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    Используйте «poseer» в предложении

    poseer примеры предложений

    posee


    poseemos


    poseen


    poseer


    posees


    poseo


    poseyendo


    poseéis


    poseía


    poseíamos


    poseían


    poseías


    poseído


    1. con la otra idea de que el mundo posee una lógica interna distinta a la superficial, esa que


    2. rica, que posee haciendas y esclavos para que trabajen las tierras


    3. posee, y que cuando se aburran o encuentren alguna persona con un atractivo mayor


    4. Ella explica que posee sitios de órganos eléctricos en el disco y que están bajo el control directo del sistema nervioso central


    5. información que posee el comerciante (qué compra, en qué


    6. equivocados, sólo él posee la verdad,


    7. Si bien el parlamento posee un monopolio de legitimación, no posee un monopolio de comunicación


    8. figura de la "abuela" entre los pueblos indígenas posee una gran dignidad


    9. ¿Ni quién se niega, silos quiere bien, a que sus hijos brillantes e inteligentes, aprendanesas cosas de arte, el dibujar, el pintar, el tocar piano, que alegrantanto la casa, y elevan, si son bien comprendidas y caen en buenatierra, el carácter de quien las posee, esas cosas de arte que apenashace un siglo eran todavía propiedad casi exclusiva de reinas yprincesas? ¿Quién que ve a sus pequeñines finos y delicados, en virtudde esa aristocracia del espíritu que en estos tiempos nuevos hansustituido a la aristocracia degenerada de la sangre, no gusta devestirlos de linda manera, en acuerdo con el propio buen gustocultivado, que no se contenta con falsificaciones y bellaquerías, y demodo que el vestir complete y revele la distinción del alma de losqueridos niños? Uno, padrazo ya, con el corazón estremecido y la frentearrugada, se contenta con un traje negro bien cepillado y sin manchas,con el cual, y una cara honrada, se está bien y se es bien recibido entodas partes; pero, ¡para la mujer, a quien hemos hecho sufrir tanto!¡para los hijos, que nos vuelven locos y ambiciosos, y nos ponen en elcorazón la embriaguez del vino, y en las manos el arma de losconquistadores! ¡para ellos, oh, para ellos, todo nos parece poco!


    10. Perea Posee Otra Significación Que Es Un Lugar

    11. Cuevas, De Las Cuevas, Cova O Covas (Posee Una Segunda Significación Que Es


    12. · El colon sigmoide (intraperitoneal) localizado en el flanco y la fosa ilíaca izquierdos; posee un meso: el mesocolon sigmoide


    13. interpretar los reciéndescubiertos manuscritos, que hoy posee el Archiduque, y son, á


    14. Pérez, prometiéndonos casi la publicación de un curiosomanuscrito que de él posee


    15. Una misma persona, según la edad que tieney la instrucción que posee, al


    16. La profunda veneración que inspiran el dinero y quien le posee ha sidosiempre


    17. reverenciadoes el dinero, y por lo tanto, aquel que le posee


    18. reside en el alma de quien le posee, y a cuyoculto y manifestación debe el poseedor


    19. Se encuentran los Lestrigones antropófagos que destruyen bien once de las doce naves que Ulises posee


    20. lugar secundario en el corazón de mi hija,que posee el mío por

    21. e) de la envidia por todos los bienes que la madre posee y de los cuales se querría apoderar


    22. posee un corazón de piedra


    23. Con fuerza y con paciencia Ulises reprende a la esposa que posee un corazón duro, un corazón obstinado, un corazón de hierro; pero no hay violencia en sus palabras y en su comportamiento


    24. Los Pretendientes no representan solamente las miles pretensiones de quien posee un corazón soberbio sino que representan también a la madre devoradora, a la madre fálica y a la madre tiránica y asesina y además representan la voluntad homicida y suicida de Ulises y de Penélope


    25. alteza de divina, ytienen la virtud de elevar a quien las posee por


    26. El joven posee deseos vastos, quiere poner orden y luz en lascosas, un orden


    27. que cuanto posee lo debe á la generosidad de los MonarcasEspañoles


    28. que posee la Tierra en su movimiento detranslación


    29. posee esta casa, hajuntado una gran librería y en ella tantos volúmenes de todas


    30. el depósito de la guerra posee demejor, en este genero, sobre muchos puntos de España

    31. —¡Oh! ¡ella! ¡ella! pensar que ella le posee por completo,delante del mundo, con la


    32. —¿Y si posee bienes para subsanar el daño causado á los herederos?


    33. Posee usteden su corazón y en su inteligencia recursos para


    34. considere que en esta capital, a la clase tártara yconquistadora que la posee, obedecen trescientos


    35. Posee el pie para


    36. Creación en todo su auge, posee la viva elocuenciade ésta: es la


    37. «El gran animal la Tierra, cuyo corazón es imán, posee en su


    38. Posee callesenteras de


    39. Mariquita León es laboriosa,activa, despejada, y posee los bríos y la entereza


    40. administrador de ciertos bienesque posee Juanito en un lugar lejano

    41. del pariente, si nada posee


    42. Fuera de esto, elcantor posee su repertorio


    43. que el caudillo que en lasrevueltas llega a elevarse, posee sin contradicción, y sin que


    44. Un solo joven hay que posee una instrucción digna de un pueblo culto, elseñor


    45. ignorante que posee elpuerto y la aduana general de la República sin cuidarse de


    46. lado de Rosas un solo escritor, un solópoeta de los muchos que posee aquella joven


    47. º En atención a la tranquilidad con que posee y gobierna SuMajestad


    48. Es evidente que ningunhombre posee la


    49. sujeto posee una calidad, sela expresa en abstracto, uniéndole el pronombre


    50. todos;no hay en ella mas y menos; quien se imagina tres líneas, cerrando unaárea, posee la representacion del triángulo con tanta perfeccion comoArquímedes; lo que no puede verificarse de la misma idea del














































    1. la operación que nos permitió el acceso a la valiosa información que poseemos y ahora nos


    2. Antillas y de los archipiélagos que poseemos en elPacífico


    3. «mudéjarplateresco,» del cual poseemos inapreciables ejemplares en lascasas-palacios


    4. las conocemos, y las hacemos á un mismo tiempo; y héaquí por qué en este caso poseemos el género ó


    5. Tavera y la del 75, de la cual poseemos dos ediciones diferentes


    6. no poseemos completas, se encuentran en la biblioteca de Viena, ocupando parte de una de sus principales


    7. Nuestras cualidades morales sufren asimismo el yugo de la herencia y se acrecen con la educación, de la manera que el haber que en caja de ahorros poseemos aumenta con los intereses acumulados y las donaciones benévolas que se nos hagan


    8. Ahora poseemos a cien hombres expertos en la fabricación de pólvora


    9. Nuestra residencia en Canterbury y las relaciones que ya poseemos nos permitirán sin duda aprovechar las vacantes que se presenten entre los cantores de la catedral


    10. Las noticias que poseemos sobre Tebas en los últimos tiempos de la dinastía XX nos informan de una decadencia general

    11. —Creo que el momento es propicio para reunir todas las informaciones que poseemos


    12. Además tu no ignoras que son numerosos los tiburones y los torpedinos en esta agua y que no poseemos arma alguna para defendernos


    13. Los recuerdos de nuestra raza, que tomaron forma y sustancia por medio de la magia de los elfos, te han ungido con toda la capacidad que poseemos los dragones, pues eres nuestra mejor esperanza para evitar la extinción


    14. Y en lugar de dirigirse a la madre de Aladino para manifestarle su opinión acerca de lo que le llevaba, acabó por enca­rarse con su gran visir y decirle: "¡Por mi vida! ¿qué suponen las riquezas que poseemos y qué supone mi palacio ante tal magnificen­cia? ¿Y qué debemos pensar del hombre que, en menos tiempo del preciso para desearlos, realiza tales esplendores y nos los envía? ¿Y qué son los méritos de mi hija comparados con semejante profusión de hermosura?" Y no obstante el despecho y el rencor que experimen­taba por cuanto le había sucedido a su hijo, el visir no pudo menos de decir: "¡Sí, por Alah, hermoso es todo esto; pero, aun así, no vale lo que un tesoro único como la princesa Badrú'l-Budur!" Y dijo el rey: "¡Por Alah! ya lo creo que vale tanto como ella y la supera con mucho en valor


    15. No poseemos una historia compartida del futuro


    16. –Así es, pero poseemos ya el ocho por ciento de la Lester y sabemos los problemas que eso le creó a mi padre


    17. Si alguna vez se consiguen muestras de piedras de Mercurio, será interesante compararlas con las que poseemos procedentes de la Luna


