1.
límites, vivía al ras de la vida y la
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dos corrientes emergía la isla, una pequeñaextensión de terreno casi al ras del agua,
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andaban al rastrear en los muestrariosllenos de chucherías
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trasladado al Rastro, y tenían tiendasen las Américas
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remontábase en el cielo;cuando bajaban, hundíase, hasta quedar al ras de la colina de
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al raso, con porteros de Banda y de Vidriera, con el encargadodel Guardamuebles,
7.
Salídel cuarto y bajé con Mary al raso del caserío
8.
Abríanse grandes claros en el cielo al rasgarse la bruma
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buque al ras de las aguas; unaluz que se agitaba locamente en
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Por ésta subían los estudiantesde derecho no seminaristas; mientras los de filosofía y latín entrabanen los salones respectivos, ya mencionados, por las puertas al ras delpatio
11.
Sus rubios cabellos estaban cortados al ras, y
12.
El asesinato de Carrero fue providencial para el país porque la desaparición del presidente del gobierno que debía preservar el franquismo facilitó el cambio de la dictadura a la democracia, pero, dado que con Carrero perdía a un protector poderoso, para Suárez pudo ser catastrófico; la muerte de Herrero Tejedor pudo ser aún peor: con ella se diría que Suárez quedaba definitivamente al raso, desprovisto también del amparo del hombre a cuya sombra había desarrollado casi toda su carrera política y que sólo tres meses antes del accidente lo había nombrado vicesecretario general del Movimiento
13.
Jacques abría la puertecita al ras del suelo, se agachaba para deslizar por ella la mano y el brazo, tocaba con asco la tierra o un palo sucio y retiraba rápidamente la mano, lleno de miedo apenas estallaba la algarabía de alas y de patas de los animales, que revoloteaban o corrían por todas partes
14.
Durmieron al raso, sin prestar atención ni a la humedad ni al frío, espatarrados, hediendo a vómitos, y despertándose a cada instante con la desagradable sensación de que el mundo aún se movía bajo sus pies
15.
Ni una respiración, ni un leve ronquido, ni una voz entre sueños, ni el rumor de unas uñas al rascarse la piel reseca por el sol y la arena
16.
A veces un pedazo de esa costra se adhiere, cual rasta, a un pelo del pubis y, con los movimientos de fricción que produce el caminar durante todo un día, se va tejiendo como el polen alrededor de la pata de la abeja
17.
Para proteger su flamante poder, mandó a encarcelar a sus principales enemigos, entre los que estaba Abdel Al Rasan
18.
Con un alto costo de sangre, Abdel Al Rasan fue detenido y confinado en la remota prisión de Tammur, cuyos carceleros jamás preguntan quiénes son los prisioneros
19.
Según la tradición, quiso el destino que el príncipe Alí Ben Moussar y el emir Abdel Al Rasan vinieran a dar un día a la misma celda
20.
Al principio hubo un ruido similar al de la seda al rasgarse
21.
-Tu compañero ha llegado -le dijo cuando estuvieron al raso-
22.
Cuando no había clientes en la tienda y estábamos solos, él trataba de traducirme los poemas de Harun Al Raschid, me cantaba canciones del Oriente, un largo y hermoso lamento
23.
Recordaba que, cumpliendo el mandato de su madre, tomó sus cuatro pertenencias y se dirigió a Quintanar del Castillo, que distaba de la silvestre tumba unas doce leguas; durmió al raso y se alimentó de la caridad de las buenas gentes, y poco a poco se fue informando de lo que le interesaba
24.
Los dos se abrazaron sin decir nada más, y el que sobrevivió recordó para siempre aquel abrazo, lo atesoró entre los instantes más preciosos de su vida, lo evocó con la codicia del avaro que recuenta sus monedas sin cansarse y volvió a vivirlo muchas veces, en los días más duros y en los mejores, entre el deslumbramiento del amor y el acecho de la muerte, entre la velocidad del infortunio y la lentitud de la prosperidad, entre el olor a miedo de los vagones de los trenes, el olor a miedo de las noches al raso y el inconsciente olvido del olor a miedo, y después, con las emociones y los deseos, con los domingos y los días laborables, con el calor del cuerpo de su mujer en noches de invierno muy arropadas y las risas de sus hijos que crecían sin el fardo agotador de su memoria, Ignacio Fernández Muñoz guardó siempre el recuerdo de aquel abrazo como un tesoro sin precio, el salvoconducto que le permitió seguir estando vivo, llegar a ser feliz en un mundo donde ya no existía su hermano Mateo
25.
