1.
Había también un descomunal montón de recortes de paño, alfombrasviejas, orillos de lana y pieles de conejos
2.
pasando por la pana, la lana y el algodón como etapas intermedias
3.
De hecho, protegen la piel con ropas y capas de lana pesados, y por su poder de aislamiento, defienden que se calentamiento excesivo
4.
Toda la Gente de esta Tierra anda desnuda, solas las Mugeres traen desus cuerpos algo cubierto con vna Lana que en los Arboles se cria
5.
La lana era canjeada por alimentos y por yerba, los cueros quedaban
6.
Con efecto: se les despierta temprano, se les lava, se lesviste y pone encima todo lo nuevo, caro y precioso [56]quetienen, botines de seda, enormes sombreros, trajes de lana, de sedaó de terciopelo sin dejar cuatro ó cinco escapulariospequeños que llevan el evangelio de S
7.
González, y aun habíaalgunas de tapicería de lana; las alfombras
8.
de lana pringado porlas comidas de un año entero y las grasas de
9.
«Señor», dizen los clérigos, «non quieras vestir lana,
10.
los tejedores de lino y lana establecido en calle Lisos,consta que manifestaron los
11.
quesos, el pan, la sal, la harina,el aguardiente: toda clase de gruesos tegidos indígenas de lana y dealgodon
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; la sal; los géneros de algodon; el hilo de lana de varios colores;las
13.
lana? Mejor repuesto traigo yo en las ancas de micaballo que lleva consigo cuando va de camino
14.
las últimas partes del mundo, sies que en ello consistiese quitar la lana de aquellos venerables
15.
tajos y revesesá la cabeza, dejadlo á los colchoneros, que sirven bienpara la lana, y
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Rodrigo?¿tenía acaso las manos de lana el bastardo de Osuna? Puesno, cuando su
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trabajo vestían depercal, mantoncito de lana atado atrás y
18.
Aun conservo la paja, el musgo, la lana: restos preciosos de
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necesidad, vigilar, sostener, dar friegas conpaños de lana bien
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esclavinas y dechales de lana
21.
lana blanca,caminaban delante, llevando en hombros el féretro,
22.
piernas, mediodesnudas, en las gruesas polainas de lana;
23.
Se había abrigado confortablemente con una gruesa capa de lana y unabien ajustada
24.
puesto mi gran sobretodo de lana, que usaba para los paseos encoche cuando estaba
25.
almohada, abierta de par enpar, dejaba escapar la lana por las
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deancho cuello azul tendido sobre los hombros, y gorra de lana, tambiénazul, ocupado en colocar en un
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obreros en sus tejidos de seday de lana y sus talleres de armas, y a más los curtidores, los
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que se comían la lana encendida y la echaban por lanariz: pero
29.
ve a la Caperucita el gorro colorado, y el delantal de lana
30.
comprandoalbornoces, otros tejiendo la lana en el telar, unos
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uno que se perdió; y un puñadode la lana amarillosa que tenía
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maestras en su género; faja de lana encarnada,como las gastan
33.
puñado de reales;gravó la exportación de la lana; impuso contribución sobre el pan
34.
de las monedas que él le había dado, de sumantón de lana y de la cestilla que en la
35.
Levantó el pesado cobertor de lana que tapaba el nido de búhos y vio
36.
hombros, y gorra de lana, tambiénazul, ocupado en colocar en un gran pañuelo de
37.
«Lo que es al tacto, lana es, y muy señora lana»
38.
Vestía el cadáver, traje de marinero, compuesto de elástica de lana depunto y pantalón y
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lana, con su bello perfil de camafeo bajo el cabello apenasencanecido en las sienes y
40.
envoltura tradicional de gruesa lana, cuya vista
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lasalpargatas nuevas y el de lana burda de sus mantones y
42.
simples petos de lana cuandotodos los guerreros se cubrían de
43.
Los llamas, las alpacas (una especie de llama) y los carneros son losanimales productores de lana
44.
varios telares de lana, y se hacen telas de lino; pero elinterés manufacturero se limita, con todo, a
45.
cantidad, es la lana
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sus buques de la madre patria y que esto fuera el principiode la industria de la lana en la América
47.
