1.
sintonicen con el mensaje de amor al prójimo y evolución espiritual que traerá
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identifican con la elevación del mensaje, como el del amor al prójimo, pero que no
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agradable y generoso con el prójimo,
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destrucción del prójimo (F
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elvino suavísimo del amor de Dios, arde en amor del prójimo y se afana porsu bien, y
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los deberes para con el prójimo
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lasflaquezas del prójimo, poseía una cualidad rarísima en los que como élsalieron victoriosos de
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Y procediendo como niñas buenas y bien educadas, incapaces de desear lafealdad del prójimo,
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beneficio del prójimo que yojuzgase conveniente
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absorta y como hundida en la contemplación de su Creador, nocuida ya del prójimo ni de las
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—Yo siento siempre los males del prójimo
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había predicado el perdón al enemigo y el amor al prójimo
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prójimo, es medio tan excelente quevale para todos los fines, y hasta estoy por
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loque más le acomode, sin perjuicio del prójimo, por supuesto; pero es átrueque de romperse el alma con
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La proposicion: El amar al prójimo es bueno; se reduceá la primera, porque amar al prójimo es
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La proposicion: el socorrer al prójimo es bueno: sereduce á la anterior, porque socorrer es amar
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la ley natural de compartir la desgracia del prójimo
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en sus relaciones con el prójimo, salvo que mivileza primitiva había cortado las alas de mi
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otro de amordel prójimo; y así fueron grandes los frutos, que hicieron en la
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estabadiscurriendo el modo de molestar al prójimo, había colocado en ladosdistintos de la
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en trazaspara sacar al prójimo su dinero, que lo hicieron digno émulo del
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hacer bien a su prójimo, allenar los deberes de su estado
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los sufrimientos del prójimo
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las miradas del prójimo
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por todo, en laedificación del prójimo
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10 La caridad no hace mal al prójimo: así que, el cumplimiento de la ley
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10 La caridad no hace mal al prójimo, así que el cumplimiento de la ley es
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ponerla enferma, entolerar y hasta hurgar las flaquezas del prójimo, siquiera en algo
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piepara despertar en el prójimo tentación de besarlo; tal era, en
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—Con el chantajista, George; con el extorsionista, con un ser que explota los pecados de su prójimo en beneficio propio
31.
En la playa, jadeando apenas, frotaba a Jacques enérgicamente, entre grandes carcajadas, después se volvía para orinar con brío, siempre riendo y felicitándose del buen funcionamiento de su vejiga, golpeándose el vientre con los «Bueno, bueno» que acompañaban todas sus sensaciones agradables, entre las cuales no establecía diferencias, fuesen de excreción o de nutrición, insistiendo igualmente y con la misma inocencia en el placer que le procuraban, y constantemente deseoso de compartir ese placer con su prójimo, lo que provocaba en la mesa las protestas de la abuela, que admitía que se hablara de esas cosas e incluso lo hacía ella misma, pero «no en la mesa», como decía, aunque tolerase el número de la sandía, fruta con una sólida reputación de diurético, que Ernest adoraba y cuya ingestión empezaba con risas, pícaras guiñadas dirigidas a la abuela, variados ruidos de aspiración, regurgitación y blanda masticación, y después de las primeras mordidas directas de la tajada, toda una mímica en que la mano indicaba varias veces el trayecto que la hermosa fruta rosada y blanca recorrería desde la boca hasta el sexo, mientras la cara exhibía un regocijo expresado con muecas, revuelo de ojos acompañados de «Bueno, bueno
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El condenado Hyans, el Niño-Amor-Libertad, utilizando los métodos de las multinacionales para comer el coco al prójimo
33.
De la misma opinión era el marqués de Tellería, que se hallaba presente, encarnizado enemigo de las utopías, hombre esencialmente práctico, y tan práctico que vivía a costa del prójimo; santo varón que llamaba logomaquias a todo lo que no entendía
34.
—No puede estarse muy seguro de las intenciones del prójimo
35.
