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    Use "volar" em uma frase

    volar frases de exemplo

    volaba


    volaban


    volabas


    volado


    volamos


    volando


    volar


    volábamos


    volé


    vuela


    vuelan


    vuelas


    vuelo


    1. crujían oponiéndose a la furia del viento, los remeros estaban exhaustos, el casco volaba por


    2. Parecía que volaba


    3. Y oyóse un revuelo de cascabeles, que se dividían en dos bandadas, ycada cual volaba en dirección


    4. azote y con alaridos, se les escapó, y llevado en el pegaso, que parecia que volaba, se encaminó hácia el


    5. lo menos, en la raya de Francia; porque el caballo enque iban, a mí me pareció que antes volaba


    6. hastaparecía sonreír el sombrío San Ignacio que volaba en el


    7. Amor parecía que volaba en los aires y lo llenaba


    8. Volaba por un


    9. nombre glorioso,repetido por millones de labios, volaba por los


    10. los rayos oblicuosdel sol poniente, en aquel lindo yate que volaba hacia las coloniasholandesas, más

    11. Tal era su ligereza que volaba en vez de


    12. Pero el tiempo volaba; fue el 20 de julio cuando Pierrepont y


    13. volaba lejos de loque trataba de leer


    14. de un ave que volaba por encima de sus cabezas


    15. Parecía que tenía alas y que volaba por el espacio


    16. clamaba a todos los santos del cielo y elpastor se quedaba con un palmo de narices, él volaba hacia


    17. en el mejor traje, en las joyasmás ricas; la juventud buscaba a la juventud, algo de amor volaba


    18. clásicos, se bañabaen el Cefiso, aspiraba los perfumes de las rosas del Tempé, volaba


    19. Y volaba por los salonesrecorriendo la larga crujía para llegar hacia la parte del


    20. Volaba, con los puños apretados, haciendo

    21. Su imaginación volaba, volaba


    22. cuandose hallaba bajo el peso de algún nuevo agravio, volaba su imaginación enalas


    23. y una bandada de golondrinas, piandoalegremente, volaba en torno de los murallones


    24. Benigno volaba hacia el Norte en seguimiento delprófugo, buscándole por llanos y laderas,


    25. Los dispositivos de defensa entraron en acción mientras la pareja volaba hacia la Isla


    26. Atadas al escape de gases de los pozos se mecían, tremolaban, envolviéndose en sí mismas, girando, a la vez libres y sujetas a corta distancia de los mechurrios -astas de ese fuego enjambre, de ese fuego árbol, parado sobre el suelo, que volaba sin poder volar, todo silbante de púrpuras exasperadas


    27. Pero mi imaginación, al frotar, volaba muy lejos de allí, pues otra cosa diferente por completo me había llamado la atención


    28. Una chawix volaba girando impulsada por el viento y aterrizó justo encima del escurridizo membibi


    29. El Cóndor Negro volaba de nuevo hacia ellos, y en esta ocasión sus alas parecían más tétricas que nunca


    30. Mientras el hombrecito volaba escaleras arriba, Byron añadió:

    31. Es que Giuseppe volaba y estos desplazamientos nunca fueron bien vistos por la Inquisición


    32. Brooklyn desaparecía rápidamente entre las nieblas del horizonte y el Condor volaba sobre hermosísimos campos cultivados con gran esmero, en medio de los cuales se veían correr extrañas máquinas agrícolas de proporciones gigantescas


    33. La embarcación volaba por encima del agua mientras la fragata menguaba su marcha


    34. Eragon prestó mucha atención a todo lo que Oromis le dijo, pero durante la lección continuó considerando el tema del árbol Menoa, y sabía que Saphira estaba haciendo lo mismo mientras volaba en el cielo


    35. Ella volaba con las piernas en el aire y cuando estaba a punto de estrellarse de cabeza, él le daba una vuelta imposible por encima del hombro, se la pasaba entre las piernas arrastrándola por el suelo y de un tirón la dejaba de pie sana y salva, todo esto sin perder el ritmo ni los dientes


    36. Eragon contempló las montañas Beor, que se alzaban en torno a ellos, pese a que Saphira volaba muy por encima del suelo


    37. Mientras su marido volaba cumpliendo con una infinidad de obligaciones, ella parecía siempre confundida, como si la mera existencia fuera una prueba titánica para su evasiva naturaleza


    38. Justo encima de ellos volaba un helicóptero y el niño se inclinó hacia delante para mirar hacia arriba a través de la franja tintada de azul en la parte superior del parabrisas


    39. Y su mente volaba y envidiaba a los ánades de cuello verde que en vuelo raudo y en formación cerrada atravesaban el cielo del convento en direcciones opuestas, según los meses


    40. Me volaba de calor por fuera, y por dentro me helaba; ya no tenía paz para leer o estudiar, echaba a correr por el jardín dando vueltas como una ende-moniada para sujetar las ganas de aullar, me introducía vestida a la la-guna pisoteando nenúfares y asustando a los peces rojos, orgullo de mi abuela

    41. Dal reconoció que el 76T parecía sospechoso, no sólo porque volaba hacia el este, lejos de la acción, sino porque no se había registrado ninguna transferencia de mercancías ni en Berlín ni en Helsinki


    42. Oyeron el avión ruso mientras volaba sobre el objetivo


    43. El enfrentamiento más luctuoso tuvo lugar en julio de 1977, cuando un helicóptero norteamericano que volaba sobre el paralelo 38 fue derribado, lo que ocasionó la pérdida de tres miembros de la tripulación


    44. Al conocer estas cosas, Shervane recordaba las aspiraciones de su propia juventud, y su pensamiento volaba a través de los años al día en que los dos habían llegado al pie del majestuoso Muro


    45. Por el cielo, en dirección al valle del Pontar, volaba una bandada de cuervos, graznando con intensidad


    46. Treinta minutos después estaba en el aire, aunque no volaba en la dirección en que había esperado volar


    47. Tal vez en este instante uno de sus artículos volaba hacia la Tierra, o quizá una de las indicaciones enviadas por Ruth Goldstein aleteaba hacia él


    48. Un helicóptero volaba por encima de las copas de los árboles


    49. El día anterior volaba de regreso desde Kowiss cuando, de madrugada, se produjo el desastre


    50. No era la primera vez que la infeliz señora, mal avenida con su trasplante, volaba espiritualmente a sus tierras y casas manchegas, recreándose en ellas como en la misma verdad; pero desde que se inició la parálisis, los viajes imaginativos al país natal fueron más frecuentes y de mayor duración, así como de una intensidad maravillosa en el repetir y vivificar objetos y personas, los animales, el suelo, el aire y el olor de todo lo de allá












































    1. Parecióle entonces al estudiante que la casa iba áestallar de un momento á otro y que paredes, lámparas,convidados, tejado, ventanas, orquesta, volaban lanzados por los airescomo un puñado de brasas en medio de una detonacion infernal;miró en torno suyo y creyó ver cadáveres en lugarde curiosos; los veía mutilados, le pareció que el airese llenaba de llamas, pero la serenidad de su juicio triunfó deaquella alucinacion pasagera que el hambre favorecía y sedijo:


    2. los tableros y en los cortinajes, roídos ya,se arrastraban, caían, volaban,


    3. lashojas volaban sobre el fondo general con los más caprichosos giros?[104]


    4. sustento, mientras volaban correos por los pueblos, y se juntaban los ejércitos


    5. tigre ú otra fiera, volaban los otros, y se mataban mútuamente; y que con este género de muerte habian


    6. Volaban las astillas y cada vez


    7. Y las frases incisivas y groseras volaban de boca en boca, mientras eljugador, como


    8. Pero las horas volaban, y era preciso decidirse


    9. murciélagos,asustados por la luz, volaban torpemente, rozando con sus alas las carasde los dos


    10. detrás de ella? Y la barreracreada por la imaginación caía repentinamente, y otra vez volaban por

    11. Dos minutos despuéslos cristales volaban en pedazos;


    12. La gamuza ha dejado de recorrer las alturas,y numerosas aves, que volaban en


    13. volaban los condenadosgritando como brujas sorprendidas en aquelarre


    14. En lo más alto, como puntosnegros, volaban hacia la isla


    15. de todas formas y tamañosque volaban a regiones desconocidas


    16. 17 Y ví un ángel que estaba en el sol, y clamó con gran voz, diciendo átodas las aves que volaban por


    17. 17 Y ví un ángel que estaba dentro del sol, y clamó con gran voz, diciendo átodas las aves que volaban por


