1.
Lope de Vega dijo:«Fuera agravio que se hace a nuestra nación, que de las demás seríatenida por bárbara, no estimando por arte el que lo es con tantaveneración de toda Europa
2.
Alonso de la Vega, lo mismo que Lope de Rueda, fué director de compañía,y compuso, como él, las piezas que representó ó hizo representar
3.
Obsérvase en las otras doscomposiciones de Alonso de la Vega cierta afición á lo fantástico yromántico, mucho más pronunciada y fuerte que en Lope de Rueda,censurable en La Serafina, y no del todo vituperable en La duquesa dela Rosa
4.
Este argumento, comprendiendotambién su extraño desenlace, es de la misma especie que muchas comediasposteriores de la época de Lope de Vega, y hasta se podría pensar, alleerla, que es una de ellas, si no se opusiera á esta ilusión la prosaen que está escrita, circunstancia que indica á las claras su
5.
Hizo El Comendador Vega,
6.
de la piedra, aspirar el aire impregnado de todos los perfumes del monte y de la vega,
7.
Santos Vega murió de dolor por haber sidovencido por un jóven, en el canto que los gauchos llaman de contrapunto:cuando la inspiracion del improvisador faltó á su mente, su vida seapagó
8.
La tradicion popular dice que aquel cantor desconocido eradiablo, pues solo él podia haber vencido á Santos Vega
9.
Se hacen envíos de unas familias a otras y de asociaciones de inmigrantes a comunidades (Benavides, Ortiz, Silva y Vega, 2004)
10.
Diego de la Vega
11.
en la vega, tan floreciente y pomposa añosatrás
12.
la playa y el mar por una parte, por la otra la vega y por laotra la
13.
oacurrucado en la vega, o delante de un paredón viejo, con el
14.
vuestrosinterlocutores:—«¿Y el Señor General Don Pancracio de la Vega? ¿Y elIlmo y
15.
luces, y Véspero, elamado Véspero, bañaba la vega en apacible y misteriosa claridad
16.
primera función en el Teatro Pancracio de la Vega
17.
dehiedras; a la derecha la vega villaverdina iluminada por los últimosreflejos del sol; y en el
18.
difunto estuvo en aquella Audiencia, y su vega no tienecomparación con ésta
19.
huera y sin sentido, porque todo parecíacantar, la vega y el Mediterráneo, los montes y el cielo
20.
VEGA 7, 9, 1:Algun suceso favorable, que sea buen principio, buena
21.
San Andrés, dela cual fué director Lope de Vega
22.
En 1637 aparecieron reunidas en La Vega
23.
muchas delas acciones que descubrimos en Lope de Vega
24.
la edición académica de las obras de Lopede Vega
25.
Pelayo en laedición de las Obras de Lope de Vega publicada por
26.
Arenal sitio el más animado y bullicioso de laciudad y Lope de Vega, que lo conocía,
27.
miraron con prevención, y únicamenteLope de Vega le dedicó algunos versos en el
28.
Vega, se han ocupado de su estancia ennuestra población, á la cual he dedicado un
29.
Petición de Bernardo de la Vega y Alonso Caballero autores de comediassobre la
30.
Aquel era un papel de una de las mejores comedias deLope de Vega
31.
Quevedo, Cervantes y Lope de Vega, estaban allí; los dosen representación, el uno
32.
Vega en la tomadade Africa, y ansí acordaron de escrebir losdos al Rey sobrello, encargando la
33.
cuestión: sin duda no es la llavecon que encerraba Lope de Vega los preceptos; y cae
34.
Alfambra, y cubierto las aguas toda la vega, ocasionando
35.
—Los ríos, puentes, vega, ermitas y
36.
casas que seencuentran en la vega, desde el paseo del Obalo
37.
pocadiferencia la vega de Teruel, a las mismas inundaciones
38.
de tenerlo algunos días en la vega en pequeñaspirámides que llaman cucas, lo
39.
Y aquí muy de ordinario en esta vega
40.
recordando que en la tarde anterior había ido de paseohasta la ermita de la Virgen de la Vega
41.
anterior a Lope de Vega, y la Floresta de rimas castellanas, traeen el
42.
Ya no habrá quien vos rieguela vega, ni quien enseñoree el arado,
43.
Era el acopiocuotidiano de la Vega y de las dehesas de los contornos,
44.
estaban de paseo en la Cuesta de la Vega, quedó realizadala operación
45.
La cuestión ahora era bajar hasta la vega desde la enriscada cumbre oviso en que estaban
46.
Las obras del Fénix de los ingenios españoles, del monstruo de fecundidad Lope de Vega, que en España
47.
colosal figura de las tablas, esa encarnacióndel pensamiento de Shakespeare y Ventura de la Vega,
48.
