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    Utiliser "comprobar" dans une phrase

    comprobar exemples de phrases

    comprobaba


    comprobaban


    comprobabas


    comprobado


    comprobamos


    comprobando


    comprobar


    comprobábamos


    comprobé


    comprueba


    comprueban


    compruebas


    compruebo


    1. La policía, que había cerrado las puertas del edificio, comprobaba las identidades


    2. —Sí, eres un buen representante de tu tribu, Tooqui —Luminara asintió distraída mientras comprobaba que las provisiones estaban bien atadas al lomo de su suubatar—


    3. Después del ingreso de la mañana, que dirigía él mismo; después de estar vacunados los enfermos y sacados los bubones, Rieux comprobaba de nuevo las estadísticas y volvía a su consulta de la tarde


    4. Y no fue la idea de la prisión lo que logró detener a aquellos desgraciados, sino la certeza que todos tenían de que una pena de prisión equivalía a una pena de muerte, por la excesiva mortalidad que se comprobaba en la cárcel municipal


    5. Comprobaba, con más evidencia a cada instante, que la pintura como medio de expresión me dejaba completamente insatisfecho, no encontrando manera de meter en un cuadro todo cuanto en la imaginación me hervía


    6. Llegaba a un restaurante y veía a todos aquellos tipos tan serios e importantes, con mujeres espléndidas, vestidas de superlujo, pero al cabo de un rato les miraba las caras, comprobaba su mortal aburrimiento y comprendía que tenían la oreja puesta a cualquier chorrada que soltara mi Luna y dispuestos a cambiármela al instante


    7. De vez en cuando se detenía para escuchar, y con gran alegría y comprobaba que el ruido de la cascada se hacía cada vez más intenso


    8. Los recorría con el índice y el pulgar y después comprobaba que no se hubieran movido de su sitio


    9. Interrogó a los indios que encontró acampados en aquellas landas, y, comprobaba por las referencias de los naturales del país la existencia del manantial milagroso, se lanzó audazmente al interior, descubriendo así el continente americano; pero no el agua con la cual se prometía una eterna juventud


    10. Entretanto, Jonás comprobaba con desesperación los fusibles del vehículo, y vio cómo la hembra se liberaba de la trampa a sacudidas

    11. –No si se bebe con moderación -puntualizó Sondra mientras comprobaba otra vez su equipo-


    12. Mientras la Defensa Aérea comprobaba los emisores de identificación electrónicos de todos los aparatos de la región con sus indicadores visuales de radar para asegurarse de que no había intrusos, Orlov sabía que era el 76T procedente de Berlín el que había causado la interferencia


    13. —Yo también pienso —dijo Ciri, mientras comprobaba con el dedo la temperatura del agua de la caldera— que es una exageración lavarse todos los días


    14. —¿Cree que pudo ponerle el ácido en el bolsillo? —Podría haberlo hecho—, mientras comprobaba las correas del asiento


    15. Vic comprobaba los pasillos, esperaba a que estuvieran despejados y luego me hacía señas como un poseso


    16. A continuación, yo cruzaba el pasillo a la carrera y me agachaba en una esquina, mientras Vic comprobaba el pasillo siguiente


    17. El médico tenía cogida la muñeca del Khan y comprobaba su pulso una vez más


    18. Esa tarde le pedí a mi hermano Jorge, ocupado en alimentar a los periquitos, que me llevase a Queluz a observar el río, él respondió, mientras cambiaba el alpiste de los nidales, los barría con un cepillo y comprobaba los huevos, que mi padre me prohibía salir del desván, pregunté por qué y él sacudió la cabeza sin hablar, balanceando un saquito de granos con el extremo del brazo


    19. La policía comprobaba cuidadosamente las credenciales de todos los que se presentaban; no había en ello nada de extraño, de no ser por el hecho de que a algunos de los periodistas se les pedía que se quitaran los gorros o sombreros


    20. Todas aquellas personas a las que se comprobaba tenían dos cosas en común: eran hombres y eran altos

    21. Comprobaba una vez más su aspecto en el espejo de cuerpo entero cuando entró Victor en la habitación


    22. Comprobaba la salida de emergencia cuando ambos entraron en la cafetería, tomaron asiento en la barra, sonrieron a la camarera y ni se dignaron mirar hacia donde estaba


    23. Stephen le presentó a Jean-Pierre y ambos se pusieron a charlar mientras el dueño de la casa comprobaba los detalles de la mesa


    24. Cruzando ambos cuadros se comprobaba una coincidencia: en cada una de las láminas que contenía alteraciones respecto a sus otras dos supuestas gemelas se daba también una alteración en las iniciales correspondientes al invenit


    25. Y lo que es más, si los compuestos de uranio se separaban de los minerales y se refinaban hasta un grado elevado de pureza, la radiactividad de esos compuestos de uranio se comprobaba que era baja, tan baja como en realidad podía ser


    26. Pitt guardó enseguida el tren de aterrizaje y prestó atención al sonido de los rugientes motores, al tiempo que comprobaba los indicadores de la velocidad y el par de torsión, complacido porque la destartalada y ruidosa antigualla lo llevaría a donde quería ir


    27. Todos estaban ocupados en ajustarse los reguladores de respiración y en sujetarse las correas de los tanques de aire; cada hombre comprobaba el equipo de otro y se aseguraba de que las válvulas y las correas del tanque estaban en su posición correcta


    28. Quince minutos después, al abrir la puerta, salía el humo como vomitado por una chimenea, dispersándose y formando volutas a los acordes de la música -generalmente Pink Floyd o Yes-, que Trip dejaba en marcha mientras comprobaba el motor y sacaba brillo el capó (ya que éstas eran las razones que alegaba para sus viajes al aparcamiento)


    29. Mientras él comprobaba que la puerta estuviera bien cerrada, yo examiné a Steve


    30. –Esa es la idea -dijo Linda Sue, impasible mientras comprobaba la munición del arma

    31. –¡Bah, infeliz! – dijo a su vecino, un dependiente ocupado en embalar guantes por docena que comprobaba unas etiquetas-


    32. Al anochecer del 17 de julio, Francis Portal, un oficial compañero suyo, estuvo hablando con Whistler mientras se comprobaba por última vez el perfecto funcionamiento de los motores de los tanques


    33. La posición de Helena parecía tan sombría como si se hubiera unido a un bebedor o a un mujeriego: debía de haberse convencido de que todo cambiaría bajo su influencia, pero ahora comprobaba que nunca lo conseguiría…


    34. Tenía decenas de millones de suscriptores registrados y cada uno de ellos podía contar con hasta ocho nombres diferentes de usuarios, para amigos o familiares, y durante un tiempo fue habitual que un gran porcentaje del mundo que miraba las cotizaciones en bolsa, engañaba a otra gente en los chats, leía los últimos cotilleos de Hollywood, compraba cosas, comprobaba el pronóstico del tiempo, escribía o recibía correos electrónicos o se descargaba porno suave de la red lo hiciera vía Horizon On-Line


    35. Lo he estado vigilando mientras él comprobaba el ordenador de la víctima —miró a Anderson—


    36. Mientras comprobaba el almacén en busca de Nolan, el joven policía continuó


    37. El guardia comprobaba el número de la placa introduciéndolo en una base de datos


    38. Capa comprobaba el material, al trasluz de la lámpara, marcando las mejores imágenes de sus negativos con una cruz, el ojo pegado a la lupa del cuentahílos