Algunos hombres rezaban en voz baja sus oraciones mientras se dirigían hacia sus camas al raso
26.
Y también pudiera creerse que los picos de la laya, al rasgar la [21] tierra y separarla blandamente, hablaban con ella y que salían palabras tristes del rumorcillo del hierro entre los pelmazones de la dura arcilla
27.
A este punto se dirigieron a marchas forzadas, y a media noche encontraron a sus compañeros, acampados al raso, en árida y polvorosa colina junto al río Seco
28.
Al rasgar el sobre con el cuchillo de la mantequilla, procedió con tan voluntaria impericia, que la operación excedió el minuto
29.
En esto, nos llevó a una de las casas que están a la entrada del pueblo, un poco apartadas del camino, y antes de que llegáramos a ella vimos luz en las habitaciones y oímos musiquilla de murga, violines mal rascados, clarinete y un trombón
30.
De confianza en confianza, hizo don Toribio historia de los hechos culminantes de su vida, ya bastante larga, pues andaba al ras de los setenta
31.
Dos días no más estuvo allí; y cuando, ultimados los tratos y arreglos, a su vivienda se retiraba en noche tenebrosa por calles solitarias y torcidas, sufrió un grave accidente pasando al ras de los muros de un convento que llaman Consolación
32.
Cuenta eso brevemente, un poco a disgusto, y se calla el resto: mujeres y niños asustados, sin comida ni abrigo, temblando de frío bajo la lluvia y el viento, durmiendo al raso entre las piedras de la isla o en las cubiertas de los barcos
33.
? --¿Qué significa todo esto? -preguntó el general rascándose la nariz
34.
Está caminando con ellos, y eso confundiría al rastreador -dijo
35.
El Asunto Rojo, por ejemplo, en el cual rastrearon al cajero de un banco que había desfalcado un cuarto de millón de dólares
36.
Oyó el ruido del papel al rasgarse, y las cerraduras de la puerta abriéndose una a una
37.
El dolor en las manos, la cabeza y la columna había empeorado lentamente, y ahora lo acompañaba una comezón tan conminatoria que había tenido que cortarse las uñas al ras para no producirse serios daños
38.
Pero, al rasgar el sobre y comprobar el contenido, el silbante tren de las sorpresas, volvió a arrollarle
39.
Los policías llevaban puestas unas capas comunes -al estilo de eminencias grises- y se veían, con sus cabezas afeitadas al ras, como monjes demasiado ascéticos
40.
Los soldados de descanso en el Cuerpo de Guardia roncaban al ras del suelo, hechos ovillo bajo sus sarapes, en torno de la voluptuosa fogata
41.
Cuando las cuatro hermanas llegaron al rastrillo, el ocaso invadía el cielo con un resplandor púrpura
42.
Rabban oyó el sonido de la carne al rasgarse, los crujidos de los huesos de las piernas cuando se los partieron para devorar el sabroso tuétano
43.
Era un tiro a ciegas, pero si había alguna referencia al rastreador de Susan en el computador de Hale, la búsqueda la encontraría
44.
Digamos, pues, que el mundo, para Carlitos, era también un valle de lágrimas, por supuesto, como lo es para cualquiera, pero que, en su caso excepcional, dentro de ese valle tan feo y obtuso, Dios le había colocado un pequeño oasis particular que él no cesaba de frecuentar, y Dios de adornar, sí, de ornar y de adornar, para que quede claro, dando lugar, así, al rasgo más positivo, alegre y hermoso del catolicismo de Carlitos Alegre -tan natural, además, que ya alguien se había referido a él como algo realmente sobrenatural, y, en todo caso, anterior a la existencia misma de la Iglesia católica-, y a la absoluta familiaridad con que ahora había asumido que ese comedor y el huerto entero de Natalia, con sus empleados y todo, eran felices y perfectos añadidos que el Señor acababa de introducir en ese oasis privado, que, por otra parte, parecía incluso explicar la pertinencia de su apellido paterno y su luminosa significación
45.
