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    ávido


    1. hombre, que el de un pueblo laborioso, inteligente y ávido


    2. El padre comía mientras tantocon ávido silencio,


    3. gastado, aquelescéptico ávido y lascivo bajo su corrección altanera, y el


    4. gesto ávido de los comilones


    5. personal, más certero en asestar el golpe, más ávido ehipócrita, encubriendo mejor sus alevosas


    6. con ellos a la casapaterna, tomó el caminito de Fez, ávido de ver


    7. intermitente que leproporcionaba las emociones de que era tan ávido su endeble


    8. A ella le costaba reconocer en ese joven enamorado y dulce que reía y retozaba en una inacabable bacanal, al revolucionario ávido de justicia que aprendía, en secreto, el uso de las armas de fuego y las estrategias revolucionarias


    9. Mientras se disponían los elementos necesarios para la expugnación de Labraza, pasó Espartero a Viana, donde estuvo dos días, y de allí a Logroño, ávido de un breve [124] descanso en su casa


    10. La Numancia vio subir a su cubierta y penetrar en sus cámaras y sollados al Almirante Pareja, hombre de mediana estatura, delgado, con patillas blancas, de continente grave y maneras muy [135] corteses; a don Miguel Lobo, Mayor General, gran náutico y geógrafo, hombre de ciencia y de voluntad; a don Claudio Alvargonzález, curtido y fosco, de barba erizada y ojos fulgurantes, el primer lobo de mar de España; a don Juan Topete, corazón fuerte, ávido de pelea y gloria; a don

    11. Despertaba una nueva raza de empresarios de ojo ávido, que contemplaban el mundo como una tarta expuesta a la voracidad del más osado


    12. ¡Recuerda! que el Tiempo es un jugador ávido


    13. El hombre, tirano goloso, lascivo, duro y ávido,


    14. Luego entró en la casa, ávido por darse una ducha lo más caliente que pudiera soportar


    15. Y lo contemplé ávido, intentando descubrir el cinismo y la imaginación poética que no había sido capaz de detectar en las anteriores y numerosas conversaciones


    16. ¡La obra de una vida! Primero las investigaciones relativas a la pregunta: ¿De dónde toma la tierra nuestro alimento? Perro joven, ávido de vida, renuncié a todos los goces, evité toda diversión, sepulté la cabeza entre las patas ante las tentaciones y me puse a trabajar


    17. Dahlmann había conseguido, esa tarde, un ejemplar descabalado de Las mil y una noches, de Weil; ávido de examinar ese hallazgo, no esperó que bajara el ascensor y subió con apuro las escaleras; algo en la oscuridad le rozó la frente: ¿un murciélago, un pájaro? En la cara de la mujer que le abrió la puerta vio grabado el horror, y la mano que se pasó por la frente salió roja de sangre


    18. Si retrasaba el instante de la ejecución era a causa de su ávido deseo de averiguar el punto de destino del guerrero, pero la dilación tuvo su recompensa cuando, de súbito, apareció a la vista una amplia explanada, en uno de cuyos extremos se alzaba un buen número de extrañas guaridas


    19. Por ejemplo: ¿cuál debía ser el destino social de esas riquezas?, ¿acaso la superproducción de metales en manos de un príncipe ávido no podía provocar el colapso de la economía de una región o incluso de un país entero? Sin duda


    20. A la luz de la sospechada gran audiencia, la intención de la profesora Curry de llevar a cabo una producción enteramente no-mágica, del tipo muggle, se vio eclipsada por el ávido y creciente deseo de producir un espectáculo sensacional

    21. Por fin había llegado el momento: acabaría con la vida del maldito hijo de puta, y lo haría delante de un público numeroso y ávido de emociones fuertes, pero Velasco llevaba puesto un peto de armas ajustado y, aunque sin sobaqueras en los guardabrazos, no permitió el paso de la pica a través de la axila y sólo pudo clavarle la punta en el cuello y derribarlo del caballo


    22. Encogidos bajo sus sombreros parecían fugitivos a una escala imponente, seres de los que el sol estuviera ávido


    23. Es el toc toc ávido de mi madre


    24. ¿Dónde estaba Cecilia? Deambulaba por la periferia, sin hablar con nadie, sin dejar de fumar, levantando el cigarrillo hasta los labios con un movimiento ávido y veloz, y luego apartándolo con espasmódico asco