    39. Thomas se hallaba inclinado sobre la furgoneta y comprobaba las provisiones


    40. –Dejadlos -ordenó el hombre, que comprobaba el número de la matrícula-

    41. Onelia comprobaba medrosa el vacío del merendero


    42. Sebastián comprobaba el cuello vacío de su camisa mientras el hombre abría la cazadora para mostrarla perfectamente anudada en el suyo


    43. Sebastián comprobaba que todo estaba en orden


    44. Sebastián comprobaba en la cercanía la lividez artificial de su rostro, el amarillo que tiznaba su frente con un maquillaje apresurado


    45. Olivio le llamó desde la carretera cuando él comprobaba que el parabrisas no estaba roto y que en las cercanías no había señales de Teyo


    46. Por cierto que yo comprobaba ahora desde mi escondrijo, mirando mejor, que no trabajaban con tanta calma, sino más bien con extremo esfuerzo; estas patas movidas en apariencia con tal seguridad, temblaban a cada paso en interminables palpitaciones; rígidos, como desesperados, se miraban unos a otros, y la lengua, una y otra vez dominada, tornaba también una


    47. Turcotte vio que Prague comprobaba su situación con un GPR, un aparato que servía para la localización en tierra


    48. –Tendré uno en cuanto lleguemos allí -dijo Turcotte mientras inspeccionaba los cajones que había bajo la consola y comprobaba el equipo que allí se guardaba


    49. En ese momento, cada miembro de la tripulación comprobaba el correcto funcionamiento del equipo y del sistema de transmisión de datos al CCI en Glendale


    50. James se sentaba en una silla, junto a la cama, muy cerca de su hermano, mientras un doctor comprobaba el corazón de Thomas










































    1. Cada uno tenía junto a él, apoyados contra la empalizada, el escudo y una docena de jabalinas, y los arqueros comprobaban, nerviosos, las cuerdas de sus arcos


    2. El comandante Henson nadó alrededor de él durante cinco minutos, mientras se comprobaban los aparatos, se ajustaba el cinturón de lastre y se probaba el transmisor de sonar


    3. Se produjo otro prolongado silencio mientras los tres hombres que ocupaban el despacho Oval comprobaban las preguntas que habían preparado tan minuciosamente


    4. Piggott quedó bajo custodia mientras se comprobaban susmovimientos; luego se certificó su locura y se le encerró en un asilo de Bow


    5. En el mundo rojo y seco de Kakrafún, en medio del gran desierto de Rudlit, los técnicos de escena comprobaban los aparatos de sonido


    6. El sub-éter zumbaba con las comunicaciones de los técnicos de escena, que comprobaban los canales de los altavoces, y eso era lo que se transmitía al interior de la nave negra


    7. Los agentes, que trabajaban en equipos de tres, comprobaban sistemáticamente cuadrado tras cuadrado, midiendo, sondeando, cavando, prestando especial atención a las zonas donde habían encontrado fosfato


    8. Repararon en él enseguida, y fue extendiéndose el silencio entre los bravucones que bromeaban a voces, los soldados que hacían estiramientos y las mujeres que comprobaban una y otra vez sus hojas


    9. Las mamás se habían puesto guapas, y los papas comprobaban las baterías de las cámaras de vídeo


    10. Lo tuvieron varios días preso, mientras comprobaban que no estuvo en la conspiración

    11. Don Sinibaldo se lo echó al bolsillo, sujetó el maletín con firmeza y se dirigió a la mesa del control de Milicias Antifascistas, que volvían a hurgar en los equipajes de los viajeros y comprobaban que el aval de salida estuviera debidamente estampado en sus pasaportes


    12. Karch pensó un rato en qué hacer y decidió que probablemente Renfro sería de los que comprobaban el buzón después del cierre para evitar resultar familiar a los empleados


    13. Mientras el comisario jefe y lady Vy comprobaban los daños in situ, se escuchó un ruido en la puerta del dormitorio


    14. Se dieron la mano y los dos jóvenes salieron corriendo hacia su coche chocándose las manos mientras comprobaban sus autógrafos


    15. Inspeccionaban las tablas de la cubierta para ver si la presión del hielo había conseguido romper el sólido casco del barco, pero siempre comprobaban, aliviados, que gracias a la adecuada inclinación de los flancos, el hielo no había podido empujar sobre ningún punto firme


    16. Las chicas de alterne, ante los espejos, comprobaban el efecto de su atractivo


    17. Las grabaciones habían sido efectuadas mientras los instrumentos de la Disciplina comprobaban los datos del Anillo de Humo a corto alcance


    18. Cuando fue la hora desperté a miss Mary mientras los porteadores de armas sacaban de debajo de las camas el rifle de ella y mi fusil grande y comprobaban cartuchos y municiones


    19. Mientras en la sacristía los técnicos preparaban las cámaras de las distintas televisiones, los fotógrafos comprobaban sus máquinas y los reporteros hacían lo propio con sus grabadoras, el comisario y el párroco charlaban animadamente, pero en voz baja, en uno de los rincones


    20. Poco antes, Fuencislo Raventós y el propio Jáudenes comprobaban que el piso del cocinero había sido objeto de un registro en toda regla

    21. Habían repasado aquella información una y otra vez mientras comprobaban los planes e instalaban el equipo


    22. Comprobaban los cascos de uno en uno


    23. Sus hombres comprobaban los productos procedentes del Gran Sur y les aplicaban las tasas, en función del baremo impuesto por la Doble Casa Blanca -El Ministerio de Economía y Finanzas-


    24. Luke y Lando pudieron ver cómo Han y Chewie se instalaban en los asientos de la cabina, comprobaban los interruptores y activaban los controles


    25. Mientras recuperaban gradualmente los sentidos, se sentaban y comprobaban cuál era el estado de los demás; uno por uno fueron dándose cuenta de que estaban rodeados por veinte pequeñas y peludas criaturas; todas llevaban suaves capuchas de cuero y esgrimían pequeñas lanzas


    26. En apoyo de esta declaración, Ben Raddle sacó de su portadocumentos los títulos que comprobaban sus derechos de propiedad


    27. Habían podido comprobar por sí mismos que el frío no era excesivo, y ahora comprobaban que la primavera se manifestaba con una precocidad y una generosidad que no siempre se encuentran en las tierras más al ecuador


    28. Se comprobaban también las raciones por si se estropeaban y se las reemplazaba antes de que fueran incomibles


    29. Se apartaban unos pasos de las demás, comprobaban el móvil o se inclinaban hacia el pequeño scooter negro en torno al que se apiñaban


    30. Como hormigas cabizbajas, sabias y eficaces, los hombres comprobaban el recorrido de la cadena, cerraban las escotillas de carga, conectaban la giroscópica, las correderas, los guindolas, luces de bengala, copletes, el radar

    31. Los dos líderes comprobaban algo en un papel, intercambiaban impresiones como dos médicos llamados a consulta y no se dieron por aludidos cuando Gastein se colocó entre ellos y el pabellón hablándoles en inglés en un tono de voz que quería ser mesurado


    1. El logo era una imagen que, vista desde lejos, parecía una célula del cerebro, una neurona, pero si te acercabas, entonces comprobabas que en realidad era un mapa de A Coruña y que las prolongaciones de la neurona no eran tales, sino calles de la ciudad


    1. eso está comprobado, y las neuronas no se reproducen, al principio tienes un montón,


    2. - Un ejemplo de la "politización de la formación política" es su inserción en la disputa ideológica de los partidos, tal como queda comprobado y documentado en numerosas controversias en torno a los libros y planes de estudio para la instrucción política en diferentes regiones alemanas


