1.
No tengo el coraje de abandonar todo e irse a vivir en una ermita
2.
Cómo fue la cocaína pesado, un presagio de coraje y un enemigo jurado de la tranquilidad, sin embargo, tan cerca de la comunidad hippie
3.
Debería aceptar, es que es; y coraje, abro los ojos y ver una puerta
4.
Sin más coraje que los brazos y las piernas
5.
Danos el coraje de aceptar la verdad, aunque la diga un enemigo, aunque la diga un subordinado
6.
El aporte de los docentes y estudiantes de izquierda fue decisivo en la praxis: con valentía y coraje, criticaron el statu quo, impulsaron el cambio en la Escuela de Historia y Geografía y participaron en diversas protestas en el campus y fuera de él
7.
- La cuestión que queda por discutir requiere una buena dosis de coraje: ¿En la era de los medios masivos de comunicación el parlamento está en condiciones de cumplir con esta tarea?
8.
Él me miró con coraje pero con respeto a la vez
9.
—Pues dice la abuela que se han de poner morados de coraje cuando te escuchan en el radio —con este comentario sí que hice reír al abuelo—
10.
El viaje desde Troya hacia Itaca es un recorrer con coraje este laberinto interno para desanidar a los monstruos y liberarse del odio, de las pasiones y de las pretensiones
11.
La plegaria es la acción energizante que le permite al Yo superar sus miedos y darse el coraje, que no tiene todavía, para tomar las decisiones justas
12.
Son pocos los que tienen el coraje de actuar así
13.
Ulises se caracteriza, entre otras cosas, propio por su coraje en atravesar todos los traumas relacionados con su dependencia y con su complicidad con la madre y por su decisión de querer alcanzar plenamente la dimensión del mundo paterno
14.
Dicho coraje requiere la voluntad de desafiar el poder materno y todas sus amenazas de muerte y requiere la necesidad de tener que pagar el precio de esta ardua empresa
15.
ocasión, soltando la reserva de coraje yviolencia para los casos extraordinarios, se hubiera descarado
16.
Vista la viga a tiempo, la empresano es extraordinaria, porque la pala de un hombre de coraje, recostadoo halando de un pieza de 10 x 40, vale cualquier remolcador
17.
lasangre fría y la calma triunfantes del entusiasmo y del coraje
18.
dudo que se devorarían, dada la rabia y el coraje con quese
19.
Y comiéndose los labios de coraje, métese el Tuerto en su buhardilla ycierra la puerta del balcón
20.
les faltan las fuerzas o el coraje
21.
otros sirvientes lo miraron con una combinación de respeto por su coraje y vergüenza por su
22.
relampagueaba el coraje, y elreprensor, con cierta consideración temerosa, medía el alcance de
23.
Ni el coraje
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deinsolencias y denuestos, replicó con coraje:
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Era el gran pasaje de su vida y se complacía en perpetuar su doble saborde coraje y
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la delación y delriesgo, perorando aún con más vivo coraje cuando se hallaban
27.
conoció elterror, un terror sobrenatural, un terror por encima del coraje delhombre
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esfuerzo y coraje en las batallas
29.
Con el coraje que cualquiera puede suponer me lancé a ellos, diciendo envoz alta,
30.
Y comiéndose los labios de coraje, métese el Tuerto en su buhardilla ycierra la
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podían aspirar los que tenían voluntad y coraje
32.
los másilustrados, colocando el coraje por encima de todas las
33.
las tazas del café chocaban furiosas contra losplatillos; don Manuel, trémulo de coraje, vertía el
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en ellos el coraje del hombre de mar, pero sinjactancia ni
35.
El pintor se mordió los labios de coraje
36.
accesode coraje tal, que todos en la casa creyeron llegada su
37.
Perdieron con este género de armas su nativo coraje los
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veces el coraje y aliento delos Chiquitos, se detuvieron y
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como puede, con suhabilidad o su coraje, sin que le valgan recomendaciones de la
40.
desilusiones, donde todo era puraleyenda, hasta el coraje de los héroes!
41.
combatientes, encendidos en marcial coraje? ¡Gloriosa muerte la de los unos, y gloriosísima
42.
coraje para romper el yugo
43.
coraje que la primera, porque las heridas no restañadasavivan la furia en el alma de los
44.
