1.
Y con esto la legitimación democrática pasa a depender en un punto crucial de los modelos periodísticos de interpretación y selección, un problema claramente caracterizado en la expresión: nada permanece en secreto con excepción de aquello que se discute en sesión plenaria del parlamento
2.
discute sobre los derechos de las personas GLBTT
3.
“No se discute que, hoy en día, el mercado ha desplazado al Estado del papel central que tenía en la construcción de la modernidad en América Latina
4.
La familia ó lo que queda deella, pues todo esto es muy antiguo, asegura la inocencia del condenado,se discute, se estudia, se aducen
5.
el pastor discute con susovejas y las consulta para guiarlas por el buen camino
6.
¿Qué se discute enEspaña entre los partidarios del desafío y sus
7.
Según Plutarco [que discute Aristarco]
8.
Se discute con frecuencia acerca del sonido de las voces de los árboles parlantes
9.
La cantidad sorprendentemente reducida de "bits" necesarios para definir un ser humano, o para almacenar toda la información que sería posible adquirir en toda una vida, se discute en "Machine Intelligence, the Cost of Interstellar Travel and Fermi's Paradox", por Louis K
10.
»Discute ante todos la acción de la divina gracia para ayudar al hombre a conseguir la salvación
11.
La calle de Santa Inés está llena de gente que discute las incidencias de la sesión y va de un corro a otro, entrando y saliendo de una fonda que está en las inmediaciones, donde algunos diputados aprovechan para tomar un refrigerio
12.
Leibniz discute luego las dificultades inherentes al proyecto y subraya su superioridad sobre la Geometría analítica cartesiano
13.
Se discute si la inventiva matemática se acelera o se retarda por el moderado uso del alcohol, y hasta que se realice una completa serie de experimentos bien comprobados esta duda continuará, como en cualquier otra investigación biológica
14.
Francisco, volviendo a tomar el airecillo de senador enfatuado que discute un punto de administración o de políti-ca menuda-
15.
»En segundo lugar, se discute en estos casos sobre un conocimiento, sobre un estado mental, sobre lo que pensaba un hombre en un momento dado y, por consiguiente, sobre su intencionalidad, como opuesta a la ignorancia y por ende a la intención
16.
Desde esa perspectiva, podemos proponer una respuesta sencilla a un dilema que se discute desde hace mucho tiempo: ¿fue abandonado el cañón del Chaco debido al impacto humano sobre el medio ambiente o debido a la sequía? La respuesta es que fue abandonado por ambas razones
17.
El genocidio supuso participación civil hutu a gran escala, aunque se discute si la cantidad de civiles hutu que se sumaron a la matanza tutsi alcanzó la proporción de un tercio de la población civil o solo algo menos
18.
Que hizo el comentario precedente no se discute
19.
Todavía hoy se discute con vehemencia lo que ocurrió después
20.
Pues bien, suprimida esa noción de sustancia material cuya identidad se discute, todas las objeciones caen por su base, bastando que a la palabra cuerpo se le dé el significado que comúnmente tiene, a saber, aquello que vemos o sentimos inmediatamente y que se reducen a una combinación de cualidades sensibles o ideas
21.
El animal no discute su vida, vive
22.
Ahora discute con el maître y hace brillar sus brillantes
23.
Ahora que Karayorgui está muerta, nadie discute su papel de líder
24.
Entre ellos se discute sobre la actitud de Chamberlain
25.
Se discute en Barcelona sobre la evacuación de los internacionales, con la comisión enviada por la Sociedad de Naciones
26.
Lo llamaste a tu lado porque no discute órdenes: las perfecciona
27.
–Pero piense en esto, Méndez: yo ya estaba llevando en cierto modo el caso, porque de momento quedan bajo mi responsabilidad los bienes de Óscar Bassegoda, mientras se discute el reparto
28.
(Discute con él, no conmigo
29.
¡No se discute con un comodoro!» Miles lo ignoró
30.
A los dieciocho años Teófilo se convierte en efebo, hace el servicio militar y, para educarse en la guerra, la administración y la política, se inscribe en un no – : madelfia, donde duerme y come con sus conciudadanos, con ellos discute los reglamentos de la comunidad y, si se distingue, entra a formar parte del gobierno que la rige
31.
—No es que yo vacile en defender supuestos criminales —protestaba Marco—, pero debo asegurarme que en el crimen que se discute el acusado es inocente, cualesquiera sean sus antecedentes
32.
Los padres hacen involuntariamente del hijo algo semejante a ellos – a esto lo llaman «educación» -, ninguna madre duda, en el fondo de su corazón, de que al dar a luz al hijo ha dado a luz una propiedad suya, ningún padre discute el derecho de que le sea lícito someterlo a sus conceptos y valoraciones
33.
En Berlín también se producen otros acontecimientos trascendentes para el movimiento: el Comité Central del VKPD discute si debe continuar el llamado a la huelga general o impulsar la rebelión
34.
Ha reunido firmas de los vecinos y habla y discute y propone realizar una protesta
35.
El consejo se reúne una vez al mes, discute los problemas que afectan a la comunidad, resuelve posibles conflictos entre la gente, decide en los asuntos que afectan a la población; además, trata de encontrar financiación para diversos proyectos que generen trabajo e ingresos: tiempo atrás, impulsaron la creación de una fábrica de tizas, que se vendían a las escuelas de Afganistán, pero cuando los talibanes acabaron con el sistema de enseñanza, se les acabaron los clientes y tuvieron que cerrar
36.
Pero lo que ahora se discute es mi propia opinión
37.
El propio Roger discute algunos de estos fenómenos, por ejemplo los experimentos de Kornhuber y Libet sobre los aspectos de temporización activa y pasiva de la conciencia (Sombras, págs
38.
Discute todos los asuntos, los estudia a fondo, trabaja…, y tiene la satisfacción de detener el avance del enemigo con las tropas recogidas en varios sectores del frente
39.
El séquito del Zar, que, como de costumbre, no está enterado de nada, pues su única fuente de información son los rumores, discute con calor y agitación
40.
Se dice que quizás se está perdiendo algo de la vida, tal vez está dejando escapar algo mientras discute con Ulises, compra pañales desechables y se hace la cera en casa
41.
No discute que el genio sea engullido y transformado por la rentabilidad; cada uno, en su opinión, tiene su tiempo y su margen de realización
42.
Reconoce y aplaude las buenas obras que componen los demás, y verdaderamente en estos temas, en los que es un experto, no muestra en absoluto esa vanidad e intolerancia que exhibe cuando discute otras materias con las cuales está imperfectamente familiarizado
43.
Mucha gente discute el gobierno esbozado más arriba de los modos siguientes
44.
Lo que se discute en secreto tiene implicaciones aún más vastas
45.
–No se discute más
46.
Lo que se discute no es si se producen, sino si juegan algún papel en la evolución; en otras palabras, si se incorporan al conjunto de genes de una especie, o si, por el contrario, son eliminadas por la selección natural
47.
Hay quien discute la pretensión de que Odontochelys demuestra que el caparazón evolucionó en el agua
48.
—¿Eso es lo que se discute en el Gran Tocón? ¡No pueden hacer eso, ahora no!
49.
Nadie discute la capacidad de Merenptah para gobernar, pero algunas ambiciones chocan ya en vistas de una sucesión que, dada la edad del rey, no debería tardar mucho
50.
Este problema luego se discute en un reducido círculo de amigos y todos terminan comprendiéndolo, con lo cual el problema desaparece inmediatamente
51.
Nadie discute que la acción implacable del Estado de Derecho y el acierto del ministro del Interior y la estrategia del Gobierno nos están llevando a donde estamos
52.
¿Por qué discute con esos mocosos? ¿No ve que están chalados? ¡Hay que darles una zurra!»
53.
Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga
54.
EN EL OUE SE DISCUTE PARA LLEGAR AL
55.
¿Quién, a fines de 1959, presentó a Riemeck en coopción para el Comité para la Protección del Pueblo, ese vital subcomité del Presidium que coordina y discute los asuntos de nuestros organismos de seguridad? ¿Quién propuso que Riemeck tuviera el privilegio del acceso a los expedientes de la Abteilung? ¿Quién, en todas las etapas de la carrera de Riemeck, «desde 1959» (el año en que Mundt volvió de Inglaterra, ya recuerdan), le eligió para puestos de responsabilidad excepcional? Yo se lo diré -proclamó Fiedler-: el mismo hombre que tenía una posición única para defenderle en sus actividades de espionaje: Hans Dieter Mundt
56.
La mayoría de las veces se discute únicamente porque no se comprende lo que quiere decir el antagonista de uno
57.
Todo lo que no es germánico le parece inferior, o peor: detestable, y los primeros enemigos de Alemania son los judíos, por muchos motivos que Hitler enunciaba con fervor dogmático: porque tienen «sangre distinta»; porque están emparentados con otros judíos en Inglaterra, en Rusia, en América; porque son herederos de una cultura en la que se razona y se discute antes de obedecer y en la que está prohibido inclinarse ante los ídolos, cuando él mismo aspira a ser venerado como un ídolo y no vacila en proclamar que «debemos desconfiar de la inteligencia y de la conciencia, y poner toda nuestra fe en los instintos»
58.
-No se discute con el presidente de los Estados Unidos
59.
Sin embargo, preside la Comisión Ejecutiva del Consejo Nacional de Seguridad mientras se discute si se debe iniciar un bloqueo (McNamara, Gilpatric, Ball, Stevenson y Sorensen) o, como no dejan de insistir los halcones, iniciar el ataque aéreo sin previa declaración de guerra
60.
¿Se discute mucho entre las parejas por los hijos?
1.
Los negocios son los negocios, ya lo sabes, y se discuten con la
2.
- AP-Cable: Discuten del Poder y la Prensa (desde
3.
posición discuten los egiptólogos, aunqueconvienen todos en que era la residencia
4.
mismos discuten el medio decobrarlo
5.
todos de Dios discuten la existencia
6.
Los generales discuten laseparación de la Iglesia y del
7.
discuten la cuestión social y escriben sobre las relacionesdel
8.
se discuten en elTribunal, y no sin gran trabajo recauda de sus
9.
Una inscripción se refiere a una época de hace más de un millón de años y otra se refiere quizás a hechos de hace 400 millones de años, aunque los especialistas mayas discuten esta cifra
10.
¿No discuten así los hombres y las mujeres en el país del que vienes?
11.
—Sólo discuten aquellos que están en desacuerdo, y un «Runa» tiene que estar de acuerdo con todo: incluso con la muerte
12.
—Es extraordinario —dijo Battle— cuánta incomprensión existe entre dos personas que discuten un asunto con frecuencia
13.
Las cosas que se comentan en el Mercadal nada bueno auguran para el condado; sabes tan bien como yo que cuando los nobles discuten, el pueblo paga las consecuencias con hambres y muertes
14.
No sé si me equivocaré juzgando por mí de todas las mujeres; pero pienso firmemente que ninguna, por muy tímida que sea, deja de sentir en momentos dados, y cuando se discuten asuntos del corazón, el poderoso instinto de la majeza
15.
(Mientras discuten los dos,
16.
Hace un rato que discuten los pormenores del asunto
17.
Discuten todos a favor y en contra de lo expuesto
18.
Empleamos toda nuestra energía con el fin de lograr nuestros deseos, y en su mayoría las personas nunca discuten las premisas de tal actividad; jamás se preguntan si saben realmente cuáles son sus verdaderos deseos
19.
Tras agotadoras sesiones de trabajo trufadas de sesudas ponencias, cuando, después de la cena, se relajan los catedráticos en el bar del hotel con dos cubatas en el estómago y la mano tonta en el muslo permisivo de una doctoranda, todavía discuten si Constantino hubiera ganado la batalla de no contar con el auxilio divino
20.
Una gran conferencia donde se reúnen y discuten cosas
21.
Además, no quiero estar en medio cuando discuten
22.
Él hace lo que se le dice, por eso no discuten nunca
23.
Como suele suceder en el mundo cuando los arqueólogos discuten estimaciones contrapuestas de la densidad de una población prehistórica, quienes prefieren las estimaciones más bajas se refieren a las más altas como exageradamente altas y viceversa
24.
Discuten si otros turnos saldrán antes, no sé, alguien sabrá, pero nadie está seguro, sólo lo sabe el empleado de casco y overol sentado a su mesa en la oficina
25.
Va con algo bonito y suave, como ante negro, o un inesperado color chillón, ella le muestra toda su altura y le cae el pelo por la cara mientras discuten —ah, con cuánta competencia— su trabajo
26.
Entonces el señor Samu cuenta la siguiente historia, en beneficio de la educación de Jabavu, mientras las demás voces pelean y discuten en su interior con tal estridencia que apenas logra oír la del señor Samu:
27.
–Porque ya se sabe que las hermanas discuten de vez en cuando
28.
—Las órdenes del emperador no se discuten
29.
Floto por encima de mi cuerpo y observo con desinterés mientras ellos discuten
30.
–La princesa es un ángel y los ángeles no se discuten
31.
