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—La corte y la monarquía de España en losaños 1636 y 37
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[49] La Corte y la Monarquía de España en los años de 1636 y37, por Antonio Rodríguez Villa
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Esta unión, que se consumó principalmente después de la muertede Fernando, dió á la monarquía española, fundada entonces, la fuerza yla autoridad de que careciera cuando se hallaba dividida en diversosterritorios
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En el interior creció el poder de la monarquía á costa delos grandes, y en el exterior se abrió al deseo de dominación y al celoreligioso una senda, que no habían podido pisar ni recorrer los dosestados, los cuales, al contrario, se estorbaron antes uno á otro con surivalidad política
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En su glorioso reinado tomó su país ese vuelo, quehasta el siglo XVII hizo de la monarquía española una de las máspoderosas y brillantes de Europa; y como los sucesos políticosimportantes tienen tanta influencia en el desarrollo de la cultura y delingenio nacional, no es extraño que los españoles sintiesen nueva y másvigorosa vida, y se pusiesen al nivel de los notables sucesos de estaépoca
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monarquía se aseguraba de que las ideas de la Ilustración,
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La intención de la monarquía
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Como ocurre en casos semejantes, cada bando elaboraba sus exageraciones: los que creían, le atribuían un parecido físico impresionante con los Luises de la monarquía francesa, y los escéptico« se burlaban de aquéllos, diciendo que no se parecía en absoluto y que todo ero una farsa
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Según lo refiere el hombre de ciencia francés Lolo Boussingault, por aquel entonces residente en Bogotá, en sus Memorias, esos jóvenes atrevidos y fogosos fueron instigados por el enigmático doctor Arganil, quien además de la inquina que sentía por Bolívar, pudo haber servido como intermediario de Francia” para crear un ambiente propicio al establecimiento de una monarquía en Colombia, contando incluso con la aprobación de importantes personajes del país, que así pretendían encontrar una forma de gobierno más estable y segura que la dictadura de entonces
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contraídoscerca de la monarquía habíanse acrecentado en las
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nuestrocomercio, y los acusaban de empobrecer a la Monarquía:
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El Fénix de los ingenios españoles, aquel que se alzó con el cetro dela monarquía
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esto es, lapiedad, la religión, la monarquía y el pudor, estaban
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principios contra lasreacciones de la monarquía y contra los
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preferencia por la monarquía, y aun creo que no son
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medio de transporte, y el indio, quedurante la monarquía
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la audacia de los «negros», enemigos de la monarquía y laIglesia
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y órdenes monásticas,que sólo dejaron a la monarquía española su apariencia de poder,haciendo
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monarquía española era el ajusticiado de Judea,el Cristo polvoriento y negruzco de las viejas
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La religión es el mejor auxiliar de la monarquía
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Sí, don Luis, dice ustedbien: la monarquía es cosa
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compromiso entre lademocracia y la monarquía, según la cual el
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La monarquía andaba escasa de dinero en aquellos tiempos, y
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Tiene laconvicción de que representa la monarquía por
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El director de La Monarquía era un mocetón robusto, de treinta ycuatro a treinta y
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perfectamente leyendo esto: «Gran revolución en España; caídade la Monarquía;