La orden «Ama a tu prójimo» es dulce y sin embargo severa: es un recordatorio de nuestras obligaciones para con los demás
36.
La orden «ama a tu prójimo como a ti mismo» es demasiado radical y demasiado enérgica para poder obedecerla, como también lo es la instrucción muy difícil de interpretar de amar a los demás «como yo os he amado»
37.
En esa época Roberto estudiaba medicina y ya tenía la pasión que determinó su existencia de lavar al mundo y redimir al prójimo, y Ana era una de esas jóvenes virginales capaces de embellecerlo todo con su candor
38.
Cuando no estaba trabajando con el soplete y la llave inglesa, se mantenía ocupado en múltiples actividades para la comunidad de pobres donde escogió vivir, de acuerdo a su incurable vocación de servir al prójimo
39.
Carretas de mano, gritos, empellones, zagales jugando a la guerra persiguiéndose entre los puestos armados con rústicas espadas de madera, charcos de orines, mugidos de animales encerrados en pequeñas corraleras valladas, mesillas de tahúres con el socio presto a engañar al menguado prójimo, vigilando a la vez la posible aparición del almotacén{232} o, lo que era peor, del sahib al-suq{233}, que podía dar al traste con el negocio o suministrar a ambos compadres una buena tunda de bastonazos
40.
Por otro lado, a nuestro futuro socio le interesa sobremanera la protección del heredero: ya sabéis la dificultad que entraña ese comercio… Siempre hay algún prójimo que, azuzado por la verde envidia, pues para su solaz tiene únicamente la entrepierna de una parienta impresentable, se dedica a acudir a la iglesia más cercana a denunciar que en su vecindad se mercadea con el virgo de alguna que otra moza
41.
¿Qué quiere decir entonces Antonio, o qué siente, al sentirse responsable de la muerte de Matilda? Antonio cree que sólo Emilia en su extremado e incluso absurdo dolor por la muerte de su amiga está siendo fiel a esta misteriosa idea de que cada cual es responsable de la muerte de su prójimo, en el sentido, al menos, de que no puede serle indiferente
42.
Pues la gente educada no tiene interés, al fin y al cabo, en enterarse de las gaffes sociales del prójimo
43.
Los hombres debían ayudar a su prójimo y traer paz y buena voluntad a la: tierra
44.
Entiende: Es la Conciencia que tú tienes de que en ti, en tu prójimo, está la PRESENCIA DE DIOS!
45.
Los menos obtusos se percataron de que la vida brinda otros goces aparte de rezar cinco veces al día mirando a La Meca y dejarse matar por imponer al prójimo una idea religiosa
46.
El delito de sangre era ideal; la supresión de un prójimo constituía la adhesión más completa del ciudadano al Señor Presidente
47.
En el abismo de aquella soledad, que es al mismo tiempo el abismo del silencio, Jonás se enfrenta a la oscuridad de la muerte, como si la negativa a hablar representara una idéntica negativa a volcarse a su prójimo («Jonás se levantó y huyó de la presencia de Yahvé»)
48.
Quienes se reúnen con intención de pasar un rato agradable, no se preocupan de fastidiar al prójimo, pensó
49.
Orren Boyle realizó uno de dichos sacrificios en favor del prójimo vendiendo a la Oficina de Socorros, para su embarque con destino al Estado popular de Alemania, diez mil toneladas de estructuras de acero, destinadas en un principio al ferrocarril «Atlantic Southern»
50.
el mal del prójimo; y que dicho amor
51.
El autor dice que no desear a la mujer del prójimo es una antigüedad, y Yahvé se disgusta
52.
Codiciar a la mujer del prójimo en la Biblia
53.
Prohibía codiciar a la mujer del prójimo y sus posesiones materiales: el siervo, la esclava, el asno, la casa
54.
Con el paso de los años el mandamiento se desdobló, se prohibió desear a la mujer, y se puso el resto de las propiedades del prójimo en otra ley
55.