Los lunes se reúne con sus amigos teósofos y glosa a la Blavatsky hasta la madrugada; los jueves vienen a casa sus amigos anarquistas y discuten a grito pelado sobre Bakunin y sobre Kropótkin
32.
—Pero, príncipe, ¡el Senado es la Alta Cámara del reino! En ella la flor y nata de los políticos italianos, elegidos por la sabiduría del soberano, examinan, discuten, aprueban o rechazan las leyes que el Gobierno propone para el progreso del país
33.
Ahora el camionero y el cabrero discuten el precio
34.
Los polos opuestos discuten y se divorcian, y después se pelean por lo que es de cada uno
35.
Las tres columnas negras, con su perfil escueto contra el cañón de estuco y ladrillo de color crema, que menean la cabeza y a todas luces discuten sobre la dirección que deben tomar, tienen un aspecto ridículo, como niños haciendo payasadas en Halloween
36.
Le mostraré a Elena los alrededores del puerto de lanzamiento, entonces, mientras ustedes dos discuten sus… diferencias
37.
Los hombres discuten por el derecho a ser libres mientras que las mujeres lo hacer por el derecho a
38.
–Mire, me gustaría que oyera los temas sobre los que usted y la señora Immelmann discuten en esa cinta que está sonando
39.
Claro que hay otras erupciones, por ejemplo la del Hekla en 1636 y otras epidemias más próximas en el tiempo de las persecuciones, y habría sido más normal estudiar ésas en vez de las que se discuten en estos artículos
40.
Siempre discuten por las fotos
41.
Se discuten periódicamente en nuestras reuniones semanales
42.
Los hombres con experiencia, por supuesto, no piensan en nada semejante: beben agua caliente, ablandan el pescado seco golpeándolo contra la mesa o las suelas de las botas, discuten sobre la vida privada del mayor, las perspectivas de intercambio de mercancías que habrá en la próxima estación
43.
En casa los padres, divorciados, discuten por teléfono por ver quién se queda el fin de semana con los niños, y también surgen problemas con los amigos
44.
Eso se debe a que los algoritmos que se discuten públicamente y que han sido sometidos a ataques por parte de la comunidad académica tienden a ser más potentes que los que se mantienen en secreto
45.
Aquí y allá, hombres bien vestidos se reunían en grupos de dos o tres para fumar en pipa y conversar, no con el tono divertido y horrorizado de los mercaderes que discuten las condiciones de una venta, sino más bien como los viejos que salen paseando de la iglesia un domingo por la tarde
46.
idea de el Mesías, mientras qué los fariseos acogen bien esa coyuntura, y sólo discuten su identidad
47.
Hasta los historiadores discuten sobre eso
48.
Por eso discuten
49.
Un nuevo grupo se acerca a los que discuten en las proximidades del ataúd; tienen noticias
50.
En todas partes los vecinos se reúnen y discuten
51.
Las mujeres mayores de la familia, madres, tías y abuelas, son las que estudian y discuten en primer lugar las diferentes opciones
52.
Cada vez que sus padres discuten en el piso de abajo
53.
Y sobre eso discuten sus hombres santos, ¿verdad? —No habitualmente
54.
Ministros, miembros del Consejo de Estado, diputados de la Duma, magnates de la industria y del comercio llenan la «sala blanca» del Palacio de Invierno, formando grupos que discuten acaloradamente
55.
Pero discuten punto por punto las condiciones durante toda la noche hasta el completo agotamiento… Libertad de reunión, libertad de prensa, libertad de huelgas, libertad política para el ejército, sustitución de la policía por milicias del pueblo
56.
: Para anunciar un triunfo : Mientras se discuten secre
57.
Arróspide sigue en la puerta, con las manos en los bolsillos; mira con curiosidad a dos cadetes que discuten a gritos en el centro del patio
58.
¿0 quiere que lo lleve ante el Consejo? Las órdenes no se discuten, teniente
59.
—Si yo supiera por qué discuten los enamorados
60.
En las habitaciones altas las dueñas flacas discuten con inquilinos poco formales
61.
Cada una de las personas o de los grupos de ellas que contienden, discuten o dialogan
62.
Discuten sus aficiones musicales y se ríen, contentos, cada vez que coinciden
63.
Ésta es la afirmación, que discuten Eldredge y Gould, de que toda la evolución, incluso en la escala de tiempo geológico más grande, es una extrapolación de sucesos que tienen lugar dentro de las poblaciones o de las especies
64.
Con frecuencia los taxonomistas discuten por los nombres
65.
De hecho, como sucede con la evidencia de la distribución geográfica, que comentamos en el último capítulo, ellos raramente discuten la evidencia comparativa, y prefieren mantenerse en la evidencia de los fósiles, que, según les han enseñado a creer (sin duda de manera errónea), constituyen para ellos la tierra prometida
66.
–Jedi -dijo Jemba-, tú te consideras un hombre justo, pero cuando los hutts y los humanos discuten, incluso el más justo de los hombres se pone en mi contra -la voz del hutt resonaba con un tono venenoso-
67.
Era impensable que cenase con hombres que discuten asuntos importantes
68.
El 30 de noviembre los portuarios son apaleados por la policía a la puerta de la CGT mientras los dirigentes discuten si los dejan entrar
69.
Los temas que se discuten son inocuos
70.
Montones de historias referentes a actos sociales y a reuniones en la iglesia, y reportajes sobre las reuniones del Ayuntamiento, donde políticos cretinos discuten durante horas sobre si deberían o no recubrir los baches que hay en Broadway
71.
Imaginan que quieren cobrarles de más y discuten con los recepcionistas
72.
Bajo la guía del actuario, las partes discuten una solución consensuada
73.
Lo que discuten los obreros es el cierre de una sección de una fábrica de sanitarios
1.
Sin embargo, quizás sea este el cuadro más discutido de Velázquez, hastaen lo que se refiere al color: pues al paso que unos críticos y pintoreslo consideran como afeado por agrios contrastes y desentonos entre losrojos amarantados casi vinosos, y los azules intensos, otros creen quees la obra donde logró ser más colorista, mostrando su predilección porlos maestros venecianos y su afición a la manera del Greco
2.
Ese esperado fallo fue discutido en todo el país
3.
Brasil, Argentina y Uruguay, se ha discutido y planteado la necesidad y la orientación
4.
El asesinato de Quiroga es,pues, un acto oficial, largamente discutido entre
5.
Una noche, en el Casino, habiéndose discutido la cuestión de
6.
Cuando hubieron discutido unrato, mi patrón intervino,
7.
El caballero recordó el episodio de las ruinas, cómo sus pútridos aprehensores habían descubierto el estigma y discutido sobre él
8.
Durante un momento creí que las enseñanzas de la Medida sobre las que tanto había reflexionado y discutido, resultaban acertadas al fin… Y que un adversario, cualesquiera que fuesen su tamaño y su maldad, se retiraba cuando tenía que enfrentarse al arrojo, a la energía y, sobre todo, a la rectitud
9.
El patriota le pregunto como estaban las cosas, y su companero contesto que habia discutido con Richard a causa del servicio
10.
¿Tenía razón la propaganda franquista? ¿Tiene razón Carrillo? Los historiadores han discutido hasta la saciedad el asunto; en mi opinión, las indagaciones de Ian Gibson, Jorge M
11.
Invasores de origen racial discutido que entraron en Egipto durante el Segundo Período intermedio, dando lugar a las dinastías XV y XVI (hacia el 1674-1567 a
12.
Habían discutido eso sí
13.
Cuando el asunto quedó suficientemente discutido, el león volvió a apoyar las manos en la cintura y se quedó meditabundo
14.
Los knnn cantaban de un modo irracional cuando estaban contentos, cuando se encontraban enamorados o, quizá, para hablar entre ellos, Nadie lo sabía salvo posiblemente los tc'a y los tc'a jamás habían discutido tema alguno sin meterse antes en mil ramificaciones laterales que precedían al asunto realmente importante, dando muestras de una mentalidad tan propia de los reptiles como propios de éstos eran sus movimientos físicos
15.
Y ahora, ¿recuerda usted algún incidente en que este asunto fuera discutido entre el señor Jefferson y su familia?
16.
Había discutido con Imhotep la cuestión del casamiento de Renisenb antes de que él mencionara a su hija
17.
Se trataba de un periodista irónico e intenso que la deslumbró con su conocimiento del mundo y sus estupendas teorías sobre el amor libre y la igualdad entre los sexos, temas que ella jamás se atrevería a sugerir en su casa, pero que había discutido extensamente con Gregory
18.
Manni había discutido la deteriorante situación que atravesaba España con todos los directores de inteligencia y seguridad de las naciones del Consejo de Seguridad
19.
Corea del Norte sostenía desde tiempo atrás la posesión de aguas que abarcaban buena parte del Mar del Japón, reclamo discutido por Japón y los Estados Unidos
20.
Ninguna referencia a lo que él había discutido con su padre
21.
Bowman no estaba intentando esto a ciegas, pues el problema había sido discutido ya durante su entrenamiento, aun cuando nadie soñara siquiera en que hubiera de plantearse en realidad
22.
Sin embargo —y eso era lo que preocupaba a Sir Colin, si bien había discutido la cuestión nada más que con el capitán Singh—, las erupciones estaban comenzando más tempranos duraban más y se volvían más vigorosas
23.
—Lo he discutido con Torin, y está de acuerdo: tomaremos el trineo y saldremos mil kilómetros, a lo largo del curso de ataque del proyectil
24.
La verdad es que… eso se ha discutido bastante este último día
25.
Y Nozhatú dijo: "En efecto, ¡oh venerable jeique! conozco el Corán, los preceptos de la sabiduría, las ciencias médicas, la Introducción a los arcanos, los comentarios de las obras de Hipócrates y de Galeno, los libros de filosofía y lógica, las virtudes de los cuerpos simples y las explicaciones de Ibn- Bitar; he discutido con los sabios el Kanun de Ibn-Sina; he dado con la explicación de las alegorías, y he estudiado la geometría y la arquitectura, la higiene y los libros Chafiat, la sintaxis, la gramática y las tradiciones del idioma, y he frecuentado la sociedad de los sabios y eruditos en todos los ramos
26.
Ya se había discutido la cuestión religiosa en la totalidad del proyecto de Constitución
27.
Según dijo, el Convenio sería discutido en las Cortes y tendría la aprobación de todos los elementos dinásticos
28.
Las Cortes habían discutido la disolución del Cuerpo de Artillería, aprobando la conducta del Gobierno por ciento noventa y un votos
29.
La paralización de las reacciones atómicas fue un arma insignificante -hemos discutido a este respecto hasta el hastío-, y no surtió efecto más que en la Fundación
30.
¿Quieren seguir hablando de lo que se ha discutido en la sesión de la mañana?
31.
Diez minutos antes, cuando habían visto por primera vez a los pegasos, los cuatro habían discutido si era prudente perseguir a los caballos alados
32.
Por instinto pensó en rechazar la invitación, pero ganó la curiosidad de saber qué quería de ella el discutido y discutible hombre de negocios
33.
Propone también el poderoso y (por un tiempo), discutido "principio de continuidad", que simplifica grandemente el estudio de las configuraciones geométricas, unificando propiedades al parecer inconexas de figuras para formar conjuntos uniformes y completos
34.
Con los periodistas, el penal se reservó un derecho que fue muy discutido por la prensa: se cobraban las entrevistas
35.
Ciertamente, a título poco menos que de inventario, Robert y yo habíamos hablado y discutido sobre las inminentes elecciones municipales, bromeando, incluso con la remota posibilidad de que Verne se aventurara en semejante jungla… ¿Yo en la política?
36.
Ahora, al ver el féretro a sus pies, lamentó haber discutido con el Tiñoso sobre el ruido que las perdices hacían al volar, sobre las condiciones canoras de los rendajos o sobre el sabor de las cicatrices
37.
Este es un asunto muy discutido (McFadgen, 1985; Grant, 1985; McGlone, 1989) sobre el cual reconozco que no puedo aportar una respuesta definitiva, si bien el afecto que siento por los polinesios me incita a inclinarme por la acción natural (por ejemplo, los ciclones) para explicar el deterioro sufrido por el medioambiente”
38.
Desconocemos la cifra de población total del cañón, y este es un tema muy discutido
39.
Se ha discutido mucho sobre la validez de esta argumentación pesimista
40.
De ahí que los antropólogos permanezcan indecisos sobre si las dos consideraciones que he discutido hasta ahora -invertir en nietos y proteger la inversión previa de uno en los hijos existentes- bastan para compensar la opción desestimada de más hijos y explican así la evolución de la menopausia femenina humana
41.
Conclusión que La Inca no habría discutido
42.
Este fue un punto muy discutido en muchas sesiones del año pasado entre las partes principales
43.
Se ha discutido, sin embargo, el destino de ultratumba de las partes faltantes
44.
Pero incluso ellos sobre esto ya se ha discutido con frecuencia en nuestro círculo notan poco de esos efectos desfavorables durante los interrogatorios nocturnos, todo lo contrario, se esfuerzan de antemano por oponerse a ellos y finalmente creen haber alcanzado buenos rendimientos
45.