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de porra alzó el vaso y dijo: «Por el triunfo dela monarquía legítima y de la religión
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cadáver, entre el espanto dela monarquía huérfana
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proclamaron que Dios había concedido a la monarquía el másprecioso de los dones, abriendo
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Pero siendo elPalacio Real uno de los grandes prodigios de la monarquía absoluta,claro es que al
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— Relaciones de los sucesos de la Monarquía
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Constitución de la monarquía goce de tal consideración,¿se reputarán como españoles y con derechos y
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Con la proclamación de la monarquía en España, comenzó el deshielo en elcampo carlista
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Los ambiciosos de los pueblos veían que todas las clases ricas seinclinaban a favor de la monarquía liberal
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Los que poco a poco se habían ido escorando a la derecha, como Tallien, se enfrentaban ahora a un considerable dilema: ser atropellados por los jacobinos si se inclinaban demasiado a la izquierda o subir al cadalso si se producía una restauración de la monarquía, puesto que todos eran regicidas o, como mínimo, habían participado en los más sangrientos capítulos de la represión
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El 5 de octubre, poco antes de que lo nombraran director, sofocaría (con la ayuda de Bonaparte y a hierro y fuego, dicho sea de paso) una insurrección realista en París, y durante toda la época del Directorio, del que fue pieza clave, Barras conseguiría practicar con verdadero talento el difícil arte de turnarse en aplastar ora a los partidarios de la monarquía, ora a los de la izquierda, logrando mantenerse en el poder contra todos y contra todo
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Fin del Consulado y restauración de la monarquía borbónica en la figura de Luis XVIII
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No obstante, la corriente de la historia estaba allí, tenaz pese a la incomprensión de la monarquía y los vigilantes ingleses
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al rey Otón a aceptar una monarquía constitucional, la lánguida añoranza de Constantinopla que se había transmitido en los cantos populares y en las numerosas profecías alcanza su formulación política
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Para entonces se habían atemperado sus ímpetus seudorevolucionarios y, como Calderón y como su hermano Antonio, con quien siempre compartió ideas y proyectos políticos, participó en GODSA, el gabinete de estudios o amago de partido político que se vinculó a Manuel Fraga para buscar con él una reforma sin ruptura del franquismo y que se apartó de él (o lo hicieron muchos de sus miembros) en cuanto estuvo claro que la monarquía apostaba por la reforma con ruptura de Suárez; como Calderón, por esa época Cortina ejerció de abogado defensor de uno de los militares antifranquistas de la Unión Militar Democrática: el capitán García Márquez
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La atribución era justa: el Rey había nombrado a Suárez presidente del gobierno contra el criterio de Armada -partidario de mantener en la presidencia a Arias Navarro o de sustituirlo por Manuel Fraga, y en todo caso de una monarquía franquista o de una democracia restringida que entregase amplios poderes a la Corona- y, desde el momento mismo de la designación del nuevo presidente los enfrentamientos entre ambos fueron constantes: tuvieron ásperas discrepancias a propósito del secuestro del general Villaescusa y de Antonio María de Oriol y Urquijo, que Suárez consideró al principio obra de la ultraderecha y Armada de la ultraizquierda, a propósito de la legalización del PCE, que Armada juzgó una traición al ejército y un golpe de estado subrepticio, a propósito de unas cartas enviadas por Armada con membrete de la Casa Real en las que solicitaba el voto para el partido de Manuel Fraga durante la campaña electoral de 1977, a propósito de una proyectada ley del divorcio, a propósito de casi todo
