1.
«Mi general—le dije—, yo veo una faja negra, que así de pronto, en la oscuridadde la noche, parece un zócalo
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el cauce; pero te le va señalando bien esa faja de vapores que
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cercano, clientes de don Juan en un lite de quince años, pararecuperar una dehesa y una faja de
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un uniforme mal cortado, faja degeneral y ros vistoso con pompón de rabo de gallo, andaban con
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asistentes, y se ríen cuando sacan del fondo del arcael chupetín de raso de sus abuelos, la faja de
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ocho años y poseía la faja de mariscal de campo, estuvo en la del Rosellón a las órdenes del
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que la mamá piensa dirigir una exposición a la Junta para que le den a usted la faja de capitán
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las márgenes, disponiendosus diferentes colores en una larga faja igual,y
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separación delcortinaje penetraba una faja de luz que Cristeta
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del cinto un sable, y entre los plieguesde la faja morada y burda
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cuchillooculto en la faja, dispuestos á disputarse la hembra á
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anillas de los malecones, en cuyas piedras una faja húmeda
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llevaban el cuchillo enla faja, y á los que no se atrevían á
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llevaban entre ellos, lo mismo que si fuese uncartelón anunciador, una faja de papel impreso mucho
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Una vez terminada la recolección, huyen, llevandoen la faja el
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Llegaban los labradores, con la faja abultada por los cartuchos dedinero, a comprar
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se adivinaba que de un momento a otro comenzaría aclarear en el cielo la faja
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por él;notable equivocación: enganchole el asta retorcida de la faja que en lacintura
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de los cuales penetraba el sol, moviéndose ensu faja de luz las
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extraían de la faja losavíos de fumar
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faja la pluma y elcuaderno, escribiendo torpemente ante el
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Y mientras soltaba sus juramentos, sacábase de la faja el
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las manos en la faja
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maestras en su género; faja de lana encarnada,como las gastan
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Pero el jovende la faja,
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por el descanso, subiéndose la faja con ambas manos yatusándose las greñas que le
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en un bolsillo decuero y colocado entre los pliegues de la faja,
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Loque ellos admiraban ahora era la faja
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Traía la camisa suelta porfuera o faldeta, el puñal en la cinta y el machete en su puesto,asegurado con una faja de lienzo blanco
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ante el guardia viejo conlas manos en la faja, mirándole
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buscade novia por el cuartón, llevando en la faja estos dos
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como merengue; ymientras la madre enrollaba la faja o calentaba el pañal, solía tenerlaen el
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La puerta ya presenta facilidad para enlazar con una faja el
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La extremidad libre de la faja con que se enlazó el pasador se
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una de laspuntas de la faja poco a poco; si es de las que tienen
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una faja estrecha a lo largo de la costa
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fuera el comienzo de loinfinito, una faja azul recortando el
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Cuanto al vestir, los hombres se ciñen por la cintura una faja
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Porla faja azul que limitaban las
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¿Ve usted esa faja de luz quecruza el cielo?
41.
La puerta se abrió al punto, dando paso a un comisario con su faja y a cuatro soldados y un cabo
42.
Abei sacó de su amplia faja dos papeles y se los entregó
43.
Ibrahim se había quitado la faja que le ceñía el cuerpo y empapándola en agua de un pozo que se encontraba en aquel sitio, lavó con mucho cuidado las heridas de Ahmed
44.
Sacando una pistola de la faja la amartilló y apuntó en la dirección que el hindú indicaba
45.
Desanudando la faja de lana, miró si las pistolas estaban secas y satisfecho por su examen, las empuñó, encaminándose hacia el sur
46.
El árabe se aseguró de que sus pistolas y el yatagán estaban bien colocados en a la faja y, cubriéndose con su capa, dijo:
47.
Se ajustó la faja que le ceñía la cintura y, afirmando en ella el yatagán, se despojó del manto y se arrojó al agua
48.
– ¡Que en la faja tengo un puñal preparado para atravesar el corazón de ese canalla!
