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    concordia примеры предложений

    concordia


    1. concordia con el Rey deCastilla


    2. LA CONCORDIA Y LA INMORTALIDAD


    3. Es verdad que en los versos en que se habla de la concordia (


    4. irreductibles a concordia que aquellos quedeterminan las disidencias y ciscos


    5. Antepasados, el Palacio de la Soberana Concordia, elpabellón de las Flores de las Letras, el


    6. dentro del mismo tiempo, siempre ha de haber concordia, sea la persona que quisiere: mas en los


    7. concordia y no estara bien dicha la oracion; v


    8. Tiene tambien este idioma la concordia de Substantivo, y Adjetivo; y esta solo concierta en


    9. LaIdea, La Concordia, y la Unión del Magisterio: los dos


    10. 1591 todo pareció terminar en paz y concordia bajo lasimulada clemencia del

    11. «No traigas yugo con los impíos, porque ¿qué comunicación tiene lajusticia con la injusticia? O, ¿qué compañía la luz con las tinieblas?O, ¿qué concordia Cristo con Belial?… ¿Qué parte tiene el fiel con


    12. —Mi deber es dirigir á todos un llamamiento en pro de la concordia


    13. por amor a labuena amistad y la concordia, iría hasta el


    14. avenida,la doble fila de palacios, la plaza de la Concordia en el


    15. cuatro estaba enla plaza de la Concordia, con la cara en alto y


    16. obstinación á tratado de paz y concordia


    17. Inca, vengo á convidarles masbien con la paz y concordia, que á hacerles guerra


    18. de nuestra convenio era el perdón franco y sin reservas de los daños recíprocos y la concordia en


    19. plaza de la Concordia, lasentenas y cables de un bergantin surto en el Sena, y uno de los palaciosque


    20. Concordia, causando un desnivel constanteentre sus luces y las luces de los campos Elíseos, de la plaza y

    21. [Ilustración: Plaza de la Concordia


    22. las fuentes ydel obelisco de la plaza de la Concordia


    23. entre los combatientes, y logróatraerlos á una concordia


    24. El Louvre y las Tullerías por un lado, con la plaza de la Concordia, la primera del mundo, los Campos


    25. Las investigaciones llevadas a cabo por expertos como el doctor Jim Pfaus, de la Concordia University, Montreal, Canadá, plantean la duda de si el conjunto de características que un individuo considera atractivas en otro podría formarse durante un periodo crítico para el desarrollo de la conducta sexual


    26. Acababa de cumplir veintiún años y, como Gutiérrez Mellado sólo que desde la trinchera opuesta, era cualquier cosa menos el abanderado de la concordia en que habría de convertirse con el tiempo («¿Concordia? No -escribía a principios de 1934 en el periódico El Socialista-


    27. Porque ambos llevaban años luchando en la misma trinchera y convertidos en abanderados de la concordia que combatieron en su juventud, es imposible que para Gutiérrez Mellado Carrillo fuera todavía en 1981 el villano de Paracuellos, pero no lo es que en algún momento de la noche del 23 de febrero, mientras intercambiaba con él cigarrillos y miradas en el silencio helado y humillante del salón de los relojes, el general sí intuyera con toda su exactitud la extraña ironía que iba a hacerle morir junto al mismo hombre que, según probablemente creía (y probablemente lo creía porque él también comprendía el espanto real de la guerra), una noche de cuarenta y cinco años atrás había ordenado su muerte


