la VI legión porque lo repetían en cada ataque
63.
Ésa era la única orden que las enormes trompetas de la legión repetían una y otra vez
64.
A sus pies, en la llanura, sus oficiales repetían las instrucciones sin parar
65.
Los sicarios y los zelotes repetían una y otra vez que los romanos asesinaban a todos cuantos se entregaban
66.
Con el sol clavado en el centro del cielo, todas las construcciones se vetan iguales: los almacenes y los zaguanes se repetían, idénticos; en ninguna esquina encontraban el nombre de las calles, y en las dos casas donde se detuvieron a preguntar les respondió un silencio de muerte
67.
Los paneles de las cabezas de cóndor, señor Queralt, no podría decirse que fueran El Quijote, ¿no es cierto? En la primera, eran breves textos de cinco tocapus que, además, se repetían en el panel siguiente y también en el que había debajo del pico para introducir la solución
68.
había observado que en cuanto los jóvenes tenían relaciones sexuales, casi siempre repetían la experiencia
69.
Las cortinas y la tapicería de los muebles repetían el diseño
70.
Los refuerzos estaban a punto de llegar, se repetían una y otra vez
71.
Al otro lado de la puerta oía cómo por megafonía llamaban a los médicos y repetían los códigos de urgencia
72.
Repetían cuál había sido la causa, que podría haberse hecho para prevenir la enfermedad, e insistían en la infalibilidad de M'Dear
73.
Entonces, a la manera que se oye hablar entre sueños con un eco lejano y confuso, les pareció percibir entre aquellos rumores sin nombre sonidos inarticulados como los de un niño que quiere y no puede llamar a su madre; luego palabras que se repetían una vez y otra, siempre lo mismo; después frases inconexas y dislocadas sin orden ni sentido, y por último… por último comenzaron a hablar el viento vagando entre los árboles y el agua saltando de risco en risco
74.
Los niños chillaban allá abajo, en las profundidades, y los cien giros de la escalera repetían como un eco cada grito:
75.
Los obreros entonaban una canción folclórica; uno cantaba una estrofa y los otros la repetían a coro
76.
Los niños repetían:
77.
–Nos repetían esas historias una y otra vez
78.
Se les había otorgado reconocimiento, no por lo bien que repetían dichos sin sentido, sino por las decisiones que habían tomado por sí mismos
79.
Su nombre flotó en el aire y luego resonó como un eco a través de la sala, mientras lo repetían una y otra vez
80.
Las imágenes de sí misma se repetían en todas las direcciones
81.
Las mujeres más viejas la apoyaban y repetían las últimas palabras de cada frase que decía; sin embargo, algunas de las jóvenes no lo hacían y parecían disgustadas
82.
Entre la confusión de voces y lo poco familiares que eran los temas de conversación, a Stephen no le fue fácil entender al principio más que la idea general, aunque muy bien porque repetían a menudo «irlandeses unidos» y «defensores», que eran los prisioneros transportados allí en grandes cantidades, especialmente después del levantamiento ocurrido en Irlanda de 1798
83.
La ciudad, el estado, la comunidad social organizada según el principio de la división del trabajo eran no sólo comparables a la vida orgánica, sino que la repetían exactamente
84.
Lapsus como ése se repetían cada vez con mayor frecuencia, y los tres, ella misma, su padre y Sol, procuraban no prestarles demasiada atención mientras fuera posible
85.
Por dos veces —pues cuando se permanecía algún tiempo en la altura podía verse cómo se repetían las epidemias— esa pasión se había convertido, durante semanas y meses, en una locura sobre un aparato apoyado encima del estómago, que no enfocase un objetivo y no terminase por hacer circular fotografías durante las comidas
86.
A veces ellos también cantaban las canciones que se repetían en el castillo y que habían oído tan a menudo en la mar
87.
—Ambos se rieron con aquella frase que los redentores repetían tan a menudo—
88.
Después comprended el horrible poder que encerraban las palabras de Bosco, que repetían de todas las maneras posibles sus peores pensamientos
89.
Fuera se repetían los golpes y las conminaciones
90.
Habló de la soberbia de sus cartas pastorales, donde no resonaba ya la caridad sino solamente una fría doctrina, de jerga definitivamente alejada de la vida, que repetían en los días que conmemoraban aquellos que, para Cristo y los apóstoles, sí fueron la vida
91.
Un murmullo corrió por las almenas a medida que los soldados repetían las palabras del mensajero
92.
Cautela era la palabra que repetían los genetistas más serios
93.
Lorenz y muchos otros científicos construyeron ecuaciones y herramientas matemáticas inexistentes hasta el momento, con las que se empezaron a encontrar patrones que se repetían en sistemas tan diferentes como la meteorología, la población de las especies, el funcionamiento de las células cardíacas, los mercados bursátiles, todos ellos eran sistemas en apariencia gobernados por el caos y el descontrol, pero al analizarlos detenidamente se podía comprobar que poseían cierta lógica interna y que de ellos emergían una serie de propiedades comunes
94.
Mientras se disponían a escuchar el discurso del cónsul, preparaban expresiones de sorpresa y al mismo tiempo repetían en voz baja respuestas ensayadas
95.
Las palabras del misterioso mensaje se repetían una y otra vez en su cabeza mientras introducía los proyectiles de nueve milímetros,
96.
A sus pies, en la llanura, sus oficiales repetían las intrucciones sin parar
97.
Si estaba en lo cierto, los que hablaban en lenguas repetían, no lo que decía Norton Jaybush, sino lo que pensaba
1.
-Se han invertido los papeles, Kate: antes era yo el escéptico que nada creía sin pruebas y tú la que me repetías que el mundo es un lugar muy misterioso y que no todo tiene una explicación racional -sonrió Alexander
1.
El mar es la eternidad, un tiempo único, un movimiento único que se repite
2.
Concentrándonos entonces en la presencia de las amas de casa en los hogares, en los cuatro países se repite el mismo patrón: un porcentaje pequeño (del 7%
3.
El profesor repite
4.
» «Han de velar la ampolletapor sus cuartos, repite Escalante[85], y rezar y cantar el Ave María,y los buenos días
5.
repite la noticia del levantamiento del Rosellón y de la indignación con que ha visto toda la
6.
Estaalteración se repite
7.
aparece ya en tiempo de los Faraones y se repite enFedra, en Briolanja y en las
8.
repite a la elegida de su corazón, a la mujerante quien se postra en adoración
9.
mesa, y repite, de rato en rato, como parasatisfacción de
10.
No me extraña suindignación: usted repite lo que le han
11.
En varios pasajes repite el Diario del Almirante, ya al avistar
12.
se repite al principio con compasión,después con un dejo de
13.
se repite lo mismo, siempre lomismo, con una diferencia de
14.
al recibirlo repite el «viva el Rey» al son de cajas,clarines,
15.
agraciado, el que repite todoel común del pueblo; y en acabando
16.
El mismo día a la tarde se repite la función del antecedente,
17.
Todo Paris repite la contestacion que ha dado un niñoen los exámenes de moral
18.
obstáculos,que dividen la ola en infinidad de partes, originando los huecos quepresentan las múltiples ramificaciones madrepóricas, imponentes ruidosque repite el eco de cavidad en cavidad
19.
El guarda repite: Las tardes de invierno
20.
—Desde el punto de vista legal, señora; pero en Inglaterra se repite que «la posesión es las nueve décimas partes del derecho»
21.
Cortina se presenta ante el teniente coronel como hombre de confianza o portavoz de Armada; le alecciona: subraya que la operación se realiza por orden del Rey con el propósito de salvar la monarquía, establece claramente que su jefe político es Armada aunque su jefe militar sea Milans, le repite el diseño general del golpe y la salida prevista para él (habla de un gobierno presidido por Armada, pero no de un gobierno de coalición o concentración o unidad), le hace preguntas técnicas sobre el modo en que piensa llevar a cabo su parte del plan, le asegura que puede contar con hombres y medios de la AOME e insiste en que el asalto debe ser incruento y discreto y en que su misión concluye en el momento en que una unidad del ejército lo releve y Armada se haga cargo del Congreso ocupado
22.
Cuando Armada cuelga el teléfono todos los generales que han asistido a la conversación (Mendívil, Lluch, Castro San Martín, Esquivias, Sáenz Larumbe, Rodríguez Ventosa, Arrazola, Pérez Íñigo, tal vez algún otro) conocen o imaginan ya la propuesta de Milans, pero Armada se la repite
23.
¿Qué propuesta?, repite el Rey
24.
Pero si no queda más remedio estoy dispuesto… Fernández Campo vuelve a interrumpirlo, le repite que lo que dice es un disparate
25.
Unos minutos más tarde la discusión se repite
26.
Es una locura, le repite Fernández Campo a Armada por enésima vez
27.
Milans le repite a Tejero los argumentos de Armada: la única solución es un gobierno de unidad para todos y un exilio temporal para el teniente coronel y sus hombres; Tejero le repite a Milans sus propios argumentos: el exilio es una salida indigna, un gobierno de socialistas y comunistas no es ninguna solución, no acepta más solución que una junta militar presidida por él, mi general
28.
Todo es tan ridículo, la verdad es que siempre se repite la misma tontería
29.
«Tengo un lío de mil demonios con los papeles», repite
30.
Es gratificante, y cuando se repite, se convierte en un comportamiento formado
31.
—La historia siempre se repite, amigo mío
32.
