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    Utiliser "indicar" dans une phrase

    indicar exemples de phrases

    indica


    indicaba


    indicaban


    indicado


    indicamos


    indican


    indicando


    indicar


    indico


    indiqué


    1. Indica su título de Danza general de la muerte, en que entran todos losestados de gentes, que forma parte de la vasta literatura de las danzasde muertos, y es en verdad una de las más antiguas de cuantas existen encualquier país ó idioma


    2. Este argumento, comprendiendotambién su extraño desenlace, es de la misma especie que muchas comediasposteriores de la época de Lope de Vega, y hasta se podría pensar, alleerla, que es una de ellas, si no se opusiera á esta ilusión la prosaen que está escrita, circunstancia que indica á las claras su


    3. horas, Jhon indica que lo esperara


    4. - Una tendencia reciente indica que con la ampliación del espacio vital dominado por la comunicación, la experiencia propia que hace el individuo de la realidad se ve más y más sustituida por la transmisión de la realidad


    5. La modificación de las intensidades de la comunicación dentro de la estructura institucional de la organización partidaria, que se experimenta por la influencia del número creciente de afiliados, indica cuáles canales de comunicación, dentro del partido, asumen el mayor esfuerzo de integración


    6. Todos los planetas y la Luna ocupan se indica en el gráfico


    7. Así lo indica la proporción de familias tradicionales en las que las compañeras o cónyuges se dedican al trabajo no remunerado a tiempo completo, la cual es mayor en los conglomerados 1 (51,55%) y 2 (6,5%) que en el conglomerado 3 (0,59 y 38,50%)


    8. La caracterización para cada país nos indica la proporción y el tipo de hogares que son más dependientes del régimen de bienestar al que pertenecen y, por lo tanto, el grado en que se diferencian más entre los hogares de los otros regímenes


    9. Esto indica la presencia de diferencias


    10. El modo de cargar las piezas con pólvora á granel introducida concuchara, se indica en la siguiente Cédula real, que recomienda lasustitución en las Indias de la artillería de hierro forjado por la debronce[23]

    11. Desde un principio lo indica con claridad su diario, apuntando á 8 deAgosto de 1492 «que hubo entre los pilotos de las tres carabelasopiniones diversas donde estaban, y la suya salió más verdadera», yrepite en los sucesivos haberse propuesto llevar dos cuentas, poniendoen una menos leguas de las que andaba


    12. que solicita para el fin ycon las condiciones que me indica en su


    13. Circe, domada por Ulises, pone a su disposición toda la sabiduría esotérica de la cual es experta y le indica el camino para poder entrar y salir del Hades y para encontrar al adivino Tiresias


    14. —Esta predisposición de usted—dijo el Marqués—a visitar las Cortes europeas me indica que se


    15. unas marcas: cada decena se indica por un intérvalo y diez de estos intérvalos completan el


    16. oficial indica que el cargo de honor Ned Khentir envió un


    17. oficiales como tampoco indica la dirección ni las coordenadas


    18. el control de recepción le indica quien debe recibirle siendo


    19. son doble mayores de loque se indica en los estados anuales; pues como dejo dicho en variospuntos,


    20. todolo indica en vos; y cuando quiero salvaros, si es

    21. no siempre indica dependencia de efectoy causa, pero sí al ménos dependencia de


    22. Se indica un medio para adelantar en la filosofía de lahistoria


    23. de todo: esta abundancia indica el grancaudal de conocimientos atesorados con el cursode los


    24. indica que su órbita se va estrechando


    25. me lo indica conla mayor claridad; por ejemplo: estos árboles


    26. confusión en que losmás animosos se turban, no sólo indica el


    27. laseñal, la declaración de la amante que se da á conocer, indica


    28. Empero esa lúgubre procesión que indica el mundo de los


    29. paz de los sepulcros; pero el poetanos indica en seguida la causa de tanto mal y


    30. indica y se presume por el final de lanovela

    31. indica meparece muy bien


    32. » ¿Qué significa esto? ¿Por qué se indica esa dirección?


    33. Su turbación me indica que debemos apartar los


    34. Villarroely en tono de intimidad que indica la continuaciónde las relaciones


    35. uno empiezan a fusilarlos bajo ladirección de Facundo, que indica al que parece


    36. tanto es un mueble cómodo: su color es el que indica laausencia completa de aquello


    37. ] Ese instinto intelectual abraza muchísimos objetos de órden muydiferente; es, por decirlo asi, la guia y el escudo de la razon; laguia, porque la precede y le indica el camino verdadero, antes de quecomience á andar; el escudo, porque la pone á cubierto de sus propiascavilaciones, haciendo enmudecer el sofisma en presencia del sentidocomun


    38. pura; el verbo externo indica el interno, producto de laactividad intelectual, concepto de ella, que envuelve ya un sujeto yun objeto, y que por tanto se halla ya en una region muy superior á lade la conciencia pura


    39. Es verdad que las representaciones pueden ser infinitas, yaen la imaginacion ya en lo exterior: pero esto, lejos de probar suidentidad con la idea, indica su diversidad; pues que la idea esúnica, ellas son infinitas; la idea es constante, ellas son variables;la idea es independiente de las mismas, y ellas son dependientes de laidea, teniendo el carácter y la denominacion de circunferencias encuanto se le aproximan representando lo que ella contiene


    40. Esta consideracion es importante, porque indica el vicioradical de toda filosofía

    41. Esto,¿qué indica? indica que en esas ideas no hay nada absoluto, que todo esrelativo; pues tienen el carácter de toda relacion, la cual quedaincompleta ó mas bien nula, cuando le falta el término á que se ordena


    42. apariencia, tal vez indica que las ideas de sucesion ytiempo, no se han de explicar la una por la


    43. penetra; un estertorparticular le indica las cavernas invasoras que caracterizan el


    44. que indica en ellos la intuición de las grandes desdichas


    45. indica la nativa oposición que les tienen


    46. unode esos corceles indica la presencia de un caballero en Burdeos, porquetengo


    47. Desde un principio lo indica con claridad su diario, apuntando


    48. Indica el Diario del Almirante que encendía todas las noches


    49. que indica elsendero, y Fernando abandonó el camarote


    50. nombre de Lima a la ciudad, como bien lo indica lasimilitud de los dos sonidos











































    1. tardamos en ver la primera señal que indicaba la dirección de Moscú


    2. noviembre indicaba que el ciclo estaba


    3. cosas indiferentes, pero en ese tonoconfidencial que indicaba


    4. casamiento deIsaac, Ruth y Booz, Rebeca en el pozo), todo, todo indicaba la riquezade quienes