49.
Entretanto los pescadores de perlas, precedidos siempre por el guía avanzaban a través del bosque, llevando la llave de las carabinas encendida bajo la faja para que no se humedeciesen los pistones
50.
Sadras buscó en la faja que le ceñía los flancos y sacó un papel doblado en cuatro, que entregó a Toby, quien lo leyó apartándose de Dhundia
51.
-Lo tengo en la faja
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Es una faja de marinero
53.
Ibrahim se había quitado la faja que le ceñía el cuerpo y, empapándola en agua de un pozo que se encontraba en aquel sitio, lavó con mucho cuidado las heridas de Ahmed
54.
Después le vistió con un espléndido traje berberisco del mejor gusto, ceñido con una faja amplia de seda de colores variados
55.
Cogió dos de una panoplia y dio uno de ellos a la joven para que lo escondiese bajo la faja
56.
El Gran Almirante introdujo la mano en su faja de seda roja y extrajo un puñado de cequíes, en tanto que decía:
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Traje talar ribeteado de encarnado, esclavina color escarlata, ceñida la cintura con ancha faja del mismo color, pectoral adornado con un crucifijo de oro y gafas con los cristales montados al aire
58.
Si en su juventud no asistió a ninguna campaña, en 1794, y cuando tenía treinta y ocho años y la faja de mariscal de campo, estuvo en la del Rosellón a las órdenes [142] del general Caro, y allí le hirieron gravemente en el lado izquierdo del cuello
59.
la faja de capitán general
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una especie de faja mugrienta marcaba el roce de muchas generaciones de presos, de muchas generaciones de alguaciles, de muchas generaciones de jueces y curiales
61.
Al llegar al alojamiento del general en jefe, vio a este en la puerta con las manos metidas en la faja, paseando de largo a largo
62.
Su chaquetón pardo con vueltas encarnadas dejaba ver el pecho donde se cruzaban los curvos mangos de dos pistolas, cuyos cañones desaparecían entre la seda de una faja morada
63.
Ya no se volvió a ver ninguna pieza descosida sobre el cuerpo de los corderillos, ni se echó de menos botón, faja ni cinta
64.
A estos llamaban vulgarmente cheses; su atavío, describiendo de abajo arriba, era: peales, calzón, faja morada, chaqueta jaquesa, sombrero redondo sobre el pañuelo, en los más pañuelo solo, muy ceñido a la cabeza
65.
Sobre la base de la pared había una ancha faja blanca destinada a los jeroglíficos
66.
Así que, solucionando el asunto con recios tirones, envuelve los aretes en su pañuelo y se lo mete todo en la faja, justo cuando un sudoroso granadero de infantería de marina, que viene corriendo agachado y se detiene a cobrar aliento, lo ve rematar la operación
67.
Mientras Panizo padre y el cuñado Cárdenas colocan los remos en sus escálamos, Currito Panizo saca de la faja un trapo doblado, se lo muestra a Mojarra con un guiño y lo deja entre los bragueros y trincas del cañón
68.
Luego observa las manos colgadas por los pulgares en la faja, a uno y otro lado de la navaja que hay metida en ella
69.
Un brillo de metal, observa, reluce en su faja
70.
La faja de asteroides es la meta apropiada más cercana para el ensanchamiento del espacio vital de las colonias
71.
La exploración gradual del sistema solar que hicieran esos colonos, y la gradual extensión del alcance de las colonias hasta la faja de asteroides y más allá, indudablemente debilitarían los lazos afectivos que unirían a los colonos a su Tierra ancestral y aun al Sol
72.
Podría nacer la tentación de estar allí un tiempo, y construir colonias en la nueva faja de asteroides
73.
Así, quizá surjan mundos libres desde miles de diferentes fuentes planetarias, y algunos de ellos tal vez han estado viajando, a través del espacio, de esta faja de asteroides a otra, y de esta a otra estrella, durante miles de millones de años
74.