La mujer los llevó a la choza del caudillo, pero Anderssen dijo que dormirían al raso, de modo que, cumplida su misión, la mujer del jefe se retiró, dejando que se las arreglaran por su cuenta
46.
Los shiftas capturados fueron puestos a cargo de un gran grupo de gallas con órdenes de devolverlos a Abisinia y entregarlos al ras más próximo
47.
El bote dejó atrás un bajío: el dorso de una roca al ras del agua; ahora flotaba entre los escasos fulgores que aparecían y desaparecían a cada golpe de remo: el resto era sombra espesa; las palas tocaban de vez en cuando una pared
48.
La Tribu caminaba débilmente al raso
49.
Nadie quiso cobijarse en el interior del templo, aunque la noche estaba fría para pasarla al raso
50.
Al sentarse, sin nada que le cubriera, quedó a la vista de todos una larga cicatriz que recorría su muslo izquierdo, un recuerdo que Aníbal le dejara al rasgarle la piel con su espada púnica en medio de la batalla de Zama
51.
El sonido del metal rasgándose
52.
–El resto de heridas son superficiales, debió hacérselas al rasparse con el borde de los escalones, aunque ha sangrado bastante
53.
cuando llegaron al rascacielos donde estaban situados los tribunales eran las cinco menos cinco, diez minutos después de la hora que rourke había indicado
54.
La fina punta de la vara producía un sonido en dos tonos al rasgar el aire
55.
Siguió el ruido gomoso del neopreno al rasgarse
56.
Los hombres de la tripulación durmieron donde pudieron, al raso
57.
La clínica sólo proporcionaba, para no dejarles al raso, los muros del dormitorio, que estaba en la planta superior y se llamaba ábaton
58.
–Pues lavármelas a fondo con jabón en agua caliente y cortarme las uñas al ras
59.
Una vez en la cima, lo que faltaba por hacer fue obra de poco tiempo: los centinelas salvaron de un solo salto el valladar que separa el sueño de la muerte; el fuego, aplicado con teas de resina al puente y al rastrillo, se comunicó con la rapidez del relámpago a los muros; y los escaladores, favorecidos por la confusión y abriéndose paso entre las llamas, dieron fin con los habitantes de aquella guarida en un abrir y cerrar de ojos
60.
Oyó un ruido semejante al rasgueo de papel
61.
Se habría producido un enfrentamiento allí mismo si hubieras atraído al rastreador, o a cualquiera de ellos, como a mí
62.
Por todas partes crecían ortigas y, a la sombra, los pastos eran largos y tupidos, mientras que en el centro estaban al ras; de la zona central habían retirado con la pala los trozos más grandes de mampostería caída a fin de hacer lugar para el ganado
63.
Sus lectores lo siguen como un niño al rastro de una babosa con su dedo, y con los mismos y
64.
Sadie Plant (1998) en su libro Zero+ones continúa de alguna manera el trabajo de Donna Haraway, al rastrear la relación de las mujeres con las máquinas y al plantearse como la historia de la industrialización se ha construido sobre el trabajo femenino
65.
Cortó el aire con un ruido como el que hace la seda al rasgarse y fue a sepultarse en la jamba de la puerta, junto a la oreja de Albert
66.
Que Cruz recogía las colillas de los que fumaban en su casa, para mandarlas al Rastro en un costal muy grande, así como juntaba también los [137] mendrugos de pan, para venderlos a unos que hacían chocolate de dos reales y medio
67.
Y cuando lo ve dirigirse hacia la escala seguido por el contador, Marrajo, con una súbita sensación de desamparo, echa un vistazo alrededor, a los hombres sudorosos y enloquecidos que aún cargan, empujan y disparan en la penumbra de la batería baja, a los muchachos que siguen saliendo por las escotillas de la pólvora con los brazos cargados de cartuchos, a los hombres agotados que pican las bombas de achique, al rastro de sangre de los heridos que desaparecen gritando escalas abajo como si se los tragaran las entrañas del barco, o el mar
68.
El principal rasgo de su carácter, que mantendría a lo largo de su vida, era la implacabilidad
69.
Duermen al raso, de manera que a ellos no tienes que proporcionarles cobijo
70.
