1.
Por su parte, la maestra estaba llamando a todas las mamás para decirles que ella había encontrado un piojo en su cabeza
2.
perdía entre los caños de agua de la instalación maestra
3.
¡Peroqué huecas le parecieron a Jacinta, que en las dialécticas del corazónera más maestra que él por saber amar de veras! Y a ella le tocó reírdespués y desmenuzar tan livianos argumentos
4.
La maestra y el cura se pusieron a rezar en voz alta
5.
La maestra se aficionó a pasear por los bosques apacibles y
6.
Gracias al interés que observó en los ojos de la joven maestra,
7.
reflejoseen los ojos de la maestra con algo de su gloria, fluctuó y
8.
comunicación con una beata, á quien tenía por maestra yrendida la obediencia, á cuya
9.
Había llegado á un pasaje en que el demonio estaba retratadotan de mano maestra,
10.
—La maestra de los pajes
11.
maestra en ellas! ¡cómo si no supiesen los buenos quequien no
12.
De todo elprofesorado, amaba á la maestra de francés, porque podía
13.
Martínez figuraba entre los protectores de la maestra
14.
No consideró suficiente esta indiscreción, en vista de la serenaindiferencia de la maestra, y
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temblar las piernas de la maestra
16.
Deduccionen favor de una inteligencia, causa y maestra de las otras
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Era maestra en aquella pantomima tan expresiva de los habitantes delMediodía, que
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La señora Chermidy, maestra en las artes de la seducción, afectabatratarle con una
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elaboraciones; la obra maestra dedon Ramón, que el amo
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Le agradecí el disimulo, en el cual me pareció más maestra de lo que yohabía
21.
dirección de la Iglesiacatólica, maestra de siglos en estas cuestiones, y a Su Santidad
22.
embarcando en ladel maestra Diego Rodríguez con 25 de sus
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situación de la maestra y la del intendente, lamodestia común de
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Cuando llegaron frente a la casa de la maestra, el juez se
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de reconocerla como maestra en artede gobierno
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experiencia en tales oficios;mas la caridad, que es maestra muy
27.
No tenía diplomacia; no era bastante maestra en laconversación para saber decir lo
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maestra de todo el saberdivino y humano, hasta se les exigía que hablasen latín en
29.
Y tiene por maestra la experiencia,
30.
Eran largas calles, desiertas, de casas deshabitadas, con las puertas podridas, reducidas a las jambas o al cabestrillo, cuyos tejados musgosos se hundían a veces por el mero centro, siguiendo la rotura de una viga maestra, roída por los comejenes, ennegrecida de escarzos
31.
Aunque sólo fuera por gratitud y respeto, cualquier reflexión sobre la inteligencia emocional debería partir de la obra maestra de Charles Darwin, La expresión de las emociones en el hombre y los animales (1872)
32.
Hilaria era buena maestra y Ana aprendía con facilidad cuanto la anciana le enseñaba sobre los poderes mágicos de plantas y minerales y fórmulas y recetas y conjuros
33.
—Son mis secuestradores, Maestra —al ver la expresión de Luminara, Barriss no pudo contener la risa—
34.
—Tiene razón, Maestra Luminara
35.
—En la lucha quizá, Maestra, pero en otras ocasiones
36.
Ahora debemos mostrar nuestra cortesía a la Maestra Luminara prestándole la misma atención que los yiwa
37.
Había algo raro, algo distinto, en la pequeña columna de arena que se derramaba entre los dedos de su Maestra
38.
Cuando lo hizo, y aun siendo consciente de las capacidades de su Maestra, se quedó boquiabierta
39.
No estaba en posición de cuestionar a una Maestra Jedi, por mucho que la reacción de ella fuera irracionalmente abrupta
40.
—Podemos coger los suubatar y peinar la zona en espiral, Maestra Luminara
41.
—Un gran logro, Maestra
42.
La familia se trasladó inmediatamente, llevándose consigo a la maestra japonesa amiga de mi madre
43.