Se repite y se repetirá dentro de tres mil años puesto que la historia la hacen los hombres, y los hombres se repiten una y otra vez
33.
Recuerda todo lo que había y lo repite una y otra vez
34.
Repite con la bota
35.
Repite y repite con la bota hasta que a Boban le parpadean las cubiertas de piel de los ojos y sus labios dicen con susurro:
36.
El agente Oleg repite el impacto del codo, hurgando en la caja torácica del agente-yo, y dice:
37.
Después el nieto de la mujer violada repite el gesto con la nieta del violador y dentro de cuarenta años, tal vez, mi nieto tumbe entre las matas del río a la suya y así, por los siglos venideros, en una historia inacabable de dolor, de sangre y de amor
38.
Todas estas ocurrencias aceleradamente presentes en Antonio le dejan mal sabor de boca, una sensación dulzona, la misma sensación de quien escucha un chisme o lo repite, una sensación de vulgaridad consentida, un mal gusto dulzón que sólo ahora, en estos últimos tiempos, ha comenzado a asediar la conciencia de Antonio como un mal pensamiento
39.
Juan Campos sonríe y repite mentalmente: ella quiere
40.
Y tú repite la salida de tu habitación, la subida por la escalera y la entrada aquí, y vuelves a hacer todo lo que hiciste hasta que te diste cuenta de que alguien le había pegado un tiro a tu tío
41.
Repite con esos ojos sorprendidos y de expresión dolorosa clavados en él:
42.
Y repite, obstinado, alguno de ellos:
43.
Pero si se repite… Parece que uno de ellos ha construido un alambique
44.
Corren voces de que el castillo de Figueras está en nuestro poder; se repite la noticia del levantamiento del Rosellón y de la indignación con que ha visto toda la Francia la conducta de su Emperador con la España
45.
Le gusta la comida, repite si puede, convierte el almuerzo en la comida principal del día
46.
¡Pequeño, lo arrancan del fondo de sus entrañas! ¡Oh pájaro! repite: "¡Lo arrancaron pequeño!"
47.
Resulta inquietante echar la vista atrás, en una hemeroteca, en un archivo o en la memoria de nuestros mayores, y ver cómo la historia se repite cíclicamente
48.
–Según la tradición, el teniente de alcalde sucede al alcalde si éste no repite un segundo mandato
49.
[92] El médico ha prenosticado que si le repite el arrebato de pintarla de galán, poniéndose negro del golpe de sangre en la cabeza, en él se quedará como si le retorcieran el pescuezo
50.
Y aquí hay una huella circular de fango, que se repite aquí, en el suelo, y aquí otra vez, encima de la mesa
51.
Repite esta lista en el orden dado hasta que la sepas de memoria, pero recuerda siempre que la división y enumeración se emplean únicamente para mayor facilidad de comprensión; ya que los siete principios son uno, actúan conjuntamente, en todo y siempre
52.
Próximas horas o minutos, se repite a sí mismo
53.
Pese al tiempo transcurrido, a la inutilidad del esfuerzo, a la suma de noches en vela tendiendo redes que a la madrugada retira vacías, su instinto le repite que está en el buen camino, que la perversa sensibilidad del asesino coincide en cierto modo con la suya, y que uno y otro andan cruzándose constantemente, como líneas inevitables en el extraño mapa de la ciudad que ambos comparten
54.
Waddell se pasó diez años encerrado, y de pronto se repite la pesadilla de su primer asesinato
55.
Win cubre a Lamont con un edredón y suelta los cables que la mantenían atada a las columnas de la cama mientras repite una y otra vez:
56.
La memoria del episo dio se repite en las catedrales por Pascua cuando el excelentísimo y reverendísimo señor obispo de la diócesis escenifica el paripé de mojar levemente el pie de un anciano sacado de algún asilo de la ciudad al que previamente han escamondado y lavado las monjitas que lo tienen a su cargo hasta dejarlo como los chorros del oro
57.
No obstante, si se repite el proceso una y otra vez, la computadora puede ser programada de tal modo que halle el valor medio del tipo de EEG y registre la diferencia que aparece de forma reiterada
58.
Si se comienza con estos algo más complejos y se repite el experimento se llega a la producción de oíros todavía más complejos
59.
--Vea, general, en el caso de cada robot, el tiempo-intervalo entre la caída del peso y el salto de un metro y medio hacia adelante tiende a disminuir a medida que la prueba se repite
60.
–La historia se repite
61.
Ella repite el motivo rítmico, pero esta vez deja un hueco de silencio entre las notas
62.
Comprar acciones antes de una OPA puede resultar sospechoso si se repite con demasiada frecuencia
63.
»La productividad es vuestra aceptación de la moralidad, vuestro reconocimiento del hecho de que habéis elegido vivir, de que el trabajo productivo es el proceso mediante el cual la conciencia de un nombre controla su existencia, un proceso constante encaminado a adquirir conocimientos y dar forma a la materia para que encaje en nuestros propósitos, traducir una idea en forma física, rehacer la tierra según la imagen de los propios valores, de que todo trabajo es trabajo creador si se hace con una mente que piensa y que ningún trabajo es creador si se realiza con un ser que repite en estupor falto de crítica una rutina aprendida de otros, de que vuestro trabajo lo es por elección y que esa elección es tan amplia como vuestra mente, de que nada más es posible y nada menos que su mano, de que engañaros al aceptar una tarea mayor de la que vuestra mente permite es convertiros en un simio corroído por el miedo, actuando sobre movimientos copiados y sobre un tiempo también copiado, y de que, por otra parte, el desarrollar una tarea que requiere menos de la capacidad total de vuestra mente, es cortar vuestro motor y sentenciaros a otra clase de movimiento: la descomposición; de que vuestro trabajo es el proceso de adquirir valores y de que perder la ambición de valores es perder la ambición de vivir, de que vuestro cuerpo es una máquina y vuestra mente el conductor y de que debéis llegar tan lejos como vuestra mente os lleve, con el triunfo como meta de vuestro camino; de que el hombre sin propósito es una máquina que va descendiendo por la pendiente, a merced de cualquier peñasco en el que estrellarse en cuanto encuentre un barranco; de que el hombre que da rigidez a su mente es una máquina parada, que se enmohece poco a poco; que quien permite a un director prescribir el curso de su vida, es una ruina arrastrada hacia el montón de chatarra, y de que el hombre que convierte a otro en su objetivo, es un caminante a quien ningún conductor debería recoger en el camino; de que vuestro trabajo es el propósito de vuestra vida y de que debéis alejaros de cualquier asesino que considere su derecho deteneros, y de cualquier valor que podáis encontrar fuera dé vuestro trabajo, cualquier otra lealtad o amor, sólo han de ser compañeros que elegís para compartir vuestro viaje, pero que han de continuar valiéndose de su propia fuerza
64.
A principios de 2008 la gratificación se repite y Aznar recibe en tres tandas otras 4
65.
que mi imaginación no lo repite
66.
En la última de D'Alembert (septiembre 1783) a Lagrange, escrita un mes antes de su muerte, aquél repite sus primeros consejos, y le aconseja trabajar como único remedio para sus males psíquicos: "En nombre de Dios, no renunciéis al trabajo, la más fuerte de todas las distracciones
67.
Además, se repite muchas veces como motivo esencial en la obra de algunos de los más grandes matemáticos del siglo XIX, Cauchy, Abel, Galois, Hermite y Kronecker, entre otros
68.
Repite la frase hasta casi gastarla, hasta que se borran los contornos de las letras
69.
Todavía se escucha y se repite esa terrible expresión: «La maté porque era mía» como argumento para justificar los hechos más atroces, y el tango presenta, sin duda, un muestrario de estas cuestiones
70.
BellFrente a esta frase se halla otra que se repite una y otra vez en los trabajos matemáticos, "existe"
71.
–Todo el mundo me lo repite
72.
Repite siempre una especie de ritual de purificación
73.
La operación se repite con cada uno de los cilindros
74.
La maniobra de separación del mármol del remate del pedestal se repite en el extremo opuesto
75.
Y el hecho, como veremos, se repite a lo largo de toda la grabación
76.
Y el ciclo se repite una y otra vez porque, según me decía el chinito, lo primero y más importante en la convivencia humana no es la justicia ni la libertad
77.
Ha caído de rodillas y, con la mirada en el enlosado, repite:
78.
Por ejemplo, lanzan una palabra maldiciente y le observan; comienzan una historia y esperan que usted pregunte cómo sigue o que la deje; si dice usted una palabra ordinaria, la encuentran encantadora, aunque sepan muy bien que no lo es; elogian intencionadamente lo que critican; intentan penetrar los pensamientos más secretos; le interrogan sobre sus lecturas; le ofrecen libros sagrados o profanos; observan la elección; le invitan a cometer ligeras infracciones de la regla; le hacen confidencias, dejan caer en su presencia ciertas palabras sobre las extravagancias de la superiora: todo se recoge y repite; le abandonan, le reprenden; sondean sus sentimientos sobre las costumbres, la piedad, el mundo, la religión, la vida monástica sobre todo
79.
Las trifulcas tienen siempre un desarrollo paralelo y un final que se repite
80.
–Bravo Dos Nueve, repite -dijo Hudson, apretando el botón del micrófono-
81.
Aunque la historia no repite la imagen, suponemos que durante el festival, cada día cabalgó al bosque en su caballo renqueante
82.