Ya no había más que unos fragmentos de torres que alzaban sus gibas, apenas aparentes en la pradera, y unas almenas, desde las cuales lanzaba antaño sus piedras el ballestero, o vigilaba el atalaya Novepont, Clairefontaine, Martinville le Sec, Bailleau le Exempt, tierras todas vasallas de Guermantes, y entre las cuales estaba enclavado Combray; hoy esas ruinas, al ras de la hierba, las dominaban los chicos de la escuela de los frailes que iban allí a estudiarse la lección, o de recreo, a jugar; pasado casi hundido en la tierra, echado a la orilla del agua como un paseante que toma el fresco, pero que inspira muchos sueños a mi imaginación, porque en el nombre de Combray me hacía superponer al pueblo de hoy una ciudad muy distinta: pasado que atraía mis pensamientos con su rostro añejo e incomprensible, medio oculto por esas florecillas llamadas botones de oro
71.
Claro que el director no era de la misma opinión; se paseaba por los pasillos, a lo largo de los salones helados, que ya no tenían groom a la puerta, con su levita nueva y tan arreglado por el peluquero que su cara parecía consistir en un compuesto en el que entraban tres partes de cosméticos por una de carne y cambiaba sin cesar de corbatas (estos lujos cuestan menos que tener encendida la calefacción y seguir con los mismos criados que antes, y son cosa semejante al rasgo de esa persona que no puede regalar diez mil francos a una empresa de beneficencia, pero aun se las echa de generoso fácilmente dando un duro de propina al chico que le lleva un telegrama)
72.
Después vio las cuadras, de las cuales salía un vaho ardoroso cargado de mugidos y relinchos; las trojes, los graneros, la casa del intendente, los calabozos para los esclavos rebeldes, con sus respiraderos al ras del suelo; el palomar, alta torre de ladrillos rojos en torno a la cual aleteaba una nube de plumas blancas con incesantes arrullos; las chozas de paja que servían de albergue a centenares de gallinas
73.
Al raso o a la inclemencia del tiempo, sin albergue ni resguardo
74.
Tenían los ojos vacuos y hostiles; las mejillas mal rasuradas pero libres de cicatrices
75.
Luego, se puede deducir que las hembras seleccionaban originalmente a los machos sobre la base de cualidades obviamente útiles, como son los músculos bien desarrollados, pero una vez que tales cualidades llegaron a ser ampliamente aceptadas como atractivas entre las hembras de una determinada especie, la selección natural continuaría favoreciendo tal rasgo simplemente por resultar atractivo
76.
Tal rasgo las convierte en una plaga importante para la economía; pero las hojas no constituyen su alimento sino el de sus hongos
77.
Un pajar era casi tan cálido como una habitación con una chimenea encendida, al menos comparado al raso, y allí uno podía huir de la más despiadada tormenta con tal de enterrarse bien en el heno
78.
Eran buenos cazadores —había mandado a casa a los que no lo eran— pero no estaban acostumbrados a pasar más de un par de noches al raso
79.
Nynaeve, con el fino camisón de seda, asestó al rastreador una mirada gélida y regresó, muy tiesa, al dormitorio, desde donde asomó la cabeza por el marco de la puerta, con un leve rubor en las mejillas
80.
Pero, entretanto, seguían pasando las rumazones de nubes, cada vez más espesas, se iba haciendo más frecuente el fusilazo del relámpago nocturno al ras del horizonte, y todas las madrugadas se las pasaba cantando el carrao, que anuncia la estación lluviosa
81.
Era muy numeroso y dormía al raso, confiado en el oído vigilante del padrote
82.
VOCES: (por lo bajo) Para el Califa Harún Al Raschid
83.
Al rasguño en el dorso, justo en la base del pulgar; parecía reciente
84.
Está caminando con ellos, y eso confundiría al rastreador –dijo
85.
Por lo menos esa noche, esa noche lluviosa, no tendría que dormir otra vez al raso, pues, gracias al desconcertante regalo del conspirador encapuchado, tenía los medios para proporcionarme alojamiento
86.
Cayeron varios chaparrones durante el día, aguaceros cortos y refrescantes de primavera que hacían desaparecer las nubes de polvo, pero también incrementaban la miserable condición de los presos que estaban al raso, aunque la mayoría en lo que pensaba ante todo era en recoger algunas gotas de agua para poder beber
87.