Me ordenaron vaciarme los bolsillos de mi uniforme y, con gran sorpresa por mi parte, extraje de ellos, entre otras cosas, tales como un sacapuntas, un pañuelo bastante sucio, dos gomas de yogur para las trenzas y una chuleta con las obras de Lope de Vega, un duplicado de la llave del dormitorio
49.
Hacia esa misma época decidió que su próximo destino debía ser el de gobernador civil; se trataba de un cargo muy apetecido porque en aquellos años un gobernador civil atesoraba un enorme poder en su provincia y, a fin de atraer a su causa al ministro de Gobernación, Camilo Alonso Vega -íntimo de Franco y en gran parte responsable del nombramiento de los gobernadores civiles-, durante tres veranos consecutivos alquiló un apartamento vecino al que ocupaba cada año el ministro en una urbanización de Alicante y lo sometió a un asedio sin pausa que empezaba con la misa diaria de la mañana y terminaba con la última copa de la madrugada
50.
Durante un debate parlamentario el nuevo líder de la derecha, Antonio Hernández Mancha, cuyas peticiones de apoyo había rechazado Suárez de forma reiterada, le dedicó con irónica altivez de abogado del estado unos versos contrahechos para la ocasión que atribuyó a santa Teresa de Jesús: «¿Qué tengo yo, Adolfo, que mi enemistad procuras? / ¿Qué interés te aflige, Adolfo mío, / que ante mi puerta, cubierto de rocío, / pasas las noches de invierno oscuro?», En cuanto hubo concluido de hablar su adversario, Suárez saltó de su escaño y pidió la palabra: aseguró que Hernández Mancha había recitado mal todos y cada uno de los versos del cuarteto, luego los recitó correctamente y para acabar dijo que su autor no era santa Teresa sino Lope de Vega; después, sin más comentarios, volvió a sentarse
51.
Gitanos gaditanos, rubios y con apellidos alemanes, los he visto acampados bajo los puentes del Guadalete, por la vega de Jerez, y en Sanlúcar de Barrameda, junto a las bocas del Guadalquivir
52.
Y acompasando la solución del acertijo con el ritmo del tren que se abría paso, vega arriba del Guadalete, me la fui repitiendo, mudo, hasta Jerez de la Frontera:
53.
Por la tarde, fuimos a ver su criadero de caballos, de finísima raza hispanoárabe, que pastaban, elegantes y hermosos, en lo ancho de la vega del Guadalete
54.
La riqueza de su vega y su desbordante arquitectura árabe contrastaba fuertemente con la sobria construcción de la ciudad castellana dejada atrás junto a sus recuerdos más queridos
55.
Ésta es la impresión de Antonio Vega
56.
Este mismo sentimiento, a decir verdad, lo tiene también, o ha comenzado a tenerlo, Antonio Vega en relación con las habitaciones privadas de Juan Campos
57.
Sentarse en sillones desvencijados le parecía a Antonio Vega, al principio, el colmo de lo elegante
58.
El comedor, pues, tan familiar, le resulta, este mediodía, a Antonio Vega, no del todo familiar: le parece convencionalmente elegante como el comedor reservado de un restaurante de lujo
59.
Antonio Vega se ha dado cuenta por supuesto de que el humor de Juan Campos está cambiando
60.
Al irse Matilda, llevándose consigo a Emilia, no fue con Juan con quien deliberó durante largas horas acerca del programa de actividades escolares y extraescolares de los niños, sino con Antonio Vega
61.
Desde un principio Antonio Vega tomó completamente en serio su encomienda —que en lo esencial sólo era una prolongación de las tareas de tutoría y supervisión que llevaba ya realizando muchos años—
62.
El peso de la educación recaía ya entero o casi entero en Antonio Vega
63.
Echa de menos a Antonio Vega
64.
Ahí se detiene y ahí, en Antonio Vega, se tranquiliza durante un buen rato
65.
Mañana le contará todo esto a Antonio Vega
66.
Y Matilda y Juan descubrieron, fascinados, que el gran contador de verdades, entresacándolas de las mentiras, no era ninguno de ellos dos, sino Antonio Vega, que llegó a inventar un cielo común supracelestial para los vencejos y tía Manolita, un cielo afirmativo, tan fuerte y vehemente, más vehemente que la luz del sol, donde ya en vida habitaban a la par vencejos y personas, el cielo de la alegría de vivir
67.
Antonio Vega, que no tenía principios, tenía en cambio, pedagógicamente hablando, clarísimos fines: había que vivir con entusiasmo y devoción el día a día, y en esto Matilda se parecía más a Antonio que Juan
68.
Hubo un silencio perplejo en la mesa: estaban todos, Juan, Matilda, Emilia, Antonio Vega, Jacobo, Andrea y Fernandito
69.
