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    Используйте «escaño» в предложении

    escaño примеры предложений

    escaño


    1. suplicándoleviniera a sentarse con ellas en un escaño; podía de


    2. merecía el mismo escaño del Cid Ruy Díaz Campeador


    3. también en lacabeza con uno de los cortes del escaño


    4. Y ambos por un movimiento súbito se levantaron del escaño y


    5. atención eso escaño humilde


    6. la par en el escaño y en voz bajay con largos intervalos de silencio comenzaron á


    7. En cuanto terminó se levantó con violencia del escaño, sacó laflauta de las


    8. esconderse debajo del escaño de su casa? Tienes el corazónde liebre y vales más para


    9. hallole sentado en el escaño de unrecibimiento con el rostro medio vuelto hacia el


    10. sentado en un escaño

    11. y ansiosa, sentándose en el extremo del escaño


    12. tienen unbanco o escaño en que se sientan entretanto es hora de


    13. escaño, y el teniente de corregidor con los oficialesmilitares


    14. este Viracocha, pusieronlos que la edificaron un escaño de oro


    15. sentaron en este escaño; el cual bulto deoro fino, en la parte[6] del


    16. habia de estar; en lacual casa estaba hecho un escaño, hecho de


    17. Con el presidente Adolfo Suárez, arriba, y en su escaño en el Parlamento de Cataluña


    18. Durante las más de tres horas que duró la conversación permanecimos sentados frente a frente en su despacho, una habitación exigua y forrada hasta el techo de libros; sobre su mesa de trabajo había más libros, papeles, un cenicero lleno de colillas; por una ventana entreabierta que daba a la calle llegaba un rumor de niños jugando; detrás de mi interlocutor, recostada en un estante, una foto del 23 de febrero presidía la habitación: la foto de portada de The New York Times en que Adolfo Suárez, joven, valeroso y desencajado, sale de su escaño en busca de los guardias civiles que zarandean al general Gutiérrez Mellado en el hemiciclo del Congreso


    19. En cuanto al hemiciclo, tras la irrupción de los golpistas reinaba allí un silencio ominoso entrecortado por las toses de los parlamentarios y por las órdenes ocasionales de los guardias civiles; el silencio se heló cuando, diez minutos después de iniciado, un capitán subió a la tribuna de oradores para anunciar la llegada de una autoridad militar encargada de tomar el mando del golpe, y se hizo trizas cuando poco después Adolfo Suárez se levantó de su escaño y exigió hablar con el teniente coronel Tejero, provocando una algarabía de revuelta que a punto estuvo de desencadenar un nuevo tiroteo, y que terminó cuando los guardias civiles consiguieron a base de gritos y amenazas sentar de nuevo al presidente


    20. Tras el discurso del capitán Muñecas la atmósfera del hemiciclo se distiende, los diputados intercambian fuego y tabaco y miradas mortecinas y Adolfo Suárez le pide por señas un cigarrillo a un ujier y a continuación se levanta de su escaño, camina hasta el ujier, coge el cigarrillo que éste le tiende y vuelve a sentarse

    21. Todos los parlamentarios se han vuelto al mismo tiempo hacia la zona superior del hemiciclo, de donde ha partido la voz, aunque en seguida recobran su posición en el escaño; también lo hace Adolfo Suárez, que segundos después reanuda su conciliábulo con el comandante Goróstegui


    22. En determinado momento, sin embargo, los dos hombres enmudecen y se quedan mirando fijamente la entrada izquierda del hemiciclo: allí, tras unos segundos, casi imperceptible en la esquina inferior derecha de la imagen, aparece el teniente coronel Tejero, primero de espaldas y luego girando en redondo para abarcar con la mirada el hemiciclo, como cerciorándose de que todo está en orden; el teniente coronel desaparece y al rato vuelve a aparecer y a desaparecer de nuevo, y su ir y venir es el trasunto de otro ir y venir que anima la imagen: un diputado -Donato Fuejo, médico y socialista- se dirige al escaño de Fernando Sagaseta, dos ujieres llevan vasos de agua a los taquígrafos y finalmente sacan a los taquígrafos del hemiciclo, un periodista con la acreditación visible en su jersey sube por una escalera lateral seguido por un guardia civil