    3. que también parece comprobado, es que la señora Bonnivet, sutía, era portera en la


    4. los registros de infrarrojos han comprobado la existencia de


    5. sobretodo, elconocimiento general que nos ofrece la historia del arte, comprobado


    6. hecho comprobado por la experiencia


    7. De estaexplicacion resultará comprobado con cuánta


    8. Y siendo su negocio comprobado,


    9. señorita Helouin que se habían comprobado con lacasualidad,


    10. Había comprobado que su marido, el marqués, era elamante de su madre, y ella quería vivir

    11. Cuando hubo comprobado que en ellas no había ningún ser viviente, ordenó el teniente Clyon:


    12. Será después de que haya abrazado a su hija y haya comprobado que la lesión de su pierna ya no la obliga a cojear, y después de que Elvira haya preguntado por su abuelo y Amalia le informe de que se encuentra bien:


    13. En el siglo de Hitler, hemos comprobado que los locos son capaces de hacerse con el control absoluto de estados industriales modernos


    14. He comprobado los horarios de vuelo


    15. En cuanto al público, también los hombres de Burdeos se mostraban muy satisfechos al haber comprobado, según decían, «la gran elocuencia de unos ojos negros y de una bella sonrisa»


    16. Las relaciones interpersonales tienen una incidencia mucho mayor que el clima en los índices de felicidad -está comprobado que los habitantes de Sicilia no son más felices que los de Groenlandia-


    17. Se ha comprobado que los no videntes que han recuperado la visión ven los objetos que han podido tocar o palpar con mayor precisión que los ajenos a su contacto táctil


    18. Se ha comprobado, repetidas veces, la importancia de la comunicación visual en los primates sociales


    19. ¿Son las compensaciones que aportarán, en las sociedades diezmadas por la pobreza, los menores que se traen a un mundo nefasto para una gran parte de ellos, cuando alcancen la edad laboral? ¿O son, por el contrario, en las sociedades más desarrolladas, la reducción en los niveles de aversión y tristeza que provoca el altruismo? Es cierto; se ha comprobado que las conductas altruistas, como sería el caso de dar la bienvenida a un recién nacido, provocan una mejora del estado de ánimo


    20. Los investigadores han comprobado que este animal puede permanecer sin comer durante un año —el resto de su vida—, tras alimentarse durante dos semanas exclusivamente de las algas

    21. —¡Oh! Desde entonces he viajado, visto países y comprobado que existe en ellos poquísima igualdad


    22. —Lo he comprobado personalmente


    23. El señor Kong dijo que había comprobado los hechos


    24. Dijo que había comprobado un obituario con resultado negativo: estaba seguro de que Dick Contino seguía vivo


    25. Lo he comprobado


    26. He comprobado sus explicaciones con mi


    27. Me replicó que era una simple deducción, ¡como el propio Sherlock Holmes, caramba! No obstante, tengo entendido que en un cable a Nasby lo dio como hecho comprobado


    28. -Está comprobado por las declaraciones de la cocinera y las demás sirvientas -dijo Sugden


    29. Sólo vi una enorme colina de arena y si hubiese dispuesto de algún instrumento para hacer una excavación, lo habría comprobado


    30. Supongo que habrán comprobado la coartada

    31. No obstante, yo he comprobado que funciona perfectamente


    32. —¿Ha comprobado sus declaraciones?


    33. Por lo que oyó, Roran había llegado a la conclusión de que Edric era un dirigente competente —si no fuera así, Nasuada nunca lo hubiera puesto al frente de una misión tan importante—, pero tenía una personalidad brusca y desagradable, y reprendía a sus guerreros por la menor desviación de las costumbres establecidas, cosa que, para su disgusto, Roran había comprobado en tres ocasiones distintas durante su primer día con él


    34. Los privilegiados que han comprobado su efecto, van por el mundo comentando sus virtudes y así se ha extendido la fama de Carmen más allá del horizonte


    35. Señor Presidente: Días atrás una persona comunicó a un sacerdote, bajo secreto de confesión, tener conocimiento y haber comprobado la existencia de varios cadáveres que se encuentran en un lugar cuya ubicación le proporcionó


    36. En ese punto Blanca apoyó a su padre, porque había comprobado en carne propia los resultados de una mala preparación académica para enfrentar la vida


    37. Se ríe porque se siente contento de haber comprobado una vez más que su nuera está en el bote, la tonta del bote


    38. El no lo había comprobado personalmente, pero la idea era interesante


    39. En la FEN, o Red del Lejano Oriente, la información no circulaba con fluidez en los últimos días, lo había comprobado personalmente


    40. –Tengo un contacto en la CIA que lo ha comprobado

    41. Cuando Osipow hubo comprobado que los mandos, el motor y el aire funcionaban, Rydman le dijo a George que entraran


    42. Comprobado eso, chequearon el directorio de la computadora para confirmar que el emisor era, en efecto, su adjunto Kim Koh


    43. Por consiguiente, se trata de un hecho comprobado


    44. Sin embargo ya debía de estar preparado: había comprobado bastantes veces que causas y efectos pueden trastocarse


    45. Se ha comprobado esta teoría provocando explosiones subacuáticas y fotografiando los resultados desde un satélite


    46. –¿Habéis comprobado bien el margen de seguridad?


    47. Ya estaba comprobado que Scuick obtenía gran parte de su oxígeno del aire existente en Puerto Lowell y que parecía sentirse a gusto con él


    48. Eso lo he comprobado muchas veces


    49. Mientras inventaba platos, ni siquiera había comprobado si Hood le servía aquellos comestibles, pero ahora vio todos los platos que había pedido, formando una pila tan alta que amenazaba con derrumbarse y poner a flote el arca en un pestilente mar de carnes, dulces y estofados


    50. Pero no puedo verdaderamente opinar con respecto a él mientras no haya comprobado la segunda parte de su aserto"













































    1. transcripción y comprobamos que era cierto


    2. y la ciudad no había sino cristal y que los distintos pisos flotaban en el aire, comprobamos que


    3. con el tiempo comprobamos que los sujetos humanos


    4. Si estudiamos sin prejuicios al hombre, así por el examen objetivo de nuestros semejantes como por la introspección, comprobamos en él la existencia de un cuerpo análogo al del animal, una sustancia física que es posible palpar y someter al análisis anatómico y al químico


    5. Sólo una vez comprobamos que alguien había seguido senda tan peligrosa antes de nosotros


    6. Estuvo a punto de desmayarse cuando comprobamos, sin ningún género de dudas, que alguien había estado enredando con los papeles


    7. Comprobamos la orden de salida o llamamos a mantenimiento


    8. –Bien, ¿qué os parece si lo comprobamos por nuestros propios medios? – propone Jillian, abriendo la puerta y dejando que entre una corriente de aire helado


    9. Al acercarnos comprobamos que las puertas laterales estaban abiertas, y nos detuvimos para atisbar dentro


    10. Y comprobamos con horror que los «Herrera» existentes en Yucatán se contaban por cientos

    11. Tras una hora de minuciosa búsqueda entre polvorientos libros y legajos, comprobamos con desolación que habíamos perdido el tiempo… una vez más


    12. Comprobamos los antecedentes de todo el mundo antes de admitirles


    13. Cuando frenamos, comprobamos que muchos se habían quedado sin fuerzas de tanto reír


    14. Nos detuvimos a distancia, y comprobamos con alivio que el pueblo estaba en calma, en torno a mediodía, con sus hilillos de humo alzándose desde las chimeneas de las casas donde se cocinaba a esa hora