    18. Estas noticias volaban por el colegio y se


    19. demandaba, volaban rápidas ycerteras de las manos de aquéllos a las del comprador,


    20. Aquellas abejas o avispas del diablo, volaban en torno de laluna, y

    21. gorriones que en el tejado vecino hacían milmonerías, y luego volaban en grupos,


    22. De vez en cuando, vibraba una voz fuerte que decía: ¡Herminia!, y los pajarillos volaban


    23. que volaban por allí


    24. Por todas partes volaban, resbalaban o saltaban imágenes inmateriales de gemas, oro y trozos de alabastro


    25. Se decía que incluso los pájaros volaban más despacio y bajaban la cabeza al pasar sobre él


    26. Los leviatanes dieron media vuelta y se retiraron, sin apartarse de la vía que habían trazado, conferenciando mientras volaban


    27. Las malas noticias volaban por la jerarquía de las muchas empresas del hutt, así que él solía ser el primero en compartirlas


    28. Con los primeros fríos, fríos relativos pues nunca helaba, y sensibles tras el peso enorme del calor durante meses, las golondrinas,{134} que volaban en general por encima de los bulevares del paseo marítimo, sobre la plaza enfrente del liceo o en el cielo de los barrios pobres, lanzándose con gritos penetrantes hacia un fruto de ficus, una basura flotando en el mar o una boñiga fresca, hacían primero unas apariciones solitarias en el corredor de la Rue Bab-Azoun, volando un poco bajo al encuentro de los tranvías, hasta elevarse de un solo golpe para desaparecer en el cielo por encima de las casas


    29. —Por eso aquellos cuervos que hemos visto volaban en torno a él —dedujo Rulfo


    30. Arriba volaban las gaviotas en círculo, yendo de las rocas al mar, y su clamor llenaba el cielo despertando pequeños ecos en los peñascos

    31. O a la China si es que volaban hasta allí los aviones, porque ningún lugar parecía encontrarse lo suficientemente lejos cuando andaba tan desmadrada y fuera de sí «La Inesperada»


    32. cristales del camarín de la señorita los pájaros que volaban de rama en rama en la huerta, y el gato que iba y venía por lo alto de la tapia


    33. Entonces percibí a lo lejos tres pequeños resplandores que volaban en nuestra dirección


    34. El sol se había ocultado tras las nubes y Babú notó que las gaviotas volaban muy alto: señal de que estaba a punto de llover


    35. Volaban de oeste a este


    36. Al mediodía llegaba a los primeros contrafuertes cubiertos de pinos y cedros salvajes, sobre los cuales volaban halcones águilas de Astracán


    37. Estrecharon la mano del científico, subieron al Condor y pocos instantes después volaban sobre Brooklyn, dirigiéndose hacia el noroeste


    38. Por encima de sus cabezas, unas grandes nubes se formaron en el horizonte: auguraban una torrencial tormenta; los halcones volaban en círculos y emitían chillidos solitarios mientras buscaban una presa


    39. Nubes de flechas volaban por encima de los muros en ambas direcciones


    40. Algunas águilas enormes, armadas de fuertes garras, con la cola larga y negra, y el vientre y el pecho de color rojizo, volaban, lanzando agudos chillidos

    41. Se veían los árboles que se alzaban en la cumbre de la roca retorcerse como aristas de paja, mientras que las ramas y las hojas volaban en todos los sentidos


    42. Una muchedumbre, en la que predominaban las mujeres y los niños, se había aglomerado para ver a los hombres que volaban como las aves


    43. Mientras volaban, Eragon y Saphira intercambiaron recuerdos de lo que habían aprendido por separado el día anterior


    44. En ese momento volaban sobre la ciudad, precisamente en la parte ocupada por los negros


    45. Mientras volaban hacia el montículo, Eragon vio que Arya corría por debajo con precisas y ágiles zancadas


    46. Entonces Eragon, Arya, Roran, Cuaroc, Blödhgarm y los otros elfos que viajaban con ellos subieron a bordo del barco y zarparon hacia el otro lado del lago, mientras Saphira y Fírnen volaban alto sobre sus cabezas


    47. Los soldados tuvieron que hacerse cargo del desorden y fusilaban sin más trámites a quien sorprendían robando, porque mientras los más cristianos atestaban las iglesias clamando perdón por sus pecados y rogando a Dios para que aplacara su ira, los ladrones recorrían los escombros y donde aparecía una oreja con un zarcillo o un dedo con un anillo, los volaban de una cuchillada, sin considerar que la víctima estuviera muerta o solamente aprisionada en el derrumbe


    48. Se escuchaban sus voces, sus risas, y el eco de los juegos de los niños, pareados y canciones, interminables retahílas de frases sin más sentido que el de acompañar los movimientos de las palmas velocísimas, las manos que volaban en el aire, encontrándose y separándose, chocando entre sí para componer una pauta rítmica y constante que Raquel conocía muy bien


    49. Matilda y Emilia volaban a Londres esa misma tarde


    50. La OTAN y Estados Unidos trasladaron tropas desde Gran Bretaña a Alemania y las de Alemania hacia Polonia, en una ostentosa exhibición de fuerza, mientras aviones de guerra de la OTAN volaban sobre Varsovia














































    1. Por desgracia, era muy difícil no llamar la atención cuando volabas sobre la ciudad a plena luz del día


    2. —Debería ofrecerte una bebida, la posibilidad de relajarte y todo lo demás —dice Tom, mirando en dirección a la casa—, pero por otro lado, Doug dice que volabas en clase Sultán


    3. -¿Reparaste, mientras volabas sobre Qualinost, en un amplio espacio de terreno despejado y recién removido en las afueras de la ciudad?


    1. Los testimonios eran precisos y concordantes: Había volado


    2. habitación, viendo con sorpresa que elpájaro había volado por una ventana que se


    3. deSan Pablo, antes había volado yendo á parar tal vez á las manos deldeudor de D


    4. En el Perú la fama habia volado,


    5. El poetahabía volado


    6. contestación había volado otra vezhacia Fernando


    7. Había volado el tiempo


    8. habíaconvertido en pájaro y volado del encierro


    9. pájaro había volado, y porúnica existencia la garrafa de los


    10. Regresaron cuatro kiris, los tres que habían volado hasta el Castor y un mensajero procedente de la isla de Mithas

    11. Nunca acertó a precisar qué había sentido entonces, en aquel momento en que, montada sobre el murciélago, había volado sobre su propio hogar, girando sobre su tejado y la alta arquitectura rectangular de la torre


    12. Tal como había previsto, no tardaron en comprobar que un tal Rudy Santana había volado el día anterior a España


    13. El pájaro ha volado


    14. Dos hombres se precipitaron al puente, derribaron a algunos complotados y liberaron al comandante en el momento en que iba a ser rodeado: eran el oficial y el marinero Fuego, que habían oído los gritos de muera y volado a ponerse al lado de su jefe


    15. Espina había volado en círculos, cada vez más alto, mientras el rey Orrin y sus hombres salían al encuentro de los soldados, pero ahora el dragón flotaba inmóvil en el cielo, a medio camino entre los soldados y el campamento, y la voz de Murtagh, amplificada con la magia, resonaba por todas partes:


    16. —Confío en que hayas volado bien


    17. Sin silla, las afiladas escamas de la dragona se le clavaban en la parte interior de las piernas: recordaba muy bien esa sensación de la primera vez que había volado con ella


    18. Luego explicó que cuando los artesanos me llevaron a su casa, ella no estaba allí, y que su familia, sin saber quién era yo, me habían rechazado; pero que al volver ella y ver mi tarjeta, todo lo había comprendido y había volado a reparar la falta de su familia


    19. En una de tales aventuras, uno de los helicópteros de dos millones de dólares del grupo de Mac tomó tierra en un delta, y fue destrozado a tiros y, finalmente, volado con una mina anticarro


    20. Por su parte, John Howard había volado en un 747 de Net Force con su grupo de intervención rápida, y estaba instalando un puesto de mando en una área de descanso para camioneros, situada en las afueras de Tonopah, Arizona

    21. La vista fue un tanto inquietante porque sus orejas y su pelo (que no habían sido pegados muy firmemente) se habían volado, y habían comenzado a aparecer sus reales personalidades


    22. A Larry se le había volado el sombrero y se levantó para ir a recogerlo


    23. Norton había volado en una ocasión alrededor del Monte Everest, y se sintió abrumado por sus proporciones


    24. Geralt había sido testigo de cómo una vez a través de un portal seguro había volado la mitad del que lo estaba pasando