    18. No será suficiente con el conocimiento que ambas poseemos sobre criptografía, habrá que conocer e interpretar las obras de ambos escritores, posiblemente, en su totalidad


    19. No poseemos pruebas de que tengan ninguna capacidad de previsión y abstracción, excepto de algunas formas triviales


    20. Pero la evolución atmosférica no llegó a su final con la formación de lo que ahora poseemos

    21. No hay duda de que poseemos un concepto más claro de la naturaleza de las dificultades que nuestros predecesores tuvieron, debido a que vemos los mismos problemas no resueltos surgiendo con nuevos aspectos y en campos en que los antiguos jamás soñaron


    22. Pero si nosotros, el pueblo, seguimos atentamente la conducta de la nobleza desde los tiempos más remotos y poseemos anotaciones de nuestros antepasados referentes a ello, y las hemos proseguido concienzudamente hasta creer discernir en los hechos múltiples ciertas líneas directrices que permiten sacar conclusiones sobre esta o aquella determinación histórica, y si después de estas deducciones finales cuidadosamente tamizadas y ordenadas procuramos adaptarnos en cierta medida al presente y al futuro, todo aparece ser entonces algo inseguro y quizás un simple juego del entendimiento, pues tal vez esas leyes que aquí tratamos de descifrar no existen


    23. Cuando poseemos el dolor, digo expresamente poseemos, porque es un bien precioso, estamos cerca del alma y de los misterios


    24. Sin embargo, poseemos indicaciones sobre la evolución de la popularidad del gobierno


    25. – Esto se ha dado en comunión con los grandes escritores y pensadores de todos los tiempos, y el registro combinado que hoy poseemos es por lo tanto la expresión del Pensamiento Universal que ha estado buscando tomar forma en la mente del hombre


    26. El pensamiento es vibración creativa y la calidad de las condiciones creadas dependerá de la calidad de nuestro pensamiento, porque no podemos expresar poderes que no poseemos


    27. Propongo, en efecto, combinar la investigación de la Casa de la Moneda sobre el falsificador con la persecución de tu club de los que fabricaron los dispositivos infernales, ya que poseemos razones abundantes para creer que son los mismos


    28. Nosotros los hombres del «sentido histórico»: en cuanto tales, poseemos nuestras virtudes, no puede negarse, – carecemos de pretensiones, somos desinteresados, modestos, valerosos, llenos de autosuperación, llenos de abnegación, muy agradecidos, muy pacientes, muy acogedores: – con todo esto, quizá no tengamos mucho «buen gusto»


    29. Poseemos una administración eficiente


    30. Es en este momento cuando tenemos mayor número de fragatas, cinco frente a tres, y cuando poseemos una flota de transportes, tropas animadas por la reciente victoria y una información detallada sobre las fuerzas del enemigo y sus posiciones en Mauricio, según documentos encontrados aquí mismo

    31. Y no poseemos ninguna prueba de que Conlin se encuentre allí


    32. –¿Por qué no? Poseemos informes sobre la radiorrecepción, pero las montañas nos impedirían obtener una audición agradable y hemos desistido de instalar un aparato


    33. Pero, ¿qué interés tienen para nosotros, que no tenemos el privilegio de pasearnos en él, no conocemos a esa dama y no poseemos títulos de nobleza?”


    34. Si no poseemos su contacto con tal lugar, con tal hora, no poseemos a ese ser


    35. No poseemos un sentido que nos permita ver, corriendo a toda velocidad, en todas las direcciones, a las muertes, a las muertes activas dirigidas por el destino hacia éste o hacia el otro


    36. De todos los seres que conocemos, poseemos un doble


    37. A decir verdad, incluso cuando comenzaba a mirar a Albertina como un ángel músico maravillosamente patinado y que me felicitaba de poseer, no tardaba en volver a serme indiferente; en seguida me aburría a su lado, pero esto duraba poco: sólo amamos aquello en que buscamos algo inasequible, sólo amamos lo que no poseemos, y en seguida volvía a darme cuenta de que no poseía a Albertina


    38. Seguramente sólo con el pensamiento se poseen ciertas cosas, y no poseemos un cuadro por tenerlo en el comedor si no sabemos comprenderlo, ni un país porque vivamos en él sin mirarlo siquiera


    39. Todo un barrio por el que deambuló mi infancia cuando vivía en él mi tía De Courmont, y que ahora me pongo a reamar al encontrar, casi contigua al hotel de los Verdurin, la enseña del “Petit Dunkerque”, una de las raras tiendas supervivientes fuera de los viñetados en los dibujos de Gabriel de SaintAubin, allí donde el siglo XVIII curioso venía a sentar sus momentos de ocio para el regateo de las francesas y extranjeras y “todo lo más nuevo que produce en las artes”, como dice una factura de ese Petit Dunkerque, factura de la que, según creo, sólo Verdurin y yo poseemos una prueba y que es sin duda una de las volantes obras maestras de papel ornamentado en el que el reinado de Luis XV hacía sus cuentas, con su membrete representando un mar tempestuoso, lleno de barcos, un mar con unas olas como de una ilustración de la edición de los Recaudadores de Impuestos de L'huî tre et les plaideurs


    40. Pero en fin, por lo que yo puedo juzgar en esta ligera exploración, poseemos los elementos para una explotación que durará siglos

    41. Pero hoy no sólo poseemos los preciosos resultados del régimen maoísta -comida suficiente, vestido, habitación, higiene, educación, fuerza y orgullo nacional-, sino que también poseemos, por lo menos en relación con el nivel de antaño, cierta libertad


    42. –Señor Collins –dijo Pierce–, a pesar de todo lo que usted ha dicho, hoy en día poseemos una Ley de Derechos


    43. Todos nosotros, que poseemos cierta sensibilidad, hemos conocido estos estados de ánimo y, cuando los observamos en otros, nos sentimos movidos, conforme a las circunstancias, a compadecerlos o deplorar el hecho


    44. Claro está que no poseemos un Departamento de Investigaciones apropiado, pero, de tanto en tanto, cuando una familia interesante nos cae entre las manos, nos gusta llevar a cabo la transacción con todas las reglas


    45. Todo lo que poseemos de humano, de ordenado y lúcido, a ellas se lo debemos


    46. —Eso requeriría más surcadores de los que poseemos —dijo finalmente, incapaz de disimular el tono de incredulidad en la voz


    47. –No tenemos la intención de abandonar Egipto -afirmó el jefe más joven-; poseemos aquí casas y huertos, los mejores ladrilleros acaban de recibir un aumento, todo el mundo puede comer


    48. Poseemos estaciones en el desierto de Mojave, en España y en Australia


    49. Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga


    50. -No, ésta que poseemos, mi primo y yo, nos viene por herencia








    1. Los que aquí poseen sehallan entre los enemigos de las sierras, y los que, á título de paz, sehallan con sus tolderias inmediatos á las guardias que en el dia estánpuestas


    2. Cierto, pero una finca, entre la infinidad de fincas que poseen a lo


    3. libertad a la información que ellos poseen sobre sus clientes, prometiendo utilizarla con


    4. Poseen el saber y se lo transmiten a través de


    5. aquellos que poseen lo que uno desea y no tiene, pudiendo ser el objeto de deseo una


    6. muestran a la información que poseen sobre nosotros


    7. ferencia del que poseen otras especies animales por presentar,


    8. Con ello se desea establecer cuáles son los canales de comunicación entre los afiliados y el partido que poseen una influencia relativamente mayor


    9. Las característica de la radiodifusión se pueden prestar o no para esto con gran potencialidad y estos temas poseen una energía, una capacidad de independencia y motivación muy elevadas


    10. Hasta quienes poseen egos pesados a veces aflojan, bajan la guardia y dejan

    11. Algunas veces, las personas que poseen esos cuerpos tan densos se convierten en activistas en favor


    12. España) Y El Apellido Palles (Oriundo De Mallorca) Poseen La Etimología De Que


    13. separadas de el entorno musical barroco, poseen una vibración más corta que


    14. Músculos lumbricales (son cuatro): poseen inserción en los tendones del músculo flexor común de los dedos y las falanges; identifíquelos


    15. piedad esuna fuente de goces íntimos para los que la poseen


    16. No entregarse totalmente o mantener el poder de vida y de muerte sobre el hijo es una de las maneras más eficaces que las madres poseen para castrar a un hijo y apoderarse de su vida


    17. Homero habla reiteradamente de los Pretendientes que poseen “un corazón soberbio” (Od


    18. Pienso en la obtusidad de todos esos médicos que raramente escuchan a los enfermos sino que escuchan solamente lo que ya tienen en mente gracias a las pocas nociones que poseen