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Nunca le había inspirado el menor respeto y nunca imaginó que se convertiría en su rival y su verdugo: lo había tratado con frecuencia desde los tiempos en que Suárez dirigía Radiotelevisión Española y había recurrido a sus servicios para promocionar la figura por entonces precaria y desvaída del Príncipe, y su opinión del futuro presidente no debía de ser muy distinta de la de tantos otros que a principios de los setenta lo consideraban un chisgarabís servil y diligente y un plebeyo sin escrúpulos convertido a la causa de la monarquía por seca ambición personal; el hecho de que fuera aquel advenedizo quien le apartase del Rey sólo contribuyó a endurecer la hostilidad que a partir de aquel momento sintió contra él
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Probablemente eso fue lo que pensó Armada en vísperas del 23 de febrero y por eso el golpe no sólo fue para él un modo de recobrar la democracia restringida o la monarquía franquista que había sido desde el principio su ideal político, sino también una forma de acabar con Adolfo Suárez y de -recobrando del todo el favor del Rey- recobrar multiplicado el poder que Suárez le había arrebatado
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No así en la superficie: como Armada, Milans era un militar de raigambre aristocrática; como Armada, Milans profesaba una doble fidelidad al franquismo y a la monarquía
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» Cumplió con su palabra justo a tiempo: el 23 de febrero le faltaban sólo cuatro meses para recibir el pase a la reserva; también cumplió con sus genes golpistas y monárquicos, puesto que, pese a ser un franquista acérrimo, su golpe no aspiraba a ser un golpe contra la monarquía, sino con la monarquía
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Tejero estaba contra la democracia y contra la monarquía y su golpe quería ser en lo esencial un golpe similar en el fondo al golpe que en 1936 intentó derribar la república y provocó la guerra y después el franquismo; Milans estaba contra la democracia, pero no contra la monarquía, y su golpe quería ser en lo esencial un golpe similar en la forma y en el fondo al golpe que en 1923 derribó la monarquía parlamentaria e instauró la dictadura monárquica de Primo de Rivera, es decir un pronunciamiento militar llamado a devolverle al Rey los poderes que había entregado al sancionar la Constitución y, quizá tras una fase intermedia, a desembocar en una junta militar que sirviese de sustento a la Corona; por último, Armada no estaba contra la monarquía ni (al menos de manera frontal o explícita) contra la democracia, sino sólo contra la democracia de 1981 o contra la democracia de Adolfo Suárez, y en lo esencial su golpe quería ser un golpe similar en la forma al golpe que llevó a la presidencia de la república francesa al general De Gaulle en 1958 y en el fondo a una especie de golpe palaciego que debía permitirle desempeñar con más autoridad que nunca su antiguo papel de mano derecha del Rey, convirtiéndole en presidente de un gobierno de coalición o concentración o unidad con la misión de rebajar la democracia hasta convertirla en una semidemocracia o en un sucedáneo de democracia
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mister McGrath se dé cuenta de que la restauración de la monarquía de Herzoslovaquia es imprescindible para la paz de Europa
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Volvieron a hablar largamente, y en esas conversaciones el antiguo secretario real pudo acumular evidencias de que regresaba la privanza con el Rey que llevaba casi un lustro añorando; no eran evidencias ficticias: preocupado por el futuro de la monarquía, renuente a aceptar el papel de árbitro institucional sin poder auténtico que le asignaba la Constitución, el Rey buscaba recursos con que capear la crisis, y es absurdo imaginar que rechazase los que podía ofrecerle o los que pensaba que podía ofrecerle el hombre que tantos obstáculos le había ayudado a superar en su juventud
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Cortina se presenta ante el teniente coronel como hombre de confianza o portavoz de Armada; le alecciona: subraya que la operación se realiza por orden del Rey con el propósito de salvar la monarquía, establece claramente que su jefe político es Armada aunque su jefe militar sea Milans, le repite el diseño general del golpe y la salida prevista para él (habla de un gobierno presidido por Armada, pero no de un gobierno de coalición o concentración o unidad), le hace preguntas técnicas sobre el modo en que piensa llevar a cabo su parte del plan, le asegura que puede contar con hombres y medios de la AOME e insiste en que el asalto debe ser incruento y discreto y en que su misión concluye en el momento en que una unidad del ejército lo releve y Armada se haga cargo del Congreso ocupado
