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    farallón exemples de phrases

    farallón


    1. Entonces, llegaron por fin a la vista de un enorme castillo al borde de un farallón


    2. Acababa de arrastrar la barca hasta la orilla, cuando vio en lo alto de un farallón al hombre de la fotografía


    3. —¿En lo alto de un farallón?


    4. La gran concavidad era un criadero de caracoles por su filtración incesante, que en aquella tierra tan seca producía una bolsa de aire húmedo llena de gran cantidad de humus y diminutos insectos, tan codiciados por los caracoles, siempre en sombra, y protegida de los vientos por el farallón que, en dos tercios de la longitud de la cornisa, se alzaba sobre ella en forma convexa desviando los vientos


    5. Aún oigo las olas de Peniche en Tavira, Margarida, las olas de ese invierno, aún oigo la sirena de la fábrica de conservas que llama a los obreros y la espuma bajo las losas, y me acuerdo de la forma en que los presos me quitaban las energías mezclándome barbitúricos en la sopa, y me llamaban, cuando yo estaba solo, imitando la voz del director de Santo Tirso, la voz de Alice, la voz de mi padre, que me obligaban a regresar al pasado a fin de interrumpirme el presente, y no sólo los presos sino el que mandaba, y los guardianes, y el abogado que desparramaba hojas sobre la mesa de la sala de consultas, Hoy lo encuentro de mejor aspecto, señor mayor, tal vez podamos trabajar en el sumario, y no sólo el abogado sino mi familia, y tú, Margarida, que te escuchaba conversar con ellos, y yo, que me negaba a dormir por miedo a que me vaciasen un cargador en el corazón, yo que asentía Realmente tengo un aspecto estupendo, doctor, ustedes no han conseguido abatirme, y él Antes de comenzar con las tonterías, señor mayor, quería preguntarle si aceptaría entrevistarse con el coronel Gomes y su abogado, y yo ¿El coronel Gomes?, y él Entró ayer en la cárcel, el señor teniente ha permitido que nos entrevistemos para hablar, y yo, juntando los fragmentos del puzzle, ¿El coronel Gomes es quien dirige la trama, doctor?, y el barco salvavidas callado, y la sirena callada, y hasta las olas calladas contra los muros del fuerte, y el coronel Gomes que extendía la palma hacia mí, con pantalones de sarga, tiritando bajo un abrigo viejo, Buenos días, Valadas, ¿ya no se saluda a los amigos?, y yo A los amigos sí, mi coronel, el problema es que usted no es un amigo, y su abogado Por el amor de Dios, señor mayor, el señor coronel Gomes tiene gran estima por usted, y el coronel Gomes Fui yo quien le avisó de que la Policía lo buscaba, y yo La mandó a mi casa, diga mejor que la llamó por teléfono y la mandó a mi casa, y el coronel Gomes No estoy aquí para escuchar insinuaciones groseras, no estoy aquí para escuchar insultos, y mi abogado Le pido disculpas, señor coronel, el señor mayor no ha querido ofenderlo, casi un año de cárcel deja los nervios destrozados, y el coronel Gomes, más sereno, Que se retracte y olvidaré este episodio, y su abogado a mí Lo que nos interesa es establecer una estrategia común, decidir lo que puede decirse y lo que no, que el Delegado del Ministerio Público es duro de roer, y yo, En el juicio no diré ni pío, y no dije nada, condenaron al coronel Gomes a once años y lo expulsaron del Ejército, el comodoro Capelo, promovido a almirante, dio testimonio, me pareció ver a Alice entre el público, en una de las filas traseras, entre su madre y su marido, pero cuando miré con atención eran otros los espectadores y no ellos o los lugares estaban vacíos, el juez postergó mi sentencia por consejo de los médicos, regresamos a Peniche en una furgoneta blindada, y el coronel Gomes, a mí, Once años, Valadas, yo no duro once años, cuando salimos del Tribunal reparé en su mujer, una señora que lloraba, y yo Espero que no dure, mi coronel, que ya tengo adversarios de sobra, y al llegar a Peniche tronaba, el cielo se hendía con heridas de relámpagos que recortaban la villa, que recortaban el mar, tomando las sombras fosforescentes antes de esconderse en sus pliegues de tinieblas, un barco, casi en la línea del horizonte, flotaba sobre nubes que supuraban lágrimas rojas, las casas se desmoronaban, los almacenes de los pescadores y las traineras ancladas se deslizaban hacia la plaza, el farallón, amputado, mostraba sus visceras de pizarra, liberaba enjambres de aves aterradas, y a la mañana siguiente el coronel Gomes se ahorcó en la celda, y cuando lo vi, antes de que lo cubriesen con el abrigo y un saco de arpillera, no me pareció verlo morado ni con la lengua fuera, sino con las pupilas apagadas en una expresión amable, de modo que pensé Se ha dormido, no se ha ahorcado ni nada, se ha dormido, a pesar del verdugón en el cuello y de los hombros crispados, pensé Se ha dormido, ha fingido que se ahorcaba para intentar engañarme, y entonces me acerqué a él, le puse el pulgar en la frente y estaba fría y con manchas color de vino en la raíz del pelo, y las botas en el extremo de las piernas, Margarida, se me figuraron vacías como los zapatos de los mendigos