El viaje en sí no requerirá dinero, sólo coraje y buena suerte
45.
–Si tú puedes proporcionar la buena suerte, yo tengo el coraje -afirmó
46.
El codon no tenía ninguna necesidad de moverse en manadas ya que en tamaño, fuerza, ferocidad y coraje era un peligroso enemigo para cualquier criatura que pretendiera acabar con él, con la posible excepción del mamut, y ésta gran bestia sólo se movía en manadas
47.
Todos saben que fuiste el único que tuvo el coraje de enfrentarse a Robespierre
48.
Durante aquellos meses de suplicio personal y estertores políticos Carrillo ni siquiera evitó el ademán exasperado de usar el recuerdo del 23 de febrero para defenderse de los rebeldes del PCE (o para atacarlos): lo hizo en reuniones donde sus camaradas le abucheaban -«Si el teniente coronel Tejero no consiguió que me tirara al suelo, menos van a conseguir que me calle aquí», dijo entre el griterío de un acto celebrado el 12 de marzo del 81 en Barcelona- y lo hizo en reuniones de los órganos del partido, recriminándoles a los dirigentes que la noche del golpe quedaron a cargo de la organización su ineptitud o su falta de coraje para responder con movilizaciones populares al levantamiento del ejército; tal vez también lo hizo (o al menos así lo sintieron sus detractores) favoreciendo un cuadro del pintor comunista José Ortega que le retrata erguido en el hemiciclo del Congreso durante la tarde del 23 de febrero, mientras el resto de los diputados salvo Adolfo Suárez y Gutiérrez Mellado -en el lienzo dos figuras modestas comparadas con la figura panorámica del secretario general- se protegen bajo sus escaños de los disparos de los golpistas
49.
Persuadido por éstos de que la operación contaba con el beneplácito del Rey, en los minutos previos al golpe el jefe de la Brunete, general Juste, había dado orden de salir hacia Madrid a todas sus unidades, pero antes de las siete, tras hablar con la Zarzuela y recibir órdenes tajantes del general Quintana Lacaci -su inmediato superior jerárquico-, Juste había dado la contraorden; muchos jefes de regimiento seguían sin embargo mostrándose renuentes a obedecerla y algunos de los más fogosos -el coronel Valencia Remón, el coronel Ortiz Call, el teniente coronel De Meer- buscaban excusas o coraje con que sacar sus tropas a la calle, seguros de que bastaba poner un carro de combate en el centro de Madrid para disipar los escrúpulos o las vacilaciones de sus compañeros de armas y decidir el triunfo del golpe
50.
El 15 de junio de 1969, siendo todavía gobernador civil de Segovia, cincuenta y ocho personas murieron sepultadas bajo los cascotes de un restaurante situado en la urbanización de Los Ángeles de San Rafael; la tragedia fue el producto de la avaricia del propietario del restaurante, pero lo normal es que hubiera salpicado políticamente a Suárez, sobre todo en un momento en que la batalla que en el interior del régimen libraban falangistas y opus deístas estaba llegando a su punto álgido; Suárez consiguió no obstante salir reforzado de la catástrofe: durante semanas los periódicos no cesaron de elogiar la serenidad y el coraje del gobernador civil, quien según repitieron las crónicas llegó al lugar de los hechos poco después del derrumbamiento, se hizo cargo de la situación y se puso a sacar heridos de los escombros con sus propias manos, y a quien poco después el gobierno condecoró por su comportamiento con la Gran Cruz del Mérito Civil
51.
Desde el primer momento el pícaro sin escrúpulos interpreta con aplomo el papel del aristócrata de izquierdas, y todo cuanto ve o experimenta en la cárcel parece ayudarle en su interpretación, sacudiendo su conciencia: el mismo día de su llegada lee en las paredes de su celda los mensajes póstumos de los partisanos fusilados; los prisioneros se ponen a sus órdenes y lo tratan con el respeto que merece quien personifica para ellos la promesa de una Italia en libertad, le preguntan por parientes y amigos que lucharon en unidades bajo su mando, bromean sobre el destino desdichado que les aguarda, le ruegan sin palabras que les infunda ánimos; uno de los presos que frecuenta Bardone se suicida antes que convertirse en delator; para afincarle en su papel de De la Rovere, más tarde los alemanes torturan al propio Bardone, lo que a punto está de encender un motín entre sus compañeros de cautiverio; más tarde todavía Bardone recibe una carta de la condesa De la Rovere en la que la mujer del general intenta confortar a su marido asegurándole que sus hijos y ella se encuentran bien y sólo piensan en ser dignos de su coraje y su patriotismo
52.