Misia Casildasiempre trabajando, con su bata de lana y
48.
los becerros y de los machos cabríos, con agua,y lana de grana, é hisopo, roció al mismo libro, y tambien á
49.
los becerros y de los machos de cabrío, conagua, y lana de grana, é hisopo, roció á todo el pueblo, y
50.
El Zapaterín lucía ternos de lana inglesa bien ajustados a la esbeltezde su cuerpo, y
51.
laguerra, y luego baja dél trayendo un poco de lana atado á una
52.
entendian en más de tejer y pintar ropa de lana paraservicio del
53.
animales y los de aves, coca, sacas de lana, joyas demill
54.
tales mujeres, quelos tales padres del mozo trujesen cierta lana
55.
llevan, colgando[de] los tales hierros aquella lana que ansí
56.
mucha cantidad de lana, fuese puesta en lastales paredes sobre la
57.
lana, dos sillones reumáticos y unespejo con el azogue viciado y señales variolosas en
58.
Se compra trapo, lana, panduro y muebles, decía
59.
ponía á trabajar, manejando las agujas de su malla como si fueran espadas y atravesando la lana
60.
Cubierta con una colcha manchada, Rosamun estaba sentada en la mecedora y movía las manos como si estuviera tejiendo, pero en sus dedos no había agujas ni lana
61.
Fueron en una barca de remos hasta la nave para hablar con su capitán, un marinero con el pecho tan ancho como un barril, que estaba en tránsito con una carga de pieles y lana
62.
Pero también ahí ignoraba hasta qué punto estaba predispuesto a llegar hasta ese último refugio, esa inexpugnable ciudadela, ese mundo en el que soñadores ancianos, tocados con el shtreimel, luciendo largas barbas y vistiendo oscuras levitas, arrastraban de la mano una caterva de hijos, hermanos y hermanas nacidos con nueve meses de diferencia; un pueblo hierático, de paso apresurado y rostros similares, pálidos y enmarcados por largos bucles en espiral; un palacio insólito en el que brillaban la seda y el terciopelo, un lugar anticuado en el que se movían, al mismo compás de los personajes del siglo xviii, muchachas con pañoleta y mujeres que llevaban peluca y sombrero, con los hombros cubiertos por chales, las piernas ocultas bajo largas faldas y los tobillos aprisionados por medias de lana
63.
Ahora se apagan las luces, y la oscuridad, propiciando la estrechez de ciertos abrazos sin objeto, de ciertos contactos exasperados por leves barreras de seda o de lana, comunica una nueva tristeza a ese movimiento colectivo que tiene algo de ritual subterráneo, de danza para apisonar la tierra -sin tierra que apisonar-
64.
Se percibían en el aire las fuertes comidas de invierno, la húmeda lana de los abrigos, el olor denso de los guantes, calcetines y gorras de punto puestos a secar sobre radiadores que despedían calor polvoriento
65.
–Es de cera y tiene dentro grasa de cerdo, unos pabilos hechos con lana de cordero lechón y a la altura del pecho un corazón de golondrina
66.
Thyrza Grey, que vestía un atuendo oscuro, de lana, me abrió la puerta diciendo en el tono de cualquier ama de casa:
67.
Pero, ¿quién le mete a vuestra merced, señor tío, en esas pendencias? ¿No será mejor estarse pacífico en su casa y no irse por el mundo a buscar pan de trastrigo, sin considerar que muchos van por lana y vuelven tresquilados?
68.
El duro, estrecho, apocado y fementido lecho de don Quijote estaba primero en mitad de aquel estrellado establo, y luego, junto a él, hizo el suyo Sancho, que sólo contenía una estera de enea y una manta, que antes mostraba ser de anjeo tundido que de lana
69.
Dijo esto con tanto sentimiento la Trifaldi, que sacó las lágrimas de los ojos de todos los circunstantes, y aun arrasó los de Sancho, y propuso en su corazón de acompañar a su señor hasta las últimas partes del mundo, si es que en ello consistiese quitar la lana de aquellos venerables rostros
70.