{138} En la cuarta parte, Del hombre superior, 2, se repite esta frase
83.
{266} Zaratustra repite este reproche en varias otras ocasiones
84.
{341} Más adelante, en la cuarta parte, La canción de la melancolía, repite Zaratustra estas mismas expresiones cuando, tras la Cena y los discursos sobre el hombre superior, sale un momento al aire libre
85.
Si se repite 12 veces el proceso de aumentar en un semitono cada uno de los componentes del sonido, resulta que el sonido que se produce es ¡indistinguible del original! Esta es una demostración musical de la autosimilitud
86.
En la práctica esto significa que si un experimento concreto relativo a un electrón se repite una y otra vez de una manera totalmente idéntica, no se obtendrá una y otra vez la misma respuesta para la posición precisa del electrón
87.
Golpea el suelo con el talón y repite:
88.
Se incorpora, da unos pasos, se detiene otra vez, repite la operación con una especie de rabia, con brusquedad
89.
* Exagerada falsificación de los hechos, que se adorna y repite para hacerla creíble
90.
Si se dice y se repite: «Soy un romántico incurable», se está admitiendo que se padece una enfermedad
91.
De hecho, su comportamiento en la mayoría de las ocasiones era más parecido al de una sonámbula (que con los ojos cerrados repite mecánicamente los mismos movimientos, el mismo recorrido) que al de una mujer enamorada
92.
Naturalmente, el misterio de las increíbles autoacusaciones en los procesos de Moscú seguía arrojando una sombra gélida (mucho más cuando el mismo escenario se repite en los procesos de Budapest y de Praga), pero las piras gigantescas de la guerra parecían haber empequeñecido todas las otras piras y haberlas absorbido en una única llamarada en el clima de la tragedia inminente
93.
Luego repite para el lado opuesto
94.
Repite el ejercicio con la otra pierna
95.
Repite el movimiento con la pierna y el brazo opuestos
96.
Repite el circuito dos veces por cada entrenamiento durante las primeras dos semanas
97.
—¡No quiero que me peguen! —repitió con voz sin expresión, como cuando se repite una oración
98.
El profesor repite su gesto
99.
Un reloj, fuera, repite unas campanadas que ya habían sonado un minuto antes
1.
En muchas constituciones sinodales (como la de Lisboa de 1536, de Bragade 1537, de Angra de 1559, de Lamego de 1561, de Miranda de 1563, deFinchal de 1578 y de Oporto de 1585), se ordena que no se haganrepresentaciones dramáticas en la iglesia sin licencia de lasautoridades eclesiásticas, ni la del nacimiento de Cristo, su pasión yresurrección, deduciéndose que esas órdenes se quebrantaban confrecuencia, si nos atenemos á las veces que se repiten
2.
se repiten, y esto le provoca de nuevo inseguridad, pues las
3.
burocracias profesorales y se producen manuales que repiten, en
4.
Cuando estas ingestas se repiten una y otra vez
5.
que en tal caso pronuncia elsacerdote y repiten los presentes
6.
redondillas se repiten casi a la letra en El condenado
7.
se repiten y vienen a ser siempre los mismos
8.
Cuanto el apuntador va diciendo, lo repiten los actores, lo que
9.
profundo de los que llegan a la meta,y allí, fría el alma, repiten
10.
en el oleaje de la política y no repiten la suerte, quedandoadheridos por toda la vida a
11.
de los hechos que se repiten
12.
Además, en el ventorro repiten los
13.
pareció que estaba bien; pero si losataques de eclampsia se repiten, puede morir en
14.
egoísmo oa las conversaciones agridulces, todos repiten:
15.
(Los romanos repiten con desesperación y en tono doliente: «¡Esto notiene vuelta
16.
estaciones, como en la historia de los humanos se repiten
17.
repiten los días y lasestaciones; pero aunque todo pareciese
18.
ciclos encontramosalternantes en la presidencia, los cuales no repiten
19.
dulces secretos detodos los días, más dulces y más amables cuanto más se repiten
20.
se armanfogones en la plaza, y se repiten los bailes como a la
21.
las horas del día repiten estamisma diligencia conforme lo que
22.
de los repiques de campanas, los que se repiten a lasoraciones y
23.
y hasta latarde no confiesan otros, en la que repiten lo mismo,
24.
Les gusta relatar los hechos desus antecesores y las distinciones ganadas por éstos en la guerra, Página 113cuya historia se repiten unos á otros durante las largas horas de sus reuniones amigables, llamadas Vicharas
25.
la casa siquiera, sino de la pasión que leagita en cada momento, y repiten siempre
26.
al filósofo que ménos crea en la perfectibilidad del humano linaje; se suceden unas á otras las bancarrotas que ponen en desolacion á las familias y asustan al observador; los suicidios se repiten con una tremenda
27.
Decía que, a través de Israel, el tiempo del Mesías es el de todos los días, que no es un acontecimiento pasado ni venidero, evocado por las vanas añoranzas y las esperas estériles, es el hilo que los une entre sí, el momento de la reparación, en cada nuevo amanecer y en cada crepúsculo, son los grandes episodios de la historia los que se repiten como un eco por encima de las ciénagas de silencio en que se encalla el hombre, son los rayos que horadan la vida, que animan el gris de la existencia, iluminan las tinieblas, y la promesa de Dios es el esbozo de ese designio, el retorno del pueblo del largo viaje después del sufrimiento y el mal: Jerusalén
28.
Se ha sugerido que las eras glaciales mayores de nuestro planeta, que se repiten cada cien millones de años aproximadamente, pueden deberse a la interposición de materia interestelar entre el Sol y la Tierra
29.
Y otra vez se repiten las leyendas que corren acerca de lo que se posee o busca en la selva
30.
Se repite y se repetirá dentro de tres mil años puesto que la historia la hacen los hombres, y los hombres se repiten una y otra vez
31.
Repiten su historia una y otra vez, todas esas declaraciones de amor
32.
Los nombres se repiten
33.
En el entorno de los norteamericanos hay nombres que se repiten hasta la saciedad
34.
Más adelante en la vida se repiten las
35.
—Creemos que el mundo se comporta según ciertas leyes inviolables y que, mediante un esfuerzo persistente, podemos descubrir esas leyes y usarlas para predecir sucesos cuando se repiten las circunstancias
36.
Y todos los agentes repiten:
37.
Sentados en los pupitres, con las manos juntas, y mirando hacia delante, todos los agentes repiten:
38.
se hacen las dos con sangre, se repiten
39.
Repiten el título de su libro con la entonación sentenciosa y cantarina de los predicadores, alargando las vocales: «De unaaa enfermedaaad incuraaable a la curación eteeerna»
40.
Ya tenía conocimiento, cuando el mensajero le mostró la Gaceta, de los tratos que sostenían los emigrados con el Rey absoluto, y a este propósito le hizo Calpena, con seguro conocimiento de la humanidad, estas profundas observaciones: «Vea usted, [297] mi General, cómo se reproducen en la historia los mismos efectos cuando las causas no varían, y cómo se repiten los hechos cuando las personas no cambian
41.
Pero, como le repiten su hija y sus amigos, ya se está haciendo un poco viejo para eso
42.
Las pocas líneas leídas anoche se repiten al ritmo de sus pasos en el alba gris de la ciudad
43.
Muestra que el número total de fracciones es igual al número total de enteros, aun cuando en la sucesión de las fracciones se repitan muchas veces los valores de cada fracción y los de todos los enteros; en realidad, el número de veces que se repiten es indefinido
44.
En la traducción latina y en las diversas versiones inglesas que surgieron de ella, los libros 1 y 2 de Crónicas van, tal vez con mayor lógica, inmediatamente después del 1 y 2 de Reyes, de los que repiten gran parte
45.
Las cosas se repiten, no hay modo de encontrar una característica única
46.
—No creas —le dijo Belgarath—, el sonido permanece en las cuevas y los ecos se repiten una y otra vez
47.
Para la teoría de la atracción de Newton-Laplace-Lagrange, Jacobi hizo contribuciones especiales mediante sus bellas investigaciones sobre las funciones que se repiten varias veces en esa teoría y mediante aplicaciones de las funciones elípticas y abelianas a la atracción de los elipsoides
48.
Esto se refiere únicamente al volumen de la obra de estos hombres; su calidad es otra cuestión, que debe ser juzgada, en parte por la frecuencia con que las ideas engendradas por estos gigantes se repiten en la investigación matemática, y en parte por la simple opinión personal y por los prejuicios nacionales
49.
Estos elementos fundamentales son los que se repiten en todos los fenómenos naturales"
50.
En este momento podemos contemplar retrospectivamente toda la historia de la Matemática, o la parte de ella revelada por los tratados de los maestros matemáticos en sus trabajos puramente técnicos, y observar dos formas de expresión que se repiten constantemente en casi todas las exposiciones matemáticas
51.
Las pulsaciones de esta zona exterior de la Isla Nuclear de Luz se repiten en ciclos de proporciones gigantescas
52.
Y lo repiten
53.
Yo he leído, no sé dónde, que estos sacudimientos, causados por fuertes impresiones y sorpresas, si se repiten con alguna frecuencia, alteran de tal modo las funciones del cuerpo, lo desquician y desequilibran de tal modo, que, al fin, el estado normal no puede restablecerse, y la muerte es segura
54.
Algunos invitados se levantan y repiten
55.