    23. Este trasiego de gente no ha interrumpido las cábalas y comentarios de Adolfo Suárez y el comandante Goróstegui y, justo después de que entre en el hemiciclo y se siente detrás de Goróstegui Antonio Jiménez Blanco (miembro de UCD) y presidente del Consejo de Estado, que ha oído la noticia del asalto por la radio y ha conseguido que los asaltantes le autoricen a entrar en el Congreso para compartir la suerte de sus compañeros), Suárez se levanta de su escaño y dice dirigiéndose a los dos guardias civiles que custodian la entrada del hemiciclo: «Quiero hablar con quien manda la fuerza»; luego baja las escaleras y da unos pasos hacia los guardias


    24. Aquí se ha acabado»; más áspera, más potente y más despectiva que las demás, una voz acaba imponiéndose «¡Señor Suárez, permanezca en su escaño!» y es entonces cuando el presidente consigue hacerse oír entre el guirigay «Yo tengo la facultad como presidente del gobierno…», hasta que su voz se ahoga en un chaparrón de gritos, insultos y amenazas que parece apaciguar la sala y devolverla al simulacro de normalidad en que vive desde hace media hora


    25. Si bien se mira, en este punto el extraño destino de Suárez también se asemeja al de Bardone: gritando «¡Viva Italia!» ante el pelotón de fusilamiento en un amanecer nevado, Bardone no sólo se redimía él, sino que de algún modo redimía a todo su país de haber colaborado masivamente con el fascismo; permaneciendo en su escaño mientras las balas zumbaban a su alrededor en el hemiciclo durante la tarde del 23 de febrero, Suárez no sólo se redimía él, sino que de algún modo redimía a todo su país de haber colaborado masivamente con el franquismo


    26. Durante un debate parlamentario el nuevo líder de la derecha, Antonio Hernández Mancha, cuyas peticiones de apoyo había rechazado Suárez de forma reiterada, le dedicó con irónica altivez de abogado del estado unos versos contrahechos para la ocasión que atribuyó a santa Teresa de Jesús: «¿Qué tengo yo, Adolfo, que mi enemistad procuras? / ¿Qué interés te aflige, Adolfo mío, / que ante mi puerta, cubierto de rocío, / pasas las noches de invierno oscuro?», En cuanto hubo concluido de hablar su adversario, Suárez saltó de su escaño y pidió la palabra: aseguró que Hernández Mancha había recitado mal todos y cada uno de los versos del cuarteto, luego los recitó correctamente y para acabar dijo que su autor no era santa Teresa sino Lope de Vega; después, sin más comentarios, volvió a sentarse


    27. El espejismo, en cualquier caso, apenas duró un par de años: al tercero ya había empezado a invadir el Congreso y la opinión pública la certeza de que lo que Suárez llamaba una política de estado era en realidad una política ambigua, tramposa y populista, que buscaba en Madrid los votos de la izquierda y en Ávila los de la derecha, y que le permitía pactar con la izquierda en el Congreso y con la derecha en los ayuntamientos; al cuarto, tras cosechar resultados decepcionantes en las elecciones generales y europeas, surgieron los problemas en el partido, las divisiones internas y los expedientes a los militantes díscolos, y la derecha y la izquierda vieron la ocasión esperada de ultimar a un adversario común y se arrojaron a la vez sobre él en busca de sus votantes de izquierda y de derecha; al quinto año sobrevino el derrumbe: en las elecciones autonómicas del 26 de mayo del 91 el CDS perdió más de la mitad de sus votos y quedó fuera de casi todos los parlamentos regionales, y aquella misma noche Suárez anunció su dimisión como presidente del partido y su renuncia a su escaño en el Congreso


    28. La carrera política de Adolfo Suárez terminó el mismo 23 de febrero, justo cuando realizó su último acto verdaderamente político permaneciendo sentado en su escaño mientras las balas zumbaban a su alrededor en el hemiciclo del Congreso: sin el golpe Suárez tal vez tenía alguna posibilidad de regresar al poder; con el golpe no tenía ninguna: quizá podamos admirar a los héroes, quizá podamos incluso admirar a los héroes de la retirada, pero no queremos que nos gobiernen, así que después del 23 de febrero Suárez no fue más que un superviviente de sí mismo, un político póstumo