    19. a los inmortales dioses que poseen el anchuroso cielo, a todos por su orden


    20. pobres,sin que los aflija semejante pobreza, pues que poseen lo necesario paraalimentarse á saciedad y para

    21. más que añadir a las muchas que poseen


    22. que poseen toda la ciencia denuestra Universidad, lo atropellas


    23. coqueteríainfantil que sólo ellas poseen, han preocupado á los


    24. Como los rumiantes, poseen una sucesión de


    25. descontentos de la organización social;siempre los que no tienen mirarán con odio á los que poseen


    26. que abren a los que los poseen las puertas de todaslas


    27. que sólo poseen los héroes


    28. que en Sicilia poseen


    29. lenguarelativa á dicho sentido; y que las ideas que une á las palabras, sondel todo diferentes de las que quieren expresar los que poseen aquelsentido


    30. ] Pero al menos, se nos replicará, es menester confesar que la ideade extension tiene necesaria relacion de dependencia con las sensacionesdel tacto: los ciegos poseen como nosotros este sentido, y por

    31. animal, carecen de intuicionessuperiores á la esfera de la sensibilidad, y no poseen la


    32. Los ancianos poseen laciencia del bien y del mal; la ignorancia de


    33. Y lospoderosos que poseen el


    34. Las que la tienen, no me querrán a mí que no puedo ofrecerles más que loque ellas poseen ya, esto es, un nombre


    35. todoscaballeros, que poseen capitales y valores en cartera, y


    36. finura que poseen en elsuyo los privados de la vista, y conocía las monedas sólo con


    37. Los jóvenes que poseen


    38. queno poseen comúnmente los ciegos, desde el primer instante supodistinguir las cosas feas de


    39. poseen bienes, y delas distinciones y honras que éstos logran


    40. sinsabores,sitios que poseen un atractivo especial para todos los que en el mundose sienten

    41. Los grandes acopidores de abacá poseen al pie de los almacenes que hayen Legaspi, sólidos pantalanes de madera que les facilita las faenas decarga y descarga


    42. Por ningún dinero se desprende de su gallo favorito,y algunos poseen hasta media docena de estos inapreciables tesoros,á cuyo servicio se les ve exclusivamente dedicados


    43. y sus moradores poseen todos los rasgos que caracterizan aquella


    44. Ellos poseen también un ideal: el de mostrar mi ley de amor


    45. y todos los que la poseen bajan a la Fosa


    46. Todos los especímenes broncíneos pueden recurrir a esa argucia, pero son muy pocos los que poseen una puntería afinada y ninguno resistiría la comparación con él


    47. Sólo un recurso poseen las clases denominadas cultas para encauzar el torrente revolucionario: consiste en que enseñen la virtud practicándola


    48. Si bien es difícil estar seguros de cosas de este estilo, podría afirmarse que el invierno nuclear jugó un papel constructivo (aunque, naturalmente, hubo otras causas) a la hora de convencer a las naciones que poseen armamento nuclear, especialmente a la Unión Soviética, de la inutilidad de una guerra nuclear


    49. La colaboración en el ámbito espacial, como he mencionado anteriormente, se está convirtiendo en un instrumento de cooperación internacional, por ejemplo en lo que se refiere al freno a la proliferación de armas estratégicas en naciones que todavía no las poseen


    50. Algunos cometas que están desintegrándose poseen órbitas que cruzan la de la Tierra














































    1. ha demostrado en numerosas ocasiones poseer un elevado espíritu de sacrificio y bien puede


    2. Es verdad, ello ya sería poseer la voluntad de practicar el mal


    3. inviernos en Moscú, de poseer una segunda residencia, o bien los medios para permanecer


    4. menor conato de evasión porque, en tal caso, también debían poseer órdenes estrictas


    5. Pues ¿cómo van a poseer la tierra los mansos, si


    6. que tienen, y envidiosos porque siempre ansían poseer lo que tienen los demás


    7. atractivas que también se dejan atrapar por esta obsesión por poseer un cuerpo


    8. con el deseo insatisfecho de poseer a alguien, que es la manifestación del egoísmo


    9. Qué dices?" Pero entonces, incluso que la gente supiera el amor, creo, que la gente ni siquiera sabía el gozo del beso y la cópula carnal, y voy a poseer no menos honor tener como socio y no sólo a la reina, pero yo también tengo otros dos compañeros y yo, que no hay mujeres que alguna vez han sido capaces de lograr, siempre solo y rechazado por todos


    10. no es el acceso a la red, sino poseer la educación suficiente

    11. Relativa porque las instituciones y sus elementos son parte de una organización mayor que, a su vez, debe poseer autonomía, hacia adentro y hacia afuera, para mantener su independencia y cohesión


    12. El tema ha de poseer potencialidad para suscitar la discusión, energía para expandirla a secciones más amplias del electorado y fuerza para mantenerse y subir su propia presión


    13. Incluso los robots sencillos en esta sociedad que parecía poseer una gran inteligencia


    14. control; la necesidad de tener poder, de recibir atención, de poseer más


    15. El paso del poseer un corazón soberbioa la capacidad de poseer un corazón humilde,es uno de los pasos más difíciles que el hombre pueda cumplir si desea vivir con sabiduría y obtener la capacidad de crear la segunda belleza


    16. tenían celos de ella, por poseer un buen palmito


    17. menos en Sevilla, complacíanse en poseer leoneras,no solamente en el régio Alcázar,


    18. su ejército; recursos queestán bien distantes de poseer las repúblicas de Chile y del Perú


    19. lo que habían confesado poseer


    20. embargo el inconvenientede inducirnos con frecuencia al error;pues no es fácil poseer la

    21. poseer una nocióntan exacta del procedimiento adecuado a este


    22. Hubiera dado elcoche y los caballos por poseer


    23. Había soñado en poseer un hogar, pero ese sueño se


    24. Gillespie adivinó queel segundo buque se había sumergido y le enviaba desde el fondo sustentáculos metálicos, animados y prensibles, que parecían poseer


    25. poseer esta nueva ciencia, como poseía las otras


    26. donde haya tierra que poseer


    27. ] Hagamos aplicacion de esta doctrina á los principios idealesmas ciertos, mas evidentes, y que por contenerse en las ideas queexpresan lo mas general del ser, deben de poseer la fecundidad queestamos


    28. sumergida en el fango, no dejaba por esto de poseer labelleza


    29. creía poseer las mejores piernas del reino;y, a no ser que le cegaran de improviso


    30. Tomolo Rosalía con ansia y sealegró de poseer lo bastante para cumplir con

    31. vivir, implicado en el de poseer


    32. presidencia de tantas cosas y poseer el honorde apuntar en su


    33. guardaba los papeles,creyendo poseer una fortuna


    34. importanteera poseer un sombrero de moda y conservar el gabán


    35. Quisiera poseer en este momento lavoz de un


    36. causticidad, y sería preciso poseer en alto grado el gustopor la


    37. Estos tres destacamentos, que más que para imponerse á los habitantes del país, se hallan establecidos para cumplir los preceptosdel tratado de Berlin, que obliga á ocupar para poseer, debían estar guarnecidos con personal del tercio civil, dando preferenciaá los individuos casados, á fin de que por este medio, y facilitándoles elementos para el cultivo de los campos, se formaranpoblados de alguna importancia, tan necesarios y útiles en aquellos vírgenes territorios


    38. encendían sus afanes de poseer golosinas y juguetes


    39. preguntado más,para confirmar el convencimiento de poseer en


    40. yCuentas referentes á los pingües bienes que llegó á poseer

    41. tradición, juró que la damahabía de poseer el mejor palacio


    42. El protestantismo en Suiza, está, como en todas partes, subdividido en infinitas sectas, cada una de las cuales pretende poseer la


    43. [9] En atención á la verdadera fiebre que se ha apoderado de todas lasnaciones por poseer colonias,


    44. Estees el motivo por el que el vecindario ha tardado tanto en crecer,á pesar de poseer un término


    45. de poseer mataderos en el mundo


    46. No manifestó estas disquisiciones, pero su amigo debía de poseer la facultad de leer el pensamiento porque, cabizbajo, dijo:


    47. Con esa preocupación por triunfar, por sobrepasar a los demás, se pierde la sinceridad, cuando por el contrario las aptitudes que nos cabe en suerte poseer deberían ponerse en común, explotarse en bien de todos


    48. ¿Qué objeto podría ser éste? Cyg X 1 está en el mismo punto preciso del espacio que una estrella supergigante azul y caliente, que en luz visible demuestra poseer una compañera cercana pero invisible, de gran masa, que la atrae gravitatoriamente primero en una dirección y luego en otra