–Ya lo hemos discutido -dijo Sin Fen
46.
Como ya hemos discutido, la cosmología de las supercuerdas es un campo joven, incluso con respecto a los jovencísimos estándares establecidos por la propia teoría de cuerdas
47.
La reacción de sorpresa de los hombres le confirmó que Von Leinsdorf, siguiendo órdenes, no había discutido la misión con ellos
48.
” Otros han discutido que para que un racista odie a un grupo, al menos debe amar a otro
49.
Ya lo hemos discutido
50.
La noche anterior habían discutido tan abiertamente que ambas se habían acostado en silencio, sin llegar a una conclusión, decididas a no hablar, antes de llegar a recriminaciones mutuas
51.
Justicia, habían discutido todos y cada uno de los detalles de la entrega
52.
Él no sólo estaba al tanto de la conversación, sino de los detalles que habían discutido
53.
Desde que Indalecio Prieto dejó el gobierno en abril, no se ha discutido a fondo en el seno de la dirección sobre el significado de esos hechos
54.
El merino opinaba que tanto derecho tenían los Maturana como los Álava a ser enterrados en la capilla mayor, pero jamás había discutido sobre ello con el procurador
55.
Uno de los puntos del orden del día fue discutido de forma especialmente violenta, tan violenta que incluso él dejó a un lado su acostumbrada apatía por los asuntos de la gobernación y prestó atención
56.
Sé que esto será discutido, pero hay muy pocos gorilas vivos rondando por las calles de Hollywood
57.
He discutido este asunto con amigos pertenecientes a la clase de los que ganan entre ocho y diez mil dólares al año, y, en la mayoría de los casos, han admitido que no son dueños de muchas cosas que poseen: el automóvil, la televisión, la casa, los muebles, etc…
58.
También habían discutido sobre esto
59.
Cuando ella era una adolescente cruzaron apuestas en diversas ocasiones después de haber discutido, y por lo general las apuestas concluían con un apretón de manos fingidamente formal
60.
–¿Te habló de eso? – preguntó Tom, sorprendido de que el señor Ross hubiera discutido un hecho tan desagradable con su hija
61.
–Es muy complicado, Monsieur… Esta noche ya han discutido… Se les oía hablar en voz muy alta
62.
Se aferró tenazmente al concepto de las líneas temporales que, años antes, habían discutido en Nueva York
63.
Habíamos discutido las cantidades que podrían solicitarse
64.
Había discutido y se había peleado con Tony sobre la procedencia del dinero, pero Zachary insistía una y otra vez en que todo estaba en los informes, y Ron los había examinado a conciencia
65.
Más de una vez Abarchuk había discutido con Stepánov, pero ahora se le habían pasado las ganas de intervenir en la conversación, de denunciar en su interlocutor al enemigo, al emigrado interior
66.
Sokolov había tocado un tema que hacía poco se había discutido en el laboratorio
67.
En el Comité Central se había discutido la situación de la investigación científica en el país
68.
El 17 de febrero ya era evidente que el Frente Popular no sólo había ganado, sino que había obtenido la mayoría parlamentaria, hecho que no fue discutido en su momento, pero con posterioridad hubo mucha controversia y confusión acerca del total de votos, que se acrecentó debido al funcionamiento del sistema de alianzas
69.
Durante el invierno Jessica había discutido muchas veces con su madre; a Doug le costaba creer que en la vida hubiera algo más que los hijos
70.
Han sopesado, estudiado y discutido cada uno de los detalles de la organización
71.
Pero primero debía arreglarse la paz con Alemania para concluir la guerra; sólo después podría ser discutido el Covenant
72.
Ya habíamos discutido una vez con Seldom sobre las palabras del tablero
73.
En el curso de la travesía, habían discutido, refiriendo cuanto sabían, y sacaron en consecuencia que Roberto debía de hallarse vivo aún; siempre es fácil creer lo que se espera
74.
Habían discutido todas las posibilidades
75.
En el petit salon y los jardines se han discutido muchos asuntos de estado; porque su padre de querido recuerdo, y el cardenal Richelieu, también ennoblecían esa pobre casa con sus presencias durante los días en que mi padre, descifrando las comunicaciones que entraban y salían de las fortificaciones de los hugonotes, ayudaba a aplastar las rebeliones de esos herejes
76.
El avión del señor Goodwin llegó con retraso, sólo hace una hora, y aún no hemos discutido el asunto
77.
Alguna vez habían discutido el problema de la violencia individual, con mayor intensidad a mitad del año 20, cuando estallaron las bombas en el arzobispado y en la fábrica de joyas de fantasía El Recuerdo, por mano de Gómez
78.
Durante un rato habían discutido sobre lo sucedido, pero en general no habían alcanzado ninguna conclusión
79.
Pero se vio claro que ella ya había discutido el asunto con su esposo
80.
Durante meses el agente Pinkerton le había estado pidiendo más información que la simple fecha de las reuniones, temario discutido y número de asistentes
81.
Oh, sí, otra pequeña cuestión… he discutido con el doctor O'Neil la posibilidad de que la Administración esté interesada en otros usos de su nuevo desarrollo
82.
Ha discutido con Cornet Green acerca del precio de los caballos; ha disputado con el teniente Brown sobre cuentas del hipódromo; ha tenido altercados con el capitán Black por discrepancias en el juego de dados
83.
Durante aquellos días había discutido bastante con sus invisibles visitadores la frase del santo africano, lapidaria definición del mal moderno más difundido
84.
El emocionante suceso fue bien examinado y discutido
85.
—Ya lo he discutido con el resto de la Banda, Isaac
86.
42 Vimes había discutido una vez la idea Efebiana de «democracia» con Zanahoria, y había estado bastante interesado en la idea de que todo el mundo* tuviera un voto, hasta que había descubierto que,
87.
Lo había discutido con dos supuestos representantes de los titulares de la hipoteca sobre la propiedad, que se habían entusiasmado
88.
Habían discutido brevemente sobre la conveniencia de confiscar un aparato militar
89.
Algunos médicos con los cuales he discutido este asunto me sugirieron que en ciertas circunstancias una cantidad suficientemente grande de vino puede modificar y mejorar el equilibrio de la constitución física, especialmente cuando el equilibrio se ha perturbado a causa de la debilidad y el agotamiento
90.
He discutido la disposición de estas nuevas ciudades con los mejores arquitectos que encontré en Grecia y Egipto, países que están más adelantados que nosotros en la urbanización y en la arquitectura, y espero convertir a Corinto en un centro comercial aún más importante de lo que antes era, mediante la construcción de un canal a través del istmo que separa la Grecia septentrional del Peloponeso
91.
Era como si todos hubieran discutido el asunto en su ausencia y se hubieran puesto de acuerdo en su respuesta
92.
Estoy seguro de que lo habrás discutido en tus clases de antropología
93.
–Pero ¿se trata de una cosa diferente, verdad? ¿Estos seminarios de autoconocimiento y todo lo demás no están relacionados con el tipo de cultos de los que hemos discutido antes?
94.
Puesto que Dreyfus (1979) ha discutido explícitamente los intentos particulares de la IA de explicar la cognición en términos de modelos formales, vale la pena considerar aquí su posición con más detalle
95.
A decir verdad, ella misma había discutido sobre ese punto con Egwene, pero en vano
96.
Era ya muy tarde cuando oyó a Taitaro hablar sobre cosas de las que nunca antes había discutido con él, y volvió prestarle atención
97.
—¿Al menos ha discutido este encuentro con Phil para estar seguro de sus potenciales implicaciones políticas?
98.
–Es muy discutido, pero calienta la sangre de algunos jóvenes que sueñan con la independencia
1.
humo, discutiendo animadamente sobre su perfección y frecuencia, atrayendo la curiosidad de
2.
discutiendo las condiciones, luego las aceptaría o las rechazaría y santas pascuas
3.
discutiendo e insultándose en un caló ininteligible, ysacando a colación la madera, el metal y la
4.
Discutiendo la finalidad de las obras artísticas, escribía
5.
Senior salió al pasillo con Shotzy y estaban discutiendo sobre algo pero yo no oía las
6.
Montenegro, desde su mesa, veía al jefe discutiendo con el
7.
caballos y discutiendo mujeres, esperaba el momento deheredar
8.
discutiendo con losdoctores del Templo, tal como ella lo había visto en ciertas
9.
pareja discutiendo losapuros del día siguiente
10.
formalito yqué bien educado! Allí andaba discutiendo con los hombres y
11.
funciones, entierros y misassolemnes, se demoraban en el atrio, discutiendo con calor
12.
estudiaban la flora arrancandohierbecillas y discutiendo ampliamente acerca del
13.
Repasó la lista de sus escasas relaciones, discutiendo consigo
14.
Había en las calles grandes grupos discutiendo conapasionamiento;
15.
cadencioso se dirigióhacia el monte discutiendo a voces las
16.
Ese día permanecimos en el café discutiendo las razones por las que se habría suicidado Toruño
17.
contar que Remi estaba discutiendo con alguien
18.
Los marineros se apiñaban en grupos y señalaban algo muy excitados, discutiendo acerca de presagios en el mar y en el cielo
19.
Mucho más arriba, dos pajes permanecían sentados a una mesa en el gran salón, donde llevaban horas discutiendo cuántos cubiertos debían poner para el almuerzo
20.
Mientras estábamos discutiendo la cuestión, un extranjero, con las manos sobre su cabeza, llegó al poblado
21.
Se unen como esposos para toda la vida y aunque tanto hombres como mujeres tienen plena libertad para hacer su elección, nunca parecen estar satisfechos el uno con el otro y siempre están discutiendo, normalmente porque ninguno le es fiel al otro
22.
Cuando entró en la habitación, el abogado y Sneed estaban discutiendo en voz baja
23.
Pero en una ocasión, cuando hacía ya media hora que estaba trabajando, me quedé por espacio de diez minutos, discutiendo qué era lo que debíamos conservar y qué cosas eran las que convenía tirar
24.
El año 1980 no hizo nada por corregir esa interpretación, y menos aún los meses anteriores al golpe, cuando a medida que se alejaba de Suárez el Rey se acercaba a Armada -reuniéndose a menudo con él en privado, discutiendo con él la situación política y militar y la sustitución del presidente, consiguiéndole un destino de primer orden en Madrid-, casi como si Suárez y él fueran dos validos disputándose el favor del Rey y éste buscara la forma de sustituir a uno por el otro
25.
A continuación los dos hombres pasan casi una hora encerrados allí, discutiendo, pero Bonell y Abad (y los oficiales y guardias civiles que contemplan junto a ellos la escena desde el patio) sólo pueden intentar deducir sus palabras de sus gestos, como si estuvieran asistiendo a una película muda: nadie distingue claramente la expresión de sus caras pero todos los ven hablar, primero con naturalidad y más tarde con énfasis, todos los ven acalorarse y manotear, todos los ven pasear arriba y abajo, en determinado momento algunos creen ver a Armada sacando de su guerrera unas gafas de leer y más tarde otros creen verle descolgando un teléfono y hablando por él durante unos minutos antes de entregárselo a Tejero, que habla también por el aparato y luego se lo devuelve a Armada, por lo menos un guardia civil recuerda que hacia el final vio a los dos hombres inmóviles, de pie y en silencio, apenas separados por unos metros, mirando a través de las ventanas como si de repente hubieran advertido que estaban siendo observados aunque en realidad con la mirada vuelta hacia dentro, sin ver nada excepto su propia furia y su propia perplejidad, como dos peces boqueando en el interior de una pecera sin agua
26.
Woundrel le dijo que esperara, y afirmó que, en fin cuentas, había algo de cierto en lo que su padre había dicho acerca de que siempre estaban discutiendo
27.
Hemos estado discutiendo su emigración, y les pedimos mil perdones por haberlos tenido fuera durante tanto rato; y ahora les diré las condiciones que les proponemos
28.
Arilyn procuraba mantenerse al margen de las discusiones y dejaba que el líder de guerra hablara en su nombre, pues ya tenía bastantes problemas para ocupar su tiempo discutiendo con el Portavoz, tan apegado a las tradiciones
29.
¡Maldita seas, largo! – se lanzó sobre el grupo que seguía discutiendo y le dio un fuerte empujón a Banny Ayhar que retrocedió un par de pasos con las pupilas dilatadas y una expresión aturdida en su ancho rostro cubierto de cicatrices
30.
Las anfictionías hani, sin embargo, estuvieran o no de acuerdo con las intenciones de los mahen (y quizás ese hubiera sido el propósito de los mahendo'sat desde el principio) empezaron a tratar entre ellas, discutiendo la posibilidad de una anfictionía mucho más grande, en la cual el mismo planeta de Anuurn fuera considerado como el recurso a proteger
31.
No lograrían nada discutiendo
32.
Ello es que cuando el general montó otra vez a caballo todavía estaba discutiendo sus planes muy seriamente con Murray y que al echar a andar el caballo lentamente hacia el río, el hombre de Ulster caminaba a su ido en animado debate
33.
Mi esposo y él tuvieron una lucha terrible, discutiendo los detalles de la función religiosa el día de Todos los Santos
34.
estar discutiendo en círculo
35.