    25. He volado y viajado en todos los aparatos que puedas mencionar, pero esto es muy distinto


    26. Y aquel pobre desgraciado, muerto en mis brazos, que me habría volado la cara si le hubiera dado ocasión


    27. Hacía dos días, había llegado a su casa, cerca de Tbilisi, un télex cifrado como de alto secreto y prioridad diciéndole que unos saboteadores habían volado el puesto de escucha secreto por radar de la CIA, en la cara norte de Sabalan, antes de que equipos locales amigos llegaran para recoger todos los manuales de claves, las máquinas cifradoras y las computadoras


    28. –Un luchador contra el Sha, un intelectual, musulmán sunnita, que organizó las huelgas en los campos petrolíferos de Abadán, ha volado tres comisarías de Policía y ahora está a la cabeza del Comité Revolucionario de Abadán y no por mucho tiempo sobre esta tierra


    29. La noticia de que Sila marchaba sobre Roma había volado con la rapidez del águila


    30. Hay momentos en los que pienso que si mi padre no me hubiese traído a Lisboa yo sería feliz, y por ser feliz quiero decir no encontrarme tan sola con mi enfermedad como aquí, donde la adivino, la mido en el interior del cuerpo, calculo sus progresos en el hígado, en el corazón, en los riñones, me inyecto dos veces al día, si me siento mareada, en el retrete del Liceo, de modo que mis compañeras no desconfíen de nada, porque aquellas a quienes se lo conté imaginan que llevo una muerte contagiosa conmigo y tampoco a mi tía le digo nada, vuelvo del médico y ella, fingiendo que no sabe adonde he ido, Buenas noches, mi tía a la que nunca le gustó que mi padre se casase en África con una desconocida, con una mulata tal vez, sin prevenir a la familia, sin traerla primero a Portugal para someterla en Esposende a la aprobación de mis abuelos, y la única vez que vinieron se apearon sin avisar en Oporto, hicieron el resto del viaje en autobús, con mi madre en busca de Mozambique en las ventanillas, y aparecieron en casa de mis abuelos, a la hora de comer, con una maleta llena de estatuillas y de máscaras de madera, y mi abuelo, que vendía telas en un establecimiento llamado Perla del Tergal, ¿Qué es esto?, y mi abuela mientras se santiguaba Sácame de ahí la carantamaula del Demonio, Domingos, que siento la peste del infierno en casa, y era el olor de la diabetes, y mi madre a mi padre, sin hacerles caso, sin conversar con ellos, apoyada en el alféizar en busca de las traineras de la isla, mi madre, intrigada con los petreles, ¿Qué aves son ésas, Domingos?, y mi abuelo, cogiendo una jirafa de marfil, Fíjate en el bicho, Orquídea, ¿en el sitio donde vivís hay elefantes?, y mi padre Son petreles, devoran barcos hasta no dejar ninguna espuma detrás de las hélices, y mi abuela, agarrada al rosario, Huele a infierno, ya os he dicho que huele a infierno, que huele a las flores de los muertos, pásame el chal que voy a buscar al párroco, y mi abuelo, sirviéndose aguardiente, Daría diez metros de franela por toparme con elefantes al galope en el bosque, y mi tía ¿E hipopótamos, Domingos, qué es lo que hacen con los hipopótamos?, y mi padre A los petreles no les escapan ni la niebla ni el viento, devoran lo que pueden, hasta un cine ambulante que anduvo por allí se les sumió en el estómago, ¿no es verdad, Orquídea, no es verdad que no se volvió a saber nada del que manejaba el proyector?, y mi tía El cine se fue a Póvoa, Domingos, ¿dónde se han visto petreles que se lancen a picotear películas?, y mi abuelo, repitiendo el aguardiente, Sólo vi uno en el calendario de la taberna, y mi padre No picotean películas pero picotearon a tu amigo el que vendía las entradas, el que no volvió a tirarte los tejos, y mi abuelo ¿Qué?, y mi padre Que responda Orquídea, que Orquídea te hable de los sauces llorones, y mi tía Mentiroso, ojalá se te paralicen las piernas, mentiroso, y mi abuelo ¿De los sauces llorones, grosera?, y mi madre Petreles, dices tú, ¿es petreles como los llaman, Domingos?, y mi tía Yo qué sé, padre, es invención de Domingos, los aires de Mozambique le han secado la mollera, y mi padre a mi abuelo ¿No quiere venir a volar conmigo bajo la tierra?, y el párroco, atareado en bendecir el baúl y los rincones de la tienda, y cubriendo a mi madre con un crucifijo enorme, Realmente huele a infierno y a las flores de Satanás, pero no es de las estatuas sino de esa pecadora, y mi abuelo a mi padre ¿Tú vuelas bajo la tierra, muchacho?, y mi abuela a mi padre Ay has traído al demonio contigo, Domingos, y el cura, echándole agua bendita a mi madre, En nombre de Jesucristo vade retro, emperador de las tinieblas, te ordeno que liberes a tu sierva y regreses a tu reino, y mi abuela ¿Y si ella pare un hombre lobo?, ¿eh?, y mi padre a mi abuelo He volado en la mina de Johannesburgo, padre, si usted tiene un pico y quiere probar yo le enseño, abrimos un hoyo en el suelo y listo, y el cura Vade retro, y mi madre Devoran barcos pero ahora andan por encima de nosotros piando, en una de ésas nos meten en el buche, y mi abuela, lanzando cocodrilos y guacamayos de madera por la ventana, Un bebé oscuro, lleno de pelos, qué horror, un bebé que salta de la cuna para galopar por la casa, hace años, venía yo en el tren de Lamego, descubrí dos a lo lejos, a carcajadas en un pinar, el cura sujetó a mi madre por el brazo, Vade retro, y mi padre Alto ahí, no sea fresco, suéltele la mano a mi mujer, y mi abuelo Pico no tengo, ¿no sirve un rastrillo, hijo?, y mi tía Yo no me acosté con ningún hombre sobre la lona después de los espectáculos, yo no quise perder lo que sólo se sabe que se tiene cuando se pierde, lo que sólo es importante cuando deja de ser, porque cuando se tenía no existía y lo que yo tenía quedó en la arena de Esposende y es parte de las mareas y de los arbustos de la playa, y mi madre Yo no pretendo acabar a gritos, como las aves, por encima de esta casa, y mi padre al cura Si vuelve a tocarla le rompo la cara, vaya a echar su agua a otra parte, y mi abuela ¿Y el incienso, señor párroco?, si ha traído el botafumeiro échele unos humos a ella y listo, y mi abuelo Quien dice rastrillo dice cualquier cosa que agujeree, una pala, una hoz, unas tijeras, ¿lo que hay que hacer es cavar un foso, no?, y mi tía Nunca lo he visto con la cabeza descubierta, nunca lo he visto desnudo, pero me falta su aliento en los oídos, me faltan sus dedos, me falta la paz de después y el mar que bate en mis huesos en los peñascos y yo no quería, padre, yo no quería, yo quería y no quería, yo quería, yo no quería querer y quería, yo fui a Póvoa a visitarlo y el acomodador Hay aquí una moza que te busca, Claudino, y él al empleado Yo a ésa no la he visto en mi vida, dile que es un error, hombre, y el acomodador a mí Él no la ha visto en su vida, y yo sin el valor de hablar, yo sujetándome las horquillas del pelo sin darme cuenta de que me sujetaba las horquillas del pelo, y el cura, salpicando con agua bendita a mi padre, Yo no he tocado a su esposa, señor, he venido a exorcizar al Príncipe del Mal, y mi abuelo, a martillazos en la tarima, ¿Es necesario ir muy abajo para volar, Domingos?, y mi tía Pero me quedé hasta el final de la película, y cuando las personas salieron y el acomodador apagó las luces allí dentro, cerró la puerta con candado, puso cerrojo a la taquilla y desapareció por las calles de la ciudad, cuando el dueño del cine bajó los escalones desde la cabina allí estaba yo, a que era un error, a que él no me vio nunca en su vida, mirándolo, sin reproches, sin pegarle, sin llorar, mirándolo, y él ¿Qué pasa?, y yo, Sólo quería que me devolvieses lo que me quitaste en Esposende para poder irme, y mi madre, acostumbrada a los cocoteros de la playa, Los petreles se comieron las traineras, qué pena, y mi padre a mi abuelo, Con unos diez o quince metros alcanza que después cogemos el ascensor de la mina, y el viejo a mí, en la cervecería de los camioneros que recobraban fuerzas para el Alentejo, pedía, sonándose, otra infusión de limón, posaba su palma sobre la mía, la retiraba, la posaba otra vez, el viejo componiéndose sus pocos pelos con la mano libre, La señorita aún no ha respondido a mi pregunta, al fin y al cabo ¿se casa conmigo o qué?