    49. Este vivir en el presente, sin poseer nada, sin arrastrar el ayer, sin pensar en el mañana, me resulta asombroso


    50. La seguridad a la que aspiraba no era la de poseer bienes —no le faltaba nada, y Valerio, como buen ciudadano romano, desde el momento de su liberación la había inscrito en su testamento como heredera principal junto al hijo que estaba por nacer—, sino que lo que la embrutecía era la inferioridad de su estatus, con todas las consecuencias que se derivaban de














































    1. —Conoce con exactitud los bienes que posees


    2. convulsiones internas que desgarran las entrañas deun noble pueblo! Tú posees el


    3. Vaya, posees el genio de dos artes muy difíciles: la pintura y la culinaria


    4. Veo que posees un don especial para eso


    5. —Tú posees un resplandor, Lestat, que atrae hacia ti a todo el mundo


    6. Lo posees incluso cuando estás enfadado, o desanimado


    7. Cuando el joven vió al masajista presa de semejante pena y con el rostro demudado por la desesperación, le dijo: "¿Qué te sucede, ¡oh masajista! para lamentarte así con toda tu alma y golpearte las manos una contra otra?" El masajista contestó: "¡Ay mi señor! ¡mi deses­peración y mis lamentaciones son por ti! ¡Porque veo que te aflige la mayor desgracia que le puede ocurrir a un hombre! Eres joven, rollizo y hermoso, y posees cuantas perfecciones de cuerpo y de rostro y cuantos beneficios dispensa el Retribuidor a sus elegidos


    8. Y pensé para mi ánima: «¡Oh hombre! ¡cuántos años van transcurridos desde el día en que abandonaste tu ciudad y tu país y la morada del único hermano que posees en el mundo! ¡Levántate, pues, y parte a verle de nuevo antes de la muerte! Porque, ¿quién sabe las calamidades del Destino, los accidentes de los días y las revoluciones del tiempo? ¿Y no sería una suprema desdicha que murieras antes de regocijarte los ojos con la contemplación de tu hermano, sobre todo ahora que Alah (¡glorificado sea!) te ha dado la riqueza, y tu hermano acaso siga en una condición de estrecha pobreza? ¡No olvides, por tanto, que con partir verificarás dos acciones excelentes: volver a ver a tu her­mano y socorrerle!»


    9. –Encuentro fascinante que hayas estudiado egiptología -continuó Yvon-, porque, y esto no es un cumplido, posees la sensibilidad del este europeo que yo adoro


    10. –Y sabemos que posees un gran poder y una gran comprensión de las cosas

    11. –Me consta que posees una gran preparación en cuanto a procedimientos curativos, Ayla, pero a menudo aquéllos que llegan a entendidos tienen una marca para que la gente los reconozca


    12. —Tengo entendido que posees un buen número de jamones a la venta


    13. Y la tierra, altísimo Señor, la posees ya


    14. —Me han dicho que posees una escama de un gusano de pozo —le dijo a Anakin—


    15. Ahora, posees el poder de la joya y te has apoderado del cuerpo de tu hermano, que en un tiempo fue el hijo de Orland Fank


    16. ¡Pero dime! ¿Será verdad? ¿De veras estarías dispuesto a vender cuanto posees?


    17. Mostraba el tipo de contraintuición por la que se ha hecho famoso: «Si posees un arma y una piscina en el jardín trasero, resulta cien veces más probable que un niño muera a causa de la piscina que de la pistola


    18. »Me gustaría que no fueras siempre tan ambiguo —proseguía la carta—; pero posees la sutileza de los abogados, que está por encima de la capacidad de comprensión de un humilde soldado como yo


    19. Ve, da cuanto posees a los pobres y luego sígueme y entrarás en el Reino de los Cielos


    20. Ahora posees un arma de verdad

    21. —¿Y posees el poder suficiente?


    22. Estás casado con esa muchacha, pero no posees su alma, y esas informaciones vienen de un lugar tan profundo que incluso ella las ignoraba


    23. —¿Por qué no vienes conmigo? Tú que tanto has viajado y posees la elocuencia de la convicción, podrías ayudarme


    24. –Tú posees conocimientos sobre el equipamiento necesario y de su fabricación y empleo, ¿no?


    25. Ellos quieren poseer el mundo, pero por lo visto tú ya posees tu propio pueblo


    26. –Me consta que posees una gran preparación en cuanto a procedimientos curativos, Ayla, pero a menudo aquellos que llegan a entendidos tienen una marca para que la gente los reconozca


    27. «¿Es cierto, pues, que posees un cuerno de unicornio?»


    28. Posees la belleza de la irregularidad


    29. Tienes la disciplina y el valor para tomar tal decisión y posees la habilidad y la astucia precisas para hacerla innecesaria


    1. reposo, de esa situación poseo alguna experiencia, y cuando se dispone del dinero


    2. ganar con mi muerte los que te envían, si la información que poseo está a buen recaudo y la


    3. pertinentemente que poseo, como el Papa en sus asuntos, así yo en los míos; y también por el


    4. "Qué quieres?"-Clark dijo, bebiendo un buen viejo whisky escocés-"Qué podemos hacer por ti?" El joven, con aspecto cansado y mojado de pies a cabeza, él respondió: "Me gustaría que la hospitalidad, no tengo domicilio fijo; poseo sólo esta guitarra con la que paso mi tiempo en los prados o bajo los puentes


    5. Puedo traer a mi boca en su pecho y cingo, con toda la fuerza que poseo labial, el apasionante halo de color rosa, magnífico stand en esas pequeñas columnas pulidas


    6. Todos los bienes que poseo en el reino deNápoles pertenecen a mi


    7. [Nota 1: Esta es la opinion de uno de los autores de las notasmanuscritas, que poseo sobre la provincia


    8. delicadas y déjame colocarme en la primerafila, pues poseo una


    9. »Apenas poseo el instinto de los viajes


    10. ¡Cómo pues! El siglo haprogresado hasta el punto de que los socialistas tienen la pretensión deapoderarse mañana de todo lo que yo poseo, y en medio de esta ruina detodos los derechos, de todas las autoridades y de todas las

    11. mísero y solo bien que ya poseo,


    12. de todas lasventajas que el mundo aprecia, una sola poseo: mi


    13. fortuna:todo lo que poseo en la tierra


    14. La ciencia que poseo es intransmisible, pero puedo y quierodarte los


    15. Mi tercera teoría me viene a las mientes en momentos en que me siento cínico e inclinado a la soledad, cuando, después de una buena comida en compañía de amigos que no significan nada para mí, me retiro al apartamento que poseo en Nueva York


    16. No poseo pruebas, pero hay un gran número de coincidencias, demasiadas para que todo se deba a la casualidad, ¿comprende? Incluso las letras hebraicas y las japonesas se parecen


    17. —Reconocí el edificio en cuestión en seguida debido a que poseo un cuadro en el que figura el mismo, ¿sabe usted? —informó Tuppence


    18. Ahora bien, señor Easterbrook, yo soy muy observador y poseo el hábito de registrar minuciosamente en la memoria los rostros de las personas que veo


    19. lo, cuanto poseo en ba-


    20. Poseo ciertas tendencias migratorias típicas de L

    21. La información que poseo llegó hasta mí de forma confidencial


    22. - ¡Por cien mil tiburones! ¡Los turcos han apagado las luces y yo no poseo los ojos de un gato! –repuso el tío Stake


    23. Y los únicos valores que poseo, y que no son de la clase que ustedes denominan de toda confianza, se reducen a catorce mil acciones de las Minas de Birmania Sociedad Limitada


    24. Si lo piensa bien, quizá comprenda lo difícil que es mi situación, pues poseo una información que, de momento, no he compartido con la policía, pero que quizá sería mi deber hacerlo


    25. poseo tierras, dinero, bienes de oro y honor,


    26. "No poseo la ciencia de adivinar lo invisible y lo oculto, para que pueda conocer en medio de una gran ciudad al asesino"


    27. ¡Pero aquí no soy más que un extranjero y no poseo, por todo recurso, más que una bolsa con mil dinares!" Ella dijo: "¡Ofrécela para comprarme y no te arrepentirás!" Y el joven Nur, sin poder resistir a la tentación de la mirada fija en él, se quitó el cinturón en que tenía guardados los mil dinares, y contó y pesó el oro ante el persa


    28. -Sí, sí -dijo Cabrera con admiración infantil-, poseo su retrato en la Vida de Napoleón con láminas, que he leído cien veces, pues no ha existido hom