    15. Comprobamos todos los contenedores del callejón


    16. Es el día en que comprobamos lo que vamos recibiendo


    17. Cuando lo hacemos, comprobamos que una proporción exageradamente creciente de dichas relaciones tienen cinco años de antigüedad a lo sumo y, a veces, incluso menos de un año


    18. Cuando lo comprobamos estaba totalmente limpio


    19. Tocamos el timbre de una casa vieja en una calle del centro, nos abrió un hombre vestido con bluyines y comprobamos con profundo alivio que llevaba un collarín de sacerdote


    20. Lo que eso significaba para nuestra propia fuerza, lo comprobamos al día siguiente, cuando la flota espartana fue avistada intentando cruzar ante la isla

    21. Siempre comprobamos el número de admisión una vez más antes de que se lleven la camilla


    22. Al alcanzar el paseo comprobamos que las calles estaban prácticamente desiertas


    23. Lo comprobamos todos los días, hasta en los discursos de los fanáticos y los políticos


    24. Controlamos lo que vendía en el mercado y comprobamos cuánto declaraba


    25. Cuando nos aproximamos comprobamos que el barco era una especie de carraca caduca y destartalada, a mitad de camino entre el lugre y el bergantín, algo más bien ruinoso, uno de esos cascos siempre en vísperas de hundirse y sin embargo infatigables, que arrastran de puerto en puerto su armazón devorada por la taraza y osificada por la segregación calcárea de varias capas de conchas


    1. segunda remodelación física comprobando que son mucho


    2. comprobando Nhara Rhuen y con los muchos destellos que


    3. seguido comprobando la aparición de distorsiones


    4. cuyas noticiasse fueron comprobando con los descubrimientos


    5. Puedo ayudarte comprobando la identidad de los… hombres que encontremos


    6. Estaba ajustando el lente y comprobando el velocímetro


    7. Pero años después el Colegio investigó, comprobando que no eran amigos, ni menos periodistas


    8. Gracias a investigaciones muy recientes se está comprobando que la información canalizada a través del tacto y, por lo tanto, del contacto físico es primordial


    9. Se entretuvo comprobando mientras tanto qué naves estaban siendo reparadas y cuáles eran sus averías y luego se puso en contacto con el mercado de la estación, disponiendo que le entregaran unos cuantos artículos mediante los recaderos del muelle


    10. Algunos la reconocieron pese a ir vestida con sus pantalones azules, mientras hacía una breve ronda por entre las conexiones que los técnicos mahen estaban comprobando concienzudamente

    11. –Era Dennis Wilson -digo yo, en voz muy alta, comprobando el agua


    12. Poirot me hizo reconstruir la escena de la noche anterior, escuchándome con mucha atención y comprobando la posición de las diversas tazas


    13. —¡Dios santo! ¡Son los movimientos del otro los que está comprobando!


    14. Que habían estado construyendo una imagen que era en parte ilusoria, pero comprobando ahora, cuando al fin se reunían, que milagrosamente la ilusión y la realidad eran idénticas


    15. Se acercó a Hossein y le puso el oído sobre el corazón comprobando que latía; luego revisó la herida


    16. —Lo he estado comprobando justo antes de que llegara usted


    17. Orik asomó la cabeza y luego entró con cuidado, comprobando que el suelo resistiera bajo sus pasos


    18. Unos a otros se contaban su drama particular, comprobando que todas las desgracias eran similares


    19. Nuestros espíritus siempre estarán juntos, Dil Bahadur -explicó el lama, comprobando, con cierta sorpresa, que él mismo no era impermeable a la emoción, porque se había contagiado de la tristeza de su discípulo


    20. Sin ponerse de acuerdo se demoraron en las duchas hasta que todos los demás se fueron y entonces, todavía desnudos, se colocaron delante del espejo y se observaron mutuamente, comprobando que ninguno de ellos tenía huellas visibles de lo ocurrido

    21. Entre breves sueños, Hood también miró el reloj de cuenta atrás comprobando que se acercaba la hora de evacuación que habían establecido para la misión de Striker en la tundra siberiana


    22. Una vez se hubo puesto su traje de presión -su última línea de defensa- y penetrado en el interior de la cápsula, Poole pasó diez minutos comprobando los mandos


    23. Uno tras otro, fue comprobando los circuitos en el tablero


    24. Yarpen rebufó, se limpió la nariz con la manga y se inclinó en el pescante, comprobando que Wenck no cabalgaba demasiado cerca


    25. Me pasé todo el día comprobando y volviendo a comprobar el correo electrónico, y el siguiente, y luego en Navidad, en cuanto pude escaquearme de la entrega de regalos


    26. El mollah Hussain se encontraba sentado con las piernas cruzadas sobre su colchón, comprobando el funcionamiento de su «AK47»


    27. Sharazad se encon traba delante del largo espejo de su cuarto de baño, desnuda, exami_ nando el perfil de su estómago, comprobando si ya tenía una mayor redondez


    28. McIver ajustó el volumen de sus cascos, pulsó la «Puesta en Marcha» del número dos, comprobando los depósitos de combustible y los instrumentos mientras hablaba


    29. algo entre dientes, miró a su alrededor y fue de un lado para otro comprobando las existencias y los bienes de la lamilla Albrizzi


    30. Tras lo cual, en una casita próxima al edificio en que residía Sila, estuvo ansiosamente supervisando a los atareados cortadores de vellón, viendo la cocción, examinando cadáveres y riñones, comprobando él mismo la temperatura del agua y las medidas de la grasa, y volviendo locos a los criados con sus observaciones

    31. Escudriñaban hacia abajo, comprobando toda la zona


    32. Está en la cocina desde las seis de la mañana, comprobando personalmente la preparación de la comida que se servirá en el banquete de esta noche


    33. –No; sólo estaban comprobando el valor de las alfombras


    34. Diré también [123] que mis suegros y toda la familia me quieren entrañablemente, viendo y comprobando con diarios ejemplos que hago feliz a la niña


    35. cuando salga usted de aquí, me gustaría seguir comprobando que usted y su hijo se encuentran bien


    36. Disimuladamente cogió el planificador diario que tenía en el escritorio, lo miró como si estuviera comprobando una fecha y luego lo puso encima de los sobres que tenían el nombre de Lilly escrito


    37. Estaba haciendo cálculos, comprobando fechas


    38. A medida que van creciendo se va manifestando y comprobando su superioridad, y con toda naturalidad irán asumiendo las riendas de todo cuanto hay, Gobierno, Cátedras, Dirección de Empresas y Organizaciones, porque su vastísimo conocimiento señalará los errores “al más pintado”, como decimos por aquí


    39. Hasta que los buceadores comenzaban a trabajar, el controlador de la campana era un hombre muy ocupado, la tarea requería concentración y rapidez de reflejos, al mismo tiempo que iba soltando los cables, tenía que ir comprobando las válvulas de presión y el lector digital de porcentaje de oxigeno, además estaba en constante comunicación con cada uno de los buceadores y con la estación de inmersión de la superficie para tener las manos libres contaba con unos auriculares que incluían un micrófono junto a la boca


    40. Observaba las nueve láminas y el círculo, comprobando misteriosas correspondencias entre éste y aquéllas

    41. Regresó a la zona central del laboratorio, donde Shirley y Helene habían estado comprobando el estado de los cultivos


    42. Pasó la mañana comprobando las muestras —sometida al ácido nítrico y al carbonato de potasa, la presencia de copos amarillos delató la mezcla adulterada— y el resto del día escribiendo cartas a los corresponsales, a los bancos y al agente norteamericano relacionados con el asunto