    31. Sospechó Lea que la pájara había volado, y así era en efecto


    32. Había volado la torre blindada de los peruanos, con terrible estruendo y espantoso escupitazo de humo, que por largo rato impidió distinguir los efectos de la explosión


    33. De cuando en cuando, y haciendo un esfuerzo, lograba desembarazarse de aquella impresión y hablar como si el asunto estuviera muy claro, pero de pronto volvían a acometerle las dudas, y sus cejas fruncidas y su mirada abstraída indicaban que sus pensamientos habían volado de nuevo hacia el gran comedor de Abbey Grange, escenario de aquella tragedia nocturna


    34. Mis pensamientos han volado a otro mundo, dejándome en una perplejidad [7] ansiosa y muda


    35. Los certificados de defunción, las notificaciones judiciales y los informes de autopsia habían volado por todas partes como hojas de otoño


    36. Había volado tres planetas con bombas atómicas, pero la Ley del Amor, siempre generosa, le había dado la oportunidad de restablecer el equilibrio


    37. Se volvió y descubrió que una manguera se había soltado en la habitación; en ese momento se dio cuenta de que una de las pequeñas portillas había volado, o se había quemado, y que el agua estaba irrumpiendo con fuerza incontrolable


    38. No había volado nunca con esa tripulación suplente


    39. –¿Había volado antes con el capitán Chang?


    40. Muchos de los pilotos de Hong Kong habían volado para las fuerzas aéreas y estaban muy bien preparados

    41. El volado: El encargo, mandado, recomendación


    42. Toda la comida enlatada de Goldner había volado por los aires como si le hubiese acertado una bala de cañón, una jugada magistral en un juego de bolos cósmico


    43. Ahora me alegro de que Ragnar Danneskjóld haya volado estos hornos


    44. Pensé que el viento le había volado los sesos al muchacho


    45. DENTAL, HA VOLADO EL PROTECTORDE LAWYER, EL ÁRBITRO DETIENE


    46. Se le ocurrió la idea de que los tortolos habían volado, que se habían ido por adelante mientras ella entraba subrepticiamente por la parte trasera


    47. "Monge, dijo un día, si somos atacados por los británicos, nuestro barco debe ser volado en el instante en que nos aborden


    48. Le juro que no fui borracho, volado ni excitado: me presenté sobrio, desprovisto de estimulantes y dispuesto a cuidar mi buena reputación


    49. Al verlo, algunos observadores pensaron por un momento que el barco había volado por los aires


    50. El general no podía creer que los alemanes no lo hubieran volado












































    1. Uno de los sitios de La Coruña donde más sopla el viento es en la calle de la Amargura esquina a Alfonso IX yendo hacia la plaza del General Azcárraga, allí volamos todos por el aire


    2. Ya habíamos atravesado, protegidos por nuestro compuesto de invisibilidad, las tres formaciones de naves jaharianas, como volamos por delante de los centinelas de las murallas y los guerreros que montaban la guardia en las torres y muros del palacio del jeddak, y paré el Jhama, sin incidente alguno digno de mención, justo encima de la torre indicada por Tavia


    3. En una ocasión volamos en el mismo avión


    4. En consecuencia, los volamos en pedacitos


    5. ¡Si los volamos, la ciudad se muere! Para siempre


    6. Mañana volamos a Deauville en el avión de Boy


    1. vuela pequeño y hermoso colibrí, abre tus alas, y sigue volando, pica de flor en flor por todos los campos de la divinidad, sigue volando, que sigan derramando lagrimas por ti aquí en la tierra, mientras tu alivias esas lágrimas, derramando polen en el cielo y esperándolos


    2. A veces esta brusca revuelta dependía de unapalabra, de una idea caprichosa que pasaba volando por su espíritu, comopasa un pájaro fugaz por la inmensidad del Cielo


    3. sellossepulcrales para que se alzasen los vivos enterrados, y abría las jaulaspara que las aves saliesen volando


    4. pocorato, volando sobre la muchedumbre, vuelven a los aleros, solicitadospor tierna


    5. Fenecia el mes de Julio, cuando unos correos de Yapeyú, volando ó corriendo, avisaron que en el


    6. Los Juanistas, Luisistas y Lorenzistas fueron volando á las entradas de su bosque, ó á las abras de las


    7. daré", y elpájaro en la mano que el buitre volando


    8. andando, y tal vez volando el tiempo, amanos de Carola, quien


    9. que losrayos del sol doraban alegremente, y los pájaros lejanos volando conlibertad por el azul del cielo


    10. aviación, volando casi todas las semanas, yfrunciendo el ceño con aire misterioso cuando alguien

    11. volando sobre el mar sin mojarse los pies, y losbaleares, para ocultar este suceso,


    12. Con las alas comienza de ir volando,


    13. Los chulos partieron volando, como los cohetes de un castillo


    14. En tal momento, Hans, el cuervo, volando por encima del abismo, pasóante la


    15. costado y comenzó a deslizarse volando


    16. entran aquí, y andan dentro volando a tientascomo los murciélagos y diciéndome que las estudie


    17. Mevoy volando a casa


    18. El rayo ardiente quepasó volando?


    19. del pueblo, volando por encima de losbosques, le mecían


    20. volando por encima de la barranca o caeren ella sepultado, que

    21. enapariencia á veces, corren volando á llorarla delante de Dios y


    22. salir volando por los balcones y escapar muy lejos, beber muchoaire y empaparse en mucha luz


    23. majestad, y cometieron con ella desaguisadostales que volando,


    24. volando y en pocos días la llevaron al panteón


    25. Entanto que el bagel pasa volando


    26. Al mirar por el retrovisor vio que la pieza salía volando y rebotaba en el asfalto bajo una lluvia de chispas


    27. Las observaciones con una antena de radio sensible volando encima de la atmósfera de la Tierra en un avión U-2 han demostrado que la radiación de fondo es en primera aproximación de igual intensidad en todas las direcciones: como si la bola de fuego del big bang se expandirá con mucha uniformidad, y e1 origen del universo tuviera una simetría muy precisa


    28. Hay un pequeño efecto sistemático que podría comprenderse si la entera galaxia Vía Láctea (y probablemente otros miembros del grupo local) estuviera volando hacia el cúmulo de galaxias Virgo a más de 600 kilómetros por segundo


    29. «Me parece ---dije- que si hubiesen estado volando por los aires durante toda la eternidad platos de peltre, hojas de lechuga, granos de sal, gotas de agua, vinagre, aceite y rodajas de huevos, sería posible al final que se reuniera todo por casualidad y formara una ensalada»


    30. Por encima del pasadizo del río, las gaviotas pasan volando con el viento

    31. La única vez que le vi perder la paciencia fue cuando uno de los loros más simplones, que se había excitado mucho a la vista del plato de comida, bajó volando, graznando alegremente, y aterrizó en el hocico de Juanita


    32. Pero finalmente emergieron más allá de donde se encontraba la flota, y mientras las faluchas se daban la vuelta para emprender su persecución, salieron del agua y se alejaron volando hacia el norte


    33. El pájaro está volando y es muy inteligente


    34. Luego, pasa volando en triángulo una bandada de garzas y, como respondiendo a una orden dada, todos los pájaros de la espesura empiezan a alborotar en concierto


    35. Y el Sombrerero salió volando de la sala, sin esperar siquiera el tiempo suficiente para ponerse los zapatos


    36. —Su expresión se animó un poco al imaginarse volando con destino a Moscú


    37. ¿Acaso va a ir volando por el aire?