    5. De vez en cuando, un estruendo espantoso indicaba que alguno de los endebles edificios


    6. quedado en el ojal, era lo únicoque indicaba que, antes de


    7. el rótulo que indicaba, con lafecha de la receta, la manera de


    8. golpeabancon nerviosa persistencia, y de un modo que indicaba la alta tensión


    9. indicaba la hora en que ellaterminaba la vigilia


    10. que le indicaba laresidencia del teniente Percy en Perth; y

    11. principales direcciones de Hacienda, y aun se le indicaba


    12. carencia de proporciones indicaba que aquel hogar sehabía


    13. Y metiendo la mano en el bolsillo, sacó un pequeño envoltorio que, porel sonido que produjo al ser puesto sobre la mesa, indicaba contenerdinero


    14. Paz hizo con la cabeza un signo de asentimiento, y miró á sussobrinas de un modo que indicaba el profundo acierto que había en larespuesta de Clara


    15. cabeza indicaba que antes del sueñola había atormentado uno de esos letargos dolorosos en que el


    16. Decía todo esto con una vaguedad que indicaba cuán débiles estaban susfacultades mentales


    17. exaltación elvizconde, el cual siempre estaba, como lo indicaba


    18. Esta muestra indicaba lo que todos


    19. lasbayonetas indicaba que una columna acababa de ponerse en camino, endirección


    20. rechazóduramente, mientras le indicaba la puerta, diciendo:

    21. » Y se lo dijo de un modo que indicaba que en


    22. desordenado, indicaba lo recientede la mudanza


    23. petulante indicaba la proximidad delos polluelos en el pasillo; cuando se oían sus


    24. evidente que, esa multiplicación indicaba que elmatrimonio caía


    25. camarada conexceso; tenía una conversación que indicaba


    26. Hubo en el interior ciertorebullicio que indicaba cólera y


    27. Bien lo indicaba el aspecto


    28. Indicaba claramenteel carácter, los hábitos y predilecciones de la familia entre sí y sobretodo de los padres respecto de sus hijos


    29. Ayudaba acomponer el menú de la cena; elegía los vinos; indicaba los


    30. indicaba las inquietudes o anuncios del cambio devida, de lo

    31. otres veces, lo cual indicaba siempre que iba a decir algo, y era laseñal preventiva


    32. Eran las tres de la mañana y nada indicaba lo avanzado de la hora


    33. que se pintaba en elrostro de Emma en cuanto su esposo indicaba siquiera el deseo de que


    34. —Pero, hombre, busca bien—dijo el gran financiero con expresión de angustia, que indicaba lo


    35. Los cajones estaban abiertos y todo indicaba los preparativos de un viaje


    36. Con su verbosidad indicaba el héroe estar muy lleno de su asunto, comodicen los oradores, y


    37. Como lo indicaba en enero de 1999 Marcel Grangier, responsablede la sección francesa de los servicios lingüísticos centrales de


    38. Zarandeó con energía el hombro del compañero, y éste giró la cabeza a fin de examinar el punto que le indicaba


    39. El hecho de que se dirigieran a las catacumbas indicaba que vivían debajo de Caergoth, un descubrimiento espeluznante


    40. –Sin duda -dije al oír el pitido que indicaba que la línea se había cortado

    41. Las palabras eran corteses, pero pronunciadas en un tono perentorio, que indicaba claramente que no estaba dispuesto a permitir que el intruso agravara su infracción


    42. El reloj indicaba la misma hora que había mostrado cuando lo había consultado al despertar


    43. La casa resultó estar vacía, y la ausencia de olor les indicaba muy a las claras que no iban a tener sorpresas desagradables


    44. Había algo en el tono de Tanar que hizo que Stellara mirase rápidamente en la dirección que éste indicaba


    45. El hecho fascinante de que aún no hubieran hecho girar el pomo les indicaba, muy a las claras, que al otro lado se encontraba uno de los muertos vivientes


    46. Tanar miró en la dirección que le indicaba Jude


    47. El parte policial indicaba que el profesional falleció luego de permanecer detenido en la Primera Comisaría de San Antonio por un supuesto estado de intemperancia y el deceso habría ocurrido en el trayecto hacia el hospital local


    48. Dos días después, recibí una carta firmada por Federico, en la cual se confirmaba la recepción de la mía, y se me indicaba que el rey se hallaría a las cuatro de la tarde en el jardín de su castillo de Sans-Souci


    49. Se marchó a toda velocidad por un sendero lateral que, según le indicaba su sentido de orientación, iba a desembocar en la calzada principal


    50. Y justo a tiempo, por lo que indicaba el viento creciente














































    1. Los diversos colores de los lomos me indicaban las distintas


    2. carruaje, indicaban bien alas claras que albergaba una mujer en


    3. indicaban queallí tenía la señora condesa el taller de educación y


    4. último los verdes cardenales indicaban elsuplicio de que había


    5. indicaban, al mismo tiempo que la altivez,un humor sombrío y


    6. dolor; perolos ojos, vidriados por la muerte, indicaban todavía el


    7. sólohan encontrado papeles que indicaban sus aficiones


    8. Y otras frases por el estilo que indicaban que la fiel esposa volvía porla dignidad de


    9. sobre, indicaban que la comunicación eraurgente


    10. en toda regla? El susurro y laconfusión indicaban que la

    11. los hombres, indicaban ladirección que siguió Pecado en su


    12. fechas separadas por un guión: 1842-1883, que indicaban sinduda las del nacimiento y la muerte de la


    13. másviolentos, más decididos, más románticos, que indicaban antes la pasiónque la intriga; más bien la


    14. compañeros, quepermanecían a caballo, hablaban entre sí e indicaban hacia el fondo


    15. Laschispas rojas de los cigarros indicaban en el


    16. comensalesmenos pulcros, indicaban la terminación del festín; Julián hubiera dadoalgo bueno


    17. Los traductores se contradijeron varias veces, unos indicaban un lugar y otros la dirección opuesta


    18. Entonces reemprendí la lectura del texto, de esas letras aprendidas en mi infancia, y las pronuncié, desgranándolas una a una, sin preocuparme de saber qué eran y qué indicaban sus formas, sus números, sus nombres y sus disposiciones


    19. Su delgado cuello y las mejillas hundidas indicaban a todas luces un mal estado de salud, pero sus maneras eran tan efusivas como las de un escolar a punto de marcharse de vacaciones


    20. Había también los importantes, que le rogaban que les dejase una nota resumiendo su situación y notificando quién le había informado de que ellos estatuirían sobre tal caso; había también los triviales, que le ofrecían bonos de alojamiento o direcciones de pensiones económicas; los metódicos, que hacían llenar una ficha y la archivaban, en seguida; los desbordantes, que levantaban los brazos en alto, y los impacientes, que se volvían a mirar a otro lado; había, en fin, los tradicionales, mucho más numerosos que los otros, que indicaban a Rambert otra dependencia administrativa o una gestión distinta