Puede suceder que cuando nuestras colonias espaciales viajen hacia la faja de asteroides, encuentren prioridades ya establecidas sobre la posesión de éstos; o quizá descubran evidencia de que mundos libres estuvieron allí en el pasado, y se retiraron muchos siglos antes ([46])
75.
Gentry se quitó el sombrero y pasó el pañuelo por la faja interior de cuero
76.
Detrás de ellos, la entrada de la escalera de caracol tenía sólo una faja roja de aviso en el último peldaño y la mampara del compartimiento de la tripulación era un hemisferio negro contra el campo de estrellas occidental
77.
Su faja estaba tirada en el suelo, junto a una silla, igual que el resto de sus ropas; la faja en cuestión era de un rosa pálido y tenía algunas gomas rotas
78.
Los de las colinas, en cambio, tenían fieros bigotes y vestían el atuendo tradicional cretense: gorro negro flaccido -el sariki-, chaquetilla y chaleco bordados, faja ancha morada encima de unos bombachos oscuros muy anchos, que los británicos llamaban «recogemierda», y botas altas que completaban su aspecto a medio camino entre el pirata y el soldado irregular de caballería
79.
Y el grana de la faja cardenalicia se instaló en un rostro empedrado por la sorpresa
80.
«Mi general -le dije-, yo veo una faja negra, que así de pronto, en la oscuridad de la noche, parece un zócalo
81.
Los riñones piden sosiego y no se conforman con una faja
82.
Pero Carmen, cogiéndome de la mano, me condujo por entre el gentío hacia una casa mayor que las demás, en cuya veranda estaba sentado un sacerdote en una mecedora, hablando con un sujeto cuyas facciones eran una réplica de las de Carmen, y que vestía una camisa blanca y pantalones flojos al estilo aldeano, y por cinturón una faja roja
83.
La chaqueta del pijama de la muchacha era de esas que se meten por la cabeza, muy corta, y como Georgette se había echado sobre los cojines, aparecía una faja de piel por encima de la cintura
84.
Javier pagó y se los guardó en las vueltas de la faja
85.
Cuando el Paparro fingía rebuscar en los pliegues de su faja unos imaginarios papeles, se oyeron gritos y carreras por el andén
86.
Joantto llegó a la casa de la calle de Les Tonneliers y sacó de un arcón unos calzones negros, una camisa de color crudo, un chaleco azul marino y una faja roja
87.
Él, Marimar y Francesc se sentaron al borde de la zona de carga del carromato y se comieron el guiso de pescado de los Fuxá mientras contemplaban cómo los hermanos se ayudaban mutuamente a ponerse la faja
88.
Junto a la faja interior, la sólida roca de la montaña; en la exterior, una pendiente muy pronunciada que bajaba hasta el mar
89.
El coronel Cubillos fue a sentarse calmosamente en su silla de cuero, con el foete entre las piernas y la faja con revólver asomando por el liquiliqui entreabierto
90.
La faja es, en realidad, un cinturón de castidad
91.
Pero no sería mala idea comprar los derechos, el título y la participación en la propiedad de la Luna que posean todos y cada una de las naciones soberanas que se encuentran en esta faja
92.