Es verdad que es un gesto de coraje y un gesto de gracia y un gesto de rebeldía, un gesto soberano de libertad y un gesto histriónico, el gesto de un hombre acabado que concibe la política como aventura y que intenta agónicamente legitimarse y que por un momento parece encarnar la democracia con plenitud, un gesto de autoridad y un gesto de redención individual y tal vez colectiva, el último gesto puramente político de un político puro, y por eso el más violento; todo esto es verdad, pero también es verdad que por algún motivo ese inventario de definiciones no satisface ni al sentimiento ni al instinto ni a la inteligencia, como si el gesto de Suárez fuera un gesto inagotable o inexplicable o absurdo, o como si contuviera infinitos gestos
53.
Hace unos días, por ejemplo, pensé que el gesto de Suárez no era en realidad un gesto de coraje, sino un gesto de miedo: me acordé de un torero que decía que sólo se emocionaba hasta el llanto toreando, no por lo bien que lo hiciera, sino porque el miedo le hacía vencer al miedo, y me acordé al mismo tiempo de un poeta que dijo de un torero que salía muerto de miedo a la plaza y que, como estaba muerto, ya no le tenía miedo al toro y era invulnerable, y entonces pensé que en aquel instante Suárez estaba tan quieto en su escaño porque estaba emocionado hasta el llanto, bañado en lágrimas por dentro, muerto de miedo
54.
Afortunadamente, era un joven robusto y el coraje no formaba parte de sus carencias
55.
Pero una vez cosidos los puntos y puesto el vendaje, el médico le extendió, junto con un cordial, una patente de coraje
56.
Pero, sobre todo, les hablaba de la guerra, todavía muy cercana y que había hecho durante cuatro años, de los padecimientos de los soldados, de su coraje, de su paciencia y de la felicidad del armisticio
57.
Con angustia, se preguntaba cuándo saldría de aquel estado confuso en el que se había precipitado en cuestión de pocas horas y si alguna vez encontraría el coraje para enfrentarse al mundo que lo rodeaba
58.
Los mahoneses del Sahel, los alsacianos de las altas mesetas, con esa isla inmensa entre la arena y el mar, que ahora empezaba a cubrir un enorme silencio, es decir, el anonimato, al nivel de la sangre, del coraje, del trabajo, del instinto, a la vez cruel y compasivo
59.
La ayudaba y luego volvía bajo la lámpara, poniendo sobre el hule liso y desnudo el libro voluminoso que hablaba de duelos y de coraje, mientras su madre, sacando una silla fuera de la luz de la lámpara, se sentaba junto a la ventana en invierno, o en verano en el balcón, y miraba circular los tranvías, los coches y los transeúntes, que iban raleando poco a poco
60.
Se encerraba en la angustia, en ese miedo pánico que lo había invadido frente a la noche y a la muerte espantosa, encontrando en el orgullo, y sólo en él, una voluntad de coraje que terminó por hacer las veces de coraje
61.
—Está bien —comentaba el tío Ernest encantado—, tiene coraje
62.
