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los histriones de corsario
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Dijo el Corsario, y en su altiva frente
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En tanto el Corsario la costa admirando
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fantasía:así Byron, en El Corsario, Parisina, Lara, El Giaour y La Noviade Abidos
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Desgraciadamente, el oleaje impidió a los inglesesapuntar bien, y toda su andanada pasó por encima del corsario, sinhacerle daño
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Mendoza,se atreviera á hacerle frente, antes cayeronen manos del corsario ocho de las de
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El mayor corsario, y mas afortunado al principio—248
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En el comercio, don Eleazar estaba considerado como un corsario
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antiguo corsario, con quien tiene enesas circunstancias abordajes
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veneciano fuese apresado por el corsario omás bien por el feroz y desalmado pirata cuya
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ahínco; pero la galera del corsario era ligerísimay despiadados sus cómitres
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cayendo sobre las espaldas delos forzados, acrecentó su fuerza locomotora, y el corsario
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Desde este puerto,divisaron el bajel corsario barcos de guerra de
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El corsario, durante tres noches, loaguantó todo por galantería; pero en la noche cuarta, se puso
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extensa jurisdicción, el corsario o sus protegidos,hasta en los
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El corsario aparentaba no prestarle siquiera atención
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El corsario, sorprendido sin duda por la pregunta, se limitó a encogerse de hombros
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Los dos miraron al Corsario, pero éste seguía inmóvil, con los ojos fijos en el muerto
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Morgan, el segundo comandante, descendió del puente de órdenes y se dirigió al encuentro del Corsario Negro
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El Corsario llegó al puente y allí se quedó inmóvil
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En aquel momento parecía que la formidable figura del Corsario adquiría gigantescas proporciones
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El Corsario Negro, con algunos servidores, robó el cadáver y logró sepultarlo en el mar
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—Ahora le ha tocado al Corsario Rojo
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Allí, sobre el puente, estaba el Corsario con su atuendo negro
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El Corsario negro y Morgan se mantenían vigilantes en el puente de mando
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El Corsario Negro se hizo cargo en seguida de la ruta
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El Corsario gritaba por el portavoz:
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El Corsario saltó a la cubierta de la cámara, con la espada en la diestra y una pistola en la izquierda
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El Corsario y sus hombres asaltaron tres veces la cubierta de la cámara, pero fueron rechazados
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Habló al Corsario con altivez:
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El Corsario Negro apartó su espada tinta en sangre y se quitó el sombrero
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—¡El Corsario Negro! ¡El enemigo de los españoles!
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El Corsario hizo limpiar las toldillas y realizar las reparaciones urgentes, mientras se arrojaban los cadáveres al mar envueltos en sacos y una bala de cañón como lastre
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El Corsario dio órdenes a Carmaux y al negro de que trajeran a la duquesa
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—Perdone, señora —dijo el Corsario cuando les trajeron los postres—, que haya estado tan silencioso
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El Corsario, mudo, observaba el mar
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El Corsario pareció serenarse
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El Corsario ofreció el brazo a la joven y la llevó a cubierta
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Sin saludar, el Corsario Negro clavó los ojos en los de la joven
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Pero el Corsario, como arrepentido de su debilidad, dio un paso hacia el timonel
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El Corsario siguió retrocediendo, hasta tropezar con Morgan
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Apenas vio el faro del puerto, el Corsario, que estaba agotado, entregó la barra a Morgan y se acercó a la joven
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—Ya puedo contar —dijo— que he visto al Corsario Negro enfrentar a uno de los huracanes más violentos que han azotado las Antillas
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Cuando la nave ancló, los corsarios interrumpieron su banquete, sus bailes y sus juegos, la alegría de ver llegar al Corsario Negro se ensombreció por la bandera a media asta de El Rayo
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—preguntó el Corsario, mirándola a los ojos
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El Corsario iba a contestar cuando se oyeron los pasos de Morgan
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—¡Dios no lo quiera! —murmuró el Corsario, en un susurro
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—Gracias, Pedro —repuso el Corsario, y se levantó dirigiéndose a la puerta
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El Corsario caminó al lado del cultivo durante un rato, luego penetró resueltamente entre las cañas y atravesó el terreno cultivado para detenerse, del otro lado, frente a una construcción muy graciosa que se levantaba entre un grupo de palmeras que la sombreaban por completo
50.
El Corsario se detuvo a mirar: una mesa cubierta con albo mantel de encaje de Flandes estaba tendida en aquel pintoresco lugar
51.