Estas vueltas del criado y los saltitos del escribiente se repiten varias veces
56.
Los trabajos se repiten con pocas variantes: labores domiciliarias, empleada de limpieza en una empresa, trabajadora en la Azucarera de Armenta o en un almacén de cartonajes
57.
Basta tomar los más elementales sucesos que se repiten a diario
58.
Nunca nadie ha podido encontrar a ese perro, ni la policía que bien poco se ha preocupado de hacerlo porque con las cosas como ahora están, claro, deben preocuparse de problemas más serios; ni los vigilantes del parque que alguna vez se han propuesto investigar la posible verdad que puede haber detrás de tan siniestras murmuraciones que año tras año, persistentemente, se repiten, pero que tienen, al fin y al cabo, traza de no ser más que una alucinación histérica que, hay que confesar, puede no ser fruto sólo de fantasías coincidentes
59.
De nuevo los demás repiten sus palabras y se levantan, plantando los pies con firmeza en el suelo para no caerse
60.
Observe la estatuaria; cómo los símbolos animales se repiten una y otra vez
61.
Es interesante notar cómo a un siglo de distancia se repiten las mismas historias en el Congreso por la adopción de otra arma fabricada en Europa y, cómo entonces, después de repetir las pruebas de validez de su pistola Mod
62.
El tiempo con sus retornos aleja la idea del infinito: es un calendario de momentos ejemplares que se repiten cíclicamente y que el jardín trata de fijar en cierto número de lugares
63.
» ¿Y para quién? ¡Para cuatro holgazanes cansados de la vida, que frecuen tan las galerías y las salas de conciertos! ¡Somos no sotros los verdaderos artistas, los que inventamos el trabajo de las industrias necesarias para millones de personas! Entrevistador: ¡Pero del trabajo manual desaparece la habilidad profesional! Henry Ford: iBasta! ¡Todos repiten la misma historia! La verdad es lo contrario
64.
Todos despiden al viejo con cariño: «¡Hasta el año que viene, calabrés!», repiten, porque es el calabrés del departamento
65.
Siempre evitamos hasta donde es posible que se difundan públicamente los casos de crímenes seriales, y sobre todo las constantes que se repiten
66.
Los de Mitre repiten que se ha refugiado acá, en La Unión
67.
–No repiten descargas, a menos que lo superen a uno en número… -explicó La Fayette
68.
–Cierto -replicó el Papa, que la miró con astucia-, por no mencionar que es bastante inalcanzable para las mujeres que abandonan el convento y repiten los pecados de sus padres
69.
Debe de bromear a mi costa, y sus frases sin duda se repiten en el Palacio de justicia y en los salones
70.
Cincuenta mil sacerdotes repiten todos los días las palabras que sus jefes les indican, y el pueblo, que es el que da los soldados, hará más caso de la voz de sus pastores que de las alocuciones de los insignificantes gusanos del mundo
71.
Todo queda en silencio; entonces, de una manera que resulta casi inquietante, los sinsajos repiten mi canción
72.
– Suponiendo que como teoría esto sea una innovación, – como realidad es el hecho primordial de toda historia: ¡seamos, pues, honestos con nosotros mismos hasta este punto! –En mi peregrinación a través de las numerosas morales, más delicadas y más groseras, que hasta ahora han dominado o continúan dominando en la tierra, he encontrado ciertos rasgos que se repiten juntos y que van asociados con regularidad: hasta que por fin se me han revelado dos tipos básicos y se ha puesto de relieve una diferencia fundamental
73.
268 ¿Qué es, en última instancia, la vulgaridad? – Las palabras son signos-sonidos de conceptos; pero los conceptos son signos-imágenes, más o menos determinados, de sensaciones que se repiten con frecuencia y aparecen juntas, de grupos de sensaciones
74.
En todas las almas ocurre que un mismo número de vivencias que se repiten a menudo obtiene la primacía sobre las que se dan más raramente: acerca de ellas la gente se entiende con rapidez, de un modo cada vez más rápido – la historia de la lengua es la historia de un proceso de abreviación -; sobre la base de ese rápido entendimiento la gente se vincula de un modo estrecho, cada vez más estrecho
75.
–Pues ellos se sientan alrededor de un enorme bol a masticar las raíces de kava y después que las han masticado lo suficiente, la escupen dentro y repiten esto hasta que acumulan varios galones y luego los dejan fermentar
76.
guerra a muerte, repiten los héroes
77.
y los niños repiten en coro:
78.
Asomados a los balcones o a las puertas de las tiendas, los vecinos repiten el ritual cotidiano de imponer a sus relojes la hora marcada por el paseo de Kant
79.
En total habrá 11 encuentros; el undécimo llegará al cabo de 11/11 X 11 = 12 horas de producirse el primero, es decir, a las 12; en otras palabras, coincidirá con el primer encuentro, y, en adelante, los encuentros se repiten en los mismos instantes que antes
80.
—¿Qué significa si lo considero posible? ¡Todo es posible tratándose de Miguel Ángel! Pero teniendo en cuenta la ley de las probabilidades y dejándome guiar por un impulso interior, yo, no obstante, buscaría antes la solución en los profetas y en las sibilas, y no solamente por el hecho de que cinco de esas figuras sean las que llevan ese extraño nombre de ABULAFIA, sino también porque esa sucesión de sibilas y profetas, que se repiten doce veces en la bóveda, es tan dominante, que…
81.
Muestra sentimientos de culpabilidad y presenta una afasia selectiva en el nivel consciente sobre diversos episodios que se repiten como símbolos en sus sueños
82.
El 19 de noviembre se repiten las escenas de la sesión de apertura
83.
Los yomeshtas cuentan un ciclo de 144 años desde el nacimiento de Meshe (2202 años-atrás; 1492 en el calendario ecuménico) y repiten las celebraciones rituales cada dos años, pero este sistema es parte de un culto, y no es utilizado oficialmente ni siquiera por el gobierno e Orgoreyn, que ampara la religión yomesh
84.
Así, obraban ya en mí esas influencias que se repiten en el curso de amores sucesivos, y que pueden darse; pero entonces, cuando se está en grandes ciudades, en el caso de modistillas que no se sabe el día que tienen libre, y que faltan un día, con gran susto nuestro, a la salida del obrador; influencias que se repiten, o al menos se renovaron en el curso de mis amores
85.
Cuando tiene las piernas amarradas, repiten la operación con los brazos: le desanudan la lazada de la espalda, se los abren en cruz, como a un san andrés, y se los sujetan por las muñecas con el mismo tipo de correajes, que, a pesar de que no le hacen daño, le obligan a estar tenso, estirado sobre la cama
86.
–Las chicas siempre lo repiten, señor Pantoja-abre la portezuela del camión, sube y se sienta Chuchupe-Nos hace sentir útiles, orgullosas del oficio
87.
Pero tantas veces la había concebido en esos períodos pasajeros de locura que son nuestros sueños, que acabé por familiarizarme con ella; la memoria de los sueños puede hacerse duradera si se repiten con bastante frecuencia
88.
Parte del epílogo de algunos discursos en que se repiten juntas, con brevedad, las razones antes expuestas separada y extensamente
89.
: Que se repiten sin variación
90.
¿No sabes tú que hay personas que dormidas andan y hablan, y repiten lo que les ha pasado recientemente?
91.
Las estaciones del año no son más que ondas que se repiten una y otra vez a lo largo de la corriente
92.
En Egipto he visto dioses y reyes colosales; los prisioneros sármatas tenían en las muñecas brazaletes que repiten al infinito el mismo caballo al galope, las mismas serpientes devorándose entre sí
93.
Se organiza una lenta y regular procesión; todos repiten los mismos gestos canturreando viejas melopeas
94.
Las otras once repiten el mismo texto, con algunas variantes, afirmando la voluntad de Akenatón de mantener la ciudad como propiedad de Atón y como sede de la residencia real consagrada a la adoración del dios
95.
En abril de 1967, propietarios, mozos y parroquianos de La Real inician su peregrinaje a Bahía Blanca y repiten sus declaraciones, más cautelosas que las primeras
96.
Las palabras «luego yo existo», no sólo repiten el pecado metafísico que encarna la palabra «yo», sino que cometen, además, el pecado, tan enérgicamente puesto en la picota en todas las obras de Carnap, de confundir una palabra entre comillas con una palabra que no está entre comillas
97.
-le repiten los antiguos compañeros de Rajiv
1.
La repites, la escuchas, y poco a poco la comprendes
2.
Pero ¿y si un día la encuentras?; ¿y si a ella no le gustas o ella no te gusta a ti?; ¿y si cuando la despiertes se niega a volver después a la cama?; ¿y si decide quedarse toda la noche viendo la tele? Te repites a ti misma todos los días que lo importante es seguir adelante, siempre adelante, y olvidar, pero no lo consigues
3.
Y si repites una sola palabra de esto, te demandaré por difamación
4.
Si frotas la piedra lentamente por la cara muchas veces, y después repites el mismo movimiento con rapidez el mismo número de veces, descubrirás que los resultados son muy diferentes
5.
Por Harsiase[84] y sus siete escorpiones que nunca vi nada igual; con esto, metes un peón en la casilla treinta[85] y encima repites tirada
6.
–Ahora te quedas con el maletín y mañana sin falta llamas al comisario Flores, le repites lo que te acabo de referir y le haces entrega del maletín y del dinero
7.
—¿Es por eso que lo repites una y otra vez?