Y ese movimiento ciego que nunca había cesado, que experimentaba aún ahora, fuego negro enterrado en él como uno de esos fuegos apagados en la superficie pero que en el interior siguen ardiendo, desplazando las fisuras y las torpes agitaciones vegetales, de suerte que la superficie fangosa tiene los mismos movimientos que la turba de los pantanos, y de esas ondulaciones espesas e insensibles seguían naciendo en él, día tras día, los más violentos y terribles de sus deseos, así como sus angustias desérticas, sus nostalgias más fecundas, sus bruscas exigencias de desnudez y sobriedad, su aspiración a no ser nada, sí, ese movimiento oscuro a lo largo de todos estos años estaba de acuerdo con aquel inmenso país que lo rodeaba, cuyo peso, siendo niño, había sentido, con el inmenso mar delante, y detrás ese espacio interminable de montañas, mesetas y desierto que llamaban el interior, y, entre ambos, el peligro permanente del que nadie hablaba porque parecía natural, pero que Jacques percibía cuando, en la pequeña finca de Birmandreis, con sus habitaciones abovedadas y sus paredes encaladas, la tía recorría los cuartos en el momento de acostarse para ver si estaban bien corridos los cerrojos de los postigos de gruesa madera maciza, país donde se sentía como si allí lo hubieran arrojado, como si fuera el primer habitante o el primer conquistador, desembarcando allí donde todavía reinaba la ley de la fuerza y la justicia estaba hecha para castigar implacablemente lo que las costumbres no habían podido evitar, y alrededor aquellos hombres atrayentes e inquietantes, cercanos y alejados, con los que uno se codeaba a lo largo del día, y a veces nacía la amistad o la camaradería, pero al caer la noche se retiraban a sus casas desconocidas, donde no se entraba nunca, parapetados con sus mujeres, a las que jamás se veía, o si se las veía en la calle, no se sabía quiénes eran, con el velo cubriendo la mitad del rostro y los hermosos ojos sensuales y dulces por encima de la tela blanca, y eran tan numerosos en los barrios donde estaban concentrados, tan numerosos, que simplemente por su cantidad, aunque resignados y cansados, hacían planear una amenaza invisible que se husmeaba en el aire de las calles ciertas noches en que estallaba una pelea entre un francés y un árabe, de la misma manera que hubiera estallado entre dos franceses o entre dos árabes, pero no era recibida de la misma manera, y los árabes del barrio, con sus monos de un azul desteñido o sus chilabas miserables, se acercaban lentamente, desde todas partes, con un movimiento continuo, hasta que la masa poco a poco aglutinada expulsaba de su espesor, sin violencia, por el movimiento mismo que lo reunía, a los pocos franceses atraídos por algunos testigos de la pelea, y el francés que luchaba, retrocediendo, se encontraba de pronto frente a su adversario y a una multitud de rostros sombríos y cerrados que le hubieran despojado de todo su coraje si justamente no se hubiese criado en ese país y no supiera que sólo el coraje permitía vivir en él, y entonces hacía frente a esa multitud amenazadora y que, no obstante, no amenazaba a nadie salvo con su presencia, y el movimiento que no podía evitar, y la mayor parte del tiempo eran ellos los que sujetaban al árabe que luchaba con furia y embriaguez, para que se marchase antes de que llegaran los guardias, que se presentaban al poco de llamarlos, y se llevaban sin discusión a los adversarios, que pasaban maltrechos bajo las ventanas de Jacques, rumbo a la comisaría
63.
Nada tiene más que coraje, mal genio, y un fuego que le consume las entrañas
64.
–¡Al diablo con el coraje! Lo que no puedo soportar es… ¡nada!
65.
La distancia de aquellos años y la experiencia de vivir en otro país no me han convertido en escritora como yo esperaba, me han faltado el coraje y la disciplina que tampoco tuve cuando todo el futuro estaba por delante
66.
Podía esperarse de ellos cuanto coraje fuese menester, audacia y un absoluto desdén por la seguridad personal
67.
Estimulados por la presencia del gobernador, cuya voz retumbaba sin que consiguiera sofocarla el estruendo de la artillería, luchaban con gran coraje
68.
Los otros, en vez de seguirlo, retrocedieron: esos bribones que no retrocedían ante el delito, no tenían coraje de bajar al dormitorio de Banes
69.
Cuando se le terminaron las provisiones que llevaban en una cesta, siguieron adelante a punta de puro coraje
70.
Enfrentaba riesgos desmesurados como ejercicio de coraje, entrenándose de día para vencer los monstruos que lo’ atormentaban de noche
71.
Nada tan apreciado en el Norte de África como los de león, que supuestamente transmiten fuerza, coraje y poder sexual
72.
Son tan apreciadas, que el duque de Lauzun, antes de ser conducido al patíbulo, se hizo servir ostras con vino blanco, que compartió con el verdugo: "Serviros vos también, porque para ejercer semejante oficio hace falta coraje", le dijo
73.
José, el segundo, era el más fuerte y pesado, pero el más temido era Javier por su coraje y la destreza de sus puños
74.