Visto desde fuera, desde la perspectiva de Antonio Vega, fue una escena tensa, absurda y tensa a la vez
70.
No logró en aquel momento avanzar más, Antonio Vega
71.
Antonio Vega no está en esa situación
72.
Esto de la buena intención ha sacudido a Antonio Vega más que casi todo lo demás
73.
situación de Emilia se volvió visible por completo, la actitud de Antonio Vega ha cambiado
74.
Es tan visible la incomodidad de Angélica, que Antonio Vega interviene sirviendo vino a todos
75.
A veces se caían los vencejos al suelo, las crías, y Antonio Vega y sus hermanos los encontraban aplastados abarrotados de hormigas, al pie del muro
76.
Antonio Vega está perdido en la noche
77.
Antonio Vega no tiene experiencia de la ira, nunca ha reaccionado con ira
78.
El problema ahora es que Antonio Vega no está en condiciones de analizar esta declaración con calma
79.
Suponiendo que Antonio Vega, acompañado quizá de Fernandito y Emeterio, decidiesen salir en su búsqueda provistos de cuerdas y que vocearan sus nombres según caminan por la cima del acantilado, y suponiendo que los de abajo respondieran y así, con la ayuda de las cuerdas y la luz de las linternas, fueran rescatados, ¿qué explicación podría dar Juan? ¿Qué cara pondría? La explicación más sencilla sería decir: bajamos aquí porque quería enseñarle a Angélica la cueva que tanto recuerda a un paisaje de Patinir, y se nos hizo tarde y no encontramos el camino de vuelta
80.
¿Por qué está de pronto Antonio Vega seguro de que Juan y Angélica andan por ahí abajo? Antonio acaba de acordarse de que años atrás, paseando con Juan un verano por el acantilado, bajaron los dos hasta la cueva
81.
Este arreglo ha divertido a Fernandito, que ha guiñado maliciosamente un ojo a Antonio Vega, cuando se enteró al desayuno
82.
Lo malo es que este presente presentificado de continuo es laborioso de obtener: Juan Campos añora en ocasiones la inocente compañía del Antonio Vega de otro tiempo
83.
Antonio Vega deletreó aquella tarde, derrumbado en su sillón, la expresión enemigos pagados, y le pareció inverosímil que él mismo y Emilia fuesen los referentes de esa frase
84.
Y se sonríe, además de reírse a solas, porque, como de reojo, está asistiendo a la emergencia de un inédito Juan Campos: el Juan Campos que Juan Campos conocía, el buen Juan Campos, el profesor de Filosofía moderna, el marido de Matilda, el mentor de Antonio Vega, el hombre que era de fiar, el más fiable en opinión de Antonio Vega, el intelectual más benevolente y paciente, que se ocupó de que Antonio Vega entendiera el mito de la caverna y leyera fragmentos seleccionados de las Confesiones de san Agustín, y comprendiera la sucesión de fenómenos histórico-culturales-sociales y económicos que dieron lugar a la modernidad, a la aparición del cogito cartesiano
85.
Antonio Vega se ha encontrado con Angélica esta misma tarde en el jardín
86.
¿Estuvo alguna vez, Juan, dormido? Ahora Antonio Vega ya no sabe qué pensar
87.
Pensar en este matrimonio humedece los ojos de Antonio Vega ahora
88.
¡Ojalá pudiera Antonio pensar ahora las cosas una a una! Como las algas en las mareas de septiembre se arremolinan alrededor de las piernas de los bañistas, como el vaivén de las mareas vivas impide al nadador aferrarse a la roca cuando ya está casi a salvo, así, desgarrándole la carne como las aristadas rocas del acantilado en las rompientes, las dolorosas imágenes del destruido Asubio y de sus habitantes trenzan y destrenzan ahora la conciencia de Antonio Vega, hundiéndole lentamente en el misericordioso fondo del mar de la muerte
89.
Y que tiene intención de plantearse ahí varias cuestiones centrales acerca de la supervivencia del yo, consideradas desde la perspectiva neohegeliana de la metafísica del yo en Bradley (el self ha precisado Angélica) (esto ha hecho sonreír a Antonio Vega: le ha hecho recordar cómo él mismo, de joven, hace tantos años, imitaba sin querer los frascos eruditos y brillantes de Juan Campos
90.
Es curioso que esta noche, a medida que transcurría esta conversación y la irritabilidad se apagaba, Antonio Vega haya dejado de juzgar a Juan
91.
Y es juvenil: es una emoción que sobrecoge a Antonio Vega ahora, cargada de esta nota específica de lo juvenil
92.
Fernando tuvo que consolar a Emeterio, que lloraba desconsolado, que rehusaba aceptar que Antonio Vega hubiera apretado el acelerador donde la grúa de piedra para echarse a la bahía sin más