    43. Efectivamente, a medida que los astrónomos fueron comprobando las masas de diferentes estrellas, fue resultando que las de mayor masa eran casi siempre más luminosas que las de masa menor


    44. – Lucy conducía con cuidado comprobando los espejos y las aceras, llenas de sombras


    45. Se la había inventado, tal y como Sonia supuso desde el primer momento, y las noches de ausencia las había pasado en el laboratorio, comprobando resultados de no se qué experimentos y encadenando sueñecitos de cuando en cuando sobre una camilla


    46. Norman pudo ir comprobando que Barnes tenía razón, ya que había un cilindro central construido dentro del externo, y separado de éste por una densa disposición de puntales y soportes: una nave espacial dentro de otra nave espacial


    47. Se dirige hacia el coche, donde sus hombres están comprobando si el escáner funciona todavía


    48. El plano muestra a Bill comprobando las sujeciones de la caja con el instrumental especial de medición


    49. Si preguntamos: ¿se acortaban o no las naves en realidad?, hemos de considerar que al tomar una medida no estamos comprobando necesariamente la «realidad»


    50. Empujó la puerta, comprobando que estaba cerrada








































    1. Después de esto, y luego de comprobar que don Quijote, en verdad, venía todo sucio y aromoso, Güicho Panza, con la suficiencia de un ganador, le dijo:


    2. alzaba la cabeza para comprobar que la tierra se los había tragado a todos de repente y es que


    3. caso que la nuestra, como pude comprobar


    4. Pero te hará pagar muy caro! Todas las noches de aquí dos horas después del horario normal de cierre y no voy a reconocer las horas adicionales! Quién se burla de mí, como lo hizo, siempre es lamentándolo! A partir de ahora, después de haber hecho su trabajo normal, en comparación con la de sus colegas será capaz de ir regularmente, usted tiene que permanecer aquí y poner en su lugar los archivos, quitar el polvo del piso y limpiar los aseos! Y mañana voy a comprobar por sí mismo que todo está limpio y sólo encontrar ni una sola mota de polvo, me escriba una carta a la dirección general del banco, que a juzgar como improductivo, que no coopera, sin educación con los clientes y no es apropiado para utilizar tan prestigioso como éste es!" Creo que alguien pudiera responder a esas palabras como mínimo, con un buen puñetazo en la cara, pero realmente sentía que demasiado odio para ese trabajo, yo tenía en mente otra cosa


    5. para comprobar el acabado de su depilación y se las volvió a poner


    6. desde aquel día, pero Tasio pudo comprobar el buen funcionamiento de la cámara


    7. Pudo comprobar que el tal Julio se empezaba a poner muy nervioso a la hora en que


    8. vez que tuvo que comprar la ropa en esta sección después de comprobar que nada le


    9. ponerse a comprobar si las copias de los archivos eran recuperables desde su


    10. Es grande el dolor del niño al comprobar lo que

    11. Los demás se fueron al comprobar que la fosa estaba bien tapada


    12. Necesitaba todos los datos posibles para comprobar si el negocio del ferrocarril podría cuajar con el tiempo


    13. - El análisis que la investigación empírica ha hecho de la influencia de las campañas electorales en la decisión de los votantes concluye que, prácticamente, no se puede comprobar una influencia, por lo que la campaña electoral sólo reviste importancia secundaria en las decisiones


    14. Por ejemplo, políticos, sociólogos, sicólogos utilizan las encuestas como fuente de datos para el análisis de los procesos electorales, para comprobar hipótesis sobre el flujo comunicacional y para la investigación de la dinámica de cómo se hace la escogencia


    15. observación de que el rayo cae antes de oírse el trueno permitiría comprobar ese hecho


    16. En clínica se utiliza para tomar el pulso y comprobar la funcionalidad de la irrigación distal del pie


    17. Para lograr comprobar la enorme excentricidad de la


    18. pueden comprobar la edad de todas sus intervenciones es de


    19. Y la luz que se trajo de la cámara, permitió comprobar la exactitud deeste curioso boletín


    20. asombro al comprobar el gran parecido deaquel buen burgués

    21. pudimos comprobar que la tabahabía echado lo contrario a


    22. » Los sentidosno pueden comprobar la proposicion en toda su


    23. nuestras ideas, y aun á nuestras representaciones sensibles, en cuantoes necesario para comprobar la verdad de las ideas


    24. suyos:quería saber el por qué y el cómo de las cosas; comprobar en loslibros las noticias vagas


    25. El Tesorero ordenó al Padre Montero que avisase al Deán, y la nuevacorrió rápidamente, pues a los pocos momentos acudieron varioscanónigos y prebendados, quienes anunciaron que Su Eminencia enpersona iría a comprobar con sus propios ojos el inexplicable yaudaz atentado


    26. comprobar miimpresión con todo conocimiento de causa,


    27. comprobar los informes delnotario, ha puesto fuego a la pólvora


    28. por la única razón de que tiene el honor deser inglesa, y también para comprobar el


    29. delante de unespejo, para comprobar con cierta complacencia,


    30. Por la mañana, en la hora del desayuno pudo comprobar

    31. comprobar su arrepentimiento, entregó á los principales autores,que fueron Damaso y Nicolas Catari,


    32. comprobar el grandesarrollo del comercio en los cinco años del


    33. se puedan comprobar estos títulos, niel mismo Pizarro, en el


    34. durantesimposios, comprobar las direcciones, recuperar informaciónbibliográfica en los catálogos de las bibliotecas


    35. lapongan el primer vestido largo, pero que las gusta comprobar siempreque se presenta ocasión, no en


    36. Los que sigan la lectura de este libro podrán comprobar en los datosestadísticos el escaso número de


    37. explicó las diferencias sociales que dejo hecha mención, y quemás tarde tuve ocasión de comprobar


    38. [5] Lo que decíamos en 1878 y su exactitud, se puede comprobar en losmagníficos ejemplares que el


    39. Al comprobar este sentimiento dehostilidad, dejó de presentarse en casa de Ohando


    40. seguía adelante, y el domingo, en laplaza, pudo comprobar que la Ignacia se inclinaba definitivamente

    41. Hay que comprobar si todo el personal de la Estación ha sido afectado


    42. Volvió a detenerse para comprobar cuál era la reacción del enemigo


    43. – ¿Quién falta? – preguntó Dan al ver que Wanda repetía la operación de comprobar las placas de identidad de los estatificados


    44. Y sus tripulantes pudieron comprobar rápidamente los terribles efectos del arma con que querían aniquilar al capitán Kremer y que ahora estaba acabando con ellos


    45. Ya he podido comprobar que el Nekyonio no encontrará ningún obstáculo en cuanto entre en acción en la astronave enemiga


    46. una oportunidad muy buena para comprobar la oficina de Los Ángeles - , Remi,


    47. superior de la pantalla y comprobar su - espacio del Boletín-para las noticias de


    48. apareciera de pronto para comprobar el sitio del proyecto y, en cambio, lo


    49. comprobar algunas escuelas de bellas artes


    50. Después de extraer el cargador y comprobar que estuviera lleno, lo deslizó en su sitio














































    1. Por lo tanto, me introduje con Sam en el módulo, y no dejamos de chocar uno con otro mientras nos poníamos el traje espacial, comprobábamos los sistemas de supervivencia y los cerrábamos herméticamente