    28. Tal vez Suárez no había leído a Maquiavelo, pero siguió a rajatabla su consejo, y en cuanto fue nombrado presidente del gobierno empezó a correr un sprint de golpes de efecto con tal rapidez y seguridad en sí mismo que nadie encontró razones, recursos o ánimos con que frenarlo: al día siguiente de su toma de posesión leyó un mensaje televisado en que, con un lenguaje, un tono y unas formas de político incompatible con el andrajoso almidón del franquismo, prometía concordia y reconciliación a través de una democracia en la que los gobiernos fueran «el resultado de la voluntad de la mayoría de los españoles», y al otro día formó con la ayuda de su vicepresidente Alfonso Osorio un gabinete jovencísimo compuesto por falangistas y por democristianos bien relacionados con la oposición democrática y con los poderes económicos; un día presentaba una declaración programática casi rupturista en la que el gobierno se comprometía a «la devolución de la soberanía al pueblo español» y anunciaba elecciones generales antes del3ü de junio del año próximo, al día siguiente reformaba por decreto el Código Penal que impedía la legalización de los partidos y al día siguiente decretaba una amnistía para los delitos políticos; un día declaraba la cooficialidad de la lengua catalana proscrita hasta entonces y al día siguiente declaraba legal la proscrita bandera vasca; un día anunciaba una ley que autorizaba a derogar las Leyes Fundamentales del franquismo y al día siguiente conseguía que la aceptasen las Cortes franquistas y al día siguiente convocaba un referéndum para aprobarla y al día siguiente lo ganaba; un día suprimía por decreto el Movimiento Nacional y al día siguiente ordenaba retirar de noche y a escondidas los símbolos falangistas de las fachadas de todos los edificios del Movimiento y al día siguiente legalizaba por sorpresa el partido comunista y al día siguiente convocaba las primeras elecciones libres en cuarenta años


    29. Tal vez menos pendiente de su futuro político que de acabar de cincelar su figura histórica, empeñado en el propósito inútil de fundir la ética de la convicción con la ética de la responsabilidad, a esa imagen sólo en parte irreal intentó ser fiel durante el resto de su vida política: la imagen de un estadista sin ambición de poder, consagrado a lo que por entonces denominaba «llevar la ética a la política», a preservar la democracia, a fomentar la concordia, a ensanchar las libertades y a combatir la desigualdad y la injusticia


    30. Era un resultado ínfimo, que no alcanzaba siquiera para formar grupo parlamentario propio en el Congreso y que lo confinó en el desván del grupo mixto junto con su eterno compinche Santiago Carrillo, quien por entonces alargaba su agonía al frente del PCE y no se cansaba de repetirle entre risas que así les pagaba el país a los dos el gesto de aguantar el tipo en la tarde del 23 de febrero; pero también era un resultado suficiente para permitirle ejercer de aristócrata de izquierda o de centro izquierda y de estadista de la concordia

    31. Fue justo entonces, en el momento quizá más oscuro de su vida, cuando llegó lo inevitable, la hora anhelada del reconocimiento público, la oportunidad de que todos le agradecieran el sacrificio de su honor y su conciencia por el país, el humillante aquelarre nacional de la compasión, era el gran hombre abatido por la desgracia y ya no molestaba a nadie ni podía hacerle sombra a nadie ni volvería jamás a la política y podía ser usado por unos y por otros y convertido en el perfecto paladín de la concordia, en el as invicto de la reconciliación, en el hacedor sin mácula del cambio democrático, en una estatua viviente apta para escudarse tras ella y asear conciencias y calzar instituciones tambaleante s y exhibir sin pudor la satisfacción del país con su pasado inmediato y organizar escenas wagnerianas de gratitud con el prócer caído, empezaron a lloverle homenajes, galardones, distinciones honoríficas, recuperó la amistad del Rey, la confianza de sus sucesores en la presidencia del gobierno, el favor popular, consiguió todo lo que había deseado y previsto aunque todo fuese un poco falso y forzado y apresurado y sobre todo tardío, porque para entonces él ya se estaba yendo o se había ido y apenas alcanzaba a contemplar su desplome final sin entenderlo demasiado y a mendigar de quien se cruzaba en su camino una oración por su mujer y por su hija, como si su alma se hubiera extraviado definitivamente en un laberinto de contrición autocompasiva y meditaciones atormentadas sobre los frutos culpables de la egolatría y él se hubiera definitivamente transformado en el viejo príncipe pecador y arrepentido de una novela de Dostoievski


    32. El rey, según demuestra la paleta de Narmer, era el protector de Egipto, llevando la concordia al país y aplastando a los enemigos del Estado en el exterior


    33. ) La dulzura, el tacto, el don de gentes del Padre Maroto, son una garantía de concordia


    34. Besó la tierra entre las manos de los reyes, y dijo: "¡Oh reyes del tiempo! ¿Es posible que un musulmán no sea respetado y lo despo­jen en un país en que reina la concordia y la justicia?"


