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    Use "silla" em uma frase

    silla frases de exemplo

    silla


    1. ¡Pan, nada más que pan!»—Y dejando caer la cabezasobre el asiento de una silla que tenía delante, permaneció en oraciónlargo rato, hasta que el marido la llamó desde el jergón que les servíade cama, diciendo:


    2. Diciendo todo esto, se bajó de Rocinante, le quitó el freno y la silla, y dándole una palmada en las ancas, le dijo:


    3. Y dijo esto yéndose con espada en mano contra Güicho Panza, afirmándose en los estribos y calándose el morrión, ya que la bacía la cargaba colgando del arzón delantero de la silla, esperando reparación general por los daños que le hicieran los galeotes, que se la habían dejado toda estamborada


    4. amordazado a una silla, como en casa de un dentista de los antiguos, esperando a que le


    5. casa rústica bajo cuya parra aparecía el príncipe Mohsin, sentado en una silla de enea con el


    6. actualidad y hubiera sido ejecutado en la silla eléctrica


    7. Es bueno incluso el olor de la naftalina que qué cuando subió a una silla, mi ropa de verano sugiere que un gabinete Serbio celosamente; ropa que cuando nació, hace varios años, perdí mi energía para discoteca y golpeé a chicas para mi irreflexión


    8. Botellas pesadas y rebosantes de agua colgando de la silla de montar, ya cargados con mantas y otras mercancías


    9. Las calles están llenas, se puede caminar en una silla de ruedas con un motor eléctrico suspendido en el aire por un campo antigravedad


    10. colgaba los pantalones en una silla

    11. entrada principal sentado en una cómoda silla y acodado en la


    12. Había traído un bolso enorme que colocó en la silla de enfrente, como toda


    13. Roberto señaló sus pantalones, colgados en la silla


    14. Sentado en su silla, todavía tuvo tiempo de acercarse el vaso casi al borde de la mesa,


    15. ºllamado el Franco, quien por ausencia del arzobispo de Tarragona yhallarse vacante la silla de Zaragoza, fué coronado por el obispo deHuesca; pero de la de D


    16. Altoque de vísperas salió la Reina á la sala de los mármoles ricamentevestida; se sentó en una silla, y se pusieron á danzar la reina deNápoles, la infanta Doña Isabel, y algunas otras damas


    17. Reina, losprelados en procesion llevándola los infantes como la trugeron,llevándole las infantas (Doña Maria y Doña Leonor) la corona é lamanzana é cetro é dejáronla en la capilla dó habia salido[99] é losobispos tornaron á decir su misa, é el Rey quedó en su silla; á poco dehora tornaron los infantes, é los prelados en procesion, é trugeron á laReina ante el altar, é estuvo un poco, é llevaronla ante el Rey, queestaba en su silla, é fincó de hinojos ante él, é púsole la corona, laque la Reina de Castilla envió al Rey, que era mui fermosa é rica depiedras preciosas con aljófar mui grueso, é púsole el cetro en la manoderecha é la manzana en la izquierda, é sacó el Rey una sortija de sumano, é púsole en el su dedo de la Reina, é quísole dar paz en la boca,é queriéndola dar paz, oviérale de caer la corona al Rey de la cabeza, éeso mismo á la Reina é ovieron de tener cada uno su corona, é confermoso continente embermejados de vergüenza se ajuntaron á besar, é lasgentes mucho mirando, porque era cirimonia natural muy apacible á todosde lo mirar, cuanto mas á los catalanes que lo han por costumbre, é grandeleite en ella


    18. Ansi como fué coronada lleváronla á la otra silla de laotra parte del altar, dó habia de ser despues de coronada, é ansí comoel Rey ovo dado paz á la Reina, llegaron á la Reina los infantes, ébesáronle la mano, é ella los besaba en la boca, é esto mesmo fizieronD