De cara al compromiso buscaba, sin fin, el tácito abatimiento del yo del prójimo, aunque él se percató de que ahí se estaba introduciendo una tenue excepción
56.
-¿Ha tomado usted esa resolución con miras de caridad, con ardiente amor del prójimo y ansia verdadera de aliviar las miserias de sus semejantes?
57.
Su silencio era pesado y macizo, impuesto por la secreta conciencia de que si aún andaban sueltos por el mundo se debía, más que a su propia habilidad y maña, al favor y la compasión del prójimo
58.
Lo ajeno era sagrado para ella, y aunque aumentase lo suyo cuanto pudiera a costa del prójimo, jamás llegaba a la absorción de lo que se le confiaba
59.
Semejante vagabundeo se bautiza a sí mismo con el nombre de «amor al prójimo»: con esta expresión se han dicho hasta ahora las mayores mentiras y se han cometido las mayores hipocresías, y en especial lo han hecho quienes caían pesados a todo el mundo
60.
A su cuidado estuvo la cabeza de su querido Clopper mientras yo iba haciendo el tonto por las colinas en busca de un grupo de niños que se pintan solos para fastidiar al prójimo
61.
¿Por qué querrá la gente herir al prójimo? Como si no hubiera suficiente maldad en el mundo, hay que preocupar a la gente con material de este estilo
62.
, un lugar en el que los poderosos legisladores pudieran reflexionar antes de tomar decisiones que afectan al prójimo
63.
¡Así se llamaba su majestad Víctor Manuel III! Y mientras loaba a Dios, que eso significaba literalmente su apellido, se dedicaba a tocarle los cojones al prójimo
64.
Se obligó a ello, porque la fatalidad de algunas personas, las desgracias del prójimo en general y los conflictos de familia en particular disparaban su natural locuacidad
65.
Hacía entonces examen de conciencia, pero siempre llegaba a la conclusión de que ella amaba al prójimo, a todo el prójimo, incluida Oneka, pero su criada era un ser imperfecto, rebelde y debía doblegarla, conseguir la salvación de su alma
66.
No tanto por amor al prójimo, sino porque eso estaba lisa y llanamente prohibido en aquel centro financiero internacional que era Shanghai
67.
Castaneda insistió en que sí, y Don Juan le preguntó «¿por qué?» Porque me preocupa el bienestar de mi prójimo
68.
Algunas habían apuntado fuera de las honduras de la situación política; otras se las habían echado encima las pasiones ajenas; otras aún —y eran las más punzantes— habían germinado en su propio interior, es decir de sus irracionales reacciones sobre la política y los caprichos del prójimo (llamaba «caprichos» cuando estaba irritado, lo que cuando se hallaba tranquilo denominaba «pasiones»), y pasaba revista a diario a estas preocupaciones, las hacía maniobrar, formar en columna, o desplegarse en fila sobre la plaza de armas de la propia conciencia esperando descubrir en sus evoluciones cualquier sentido de finalidad que pudiera tranquilizarlo, y no lo conseguía
69.
Respetaba demasiado la opinión del prójimo y yo no le había requerido la suya
70.
–¡El prójimo!-gritó- ¿Ahora me vienes con la historia del prójimo? ¿Y cuándo has pensado tú en el prójimo?
71.
Tras él tomó la palabra el canónigo Liotta, quien dijo que el pueblo de Castro merecía ser elogiado por la moderación y el buen sentido y la concordia, de los cuales daba prueba y ejemplo: auspicio de un guía del destino mejor, sin duda, que «acaso se erija e toda Sicilia», y puso fin a sus palabras diciendo que sólo el temor a Dios y el respeto al prójimo podían otorgar una justa felicidad a los sicilianos
72.
El obispo dijo que por boca del barón hablaba el sentido común, y, aunque en principio, dadas su ansiedad y su paternal preocupación, estaba de acuerdo con el caballero Melisenda, no podía por menos que aconsejar el pago; es muy loable tener fe en los principios morales y en los principios de la dignidad, pero a veces los méritos celestiales se conquistan mediante el sacrificio de tales principios por el bien común, por el amor al prójimo
73.