Todos los árboles de la ciudad habían sido talados durante los Doce Años Difíciles, e incluso ahora la ciudad estaba desnuda de casi toda vegetación; los nuevos árboles se habían plantado con vallas de pinchos que los protegían, y había vigilantes haciendo guardia por las noches, lo cual no siempre funcionaba; los pobres y ancianos vigilantes solían despertarse por la mañana y encontrar que la valla estaba intacta pero el árbol había desaparecido, cortado al ras de la tierra para hacer leña o arrancado de raíz para venderlo en otro sitio, y por estos árboles perdidos solían llorar desconsoladamente o incluso suicidarse
88.
Las tres del frente se lanzaron contra los vaqueros de Walter, haciendo un sonido bajo y horrible al rasgarlos
89.
Los árboles colgaban cada vez más y más bajos hasta que, al fin, las ramas de hoja perenne empezaron a rozar con mayor frecuencia con el techo del vehículo todo terreno, produciendo un sonido como el de las uñas al rascar contra una pizarra
90.
Del sexo masculino asistían los poquísimos que en Madrid estaban, y eran de la clase más baja; pero es el verano muy democratizante, y mis queridos Bringas, anhelosos de sociedad, no se desdeñaban de alternar, en una tertulia al raso, con porteros de Banda y de Vidriera, con el encargado del Guardamuebles, con el ayudante de Platería, con dos casilleres, gente toda de seis mil reales para abajo
91.
En el Museo las impresiones de aquella singular joven fueron muy distintas, y sus ideas, levantando [67] el vuelo, llegaron a zonas mucho más altas que aquella por donde andaban al rastrear en los muestrarios llenos de chucherías
92.
¿Acaso he sido yo consciente, aunque fuera una sola noche de mi vida, de lo que me esperaba al alba? ¿Acaso me he arrepentido de algo? He llegado a la mitad de mi vida y no me he arrepentido de nada, no me he aburrido ni durante un segundo; me han clavado armas en las costillas, me han hecho beber veneno, he dormido varias veces al raso, bajo el cielo estrellado, sin nombre, sin amigos, sin amantes, sin una sola moneda en el bolsillo… ¿y acaso me he arrepentido de algo? Han pasado la mitad de mis días, no poseo casa ni habitación, no poseo ni siquiera un solo mueble, ni reloj, ni anillos, y tampoco ropa propia, compro y encargo prendas nuevas en cada ciudad, no hay ningún sentimiento que me ate a ningún lugar… ¿No te da envidia, conde de Parma? Tú que vives entre ataduras y obstáculos, entre castillos y palacios, entre nombres, apellidos y títulos, entre haciendas y fortunas, entre sentimientos y celos, ahora que tu vida casi termina, como has repetido con tanta insistencia, con la esperanza y la coquetería de poder influir en tu destino con la fuerza de la palabra, al llamar «casi» a una realidad ya terminada y acabada; tú que te deshaces en lamentos por las ataduras de los sentimientos y de la realidad, ¿no sientes una envidia secreta y profunda de mí, que puedo viajar bajo el resplandor de la luna, envuelto en las nubes, volando por encima de las fronteras con el viento; a quien nadie aguarda en ningún sitio y nadie despide en ningún lugar; que no poseo ni una habitación, ni un solo mueble, ni un solo objeto en este vasto mundo, que no poseo nada ni a nadie?… Bien, hermano, ¡despierta y prepárate! ¡Da un grito como en tus mejores tiempos! Está soplando un viento helado que levanta las faldas de las damas de Bolzano: ¡ríete con él! La vida para ti aún no termina, no existe el «casi», no te hace falta ninguna labor de curanderismo malvado, coqueto y loco: ¡todavía eres el mismo de siempre! ¡Ten cuidado, conde de Parma, porque ya no temo la mañana! ¡Dejaré que me lleve la tormenta desatada en mi corazón y mi alma, dejaré que caigan lágrimas y promesas, besos y muerte, dejaré que todo se concentre o que todo se diluya, según quiera la vida, amanezca como amanezca! ¡Te serviré bien esta noche, conde de Parma! Tendrás algo verdadero, una auténtica obra de arte, una exhibición veraz, como las de antaño, cuando el gladiador del circo sabía que al final tendría que pagar con su propia vida; no habrá ningún texto previamente escrito y estudiado que vaya a recitar: improvisaré, y así serán verdaderamente verosímiles las frases que diga