    19. Hoy se sentó la muerte en la silla de al lado casi en el regazo


    20. La silla en la cual nos

    21. De tanto en tanto, el hombre postrado en la silla de


    22. En aquel telón habíaracimos de dátiles colgados de una percha; puntillas blancas que caíande un palo largo, en ondas, como los vástagos de una trepadora, pelmazosde higos pasados, en bloques, turrón en trozos como sillares queparecían acabados de traer de una cantera; aceitunas en barrilesrezumados; una mujer puesta sobre una silla y delante de una jaula,mostrando dos pajarillos amaestrados, y luego montones de oro, naranjasen seretas o hacinadas en el arroyo


    23. Mírala,mírala en esa silla junto a la cómoda»


    24. Permaneció un rato sentado en una silla junto a la cama,con las dos huchas sobre esta, acariciando suavemente la que iba a servíctima


    25. Una vez que le miró bien de lejos, Fortunata, sin hacer maldito caso depersona tan respetable como su tía política, volvió a la sala, que yaestaba medio a oscuras, y se sentó en una silla


    26. La santa se corrió en el cofre que le servía de asiento para aproximarsea la silla en que estaba la otra


    27. Relevado por su regente de la obligación de trabajar, Rubín se fue allaboratorio, y tomando de debajo de la silla un librote, se puso a leer


    28. La silla, sustentada enlas patas de atrás, anunciaba con lastimeros crujidos sus intenciones dedeshacerse; y en tanto el libro cambiaba de disposición con aquellosextravagantes escorzos del cuerpo del lector


    29. Recogió todos sus paquetes y el cuchillo, y trasladándose a la silla queestaba junto a la cama, lo puso todo sobre la mesa de noche


    30. Estehabía dejado en la silla próxima un envoltorio

    31. Diciendo esto se sentó en la silla, y quitándose el sombrero lo pusosobre la cama


    32. Pero ni la pasión por la media, ni el orgullo de hacer una cada día,alcanzaron arrancarla de sus tristes meditaciones en el silencio y lasoledad de su casa, y se atrevió a pretender de su marido que lapusieran una silla en un rincón de la droguería, detrás del mostrador yjunto al atril que allí había para los apuntes provisionales (pues elescritorio estaba en la trastienda, con luces a un patio)


    33. Lucía, como una flor que el sol encorva sobre su tallo débil cuandoesplende en todo su fuego el mediodía; que como toda naturalezasubyugadora necesitaba ser subyugada; que de un modo confuso eimpaciente, y sin aquel orden y humildad que revelan la fuerzaverdadera, amaba lo extraordinario y poderoso, y gustaba de los caballosdesalados, de los ascensos por la montaña, de las noches de tempestad yde los troncos abatidos; Lucía, que, niña aun, cuando parecía que lasobremesa de personas mayores en los gratos almuerzos de domingo debíafatigarle, olvidaba los juegos de su edad, y el coger las flores deljardín, y el ver andar en parejas por el agua clara de la fuente lospececillos de plata y de oro, y el peinar las plumas blandas de suúltimo sombrero, por escuchar, hundida en su silla, con los ojosbrillantes y abiertos, aquellas aladas palabras, grandes como águilas,que Juan reprimía siempre delante de gente extraña o común, pero dejabasalir a caudales de sus labios, como lanzas adornadas de cintas y deflores, apenas se sentía, cual pájaro perseguido en su nido caliente,entre almas buenas que le escuchaban con amor; Lucía, en quien un deseose clavaba como en los peces se clavan los anzuelos, y de tener querenunciar a algún deseo, quedaba rota y sangrando, como cuando elanzuelo se le retira queda la carne del pez; Lucía que, con suencarnizado pensamiento, había poblado el cielo que miraba, y losflorales cuyas hojas gustaba de quebrar, y las paredes de la casa en quelo escribía con lápices de colores, y el pavimento a que con los brazoscaídos sobre los de su mecedora solía quedarse mirando largamente; deaquel nombre adorado de Juan Jerez, que en todas partes por donde mirabale resplandecía, porque ella lo fijaba en todas partes con su voluntad ysu mirada como los obreros de la fábrica de Eibar, en España, embutenlos hilos de plata y de oro sobre la lámina negra del hierro esmerilado;Lucía, que cuando veía entrar a Juan, sentía resonar en su pecho unascomo arpas que tuviesen alas, y abrirse en el aire, grandes como soles,unas rosas azules, ribeteadas de negro, y cada vez que lo veía salir, letendía con desdén la mano fría, colérica de que se fuese, y no podíahablarle, porque se le llenaban de lágrimas los ojos; Lucía, en quienlas flores de la edad escondían la lava candente que como las vetas demetales preciosos en las minas le culebreaban en el pecho; Lucía, quepadecía de amarle, y le amaba irrevocablemente, y era bella a los ojosde Juan Jerez, puesto que era pura, sintió una noche, una noche de susanto, en que antes de salir para el teatro se abandonaba a suspensamientos con una mano puesta sobre el mármol del espejo, que JuanJerez, lisonjeado por aquella magnífica tristeza, daba un beso, largo yblando, en su otra mano