Puede que fuera el de-tallito que me faltaba en las ocasiones donde lo fundamental es impresionar al prójimo
74.
Tal vez no habría salido airoso de la situación si la mujer, que hasta aquel momento se había limitado a contemplar la escena con la altivez con que las personas guapas, ricas y educadas ven al prójimo meter el remo, no hubiera intervenido para decir:
75.
Se regodeaba realmente con el sentimiento de ser considerado una especie de ser superior en cuyas manos se halla el bienestar y el dolor del prójimo
76.
Tras el desprecio flagrante y la furia del inspector Flint, los abusos y oprobios que se habían amontonado sobre él durante una semana, ¿quién necesitaba ya de la aprobación del prójimo? Podían guardarse sus opiniones sobre él
77.
Variaciones sobre el tema del amor al prójimo
78.
La posibilidad de seleccionar citas a discreción en los tres libros del monoteísmo hubiese podido dar buenos resultados: bastaba con transformar la prohibición deuteronómica de matar en un absoluto universal sin tolerar ninguna excepción, con poner de relieve la teoría evangélica del amor al prójimo, prohibiendo todo lo que contradijera ese imperativo categórico y con apoyarse por entero en el sura coránico según el cual asesinar a un hombre es equivalente a eliminar a la humanidad entera, para que, de pronto, las religiones del Libro se volvieran recomendables, benévolas y deseables
79.
Como se puede comprender, la gente era más bien reacia a acusar al prójimo, pues al hacerlo corrían el riesgo de que el caso se volviera contra ellos
80.
–Tampoco imaginaba yo que las ejecutivas se escapaban del trabajo a media mañana para sentarse a la sombra de un árbol -dije, por secundarla en su aproximación superficial a la realidad del prójimo
81.
Usted sabe que los de las togas negras no son muy considerados con el dolor del prójimo
82.
Partiendo prácticamente de cero, la emprendedora pareja trabajó en la comunidad, ayudó al prójimo y se comportó siempre como un matrimonio de ciudadanos ejemplares
83.
A cambio de la discutible recompensa de vivir en paz con el prójimo, Diddy se ha tragado el anzuelo podrido, y ha convertido en su propia verdad las viejas mentiras en cuanto a la bondad o maldad de un acto
84.
—Estas tumbas, lo veo muy bien, denotan la existencia del prójimo —dijo él—
85.
El primo Feramor no era más que un figurón, una inteligencia secundaria, petrificada en las fórmulas del positivismo, y barnizada con la cortesía inglesa; Consuelo y María Ignacia dos fantochonas, en las cuales se encontraba la comadre vulgarísima, a poco que se rascara la delgada costra aristocrática que las cubría; mujeres sin fe, sin calor moral, ignorantes de todo lo grave y serio, instruidas tan sólo en frivolidades que las conducirían al desorden, al vicio mismo, si no las atara el miedo social, y las posiciones de sus respectivos maridos; la Marquesa de San Salomó una cursi por [213] todo lo alto, queriendo hacer grandes papeles con mediana fortuna, echándoselas de mujer superior porque merodeaba frases en novelas francesas, y tenía en su tertulia media docena de señores entre políticos y literarios que poseían cierto gracejo para hablar mal del prójimo; Zárate un sabio cargante, que coleccionaba nombres de autores extranjeros y títulos de obras científicas, como los chicos coleccionan sellos o cajas de fósforos; Jacinto Villalonga un político corrompido, de esos que envenenan cuanto tocan, y hacen de la Administración una merienda de blancos y negros; Severiano Rodríguez otro que tal, mal revestido de una dignidad hipócrita; el general Morla un Diógenes cuyo tonel era el casino; el Marqués de Casa-Muñoz un ganso, digno de morar en los estanques del Retiro; y por este estilo todos cuantos en otro tiempo le movían a envidia o a estimación, se degradaban a sus ojos hasta el punto de que él, José Antonio de Urrea, mirado con menosprecio y lástima, se conceptuaba ya superior a todos ellos
86.