    6. Un muchacho giboso, con panamá, cuya madre huyera al extranjero con un abogado suizo, cojeaba detrás de los amigos con sus piernas vacilantes, y los sábados mis padres venían de Lisboa a besar a sus nietos y se instalaban en la terraza a beber refrescos y a comer percebes, hasta irse cuando comenzaba a anochecer, el automóvil se desvanecía en la gasolinera, un vacío enorme cubría la playa y se extendía a las mimosas del farallón, el mar se asemejaba a un hombre colosal que se frotara las palmas hacia atrás y hacia delante en las rodillas, y yo, abotonándome la chaqueta de punto, me sentía tan sola que me apetecía telefonearles sólo para escuchar su respiración en el extremo del cable


    7. y yo le apreté la manga con fuerza creyendo que tal vez podríamos partir todavía y no podíamos, con qué dificultad se curvan las espaldas, con qué dificultad los brazos, con qué dificultad las piernas se mueven, en el sitio de la Estrada Militar no hay soldados marchando con un oficial y un tambor al frente, sino chabolas de negros y gitanos, de gitanos y de negros, sin una luz salvo la de los dientes y la de la baba de los perros tan enclenques como ellos, barracas con trozos de cartón, con tablas, con duelas de barricas, con maderas de andamios, mujeres descalzas calentando cazos en las piedras, niños con rostros como charcos, cieguitos, aun en septiembre un lodazal de lluvia, pobres de vosotras que habréis de entrar a la iglesia (y yo encerrada en el ataúd) y al empujar la antepuerta las llamas de los cirios se inclinarán trémulas hacia vuestro luto que dura lo que una misa y un entierro y habréis de mediros, indecisas, ¿A cuál de nosotras le tocará, Manuela?, ¿A cuál de nosotras le tocará, Luisa?, el cementerio lleno de maridos que no esperaron, que no esperan, ¿Oyes la tormenta?, no es que yo tenga miedo, tú sabes que no tengo miedo, de qué sirve tener miedo, pero habla conmigo, pero quédate ahí un rato, pero no cuelgues todavía, en Ericeira encendía la salamandra al atardecer, el viento en los pinos me aterraba, por la ventana de la sala la colina bajaba hacia las dunas y la arena brillaba, las olas me rompían los huesos en la muralla, mis sobrinos seguían en bicicleta hacia el agua que la bandera roja prohibía, había un café desierto, con grandes letras pálidas, en la cima del farallón, nadie frecuentaba aún la playa de Sao Lourenço, sólo habitada por raras gaviotas, ningún veraneante, ninguna sombrilla, ningún bañista, adolescentes lejos de sus padres saltando por las rocas, y ellas proyectando partidas de canasta, proyectando excursiones a Sicilia, a Yugoslavia, a Leningrado, a Egipto, ¿No te parece, Maria Antonia?, y yo que sí con la cabeza, imaginando un autobús de visitas que tejen por Europa, Sicilia claro, Yugoslavia claro, Leningrado claro, tiene un museo estupendo, Egipto, las pirámides, la Esfinge, y por qué no una excursión a Benfica, y por qué no una excursión a lo que fuimos, bodas, procesiones, bailes de carnaval, partidos de hockey, el lobo de Alsacia de mi padre, encerrado y soltando aullidos, en una jaula, y después de salir las visitas, con sus Sicilias y sus museos, mi sobrino, de espaldas a mí, observando el mercado nuevo, Si la tía no quiere ponerse en tratamiento de quimioterapia no se pondrá, no se preocupe, y yo a él ¿Cuánto tiempo, hijo mío?, y él, cambiando los cacharros de posición, No lo sé, y entonces lo vi sentado en la Quinta do Jacinto, bajo un nogal seco, él, que vivió en Londres, que trabajó