    29. Poseo esa imaginación tan común entre ingleses y alemanes y tan rara entre italianos, españoles y demás meridionales


    30. Salen tras ella las demás, después de aligerarme del cobre que [206] poseo, y sus risotadas se pierden en la escalera

    31. –Señor Thomas, considero que, por cuanto poseo el ocho por ciento de las acciones de la Lester y resido ahora en Nueva York, ha llegado el momento de ocupar el puesto que me corresponde en el consejo de administración del Banco


    32. »De esta gran universidad salió John Kennedy, quien una vez dijo en ocasión de recibir el doctorado honorario por Yale: "Ahora poseo lo mejor de ambos mundos, una educación en Harvard y un doctorado por Yale"


    33. –En cuanto a mí, señor presidente, poseo lo mejor de todos los mundos: una educación en Radcliffe y un doctorado por Radcliffe


    34. (A pesar de la reputación de que poseo un ego monstruoso, por lo general consigo no verme en los periódicos o en la televisión


    35. Lo que con toda seguridad sería una prueba de estupidez es convertido en una excentricidad amable, porque yo poseo la etiqueta de «inteligente»


    36. Todavía poseo las partes de los espíritus


    37. Soy rico, y me enorgullece hasta el último céntimo que poseo


    38. Te envío todo lo que poseo en el mundo, deseando que esta cantidad pueda ser una ayuda para la feliz solución de tus dificultades comerciales, que, seguramente, serán momentáneas


    39. No sé si montar en bicicleta es un buen ejercicio, me tiene sin cuidado, no tengo ningún interés en vivir más años de los que sean estrictamente necesarios, pero me parece que hacerlo me permite un conocimiento más preciso y cabal de mis dimensiones humanas y, a la vez, un cierto deslumbramiento ante las bellezas insospechadas de mi barrio: los gatos que me miran con una inteligencia superior a la que poseo, las mucamas que se protegen del sol con paraguas y me saludan con una alegría tropical que nunca será mía, las chicas adolescentes que me ignoran y se ponen pantalones cortos bien apretados y me recuerdan con qué facilidad podría ser yo un criminal si alguna de ellas me mirase y me guiñase el ojo y me permitiese tocar ese cuerpo que las leyes me prohíben tocar, las mujeres que corren cantando una música que sólo ellas escuchan, las ardillas esquivas, los pájaros que se obstinan en cantar sobre los cables de luz, las casas espléndidas en las que nunca viviré y a las que nunca me invitarán porque un escritor impúdico y desleal no es bienvenido en las fiestas de aquellos que preservan una cierta reputación (una reputación que a menudo es falsa), los obreros de construcción y los jardineros ilegales y los limpiadores de piscinas que me quieren y me saludan porque saben que ellos, como yo, no tienen reputación y eso curiosamente nos hermana, nos hace iguales


    40. Y también poseo una buena musculatura en las piernas —respondió

    41. Por consiguiente, he invertido todo lo que poseo en el proceso


    42. En vida de nuestro antiguo comandante, la colonia estaba llena de partidarios; yo poseo en parte la fuerza de convicción del antiguo comandante, pero carezco totalmente de su poder; en consecuencia, los partidarios se ocultan; todavía hay muchos, pero ninguno lo confiesa


    43. Para ese trabajo poseo tan sólo la frente


    44. De los que poseo el mando, Con una lanza ardiente y un caballo de aire


    45. De los que poseo el mando, Con una lanza ardiente y un caballo de aire,


    46. Por eso te resulta indiferente que pierda mi puesto en la posada de los señores, te es indiferente que también tenga que abandonar la posada del puente, que tenga que realizar el trabajo pesado de la escuela, no tienes ninguna dulzura conmigo, ni siquiera tienes tiempo para mí, me dejas a los ayudantes, no conoces los celos, el único valor que poseo para ti es que una vez fui la amante de Klamm, en tu ignorancia te esfuerzas en impedirme olvidar a Klamm para que al final no me resista mucho cuando el momento decisivo haya llegado; por añadidura luchas también contra la posadera, a quien crees capaz de poder arrebatarme de tu lado, por eso extremaste tu disputa con ella para poder abandonar conmigo la posada del puente; de que yo, en lo que a mí concierne, sea tu posesión bajo todas las circunstancias, de eso no dudas


    47. Por el momento, poseo los atributos de un hombre, por eso no siento temor; pero la discreción me hace ocultarme, alejándome lo más posible sin perderme en las galerías


    48. –No poseo esa información


    49. Solo yo poseo la verdadera visión


    50. Precisamente, mi mujer se encuentra allí ahora, en la villa que poseo en dicha ciudad









































    1. poseyendo El Alud una colección de caracteres griegos, el editor


    2. poseyendo elinagotable torrente de inspiración de todos sabido,


    3. Parece que después de esto, poseyendo ya la Iglesia su rica y nuevaCustodia, no


    4. y digno por lo tanto de desempeñar en lo sucesivoel cargo de su sacerdote, poseyendo desde luego el


    5. LosPinzones, por el contrario, poseyendo tal vez


    6. cosecha, siempresacan para vivir poseyendo tanta tierra, y


    7. aún enteramente de la ley socialque exige pruebas positivas para la aclaración de ciertos hechos; peroaun poseyendo aquella susceptibilidad irreflexiva, no podía resistir ála fuerza de persuasión que en las


    8. Poseyendo la perla de las mujeres, el verdadero trasunto dela


    9. Poseyendo una de las


    10. Las costumbres fueron siempre los principales elementos que losmacambas trataron de explotar en defensa del predominio é influenciaque venían poseyendo en aquellos pueblos, sujetos al capricho de suvoluntad, por medio de las acomodaticias invocaciones, originariasde supersticiosos manejos

    11. Con el fracaso o el debilitamiento de sus tres grandes rivales, el budismo era ahora la única religión que seguía poseyendo un poder real sobre las mentes de los hombres


    12. Precisamente cuando los franceses creían obtener gran ventaja poseyendo el pueblo, y cuando nosotros descendíamos del Arapil Grande, fue cuando la caballería de Cotton (11) penetró como un gran puñal [318] en el corazón del ejército imperial; viose el gran cuerpo partido en dos, crujiendo y estallando al violento roce de la poderosa cuña


    13. Las tres hubimos de maravillarnos de que, poseyendo el Rey y la Grandeza los mayores caudales de la Nación, sean todas las revoluciones contrarias a la Monarquía y a la Aristocracia


    14. Sin poseer nunca la elevación mental [38] que su puesto reclamaba, se murió entrado en años aquel hombre duro, que fue la mitad de un gran dictador, poseyendo en altísimo grado las cualidades del gesto bravucón y de la rapidez del mando, y desconociendo en absoluto la psicología indispensable para guiar a un pueblo


    15. Mala es hoy la condición del labrador rico, agobiado de contribuciones y gabelas, y expuesto a que se lo coman, al menor descuido, los viles usureros; pero la del labrador pobre, que apenas saca para el sostén de su familia y animales, es mucho peor, como que vive de milagro; y nada quiero deciros de los que no poseyendo más que sus cuerpos se atienen a un jornal, cuando lo hay, que estos son como esclavos propiamente»


    16. , poseyendo, como poseen, las armas más fuertes a su disposición, el absoluto control de nuestra economía


    17. «La existencia existe, y el acto de comprender tal declaración implica dos axiomas corolarios: que existe algo que uno percibe y que uno existe poseyendo conciencia, siendo la conciencia la facultad de percibir lo existente


    18. Gigonnet murió, poseyendo una fortuna de casi dos millones de francos, en el tercer piso de esta casa, sin que ninguna consideración ni consejo pudieran hacerlo salir de esta habitación, ni siquiera el ofrecimiento de la señora Saillard, su sobrina, de darle una vivienda en un palacete de la plaza Royale


    19. –No puedo pensar en nada más sensato para una máquina, aferrada a su obsesivo cumplimiento de sus órdenes y poseyendo una conciencia sin precedentes, que hurgar en el pasado e intentar imaginar cómo evitar su propio fracaso


    20. No poseyendo la mínima idea de que pudiera tener otra identidad, en el cerebro de Muzimo se había fijado la interpretación de Orando sobre la misma; no en vano había oído decir tantas veces, que era el espíritu ancestral y protector, el “muzimo” del hijo del jefe

    21. Su estado de conservación es excelente, poseyendo algunas manchas y oscurecimientos del mármol por concreciones, debajo de los cuales aparecen restos de policromía