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La entrevista se celebra, y en ella Armada vuelve a darle a Tejero las mismas instrucciones que éste recibió de Cortina dos días atrás: la operación debe ser discreta e incruenta, el teniente coronel debe entrar en el Congreso en nombre del Rey y de la democracia y debe salir de allí en cuanto llegue la autoridad militar que se hará cargo de todo (Armada no cree necesario aclarar que esa autoridad militar será él mismo, pero sí que se identificará con una contraseña: «Duque de Ahumada»); todo se hace a las órdenes del Rey para salvar la monarquía y la democracia mediante un gobierno que él presidirá, pero cuya composición no especifica
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Según declararía Tejero en el juicio, la recurrencia de las palabras monarquía y democracia en el discurso del general lo escama (no lo escama en cambio que Armada vaya a presidir el gobierno: lo sabe desde hace tiempo y da por hecho que será un gobierno militar); Tejero, sin embargo, no pide explicaciones, ni mucho menos protesta: Armada es un general y él sólo un teniente coronel y, aunque en su fuero interno Milans sigue siendo el líder del golpe porque es el jefe a quien admira y a quien se siente de verdad vinculado, el capitán general de Valencia ha impuesto a Armada como líder político y Tejero lo acepta; además, no es monárquico pero se resigna a la monarquía, y está seguro de que en labios de Armada la palabra democracia es una palabra hueca, una mera pantalla con que ocultar la realidad descarnada del golpe
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Ahora bien, ¿qué ocurriría en el caso de que el Rey se opusiese al golpe? Es cierto que nadie podía preverlo, porque una vez iniciado el golpe casi todo era posible, inclusive que un golpe con el Rey capitaneado por los dos generales más monárquicos del ejército se convirtiese en un golpe contra el Rey que acabase llevándose por delante la monarquía; pero también es cierto que, en el caso de que el Rey se opusiese al golpe, lo más probable era que el golpe fracasase, porque era muy improbable que un golpe monárquico degenerase en un golpe antimonárquico, igual que es cierto que, si el golpe fracasaba por la intervención del Rey, éste se convertiría a todos los efectos en el salvador de la democracia, lo que sólo podría significar el reforzamiento de la monarquía
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Insisto: no digo que ése fuera para la monarquía el único resultado posible del golpe si el Rey se oponía a él; lo que digo es que, como cualquiera de los demás conjurados, antes de unirse al golpe Cortina pudo llegar a la conclusión de que los riesgos que el golpe entrañaba para la monarquía eran muy inferiores a los beneficios que podía acarrearle, y de que en consecuencia el golpe era un buen golpe porque triunfaría tanto si triunfaba como si fracasaba: el triunfo del golpe fortalecería la Corona (eso es al menos lo que pudo pensar Cortina y lo que pensaban Armada y Milans); igualmente lo haría su fracaso
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Poco después de conocer al Príncipe -y en parte debido al empeño de éste-, fue nombrado director general de Radiotelevisión Española; en ese cargo permaneció cuatro años a lo largo de los cuales sirvió con beligerante fidelidad la causa de la monarquía, pero ésta fue además una etapa importante en su vida política porque en ella descubrió la potencia novísima de la televisión para configurar la realidad y porque empezó a sentir la cercanía y el hálito auténtico del poder ya preparar su asalto al gobierno: visitaba con mucha frecuencia la Zarzuela, donde le entregaba al Príncipe las grabaciones de sus viajes y actos protocolarios que emitían de forma regular los informativos de la primera cadena, despachaba cada semana con el almirante Carrero en la sede de Presidencia, en Castellana 3, donde era acogido afectuosamente y donde recibía orientaciones ideológicas e instrucciones concretas que aplicaba sin titubeos, cultivaba con mimo a los militares -que lo condecoraron por la generosidad con que acogía cualquier propuesta del ejército- e incluso a los servicios de inteligencia, con cuyo jefe, el futuro coronel golpista José Ignacio San Martín, llegó a entablar una cierta amistad