1.
Los tuvo por un buen rato repitiendo la carta cada vez de una manera diferente, hasta que el cura se cansó y le dijo que más bien lo que deberían hacer era tratar de mirar cómo hacían para sacar a don Quijote de aquella inútil penitencia
2.
Que se sigue repitiendo en el presente ¿Acaso no hay muchos líderes de la Tierra
3.
toda la jornada repitiendo lo de cada
4.
eterno castigo, repitiendo una y otra vez el gesto que lo condenó
5.
repitiendo unafrase tradicional en los billares, en idénticos
6.
—«A ustedes»—pensó el mozo repitiendo con cierta fruición
7.
EraCristiana», que, sea dicho de paso, y repitiendo las palabras deldómine, «es el papel que
8.
pero siempre repitiendo lo del corazón de hielo,pérfida, cruel, etc
9.
Repitiendo lo antedicho,señalarémos por último, entre las medidas mas eficaces para
10.
delirio, y murió repitiendo: «¡Millones!» Al díasiguiente, se presentó un
11.
El miserable miraba siempre a la monja, repitiendo con admiración: «¡Quéhermosa es! ¡qué hermosa es!»
12.
El aya seguía repitiendo de rato en rato:
13.
acerrarla con esfuerzo y de nuevo volvió a soltarse, repitiendo laoperación algunas
14.
repitiendo los golpes y prolongando el dolor
15.
vieja, la cual iba repitiendo lasexplicaciones que había escuchado, aunque sin comprenderlas
16.
repitiendo con escandalosa fidelidad las interjecciones de loscarreteros, con los cuales
17.
siempre; mirándose en los ojos como en un espejo; repitiendo susnombres con la
18.
hollado por las patas delos animales, repitiendo: «¿Quién está
19.
—Lástima—dijo la voz, repitiendo mi piadosa exclamación
20.
contar, será ahora tanfácil como antes lo era el tres; pues repitiendo dos, dos y dos, setendrá seis
21.
Enfrascado en susmeditaciones clásicas y repitiendo en voz baja la hermosa égloga
22.
Al cabo siguió repitiendo el comienzo:
23.
Elseñor Fermín reía en la viña, repitiendo a los
24.
días a sentarse en la cátedra, repitiendo como un fonógrafo lo quedijeron en años anteriores, y
25.
Y lloraba, repitiendo tenazmente la semejanza entre su hijo y lospájaros que caían en invierno
26.
un jirón de los andrajos del loco, queprosiguió su carrera, repitiendo los hurras con
27.
círculo vertical, repitiendo la operacióncuantas veces se creía
28.
desgracia? Paseose largo rato entorno suyo, repitiendo sin cesar:
29.
despreciaban el romanticismo y citaban aDumas y Sardou, repitiendo lo que habían oído en la
30.
miraroncon curiosidad, repitiendo su nombre, y las mestizas fueron hacia él,sonriendo como esclavas
31.
general, repitiendo muchos con delectación la palabra,por lo
32.
vestía a la últimamoda, con minuciosa corrección, repitiendo los
33.
pensamiento repitiendo la mismaafirmación enérgica:
34.
franco elpaso, repitiendo sus excusas, haciendo recaer toda la
35.
sonoridad, repitiendo la caída de un remo en las barcas,pequeñas
36.
Mientras Ulises iba repitiendo súplicas y caricias, la voz de su
37.
de ella, la empujaba consuave traición, repitiendo al mismo
38.
con toda lafuerza de su fe, repitiendo sus piadosas invocaciones
39.
acompañamiento lolleva y coloca en el castillo, repitiendo
40.
Contestó el ciego que sí, repitiendo las reglas y
41.
suponía, pintándole las delicias del hogardoméstico y repitiendo
42.
Repitiendo el camino andado por mí en compañía de don
43.
mujeres, siguiendo y repitiendo éstasel canto de la diosa, cuyo
44.
hicieron dar vuelta por laplaza mayor, y repitiendo las aclamaciones, lo volvieron á ella, yhabiendo
45.
Figura gigante del pobre lazarado, derribapor tierra a la bruja y penetra en el zaguán clamando, y todos lesiguen repitiendo sus voces
46.
Moviéronse sus labios repitiendo oraciones con automática velocidad,pero su
47.
Y todo el día me estuve repitiendo:
48.
—fueron repitiendo en coro, uno por uno, los nueve
49.
repitiendo entre gemidos: «paciencia»
50.
de ignorar el espíritu lo que está repitiendo á todashoras la
51.
Se leyó una alocución patriótica, y después don Carlos, repitiendo elfinal de la alocución, exclamó:
52.
Ella flotó durante el resto del día, repitiendo su interacción con Remi una y otra vez
53.
Camina repitiendo sus pasos
54.
Un poco desordenado, aunque sus ropas siempre estaban limpias, pulcro en sus costumbres, y repitiendo constantemente "por favor" y "gracias", como si no hubiera superado enteramente su niñez
55.
No habiendo obtenido ninguna respuesta a su llamada, se quedó inmóvil y atento unos segundos, repitiendo por fin aquélla, ahora con más fuerza
56.
La última conversación tiene lugar el 22 de febrero: desde el despacho del hijo del coronel Ibáñez Inglés, Milans habla con Armada en presencia de Ibáñez Inglés, del teniente coronel Mas Oliver y del comandante Pardo Zancada, y lo hace repitiendo en voz alta las palabras de su interlocutor para que sus acompañantes las escuchen, como si no acabara de fiarse del todo de Armada o como si necesitase que sus subordinados se fiasen del todo de él; los dos generales repasan: Tejero tomará el Congreso, Milans tomará Valencia, la Brunete tomará Madrid y Armada tomará la Zarzuela; lo fundamental: todo se hace a las órdenes del Rey
57.
De manera que Armada acepta la proposición de Milans, pero, para no delatar su complicidad con el general sublevado ante los generales que lo rodean en el Cuartel General del ejército -a quienes ha ido repitiendo frases escogidas de su interlocutor-, públicamente la desecha de entrada: como si jamás hubiese pasado por su cabeza la ambición de ser presidente del gobierno y jamás hubiese hablado de ello con Milans, muestra su sorpresa ante la idea y la rechaza con escándalo, gesticulando mucho, formulando objeciones y escrúpulos casi insuperables; luego, lentamente, sinuosamente, finge ceder a la presión de Milans, finge dejarse convencer por sus argumentos, finge entender que no hay otra salida aceptable para Milans y para los capitanes generales de Milans o que ésa es la mejor salida o la única salida, y al final acaba declarándose dispuesto a realizar el sacrificio por el Rey y por España que se exige de él en aquella hora trascendental para la patria
58.
«Yo no sé si estoy repitiendo esto», dice
59.
—Tienes que tener mucho cuidado, Robert —dijo Lisa, repitiendo lo que siempre dicen las mujeres
60.
Comprobó la lectura del escáner e introdujo una secuencia, pasando el compacto instrumento por segunda vez sobre la nuca del alwari, repitiendo luego el procedimiento con Bulgan
61.
Repitiendo el gesto de las manos en la cabeza, el ansioso gwurran respondió sin dudarlo
62.
Inútilmente, todas las tardes, en los bulevares, un viejo inspirado, con chambergo y chalina, atraviesa la multitud repitiendo sin parar: 'Dios es grande, venid a Él
63.
Y acompasando la solución del acertijo con el ritmo del tren que se abría paso, vega arriba del Guadalete, me la fui repitiendo, mudo, hasta Jerez de la Frontera:
64.
Al menos eso era lo que se les había venido repitiendo generación tras generación
65.
La mayoría de la gente sospechaba que se estaba repitiendo aquella misma táctica de «sacar a las serpientes de sus madrigueras para cortarles la cabeza»
66.
-Acérquese usted más —dijo el hombre de la pierna de palo, repitiendo su gesto
67.
El mismo perverso amigo que me había llevado al mundo sacome de él, repitiendo el conjuro de marras y las hechicerías diablescas de la redoma, la gota de tinta y el papel quemado, que habían precedido a mi encarnación
68.
-dijo Muriel, repitiendo esta favorable promesa para disculparse a sí mismo de la tolerancia que había tenido con las anteriores frases de Susanita
69.
Y fue repitiendo una tras otra todas las letras del alfabeto hasta llegar a la S
70.
Es esto lo que me he venido repitiendo casi hasta el punto de enloquecer
71.
—No tiene vitalidad —dijo el coronel, repitiendo una opinión suya muy gastada
72.
Miró a su vez a Vera y a Wargrave, repitiendo débilmente:
73.
El Corsario se inclinó por el escotillón, repitiendo:
74.
Un alarido de fiera salió de los labios del desgraciado adivino, después giró dos veces sobre sí mismo y cayó en los brazos de Lin-Kai, repitiendo con voz desgarradora:
75.
La jovencita se abandonó en los brazos del pirata, repitiendo entre sollozos:
76.
Luego, lanzándose hacia adelante, cayó a los pies del Tigre de Malasia, repitiendo:
77.
En las horas siguientes un cuchicheo persistente recorrió al pueblo, cuyos habitantes se sacudieron el sopor de años, excitados por la más fantástica noticia, que fueron repitiendo de casa en casa como un incontenible rumor, una noticia que pujaba por estallar en gritos y a la cual la misma necesidad de mantenerla en un murmullo le confería un valor especial
78.