    21. Entre otras cosas, habían surgido cada vez más señales que indicaban que él mismo estaba a punto de convertirse en la próxima víctima


    22. Poco antes de las tres, mientras el altavoz aún emitía los habituales chasquidos que indicaban que estaba siendo sintonizado, la secretaria del Partido de nuestro departamento se situó frente a los que nos hallábamos allí congregados


    23. Les indicaban las tareas del día


    24. De tiempo en tiempo, pasos precipitados resonando en el pasillo indicaban la alteración impaciente [299] del padre Matamala, que tenía costumbre de hacer ejercicios de cuerpo en los momentos de inquietud moral


    25. Ese era un miserable, un ladrón, un asesino, y con todo, sus maneras indicaban una mediana educación, si no completa


    26. En el tablero se encendieron más luces que indicaban averías


    27. Tully entró después que él, y también se quedó quieto, observando la situación con una de esas expresiones inescrutables que indicaban una tormenta de emociones dentro de su rubia cabeza


    28. Partieron entre el humo y el estruendo de las sirenas, el profundo y ronco bajo de las sirenas que indicaban emergencia en el muelle y se alternaban con los altavoces que emitían crujidos y silbidos, retumbando con las amenazas e instrucciones de los kif


    29. Ese mismo día, más tarde, y después de una siesta, también hablo con el patólogo, y me dice que al cuerpo lo movieron para bajarlo de la montaña metido en la bolsa de plástico, y por tanto, lo que recibió en el laboratorio de patología era muy diferente de lo que indicaban los primeros informes


    30. Unas señales en las caderas indicaban que la habían matado en otra parte y habían arrastrado el cadáver hasta allí

    31. De pronto se oyeron los crujidos de las ramas y de las hojas secas que indicaban su retirada


    32. El jardinero que contrataron se limitaba a hacer lo que ellos le indicaban


    33. Don Maurizio, gran artífice del queso, disponía de una radio a batería sintonizada a una estación donde joropos, salsas y rancheras le indicaban el tiempo para convertir el cuajo en queso; la medida era tan exacta, que siempre el resultado era idéntico


    34. Los brazos y la armadura indicaban que era uno de los vardenos


    35. Las lilas representan humildad, pero desde el Renacimiento se le atribuyen a estas flores el poder de excitar a los varones; yo las tuve en mi jardín por años y jamás supe que por culpa de ellas el cartero albergara intenciones lascivas… Para los Victorianos, incapaces de admitir pensamientos lujuriosos ante una dama, las lilas indicaban también la primera aproximación al amor; eran una forma de tantear el terreno antes de una declaración más explícita, que bien podía consistir en un ramo de rosas blancas, pureza, seguido de inmediato por otro de rosas rojas, amor


    36. Las mismas indicaban el comienzo de la zona del Ngura, antiguamente muy próspera y llena de habitantes, pero despoblada en la actualidad por las continuas correrías de los traficantes de esclavos


    37. Los demás animales corrieron en esa dirección y volvieron a emitir unos profundos aullidos que indicaban que habían retomado la persecución de su presa


    38. Danzaba con la anfitriona, que no era otra como podréis suponer que Elena de Mendoza, la cual aquel día se presentaba en sociedad, cuando en uno de los cruces de la danza paró a mi lado una dama cuya voz me era conocida y se dirigió a mí con palabras que indicaban que a su vez me conocía de tiempo y mucho


    39. Los restos del ágape que había en la mesa indicaban que la dama había cenado sola


    40. Los cálculos indicaban

    41. Las condiciones de la rendición indicaban que los ingleses se quedaban con todo, incluida la joya de la corona, la entonces indescifrada Piedra de Rosetta


    42. Los números digitales de un reloj junto a la cama indicaban las 03


    43. Todavía se distinguía el sello del embalsamador y los diminutos jeroglíficos que indicaban que aquella mano era aún anterior a su tiempo


    44. Lo mismo hacía Juan de Dios; pero por un fenómeno singular, las facciones heladas y quietas del mancebo, indicaban aquella noche que lo que oía no le era indiferente


    45. Al decir estas palabras que indicaban junto con un firme amor, un profundo sentido, Inés me mostraba la superioridad de su alma, bastante fuerte para poner las leyes inmortales del corazón sobre todas las conveniencias, preocupaciones y artificiosas leyes de la sociedad


    46. Un gran movimiento en palacio, excesivo flujo y reflujo de intrigas, febril actividad en los excelsos camarilleros, indicaban que era día de piano


    47. Estaba desfigurada por enfermiza palidez; sus ojos miraban todo con febril extravío, y el desmelenado cabello así como el vestido en desorden indicaban largas horas de insomnio, de lucha y de amargura


    48. Dos puertecillas abiertas a un lado y otro del zaguán indicaban el cuerpo de guardia y las habitaciones de algunos empleados de la cárcel


    49. Su rostro y su modales indicaban desde luego que era un notable y un hombre de importancia


    50. El delicioso y fresco timbre de la voz, la gracia de la entonación y el festivo reír indicaban claramente la persona por demás simpática de Sor Teodora de Aransis














































    1. talesrepresentaciones, puesto que se les daba el nombre indicado


    2. hacia el personaje más indicado para iniciar con él la gestión preliminar, es decir, el eslabón


    3. siguiente lo depositaba en el lugar indicado y recogía la respuesta a la misiva del día anterior


    4. 27 resulta inmensamente mayor que el indicado en la tabla de


    5. 71) es considerablemente más alto al indicado en la tabla de


    6. necesaria para el fin indicado, supuesto que en el Congresode


    7. Como ya le he indicado más arriba, los himnos del Breviario nacieron endiferentes períodos


    8. órbita en elsentido indicado por la flecha, y sus distancias van


    9. operar las numerosas reformas, que deconcierto con el señor Carrasco le habiamos indicado en beneficio de


    10. practicando para ello en las cabeceras de los rios, Barbados ydel Paraguay, la apertura del canal indicado

    11. El defecto indicado en el párrafo anterior tienediferente carácter en las diferentes personas,


    12. ya queda indicado, por el pícaro Lucas, hijo delcacique


    13. encuentra en el punto indicado, y que, en lacategoría jerárquica


    14. Tenemos pues que este cuerpo solo, es un absurdo, en no llenándose elvolúmen indicado por las


    15. ; me basta haber indicado sus aclaraciones sobre larealidad de los objetos; otros las llaman


    16. ] Cuando Kant observa que el sujeto de la inherencia delpensamiento está solo indicado de