Unos chóferes estaban de pie junto a sus coches, discutiendo sobre los caballos ganadores
36.
Estaban discutiendo cosas mucho más importantes
37.
Estaba sofocado y con aspecto de haber estado discutiendo
38.
Los hombres, discutiendo el futuro, paseaban por el jardín
39.
Holker no los dejaba un minuto, discutiendo animadamente sobre futuros y extraordinarios proyectos que estaban estudiando los científicos del 2000, dándoles explicaciones acerca de mil cosas que todavía no habían podido ver la raíz de la rapidez con que efectuaban el viaje
40.
Los soldados frenaron los caballos y se arremolinaron en medio de la carretera, discutiendo entre ellos:
41.
Los domingos el tío Eugenio se quedaba en el comedor discutiendo las decisiones con ella, mientras Luis se hundía en una larga siesta, de la cual resucitaba al anochecer, empapado de sudor y con el estómago revuelto, pero siempre dispuesto a irse otra vez de jarana con sus amigos
42.
Tres enanos cruzaron el camino delante de él, discutiendo entre ellos, y se detuvo un momento para dejarlos pasar
43.
No sabía de qué estaban discutiendo, pues solo podía comprender unas cuantas palabras de ese gutural idioma, pero parecía evidente que era una cuestión de suma importancia, a juzgar por el tono de sus voces, la vehemencia de sus gestos y sus expresiones exageradas…, y por el hecho de que no se dieron cuenta de que él y Saphira se encontraban en el camino
44.
Los tres continuaron discutiendo los sucesos del día durante un breve rato
45.
Todos se paseaban por las habitaciones creando confusión en las rutinas de Elvira, quien perdía energía discutiendo con ellos y acomodando el desorden de huracán que sembraban a su paso
46.
Le vinieron a la memoria todos los buenos momentos que habían compartido, las veces que se echaron en el suelo fumando la misma pipa para marearse un poco juntos, riéndose de esa yerba que sabía a bosta seca y tenía muy poco efecto alucinógeno, pero hacía funcionar el poder de la sugestión; de los ejercicios yoga y la meditación en pareja, sentados frente a frente, en completa relajación, mirándose a los ojos y murmurando palabras en sánscrito que pudieran transportarlo al Nirvana, pero que generalmente tenían el efecto contrario y terminaban escabulléndose de las miradas ajenas, agazapados entre los matorrales del jardín, amándose como desesperados; de los libros leídos a la luz de una vela ahogados de pasión y de humo; de las tertulias eternas discutiendo a los filósofos pesimistas de la posguerra, o concentrándose en mover la mesa de tres patas, dos golpes para sí, tres para no, mientras Clara se burlaba de ellos
47.
Los rebeldes fueron llegando durante el día a una casita de vaqueros donde se creían seguros, pasa-ron horas discutiendo, pero en vista de que contaban con tan pocas ar-mas y el plan hacía agua por todos lados, decidieron postergarlo, pasar allí la noche en alegre camaradería y dispersarse al día siguiente
48.
Habían pasado medio viaje discutiendo sobre lo mismo
49.
Están hablando por teléfono con mi amigo Luis de la Interpol, discutiendo medidas de seguridad en caso de que ustedes decidan que nos quedemos aquí
50.
El peluquero, su aprendiz y un cliente sentado en uno de los dos sillones giratorios que el salón —en realidad, un local encajado en el hueco de una escalera— a duras penas podía contener, estaban discutiendo animadamente, pero en cuanto vieron aparecer la silueta del comisario, se callaron
51.
Y se fueron discutiendo entre sí acerca de la cuestión
52.
Giulia y mi hermano se pasaron toda la noche en vela discutiendo
53.
Hinks todavía estaba en el teléfono, discutiendo, y pasarían todavía varios minutos hasta que aquel brillante joven retornara a las celdas y recibiera el impacto más grande de su carrera oficial
54.
Mientras fumaba, Montalbano no pudo evitar lanzar una mirada de vez en cuando hacia los tres que seguían discutiendo
55.
De pronto, cuando el señor Goon llegó a las inmediaciones del lugar, el chico del tiovivo y otro muchacho de su edad subieron al tiovivo discutiendo acaloradamente
56.
Los chiquillos corrían alrededor, discutiendo a voz en grito y algunas mujeres charlaban junto a una esquina
57.
Todavía se estaba discutiendo la lógica de ésta respuesta cuando la presidenta aumentó la confusión
58.
Allí abajo, en las bóvedas a presión portátiles, hombres y mujeres esperaban la noche lunar: durmiendo, trabajando, descansando, quizá discutiendo o haciendo el amor
59.
El caso era que cuando estaba discutiendo para que le aceptaran un pagaré, ella se había entrometido
60.
Finalmente, Rudi les pidió que le presentaran sugerencias en caso de que una evacuación repentina se hiciera necesaria, tanto por tierra, como por mar o aire, y los dejó discutiendo
61.
Vive en el apartamento de al lado con Alvin, el tío con el que estaba discutiendo
62.
Estuvieron discutiendo y al rey pidieron que no
63.
Sólo dejaron paso a los otros nueve tribunos de la plebe, que se situaron detrás de los trofeos con grave expresión, discutiendo en voz baja si iba a ser posible interponer el veto impunemente
64.
Nadie molestó a César al verle acompañado de aquel gigantón, por lo que pudieron sentarse en el sitio más tranquilo del bullicioso lugar y se dedicaron a contemplar el deporte local, que al parecer consistía en emborrachar a los más jóvenes, discutiendo cuánto aguantarían sin caer al suelo
65.
Un rato estuvimos discutiendo este enrevesado punto:
66.
Ha declarado que, mientras estaba allí, vio en el borde del bosque y cerca del estanque al señor McCarthy y su hijo, que parecían estar discutiendo acaloradamente
67.
La violencia de la escena la asustó tanto que echó a correr, y cuando llegó a su casa le contó a su madre que había visto a los dos McCarthy discutiendo junto al estanque de Boscombe y que tenía miedo de que fueran a pelearse
68.
Hasta cierto punto, aquello favorecía al acusado, ya que cuando se le vio discutiendo con su padre ambos estaban frente a frente
69.
Estuvieron hasta la madrugada discutiendo las opciones que se le ofrecían a Florentina, así como le repercusión que tendría para el trabajo de Edward en la cadena Baron el tener que encargarse de la campaña
70.
Dejaremos que sea el director quien dilucide las sutilezas… No me meteré en líos con el Capitolio, porque ésa es la especialidad del director, y si sólo disponemos de siete días no podemos quedarnos aquí sentados, discutiendo meras cuestiones académicas
71.
Queriendo yo poner término a la controversia dije estas palabras: «Caballeros; no pierdan el tiempo discutiendo lo que pudo pasar y no ha pasado
72.
-Bueno, por mí podéis seguir discutiendo -terció Richard, que había comenzado a levantar las tapas de las fuentes que había en la mesa, un delicioso aroma llenaba la habitación
73.
Carlton las acompañó hasta el ascensor, donde las dos siguieron discutiendo en voz baja
74.
Saludamos a las muchachas de recepción y seguimos discutiendo
75.
Mi hija de preciosos ojos azules y cabello rubio, está planeando empezar muy pronto los cursos de licenciatura de trabajos de psiquiatría social, y yo me encontraba al teléfono discutiendo con ella la situación financiera
76.
Los especialistas siguen discutiendo el número de armenios fallecidos por las deportaciones, pero oscila entre un millón trescientos mil y tres millones
77.
–Si pueden esperar, señores, estamos discutiendo una cuestión un tanto complicada y…
78.
Habían estado discutiendo un caso, mientras un cuerpo ocupaba la mesa más lejana
79.
John Brennan, un irlandés con su chaqueta a la espalda, va-ció la taberna «White Hart» de Gunberwell, discutiendo pri-mero el asesinato de la Chapman en tono altó, luego proclamando que Delantal de Cuero era amigo suyo y, finalmente, anunciando que llevaba en el bolsillo el cuchillo criminal
80.
Lo mismo podían haber sido ganaderos reunidos en un saloon americano, discutiendo la manera de acabar con los forajidos del Oeste, y su método fue tan poco imaginativo como el de aquéllos: ofrecer en un aviso una recompensa por el criminal
81.
No parecía enfadado, sólo perplejo por la incongruencia de la idea que se estaba discutiendo
82.
hemos estados discutiendo? —preguntó Natalie
83.
Recordaba haberse dormido en el apartamento de Tel Aviv y durante muchas noches de verano en la granja oyendo las voces de su padre y del tío Saul discutiendo sobre la moralidad de las bombas, y a Saul señalando que los ataques de represalia con A-4 Skyhawks acababan con tantos bebés como los guerrilleros de la OLP con sus kalashnikovs
84.
Se pasaban las horas discutiendo sobre la forma de recuperar la primera Tabla del
85.
Seguían discutiendo sobre la forma de recuperar la tabla cuando se inició el alboroto en el exterior
86.
Pasan años discutiendo acerca de quienes les dan de comer, y lamen la mano de quien abofetea sus respetables rostros
87.
—Estamos discutiendo un empleo en una fundición de acero y, desde luego, se trata de un lugar completamente materialista
88.
Alguien se acercaba… no, dos alguienes, y estaban discutiendo
89.
Jim bajó su bicicleta por la escalera y encontró a la anciana iraquí discutiendo con el encargado chino
90.
Pasaba los días en una habitación con sus consejeros, el embajador tolnedrano y sus asistentes, discutiendo los detalles del documento oficial de compromiso
91.
Había pasado la mañana discutiendo violentamente con el conde de Lenda acerca de un nuevo impuesto que éste proponía, y Lenda lo había acusado a gritos de desmantelar sistemáticamente el gobierno con su excesiva preocupación por el bienestar del consentido y holgazán campesinado
92.
Hace poco, discutiendo con el director del Colegio de España, le oí decir: -Existen tres morales: la moral legal
93.
Cayley dejaba obrar serenamente la válvula de la serenidad, confiando en que su excitable amigo recobrarla el juicio cuando pudiera pensar tranquilamente en lo que estaban discutiendo
94.
Este ejemplo podrá parecer superficial, pero quien haya leído una descripción no matemática de las intersecciones de las "líneas del mundo" en la relatividad general, y quien recuerde que una intersección de esas dos líneas marca un punto-suceso comprenderá que lo que estamos discutiendo es de la misma categoría que cualquiera de nuestras descripciones del universo físico
95.
Se dio cuenta entonces de que ellos habían estado discutiendo y de que probablemente esa imagen perteneciera al día que ellas se fueron del rancho
96.
Los acabo de comprar esta noche y me da miedo que alguien pueda mangármelos si los dejo por ahí tirados») y con dos chicos que mientras se acoplaban mutuamente con ella, continuaban discutiendo sobre baloncesto
97.
Ethan y él se quedaron detrás del coche, discutiendo
98.
Aunque no daban la sensación de estar discutiendo sobre béisbol
99.
—Mi grupo de estudio sobre la Biblia ha estado discutiendo qué dicen las escrituras acerca del poder de la oración
100.
El inesperado cambio del gobernador de Roma exasperó los ánimos de los saduceos, que formaron un corro, discutiendo acaloradamente
1.
Cuando todo estuvo listo discutimos sobre quién se quedaría dentro y mantendría el aparejo de poleas en su sitio y quién se encargaría de la furgoneta
2.
Discutimos durante horas y horas sobre la oportunidad del escarmiento
3.
Discutimos largo rato sin poder poner en claro la clase de muerte que había arrebatado del mundo a aquel inmortal ejemplo de militares y patriotas; pero como su fin era evidente, convinimos por último en que el esclarecimiento del medio empleado para exterminar tan terrible enemigo del poder imperial, afectaba más al honor francés que al ejército español, huérfano de tan insigne jefe; y si verdaderamente fue asesinado, como se ha venido creyendo desde entonces acá, la responsabilidad de los que toleraron sin castigarla tan atroz barbarie bastaría a exceptuar entonces a Francia de la aplicación de las leyes de la guerra en lo que antes tienen de humano
4.
De nuevo discutimos, pero Benjamín consiguió el paso franco
5.
Cuando el Soberano nos hace el honor de reunirnos en su tertulia, hablamos, discutimos, y haciendo la crítica menuda de las marchas y disposiciones del General, unas veces nos parecen bien, y otras
6.
–Bueno, discutimos, pero eso es todo
7.
Le pregunté por algunos precios y discutimos sobre ello
8.
Discutimos sobre el «especial» de Chick
9.
Discutimos sobre quién tenía la culpa de qué hasta que la pareja de jóvenes no pudo evitar mirar en nuestra dirección
10.
Por dos días y sus noches discutimos entrados en el monte, alrededor de las hogueras
11.
La verdad es que lo analizamos y discutimos
12.
—Sí, lo discutimos —dijo Johanson—, pero es improbable
13.
Está preocupado con esta pregunta, en apariencia tan lejana; la medita, me la expone, la discutimos
14.
Discutimos sobre el
15.