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que había recibido del Rey consistía en desmontar el franquismo para montar con sus mimbres una monarquía parlamentaria, liquidando lo muerto que aún parecía vivir y haciendo vivir lo que ya parecía muerto, con lo primero que debía contar era con la complicidad (o al menos con la confianza, o al menos con la pasividad) de la ortodoxia franquista; con lo segundo que debía contar era con la comprensión (o al menos con la tolerancia, o al menos con la paciencia) de la oposición clandestina
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Por supuesto, Suárez habría podido ignorar el propósito del Rey, forzar la mano y presentarse a las elecciones sin su consentimiento, pero él era el presidente nombrado por el Rey y quería ser el candidato del Rey y luego el presidente electo del Rey, y durante aquellos meses fulgurantes, mientras se liberaba poco a poco de la tutela de Fernández Miranda y hacía cada vez menos caso de Osorio, se aplicó a demostrarle al Rey con los hechos que él era el presidente que necesitaba porque era el único político capaz de arraigar la monarquía montando una democracia igual que estaba desmontando el franquismo; también se aplicó a demostrarle por contraste que Fernández Miranda era sólo un viejo jurista timorato e irreal, Fraga un bulldozer indiscriminado, Osorio un político tan pomposo como inane y Areilza un figurín sin media hostia
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Era una bomba, y a punto estuvo de estallarle en las manos: había tomado aquella decisión salvaje porque sus triunfos le habían dotado de una confianza absoluta en sí mismo y, aunque esperaba que la sacudida en el ejército sería brutal y que habría protestas y amenazas y tal vez amagos de rebelión, la realidad superó sus peores presagios, y en algunos momentos, durante los cuatro días de locos que siguieron al Sábado Santo, Suárez quizá pensó en más de un momento que había sobrevalorado sus fuerzas y que el golpe de estado era inevitable, hasta que al quinto tradujo de nuevo en beneficio propio la catástrofe anunciada: presionó hasta el límite a Carrillo y éste consiguió que el partido renunciara públicamente a algunos de sus símbolos y aceptara todos los que el ejército consideraba amenazados con su legalización: la monarquía, la unidad de la patria y la bandera rojigualda
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Los militares permanecieron en sus cuarteles, el país entero dejó de contener la respiración y Suárez se anotó un triunfo por partida doble: de un lado consiguió domesticar a los militares -o al menos domesticarlos por el momento-, obligándolos a digerir una decisión indigerible para ellos e indispensable para él (y para la democracia); de otro lado consiguió domesticar al partido comunista -y con el partido comunista, no mucho después, a toda la oposición democrática-, obligándolo a sumarse sin reservas al proyecto de la monarquía parlamentaria y trocando al adversario de siempre en el principal soporte del sistema
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Tal vez pensó que, por tanto, no iba a gobernar con la vista sólo puesta en la derecha y el centro -que eran los suyos, los que lo habían llevado al poder con sus votos-, sino también con la vista puesta en la izquierda: al fin y al cabo, pensaría, un gobernante de verdad de izquierdas, Suárez se sacó de la manga a Josep Tarradellas, el último presidente del gobierno catalán en el exilio, un viejo político pragmático que garantizaba a la vez el apoyo de todos los partidos catalanes y el respeto a la Corona, el ejército y la unidad de España, de forma que su regreso en octubre de 1977 tradujo el restablecimiento tras cuarenta años de una institución republicana en una herramienta legitimadora de la monarquía parlamentaria y en una victoria del gobierno de Madrid
60.
Todo empezó mucho antes de la aprobación de la Constitución y empezó bien, o como mínimo empezó bien para Suárez, que realizó en Cataluña un nuevo pase de magia: a fin de conjurar el peligro de que la izquierda que había ganado allí las elecciones generales formara un gobierno autonómico de izquierdas, Suárez se sacó de la manga a Josep Tarradellas, el último presidente del gobierno catalán en el exilio, un viejo político pragmático que garantizaba a la vez el apoyo de todos los partidos catalanes y el respeto a la Corona, el ejército y la unidad de España, de forma que su regreso en octubre de 1977 tradujo el restablecimiento tras cuarenta años de una institución republicana en una herramienta legitimadora de la monarquía parlamentaria y en una victoria del gobierno de Madrid
61.