    38. Con los primeros fríos, fríos relativos pues nunca helaba, y sensibles tras el peso enorme del calor durante meses, las golondrinas,{134} que volaban en general por encima de los bulevares del paseo marítimo, sobre la plaza enfrente del liceo o en el cielo de los barrios pobres, lanzándose con gritos penetrantes hacia un fruto de ficus, una basura flotando en el mar o una boñiga fresca, hacían primero unas apariciones solitarias en el corredor de la Rue Bab-Azoun, volando un poco bajo al encuentro de los tranvías, hasta elevarse de un solo golpe para desaparecer en el cielo por encima de las casas


    39. –No me gustaría que entrara una volando por la ventana -dijo Max Fortin-; significa desgracia para la casa y los que moran en ella


    40. luego, allá fueron las BOLAS volando por el aire

    41. No obstante, los fulmares se pusieron a Tom y a su perro en la espalda, los llevaron volando sin peligro por encima de las placas y de los rugientes gigantes de hielo, y los dejaron al pie del Muro Brillante


    42. Los invasores se removieron, confusos, sus manos volando ya hacia sus armas en un fugaz instante de tiempo que pareció durar eternamente y, de pronto, el grupo de Mahn se dio cuenta de lo que había a su espalda


    43. —Y yo iré a despegar las que se queden en el techo… —dijo Vainilla volando hasta tocar el techo con un dedo


    44. Los rumores sobre el club han estado volando durante las últimas semanas, sobre todo entre los varones del McKinley


    45. A nuestra derecha, una bandada de urogallos salió volando de entre los arbustos en que estaban escondidos


    46. Los días pasaban de esta forma volando, y su curación, poderosamente ayudada por la pasión que le devoraba la sangre, proseguía rápidamente


    47. —¡Jierda! —gritó, señalando las argollas de los tobillos de Katrina, que se abrieron con una explosión de chispas azules y frag-mentos que salieron volando


    48. Ningún ciervo ni ningún león podían competir con la majestuosidad de un dragón volando


    49. Antes de que Roran pudiera decidir si debía cazar el barco flotante, éste viró y salió volando en dirección al lucero del alba, y desapareció una vez más en el infinito mar del cielo y los dejó atrás, atónitos y observando cómo se alejaba


    50. Una mosca pasó volando por encima de ellos y aterrizó sobre el tobillo de Roran













































    1. he visto volar por los aires 2 veces en estado despierto, y haciendo vida cotidiana, un símbolo del pentagrama


    2. El autor puede volar, sale de su cuerpo y vuela por los tejados de las casas vecinas


    3. En total fueron casi (10) años donde pude volar creo (50) veces


    4. La construcción de la maquinaria ha dehacerse con cuidado, pues para milagros han de ser distintas que parasucesos comunes; los ángeles deben volar, los santos como andar por losaires, y unos y otros bajar del cielo, mientras los demonios suben delinfierno


    5. imaginar que el enemigo de los Estados Unidos se decidiera a volar las torres gemelas y, más


    6. A las siete en punto deberán volar las tres cargas


    7. jaulas para que puedan volar en libertad y vivirán porque serán libres, porque serán


    8. ansían: volar en libertad


    9. Y como los murciélagos sombríos volar en la oscuridad más absoluta seguro, nado con seguridad entre esas profundidades


    10. volar por un día y una noche, el tiempo justo de la ilusión

    11. Volar sólo cuando era estrictamente necesario


    12. Tan pronto aparecía porarriba, sostenido en una sola mano, como agarrado con las dos, más abajode donde estaban las rodillas; ya se le veía abierto con las hojas alviento como si quisiera volar, ya doblado violentamente a riesgo dedesencuadernarse


    13. su imaginación cesó de volar a las nubes, y por otra parte


    14. todos, volar de los más rastreros a los más altos, de losmás


    15. redículo, después de las voces quehan echado a volar ella y su


    16. deslizaban; parecían volar en alas de aquel compásfebril que


    17. bien, sería capaz de volar, másligera que un pájaro


    18. este mundo para volar alotro en ensueños y divagaciones


    19. hahecho ser un poco pesado, mira dos veces antesde volar, mide bien el tiempo


    20. serán mañana en dinero, pues su vidadispendiosa y absurda lo hará volar

    21. artificio para volar con dirección y brújula,etc


    22. Puesta ya en salvo esta, se empeñó el enemigo en un trabajo improbo, de hacer volar con minas los


    23. Entre tanto, preparado ya todo lo demás y próximas las elecciones, sólofaltaba echar a volar el


    24. Quería volar libre, suelta, poderosa; devorar cuanto elmundo tiene de incitante y


    25. volar las piedras por encimade la negra masa: caían con


    26. su alma volar a losespacios empíreos


    27. pueden volar libres de las impurezas del mundo!


    28. vivir crea la vida, el de volar, las alas, y el de ver, losojos


    29. el cuello encorvado y pidiendolibertad, para correr, volar, saltar


    30. seda apelotonado en el capullo,y que ahora me salen alas y voy a volar por ese

    31. El pesado volar conocía,


    32. juego que le daría a uno la sensación de volar


    33. Tuve la sensación de volar y me


    34. para entretener a una audiencia, la ilusión nos emociona, hace volar nuestra imaginación y nos


    35. volar sufantasía recordando las manifestaciones del amor que el


    36. Echan la cuerda a volar, lo mismo que uncolumpio, y se


    37. pajarito que abre las alaspara volar; y su papá la alzaba del


    38. relucientes; y en la corona,abriendo las alas como para volar,


    39. palomas que saben volar con el recado tan arriba que no las


    40. que sesaludan los pájaros, y la convidan a volar

    41. caja real, con permiso para volar dos vecesal día, y una en la


    42. cubierta de resplandor, echó a volar hacia elcielo


    43. feudal no bajaba la voz; y parecía volar, como un cartelatado a una saeta, por encima


    44. Se hubiera oído volar


    45. tuvieron conciencia del peligro, porque sepusieron a volar como


    46. haced volar los caballoshasta que Elena esté fuera del alcance de


    47. quería elevarse, volar alcielo, pero el calor, de unos 30 grados, que en Vetusta es mucho,


    48. Y para que no se le antojase volar más en toda la tarde, se presentó enel parque Visitación


    49. haciendo volar en fragmentos lascarpas que dormían en el barro,


    50. caballos, rompiendo las ruedas delas piezas, haciendo volar un













































    1. que, pues volábamos por encantamento, por encantamentopodía yo ver toda la tierra y todos los


    2. Su amor por la música, su mente empecinada y firme, hasta su cuerpo, pulido y modelado por años de decisiones, ¿no estaban con nosotros en ese mismo instante, mientras volábamos?


    3. Si lo volábamos, dejábamos aisladas a cientos de miles de personas, condenándolas al cautiverio


    4. Cuando volábamos en círculos, salieron unos hombres de los edificios y algunos agitaron las manos


    5. En aquel momento volábamos bajo la capa de nubes mencionada y viré


    6. Mientras volábamos sobre ella habíamos observado la oscuridad que se extendía por casi todos los edificios y el reflejo de las tres lunas de Gor en los canales


    1. Cuando llegó a mi noticiaque me acusaban de haber ido al Cuartel General de Moriones a llevarrecados de mi jefe, me volé, y aquella misma tarde, habiéndomeencontrado a la camarilla en el atrio de la iglesia de San Miguel, melié la manta a la cabeza, y por poco se arma allí un Dos de Mayo


    2. –¿Y el murciélago? El murciélago en el cual volé… ¿dónde está ahora?


    3. Cuando al oscurecer volé a casa de miss Mills y la vi, a hurtadillas, en una antecocina, donde había una lixiviadora, y le supliqué que intercediera con Dora y que nos salvara de nuestra locura


    4. Por fin los alcancé y volé en torno a ellos


    5. Al día siguiente volé a Spokane y acepté un premio de la Asociación de Libreros del Pacífico Noroeste por El club de la lucha


    6. Volé con los «Zeros» en China, Malaca e Indonesia


    7. Cuando de nuevo volé a Maiquetía, la tensión se palpaba en el ambiente


    8. Todo lo que dice este libro puede ser una falacia fin Epílogo En el otoño, volé rumbo al sur en pos del aire cálido


    9. Si alguna vez extendí silenciosos cielos encima de mí, y con alas propias volé hacia cielos propios:


    10. Volé en dirección opuesta de la que me proponía seguir, y cuando nadie podía verme, cambié de rumbo y me dirigí hacia el océano

    11. Dejé a los niños de nuevo con mis padres y volé a despedirme de la Granny


    12. Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga


    13. Ante el requerimiento de Bobby (me gustó que pensara que yo sería de valor en esta empresa) volé a Miami como su observadora personal


    1. vuela pequeño y hermoso colibrí, abre tus alas, y sigue volando, pica de flor en flor por todos los campos de la divinidad, sigue volando, que sigan derramando lagrimas por ti aquí en la tierra, mientras tu alivias esas lágrimas, derramando polen en el cielo y esperándolos


    2. El autor puede volar, sale de su cuerpo y vuela por los tejados de las casas vecinas


    3. ave que vuela en medio de vientos encontrados, cambiando una y


    4. “La Genealogía Es Una Herencia Para El Alma Que Vuela Por Esos Lugares Y Tiempos De Nuestros Antepasados”