    17. Juana la Larga, según queda indicado, gracias a su constante actividad,buen orden y economía,


    18. maleza en la dirección que élhabía tomado y que les había indicado Roger


    19. había indicado, en su diálogoá la puerta del corral, que tal vez hiciese pronto un largo viaje, yesta era la razón de haber venido á molestar á la señora por si queríamandarle algo


    20. Tal vez les habían indicado un

    21. Lo único que en ese periódico hizoeco en la juventud habanera, según se ha indicado anteriormente, fue lapolémica que su ilustre redactor sostuvo con el director del JardínBotánico de La Habana, don Ramón de la Sagra, por la apasionada críticaque éste había hecho del tomo de poesías dado a luz en Toluca, en el añode 1828, por el insigne Tirteo[20] cubano, José María Heredia


    22. lugar indicado, sobre elborrón del bosque, una enorme columna


    23. «El tiempo empleado en recorrer el trayecto indicado, al paso acelerado del indio, es de cuatro horas»


    24. seguir el camino que lajoven le había indicado, el cual en


    25. Guy tomó en efecto el indicado laúd, sentose sobre una mesa y


    26. ellas, como lo hemos indicado ya en la introduccion


    27. indeciso, el acónito está indicado


    28. Las afeccionesen las que menos indicado está el


    29. Este medicamento está indicado en ciertas cefalalgias con sensacion defrio en la


    30. subaguda que ya hemos indicado anteriormente hablandodel estado de las mucosas en

    31. indicado en los grandes comedores, en los que usan alimentosabundantes y no


    32. indicado por laangustia ó la agitacion y el abatimiento, por la apatía moral y


    33. del fósforo, porque el tártaro estibiado no está indicado por lahepatizacion, sino por la


    34. espasmo, los calosfríos de la tarde, por loque parece estar indicado en fiebres


    35. destruye la armonía funcional; está indicado en todos los que elmalestar menos


    36. que le hace mas á propósito en general y masfrecuentemente indicado que la


    37. indicado en un estadomas avanzado, cuando hay putridez, desaparicion del exantema


    38. indicado en la inflamacionerisipelatosa del escroto, particularmente la de los


    39. siempre el indicado en los niños, cuando en una afeccion aguda haycalor quemante,


    40. mayor parte de estas afecciones rara vez las cura el oro solo, aun cuando esté indicado

    41. necesario emplear el borax, que, además deser el mas indicado, completa la curacion


    42. otros puntos,alteraciones que ya Teste[47] habia indicado y que Orfila justificó parael


    43. es el mas indicado en el estado febril completo, en lacongestion consumada, en la


    44. loson despues, el fósforo, que está indicado en el momento en que seobserva un


    45. El carbonato de cal está indicado en el tratamiento de las afeccionesescrofulosas de


    46. no está indicado en elmomento de la supuracion de los abscesos, de las ulceraciones,


    47. secrecion se ha resistido al azufre y que el mercurio no está indicado; despues, en


    48. Pero el alcanfor no solo está indicado en los prodromos nerviosos porsu propiedad


    49. Se comprende bien, y ya lo hemos indicado, que las tres esferasorgánicas no puedan


    50. El carbon vegetal está perfectamente indicado en las menstruacionescasi












































    1. Naturalmente se hubo de sentir en España lafalta de dramas más perfectos que las improvisadas farsas populares,desde que las primeras producciones de Encina despertaron la afición áellas, y tanto más, cuanto que, por lo que sabemos, ningún autor españolpudo satisfacerla, y las compañías cómicas, como indicamos antes,prosiguieron después en aumento


    2. Más arriba indicamos suficientementeel origen y causas de tales opiniones, y probamos también la falsedad dela primera


    3. Indicamos el fenómeno


    4. con las partes determinadas de las sustanciasusadas, la indicamos casi con esclusion


    5. como ya lo hemos visto con el sudor: ahorala indicamos para las mucosas de los ojos,


    6. A continuación indicamos los precios que podríamos aceptar para los artículos por los que se interesa el cliente:


    7. El cuarto ejemplo, como indicamos en el capítulo próximo, dice que los astrónomos han recogido pruebas de que nuestra galaxia, y posiblemente todo el universo, están inmersos en un baño de materia oscura, cuya identidad aún no se ha determinado


    8. Al beber, tiene que arrodillarse también, porque, como indicamos antes, carece de cuello


    9. Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga


    10. Los costes laborales unitarios de esas dos empresas, calculados como indicamos antes, son de 8 en ambas, es decir, más bajos que los de la empresa X{29}

    1. Es de suponer que nose desplegase tanta magnificencia en la representación ordinaria de losautos, aunque la erección de retablos parezca el medio más natural yfrecuente de lograrlo, y así lo indican también los términos de que usael historiador citado


    2. Según indican los datos másantiguos, ya en el año de 1568 se dieron representaciones en estosteatros


    3. G) Sin duda, los periodistas desean que haya menos incertidumbre para predecir el éxito electoral y preferirían dar resultados reales, pero las investigaciones indican que las realidades de los apoyos políticos usualmente no se hacen evidente hasta muy avanzado el proceso


    4. La mayoría de estos estudios indican que el grado de exposición a los diferentes medios informativos en la causa de un cambio de actitud


    5. Las encuestas cuatrienales conducidas por la Universidad de Michigan indican que las elecciones sí varían en el porcentaje de votantes que demoran su decisión hasta la realización de la campaña de otoño


    6. En el caso de Nicaragua, los datos indican que los hogares están destinando a la educación entre un 11% y un 39% de sus ingresos, según el mundo al que pertenezcan


    7. buen asiento y equilibrio que indican una organizacióneducada


    8. Me indican que se encuentran dentro de la variante de


    9. sondas indican que el resto de la flota tiene tal cantidad de


    10. modo constante le indican que solo existe un senador que las

    11. indican la vasta capacidad de concentrar niveles colosales


    12. indican los tamaños del papel y losdiferentes grupos ó series que constituían la


    13. Tal cual lo indican las inmersiones y emersiones sucesivas dela hoja arrastrada, el agua que baja al fondo


    14. paladarestá bien dispuesto, sus sensaciones nos indican lascalidades del alimento, en el caso


    15. Estos puntos suspensivos indican bien claro su deseo de la


    16. Mientras los recientessondeos del Atlántico indican 10 ó 12


    17. del terrenoos indican las galerías de los anélidos guerreros; su


    18. objetosque en el diálogo se indican


    19. indican la presencia de una persona que ocupa las alturas de


    20. reproducela frase del Rey y la alteración de los apellidosque cita en las cartas, no indican que

    21. numerosas y largas tarifas indican las líneas, los itinerarios,los precios: aconsejaremos


    22. » Esto es lo que indican sus mismas


    23. en esteanálisis, indican la necesidad de una meditacion profunda, yla trascendencia de los errores


    24. existencia, indican laobscuridad de la misma


    25. Las mieses de unterreno indican el


    26. elevaba en el cielo un humo débil, indican elemplazamiento del vivaque


    27. Si las señalesson de bonanza, se lo indican a las llamadoras,


    28. época, habrá que teneren cuenta lo que ellos indican y


    29. cariñosas y refinamientos delicados de los que indican lasensibilidad de los fuertes,


    30. Tambien merece traerse á este lugar el informe del consuladode Manila de 5 de Febrero de 1833, en el cual se indican »lasgraves dificultades que traia y presentaba la novedad dicha, y de

    31. ¿Qué indican las condiciones actuales?