No ofrecía la menor duda que el espía de Zat Arras había oído nuestra conversación referente a la elección de un nuevo Jeddak, y recordaba que cinco minutos antes discutimos los detalles del plan trazado para salvar a Dejah Thoris así que razonadamente era de temer en el supuesto de que Zat Arras los conociera, que mi hijo, Carthoris, y mis amigos Kantos Kan, Tars Tarkas, Hor Vastrus y Xodar hubiesen sido víctimas del miserable usurpador, asesinados por sus esbirros, si no estaban también prisioneros
16.
–Escuchen -dijo Lasalle-, mientras discutimos inútilmente, los asesinos que están en esa cloaca, en ese inmundo agujero, cuentan los minutos que faltan para empezar a liquidar a sus rehenes
17.
Dentro de la casa, discutimos nuestro siguiente paso
18.
Discutimos los recientes acontecimientos en la margen opuesta del Tugela
19.
Discutimos un poco
20.
Quedaban por discutir detalles menores del plan y, mientras los victoriosos guerreros continuaban dedicados al saqueo de la ciudad Eldren, discutimos esos detalles hasta que quedaron completamente aclarados
21.
Discutimos por eso y es uno de los motivos por los que estoy en mi habitación
22.
Había diferencias entre la primera oleada de terror y la segunda, diferencias que parecían decirme algo… o decirnos algo, puesto que Georges y yo lo discutimos mientras llegaban las noticias: a) Ninguna noticia en absoluto del Imperio de Chicago
23.
Este señor y yo discutimos con frecuencia, pero con toda la amistad y sobre la base de muchas ideas comunes
24.
–No discutimos el hecho de que tuviera lugar un altercado, señoría
25.
–Pues bien, Humfredo Davy vino a verme a su paso por Hamburgo, y discutimos largo tiempo, entre otras muchas cuestiones, la hipótesis de que el interior de la tierra se hallase en estado líquido, quedando los dos de acuerdo en que esto no era posible, por una razón que la ciencia no ha podido jamás refutar
26.
Lo discutimos acaloradamente durante media hora y el problema está aún sin resolver
27.
Y discutimos esa idea un minuto antes de descartarla a favor de la hipótesis de que a Paphlagon lo habían escogido por alguna buena razón
28.
No discutimos que Karl Riemeck fuera un espía británico: está demostrado
29.
Pero discutimos que Mundt estuviera en alianza con él, o aceptara dinero por traicionar a nuestro Partido
30.
Discutimos por espacio de un rato
1.
Acabaron los caminantes en un agarrón de los infiernos con don Quijote, y no queriendo discutir más con el viejo cogieron la puerta a pata de la piedra que tenían, despertando a todo el mundo en la venta, por lo cual salió enseguida el ventero a ver qué era lo que pasaba
2.
mejor discutir en tales condiciones que a palo seco y más conociendo las virtudes de la tuya;
3.
posible detenerse con los paisanos para recordar algún suceso, para discutir un
4.
Necesitaba discutir ese asunto con alguien
5.
Lo más que se hizo fue abrir un par de cursos para discutir la teoría económica y del poder, pero un ajuste completo del currículum, por el cual se batalló tanto desde 1978, se debatía aún en 1991, y únicamente se puso en práctica en 1993
6.
- La cuestión que queda por discutir requiere una buena dosis de coraje: ¿En la era de los medios masivos de comunicación el parlamento está en condiciones de cumplir con esta tarea?
7.
- Podríamos, por otra parte, entrar a discutir su es conveniente que el Estado o el movimiento cooperativo estimule la creación de medios de comunicación en manos de profesionales del ramo
8.
El debate se complicó cuando pasaron a discutir el texto propuesto por la
9.
Domesticar la incertidumbre en América Latina implicaría discutir las estrategias y las fuentes de los recursos dirigidos a crear las capacidades institucionales que lo hagan posible, con base en un punto de partida en el que estamos, más que ante políticos, ante programas sociales dispersos e inestables
10.
discutir en clase con el profesor
11.
peroraba nadie metía baza; era capaz de discutir con el lucerodel alba, y hasta con los moradores
12.
carezco de estudios y de facilidad depalabra para discutir con V
13.
Al poco rato ya había consentido en discutir la cuestión de la
14.
discutir enla choza paterna el provecho y ventajas de la vida
15.
cama, y gravemente nos pusimos a discutir la situación
16.
gustaba discutir y reía rara vez, pero susonrisa estaba llena de una gracia afable que
17.
articulos que se habian de discutir idisputar; i asistió el Papa á otras congregaciones, i
18.
allápermanecía ocupado en repasar cuentas y discutir con los
19.
oía relatar o discutir, a menudo, en los corrillos desacristía, las tradiciones añejas de la
20.
No era el caso de discutir proposiciones,sino de extirpar de
21.
«¿Quería discutir porpasar el rato? Enhorabuena; él amaba la discusión»
22.
que sudaba ya de tanto discutir y gritar, vociferódiciendo, que de todas maneras, al que le
23.
—Hoy—terminó diciendo el atalayero—, después de discutir lospatrones, tuvieron en la
24.
pueden discutir como tales, al margen del proceso aquí planteado
25.
charlar en elescritorio con los amigos y discutir con míster
26.
de sus gaznates en discutir las condiciones del desafío
27.
ni discutir, rodaba los ojos mirando al Nacional, yéste permanecía en silenciosa
28.
Senecesitaria un volúmen para discutir los
29.
sesionesde trabajo con el equipo informático para discutir sobre la implicaciónde la biblioteca en la
30.
—Ashton no sabe discutir, mientras que a ti te vi cómo te enfrentabas con los manifestantes de la inauguración de «Imágenes Sagradas»
31.
–Comprendí que de tanto discutir con él, aunque fuera para contradecirle, me había convertido en un crápula
32.
En su mayoría eran integradas únicamente por los oficiales de mayor grado y las personas relacionadas con la totalidad o una parte del tema a discutir en el orden del día
33.
Víctor tuvo el buen sentido suficiente para pedir comida antes de entrar a discutir la cuestión
34.
No estaba en situación de discutir su tratamiento
35.
Le dije que no quería discutir ni hacer preguntas estúpidas, pero si aceptaba la idea de que era posible perder mi cuerpo, perdería toda mi racionalidad
36.
Estoy convencido de que las enfermeras creían que nos odiábamos, puesto que no parábamos de discutir
37.
No intervenir para evitar una atrocidad semejante es injustificable, pero quizá es comprensible si se hace el esfuerzo de imaginar a un muchacho recién salido de la adolescencia, recién ingresado en un partido militarizado cuyas decisiones no estaba en condiciones de discutir o contrarrestar, recién llegado a un cargo cuyos resortes de poder no dominaba por completo (aunque conforme se hacía con ellos terminó con gran parte de la violencia arbitraria que infestaba Madrid) y sobre todo desbordado por el caos y las exigencias avasalladoras de la defensa de una ciudad desesperada donde los milicianos caían como moscas en los arrabales y la gente moría a diario bajo las bombas (y que asombrosamente resistió todavía dos años y medio al asedio de Franco)
38.
Suárez toleró mal las injerencias del secretario del Rey, a quien no reconocía legitimidad para discutir sus decisiones y a quien pronto consideró una traba para la reforma política; por ese motivo, cuando sintió reforzada su autoridad después de su victoria en las primeras elecciones democráticas, el presidente le pidió con insistencia al Rey que sustituyera a su secretario y, aprovechando la ocasión para emanciparse de su viejo tutor de juventud, el Rey acabó cediendo
39.
Pasaron a discutir los pormenores del proyecto
40.
Es inútil discutir con la policía
41.
Se había divertido observándola mientras ella los escogía y consultaba con Viburnia, y viéndola discutir sin azoramiento con el mercader, desechando numerosos retales antes de encontrar uno de su agrado
42.
Apartándose del festejo, el colono se entretuvo con ellos a discutir largamente y luego regresó con el rostro sombrío y mostrando, desde entonces, un escaso interés por la fiesta
43.
Históricamente, siempre había existido una tensión entre el poder del señor de la tierra de Jemet y el de ellos, pero resultaba difícil discutir cuál había sido realmente el resultado final cuando los últimos habían conseguido imponer su voluntad
44.
A comienzos de junio, unos cuantos activistas procedentes de una escuela de enseñanza media dependiente de una de las universidades chinas de mayor prestigio -la de Qinghua, en Pekín- se habían reunido en diversas ocasiones para discutir la estrategia de la inminente batalla y habían decidido llamarse a sí mismos la Guardia Roja del Presidente Mao
45.
Eran unos cuarenta; todos guerrilleros del «M–19», y en menos de diez minutos habían conquistado las cuatro plantas del edificio y se habían apoderado de casi trescientos rehenes, entre ellos la mayoría de los jueces de la Corte Suprema, que se habían reunido para discutir sobre la aprobación de un Tratado de Extradición a favor del cual parecían ya estar de acuerdo
46.
Aunque no cabía experimentar otra cosa que repugnancia ante lo que estaba haciendo, resultaba imposible discutir con él
47.
A ello repuso mi padre que le encantaría tener la ocasión de discutir con el presidente Mao de todo aquel asunto
48.
Resultaba inútil discutir con Shungu Sinchi, y por su parte Naika no se consideraba la persona más apropiada para hacerlo, ya que en el fondo compartía sus sentimientos y en cuanto se encontraba a solas comenzaba a obsesionarse con la figura del español y con la idea de que el destino los había unido para que algún día tuvieran hijos que estuvieran a mitad de camino entre los dioses y los hombres
49.
Mientras yo lo miraba todo entusiasmado, mi tía y mistress Crupp se retiraron a la antesala para discutir las condiciones
50.
Mistres Spenlow añadían que era difícil dar por escrito una opinión sobre el asunto de que trataba míster Copperfield; pero que si míster Copperfield les hacía el honor de visitarlas en un día que señalaban de antemano, acompañado, si le parecía bien, de un amigo de confianza, tendrían mucho gusto en discutir con él el asunto
51.
Discutir la relación entre un cuerpo y la sombra que proyecta es un asunto menos relacionado con la física que con la magia y la poesía
52.
Podía discutir con el Portavoz, y de hecho lo hacía más a menudo que cualquier otro elfo de la tribu, pero respetaba a aquel elfo de mayor edad pues le debía a él todo su conocimiento
53.
Si me encuentro atrapada entre el gobierno local y una orden del han, me resultará imposible discutir con una orden de confiscación, si ésta me llega antes, ¿verdad?
54.
No pienso discutir con su ordenador
55.
No era algo que Pyanfar tuviera muchos deseos de oír: Geran suplicando, exponiendo la situación de Chur a una tripulante de Ehrran que desearía discutir sobre los canales burocráticos a seguir en algo que significaba la vida o la muerte de Chur
56.
No era momento para pararse a discutir o pedir explicaciones
57.
Pero no le dije nada de esto al médico, claro, no era el momento de discutir eso con alguien que trataba de justificar en un informe que yo abortaba por razones psicológicas
58.
Durante los días que siguieron comprobé que Poirot no parecía en absoluto dispuesto a discutir el asunto
59.
No tardó en regresar con una bandeja y, comprendiendo que era inútil discutir con Bundle, empezó a trabajar con energía
60.
Dentro de dos días, los hombres que representaban las ideologías predominantes en el mundo iban a reunirse allí para discutir sobre el futuro
61.
—No es éste el momento de discutir sobre la corrupción de los funcionarios públicos
62.
Poirot tenía la costumbre de discutir los casos con su criado, el eficiente George
63.
-No es mi intención discutir este asunto
64.
El grupo intercambió miradas de extenuación, y luego empezaron a discutir el asunto
65.
En lugar de perder el tiempo en discutir acerca de los mejores medios de defensa, continuaban trabajando con energía
66.
Por eso me siento orgulloso de llevar el uniforme, aunque algunas cosas no me gustan, cumplo las órdenes sin hacer preguntas, porque si cada soldado empieza a discutir las decisiones de los superiores, todo se vuelve un despelote y la patria se va al carajo
67.
Mientras los hombres de las canoas comían, bebían y fumaban, el grupo de amigos se apartó para discutir la situación
68.
Los hombres vacilaron ante el poder de esos nombres y comenzaron a discutir en su idioma
69.
Rolf Carlé conocía bien las obras de Shakespeare, Moliere y Calderón de la Barca, pero no había estado jamás en un teatro y no podía ver la relación con la aldea, pero no era el caso discutir con ese maestro por quien sentía una admiración desmesurada
70.
Galbatorix ha ido a supervisar la disposición de las defensas de Urû’baen y a discutir la estrategia con Lord Barst, que está al mando del ejército apostado en la ciudad
71.
Su presencia rompió el equilibrio delicado de la calle República y sembró el desconcierto por doquier, la gente se reunía en los boliches para discutir, así no es posible ganarse la vida como Dios manda, hay que hacer algo antes de que este desgraciado nos precipite en la ruina
72.
El viejo estaba orgulloso de discutir mano a mano con ese poderoso enemigo, uno de los barbudos que habían derrotado nada menos que al imperio del Inca
73.