A veces me pregunto qué hubiera sido de mi vida si hubiera decidido seguir el ejemplo de Ramiro quedándome a aprender las letras, y le hubiera imitado también en todo lo demás, puesto que a los pocos días vino a decirme que había aceptado el empleo que le había conseguido la maestra en una panadería de la Carrera Catorce
44.
Tuvo que dejar el trabajo en la panadería e incluso dejar de ir a la escuela una larga temporada, pues aunque, la maestra le tenía en gran aprecio, desmadraba al resto de los alumnos que se pasaban la clase pendientes del momento en que el desgraciado Ramiro se disparase
45.
Oía la voz de Octavia, que me recordaba la de una maestra
46.
–Tus predicciones suelen cumplirse, pero no creo que sea éste el caso, aunque bien que me gustaría, pues si no puedo ser yo artista me encantaría poder ayudar a los que lo son -respondió Amy sonriendo como si el papel de la Dama Generosa le cuadrase mejor que el de la pobre Maestra de Dibujo
47.
Nos bastará decir que era una obra maestra de elocuencia, y que las lágrimas llenaron los ojos de todos los asistentes cuando, aludiendo al principio de su feliz carrera, ha suplicado a los jóvenes presentes entre el auditorio que nunca se dejasen arrastrar a contraer compromisos pecuniarios que les fuera imposible cumplir
48.
Y al decir maestra de escuela alzaba la voz con alarido de agonía, como el que recibe el golpe de gracia
49.
Iba provisto de un uniforme de empleado de coche cama, que llevaba sobre su traje ordinario, y de una llave maestra que le permitió el acceso al compartimiento de mister Ratchett a pesar de estar cerrada la puerta
50.
¿Se interesa usted, acaso, por saber a qué colegio fui yo, o cómo me trataba la maestra?
51.
EL HUÉSPED DE LA MAESTRA
52.
ÉL era entonces uno de esos vendedores viajeros que van por los caminos ofreciendo sus mercaderías, peregrino del comercio, sin brújula ni rumbo fijo, un inmigrante árabe con un falso pasaporte turco, solitario, cansado, con el paladar partido como un conejo y unas ganas insoportables de sentarse a la sombra; y ella era una mujer todavía joven, de grupa firme y hombros recios, la única maestra de la aldea, madre de un niño de doce años, nacido de un amor fugaz
53.
El hijo era el centro de la vida de la maestra, lo cuidaba con una dedicación inflexible y apenas lograba disimular su tendencia a mimarlo, aplicándole las mismas normas de disciplina que a los otros niños de la escuela, para que nadie pudiera comentar que lo malcriaba y para anular la herencia díscola del padre, formándolo, en cambio, de pensamiento claro y corazón bondadoso
54.
La misma tarde en que Riad Halabí entró en Agua Santa por un extremo, por el otro un grupo de muchachos trajo el cuerpo del hijo de la Maestra Inés en una improvisada angarilla
55.
La Maestra Inés era la matrona más respetada de Agua Santa
56.
Salió de la casa de la Maestra Inés y se encaminó con paso rápido a la primera de varias visitas que debió hacer esa tarde
57.
A las nueve y media se reunieron en la casa de la Maestra Inés el árabe, el médico del pueblo y cuatro jóvenes que ella había educado desde las primeras letras y eran ya unos hombronazos de regreso del servicio militar
58.
La camioneta se dirigió al lugar donde muchos años antes el hijo de la Maestra Inés se inclinó por última vez a coger una fruta
59.
Al día siguiente los habitantes de Agua Santa volvieron a sus quehaceres de siempre engrandecidos por una complicidad magnífica, por un secreto de buenos vecinos, que habrían de guardar con el mayor celo, pasándoselo unos a otros por muchos años como una leyenda de justicia, hasta que la muerte de la Maestra Inés nos liberó a todos y puedo yo ahora contarlo
60.
Por un tiempo se puso tartamudo y la directora llamó a Nora Reeves para recomendarle que colocara a su hijo en la escuela para retardados de las monjas del barrio; pero intervino su maestra, Miss June, quien se comprometió a ayudarlo con las tareas
61.
Esa fue la mañana memorable en que murió de un tiro en la cabeza el hijo de la maestra Inés
62.