    1. un gran pesar la primera vez que comprobé la pocaafición de


    2. Comprobé, con esa penetración que es frecuente en los chicos, que en mifamilia existía cierta


    3. última vez que lo comprobé, los pantalones eran aún exigidos en el trabajo, -Barton


    4. Cuando llegué a palacio comprobé, por ejemplo, que el servicio de desayuno estaba dispuesto para treinta personas por lo menos


    5. Intrigado, comprobé que era el lugar destinado al homenaje, recuerdo y descanso de los restos de Francisco de Miranda, otra de las célebres figuras de la independencia latinoamericana


    6. Lo comprobé posteriormente para cerciorarme


    7. Lo comprobé cientos de veces posteriormente


    8. Pero cuando fui hasta donde las dos se habían detenido aquella tarde, comprobé que podía haberse tratado igualmente de la ventana correspondiente al almacén


    9. Comprobé que se trataba de un dispositivo repleto de cables, bastante complicados por lo que veía


    10. Comprobé la distancia hasta la débil luz del sol de la entrada; estaba bien lejos

    11. Había una caja abierta en el asiento delantero, y cuando comprobé su contenido, sentí que el corazón se me caía a los pies


    12. Me levanté con cuidado y comprobé si mis piernas eran estables


    13. Una vez que lo comprobé, volví a perder por segunda vez el conocimiento, en cierto modo tranquilizado


    14. La conecté, lo comprobé todo


    15. Miré el reloj y comprobé que se atrasaba de un minuto


    16. Durante los días que siguieron comprobé que Poirot no parecía en absoluto dispuesto a discutir el asunto


    17. Nadie se volteó a mirarme, como si aquel arrebato de súbita demencia fuera de lo más normal, y así era en verdad, como comprobé a la mañana siguiente apenas salí del hostal de jóvenes y puse los pies en la calle para emprender la aventura de inscribirme en la universidad, conseguir un empleo y encontrar un lugar donde vivir


    18. Comprobé que respiraba tranquila, pero la desolación le nublaba los ojos y seguía llorando, callada y tenaz


    19. Que les vaya bien, que les vaya bien, ayúdalos, pedí a mi madre como siempre hacía en los momentos cruciales y comprobé una vez más que su espíritu era impredecible, a veces surgía sin previo aviso dándome un tremendo susto, pero en ocasiones como ésa en que la llamaba con urgencia, no daba señal alguna de haberme oído


    20. Al alba salí de la cama y comprobé que ya no sentía ese dolor en los hombros y el cuello que me había atormentado durante semanas; había desaparecido el peso inútil del odio

    21. Me encontraba por casualidad en Santiago cuando eso ocurrió y comprobé cómo en el curso de una semana se destapó una caja de Pandora y lo que había permanecido oculto bajo capas y capas de silencio, empezó a emerger


    22. Comprobé el precio de la entrada: veinte libras


    23. –Las comprobé de todos modos y no coincidían con las del cinturón


    24. Lo comprobé antes de alquilarlo


    25. Supuestamente está en la misma Web, aunque no lo comprobé


    26. Luego regresé al despacho, comprobé que no tenía correo y arranqué el programa Photo-Paint, uno de los mejores para la manipulación de imágenes y, desde él, cargué la fotografía escaneada del Jeremías de Koch visto de frente


    27. Enchufé una lámpara y comprobé que el teléfono estuviera conectado


    28. Cuando Abelardo fue ingresado en el hospital y me hice cargo de todo, comprobé que había efectuado varios ingresos importantes en diferentes cuentas


    29. Cuando vi los seriados de la cueva, comprobé que se trataba del mismo código sólo que a la inversa, o lo que es lo mismo: había que pasar los números a su simbología y representación alfabética


    30. Lo comprobé en los archivos de la fundación como una entidad no lucrativa

    31. Cogí el frasquito y, utilizando las dos patas delanteras, comprobé que podía desenroscar el tapón con facilidad


    32. No obstante, juntando los cabos sueltos, comprobé que Effing no me había mentido


    33. Lo comprobé en la escena del crimen


    34. Metí el cepillo de dientes y la toalla en el bolso, comprobé varias veces si el gas estaba cerrado y el contestador automático puesto, y salí del apartamento tambaleándome


    35. Comprobé el baño y entonces decidí verificar las habitaciones de nuevo, mirando en los armarios y debajo de las camas


    36. Comprobé todos los ataúdes


    37. Metí el pescado dentro, le añadí agua y comprobé que ésta llegaba al borde del escudo sin cubrir totalmente el rodaballo


    38. Cuando sonó la última campanada, tanteé, con los dedos metidos en las rendijas, arriba y abajo de la tabla, en busca de la cabeza de los clavos, que sobresalían un buen centímetro, y cuando comprobé si la tabla estaba firme, ésta se movió


    39. Por supuesto, charlamos durante un rato, bastante largo, según comprobé con sorpresa


    40. Al acercarme a las mujeres y saludarías comprobé que se trataba de una piedra basáltica de casi medio metro de longitud y treinta centímetros de anchura muy desgastada por su parte superior como consecuencia de la diaria y vigorosa fricción

    41. Lo comprobé —dijo el hombre


    42. Al reparar en él comprobé que se trataba de una larga procesión de números


    43. Y comprobé que me hallaba lejos de Blanca…


    44. Y comprobé que estaba sudando


    45. Y, meticuloso, al repasar de nuevo el cuestionario, comprobé que faltaba una pequeña cuestión


    46. Lo comprobé cuando se acabó la canción de Bon Jovi


    47. Lo comprobé unos días más tarde cuando asistí a una boda en La Merced


    48. En aquel momento salíamos del pueblo, y comprobé que habíamos salido de la calle mayor que se convertía en carretera


    49. Pero pasamos por delante de un reloj luminoso que había en el escaparate de una tienda y comprobé que el reloj del coche estaba bien, que la discrepancia era de un par de minutos


    50. Volví a trasponer la puerta del restaurante y comprobé que nada había cambiado













































    1. En mi caso, se evidencia en mi hijo mayor Darío José, o para no ir tan lejos, con Daniel, el segundo de mis ciento treinta y siete nietos y el primer varón, porque sin duda, toda regla tiene su excepción que la comprueba


    2. Por lo tanto se comprueba la pertinencia de la utilización de los ambientes


    3. evacuación y comprueba que los informes de personal


    4. comprueba por sí mismo la edad del senador khilba, unos 320


    5. Nhara Rhuen y comprueba una situación no habitual de


    6. Al llegar comprueba lo que ocurre en los


    7. Nhara Rhuen comprueba una actividad inusual en la


    8. Nhara comprueba lo que ocurre durante las siguientes


    9. diversas pantallas menores comprueba lo que ocurre en los


    10. orbitales Nhara comprueba la constante emisión de

    11. SE COMPRUEBA CON APLICACIONES Á LA EXTENSION,


    12. Se comprueba con aplicacionesá la extension, la definicion de la infinidad


    13. El dicho del poeta lo comprueba;


    14. verdadero el supuesto, como parece, que la experiencialo comprueba, que de los


    15. verdad, como se comprueba alver las reflexiones que hace en su


    16. comprueba con el diario de Villarino del reconocimiento del


    17. Donde se comprueba que a la larga el toro fina en el matadero


    18. El científico incurre en el mismo error cuando con aparente modestia sonríe de la estupidez del hombre, del vacío que en las inteligencias mundanas comprueba


    19. Por desgracia, en este dominio se comprueba la índole superficial de la piedad de muchas personas: religión de cartón, por lo demás muy extendida, que marcha en buena coyunda con el libertinaje