Sentada durante horas a su lado, tuvo la paciencia de recorrerlo completo de la A a la Z, repitiendo cada palabra hasta ver brillar la comprensión en los ojos de la enferma
79.
Se quedó dormido imaginando que la misma conversación se estaría repitiendo en todo Carvahall para decidir su destino
80.
Se visitaron para ponerse al día de las noticias con largas narraciones en tono poético y solemne, repitiendo las historias de sus clanes memorizadas de generación en generación
81.
Repitiendo los gritos: «Trevor arde en el infierno
82.
Trueba soportó estoicamente hasta el día que encontró a su nieta Alba con la cabeza rapada como una bola de billar repitiendo incansablemente la palabra sagrada Om
83.
Aquella situación se fue repitiendo noche a noche siempre que don Manuel no estuviera en la ciudad
84.
Parecían dos payasos repitiendo las mismas frases
85.
El hombre, sin decir palabra, partió a su avío, repitiendo por lo bajo «Margarida, Margarida»
86.
Mientras Rusty avanzaba y retrocedía, repitiendo una simple combinación de bloqueo/codazo/puñetazo, Toni corregía su posición, demostraba el movimiento de los pies y ajustaba ligeramente la altura de sus manos
87.
Esta situación, lo sabia, se estaba repitiendo a todo lo largo y lo ancho de la nave
88.
Repitiendo su llamada, su grito, cayeron por Shaerrawedd
89.
Después de lanzar sobre el escritorio de su secretaria su bata blanca y de decirle que ahí se lo dejaba todo para ella, escapó volada como alma que lleva el diablo, envuelta en sus propias refunfuñas y protestas monologas; repitiendo en voz alta un monótono e inacabable «se acabó, se acabó» por entre los inocentes garmendios, que no acababan de entender qué era lo que se había acabado
90.
A veces, la discusión había sido muy agria, como repitiendo, a una escala infinitamente mayor y más sofisticada, la rivalidad de los agricultores y los barones ganaderos en la época en que se colonizó el Medio Oeste Norteamericano
91.
Unas horas después, un tambor recorrió las calles repitiendo un pregón: a las siete en punto, todos los habitantes sin
92.
Incapaz de contenerme, continué repitiendo aquel sonido
93.
Los chicos cruzaron la casa chillando, repitiendo el grito de advertencia de Flavius:
94.
Uno de los hombres vociferó algo y Hakim se puso pálido, repitiendo en turco:
95.
—Pues le rajó el cuello a su madre de oreja a oreja —bromeó, repitiendo el gesto de rebanar
96.
Y sacando el sable con amenazadora resolución, amenazó a Trijueque repitiendo:
97.
Y se pusieron a hacer piruetas detrás de él, mofándose y gritando a coro: "¡Al loco! ¡al loco!" Pero él, sin prestar la menor atención a sus burlas, seguía con su pregón, que dominaba las cuchufletas: "¡Lámparas nuevas! ¡A las lámparas nuevas! ¡Cambio lámparas nuevas por otras viejas! ¡Quien quiera el cambio que venga por la nueva!" Y de tal suerte, seguido por la burlona muchedumbre de chiquillos, llegó a la plaza que había delante de la puerta del palacio y se dedicó a recorrerla de un extremo a otro para volver sobre sus pasos y recomenzar, repitiendo, cada vez más fuerte, su pregón sin cansarse
98.
Por conducto de Hillo incitábale a declarar su paradero, ofreciéndole respetarle en sus amores, y repitiendo una de las fórmulas de avenencia empleadas por la misteriosa entidad en sus cartas de Madrid: «Tus amores no me gustan; pero acato los hechos consumados»
99.
En mis oídos zumbaba la sangre de mi cerebro, repitiendo la palpitación de los pulsos de todos los hombres que estaban allí
100.
Hay momentos en los que pienso que si mi padre no me hubiese traído a Lisboa yo sería feliz, y por ser feliz quiero decir no encontrarme tan sola con mi enfermedad como aquí, donde la adivino, la mido en el interior del cuerpo, calculo sus progresos en el hígado, en el corazón, en los riñones, me inyecto dos veces al día, si me siento mareada, en el retrete del Liceo, de modo que mis compañeras no desconfíen de nada, porque aquellas a quienes se lo conté imaginan que llevo una muerte contagiosa conmigo y tampoco a mi tía le digo nada, vuelvo del médico y ella, fingiendo que no sabe adonde he ido, Buenas noches, mi tía a la que nunca le gustó que mi padre se casase en África con una desconocida, con una mulata tal vez, sin prevenir a la familia, sin traerla primero a Portugal para someterla en Esposende a la aprobación de mis abuelos, y la única vez que vinieron se apearon sin avisar en Oporto, hicieron el resto del viaje en autobús, con mi madre en busca de Mozambique en las ventanillas, y aparecieron en casa de mis abuelos, a la hora de comer, con una maleta llena de estatuillas y de máscaras de madera, y mi abuelo, que vendía telas en un establecimiento llamado Perla del Tergal, ¿Qué es esto?, y mi abuela mientras se santiguaba Sácame de ahí la carantamaula del Demonio, Domingos, que siento la peste del infierno en casa, y era el olor de la diabetes, y mi madre a mi padre, sin hacerles caso, sin conversar con ellos, apoyada en el alféizar en busca de las traineras de la isla, mi madre, intrigada con los petreles, ¿Qué aves son ésas, Domingos?, y mi abuelo, cogiendo una jirafa de marfil, Fíjate en el bicho, Orquídea, ¿en el sitio donde vivís hay elefantes?, y mi padre Son petreles, devoran barcos hasta no dejar ninguna espuma detrás de las hélices, y mi abuela, agarrada al rosario, Huele a infierno, ya os he dicho que huele a infierno, que huele a las flores de los muertos, pásame el chal que voy a buscar al párroco, y mi abuelo, sirviéndose aguardiente, Daría diez metros de franela por toparme con elefantes al galope en el bosque, y mi tía ¿E hipopótamos, Domingos, qué es lo que hacen con los hipopótamos?, y mi padre A los petreles no les escapan ni la niebla ni el viento, devoran lo que pueden, hasta un cine ambulante que anduvo por allí se les sumió en el estómago, ¿no es verdad, Orquídea, no es verdad que no se volvió a saber nada del que manejaba el proyector?, y mi tía El cine se fue a Póvoa, Domingos, ¿dónde se han visto petreles que se lancen a picotear películas?, y mi abuelo, repitiendo el aguardiente, Sólo vi uno en el calendario de la taberna, y mi padre No picotean películas pero picotearon a tu amigo el que vendía las entradas, el que no volvió a tirarte los tejos, y mi abuelo ¿Qué?, y mi padre Que responda Orquídea, que Orquídea te hable de los sauces llorones, y mi tía Mentiroso, ojalá se te paralicen las piernas, mentiroso, y mi abuelo ¿De los sauces llorones, grosera?, y mi madre Petreles, dices tú, ¿es petreles como los llaman, Domingos?, y mi tía Yo qué sé, padre, es invención de Domingos, los aires de Mozambique le han secado la mollera, y mi padre a mi abuelo ¿No quiere venir a volar conmigo bajo la tierra?, y el párroco, atareado en bendecir el baúl y los rincones de la tienda, y cubriendo a mi madre con un crucifijo enorme, Realmente huele a infierno y a las flores de Satanás, pero no es de las estatuas sino de esa pecadora, y mi abuelo a mi padre ¿Tú vuelas bajo la tierra, muchacho?, y mi abuela a mi padre Ay has traído al demonio contigo, Domingos, y el cura, echándole agua bendita a mi madre, En nombre de Jesucristo vade retro, emperador de las tinieblas, te ordeno que liberes a tu sierva y regreses a tu reino, y mi abuela ¿Y si ella pare un hombre lobo?, ¿eh?, y mi padre a mi abuelo He volado en la mina de Johannesburgo, padre, si usted tiene un pico y quiere probar yo le enseño, abrimos un hoyo en el suelo y listo, y el cura Vade retro, y mi madre Devoran barcos pero ahora andan por encima de nosotros piando, en una de ésas nos meten en el buche, y mi abuela, lanzando cocodrilos y guacamayos de madera por la ventana, Un bebé oscuro, lleno de pelos, qué horror, un bebé que salta de la cuna para galopar por la casa, hace años, venía yo en el tren de Lamego, descubrí dos a lo lejos, a carcajadas en un pinar, el cura sujetó a mi madre por el brazo, Vade retro, y mi padre Alto ahí, no sea fresco, suéltele la mano a mi mujer, y mi abuelo Pico no tengo, ¿no sirve un rastrillo, hijo?, y mi tía Yo no me acosté con ningún hombre sobre la lona después de los espectáculos, yo no quise perder lo que sólo se sabe que se tiene cuando se pierde, lo que sólo es importante cuando deja de ser, porque cuando se tenía no existía y lo que yo tenía quedó en la arena de Esposende y es parte de las mareas y de los arbustos de la playa, y mi madre Yo no pretendo acabar a gritos, como las aves, por encima de esta casa, y mi padre al cura Si vuelve a tocarla le rompo la cara, vaya a echar su agua a otra parte, y mi abuela ¿Y el incienso, señor párroco?, si ha traído el botafumeiro échele unos humos a ella y listo, y mi abuelo Quien dice rastrillo dice cualquier cosa que agujeree, una pala, una hoz, unas tijeras, ¿lo que hay que hacer es cavar un foso, no?, y mi tía Nunca lo he visto con la cabeza descubierta, nunca lo he visto desnudo, pero me falta su aliento en los oídos, me faltan sus dedos, me falta la paz de después y el mar que bate en mis huesos en los peñascos y yo no quería, padre, yo no quería, yo quería y no quería, yo quería, yo no quería querer y quería, yo fui a Póvoa a visitarlo y el acomodador Hay aquí una moza que te busca, Claudino, y él al empleado Yo a ésa no la he visto en mi vida, dile que es un error, hombre, y el acomodador a mí Él no la ha visto en su vida, y yo sin el valor de hablar, yo sujetándome las horquillas del pelo sin darme cuenta de que me sujetaba las horquillas del pelo, y el cura, salpicando con agua bendita a mi padre, Yo no he tocado a su esposa, señor, he venido a exorcizar al Príncipe del Mal, y mi abuelo, a martillazos en la tarima, ¿Es necesario ir muy abajo para volar, Domingos?, y mi tía Pero me quedé hasta el final de la película, y cuando las personas salieron y el acomodador apagó las luces allí dentro, cerró la puerta con candado, puso cerrojo a la taquilla y desapareció por las calles de la ciudad, cuando el dueño del cine bajó los escalones desde la cabina allí estaba yo, a que era un error, a que él no me vio nunca en su vida, mirándolo, sin reproches, sin pegarle, sin llorar, mirándolo, y él ¿Qué pasa?, y yo, Sólo quería que me devolvieses lo que me quitaste en Esposende para poder irme, y mi madre, acostumbrada a los cocoteros de la playa, Los petreles se comieron las traineras, qué pena, y mi padre a mi abuelo, Con unos diez o quince metros alcanza que después cogemos el ascensor de la mina, y el viejo a mí, en la cervecería de los camioneros que recobraban fuerzas para el Alentejo, pedía, sonándose, otra infusión de limón, posaba su palma sobre la mía, la retiraba, la posaba otra vez, el viejo componiéndose sus pocos pelos con la mano libre, La señorita aún no ha respondido a mi pregunta, al fin y al cabo ¿se casa conmigo o qué?