Ese día el hijo de la maestra Inés se desvió de su ruta a la escuela para coger una fruta, tal como hacían todos sus compañeros
63.
Se abrió paso, levantó el cuerpo en sus brazos y lo llevó hasta la casa de la maestra, donde improvisó un velorio sobre la mesa del comedor
64.
Mientras Zulema padecía algunas de sus innumerables dolencias encerrada en su habitación, el patrón y yo, ayudados por la maestra Inés y otras vecinas, hicimos tanta comida que aquello parecía una boda de las cortes de Bagdad
65.
Después se llevó a cabo la elección de la Reina, coronada por el Jefe Civil con una diadema de flores y perlas falsas fabricadas por la maestra Inés, y en la tarde comenzaron las riñas
66.
Recordé la fuente árabe de la casa, el sonido cristalino del agua corriendo entre las piedras del patio, la jarra grande de jugo de piña que preparaba la maestra Inés cuando me daba clases
67.
En la puerta del plantel, Amanda y Miguel se abrazaron llorando, sin que la maestra consiguiera separar al niño de las polleras de su hermana, a las cuales se aferraba con dientes y uñas, chillando y lanzando patadas desesperadas al que se acercaba
68.
Finalmente, ayudada por Clara, la maestra pudo arrastrar al niño al interior y se cerró la puerta del colegio a sus espaldas
69.
Casilda fue su maestra en cuantas cosas de la vida le consultó y, teniendo un estatus distinto a las demás recogidas, compartía las labores de la cocina y del cuidado de los animales con Catalina, a la que habían asignado esta última labor desde la marcha de Blasillo porque ella se lo había suplicado a la priora, pues como todas las futuras postulantas repartía su tiempo entre la oración y el trabajo
70.
Su mundo interior era de colores, y no triste y lóbrego como preconizaba sor Gabriela, la maestra de novicias
71.
Mi educación fue bastante acciden-tada hasta que llegó a mi vida una maestra chilena excepcional, la se-ñorita Matilde Pineda, quien me enseñó casi todo lo importante que sé, salvo sentido común, porque ella misma no lo tenía
72.
Seis días a la semana, sin fallar jamás, aparecía la maestra a las siete de la mañana en la mansión de mi abuela, donde yo la esperaba de punta, en blanco, almidonada, con las uñas limpias y las trenzas recién hechas
73.
«La gente no quiere regalos, quiere ga-narse la vida con dignidad», explicó mi maestra y Paulina del Valle lo comprendió al punto y se lanzó en ese proyecto con el mismo entu-siasmo con que abrazaba los planes más codiciosos para hacer plata
74.
La Via Tasso era la maestra de la Via Romagna y los torturadores de aquella casa, donde existió en otro tiempo el Instituto de Cultura Alemán, fueron los maestros de los rufianes de la pensión Jaccarino
75.
La maestra, que ocupa todo el año una mesa en el comedor al lado de la de Mandilego, mira con curiosidad a las mujeres que señala el viudo
76.
La maestra sabía que siempre que levantara la cabeza, invariablemente se encontraría con los ojos de Telmo, que la mirarían del mismo modo, que le preguntaría:
77.
La señorita maestra le está enseñando las lecciones de un librito
78.
Al lado de la habitación de la maestra hay una pareja joven
79.
Un lugar para él, para Sibila y para todos aquellos otros seres errantes y frustrados: la maestra, el Monegro y todo el rebaño de forasteros dispuestos a cargar con sus crías y sus pucheros tiznados para continuar sobreviviendo en cualquier otro lugar
80.
Un día, hablando con una vieja maestra, le explicaba sus métodos, sus proyectos
81.
Los geranios se habían secado y Asunción recordó a menudo a la vieja maestra, incluso alguna tarde melancólica había sentido tentaciones de escribirle una carta
82.
Mi maestra era una mujer cuyo tipo existe todavía, como un resto edificante de la antigua educación que recibió esta sociedad cuando era colonia, y que se encargó de modificar la vida moderna
83.