Llevaba puesta sólo una túnica de lana burda, sin cinturón, y la argolla de esclava
71.
Leche, carne, pieles, lana
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Iba siempre vestido con un largo sayo de lana basta y calzaba un modelo común de sandalias
73.
Y aquellos niños que sólo conocían el siroco, el polvo, los chaparrones prodigiosos y breves, la arena de las playas y el mar llameante bajo el sol, leían aplicadamente, marcando los puntos y las comas, unos relatos para ellos míticos en que unos niños con gorro y bufanda de lana, calzados con zuecos, volvían a casa con un frío glacial arrastrando haces de leña por caminos cubiertos de nieve, hasta que divisaban el tejado nevado de la casa y el humo de la chimenea les hacía saber que la sopa de guisantes se cocía en el fuego
74.
Para él esos relatos formaban parte de la poderosa poesía de la escuela, alimentada también por el olor del barniz de las reglas y los lapiceros, por el sabor delicioso de la correa de su cartera que mordisqueaba interminablemente, aplicándose con ahínco a sus deberes, por el olor amargo y áspero de la tinta violeta, sobre todo cuando le tocaba el turno de llenar los tinteros con una enorme botella oscura en cuyo tapón se hundía un tubo acodado de vidrio y Jacques husmeaba con felicidad el orificio del tubo, por el suave contacto de las páginas lisas y lustrosas de ciertos libros que despedían también un buen olor de imprenta y cola, y finalmente, los días de lluvia, por ese olor de lana mojada que despedían los chaquetones en el fondo de la sala y que era como la prefiguración de ese universo edénico donde los niños con zuecos y gorro de lana corrían por la nieve hacia la casa caldeada
75.
Los otros se abanicaban con pantallas árabes, de fina paja trenzada, orladas con pompones de lana roja
76.
Aquella noche en él, sí, aquellas raíces oscuras y enmarañadas que lo ataban a esa tierra espléndida y aterradora, a sus días ardientes y a sus noches rápidas que embargaban el alma, y que había sido como una segunda vida, más verdadera quizá bajo las apariencias cotidianas de la primera y cuya historia estaba hecha de una serie de deseos oscuros y de sensaciones poderosas e indescriptibles, el olor de las escuelas, de las caballerizas del barrio, de la lejía en las manos de su madre, de los jazmines y la madreselva en los barrios altos, de las páginas del diccionario y de los libros devorados, y el olor agrio de los retretes de su casa o de la quincallería, el de las grandes aulas frías, donde a veces entraba solo, antes o después de las clases, el calor de sus compañeros preferidos, el olor a lana caliente y a deyecciones que arrastraba Didier, o el del agua de colonia con que la madre de Marconi, el alto, lo rociaba abundantemente y que le daba ganas, en el banco de su clase, de acercarse todavía más a su amigo, el perfume del lápiz de labios que Pierre había robado a una de sus tías y que olían entre ellos, perturbados e inquietos como los perros que entran en una casa donde ha pasado una hembra perseguida, imaginando que la mujer era ese bloque de perfume dulzón de bergamota y crema que, en el mundo brutal de gritos, transpiración y polvo, les traía la revelación de un universo refinado{178} y delicado, con su indecible seducción, del que ni siquiera las groserías que lanzaban a propósito del lápiz de labios llegaba a defenderlos, y el amor de los cuerpos desde su más tierna infancia, de su belleza, que le hacía reír de felicidad en las playas, de su tibieza, que lo atraía constantemente, sin idea precisa, animalmente, no para poseerlos, cosa que no sabía hacer, sino simplemente para entrar en su irradiación, apoyar su hombro contra el hombro del compañero y casi desfallecer cuando la mano de una mujer en un tranvía atestado tocaba durante un momento la suya, el deseo, sí, de vivir, de vivir aún más, de mezclarse a lo que de más cálido tenía la tierra, lo que sin saberlo esperaba de su madre y que no obtenía o tal vez no se atrevía a obtener y que encontraba en el perro Brillant cuando se tendía junto a él al sol y respiraba su fuerte olor a pelos, o en los olores más fuertes o más animales en los que el calor terrible de la vida se conservaba, pese a todo, para él, y del que no podía prescindir
77.