    32. los accidentes febriles intermitentes,todos sus fenómenos indican el período de


    33. indican la postracion de loscapilares locales, ó la accion de un principio deletéreo; que


    34. Los síntomas que indican la belladona en una fiebre intermitente, queno puede ser


    35. Algunos síntomas de la cantárida indican á la inflamacion de lasmembranas


    36. de otro, cuando los síntomas físicos son iguales paratodos, ó, por el contrario, indican


    37. Fenómenos constantes indican su accion sobre el cerebro, tales comotintineo en los


    38. lossíntomas de la laringe y del pecho indican, ya el elemento nervioso, yala astenia,


    39. y á la cabeza, indican mas bien una debilidad de lainervacion del órgano central de la


    40. Ellugar que ocupó el astillero lo indican dos cañones de hierro degrueso calibre, que en otros tiempos resguardaron aquel puerto delas piraterías moriscas

    41. Las pruebas también indican que tenía los medios, motivos y la ocasión, así como un vínculo que lo relaciona con el arma del crimen


    42. —Las pruebas indican que la causa podría estar en el entorno, probablemente en el interior de la tumba de Senef o en los alrededores


    43. –Las tesis más recientes sobre ese tema indican que la población estaba perfectamente enterada


    44. ¿Cuándo, si es que llega ese momento, la tecnología eléctrico-solar o térmico-solar estará en condiciones de competir con los combustibles fósiles en la producción de electricidad para hogares y oficinas? Las estimaciones modernas, incluyendo las del Departamento de Energía estadounidense, indican que la tecnología solar se pondrá a la altura de los combustibles fósiles en la primera década del siglo que viene


    45. También pierden las estrategias lentas en castigar la deserción (en parte porque indican al contrario que la falta de cooperación puede ser ventajosa


    46. Versiones de lugareños y ex prisioneros de Tejas Verdes indican que allí se mataba a personas cuyos cuerpos eran lanzados al río Rapel


    47. Las investigaciones más recientes indican que el alumno dotado de un apego seguro es capaz de interaccionar con sus maestros y con los demás; el mundo exterior se ha convertido en algo valioso que merece la pena explorar


    48. imperio y sobre todo de una ciudad, Constantinopla, que el pueblo consideraba como propios, indican que en la mentalidad popular ha habido siempre una clara conciencia de continuidad respecto del pasado bizantino


    49. Las imágenes que nos envía el satélite indican que no se distingue un solo lugar habitado por lo menos en doce o quince millas a la redonda


    50. Las primeras estimaciones digitales indican que se trata de un escape de líquido frontal de origen chochil











































    1. Las persianas cerradasse abrían tras cortos intervalos, indicando el despertar de los señores,y los criados fingían acelerar la faena de borrar el desorden causadopor la fiesta


    2. ¿Quieres subir al escenario?" pide Grailem indicando hacia el escenario con cortinas de altura


    3. ( Con expresión lastimera, indicando la escasezde recursos


    4. boca de los cañones como el cielo, indicando a sus soldados un alto ideal al conducirles a la


    5. árbol caídossucedieron a los bosques y hondonadas, indicando


    6. condiciones que le vayan indicando cada soldado ciborg y en


    7. Le fué indicando la joven las avenidas que debía seguir por las afuerasde la ciudad


    8. indicando al mismo tiempoalgunas de las consecuencias mas importantes que de ella dimanan


    9. indicando con un gestoel busto de Alicia, cuyas curvas se


    10. y él merespondió con otra, indicando que había comprendido

    11. dulcemente, indicando un motivo lento ysencillo de escaso


    12. que los parisienses consiguenhacer con los dientes superiores y la nariz, indicando


    13. cochero dónde estaban las señoras, y noscontestó con una seña, indicando el fondo de


    14. Las enormes puertas de roble y hierro estabanabiertas de par en par, indicando


    15. Centenares de hogueras brillaban en lo hondo de losdesfiladeros, indicando que los


    16. Al escuchar entonces el grave tañido de la campana, que sonaba lento yacompasado, indicando la oración, todos los ruidos cesaron; todosaquellos corazones en que rebosaban la felicidad y la ternura seelevaron a Dios con un voto unánime de gratitud, por los beneficios quese había dignado otorgar a aquel pueblo tan inocente como humilde


    17. voluptuosidad yabandono, indicando el gran placer que le


    18. efectos, indicando sus relaciones con la constitucion yparte moral de las personas


    19. Concluirémos indicando que el antimonio está con mas frecuenciaindicado en los


    20. Gilon se encogió de hombros y salió al exterior indicando con un ademán a Patric y a Strathcoe que lo acompañaran

    21. —Es terrible —dijo Tanar indicando con la cabeza en dirección a la malavenida pareja


    22. Allí se detuvieron, indicando a los porteadores que situaran los cestos cerca de la entrada


    23. Su lápida se encontraba algo levantada, deliberadamente indicando la ausencia de su ocupante


    24. Hizo un gesto al barman al tiempo que dejaba un billete sobre el mostrador indicando que abonaba ambas consumiciones, y abandonó el abarrotado local para trepar a uno de los enormes camiones que se encontraban aparcados en la amplia y oscura explanada exterior


    25. Si se le olvidaba ponérselas, yo hacía un gesto en dirección al jardín y emitía ruiditos imperiosos indicando que trajera unas cuantas sin tardanza


    26. —Mediodía y dos —murmuró Korrigash entre dientes, indicando una hora del día y una dirección


    27. –Por aquí -le dijo ésta, indicando un pasillo que les conduciría hasta los muelles en que atracaban las naves de pequeño tonelaje


    28. Las luces de los sistemas se encendieron indicando que ya estaban listos


    29. El profesor de Historia Romana se levantó rígido sobre sus pies y salió de la sala, indicando con esta pequeña finesse cuáles eran sus sentimientos acerca de estar sentado en la misma mesa con el profesor de Robo Teórico; en otras palabras, el comunista Mr