    22. Sus primeros colonos y mis antepasados, tengo entendido, eran hijos de aquellos marineros inquietos, traicioneros, pendencieros, avaros, que tantos quebraderos de cabeza dieron a Europa en tiempos de la reina Isabel, que se adueñaron de las Antillas con el gobierno de Cromwell y acabaron por aposentarse aquí, en la costa norte, poseyendo incluso patentes de corso emitidas por Carlos Estuardo


    23. Los dos sostienen que los seres humanos están hechos a imagen de Dios, poseyendo libre albedrío


    24. Al volverse para mirar la cubierta —más o menos en dirección a Manila— uno de esos dioses de las constelaciones del cielo sobre la ciudad, furioso porque había acabado poseyendo poco más que algunos retazos de material oscuro y gris índigo, lanzó un rayo horizontal a la sección media de un rival, que iba vestido de coral incandescente y satén verde


    25. que se quedará poseyendo la tierra, y


    26. «Hombres de Grecia -se echó a reír Pausanias- os he reunido porque quería mostraros la necesidad de este jefe de los medos, quien, poseyendo tales medios de vida, vino a quitárnoslos a nosotros, que los tenemos tan miserables


    27. Ya podía considerarse director, incluso director ejecutivo, en el caso de que Ottile Panshaw continuara poseyendo sólo 1


    28. Como si, aun poseyendo el tesoro completo de las expresiones del rostro humano, viviera en otro mundo, manifestaba estas expresiones en un orden inadecuado, parecía ir marcando al azar sonrisas y miradas sin relación con las palabras que oía


    29. me pregunte si esos antropólogos estaban en lo correcto en su teoría sobre una achaparrada raza aborigen mongoloide, tan baja en la escala de la evolución como para ser a duras penas humana, poseyendo con todo una diferenciada, aunque repulsiva, cultura propia


    30. ¡Qué diferencia, por otra parte, de riquezas y de títulos! Luis, en verdad, era hermano de Carlos VI, pero el duque de Bourgogne poseyendo unas propiedades mucho más extensas que las de su primo, estaba firmemente apoyado por sus dos hermanos, a uno de los cuales acababa de asegurar la sucesión de los ducados de Brabante y de Limbourg

    31. No había prescindido aún enteramente de la ley social que exige pruebas positivas para la aclaración de ciertos hechos; pero aun poseyendo aquella susceptibilidad irreflexiva, no podía resistir a la fuerza de persuasión que en las respuestas de la huérfana había


    32. —En todo caso —continuó él, exaltándose—, no comprendo cómo, poseyendo la desenvoltura suficiente para declarar su infidelidad a su marido y no encontrando en ello, a lo que parece, motivo alguno de vergüenza, lo encuentra, en cambio, en el cumplimiento de sus deberes de esposa con respecto a su marido


    1. —Completamente: tened en cuenta que en todo el orbe sois sólo cinco las personas que lo poseéis o lo han llegado a poseer, y todos y cada uno de ellos tienen algo diferente


    2. En el cielo, los ángeles adoran a toda la Trinidad, y en la tierra, el Señor predica a los hombres con estas palabras: «Id, vended todo lo que poseéis y dadlo a los pobres; y venid, seguidme»; y en otro lugar: «Si alguien quiere venir tras de mí, niegúese a sí mismo y levante su cruz y sígame»; y en otro lugar: «Quien estimare al padre o a la madre, a la mujer, a los hijos, o a todos los que pasan con el mundo, más que a mí, no es digno de mí»; y en otro pasaje «Quien no aborrece a su vida por mi causa, no es digno de mí»; y «Quien perdiere la vida por mí, la encontrará en la vida eterna»


    3. Debido a mi profesión, estoy al corriente de que poseéis terrenos en la zona de Zarapuz y en Lizarra


    4. –La técnica, ya la poseéis; el secreto es de un orden distinto


    5. Y en todo el país que poseéis, deberéis asegurar la redención de la tierra


    6. ¿Decís que poseéis un testamento de vuestro tío, firmado por testigos y sellado?


    1. Lo nuevo, lo insólito, era la energía que me poseía; fue ella la que derribó con su


    2. La morbidez que exhalaba poseía una dimensión


    3. resignación que poseía todo el sabor de la novedad, a comer de mi mano los despojos que


    4. También él poseía, en esa ocasión, menos empaque que enfundado en su traje


    5. futuro mercado, poseía una ventaja real para ocupar las posiciones más favorables en la nueva


    6. fondo del deportivo, poseía una fuerza de atracción tan intensa, tan inmensa, que se vio en la


    7. La muchacha poseía, es cierto, la esbeltez de una


    8. empecinaría en una guerra sin cuartel, echando mano de los recursos que todavía poseía en el


    9. con el dinero que poseía tras el primer reparto de beneficios, bien podía adquirirlo él mismo


    10. que poseía, las adoraba, era su mundo,

    11. Los cafetales y, en particular, las haciendas cafetaleras, se valorizaron enormemente, lo que provocó que: a) el productor de café, merced a su valori-zada fortuna fundiaria, se encontrara mejor dotado para competir por el crédito disponible; y b) el labrador con tierra insuficiente lograra, mediante la especialización en la producción cafetalera, valorizar igual o más su pertenencia que el agricultor que, aunque poseía una finca grande, la destinaba a pastos y a la producción de subsistencia


    12. Poseía el mago un copioso botiquín de estas pociones, y eranlas más prodigiosas el


    13. lasflaquezas del prójimo, poseía una cualidad rarísima en los que como élsalieron victoriosos de


    14. Rumblar, su ama y señora, pues en las fincas que ésta poseía en tierra de Almunia de Doña


    15. ocho años y poseía la faja de mariscal de campo, estuvo en la del Rosellón a las órdenes del


    16. rendimientosabundosísimos de la confitería, pastelería y chocolatería, y de unafábrica de achicoria que poseía en las afueras de la ciudad


    17. habían adquirido de una talPepona, cortesana vieja, la cual, a su vez, lo poseía por graciosadonación de su amante, el marqués de Quintana, desaparecido hacía añosdel mundo de los vivos


    18. Poseía en alto grado el don de la fantasía; la falta de


    19. delcastillo, que poseía rentas considerables, y el Duque me concedió estefavor


    20. disponer; todos los que poseía en el reino de Nápoles, que son demucha

    21. sino en el canto, para el cual poseía muy felicescondiciones, habiendo memoria de


    22. que poseía, cartas curiosas y quefueron escritas á su ilustre tío por el deán de Sevilla


    23. Poseía laciencia de vestirse e ignoraba el arte de desnudarse


    24. seguirposeyéndola o por hacerse la ilusión de que la poseía, y


    25. Era muy estudioso y poseía un espíritu muy distinguido


    26. Y como Kernok poseía de todas las lenguas vivientes justamente aquelloque se relacionaba y era necesario a su profesión, repusosocarronamente:


    27. poseía, queestaba perdidamente enamorado de su hija, y que queríacasarse sobre la


    28. Poseía el padre Jacinto una borrica modelo por lo grande, mansa ysegura


    29. de la villa, y al directo que poseía sobreel de las Meanas, con un


    30. la vida en unacasita de campo que poseía cerca de la población,

    31. privó de su empleoen el ejército y de todas las cruces y condecoracionesque poseía


    32. respeto,no exento de miedo, en los grandes, era el caballoque el barón poseía; un


    33. finca de labor y recreoque poseía en las inmediaciones de la poblacióny comenzó a


    34. colección que lafamilia poseía; los muebles flamantes, estiloLuis XV, traídos de


    35. cierto dato que él poseía, el cualdemostraba hasta la evidencia que los desdenesde la


    36. Poseía el secreto de encontrar belleza en todo,una belleza


    37. Poseía la gracia de Venus, la altivez deJuno y la


    38. poseer esta nueva ciencia, como poseía las otras


    39. poseía una fortuna mayor que la suya, porhaberse limitado á seguirle en las explotaciones


    40. Total: que la esposa del héroe de Cerro Pardo poseía una colecciónenorme de alhajas, y los

    41. mostraba en lo erguido de su cuello y en suactitud firme que poseía una complexión


    42. poseía inteligencia clara,ilustración, si no muy extensa, bastante sólida, y sobre todo


    43. Octavio poseía varias propensiones ó cualidades de su madre, entre ellasla afición á


    44. Montansier poseía eldon de la oportunidad; esa rara virtud, casi


    45. interesado, que poseía laclave de la cifra


    46. San Juan poseía entonces un teatro y


    47. soldados de losde Aldao; poseía un buen armamento, muchos adictos que querían


    48. los medios, poseía eldon de la aplicación más bien que la


    49. porción de la tierraque poseía, inculta aún y formando risueña e intrincada floresta, encuyo seno