Los capitanes se reunían -también en nuestra casa- para discutir las leyes de la colonia, asunto fundamental para el gobernador
74.
Era deudo de don Benito de Cárdenas, marqués de Torres Claras, que fue su valedor ante el conde duque de Olivares, cuando él demandó la obtención de un título que después recaería en su hijo y posteriormente en su nieto, cuando lo hubiere, y a partir de la tercera generación nadie osaría discutir su plebeyo origen ni su humilde procedencia
75.
Catalina, por no discutir ni despreciarla, tomó un poco de todo y con la excusa de que no era bueno que tuviera el buche lleno para hacer ejercicio se excusó; tras darle dos besos que le impidieron discutir, partió por la puerta del jardincillo hacia la cuadra donde la aguardaba Boabdil
76.
No existía ningún foro abierto para discutir las acciones del Gobierno o de los empresarios; así se entregaron impunemente a compañías privadas los servicios públicos y a empresas extranjeras los recursos naturales, como los bosques y los mares, que han sido explotados con muy poca conciencia ecológica
77.
Echó a correr y Eugenio le siguió sin discutir, como si confiara en un plan que no existía, porque en aquel momento, en la cabeza de Julio Carrión González sólo cabía una idea, aquella conclusión que había elaborado alegremente a partir de la confesión de Romualdo y que ahora se volvía en su contra, los más listos también son tontos, y él el que más
78.
La perspectiva de discutir con sus viejos amigos los nuevos y vigorosos asuntos de la Bolsa Internacional comunicó un suplemento de energía al corazón de Matilda
79.
Y era verdad que Matilda se había apasionado especialmente al leer los artículos de Juan y al discutir temas filosóficos
80.
No le interesaba mucho la literatura (apenas leía novelas o poesías) pero en cambio la apasionaba discutir ideas
81.
Era aficionado a discutir vidas ajenas: los doctorandos, los miembros del claustro, los problemas de la facultad y el decanato
82.
"Estamos dispuestos a discutir la posibilidad de un trabajo de nivel de principiante", le dijo directamente el ex senador
83.
¿Sus propias nietas no lo criticaban porque él ordenó que la Intendencia negara una ayuda económica al Club Progreso? ¿Y el diario de Clovis Costa no osó discutir el problema de la escuela? Él había oído la conversación de las nietas: "¡Abuelito es un retrógrado!"
84.
El exportador había ido a la capital, a invitación del gobernador, para discutir la situación política y resolver los problemas de las próximas elecciones
85.
Show” a discutir la política del gobierno en la región del Caspio
86.
–No me importa discutir lo que sea con usted, coronel, pero tenemos que poner en marcha un centro de operaciones -dictaminó Orlov mientras se encaminaba hacia la puerta, pero la voz de Rossky lo detuvo
87.
Aunque nadie del centro de mando podía haber dejado de leer el mensaje, Orlov no quería discutir abiertamente las opciones
88.
Si ésta es una toma de rehenes multinacional, de acuerdo a quiénes sean los perpetradores, la ONU puede llegar a discutir la jurisdicción durante horas antes de siquiera considerar la cuestión de liberar a la gente
89.
Al fin les pareció que ya lo habían examinado todo, y los cinco niños se reunieron para descansar y discutir el asunto
90.
Y al médico, al verlo tan sumiso, se le pasaron las ganas de discutir
91.
Dirigió una amplia sonrisa a Hilton, quien se la devolvió gentilmente, sin ganas de discutir
92.
Jadeando, se retiraron a la cabina para discutir el próximo paso a dar
93.
Y ciertamente la casa fue visitada por gente así durante muchos años, y era corriente ver en el camino a viajeros que venían a traerle libros, sentarse en los jardines o bajo sus techos pintados y charlar con él de los sucesos del mundo y las cuestiones legales que tanto les gusta discutir a los hombres cuando se reúnen
94.
Cuando el capitán de los Grises se acercó a Yabú empezaron a discutir con gran empeño señalando la ciudad y el castillo
95.
Después, cuando todo estuvo en regla -incluso una invitación para el día siguiente a las ocho Mama-sans más influyentes de Míshima, para discutir un asunto de gran importancia-, se sumergió, satisfecha, en la bañera
96.
–Más tarde podremos discutir la formación del comité -dijo en tono cortante-
97.
Las mujeres nunca deben discutir
98.
»¿Estaría preparada para discutir con él? Esa es una pregunta crucial
1.
miércoles al mercado, compro pollos yhuevos, discuto por gusto con las vendedoras
2.
Ante todo, señora, no le discuto su opinión sobre lo que pueda haber pasado en el viejo palacio de Venecia
3.
Sólo tiene un enfriamiento que, mal tratado, podría ser grave, no se lo discuto, pero está en las mejores manos y pronto volverá a sus clases con el resto de los novicios
4.
Residiréis aquí, en Shang-tu, y gozaréis de la hospitalidad de mi corte mientras discuto la posibilidad de ese tratado con mis ministros
5.
–No se lo discuto
6.
Esto no lo discuto, aunque sí llamo la atención sobre el dato de que un exceso de liberalización del sector financiero puede provocar problemas de envergadura, precisamente por el especial papel que los grandes bancos cumplen en un sistema económico determinado
7.
No se lo discuto, porque Adrianí y Karanikas ya se lo han creído
8.
–Eso no te lo discuto
9.
—Bien, ¡no te lo discuto!
10.
No discuto ahora lo que vio, sino qué propósito tenía la visión
11.
–Nunca discuto los rumores, Peter -dijo, sin expresión alguna en el rostro
12.
- Allá me voy, y mientras discuto con él las condiciones del descuento, tú lo dispones todo, y nos mandas
13.
Cuando discuto puedo ser vehemente en cuestiones de principios, pero no soy -nunca lo he sido- un buscapleitos de taberna
14.
Discuto con serenidad y mantengo la paz
15.
–Eso no se lo discuto, agente
16.
»Y por último, yo les discuto a los ingleses el derecho de estar en Palestina
17.
¿Cómo osaba yo humillarme discutiendo monedas? No discuto —me enojé—; y tampoco acepto el cargo; seguiré siendo taxista, ¡ésa es una profesión! Transporto gente de toda clase, hablo y escucho, me muevo de una punta a la otra de la ciudad; todos me conocen y yo conozco a todos los hombres y hasta todos los perros
1.
discutí también con el que recoge las entradas porqueacudió en su defensa
2.
No discutí aquel punto
3.
discutí con ella - hablaba con sumo cuidado, en un tono distinto, un tono
4.
Imagínate, oculté la existencia de Epitafio de un asesino; discutí con Goyo y apareció muerto al poco tiempo… Si les hablo de cómo he conseguido este ejemplar de la obra de Abelardo, irán a La Caña Vieja, donde ya estuvieron, y les dirán que no me conocen de nada, que jamás estuve allí
5.
-Quiero decir, sí, claro, discutí con ella sobre esta creencia en otra vida
6.
No le discutí la idea: mi cara y manos se veían de un rojo llameante, con ampollas creciendo, y me dolían como si me las hubieran machacado
7.
No discutí con él nada referente a misiones; no nombré para nada a los guías, y en cuanto a su aspecto, sólo puedo decir que es muy anciano, que habla un inglés irreprochable y que es extraordinariamente inteligente
8.
En aquel diciembre y en aquellos días de enero discutí la situación, que se tornaba peor para nosotros, sólo con los miembros más íntimos de mi círculo
9.
–Quiero decir, sí, claro, discutí con ella sobre esta creencia en otra vida
1.
jugaba y discutía y razonaba y se conducía en todo, conrelación
2.
discutía estas yotras cuestiones con el juez de paz en la villa, la
3.
El principal discutía con don Ramón y
4.
Discutía con un grupo de pastores
5.
Una pobre mujer con una muñeca en la mano discutía con el vendedor,mientras su
6.
Robertllevaba los libros, trataba con los clientes, discutía
7.
Se discutía la cuestión social
8.
en la exposición de sus ideas, con el mismo fervor quecuando discutía en el comité
9.
Aunque sería razonable remontar el origen de todo al mismo día en que el Rey lo nombró presidente del gobierno y, ennoblecido por el cargo, se propuso actuar como si fuera un presidente del gobierno nombrado por los ciudadanos, abriéndose a la razón política y moral de la oposición democrática, lo cierto es que su nuevo personaje no dio señales de vida hasta que, a fin de desmarcarse de la derecha, poco antes de las elecciones Suárez insistió en conceder un peso desproporcionado en UCD al pequeño partido socialdemócrata de la coalición, y hasta que, justo después -mientras en su grupo parlamentario se discutía la posibilidad de que sus diputados ocuparan el ala izquierda del hemiciclo del Congreso, simbólicamente reservada a los partidos de izquierda-, él se declaraba socialdemócrata ante su antiguo vicepresidente y le anunciaba la formación de un gobierno de centro izquierda
10.
Obi-Wan miraba a los ojos de su compañera mientras discutía con ella en voz baja
11.
En recepción, Clarisa discutía acaloradamente con Álvaro
12.
Un hombre discutía en voz muy alta:
13.
Mientras el país entero discutía la crisis de valores entre los jóvenes y el desastre del sistema educativo que había creado una generación de ignorantes y flojos, Da¡ estudiaba a conciencia, trabajaba y en sus ratos libres exploraba la biblioteca y jugaba con su computadora
14.
Estas cosas las discutía a solas con su madre, porque era imposible hacerlo con Esteban Trueba, que perdía rápidamente la paciencia y acababa a gritos y portazos, porque, como él decía, ya estaba harto de vivir entre puros locos y lo único que quería era un poco de normalidad, pero había tenido la mala suerte de casarse con una excéntrica y engendrar tres chiflados buenos para nada que le amargaban la existencia
15.
Jaime no discutía con su padre
16.
El padre Rivadeneira, con la cara congestionada y el gesto convulso, discutía con sor Gabriela en el despacho de ésta, que era el que correspondía a la priora
17.
Paulina del Valle también estaba cambiando, mientras mi cuerpo florecía el suyo se secaba agobiado por males misteriosos que no discutía con nadie, ni siquiera con el médico, fiel a su teoría de que bastaba andar derecha y no hacer ruidos de anciana para mantener a raya a la decrepitud
18.
León Barre discutía con el propietario del palangrero, a quien advertía que los motores del barco atrae-
19.
Se comentaba y se discutía apasionadamente la tragedia de Sinházinha y del dentista
20.
Poco después, procedente también de la otra estancia, entró Karima, también desnuda, y se quedó escuchando al chico que discutía acaloradamente con su interlocutor
21.
Mientras hacía las maletas, el cuarto discutía con él, le hablaba en ese lenguaje mudo que las cosas inanimadas, pero familiares, suelen emplear con el hombre
22.
Fuera, el conductor del coche amarillo discutía con los soldados israelíes
23.
La sesión era interesantísima: se discutía el voto de confianza
24.
Tenían que transcurrir diecisiete días desde el primer contio en que se discutía una ley y la reunión asamblearia en que se votaba la aprobación de la ley; Publio Sulpicio Rufo continuó celebrando asambleas mientras pasaban los días y el momento de su ratificación se iba aproximando de manera inexorable
25.
Mientras discutía con el tesorero de la Institución de Duskydale acerca de la respetabilidad del doctor Dulcifer, me expresé en un tono en extremo confiado
26.
Votó en contra de su propio partido en varios asuntos de Defensa, así como, en dos ocasiones, mientras se discutía la nueva política energética provocada por la última guerra del Oriente Próximo
27.
Al paso de la ilustre dama, se discutía su hermosura
28.
Discrepaba totalmente de las conclusiones del autor, y para reforzar su desacuerdo discutía la catálisis
29.
Uno de los grupos discutía sobre si alguien había disparado antes o después que el otro hubiera metido la cabeza
30.
– Se discutía porque mi marido decía que cuando se oye llamar a la puerta es porque siempre hay alguien en ella
31.
Ejercía la jefatura de la Caverna tanto como él y discutía a gritos cuando las opiniones de ambos discrepaban
32.
Observé que en todas las discusiones que precedieron la esclavización de la medicina, se discutía todo, excepto el deseo de los doctores
33.
Se discutía en la tienda de comestibles sobre la enfermedad de Hipólito; los comercios no vendían nada, y la señora Tuvache, la mujer del alcalde, no se movía de la ventana, por lo impaciente que estaba de ver llegar al operador
34.
Sebastián discutía otros detalles de la operación con los jefes de escuadra Flor, el "Dos" y el "Tres"
35.
Allí escuchaba, discutía y planeaba, de la mano de exploradores, geógrafos y soñadores como yo
36.
En una habitación junto a las escaleras, alguien discutía en voz alta
37.
Se discutía si las invasiones de algas asesinas eran algo nuevo o un fenómeno recurrente, pero lo que estaba claro era que se habían extendido de un modo jamás visto y que la naturaleza demostraba ser extraordinariamente creativa en cuanto a la generación de nuevas especies
38.
Sin embargo, como mencioné mientras discutía las señales animales, diferentes señales pueden ajustarse a diferentes modelos
39.