    25. Conrad se quedó muy quieto, consciente de que López lo observaba con ávido interés, al igual que Kreigel y Marcus


    26. El Comandante bajó con Franco, los recibió una hermosa morena de ojos aceitunados, Comandante, ¿cómo le fue? Supe que lo internaron en un hospital de Houston para operarle la úlcera, Ya estoy bien, ¿no se me nota?, ¿Cuándo llegó?, Hace tres horas, ¿No debería estar convaleciendo? Está usted lívido, Eso hago, solamente que fui a revisar unos asuntos y no aguanté las ganas de verla, Favor que me hace, comandante, cuídese, no olvide que las recaídas son peligrosas, ¿van a comer?, Mascareño la observó ávido, Comer quisiera, ella sonrió con coquetería y sonó el teléfono, la muchacha levantó el auricular: Es para usted, Comandante; Mascareño tomó el aparato y la mano, Esos ojos me matan Melita: Bueno, era la voz del Cholo: Se la voy a poner fácil Comandante, estaba irritado y nervioso, A ver: soy todo oídos, Vaya al Mercado Buelna, en la esquina de Juárez y Granados está una mujer chaparrita en un Renault blanco, ella le va a entregar trescientos mil dólares para que me suelte al muchacho, Mascareño comenzó a reírse: Nada pescadito, creí que era más listo: o me entrega la casa o su amigo se pudre en el campo militar número uno, Santos tragó saliva, Está bien comandante, usted gana, la casa es suya, ¿Y los papeles?, Vea al licenciado Ugarte, tiene su despacho en La Lonja, ¿qué me dice del muchacho?, Lo dejaré libre en cuanto vea los papeles, colgó y se dirigió a la chica, ¿En qué quedamos?, ella enrojeció: Ya le dije la otra noche, no puedo, Conste que le hice caso, me operé y todo eso que me pidió, Es por su bien, Ojalá y fuera también por el suyo, volvió a sonar el teléfono y Mascareño abandonó el lugar


    27. Hombre de pocas necesidades, vivía oscuramente y sin ambición, contentándose con su ascenso cada seis o siete años, ni ávido de ventajas, ni temeroso de cesantía, pues era de esos pocos a quienes, por su conocimiento práctico, cominero y minucioso de los asuntos oficinescos, no se les limpia nunca el comedero


    28. Ciertamente el abad parecía tenso, ávido de noticias


    29. Un rico comerciante en agua, ávido por encontrar el favor de alguien que quizá fuera pronto elegido para el Consejo, condujo personalmente el caballo de Elric a lo largo de las elegantes calles e impresionantes avenidas hasta que llegaron ante el gran palacio, todo dorados y verdes desvaídos, de lord Gho Fhaazi


    30. Siempre me ha gustado andar de un lado para otro, hasta hartarme, por la misma calle, sintiéndome al final del paseo casi extenuada, pero con el ánimo aún fresco y ávido como en una feria cuyas sorpresas no terminan nunca

    31. Se ha levantado un fuerte bufido (suena como si fuera la aspiradora de Dios), y el fuego, ávido de oxígeno, inhala todo el aire bueno para llenar su único pulmón ponzoñoso


    32. Pero la tétrica soledad fue el ambiente en que resurgió su grande espíritu con pujantes bríos, decidiéndose a afrontar la situación en que le ponían los hechos humanos y determinando en su voluntad la querencia de mejor vida, conforme a inveterados anhelos de su alma No salía ya de su oscura madriguera sino al amanecer, y se encaminaba por la Puerta de Toledo, ávido de ver y gozar los campos de Dios, de contemplar el cielo, de oír el canto matutino de las graciosas avecillas, de respirar el fresco ambiente Y recrear los ojos en el verdor risueño de árboles y praderas, que por abril y mayo, aún en Madrid, encantan y embelesan la vista


    33. Ya no es un ángel, solo un animal ávido de carne


    34. Nuestra Europa de hoy, escenario de un ensayo absurdo y repentino de mezclar radicalmente entre sí los estamentos y, en consecuencía, las razas, es por ello escéptica tanto arriba como abajo, exhibiendo unas veces ese móvil escepticismo que salta, impaciente y ávido, de una rama a otra, y presentándose otras torva cual una nube cargada de signos de interrogación, – ¡y a menudo mortalmente harta de su voluntad! Parálisis de la voluntad: ¡en qué lugar no encontramos hoy sentado a ese tullido! ¡Y a menudo, incluso, muy ataviado! ¡Qué seductoramente engalanado! Para esta enfermedad existen los más hermosos vestidos de gala y de mentira; y que, por ejemplo, la mayor parte de lo que hoy se exhibe a sí mismo en los escaparates como «objetividad», «cientificismo», 1'art pour 1'art, «conocer puro, independiente de la voluntad», no es otra cosa que escepticismo y parálisis de la voluntad engalanados, – ése es un diagnóstico de la enfermedad europea del que yo quiero salir responsable