    34. Y en aquella ciudad ¿quién no sabíaque cuando había una libertad en peligro, un periódico en amenaza, unaurna de sufragio en riesgo, los estudiantes se reunían, vestidos comopara fiesta, y descubiertas las cabezas y cogidos del brazo, se iban porlas calles pidiendo justicia; o daban tinta a las prensas en un sótano,e imprimían lo que no podían decir; se reunían en la antigua Alameda,cuando en las cátedras querían quebrarles los maestros el decoro, y deun tronco hacían silla para el mejor de entre ellos, que nombrabancatedrático, y al amor de los árboles, por entre cuyas ramas parecía elcielo como un sutil bordado, sentado sobre los libros decía con granentusiasmo sus lecciones; o en silencio, y desafiando la muerte, pálidoscomo ángeles, juntos como hermanos, entraban por la calle que iba a lacasa pública en que habían de depositar sus votos, una vez que elGobierno no quería que votaran más que sus secuaces, y fueron cayendouno a uno, sin echarse atrás, los unos sobre los otros, atravesadospechos y cabezas por las balas, que en descargas nutridas desatabansobre ellos los soldados? Aquel día quedó en salvo por maravilla JuanJerez, porque un tío de Pedro Real desvió el fusil de un soldado que leapuntaba


    35. Echaba de menoslos sumisos criados de Manila que le sufrían todas las impertinencias,y entonces le parecían preferibles; como el invierno le pusieseentre un brasero y una pulmonía, suspiraba por el invierno deManila en que le bastaba una sencilla bufanda; en el verano le faltabala silla perezoza y el batà para abanicarle, en suma, enMadrid era él uno de tantos y, apesar de sus brillantes, letomaron una vez por un paleto que no sabe andar, y otra por un indiano, se burlaron de sus aprensiones y le tomaron el pelodescaradamente unos sablacistas por él desairados


    36. Lautrec, que estabasentado a su lado en una silla de tijera, se


    37. volvió a sentarse en la silla que antes había ocupado,


    38. silla, o puesto un pieen el travesaño


    39. El viejo roncaba echado en su silla, con las piernas extendidas,


    40. parasubírsele por las piernas del caballo hasta la silla, y tuvo al

    41. olvidadocompletamente su presencia en la silla al lado de la


    42. La llegada de una silla de posta es siempre un acontecimiento en todaslas


    43. Iba a montar en la silla de posta cuando apareció en el descanso de laescalera una


    44. Por esa reja, quise decir, cuya llave tienes tú, y queestá tan baja que con la ayuda de una silla, cualquiera puede…


    45. los manjares,que vino a ponerse entre la mesa y la silla del


    46. bajar de una silla de manos y se halla en la


    47. descanso transportaban una silla


    48. elevación á la silla del imperio, del Cesar CarlosV


    49. cinchas y quedó, sin silla, en pelota


    50. Y, diciendo esto, se apeó de Rocinante, y en un momento le quitó el freno yla silla; y, dándole














































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    silla in English

    saddle chair seat

    Sinônimos para "silla"

    butaca banco arreos aperos guarniciones arnés arzón