Formaba parte de la expedición de Penrose, y al ocurrir su muerte no tuve coraje para emprender solo el camino de regreso
75.
El león avanzaba, abriéndose paso a través de los matorrales; consciente de su fuerza y coraje se aproximaba sin adoptar mayores precauciones
76.
Por su coraje y majestuosidad el león tiene bien ganado su título de rey de la selva
77.
Mucho antes que el resto del país pudiera apreciarlo en su verdadera dimensión, José Leal tenía pruebas del coraje, la voluntad y la astucia que más tarde demostró al enfrentarse a la dictadura
78.
Seguía soñando, como en la niñez, con una vida diferente y aventurera, pero no tenía el coraje de romper con su ambiente y salir de allí
79.
Había llevado los dos brazos vendados desde el día en que ella y Fadawar, el señor de la guerra, habían puesto a prueba su coraje al enfrentarse el uno al otro en la Prueba de los Cuchillos Largos
80.
No fue suficiente cumplir y cumplir, la vida era una novia insaciable, exigía siempre más esfuerzo y más coraje
81.
Pero los cinco muchachos habían reunido el coraje para ese crimen durante años y no estaban dispuestos a callarse, pues presentían que ésa sería la acción más importante de sus vidas
82.
Nadie cuestiona tu coraje: ya lo has demostrado ante todo el mundo
83.
Al hacer la investigación para mi novela Retrato en sepia, publicada en 2000, me enteré de que en el siglo XIX nuestras Fuerzas Armadas tuvieron varias guerras, dando muestras de tanta crueldad como coraje
84.
El alma de aquella obstinada resistencia fue el legendario general Cáce-res, quien escapo de milagro a la muerte y partió con una herida espan-tosa a las montañas a resucitar la semilla pertinaz del coraje en un ejército andrajoso de soldados fantasmas y levas de indios, con el cual llevó a cabo una cruenta guerra de guerrillas, emboscadas y escaramu-zas
85.
Estaba en la úl-tima etapa, cuando ya no había cataplasmas, emplastos ni sublimado corrosivo capaz de ayudarlo, la etapa que él se había propuesto evitar a cualquier costa; pero debió sufrirla porque no le alcanzó el coraje para suicidarse antes, como había planeado por años
86.
Fue capaz de sobrevivir sola en una tierra de machos donde imperaban la ira y la violencia, en el proceso adquirió coraje y le tomó el gusto a la independencia
87.
coraje en la piel
88.
En cuanto lo considero y pienso en ello, aunque no sea más que un segundo, pierdo coraje y me desahogo
89.
"Realmente se puede ganar dinero con esto, si cuentas con buena información y tienes el coraje de actuar de acuerdo con ésta",
90.
nobleza, caridad, autosacrificio, en algunos casos incluso el coraje y el amor
91.
Era que él, como la mayoría de la población, no medía por el nacimiento al verdadero "grapiúna" y sí por su trabajo en beneficio de la tierra, por su coraje para entrar en la selva y afrontar la muerte, por las plantas de cacao plantadas, o por el número de puertas de las tiendas y almacenes, por su contribución al desenvolvimiento de la zona
92.
Fue con tiros y celadas, con falsas escrituraciones y mediciones inventadas, con muertes y crímenes, con asesinos y aventureros, con prostitutas y jugadores, con sangre y coraje
93.
Tonico no había heredado el coraje del padre, y más de una vez lo habían visto palidecer y tartamudear cuando se veía envuelto en complicaciones de mujeres en la calle; pero ni por eso sabía explicar el miedo que le tenía a su mujer
94.
Iracema se impresionaba con el coraje de la amiga: -¿Vas a comprarlo? ¿Qué van a decir?
95.
Si los barullos se agudizaban, un hombre como él, Fagundes, de coraje y puntería, en poco tiempo solucionaba su vida
96.
Conversando sobre el asunto con doña Arminda, la partera había tenido el coraje de aconsejarle:
97.
—El mundo entero admira el coraje con el que Hiroshima y Nagasaki soportaron…
98.
La visión del monumento patrio le dio el golpe de coraje que necesitaba
99.
–El coraje es una combinación de todas esas cosas -concluyó Rodgers
100.
Los valores eran determinación, habilidad, crueldad, ingenuidad, coraje y fuerza