    50. muy tierno,pudiendo asegurarse que poseía el don de lágrimas














































    1. Muchas de las cosas que poseíamos estaban a su nombre y, a pesar de ello,


    2. En fin, [21] que estábamos de enhorabuena: poseíamos una tierna plantita de soberana, y la Nación no tenía que hacer más que poner a su lado buenos jardineros para criarla lozana y dirigirla derecha


    3. Moctezuma: Vosetros os adueñáis de las cosas; el orden que rige vuestro mundo es el de la apropiación; todo lo que sabíais era que nosotros poseíamos algo más digno de ser poseído que cualquier otra cosa y que para nosotros era sólo una materia graciosa destinada a collares y ornamentos: el oro


    4. Aunque ese placer no sea de tal linaje que añada más valor al ser a que se superpone, porque sólo él lo percibe, y aunque cada vez que en nuestra vida hemos desagradado a una mujer que nos estaba viendo ignorase ella si en ese momento poseíamos o no la felicidad interior y subjetiva, que por consiguiente en nada habría cambiado el juicio que le merecimos, ello es que yo me sentía con más fuerza, casi irresistible


    5. Comprendí entonces que había trabajado durante veinte años y al sacar cuentas, nada tenía, mi esfuerzo se había hecho humo en los gastos cotidianos, en cambio Michael había invertido sabiamente su parte y los pocos bienes que poseíamos estaban a su nombre


    6. Lo golpeé en el hombro cariñosamente y me pareció en verdad un niño grande, al lado de quien todos éramos mayores y poseíamos una seguridad de la que él carecía


    1. La ciudad de Valencia, y acaso también la de Sevilla, poseían ya en laprimera mitad del siglo XVI teatros regulares y fijos, no de esosmovedizos, que servían tan sólo para las representaciones de esta ó laotra compañía[289]


    2. que lo poseían habían establecido con él una relación osmótica, tensa, concentrada y


    3. Poseían unos diques inmensos de dinero


    4. una pérdida de tiempo puesto que las informaciones que poseían eran precisas, avaladas por


    5. hasta el infinito, cuando no lo hacían con sus respectivos amantes, se poseían el uno


    6. Poseían las intuiciones de los dioses, pero el recelo de los hombres,


    7. Estos beneficiadores poseían algunas de las instalaciones más grandes y juntos procesaban el 44 por ciento de la cosecha del país


    8. (a) Incluye a Francisco y a Blas Gutiérrez, dos comerciantes heredianos, residentes en Puntarenas, que poseían una hacienda de FUENTE


    9. pretest orientada a medir el conocimiento previo que ellos poseían del cuerpo


    10. Indudablemente, los árabes, antes del Islam, poseían cierta extrañacultura, en

    11. Los árabes mismos no poseían, al extenderse por el mundo y al apoderarsede


    12. enHonfleur y Dieppe, mientras que los dieppenses poseían


    13. cuantos trapos poseían para las hilas de losheridos de Solferino


    14. poseían el privilegio de entrar en los reinosde la muerte


    15. frases técnicas, que probaban la profundaerudición que casi todos poseían en este


    16. niños, viejos y todo cuanto poseían en oro y plata, así comosus muebles, del mismo


    17. sentaba todo lo que se ponía,y qué majestad en su porte! Pocas personas poseían


    18. Océano en busca de unas islas que poseían lasdelicias del


    19. Poseían una idea más exacta


    20. en las inmediaciones de los Campos Elíseos,y poseían dos

    21. Todos los de Europa la poseían


    22. Los que poseían algún dinero estaban


    23. y habían idoa instalarse en una hermosa casa de campo que allí poseían los señoresAdorno y


    24. Era huérfana y vivía con unos tíos que poseían una tiendecita decomestibles en el


    25. lo hicieron los ojos, ymás eficazmente las carnes de Marta, que poseían una virtud


    26. Había quien aseguraba que aquellas visiones poseían un significado, aunque era mucho pedir de las dotes psicológicas del joven que intentase desentrañar el suyo


    27. poseían las llaves del reino de los cielos,


    28. Incluso en 1312, cuando el papa Clemente escribió la bula que suprimía la Orden, Diniz, el rey de Portugal, declaró que los templarios poseían el usufructo eterno de sus tierras y que era imposible quitárselas


    29. Y exigió además una ayudante con experiencia, cuando La Zapatones le informó de que las funcionarias que había encontrado jugando a las cartas no poseían ningún conocimiento de enfermería, simplemente trabajaban allí porque les habían asignado ese puesto, y permanecerían en él durante un mes, cumpliendo un turno rotatorio que obligaba a todas las funcionarias del penal


    30. Los nazis poseían una lista de grupos aborrecibles a los que comenzaron a exterminar sistemáticamente: judíos, homosexuales de ambos sexos, socialistas y comunistas, minusválidos y personas de origen africano (apenas presentes en Alemania)

    31. Ahora bien, ¿por qué había vendido Peraplana la mansión a las monjitas si en 1971 todavía se servía del pasadizo? Y ¿adónde conducía el susodicho? Traté de averiguar qué otros inmuebles poseían Peraplana o el ya citado Halfmann, pero el registro, organizado por fincas y no por propietarios, no daba fe de ello


    32. Los que rigen esta entidad poseían pocos datos en relación con ella y su familia


    33. ¡Cada uno de ellos había sido instruido especialmente, todos poseían un talento desvelado de manera artificial y luego forjado con minuciosidad! No, no habían arrojado a Jean Intrepide en la ruta de aquella fragata francesa por causalidad, sino porque era obvio que el adolescente poseía un don fuera de lo común para las artes marineras


    34. Dichos platos poseían nombres exóticos que encantaban a mi madre: «La lucha entre el tigre y el dragón», «Pollo a la concubina imperial», «Pato picante en salsa», «Dorados pollitos que graznan al amanecer»… Mi madre acudía a la casa con frecuencia, y solía comer con la familia mientras contemplaba por la ventana el huerto de ciruelos, almendros y melocotoneros que en primavera se extendían como un océano de flores blancas y rosadas


    35. Además, poseían para ella un fuerte valor sentimental


    36. Pero las mujeres poseían una fe, y bastante ridícula, llena de fantasías extravagantes


    37. Hacían prospecciones mineras en busca de, metales exóticos y poseían toda una industria en aquel infierno


    38. Los que antes poseían tres millones, ahora tienen dos


    39. Como abundaba la fruta y poseían el hacha, los náufragos la abrían enseguida


    40. Los allegados vivían adheridos a las familias, porque eran más pobres que los pobres y no poseían ni siquiera un techo

    41. Los que poseían mejor vista pasaban el dato a los demás: apareció otro cráneo, éste tiene pelo canoso, podría ser del compadre Flores, ¿se acuerdan de él? Ahora cierran otro bulto, pero no han terminado, están sacando más, dicen que se llevarán los restos a la Morgue y allá podremos mirarlos de cerca, ¿y eso cuánto cuesta? No lo sé, algo tendremos que pagar, ¿cobran por reconocer a sus propios muertos? No, hombre, eso debe ser gratis


    42. Poseían algunas gallinas, dos cerdos, tres piraguas, implementos de pesca y esos raquíticos plantíos rescatados de la maleza con un esfuerzo descomunal


    43. La conversación moría a la segunda frase hasta que los toros sementa-les dieron pie para hablar de la reproducción del ganado, lo cual intere-só sobremanera a Paulina del Valle, quien sin duda estaba pensando en establecer la industria de quesos con ellos, en vista del número de va-cas que poseían


    44. Los Rockefeller, además, se beneficiaron con el desarrollo de las tierras que todavía poseían alrededor del nuevo complejo


    45. Esto de verdad era sorprendente; sugería que esas enormes bestias —a diferencia de sus equivalentes terrestres— poseían un buen sistema de comunicación


    46. El acuerdo fue rápido, porque tanto Tierra como la Federación poseían algo que el otro necesitaba imperiosamente


    47. acomodados, pero no poseían una gran fortuna —a diferencia del tío-abuelo Reuben, que había muerto el año anterior dejando un testamento un tanto complicado


    48. Pese a ello, aquellos objetos misteriosos poseían un encanto


    49. Marius estaba recordando, y sus evocaciones poseían tal intensidad que mis poderes parecían frágiles, en comparación


    50. Sus reformas fueron mucho más amplias e incluyeron no sólo leyes agrarias, sino leyes frumentarias para el abastecimiento de trigo a precio módico a las clases bajas, la regulación del servicio militar, la fundación de colonias romanas en el extranjero, el inicio de obras públicas en toda Italia, la separación del tribunal que entendía de extorsiones a la potestad del Senado entregándoselo a los caballeros, la concesión de plena ciudadanía romana a los que poseían derechos latinos, y derechos latinos a todos los aliados itálicos











