    30. - ¡El amo! –anunció uno de los negros, indicando a Muley-el-Kadel, que había descabalgado y ayudaba a la duquesa a bajar del caballo

    31. La extendió, indicando con un dedo el chamuscado y varios agujeritos


    32. Por fin, Eragon quedó exhausto de tanta magia y tanto combate, indicando con el dedo los puntos en los que le habían clavado el pico los Lethrblaka, dijo:


    33. Horas antes de entregar la suma estipulada, recibió por correo un mechón de pelo rojo y una nota indicando que el precio había aumentando en otro cuarto de millón


    34. -Zuleik está allí; ¿no es cierto? -preguntó indicando los galeones


    35. Asintió con la cabeza, indicando que aceptaba la decisión de Arya de ser reina y que reconocía su derecho a serlo


    36. Llegaron por separado y fueron pasando obedeciendo una señal del bodeguero, consuegro de Bukoski y admirador del partido que en tanto secaba los vasos iba haciendo un leve gesto con las cejas indicando que la reunión era al fondo del local


    37. Como es lógico, mi chambelán le impidió la entrada y entonces, el tal Barroso, que así se llama el sujeto, se atrevió a usar vuestro nombre indicando que se os demandara información acerca de sus antecedentes y que vuestra excelencia tendría a bien avalar su reputación


    38. Cada vez que se intentaba conectar desde la Guarida del Lobo surgía la voz de uno de los tres conjurados, para que no fuera fácilmente identificable, indicando en las llamadas convenientes que se estaba reparando una línea y permitiendo pasar, en cambio, llamadas de cercanías para asuntos sin importancia como eran los relativos a abastecimiento o intendencia


    39. Luego, el de Sant Jaume, indicando a Simó con un gesto que le siguiera, se dirigió a la salida donde, al pie de la escalinata, sus portadores le aguardaban con las calzas de madera de la silla apoyadas en el suelo


    40. El bote tiene marcas rusas que coinciden con sus documentos, indicando que están con el grupo submarino de clase Argos que opera desde Koporski Zaliv

    41. —En las últimas tiendas de allí abajo —respondió el muchacho, indicando el río con un ademán


    42. Kid Bourbon hizo una pausa y miró los cuerpos que Jessica estaba indicando, pero el Ojo de la Luna no estaba a la vista


    43. En los lustrosos bancos se sentaban algunas señoras de edad: las luces del altar, al reflejarse en los oropeles de un luengo cortinón rojo que servía de dosel a la Virgen, brillaban, estrellas tembladoras de aquella dulce oscuridad, indicando a dónde debían dirigirse los piadosos ojos


    44. —¿No vas a darme las gracias por eso? —le preguntó Chip indicando con la cabeza el cuerpo humeante del payaso de peluca verde que yacía en el suelo, detrás de Kid


    45. Antes de que Espurio Albino cerrase la sesión, se dejaba oír entre los senadores un murmullo indicando que estaban dispuestos a votar en favor de la destitución del actual rey, sustituyéndolo por Masiva


    46. el buen paso marcial de los soldados que iban a llevar la orden prendida en lo alto del fusil; el coro sordo de los mercados al concluir las transacciones, cuando se cuenta la calderilla, se barre el puesto y se recogen los restos; el olor de cenas y guisotes que salía por las desvencijadas puertas de las casas a la malicia, y el rasgueo de guitarras que sonaba allá en lo profundo de moradas humildes; la puerta sobre la cual había un nombre de mujer groseramente tallado con navaja, o una cruz o un cartel de toros, o una insignia industrial, o una amenaza de asesinato, o una retahíla de palabras groseras, o una luz mortecina indicando posada,


    47. Quizás el historiador esté en lo cierto indicando el hecho de que la viva imaginación de Isabel no permitió a ésta un sueño sosegado


    48. –Así que ahora sólo tienes que hacer una declaración indicando que estás de acuerdo


    49. Indicando al risueño general con un movimiento de cabeza, uno de ellos dijo:


    50. Los japoneses sacudieron afirmativamente la cabeza» indicando que comprendían













































    1. Su título, al menos, parece indicar un drama, aunque nose sepa con certeza la significación, que le dió su autor, pues de sudedicatoria á Doña Violante de Prados, condesa de Módica y Cabrera, sólose deduce que eran harto confusas y embrolladas sus nociones acerca delos diversos géneros de poesía


    2. Punta: a ~ de: Expresión usada para indicar el modo de obrar haciendo uso, con intensidad o abundancia, del objeto que se expresa (Lo llevaban para la cárcel, a ~ de bolillo)


    3. Moussa hizo un signo con el pulgar para indicar que todo había salido a la perfección


    4. allá de nuestras cabezas, los jadeos y los gemidos que suelen indicar la proximidad del


    5. Ten en cuenta que la misión de Jesús en la Tierra fue indicar el


    6. Hice varias vueltas alrededor del oasis en busca de un poco de toque de cualquier rastro que pudiera indicar la dirección tomada por el pequeño hijo: Yo sólo me estaba sudando que la hospitalidad! Ese sermón que hice cuando me encontré escondido en un granero! Y que está luchando para separarlo de las ovejas, prueba de su hombría adquirida


    7. indicar que la persona que entra en un edificio con este tipo


    8. la expresión “oler el temor de Yahvé” para indicar la prudencia y


    9. Todo parece indicar que el espíritu de la interpersonalidad está en


    10. Sólo se pueden indicar las premisas y condiciones para la recepción, elaboración y retransmisión de informaciones cuyo contenido no puede determinarse con mayor exactitud, porque se conoce poco sobre la cantidad y la calidad de información partidaria que se justifica limitar en un primer análisis de las formas de expresión más ilustrativas y fácilmente comprensibles

    11. todos los países europeos, es inexpresiva para indicar la espantosa inflamación de aquella


    12. Y el silencio parecía indicar una viva fricción


    13. haciendo abstraccion de lasinfluencias locales que acabo de indicar, acontece en Europa, respectode los


    14. indicar, multiplicaria pues considerablemente el ganadovacuno, que componiéndose hoy en dia de mas de


    15. con la introduccion de losnuevos ramos que acabo de indicar, abriendo al propio tiempocomunicaciones


    16. No hay necesidadde indicar, por lo tanto, que su pasión


    17. inmovilidad, lanzándose á través del aire comopara indicar la dirección al cortejo terrestre


    18. indicar que ental caso retiraba su observación


    19. para indicar a su tiempo los efectosparciales


    20. En cuanto a los juegos de equitación, bastaría indicar uno de los muchosen que se

    21. Esto confirma lo que acabo de indicar, á saber, que laconfusion dependia en buena parte, si nó en todo, de que el órganoproducia mal las impresiones; pues que si estas hubieran sido del modoconveniente, habria distinguido los límites entre diferentes colores; yaque tratándose de la simple sensacion, ver es distinguir