    20. Entonces Édouard se vuelve hacia nuestra madre y comprueba con angustia que se ha desmayado

    21. Laura Whitstable movió gravemente la cabeza en sentido afirmativo, con el aire de quien comprueba que su diagnóstico ha resultado correcto


    22. –Seguridad, invierte directorio, e-mail completo, comprueba esta dirección


    23. Tiro demasiado corto, comprueba desolado el capitán, con la irritación de quien apuesta a una carta y ve salir otra


    24. Tizón saca el reloj del bolsillo del chaleco y comprueba que son más de las diez de la mañana


    25. Cuando ella le devuelve la mirada, comprueba que los ojos del marino muestran todavía rastros de asombro


    26. El peso de cada uno de los largos tubos de hierro hace la instalación lenta y penosa, agravada por la falta de experiencia de los hombres: torpes, comprueba Desfosseux, como para pasarlos allí mismo a baqueta


    27. Tiene una voz extraña, comprueba Tizón


    28. Después echa un vistazo al reloj de la cómoda y comprueba que lleva en la casa demasiado tiempo


    29. Se detiene a un paso del portal, vuelta hacia la calle, el mantón sobre los hombros y la cabeza descubierta, sin hacer nada que delate la presencia del policía; con disimulo y discreción, comprueba éste mirando el contorno de sus hombros entre la suave claridad que la luna mantiene en la parte alta de las casas y el resplandor del farol que arde calle abajo


    30. Cuando ordena las ideas, comprueba que se encuentra en el tramo alto de la calle del Baluarte, que cruza con la de San Francisco

    31. La operadora comprueba la dirección y le pregunta su nombre, porque el nombre del residente que aparece en su pantalla de orde nador es el nombre corporativo que Lucy eligió para esa finca en concreto


    32. Lucy se inclina y comprueba que todos los dispositivos del centro de mando están funcionando-


    33. –Trague -repite, y le toca la tiroides y comprueba la línea media de la tráquea, y de repente a Lucy se le ocurre que sabe de sobra en qué consisten los chequeos


    34. Aunque las unidades tienen un sistema de regulación de la temperatura, no disponen de iluminación, y Sykes desliza el estrecho haz de su pequeña linterna por encima de las cajas de cartón blanco mientras Missy comprueba su inventario para decirle lo que contienen


    35. Mientras Bill pone el coche en marcha, Jo sube al asiento trasero, preocupada por el instrumental de investigación que comprueba cuidadosamente


    36. Se comprueba la cultura de moda, lo que los hombres cultos consideran el criterio de la inteligencia, es decir, el de sus propias mentes


    37. Teniendo esto en cuenta, se comprueba que en el sistema solar interno no hay ningún cuerpo decente sin atmósfera que cumpla ese propósito


    38. Crozier levanta el rifle Baker, comprueba el cebo y dispara al aire


    39. Comprueba las ventas de tierras, casas desocupadas la mayor parte del año


    40. –¿Te has fijado alguna vez en si se lava las manos en exceso, si comprueba las puertas antes de salir o las sillas antes de sentarse? ¿Algo de ese estilo?

    41. Con estas definiciones se comprueba fácilmente que las parejas de Hamilton satisfacen todos los postulados enunciados para un campo


    42. Aida comprueba la reposada respiración de la vidente


    43. Comprueba la fluidez del líquido e introduce un chicle en su boca


    44. El ingeniero comprueba las rampas


    45. Camilo comprueba el doble cierre de las puertas


    46. Un día nadie lo espera, un juez cualquiera toma el acta, le presta poco de atención, comprueba que la acusación aún está en vigor y ordena la detención inmediata


    47. Lo ha calculado perfectamente: hace dos días que usted está en la isla, no conoció al antiguo comandante, ni su manera de pensar, está habituado a los puntos de vista europeos, tal vez se opone fundamentalmente a la pena capital en general y a estos tipos de castigo mecánico en particular; además comprueba que la ejecución tiene lugar sin ningún apoyo popular, tristemente, mediante una máquina ya un poco arruinada; considerando todo esto (así piensa el comandante), ¿no sería entonces muy probable que desaprobara mis métodos? Y si los desaprobara, no ocultaría su desaprobación (hablo siempre en nombre del comandante), porque confía ampliamente en sus bien probadas conclusiones


    48. Cuando llega a una encrucijada de pasillos comprueba con alivio que Riven marcha a su lado y le indica el camino a seguir


    49. Comprueba el llamante en el display y responde mientras observa inmutable el terrible espectáculo


    50. Hasta donde alcanza con el haz de la linterna, Ríven comprueba que va a tener que seguir encorvado la mayor parte del camino













































    1. alteracion, y la comprueban los fenómenos deinercia cerebral, de estupor, de


    2. para escitar los órganosgenitales; varios hechos comprueban esta propiedad en mayor


    3. Dentro, encuentran a un inválido Couthon caído en las escaleras de acceso a la sala del consejo general y en ésta comprueban que Le Bas se ha descerrajado un tiro y descubren a Robespierre tumbado sobre una mesa con la mandíbula destrozada y el cuerpo cubierto de sangre, después de una posible tentativa de suicidio


    4. tiernamente comprueban la vastedad del seno


    5. Allí, donde una docena de pantallas de monitor están todo el día encendidas, todos los días, hay una docena de funcionarios que comprueban antecedentes, siempre con prisas


    6. Comprueban si en la tienda se han producido incidentes con anterioridad y tienen un poco de suerte


    7. Sin embargo, las autoridades comprueban las fechas y abandonan la investigación, y Masters es readmitido en MicroSym


    8. Lo miran, lo tocan, comprueban su resistencia, escuchan su crujido, se lo llevan a la lengua, y por este procedimiento determinan la categoría de algodón que contienen las pacas


    9. A no ser que una teoría matemática sea capaz de predicciones que los experimentos comprueban más tarde, no es superior a un diccionario conciso de los problemas que sistematiza, y es casi seguro que pronto será sustituida por una descripción más imaginativa que no revela su completa significación a un primer examen


    10. —En respuesta al ceño fruncido de Brunetti, explicó—: Quiero decir esas oficinas donde se supone que comprueban que las enfermeras tienen la documentación en regla y que realmente han estudiado lo que dicen haber estudiado

    11. Aunque muchos de sus integrantes acuden por propia iniciativa, un gran número de hombres de la Legión es recogido por grupos de reclutamiento procedentes de la Torre Negra, quienes primero reúnen a todos los varones de una zona que desean seguir al Dragón Renacido y, sólo después de conducirlos a través de accesos próximos a Caemlyn, comprueban a cuáles de ellos se les puede enseñar a encauzar


    12. Los británicos comprueban en Arrás que un contraataque es imposible y comienzan a replegarse a la costa


    13. El comandante de la primera compañía, Alvah Bessie, les recibe y todos comprueban enseguida que la conexión funciona


    14. ¡Es algo que comprueban en las fronteras! ¡Predican… no, usted predica contra ella en las reuniones!


    15. Estaba en el sótano del palacio de Justicia, en la cabina protegida por una sucia cortinilla en la que los detenidos recién liberados comprueban que se les devuelven todos sus efectos personales


    16. Los médicos, pagados por los abogados que me pagan a mí, comprueban el estado de su corazón y, si no es perfecto, ¿sabes qué ocurre?