1.
—Pues repito que eso del estado interesante es una papa—dijo la viudallena de confusión—
2.
Pueshoy te repito la promesa, y sin esfuerzo,
3.
alma: asíes que repito (y ésta es una felicidad por lo cual me
4.
—Pues repito que un joven destinado a ocupar tan alta posición en el mundo debe saber algo
5.
parasellar los labios de esos dos miserables, que, os lo repito, puedencomprometer
6.
conductapara que no nos extravien las exageraciones delamor propio; esa virtud, repito, es de
7.
esa fuerza de voluntad, repito, necesita dos condicionesó mas bien resulta de la accion
8.
porsu silencioso camino, yo repito con Job, en la efusión de mi
9.
Sí; lo repito, el invierno en toda su indigencia, el invierno con
10.
en suvida, lo repito, dos composiciones
11.
Lo repito: a cada instante laimpresión crece
12.
más que las ferias, que los mercadosy que las romerías), da la casualidad, repito, que en el punto
13.
ambiciones, de vicios; pero,lo repito, para mí era indiferente que
14.
del tiempo con la fórmula del principio decontradiccion: razon bien profunda, repito, y que es extraño seescapase á la penetracion del filósofo aleman
15.
» Esto, repito, es alterar el estado de lacuestion: no se trata por ahora de una idea distinta y precisa, sinosolamente de una idea
16.
Lo repito: todo esto son meras apariencias: el hombre que nada sepasobre la esfericidad de la tierra, y que se la imagine como un plano, sicamina de occidente á oriente, creerá que los dos puntos
17.
losfenómenos; esta, repito, es una idea muy comun; solo que Kant le hadestruido la objetividad, haciendo del espacio una condicion puramentesubjetiva
18.
Repito que todo esto me parece muy bien para leído en el libro que hecitado, pero no en la
19.
—Lo repito: es una cobardía lo que haces
20.
) Sí, lo repito
21.
—No; repito que el libro está muy bien
22.
—He dicho, y lo repito, que en el estado actual de los
23.
El caso fue, repito, que di principio a la investigación, movido
24.
noprocede tanto de ese orígen, repito, como del cruzamiento de castasdiferentes, de sus tradiciones y de sus
25.
entregarse en absoluto; y vamos, que repito, por lo que valga,prefiérase el viaje por mar, y si se hace por tierra aprovéchese elcapricho que pudiera tener de verificar esa expedición, algún Obispoó Gobernador en cuya compañía se viaja siempre bien en Filipinas
26.
Repito, póngase en la situación más difícil, la situación en la que me vi yo, entonces y sólo entonces apreciará plenamente las penurias del esclavo fugitivo agotado por el trabajo y marcado por el látigo, y sabrá comprenderlas
27.
Repito, por supuesto, que sólo es lo que oí contar; personalmente, no puedo garantizar qué hay de verdad en ello
28.
Porque, a pesar de los más negros presagios que han circulado por la acongojada y, repito, muy distinguida comunidad villahoraciana durante estos meses, presagios o teorías que incluían el adulterio y la escapada amorosa, el secuestro, la amnesia clínica, el accidente, con amnesia o sin ella, e incluso, y resulta estremecedor sólo escribirlo, el asesinato, finalmente se ha confirmado que Javier Meneses desapareció a causa de un complicado montaje -que este cronista confiesa humildemente no acertar a explicar en toda su aviesa y ramificada complejidad- de recepción de inversiones y desmesuradas y finalmente insostenibles rentabilidades, una especie de Pirámide de Madoff, a pequeña escala pero con consecuencias tanto o más escandalosas, y cuya principal víctima es, en este caso y al final del día, como dicen los ingleses, uno de los principales bancos del país, por razones que a este cronista se le escapan, dado que es extremadamente raro que un banco resulte víctima de algo
29.
40 Repito el mensaje
30.
Para los golpistas el movimiento era más arduo y más inseguro que el originalmente planeado, porque nadie sabía con cuántos apoyos podría contar Armada en aquellas circunstancias, pero, dada la inesperada reacción de rechazo al golpe por parte del Rey, también era, repito, casi obligado, o lo era para Milans y para Armada: Milans había actuado a cara descubierta sacando sus tropas a la calle y negándose a retirarlas, de modo que ya no tenía otra opción que seguir adelante, empujando a Armada a llevar hasta el final el plan previsto, aunque fuera en peores condiciones de las previstas; por lo que se refiere a Armada, que había permanecido inmóvil y casi emboscado en el Cuartel General del ejército, procurando no realizar ningún ademán que delatara su implicación en el golpe, el movimiento entrañaba riesgos adicionales, pero también podía suponer ventajas: si el movimiento triunfaba, Armada terminaría como presidente del gobierno, tal y como preveía el plan original, pero si fracasaba limpiaría las sospechas que se habían acumulado sobre él desde el principio del golpe, permitiéndole aparecer como el sacrificado aunque frustrado negociador de la liberación del Congreso
31.
Hasta aquí -y repito: hasta bien entrada la madrugada-, la actuación de Cortina: una actuación que parece descartar su implicación en el golpe, pero que en absoluto permite excluirla (en realidad, colaborar con el contragolpe era, a medida que la noche avanzaba y se alejaba la posibilidad de que el golpe triunfase, la mejor forma de resguardarse contra el fracaso del golpe, porque era una forma de resguardarse contra la acusación de haberlo apoyado); menos aún permite excluirla lo que sabemos de la actuación de algunos de sus subordinados
32.
Repito el comentario de una vieja tía
33.
Si yo le repito aquí cualquier cosa que dijera, le parecería una estupidez sin gracia alguna, pero lo que importaba en ella es que se le escapaba siempre la palabra justa en el momento exacto, como si la tuviera en la punta de la lengua pensada desde hacía un año
34.
Te lo repito: si de verdad quieres mostrar tus intenciones de esa manera, di un gran «Lo siento», sal de la iglesia y quédate en un descampado
35.
Repito el procedimiento tres veces
36.
Os repito, pues, no es al magistrado, sino al amigo, a quien advierto que tres cuartos de hora he estudiado la agonía, las convulsiones, la muerte de la señora de Saint-Merán, y no solamente me atrevo a decir que ha muerto envenenada, sino que aseguraría qué veneno la ha matado
37.
Repito que este tren es una casa de locos
38.
Pero les repito que Despard no es el culpable
39.
—Os repito que ignoraba tal requisito
40.
—Os repito que era y es el crucifijo que siempre va conmigo
41.
—Os repito que sean quienes sean los culpables serán hallados y el peso de la justicia del rey caerá sobre ellos
42.
—Os lo repito, algún día estaréis conmigo en el paraíso
43.
Pero, os repito, su adquisición es complicada
44.
Pero repito, esto no impedía que el señor general y el señor coronel, su hijo, se diesen al entrar en mi pueblo toda la importancia de los antiguos vencedores romanos, a quienes el Senado concedía los honores del triunfo
45.
–Casa -dijo Kim-, acabo de recibir evidencias incontroverti bles de que una célula de soldados de Corea del Sur, y no, repito: NO, el gobierno y los militares de Seúl, está detrás de la explosión de hoy y el intento de gasear la base
46.
Un gesto, repito, de desprecio e indiferencia
47.