    35. Con el orden perfecto en la disposición de todo lo de la casa corría parejas la buena concordia entre sus habitantes, si se exceptúan las genialidades de Crucita, que fueron menos molestas desde que Sola adoptó el sistema de hacerle poco caso sin aparentar contrariarla


    36. ¿Qué podía ser más que el afecto puro y hondo de la señora incógnita que le llamaba, que le atraía, cual si le estuvieran tirando, tirando, de un hilo misterioso, el cual era más fuerte mientras en mayor tensión lo ponían? ¡Y qué instinto tan seguro el de la invisible al aplicar a su [74] protegido el tratamiento de la libertad! Si por el sistema de la tiranía policiaca no logró hacerse querer, el nuevo régimen establecía la feliz concordia entre el pueblo y la autoridad, en cierto modo de derecho divino


    37. ¡Feliz concordia, que es el sueño de las naciones! En España no es sueño, es pesadilla, y al despertar de ella duelen los huesos


    38. Lo más admirable en los Arratias era la unión y concordia que entre ellos, desde la muerte del padre, reinaba, haciendo de los tres hermanos y de su prole una verdadera piña


    39. Los esfuerzos de Druso iban encaminados a lograr la concordia entre las dos grandes órdenes, la senatorial y la ecuestre, a una llamada a ambos bandos para articularla


    40. Encerrado con la delegación en el Senaculum, un pequeño edificio anexo al templo de la Concordia, Marco Emilio Escauro, príncipe del Senado, intentaba rechazar aquella inaceptable pretensión

    41. Clero y milicia, nobleza y estado llano, forman la inmensa hueste de la concordia, y ha de alcanzar esta provocando lo contrario, o sea la discordia, en el seno de cada uno de los partidos guerreros


    42. El acento, la expresión casi divina con que me hablaba, me cautivaron de tal modo, que hube de contenerme para no sellar nuestra concordia con un abrazo


    43. Es bravísimo si le hostilizan sin razón, fácil a la concordia si se logra herir la cuerda del sentimiento fraternal, que en él existe, aunque está bastante honda


    44. En fin, mi madre no me dejó seguir, y se restableció la concordia, conteniéndome yo dentro de las reglas de la más elemental urbanidad


    45. Odio la guerra, y deseo que todos los pueblos vivan en perpetua concordia, con amplia libertad de sus costumbres y de sus religiones


    46. Tiene la jarifa autoridad para dirigirlas en sus ocupaciones, que más bien son pasatiempos, en sus lavatorios y afeites; tiene poder para obligarlas a guardar la debida concordia, para castigarlas si riñen


    47. Acudió Muñoz, dio a los tres señores enviados por la Junta cuenta y explicación [351] de lo que había hecho para salvar el edificio desamparado por la autoridad, y entre el fingido y los verdaderos delegados para defensa, vigilancia y administración del Real Palacio, reinó perfecta concordia


    48. Con explicaciones afectuosas de Tapia se restableció la concordia, y el paladín de Jerusalén envainó el temido acero


    49. Martos vitoreó calurosamente a la República, a la integridad de la Patria y a Cuba española, y Figueras anunció días de ventura bajo un régimen de concordia, paz y libertad


    50. Dado el ejemplo por dos pueblos, fueron entrando los demás en la misma concordia, y al poco tiempo todos hallaron el vínculo común de un provecho elemental, que sirvió de aglutinante para amalgamar diferentes Estados débiles en un gran Estado poderoso



































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