    17. El motor funciona en vacío mientras comprueban los papeles del conductor, luego Waterhouse oye un chasquido cuando avanza y corta por el cruce


    18. Por esto los buenos científicos toman muchas muestras y lo comprueban todo antes de hacerlo público


    19. [7] Comprueban la aparición de síntomas del beriberi, enfermedad producida por falta de vitaminas


    20. ° Los abajo firmantes deducen de los hechos consignados las conclusiones que se impone y comprueban que el señor Casimir Japoll no puede, en modo alguno, conceder una reparación por sus actos

    21. Recorren el recibidor y comprueban que la cocina y las dos habitaciones estén vacías, hasta llegar al comedor, que da a un patio de luces donde hay una caseta con el


    22. Si comprueban que viene a molestar al coronel, es muy posible que lo tiren a él y a su acompañante desde el muelle y con un buen pedazo de hierro atado a los pies


    23. En la estación de autobuses el mismo bullicio de la vez anterior: los mismos niños vendiendo galletas y refrescos a los viajeros; los mismos gritos de los conductores encaramándose a la baca y asegurando los equipajes; las mismas transacciones con los cobradores mientras comprueban los billetes y piden cambio a los propios viajeros


    24. Allí había aprendido a distinguir a los viajeros frecuentes de los turistas accidentales; éstos viajan con mucho equipaje -repartido en varias bolsas que evitan facturar, pues no se fían del sistema de las compañías aéreas- y comprueban media docena de veces que han apagado el teléfono móvil


    25. Aunque muchos de sus integrantes acuden por propia iniciativa, un gran número de hombres de la Legión es recogido por grupos de reclutamiento procedentes de la Torre Negra, quienes primero reúnen a todos los varones de una zona que desean seguir al Dragón Renacido y sólo después de conducirlos a través de accesos próximos a Caemlyn comprueban a cuáles de ellos se les puede enseñar a encauzar


    26. Si los hechos se comprueban, y puesto que se refieren en parte al Valle de los Reyes, habrá que detener a Paneb y juzgarlo


    27. Hay soldados que vigilan los caminos y comprueban la identidad de los viajeros


    28. La vertiente que se forma en el primer período es el «yo que desconoce la vergüenza», y los japoneses comprueban hasta qué punto han podido mantenerse en ese estado contemplando sus rostros en el espejo


    29. ¡Eh, los que más sufren son los ideólogos cándidos que han teorizado sobre la fuerza, llamándola, y que comprueban, al verla en el poder que ella no puede permitir más tirano que aquel que la esgrime por encima de todos -y que todos los fuertes menores le son incómodos y los aniquila! He visto en Italia a jóvenes llenos de ardor admirable que sostenían al fascismo antes de sobrevenir, creyendo teóricamente que era grande porque instauraría de nuevo el espíritu de la Roma tradicional; y he visto luego, ya en marcha el régimen, a esos ánimos jóvenes errar como inteligencias desocupadas y sin voz, sin empleo siquiera para su ardor, en un país donde sólo tenía derecho a hablar el dictador


    1. Mides luego y compruebas que X está exactamente a dos pulgadas de la marca del cero


    2. –¿Por qué no se la ofreces y lo compruebas?


    3. Y entonces, un buen día, te casas con una mujer preciosa, te mudas a Nueva York y, de repente, compruebas que ahí afuera no hay nada, que todo está sobre la Tierra


    1. - Una vez más compruebo ese incesante ir y venir de gran


    2. ¡Cuántas casas no habré visto caer! Y si me pongo a analizar los motivos de su caída, compruebo que en la mayoría de los casos se debe a la mala inclinación que se les imprimió desde un principio


    3. Compruebo después de releer la narración anterior, que he hablado, en varios casos, en un tono y de una forma tales, en lo relativo a la religión, que es posible que induzcan a los que no conocen mis ideas religiosas a suponerme un adversario de toda religión


    4. Luego de hacer tanto esfuerzo para recuperar la memoria, compruebo que los periodistas siempre estuvimos comprometidos con la profesión; aún en las condiciones más terribles, nunca la abandonamos


    5. Miro el balance una vez al año para ver que todo esté en orden y compruebo que la cuenta de resultados sea favorable


    6. Compruebo que el pozo se va llenando porque se me alborotan los sueños


    7. —Ya ves, apunto la hora y compruebo los coches que salen y entran cada día de la casa, como es mi obligación


    8. –¿Cómo compruebo los años anteriores?


    9. Si todo hubiera sido un sueño, una pesadilla, podría soportarlo, pero, a medida que me fuerzo a despegar los párpados, compruebo que no estoy en la torre de Thorntyne, y que Jarrod no está por ninguna parte


    10. Compruebo que tienes una gran capacidad de observación dijo K

    11. Cuando me parece que algo lo he dejado limpio, ella se entretiene un rato más y compruebo prácticamente lo que significaba un punto de vista difuso


    12. No obstante, compruebo que usted hace bastantes años que ha pasado esta etapa de crecimiento y sigue con la nostalgia de preservar una insensata simpleza, que observada con detenimiento resulta más interesada de lo que parece a primera vista


    13. Luego me golpeo el golpe y en ocasiones al llegar a la casa compruebo que el tobillo sangra


    14. En los libros de los últimos meses compruebo que por extraña coincidencia hay un tema recurrente: los colores


    15. Vuelvo al cuarto de las cabras y compruebo que Camel respira


    16. Compruebo que me resultó más fácil ir diciendo quién era que afirmar hoy quién soy


    17. Estaré en Lexington, Kentucky, hasta el lunes 8 de octubre, pero compruebo mi buzón de voz con frecuencia


    18. Será mejor que cierre la puerta mientras lo compruebo


    19. Cuando llaman me siento bien porque compruebo que todavía valgo


    20. Compruebo los lazos entre un tiempo y otro tiempo

    21. Ahora compruebo que los rumores eran ciertos


    22. Corro las cortinas y compruebo que la tormenta de nieve se ha convertido en una ventisca en toda regla


    23. Saco el diario de la mochila y lo compruebo en un instante al hojearlo


    24. Vacío la botella de alcohol semillena, me aprieto el cinturón que sostiene los pesados revólveres del Ejército y compruebo si están cargados


    25. ¡Y ahora compruebo, con mis propios ojos, que usted se convierte en mí!


    26. Me resisto, pero compruebo que, cuando estoy cansado, me es mucho más fácil hablar italiano


    27. Es un don especial, Observo a una persona con atención, me concentro… luego compruebo la lista de pasajeros y voilá, acierto su nombre


    28. Ya soy capaz de incorporarme, y compruebo el pestillo de arriba


    29. Compruebo que el emperador, en un doble juego incluso con su asesor confidencial, fingió acceder a las propuestas de Talleyrand, mientras preparaba la ejecución de las suyas


    30. Por cierto, ¿les molestaría esperar un momento mientras compruebo unos datos?

    31. Compruebo los progresos de los espías que la Augusta Señora ha situado en estas tierras


    32. —Voy a buscar el cuerpo y compruebo el número de admisión


    33. Soy la que proporciona la materia prima a Kevin, para que él obre su magia y, una vez que lo ha hecho, compruebo que sus creaciones prosperen


    34. Creo que todo eso está conectado cau-salmente con los objetos físicos que están fuera de mí; pero, en cuanto compruebo que los objetos físicos deben diferir, en gran medida, de lo que yo experimento directamente ante ellos y, en cuanto tomo en cuenta el encadenamiento causal que va desde el objeto físico hasta mi cerebro antes de que tengan lugar mis sensaciones, veo que, desde el punto de vista de la causalidad física, los objetos inmediatamente experimentados por los sentidos están en mi cerebro y no en el mundo exterior


    35. Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga


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