Apasionada lectora y maestra de profesión, María siempre deseó dedicarse a escribir
84.
Era la obra maestra de Joaquín, blanco de elogios que le dejaban los ojos húmedos: una enorme estrella de cola roja, toda en papel celofán, tan bien concebida y realizada que parecía descender de ella toda la luz que resplandecía en el inmenso pesebre
85.
– Con esto -dijo, sacando la llave maestra que le había robado a la supervisora de mantenimiento-
86.
El hombre que había estado del otro lado de la habitación, custodiando la otra puerta, dejó su puesto y corrió tras la maestra
87.
—¿Y aquella vez que vació el tintero en el bolso de la maestra Longo?
88.
El comisario se desconcertó, y tuvo la sensación de encontrarse en presencia de una maestra que le estaba haciendo un difícil examen oral
89.
Cuando la señora Clementina se enteró de que su anciana maestra, después de un aumento de las manifestaciones diabólicas de azufre y porquerías, se había visto obligada a pasar dos noches sentada en un escalón ante la puerta de su casa, le envió a Pina con una tarjeta y la convenció para que fuera a dormir a su casa
90.
—Las camareras tienen la llave maestra
91.
¿Cuánto de todo esto, se preguntó Jan, había sido planeado por Karellen y cuánto era una obra maestra de improvisación? ¿Lo había dejado el supervisor entrar en el espacio hacía casi un siglo, para que pudiese representar este papel? No, era increíble
92.
Y además era una buena maestra
93.
Amaranta era no una mujer traviesa e intrigante, sino la intriga misma, era el demonio de los palacios, ese temible espíritu por quien la sencilla y honrada historia parece a veces maestra de enredos y doctora de chismes; ese temible espíritu que ha confundido a las generaciones, enemistado a los pueblos, envileciendo lo mismo los gobiernos despóticos que los libres; era la personificación de aquella máquina interior, para el vulgo desconocida, que se extendía desde la puerta de palacio, hasta la cámara del Rey, y de cuyos resortes, por tantas manos tocados, pendían honras, haciendas, vidas, la sangre generosa de los ejércitos y la dignidad de las naciones; era la granjería, la realidad, el cohecho, la injusticia, la simonía, la arbitrariedad, el libertinaje del mando, todo esto era Amaranta; y sin embargo ¡cuán hermosa!, hermosa como el pecado, como las bellezas sobrehumanas [196] con que Satán tentaba la castidad de los padres del yermo, hermosa como todas las tentaciones que trastornan el juicio al débil varón, y como los ideales que compone en su iluminado teatro la embaucadora fantasía cuando intenta engañarnos alevosamente, cual a chiquitines que creen ciertas y reales las figuras de magia
94.
Yo oía este diálogo y admiraba la extremada habilidad artística de aquella encantadora cortesana, tan maestra en engaños y ficciones
95.
Está claro que siempre había estado destinada a ser una maestra en sostener manos
96.
-La desgracia abre los ojos -me contestó-, y la desgracia en países que son una perpetua lección para el nuestro, es la mejor maestra que se conoce
97.
Lo sabe por la hinchazón de su corazón, por la diferencia supina e infinita entre lo que siente en el corazón y lo que vería la enfermera Naidoo si por accidente abriera la puerta con su llave maestra y entrara dando zancadas
98.
Todas las mañanas las tres jóvenes iban a casa de su maestra, que les enseñaba el arte del bordado en seda y en terciopelo
99.
Después dijo que el decreto abriendo las universidades era un golpe maestro; la amnistía, aunque muy restringida, un levantado pensamiento digno de los más grandes políticos, y la destitución de Eguía y González Moreno una obra maestra de previsión; pero añadió que muchas y muy peregrinas dotes de ingenio y energía había de desplegar la Reina para someter a la plaga de humanos monstruos que con el nombre de voluntarios realistas asolaba el Reino
100.
En cuanto a la jovenzuela Obra Maestra de los Corazones, su amo el viejo jeique se apresuró a conducirla, en aquella hora y en aquel instante, al palacio de Ishak, y a percibir los treinta mil dinares en que convinieron como precio de compra