    35. Pero como le desesperaba la idea de que iba a darle a un oscuro general ávido de gloria un fait acompli, es decir, una isla conquistada donde ya estaría instalado un gobernador nombrado por Su Majestad, y como su ansiedad -era similar a la que tenía yo por hacerme a la mar antes de que los franceses pusieran a flote la Minerva y la Bellone (hay rumores de que alguien, un monárquico o un papista, o ambas cosas, les estropeó los fondos con una máquina infernal, pero me cuesta creer que incluso un extranjero pueda ser tan malvado), pues, también hice caso de esa quimera


    36. Además, pensaba que algunos de sus compañeros radicales sabían muy bien cómo hacer dinero y estaba deseoso, o más bien ávido, de riquezas


    37. Pero, en todos los tiempos, el hombre ávido de grandes sentimientos ha dispuesto de medios para embriagarse y entusiasmarse, y, entre ellos, uno de los medios clásicos, un remedio «in folio», si se me permite que me exprese así, es el vino, un presente de los dioses al hombre, como ya dijeron los antiguos pueblos humanistas


    38. ¿Cómo era posible que estuviera libre en un momento como ese, cómo se las había arreglado para atravesar el gran puerto ávido de marineros sin haber sido reclutado? Sería inútil preguntarle; respondería con un montón de mentiras


    39. Los ojos de él bailotearon sobre ella como los de un animal ávido de alimento


    40. Pasó bajo el hueco abierto en el techo de la caponera, respirando ávido el aire del exterior, y luego prosiguió por la estrecha galería, bien apretados los dientes y contenido el aliento, hasta que vio clarear la boca del pasadizo por encima de los hombros y la cabeza del camarada que lo precedía

    41. De la parte delantera llegó un ávido murmullo


    42. Una noche hojeé mis cuadernos de notas, exhumé el recuerdo del hombrecillo ávido pero sin poder, y me dije: «¿Por qué no? ¿Será la solución que ha encontrado para tomar el poder?»


    43. Además, ¿no eran precisamente todos aquellos pormenores sobre Albertine los que quería averiguar yo de todos y cada uno? ¿No había sido yo quien, para conocerlos al detalle, había pedido a Saint-Loup, reclamado por su coronel, que acudiese a toda costa a mi casa? ¿No había deseado conocerlos yo, o, mejor dicho, mi dolor ansioso, ávido de crecer y nutrirse de ellos? Por otra parte, SaintLoup me había dicho que se había llevado la grata sorpresa de encontrarse, única persona conocida suya y que le había recordado el pasado, a una antigua amiga de Rachel, una bonita actriz que veraneaba por los alrededores


    44. Con todo, no tardó en oírse el ávido y crepitante rugir del fuego


    45. Y también, y esto es más curioso todavía, en la habitación de Peet apareció otra de las características sorprendentes de su personalidad: un ávido interés por los castillos, palacios y esplendores de París y de sus alrededores; sobre todo por Versalles


    46. Intimidaban a las niñas, pero también las excitaban, porque ése era otro recuerdo: el olor a traspiración y cuero sin curtir, los besos duros tras la máscara alzada y el ávido encuentro de los cuerpos


    47. El pago se había demorado en exceso, y su cuerpo estaba ávido del tributo


    48. arte perseguidor con fiebre y congoja de la forma fugaz y rara vez aprehensible; atormentado por feroces apetitos mentales; ávido del goce estético, de esa inmaterial cópula con la cual verdad y belleza se reproducen y hacen familias, generaciones, razas! También las ideas son una especie inmortal que habla con briosos instintos en las entrañas del artista, diciéndole: «propágame, auméntame»


    49. Ramón, ávido de conocer las noticias sobre México, se sentó aparte con Diógenes Mayorga, el capitán del barco, quien se derramó en explicaciones burocráticas sobre los motivos de su demora en llegar a la isla, y luego puso una alargada cara de circunstancias:


    50. Ella le conminó sañudamente, pero Kane guardó silencio con sus ojos profundos y sombríos clavados en su rostro, mientras el salvaje resplandor se desvanecía en los ojos de ella, sustituido por un interés ávido y asombrado














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