1.
"De los dos," - dice la reina "la chica de cabello rubio va a satisfacer su espíritu, mientras que el que está con el pelo rojo y su carne, y yo, tanto el uno como el otro
2.
Nosotros en cambio, es natural y como he dicho, no encontramos la más mínima vergüenza para exteriorizar; mi amigo y su mujer de pelo rubio prefiere masoquismo y desató estos instintos al ser azotado por aquellos de nosotros siente la necesidad en lugar de la violencia
3.
Pero dime, hasta ahora, no sabía su nombre, como se llama se llama como la reina y la chica con el pelo rubio, ni siquiera sabes cómo me llamo
4.
El pelo de Clara era rubio y castaño a partes iguales,
5.
—Moreno Rubio lo ha dicho y tiene razón: usted tiene en su mano susalud y su vida
6.
Este era rubio y poco esbelto, al pasoque el otro
7.
Tiene un bello pelo rubio abundante y sedoso; susojos son azules; su tez es blanca y fina; sus manos, estas bellas manosque urden los encajes, son blancas, carnosas, transparentes, suaves
8.
Un chico rubio, vestido de marinero, concara de desvergonzado, se quedó fijo delante de nuestrasniñas contemplándolas con insistencia, y no hallandoal parecer conveniente la gravedad que mostraban, sepuso á hacerles muecas en son de menosprecio
9.
Sánchez Rubio, David (1999) Filosofía, derecho y liberación en América Latina
10.
Rawlings, Laura y Gloria Rubio
11.
niño rubio en los brazos yrecatada como la Virgen
12.
Cristeta,en pie, frente al espejo, pincha en el rodete rubio la
13.
Pero ¿dónde está Rubio? ¿Dónde
14.
El espíritu temerario del teniente Rubio, apretadopor las circunstancias, engendró
15.
Sobre todo el teniente Rubio les
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pelode un rubio ceniciento y los ojos verdes claros
17.
Había una expresión de tristeza en los ojos deeste guerrero rubio, y
18.
entonces empezaba su carrera ytenía el pelo muy rubio y las
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el pelo lacio, de un rubio blanquecino, colgaba en desmayadasmechas sobre la cara
20.
plumas negras, tras el cualcasi desaparecía un joven rubio, peinado en bandós,
21.
reyde la casa era un señor rubio que desde los bancos de la oposición sedivertía
22.
finascomo el cabello rubio de un recién nacido, y que ocultaban una
23.
El cacique, don Andrés Rubio, brillaba en la procesión por su ausencia
24.
Don Andrés Rubio, en medio del jaleo y trastorno que había en su casa,estaba tranquilo sin
25.
Eran ambos de agraciadasfacciones, azules ojos y rubio
26.
El pelo era rubio, lustroso, ondeado, y
27.
llamaba Concha la Carbonera: eradelgada, de un rubio ceniciento, mejillas pálidas y
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de madera; los jaulones de mimbres, en losque cacarean las gallinas con el rubio
29.
A su lado un niño pobre, rubio,
30.
tienes los ojosazules y el pelo rubio
31.
la deRibert y un joven rubio
32.
un rubio decara granujienta, que se pasa día y noche en el café
33.
con el casco en lacabeza, el entrecejo fruncido, el bigote rubio y
34.
rubio sobre el moreno;deseaban esclavizar al despreciable
35.
los ojosfijos en el plato, el rubio entrecejo un tanto fruncido, pasaba las deCaín
36.
también rubio yhermoso, el dios Cupido, por mediación de los
37.
están de acuerdo con sus maridos se pintan elpelo de rubio
38.
pelo rubio y cuerpo bienmetido en carnes
39.
los riñones; en todas y en todos abundaban el tipo rubio y la
40.
en el pelo rubio yondeado
41.
Tres hombres había en el escritorio: uno, muy rubio, montado
42.
Y el rubio decía:
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—Sí, dijo Mauricio; me ha parecido que el rubio estaba mejor en la escala de los colores: el
44.
lastransparentes copas de muselina destellaba el intenso granate delBorgoña y el rubio topacio
45.
Era rubio, estaba recién afeitado y debía de tener entre veinticinco y treinta años
46.
El pelo se le había vuelto como de estopa, de un rubio verde, desigualmente matizado, revelándome lo mucho que debía su cobrizo relumbre habitual al manejo de inteligentes coloraciones
47.