    22. á indicar las diferencias, mayormente en lo quetoca á la aplicacion de las doctrinas


    23. ] La necesidad entrañada por la idea del tiempo, parece indicar queel tiempo es


    24. Y hacía un gesto de altivez para indicar queno


    25. indicar su impaciencia; movíalos labios, adivinándose en ellos


    26. ganglionares: esto es lo que resulta de los caractéresque acabamos de indicar en la


    27. limitamos á indicar la ipecacuana por sus relaciones con el primero y mas débil grado


    28. Debemos indicar la utilidad del causticum en la viruela en union conel mercurio


    29. Nos resta indicar su eficacia en las fístulas del ano y en los abscesosde la márgen


    30. indicar la de facilitar la lactancia en los casos en que lanodriza, aunque tiene la leche

    31. pues, á indicar los que tienen un carácter mas marcado:exacerbacion de los síntomas


    32. Aquel gesto parecía indicar que tenía sus dudas acerca de la fidelidad del coronel


    33. Diógenes hizo un gesto con la mano, como queriendo indicar que la respuesta estaba clara


    34. Al indicar en dirección a la habitación en la que habían visto a la muchacha, aunque ya habían pasado de largo el corredor en el que se encontraba la cámara y no podían verla, dijo:


    35. Aun así, ese «dejarse llevar» al que yo me refería parecía indicar que los nuevos vientos que soplaban favorecían un cierto giro a la derecha


    36. Sin embargo, era preciso emplear aquellas vagas denominaciones para rellenar numerosos formularios, todos los cuales contaban con una casilla en la que había que indicar los antecedentes familiares


    37. Un texto parece indicar que Tutmés III diseñó vasos de piedra, y parece así mismo improbable que el manierismo del arte de Amarna pudiera salir de otra mente que de la de Akhenaton


    38. puertas y el chirrido de los cerrojos parcela indicar que habían salido dejándola sola


    39. —Estoy encargado de indicar al señor conde de Morcef que dé un paso definitivo sobre el casamiento


    40. La secuencia en que se habían ido produciendo los acontecimientos parecía indicar que sus enemigos lo sabían y Kohan también debía estar enterado

    41. Yo les dije que me había formado mis ideas sobre el particular y ahora les voy a indicar cuáles fueron


    42. Respecto a la doncella, Hildegarde Schmidt, casi me atrevería a indicar el lugar que ocupó en la casa


    43. También parecía indicar que el hombre llegó al pueblo en tren y su punto de destino al marcharse era Londres


    44. Por lo tanto, todo parece indicar que usted escribió esas cartas y se las envió a usted mismo, ¿no le parece?


    45. —Con esas «complicaciones», ¿qué quieres indicar? ¿Muertes?


    46. El lugar en que se halló parecía indicar que pudo desprenderse del cuello de la mujer difunta


    47. Todo parece indicar que se trata de ella


    48. El automóvil atravesó las calles atestadas de tráfico con los vidrios cerrados, para evitar que algún resentido -de esos que cada vez había más- escupiera a la señora por la ventanilla, y se detuvo en el local a las cinco en punto, donde entró después de indicar al chófer que la recogiera una hora más tarde


    49. Otro afrodisíaco del Japón es el sashimi vivo, cuya descripción debo indicar por rigor científico, a pesar de las pesadillas que me asaltan ante el recuerdo de este plato


    50. Si les ofrecían comida o té debían rechazar tres veces, luego comer en silencio y lentamente, para indicar que apreciaban el alimento












































    1. º La gran cuenca del mar Indico y Pacífico


    2. En el Océano Indico,


    3. unas de otras y los monzones delOcéano Indico soplan seis


    4. indico que Carlos, en compañía del


    5. Se trata de un fenómeno muy raro, pero es idéntico al de las ruedas de luz observadas en el golfo Pérsico y en el océano Indico, sólo que de un tamaño mil veces superior


    6. Indico, pues, con mi lenguaje mudo, que la desesperación es un error


    7. Enmiendo el pórtico, cuyos pilares me sabían a gótico; convierto el pavo en águila; borro el letrero, sustituyéndolo por el castigat ridendo mores; le quito al cielo unas nubes que parecían morcillas; indico una bandada de pajarillos que van volando para romper la monotonía del azul sin nubes; propongo algunas modificaciones en la estatua [58] para que se parezca más a la Comedia que a la Libertad, la proveo de ropa, le quito las Tablas de Ley que lleva en la mano izquierda, poniéndole un libro que diga Plauto, Calderón, Moratín


    8. –¿Cuánto tardarían en tomar posiciones en el Indico?


    9. En el momento en el que escribo, las relaciones descubiertas entre tríos y aminoácidos son las relaciones que indico en la figura 55


    10. Le indico a Kay que se sentara

    11. En aquellos precisos momentos, Jane Porter y William Cecil Clayton se levantaban de la mesa, tras una suculenta cena, en el Lady Alice, a miles de millas al este, en el océano indico


    12. Ante la petición del gobernador, le indico que, de acuerdo con lo hablado, estoy en esos momentos informando a la Comisión Ejecutiva de Banesto y que a esa misma hora de la tarde he convocado un Consejo de Administración para informar a todos los consejeros de lo que está ocurriendo y, por tanto, podría bajar a su despacho después de celebrar el citado Consejo


    13. Este relato procede de The Oriental, un periódico para los británicos que vivían alejados de su patria en la colonia del océano Indico


    14. Mi bota ha quedado cortada y al día siguiente voy al médico e indico que ya no tengo pie


    15. —Friedrich indico a lo lejos en dirección sur—


    16. Indico a mamá con un gesto que les dejemos un poco de intimidad


    17. En cuanto a la lubina se había refocilado como una loca en las mareas negras del golfo de Siam o del Indico y era puro petróleo rebozado, y el pollo había sido engordado con cajas de cartón y yeso sin refinar


    18. Sin embargo, en la misma cinta indico a quien escucha que se encuentre con una persona sabia, un guía o apoyo; el paciente hará una o dos preguntas y escuchará las respuestas


    19. Me dirijo a la oficina del director y consigo las llaves, y le indico que la habitación de Sufia es el escenario de un crimen y que nadie puede entrar hasta que yo diga lo contrario


    20. En Marte no habría ningún equivalente del Pacífico y el Atlántico sur, ni del océano Indico o el Antartico

    1. Le indiqué que podía pagar


    2. Le indiqué el sitio en que las evidencias del forcejeo eran más claras y donde el olor debía ser más fuerte para sus fosas nasales