Sin embargo, e inexplicablemente, repito lo que he dicho en la televisión, aún no ha recibido ninguna instrucción
48.
–Le repito -dijo hablando muy despacio y con gran claridad-
49.
-Pues digo y repito, que si el gran visir hubiera gobernado bien a los pueblos, como los gobernaría quien yo me sé, nada de eso habría pasado
50.
de la luz, visiones de ejércitos de gigantes, de torres, de castillos; necesitaba aquella escasez de ciudades, que hace más rara y extraordinaria la presencia de un hombre, o de un animal; necesitaba aquel silencio cuando hay calma, y aquel desaforado rugir de los vientos cuando hay tempestad; calma y ruido que son igualmente tristes y extienden su tristeza a todo lo que pasa, de modo que si se encuentra un ser humano en aquellas soledades, al punto se le tiene por un desgraciado, un afligido, un menesteroso, un agraviado que anda buscando quien lo ampare contra los opresores y tiranos; necesitaba, repito, aquella total ausencia de obras humanas que representen el positivismo, el sentido práctico, cortapisas de la imaginación, que la detendrían en su insensato vuelo; necesitaba, en fin, que el hombre no pusiera en aquellos campos más muestras de su industria y de su ciencia que los patriarcales molinos de viento, los cuales no necesitaban sino hablar, para asemejarse a colosos inquietos y furibundos, que desde lejos llaman y espantan al viajero con sus gestos amenazadores
51.
En suma, señores, hay en el ministerio algunos individuos que se manifiestan deferentes ante el monarca; pero ¿qué pensaremos de un Ceballos, de un Villamil? ¿Qué pensaremos, repito, al verles empeñados en llevar el gobierno por los torcidos caminos de una tibieza hipócrita?
52.
Pero se lo repito: para eso están los juicios y los jurados
53.
Y se excusó con la joven por no poder ofrecerle nada mejor, diciendo: "¡Por Alah, oh mi señora! que si estuviese yo en El Cairo, mi ciudad, te alojaría en un palacio digno de ti! Pero te repito que aquí no soy más que un extranjero! ¡Y para atender a nuestras necesidades, sólo llevo encima lo justo con lo que pagar este alojamiento!" Ella se sacó del dedo una sortija que tenía engastado un rubí de gran valor, y le dijo: "Toma esto, y ve a venderlo al zoco
54.
Yo sé bien lo que corresponde a cada momento, y repito que consagraré a la religión y a mi conciencia todo el tiempo que fuere necesario
55.
Invitando a Isabel a residir con ella, Lady Lydiard, repito, tenía la obligación de recordar que estaba en presencia de una joven dama
56.
Serafín, y algo me han contado, que no repito para que no diga usted que recargo la pintura con fuertes brochazos y tintas chillonas
57.
Se lo repito, creemos que hay un error
58.
Repito que los regicidas de aquellos tiempos, en que hasta la exaltación política era rutinaria y pedestre, más bien parecían engendros del Limbo que del Infierno
59.
–Te repito que el general queda fuera de la investigación
60.
Repito que la comedia me encantó
61.
Hablo, señores, de ese romaneador de auroras que la Patria llama Benemérito, Jefe del Partido y Protector de la Juventud Estudiosa; hablo, señores, del Señor Presidente Constitucional de la República, como, sin duda, vosotros todos habéis comprendido, por ser él el Prohombre de «Nitche», el Superúnico… ¡Lo digo y lo repito desde lo alto de esta tribu!… -y al decir así dio con el envés de la mano en el mostrador de la cantina-… Y de ahí, compatriotas, que sin ser de esos que han hecho de la política el ganapán ni de aquellos que dicen haber inventado el perejil chino por haberse aprendido de memoria las hazañas de chilperico; creo desinteresada-íntegra-honradamente que mientras no exista entre nosotros otro ciudadano hipersuperhombre, superciudadano, sólo estando locos o ciegos, ciegos o locos de atar, podríamos permitir que se pasaran las riendas del gobierno de las manos del auriga-super-único que ahora y siempre guiará el carro de nuestra adorada Patria, a las manos de otro ciudadano, de un ciudadano cualquiera, de un ciudadano, conciudadanos, que aun suponiéndole todos los merecimientos de la tierra, no pasaría de ser hombre
62.
REPITO… ¿QUIENES… SON… USTEDES? – gritó la apremiante voz iracunda, y quinientos millones de personas se agazaparon delante de sus televisores, esperando una respuesta de los misteriosos extranjeros que habían entrado en el Hotel Espacial
63.
Repito, no son unas vacaciones
64.
Hasta ahora sólo se han encontrado unos pocos tanques enemigos, y ninguna (repito) ninguna mina»
65.
—Sólo repito lo que pudo leerse hoy en ese periódico del cual no recuerdo el nombre
66.
A este intervalo, repito, lo llamamos «instante»
67.
Esa, repito, era la tradición
68.
Repito: muy remota
69.
Repito: ajustar vigilancia a recreación
70.
Repito, continúen en posición
71.
El cómo, repito, teniendo en cuenta los medios, fue igualmente simple
72.
Repito, que todos los guardias vayan a la puerta principal
73.
—Se lo repito, ha habido una actividad
74.
-Pues repito que eso del estado interesante es una papa -dijo la viuda llena de confusión-
75.
Sólo repito lo que dicen en la curia
76.
Repito, aquí no es necesario gastar tantas energías como para lograr una absolución aparente y, sin embargo, sí es necesario prestar una mayor atención
77.
Repito, es una superstición ridícula y en la mayoría de los casos refutada por los hechos, pero cuando se vive en esa compañía es difícil deshacerse de esas opiniones
78.
–No es por su culpa, lo sé muy bien y me lo repito en todo instante; pero prométame…
79.
Se deduce, repito, de lo dicho en los párrafos precedentes y del artículo CXLVII y otros del Ensayo, que las ideas visibles son el lenguaje con que el Supremo Espíritu, que todo lo gobierna y del cual dependemos, nos informa sobre las ideas tangibles que va a imprimir en nosotros en el supuesto de que en nuestros propios cuerpos determinemos estos o aquellos movimientos
80.
Lo repito por décima vez: en otras circunstancias, hubiera sido también, probablemente, un hombre miedoso y huraño, pero de allí a donde he llegado queda en realidad todavía un largo y oscuro camino
81.
El examen de muchos documentos, corroborado por mis observaciones personales, las vastas muchedumbres movilizadas para levantar la Muralla, daban a los hombres sensibles ocasión de recorrer casi todas las provincias; esa examen repito me permite afirmar que la concepción general del Emperador concuerda esencialmente con la que se tiene en mi aldea
82.
Antes de que pasemos a nuestro próximo invitado, me han pedido también que anuncie que los ataques de la guerrilla contra Jacksonville, Omaha y San Bernardino, que nuestro enviado especial sobre el terreno mencionó al especular acerca de las causas del incendio de Chicago, no han sido confirmados, repito, no han sido confirmados
83.
Repito que Motecuzoma no me confió ninguno de sus planes, así es que no podría decir, si tenía tropas mexica caminando cautelosamente hacia aquella ciudad, y sí había dado instrucciones a la gente de levantarse en combate cuando la trampa se hubiera puesto, pero permítanme dudarlo
84.
–Te lo repito: esta misma tarde quiero el billetero, el móvil y las llaves
85.
–Doña Cecilia, le repito una vez más que las apariencias engañan -insistió el doctor Merino
86.
Que en este punto el detenido empezó a sospechar que madame Carmencita y la tal Florita, por la pinta y por las intenciones, amén de por algunos subrepticios tocamientos y efusiones más allá del límite que aconsejan las buenas maneras de nuestro recio talante y la unidad de los hombres y las tierras de España (me limito a transcribir el lenguaje del declarante), empezó a sospechar, repito, que sus dos interlocutoras podían tener algo que ver con el negocio del puterío y sus derivados, pero que prefirió mostrarse discreto y dijo que bueno, que era una idea
87.
—Le repito: no entran los tres juntos, se encuentran una vez adentro
88.
Es una campaña extraña, con sucesos extraños y en la que las cuentas no están claras, y ya es hora de que se rindan esas cuentas —los murmullos, y algún improperio subido de tono, emergieron de nuevo entre las filas de los senadores proclives a favorecer a los Escipiones—, y ya es hora, repito, y lo gritaré si es necesario, que se aclaren las cuentas de esa campaña, porque si se ha hurtado dinero al Estado es un delito y nadie
89.
Te lo repito: las estrellas del mañana serán las máquinas
90.
Os repito, por tanto, que mi confesión ha terminado
91.
Hubo más adjetivos pero mejor no los repito
92.
–¿Deprisa? – repito, percibiendo que el malestar corre en ambas direcciones-
93.
–Te lo repito: ¡olvida todo esto! Me perseguirán hasta su muerte
94.
Con usted en el papel de héroe Le repito la pregunta: ¿qué
95.
Lo repito, precisamente esos socialdemócratas que estuvieron dispuestos a la traición de noviembre, aunque no transformaran este loable proyecto en realidades hace tiempo necesarias, han hecho posible su realización
96.
Rezo y rezo, y repito algunas frases sueltas del padrenuestro que todavía recuerdo de cuando iba al colegio, con la esperanza de que aplaquen a cualquier Dios que pueda estar en las alturas
97.
Y ahora, te lo repito, no quiero ver los ojos suplicantes del señorito don Augusto como los de un perro hambriento