Era muy rubio y brillante, y cuando respiró sobre él, su aliento se evaporó de esa manera tan extraña y especial en que el aliento se evapora sobre el oro macizo
48.
Mister Holmes era un hombre pequeño, rubio y tranquilo
49.
En la tarde del 23 de febrero, después de llegar sobre las siete a la escuela de la AOME en Marqués de Aracil, Monge viajó en compañía del capitán Rubio Luengo al chalet donde se hallaba la Plana Mayor; alterado y eufórico, Monge le dijo a Rubio Luengo lo siguiente: le dijo que había conducido los autobuses de Tejero hasta el Congreso, le dijo que lo había hecho junto con otros miembros de la AOME, le dijo que lo había hecho por orden de García-Almenta (Rubio Luengo relacionó inmediatamente la triple confesión de Monge con una orden de García-Almenta recibida aquella misma mañana en la escuela: debía entregar al propio Monge, a Sales y a Moya tres vehículos con placas falsas, transmisores de mano y emisores de frecuencia baja, indetectables incluso para el resto de los equipos de la AOME)
50.
No fue la única vez que Monge narró aquella tarde su intervención en el golpe; lo hizo también unos minutos más tarde, cuando, después de hablar en la Plana Mayor con García-Almenta, éste ordenó al sargento Rando Parra que lo acompañara en coche hasta las cercanías del Congreso, donde el jefe de la SEA debía recoger un coche de la unidad; en el trayecto, Monge le dijo a Rando Parra más o menos lo mismo que le había dicho a Rubio Luengo -había escoltado a Tejero en su asalto, no lo había hecho solo, había obedecido órdenes de García-Almenta- y añadió que, tras cumplir su misión, había abandonado el coche que ahora iban a buscar en la calle Fernanflor, junto al Congreso
51.
Esa noche ocurrieron muchas otras cosas en la AOME -hubo idas y venidas frenéticas en todas las sedes, hubo un flujo constante de información suministrada por los equipos desplegados en Madrid y sus alrededores, hubo muchos hombres que mostraron su alegría por el golpe y unos pocos que se callaron su tristeza y al menos dos que entraron de madrugada en el Congreso y salieron de él con noticias frescas, entre ellas que Armada era el verdadero líder del golpe-, pero la confesión reiterada de Monge a Rubio Luengo y Rando Parra es decisiva
52.
No se le ocurrió pensar que la diferencia era entre un portero de un metro ochenta de estatura, ojos azules y pelo oscuro, y otro de metro sesenta, hombros caídos, pecas y una mata de pelo rubio que le sobresalía de la gorra
53.
Por las sedes del organismo circulaban rumores acerca de la participación de miembros de la unidad del comandante Cortina en la intentona; muchos de ellos señalaban a los tres miembros de la SEA -el sargento Sales, los cabos Monge y Moya-, al capitán Gómez Iglesias, al capitán García-Almenta, segundo del comandante Cortina, y al propio Cortina; todos o casi todos ellos procedían de la misma fuente: el capitán Rubio Luengo y el sargento Rando Parra, a quienes en la tarde del golpe Monge había relatado su peripecia como guía de los autobuses de Tejero hasta el Congreso, secundado por Moya y Sales, por orden de García-Almenta y, ésa era la inferencia general, de Cortina
54.
En los días siguientes Cortina se entrevistó con Rubio Luengo y Randa Parra: según Cortina, intentó demostrarles que sus acusaciones eran falsas; según Rubio Luengo y Randa Parta
55.
En un ángulo de ésta se había formado una gran aglomeración de gentes que miraban hacia arriba, presenciando los virtuosismos de un funámbulo que iba hacia delante y hacia atrás a lo largo de una cuerda tensada entre dos edificios, esforzándose por seguir el sonido de la flauta de un chiquillo rubio, casi albino, de aspecto demacrado, que estaba en pie en medio del corro de espectadores
56.
El dueño del restaurante, un muchacho rubio y frágil, los había expulsado
57.
Allí por primera vez se separaba de Pierre, que no jugaba, aunque fuera naturalmente diestro: era más frágil, crecía más rápido que Jacques, parecía cada vez más rubio, como si el trasplante no le sentara tan bien
58.
—Tengo una sola pierna —decía uno de ellos, rubio, de fuerte rostro cuadrado, lleno de salud, a quien se veía rondar muchas veces por la lencería—, pero todavía puedo darte un puntapié en el trasero
59.