    29. ¿Tiene razón Borges y es verdad que cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo instante, el instante en que un hombre sabe para siempre quién es? Vuelvo a mirar la imagen de Adolfo Suárez en la tarde del 23 de febrero y, como si no la hubiera visto centenares de veces, vuelve a parecerme una imagen hipnótica y radiante, real e irreal al mismo tiempo, minuciosamente cebada de sentido: los guardias civiles disparando sobre el hemiciclo, el general Gutiérrez Mellado de pie junto a él, la mesa del Congreso despoblada, los taquígrafos y los ujieres tumbados en el suelo, los parlamentarios tumbados en el suelo y Suárez recostado contra el cuero azul de su escaño de presidente mientras las balas zumban a su alrededor, solo, estatuario y espectral en un desierto de escaños vacíos


    30. Hace unos días, por ejemplo, pensé que el gesto de Suárez no era en realidad un gesto de coraje, sino un gesto de miedo: me acordé de un torero que decía que sólo se emocionaba hasta el llanto toreando, no por lo bien que lo hiciera, sino porque el miedo le hacía vencer al miedo, y me acordé al mismo tiempo de un poeta que dijo de un torero que salía muerto de miedo a la plaza y que, como estaba muerto, ya no le tenía miedo al toro y era invulnerable, y entonces pensé que en aquel instante Suárez estaba tan quieto en su escaño porque estaba emocionado hasta el llanto, bañado en lágrimas por dentro, muerto de miedo

    31. Anoche pensé otra cosa: pensé que llevaba escritas muchas páginas sobre Suárez y aún no había dicho que Suárez era cualquier cosa menos un chisgarabís, que era un tipo serio, un tipo que se hacía responsable de sus palabras y de sus actos, un tipo que había fabricado la democracia o sentía que la había fabricado y que en la tarde del 23 de febrero entendió que la democracia estaba a su cargo y no se escondió y permaneció inmóvil en su escaño mientras las balas zumbaban a su alrededor en el hemiciclo como el capitán que permanece inmóvil en el puente de mando mientras su barco se hunde


    32. -¿Quién eres tú y qué quieres? -le preguntó Tabríz levantando el pesado escaño en que estaba sentado


    33. y se fueron a sentar luego en magnífico escaño


    34. Acostado en un escaño dormía el Campeador


    35. – El rey le ofrece asiento en su escaño


    36. levantóse él del escaño y al león se dirigió;


    37. Hallándose el Príncipe de Asturias con todas las jarcias cortadas, sin palos, acribillado a balazos, y habiendo caído herido el general Gravina y su mayor general Escaño, resolvieron abandonar la lucha, porque toda resistencia era insensata y la batalla estaba perdida


    38. –Ten cuidado con ella, Henry, porque no tardará mucho en disputarte el escaño


    39. Una vez terminada la convención, Florentina regresó al cuartel general de Henry Osborne, para ayudarle a defender su escaño en el Congreso


    40. En diciembre envió a la capital a Janet Brown, para que reclutase el personal de su oficina y se pusiera al corriente de los asuntos que dejaba su antecesor en el escaño

    41. Florentina asintió y renunció al resto de su turno, tras lo cual regresó a su escaño


    42. Cuando Florentina regresó a su escaño para abordar la 95


    43. A medida que se aproximaban las elecciones, empezó a temer que la lucha por su escaño sería dura, pues los republicanos sustituyeron a Stewart Lyle por un joven emprendedor, Ted Simmons, que era profesional de la publicidad


    44. Ralph Brooks anunció que en sus funciones de fiscal iba a ocuparse personalmente del caso del degollador de Chicago, aunque ello hubiese de costarle el escaño en el Senado


    45. Florentina se animó mucho cuando el senador Rodgers la llamó, después de las vacaciones de Pascua, para decirle que se alegraría de que ella quisiera sucederle en su escaño al año próximo, y que podía contar con su respaldo


    46. El hombre que ocupó el escaño del presidente en el Senado se ha comprometido en algunos juegos extraños


    47. No hace mucho tiempo que ocupa su escaño


    48. El trato no siguió adelante porque Sevilla contraatacó sobornando al Consejo de Hacienda, y el dictamen final fue que se aceptaba la solicitud si el dinero no salía de las contribuciones de los ciudadanos, sino del peculio particular de los veinticuatro magistrados municipales que pretendían el escaño


    49. Según el reglamento de las Cortes Generales, los diputados y senadores españoles tienen derecho a una pensión de jubilación tras haber ocupado su escaño durante siete años


    50. Los políticos pueden saltar, sin aguardar un día siquiera, desde el escaño al despacho de una constructora, una empresa eléctrica o una firma de abogados












































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    escaño in English

    seat

    Синонимы для "escaño"

    gradilla banquillo asiento peana