El sistema determinaba prácticamente todo, desde si el abrigo de alguien debía ser de costosa lana o de algodón barato hasta el tamaño del apartamento de cada uno y la conveniencia de instalar en él un retrete privado
78.
Gracias a esta tropa escogida y la posesión de una poderosa flota, quizás en su mayor parte fenicia, los Saítas gobernaron como príncipes comerciantes, creándose factorías milesias en Daphnae y Naukratis, sentando así un precedente para la exportación del grano y la lana egipcios, que los Ptolomeos continuarían con mayor intensidad
79.
En el interior de la tienda, Arilyn encontró un gran surtido de ropa útil pero poco llamativa: capas de lana, pantalones de tartán, vestidos y chales, además de blusas de lino o jubones de arpillera
80.
Nunca conseguía con el cáñamo un hilo tan fino como con la lana de las Cevenas
81.
Ojos que abrirá sorprendido sacudiéndose de ellos la lana de los sueños
82.
Dio la vuelta a la esquina y, al quitarse el gorro de lana, el pelo se le quedó hecho un desastre
83.
—¿Sigues enviando esas cartas que Lana le escribe?
84.
Era un arma sencilla e improvisada: un pisapapeles de mármol metido en un calcetín de lana
85.
turbante con el trapo de limpiar el polvo y unas madejas de lana y, así ataviada, entró
86.
Se le había escapado el ovillo de lana y lo iba recogiendo cuidadosamente
87.
La cortina, muy bien doblada, la puse debajo del tapiz persa que recubría el asiento de una de las sillas del salón y la lana en el cojín de la butaca después de haberle hecho una abertura
88.
El señor Cayley pareció ablandarse ante estas razones y reanudó su discurso mientras se envolvía cuidadosamente la garganta con los pliegues de la bufanda de lana
89.
Luego vino la chiquilla y salió con un perro de lana en las manos
90.
Llevaba una falda gruesa y un jersey de lana
91.
Por deferencia a la señora Clayton, que había insistido en que hacía mucho aire, Victoria llevaba una chaqueta de lana sobre su vestido estival
92.
Cubría su cuerpo delgado con una falda y chaqueta de lana y una blusa de seda gris, y llevaba el sombrero encasquetado en su bien formada cabeza
93.
Una vez libre del papel que lo envolvía aparecieron unas prendas de lana
94.
Un pelo rubio encontrado entre los dedos del difunto, y unas cuantas hilachas de lana color rojizo, prendidas en uno de los botones de su chaqueta azul
95.
Dejó el ovillo de lana roja y miró a sus anfitrionas con la expresión un tanto avergonzada de quien se da cuenta de que ha cometido una grave equivocación, pero desconoce el motivo
96.
Desanudando la faja de lana, miró si las pistolas estaban secas y satisfecho por su examen, las empuñó, encaminándose hacia el sur
97.
Desgarró la capa de la duquesa, que era de muy fina lana, y haciendo unas vendas, las cuales empapó en aceite, vendó la herida con el fin de restañar la sangre y sopló varias veces en el semblante de la joven para hacerle recuperar el sentido
98.
Se cubrió con un amplio manto de lana muy fina y descendió la escalinata seguida por la duquesa y precedida por los dos esclavos que habían permanecido hasta entonces de guardianes ante la puerta del salón
99.
Llevaba su viejo jersey de lana encima de otro de cuello alto, y lo sabía porque todas las mañanas, en la penumbra, lo observaba mientras se vestía, capas ocultas de camisetas y calzoncillos largos
100.
Lo primero que se quitaba al entrar en casa eran las botas, pero su mitad inferior seguía cubierta por los viejos pantalones militares que se había comprado en un establecimiento de restos de serie y unos tupidos calcetines de lana con aspecto de raspar como un cactus que le obligaban a ponerse un forro entre ellos y los pies, cuarteados por el frío