    5. Que es un cobarde el que á pelear no vuela,


    6. Y siento entre los giros del valz, que corre, vuela, La brisa que producen las alas del ambiente


    7. “La Genealogía Es Una Herencia Para El Alma Que Vuela Por Esos Lugares Y


    8. y se ensancha elcorazón; en que el pensamiento vuela de estrella en estrella, y en que,olvidados


    9. —A pesar de los pesares, el tiempo corre que vuela


    10. aura suave, el céfiroque dicen los poetas, vuela apacible y

    11. noapareciendo como una víctima, sino con el deleite, el gozo y lasatisfacción de una esposa que vuela á los brazos de su gallardo y felizprometido


    12. Que Irenio á veces con el alma vuela


    13. Vuela como una flechasobre las olas, desaparece,


    14. vuela por los etéreos espacios, yel humo del sacrificio se eleva


    15. vuela, lejos de latierra, lejos de los mundos, a esas regiones


    16. El Contrato Social vuela de mano en mano; Mably y


    17. Navarro vuela en


    18. Vuela de flor en flor,como decía, sacando de


    19. El hombre-líquido fluye, corre, varía de posición; vuela a ocupar elvacío, tiene ya


    20. Con el viento y corriente tanto vuela

    21. El volador, pescado que no excede nunca de una tercia: debido al gran desarrollo de sus aletas se eleva sobre las aguas y vuela un largotrecho


    22. Alpunto el Mapono se la echa á cuestas y vuela en alto,


    23. Entre las manos del segundón queda la pica, que vuela por los aires,luego, partida en dos


    24. Sabedora la inglesa de los proyectos de su antiguo amante, vuela áParis, habla con la futura esposa del


    25. Varias veceshemos recorrido los bosques de casuarinas que adornan al Mayon,y al perdernos en aquella revuelta vegetación, hemos caído en esosmisteriosos ensueños á que tan propensos son todos los dolores,y en medio de aquellos sueños en que el corazón palpita con fuerzay la imaginación vuela á otras regiones, hemos encontrado unabienhechora sensación en las extrañas vibraciones producidas porlas


    26. ?Que de presiones para que acepte este amor hacia el que vuela mi alma entera!


    27. y de día por los aires vuela


    28. y de día por los aires vuela


    29. –En mi profesión hay que andarse con cien ojos porque aquí el que no corre, vuela


    30. El azor vuela asustando zoritas y el aeroplano cruza por el aire espantando azores, siempre pasa

    31. Por las Pozuelas vuela el alcaudón y sobre la dura costra de la tierra los cuervos se ceban en el burro muerto y con la panza hinchada, lleno de moscas azules y zumbadoras


    32. Alex: Ya ves, el tiempo vuela cuando lo pasas bien


    33. Corre el tiempo, vuela y va


    34. mientras vuela en la tierra ciegamente girando


    35. Un grupo de pájaros con pinta de buitres vuela en círculos por encima de nosotros


    36. En la tela puede verse a una mujer madura, vestida de blanco, con el pelo plateado y una dulce expresión de trapecista en el rostro, descansando en una mecedora que está suspendida encima del nivel del suelo, flotando entre cortinas floreadas, un jarrón que vuela invertido y un gato gordo y negro que observa sentado como un gran señor


    37. Así es vuestra inteligencia, Atenea, así me parecéis cuando me habláis de ese amor ideal que puede sustraerse al dolor, que vuela en regiones etéreas y serenas, que puede vivir fuerte y sobrevivir a las pruebas del tormento y de la muerte


    38. –El camino es corto, pero el cuervo vuela -dijo Rodgers-


    39. Budd Dwyer, el secretario de Hacienda de Pensilvania condenado a cadena perpetua por cohecho, celebra una conferencia de prensa, se mete el cañón de una Magnum 357 en la boca y se vuela la cabeza; en el plató de En los límites de la realidad, se estrella un helicóptero, decapitando a Vic Morrow y acabando con la vida de los dos niños refugiados que le acompañan


    40. Liberta tu alma, desátala de la tiranía de las cadenas y vuela enseguida! ¡Vuela a lo lejos y deja que las casas se derrumben sobre quienes las construyeron!

    41. Vuela, caballo, vuela


    42. Como un pájaro que vuela, corrió a la cómoda y sacó las dos prendas mencionadas


    43. Como el que despierta de un sueño, Don Fernando recayó de súbito en la realidad de sus obligaciones, diciendo: «El tiempo vuela


    44. Ninguno vuela en misiones mortales


    45. –¿Sabes algo de aerodinámica? ¿No? Verás, un avión vuela gracias a la forma de su ala


    46. Por eso vuela un avión


    47. "También pueden construirse máquinas voladoras de tal forma que un hombre se sienta a media máquina y encienda algún motor por medio del cual se logre que unas alas artificiales batan el aire, como un ave que vuela


    48. A unos metros por delante de ellos, una vaca vuela hacia la izquierda, arrastrada por el tornado, y cruza el camino, literalmente suspendida en el aire a aproximadamente un metro de altura del suelo


    49. Uno vuela en diagonal por encima de la carretera


    50. –Tengo la sensación de que una bandada de cotorras vuela dentro de mi cabeza, pero por lo demás estoy bien













































    1. HAY UN DIOS, hay un mundo espiritual, hay una divinidad y una creación milagrosa, NO crees en milagros hermano mío, pues déjame decirte que los árboles, el cielo, las estrellas, el oxígeno, los pájaros que vuelan por lo alto, son un milagro; YO veo un universo espiritual, lo vivo, lo siento, lo tengo a mi lado,


    2. propone: que los multimillonarios de los farmacéuticos! Y qué pasa con las máquinas comiendo monedas, artilugios diabólicos que roban clientes a frutería, prometiendo que lo hacen, una generosa compensación a los que compran sólo tres productos de la tierra y en la postal de ganga! Sin embargo, son amantes de la tradición: al llegar a un lugar remoto, esta es la parte superior de los rascacielos colosales, conservan el gusto de llevar un sombrero de vaquero, pero que vuelan regularmente a la indulgencia rápido


    3. Que Vuelan En El Cielo, Los Animales, Y Sobre


    4. Criaturas Que Vuelan En El Cielo, Los Animales, Y Sobre Toda La Tierra, Y Sobre


    5. vuelan por encima de mi cabeza


    6. fogonazo,todo desaparece y se disipa; por el aire vuelan pedazos


    7. despiertan también los antiguos sueños,que vuelan con sus alas


    8. bastones y cuyos nombres vuelan por la barra


    9. Los demás vuelan a las armas por todaspartes; el tropel de los


    10. Los indios vuelan mas que unos

    11. Que mas vuelan los tres que unos


    12. animales invisibles que vuelan enel viento


    13. Cuando se espera lo que ha de llegar las horas son siglos; cuando seespera lo que debió llegar, las horas vuelan como segundos


    14. hacen dragones y se vuelan aldesierto


    15. bon papá de esas famosas golondrinas que vuelan eninvierno a mediodía en sus


    16. viento, se ensanchan y vuelan ó subenhasta la atmósfera superior, muy por encima de las más elevadas


    17. mariposas vuelan haciala lámpara y los pájaros de mar chocan


    18. los diez yseis años, esa clase de impresiones vuelan y


    19. El embarcadero parte del centro de un barrio, y los vagones vuelan por


    20. Nos recibió con una sonrisa: era la sonrisa desabrida y hastiada del poderoso que se dispone, una vez más, a barrer de un manotazo las moscas que vuelan en torno al edificio

    21. Vuelan a 65


    22. —Pero los cuervos vuelan todo el día


    23. Por el aire vuelan los vencejos persiguiendo mosquitos, moscas y avispas y, mucho más alto aún, se mece el alcotán atisbando pollos desorientados y gazapos distraídos


    24. Mientras vuelan la codorniz alborotadora y confusa, la perdiz gimnástica y cachonda y el chamariz minúsculo y verdigualdo, y tras considerar los sucesos, proemios y alegatos que atrás quedan circunstanciados, el viajero declara que de ahora en adelante llamará lago a cada hoyo con agua que se encuentre en la barbechera por la que camina


    25. –¡Se hace tan largo esperar y tan difícil lograrlo! Quisiera volar en seguida allá como vuelan aquellas golondrinas y entrar por aquella puerta magnífica


    26. —No se han presentado cargos en su contra todavía, pero los rumores sobre el rollo del club sexual vuelan con fuerza por toda la ciudad