Era un muchacho guapo, alto, rubio y con ojos azules
60.
El muchacho rubio se detuvo, con la lengua todavía asomando entre los labios
61.
Mallory tenía los ojos fijos en el muchacho rubio
62.
despierto y rubio, en la roca,
63.
El rubio pecoso con pinta de matón de taberna que fumaba displicentemente sentado en el tronco de un árbol mientras un sudoroso hombretón continuaba profundizando en la fosa, se limitó a encogerse de hombros con gesto de obligada resignación
64.
Al rubio lo habían pillado por sorpresa
65.
—¿Qué me dices del joven rubio? El de los tatuajes
66.
El pelo rubio me recordó un momento la mujer que yo había conocido poco antes, Elizabeth Lavenza
67.
El rubio fue convidado a la última y definitiva elección
68.
En la lejanía alcanzo a adivinar el pelo rubio de Michel De Vries, mi amigo, mi benefactor, el hombre que más odio en el mundo
69.
—No me gustan los morenos que cantan rubio
70.
tal es el oro rubio para los Ogilvie
71.
; Era un animal esbelto y hermoso y, aunque entrado en años, su cabello era de un rubio admirable
72.
El amigo y compañero del padre Brown era un joven muy entusiasta, apellidado Fiennes, que poseía un caudal inmenso de ideas y anécdotas; sus ojos eran inteligentes y llevaba el cabello rubio cepillado hacia atrás, no sólo por un cepillo de pelo, sino también por el viento que soplaba mientras él corría por el mundo
73.
El ayudante de Wynd o su asistente personal, que era un hombre alto y corpulento, con cabello rubio y estirado, estaba detrás del escritorio de su jefe sosteniendo en la mano un montón de cartas; y el secretario particular de Wynd, un joven pelirrojo aseado, con rostro vivaz, tenía ya su mano en la empuñadura de la puerta como si hubiera adivinado u obedecido algún gesto de su jefe
74.
No obstante, sus maneras eran muy americanas; llevaba el cabello rubio peinado hacia atrás dejando libre una espaciosa frente cuadrada, las facciones eran rectas y largas y delataban una curiosa mezcla de preocupación y de actitud de hombre que actúa con la suficiencia y presteza típicas del león que prepara, sin fijarse mucho, su siguiente salto
75.
Por ejemplo, von Pufendorf es rubio, y tú no lo eres
76.
Ahora Leon se está mirando en el espejo de mano, retocándose el pelo, un enorme y tieso tupé de un rubio casi blanco
77.
Un murciélago rubio bate las alas, y se pone cómodo en las vigas de encima de la bolsa de carne y las moscas
78.
Joe era un joven rubio de labios finos
79.
Un hombre rubio, con expresión estúpida en la cara, se detuvo frente a la puerta
80.
Su cabello era de un rubio ceniciento, los ojos grises y el cutis de una transparencia como sólo se encuentra entre los suecos y noruegos
81.
Y al fin cayó en la cuenta de que, aunque las facciones eran las mismas, su cabello era ahora rubio platino
82.
En ella, sentados delante de una mesa, estaban un joven rubio, de unos treinta años, y un muchacho de unos dieciséis, moreno y muy guapo
83.
Un pelo rubio encontrado entre los dedos del difunto, y unas cuantas hilachas de lana color rojizo, prendidas en uno de los botones de su chaqueta azul
84.
Mojó sus rosados labios en el rubio licor, y tras algunos instantes de silencio añadió con cierta tristeza:
85.
Tenía el cabello rubio, quemado en 'partes; la piel de la cara la tenía levantada por el fuego, y sus carnes estaban ennegrecidas como si hubiesen sido envueltas por las llamas
86.
Pronto ya no pudo abotonar sus vestidos y a su debido tiempo dio a luz un niño rubio
87.
Nada conmovía tanto su corazón como enseñar los primeros pasos a esa criatura delgada, pequeña, con el pelo rubio, tan diferente a los Ranquileo
88.
Elain, la mujer de Horst, una mujer menuda, esbelta, de refinadas facciones y cabello rubio y sedoso recogido en un moño, les abrió la puerta
89.
Me contaban que cambiaban de caja los frascos de tinte para el pelo en la tienda, de rubio a negro, de rojo a castaño, y que luego volvían para ver cómo los clientes furiosos y con el pelo hecho una pena le gritaban al encargado de la tienda
90.