Mientras el explorador discutía abajo con un barquero el precio del transporte hasta el vapor, se precipitaron ambos por la escalera, en silencio, porque no se atrevían a gritar
40.
Discutía cuestiones de principios con los consejeros del ayuntamiento: «No es justo negarnos el uso de la sala, estamos en un país democrático, ¿no?»
41.
Cuando Rashid se retiraba por la tarde y rehuía la compañía de los monjes, Bobo se unía a Ramón de Novas y discutía con él el correcto tratamiento del vino
42.
Discutía con su novia y se disculpaba con palabras incoherentes de algo que había hecho hacía mucho tiempo
43.
Un joven mensajero discutía con sus guardias
44.
En el pabellón exterior el alto mando discutía sobre la disposición táctica de las fuerzas L´Toff con sus escasos aliados monárquicos
45.
No soy científico y no entiendo por completo la explicación exacta del fenómeno, pero por lo que pude colegir cuando se discutía sobre la nueva arma en Jahar tengo la impresión de que los rayos cambian la polaridad de los protones de las sustancias metálicas, liberando toda la masa como electrones libres
46.
Cuando Villamizar se encontraba sin salida lo discutía con Jorge Luis Ochoa, pero cuando había algo más delicado éste mismo lo mandaba a la finca de su padre en busca de buenos consejos
47.
¿Podré hacerlo? ¿Deberé hacerlo? Tú que todo lo sabes: ¿no moriremos en el intento?» Al cabo de las caminatas atormentadas entraba en la casa con un dominio pleno de su ánimo, como si hubiera recibido de veras las respuestas del mar, y discutía con su anfitrión hasta los mínimos detalles del proyecto
48.
En el interior se discutía apasionadamente sobre la mejor de las decisiones posibles
49.
Parlamento discutía sus edictos era para bien del Estado
50.
Pero Julia nunca discutía las enseñanzas del Partido a no ser que afectaran a su propia vida
51.
Se discutía la organización de un nuevo Estado, y no había tiempo de redactar tranquilamente una constitución
52.
Recuerde el lector que se trataba de un expediente a Banesto por problemas de recursos propios, es decir, que, en principio, no se discutía una auténtica intervención
53.
Él proyectaba, dibujaba planos, cursaba órdenes a los capataces, discutía con los capitanes de la guardia el mejor emplazamiento de las torres o el trazado más eficaz de las murallas interiores y exteriores, escuchaba a los clérigos con el fin de dar respuesta en los templos a las necesidades de la Iglesia, consultaba con los funcionarios reales e informaba al monarca en persona de la evolución de las obras, a las que se habían destinado recursos prácticamente ilimitados
54.
Pero vi perfectamente cómo discutía con él, enardecido, y manoteaba hecho una furia, por lo que supuse que le estaba echando en cara lo que podía haber pasado de no ser por su idea de venir velozmente como refuerzo desde Scarbantia
55.
Y Brisa lo lograba mientras discutía y hacía sus habituales comentarios burlones
56.
Algunos de los oficiales leales a Magón dudaban en cumplir las órdenes de Giscón sin recibir confirmación del más joven de los Barca, y más aún ante la actitud tensa de su jefe que, en voz baja, discutía con Giscón
57.
El Senado exigía respeto a sus deliberaciones pero no ocultaba lo que allí se discutía
58.
Nadie entendió bien aquello, pero nadie discutía las órdenes imperiales
59.
A Helen ya le gustó cuando el carro pasó traqueteando por la calle Mayor que estaba tan poco pavimentada como Haldon, pero poblada de seres humanos: ahí un buscador de oro discutía con el empleado de correos porque éste, supuestamente, había abierto una carta
60.
Lo despertó la voz de la dama que discutía por el precio de las morcillas y sacudió la cabeza en un intento de despejarse
61.
Una vez, mientras discutía un plan de ataque con los oficiales en el patio del cuartel, Léptines le quitó la lanza a uno de los mercenarios campaneos para dibujar con la punta en la arena las líneas de la acción y Dionisio se estremeció
62.
Discutía con serenidad hasta que salía a relucir el nombre de Stalin, pero apenas el otro lo pronunciaba, la charla se fastidiaba
63.
¡Ese general era muy listo! No provocaba a nadie, no discutía con nadie, aceptaba todas las instrucciones, pero siempre hacía lo que le daba la gana
64.
¿Qué crimen había cometido Josif? ¿Por qué el emperador retrasaba y discutía?
65.
Todo el mundo discutía y gritaba
66.
Nadie se lo discutía
67.
Sólo pedíamos diez millones de dólares, una bonita cifra sobre la cual se escribía a diario y se discutía en las calles
68.
Había agitado un avispero y la ciudad discutía por lo menos acerca de la cuestión de la guerra
69.
Esto me recuerda los tiempos en que todo el mundo discutía sobre los principios mecánicos de acuerdo con los cuales su automóvil funcionaba o dejaba de funcionar
70.
Aunque toda su vida había llevado la contraria a todo el mundo, ahora no discutía con nadie
71.
La gente discutía por el puesto en la cola hacia la fosa sangrienta mientras en el aire resonaba una voz excitada, demente, casi exultante:
72.
Uno de ellos discutía con aspereza con un desconocido: oyó varios insultos pero decidió no intervenir
73.
Márkov y Savostiánov le habían contado que su trabajo se discutía en muchos laboratorios del instituto
74.
A veces alguno pedía ir al retrete y el centinela, antes de abrir la puerta, discutía largo y tendido con el prisionero
75.
Para él, el ciudadano ejemplar era el que obedecía cuando recibía una orden de la autoridad, pero que antes de recibirla y después de haberla cumplido, discutía si la orden era buena y si la autoridad la había formulado bien
76.
»El indígena siguiente tenía la cabeza en forma de campana con tres cuernos, varias manos de distintos tamaños (las dos más pequeñas le daban masaje en el estómago), unas orejas largas y emplumadas, un gorro con un pequeño balcón rojo en el cual alguien discutía con alguien, invisibles los dos (sólo se veían unos platillos diminutos que volaban y se estrellaban por allí), y una especie de cojín de brillantes bajo la espalda
77.
A veces un detective le discutía una teoría que ni siquiera era consciente de haber enunciado
78.
¿El señor Jacubois, que tenía una insignia de la Sociedad Protectora de Animales en el parachoques del coche? ¿El señor Nell? ¿Otra persona? Patrick no lo sabía con seguridad, pero la intuición le decía que alguien sospechaba de él, y él nunca discutía con su intuición
79.
de más monedas y discutía con el guardia de seguridad, emperrado en que se identicara
80.
A ella no le gustaba su propio nombre y cuando discutía con su aya insistía en que la llamara Clea; Néstor lo sabía porque los mamparos de la nave eran indiscretos
81.
Nunca se cansaba de hablar de las mejoras que introduciría en su hotel el día que regresara a Viena; antes, jamás se rebajaba a hablar con un inferior, y ahora discutía del porvenir con Porta, que le aconsejaba instalar un bar con un burdel clandestino
82.
La gente discutía interminablemente
83.
Sin embargo, fuera lo que fuese lo que se discutía, el tema volvía siempre a las chicas y entonces se interrumpía con la acostumbrada conclusión:
84.
El juez, alcalde o jefe de tribu discutía su caso con dos centauros jóvenes y sanos, que parecían cuidarlo casi como enfermeras
85.
Hasta entonces habían llevado el hielo al barco con bastante rapidez -empleando una gafa para subirlo- pero ahora se discutía si debían usar el otro cúter y la lancha
86.
Muerte estaba sentada a un lado de la gran mesa de juego situada en el centro de la habitación, y discutía con Hambre, Guerra y Peste
87.
[22] Él discutía con cualquiera que dijese que no lo era
88.
Ante el mostrador, un veterano discutía con Freddy por el pago de una bebida
89.
En efecto, Elías Naphta había sido un soñador y un pensador; no sólo un estudioso de la Tora, sino también un crítico de las Escrituras, cuyos principios discutía con el rabino disputando con frecuencia con él
90.
Lo que se discutía no dejaba de ser complicado: si las cuatro copulaciones debían considerarse como un solo pecado, o como cuatro; si el fracaso, aislado o en conjunto unitario, debería considerarse también como falta mortal en grado de intención, o si ciertas circunstancias bastante inciertas y difíciles de dilucidar, como si la intención hubiera sido provocada por la cómplice o si había obedecido a un impulso real, podía entenderse como meramente venial; finalmente, si la cómplice, sabedora sin duda alguna de con quién compartía el lecho y a quién ofrecía su colaboración para el pecado, debía o no ser considerada reo de un delito contra el Estado, no sólo de habitual pecadora contra Dios, y, por lo tanto, transferirla a la jurisdicción ordinaria para que la juzgasen según las leyes civiles
91.
Discutía el caso con un de los otros
92.
La asiática me cuenta que la pareja discutía a diario, porque a la mujer de Robinson no le gustaba Atenas
93.
Si alguna vez se discutía la posición del Fairchild con ellos, Chile sólo se encontraba a una milla o dos más allá del otro lado de la montaña
94.
Pero ayer, cuando el coro discutía sobre el dinero, todos sabían que en realidad no iban a negarse a cantar
95.
Mientras el Parlamento discutía el caso y los comités selectos investigaban, el crecimiento del servicio telefónico quedaba interrumpido
1.
¿Recuerda cómo dejó caer la taza de café y se puso de un color verdoso cuando discutíamos el caso Crippen el otro día?
2.
Pero no siempre discutíamos las atrocidades cometidas por la humanidad, o la política, también hablábamos de Lagarto Emplumado, quien hacía apariciones esporádicas en la vida de mi amiga y luego se esfumaba por meses
3.
De regreso a Barcelona, discutíamos Lesseps [243] y yo los procederes más eficaces para sacar el ánima de Ibero de aquel que no sé si llamar Purgatorio a que sus pecados le habían conducido
4.
Mientras discutíamos si debíamos entrar en la ingeniaturía
5.
A partir de aquel compromiso los debates constitucionales tuvieron dos escenarios: la Comisión Constitucional, en la que discutíamos y aprobábamos los textos de los artículos cuando el acuerdo era posible, y los despachos de unos y otros donde nos reuníamos durante la noche para lograr una aproximación en los temas conflictivos, que aprobábamos al día siguiente en la Comisión
6.
Mi suegro cubrió los muros de su casa con propaganda de la derecha; discutíamos con pasión, pero no llegamos a insultarnos porque el cariño de ambos por la Granny y los niños era más fuerte que nuestras diferencias
7.
Esa tarde, hace exactamente cuatro meses y veintiún días, todavía hablábamos de una gripe y discutíamos con Ernesto la tendencia de Paula a exagerar sus males para llamar nuestra atención
8.
Salíamos al cine, nos pasábamos la tarde en el bar de detrás del instituto, o discutíamos sobre el bien y el mal entre clase y clase
9.
Discutíamos en asamblea de la mañana a la noche
10.
Imaginábamos juntos la disposición de la casa, el trazado del jardín; discutíamos los detalles: la ubicación de un seto o de un banco… ¿Era yo sincero en algún momento? No
1.
discutían sobre el sexo y él se comportaba totalmente sumiso en la cama
2.
En la platería donde se hospedaba Plácido Penitente,se comentaban tambien los acontecimientos y se discutían concierta libertad
3.
Discutían con gravedad el precio yla clase de las telas; y
4.
Los universitarios hablaban de asuntos científicos; algunos doctoresjóvenes discutían, con la tristeza rencorosa que inspira el bien ajeno,los méritos del camarada que en aquel momento estaba leyendo sus
5.
discutían lo tocante alhonor; las mujeres, excitadas y nerviosas,
6.
Hablaban, discutían, consultando a Luna para que esclareciese susconfusas ideas, y sobre la
7.
al encontrarse; otros discutían en los mesonescon insólita nerviosidad sin alzar
8.
Los dos amantes, en su lento regreso, discutían el empleo del dinero queacababan
9.
discutían ante un tabloncillo en elque estaba la carta de
10.
equinocciales, y antes deinscribir el donativo discutían y
11.
todos los espadas, discutían susméritos y el dinero que ganaban, mientras el enfermo
12.
Casi seles tomaba por vecinos, y Julio y Gaetano ya discutían
13.
Los pájaros, turbulentos, discutían en las copas de los árboles
14.
En medio de su aturdimiento, Kitiara escuchó el sonido distante de pisadas entre los matorrales, voces amortiguadas que discutían, el galope de caballos que se alejaban
15.
Mientras discutían, el ensimismado Kaz había oído las voces
16.
Jack reconoció a algunos miembros del Parlamento, que discutían en un rincón
17.
La quería porque tenían el mismo sentido del humor, y porque les gustaban las mismas películas, y porque la conoció siendo una cría y habían crecido juntos, y porque habían compartido cosas buenas y habían superado las malas, como cuando a ella le detectaron células cancerígenas en el colon y le hicieron una operación preventiva que los mantuvo acojonados más de un año, o como cuando a él le habían despedido de su trabajo con las gemelas recién nacidas, y la quería porque, aunque discutían por chorradas, estaban de acuerdo en las cosas importantes, como la educación de las crías, la importancia del ahorro en la economía doméstica, la lealtad o el amor, y porque los dos soñaban con un futuro parecido, o eso creía él, hasta que la pilló haciendo el perrito con el logopeda
18.