    3. Esta solución no me gustaba mucho, porque, corno ya se lo indiqué a usted, Hastings, a un perito como lo soy yo le gusta encontrar un antagonista digno de su acero


    4. Le dije que parara y dejara pasar un coche que venía en dirección contraria por el puente de un solo carril y después le indiqué qué salida tomar para llegar a Westmore


    5. Yo les indiqué las señas de mi casa


    6. El general Leith, a quien indiqué que España me había mandado proseguir, cuando llegaron los ingleses me ordenó que esperase hasta la noche


    7. Les indiqué mediante señas que permanecieran inmóviles donde estaban y yo seguí avanzando calladamente, con pasos quedos y conteniendo la respiración


    8. – Le indiqué el lugar


    9. Primero, para sostener la aceleración de 1 g durante un tiempo prolongado (o bien, una desaceleración de 1 g), se necesitarían enormes cantidades de energía, como lo indiqué antes


    10. Le indiqué cómo llegar a mi vecindario y en su rostro apareció una expresión de total sorpresa al pasar frente a mansiones estilo georgiano y Tudor en grandes propiedades detrás de muros, en el barrio más caro de la ciudad

    11. —Sí; eso es todo… y también cuente lo sucedido a Hank Rearden, añadiendo que yo le indiqué que lo hiciera


    12. –¡A la oficina central de Correos! – indiqué, luego saqué mi reloj, pulsé el botón y la tapa saltó dejando la esfera al descubierto: eran casi las cinco-


    13. Como lo indiqué anteriormente, las emociones y los sentimientos forman parte de la coloración del mapa


    14. Le indiqué que tal vez se hubiera ahogado, pero él dijo que no porque nadaba mejor que un pez, y que si algún malnacido le había hecho daño, no le importaba terminar sus días en la cárcel


    15. Indiqué mi nombre, revelé mi conducta en el primer convento que había habitado, lo que había sufrido en casa, las penalidades que me habían causado en el convento, mi protesta en Santa María, mi estancia en Longchamp, mi toma de hábito, mi profesión, la crueldad con que había sido tratada después de consumados mis votos


    16. Éste, como ya indiqué, se transmite de generación en generación, pero el uso no quiere que las madres lo enseñen a los hijos, ni tampoco los sacerdotes; la iniciación en el misterio es tarea de los individuos más bajos


    17. Luego les indiqué dónde estaba escondido el tesoro, dentro de la cueva


    18. Indiqué al cerebro que descendiera en espiral, y no tardamos en encontrarnos a una altura, desde la que se podían observar con claridad los detalles del edificio y sus alrededores


    19. Indiqué a Janai que retrocediera al abrigo de ésta y luego llevé al gran pájaro hasta ella


    20. Manten el rumbo, Llana -le indiqué, mientras apuntaba cuidadosamente

    21. Vi que estaba armado, y le indiqué que me siguiera a cubierta


    22. Pulsé el botón de apertura automática e indiqué a Magnolio que se escondiera detrás de la cortina de la izquierda, toda vez que Arderiu tenía ocupada la de la derecha, y le encarecí que se mantuviera ojo avizor por si las intenciones de Santi no eran apacibles


    23. Después duplica la dosis hasta la cantidad que te indiqué e inyéctatela unos minutos antes de la una


    24. Transcurrieron los segundos y después le indiqué:


    25. Es decir, encontramos un ómnibus, y cuando se detuvo en una esquina, le indiqué pasara de largo, lo cual hizo con limpieza, mientras yo, cubriéndome la cara con la mano, escudriñaba a ver si lo distinguía


    26. Me puse en pie y dirigiéndome hacia la puerta de salida del despacho indiqué:


    27. Él abrió el cajón correcto de la vajilla al primer intento, y se sirvió un poco de jugo y café después de que silenciosamente le indiqué qué gabinete contenía las tazas


    28. Retuve a Cynthia en la biblioteca, le indiqué que se mantuviera callada y apagué la luz


    29. Se lo indiqué a Clark y se encogió de hombros


    30. Le di un billete de cien chelines y le indiqué que pagase las compras de las chicas

    31. Indiqué unas cifras apenas visibles sobre el amplio dintel de piedra de la puerta principal


    32. Uno de los camareros de piso era conocido mío; le indiqué un curioso “botones” que cerraba las portezuelas y que se mantuvo refractario a mis proposiciones


    33. Le indiqué a mi hermano que la nota sobre nuestra familia no debiera encontrarse en la tercera parte del Gotha, sino en la segunda, por no decir en la primera -dijo sin notar que Morel no sabía lo que era el Gotha-


    34. Y le indiqué que habíamos encargado una corona en nombre de la Asociación y que debían pagarla con sus fondos


    35. Entonces le indiqué con el dedo el centro de la tierra


    36. El otro ejemplo al cual indiqué que volvería a referirme, es el de las abejas kamikaze, que clavan su aguijón a los que roban la miel pero, al hacerlo, incurren en un suicidio casi seguro


    37. En la primera edición indiqué: «Sus dos ponencias de 1964 se encuentran entre las aportaciones más importantes a la etología social conocidas hasta ahora, y nunca he sido capaz de comprender la causa de que hayan sido tan desatendidas por parte de los etólogos (su nombre ni siquiera aparece en el índice de dos importantes libros de texto de esta materia, ambos publicados en 1970)


    38. Le indiqué que se reuniese conmigo en el sofá


    39. Cuando seleccioné esas piedras, me sacó de la ciudad e indiqué correctamente la dirección de una mina de hierro abandonada


    40. Yo le indiqué que estuviera preparado, pues el acontecimiento se produciría en seguida

    41. A continuación llevé a Simon al dormitorio contiguo y le indiqué cómo debía bajar por la escalera de incendios de la ventana de su cuarto de baño, Cordelia, cuidándose de no tocar los escalones con las manos


    42. ) Retuve mi caballo para mantenerme en la retaguardia de la procesión, la parte menos congestionada durante el trayecto hacia el palacio, e indiqué a Ali que hiciera lo mismo


    43. Cuando su mirada se cruzó con la mía, le indiqué por señas que se abstuviese, y por un momento me pareció que sopesaba la advertencia


    44. Sí les indiqué, en cambio, que era necesario cambiar todos los planes de trabajo y no seguir excavando en dirección nordeste


    45. ¿Escribió usted todo lo que le indiqué?


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    indicar in English

    mark indicate mean promise bode say show signal express tell read point to suggest be a sign of point out signify designate register denote evince <i>[formal]</i> make manifest

    Synonymes pour "indicar"

    recetar advertir guiar mostrar encaminar orientar