en Londres, que tenía ocho canales de televisión y una criada española, ni de la existencia de la Quinta do Jacinto sabía, viviendas con dalias mustias en el otero de Alcántara, el borracho que irrumpía en la sala de costura asegurando Yo vuelo, la modista que lo amenazaba con la plancha y después, ya más calmada, La niña disculpe pero es por culpa de estas cosas y otras más que tengo el corazón hecho una pena, y mi sobrino, con la cartera en las rodillas, en espera de la noche para entrar en casa como yo espero el día para entrar en la muerte porque, no sabiendo gran cosa, sé que moriré de día, durante las primeras horas del día, con un vecino médico, llamado con tal urgencia que ni tiempo tuvo de peinarse, que me auscultó el corazón parado pensando que lo oía cuando lo que realmente oía era el cangilón del ascensor, y conmigo morirán los personajes de este libro al que llamarán novela, que en mi cabeza, poblada de un pavor del que no hablo, tengo escrito y que, según el orden natural de las cosas, alguien, un año cualquiera, repetirá por mí del mismo modo que Benfica se ha de repetir en estas calles y fincas sin destino, y yo, sin arrugas ni canas, cogeré la manguera y regaré, por la tarde, mi jardín, y la palmera de Correios crecerá de nuevo antes que la casa de mis padres y que el molino de zinc pidiendo viento, y mi hermana, viuda también y sin el pecho izquierdo, amputada del pecho por un cáncer, un cáncer como el mío, un cáncer, un cáncer, No es que yo tenga miedo a las tormentas, hay pararrayos por todas partes y además de qué sirve tener miedo, pero no cuelgues todavía,


    8. Un oficial del ejército inglés, Henry Creswicke Rawlinson, subió al farallón, copió la inscripción completa y, en 1846, después de diez años de trabajo, había conseguido realizar una traducción total, utilizando los dialectos locales como guía cuando los necesitaba


    9. Subieron por el farallón y siguieron por el sendero hasta el borde de la caldera


    10. En algunos sitios, la cueva tenía orificios en la pared del farallón, y, a través de ellos, Lanyon podía ver las paredes de la cañada, a veinte pasos de distancia

    11. Cazador del Cuervo saltó sobre el farallón con un grito de guerra y echó a correr hacia el campamento de los Otros


    12. ¿Tenía razón? ¿La hostilidad de esos eunucos ensotanados acabaría con Trujillo? Antes, Panal y Reilly irían a engordar tiburones al farallón


    13. Tiró de ella hasta ponerla en pie y la condujo hasta el saledizo del farallón, donde la hizo sentarse encima de los periódicos doblados


    14. Unos pedruscos rotos desprendidos del farallón


    15. Hajime dio un paso involuntario hacia atrás y observé que se hallaba justo al borde del farallón


    16. No había construcciones de ninguna clase, excepto algunas piedras verticales dispuestas sin orden ni concierto por todo el terreno y en lo alto del farallón del lado oriental


    17. Desde la torre del farallón, Alicia, sus hijos y las mujeres que quedaban, veían alejarse a la lancha y mentalmente oraban por el buen éxito de la empresa


    18. Tres escuadrones de urimelos cayeron sobre ellos saltando desde un farallón casi vertical y sembraron el caos entre sus ya menguadas filas


    19. El angosto estrecho que lo separaba del continente meridional era una llana extensión de aguas oscuras y blancos icebergs tabulares, puntuada por las islas farallón de la otrora Aeolis Mensa


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