Después del fracaso de Armada en el Congreso había fracasado el golpe blando de Armada y Milans, pero no el golpe duro de Tejero, un golpe que pretendía terminar con la democracia aún a costa de terminar con la monarquía y que -con el teniente coronel todavía ocupando el Congreso, con Milans todavía en las calles de Valencia, con los capitanes generales todavía a la expectativa y con muchos generales, jefes y oficiales todavía tentados de actuar- continuaba a la espera de un mínimo movimiento de tropas que desatase en el ejército una reacción en cadena
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¿Cuál era en teoría el objetivo político fundamental de los golpistas? Para Armada, para Cortina, para quienes pensaban como Armada y Cortina -no para Milans y para Tejero y para quienes pensaban como Milans y Tejero, que sin duda era la mayoría de los golpistas-, el objetivo político fundamental del 23 de febrero consistía en proteger la monarquía, rectificando o recortando o encogiendo una democracia que a su juicio constituía una amenaza para ella y enraizándola en España
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Diecisiete horas y media de vejaciones en el hemiciclo del Congreso fueron un correctivo suficiente para la clase política, que pareció encontrar una súbita madurez forzosa, aparcó por un tiempo las furiosas rencillas intrapartidarias y la furiosa rapacidad de poder que habían servido para crear la placenta del golpe, dejó de especular con turbias operaciones de ingeniería constitucional y no volvió a mencionar gobiernos de gestión o concentración o salvación o unidad ni a involucrar de ningún modo al ejército en ellos; no menos duro fue el correctivo para la mayoría del país, la que había aceptado con pasividad el franquismo, se había ilusionado primero con la democracia y luego parecía desengañada: bruscamente se evaporó el desencanto y todos parecieron redescubrir con entusiasmo las bondades de la libertad, y quizá la mejor prueba de ello es que año y medio después del golpe una mayoría desconocida de españoles decidió que no habría reconciliación real entre ellos hasta que los herederos de los perdedores de la guerra gobernasen de nuevo, permitiendo una alternancia en el poder que acabó de amarrar la democracia y la monarquía
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Éste es otro efecto secundario que resulta difícil no añadir parcialmente a la cuenta del 23 de febrero: a principios de 1981 todavía costaba trabajo imaginar al partido socialista gobernando España, pero en octubre del año siguiente llegó al poder con diez millones de votos y todos los parabienes de la monarquía y del ejército, de los empresarios y los financieros y los periodistas, de Roma y Washington
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El golpe de estado blindó a la Corona: actuando al margen de la Constitución, usando la última baza de poder de un Rey sin poder -la que tenía como jefe simbólico del ejército y heredero de Franco-, el Rey paró el golpe y se convirtió en el salvador de la democracia, lo que colmó de legitimidad a la monarquía y la convirtió en la institución más sólida, más apreciada, más popular, más resguardada contra la crítica y, en el fondo, más poderosa del país
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O dicho de otro modo: si antes del 23 de febrero los golpistas hubieran realizado un cálculo de riesgos y beneficios y hubieran llegado a la conclusión de que era menos peligroso para la monarquía parlamentaria dar un golpe o permitir que se diese que no darlo, o si hubieran diseñado el golpe no para destruir la democracia sino para encogerla por un tiempo y resguardar así a la monarquía en un momento de zozobra y asentarla en el país, entonces habría razones para sostener que el golpe del 23 de febrero triunfó, o al menos que no fracasó por completo
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Pero es mejor decirlo así: el golpe de estado fracasó por completo y fue su completo fracaso lo que convirtió el sistema democrático bajo la forma de la monarquía parlamentaria en el único sistema de gobierno verosímil en España, y por eso quizá es posible decir también que, igual que si hubiera querido insinuar que la violencia es la cantera de la historia, la materia de la que está hecha, y que únicamente un acto de guerra puede revocar otro acto de guerra -igual que si hubiera querido insinuar que únicamente un golpe de estado puede revocar otro golpe de estado, que únicamente un golpe de estado podía revocar el golpe de estado que el 18 de julio del 36 engendró la guerra y la prolongación de la guerra por otros medios que fue el franquismo-; el 23 de febrero no sólo puso fin a la transición y a la posguerra franquista: el 23 de febrero puso fin a la guerra
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Era Pepe uno de los innumerables vástagos de un ilustre, gracioso abogado malagueño, político de la monarquía
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El puente sobre el Quiviv fue construido hace muchos siglos, y no se lo ha reparado debidamente desde los días de la Monarquía Dual, más de doscientos años atrás
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El carácter de la monarquía durante el Imperio Nuevo es claramente guerrero
71.
Las victorias del genio militar Tutmés III aumentaron la autoridad de la monarquía, y su visir Rekmire se refiere al rey como «el dios bajo cuya tutela viven los hombres, padre y madre del género humano, único y sin rival»
72.