Las tinieblas habían caído dos horas antes y la luna brillaba entre los claros de la fronda, cuando el Corsario se levantó
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—La frente de la joven se ensombreció y miró al Corsario con ojos tristes:
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El Olonés ordenó por señales al Corsario Negro que la escuadra se colocara a la capa, y avanzó audazmente al encuentro del barco, para intimarlo a una rendición incondicional
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—Soy yo, caballero —respondió una voz suave, que estremeció el corazón del Corsario
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El Corsario soltó la daga y avanzó con los brazos extendidos hacia la duquesa, mientras sus labios rozaban los encajes del alto cuello
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Cuando el Corsario Negro apareció en el puente, Morgan ya había hecho bajar una sesentena de selectos hombres a los botes
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Sin embargo, el Corsario y el Olonés, previendo una resistencia desesperada, se detuvieron para cambiar ideas
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El Corsario Negro hizo arriar la bandera de España y entró en la desierta Maracaibo
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Cuando el Corsario llegó al palacio de Wan Guld, lo encontró tan desierto como la ciudad
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—¿Crees que alguien pueda seguirnos? —preguntó el Corsario
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Al verlos avanzar con sus fusiles, el brujo huyó precipitadamente con los tocadores de flauta, pero el Corsario no permitió que sus hombres hicieran fuego; no quería ser el primero en iniciar la lucha
62.
Encabezado por el Corsario Negro, el piquete cruzó la peor parte de la selva entre flechas perdidas y alguna jabalina lanzada por los indios, a las que los filibusteros respondieron con tiros al azar
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—¿Dónde están? —se levantó preguntando el Corsario, espada en mano, y seguido por el catalán
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—¿Un español? —preguntó el Corsario
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—¿Un soldado de Wan Guld? —preguntó el Corsario
66.
El Corsario, que se había lanzado en medio de la arboleda con su espada en alto y su pistola gatillada, se encontró con dos soldados agonizantes
67.
El Corsario reinició la marcha a paso vivo, tratando de acortar la ventaja que llevaba el gobernador
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A las siete, cuando el sol caía, viendo a los marineros exhaustos, el Corsario les dio un cuarto de hora de descanso para que comieran las galletas que habían tomado de los soldados moribundos y se repusieran
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—¡Maldición! —gritó el Corsario
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El Corsario estaba ebrio de rabia
71.
—Es un cadáver —dijo el Corsario, apartando el cuerpo de un oficial español
72.
A cuatrocientos pasos, de pie en la canoa, el Corsario tronó: —
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—Las chalupas han rodeado la isla —les dijo el Corsario, cuando los vio llegar
74.
—¿Ven a alguien? —preguntó el Corsario
75.
El Corsario se colocó en el puesto de vigía y los dos filibusteros encendieron fuego
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—¡Hacia el estanque! —ordenó el Corsario
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—¿Qué estará haciendo el enemigo? —se preguntó en voz alta el Corsario
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—Este asunto comienza a ponerse muy feo —dijo el Corsario, que regresaba de su puesto de observación
79.
Al gobernador le interesaba tomar vivo al Corsario y colgarlo como ya lo había hecho con sus dos infortunados hermanos
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—¡Los hombres de mar mueren, pero no se rinden! —contestó el Corsario
81.
El Corsario apuntó y tiró; uno de los remeros cayó muerto
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—exclamó sorprendido el Corsario
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Veremos en la otra —contestó el Corsario, con supremo desprecio
84.
En seguida volvió la espalda al Corsario y se dirigió a popa
85.
Es un corsario, un enemigo de España que ha encabezado una expedición contra Maracaibo
86.
El Conde cortó entonces las ligaduras del Corsario, le entregó las armas, le estrechó la mano y desapareció escaleras arriba
87.
—Síganme en silencio —ordenó el Corsario
88.
El Olonés quedó sorprendido al encontrar al Corsario Negro, a quien creía en la selva o entre los juncales, y, más aún, al escuchar sus aventuras
89.
—¡El comandante conoce bien todas las alternativas de la guerra! —dijo el Corsario Negro, pensativo
90.
El Corsario Negro y el Vasco mantenían su sangre fría; alentaban con el ejemplo, animaban a los heridos y recorrían las filas ayudando a los que cargaban los troncos
91.
El Corsario Negro y sus hombres corrían al encuentro del Olonés antes de que comenzara el asalto contra los dos fuertes
92.
El Corsario fue llevado hasta la vanguardia, donde se encontraba aquél con sus ayudantes
93.
El Corsario acababa de librarse de un capitán de arcabuceros, que expiraba a sus pies, cuando oyó una voz:
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El Conde atacaba con energía, redoblando sus estocadas y cubriendo al Corsario con rápidos golpes que éste paraba
95.
El Corsario Negro y sus compañeros embarcaron en el navío del Olonés
96.
Un cohete lanzado desde la nave del Olonés indicó a El Rayo que abarloara, pues el Corsario Negro y sus acompañantes iban a abordarlo
97.
—El Corsario, seguido de Carmaux y Wan Stiller, que transportaban al catalán, cruzaron por entre una doble fila de marineros y se dirigieron al encuentro de una blanca silueta que acababa de aparecer por la escalera de los camarotes
98.
El Corsario, que iba al encuentro de la joven, se detuvo y, volviendo sobre sus pasos con ojos desorbitados, gritó al catalán:
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En el puente, los ciento veinte tripulantes no respiraban, concentrados en la joven, que seguía retrocediendo, y en el puño del Corsario, que amenazaba al catalán
100.
El Corsario cerró la puerta tras de sí