Mientras la utilidad que domine en los juicios morales de valor sea sólo la utilidad del rebaño, mientras la mirada esté dirigida exclusivamente a la conservación de la comunidad, y se busque lo inmoral precisa y exclusivamente en lo que parece peligroso para la subsistencia de la comunidad: mientras esto ocurra, no puede haber todavía una «moral del amor al prójimo»
87.
En definitiva, el «amor al prójimo» es siempre, con relación al temor al prójimo, algo secundario, algo parcialmente convencional y aparente-arbitrario
88.
Cuando la estructura de la sociedad en su conjunto ha quedado consolidada y parece asegurada contra peligros exteriores, es este temor al prójimo el que vuelve a crear nuevas perspectivas de valoración moral
89.
La espiritualidad elevada e independiente, la voluntad de estar solo, la gran razón son ya sentidas como peligro; todo lo que eleva al individuo por encima del rebaño e infunde temor al prójimo es calificado, a partir de este momento, de malvado (böse); los sentimientos equitativos, modestos, sumisos, igualitaristas, la mediocridad de los apetitos alcanzan ahora nombres y honores morales
90.
—Mira en tu propio corazón, y en el de tu prójimo
91.
De nuevo está allí el peligro, padre de la moral, el gran peligro, esta vez trasladado al individuo, al prójimo y amigo, a la calle, al propio hijo, al propio corazón, a todo lo más intimo y secreto del deseo y de la voluntad: ¿qué habrán de predicar ahora los filósofos de la moral que por este tiempo aparecen en el horizonte? Descubren, estos agudos observadores y mozos de esquina, que ahora se camina rápidamente hacia el final, que todo lo que los rodea se corrompe a sí mismo y corrompe a otros, que nada se mantiene en pie hasta pasado mañana, excepto una sola especie de hombres, los incurablemente mediocres
92.
– ¡Pero es difícil de predicar esa moral de la mediocridad! – ¡no le es lícito, en efecto, confesar nunca lo que es y lo que quiere! Tiene que hablar de moderación y de dignidad y de deber y de amor al prójimo, – ¡tendrá necesidad de ocultar la ironía! –
93.
Su peculiar bondad, de alto linaje, para con el prójimo sólo es posible cuando él está en su altura y ejerce dominio
94.
En su lugar, sermoneó a los habitantes de la ciudad muy a menudo sobre la necesidad de seguir los dictados del Creador, sacrificando lo que tenían por el bien de su prójimo, la Orden Imperial y su amador emperador
95.
Al final, sólo piensan en sus pellejos, no en su prójimo
96.
¡Ninguna consideración por los derechos del prójimo! ¡Cierre ese transmisor y considérese sin salidas durante todo el mes próximo!
97.
El principio fundamental de la doctrina económica, a saber que el precio resulta del equilibrio entre la oferta y la demanda, ha sido despreciado por ellos de todo cora zón, y han condenado los actos de los que sacan partido de las circunstancias como una explotación cínica de la miseria del prójimo
98.
Ha habido una explotación aún más criminal a sus ojos: la del tiempo, ese delito que consiste en hacerse pagar una prima por el sencillo transcurso del tiempo; dicho de otra manera: el interés, y abusar así, para su propia ventaja y a costa del prójimo, de una institución divina, valedera para todos: el tiempo
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¿No era ese un concepto burgués y un utilitarismo de filisteo que hacía depender la verdad del interés del hombre? Visto de cerca, no había aquí una objetividad de hierro, había mucha más libertad y subjetivismo de lo que Leo Naphta creía, a pesar de que eso fuese política dentro de una fórmula muy parecida a la de Settembrini, según la cual «la libertad era la ley del amor al prójimo»