Sus ojos se fueron acostumbrando a la media luz reinante y entonces fue cuando lo vio, sentado en un pequeño taburete al fondo: desbordándolo con la inmensa humanidad de su persona, se veía a un joven gigante de bondadosa y cohibida sonrisa, ojos garzos, pelo rubio y piel desusadamente blanca para la que acostumbraban a lucir los pobladores de aquellos parajes, vestido con unas ajustadas calzas y una corta casaca que le llegaba a media pierna, y calzaba sus pies con unos inmensos zuecos, que lo observaba con curiosidad
91.
Tuvo a este hijo —señaló al muchacho—, al que parió en domingo y de ahí su nombre, que lo único que heredó de su progenitor fue una fuerza inmensa, los ojos azules y el pelo rubio
92.
Mateo Fernández Gómez de la Riva, rubio, de piel blanca, la nariz muy grande, el cuello demasiado largo, tenía cara de pájaro, pero también era alto, delgado, apuesto a su manera, y a María le gustaba desde que levantó en el aire la simbólica copa de Verdi para descubrir en sus ojos una emoción sincera, ferviente, que le elevaba sobre los aplausos corteses, casi indiferentes, de otros invitados de su tía María Pilar
93.
Alto, estilizado pero corpulento, castaño sin llegar a rubio, con los ojos claros y una barba cuidadosamente descuidada, ofrecía una aproximación bastante exacta al modelo de hombre deseable que mejor encajaba con sus propias aspiraciones, y por eso, cada vez que atacaba, Raquel pensaba que el error estaba en ella, que era ella quien se estaba equivocando, y trataba de encontrar en sí misma el fallo, la deficiencia, esa proteína que no sabía sintetizar y debía de ser el obstáculo para que su historia con aquel hombre fuera de una vez a alguna parte
94.
Y sin embargo, Álvaro no existía cuando Raquel sacó aquella cartera del cajón sin tocar el arma, las manos temblando de una emoción confusa en la que se entremezclaban demasiadas cosas, tantas que prefirió irse al salón para leer todo aquello, escrituras de propiedad a nombre de Mateo Fernández Gómez de la Riva, escrituras de propiedad a nombre de María Muñoz Palacios, copias legalizadas de los testamentos de los padres de ambos, una copia de un poder notarial emitido en París, el 27 de marzo de 1947, por Mateo Fernández Gómez de la Riva a favor de Julio Carrión González, una copia de un poder notarial emitido también en París, en la misma fecha y en el mismo despacho, por María Muñoz Palacios a favor de Julio Carrión González, media docena de cartas con sus correspondientes sobres, todas fechadas y mataselladas en Madrid, en las que Julio, a secas, mandaba muchos besos para todos después de dar cuenta de sus gestiones y las infinitas dificultades que estaba encontrando para llevarlas a cabo, el resguardo de una transferencia de cinco mil pesetas efectuada en febrero de 1948 desde una sucursal del Banco Español de Crédito a una cuenta corriente abierta en una oficina del BNP, en París, a nombre de Mateo Fernández Gómez de la Riva, otra media docena de cartas distintas, con membrete de una asesoría jurídica de Madrid, fechadas en el otoño de 1948 y en las que un tal Manuel Rubio Martínez, que era abogado y se despedía deseando salud a sus corresponsales, informaba progresivamente a don Mateo Fernández Gómez de la Riva y a doña María Muñoz Palacios de que, en aquella fecha, no constaba en ningún registro que siguieran siendo propietarios de ninguno de los bienes por los que se habían interesado, tierras e inmuebles que habían sido objeto de sucesivas incautaciones extraordinarias amparadas por la Ley de Responsabilidades Políticas para después ser vendidos a terceros por su propietario anterior, don Julio Carrión González
95.
—Bien, alguien está soliviantando los ánimos de la gente para que se manifieste públicamente en contra de la condesa Almodis que, según se dice, tiene la ambición de violar la costumbre para que el rubio de sus gemelos herede el condado
96.
Un hombre, corpulento y de catadura siniestra —luenga barba, nariz aguileña, la cabeza cubierta con una especie de turbante y al cinto una daga curva—, manoseaba los senos de una mujer menuda de piel muy blanca, ojos garzos, cabello rubio recogido en un moño, vestida con una saya, que parecía resignada a la torpe caricia