    27. No corren, vuelan


    28. cuando las mariposas vuelan sobre los lagos,


    29. VASOS Y CUCHILLOS QUE VUELAN


    30. Vasos y cuchillos que vuelan

    31. LOS PÁJAROS VUELAN HACIA EL SUR


    32. —Míralos; no vuelan más que un metro por encima del agua en ningún momento


    33. Si vuelan ustedes de Seattle a Portland (Oregón), cuando el avión gira para llevar a cabo la aproximación final al aeropuerto desde el este, al otro lado de las ventanillas, justo debajo


    34. El instructor sopla al caracol para generar un silbido estridente, y en ese preciso momento las vejigas vuelan


    35. Al momento siguiente, las manos prensiles de este agente vuelan para interceptar una vejiga en rescate de otro compañero-soldado, el antiguo delegado del Congo


    36. Los proscritos políticos viajan -añadió sonriendo-, mientras que sus enemigos dominan; pero se mantienen siempre pendientes de sus esperanzas, y no bien cae el gobierno proscriptor, cuando vuelan a su país


    37. —Cierto, las noticias en esta ciudad vuelan


    38. vuelan las flautas hacia el cordelaje


    39. –Los aparatos con los que ustedes vuelan son iraníes -le interrumpió el mollah tajante, agobiado de nuevo por el cansancio y el dolor y queriendo terminar de una vez-


    40. Curan a los ciegos y a los inválidos, resucitan a los muertos, vuelan por el aire, nadan por el agua

    41. -Señora Cadahalso -manifestó con bondad el jesuita-, usted es de las que ponen en duda que vuelan los pájaros, y creerá que los bueyes se pasean por los aires


    42. Reflexiona en esto, Santiago mío; piensa en el mañana, en los años que vuelan llevándose nuestras ilusiones, llevándose la fina tez, el brillo de los ojos, la frescura de las carnes, y con esto el genio alegre que endulza la vida»


    43. —¿De las que vuelan?


    44. La imagen se oscurece a causa de la tierra y los residuos que vuelan alrededor


    45. El ventarrón lo destroza todo: vacía las mesas, vuelca las sillas y las banquetas, y los tapices vuelan por la sala


    46. vuelan en parte, y parte a las arenas,


    47. Los techos vuelan, los muros se derrumban; no todas las casas modernas tienen sótanos


    48. –Los sudarios no vuelan -contestó Wall, con una convicción comprensible


    49. que vuelan en los trajes de los muertos,


    50. En Saint Julien l'hospitalier son raras las especies animales que se libran de la matanza durante la primera cacería de Julien -que le corta las patas de un tajo a un urogallo, y mata de un latigazo las grullas que vuelan bajo-














































    1. Hay momentos en los que pienso que si mi padre no me hubiese traído a Lisboa yo sería feliz, y por ser feliz quiero decir no encontrarme tan sola con mi enfermedad como aquí, donde la adivino, la mido en el interior del cuerpo, calculo sus progresos en el hígado, en el corazón, en los riñones, me inyecto dos veces al día, si me siento mareada, en el retrete del Liceo, de modo que mis compañeras no desconfíen de nada, porque aquellas a quienes se lo conté imaginan que llevo una muerte contagiosa conmigo y tampoco a mi tía le digo nada, vuelvo del médico y ella, fingiendo que no sabe adonde he ido, Buenas noches, mi tía a la que nunca le gustó que mi padre se casase en África con una desconocida, con una mulata tal vez, sin prevenir a la familia, sin traerla primero a Portugal para someterla en Esposende a la aprobación de mis abuelos, y la única vez que vinieron se apearon sin avisar en Oporto, hicieron el resto del viaje en autobús, con mi madre en busca de Mozambique en las ventanillas, y aparecieron en casa de mis abuelos, a la hora de comer, con una maleta llena de estatuillas y de máscaras de madera, y mi abuelo, que vendía telas en un establecimiento llamado Perla del Tergal, ¿Qué es esto?, y mi abuela mientras se santiguaba Sácame de ahí la carantamaula del Demonio, Domingos, que siento la peste del infierno en casa, y era el olor de la diabetes, y mi madre a mi padre, sin hacerles caso, sin conversar con ellos, apoyada en el alféizar en busca de las traineras de la isla, mi madre, intrigada con los petreles, ¿Qué aves son ésas, Domingos?, y mi abuelo, cogiendo una jirafa de marfil, Fíjate en el bicho, Orquídea, ¿en el sitio donde vivís hay elefantes?, y mi padre Son petreles, devoran barcos hasta no dejar ninguna espuma detrás de las hélices, y mi abuela, agarrada al rosario, Huele a infierno, ya os he dicho que huele a infierno, que huele a las flores de los muertos, pásame el chal que voy a buscar al párroco, y mi abuelo, sirviéndose aguardiente, Daría diez metros de franela por toparme con elefantes al galope en el bosque, y mi tía ¿E hipopótamos, Domingos, qué es lo que hacen con los hipopótamos?, y mi padre A los petreles no les escapan ni la niebla ni el viento, devoran lo que pueden, hasta un cine ambulante que anduvo por allí se les sumió en el estómago, ¿no es verdad, Orquídea, no es verdad que no se volvió a saber nada del que manejaba el proyector?, y mi tía El cine se fue a Póvoa, Domingos, ¿dónde se han visto petreles que se lancen a picotear películas?, y mi abuelo, repitiendo el aguardiente, Sólo vi uno en el calendario de la taberna, y mi padre No picotean películas pero picotearon a tu amigo el que vendía las entradas, el que no volvió a tirarte los tejos, y mi abuelo ¿Qué?, y mi padre Que responda Orquídea, que Orquídea te hable de los sauces llorones, y mi tía Mentiroso, ojalá se te paralicen las piernas, mentiroso, y mi abuelo ¿De los sauces llorones, grosera?, y mi madre Petreles, dices tú, ¿es petreles como los llaman, Domingos?, y mi tía Yo qué sé, padre, es invención de Domingos, los aires de Mozambique le han secado la mollera, y mi padre a mi abuelo ¿No quiere venir a volar conmigo bajo la tierra?, y el párroco, atareado en bendecir el baúl y los rincones de la tienda, y cubriendo a mi madre con un crucifijo enorme, Realmente huele a infierno y a las flores de Satanás, pero no es de las estatuas sino de esa pecadora, y mi abuelo a mi padre ¿Tú vuelas bajo la tierra, muchacho?, y mi abuela a mi padre Ay has traído al demonio contigo, Domingos, y el cura, echándole agua bendita a mi madre, En nombre de Jesucristo vade retro, emperador de las tinieblas, te ordeno que liberes a tu sierva y regreses a tu reino, y mi abuela ¿Y si ella pare un hombre lobo?, ¿eh?, y mi padre a mi abuelo He volado en la mina de Johannesburgo, padre, si usted tiene un pico y quiere probar yo le enseño, abrimos un hoyo en el suelo y listo, y el cura Vade retro, y mi madre Devoran barcos pero ahora andan por encima de nosotros piando, en una de ésas nos meten en el buche, y mi abuela, lanzando cocodrilos y guacamayos de madera por la ventana, Un bebé oscuro, lleno de pelos, qué horror, un bebé que salta de la cuna para galopar por la casa, hace años, venía yo en el tren de Lamego, descubrí dos a lo lejos, a carcajadas en un pinar, el cura sujetó a mi madre por el brazo, Vade retro, y mi padre Alto ahí, no sea fresco, suéltele la mano a mi mujer, y mi abuelo Pico no tengo, ¿no sirve un rastrillo, hijo?, y mi tía Yo no me acosté con ningún hombre sobre la lona después de los espectáculos, yo no quise perder lo que sólo se sabe que se tiene cuando se pierde, lo que sólo es importante cuando deja de ser, porque cuando se tenía no existía y lo que yo tenía quedó en la arena de Esposende y es parte de las mareas y de los arbustos de la playa, y mi madre Yo no pretendo acabar a gritos, como las aves, por encima de esta casa, y mi padre al cura Si vuelve a tocarla le rompo la cara, vaya a echar su agua a otra parte, y mi abuela ¿Y el incienso, señor párroco?, si ha traído el botafumeiro échele unos humos a ella y listo, y mi abuelo Quien dice rastrillo dice cualquier cosa que agujeree, una pala, una hoz, unas tijeras, ¿lo que hay que hacer es cavar un foso, no?, y mi tía Nunca lo he visto con la cabeza descubierta, nunca lo he visto desnudo, pero me falta su aliento en los oídos, me faltan sus dedos, me falta la paz de después y el mar que bate en mis huesos en los peñascos y yo no quería, padre, yo no quería, yo quería y no quería, yo quería, yo no quería querer y quería, yo fui a Póvoa a visitarlo y el acomodador Hay aquí una moza que te busca, Claudino, y él al empleado Yo a ésa no la he visto en mi vida, dile que es un error, hombre, y el acomodador a mí Él no la ha visto en su vida, y yo sin el valor de hablar, yo sujetándome las horquillas del pelo sin darme cuenta de que me sujetaba las horquillas del pelo, y el cura, salpicando con agua bendita a mi padre, Yo no he tocado a su esposa, señor, he venido a exorcizar al Príncipe del Mal, y mi abuelo, a martillazos en la tarima, ¿Es necesario ir muy abajo para volar, Domingos?, y mi tía Pero me quedé hasta el final de la película, y cuando las personas salieron y el acomodador apagó las luces allí dentro, cerró la puerta con candado, puso cerrojo a la taquilla y desapareció por las calles de la ciudad, cuando el dueño del cine bajó los escalones desde la cabina allí estaba yo, a que era un error, a que él no me vio nunca en su vida, mirándolo, sin reproches, sin pegarle, sin llorar, mirándolo, y él ¿Qué pasa?, y yo, Sólo quería que me devolvieses lo que me quitaste en Esposende para poder irme, y mi madre, acostumbrada a los cocoteros de la playa, Los petreles se comieron las traineras, qué pena, y mi padre a mi abuelo, Con unos diez o quince metros alcanza que después cogemos el ascensor de la mina, y el viejo a mí, en la cervecería de los camioneros que recobraban fuerzas para el Alentejo, pedía, sonándose, otra infusión de limón, posaba su palma sobre la mía, la retiraba, la posaba otra vez, el viejo componiéndose sus pocos pelos con la mano libre, La señorita aún no ha respondido a mi pregunta, al fin y al cabo ¿se casa conmigo o qué?