Mientras pronunciaba estos pensamientos en voz alta, fue repentinamente consciente de unas voces que discutían al otro lado de la puerta del almacén
19.
Democráticamente discutían y votaban el método de trabajo, el sistema de juego, la distribución del dinero y todo lo demás
20.
El verdugo, el Rey y la Reina discutían acaloradamente, hablando los tres a la vez, mientras los demás guardaban silencio y parecían sentirse muy incómodos
21.
En enero de 1977, poco después del asesinato de uno de sus hombres, el teniente coronel era cesado de su mando en Guipúzcoa y sometido a un arresto de un mes por enviarle un telegrama sarcástico al ministro del Interior que acababa de legalizar la bandera vasca mientras, según repetía él cada vez que mencionaba el incidente, la ciudad de San Sebastián se llenaba de banderas españolas ardiendo; en octubre del mismo año se le apartó de la comandancia de Málaga y se le impuso de nuevo un arresto de un mes por prohibir con las armas en la mano una manifestación autorizada con el argumento de que ETA acababa de matar a dos guardias civiles y toda España debía estar de luto; en agosto de 1978, mientras los partidos políticos discutían el proyecto de Constitución, fue arrestado durante catorce días por publicar en El Imparcial una carta abierta al Rey en la que le pedía que, como jefe del estado y de las Fuerzas Armadas, impidiese la aprobación de un texto que no incluía «algunos de los valores por los que creemos que vale la pena arriesgar nuestras vidas», que promulgase una ley apta para terminar con la matanza del terrorismo y que acabase «con los apologistas de esta farsa sangrienta, aunque sean parlamentarios y se sienten entre los padres de la Patria»; en noviembre de 1978 fue detenido y procesado por planear un golpe que anticipaba el golpe del 23 de febrero -la llamada Operación Galaxia: se trataba de secuestrar al gobierno en el palacio de la Moncloa y, con la ayuda del resto del ejército, obligar después al Rey a formar un gobierno de salvación nacional-, pero menos de un año más tarde salía de la cárcel en régimen de reclusión atenuada y a mediados de 1980 el tribunal le condenaba a una pena insignificante que por lo demás ya había cumplido, y que le convenció de que podía volver a intentarlo sin correr más riesgo que el de pasar una pequeña y confortable temporada en prisión, convertido en el héroe semisecreto del ejército y en el héroe clamoroso de la ultraderecha
22.
Me tuvieron más de diez minutos esperando mientras discutían sobre la supuesta traición de su hombre de confianza
23.
Byron y él discutían sobre los experimentos y especulaciones de Darwin acerca del futuro, y sobre la posibilidad relativamente verosímil de resucitar cadáveres por medio de un shock eléctrico, siempre y cuando no se "hubiese iniciado aún la descomposición
24.
El té, el juego y la conversación, interesante como se ve, pues se discutían graves intereses, duraron hasta la una de la madrugada
25.
Gerard habían acabado con las drogas y, en ese momento, discutían acerca de las
26.
En cuanto al inspector Blove, cayó en mis manos cuando unos colegas discutían sobre el juicio de Landor
27.
Me acerqué a él, mientras John y el abogado discutían sobre la conveniencia de revisar los papeles de la señora Inglethorp
28.
Resultó ser que Enrique y Eduardo discutían acerca de armas de fuego y que, para ilustrar la discusión, disparaban revólveres
29.
Discutían sobre la posición de cada uno en un planteamiento erróneo
30.
Mientras los aeronautas discutían la situación, el inglés conversaba animadamente con los veinte esclavos
31.
Otros discutían las órdenes, las votaban, se negaban a integrarse en la disciplina de un ejército, ellos no
32.
Apenas la garrida moza colocó ante ellos sus respectivos cuartillos cuando repararon en un joven que parecía tener problemas con tres coimas{234} que discutían con él la propiedad de unos maravedíes que había depositado sobre el mostrador en pago de su consumición
33.
Sé declamaban sonetos, se leían trozos de prosa, discutían literatura
34.
Discutían con el Capitán, hablaban del caso de los bancos de arena
35.
Una vez, sobre las cuatro de la madrugada, o puede que antes, oyó los gritos de dos borrachos que discutían justo bajo su ventana
36.
Discutían; se comprendía por el tono, aunque las palabras sólo le llegaran a intervalos
37.
En el extremo más alejado del comedor vi a dos criados que discutían frenéticamente
38.
Aquí, las voces de los que discutían resonaban en las paredes y en ocasiones sonaban airadas, pero yo ya no tenía miedo
39.
Hombres y mujeres discutían con los encargados de cambiar el dinero
40.
Se refería a los hombres que cambiaban las monedas y a quienes discutían con ellos
41.
En la taberna junto a la tienda de empeños, con tres bolas que pendían sobre la puerta, unos mozos de cordel discutían en gallego, con carretillas alineadas en la acera
42.
Mi madre, que falleció hace doce años, me pareció también preocupada en el retrato de la mesa de noche, y así que mi sobrino me visitó, estaba yo acordándome del norte de África frente al televisor apagado, le pedí que me explicase la enfermedad que tenía, mientras unos árabes discutían en la calle, mi hermana menor aún no había nacido, mi padre, de pelo negro, leía el periódico en el sillón, y mi infancia se desenvolvía ante mí como si estuviese ocurriendo en ese instante
43.
Arrimáronse a una mesa, donde estaba bebiendo cerveza uno de los dos individuos que Iberito había visto días antes en reservada conversación con su amigo; pidieron de beber, y mientras discutían con el otro si había de ser cerveza o vino, entró de súbito un sargento seguido de cuatro números de la guardia de prevención
44.
Discutían, aunque no lo crean, sobre su derecho al cielo, parejo a su derecho al infierno, pero la ley de la norma más favorable los amparó
45.
Mientras el hombre y la mujer discutían, Pitt y Cassy se miraron sorprendidos
46.
Quedaban un par de horas de luz, momento en que cada tarde empezaba a darse cita gente de toda broza: valentones y bravos de la chanfaina, habituales de la cárcel de Vicaría o de la prisión militar de Santiago, que solían pasar la mañana en las gradas de Santa María la Nueva, viendo ir a misa a las mujeres, y los atardeceres y las noches acogidos al sagrado de las tabernas mientras discutían las condiciones de tal o cual alistamiento; y sacando el capitán general que cada español llevaba dentro, discutían estratagemas y tácticas, afirmando cómo debió ganarse tal batalla o por qué llegó a perderse aquella otra
47.
Conocía bien las costumbres de Pedro y Pablo Ceniza; en ese momento se hallaban a un par de calles de distancia, junto al mostrador de mármol del bar La Taurina, trasegando medio litro de vino a modo de desayuno mientras discutían sobre libros y toros
48.
Los jugadores de cartas discutían acaloradamente en español
49.
Desde las puertas a ambos lados se oía un conjunto de ruidos desagradables: voces que discutían, bebés que lloraban, el estrépito de un fregadero
50.
Cuquita pensó que estaban hablando de la muerte del señor Bush y corrió a enterarse del chisme, pero con desencanto descubrió que discutían de la final del campeonato interplanetario de fútbol entre la Tierra y Júpiter, donde la Tierra había quedado como perdedora
51.
Me he tomado la libertad de estudiar el material mientras ustedes discutían el asunto
52.
–¿Y era sobre eso que discutían en la heladería? ¿Usted estaba tratando de que desistiera y empezara otra vez?
53.
Con una pasión por la política, habría sido natural que tomase parte es las conferencias semanales «de fumar» o «del tabaco», como se las llamaba, donde se discutían acaloradamente cuestiones sociales
54.
En el salón únicamente había una pareja de franceses, quienes discutían sobre la presunta superioridad de las mermeladas inglesas
55.
Resultaba evidente que discutían ferozmente
56.
Él y su amigo Sylvester discutían animadamente algún punto de la teoría de invariantes, en la oficina de Cayley, cuando penetró un ayudante, y puso en manos de Cayley un legajo de documentos para su examen
57.
Olivia los miraba con interés mientras discutían
58.
En el fondo del local, contra un espejo, dos hombres discutían a los
59.
Discutían de un modo interminable, cabizbajos como los miembros de una tribu nativa
60.
Se reunían y discutían largamente el pedigree de los solicitantes
61.
Unas cuantas mujeres discutían sobre alimentos de niños en el pasillo de los bebés
62.
Mariya y Yuri, de pie y separados por la mesa de la cocina discutían
63.
Aparentemente a Clairmont no le gustaba que las mujeres abrieran ellas mismas las puertas del coche, al igual que tampoco le gustaban las mujeres que discutían con él, según se decía
64.
Mientras ellos tres discutían, yo me remangué
65.
En el segundo nivel del bar, visible a través de la cascada, los oficiales de los cargueros y parte de los tripulantes de las naves de línea se confundían con los deportistas que discutían las condiciones cósmicas y las corrientes
66.
Mientras discutían chupaban con entusiasmo unos puros
67.
Un recorrido prolongadísimo, que tuvo su punto de partida cuando ambos se enfrentaban en el pasillo del edificio del Bevatrón y discutían acerca de una nimiedad…»
68.
En la sala de conferencias, una clase de terceros entrecruzaba seriamente sus pensamientos, como si tejiese una canasta, mientras discutían los sucesos de actualidad
69.
Dos tenientes discutían en la entrada del baño
70.
También discutían, pero en voz muy baja
71.
Las observaba como si lo que discutían no tuviera nada que ver con ella
72.
De pronto se oyeron unas voces que discutían en el piso superior de la casa
73.
Reían, construían cosas y discutían… Les encantaba acusarse de terribles crímenes como pueblo: una práctica que resulta extraña hasta que se comprende que su finalidad oculta era hacerse mejores, mejores unos para otros, mejores para la Tierra, mejores que las precedentes generaciones de hombres
74.
El comandante y Susan estaban delante de la trampilla cerrada, mientras discutían sobre lo que debían hacer a continuación
75.
Discutían con animación y hasta habían cerrado la puerta…, cosa que nunca hacían
76.
Los policías se habían detenido en la bifurcación y discutían acaloradamente sobre qué camino debían seguir
77.
–¿Se pusieron de acuerdo en definir lo que era un movimiento correcto? ¿No discutían?
78.
–Es Tarzán -exclamó Obebe, y los dos aún discutían cuando estuvieron fuera del alcance del oído del prisionero que yacía en la sucia choza
79.
Ignoraron totalmente a los robots mientras discutían qué había ocurrido
80.
Los dos estaban inclinados sobre un mapa y discutían acaloradamente, pero se interrumpieron cuando entró Jaime
81.
Pero la vejez le había dado sabiduría y experiencia, y sabía que discutían por el gusto de discutir, y que al fin se pondrían de acuerdo
82.
Las voces de la cocina elevaron el volumen, discutían, unas se montaban encima de otras para hacerse oír
83.
Él y Telden discutían con Elend de política y filosofía
84.
Sus miembros nunca coincidían y discutían hasta la saciedad como si cada uno de ellos hablara un lenguaje distinto
85.
Los miembros de la mesa habían procedido a leer el decreto de la Asamblea y en aquel momento se discutían sus diferentes artículos, pero Joantto no los escuchaba
86.
Su Excelencia el alcalde En circunstancias normales Su Excelencia el alcalde habría disfrutado dirigiendo el debate, mientras sus subordinados discutían las ventajas de determinada acción, aferrado cada cual a la posición dictada por su convencimiento o su interés
87.
Pronto se llenó la plataforma de sombras que discutían y se agitaban
88.
Mientras Sajjad y Diego discutían, no se habían dado cuenta de que, apostado a la entrada de las caballerizas, les escuchaba
89.
Los varones siempre discutían como si la lógica estuviera de su parte, aunque se comportaran de un modo totalmente irracional
90.
Hablaban poco, pero tampoco discutían entre ellos
91.
–¿El señor Su y el señor Shih discutían con frecuencia?
92.
A juzgar por el tono de los chillidos, a uno de los chavales acababan de sacarle una tarjeta roja y todos los jugadores de su equipo discutían con el árbitro, fuera quien fuera
93.
Se incorporó, miró a ambos lados, y pasó junto al nicho ante el cual Smithback y el guardia discutían
94.
Por lo visto, discutían enconadamente por algo
95.
La mayoría de nuestros padres o bien no discutían o cuando lo hacían llegaban rápidamente a la pelea
96.
Sobre esto discutían acaloradamente hasta que a los dos se les agotaba la saliva
97.
Bosch había observado que muchas de las mujeres profesionales que conocía, sobre todo policías y abogadas, se volvían soeces cuando discutían
98.
Allí estaban, en medio de nubes de humo, otros grupos de hombres grises, que discutían con gestos airados
1.
–Incluso lo escribí, por si una vez más discutías mis afirmaciones
1.
—Supongo que discutís todo esto en la oficina, en relación con las circunstancias —le dije
2.
¿La discutís acaso?