Y luego, ronco de gritar, sordo de sus propias voces, oyendo como un rumor confuso, lejano, los estampidos de los disparos, los cañonazos, el ziaaang, ziaaang de las balas que buscan su cuerpo, Nicolás Marrajo Sánchez, natural de la ensenada de Barbate, provincia de Cádiz, hijo de madre poco clara, sin trabajo ni profesión conocida salvo la de picaro, contrabandista, rufián y buscavidas, escoria de las Españas, reclutado forzoso por un piquete de leva en la taberna La Gallinita de Cai, se envuelve la bandera roja y amarilla en torno a la cintura, remetiéndosela por la faja, y se pone a trepar como puede por los obenques, tropezando, resbalando en los balanceos y sujetándose de milagro, mientras todos los ingleses del mundo y la perra que los trajo apuntan con sus mosquetes y le disparan, pam, pam, pam, y él sigue trepando y trepando ajeno a todo, entre docenas de plomazos que pasan zumbando, ziaaang, ziaaang, y él sube y sube y requetesube, una mano, un pie, otra mano, otro pie, entrecortado el aliento, los pulmones en carne viva y los ojos desorbitados por el esfuerzo, blasfemando y jiñándose a gritos en cuanto albergan el cielo y la tierra, cagoendiezycagoentodo, sin mirar abajo, ni al mar, ni al paisaje desolador de la batalla, ni al tres puentes inglés cuyos tiradores, poco a poco, sorprendidos sin duda por esa solitaria figura que trepa al palo del barco moribundo con una bandera sujeta a la cintura, van dejando de disparar, y lo observan, y hasta algunos empiezan a animarlo con gritos burlones al principio y admirados luego, hasta que el fuego de mosquetería cesa por completo
93.
Pero cuando se reúnen en pandilla y llevan esa maldita faja se convierten en una manada de animales
94.
Un torreón sin espesor, que no era más que una faja de luz anaranjada, desde lo alto del cual el señor y su dama decidían de la vida y de la muerte de sus vasallos, había cedido su puesto —al final de aquel «lado de Guermantes» en que tantas hermosas tardes seguía yo con mis padres el curso del Vivona— a esta tierra torrentosa en que la duquesa me enseñaba a pescar truchas y a conocer el nombre de las flores que en racimos violetas y rojizos decoraban los muros bajos de los cercados de en torno; después había sido la tierra hereditaria, el poético dominio en que aquella altiva raza de Guermantes, como una torre amarillenta y cubierta de florones que atraviesa las edades, se alzaba ya sobre Francia cuando el cielo- estaba todavía vacío, allí donde habían de surgir más tarde Nuestra Señora de París y Nuestra Señora de Chartres, mientras que en la cima de la colina de Laon no se había posado aún la nave de la catedral como el Arca del Diluvio en la cima del monte Ararat, llena de Patriarcas y de justos ansiosamente asomados a las ventanas para ver si la cólera de Dios se ha aplacado, llevando consigo los tipos de los vegetales que habrán de multiplicarse sobre la tierra, desbordante de animales que se escapan hasta por las torres sobre cuyo techo se pasean tranquilamente los bueyes contemplando desde lo alto las llanuras de la Champaña; cuando el viajero que dejaba Beauvais a la caída del día aún no veía que le siguiesen dando vueltas, desplegadas sobre la pantalla de oro del poniente, las alas negras y ramificadas de la catedral
95.
Los jefes reagrupados formaban un buen blanco, Berthier, Masséna, Lannes, Bessiéres, llegado de Viena, y los generales engalanados como para una revista, Espagne con la mandíbula apretada, Lasalle, de mostacho retorcido y mascando su pipa apagada, Boudet, Claparéde, Mouton, Saint-Hilaire, con el cuello de la guerrera subido, Oudinot, su expresión porfiada, el cabello cortado al rape pero las cejas pobladas, Molitor, de pelo áspero incluso en las mejillas y con la nariz delgada como una hoja de cuchillo, el imponente Marulaz, el vientre embutido en una faja de color amapola
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Lisa se encontró con una compradora de Nueva York, una mujer vigorosa que estaba ocupada soltándose la faja, y le preguntó quiénes eran los invitados
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Faja de terreno que el labrador señala en un haza para esparcir la simiente con igualdad y proporción
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El que puede utilizarse siempre, ya por estar fundado en la oportuna distribución de las letras dominicales que señalan los días de la semana y las fiestas movibles en cualquier año, ya por corresponder a un mecanismo ingenioso en el que a voluntad se van cambiando en un disco giratorio o en una faja de papel los números de los días del mes, los nombres de los días de la semana y el de cada mes y el número del año cuyo calendario se quiere formar
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Faja que se pone a los impresos