    1. Era una computadora de la antigüedad (el tiempo en que poseías la Tierra, vosotros, fantasmas y recuerdos) una de las pocas que cloqueaban y parloteaban a lo largo de la cueva-manantial


    2. El apetito mundial de esclavos era insaciable puesto que, como decía el refrán, o poseías esclavos o eras uno de ellos


    1. Está poseído por las pasiones del Yo, particularmente por la avidez, por el orgullo y por la hybris, por la envidia y por la voluntad homicida y suicida que ella desencadena


    2. Está poseído por mil pretensiones que asedian su vida, de la misma manera en que los soberbios Pretendientes asedian su casa y Penélope, que es cómplice de ellos


    3. Estaba poseído de un estro impío, y


    4. Sihubieran poseído tres


    5. lairritación de que estaba poseído, expuso prolijamente sus


    6. Pepe, poseído de una tristeza rayana en la desesperación,


    7. lasdos alas y se pone a gritar como un poseído después,


    8. Justamente, eso fue él, un poseído del demonio de


    9. Poseído de conmiseración el ánimo


    10. trazaba en el aire con contorsionesde poseído el disparatado

    11. mientras hablaba, y á no encontrarse elorador muy poseído de su asunto y muy fuerte en su posición


    12. por el privilegio de suriqueza, la había poseído el primero, había


    13. Un padrino aprobaba; otro torcía el gesto, poseído de


    14. paso, mientras el compañero, poseído delvértigo de la


    15. Desechando laidea de estar poseído,


    16. aceptar su parecer y su consejo, estaba en aquellaocasión tan poseído del parecer contrario y tan


    17. El caballero, poseído de viva indignación ante aquel grosero


    18. poseído al estrechar las manos de unaspersonas de quienes


    19. lastierras que han poseído por espacio de 130 años, cuyo


    20. hermanoque le habla con el cuerpo fuera de la tribuna y los ojos lucientes defiebre, como un poseído

    21. poseído desde antes que yo naciera para hacer más habitaciones en su McMansion,


    22. Y lo preguntaba con avidez, experimentando de nuevo la exaltación que la había poseído durante el viaje


    23. —¿Si habrá poseído, en efecto, algún tesoro? —decía el inspector subiendo la escalera


    24. Respecto al conde, poseído de una viva preocupación que parecía inspirarle la persona de Alberto, apenas probó un bocado de cada plato; hubiérase dicho que al sentarse a la mesa con sus convidados cumplía un sencillo deber de política, y que esperaba su partida para hacerse servir algún plato extraño o particular


    25. El joven Fenner, poseído de un súbito arranque, tomó la delantera y se introdujo en la


    26. Y en aquel trance se sentía poseído del embarazo nacional propio de cuando se encuentra uno ante un cumplido serio y sincero espetado a la manera americana


    27. El aturdimiento de que se sintió poseído impidió encontrar el modo de iniciar la conversación


    28. -¡Déjame, Yáñez! -dijo el pirata, poseído de una viva exaltación-


    29. Poseído por esa esperanza, cabalgó hasta el único sitio en el que, sabía, podía buscar: la casa de tu madre en Carvahall


    30. Con los dedos ella se ponía en la boca las castañas confitadas, sin preocuparse del hilo de almíbar que le corría de la barbilla a los senos, hilo que el profesor miraba desorbitado, jadeando, hasta que no pudo resistirlo por más tiempo y se lanzó sobre esa montaña de carne luminosa y palpitante, dispuesto a lamer el dulce y todo lo demás a su alcance, arrancándose la ropa a tirones, como poseído, hasta quedar también en cueros

    31. Su acción se concentraba directamente en el General, poseído según ella por Satanás, encarnación misma del mal


    32. 241 Ser cobarde y estar poseído por el miedo


    33. En cuanto al ranchero, movía la cabeza de cuando en cuando en señal de admiración, y en su boca enormemente abierta, y en su semblante todo, que presentaba las señales de la petrificación, se traslucía el rústico entusiasmo de que estaba poseído el muy bestia


    34. Ciertamente, ellos habían poseído el secreto de los viajes espaciales, porque las ruinas de sus peculiares ciudades cruciformes se habían encontrado (de todos los lugares posibles): en Mercurio


    35. Ni siquiera los pájaros habían poseído nunca tanta libertad en la tercera dimensión; ésta era la verdadera conquista del espacio


    36. Aunque muchos de los milenaristas fueron impostores, la mayoría había creído sinceramente en sus propias predicciones y, de haber poseído el poder, ¿podría dudarse de que, si Dios no hubiera llegado a cooperar, ellos habrían reorganizado las cosas de modo de cumplir con sus propias profecías?


    37. Aunque había poseído a cientos de mujeres en los meses anteriores, sólo podía amar a Cleopatra


    38. El muchacho no se había fijado en si alguien lo escuchaba, se había creído a solas en el campo abierto y su voz había poseído una fuerza interna y una pureza que le habían conferido una belleza sobrenatural


    39. ¡Entre las caricias le eduqué en sus tiernos años! ¡Y heme aquí ahora triste y desolado por su alejamiento, y con el espíritu poseído de una turbación sin límite!


    40. En cuanto a Hassán, cuando se vió solo en el palacio, se sintió poseído de una gran melancolía; y como se encontraba en la soledad después de la encantadora compañía de sus siete hermanas, se le opri­mió mucho el pecho; y para distraerse y calmar sus penas, empezó a visitar, una tras de otra, las habitaciones de las jóvenes

    41. No bien tuvo en su presencia a Aladino, poseído de un furor in­concebible, no quiso perder el tiempo en preguntarle qué había sido del palacio que guardaba a su hija Badrú'l-Budur, y gritó al portaalfanje: "¡Corta en seguida la cabeza de este impostor maldito!" Y no quiso oírle ni verle un instante más


    42. Y el sultán vió aquello, y temiéndose al­gún acontecimiento funesto se sintió poseído de gran espanto


    43. Y poseído de felicidad, creí que me habían crecido alas, pues me sentía ligero como los pájaros


    44. –¿Alguien? – gritó Ernie, poseído por el pánico-!Está hablando de la jodida Agencia!


    45. Y a veces lo conseguía y podía regresar a la orilla, convertido ya en el resto de un naufragio interior que el mar desprecia, poseído por la necesidad de olerme, de saberme a mí mismo y de poder hallar el reconocimiento preciso en las miradas de los paseantes de la vida; y en la de aquellos otros, los más provectos, o en la de éstos, los de la tierna intención aventurera, creía verme y conseguía, entonces, interpretar de nuevo el mundo y sus misterios y enfrentarme otra vez con la música y construirla; conseguía organizar el universo armónico de una sinfonía dentro de mí mismo y lograba, a la postre, la capacidad de transmitir, desde mi mente a la de los demás, la desaparición del caos original que toda estructura musicalmente perfecta supone


    46. Despidiose el Bailío con efusión concisa, y algo aturdido salió a la calle; mas en cuanto las auras frescas de la noche orearon su frente, sintiose poseído de ardimiento belicoso, y espoleado por febril actividad


    47. Todos los estamentos de la Villa y Corte estaban representados: desde la gente de calidad en los aposentos laterales con ventanas abiertas al recinto, hasta el público llano que atestaba las gradas laterales y el patio con filas de bancos de madera, la cazuela o gradas para las mujeres —ambos sexos estaban separados tanto en los corrales de comedias como en las iglesias—, y el espacio libre tras el degolladero, reservado a quienes seguían en pie la representación: los famosos mosqueteros, que por allí andaban con su jefe espiritual, el zapatero Tabarca, quien al cruzarse con nuestro grupo saludó grave, solemne, muy poseído de la importancia de su papel


    48. Probablemente, si hubiéramos poseído todas las claves, la cripta no se hubiera venido abajo


    49. Con la excepción de Asia Menor (y con la adición de Arabia), era dueño de todo lo que Cosroes II había poseído en el momento culminante de su poder, una generación antes


    50. Dado que la Luna tiene un efecto menor de mareas sobre la Tierra que el de la Tierra sobre la Luna, y puesto que la Tierra posee considerablemente más energía rotacional de la que la Luna ha poseído jamás, el índice de rotación de la Tierra disminuye a un paso mucho más gradual que el de la Luna













































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    poseer in English

    own possess combine

    Синонимы для "poseer"

    unirse abusar forzar detentar usufructuar beneficiarse disfrutar obtener