Con Amenhotep III y sus colosales construcciones, como el templo de Soleb, donde se venera a sí mismo entre otros dioses, la monarquía alcanzó su más alto nivel de prestigio durante el Imperio Nuevo
73.
Durante el Imperio Nuevo la monarquía se identificaba estrechamente con la política militar de las conquistas en el extranjero y con la de conservar invioladas las fronteras de Egipto
74.
Mientras que el peso de la tradición aseguraba el respeto a la monarquía, especialmente en los círculos de la corte, en realidad volvieron a ser adorados los dioses en forma de reyes, Amón, Ra-Harakhte y Osiris
75.
También intervino, como mediador, en las conversaciones que condujeron a la legalización del PCE, después de negociar con Santiago Carrillo la aceptación de la Monarquía
76.
Este predicador aprovecha su ardiente verbo para proclamar, desde los pulpitos de la diócesis, las verdades que otros no se atreven a mencionar, pues conocen el servicio que prestan estos infieles a la monarquía y saben los riesgos que corren los que contra ellos actúen
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—De lo cual se infiere que la monarquía era electiva, no hereditaria, y que de entre todos nombraban al más capaz
78.
Hacía bastante tiempo que los moriscos, descendientes de los antiguos musulmanes, entrañaban un peligro para la estabilidad de la monarquía
79.
Durante los siglos subsiguientes, estas fuerzas hicieron que los ejércitos del Khmer se replegaran gradualmente, hasta que la monarquía misma se vio amenazada
80.
Se formó una nueva coalición con el partido de Hun Sen, que restableció la monarquía y puso a Sihanouk en el trono
81.
Y, finalmente, en el propio Irán, el Ayatollah Jomeiny ha amenazado con la detención del Primer Ministro Bajtiar a menos que dimita y ha incitado al pueblo y al Ejército: "a destruir la terrible monarquía y a su Gobierno ilegal" a uno, y "a sublevarse contra sus oficiales dominados por los extranjeros y a abandonar los cuarteles con sus armas» al otro
82.
En la cronología histórica de los reyes de Dinamarca no se encuentra Ludegasto, por lo que hay que suponer sea uno de los monarcas imaginarios inventados por los cronistas de aquel país, que aseguran existió su monarquía desde el año 2910 de la creación del mundo
83.
Aunque hijo del pueblo y defensor de la igualdad, sé respetar las jerarquías que establecieran la monarquía y la historia
84.
Les mandaba el general Hugo y llevaban consigo convoy tan inmenso, que al verlo creeríase que en la capital de la monarquía no quedaba un alfiler
85.
¿Qué le importaba a la nación que se escurrieran entre los papeles algunos disimulados sapos y culebras, o que se variara con caligráfica ingeniosidad un par de números, siempre que quedase contento aquel o el otro empingorotado repúblico, cuyo bienestar importaba tanto al Estado? ¡Pues no faltaba más, sino que por no hacer el gusto a un regidor amigo o a un alcabalero pariente, se sofocara uno de aquellos esclarecidos varones, y revolviéndosele los [40] humores, perdiera la salud, tan necesaria al buen servicio y esplendor de la monarquía!
86.
Hasta se puede sostener que Fernando estaba en su derecho al hacer lo que hizo; pero nada de esto atenúa las grandes, las inmensas faltas de la monarquía del 14
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, uno de los funcionarios más respetables, más insignes de aquella preclara monarquía
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La Constitución establece la Monarquía y nosotros respetamos al Rey constitucional
89.
«Por el triunfo de la monarquía legítima y de la religión sacratísima»
90.
Y no pararon aquí los servicios prestados a la Monarquía infantil por el digno personaje, sino que reveló cosas muy hondas, sólo de él sabidas, y en las cuales había tenido cooperación aparente, con el único fin de profundizar el abismo de iniquidades del partido mil veces execrable (frase suya) que se aprestaba a escribir el nombre de Dios en las banderas del asesinato
91.
La Monarquía tradicional tuvo y tiene [43] en él un acérrimo defensor; pero no quiere el brutal absolutismo, con su siniestro cortejo de verdugos e inquisidores, como lo soñaron D