    2. Si vuelas sobre cualquier parte de Manhattan y señalas un rascacielos, cualquier rascacielos, tienes todas las probabilidades de que una de las corporaciones del último piso sea propiedad de una compañía filial que es subsidiaria de un conglomerado dirigido por un consorcio del que es principal accionista C


    3. —Baja ese objeto con el que vuelas aquí mismo, en los terrenos del palacio—me invitó—; yo haré que lo despeje todo el mundo


    4. Si le dices a alguien que eres un pacifista, a los diez segundo inventa una situación en la que millones de personas morirían sufriendo de una horrible agonía, y violarán y torturarán a todos tus seres queridos, si no le vuelas la cabeza a alguien


    5. –¡Sí lo eres! ¡Pero si ni siquiera vuelas con la compañía Qantas porque dices que no tiene clase!


    6. Viajé hacia el norte y me metí en Hogwarts con la forma de perro… He vivido en el bosque desde entonces… menos cuando iba a ver el partido de quidditch, claro… Vuelas tan bien como tu padre, Harry… -Miró al muchacho, que esta vez no apartó la vista-


    7. «El tiempo pasa más deprisa cuando vuelas», había dicho el viejo Dor


    1. En su glorioso reinado tomó su país ese vuelo, quehasta el siglo XVII hizo de la monarquía española una de las máspoderosas y brillantes de Europa; y como los sucesos políticosimportantes tienen tanta influencia en el desarrollo de la cultura y delingenio nacional, no es extraño que los españoles sintiesen nueva y másvigorosa vida, y se pusiesen al nivel de los notables sucesos de estaépoca


    2. Parece, no obstante,que Gil Vicente fué el primero que ennobleció este género de poesía,elevando su vuelo, y comenzó á operar la transición de los misterios ymoralidades de los siglos medios en las composiciones posteriores, que,con el nombre de autos, llegaron á ser uno de los principales elementosdel teatro español


    3. pero del más alto vuelo


    4. Lo sé, no conviene echar las campanas al vuelo


    5. Durante el trayecto, que hicimos a pie, en un momento en que cacé al vuelo la


    6. desaparecer, por lo que Evgueni y su estado mayor tendrán que alzar el vuelo en busca de un


    7. otra, alzaron el vuelo y se fueron bordoneando, al tiempo que los negros automóviles del


    8. pesado, alguna turbulencia en el vuelo


    9. es un pájaro en vuelo, y escarlata


    10. e) De lo anterior se deducen las razones por las culaes sólo ciertas características que se refuerzan son las que transcienden como una interpretación qeu puede que no pase a más, o que puede que no pase a más, o que tome vuelo si adquiere el carácter de noticia

    11. Haciendo un mundo de ensueño para el Buidshee para cuando la nave estaba en vuelo ocupaba la mayor parte de los bancos de memoria de la computadora


    12. Más interesado en la estimulación mental generado para ocuparlos durante el vuelo Buidshee deslizó lentamente de la realidad


    13. La mirada del joven revoloteó por laestrecha cavidad del cuarto, como si siguiera las curvas del vuelo deuna mosca, y fue de la mesa a la percha en que pendían aquellos moldesde sí mismo, su ropa, el chaqué que reproducía su cuerpo y lospantalones que eran sus propias piernas colgadas como para que seestiraran


    14. Corrieron siguiendo la dirección del vuelo del moscóndiciendo á la par:


    15. Pero aquéllas que el vuelo refrenaban


    16. religión es en Luciana un vuelo del alma hacia lasalturas


    17. He conquistado la posición erecta Por qué debo conquistar el vuelo? *** La belleza de la vida


    18. imaginación, que la detendrían en su insensato vuelo; necesitaba, en fin, que el hombre no


    19. el hueco de lossurcos, para alzar el vuelo a la alarma más


    20. temor ninguno,con las alas abiertas de par en par, alzóel vuelo casi entre las

    21. vuelo y hendiendo con su auxilio las zonas inexploradas de laconciencia y del alma


    22. ponderado equilibrio entre lasemociones del corazón y el vuelo de la mente


    23. igualmente; cada tero, cada chimango, tienepersonalidad en su vuelo; cortan el aire y


    24. la candorosa expresión de los afectos, ni alzaba en pos de sí lasinteligencias, tendiendo el vuelo


    25. vuelo, entre vivas yaclamaciones, y atronando el aire a tiros de cuantas escopetas


    26. campanas á vuelo en el punto P, y han entradomuchos prisioneros; los enemigos se han


    27. susnociones al vuelo, en enciclopedias y diccionarios,hay siempre una diferencia que no se


    28. entónces será precisocortar el vuelo á la imaginacion, amortiguar lossentimientos de admiracion


    29. talle de labordadora, lanzándose con ella en raudo vuelo por la


    30. en aquel lapso detiempo habían posado su vuelo en la villa? Un

    31. el vuelo por los aires,confundiéndose, hacia el confín del


    32. de tan grande silencio, quehubiérase podido oír el vuelo de un


    33. alto quelevantasen el vuelo mis imaginaciones, terminaban por herirse las alasen ese monumento


    34. vuelo blanco de lasgaviotas, cuando los primeros rayos del sol ruborizaban las torres deNuestra


    35. pudrían a su lado bajo el vuelo de los moscardones


    36. emprendiendo luego el vuelo hacia la parte de Saint-


    37. Pantaleón se alzaba de golpe con raudo vuelo a las esferasmás altas del


    38. entre lamultitud, y ve que su espíritu emprende el vuelo con la


    39. imaginación arrastrada en el sublime vuelo de tu musa,


    40. Habían atravesado en raudo vuelo el éter, y

    41. Ya que no por el rápido vuelo de la inteligencia ypor la pronta energía de la


    42. de alto vuelo el primero; el segundo,soldado


    43. el vuelo es la vida de los pájaros


    44. tienen el nido amuchos centenares de leguas y levantaron el vuelo deslumbrados por


    45. elevado lugar de reposoa las aves de alto vuelo; en cuyas ramas


    46. Era unabandada de patos que había levantado el vuelo


    47. trapera marcha sola y silenciosa;su paso es incierto como el vuelo de la mariposa:


    48. representación delseñor de Grèbe tomaron tal vuelo en los


    49. pájaro sin sesolevantó el vuelo para siempre acariciando con los


    50. fueron muydistintas, y sus ideas, levantando el vuelo,











































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    volar in English

    fly blow

    Sinônimos para "volar"

    surcar planear revolotear alzarse elevarse cernerse apresurarse acelerar reventar deflagrar romperse saltar explotar detonar